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SEGUIMIENTO, REFLEXIÓN Y EVALUACIÓN DE UN PROYECTO DE INTERVENCIÓN

El proyecto de intervención es un género discursivo del ámbito profesional que cumple un


rol importante en las prácticas profesionales de campos disciplinares como el urbanismo, la
sociología, las políticas sociales, el trabajo social, la administración pública, la economía y
la salud. Su propósito consiste en diagnosticar y caracterizar un problema de orden práctico
o una situación problemática para plantear estrategias que permitan articular acciones para
su superación. Por ejemplo, en el campo del urbanismo y de las políticas sociales, se plantean
problemáticas como el subdesarrollo en la periferia pobre metropolitana, la falta de medios
de transporte, el alto grado de analfabetismo, la alta tasa de desnutrición infantil, la falta de
canales de comercialización, los vacíos urbanos que no son funcionales a los requerimientos
actuales de desarrollo urbano.
La intervención puede tener diversas finalidades: correctiva, preventiva o de desarrollo. Sin
embargo, es importante notar que bajo una u otra modalidad siempre los proyectos se
proponen la transformación de la realidad y se centran en el “hacer”. Más concretamente, se
trata de la planificación de acciones articuladas que permitan que el ente, sector, institución
o territorio que se debe intervenir alcance un nivel óptimo de funcionamiento o desarrollo.
En consecuencia, para que el proyecto sea exitoso debe contribuir significativamente a la
demanda que surge del diagnóstico de la situación problemática.
SEGUIMIENTO
Usualmentesehavenidoafirmandoqueelprocesoadministrativoestáfundamentadoenlassiguien
teetapas: Planeación, Organización, Dirección y Control (Koontz/O’Donnell,1987). Esto
ratifica que el plan forma parte del proceso administrativo integral, donde el seguimiento
consiste básicamente en evaluar periódicamente los resultados obtenidos comparándolos con
los indicadores iniciales programados a fin de introducir los ajustes que sean necesarios para
alcanzar la meta propuesta, demás y mejor educación para nuestros pueblos.
Cuando encaramos la tarea de evaluar una determinada intervención necesitamos diseñar
“algo” que nos sirva para hacerla. A ese “algo” podemos llamarle sistema. ¿Por qué? Porque
lo que construimos es un conjunto de elementos relacionados entre sí —que interaccionan
entre ellos— y que están orientados hacia una meta específica (alguna de las que hemos
mencionado en el apartado anterior). Utilizar el concepto “sistema” y, por tanto, toda la
conceptualización que subyace a él, nos permite mantener una mirada global sobre los
diferentes tipos de elementos que tendremos que considerar al realizar una evaluación
(contexto, agentes implicadas8, indicadores, herramientas de recogida de datos, informes...);
nos ayuda a tener presentes las permanentes interacciones entre esos elementos; y, por tanto,
nos facilita la tarea de dotar de coherencia y organización a nuestro trabajo de evaluación.
En el marco específico de esta Guía, esperamos que hablar de “sistema” ayude también a
comprender mejor el sentido y la dinámica de un proceso de evaluación. Lo que vamos a
exponer es, por tanto, cómo construir un SIstema de Seguimiento y Evaluación (SISE), a la
vez que explicaremos cómo entendemos la evaluación. Al escribir esta Guía, como ya dijimos
más arriba, estamos pensando en una persona que quiere encargar una evaluación o que tiene
que hacerla. Lo que le proponemos es: “Para hacer una evaluación — de la misma forma que
para hacer una intervención o para hacer una sesión formativa— primero tienes que diseñarla
(o planificarla, si prefieres usar otra palabra)”. Y es en esto en lo que nos vamos a extender a
partir de aquí, vamos a identificar seis pasos que son los que habitualmente seguimos antes
de hacer la evaluación. Insistimos: estamos distinguiendo entre diseño (o planificación) e
implementación
Una vez que hemos decidido cuáles son el objeto y la orientación de nuestra evaluación, el
siguiente paso es identificar cuáles son nuestras necesidades informativas, es decir, las
preguntas a las que queremos que la evaluación dé respuesta.
La identificación de las necesidades informativas puede circunscribirse a un ámbito
meramente técnico o puede conllevar un proceso de toma de decisiones entre diversas agentes
(por ejemplo, podríamos implicar al Consejo de la Juventud de un municipio en la
identificación de las necesidades informativas de la evaluación de un Programa de Fomento
del Empleo entre la Población Joven).
En el caso de que la identificación de necesidades informativas la realice exclusivamente
personal técnico es de gran utilidad disponer de un conjunto de categorías que orienten esa
identificación. Si, por el contrario, hay que abordar esta cuestión desde un proceso más
complejo que implique la participación de distintas agentes, esas categorías pueden
ayudarnos a ordenar las necesidades informativas que expresen cada una de ellas.
En ambos casos la matriz que vamos a presentar a continuación nos servirá como un
organizador de las necesidades informativas: bien a priori, guiándonos en el proceso de
identificación de las mismas; bien a posteriori, ayudándonos a ordenarlas una vez
identificadas; bien en ambos momentos.
La elaboración de esta matriz —que es quizás la aportación más novedosa de esta Guía, y
que denominaremos matriz SISE, para abreviar la expresión “matriz del sistema de
seguimiento y evaluación”— parte de la constatación de que las necesidades informativas de
la mayoría de los procesos de evaluación se pueden agrupar alrededor de tres preguntas
fundamentales:
• Saber qué se ha hecho. Con esta pregunta tratamos de averiguar si se ha cumplido
con lo previsto o simplemente tratamos de hacer una recapitulación de lo realizado.
• Saber qué se ha logrado. Con esta pregunta pretendemos indagar cuál es el grado de
cumplimiento de los objetivos previstos, si es que los hay; qué cambios ha provocado
la intervención, etc.
• Saber qué ha influido. Con esta pregunta buscamos identificar qué características de
la intervención han contribuido a que se haya hecho (o no) lo que se ha hecho y se
haya logrado (o no) lo que se ha logrado.
Ahora bien, estas tres preguntas pueden referirse a su vez a tres aspectos del proceso de
intervención. Es decir, hay tres cuestiones que tenemos que “diseccionar” si queremos
responder a las tres preguntas en las que hemos agrupado las necesidades informativas:
• Los objetivos de la intervención.
• Las actuaciones. Es decir, el trabajo realizado directamente con las personas u
organizaciones a las que se dirige la intervención.
• Los soportes. Es decir, aquellos procesos de gestión y de coordinación, y aquellas
estructuras organizativas que permiten llevar a cabo las actuaciones.

La siguiente etapa es la “Definición de resultados esperados”. Los resultados se formulan en


términos de productos que expresan cuantitativa y cualitativamente los cambios esperados
en relación con los objetivos específicos. Suelen incluirse indicadores de logro que permiten
medir si se alcanzaron los resultados planeados inicialmente al finalizar la intervención. A
continuación, se suele presentar el “Diseño de estrategias y plan de actividades”.
Las estrategias son grandes líneas de acción, cada una de ellas supone una serie de actividades
para desarrollarlas. Se trata, por un lado, de la presentación de las estrategias sistemáticas
planificadas que dan respuesta a las necesidades halladas y, por otro, de la enumeración y la
organización de las actividades distribuidas temporalmente.
A su vez, lo más frecuente es presentar la distribución temporal de las actividades en forma
de cuadro. Las distintas columnas señalan los períodos temporales, mientras que las filas dan
cuenta de las diversas actividades. De esta manera, en el cruce de filas y columnas queda
especificada la progresión de las actividades del proyecto.
En algunos casos, de acuerdo con el ámbito y el tipo de intervención que se proponga, se
advierte la inclusión de un apartado que aborda la cuestión económica bajo el título
“Recursos necesarios” o “Presupuesto”, ya que además de viable, un proyecto de
intervención requiere ser rentable en términos de la relación costo-beneficio. En esta sección,
se incluyen los insumos necesarios para la exitosa ejecución de cada una de las actividades
propuestas y resultados esperados: recursos humanos, técnicos, materiales, financieros.
Finalmente, los proyectos de intervención frecuentemente planifican el modo en que se
evaluará tanto el proceso realizado como los resultados obtenidos. Se trata de una
comparación entre lo programado y lo ejecutado, que requiere explicitar las estrategias para
producir información y para analizarla. Suele distinguirse entre la evaluación de proceso,
realizada periódicamente durante el desarrollo del proyecto, y la evaluación de resultados, en
la cual se miden cuantitativa y cualitativamente los logros alcanzados. En este sentido, sirve
al proceso de aprendizaje institucional en tanto permite generar información y conocimiento
relevantes para la toma de decisiones que apunten al mejoramiento de la eficiencia y la
eficacia tanto de los resultados como de los procesos y los impactos de la intervención. En
esta sección, que frecuentemente lleva el subtítulo “Evaluación” o “Sistema de evaluación”,
se detallan los indicadores que permitirán medir resultados parciales y finales, las distintas
actividades y dispositivos de evaluación como, por ejemplo, el monitoreo.
REFLEXIÓN
Un docente que reflexiona sobre su labor es un maestro realmente comprometido con su
educación y con la de sus alumnos. La finalidad de reflexionar ya sea antes, durante o después
de la acción, está encaminada a cuestionarse, a anticipar hechos y respuestas, a saber de qué
manera responder a cada situación, a resolver problemas, a examinar qué fue lo correcto y lo
incorrecto y lo que necesita mejorarse a fin de transformar la propia acción docente.
Donald Schön (1998) menciona que la reflexión puede verse desde dos marcos temporales,
ya sea en la acción o sobre la acción. En nuestra tarea cotidiana la práctica reflexiva se
da sobre la acción (al momento de planificar o evaluar) y durante la acción (al responder a
problemas en el momento en el que suceden), no obstante, es en el primer marco temporal
en el que podemos ser conscientes de lo que está por realizarse o de lo que ya se realizó, y es
el momento en el que se consideran los referentes para dar un mayor sustento. La práctica
reflexiva durante la acción, por el contrario, incluye el uso y movilización de los
conocimientos implícitos que poseemos los docentes y que muchas veces no permiten dar
solución a los problemas de manera inmediata.

Aunque la reflexión suele hacerse de forma clara y sensata en los dos momentos, Schön
sostiene que pensar después de la acción es más enriquecedor porque en ese momento ya
estamos conscientes de las cosas que hicimos. El hecho de estar inmersa en el ambiente de
trabajo de manera permanente, a diferencia de mi proceso de formación inicial, me ha
brindado la oportunidad de valorar lo que implica el trabajar en este nivel y de fortalecer
algunas de las capacidades y habilidades que conforman los Perfiles, parámetros e
indicadores del nivel de educación Preescolar. Por ejemplo, hablando de la reflexión sobre
la acción, regularmente recurro a diversas fuentes de análisis que dan cuenta de los resultados
obtenidos como las que enunciaré en los siguientes apartados.

La observación. Es una cualidad inherente del ser humano que permite no sólo identificar
las conductas, comportamientos, reacciones, intereses, necesidades, estilos de aprendizaje y
capacidades de los niños, sino también brinda la oportunidad de cuestionarnos y examinar
qué fue lo correcto y no tan adecuado para transformar la propia acción docente.

Diario de trabajo. El diario del docente ha adquirido un papel relevante dentro de la


intervención educativa, ya que se constituye como un recurso metodológico que guía la
reflexión, análisis y valoración de la realidad escolar y favorece, a su vez, la toma de
conciencia sobre nuestro actuar.

Fotografías y videos. Son medios que permiten registrar y analizar detenida y


profundamente los hechos e incidentes vividos dentro del aula.

Instrumentos de evaluación. Se hace uso de listas de cotejo y rúbricas para evidenciar el


alcance en cada uno de los aprendizajes esperados, es decir, si el propósito planteado fue
alcanzado por los alumnos del grupo.

EVALUACIÓN
Entendemos por objeto de evaluación la "unidad" sobre la que vamos a aplicar el proceso
evaluativo. Podríamos pensar que este aspecto está ya decidido: el proyecto. De hecho, en el
paso A lo hemos analizado en su contexto tanto de planificación como organizativo y
comunitario. Es precisamente este análisis el que ahora nos permite acotar ahora y con mayor
precisión dicho objeto. Se trata de decidir en qué nivel de ese contexto de planificación vamos
a enfocar la evaluación, teniendo como referencia las respuestas a las tres preguntas sobre el
proyecto planteadas en el paso A. Las recordamos de forma resumida: ¿Cuál es la estructura
fractal en la que está inserto? ¿Qué previsiones de evaluación y seguimiento contempla su
diseño? ¿En qué momento de implementación se encuentra?
Entendemos la orientación de la evaluación en términos de uso, es decir, de su finalidad
práctica. En el capítulo 2 expusimos las dos orientaciones principales que una evaluación
puede tener: mejorar la práctica — de carácter eminentemente técnico— y rendir cuentas —
de carácter eminentemente político—. Ambas se relacionan con tres funciones concretas:
tomar decisiones, aprender y convencer. Mejorar la práctica conlleva aprender sobre ella,
tomar decisiones y, en ocasiones, convencer. Rendir cuentas conlleva convencer y, en
ocasiones, aprender de la práctica y tomar decisiones.
Partiendo de aquí, llegamos a lo que es la evaluación de un proyecto de intervención, en el
que se da como resultado, conocer qué tanto el proyecto ha logrado cumplir sus objetivos o
bien qué tanta capacidad poseería para cumplirlos. Donde cada una de sus actividades están
orientadas a mejorar la eficacia del proyecto en relación con sus fines, además de promover
mayor eficiencia en la asignación de recursos.
Conforme a lo dicho, existen dos tipos de evaluación dentro de los proyectos de intervención:
· La formativa la cual es la que se da durante todo el procedimiento del
proyecto, sirviéndole también de retroalimentación y,
· La final que es la que se realiza al concluir el mismo, dando como resultado
posteriores funciones que determinaran el futuro del proyecto.
Ya teniendo definidos los tipos de evaluación buscamos la naturaleza de la misma, teniéndola
como uno de los puntos importantes que servirá como base para la optimización del proyecto,
en tal caso sería la evaluación de las necesidades: donde se conceptualizará la problemática
a trabajar durante el proyecto de intervención.
En conclusión, se puede decir que en los proyectos de intervención educativa la forma
de evaluación, que se utiliza para saber si se cumplió o no los fines del mismo, se lleva a
cabo mediante encuestas, cuestionario, entrevistas, diario de campos, la observación de los
participantes, registro de los que no y si participan, una opinión u observación externa, entre
otras, hasta un examen, sin embargo no es una regla a seguir, cada proyecto es diferente y
tiene una forma en especial en realizar su evaluación, la única semejanza es que todos tienen
que pasar por el proceso antes mencionado, sin importar el orden, ya que la estructura o forma
que le den, dependerá de:
· Quién o quiénes lo realice
· Para quién o quiénes va dirigido
· La manera en que fue realizado
· La finalidad de tal proyecto

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