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Diversos estudios han demostrado no solo la eficacia, sino también la importancia

del efecto placebo y su uso; se ha hecho un seguimiento histórico de este para comprender
mejor el desarrollo del concepto en la sociedad y de esta forma poder predecir y evaluar el
futuro camino que recorra. Además, se han mencionado aspectos biológicos que unen lo
emocional con lo fisiológico, también se ha señalado lo importante que es una buena
relación médico-paciente con respecto al uso de sustancias tan controversiales como estas,
que, en muchos casos, podrían ser consideradas como poco éticas. El aporte clínico que
otorgan estas sustancias continúa en pugna con la desinformación social y las dudas que
surgen en cuanto a la integridad del paciente, lo que significa que se pondrá en la balanza la
utilidad del placebo y se debatirá sobre qué tan cierto es que “sus efectos han potenciado
los tratamientos médicos en la historia sin el debido reconocimiento” (Rodríguez, 2013).

En los marcos de las observaciones anteriores queda en evidencia que el efecto


placebo llamó la atención de aquellos que descubrieron el potencial que este esconde, en
ámbitos como el área de la salud, en la detección de simuladores e incluso en la iglesia
católica, donde se hacía uso del placebo para desmentir posibles falsas posesiones. De un
modo u otro, dichas entidades hicieron uso a voluntad del poderoso efecto psicológico
provocado a raíz de la aplicación de una sustancia inerte, cada una con objetivos en
particular, pero usando la misma herramienta. Si bien es cierto que todos tienen una razón
concreta que justifica la utilización de sustancias placebo, sigue estando en tela de juicio el
peso ético que existe en torno a su prescripción, debido a que básicamente se engaña al
paciente mintiendo y diciendo que se la está suministrando un “medicamento” poseedor de
efectos específicos para atender los requerimientos propios de la enfermedad que acongoja
al sujeto.

En el orden de las ideas anteriormente señaladas cabe señalar que, si bien es cierto
que cada vez que un paciente está siendo tratado con placebos se le está engañando, es
importante recalcar que esta práctica no siempre conlleva a consecuencias o motivaciones
malintencionadas hacia el individuo. Para ejemplificar mejor dichas situaciones libres de
dobles motivaciones se recordarán los casos anteriormente nombrados sobre la detección de
simuladores y la iglesia católica. El primero de ellos hace referencia a la necesidad de
asegurarse de que una persona se encuentra realmente incapacitada para realizar una
actividad en específico, estimamos que esto es una razón justa debido a que es necesario
“desenmascarar” a aquellos que buscan alguna excusa para faltar a sus responsabilidades
y/o compromisos. El segundo ejemplo tiene por objetivo “revelar” posibles casos de falsas
posesiones demoníacas, y en ese sentido asegurarse de atender a quienes realmente lo
necesiten.
   
Un aspecto fundamental dentro de la relación entre el efecto placebo y la ética es la
creación e invención de sustancias que, además de tener la capacidad para influir
positivamente en el mundo clínico, poseen un indudable peso en el ámbito comercial; bajo
este planteamiento está la posibilidad de que las industrias farmacéuticas o distintas
identidades (como la Iglesia) se aprovechen de la venta de estas sustancias para generar
ganancias a base de procedimientos deshonestos. En el caso de los remedios florales de
Bach (BFRs) se asume su identidad placebo, definiéndola también como parte del grupo de
la medicina alternativa, siendo declarado que “se cree que más del 90% de la medicina
alternativa está basada en el efecto placebo” (Celedón, 2008).

Teniendo en cuenta el ejemplo de las BFRs se sabe que hoy en día tienen una fama
ingente y que generan ganancias económicas considerables en quien las distribuye, aun
sabiendo que, científicamente hablando, estas no contienen ninguna acción terapéutica por
sí mismas; es importante entonces reconocer la posibilidad de que el ser humano pueda
seguir inventando prácticas como estas para ganar recursos, las cuales podrían no ser
necesariamente reguladas por profesionales o personas reconocidas académicamente,
aventajándose de la ignorancia de los convalecientes.

Como ha sido mencionado anteriormente, la efectividad del placebo es


científicamente indudable, desarrollándose en una considerable gama de aspectos; un
ejemplo de esto es su aporte a terapias para el cáncer, donde “En los pacientes oncológicos
el uso del placebo logra una mejoría de 30% mitigando dolor y/o mejorando el ánimo o la
esperanza del enfermo” (Celedón, 2008). ; este ejemplo y muchos otros representan las
verdaderas funciones del efecto placebo en la sociedad, funciones realmente ventajosas y
muchas veces subestimadas.

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