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SOLER, Colette. Lo Que Lacan Dijo de Las Mujeres PDF
SOLER, Colette. Lo Que Lacan Dijo de Las Mujeres PDF
UNIVERSIDAD NACIONhk
35613000135223
226. M.Burin e 1. Meler, Varones 247. A. D.Levin & Said, El sostén
227. F. Dolto, Lo femernlw del ser
1 229. J.Maizeszowicz y M.M o b 248.
zow%cz,P>sico~anna~dogti.r y
1. Berrenstein, Devenir otro
con otro&)
ki terrifut+ofieudimo 249. M. Rodulfo, La clínica del
I 230. E. Braier (comp.), Gemelos ni* y su interior
23 1. 1. Berenstein (comp.), Clí- 250. O. F.Kemberg, La teorfade
I nica familiar psi~oanalí- las r~lacionesobjetalesy el
rica psicoanálisis clínico
!
233. J. D.Nasio, Los~jGunosas 251. S. Bleichmar, Paradojas &
la sexualidad masculina
casss de psicosis
236. P. Vmhaqhe, Elamor en tos 252. 1. Vegh, Las letras del a&- i i'>pfii@@
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DE LAS MUJERES:.;,,... S6
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I tiempos de la sole&d lisis -# Estudio de p s i c o a n á l i s i -bei
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Buenos Aires
las catdstrofes sociales sus imágenes Brr;~~:.n'~~%dfld&u BmltnB . . ...,.. d13.
1. PR~LOGO
..........................................................................
Anna O.. la primera...........................................
188
Retorno a la mujer freudiana.................................. 188
IV. LA MADRE ...................................................................... Fantasmas inéditos ................................................. 190
..........................
La madre en el inconsciente& Síntomas inéditos .................................................... 193
El debate sobre la madre ........................................
Los reproches que se le hacen a la madre .............. *ticas eexuadas................................................... 197
Poder maternal ........................................................ Las aporías del sexo ................................................ 197
El niño objeto ........................................................... Identificación o sexuacion ....................................... 198
. . ............................................................
El niño interpreta ................................................... La maldicion 200
La madre, Otro ........................................................ La perversión generalizada del Otro ...................... 201
El amor "hommosexual" .......................................... 203
La ética del soltero .................................................. 207
Abonados al inconsciente homosexual .................... 208 La funcidn del síntoma .......................................... 284
No hay contrato sexual ........................................... 210 Síntoma bajo transferencia ..................................... 285
Forclusión duplicada ........................ .,.....................,. 211 Creer en eso ............................................................. 287
La ética de la diferencia .......................................... 213 ¿Amar su síntoma? .................................................. 289
Un amor ateo ........................................................... 292
"Incidencia social de la s e d d a d
femenina"............................................................
¿Por qué casarse, aún? ..................................... .
, ...
215
215
D e los finea ...del m o r .....................................
La batalla de la transferencia .................................
297
299
Las llamadoras del amor ........................... . ...... 221 ¿Soluciones del amor de transferencia? .................. 302
Los dos amores ...................................................... 304
VI. LAMALDICI~N.................. ............ .................................. 227 El nombre del síntoma ............................................ 306
El amor no loco .............................................. 229 Síntoma-prótesis ..................................................... 309
Mal-dicción ...................................... ,. ..................... 229
Figuras del amor ....................................~.............. 231 VI11. CONCLUSI~N ............................................................... 311
"Hazañas" del amor y sucesos breves ..................... 234 Efectos sociales ....................‘.*......... ,...................... 313
Anticipaciones ......................................................... 235 En el psicoanálisis ................................................... 317
Extravío ................................................................ 236 Disparidad de los fines ........................................... 318
Balanoe ........................' .......,................................ . 238
El Otro que existe .................................................. 242 IX. ANEXO...........................................................................
321
Función del amor ................................................. 243 La diferencia entre los sexos en el análisis ............ 323
El saldo .................. ..,., ............................................ 247
Aquí la palabra lanzada. No lo advierte contra los peligros Ysé a Mesa: "Usted sabe que soy una pobre mujer y que si me
de China sino contra la cosa más próxima. En resumen, ella llama de una cierta forma [.. .Jpor mi nombre.
Por su nombre, por un nombre que conoce y yo no, al oírlo,
le dice: protégeme de mí misnis. Un pasaje suprimido para la hay una mujer en mí que no podrá impedir c~ntestarle".~
versión escénica pero restituida en la nueva versión de 1948,
dice todavía más cruelmente para qué sirve un marido, al me- Y aún en el admirable dúo del Acto 11:
nos para Ysé:
"[.. .] ¡Todo, todo y YO!
"Después de todo, soy una mujer, eso no es tan complicado. Pues es verdad, Mesa, que existo sola y he aqui el mundo ra-
¿Qué otra cosa necesita una mujer pudiado, y entonces ¿para qué sirve a los otros nuestro amor?
Sino seguridad, como la abeja en la colmena Y aquí el pasado y el futuro al misrno tiempo.
Bien limpia y bien cerrada? Renunciados, ya no hay familia, ni hijos, ni marido, ni amigos.
iY no esta libertad horrorosa! ¿No me había yo entregado? Y todo el universo alrededor nuestro
Yo querría pensar que de ahora en adelante estaría bien tran- Vaciado de nosotros f...]
quila, Pero lo que nosotros deseamos, no es crear sino destruir, y jah!
Que tendría garantía, que habría siempre alguien conmigo, No hay ninguna otra cosa que t ú y yo, que en ti yo, y en mí,
Para conducirme, un hombre [...In9 sólo tu posesión y la rabia y la ternura y destruirte y ya no estar
atormentada [...!"lo
Esto no dice aún cuál es la tentación de Ysé. Pero la res-
puesta parece evidente: tentación de otro amor, tal vez de un He aquí, se dirc?,el tan conocido dt:seo de ser el único -que,
amor otro. Eso es lo que se podría creer si se interroga, no tan- por otra parte se distingve de la reivindicación de privilegio,
ta su demanda sino su conducta. Ysé traiciona tres veces y a ca- la cual pertenece al registro de la justicia distributiva- y la
da uno de los tres hombres. Acto 11, traiciona a De Cjz, el obtu- exaltación del amor hasta la muerte. En efecto, el tema no es
so marido que no comprende nada, lo cambia por Mesa, el nuevo, es más bien clásico (Cf., por ejemplo Denis de Rouge-
hombre de lo absoluto que ella arranca a Dios. Arto 111, está con mont: El amory Occidente).Sólo que Claudel-Ysé lo eleva a ¡a
LA MUJER FREUDIANA
14. Comico, nota Lacan en la pág. 105 de Aun, el hecho de que Freud ha- Desde 1905, Freud descubre las pulsiones pero como pul-
ya primero atribuido el objeto a, causa del deseo, a la mujer. "Esto de veras siones parciaies. De allí surge la idea de la "perversión poli-
confirma que, cuando uno es hombre, ve en su partenaire lo que uno mismo
usa como soporte, como soporte narcisistan.
morfa" originaria que quiere decir: no hay pulsión genital en
15. Ibíd., pág. 119. el inconsciente. El niño construye muchas teorías en cuanto a
la relación entre los sexos, pero como Cantor,l las inventa.
Las construye a partir de la metáfora de las pulsiones parcia-
les que experimenta. Ahora bien, éstas nada dicen de la dife- Sobre estas bases, ¿qué es pues una mujer para Freud?
rencia entre hombre y mujer, se encuentran tanto en el niño Sabemos que él distingue tres evoluciones posibles a partir
como en la niña, y dejan intacta la cuestión de saber aquello de la envidia del pene, de las cuales sólo una le parece con-
que distingue la esencia de la mujer. [ ducir a la verdadera feminidad. Mejor dicho, para él, no to-
Freud se da cuenta después de la prevalencia de un signifi- i das las mujeres son mujeres. Cuando se dice "todas las muje-
1
cante único, el falo -él dice: el pene-. De allí su formulación de res" prevalece la definición del registro civil. Esta definición
la diferencia en términos antagónicos, mantenida constante- se somete a la anatomía, desde el nacimiento: si hay un
mente: tener o no tener el pene. Así construye la tesis mayor apéndice fdlico, se dice "es un niño", y si no lo hay, se dice
-piedra de escándalo para las feministas-, que hace de la falta "es una niñan. Evidentemente, el falocentrismo del registro
fálica el principio dinámico de toda libido y que afirma que la civil precede al de Freud. Pero cuando se dice "no todas son
identidad sexual del sujeto se forma a partir del temor a per- mujeresnimplícitamente se hace referencia a una esencia de
derlo de aquel que lo tiene y de la envidia de tenerlo en la que la feminidad que escapa a la anatomía y al registro civil y
no lo tiene. Haciendo del complejo de castración la plataforma cuya procedencia se puede cuestionar. La definición freudia-
giratoria del devenir hombre o mujer, Freud, al menos implíci- na de esta esencia es clara y simple. La feminidad de la mu-
tamente, introduce Ia idea de una desnaturalización del sexo jer deriva de su "ser castrado": es mujer aquella cuya falta
en el ser humano. El ser sexuado del organismo, que por otra fálica la incita a dirigirse hacia el amor de un hombre. Pri-
parte no se reduce a la anatomía, no alcanza a constituir el ser mero es el padre, él mismo heredero de una transferencia de
sexuado del sujeto. Como prueba, por otra parte, la inquietud amor que primordialmente se dirigió a la madre, después el
constante y bien perceptible de los sujetos en cuanto a su grado esposo. En resumen: al descubrirse privada del pene, la niña
de conformidad sexuada. Así, no hay casi ninguna mujer que deviene mujer si espera el falo -o sea el pene simbolizado-
no se preocupe, al menos episódicamente, de su verdadera fe- del que lo tiene.
minidad y ningún hombre que no se inquiete por su virilidad. Entonces, aquí se define a la mujer únicamente por las
Sin hablar del transexual que tiene la certidumbre de que hay vías de su alianza con el hombre y la cuestión reside en saber
un error en su anatomía y que pertenece realmente al sexo con- cuáles son las condiciones inconscientes que permiten a un
trario. sujeto consentirlas o no. Las feministas protestan ante esto,
En fin, en materia de "elección de objeton todo comienza rechazando lo que ellas perciben como una jerarquización de
con el narcisismo. Es lo que Freud percibió en 1914 con su los sexos. La objeción feminista no esperó a los movimientos
texto "Introducción del narcisismo" y que Lacan retoma con contemporáneos por la liberación de las mujeres. Surgió en el
su estadio del espejo. El primer objeto es el yo propio, el cual entorno mismo de Freud y ha sido relevada por Ernest Jones.
es sustituido por la elección homosexual del semejante. Se hace en nombre de la igualdad de principio y denuncia la
Allí, Freud convoca al Edipo para rendir cuenta del deve- injusticia que resultaría de hacer de la falta fálica el núcleo
nir hombre o mujer. El mito apunta a fundar la pareja sexual del ser femenino, al ubicar la falta como un signo de menor
por vía de las prohibiciones y los ideales del sexo. valor. Para Freud esta objeción es evidentemente homogénea
con lo que llama reivindicación fálica, pero sin embargo no
prueba su validez.
1. Soler, Colette, "L'enfant avec Cantorn("El niño con Cantor"),9 de julio
de 1990, VI0 Encuentro Internacional de la FCE.
Hay dos etapas en el desarrollo de Lacan sobre estas cues-
tiones. La primera, la más freudiana, se sitúa alrededor de
Cuando Lacan retoma la cuestión, algunos años después 1958, años durante los cuales produce "La significación del
de que abortara la disputa sobre la prevalencia del falo en el falo" y sus "Propósitos directivos para un congreso sobre la se-
inconsciente que había proseguido alrededor de Jones y algu- xualidad femenina". Luego vienen las tesis más manifiesta-
nos otros, toma un atajo que no es el de Freud. mente innovadoras de los años 1972-1973, con "El atolondradi-
Al parecer, sin embargo, sigue íntegramente la tesis freu- 1
l
cho" y el Seminario Aun.
diana. La primera página del texto "La significación del falo", Pero las fórmulas lógicas llamadas de la sexuación, pro-
por ejemplo, reafirma vigorosamente la prevalencia del com- ducidas en 1972, no objetan el falocentrismo del inconsciente.
plejo de castración en el inconsciente y en el devenir sexual. Lacan refuta allí el Edipo como mito y comedia del "Padre-
Es sabido, dice él: Orang, del Padre perorante Orangutánn3 [Pére Orang dupé-
rorant Outangl, para reducirlo a la sola lógica de la castración;
que el complejo de castración inconsciente tiene una función de él agrega que esta lógica no regula todo el campo del goce: hay
nudo, primero en la estructuración l... 1 de los síntomas [...] se-
una parte que no pasa al Uno fálico y que queda, real, fuera de
gundo en una regulación del desarrollo [...], a saber la instalación
en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría lo simbólico. Decir que La mujer no existe, es decír que la mu-
identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder jer no es más que uno de los nombres de ese goce, real. En
sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la re- cuanto a las mujeres que sí existen, las que el registro civil tie-
lación sexual, e incluso acoger con justeza las del niño que es pro- ne por tales en función de la anatomía, ellas también están ba-
creada en ellas.2 jo el peso de la primacía del falo. Decirlas no-todas en la fun-
ción fálica, reconocerles un goce diferente que el que ordena la
Esto es categóricamente freudiano: posibilidad de la pareja castración, no les acredita alguna "naturaleza anti-fálican.La-
heterosexual y maternidad feliz son regladas por una identifi- can ha precisado esto para evitar el malentendido. En la con-
cación que condiciona el complejo de castración. Lacan no sólo troversia del falo, se coloca entonces del lado de Freud, muy
retoma la tesis de Freud sino que la clarifica. Es como una explícitamente, para afirmar, "sobre la base de los hechos clí-
apuesta sobre la justa orientación de Freud. Estas tesis son nicosn4que el semblante fálico es el significante-amode la re-
tan sorprendentes, tan paradójicas, dice, que debemos suponer lación con el sexo y que ordena, a nivel simbólico, la diferencia
que han sido impuestas al único que supo descubrir el incons- entre los hombres y las mujeres, tanto como sus relaciones.
ciente y que, entonces, tenía un acceso único a este inconscien- Será necesario interrogar, pues, lo que concierne a las mu-
te. Lacan aquí retoma, condensa, precisa la tesis freudiana, es- jeres en un triple nivel. Aquel de la dialéctica en juego en el
forzándose en captar la inteligibilidad: no se trata del pene del deseo sexual, pero también aquel de los gustos de su goce
sino del falo, a saber de un significante que, como todo signifi- fálico, tanto en la realidad común como en la relación sexual,
cante, tiene su lugar en el discurso del Otro, siempre trans-in- y, en fin, aquel de los efectos subjetivos de ese goce suplemen-
dividual. Aparte de esta conversión que, en ciertos aspectos, tario que la feminidad oculta y que hace de ella, no otro sexo,
cambia todo en lo que él mismo llama "la querella del falo", sino Otro absoluto. Y esto no puede aproximarse más que a
Freud y Lacan van aparentemente tomados de la mano, para partir de las vías de su decir.
afirmar el falocentrismo del inconsciente.
2. Lacan, J., "La significaci6n del falo", en Escritos 2, México, Siglo XXI, 3. Lacan, J., "El atolondradicho",ob. cit., pág. 27.
1974, p6g. 665. 4. Lacan, J., "La significación del falon,en Escritos 2, ob. cit., pág. 666.
LA LEY DEL DESEO definición del ser femenino que pasa por la mediación obliga-
da del otro sexo. De ahí, la serie de sus sucesivas fórmulas pa-
De hecho, desde el comienzo, a pesar de que declara su ra especificar el lugar de "la mujer". Todas hacen de ella el
freudismo, Lacan comienza a reacomodar los términos freu- partenaire del sujeto masculino: ser el falo, o sea el represen-
dianos. Primero, porque el pene, reconocido en su valor de tante de lo que le falta al hombre, luego ser el objeto causa de
significante, cambia de función. El falo, significante de la fal- su deseo, y, finalmente, ser el síntoma en que se fija su goce.
ta, se presta a representar, en efecto, además de la diferencia Todas, vemos, definen a la mujer como relativa al hombre y
sexual, la falta en ser que el lenguaje genera para todo sujeto, , no dicen nada de su posible ser en sí, sino solamente de su ser
cualquiera que sea, y por eso la paridad en la falta resulta para el Otro. Esta distancia subyace implícitamente en todos
restablecida. los desarrollos sobre la sexualidad femenina.
Lacan introduce luego una nueva distinción. Cito: "las rela- Si se cuestiona lo que la condena a ese ser, digamos... rela-
ciones entre los sexos giran alrededor de un ser y de un tener tivo, sin contentarse con una vaga alusión a la definición dife-
el falo". "Ser el falo" es una expresión desconocida en el pensa- rencial de los significantes, cara a los estructuralistas, aquí
miento freudiano. Evidentemente, hace sufrir una transfor- los del sexo, muy simplemente se impone una respuesta: en el
mación al binario "tenerlo o no" que satisfacía a Freud. Sin cuerpo a cuerpo sexual, el deseo del hombre, indexado por la
embargo no es que lo contradiga. La argumentación de Lacan erección, es una condición necesaria -y más que necesaria a
hace valer, sobre todo, que en la relación de los sexos, el tener veces, ya que el acto de la violación hace de la erección una
o no... el pene no hace al hombre o la mujer sino por la pers- condición suficiente-. Es tan verdadero que, a falta de su de-
pectiva de una conversión. Freud acentuaba la demanda de seo, puede haber toda una suerte de juegos eróticos, pero na-
amor como propiamente femenina. Lacan, gracias a un ligero da de lo que se llama hacer el amor. En ese sentido la relación
desfasaje, hace valer que en la relación de los deseos sexua- llamada sexual pone el órgano erigido del deseo masculino en
dos, la falta fálica de la mujer se convierte en un beneficio de posición dominante, y la mujer se puede inscribir, de una vez,
ser el falo, o sea, ser lo que le falta al Otro. Este "ser el falo" en esa relación sólo en el lugar del correlato a ese deseo. Na-
designa a la mujer en tanto que, en la relación sexuada, ella da extraño desde el momento en que todo lo que se dice de la
es llamada al lugar del objeto. En el amor, por la gracia del mujer se enuncia desde el punto de vista del Otro y concierne
deseo del partenaire, la falta se convierte en un efecto de ser más a su semblante que a su ser propio, que queda como ele-
casi compensatorio: ella llega a ser lo que no tiene. Es decir mento "forcluido" del discurso.
que en esos años, para Lacan, la falta femenina se encontraba
ya positivizada.
Sin duda, hay en esos textos una respuesta implícita, no ELEMENTOS DE CLÍNICA
desarrollada, a la objeción de inspiración igualitaria. Más que
una respuesta, algo que sitúa allí su lógica. Pero un partida- Se podrían evocar aquí miichos hechos clínicos, muy preci-
rio de esta protesta, cualquiera que sea, ¿podría satisfacerse sos, al nivel del decir de las mujeres. Y especialmente esa
viéndola graficada como ser fálico? Seguro que no. Pues ella gran queja de la hija frente a la madre, a quien le reprocha no
no es el falo sino en su relación con el hombre. Siempre es el haberle transmitido ningún saber-hacer con la feminidad.
falo para otro, jamás lo es en sí, lo que nos devuelve a su con- Esa queja no es siempre directa, por supuesto. Puede to-
sorcio con el hombre, ya acentuado por Freud. Sin duda la for- mar la forma de una denuncia acerca de la no feminidad o de
mulación de Lacan pone el acento a la vez sobre el deseo y so- la demasiada feminidad de la madre; puede también tomar,
bre la demanda que se hace al hombre, pero mantiene una es lo más frecuente, los giros de la metonimia que sustituye
un reproche por otro. Y para tal sujeto, deplorar no haber el que se podría llamar de "asunción de la castración", es ser
aprendido los secretos de la buena cocinera equivale, por la mujer de un hombre.
ejemplo, a decir que el "truco7'sexual no le ha sido transmiti- Lacan, por el contrario, quien siempre se esforzó en distin-
do. Se puede evocar también la protesta tan frecuente de la guir el psicoanalista del amo, ha intentado abordar las cues-
histérica contra la sujeción al Otro, su sueño de autonomía, tiones sin recurrir a las normas de este último y se contenta
que es entonces sólo la contrapartida yoica de la alienación sólo con las obligaciones de la estructura. Esta orientación
que resulta de su demanda. prevalece, por ejemplo, cuando afirma, a propósito de las mu-
También, en el nivel de la metáfora fálica de la mujer se jeres, que no se vuelve "obligación" la relación con la castra-
funda lo más admisible en la objeción feminista. Cuando de- ción que condiciona el lazo sexual con el hombre.6 En efecto, a
nuncia el impedimento original que las "imágenes y símbolos*
de una cultura ejercen sobre las mujeres, ella no se equivoca
1
1
los ojos del psicoanalista, es obligatorio sólo lo que es imposi-
ble de evitar. Ahora bien, la relación entre los sexos no es más
-y el mérito propio de Lacari, a diferencia de Freud, fue admi- que posible. De allí, la parte de abuso que hay en la posición
tirlo-. La mujer es una invención de la cultura, "hystórica" freudiana, tan normativa y por lo tanto anticuada.
(histórico-histérica),que cambia de aspecto según las épocas. Podemos preguntar por el origen de esta divergencia entre
Solamente, no se debe olvidar que esta sujeción es función Freud y Lacan. ¿Es simple cuestión de gustos, incluso de pre-
de la demanda interna a la relación social. Aquí obra una 1ó- juicios? ¿El mayor liberalismo de Lacan ha sido posible gracias
gica que aflora en ciertas posiciones actuales de las feminis- a la evolución de las mentalidades? Es probable que la época
tas norteamericanas más extremistas. Un número de TLS de cuente pero no explica todo. Creo, más bien, que Lacan, elabo-
septiembre5 presentaba un informe ferozmente irónico sobre rando mucho antes que Freud los términos de la estructura, lo-
el libro de una tal Marianne Hexter. Su tesis, en efecto, llega gró mejor que este último aislar los términos lógicos en su dife-
hasta los extremos, ya que, a propósito de las cuestiones de rencia con las normas sociales. Empleo el término liberalismo,
violación y de acoso sexual, ella quiere hacer retroceder la pero guiarse por lo real no es "liberalismo", incluso si eso libera
frontera que la mayor parte de sus hermanas de sexo recono- de las normas. El argumento feminista, en todo caso, él mismo
cen como umbral del abuso, a saber la frontera del no consen- fuertemente normativo, seguramente no liberará a las mujeres
timiento. En esto, ella no ve sino una vana sutileza, con o sin de su cruz... fálica. Son libres, por cierto, de cuidarse de los
consentimiento, denuncia la relación homosexual en sí misma hombres. Para las mujeres es posible evitar a los hombres y ca-
como la causa fundamental de la alienación femenina. A decir da vez más. El desarrollo de la ciencia les da, en efecto, medios
verdad, el exceso nos puede producir risa, pero por otro lado inéditos ya que, al permitir separar la procreación del acto car-
es lógico porque esa alienación es función de la inscripción en nal, abre la vía a la maternidad sin hombres. Lacan lo constata
la demanda sexual. -cuestión de gustos y ahí se puede ser liberal-, pero en cambio
Freud no tuvo que conocer a las verdaderas feministas pu- no se liberarán de la problemática fálica. Evitarla es imposible
ras y duras del siglo pasado. Lo lamento, porque es divertido a quien habla como tal: a partir del momento en que el signifi-
imaginar cuál habría sido su comentario. Lo cierto es que cante se encuentra en el Otro del discurso, está en juego desde
cuando produce su "complejo de masculinidad" lo hace con un la menor demanda hecha a cualquier otro, hombre o mujer, y,
cierto desprecio y deja entrever una nota de clara reproba- para empezar, muy especialmente a la madre que en este caso
ción. A sus ojos, el único destino conveniente para una mujer, es determinante como lo había muy bien percibido Freud.
7. Lacan, J.,"La significación del falo", en Escritos 2, ob. cit., pág. 674. 9. Lacan, J., "Ideasdirectivas para un congreso sobre la sexualidad feme-
8. Pongo el acento sobre este punto retornando el desarrollo que hizo J.-A. nina", en Escrittos2, México, Siglo XXI, 1984, p6g. 711.
Miller de una observación de Lacan sobre la función de la mtíscara en Gide. 10. Lacan, J., "La significación del falon,en Escritos 2, ob. cit., p8g. 674.
te confusa. Todo lo que pertenece al deseo de adquirir, de apro- blé antes-. La fórmula es generalizable: es l a falta -pene o
piarse, vale para el hombre en tanto metonimia de su tener fá- no- la que la hace ser objeto. De ese modo, el mismo Sócra-
lico. ¿En nombre de qué, el deseo de tener estaría interdicto pa- tes, que ha exhibido la falta de su deseo, deviene objeto de
ra las mujeres, trátese de la fortuna, del poder, de la influencia, transferencia de Alcibíades. Entonces, la carrera se abre pa-
del éxito, en resumen, de todas las búsquedas llamadas fálicas r a cada uno, hombre o mujer, para ser el homólogo de una
de la vida cotidiana? Sobre este punto la diferencia entre Freud mujer, a saber, lo que se acopla al Uno a modo de objeto.
y Lacan es muy sensible. Lacan no era tosco con las mujeres, ni Sin embargo, para una mujer, como para todo lo que se
en sus textos ni en sus análisis, y poco inclinado, parece, a sa- ofrece en el lugar de objeto, incluido el analista, ser objeto no
carles motivación para adquirir todo lo que les apeteciera, en la dice todavía nada de los objetos que ella tiene, de los que cau-
medida de lo posible. Solamente, ese deseo es ahí inherente al san su deseo, ni de lo que la adecua a su lugar en la relación.
sujeto, no tiene nada de femenino, y el deseo de la mujer, como En estos puntos, Lacan se aleja de Freud, y allí donde éste se
tal, si tiene algún sentido evocarlo, sería otra cosa. declara vencido, Lacan acepta el desafío.
Freud no vio más que una sola variante del deseo de tener
-bajo la forma de tener el amor de un hombre o un niño fálico-.
Más allti, se rinde. En las tres soluciones freudianas a la envi- LA MUJER NO ES LA MADRE
dia del pene ya evocada, renuncia, masculinidad, feminidad, es
necesario subrayar que en el tercer caso llamado de evolución Primeramente por su rechazo a interpretar la mujer a par-
normal, el sujeto no renuncia al tener fálico como en el primer tir de la madre y a aprobar la degradación freudiana. Dema-
caso. La mujer-mujer, según Freud, se distingue en que, con- siado lo sabemos, para Freud el amor de un hombre culmina
trariamente al segundo caso, no se propone autoprocurarse el con el hijo deseado, al margen de la relación sexual, como úni-
sustituto fálico, lo espera del hombre, especialmente en la for- co objeto "causa de deseon para una mujer. Pero responder a
ma de un niño. No renuncia, pero consiente pasar por media- la cuestión del deseo sexual de la mujer con la progenitura es
ción del partenaire. De este modo, la mujer freudiana es, eri el muy paradójico. Ciertamente, el hijo, para una mujer, es un
fondo, la que acepta decir: gracias. posible objeto a,pero pertenece a la dialéctica fálica del tener
Evidentemente, esto implica, aunque Freud no lo formule que no le es propia y sólo raras veces satura el deseo sexual,
así, una subjetivización de la falta, que supone que ella acep- el ser propiamente femenino -en el caso de que haya uno- si-
t a la injusta distribución del semblante -nada de reivindica- tuándose en otro lugar.
ciones- y que admite también estar a merced del reencuentro Entre la madre y la mujer hay un hiato, por otra parte
del deseo del hombre. muy sensible en la experiencia, El hijo fálico puede, a veces,
Las fórmulas de Lacan no objetan esto, por el contrario, taponar, hacer callar la exigencia femenina, como se ve en los
ya que él dice: es la ausencia del pene lo que la hace falo.l3 casos en los que la maternidad modifica totalmente la posi-
Es decir que ella no es objeto más que a condición de encar- ción erótica de la madre. Pero, por lo esencial, el don de un ni-
nar para el partenaire la significación de la castración y de ño sólo raras veces permite clausurar la cuestión del deseo. El
presentarse bajo el signo menos -es por lo cual Lacan le da niño como resto de la relación sexual puede obturar en parte
gran importancia a La mujhpobre de León Bloy del cual ha- la falta fálica en la mujer, pero no es causa del deseo femeni-
no que entra en juego en el cuerpo a cuerpo sexual.
Puesto que no alcanza con decir que ella se presta al deseo
13. Lacan, J., "Subversióndel syieto y dialéctica del deseo",en Es~~ridos
2, del Otro, es necesario interrogar además el deseo que sostiene
ob. cit., pág. 825. ese consentimiento. En la medida en que la falta del Otro no
me reduce a la demanda de ser, su causa sexuada se situaría con lo que las mujeres reclaman "sus cualidades de hombre".
mAe bien del lado de "los atributos que ella ama tiernamente Y para concluir, en tercer lugar, finalmente: "tal vez se descu-
en supartenaire",14 como dice graciosamente Lacan, es decir bra aquí el acceso que lleva de la sexualidad femenina al de-
del lado del órgano macho que el significante fálico transforma seo mismo".17 Frase notable, que evidentemente no sería apli-
en "fetiche" y promueve al rango de plus de goce.15 En resu- cable al hombre, pues para él, la vía va del deseo al acto, y no
men entonces, en la medida en que el goce de la copulación es- a la inversa. Así, a partir del "hacer el hombre" de las muje-
tá "articulado a un más-de-gozar", causa de deseo, si el objeto [ res en la actividad sexual o en otras, Lacan deduce el deseo
a del fantasma es el que, para el hombre, sostiene este papel, que las hace específicas, como si, en su "hacer de hombre", re-
para una mujer, es el semblante fetichizado sacado del parte- velaran eso a lo que aspira una mujer en tanto que tal.
naire. De esa primera disimetría resulta una segunda: para el Este deseo se manifiesta, dice él, como "el esfuerzo de un
hombre, la partenaire permanece Otro absoluto, mientras que goce envuelto en su propia contigüidad [...] para realizarse a
para la mujer, el partenaire deviene amante castrado. porfía del deseo que la castración libera en el macho [...]".la
Aún más allá de esta declinación renovada del falicismo fe- Aquí entonces esta la respuesta a la famosa pregunta "¿qué
menino, Lacan procedió a una suerte de deducción de un deseo quiere la mujer?". Un deseo muy extraño a toda búsqueda del
femenino específico, al que la mascarada prohíbe todo acceso tener, y que no es tampoco la aspiración de ser lo que es la de-
directo. No se puede, en efecto, sino deducirlo a partir del mo- manda de amor. Es definido como el equivalente, si no de una
mento en que la mascarada lo vela, prohibiendo todo acceso di- voluntad, al menos de un objetivo de goce. Pero se trata de un
recto. goce específico, exceptuado del carticter "discreto"y limitado
Paradójicamente, y me sorprende que no se haya destaca- entonces del goce propiamente fálico. Por otra parte, es más
do antes, Lacan introduce este deseo femenino de la mujer en que un simple deseo, una aplicación, un esfuerzo que rivaliza
la línea de las consideraciones sobre la homosexualidad feme- y por el cual arriesgaría gustosa la fórmula: gozar tanto como
nina. Su demostración se hace en varios momentos. Lejos de él desee. Remarco que la expresi6n "a porfia", que connota la
acentuar en la mujer homosexual una supuesta renuncia a la emulación, se encuentra duplicada en la página siguiente,
feminidad, él subraya, al contrario, que ésta constituye para cuando Lacan observa que, en la relación sexual, los "apelan-
ella el interés supremo, invocando allí los hechos develados tes del sexo" y los "partidarios del deseo", a saber, respectiva-
por Jones quien dice que "ha localizado muy bien el nexo del mente las mujeres y los hombres, "se ejercitan como rivales",
fantasma del hombre, invisible testigo, con el cuidado dedica-
do por el sujeto al goce de supartetlaire".16
Es decir, primera tesis, que si la mujer homosexual rivali- ELOTROABSOLUTO
za en tanto sujeto con el hombre, es con la intención ... de
exaltar la feminidad -con la salvedad de que la localiza del Como vemos, la respuesta de Lacan a la cuestión del deseo
lado de su partenaire y que, por lo tanto, no participa sino por femenino comportaba ya la consideración de otro goce, distin-
procuración-. Luego viene una observación sobre lo "natural" to del goce llamado fhlico, del cual nos habla el inconsciente.
El goce fálico como goce del Uno es goce localizado, limita-
do y fuera del cuerpo. Es un goce en sintonía con el significan-
14. Lacan, J., "La significación del falo", en Escritos2,ob. cit., pág. 675.
15. Ibíd., pág. 674. Psicoanálisis, radiofoniay televisión, Barcelona, Ana-
grama, 1977, pág. 63.
16. Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad fe- 17. Ibíd.
menina",en Escritos2, ob. cit., pág. 711. 18,Ibíd.
te, y como éste, discreto y fragmentado, que se presta enton- Un goce "envuelto en su propia contigüidad" es otra cosa.
ces al más y al menos, y por este hecho espartenaire del suje- 1 Un goce que no cae bajo la barra de1 significante, que no sabe
l nada del falo, que por ese hecho no está causado por un obje-
to en tanto que tal. Es un goce que la castración deja al ser
1
'
hablante. Es entonces correlativo a la falta de goce y funda el to a, es un goce forcluido de lo simbólico, "fuera del incons-
imperativo del goce del superyó donde se sustenta la culpabi- ciente". De este goce que hace creer que las mujeres no dicen
lidad. En el campo del erotismo, el goce masturbatorio del ór- todo porque no dicen absolutamente nada de él, jse puede si-
gano nos da el paradigma, que se desplaza para el hombre j quiera concebir su clínica?
hasta el corazón de la relación sexual, en tanto que para la Es el goce "que la feminidad escamotea", dice Lacan, y en
mujer se ha creído encontrar el equivalente en el goce clitori- el último término se da ese doble matiz de apropiación y disi-
diano. Sin embargo, toma otras formas que tenemos que in- mulación. En efecto, no es necesario imaginar que el goce su-
ventariar, desde la dominación de un hombre hasta la puesta plementario se ilustra únicamente con los místicos, con los
en serie de órganos anónimos en nuestras coleccionistas mo- cuales, por otra parte, el análisis tiene poco que hacer. Es
dernas. El goce fálico no se limita, sin embargo, al registro del igualmente necesario distinguir los goces que la teoría ha si-
erotismo. Se extiende también al conjunto de realizaciones del tuado como pregenitales y a los cuales el niño es iniciado in-
sujeto en el campo de la realidad, y es la sustancia de todas dependientemente de su sexo, en la relación con la madre co-
las satisfacciones capitalizables. mo objeto primordial. Las pulsiones parciales del pequeño
Surge allí una pregunta: ¿qué espacio deja la búsqueda del perverso polimorfo sin duda ponen en juego el cuerpo, pero
goce fálico al "campo cerrado" de la relación sexual, y qué des- obedecen a la estructura fragmentada del significante y están
plazamientos de la frontera entre amor y copulación presiden también fuera del cuerpo como el goce fálico. En este sentido,
esa búsqueda en el discurso actual? lo pregenital no es el goce otro, y la relación con el cuerpo de
El mapa del reino de la ternuralg y la cargada agenda del la madre no es la clave de este goce.
hombre o de la mujer modernos, ¿constituyen una buena pare- La cuestión con ese goce es el de la relación sexual, o más
ja? En el campo de la realidad, que la evolución de mentalida- bien, la no relación entre los dos goces. Por eso Lacan se refiere
des, de costumbres y de grupos sociales localizan cada vez más a Tiresias, sin contentarse con la diferencia formulada de ma-
bajo el signo de lo unisex~,~O las mujeres, cuyos goces fueron nera aproximada por la teoría analítica entre goce clitoridiano
largo tiempo confinados por los efectos del discurso dominante y vagina1 para abordar su carácter estático -único carácter por
al perímetro del hogar, estando incluidos el esposo y el niño, el que se acerca al de las místicas-. De allí, la pareja del idiota
las mujeres entonces, han visto abrirse todas las puertas de la y del extasiado. El idiota, que goza solitariamente del Uno, par-
competencia, siempre fálica. Estas modificaciones, propias de ticularmente del goce del órgano; el extasiado, al contrario, que
la época, tienen sus repercusiones sobre las conductas y los goza no se sabe dónde, no se sabe de qué, de un goce deslocali-
ideales sexuales. Volveré sobre este tema, y, sobre todo, en sus zado y cuya causa escapa. El inconsciente, donde abundan sola-
efectos subjetivos nuevos. La mayoría de las veces son efectos mente los significantes y las imágenes inducidas, no sabe nada
de discordancia, pues la división del sujeto se redobla en las de aquel goce. Éste se comprueba, se manifiesta en la experien-
mujeres en una división acentuada de sus goces. cia, pero no se traduce en términos de saber. Es un goce real
que encubre por definición. Por eso, como he dicho antes, se
evoca en una estructura situada necesariamente más allá
19. Se llama "reino o país de la ternura" a la región imaginaria, creación -más allá del falo, más allá del objeto, más allá de la consisten-
de Mademoiselle Scudéry, quien estableció allí las diferentes etapas del amor
tierno [N. de la T.]. cia del decir-, y que negativiza todo en el más acá. También es
20. Véase el capítulo: "Lahisteria en el tiempo de la ciencia". sin medida y el sujeto se encuentra, más bien, "sobrepasado".
El goce fálico no sobrepasa al sujeto. No pretendo que sea ho-
meostático, puesto que puede molestar, mostrarse comopathos,
esto lo sabemos, pero permanece a la medida del sujeto, como
el objeto a que lo divide, es cierto, pero que está también ajus-
tado a su hiancia. El goce es otro, hace la mujer Otro, Otro ab-
soluto. Por eso, Lacan puede decir con ironía en A m , que todo
el que ama a las mujeres, sea hombre o mujer, es heterosexual.
Pero ¿cómo amar lo que, desde siempre, da tanto miedo?
¿Qué uso puede hacer el analista de estas indicaciones? El
inconsciente sabe mucho, pero del goce otro no sabe nada por
definición. No es por azar que el análisis haya conducido a po-
ner el acento en el goce Mlico, puesto que sólo el goce, que ha
pasado al significante, concierne a su práctica. El inconscien-
te no cesa de articular la falta, las imágenes cautivantes y las 111. CL~NICADIFERENCIAL
letras en las que se fija el goce. Desde alli hace aparecer que
hay un resto y que el goce nunca se dice todo. Pero esto no es
una objeción al análisis, puesto que lo que se puede estudiar,
en cambio, son las consecuencias subjetivas, aquellas que lla-
mé los mandamiento^"^^ del encuentro con un goce que pro-
duce la abolición del sujeto, que lo " s o b r e p a ~ a "dejándolo
,~~
entre "una pura ausencia y una pura ~ensibilidad",~~ y que no
puede ser "re-suscitado"24sin ser significantizado. Este en-
cuentro divide el ser femenino y, por lo tanto, genera defen-
sas, recursos y exigencias especificas.
Concluyo, entonces, que no es necesario que el inconsciente
sepa más, puesto que ese más -cantidad- volvería más desga-
rrante lo que es Otro, que no sabe, que tampoco se imagina,
pero que se constituye como un limite a todo lo que se dice. En
materia de goce "por más que se diga, nunca es ~uficiente".~~
59
HISTERIA Y FEMINIDAD
61
que pretende desear el salmón pero que se prohíbe comerlo. Cito: ''¿Pero qué es la metáfora sino un efecto de sentido po-
Ahora bien, la bella carnicera hace lo mismo con el caviar. sitivo, es decir, un cierto pasaje del sujeto al sentido del de-
Ella pretende tener ganas de caviar, persuade a su marido, , ~ Lacan. Como se ve, el efecto de sentido positivo, o
s e ~ ?dice
pero insiste en que no se lo compre. Que una mujer sueñe con sea, el plus de sentido positivo producido por la metáfora, no es
caviar, o sea, una comida que no se vende en la carnicería, otro que lo que Freud llama el deseo del sueño que es completa-
conduce hacia otro lugar ... alimenticio, por lo menos. De ahí, mente inconsciente.
Freud deduce audazmente que el comportamiento de esas dos
histéricas en pareja tiene por significación el deseo de tener (+) S = deseo
un deseo insatisfecho. Todo eso precede al sueño y no respon-
de todavía al inconsciente. El sentido es entonces el deseo mismo. La fiase se aclara al
Lacan no discute esta tesis freudiana. Le da forma de ma- desarrollar los dos pisos del materna del significante y el signi-
tema, la escribe en la estructura significantelsignificado: "el ficado. De la misma manera que la combinatoria de los signifi-
deseo de caviar" es el significante cuyo significado es "El de- cantes se desarrolIa en cadena, simbolizable con el binario Si y
seo de un deseo insatisfecho": S2, de igual manera el significado se presenta sobre dos aspec-
tos. Primero, la significación que es gramatical. Es la que se
S "deseo de caviar" utiliza para toda explicación del texto, para producir un acuer-
9
do sobre una frase siguiendo la gramática, sus términos y su
S "deseo de uo deseo insatisfecho"
definición semántica. Pero la significación no agota el signifi-
cado, pues a cada significaci6n producida se le puede pregun-
Vemos que Lacan no rediice el significante a los elementos
tar -y es lo que se hace generalmente- ¿qué quiere decir? La
de la lengua, puesto que hace del "deseo de caviar" un signifi-
pregunta apunta al objetivo de la enunciación. Hay entonces
cante. Puede ser llamado significante, en efecto, todo elemen-
siempre exceso de sentido en la significación:
to discreto, aislable y combinable con otros elementos igual-
mente discretos y aislables, suscepti61es de tomar sentido.
Aquí es el "deseo de caviar", pero puede ser también una ima- S1 + S2
-
gen, un gesto. Una bofetada, por ejemplo, Lacan lo evoca, pue- S
& significación
de ser un significante, a partir del momento en que entra en y sentido
una estructura combinatoria de representaciones, un elemen-
to llamado somático también, un tipo de dolor corporal, como Ahora bien, "¿qué quiere decir eso?" equivale en último
se ve en las conversiones histéricas que Freud sacó a luz. término a "¿qué quiere ello?". El problema reside no tanto en
Sin embargo, el caviar del que habla Freud no aparece en saber, en efecto, qué quiere decir el sujeto sino en qué quiere
el sueño. Lo que aparece es el salmón que es sustituido por el el sujeto que habla. &te es el abecé del desciframiento que
caviar por efecto de una metáfora que hace desaparecer iin conduce a la interpretación del deseo, y cuya estructura de
significante en beneficio de otro: salmón. Podemos escribir ya lenguaje resalta Lacan, aquella sin la cual la interpretación
la estructura de metáfora del sueño: no tendría reglas. Pero eso no dice todavía qué es ese deseo
como deseo inconsciente.
S' -+ S' (+) S
- .
1
Salmón
-
+ Salmón (+) s
S caviar
5. Lacan, J., "La dirección de la cura ...",en Escl.itos2, ob. cit., pág. 602.
No podemos limitarnos al deseo insatisfecho de cada una Dice: "La metonimia es, como yo les enseño, ese efecto he-
de las dos amigas, la una con su salmón, la otra con su caviar. cho posible por la circunstancia de que no hay ninguna sig-
En efecto, aquél no es un deseo inconsciente sino un deseo nificación que no remita a otra significación, y donde se pro-
preconsciente, dado que se deduce simplemente del discurso duce su m$s común denominador, a saber, la poquedad de
explícito de la paciente. El deseo inconsciente no se deduce sentido (comúnmente confundido con lo insignificante): la po-
del discurso explícito, se deja entrever como significado por la quedad de sentido, digo, que se manifiesta en el fundamento
metáfora. Entonces, hay que "ir más allá para saber lo que un del deseo, y le confiere el acento de perversión que es tentador
deseo tal quiere decir en el inconsciente". denunciar en la histeria pre~ente".~
Dejo de lado por el momento el acento de la perversión.
Primero subrayo que no hubo sustitución de significante:
ésa es la diferencia que hay con la metáfora del sueño, en la
que el salmón desplazó al caviar que reaparece sólo por aso-
Antes de abordar la interpretación del deseo inconsciente, ciación; ningún término -caviar y deseo de caviar- desapare-
me detengo primero en la metonimia. Distingamos claramen- ció de la cadena. En cuanto al nivel del significado cuando se
te el deseo insatisfecho y el deseo del deseo insatisfecho. Hay, pasa del deseo insatisfecho al deseo del deseo insatisfecho,
a propósito de esto, dos parágrafos difíciles. El deseo insatis- ¿hay un plus? Aparentemente sí: no es lo mismo evocar la fal-
fecho es significado por el significante caviar, en tanto que lo ta de caviar (deseo insatisfecho) y hacer entender que se de-
"simboliza como inaccesible L..]". Aquí nos encontramos a ni- sea aquella falta (deseo de deseo insatisfecho). ¿Por qué decir,
vel del matema elemental: entonces, que no hay efecto de sentido positivo?
S deseo insatisfecho "deseo de deseo insatisfecho" difieren. Pero al nivel del senti-
do que se pone en el denominador de estas significaciones,
Pero, prosigue Lacan, "L..] desde el momento en que desli- ¿qué es lo que ha sido transferido? (Recuerdo que Freud utili-
za en el caviar como deseo de caviar, el deseo de caviar es su za, por primera vez, ese término de transferencia, justamente
metonimia: vuelta necesaria por la falta en ser donde se sos- a propósito del trabajo de los significantes en el sueño.) Se h a
tiene". Escribamos esta operación con el matema significante transferido nada más que la indicación de una falta, inheren-
sobre significado: te a todo deseo y que insiste. Que se diga deseo insatisfecho o
deseo de deseo insatisfecho, no es la misma significación pero
caviar d. de caviar es el mismo sentido de la falta del sujeto.
. caviar -d. de caviar : (-) S
d. insatisfecho d. de d. insatisfecho S caviar d. de caviar
- -
A significaci6n d. insatisfecho d de d. insatisfecho
¿Por qué el deseo de caviar es metonimia del deseo insatis-
sentido sentido de la falta sentido de la falta
fecho y no su metáfora?
Lacan, justamente, en la misma página comenta lo que lla-
ma el poco de sentido de la metonimia, el "menos" inscrito a
nivel del significado en la fórmula general. 6. Ibíd., p6g. 602.
Aquel deseo único que insiste y que va del deseo insatisfe-
cho al deseo de deseo insatisfecho, ¿es solamente un "poco de
sentidon?, ¿el sentido de la sola falta, que no puede decir lo
1 TRES IDENTIFICACIONES
._.,-
._.--
-*..
(rebanada)
Q
A .ká mujer
HACER DESEAR.. .
-
$
a
-
S,
S2
0
Hombre
(
$
Mujer
S (4;)
L4 mujer
Al escribir el discurso de la histérica, Lacan quiere poner Han sido necesarias las histéricas y el apriort del prejuicio
en evidencia primero lo que le da su precio a la histeria: obte- sexual que reporta su propia medida sobre el partenaire para
ner la producción de un saber del amo, lo que se verifica de que se ctea que ellas hablan ... de mujeres, mientras que, como
Sócrates a Platón y de las histéricas a Freud: en el sueno de la bella carnicera, hablan la lengua del parte-
naire hombre.
$
- S1
- Es cierto que Lacan ha variado las formulaciones sobre es-
a S2 tas cuestiones. Allí donde distinguía los sexos con "tener o ser
el falo", llegó a decir luego "tener o ser un síntoma". Las dos
Pero su verdad es otra: el hiato en relación con lo que su fórmulas no son equivalentes. El fdo, siendo una función ne-
discurso obtiene, ya que el sujeto histérico querría -lo pongo gativa de la falta, y el síntoma una función positiva del goce,
en condicional para marcar lo imposible- que hubiera un sa- implica que estas fórmulas son más bien opuestas. Hasta el
ber de2 obJiito. Querría que el Otro pudiera decir el objeto pre- punto que: querer "ser el falo", con que Lacan, durante un
cioso, el ágalmn de la mujer, ya que, en efecto, no se trata pa- tiempo, estigmatizaba a las histéricas, significa exactamente
ra la histérica solamente de hacer desear semalmente al Otro no querer ser el sintorna. Es lo que explicita en la segunda
76 77
conferencia sobre Joyce, en 1979, en la que acentúa la diferen- en las mujeres. La feminidad implica la relación con el Otro, el
cia entre la posición histérica y la de la mujer. Una mujer, di- hombre, para realizarse como síntoma. Que ella acentúe el
ce, se especifica por ser un síntoma. No es el caso de la histéri- "hacer gozar", como acabo de decir, no excluye el "hacer de-
ca que se caracteriza por "interesarse por el síntoma del otron sear" que es condición del primero. Por eso, me parece, se acen-
y que, entonces, no es síntoma último sino "penúltimo". túa el nudo histérico en las mujeres. La histérica pasa por la
Ser síntoma único, al menos para Uno, no es propiamente misma mediación del Otro, pero con fines diferentes, y no para
hablando la exigencia histérica, lo sabemos desde Dora. Lo realizarse como su síntoma. En tanto que discurso, la histeria
que en la experiencia se traduce por: incluso en el cara a cara, determina un sujeto que nunca está solo, incluso si es aislado,
el sujeto histérico no hace pareja, pero al menos triángulo y a un sujeto siempre acoplado en la realidad a otro que se define
veces más. La dificultad clínica es que lo recíproco no es ver- por el significante-amo y que el sujeto interroga en cuanto a su
dad. Una mujer, sea obsesiva, fóbica e incluso psicótica, puede deseo de saber sobre el sexo. Su deseo se sustenta del síntoma
también tener que afrontar lo que yo llamaría sus rivales en del Otro, a tal punto que se podría casi decir que se hace causa
el síntoma, sin que éstas tomen el papel que juega la otra mu- de éste, pero una causa de... saber. No porque el deseo de pla-
jer en la histeria. Además, el hombre obsesivo también tiene cer la anima sino porque quisiera inspirfirselo al otro.
su triángulo cuando sustenta su deseo con el deseo de un alter ¿Cómo situar entonces el "hacer de hombren de la histéri-
ego. En todo caso, para la histérica, interesarse en el síntoma ca? La expresión toma muchos sentidos. En primer lugar, de-
de otro quiere decir no consentir en ser el síntoma. Pero tam- signa el desafío histérico, su: "hazme ver si eres un hombre*,
poco significa tener un síntoma idéntico al del hombre. Con- en el sentido de "jarriba los valientes!", pero también la iden-
trariamente a lo que se imaginan los espíritus apresurados, tificación con el hombre. Sin embargo, esta identificación no
no ser una mujer no significa ser un hombre. Por otra parte, es cualquiera y es ahí que nos equivocamos a menudo. Puede
Lacan señala que Sócrates no es un hombre. Se trata de una ser una identificación con su tener fálico, o, por el contrario,
tercera posición: la de tener un síntoma, por así decir, a través con su falta. Por otra parte, las dos pueden estar muy juntas
de la procuración de un hombre. Y Lqcan precisa que eso no en el mismo sujeto, pero la identificación propiamente histéri-
implica el cuerpo a cuerpo. Se pueden seguir en la enseñanza ca, tal como la encontramos en Dora, en la bella carnicera, tal
de Lacan todas las fórmulas a través de las cuales él se acerca como Lacan la retoma en su texto de 1973, en la "Introduc-
progresivamente a esta afirmación. Es cierto, Dora se intere- ción a la edición alemana de los Escritos",consiste en identifi-
sa en la señora K. como síntoma, pero no quiere ser la señora carse al hombre en tanto que no está colmado, que también
K. -cf. la bofetada cuando se le propone ese lugar-. La bella está insatisfecho, y que su goce está castrado. El clínico se
carnicera, con su pequeño sueño de desafío a Freud, muestra pierde ahí fácilmente, pues las consecuencias de esta identifi-
más claramente todavía, desde el momento en que ella sopor- cación pueden presentarse en la fenomenología de la expe-
ta en la realidad las asiduidades de su marido, el hombre co- riencia bajo la forma de semblantes de la hiperfeminidad.
mo órgano, muestra que sueña solamente en dejar el lugar del Véase la bella carnicera: a nivel imaginario, visible, ella hace
síntoma y, como dice Lacan en el Reuerso dedpsicoanádisis, en
dejar el querido carnicero a otra. En cuanto a Sócrates, es
la mujer, a porfía de su amiga. Pero esta mascarada desembo- I
ca en lo que, a nivel simbólico, como sujeto, se identifica con
muy claro que no quiere ser el síntoma de Alcibíades, pero se
interesa por Agatón, en tanto que ocupa ese lugar.
el hombre en su falta.
Se comprende también por qué Lacan puede sostener que, l
en materia de histeria, el hombre es superior a la mujer. Por-
Se comprende, sin embargo, por qué la histeria se presta a que en él, el deseo de hacer desear el saber puede no estar li-
confusión con la posición femenina y por qué es más frecuente mitado por el goce. En este sentido, si seguimos a Lacan, Só-
crates es el paradigma. Interpela a Alcibíades, lo quiere llevar parte de los sujetos, a pesar de algunas diferencias entre
a su dialéctica en la elaboración del saber filosófico, pero no hombres y mujeres.
busca sustraerle el efecto de amor, ni el efecto de goce. Lo Por otro lado, el amor femenino e s celoso porque, y esto es
busca tan poco que, cuando Alcibíades se lo ofrece, lo rechaza lo más interesante, depende de las características de su goce.
y queda impávido, preso de su pasión. Contrariamente al goce fálico, el goce otro, suplementario,
En la relación con el Otro, no olvidemos a Dios, al Otro ba- "sobrepasa" al sujeto. Primeramente, porque es heterogéneo
rrado por excelencia. Cuando Lacan afirma, en el seminario a l a estructura discontinua de los fenómenos que regla el
Aun, que eso con lo cual tiene que ver la mujer, es con Dios, el lenguaje, teniendo por consecuencia que este goce no iden-
propósito parece enigmático, sobre todo si se lo aplica a las tifica.
mujeres de hoy. Pero, en efecto, siempre hay más allá del Se ve la diferencia con el hombre para el cual el goce fáli-
hombre, otro más Otro que el hombre, en razón justamente de co, que tiene la misma estructura discontinua que los fenó-
la especificación fálica que caracteriza a este último. Por otra menos del sujeto, posee un valor que identifica. Así, los hom-
parte, la convicción de que, con la clave fálica, se sabe lo esen- E bres se vanaglorian de sus hazañas, siempre fálicas, y s e
cial de lo que hay que saber sobre los hombres, alimenta, se reconocen tanto más hombres cuanto más goce fálico acumu-
sabe, el discurso de las mujeres entre ellas. Y cuando Lacan lan. Eso comienza en la escuela primaria cuando los mucha-
dice, en 1958, que lo que la mujer llama sus anhelos, más allá chos se muestran su órgano, lo comparan, lo someten a la
del hombre que abraza, es un hombre castrado, apuntaba a la prueba de ver quién mea mhs lejos. El órgano todavía no es-
misma aspiración:14 otro cuyo enigma no estaría limitado por tá en función en el plano estrictamente sexual, pero ya el dis-
la clave fálica. curso h a advertido al muchacho que es con eso, por medio de
eso, que él va a medirse. Más tarde vienen las conquistas se-
xuales que se contabilizan cuando se es hombre. Incluso pasa
EL AMOR, FEMENINO algunas veces, y es un fenómeno divertido, que algunos per-
sonajes famosos, aconsejados por sus colaboradores, se exhi-
En la perspectiva de precisar la frontera entre la femini- ben con una amante que no usan, porque evidentemente eso
dad y la histeria, vuelvo ahora al amor de las mujeres, del los posiciona como hombres. AdemBs, en nuestros países, to-
que se dice que es celoso y exclusivo. das las celebridades de la política, del show biz,de los depor-
Celoso es, porque demanda el ser. Hace más que deman- tes, se adornan con una mujer. Es u n hecho, Sin duda, eso
darlo, por otra parte: en sus momentos de plenitud recíproca, basta para impresionar el imaginario propio de una comuni-
llega a producir como un borramiento temporal del efecto de dad. Como si se supiera que al mostrar su mujer, un hombre
falta de ser, un correctivo transitorio de la castración. Corre- se muestra. Se verifica, además, que las familias descom-
lativamente, la pérdida de amor tiene u n efecto depresivo en puestas16 de nuestro tiempo no han pasado aún a ser norma.
el sujeto que cree perder una parte de sí misnio, y, como dicen E n todos los niveles, de la política, de la profesión, del dine-
algunas, no ser ya nada. Esta vertiente de la experiencia co- ro, el hombre se asegura de ser hombre por la apropiación fá-
mún, bastante evidente, está acentuada eri la histeria, pero lica.
no le es particular. Está presente, más o menos, en la mayor No es lo mismo para una mujer. El goce fálico, el del PO-
der, en el amor o en otras partes, no le está prohibido, cierta-
14. Lacan, J., 'Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad feme.
nina", en Escritos2, ob. cit., pág. 712. 15. Empleo este término en referencia a la "familiarecompuesta"
mente. Incluso se puede decir que le es cada vez más accesi-
ble. Es evidente que lo que se llama liberación de las mujeres LA MUJER, ¿MASOQUISTA?
les da cada vez más acceso a todas las formas de goce fálico.
Sólo que hacerlo tan bien como los hombres, eso no t e hace
una mujer. De donde los conflictos subjetivos que han sido
percibidos desde hace tiempo en el psicoanálisis, y cuyas for-
mas varían según las épocas, entre la apropiación fálica y
la inquietud en cuanto a la vida de la mujer, como se dice a
veces.
En lo que concierne al goce otro, propiamente femenino, no
da más seguridad. Una mujer no se hace reconocer como mu-
jer por el número de sus orgasmos o la intensidad de sus éxta-
sis, salvo excepción, es verdad. Y lejos de exhibirse, ese goce,
a veces se esconde. De donde surge la necesidad de otro recur-
so y los esfuerzos para identificarse por el amor. En otros tér- Todo puede ser puesto en la
cuenta de la mujer, en la medida
minos, a falta de poder ser La mujer, queda la posibilidad de en que, en la dialéctica
ser "una" mujer, elegida por un hombre. Ella toma prestado el falocéntrica, ella representa
''uno'' al Otro, para asegurarse de no ser un sujeto cualquiera, el Otro abso1uto.l
que es lo que es desde el momento en que es un ser hablante
sujeto al falicismo, sino por ser, ademAs, identificada como La pregunta con la que se top6 Freud, ''¿Qué quiere la mu-
una mujer elegida. Se comprende, entonces, por qué las muje- jer?", continúa obsesionando los discursos, y se le dio una res-
res, histéricas o no, m8s que los hombres, aman al amor. puesta que decía: ella quiere sufrir. Así, los psicoanalistas,
con dificultades para atrapar la esencia de la feminidad, han
forjado la tesis del masoquismo femenino. Es como si les hu-
biera parecido inconcebible que un sujeto pudiera ofrecerse
como objeto -el caso de la mujer en su relación con el deseo
del hombre- sin ser masoquista. Sin duda, el masoquista, en
el estrado de su escenario, hace todos los esfuerzos para mos-
trar irónicamente un "haz de mí lo que quieras". Las mujeres,
por su lado, deploran a gritos lo que la alienación propia de su
posición las lleva a soportar. A tal punto, que uno se pregun-
ta, en efecto, qué es lo que las empuja a asumir esa posición,
pues nada las obliga si ellas no lo quieren. Lacan lo confirma.
De allí, también el grito de las feministas, que yo evocaba, y
que llegan al extremo de querer proscribir toda relación se-
84
La definición que Freud da de la "esencia del masoquismon mo. La secuencia de sus elaboraciones es notable. Primero
i
es una confirmación. El masoquismo sustituye, según él, una /' responde por la niña: ella quiere el pene. Si se preguntara
fórmula de goce por otra: "ser golpeado" sustituye a "ser ama- "¿Qué quiere el hombre?", es sorprendente el hecho de que a
do" en el sentido genital. Freud califica esta sustitución de nadie se le ocurre hacer esa pregunta, probablemente porque
"regresivan, lo que, por general, repetimos sin pensar. Pero no duda en tener la respuesta, es necesario decir que él quie-
con este calificativo él introduce, en realidad, algo muy preci- re un objeto cuyo valor de plus-de-goce compensa el menos de
so y que permanece en la mayoría de los casos desapercibido. goce de la castración. A pesar de su diferencia, están iguala-
Para Freud, regresión quiere decir cambio real en el incons- dos aquí por su común referencia al falo. Freud tiene una so-
ciente. La represión, en cambio, borra un deseo de la escena, la brújula para distinguir el hombre y la mujer: los avatares
pero lo mantiene sin cambiar, igual a sí mismo en el incons- de la castración, única referencia, única que se puede verifi-
ciente, La regresión, por el contrario, cambia el estado de las car. Entonces, se aproxima a la especificidad de la mujer sola-
cosas en el inconsciente, dice Freud. ¿Qué quiere decir esto? mente por la subjetivización de la falta fálica. Entre parénte-
Que el deseo y el goce, que denomina regresivos, son realmen- sis, notemos que esa falta es justamente lo que abre a la
te diferentes. Deduzcamos: para Freud, ser objeto en el modo mujer la posibilidad de ser objeto, sin ser el objeto pegado
masoquista y ser objeto en l a relación sexual son dos modos -aunque a veces ocurre que ella se hace pegar, que ella lo
del deseo y del goce diferentes. Cierto, Freud califica de "fe- quiera o no-. Sea lo que fuere, la secuencia de los desarrollos
menino" el masoquismo que descubre en el hombre. Lo hace freudianos habrá comenzado entonces por reducir el Otro al
para marcar que, en la génesis de ese masoquismo, si el suje- Uno. iA menudo se le ha reprochado!
to termina por aspirar a ser golpeado es para ser como la mu- Este reproche no está completamente justificado. Freud,
jer del padre. Pero, a partir del momento en que Freud añade cuando desemboca, al término de sus elaboraciones, en la pre-
que una sustitución regresiva produce un cambio real en el gunta "¿Qué quiere la mujer?", indica, sin ningún tipo de
inconsciente, indica, precisamente, la heterogeneidad de las duda, que percibe la parcialidad de la solución fálica, "parcia-
aspiraciones masoquistas y femeninas y que ser golpeado o lidad" en el sentido de parte y no de tomar partido. Las pri-
estar en el lugar de la mujer, son dos cosas diferentes. Es ver- meras páginas del texto "La feminidad" plantean además,
dad que Freud califica de "femenino" el masoquismo que des- muy explícitamente, que "no pertenece al psicoanálisis descri-
cubre en el hombre. Lo hace para marcar que en la génesis de bir lo que es la mujer" puesto que, dice Freud, es "una tarea
ese masoquismo, si el sujeto aspira a ser pegado, es para ser de solución casi imposible para éln. Este señalamiento llega
como la mujer del padre. Pero, a partir del momento en que luego de dos observaciones precisas. En la primera, Freud se
Freud añade que una sustitución regresiva produce un cam- pregunta nuevamente sobre la posibilidad de asimilar pasivi-
bio real en el inconsciente, indica precisamente la heteroge- dad y feminidad. Concluye categóricamente: "esta concepción
neidad de las aspiraciones masoquista y femenina, y que ser me parece inadecuada y no aporta nada nuevom.*En la segun-
pegado o estar en el lugar de la mujer son dos cosas distintas. da, vuelve a la hipótesis del masoquismo. Afírma otra vez que
Finalmente, es evidente el hecho de que, cuando Freud in- el masoquismo es femenino, puesto que "su propia constitu-
tenta aproximarse a la cuestión del deseo femenino, en sus ú1- ción le prescribe a la mujer sofocar su agresión y la sociedad
timos textos, de 1925, 1931 y 1932,7 no recurre al masoquis-
9. Ibíd.
10. Freud, S., "Sobre la sexualidad femenina", ob. cit., Tomo XXI, págs. 11. Deutsch, Helene, La psCcologtá d e í a mujej,; Bnenos Aires, Losada,
223-244. 1968.
AIRES DE MASOQUISMO es el índice de un deseo. Por otra parte, Freud mismo lo com-
prende así, desde el momento en que é l se desliza del papel
Queda entonces por hacer una clínica diferencial de la po- erótico -ser poseído genitalmente- a la "disposición" subjetiva
sición masoquista y de la posición femenina. Parto de lo si- que se supone le corresponde y que formula con u n anhelo:
guiente: debe haber algo que se preste a la confusión, para ser amado... por el padre.
que la tesis haya podido sostenerse invocando algunos hechos Dije: "hacer de objeto" no para significar la simulación sino
clínicos. Entre otros, este hecho clínico: las mismas mujeres, porque la expresión tiene el mérito de comportar un matiz de
muy a menudo y más que los otros, deploran su propio maso- artificio que subraya muy bien que el ser para el Otro no se
quismo. ¿Qué hay entonces de común entre un masoquista y podría realizar sin la mediación del semblante. El imaginario
una mujer? La respuesta es simple: en la pareja que forman también entra en juego ahí. Eso es lo que pasa de verdad con
con elpartenaire supuesto deseante, el uno y la otra se ponen el analista que se presta a la transferencia, como también
en el lugar de objeto. Este lugar evidentemente evoca un ter- con la mujer cuya mascarada h a sido reconocida antes de que
cero que es el analista. El masoquista, l a mujer, el analista, Joan Riviere la nombrara. Contrariamente a lo que se podría
forman una serie porque los tres hacen "Semblante de objeto", creer, es también la verdad de lo que ocurre con el masoquis-
de modos muy diferentes, cierto, ya que nada permite supo- t a que no pasa al acto sino sobre un escenario. Freud subrayó
ner que todo lo que hace semblante de objeto depende del mis- con razón el rasgo de juego incluido en el escenario, mientras
mo deseo. De allí surge la cuestión del deseo del masoquista, Lacan notó en diversas ocasiones que el masoquismo no es en
del deseo femenino y del deseo ... del analista. serio: aquel que califica de "delicado humorista" exalta "con
A partir de que hablamos del ser de la mujer, no debemos su simulación una figura demostrativa".12
olvidar que éste es un ser dividido entre lo que es para el Otro Podemos intentar una primera aproximación a las formas
y lo que ella es como sujeto del deseo, entre su ser complemen- del objeto en los tres casos: el masoquista se quiere objeto re-
tario de la castración masculina por un lado, y su ser en tanto bajado, cultiva la apariencia de desecho, él hace de desecho.
que sujeto del inconsciente por el otro.. Lacan lo señaló alguna La mujer, al contrario, se viste con el brillo fálico para ser al.
vez: su lugar en la pareja sexual no tiene por causa directa su objeto agalmátieo. En cuanto al analista, según las metainor-
propio deseo sino el deseo del otro. Para ella, basta que se deje fosis que le impone la transferencia, pasa del estatuto de
desear, en el sentido del consentimiento. El fenómeno de la vio- ágadma del sujeto-supuesto-saber que es a la entrada, al esta-
lación existe y muestra que ese consentimiento no es ni siquie- do de desecho que devieneal final. De allí nace la pregunta
r a una condición necesaria. Este ser para el Otro, Lacan, con el por saber qué es lo que lo empuja a reproducir este "acuerdo".
transcurso de los años, al mismo tiempo y en la medida en que Esta repartición es solamente una primera aproximación,
progresó su enseñanza, lo designó con diversas fórmulas. Tres ya que el objeto agalmático, que cautiva el deseo, recibe su po-
de ellas pueden ser aisladas claramente: "ser el falo", lo que der solamente de la falta que incluye. Este hecho de estructil-
nadie podría ser en sí, "ser el objeto", y finalmente, en 1975, r a está en el fundamento de lo que se podría llamar una
"ser el síntoma"; pero todas esas fórmulas dejan en suspenso la "mascarada masoquista". Sin ésta, la tesis del masoquismo fe-
cuestión del deseo de aquella o de aquel que viene a ocupar el menino habría sido mucho menos plausible, La mascarada
lugar del objeto. Por eso, el deseo del masoquista, el deseo de la tiene sin duda varias facetas. La más frecuente simula la fal-
mujer y el deseo del analista plantean un problema.
Como indiqué antes, a la mujer le queda deducir su deseo
de su posición en la pareja sexual, ya que se puede suponer
12. Lacan, J., "El psicoanalisis en sus relaciones con la realidad", en In-
evidentemente que el consentimiento que acabamos de evocar teruencionesy Textos2, Buenos Aires, Manantial, 1988, pdga. 52-53.
ta, jugando con lo bello o con el tener para recubrirla. Pero La lógica de la mascarada masoquista no es difícil de cap-
existe también una mascarada masoquista que, al contrario, tar: es una adaptación inconsciente, si se puede decir así, a la
hace ostentación de la falta, o del dolor, incluso del dolor de la implicación de la castración en el campo del amor. A partir
falta. A veces, va hasta rivalizar en la insuficiencia, incluso del momento en que el rasgo de la castración imaginaria del
hasta fomentar falsas debilidades. objeto es una de las condiciones de la elección de objeto en el
Por este aspecto me quedó en la memoria un ejemplo de mi hombre, todo ocurre como si la adivinación del inconsciente
clínica. El de una mujer joven que vivía lo que denominaba "el impusiera un casi cálculo: si ama a los pobres, entonces, ha-
infierno del saldo en rojo". Hay ambigüedad en el término, pe* gamos el papel del pobre. No se debe creer, al contrario de lo
ro ella entendía "saldo en rojo" en su sentido bancario m8s que deja suponer el ejemplo precedente, que aquí hay sólo si-
realista. Ese saldo en rojo era motivo de una vigilancia por mulación, pues la complacencia puede ir hasta el sacrificio
parte del marido y de disputas casi cotidianas con él. Como efectivo. Esta mascarada tiene en común con el masoquismo
ella tenía entradas mensuales, el descubierto también tenía el hecho de que se presenta como carnada atractiva y seducto-
un ciclo mensual, pasando de la obsesión a la ejecución, mien. ra al reverso del objeto agalmático, la falta que fundamenta
tras las discordias oscilaban entre amonestaciones y repro- su brillo y quizás le anuncia el destino prometido en el amor,
ches. Se adivina que el marido era quien estaba llamado al a saber, la reducción a u n plus de goce del otro.
papel de proveedor y encargado de reaprovisionar la cuenta
bancaria. No lo eludía, pero no sin protestar, no sin hacerse
esperar, no sin hacerse rogar, y todo terminaba con llantos y... AIRES DE MUJER
con el amor. Este juego se prolongaba desde hacía cierto tiem-
po, cuando el destino se entrometió y una pequeña herencia Cuando Lacan dice que el masoquismo femenino "es u n
vino a colmar el saldo y desorganizar toda la vida de la pareja. fantasma del deseo del hombre",13 él nos da la clave. Se pro-
Paso sobre los detalles. "Ahora t e haces la insolente", decía el duce en el entrecruzamiento de dos factores: por una parte, la
marido. Entonces, él era quien se quejaba ahora ("Ya no sirvo forma erotomaníaca del amor femenino, que instituye la ele-
para nada") y rechazaba sus buenos oficios. La paciente termi- gida, y por otra arte, las condiciones del deseo del hombre que
nó por enunciar esta frase un poco extraña: 'Ya lo sabía, él no requieren que el objeto tenga la significación de la castración.
debía saber nada a propósito de mi dinero". Entonces, es evi- La famosa complacencia de las mujeres con el fantasma mas-
dente que esta persona, desde su mayoría de edad, había teni- culino las empuja a "concesiones" sin límites, que Lacan estig-
do siempre dos cuentas bancarias, de las cuales una sola era matiza en Televisión, y engendra, entre otros afectos, la mas-
conocida, primero por el padre, luego por el marido. E n la carada masoquista y nos libra su sentido: los rasgos del
cuenta secreta, tenía lo que llamaba su "pequeño colchón", ya sufrimiento y de la falta exhibidos hay que verterlos en la
que desde los dieciocho años, depositaba regularmente todo el cuenta de lo que Lacan llamaba "las desgracias virtudeslhacia
dinero que podía sustraer de la mirada del Otro; lo que le per- ti",14 para designar las tribulaciones de aquel que se busca en
mitía, por otra parte, disimular lo que ganaba y, evidentemen- el deseo o en el goce del Otro.
te, hacerse la pobre. Esta mascarada, que incluso iba hasta la A parte del papel que juega aquí el semblante, la mascara-
verdadera simulación, utilizaba el engaño de la falta de dine-
ro como metonimia de la falta fálica en su valor seductor. No
hay que precipitarse y suponerle un goce avaricioso del tener, 13. Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad fe-
menina*, en Escritos 2, ob. cit., pág.709.
ya que no existía ningún indicio por ninguna parte: era más 14. Lacan, J., Seminario XVZZ, El reuerso delpsicoanálisis, Buenos Aires,
bien el carácter secreto de ese tener, lo que la encantaba. Paidbs, 1992.
da masoquista difiere ampliamente del escenario perverso. die se instala con gusto sobre el entorno de la angustia pura.
En la mascarada, una mujer se somete a las condiciones de El masoquista sabe esto y en ello basa la certeza tranquila de
amor del Otro para que el fantasma del hombre encuentre en la "~irnulación"~~donde él hace mostración de ser objeto dese-
ella "su hora de verdad", ya lo he dicho. Pero, a causa de la re- cho; al menos, es así como comprendo por qué Lacan lo califi-
presión, la mascarada procede a ciegas, "a lo que pudiese pa- ca de bromista.
sar*, dice Lacan, a falta de saber los motivos particulares del Éste es el punto que el neurótico en general, y especial-
deseo que esconde el inconsciente. Se ve lo que favorece la mente el histérico, evita con cuidado en una elección que es la
vertiente masoquista de la mascarada, como única condición de la falta del deseo para precaverse de la eventualidad de lo
del deseo válida para todos: es la castración. Esta mascarada real del goce. Haciendo muestra de una voluntad de goce afir-
es la menos peligrosa de todas. Sin embargo, permanece tam- mada que pretende realizarse con el dolor, el maso, como se
bién a merced de la suerte, buena o mala, en la medida en dice, realiza de hecho un deseo que no sabe y que apunta a la
que la castración misma no tiene efecto para cada uno sino a angustia del Otro, el punto donde los espejismos del semblan-
través de formas particulares. te renuncian. Podemos decir que se hace causa de la angustia
En cuanto al masoquista, no deja nada librado a la tyche. del Otro como señal única de lo real del objeto, más allá del
Al contrario, impone una relación con el goce bajo contrato. semblante que deja escapar. En cuanto a la transgresión de
Pretende establecer, más que derecho al goce, un deber de go- goce que programa, queda en los límites bien sabidos, que no
ce reglamentado, donde la improvisación está excluida y de lo sobrepasan la fragmentación que el significante le impone.
cual se hace el amo. Nada más contrario a la posición femeni- Se ve claramente, entonces, por qué las mujeres, en tan-
na, siempre a tiempo para el Otro. Con la hora de la verdad, to que tales, no son en absoluto masoquistas. Están lejos de
no hay pacto posible. El objeto sexual no es objeto de contrato, apuntar al Otro m8s allá del semblante, al que sus encantos
sean cuales fueran los parámetros más o menos típicos de los deben tanto, casi todo. La mascarada femenina no es ni el
sex symbols de una época, con los cuales se alimenta una in- masoquismo que apunta al Otro más allá de los semblantes,
dustria. Sin duda es por esto que Lacan resalta que "la ins- ni la mentira que ciertos ingratos le imputan. Es más bien
tancia social de la mujer" permanece "trascendente al orden complacencia con los semblantes: no hay ningún límite, dice
del contrato".16 Lacan, a las concesiones que una mujer está dispuesta a ha-
Existe otra oposición, aún más esencial: se sitúa al nivel cer por un hombre, sea de su cuerpo, de sus bienes, de su al-
de lo que el uno y el otro apuntan a través, y más allá, del ar- ma, todo es bueno cuando se trata de adornarse para que el
tificio del semblante. Puesto que para cada uno, se debe dis- fantasma del hombre encuentre en ella su hora de verdad.17 A
tinguir lo que muestra y lo que quiere. Me parece que aquí menudo le pone una nota de mofa, que a pesar de ser eficaz es
hay una oposición sencilla: es cierto, no sabemos bien lo que por lo menos superficial, aunque dé un matiz de protesta a la
busca una mujer, pero admitamos por un instante que ella lo alienación de su ser a la que la condena su estructura. Pero,
busca por el sesgo del amor. Por el contrario, el masoquista, el pasar más allá sería sacrificar el semblante de la mujer mis-
verdadero, casi siempre hombre, es conocido, apunta en el ma. La experiencia muestra que, en su mayoría, ellas se pro-
Otro al punto de angustia donde desfallecen los semblantes, tegen de esto.
el punto donde generalmente cada uno retrocede, porque na-
16. Lacan, J.,"El psicoanálisis en sus relaciones con la realidad", ob. cit.,
págs. 52-53.
15. Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad 17. Lacan, J., Psicoanáiisis, radiofnia y teleuisibn, ob. cit. págs. 128-
femenina", en Escritos 2, ob. cit.. 129.
Poner las concesiones de las mujeres en la cuenta de la nidamente, además la actualidad política del momento le da,
mascarada, en el fondo marca el carácter condicional de su& por otra parte, una acuidad renovada.
sacrificios, que solamente son el precio pagado por un benefib Hay un sacrificio inherente al surgimiento del sujeto como
cio bien preciso. Digamos, en resumen, que una mujer a veceo tal, ya que hace falta que el ser se sacrifique al significante, y
se da aires de masoquista, pero es para darse aires de mujer, a la pérdida que él implica para que surja el sujeto mismo.
siendo la mujer de un hombre, a falta de ser La mujer. El Pero la posición de sacrificio es otra cosa. Se juzga menos por
amor que llama en complemento de la castración, para asen- los objetos que ella inmola que por el resorte del acto mismo,
t a r ahí su ser, define el campo de su sometimiento al Otro y digamos por la causa del sacrificio, Los objetos, al pasar por
de una alienación que redobla la alienación propia del sujeto. las ganancias y las pérdidas, son muy variados, tienen e n
Pero, y las feministas casi nos lo hacen olvidar, es también el común un solo rasgo: representar para el sujeto un valor cual-
campo de su poder en tanto que objeto causa del deseo. quiera de goce. Por esto, lo que se sacrifica es relativo a 10s in-
Sin embargo, también para la mujer, evidentemente hay tereses singulares del sujeto y ahí no hay ninguna universali-
un objetivo desde el más allá del semblante. Más que un ob- dad. El sujeto, a menudo sacrifica u n plus de gozar a otro,
jetivo, un acceso a un goce otro (véase el Seminario Aun), ob- Son sacrificios "condicionales" necesitados por la estructura.
jetivo que sobrepasa realmente las discontinuidades del goce El goce infinito siendo excluido condena al hablante-ser a los
fálico. Debemos distinguir claramente el efecto de ser que se conflictos... de goce. No existen otros conflictos. Así que cada
gana en el amor, a costa de muchas concesiones, y el goce uno pasa su tiempo sacrificando una cosa por otra: la familia
que ella obtiene por añadidura y que va más allá del sem- por la ambición, el amor por la profesión, la felicidad por el
blante y que nos obliga a relativizar eso, a lo que la mascara- saber, e1 niño por el hombre a.mado, la mujer pobre por l a mu-
da la hace renunciar. Un solo inconveniente: las incertidum- jer rica, etc. Pensemos en Marx y en la vida de infierno que le
bres del amor. costó su plus-valía; pensemos también en Edipo y el precio
que pagó por su pasión.
Del lado de las mujeres existe un caso muy conocido, que se
RE MASOQUISMO MORAL"? ha observado en la historia del psicoanálisis: es la renuncia fe-
menina a favor del objeto, en sujetos que renuncian a toda am-
Desde ahí podemos repensar la posición femenina con res- bición personal en beneficio del hombre amado, al que se dedi-
pecto a lo que Freud llamó primero el masoquismo moral. can a sostener. Helene Deutsch h a descrito de manera muy
Freud no h a sostenido que la mujer sea masoquista, pero en exaltada este tipo de abnegación, que ella misma ejemplificó
cambio sí descubrió y afirmó el masoquismo universal en la muy ampliamente en su vida, pero en la que cree reconocer la
civilización. El gusto por el dolor que parece animar al per- verdadera feminidad. Pero se trata dei sacrif cio sólo condicio-
verso masoquista le interesa muclio, s610 porque se opone a la nal, subordinado a la satisfacción narcisista de realizarse por
homeostasis del placer y viene a sostener la hipótesis de 1920 la procuración del otro como "la mujer de...". E n el fondo, esta-
sobre el más alltí del principio de placer. Freud, en El! males- mos aquí en el registro de la aritmética de las satisfacciones.
tar en da cudtura, retoma esta idea para decir que la cultura Sin embargo, e1 hombre y la mujer no hacen el mismo uso de
educa al hombre hacia la posición de sacrificio, por su exigen- estos sacrificios condicionales. Comirrimente, las mujeres ha-
cia cada vez más desenfrenada de sublimación, Él lo formula cen mucho ruido con el precio que ellas pagan para llegar a
así: sacrificar las pulsiones a los ideales de la civilización. sus fines-. Los hombres, en general, son rnás discretos, incluso
Evidentemente, es una elección forzada. son púdicos, pero es sin duda porque la queja no conviene a la
Este tema del sacrificio merecería ser estudiado más dete- parada viril, en cambio es propicia a la mascarada femenina.
96
Lo que Freud describe en su capítulo VI1 de El malestar en la esposa de Gide, en quien Lacan reconoce a ~edea.2'Estas
la cultura va más allá. Es la verdadera posición de sacrificio tres mujeres tienen en común un acto absoluto que despedaza
la que eleva el sacrificio condicional a la dignidad de un fin, las medias tintas de toda dialéctica y que instaura un punto
en una lógica infernal que quiere que el "masoquismo del yo", de no retorno. La una, en su emoción, quema para siempre
a saber, en realidad, el goce sacado al sacrificio de las satis- las bellas cartas de amor. La otra sacrifica hasta 10s hijos
facciones pulsionales, alimenta y entretiene la ferocidad del amados para golpear alpartenaire y saciar su rabia. Pero Ysé
superyó glotón. El Kant con Sude de Lacan hace eco de El ma- no pertenece completamente a la serie de las otras.
lestar de Freud: una vez sacrificado todo lo patológico de la Observo, por otra parte, que este tema de la mujer Y e1 sa-
sensibilidad a lo universal de la ley,la como lo preconiza Kant crificio no está acentuado en la cultura preanalítica, al con-
en su grandiosa Critca de da razdn práctica, queda entonces trario. El Antiguo Testamento nos ha traído el sacrificio de
el objeto escondido, el vozarrón que ordena el sacrificio. Por Abraham, en el que todo se juega entre padre e hijo: el juicio
estar en el tiempo en que se terminó con la voz de los profe- de Salomón evoca sin duda la renuncia y sacrificio de una
tas, en el que se quiere alcanzar lo universal tanto como la mujer, pero como la Norma, está ahí sólo en tanto que ~ ~ ~ a d r e .
ciencia, esta moral resulta ser una moral feroz.lg Las artima- , En cuanto a Medea, caso al que se da mucha importancia,
ñas de la renuncia, sería mejor decir: del goce de la renuncia, ilustra lo contrario del sacrificio femenino: la venganza abso-
hacen del civilizado, a contrario de las apariencias, un ser / luta de la mujer, que vence de lejos al sacrificio de la madre.
ávido de falta de gozar y la cuestión consiste en saber si las / ¿Dónde encontrar un verdadero sacrificio femenino? Ifigenia,
Alceste, Antígona, hija, amante y hermana, quizás podrían
mujeres participan en este juego más que el hombre.
ksta no es la tesis de Freud, lejos de eso. Su Tótem y tabú orientarnos hacia el rasgo de especificidad.
ya presentaba una sociedad de hermanos en la renuncia, her- Madeleine y Medea van juntas porque participan de un
manos en el goce de la falta de gozar, que no incluía a las mu- rasgo común: la venganza extrema. Si Lacan reconoce el Sig-
jeres. Pretende que las exigencias del superyó son más laxas no de la mujer bajo la figura ingrata de Madeleine, no es sÓ-
en la mujer -y en su pluma no se trata de un cumplido-, con- lo porque ella acepta perder las preciosas cartas sino Porque
cluyendo lógicamente que la mujer es menos inclinada a sa- golpea directamente en el punto de "dolor exquisito", con un
crificar a la cultura y que ella permanece más enraizada en acto que atraviesa los semblantes, Lo que estaba en la mira
las satisfacciones primarias. no era el tener fálico sino el ser, insustituible y único -Y es
¿Será que nuestras propias elaboraciones han reactualiza- precisamente lo que confirma Gide, cuando evoca el hueco
do la idea de una dosis de desprecio por el tener, propiamente negro que dejan en el lugar del corazón estas cartas perdidas
femenino, que iría más allá de su alcance de mascarada, has- y que, lo señala Lacan, no tenían más doble que el objeto a
ta el verdadero sacrificio? Yo misma subrayé el soberbio de- mismo-. No estamos seguros de que lo que domina a Made-
sapego de Ysé de Paul Claudel en el Partage de midi. Ysé, leine en su acto sea el rasgo de la pérdida que sufre ella mis-
verdadera mujer para Lacan, es quien sacrifica todo a un ab- ma bajo la forma de aquellas preciosas cartas. Puesto que Pa-
soluto mortal. En la misma serie se ha evocado a Madeleine, ra ella, las famosas cartas que Gide consideraba idénticas a
su propio ser, han sido ferozmente destituidas de su &alma
en el instante mismo en que descubrió que la infame desleal-
18. Retorno aquí el termino con el que Emmanuel Kant aísla el campo de
los intereses "patológicos"del s ~ j e t odel
, imperativo incondicional que confie-
re a la ley moral su valor universal.
19. Lacan, J., "Observaci6nsobre el informe de Daniel Lagache", en Es. 20. Lacan, J., "Juventud de Gide o la letra y el deseon, en &sc/iosZ, ob.
c d o s 2, ob. cit., págs. 662 y 663. cit., phg. 741.
tad del goce se inscribía en falso contra el discurso del amor"
exaltado. S
100
cepto. Se puede decir da psicosis, la obsesión, la histeria, etc. i conocen la consistencia de esos tipos. En cuanto a Freud, el fi-
Pero no se puede decir da depresión. Y tampoco incluso las de- nal del capítulo 17 de las Conferencias de introducción alpsi-
presiones, como se diría Las perversiones, por no poder descri- coanálisis, titulado "El sentido de los síntomas", es claramen-
bir tipos que tuviesen alguna consistencia. A lo sumo, en la te instructivo sobre este punto. Más allá de la interpretación
variedad de los fenómenos se puede aislar la consistencia de 1 por el sentido histórico y singular, él se interroga por la inter-
la psicosis melancólica, pero a condición de no reducirla al hu- ,' pretación que hay que dar al hecho de que existen tipos de
mor triste. síntomas. Entonces, para dar cuenta de eso, recurre a las ex-
Sin embargo, hay que tomar en cuenta algunos datos nue- i periencias típicas de la humanidad, la filogénesis. Esta refe-
vos. No existen los hechos si no son dichos, afirmaba Lacan. ' rencia oscura se volvió superflua cuando se puso a la luz del
En ese caso no podemos dudar que los hechos de depresión día la estructura, evocada en otra introducción, la de la edi-
vayan multiplicándose en la civilización del malestar. Uno 10 ción alemana de los Escritos, donde Lacan revela que los tipos
deplora, uno lo denuncia, pero el fenómeno está ahí. El "unon clínicos, no por ser anteriores al discurso analítico, dependen
que menciono aquí es el de la omnitud, siempre animada por menos de la estructura. Esta referencia a la estructura permi-
la nostalgia y que sueña con otras épocas, más heroicas o más te, en efecto, concebir a la vez la consistencia de los fenóme-
estoicas, en todo caso más emocionantes. Pero el hecho está nos descritos por la psiquiatría clásica, y lo que también se
ahí. En dos aspectos: como queja de los sujetos y como diag- constata por otra parte es que los síntomas cambian, han
nóstico panacea por parte de los médicos y de los psiquiatras. cambiado, que son, como dice Lacan, con un neologismo calcu-
La crítica a esta nueva moda ya se ha hecho, pero no tiene lado, "hystóricosn [histérico-históricos].Históricos en sus ma-
ninguna posibilidad de detener el fenómeno. Incluso le con- nifestaciones porque son función de la lengua y del discurso
cierne al psicoanálisis mismo, puesto que la queja que se le de la época, pero transhistóricos en su estructura, y este he-
dirige se formula cada vez más frecuentemente con el vocabu- cho, por sí solo, nos dispensa de volver a hacer el vocabulario
lario de la depresión, que motiva la demanda y al mismo con cada giro de la historia, aunque impidiéndonos reconocer
tiempo objeta la regla del bien decir. Se insiste gustosamente la misma estructura bajo cuadros cambiantes.
en el cardcter inducido de esta nueva lengua. El argumento Esta inconsistencia de la noción de depresión no es eviden-
es pertinente -mientras más deprimidos se diagnostiquen en temente una razón para que los fenómenos depresivos desani-
nombre del supuesto saber del médico, habrá más sujetos que men el pensamiento, Deben incluirse en el conjunto heterogé-
se dirán deprimidos-. Pero el argumento es vano y no discri- neo de los sufrimientos que se dirigen al psicoanalista. Uno
minatorio. En efecto, se trata de un caso general. Excepto en los encuentra bajo los efectos de la transferencia, tanto en el
el caso de la invención, cada cual habla en la lengua del Otro, curso del análisis como en la fase final. Freud, con el tope so-
que, por otra parte, induce también, puesto que de ese Otro bre las grandes depresiones de ciertos sujetos femeninos al fi-
"recibe su propio mensaje en forma invertidan. nal de la cura y Lacan, asimilando el momento de pase a una
Lo que es verdad es que los psicoanalistas ya no podemos posición depresiva, los dos son testigos y no han retrocedido
hablar la lengua de los psiquiatras de hoy, aun cuando nues- ante el fenómeno; todo el problema consiste en saber, cada
tras categorías provienen de los psiquiatras clásicos. vez, cuál es la estructura o a qué causa se refiere.l
LOStipos de síntomas de los que continuamos hablando, si-
guiendo el ejemplo de Freud y Lacan: histeria, obsesión, fobia,
perversiones, paranoia, esquizofrenia, melancolía, manía.. .
1. Sobre el problema de los fenómenos depresivos bajo transferencia,
han sido descritos por la psiquiatría de principios de siglo. Ni véase el artículo de Serge Cottet, "La belleinertie"("La bella inercia*), Orni-
Freud, ni Lacan recusaron s u pertinencia, el uno y el otro re- car?, no 32.
l
SIGNO DE LA ÉPOCA ella no va sin Otro. Pero, mientras tanto, hay una lógica para
eso, en un mundo donde los ojos están tan abiertos, que todos
La cuestión es poder saber qué le debe el fenómeno a la los valores caen bajo la sospecha de la impostura, un mundo
época. Seguramente, registra la invasión de un nuevo discur- I en que el viejo utilitarismo de Bentham, tal como fue releído
so sobre l a depresión. La multiplicación de los deprimidos es
un tema mayor, diagnosticado como un signo de los tiempoe,
1 por Lacan, se encuentra revigorizado; y donde, de hecho, el ci-
nismo generalizado del goce reina como amo. Hay una lógica,
un síntoma costoso que obstaculiza el funcionamiento, y, pa- 1 decía yo, para que en tal mundo los neuróticos, siempre un
ra retomar el término freudiano, una hemorragia de energía poco "bella alma*, se.. . depriman. Son a los que, un largo aná-
y de dinero que grava a la sociedad y desafía las políticas de lisis, no siempre llega a hacerles mirar de frente lo que Lacan
salud. designó como el "saldo cínicoy7de toda elaboracióii hecha a
Estos nuevos enfermos no surgen por generación espontá- partir del lenguaje.
nea. Hoy día es bastante evidente, incluso banal, referirse a
este fenómeno como causa primera del destino característico
del sujeto moderno, en una civilización condicionada por el AQUELLOS DEPRIMIDOS QUE NO AMAMOS
discurso de la ciencia y por la globalización del capitalismo li-
beral que le siguió. En efecto, la realidad ha cambiado: estan- Evidentemente, en consonancia con estas nuevas pruebas,
darización y anonimato superyoico de los modos de vida, dete- aparecieron nuevos recursos, a título, según parece, de con-
rioro de los lazos sociales, catástrofes mundiales, etc. tra-partida. Con el derecho a la salud, extendido hasta el psi-
Para los sujetos, la experiencia de la muerte del Otro, cuya quismo, se reconoció una legitimación creciente de las quejas
derelicción y angustia se han descubierto, los deja en la falta subjetivas. El psicoanálisis contribuyó en buena medida a 2s-
de las antiguas creencias en lo universal y en las grandes ta legitimación aunque 110 sea el único en recibir los suspiros.
causas del pasado. Así, se vio subir al escenario literario, de Se podría creer que eso permite ganarle a!go a la forclusion
Kafka a Beckett, pasando por Pessoa y muchos otros, las nue- de la dimeiifii6n del sujeto en la civilización de la ciencia. Pc-
vas figuras del sinsentido, todos esos héroes irrisorios que ti- ro, por una artimaña que recurre a una razón seudocieritífica.
tubean en las situaciones de extravío, y bajo las cuales se re- se clasifica la queja en la categoría de la depresión. Al hacer-
vela la cara escondida de lo que fue la vitalidad expansiva, lo le niega su sentido de queja y ante la incapacidad de saber
inspirada y conquistadora del poeta americano Walt Whit- leer, en los lamentos de los sujetos en pena, eso que comporta
man, del siglo antepasado (siglo XIX). una experiencia íntirna del fin o de la pérdida, se la clasifica
Ninguna ética supuestamente contractual logrará aplacar en las supuestas disfunciones de la enfermedad.
el clamor de ese abandono, HiIfzosigheit, decía Freud. Buen Un rasgo iniportante, a mis ojos, es que nada en el discur-
lógico, el siglo no escribirá "Goedel y Heidegger con Haber- so actual permite atribuirle un valor humanamente positivi-
masn como Lacan pudo escribir Kant con Saáe. Porque en es- zado. No olvidemos que en otras épocas supieron darles senti-
ta crisis de los semblantes, y en primer lugar el del padre, na- do a las diferentes formas del cuestionamiento de la vida,
turalmente, el sujeto queda perdido, en búsqueda de un incluso al precio de lo que nos parece ser una ilusión. El tema
nuevo deseo al cual adherirse, que lo relevaría de las únicas de la fe y del llamado a Dios ha albergado inuchas aspiracio-
satisfacciones taciturnas de la pulsión. Dios ya no hace nada nes mortíferas, y la piedad sublimó más de un asco por el
en el asunto, los amos del saber tampoco. Sin duda, se puede mundo. (Cf, El Biu~hnnatosde Donne.) La idealización ro-
apostar por el retorno de los pequeños dioses y de sus sectas, mántica, por su lado, ha cabido absorber ias complacencias
desde el instante en que la histeria juega su partida, ya que del hombre destrozado, así como las desesperanzas del amor,
104
y hacer de ellos incluso una pose seductora. En cuanto al gus- la contingencia radical de lo que uno cree que es "el sentido"
to mórbido por el spleen, ¿no se autorizó a partir de una su- de la vida, solicita en el interlocutor lo que Lacan denominó
puesta protesta contra la tontería? -¿no es así mi querido "la conjunción más íntima con el sentimiento de la vida".2
Baudelaire?-, etc. No son más que ejemplos dispersos, presta- El deprimido inquieta, porque, con su sola existencia, ame-
dos del campo de la sublimación religiosa o literaria, pero per- naza el lazo social. De allí surge la reprobación. Ésta no es
miten por sí solos medir, ciiriosamente, cuán poco el discurso nueva, pero hoy es unánime, aunque motivada de diversas
contemporáneo ama l a depresión, aquel discurso que habla maneras. Las épocas de fervor religioso h a n leído en ella u n
tanto de ella. insulto a la fe, un prejuicio al lazo con el Otro divino e hicie-
Como es incapaz de elaborarla en formas sublimadas, la ron de ella un pecado. La época moderna ve en ella, a la vez,
piensa como un déficit, nunca como un valor. Un defecto en una enfermedad y una dimisión. Notemos que el psicoanálisis
cuanto a la salud, cuando es el médico quien habla, pero tam- no se exceptúa de esta reprobación. Cuando Lacan sitúa la
bién una falta, puesto que el psicoanalista no es el único que tristeza como una cobardía moral, apoyándose en referencias
la toma así: una falta moderna, en contra del oscuro imperati- del tiempo antes de la ciencia, Santo Tomás, Dante y Spinoza,
vo de optimismo que comporta nuestra civilización; en contra rompe con todo lo que se ha dicho en otra parte, pero él juzga.
del mandato de "ir adelanten, de "hacer frente", etc. Los mis- De allí la necesidad de aprehender lo que distingue el veredic-
mos sujetos la perciben en su dimensión de dimisión y la evo- to del psicoanálisis de los del discurso común,
can a menudo como una renuncia a la lucha. Hago alusión a1
"agachar la cabeza" evocado más arriba.
Cierto, siempre hay gracias a la histeria una empatía es- LOS DICHOS DE LA DEPRESIÓN
pecial para el sujeto que no aguanta más. Se admira al hom-
bre alegre y dinámico, o se le envidia, pero raras veces él ~ u s - Es así con todo lo que llega a su alcance; los psicoanalistas
cita verdaderamerite la simpatía. Al contrario, uno cede más sólo pueden conocer la depresión por medio de los dichos del
fácilmente al contagio de la tristeza del hombre abatido, y la sujeto, El analista en ejercicio sabrá entonces solamente lo
compasión está siempre dispuesta a consagrarse y a sostener. que se le confla en el modo actual il retrospectivo. Hay que re-
Sin embargo, en nuestro país, hoy, el "bdues",el malestar, no conocer que es una vía que deja al margen todo un espacio clí-
reúne a las masas, y una civili.zación que valoriza la competi- nico, puesto que no encuentra a los que han pasado al otro la-
tividad y l a conquista, aun cuaiido, en último análisis, no es do del muro del lenguaje y que el psiquiatra recoge. Pienso en
más que la competitividad del mercado, tal civilización no esos estados melancólicos en los que el sujeto se fija en el si-
puede amar a sus deprimidos, aunque los engendra cada vez lencio y en el dolor petrificado, ahora inaccesible a toda llama-
más, como enfermedad del discurso capitalista. Además, la da del semejante. A la manera de Freud mismo, y como Lacan,
empatía que yo evocaba es, ella misma, muy mitigada, puesto el psicoanalista debe sin duda aprender de estos casos extre-
que el sujeto que no traspasa s u depresión irrita y a veces mos, incluso esclarecerlos con sil saber, pero permanecen fue-
ahuyenta. (iwinnicott nos diría que es bajo el efecto de una ra del alcance del proceso analítico que no puede acoger a los
defensa maníaca!) No solamenie pone en jaque los esfuerzos que, amurallados en un dolor y una petrificación sin palabras,
m8s delicados. Hace sentir otra cosa: más allá de la impoten- se niegan al ejercicio de la palabra. Hasta tal punto que uno se
cia de los argumentos y de la inadecuación de los intentos de
persuasión, que no es del gusto de los cognitivistas, devela la-
teralmente la sin-razón del apego al mundo, que tiene sus 2. Lacan, J., "De una cuesti6n preliminar a un tratamiento posible de la
causas (S de A mayúscula barrado) y, como da testimonio de psicosis", en Escritos 2, ob. cit., pág. 540.
podría preguntar si, entre el psicoanálisis y la consistencia de E n la afirmación de l a depresión hay, de hecho, siempre
los estados depresivos -allí donde existe la consistencia, y su- más que la sola dimensión del afecto: el sujeto evoca como
poniendo que la expresión tuviera algún sentido-, no hay una una pérdida del interés o de la capacidad, en fórmulas del ti-
relación de exclusión. Sin embargo, cuando habla, confiémonos po: "ya no tengo ... fuerzas, coraje, iinpulso, etc.", o bien le pa-
a lo que se dice de ella (de la depresión), en y fuera del psicoa- rece que la vida ya no tiene sentido, n i sabor, ni precio. Es
nálisis. mas que tristeza, cuyas palabras son otras. Es algo que toca
Me parece que el estado depresivo se reduce demasiado fá- ei ánimo mismo del sujeto y que repercute sin falta a nivel de
cilmente al afecto de tristeza. Sin duda, es porque abordamos sus empresas en efectos de inercia que, más allá de la colora-
ésta con la sentencia con que la estigmatiza Lacan: la triste- ción del sentimiento, tocan al principio mismo del interés y
za, la cobardía moral. Pero el estado depresivo no se reduce al de la acción. Se podría concluir que se habla de depresión
afecto como sentimiento. Aquel que dice: "estoy deprimido", cuando la tristeza pasó al acto, al acto de inhibir los mecanis-
implica, sin duda, dolor y tristeza, hasta tal punto que un de- mos de la voluntad, pero eso equivaldría a desconocer que la
primido., . alegre estaría próximo a una contradicción, pero la tristeza en sí misma es sólo un efecto, y que debemos buscar
recíproca no es verdadera. El sujeto apesadumbrado no siem- en otro lugar la causa de esta deflación libidinal que deja al
pre está deprimido y el deprimido puede encontrarse en la in- sujeto no solamente triste, lo deja también sin "resorte". Con
diferencia de los sentimientos. La prueba: se puede hablar de esta expresión, ¿lalengua registra una referencia implícita a
un sujeto que jamhs haya estado deprimido, pero no podemos la causa? La misma que encuentro en tal sujeto que, al salir
imaginar un hombre para quien la palabra tristeza no tuviera de una depresión, calificada con justa razón de melancólica,
ningún sentido y que no pudiera referirla a alguna experien- testimoniaba con una notable precisión: "Yo no sufría, pero
cia propia. Hay, en efecto, una tristeza genérica, lo que quiere ya no estaba al mando de mí mismo", e insistía, para preci-
decir virtualmente inevitable, universal, y ¿por qué no? Perte- sar, que no podía decirlo de otra manera que con esta expre-
nece al estatuto del hablante-ser. Así la sitúa Freud, como el sión que había inventado, Vemos que esta expresión concuer-
resultado normal de ciertos avatares de la libido -incluso si da sorprendentemente con la de Lacan, cuando dice del
tiene formas patológicas-.3 Como efecto del lenguaje, el sujeto sujeto melancólico, que intenta juntarse con ese objeto a "cu-
es por esencia ~ a t u r n i n oLa
. ~ tesis de Lacan, que incluye la yo mando se le e ~ c a p a " . ~
dimensión ética en la aproximación a la tristeza, no lo contra- De hecho, en la lengua común, el estado depresivo se for-
dice. Considera este afecto como el destino específico de aquel mula en metáforas corporales. Se declina en imágenes de
que renuncia a su deber "de volverse a encontrar en el incons- cuerpo inerte, inmovilizado, que "ya no anda", que "ya no
cienten,5 una falta, luego un pecado "que se sitúa solamente avanza", que "ya no hace frente", que "baja los brazos", etc. A
en el pensamiento", pero, ya que por otra parte, se excluye veces, incluso dicen "me acueston por: renuncio, y el dolor se
que cualquiera se vuelva a encontrar entero, se le deja u n lu- evoca en imágenes de petrificación, de movimiento impedido,
gar a lo que, del pecado o la tristeza, permanece para cada que Lacan había notado en su seminario sobre la Angustia.
uno estructuralmente irreductible. Todas estas expresiones depositan huellas en la lengua que,
sin duda, son desechos de experiencias subjetivas, pero por
más degradado que esté su poder metafórico, dejan huella.
3. Freud, S., Conferecias de irttrodficción alpsicoanálisis, O.C., Buenos
Aires, Amorrortu, 1964, Tomo XV, pág. 309.
4. Sobre la historia de la noción, véase Satwne d la mklancol'ie de Ray-
mond Klibansky, Edwin Panofsky y Fritz Saxl, Ed. Gallimard, 1989. 6. Lacan, J.,Seminariok La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006, lec-
5. Lacan, J., Psicoanálisis, radiofonzuy te¿euissOn, ob. cit., pág. 107. ción del 3 de julio de 1963.
Último recurso de la pereza por el bien decir, son generalmen- dos y fluctuantes que sean, pertenecen a una fórmula mita-
te sustituidos por las palabras singulares que cada sujeto sa- ria. Digo: suspenso de la causa del deseo, la inapetencia apá-
ca de su fondo, para decir a la vez la vacuidad y la inercia: los tica y dolorosa que nombran "depresión" encuentra su mayor
dichos de la depresión designan siempre una intersección condición estructural en la caída de su eficacia. Así, hablar de
donde se conjugan la tristeza y la inhibición. depresión no es otra cosa que tomar esta causa del deseo al
revés, por sus fracasos o sus vacilaciones.
Por otra parte, observo que esta tesis da cuenta inmediata-
LA CAUSA DEL DESEO TOMADA AL REVÉS mente de lo que llamo el efecto antidepresor del psicoanálisis.
Por limitado que sea, no deja de ser patente y viene del hecho
La psiquiatría actual acentúa esta dimensión de la inhibi- de que, del principio al fin, el psicoanálisis opera por la causa
ción, porque le sirve para desconocer el matiz subjetivo en pro- del deseo. Primero, a la entrada, en la cual introduce al sujeto
vecho de un supuesto déficit del yo. No lo comprendemos así, en una temporalidad de espera que sostiene o restaura el vec-
pero esto no justificaría minimizar esta dimensión. El mismo tor del deseo, y a la salida también, puesto que la conclusión, si
Freud veía en ella un efecto de la división del sujeto, y la atri- ella tiene lugar, indica un más allá de la posición depresiva?
buía a la defensa paralizante contra el retorno de la represión, Esta fórmula es válida para todas las estructuras, ya sea
o a las prohibiciones punitivas del superyó y a las reparticiones que se trate de las vacilaciones de la causa en las neurosis o de
de las investiduras que la una y la otra ~ o m a n d a nLa
. ~ había su puesta fuera de juego en la psicosis melancólica. Por un la-
reconocido ya claramente como fenómeno del sujeto y la conec- do, la forclusión propia de las psicosis y su correlato de un goce
taba explícitamente con la depresión. Es cierto que, en su fa- como suplementario explican su puesta fuera de juego. Las for-
mosa tríada, Inhibición, sintoma y angustia, como cuando La- mas son múltiples, y no son siempre espectaculares ni patéti-
can la retoma en el curso de su seminario sobre la Angustia, el cas: pueden ir de la indiferencia, de la apatía, y del pragmatis-
término depresión brilla por su ausencia y por su diferencia se mo más discreto -a veces hasta el punto de confundirse con lo
intenta alojarla en ese lugar. En efecto, la tristeza depresiva no "normal"- hasta los mAs impresionantes paroxismos del dolor y
es la angustia, afecto tipo de la relación con un real inasimila- de la inercia melancólica. En las neurosis son numerosas las
ble, al contrario: es "sentimiento", lo que engaña sobre la causa; ocasiones en que desfallece, por un tiempo, lo que Lacan llama-
tampoco es un síntoma -no tiene ni la estructura ni la consis- ba "el poder de la pura pérdida".1° Esta expresión evoca lo que
tencia-, es más bien un estado del sujeto, sometido a fluctua- Freud llamaba, refiriéndose al objeto perdido, la eficacia vital;
ciones y compatible con las diferentes estructuras clínicas. conviene muy bien para indicar que "la muerte actualizada en
Ni estructura, ni afecto de lo real, la depresión participa la secuencia significantenll preside tanto el sentimiento de la
sin embargo de las figuras de la inhibición. Por lo demás, así vida y de sus dinamismos como sus efectos depresivos, y que
lo entendía Freud, cuando hablando de ésta al final de su pri- indica a la vez que éstos pertenecen a coyunturas más contin-
mer capítulo, precisa que en "estados depresivos" la inhibición gentes que se sitúan en la juntura de la relación con el objeto.
es "gl~bal",~ porque fijan el conjunto de las funciones libidina-
les. Por eso parece que los estados depresivos, por más varia-
9. VBase "Leccionesclínicas del pasen,redactado por Colette Soler, para el
cartel A 1990-1992 (Serge Cottet m4s uno. Perre Pilles Gueguen, Herbert
Wachsberger), en iCÓmo terminan los anál'isis?, Barcelona, Eolía, 1994, pág.
7. Freud, S., Inhibición, síntoma y angustia, O.C., Tomo XX,Buenos Ai- 190.
res, Arnorrortu. 1979, pág. 86. 10. Lacan, J., ULasignificación del falo", en Escritos 2, ob. cit., pág. 671.
8. Ibíd., pág. 86. 11. Lacan, J., "La dirección de la cura", en Escritos2, ob. cit., p4g. 609.
EFICACIA DE LA CASTRACIÓN La clínica de la causa, en tanto que articula la falta de cas-
tración con el objeto plus-de-gozar que le responde, se desplie-
Si se pregunta: ¿qué es lo que deprime?, ¿podrá ser lo into- ga entre dos límites. En un extremo, la castración funda el po-
lerable de la castración?, la respuesta no puede ser sino nega- der deseante, erigiendo el objeto en su poder agadrnático. Esto
tiva. La castración, si es el nombre que le damos a la pérdida lo ilustra, lejos de nosotros, Alcibíades "el deseante por exce-
de la cosa engendrada por el lenguaje, está sin duda implica- lencia", para quien la castración está incluida en el objeto: d-q.
da siempre en el afecto depresivo, pero siendo una condición En el otro extremo se encuentra la extinción de los fuegos, la
de este afecto está lejos de ser su causa. Se puede incluso pérdida de la relación con el mucdo, la estasis del ser petrifica-
acentuar la tesis inversa, a saber, que la causa del deseo reci- do del melancólico, vuelto él mismo objeto rechazado, que en-
be su función sólo por la eficacia de la castración -lo dice la carna un goce que está fuera de la referencia fálica: a/cpO.
expresión "poder de la pérdida pura", según Lacan-. Y ¿cuál Entre los dos, todos los fenOmenos ambiguos de la neuro-
es ese poder sino el que impulsa y mantiene los dinamísmos sis. Digo que son ambiguos, pues los estados depresivos de1
de todo orden, las conquistas y las empresas? ¿El que da al sujeto neurótico son también figuras del deseo: es lo que que-
sujeto ya muerto del significante la vitalidad anómala y para- da cuando, desintrincándose de la pulsión, de lo que Lacan
dójica de un deseo decidido? llama su alma pesada, se desata de "los retoños vivaces de la
Si existe un afecto propio de la castración, no se trata de la tendencia herida",12y tiende a reducirse a su instancia nega-
depresión sino de la angustia, incluso del horror, y éstas son tiva. Entonces, rechazando todos los plus de gozar actualiza-
cosas muy diferentes. ¿Es, pues, como lo sugiere la lengua, dos, y aún incluso si, como se dice, "tiene todo para ser feliz",
una triste verdad?, la verdad no es triste, es horrorosa, inhu- el sujeto se queja, motivado por su inapetencia morosa, de-
mana, y el horror no deprime, en todo caso despierta. Así, se nunciada. Esto no es el grado cero del deseo, sino su reduc-
concibe que un análisis, que lejos de resolver la castración, la ción más o menos cumplida del fundamento del (-9) de la cas-
reproduce ("asunción de la castración", decía Lacan en una tración. En este estado, el sujeto goza de algo, puesto que su
época, utiIizando el vocabulario de la tqansformación del suje- rechazo a los ofrecimientos de la vida fomenta la utopía vacía
to, y más tarde utilizando la función proposicional 'dx.cpx, que de esa nada, que es la otra cosa que no existe, y que Paul
reescribe la castración en términos de lógica de conjuntos), así Claudel expresa de manera maravillosa, en El zapato de sa-
se concibe, digo, que un análisis resuelva realmente lo que tin:"¿Yno es nada, esa nada que libera de todo?". Y, en efec-
voy a llamar las tentaciones depresivas, y que logre a veces to, parece que el sujeto goza de la consistencia, por decirlo así,
invertirlas en efecto de entusiasmo, sin que sea necesaria al- a-corporal de la castración, se escribe: (-9 a).
guna exhortación u otra sugestión. De la histeria a la obsesión, las formas varían sin duda,
La depresión no es producida directamente por la castra- sin excluir además toda suerte de conjugaciones con los place-
ción, tal vez nuestro único universal, sino más bien por las res tristes del autoerotismo, o incluso los goces taciturnos de
soluciones singulares que cada sujeto aporta, soluciones que la pulsión; pero lo que aquí importa es la curva de conjunto en
varían en función de las contingencias, pero que siempre im- la que se reparten los fenómenos. Yendo desde el deseo con-
plican la dimensión ética. En ese sentido, es imprecisa la ex- quistador al deseo abolido del melancólico, pasando por el de-
presión que evoca al sujeto como "estructuralmente deprimi- seo problemático o dudoso de la neurosis, se ubican de mane-
do*, sobreentendiendo deprimido por la castración. Sería más
preciso decir "estructuralmente deprimible", ya que la depre-
sión surge siempre en función de los avatares de la juntura 12.Lacan, J., "La dirección de la cura y principios de su poder", en Escri-
con el objeto. tos2, ob. cit., phg. 609.
ra ordenada el amor del objeto, el odio a sí mismo, y la inver- ne. Se conoce el impresionante itinerario femenino que nos
sión narcisista de sí mismo. La articulación con el goce se im- describe a la luz de su experiencia de la transferencia: comen-
pone evidentemente: a partir del momento en que el deseo zaría por la envidia y la reivindicación, luego continuaría con
mismo es una defensa, allí donde cae, brota un goce. Es, en- la espera del sustituto, para terminar en la depresión grave,
tonces, exacto decir también que el estado depresivo es un debida a la desesperanza ante lo imposible. Además, estas
modo de goce, pero la fórmula operará sólo si se logra, en ca- tres fases de Freud no pueden dejar de homologarse con los
da caso, dar con sus coordinadas singulares. tres tiempos de la erotomanía, que poco después describiría
cierta psiquiatría; y la constatación empírica, fuera de la
transferencia, no parece contradecir claramente esta interpre-
tación. Incluso, se admite que estos sentimientos de inferiori-
dad, de minusvalía, déficit de autoestima, como se dice en la
Aquí vuelvo a encontrar la cuestión de las mujeres más actualidad, tan propicios, serían más frecuentes en las muje-
frecuentemente deprimidas. Las estadísticas más recientes res, de acuerdo con la envidia, ya que ésta lleva a vivir las ex-
pretenden constatarlo, cuando, en cambio, en la psicosis ma- periencias de impotencia propias de todo sujeto que compara
níaco-depresiva no registran ninguna variación significativa de manera desvalorizante y que imagina que los otros están
entre hombre y mujer. Este último punto no es extraño, si se menos expuestos a la minusvalía.
considera que el imperio de la forclusión no conoce la frontera La cuestión no es evidentemente estadística. Se trata mas
de los sexos. En cuanto a las estadísticas, los psicoanalistas, bien de saber lo que podría fundar esta disimetría entre hom-
que no confían mucho en ellas, podrían dejarlas de lado y ver bres y mujeres en cuanto a los estados depresivos. ¿Por qué
en ellas un simple artefacto: en efecto, lo que se abona en la los "partidarios del deseo" estarían menos sujetos que las
cuenta de la depresión hoy, es la queja. "apelantes del sexom?13Y ya que se trata de la causa del de-
Ahora bien, la tendencia a la queja, como la tolerancia que seo, busquemos la respuesta por los lados de los infortunios
acoge a ésta, varía en función de los sexos. Si las mujeres se del amor, que bien podrían programar en las mujeres duelos
quejan más flicilmente, es porque confesar las debilidades del sin equivalente en el hombre. Quiero decir aquí, el amor se-
ser, su tristeza, su dolor, su desaliento, en resumen: todo lo que xuado, dejando de lado el amor que se dirige al niño. &te
puede disminuir su impulso y su combatividad, es más compa- también comporta evidentemente su carga de preocupaciones,
tible con las imágenes estandarizadas de la feminidad que con de sufrimientos y de renuncias, pero creo en realidad que más
los ideales de la virilidad. Más aún: la queja misma feminiza bien atormenta y no deprime.
hasta el punto de que se aprende del lado del hombre a conte- El amor, se sabe desde siempre, es el tratamiento espontá-
nerla; mientras que del lado femenino, nada se opone a que se neo, casi natural de la tristeza y del abatimiento; los afectos
utilice, incluso para ponerla al servicio del arte de complacer. de plenitud y de alegría que suscita se oponen además, punto
por punto, a los sentimientos de tristeza y de vacuidad que
'Un semblante de duda y de melancolía, señalan la posición depresiva. Para ésta, curiosamente, existe
Urted lo sabe, Nipón, le da mucho m6s gracia."
de un sexo al otro, una disimetría bastante homóloga a la que
decla ya Musset en una indirecta. se observa en la homosexualidad: la del hombre pertenece
17. Lacan, J., "Subversión de1 sujeto y dialéctica del deseo", en Escritos .g
16. Las referencias en este punto son múltiples. Véase particularmente: ob. cit., pág. 804.
Lacan, J., "Observación sobre el informe de Daniel Lagache",en Escritos 2, 18. Freud, S., "Esquema de psicoanálisis", O.C., Tomo XXIII, ob. cit.,
ob. cit., págs. 645-646, y Lacan, J., "Subversióndel sujeto y dialéctica del de- págs. 133-210.
seo", en Escritos2,ob. cit., pág. 801. 19. Lacan, J., "El atolondradíchon,ob. cit., pág. 60.
Y que la sobrepasa porque no pasa al inconsciente, no hay mo- ra del fenómeno, en la que lo inolvidable para una mujer es lo
do para una mujer de " r e e n c o n t r a r ~ e "De
. ~ ~ahí, un plus de que hizo el amor de ella: el Otro, que al mismo tiempo el amor
tristeza siempre posible y como sin motivo, si queremos admi- instituye y.. . rehabilita. Eso es lo que impone la lección de los
tir aquí el término que Guirault aplica a ciertos asesinatos, amores místicos.
en los cuales el sujeto apunta directo hacia lo RaRoa del ser.
Esto no tiene nada que ver con los sentimientos de insufi-
ciencia que yo evocaba antes: este rasgo y este afecto no exclu- BENEFICIOS DEL BIEN DECIR
yen la vivencia de "inferioridad", pero en sí mismos no refie-
ren ni a la falta ni al goce fálico, los cuales más bien generan Entonces, el psicoanálisis, como Freud creyó poderlo cons-
angustia e inhibición. El delirio de indignidad melancólica tatar, ¿deprime a las mujeres? En realidad, la cuestión se re-
-que evidentemente es otra cosa- es aquí revelador: pasando sume en preguntar cómo y hasta dónde la ética del bien-decir,
por los extremos, muestra que el rechazo en el auto-insulto propia del psicoanálisis, es capaz de aligerar la carga de goce
del goce forcluido constituye la última defensa verbal, antes de los sujetos, y en particular de los que están no-todo en el
de la expulsión de ese mismo goce por el paso al acto suicida. goce fálico.
Más comúnmente, es decir fuera de la psicosis, el rechazo en El psicoanálisis, que precisamente opera por medio de1
la injuria es como el primer grado de una sublimación paradó- amor de transferencia, no trabaja para el amor. Más bien, el
jica que viene a ocupar este lugar del goce "donde se vocifera psicoanálisis no esperaría la solución espontanea que el amor
que el universo es un defecto en la pureza del n o - ~ e r " . ~ ~ propone. Por otra parte, es divertido constatar que Freud se
Este estatuto del goce da sentido a la demanda propiamen- hizo la pregunta en los textos que consagra a la transferencia,
te femenina de un amor electivo. Esta exigencia no resuelve alrededor del año 1914, dudando sobre lo que convendría atri-
el desacuerdo de los goces, mAs bien repite la desunión que, buir al amor. Su respuesta, lo sabemos, es categórica, seca. Al
en el acercamiento de los sexos, da existencia al Otro absolu- contrario de lo que se esperaría, un psicoanalisis no asegura
to, haciendo la mujer siempre Otra, Otra para ella misma. nada en cuanto al amor.
Entonces, el amor la dejará sola con su heteridad, pero al me- Sin embargo, lo hace de una mejor manera: lejos de resol-
nos podrá agregarle el nombre del amante, como Julieta eter- ver la contingencia, la confirma, porque revela, gracias a su
nizada por Romeo, Isolda por Tristán, o Beatriz por Dante. De efecto de ser, el "de-sern irreductible del deseo, y bajo la aspi- l
ahí se deduce que, para una mujer, la pérdida del amor exce- ración unitiva, la objeción del goce ffllico y de la causa fantas-
de la dimensión fhlica a la que la reducía Freud, puesto que lo mática.
que pierde, cuando pierde el amor, es a sí misma, pero en tan- El bien-decir no impedirá que nadie sea afectado por las
to que Otro nombrado. Para Freud el trabajo del duelo deja paradojas del goce en sus dos vertientes: la de la limitación !
siempre subsistir un núcleo irreductible de fijación "inconso- fálica y la de los suplementos que, a veces, retornan a las mu-
lable" al ser perdido, y más inolvidable aún si fue más radi- jeres. Pero el psicoanálisis es hoy el único discurso que ofrece
calmente extraño, i n a ~ i m i l a b l eLacan
. ~ ~ hace percibir otra ca- una causa... diferente, y si el sujeto es el "analizante lógico"
que yo evocaba antes, ganará en saber. Ahora bien, ese saber
tiene sus efectos, terapéuticos y subjetivos, puesto que eleva
20. Lacan, J., PsicoanáZisis, radiofoniay teleuisiidn, ob. cit., phg. 107. las impotencias vividas al rango de coacciones de la estructu-
21. Lacan, J., "Subversi6ndel sujeto y dialéctica del deseon,en Escritos2, ra, que las trasciende. El análisis toca al propio núcleo del ho-
ob. cit., phg. 800.
22. Cf. Trurnheim, Michael, L'autre dans le r n h e , ed. Del Campo Laca- rror de la castración, a veces hasta producir algún efecto de
niano, París, 2002. entusiasmo. De ahí, podemos concluir que la tristeza del "m-
120 121
tes del bien-decir" puede ser legítimamente estigmatizada co-
mo una falta. En cuanto al amor, aunque no se haya ganado
nada sobre su contingencia no se perderá nada tampoco, y
podría incluso volverse "más digno que la abundancia de par-
loteo que constituye hoy por hoy",23si se cree en lo que dice
Lacan.
N.LA MADRE
122
LA MADRE EN EL INCONSCIENTE
125
lio, en el que es tan apremiante la preocupación por apart .y requiere de algunos objetos de compensación. Freud h a cons-
la madre para siempre, que él hace de esto una condición truido una estructura que reparte las funciones: de u n lado,
qua non para hacer.. . un hombre. Salvo que es necesario un objeto de satisfacción primaria, del otro una función de 1í-
primero i10 amamante! No podemos olvidar tampoco los di mite. Así, están enfrentados, e n la novela edípica del niño, la
sos ensayos de educación no maternal, colectivizante, que madre objeto -sea de amor, de deseo o de goce-, objeto que se
jalonado el siglo pasado, y en ideologías muy opuestas. va a perder, y el padre freudiano portador de la interdicción.
Sin embargo, en el lazo social actual, la madre o su susti Después de ese padre del mito de Edipo, los posfreudianos
tuto es cada vez más a menudo el compañero preponderante hacen entrar a la madre en el escenario de las causas. Varias
incluso exclusivo, del niño, o al menos el único en ser estable, madres: la del cuerpo lleno de objetos (Melanie Klein), l a de
De donde una configuración que se volvió bastante común: los cuidados (Winnicott), la del amor primario (Balint). En ca-
una madre con su hijo o con sus hijos, más, eventualmente, da caso se identifica la causa de la desgracia subjetiva con el
un hombre -o una serie de hombres que se suceden-, aquel fracaso o los límites de l a función materna: llena de objetos,
que se llama "el amigo de mi madre". Las configuraciones ella podrá ser culpable de encubrimiento; envoltura incondi-
concretas son evidentemente múltiples y variadas, pero la mo- cional, faltará a l a presencia absoluta; amor, pecará por "par-
vilidad de los lazos sociales y amorosos da al cara a cara del cialidad*, si puedo decirlo así. Confundiendo la bella reparti-
hijo con s u madre, un peso nuevo en la historia, lo que no ción freudiana, los posfreudianos cargaron en sus hombros,
puede ser sin consecuencias subjetivas. además de la oferta de goce, l a primera limitación de goce, ya
que al principio de legitimidad paterna lo sustituye la falta de
EL DEBATE SOBRE LA MADRE amor materno.
Este retorno a la madre se aclara parcialmente por su con-
¿Cómo está ligado el psicoanálisis a este cambio que se h a texto. Se inscribe en los problemas de desarrollo de la historia
dado en la civilización? La pregunta es doble. Toca el discurso del psicoanálisis: por una parte, su extensión a los niños y a
analítico en sí, lo que se dice o no en un psicoanálisis, entre el la psicosis, por otra parte, su choque con los límites que
analizante y el analista. Pero toca también la elaboración teó- Freud mismo l e encontró. Después de l a edad de oro de los
rica que da cuenta de esto, puesto que la elaboración es res- primeros descubrimientos hechos en este dispositivo, fue ne-
ponsable de los hechos que se producen en el análisis, ya que cesario constatar que el síntoma obedecía sólo parcialmente a
práctica y doctrina son aquí solidarias. la operación de desciframiento y hubo que tomar en cuenta el
Hecho curioso: la cuestión de la función y del lugar de la elemento resistente de la estructura. Luego había que conce-
madre en l a subjetividad es coextensiva a la historia de las bir ese elemento recalcitrante. Pulsión de muerte, mtís allá
doctrinas del síntoma. La teoría analítica se h a servido mucho del principio de placer, reacción terapéutica negativa, tope en
del papá y de la mamá, como es sabido. Tal vez, una infancia el análisis interminable y, finalmente, malestar en la civiliza-
del psicoanálisis. La cuestión esencial en todo caso concierne a ción, son los términos de la respuesta de Freud.
la causa de ese hecho subjetivo central, irreductible, que Sin duda, el síntoma estaba presente desde el comienzo,
Freud llamó castración, lo que quiere decir esencialmente: le- para d a r testimonio de una cierta hiancia en el goce, pero se
sión del goce, la cual, a diferencia del Edipo, "no es un miton,l podría en u n principio creerlo contingente e imputarlo a algu-
na distorsi6n individual. Instruido por la experiencia, Freud
concluyó que es irreductible e incluso doble. De un lado, por
1. Lacan, J., "Subversión del sujeto y dialkctica de1 deseo", en Escritos 2, defecto: castración. Y del otro por exceso: imperialismo de las
ob. cit., plg. 800. pulsiones, siempre parciales, pero que jamás renuncian, aun
126
si su precio es el displacer. Mejor dicho, existe un goce imp lanie Klein, porque ella subrayó menos la castración de la
sible de alcanzar, pero existe también un goce imposible de, madre que la de sus objetos, buenos y malos.
reducir. Lacan, por su parte, volvió a poner el acento en su deseo. Lo
que quiere decir que, allí donde se había puesto la madre del
Fue en este contexto de paradojas del goce cuando los psh amor, él puso a... la mujer. Y la mujer fue, para él, primero la
coanalistas posteriores a Freud convocaron a la madre. Hay mujer del padre, la que él inscribe en su escritura de la metá-
una lógica secreta que los empujó a esto: en todo caso, con la fora paterna, y así retorna a un Edipo freudiano racionalizado
madre, elevan ese primer objeto de goce imposible al estatutb en términos de lenguaje. Pero no se quedó allí, lo sabemos, pa-
de culpable de la limitación. Nada más sencillo además en es- só al más allá del Edipo, donde se sitúa la mujer barrada,
te punto que apoyarse en los dichos del analizante, ya que 61 Otra, no-toda ocupada del hombre o del niño, en este caso.
mismo, libre de decir lo que le da la gana, vuelve siempre y Aquí está nuestra cuestión: ¿qué decir de la madre desde
otra vez, lo quiera o no, a la infancia y a sus primeros objetos. el punto de vista que incluya el más allá del Edipo? No es sólo
Es un hecho: la palabra, bajo transferencia, está imantada que la sociedad haya cambiado, acentuando siempre más, es
por las figuras originarias, aun cuando, evidentemente, se ne- verdad, el rol preponderante y a veces exclusivo de la madre
cesita más para situar el orden de las causas. En la queja del ante el hijo. El psicoanálisis, también, ha cambiado con la en-
analizante, la madre es convocada sin falta, inscrita en el co- señanza de Lacan, con su formalización en los años 1970 de
razón de los recuerdos más destacados, ya que ésta es la pri- una lógica que no es la lógica unitaria del Edipo y que implica
mera forma que toma la palabra transferencia. los nuevos avances respecto a la feminidad. Por otro lado, se-
¿Esto quiere decir que hay que atribuirle la culpa a la fa- ñalo que para Lacan, desde 1958, el acento que los psicoana-
milia? No es el postulado del psicoanálisis. Sin duda muchas listas han puesto sobre las carencias del amor maternal o so-
cosas transitan entre las generaciones, pero en todo caso, no bre el imaginario del cuerpo maternal eran pasibles de una
la causa de los síntomas: invocar una causalidad familiar a interpretación: reconoce, en efecto, "una promoción concep-
este nivel sería volver incomprensibles los efectos terapéuti- tual de la sexualidad de la mujer"? centrando así la atención
cos de la palabra bajo transferencia, puesto que esta se desa- sobre la economía del deseo y del goce. Dc hecho, estamos en
rrolla enteramente en el espacio del sujeto. Aquello no impide la actualidad -hablo del lado de los alumnos de Lacan- acen-
que uno lleve en lo más íntimo de sí mismo la marca del "Otro tuando la función de su goce. Todavía falta saber cuál.
primordial".
En este punto, el psicoanálisis acepta la declinación del
padre en la civilización, al menos por el hecho de que ésta po- LOS REPROCHES QUE: SE LE HACEN A LA MADRE
ne más el acento sobre el papel de la madre.
Podemos trazar la curva general de este debate. Apunta a Hay evidentemente un discurso previo sobre la madre que
la función estructurante de la madre. la hace objeto vital por excelencia: el polo de las primeras erno-
Freud acentuó sin ambigiiedad la función esencial, central ciones sensuales, la figura que cautiva la nostalgia esencial del
para los dos sexos, de la castración materna en cuanto a ia sa- hablante-ser, el símbolo mismo del amor. Los ecos vuelven,
lida del complejo de castración. ciertamente, en los dichos de los analizantes, pero por lo esen-
Cincuenta años más tarde, con Winnicott, Balint y el lla-
mado miáde group inglés, pasaron enérgicamente
-
a otra co-
sa, a saber: el papel insustituible de la presencia y del amor
2. Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad feme-
de la madre. Entre los dos conviene localizar el lugar de Me- nina", en Escritos 2, ob. cit., pág. 704.
cid, ellos acentúan otra cosa: la angustia y el reproche. Para si* iriscriptas en la memoria como huellas de ese drama que
tuar esta diferencia entre los discursos, evocaré dos ejemplos Freud designó con el término de neurosis infantil. No es la
que tienen el mérito de poner en escena de manera contrasta- voz de la madre la que se oye, es la de la queja infantil insis-
da, entre la madre y el hijo, el imaginario de la castración. #
tiendo en el lamento del analizante, sin que la verdadera
De un lado, el dicho de una mujer analizante que recuerda causa sea más clara. Esta transposición simplista de los deci-
la hija que ella fue para su madre; del otro, el recuerdo emo* res de los analizantes hace de la doctrina misma un producto
cionado que un hijo ha guardado de una madre.. . excepcional. de la neurosis. Así es como Lacan puede, por ejemplo, califi-
Ella recuerda: debe tener ocho o nueve años, tiene una mag- car a Melanie Klein de "tripera inspirada" y de "arúspice con
nífica cabellera con dos largas trenzas. Ese día, su madre le ojos de niña".3
anuncia "vamos a la peluquería a cortarte las trenzas". Ella le Es un hecho: entre la madre de quien hablamos y la madre
suplica pero no hay nada que hacer, jel sorprendente proyecto que habla, la distancia es larga. La primera es objeto, visto a
de su madre es hacerse un postizo para sí misma! Hoy, la través del prisma del fantasma del que habla. La segunda es
analizante, madre ella misma, guarda todavía en lo alto de sujeto, eventualmente analizante, y como tal presa de la divi-
un armario, ese postizo, objeto agalinático, que finalmente su sión hablante-ser. El problema consiste en comprender en ca-
madre nunca se atrevió a utilizar. La otra anécdota es inver- da caso "por cuales caminos pasan los fantasmas para ir de la
sa. Se trata de un hijo que no es analizante pero músico famo- madre al hijo",4 ya que no podemos dudar de que los fantas-
so, Pablo Casals. Recuerda un instante en el que vio algo que mas que ella suscita deben algo a su propia subjetividad, a su
lo emocionó. En ese entonces, él vivía en París, por voluntad falta y su manera de taponarla.
de su madre que, casi sin recursos, quería para 61 escuelas
dignas de su genio. Un día volvió a casa irreconocible: había
vendido su abundante y bella cabellera, alegremente sacrifi- PODERMATERNAL
cada a la vocación de s u hijo. En este caso, es la gratitud idea-
lizante y la nostalgia del objeto perdido que aureolan el re- Aquellos caminos no son otros que los del discurso. Es co-
cuerdo. mo ser de palabra que ella deja su marca en el niño. Salvo
Por el contrario, en la asociación libre, en todas las varian- que la palabra toca el cuerpo y tiene sus efectos en la medida
tes individuales, la madre aparece más bien como acusada. en que está encarnada y luego 110 hay contradicción si se evo-
Imperativa, posesiva, obscena o, al contrario, indiferente, fría ca por otro lado el peso del goce materno.
y mortífera, demasiado aquí o demasiado allá, demasiado
atenta o demasiado distante, ella atiborra o priva, se preocu- Lacan tuvo que polemizar con los adeptos del cuerpo a
pa o descuida, rechaza o colma: es la figura de sus primeras cuerpo silencioso que, se supone, junta en una unidad prima-
angustias, el lugar de un insondable enigma y de una oscura ria a la madre y el hijo, unidad que se puede considerar como
amenaza. En el centro del inconsciente siempre están las fal- diferenciada o no. El texto "Obsenraci6n sobre el informe de
tas de la madre, incluso hasta los estragos a veces, cuando se Daniel Lagache" es como un eco de esta polémica, pero el de-
trata de la hija, dice Lacan. bate va más allá del interlocutor de ese momento y apunta a
Como buenos empiristas, no podemos registrar estos re- todos los partidarios de una causalidad preverbal de la reali-
proches sin más. Falta construir todavía la estructura que
encierre su polimorfismo. Ahora bien, es sorprendente cons-
tatar que las doctrinas analíticas sobre la madre tienen un 3. Lacan, J., "Juventud de Giden,enEscrilos2, ob. cit., pág. 730.
parecido con las recriminaciones del neurótico, que quedan 4. Ibíd.
dad psíquica. No se puede negar que la madre, sin duda, en EL NINO OBJETO
tanto genitora y parturienta, sea un ser corporal, pero tampu=
co se puede negar que la reproducción de los cuerpos sea e n t e Allí es donde la voluntad materna disputa con su amor y
ramente ordenada, incluso programada, por el discurso. Impo- que el niño puede poner a prueba su autoridad y su capricho.
sible ignorar que, a nivel de las primeras necesidades vitales Pienso, por ejemplo, en cierta madre para quien era un honor
del organismo y de los cuidados que reclama, entra en juego lo que cada uno de sus hijos dominara sus esfínteres en su pri-
que Lacan propone llamar una "relación de objeto en lo real",6 mer cumpleaños. El gran principio moderno, antisadiano, se-
pero el problema analítico concierne a otra cosa, a saber, a la gún el cual nadie tiene derecho a disponer del cuerpo del otro,
emergencia del sujeto y la huella que éste recibe del Otro. encuentra eventualmente su tope en esta zona límite del cui-
Es cierto que el cuerpo está allí concernido. Primero porque, dado materno; la primera humanización del cuerpo está
si el niño por nacer ya es sujeto en el decir de sus padres, es co- abierta a los excesos, a las transgresiones que, antes de que
mo cuerpo que surge en el mundo, en el sentido de organismo entre en juego para el niño la diferencia de los sexos, está en
sexuado. Organismo que hay que hacer vivir, pero sobre todo una trampa al "servicio sexual de la madre",6 en posición de
organismo que hay que.. . civilizar y someter a los usos prescri- fetiche y a veces de víctima.
tos. La madre, o su sustituto, debe poner la mano en la masa: Esta decadencia de la mediación paterna viene acompaña-
presta su voz a los primeros imperativos de regulación y de da con el incremento de especialistas de todo tipo, como si se
contención, y en ese aspecto es la primera mediación de lo que entendiera que las madres no pueden asumir solas la huma-
tenemos que llamar, .. la policía del cuerpo. ksta no puede ope- nización completa de su hijo. Son muchos los que se ofrecen
rar en el mero silencio de los hábitos reglamentados, aunque para interponerse en la pareja primaria para decir a las ma-
sus pliegues le sean costosos. Se necesita el lenguaje en el que dres lo que deben hacer o no hacer. A veces, incluso el mismo
se articula la demanda, la cual es la única que permite a ese pedo-psicoanalista, si lo puedo decir, no vacila en presentarse
cuerpo "corporizarse de manera significante". Winnicott, Ba- como Otro del Otro materno, para dar algunos consejos a las
lint y algunos otros pueden soñar con un preliminar con una madres. Es el caso de Winnicott y Francoise Dolto. En reali-
envoltura mítica de una presencia sin palabras y sin exigen- dad, conocemos este proceso desde el famoso caso del pequeño
cias. Aun suponiéndola, ella correspondería solamente al limbo Hans de Freud: donde en el momento en que una familia está
del sujeto en el que nada analizable se podría inscribir. en vía de descomponerse, el "Profesor" es llamado en la medi-
Los poderes del verbo llegan lejos, hasta regular el goce, y da en que se presenta una carencia de padre.
la madre es la primera representante de esos poderes, ya que Estas desviaciones en la crianza materna indican muy
es la que introduce al niño en la demanda articulada, puesto bien hasta qué punto se trata de la división de la madre y del
que impone la oferta en la cual él se aliena: doble oferta, la de lugar que ella deja al niño, lugar determinante. Aunque for-
la lengua en la que va a demandar, y también la de la res- mulada de otra manera, ya era la tesis de Freud: sabemos
puesta que viene del Otro. que reconoció la función estructurante de la fase llamada del
complejo de castración y de la angustia específica que se ma-
nifiesta en ella. Ahora bien, para él, esta fase alcanza su fuer-
za sólo a partir del descubrimiento de la falta de pene de la
madre, que Freud identifica a su castración y que es donde se
7. Véase sobre este tema "Dos notas sobre el niño", de J. Lacan, en Inter-
vencionesy textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1993, p8gs. 55-58. 8, Lacan, J., "Juventud de Gide", en Escrios 2, ob. cit., phgs. 733-4.
como el hijo deseado que fue realmente, sino como el niño con- hace falta, en la madre, la dimensión de un deseo otro, dife-
denado a la muerte, que fue en realidad. rente del que se satisface en la relación con su niño, entonces,
Conquistador de la presencia y del amor materno, por su el niño estará condenado a la alienación máxima que consiste
misma demanda, el niño se ofrece primero, en sus esfuerzos en realizar el fantasma de la madre; si se lo colma, el niño es-
de seducción, para realizar lo que los propósitos y la conducta tará completamente entrampado en ser su objeto, como pose-
de la madre dejan percibir del objeto de su deseo. En este pro- sión de la madre.
ceso, la madre se eleva al estatuto de poder simbólico, que de- Aquí no es la falta de amor sino el exceso el que puede ha-
tenta los poderes de la palabra, y, en primer lugar, aquellos cer daño y se requiere de un proceso de separación necesario.
en los que se originan las primeras sentencias. "El primer de- Por eso, Lacan ha hecho hincapié en el deseo de l a madre. Hay
cir decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su que comprenderlo como el deseo de la mujer en la madre, deseo
oscura a ~ t o r i d a d "Deja
. ~ huellas en la memoria, en la que se que permite limitar la pasión materna, hacer de ella no-toda 1
encuentra la voz a veces destructora y persecutoria de sus madre, dicho de otra manera no-toda para su hijo, e incluso no- I
palabras, de sus imperativos y de sus comentarios ... inolvi- toda en la serie de los hijos, los rivales fraternos. Esto era lo ,
dables. que implicaba la escritura de la metáfora paterna, puesto que
Pero esta conquista tropieza con otra cara de los poderes la operación, que sustituye el significante del padre al de la
de la palabra: la que significa más allá de sus dichos, por sus madre, tiene por resultado el hecho de especificar la falta ma-
contradicciones, sus silencios, sus hiatos, sus equívocos, todo terna como falta fálica, e instituye al padre como partenaire
lo que no dice, pero deja entender, a los oídos al acecho del jo- fuera de serie. Una madre no es toda de su hijo porque su aspi-
ven sujeto sobre un deseo indecible que se puede leer, mien- ración fálica se divide entre el hombre y el hijo, y así las cosas
tras que la capacidad del goce se deja más bien sorprender en están muy bien, porque el deseo de la mujer, y más general-
las escenas furtivamente percibidas. En el desciframiento de mente un deseo otro, mantenido más allá de las gratificaciones I
este enigma, el niño busca el lugar propio de su ser y su últi- de la maternidad, es lo que introduce al niño por medio de la
ma identificación: escruta, interroga al Otro materno de ma- angustia de castración, en una dialéctica de identificaciones
nera cada vez más insistente porque espera encontrar ahí la contradictorias que le permitirá desprenderse de la posición i
clave de su "indecible y estúpida existencia"1° y la respuesta a pasiva de objeto de la madre y, al final, asumir su propio sexo. i
la pegunta por lo que él es para el Otro. El amor, en la misma
medida que el deseo, empieza con la falta.
Si insistí sobre una referencia de Lacan, la de La mujer LA MADRE, OTRO i
pobre de León Bloy,ll es porque, en la mujer, se pueden opo-
ner la madre y la mujer. La madre, de cierta manera, por me- Pero ¿qué podemos decir de la madre en tanto que Otro
dio del hijo, recupera el objeto de su falta y, por otra parte, la absoluto? El texto de 1958 sobre la sexualidad femenina no la
mujer en tanto su libido se dirige al hombre y se presenta co- excluye de la relación con el niño. Lacan señala explicitamen-
mo desposeída de lo que ella busca en él. La una tiene, enton- te que convendría, cito, "interrogar si la mediación fálica dre-
ces, es rica, la otra no tiene, es pobre, por metáfora del (-TI. Si na todo lo pulsional que puede manifestarse en la mujer, y en
particular toda la corriente del instinto maternal".lZ Sin du-
l
reja originaria de la madre y de su pequeño "prematuro", la
lengua de Eros del primer cuerpo a cuerpo, cuyas palabras LA ANGUSTIA DE LA MADRE
dejan huella por medio del goce que encubren.
Pero la madre es también mediadora de un discurso en el
que no puede dejar de poner sus costumbres. En este punto es
donde podemos diagnosticar el fortalecimiento de su dominio,
en la fragmentación de los lazos sociales contemporáneos.
Puesto que, en la medida en que las transmisiones intergene-
racionales se reducen a las prescripciones implícitas de su
único deseo, más especialmente deseo que ella desea para su
hijo, en la misma medida el hijo verá sus opciones subjetivas,
en relación con el deseo del Otro, reducirse al binario de una
alternativa: o bien asumir el mandato materno y hacer que El psicoanálisis plantea la pregunta ¿qué vale el amor de
ese voto al que estaba prometido se vuelva vocación, o bien re- una madre? ¿Qué vale para la humanización del niño, que
chazarlo e inscribirse bajo un signo de exclusión y afirmar lo primero es un retoño del cuerpo?
que le queda de liberdad sólo en forma negativa. Hace cerca
de veinte años atrás, Lacan había pronosticado esta regencia
creciente del "ser nombrado para" por la madre en tanto que CUESTlONAMIENTO DEL AMOR MATERNO
enlace de lo social. Parece que el curso de las cosas no lo han
desmentido, al contrario. Hace mucho tiempo que el amor materno está cuestionado.
Lo esta primero en la civilización. Se registra allí un doble
movimiento: uno que idealiza el amor materno en el sentido
en que sería suficiente para todo; otro que sospecha que las
madres son siempre desiguales, en nombre de un muy difun-
dido prejuicio, según el cual entre la madre y su hijo se nece-
sita un tercero. Invoco aquí, como prueba, dos hechos opues-
tos pero convergentes. Primero, las "utopías comunitarias"
que han marcado el siglo pasado. Sin duda, tenían un funda-
mento mAs amplio en su esfuerzo para sustraer al niño de la
singularidad familiar, pero todas suponían que las diferencias
individuales, odiadas por todos los colectivismos, se enraiza-
ban en las marcas que dejan los amores infantiles. Luego, en
un registro que quería ser mas científico, noto este hecho im-
pactante: que "la declinación del paternalismo" fue acompa-
ñada de un crecimiento de especialistas de todo género -pue-
ricultores, educadores, psicólogos- que se ofrecen, como ya lo
he dicho, en tanto que Otro del Otro materno.
En el psicoanálisis mismo, el cuestionamiento de la Iibido
materna se volvió un fenómeno general. Empieza, en primer lu-
gar, en los dichos del propio analizante. Hay grandes diferen- vientes, de ahí surge la pregunta "¿de dónde vienen los ni-
l
cias entre caso y caso, pero a pesar de esta diversidad, en la fios?" que obsesiona el imaginario del pequeño Hans de Freud
asociación libre, la madre aparece como acusada la mayoría de y de muchos otros niños. Además, hay algo seguro, que entre
las veces. ¿Qué no se dice de ella? Imperativa, obscena, posesi- una madre y su hijo todo empieza realmente por un cuerpo a
va, o, al contrario indiferente, fría, mortífera, demasiado pre- cuerpo, en el cual el lactante, en tanto que sujeto, no h a hecho
sente o demasiado alejada, demasiado atenta o demasiado dis- aún su aparición, como consecuencia de su prematurización.
traída, que ella atiborra o priva de comida, que ella se preocupa Pero una vez que se distingue lo Imaginario, lo Simbólico y lo
o que ella descuida por sus rechazos o por sus dones; aparece Real, se percibe que ese objeto es también el Otro, el poder
para el sujeto como la figura de las primeras angustias, el lugar simbólico que detiene e1 poder de las ofertas de la palabra.
a la vez de una amenaza oscura y de un insondable enigma. Son las palabras de la madre, sus imperativos y sus comenta-
También las faltas de la madre están siempre presentes en rios, los que inscriben en la memoria la voz a veces destructi-
el corazón del discurso del inconsciente, y admitiendo incluso va y persecutoria que el analizante evoca tan a menudo. "Mi
que el sujeto no tendría ningún reproche para hacerle, esto madre decía que ..." También para hacer eco a la fórmula so-
mismo sería aun un reproche, el ser demasiado inolvidable, y bre el padre, del cual se podría hacer abstracción, de la madre
a veces hasta el "estrago"... cuando se trata de la hija, puesto se diría m8s bien que uno.. . debería servirse de ella. Y ¿para
que la parcialidad del sexo deja su niarca, también aquí. Esto qué entonces sino para no servirse de ella más?
se percibe, por otra parte, en Freud mismo: quien fue severo
respecto de la mujer -lo que se le reprochó bastante-; con la
madre es más positivo que todos sus sucesores. Hace del lazo
de amor sensual a este primer objeto, una experiencia irreem-
LA MADRE, LA MUJER 1
plazable, en la que, para el sujeto, se enraizan todas sus capa- De una manera u otra, la necesidad del efecto de separa-
cidades de amor futuro. Incluso cree reconocer en el apego al ción es reconocida por todo el movimiento analítico. Pero, s
hijo, el único amor sin ambivalencia y tiene dificultades en ad- este nivel se sitúa el riesgo de desconocer el verdadero corte,
mitir lo que el tiempo acabará por imponerle: que para la hija descubierto por Lacan, el que separa la madre y el hijo debe
el veredicto es más sombrío, quizás incluso sin apelación. referirse al que ocurre entre el organismo viviente, animal si
datos de la experiencia y que Lacan puso a la luz cuando reto- castración: es lo simbólico lo que asegura su contacto con lo
m6 el Edipo freudiano, poniendo el acento en el "deseo de la viviente e introduce en éste la falta que Lacan ha analizado
madren, en tanto que es distinto de su amor, y que se tiene como falta en goce y falta en ser y que otorga, en efecto, un
que entender como deseo sexuado, o dicho de otra manera: de- papel fundamental al "objeto perdido" en la hurnanización del
seo de mujer. retoño. Podríamos seguir este tema en la literatura psicoana-
Para Freud, cuando crea el mito de Edipo, la madre es
esencialmente un objeto. Y objeto aquí quiere decir objeto eró-
lítica. Oscila entre dos polos: la madre misrna como objeto
perdido, motivo de una nostalgia fundamental, y el hijo como
~
tico, codiciado y que se puede perder. En este orden de ideas, objeto que se sustrae de los dominios de la madre, falto de lo
en una cierta orientación, se ha querido acentuar más bien su cual queda atado "al servicio sexual de la madreM.l
cuerpo y no su palabra. Queda aquí, sin embargo, algo por
precisar. Es cierto, la figura de la madre siempre permanece
ligada a lo impensable de la reproducción de los cuerpos vi- 1.Lacan, J., "Del Trieb de Freud", en Escritos2, ob. cit., pig. 831
En esta operación de separación no es el amor de la madre indica como Otro, sin inscribirse allí y cuyas consecuencias
que funciona como mediador, sino su división por un objeto eventuales para el niño queremos interrogar.
que causa su deseo. Por eso, en su Seminario ZV;Lacan, al El deseo fálico de una mujer sustrae sin duda algo al niño,
contrario de los partidarios de la "relación de objeto", acentu6 pero también tiene un efecto separador, como ya he dicho. En
la noción de la falta de objeto y la necesidad para el niño de efecto, el falicismo habla, se vehiculiza en los signos, es legi-
encontrar, más allá de la madre como poder que colma o col- ble. El niño no deja de interpretarlo, y esta referencia se opo-
mada, la madre deseante, mejor dicho la madre en la que la ne a su propia captura en la identificación inmediata con el
falta fálica está en su lugar de causa de deseo. Aquí se intro- falo. Al contrario, el silencio del no-todo fálico, Otro absoluto
duce la divergencia entre ser madre y ser mujer. La una y la que tiene una relación con un goce otro que Lacan califica de
otra se refieren sin duda a l a falta fálica, pero de modos dife- loco, de enigmático, ese silencio no se escribe y permanece in-
rentes. El ser madre resuelve esta falta por el tener, bajo la descifrable. Hace de la madre, en su querer inconsciente, una
forma del niño, sustituto del objeto fálico que le falta. Sin em- mujer que no se ocupa absolutamente para nada del niño fáli-
bargo, el ser mujer de la madre no se resuelve enteramente co. Es decir que la nocividad materna, a la que se da tanta
en el tener fálico sustitutivo, como ya lo he dicho, En tanto importancia, se reparte entre dos polos: entre la posesividad
precisamente su deseo diverge hacia el hombre, la mujer aspi- tan a menudo denunciada y el abandono que frecuentemente
ra a ser o recibir el falo: serlo, por medio del amor que falici- se percibe menos. Completamente ocupada del niño, hace de
za, recibirlo, por medio del órgano del cual goza; pero en am- él su rehén fálico; sin ocuparse absolutamente de él, ella lo
bos casos, sólo al precio de no tenerlo. ¡Pobreza femenina! deja sin recursos frente al poder de su silencio, de un silencio
que no es de palabras, sino de forclusión.
Ese abandono subjetivo no tiene nada que ver con el aban-
LA DOBLE AUSENCIA dono del niño a nivel de la realidad corporal y se puede dar
aún con la presencia de la madre, incluso con algo como un
El deseo femenino, como tal, vuelve a la madre ausente. amor paradójico, casi indiferente, puesto que es degradado a
Hay que simbolizar esta ausencia, aun cuando sea muy nece- una posesión del cuerpo como real. Esto se volvió posible por
saria ya que conduce a la dialéctica de la separación, En la el hecho de que en todos los casos el niño vale no solamente
medida en que es mujer, una madre no está toda para su hijo. como símbolo fálico. Cifra fálica, él es también objeto real, im-
Su relación con el falo se divide y el niño no la satura. Pero posible de cifrar, "aparece en lo realPY3 en lugar del S (A). Po-
aquí tenemos solamente un aspecto de las cosas, pues se plan- demos intentar buscar los indicios de lo anterior.
tea una pregunta suplementaria a partir de las fórmulas de
sexuación. estas inscriben una división diferente de aquella
que es interna al registro fálico y que acabo de evocar: la divi- L A ANGUSTIA
sión entre su relación al falo (-<p) y lo que es Otro, absoluta-
mente (Sde A barradoX2 Se puede entonces distinguir, en la Tomo la angustia materna como índice, ya que, según La-
ausencia de la madre, quiero decir en el deseo femenino en can, ella no es "sin objeto", incluso si este objeto fuese lo real
tanto que en él, la madre está ausente, lo que de esta ausen-
cia se inscribe del lado de la simbolización fálica y lo que se 3. Esta expresión primero estaba reservada a la psicosis, Lacan la utiliza
a propósito del niño en sus dos notas a Jenny Aubry, ob. cit., pág. 56 Desde
1977, en los tiempos de la EFP, yo había subrayado este tema del niíio real,
en el texto que se encuentra en el Anexo, titulado "La diferencia entre los se-
2. Véase el esquema del SeminarioAun, ob. cit., pdg. 95. xos en el análisis".
I
fuera de la significación del falo. Evidentemente, se la puede presiones de la propia madre. Por otra parte, noto que las
abordar de manera clásica, como angustia de castración, que reacciones con respecto a los bebés se extienden mucho más
se declina de varias formas. Angustia de perder al niño cier- allá de las madres, y bajo formas siempre muy vivamente
tamente, y sabemos la fuerza de los fantasmas que apuntan a contrastadas, que van del gusto al disgusto, del malestar an-
la muerte del niño; angustia de su castración también: angus- gustiado hasta la pasión fascinada, de la indiferencia aplica-
tia de privar, de exigir, de parte de la encargada de lo que lla- da hasta la vocación sostenida, etc.
mé la primera "policía del cuerpo", ya que se trata de hacer Para terminar debo evocar las psicosis puerperales que, es
entrar al niño en las limitaciones que programa el discurso. 1 notorio, no excluyen los cuidados del niño, pero afirman el he-
Pero la angustia ante lo real del goce forcluido es otra cosa: cho de que, para una madre, un nacimiento puede ser el en-
bordea la angustia de castración propiamente dicha, pero se cuentro con un real susceptible de causar el delirio, presenti-
distingue de ella. ficando con ello un punto de forclusión.
Evocaré aquí algunos hechos clínicos puntuales, pero que
considero indicativos. Comienzo por el más soft, si me puedo
expresar así: el aspecto de medusa de la joven parturienta "EL SERVICIO DE LA MADRE"
cuando ya puso su huevo. No se puede desconocer que en esta
nota de estupor, que oscila entre el pavor y el encanto, y que Pregunto ahora: ¿de qué modo una madre hace uso de su
por otra parte hace que ella a veces huya del análisis y se au- hijo? Porque hay mas de una manera. El "servicio sexual" de
torice unas vacaciones de palabras, no todo puede ser atribui- la madre, cuando no se encuentra a nivel del puro real, se en-
do a la restitución fálica. tiende como servicio fálico, pero el mismo se estratifica.
También se encuentra el efecto de embarazo como reacción Me parece que se puede utilizar la diferencia entre órgano
a la presencia de ese parásito, el feto, extraño al cuerpo. Es- y significante para distinguir dos polos de esta utilizacibn del
tas reacciones son muy variadas y no son siempre de angus- niño. El niño órgano -en términos freudianos diríamos el ni-
tia. Pueden ir de la repetición eufórica producida por la equi- ño-pene- es el cuerpo tomado como muñeca erótica. A este ni-
valencia fálica, hasta el verdadero horror, que se ha podido vel muchos abusos están permitidos y el principio antisadia-
mantener en tal madre durante nueve meses, al nivel de la no, según el cual nadie tiene derecho a disponer del cuerpo de
angustia hipocondríaca más pura. otro, encuentra ahí un límite verdadero, puesto que esta rela-
La angustia en cuanto a los cuidados que hay que darle al ción, bajo el manto del amor y de la educación, deja la puerta
recién nacido también es un hecho notable. Es algo terrible no abierta a los excesos, como lo mencioné antes. En el análisis,
saber cómo hacer con esa cosa viviente, ese bebé que no habla, tenemos muchos ejemplos, pero quisiera referirme ahora a un
y que entonces no es todavía sujeto a la represión y que por texto que viene de otra parte, el de un hombre que tiene todas
eso presentifica una proximidad más grande con el goce de la las razones para sentirse horrorizado ante todos los goces que
vida como goce no marcado. Hay madres horrorizadas por ese no son los del órgano mismo: quiero hablar de Henry de
objeto que ni siquiera saben hacer lo que todos los mamíferos Montherlant,
saben instintivamente: cagar, amamantar, calentar, etc. En un pequeño texto satírico, llevado a la realidad a ul-
El recurso en este caso es en general para la joven madre tranza, describe un tren español, en el que evoca, "vociferan-
dirigirse a su propia madre, una congénere, en cierta forma, do con voz potente, el angelito, el chillón internacional que
aun cuando su angustia sea tan grande como los reproches frecuenta los trenes, como las pulgas en las camas". ;Yatie-
que tiene para hacerle. Aquí se moviliza la relación con el go- nen ustedes el tono! Sigo -haciendo algunos cortes para resu-
ce viviente que, en todos los casos, se da en función de las re- mir-:
9 # t 1 w rr 61, como el vampiro sobre el cadáver, su madre le chupa indican que los cuidados del cuerpo no son suficientes: la hu-
., (11 ouello, las orejas, los cabellos, imita con sus besos el ruido de la manización del pequeño hombre pasa por un deseo no anóni-
bofiiga fresca que cae, lo infecta con sus microbios bucales, habla
además un idioma más bobo que él, cuando habla; se orina cuan- mo. Concluimos entonces que, para un niño, la dedicación ma-
do él se orina, le pone la mano en el trasero, lo excita con todas terna vale tanto más, cuando ella no es toda de él, y cuando
sus fuerzas para que aúlle más fuerte [...] El vagón entero delira ella no está tampoco en otro lugar insondable: es aun necesa-
alrededor del famélico párvulo [...] El vagón entero se emboba rio que su amor de mujer sea referible a un nombre. No hay
con él, ya no es más que un intenso pico!, ¡rico! ... (miamniam) amor sino de un nombre, decía Lacan: aquí, el nombre de u n
(Eso significa mamá y no tiene moralmente más importancia que hombre puede ser cualquiera, pero que por el solo hecha de
rebuzno de burro), papá, cacá ... (estas dos palabras quiren decir que se pueda nombrar se constituirá en un límite a la metoni-
más o menos lo mismo), se esfuerza por ganarle en tontería,
mientras que el pequeño ser, convulsionado, dispara su saliva en mia del falo y a la opacidad del Otro absoluto. Solamente bajo
todas las direcciones, su orina, sus mocos, que los asistentes reci- esta condición, el niño podrá ser inscripto en un deseo parti-
ben religi~samente.~ cularizado.
UN AMOR NOMBRABLE
UNA INTERPRETAcIÓNENCARNADA
160
sueño interpreta aquí el deseo en términos de objeto oral, 1- objeto en "su erección de viviente", según la expresión de La-
"miams" dan el nombre del objeto en tanto que deseo del Otro* can. Por su parte, Winnicott lo comprende de esta forma. Él
1
no usa el mismo lenguaje que nosotros, pero lo toma como tal.
Sin duda, estos "miams" designan también el objeto de la
Algunos comentarios niña, interpretan su deseo y parte de su goce. En la narración
de la pequeña Piggle observamos dos trances orales. Uno que
Sin duda alguna, ese objeto -que la mamá negra reclama Winnicott acentúa más, y aquí dice: "es un orgasmo oral gene-
como un tener, como algo que le lia sido tomado, sustraído- ralizado". Esto se produce en la novena sesión, pero ya en la
designa también el ser propio de la pequeña Piggle. Tenemw segunda Winnicott y ella habían empezado a comunicarse, co-
en este caso un índice preciso: en el momento en que aparecen mo lo dice él, con midos de boca y movimientos de sensualidad
"babacar" y la "mamá negra" que "reclama sus miamsn, 108 oral. Winnicott precisa: "Ella empezó a hacer muecas, a hacer
padres -y eso es lo que más los inquieta- indican de manera girar su lengua en la boca; la imité y es así que nos comunica-
totalmente incuestionable la aparición de los problemas de mos a propósito del hambre, de la merienda, mediante ruidos
identidad. con la boca, sensualidad oral general. Era satisfactorio". Esto
Una parte de las interpretaciones de los padres se formula era la primera ocurrencia, bastante discreta y luego en la no-
en términos de celos infantiles, en términos de lo que Lacan vena sesión es cuando dice que es un orgasmo generalizado.
llama 1a~aZouissance(celos-goce),el celo por el objeto otro, que
se sitúa en el eje imaginario. Pero hay más aún. A partir del
momento en que surgen, con la hermanita, el "babacar" y la LA CUESTI~NDE LA TRANSFERENCIA
"mamá negran,Piggle no quiere ser más ella misma, no quiere
en todo caso que se la llame por su nombre. Pretende que ella ¿Cuál es el significante de la transferencia? No hay ningu-
es la mamá, que ella es el bebé, pero nunca más Piggle. Ade- na duda, me parece: es el "babacar". Ella llega con su "baba-
más, su madre nota que cambia de voz, de entonación, que to- car", se lo presenta a Winnicott, del cual se le ha dicho que co-
ma una pequeña voz aguda, artificial, que inquieta a los pa- noce todo sobre el "babacar" y la "mamá negra". Entonces, sin
dres. Se percibe aquí, con precisión, cómo el nacimiento de mucho forzarlo, podemos inscribir ese "babacar" en el materna
otro niño ha trastornado lo que se puede llamar la seguridad de la transferencia tal como Lacan lo hace en 1964.
de la hija única, que sin duda no es aún una seguridad de fan- Es el significante del enigma que representa frente a Win-
tasma, pero que ciertamente es el embrión de éste. La trastor- nicott la pequeña S del sujeto desconocido, del cual se espera
nó hasta el punto de producir lo que tenemos que llamar un saber lo que es, el paréntesis del saber supuesto estando aún
efecto de despersonalización. Piggle ya no sabe quién es ella. vacío.
Se trata de una desidentificación salvaje, como reacción al
nacimiento de la hermana. Esto prueba que, para ella, su lu- Babacar -,Winnicott
gar en el deseo del Otro está ahora planteado. Antes, tenía la
certeza de un lugar único y podía identificarse a la pequeña
maravilla de la familia. Pero el nuevo objeto hace que ella ya
no sepa cuál es su lugar ni lo que vale. De golpe, el llamado a Además, y este es muy sorprendente, después de la prime-
la interpretación es también un llamado a una nueva identifi- ra sesión, cuando vuelve a casa, ella dice: "El Doctor Winni-
cación. Entonces, el hecho de que el sueño interpreta el deseo cott no sabe nada sobre babacar". iEs verdaderamente ex-
del Otro, en término oral, es un modo de nombrar su ser de traordinario! En la segunda sesión, ella cuestiona a Winnicott
162
sobre el "babacar", poniéndolo ella misma como el sujeto- na son semejantes, ella distingue lo que es amar bien y amar.
sabe-del-babacar. Luego, él intenta una interpretación: ella le dice: "Nosotras nos bañamos juntas en el lodo, cambia-
lo negro lo que asusta. El resultado no es muy claro; pero mos nuestros vestidosn. Y luego -ése es el pasaje central- le
la tercera sesión, ella precisa su posición: "Tomé el tren p dice: "Quiero mucho a Suzanne, papá quiere a mamá; mamá
Londres, para ver a Winnicott", "quiero saber por qué el ba quiere más a Suzanne y papá me quiere más a mín.Eso pare-
car y la mamá negra". Él contesta: "Vamos a intentar d e s ~ ce muy preciso y muy impresionante. No pretender6 que se
brirlo". trata de una metáfora paterna invertida, sería demasiado de-
Tenemos aquí, verdaderamente, una forma depurada de cir, pero, si construimos el grafo de los vectores amorosos que
entrada en la transferencia y la podemos seguir a lo largo ella designa, falta uno: el que iría de la madre hacia el padre.
la evolución. Winnicott comenta mucho la transferencia a n Para la pequeña Piggle es claro, el amor del padre va hacia la
ve1 de la confianza, del amor, pero las cosas ocurren en real madre, y secundariamente hacia ella misma, pero el amor de
dad a otro nivel. Durante la sesión más notable, en la que a la madre va hacia el niño y más precisamente hacia la herma-
da un viraje en la cura, la novena, se abre también una salidar na. Encontramos aquí una segunda interpretación del deseo
para la cura. En ella tenemos el testimonio preciso del quie* de la madre, que ya no existe para los "miams".
bre del sujeto supuesto saber en lo que concierne a Winni~ott.~ La novena sesión lo confirma. La niña ya no está tan an-
gustiada, todo mejoró. En la sesión ella empieza a describir
una especie de pugilato con la "mamá negra", pero ya no es en
"NOSOTRAS, LAS HIJAS..." un clima de angustia, es un enfrentamiento del tipo "salí de
ahí que yo quiero el puesto". Ella dice: "La mama negra viene,
¿Cuál es la curva de este análisis? Subrayé algunas analo- ella quiere ponerse en mi cama, tengo una cama muy linda,
gías con el caso del pequeño Hans: todo comienza con las pa- yo la quiero para mí, etc.". Hay una página y media sobre el
labras del inconsciente, el "babacar" y la "mamá negra", y ter- pugilato con la "mamá negra", de manera relativamente lúdi-
mina, finalmente, con una pequeña novela familiar. Teníamos ca, ella refunfuña, juega. Winnicott dice: "Eso se vuelve confu-
lo mismo en el caso del pequeño Hans, que empezó con el ca- so" y siente que se está adormilando. Ahora bien, él siempre
ballo de angustia; al final, seguramente un poco sugestionado considera sus entumecimientos como signos extremadamente
por Freud sin duda, él ha inventado su ficción que resuelve importantes de que algo pasa del lado del paciente. En ese
los impases edípicos: la abuela para el papá y la madre para momento es cuando la pequeña Piggle saca al aire su pequeña
él. Vemos que la pequeña Piggle también inventa su ficción. novela, su novela familiar futurista, con sus promesas, como
Empieza en la octava sesión, pero lo culminante se alcanza en Hans, que diría: "Tú vas a vivir con la abuela, y yo viviré con
la novena. Voy a citar solamente lo que me parece determi-
nante para mi propósito. Winnicott hizo diversas interpreta- Esas promesas del futuro son precedidas de un breve
ciones, por un lado, sobre la voracidad oral, y sobre todo sobre' preámbulo que tiene todo su mérito. Ella dice: "Durante mu-
la rivalidad con la hermanita. Llegamos a la octava sesión. cho tiempo, mi mamá no quería tener un bebé, luego ella que-
Hemos visto circular lo negro entre todos los personajes, la ni- ría un niño, pero tuvo una niña". La madre,está muy molesta
Íía habla de nuevo de la hermanita, y él interpreta en térmi- y protesta. Ella sabe muy bien, dice, que para el primer hijo
nos de amor-odio, en el eje imaginario a - a', y le dice: "tú de- no le importaba, niño o niña, pero que para el segundo, ha-
testas a Suzanne, pero al mismo tiempo la amas". Entonces, bría querido un niño, pero no para el primero. La pequeña
ella le da una pequeña lección. Piggle, de todos modos, no lo cree y sigue, y aquí comienza la
Replica inmediatamente y le explica que, ella y su herma- novela familiar: "Suz y yo tendremos un niño cuando seamos
164 165
grandes. Yo y Suzanne debemos encontrar un señor papa núa su juego, hablando para sí sola y dice: "Esto es mi cama,
casarnos con él". He ahí la novela: las niñas tendrán un hiJ yo no quiero ir a lo del señor Winnicott en tren, no, no puedes
pero la condición previa y necesaria será la de encontrar ir en tren a lo del señor Winnicott, él sí sabe qué es el sueño
señor papá para casarse con él. malo, no, no lo sabe, sí, lo sabe, no, no lo sabe ..."y así conti-
Aquí podemos hacer una serie de comentarios. Prime núa: tiene toda una conversación sobre el saber dudoso del se-
esta novela confirma y precisa lo que se decía en la octava flor Winnicott. Incluso, más tarde, para el día de su cumplea-
sión: papá ama a mamá, quien quiere al niño... varón. Vem Aos, le escribe: "Te vamos a enviar un cuchillo para cortar los
que el falo está en juego. Piggle tiene entonces su inte eueños", y otras réplicas de transferencia gentilmente negati-
ción de la mujer muy clara: es una madre, el hombre es va, es decir, de de-suposición de saber. En todo caso, Piggle
el lugar del instrumento. Más preciso aún: una madre q ha encontrado una solución al deseo: se ha pasado de su in-
tener un hijo varón. Dicho de otro modo: el falo no se bus terpretación por el objeto oral, los "miams", a la interpreta-
el hombre sino en el hijo. El hombre es "un señor papá p ción por el objeto fálico (cf. el niño portador del falo), y, en el
casarse con él". Esta expresión me interesa, merece que fondo, tiene su fórmula del hombre y de la mujer. El hombre,
nos detengamos. Tal vez proviene de Winnicott, puesto que el padre, ama a mamá. Traduzco esto por: el hombre busca a
un momento él dice: "en la transferencia, soy un señor m una mujer. Y la mujer, la madre, busca un hijo; esto queda
papá". Se conocía, es un clásico del inconsciente: la división muy claro.
la mujer entre la mujer-madre y mujer-mujer; pero la divisi
del hombre en hombre-papá y hombre-hombre es una nov Veamos ahora los resultados. En el camino que va de las
dad del caso de la pequeña Piggle y del texto de Winnico palabras del inconsciente a la solución novelada "tendremos
Aparentemente, él se preocupa siempre por restablecer un hijo", ¿qué pasó con las angustias?
igualdad de los sexos, eso es muy claro: ia cada uno sus d Han sido reducidas. Se han marchado la "mamá negra" y
caras! La manera en que aborda la castración merecería u el "babacar". Ese último desapareció del discurso, simplemen-
estudio aparte. te, sin haber tomado sentido, de él ya no se habla, sencilla-
Resumo la novela de Piggle: "Nosotras las hijas tendremo mente. Es una manera de resolver el enigma, La "mamá ne-
un niño varón". Gsa es la solución a la envidia del pene. Win- gra" desaparece también pero de otra manera: se la mata. La
nicott no reacciona; lo ha dicho, está somnoliento. Ella, lúdica- pequeña Piggle cuenta que soñó que ella mataría a la "marni4
mente: "¿Oíste lo que dije, Doctor Winnicott?". Como ella lo in-[ negra". Ella ha visto asesinatos en la televisión, con fusiles y
terpela "¿Oíste lo que dije?", él interpreta y de una manera, todo eso. Estaba un poco angustiada antes de decirlo, pero al
muy sorprendente. Miro detenidamente el material y no en4 final todo está bien, ella se murió. Hay una frase: "Ella estaba
tiendo en qué se fundamenta su comentario. Cuando Piggle muerta en el sueño". Antes de esto, ya había habido un cam-
ce "Tendré un hijo", y más aún: "nosotras las niñas, tendremos bio, la "mamá negra" se había vuelto menos real. Winnicott
un hijo a condición de tener un padre"; Winnicott le dice quei dice: ya no es la misma cosa, antes ella estaba aquí, y ahora
ella toma la posición del muchacho frente a su hermana. Esta, es como si ella estuviera solamente en el sueño; eso quiere de-
interpretación por la identificación con el varón no es lo que cir que él percibe que se produjo un efecto de sirnbolización.
impone el material en ese momento. Ella no contesta explícita- Un rasgo clínico indica esta simbolización: al principio, un
mente, pero es en ese punto donde uno ve aparecer lo que día, su madre le pregunta: "¿Vino la mam8 negra?"; ella res-
anuncié antes, la duda transferencia1 de la pequeña Piggle. ponde: "La mamá negra no viene, est6 dentro de mí", es decir
Primero, ella había empezado la sesión diciéndole que se que siempre está presente. Pero, en la novena sesión, en cam-
callara, que escuchara y que así todo iría bien. Luego, conti- bio, la niña precisa: "La mamá negra y a no viene m6s". Empe-
166
zó, entonces, un movimiento de presencia y ausencia, y, fin levantar la falda". Se acusa de manera patética: "Soy mala,
mente, la matan, lo que es una verdadera manera de sign moy necia".
cantizarla: a partir de ahí, ya no habrá nada más que recu Finalmente, con la cura, la tenaza superyoica se afloja.
do, su consistencia de angustia desapareció del mapa. Winnicott nota progresos a ese nivel. Primero, ella deja de im-
beneficio sintomático es muy claro también, es una victo poner el orden, le deja todo en un gran desorden en su oficina.
sobre la angustia y la definición de una posición anticipa Luego, empieza a ensuciar, a embadurnar todo con los pega-
mujer-madre. La niña tiene aún momentos de angustia, mentos. Winnicott está muy contento, porque en esto son las
ya no es para nada masiva. Se localiza otro efecto importan audacias de la pulsión las que ganan sobre el goce de la re-
la caída del efecto-superyó. nuncia. Finalmente, se presenta un gran trance oral -donde
chupar un objeto compromete todo el cuerpo, en lo que Winni-
cott llama orgasmo oral-, que aparece precisamente después
EL SUPERYO de que ella dijera, hablando de la "mamá negra": "ella estaba
muerta en mi sueño, yo la había matado". Evidentemente,
Uno de los grandes intereses de este caso concierne a Winnicott reconoce el triunfo de la pulsión sobre la morbidez
emergencia del superyó. La "mamá negra" que reclama superyoica.
"miams" es una figura del superyó, una voz que viene a ex
un objeto, que pide que se le entregue lo que, para el niño, e
el objeto de goce. Es muy impresionante, y los padres com- WINNICOTT INTERPRETA
prueban con dolor la aparición, en una niña tan joven, de cul-
pabilidad, auto-acusación y auto-reproche. No quiero dejar de lado un rasgo original, que es propio de
Se ve verdaderamente, en el caso preciso de la pequefia Winnicott, se trata de la interpretación actuada. Sin duda, to-
Piggle, cuánto está ligado el superyó al objeto de amor, el cual dos los psicoanalistas de niños utilizan el juego, pero Winni-
surge cuando el enigma del Otro barrado emerge del amor. La cott es el único en practicar lo que llamaré interpretación ac-
figura obscena y feroz del superyó no es engendrada por la tuada. Eso da lugar a escenas divertidas: un día se pone a
violencia del Otro, del cual sería una transposición. Freud lo representar al bebé, él es el Piggle negro, furioso porque quie-
había notado hace tiempo. Al contrario, está ligado a la dulzu- re todos los "miams" para él solo, y empieza a patalear, a
ra del amor, que justamente engaña sobre el deseo y el goce, brincar, a dar patadas. La pequeña Piggle está encantada y
Aquí, en la pequeña Piggle, se percibe claramente: cuando la aterrorizada a la vez, luego le cuenta a todo el mundo: "el be-
barra sobre el Otro se hace presente, a causa de la aparición bé Winnicott estaba muy enojado,..".Éste es un rasgo singu-
de la hermana, entonces empieza la persecución, el supery6 lar de su práctica, la interpretación actuada, representada. El
profiere sus exigencias y la culpabilidad se agudiza. Primero, efecto de espejo es patente, sirve para hacer aparecer, para
ella intenta ser una pequeña niña modelo. Ella ordena, frota, designar las pulsiones del sujeto, en este caso Piggle. Están
limpia, cuando en realidad la mamá no se lo exige en absolu- también, es evidente, las interpretaciones proferidas clásica-
to y ni siquiera lo hace ella misma. Luego se arrepiente: 'Ya mente. Éstas son diversas, apuntan al amor-odio sobre el eje
no lo haré más...", incluso se inventa faltas. La madre nota a - a', o a la pulsión, entre otras, el furor de la voracidad oral,
que una vez, hace mucho tiempo, en un almacén, Piggle le- o finalmente el referente fálico.
vantó un poco la falda de su mamá -gesto muy instructivo-, Éste es el punto débil de Winnicott: su manera de tratar el
la madre se dio vuelta y le dio una pequeña palmada. Algunos problema de la castración y del falo. Lo que más le falta, si
meses más tarde, ella dice: "Mamá, yo nunca más volveré a puedo decirlo así, es precisamente la dimensión de la falta de
168
objeto. Winnicott, sin embargo, ha leído a Freud y se refier
él explícitamente cuando habla de la envidia de pene en la
ña, pero parece casi como una envidia de pene sin falo. A t
lo largo del análisis, él plantea una equivalencia, en ci
modo realista, entre lo que llama el zizi -se tradujo
francés-, y el seno, formados casi como objetos de la rea
perceptible. El zizi y el seno son tratados como dos figura
espejo que prestan también su cuerpo, ya lo he dicho.
cuando Piggle juega a nacer de entre las piernas de su pa
Winnicott no se da cuenta de que el significante del p
introduce algo aquí. Para él, es lo mismo que nacer de u
madre.
Finalmente, él deja escapar una interpretación, realmen
escandalosa de eso que ella sugiere. En esta interpretación V. LAS MUJERES E N LA CIVILIZACI~N
su versión de la pareja sexual, de lo que para él está en lu
de la metáfora paterna. Le dice concretamente que el
toma los "miams" de la mujer, pero que después se los
ve en forma de algo que le da, para que ella tenga un hijo. Di-
cho de otra manera, el hombre es un ladrón -Piggle lo dice e
cierto momento- pero jun ladrón arrepentido! Esto va hast
la inversión: es la madre quien tiene; cuando no tiene es po
que se lo quitaron y luego, se le puede devolver. La degr
dación del registro de la frustración es completa, expl
formulada de manera masiva y tiene por correlato una v
dera denegación de la falta fálica de la madre. Incluso, ni
quiera es kleiniano en este aspecto, en la medida en que
lanie Klein hace entrar el pene en el circuito de los objeto
desde el principio.
Hay algo alentador, y es que parece no haber hecho mu
chos daños, porque Piggle ha dado su propia interpretació
Podemos decir que el inconsciente es el que gana al final. P
ra retomar la expresión de Lacan en TeZevisidn, cuando dicd
que el chiste "le gana la mano al inconsciente", aquí es el
inconsciente de la pequeña Piggle el que le gana la mano a
Winnicott. Tengo más bien la impresión, bajo reserva, de que,
la interpretación de Winnicott es más vana que nociva, aun-,
que vaya en el mismo sentido en un punto: la falaz promesa
de recuperación.
LA HISTÉRICA EN LOS TIEMPOS DE LA CIENCIA
HYSTORIA
HYSTORIA
4. Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad feme- 5. Freud, S., "La feminidad", Nueunsean,G~enc~nsde mtroducaón o¿psi-
nina", en íhcritos2,ob. cit., pág. 709. coanáltsis,ob. cit., Tomo XXII, pág. 124
188 109
supuesta norma de la evolución femenina -el hacerse madre gian, fuera de la relación sexual propiamente dicha, las rnani-
como única salida socialmente aceptable que ofrecía la socie- festaciones de la relación del Otro barrado con el significante,
dad victoriana a las mujeres. Quizás debo matizar esta obser- y del goce otro. Ya no tenemos místicos y podemos preguntar-
vación, ya que se trata de una indicación muy discreta de nos si es posible identificar los sustitutos de los místicos de
Freud, y que además, inmediatamente después, agrega algu- ayer.
nas consideraciones sobre el valor erótico de la mujer-madre, Creo que el Otro absoluto, más precisamente la mujer en
consideraciones que van en una dirección muy diferente y que tanto que Otro absoluto, está en todas partes y asedia la figu-
incluso puede sorprender en aquel que diagnosticó muy bien r a de lo mismo. La civilización contemporánea ya no trata al
la degradación de la vida amorosa. Sin embargo, es un buen 1 Otro por la segregación -al menos en Occidente-. La segrega-
testimonio del lazo entre los hechos clínicos aislados por / ción interna era un tratamiento del Otro, sencillo, y quizás
Freud y el estado del discurso de su tiempo, para que no atri- : eficaz. Taponaba los problemas, administrando los espacios:
buyamos todo a sus prejuicios. 1 cada uno tenía su perímetro, y correlativamente sus tareas y
La falta fálica, su única referencia, d a solamente la mitad atributos. Para la mujer, la casa; para el hombre, el mundo;
del fenómeno. La otra mitad son los objetos que le responden para la mujer, el hijo; para el hombre, el ejercicio del poder,
como sustitutos. Éstos son función de los lazos sociales y de etc. Hoy, nos mezclamos y, como dice Lacan en TeZe~isión,~
los acomodamientos que programan entre los sexos y que, esto produce fantasmas inéditos.
ellos sí, son datados. De ahí podemos comprender el porqué En realidad, el ascenso del tema de las mujeres en el siglo,
de la impresión de Freud - e s su término- en cuanto a la iner- parece correlativo a la extensión del discurso de los derechos
cia de las posiciones libidinales de su mujer de treinta años del hombre y de los ideales de la justicia distributiva. Mien-
no sería hoy necesariamente compartida, incluso desde el tras más triunfa la ideología -creo que es el término ade-
punto de vista analítico. La definición histórica de los plus-de- cuado- de la justicia distributiva, con lo que implica de una
goce accesibles a la mujer, más exactamente, la serie reducida medida común, más el Otro y su goce opaco, fuera de la ley fá-
de los objetos compatibles con los semblantes de la mujer, de- lica, toma existencia. Se puede hablar del sujeto moderno, del
bían contar para algo en el bloqueo libidinal percibido por sujeto cartesiano, condicionado por el cogito, pero en lo que
Freud. Él presenta, no solamente, una mujer totalmente pre- concierne a la mujer contemporánea, saber si es moderna es
s a en la problemática fálica, sino que además la ve cautiva de otro problema: en tanto que sujeto, sin duda, como cualquie-
un estado de la sociedad, en el que no había salvación fuera ra, pero ¿no en tanto que Otro?
del matrimonio y que la condenaba, entonces, a no realizar su El Otro absoluto de un goce no-todo, que no se puede cal-
falicismo salvo algunas excepciones, exclusivamente como cular, no puede ser pensado como moderno, más aún si está
madre. Así, no se trata tanto de cuestionar los fenómenos per- forcluido de un discurso que se dice tal. Quizás puede ser lo
cibido~por Freud, sino de percibir lo que deben, a pesar del que contiene de fondo la expresión, más bieri anti-progesista,
universal de la castración, a los ofrecimientos del discurso de de "eterno femenino". En este punto no se excluye la posibili-
su tiempo. dad, para el psicoanálisis, de aportar su contribución. Si-
guiendo una indicación de Lacan en TeleuiSión, en la que es-
tablece un lazo entre "racismo" de los goces y la religión, para
FANTASMAS INÉDITOS predecir un remontar de esta última, podemos situar un tema
1
i
ficios y fracasos. Eso quiere decir que la identificación es el normas del Otro termina, si me puedo expresar así, al pie de
nombre que él da al proceso por el cual lo simbólico asegura la cama. A partir del momento en que se trata de los cuerpos
sus influencias sobre lo real. sexuados, el orden que instaura el discurso se revela incapaz
Con este complejo de Edipo y las diferentes identificacio- de corregir la desnaturalizacidn del hablante-ser, porque no
nes que genera, Freud d a co~isistenciaa Otro del discurso. tiene nada más que ofrecer para suplirlo que el semblante fá-
Otro que anuda sus normas, sus modelos, sus obligaciones y lico. Estas fórmulas escriben la distribución de los sujetos en-
sus prohibiciones, con la identidad anatómica. Otro, entonces, tre dos maneras de inscribirse en la función fálica, la que no
es nada más que la función de1 goce que, por el hecho del len- acerca de los rigores de una obligación, sea porque los sujetos
guaje, cae bajo el golpe de una castración.
Es hombre, el sujeto enteramente sometido a la función f4-
1l
¡
se reconocen, tanto en sus aspiraciones sexuadas que ellos su-
ponen venir de la naturaleza, o sea porque, al contrario, se
lica. Por eso, la castración es su destino como también lo es el sienten tan forzados que las viven sólo como síntoma y en el
goce fálico, al que accede por medio del fantasma. Es mujer, dolor. En los dos casos, sí hay elección, se trata verdadera-
al contrario, Otro, lo que no está todo sometido al régimen del mente de una elección forzada, elección entre el todo y el no-
goce fálico, y que se beneficia de un goce otro, suplementario, todo fálico; y aquel que se designa como el sujeto, lejos de ser
sin el soporte de ningún objeto o semblante. el agente, en realidad es el que paga los costos.
Vemos que esta distribución es binaria, como la sex ratio Los sujetos, autorizándose ellos mismos como seres sexua-
que, no se sabe por qué, y, hasta nueva orden, reparte de ma- dos, según el Seminario Le non dupes errent,l están obligados
nera más o menos igual en la especie los machos y las hem- (a elegir) por culpa del inconsciente que habla. iMaldición!
bras. Sin embargo, lejos de ser un simple efecto de esta repar- Eso trae la desgracia, puesto que el inconsciente dice mal el
tición natural, la binaridad del sexo, según Lacan, depende de Sexo, sin que uno se dé cuenta siempre; desde que se lo sabe
una necesidad muy diferente, necesidad lógica, dependiente estructurado como un lenguaje, "que de tanto hablar, era po-
de las obligaciones de la significancia y que, curiosamente, re- co lo dicho".2 Tampoco se dice mucho del Uno fálico, con sus
duce la facticidad del sexo a la sola elección entre el todo y el adherencias narcisistas, y nada se dice "de lo que se le qui-
no todo fálico. ta",3 a saber nada del Otro, que ex-siste aún más. Se concluye
La tesis hace surgir una extraña homología entre dos al- entonces que el inconsciente es homosexual -otra manera de
ternativas heterogéneas, macho-hembra y hombre-mujer, que decir, como lo hacía Freud, que hay una sola libido-. Tal es la
podemos, sin embargo, decir reales las dos: la una -la de lo vi- maldición que deja el Otro del Sexo forcluido. El "no hay rela-
viente sexuado-, porque depende de la naturaleza y de sus re- ción sexual" con el cual Lacan formula el decir implícito de
gularidades constatadas; la otra -la del hablante-ser- porque Freud, quiere decir que en la propia relación sexual, a pesar
depende de las obligaciones lógicas del lenguaje, las que no del amor y del deseo, el goce, en tanto que fálico, no da nin-
cesan de escribirse y que tienen valor de real en lo simbólico. gún acceso a algún goce del Otro.
"Pueden escoger" no implica ningún libre albedrío: prime- Entonces, se percibe otra disyunción entre la elección del
ro, quiere decir que las dos alternativas no son isomorfas, lue- goce y la elección del objeto. Gide y Montherlant, por tomar
go que, en su hiato, se insinúan todas las discordancias que ejemplos de la literatura, bastan para ilustrarla; ellos, quie-
atestan la clínica entre el sexo del estado civil y el sexo eróge- nes a pesar de no acercarse a las mujeres, no son menos
no. Allí se verifica, en efecto, que la anatomía no hace el des- hombres, tan apegados como están al goce del órgano. Gene-
tino de Eros, aunque para cada "hablante-ser" aquella sea un ralmente además, no se puede desconocer tampoco que, fran-
daño apriori: dicho de otra manera, hay hombres y hay muje-
res en el sentido del estado civil, que no son hombres o muje-
1. En francés hay homofonía entre los significados:'Los no engañados.
res en el sentido sexuado -entonces, hay elección-. erranny "Los nombres del padre" [N. de la T.].
El término "elección" permanece, sin embargo, paradójico, 2. Lacan, J., "El atolondradicho",ob. cit., pág., 38.
frente a la experiencia más común que testimonia más bien 3' Ibíd.
gen especular, reconocida desde hace mucho tiempo, en su homosexuales, negras y obesas; y lo culminante fue la narra-
tadio del espejo, para añadir después, al final, que v ción de un amor de toda la vida, formada al borde la muerte,
inconsciente, encontrando su resorte en el enigma p en el umbral de salida de un campo de exterminación nazi.
por el sujeto, quien, por el hecho de hablar, es transform En cuanto al mensaje, había uno, uno solo, siempre el mismo:
en sujeto del inconsciente. m& allá de las circunstancias, decían, confrontándolo al enig-
Ya en "El atolondradicho", en una página dificil,5 plan ma de la sin razón, la instantánea certeza de haberse recono-
ba que allí donde está el dos del sexo, aquel que sería S cido.
da falta, inaccesible, es el semejante, la imagen del Lacan refiere este reconocimiento, a la opaca percepción
del espejo, el que se saca, se roba o se ~ i e m b r asustrayen
,~ del modo en que cada uno es afectado por su destino de sole-
la libido e inseminándose con ella, puesto que ése es el sen dad. Aquí, otra vez, el amor va de él mismo a él mismo, y no
do de esos dos verbos. Sembrar y cribar. La imagen se del uno al Otro. No se trata de la mismidad de la imagen que '
cuentra "encinta", a título de sustituto, digamos de suple está en juego aquí, ni tampoco de la suerte común, que el in-
imaginaria del Otro inaccesible. Podríamos escribirla co consciente que habla reserva a cada cual, sino de otra mismi-
una sustitución metafórica: i (a)/A barrado. Siguiendo los mi dad, más oscura, que pertenece a la manera como cada uno
mos equívocos, podría permitirme evocar aquí "d'emblauu responde a esa suerte y soporta su destino de hablante-ser.
(la tierra sembrada-robada) si el término, voluntariamen Entonces, depende de una opción que tenemos que definir co-
neológico, da a entender, en este robo de la libido por la im mo ética, singular y original, y que el discurso analítico some-
gen genérica de la especie, un.., error (bauure)de la estructw te a su imperativo del bien-decir: bien decir lo que del fantas-
ra, la que precisamente hace que el amor sea " h o m m o s ~ ma y10 del síntoma suple a la forclusión del sexo.
, ~ dos mm como lo dice Lacan -sin traicionar cu
~ u a l " con
Freud, quien ya lo sabía-. Es porque por amar demasiado el Podemos preguntar: jcómo concuerdan estas conclusiones
hábito, es decir la imagen, el amor queda "fuera de sexo".8 con el espíritu de nuestro tiempo? En efecto, dado el orden
Está fuera de sexo cuando permite, a falta de relación se- que instaura entre los sexos, dada la "base" de los prejuicios
xual y según las contingencias del encuentro, una relación de que mantiene por los ofrecimientos de goce que presenta a
sujeto a sujeto, puesto que ésa es la nueva definición del amor sus sujetos, el discurso mismo intenta domesticar el impasse
propuesta al final de Aun. Para asegurarse de que esto existe sexual y la falta del Otro-que-no-existe.Sin duda, el discurso
de verdad, había que ver este año, en la televisión francesa, el se detiene en el borde de l a cama, ya lo dije, allí donde empie-
día de San Valentín, un programa de la cadena de televisión za la exploración del Seminario Aun, pero lo hace asediando
francesa Arte sobre el amor a primera vista.g Presentaron los bordes de ese agujero, donde residen sus semblantes, sus
una serie de testimonios; primero, algunas parejas, hombre- normas y sus reglas. Cada sujeto los encuentra como una
mujer, sin otra historia que la de s u amor a primera vista; suerte de pre-tratamiento, que da la civilizaciBn a la carencia
luego una pareja, recién formada, de dos mujeres americanas, sexual; el inconsciente no es todo individual sino que es el eje
principal del discurso que regula una comunidad. El nuestro
h a promovido, con los derechos humanos, los valbres de igual-
5. Lacan, J., "El atolondradicho", ob. cit., pág. 38.
6. En francés hay homofonía entre s'emóle (roba) y s'embraue (siembra)
[N. de la T.].
7. Véase pie de pggina 1, en la página 132 [N. de la T.].
8. Lacan, J., SeminarioXE: Aun, ob. cit. pág. 103.
1 dad entre los sexos, que coinciden -¿es una casualidad?- con
los arreglos, cada vez más unisexos, de los estilos de vida que
orientan el mercado de los nuevos objetos hechos para que go-
cen todos. No se puede desconocer que hoy las conductas axno-
9. Este programa fue presentado en 1997, rosas se encuentran profundamente transformadas,
Nuevas costumbres sión clásica, ya no cautiva nuestros goces, y nos deja ahora
sólo amores sin modelos, construidos como el síntoma y en
De hecho, los últimos decenios han registrado un cambio los cuales presiden, en sus conjugaciones aleatorias, las con-
inédito de las costumbres, que la legislación adopta, cada vea tingencias de los encuentros y los automatones del incons-
más, legalizando progresivamente prácticas sexuales que ha- ciente.
brían sido inadmisibles hace sólo cincuenta años. Hoy, Clau-
del no podría imaginarse haciendo un chiste, a propósito de la
tolerancia, diciendo que hay casas para eso. Dejo de lado la LA ~ T I C ADEL SOLTERO
cuestión de saber lo que, en nuestra civilización, condiciona
este liberalismo que, en realidad, no es total, puesto que cons- Entonces, se presenta un interrogante: json equivalentes
tantemente suscita reacciones contrarias, pero que además ya entre sí las diferentes soluciones sintomáticas con las cuales
es un hecho, creo, irreversible. Observamos que no se limita a los sujetos resuelven la ausencia de relación entre los sexos?
dar finalmente el derecho de ciudadanía a la vieja homose- ¿Tienen un mismo valor? Es una cuestión delicada, sin duda,
xualidad; aunque el corto siglo que separa las cárceles de Os- pero inevitable, ya toda forma clínica, sea neurosis, psicosis o
car Wilde de nuestros matrimonios entre homosexuales, per- perversión, o más generalmente la clínica del amor, supone
mite medir la precipitación. No se tienen prejuicios contra en cada caso la opción ética del sujeto. Además, el término
cualquier práctica, cuando el fantasma las inaugura y se en- "defensa", incluido en la noción freudiana de psiconeurosis de
cuentra un partenaim que consienta. defensa, implicaba la ética en la sintomatología. La perver-
Las diferentes escenas sexuales que descubrió laboriosa- sión generalizada no puede escapar a esto, puesto que ella
mente Freud en el corazón del inconsciente, hoy son exhibi- también da lugar a elecciones éticas diversas, que el discurso
das a los ojos de todos, tanto niños como adultos, y los Tres analítico debe esclarecer.
ensayos de teoria sexual que, en 1905, provocaban escándalo, De hecho, la pregunta debe ser reformulada, puesto que no
pecan hoy por su banalidad, mientras que las teorías supues- hay una ética, en singular, sino éticas, propias de cada discur-
tamente perversas del niño que inventa su respuesta al mis- so en tanto que tipo de lazo social. Por eso, Lacan hablaba
terio de la unión carnal de sus padres, son cotidianamente "del racismo de los discursos en acción", a saber, de la aver-
ilustradas en la pequeña pantalla, ya que allí se expone con sión recíproca para los acomodamientos de goce, que presiden
toda tranquilidad el abanico entero de los diversos fantas- los discursos diferentes. Falta, sin embargo, e irremediable-
mas. Esto ocurre como si el siglo hubiera aprendido la lección mente, l a vertical que permitiría jerarquizar legítimamente
de la perversión masculina generalizada que yo evocaba an- los síntomas propios de cada cual. El psicoantilisis sólo puede
tes. Sabemos ahora, y el psicoanálisis tiene en esto su parti- "dejar constancia"1° con respecto a eso, ya que no es más que
cipación, que cada cual goza de su inconsciente y de sus fan- un discurso entre otros. No es extraño que los psicoanalistas
tasmas. Más, quisieran tener esto en cuenta en la palabra y prefieran ese discurso, pero si se erigen en rectificadores de
en la práctica (véase la sexología y todos los esfuerzos para costumbres, cometen simplemente un abuso.
hablar de ella y hacer que se hable de ella) puesto que a par- Ahora bien, hoy asistimos a la ascensión de lo que Lacan
tir de ahora, ya tuve la oportunidad de decirlo, el goce sexual llamó de manera muy graciosa "la ética del soltero". L a arnis-
se reivindica como un derecho. Este nuevo cinismo se aumen- tad griega, laphilia antigua, ilustrá esa ética en el pasado.
t a aún por el hecho de que los paradigmas del amor, elabora-
dos en otros tiempos, han perdido ya su actualidad. Laphilia
griega, el modelo cortés, el amor divino de los místicos, la pa- 10. La expresión es de Lacan.
Más cerca de nosotros, Henry de Montherlant la encarnó; Im- cer el inventario de las diversas irnplicaciones subjetivas.
manuel Kant hizo de ella un sistema, con su "razón práctica* En todo caso, en este aspecto, se ve que la homosexualidad
porque, pretendiendo determinar una voluntad, excluyendo femenina es una opción completaniente diferente: su ética le
todos los móviles y todos los objetos llamados patológicos de la deja su lugar al Otro del sexo, sin eliminar por otra parte un
sensibilidad, es evidente que lo que el imperativo categórico lazo secreto con el hombre. Por eso, como lo recordé antes, La-
de la ley moral, en su extremismo, más allá de todos los inte- can podía sostener, en 1958, al contrario de Freud, que el
reses, proscribe es la exclusión de la mujer misma. Esta ética, Eros de esta homosexualidad, tal como lo ilustran las Precio-
también, está "fuera del sexo", hace cortocircuito con el Otrol1 sas,13 trabaja en contra de la entropía social gracias a la in-
en provecho de lo mismo. En cada opción, el sujeto se "sus- formación que transporta, y Lacan subrayaba en 1973 que to-
trae"12 de la Alteridad para quedarse en el refbgio del Uno fá- do el que ama a las mujeres es heterosexual, sea hombre o
lico. Es una estrategia de erradicación del Otro, erradicación mujer, puesto que si entre los sexos no hay relación sexual,
en acto que duplica su forclusión estructural y que, además, hay, sin embargo, una posibilidad de amor sexuado.
no es forzosamente incompatible con alguna fascinación por el Yo llamo ética-hétero (no digo heterosexual) a la ética, en-
goce suplementario de la mujer. tre otras, que instaura el Otro del sexo en el lugar del sínto-
ma. Evidentemente, no se puede confundir con una promoción
de los valores del conjugo, puesto que éste no tiene nada que
ABONADOS AL INCONSCIENTE HOMOSEXUAL ver con la ética, al menos si se define la ética en relación con
el real. Esta ética constituye una respuesta diferente a lo im-
En la cuenta de esta ética del soltero ponemos no solamen- posible de la relación, una respuesta que mantiene el interés
te la homosexualidad a la manera Montherlant (hay otros ti- hacia el Otro. Más aún, le da existencia, aunque sin beneficio
pos), también todos los que, por otras vías, logran evitar el para la relación sexual, ya que el encuentro fracasado perxna-
acercamiento del Otro, todos los que yo podría llamar absten- nece irreductible. De golpe, el seductor "machista", pesadilla
cionista~o los huelguistas del Otro, entre ellos todos los mas- de toda ideología igualitaria, retomaría incluso algunos méri-
turbadores decididos, y también paradójicamente, ciertas mu- tos, ya que con su arrogancia conquistadora no puede evitar
jeres histéricas enteramente dedicadas al Uno, sin olvidar lo elevar en su estima eso mismo que pretende degradar con su
que podría emerger de una nueva indiferencia en los sexless desprecio, a saber, el Otro femenino.
que evocaré más adelante. Inevitablemente, hay que interrogar, en ese asunto, las
A todos les digo que están abonados al inconsciente homo- presiones que ejerce el discurso contemporáneo. En este fin
sexual, para hacer eco al desabonado del inconsciente que es del siglo XX, en cuanto a la regulación de las relaciones entre
Joyce, y para marcar que el inconsciente, por ser homosexual, los sexos, el conjunto de nuestro discurso me parece de una
no es lo que decide que la elección sea homo o hétero. La deci- complicidad evidente; con esto quiero decir que está en empa-
sión vuelve, en cada caso, a la contingencia de las respuestas tía con la ética del soltero, y quisiera decir por cuáles vías.
del goce en el acercamiento erótico. No se ve lo que permitiría Son diversas, creo yo, pero una de ellas pasa por los derechos
decir que una respuesta vale más que otra, pero podemos ha- humanos.
229
absoluto -de allí a decir mal de él no hay, por otra parte más la hoy casi completa globalización del capitalismo libei-al, Es
que un paso-. El amor aspiraría al dos, para inscribir la rela- cierto que la existencia del discurso analítico y las revelacio-
ción de fusión o de efusión de los partenaires, pero el incons- nes que éste trae a la luz le deben mucho a esta coyuntura,
ciente condena al sujeto a separarse del Sexo. Entre el hom- pero, por otra parte, es también muy cierto que nos debemos
bre y la mujer está el muro, el muro del lenguaje, decía preguntar por los efectos de retorno de un siglo de freudismo
Lacan, quien forjó su "amuron3para estigmatizar el impasse sobre los fenómenos reportados. Se impone un diagnóstico ac-
en el lugar donde se manifiesta. tualizado de lo que propone nuestro tiempo en este punto.
No es por casualidad si hubo que llegar al siglo XX para lo-
grar formular, en un decir metódico, lo que se presentía desde
siempre. En efecto, el Hombre, si él se hace a partir del len- FIGURAS DEL AMOR
guaje, en consecuencia es un hablante-ser; pero él se hace
también por medio de otra dit-mensión (dicho-men~ión)~ que Dije figuras del amor, puesto que el amor se inventa, entre
Lacan denominó discurso, o sea, una combinación de los "há- simbólico e imaginario, por medio del discurso que erige los
bitos", de los "usos y costumbres", como se decía antiguamen- semblantes capaces de cautivarlo. Sus formas históricas son
te, que proponía a cada comunidad histórica una reglamenta- un producto del arte que cultivan las diversas sublimaciones,
ción de los goces permitidos, o sea, posibles, adecuados para religiosas y literarias entre otras. De civilización en civiliza-
asegurar una configuración estable y tolerable del lazo social. ción, de siglo en siglo, podemos seguir los ajustes sucesivos co-
El único remedio para las desgracias de la existencia y del se- mo Denis de Rougemont lo hizo para O c ~ i d e n t eHoy,
. ~ de !o
xo era ese discurso. El remedio es, por otra parte, bastante in- que él describió subsiste muy poco, casi nada -aparte quizás
cómodo puesto que los discursos son plurales, como lo mues- la nostalgia que aún se canta-. ¿Cómo una época, en la que la
tra la historia de las sociedades, la singularidad del Hombre ciencia llevó a cabo el derrumbe de todos los semblantes tra-
en su pretensión a lo universal se encuentra muy afectada dicionales, el del padre mayúsculo y también el de La mujer,
-pero éste no es el problema que hoy me ocupa-. c6mo esa época sería la de un nuevo amor?
En todo caso, Freud no se equivocó cuando creyó poder im- Dado el hecho de que la ciencia, en el sentido en que la en-
putar a la civilización ferozmente sacrificial del capitalismo tiende Lacan, emerge en el siglo XVII, tomaré mi punto de
moderno, el impasse de un "malestar" irreductible. Sabemos partida allí. El amor, tal como se exhibe en el escenario del
que, en el curso de los siglos, otras culturas han logrado enga- teatro clásico, en la Corte de Francia, donde precisamente se
tuzar este impasse y taponar las aporías estructurales del se- pensaba encarnar lo universal del hombre civilizado, nos pue-
xo, inventando ya sea figuras del amor o, al contrario, prácti- de servir de punto de comparación, o como modelo contrasta-
cas de desapego -con este propósito Lacan evoca el Tao-. Pero do que quizás representa el fin de un mundo.
ahora tenemos acceso a aquellas soluciones sólo por el camino
desierto de la erudición, un camino incapaz de darles vida. Y
sin duda, el psicoanálisis no hace nada más que revelar lo que La gloria
deja al descubierto la civilización de la ciencia, ordenada por
Los bellos análisis que presenta Francois Regnault en La
doctrine inouie (La doctrina inaudita) me servirán de guía.
3. Neologismo formado a partir de las palabras amorir (amor) y Mur (mu-
ro) [N. de la T.].
4. Véase nota 14, p6g. 212, m6s arriba. 5. De Rougemont, Denis, LHmortr e¿C'Occident,Pan's, Plon, 1938.
Primero, retengo su lección sobre la gloria, esa gloria de la en la cual las satisfacciones conjugadas del Eros, de la afirma-
que hablan los héroes de Corneille y de Racine y por la cual ción de sí mismo y de l a inscripción en la comunidad conver-
identifican su ser. Se conjugan las significaciones del amor y gen y se anudan en un solo nudo de-áui-sens(goce-sentido).
de la política en sus formas eminentes. Destino privado y des-
tino público, intimidad del sentimiento e inscripción en la co-
munidad se unen acá para que se realice el héroe clásico, pa- Punto de capitón
r a quien nunca se pierde ni se gana un destino sin el otro, ya
que ese teatro los hace "equivalerse". Se anudan, cito: No es por azar que, en el momento de inventar la noción
del punto de capitón, como punto de anudamiento del signifi-
en un nudo subjetivo en el cual un sujeto se anuda con una mu- cante y del significado, inmediatamente antes de adjudicarle
jer (o una mujer con un hombre) y, al mismo tiempo, se anuda la satisfacción que los liga, Lacan buscó su primera ilustra-
con la figura que dejará en el mundo o en el más allá. Lo que sig- ción en este mismo teatro clásico, recurriendo a la primera es-
nifica que un hombre o una mujer no realiza su existencia si no
es amado.6 cena de AthaZie de Racine y al significante "temor a Dios".
Curiosamente el mismo con el que Descartes, muchos años
Tal es entonces la significación mayor que funda todos los antes de su cogito, encabeza uno de sus manuscritos8 titidado
PreámbuZos. Lacan conocía este preámbulo, puesto que lo ci-
resortes trágicos de este teatro, y que confiere a sus héroes
una unidad rara, preservada del despedazamiento y de la al- ta, atribuyéndolo por un lapsus de memoria a una Carta a
Beckman. Eso significaba remontar hasta el significante de
ternativa, no menos por otra parte que la vana gloria moder-
excepción, condicionando todos los "acolchamientos" del dis-
na, pues los derechos del amor, del narcisismo y de la colecti-
curso, aquellos precisamente que el puro sujeto de la ciencia,
vidad se conjugan ahí en armonía.
aislado por Descartes, iba a sacudir.
La armonia
Disyuncidn
Un segundo rasgo notable redobla este efecto: es que aquí,
Nos damos cuenta hasta qué punto ese nudo de la gloria se
el amor no va sin la confesión. Siempre se declara, incluso se
perdió para nosotros. Lo fue, además, mucho antes de nuestro
concluye. No se trata del amor sobreentendido que evoca me-
siglo; el teatro romántico del siglo XIX lo demuestra. El amor
tonímicamente el teatro barroco, tampoco se trata del amor
y la política están presentes pero disyuntos, n o están anuda-
que la preciosidad siempre aplaza en nuevos rodeos, sino del
dos, sino simplemente trenzados en peripecias alternadas, de
amor confeso, en que la declaración "decide del amor indecidi-
fracaso o de éxito. Y si, a veces, llegan a unirse, es por el efec-
ble",7 en un momento de conclusión nunca escamoteado. Veo
to de un azar afortunado, más bien efimero y no por una im-
aquí una característica mayor, que por no depender de la fa-
plicación recíproca. Que se sueñe en Lort.nzaccCo, Uerndn,
mosa regla de las tres unidades, introduce en este teatro una
Chutterton: todos ilustran el misrno desdoblamiento, la rnis-
unidad mucho más certera: aquella que le confiere el acolcha-
ma separación de los objetivos privados y de los públicos, di-
do de todo el discurso por esta noción prevalente de la gloria,
6. Regnault, Franpois, La doctrine inouie, Hattier, 1996, pág. 58. Initiurr sapientae Lmor do-
8. El título completo en latín era: P/'~urnbuZa.
7.Ibíd., p6g. 31. mini.
232 233
gamos, los del amor y los de la ambición. Al final del siglo de El siglo XIX también aporta aquí su testimonio, cuando la
donde emerge, Freud hereda evidentemente esta disyunción novela se inspira, precisamente, en los sucesos breves, sin du-
que él mismo retoma, evocando los dos polos donde fracasa la da para sacar algo de la virulencia de la pasión como signo de
neurosis: el amor y el trabajo. Es la misma disyunción que lo real, Sabemos, por ejemplo, que el crimen de Julián Sorel,
volvemos a encontrar en los propósitos del analizante de hoy, en Rcyo y Negro, ha tenido sus precursores en dos hechos san-
cuando lamenta fracasar en el uno o en el otro, a veces tam- grientos: la ejecución de un seminarista guillotinado en 1828
bién.. . jen los dos! y el asesinato de una amante infiel. Los contemporáneos, por
otra parte, han manifestado aquello a lo cual cada uno fue
sensible, al buen gusto, sin duda, cuando el propio Mérimée
"HAzAÑAS" DEL AMOR Y SUCESOS BREVES comentaba a este propósito: "¡Las llagas del corazón son de-
masiado puercas para ser mostradas desnudas!" Se ha prefe-
Se objetará que no se puede comparar el teatro con la rea- rido La cartuja de Parma, más apolínea sin duda o, como se
lidad, y todavía menos u n éxito en el teatro con un fracaso en dice hoy, más soB. Del mismo modo, Madame Bovary, que se
la realidad. ¿Y por qué no? Desde el momento en que los dos, convertiría en un paradigma, fue precedida en los anales por
teatro y realidad, son productos del discurso; entonces el uno una señora llamada Delphine Delamare.
y el otro testimonian hechos que produce el discurso. Sin du-
da no se podría decir lo mismo de lo real, pero justamente, en
cuanto al amor, se lo representa tan a menudo en un escena-
rio, que lo que comporta de real se convierte en un problema.
Es la tesis de Lacan en TeZeuisidn. La escena en la que se ex- Recuerdo aquí a Stendhal y a Flaubert como dos balizas en
hiben las "acciones más eminentesngdel amor, es a tal p u t o el camino seguido por el discurso.
aquella del fantasma, que uno se pregunta -sin tener necesi- El primero cuando escribe, no su novela de pasión sino su
dad del analista para ello- si la vida no es sueño. Nada nos lo estudio Sobre ed amor, hace la apología de Werther, quien
asegura, añade Lacan, salvo el hecho de que ise lo mata! Tra- ama, en contra de Don Juan, quien posee. Así, da a conocer
duzco así: de las hazañas del amor a lo que ahora se titula por anticipación la degradación sintomática de la vida amoro-
"sucesos breves" de los crímenes pasionales, no hay sino un sa que Freud estudiará; añade solamente una exaltación bien
paso; quizás el que m6s se aproxima a lo real. Nada mejor romántica del sentimiento.
(que un crimen) para hacer que un amor sea creíble. El amor Me parece que, más sutilmente, con La edzcación sentz-
a muerte no es un tema moderno, sin duda: Tristán e Isolda, mentad, el segundo introduce otra cosa. Su Frederic Moreau
pareja de leyenda inscripta en el inconsciente occidental ya no es el héroe de la pasión; no es aún el irrisorio héroe del
(véase Denis de Rougemont) marcaban el lugar de un imposi- siglo XX,pero ya está bastante desilusionado. Sentimientos
ble. Pero la muerte de la que hablamos pasó ahora del mito a vivos, cierta sensibilidad, incluso delicadeza de emoción, pero
los sucesos breves, y ¡eso es un cambio tremendo! ¿Un cambio nada de un deseo decidido. Invertebrado y flotante, nunca
que va de la percepción de una necesidad de discurso, en el concluye, nunca decide, se deja llevar por las circunstancias,
primer caso, a una contingencia solamente.. . impactante en los encuentros o los azares de los acontecimientos, en amor
el segundo? como en política. Sin embargo, al final, una vez sentimental-
mente educado, cuando ha perdido todos sus ídolos, tanto los
del amor como los de los sentidos, ese veleidoso, siempre in-
9. Lacan, J., Psícoanálisis, radiofonhy ter'evisidn,ob. cit., phg. 1%. deciso, concluye en la última rdplica sobre lo que valió la pe-
na. Se vuelve a encontrar con su viejo amigo Deslauriers, lidad",12 perdidos e irrisorios, patéticos o grotescos, sin pro-
quien ha perdido sus esperanzas políticas; los dos evocan sue yecto, sin porvenir, fuera del lazo social. Para ellos, no hay si-
amigos, resumen su vida, exhuman su juventud, sus recuer- quiera alternativa, ni el amor, ni la ambición ni la gloria, ni
dos de colegio, hasta el famoso día en que quisieron visitar a tampoco la vanagloria, aunque quizás el nuevo narcisismo de
las damas; evocan cómo Fréderic había huido, completamen- una apatía de desesperanza. Héroes de la inconsistencia,
te asustado, cuando escuchó sus risas y vio su pequeño grupo cuentan las horas o los días, se estancan un una intemporali-
y cómo se armó todo un escándalo... En el calor de los re-
cuerdos, por fin, cae la conclusión: "iEn ese entonces fue
cuando fuimos más felices!", dice Fréderic.l0 Deslauriers, el
1 dad inerte, a-significante, que ignora tanto la significación de
la prisa como el momento de concluir. Aquí, no hay nada sus-
ceptible de acolchonar el discurso. Es lógico, a partir del mo-
político fracasado, aprueba, pero hesita un tanto, arriesga un mento en que el mismo siglo, con su literatura llamada de
quizás interrogativo: ''¿Si? ¿Tal vez?. .. ¡Fue cuando fuimos vanguardia, juega más con la letra, oponiéndose precisamen-
más felices!". te a la puntuación, incluso suprimiéndola, cuando se trata de
Ésta es la palabra de la nostalgia: la elección del sueño an- Apollinaire, precedido un poco por Mallarmé, es cierto; o, por
tes que la vida, las esperanzas del pasado contra la experien- otra parte, cuando juega en la escritura surrealista, con los
cia adquirida y la delectación de la desilusión. Esta elección automatismos del lenguaje, en contra de las intenciones de
se puede interpretar. Pues, finalmente, no es confesar que, a autor; o sea, en fin, cuando cultiva el enigma asemántico con
pesar de todas las desilusiones del amor y de la vida, brilla to- Joyce.
davía en la memoria el recuerdo de la barra de muchachos, Todos los posmodernos, dice la gente. En efecto; y si no,
que fue también la época de antes de las mujeres: nos lo re- entonces, Claudel, un grande, uno de antes, fuera de siglo, es
cuerda con precisión el episodio de su ida fracasada adonde entonces una causa perdida. Y no olvido a Brecht, un grande
las profesionales, por si acaso lo olvidáramos. Así, cuando cae también, con sus epopeyas de la miseria en marcha; pero me
el grito del corazón, que "acolchona" toda la novela y para el temo que el curso de la historia lo haya inscrito ya en la cuen-
conteo de los goces, es.. . la libido homosexual la que da la cla- t a de un "para la memoria". Y ¿qué viene después? En la filo-
ve de la c o n c l u ~ i ó nFreud
. ~ ~ no está lejos: jestamos en 1863! sofía, la moral, vemos lo que nos espera: en todos los lugares
donde no están los fundamentalistas religiosos, como no sabe
a qué santo encomendarse, la gente pone sus esperanzas en
los acuerdos de la sociedad, y se apela a la trilogía debate-
consenso-contrato. Véanse Habermas, Rawls y muchos otros.
Sin embargo, me quedo con la literatura o el teatro para Nada más respetable y vale la pena detenerse, pero en cuan-
cernir lo propio de nuestro siglo. &te hace subir al escenario to a alimentar un teatro con las pasiones del amor, jnada que
algo muy diferente, lo sabemos: los Ubú, los Roquetin, los Go- ver con eso! Quizás, en cambio, como lo he dicho antes, el ma-
doy, todos los insomnes de todos los diarios "de la intranqui- trimonio podría encontrar una resurrección. Se lo necesitaría
mucho, ya que fundado ahora sobre la sola elección del amor,
es decir, sobre lo más efímero y contingente, está amenazado
10. Flaubert, Gustav, La educación sentimental. por los mismos azares.
11. Basta con remitirse a las Memorias de un loco que Flaubert escribió
unos treinta años antes, para darse cuenta de que un eventual contrapunto
homosexual, frente a las desgracias del amor, estaba ya explícito, pues él evo-
ca sus formas sublimadas, en relación directa con varias observaciones sobre
las mujeres. Ibíd. 12. Véase Pessoa, Fernando, Ellibro del desasostego.
237
BALANCE que h a promovido el siglo XX, alimenta una insatisfacción,
ella también generalizada, desde donde, además, s e puede por
Vuelvo a nuestra realidad, poco favorable a los mitos del otra parte recurrir aún al psicoanálísis.
amor, puesto que el superyó consumidor, el nuevo estatuto de
los semblantes así como las prácticas consensuales que les co-
rresponden, le hacen una triple objeción.
Tenemos que precisar, tal vez, qué es lo que nos permite, FUNCIÓN DEL AMOR
con Lacan, hablar del Otro con mayúscula como si existiera
cuando, desde hace al menos dos siglos, todo el Occidente de- Evoqué antes la expresión que utilizaba Lacan para desig-
plora su fin. Es porque la estructura se encarna en él. Es ver- n a r a la gente femenina: las "apelantes del sexon. ¿Cómo se
dad que el no-todo impide toda predicación universal, puesto hará oír, ahora, a partir de este momento, esta expresión? El
que del múltiple, hace solamente serie a falta del término de feminismo no la puede encarnar, puesto que no hace nada
excepción que constituiría un conjunto con él, pero ese no-to- más que repercutir en los problemas evocados más arriba,
do está habitado por el goce del otro que la feminidad sustrae, porque está cruelmente dividido entre la reivindicación de
puesto que ella existe y que, además, no hace nada más que una igualdad entre los semejantes y una feminidad incon-
ex-sistir, realmente, como al margen. Al menos es la tesis del mensurable, elevada a la ficción. Si s e piensa que el amor es
Seminario Aun que está presente también en "El atolondradi- s u lugar casi natural, que nunca podría cesar de hacerse to-
cho". Por eso, Lacan podía decir que las mujeres son Otras, davía oír, entonces habrá que inquietarse sin duda por lo que
pero también son reales. evocaba antes, y de lo cual testimonian muchas mujeres en el
Más generalmente, el Otro toma existencia cada vez que la análisis, a saber: que una vez pasada la euforia de la conquis-
pulsión se impone fuera de los límites y de las formas que cir- t a , los "partidarios del deseo" se sustraen más bien a l a de-
cunscribe un discurso. Pero hay que darse cuenta también de manda. Seducir, sí, mostrar una amante, seguro, pero acer-
carse al Otro... jno mucho!
16. Al menos, es la hipotesis que yo había hecho a propdsito de "Lahisté- E n este contexto hay que volver a examinar, sin duda, el
rica en el discurso de la ciencia". alcance social de la exigencia femenina del amor, en tanto que
su especificidad no se reabsorbe en lo unisexo creciente, ni en Linda, esta expresión: "poder débil de malaventura/mis je-
el igualitarismo contractual. Las indicaciones de Lacan, tal fes" para designar algo que no se pone suficientemente de re-
como yo las leo, van en el sentido de afirmar a la vez su irre- lieve: la coalescencia del significante, siempre bobo, y de l a
ductibilidad a lo semejante y su función positiva en el lazo so- consigna estúpida de un objeto.
cial. Puesto que decimos "el amor" pero no hay el amor en sin- Podemos distinguir los niveles de esta estructura. Del li-
gular, sino más bien amores. De diversos tipos. der a sus seguidores, el rasgo ideal, "rasgo unario" (RU), fun-
Freud, en este punto, abrió el camino, con su famoso texto da un lazo que se puede denominar vertical, que no es un ras-
Psicodogia de das masas y análisis delyo. Es verdad que allí se go de identidad, sino más bien de disparidad. Por el contrario,
habla de un amor socializante, pero no se trata del amor de como entre los miembros de la masa, funda horizontalmente,
pareja, y menos aún de las mujeres, a pesar de que Freud si me puedo expresar así, una identificación recíproca que ha-
ponga en serie el amor al jefe, la hipnosis y el amor de trans- ce unión.
ferencia. Se trata del amor que está en el fundamento de lo
compacto de las masas, con todo lo que implica de sumisión
infantil y ciega, frente al sustituto del padre-objeto.
El esquema de Freud es muy sencillo: como principio del
grupo, él ubica el amor en el lugar de lo que llama un ideal
del yo -para nosotros, un significante amo- y que, por ser co-
mún a los diferentes "yo" que componen el grupo, va a permi- Tendríamos que escribirlo en dos palabras: esta unión, con
tir su identificación recíproca y que constituyan un conjunto. un guiÓn,l9 esta ~ni-on,~O es justamente lo que condiciona el
Lacan, explícitamente, retoma tal cual este esquema del gru- unísono en el seno del grupo de todos los "uno", de los "se", del
po en "Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache" de "todos iguales, semejantes", de la masa unida. Además, esto
los Escritos.17Cito: no constituye algo referido al uno, al contrario, es exactamen-
te lo que significa el gran tema de la soledad en la masa. Esta
Freud nos mostró cómo un objeto reducido a su realidad más es- unión es justamente la que manifiesta lo uniforme. La lengua
túpida, pero puesto por cierto número de sujetos en una función lo expresa de manera magnífica, ya que el uniforme como ves-
de denominador común, que confirma lo que diremos de su fun- tido es lo que, a nivel de la forma visible, de la envoltura, pre-
ción de insignia, es capaz de precipitar la identificación del YO
sentifica la homogeneización de los "yoes", la uniformidad que
ideal hasta ese poder débil de malaventura18 que muestra ser su
fondo. iHabrA que recordar, para dar a entender el alcance de la los hace a todos conformes. Freud, por otra parte, había nota-
cuestión, la figura del Führer y los fenómenos colectivos que han do que el poder de identificación en un grupo es tal que llega a
dado a este texto su alcance de videncia en el corazón de la civili- borrar la diferencia entre los sexos. Y no es casual que sea en
zación? nuestra época cuando emerge 10 unisexo de la vestimenta.
el ideal del lazo social. El siglo XX ha pagado caro para Se ve aquí en qué medida todo esto le concierne al psicoa-
aprenderlo. nálisis, puesto que funda un lazo del uno al uno, lazo en el
El riesgo de un Otro desbocado del lado de la mujer, con cual el amor llamado de transferencia juega un papel crucial.
que juegan a asustarse, no es la alternativa exclusiva con que
la incansable misoginia quisiera espantarnos. Queda la elec-
ción más frecuente de un amor singular, para el cual todas
las concesiones son buenas, y en el que se encarna un límite,
1 El amor nuevo del que habla Lacan en 1973, en Televisión, no
es, como se podría imaginar, una promesa que nunca se cum-
pliría sino que se trata de la historia, al menos del análisis.
Ya está presente pero en forma tan inesperada que, a duras
puesto que toma el goce en el lazo con unpartenaim, singular penas, se percibe su "s~bversión".2~ En efecto, en la transfe-
también, y que permite concluir, como lo hace Lacan, que las rencia, el amor "se dirige al saber"23y se espera que produzca
mujeres de las que ordinariamente se dice que son todas lo- un saber, no cualquiera, ya que se trata de que se descubra
cas, no son "para nada locas".21 un real "propio" de la experiencia. Precisamente, es tanto iné-
Aunque los grandes totalitarismos del siglo pasado hayan dito como inaudito. Ya que aquí, los misterios del amor no se
perdido vigencia, esto no impide que sus conclusiones tengan ocultan como lo hacen en otra parte. No es porque el psicoa-
validez. Sin duda, el defecto del Uno ideal unificador cambia nfilisis tenga que entregar un mensaje, ni a favor ni en con-
algo de la sociabilidad universalizante de la masa, pero la ho- tra, sino porque tiene que enumerar estos misterios.
mogeneización y l a coexistencia de los goces estándares no
pierden nada, al contrario: se nutren ahora de los imperati-
vos feroces del mercado, que se sustituyen al uno del amor. Impotencia del amor
Entonces, el "no-todo" triunfa de manera inesperada, pero sin
beneficios para el Eros del lazo social, y sin que se beneficie La experiencia de un análisis, certificando el impasse se-
la diferencia: ¿qué queda, entonces, al que quiere apartarse xual, parece rebajar mucho los poderes del amor. Incluso pare-
de las masas? La hazaña, l a proeza, el récord, todas estas co- ce a veces instruir el proceso de sus espejismos, lo revela iluso-
sas comercializadas ahora en todos los ámbitos, en el deporte, rio, mentiroso, engañoso. Ilusorio, ya que no cumple con sus
el arte y la política. O si no, caemos en la barbarie de la pul- promesas de unión entre "aquellos que el sexo no alcanza para
sión. No se puede desconocer la fascinación horrorizada que convertirlos en c ~ r n p a ñ e r o s "el
, ~goce
~ contradice; mentiroso
inspiran, en el campo inverso de los ideales humanitarios, porque es narcisista, disimulando el amor hacia sí mismo bajo
aquel o aquella que van hasta los extremos. Las atrocidades la máscara del amor hacia el otro; engañoso, en fin, porque
colectivas que siguen marcando nuestro siglo, después de la quiere su propio bien encubierto con el bien del otro. En total,
shoa, el s e r a hiZZer, con su contabilidad, los nuevos terroris-
mos y otros más, vuelven a poner en un lugar mfis justo los
22. Lacan, J., "Introduccióna la edición alemana de los Escritos",S c ~ i c e t
5, París, Le Seuil, 1975, pzíg. 16.
23. Lacan, J., ibíd.
21. Véase 'Psicoanálisis, radiofonk y televisión". 24. Lacan, J., "Psicoanzílisis,radiofonía y relevisión",ob. cit., pbg. 110.
es gemelo del odio. "Yo no lo amo", declaraba ya Freud respecto los efectos actuales de un siglo de freudismo en los fenómenos
de la psicosis." Lacan generaliza esta "hahamoration" (odio- del amor.
enamoramiento). Pero eso no es nada más que verdades, ver- El psicoanálisis confirma este amor sin modelo -y por eso,
dades que se gozan en el dolor y que sólo redoblan la maldi- sin duda, la gente cree que cayó del cielo- y revela, en ese
ción, cuando al contrario habría que demostrar su realidad. mismo movimiento, que el amor no se presenta sin obligacio-
nes y que éstas son muy precisas. Son las del propio incons-
ciente que, a partir de sus propias obligaciones, singulares en
Amores sin modelo cada sujeto, preside las contingencias de los encuentros. Sin
modelo, sí, pero tampoco libre. Es decir que el amor, a pesar
Ya no tenemos el amor ideal, pero aún tenemos amores. de ser contingente, tiene una estructura de síntoma que cua-
Hubo épocas en las que el Otro fue suficientemente consisten- dra perfectamente con su carácter repetitivo y compulsivo.
te para cubrir con sus mitos la hiancia de la no-relación, anu- Si para un sujeto, el síntoma designa las organizaciones de
dando así el goce, partenaire de la pulsión solitaria, con una su goce de hablante-ser, que no enlazan el uno con el otro si-
relación entre dos seres sujetos al sexo. Ahora, el Otro, ya no no solamente el uno con su goce, el amor es el síntoma que lo-
sustenta más esos nudos del amor, ni del amor homosexual a gra anudar esa primera relación -que no hace lazo social, que
la antigua, ni del amor cortés de la Edad Media con su va- es entonces autista- con un lazo al semejante sexuado. De ahí
riante del preciosismo, ni del amor glorioso de los clásicos ni la última tesis de Lacan que dice que una mujer es el síntoma
tampoco del amor divino. Una vez perdidas esas figuras típi- para el hombre. Podríamos añadir: un tipo de síntoma puesto
cas del pasado, quedan sin embargo nuestros amores... sin que existen otros.
modelo. Es decir, lo característico de nuestro siglo. El amor Tú eres.., mi síntoma: sin duda, al final de un análisis, es
contemporáneo es huérfano de sus mitos, reducido a la sola lo más sólido que se puede decir. A diferencia del amor loco de
contingencia de los encuentros. De ahora en adelante, el azar los surrealistas, ese amor esclarecido que no exalta ni a la
parece el único factor para tramarlos, ahí donde el otro, cuan- Dama ni al Hombre, que les corta las alas a las habladurías
do existía, ofrecía la medida unificadora. Sin embargo, ama- auto-gozadas del amor: quizás es lo mejor que podamos espe-
mos el amor y quizás más desesperadamente que antes. En rar en la coyuntura de la época.
nuestro tiempo, si se ama, se dice prosaicamente que se tiene
"una relación" o "un enredo", sin duda porque sabemos que es
en este punto donde duele.
E2 amor shtoma
Aquí el psicoanálisis añade su grano de arena suplementa-
rio, lo que me devuelve a la pregunta que se planteaba sobre
6. Soler, Colette, El segundo retorno a Preud, marzo de 1986, Publicacio- 7. Soler, Colette, "Clínica borromea", noviembre de 1996, Buenos Aires,
nes del Círculo Psicoanalítico de Galicia. en Satisfacciones &Z sfntoma, agosto de 1997.
Sigo: tiene derecho al respeto sólo si es "padre orientado de exorbitante, puesto que plantea que el padre es aquel que ha-
manera perversa "íunp&-e-versementorie~te?.~ Está entoncee ce "de una mujer un objeto a que causa su deseo". En efecto.
incluido en el todo de la perversión generalizada del hombre. ¡Qué sorpresa! Y Lacan nos lo advierte. Aparentemente, ésta
Pero, es necesario que él "no sea cualquiera", pues puede pa- es la definición de todo hombre heterosexual, que deja fuera
recer la Veruerfung, a pesar de que es necesario "que cual- de su campo solamente el conjunto de los adeptos de la ética
quiera pueda operar como excepción para que la función de la fuera del Sexo del célibe,1° quienes no hacen de la mujer un
excepción se vuelva modelon,dice Lacan. Eso es más comple- objeto causa. Es decir que en el todo hombre (Vx, <P(x))de la
jo, ya que aquí hay un doble uso de la palabra "cualquieran,lo perversión generalizada, el Padre según Lacan, esta del lado
cual debemos aclarar. del subconjunto de los héteros.
Cualquiera, es decir cualquiera que pertenezca al conjunto
de todos los hombres, debe ser capaz de alcanzar la función. 1 Vx.@(x)= cualquiera
La posibilidad es para todos (V (x)). Pero, entre todos estos,
9610 los padres dignos de este nombre, entonces no todos, no
cualquiera son modelos de la función. Así, el conjunto de todos
los hombres se divide en dos subconjuntos: el de los padres,
que no son cualquier hombre, puesto que tienen el síntoma Los "célibes"
padre -y en este caso no importa si tienen otros síntomas- y "heterosexuales"
el subconjunto de los que no tienen ese síntoma padre.
Es decir que por lo menos hay dos versiones de la "perver-
sión generalizada" del hombre: la versión padre, la padre-ver-
si6n9 paterna y la otra, la (o quizhs las) versión(es1 que se po- Pero esto no es todo. Siguen algunas precisiones. Todavía
drán denominar no-paterna(s). En total tenemos dos tipos: los es necesario, añade Lacan, que esa mujer causa "acepte ha-
Padres y los otros. Los Padres, no en el sentido de ser genito- cerle hijos y que él, lo quiera o no, asuma el cuidado paterno
res, claro está, sino en el sentido de tener el síntoma Padre -y de ellos". Éste no es el caso general.
por eso les atribuyo la P mayúscula-, y los otros, que tambidn La clínica muestra, en efecto, que escoger a una que lo
son perversos, pero que lo son por medio de otro síntoma, lo acepte, en el doble sentido de la palabra -que ella sea suya y
que no les impide ser genitores, eventualmente. que ella consienta-, no está al alcance de todo hombre, Ni si-
Vemos que la pregunta planteada es la de la diferencia en- quiera hablo de los homosexuales, para quienes esto es eviden-
tre el Padre y el Hombre, el universal del Hombre definido te, sino de los propios hombres heterosexuales: para muchos
por el Uno fálico. de ellos, las llamadas "unas" se suceden en serie y son contabi-
lizables. Pero distinguir a una como elegida, y escogerla como
Además, Lacan presenta su nueva definición del Padre en suya, queda fuera del alcance. Quiero decir, fuera del alcance
dos tiempos. Pero hagamos primero una observación bastante del síntoma. Así, el conjunto de los hombres heterosexuales se
divide a su turno entre los Padres y los otros, los no-Padres.
25. Lacan, J., Seminario Les non-dupesermrit, inédito, lección del 1 de fe-
La mayor consecuencia subjetiva del goce otro, incluso más brero de 1974.
allá de los efectos del afecto, debe buscarse del lado de la posi- 26. Lacan lo escribe así, con "ph"como en griego, que suena como "f' [N.
ción de una mujer con relación al amor. La formulo así: su go- de la T.].
ca noción de envidia del pene. Sin embargo, ¿más allá de esta
dimensión reivindicativa no se esconde el pedido hecho a la
madre de librar el secreto último? No sólo el del ágadna feme-
nino, siempre fálico, sino el del goce que ex-siste pero que el
Otro no sabe, y para el cual, entonces, por consecuencia, una
mujer llama al Otro.
Es verdad que la propia envidia del pene puede tomar for-
mas devastadoras. El sentimiento de la falta-en-tener culmi-
na entonces, en ciertos sujetos femeninos, en una convicción
deletérea de una desvalorización redoblada, añadida a una
rabia furiosa contra todas las figuras falicizadas. Por eso se
encuentran esas mujeres irritadas tanto por los encantos y los
éxitos de SUS rivales, como también por las supuestas facilida-
des del goce masculino. VII. EL ANÁLISIS
Esta parte de la clínica ha sido ampliamente explotada en
la literatura psicoanalítica, pero se debe a Lacan el hecho de
haberla completado con este término "estrago" que, por lo
esencial, designa fenómenos de otro tipo: designa los efectos
pa- themáticos que el goce otro induce en el sujeto, y que se
desdoblan y se dividen entre la abolición subjetiva que ya he
mencionado y la correlativa absolutización del Otro.
El psicoanálisis, cuando llega a su tbrmino, ¿puede verda-
deramente pretender producir un sujeto inédito? La pregunta
concierne menos a la finalización de la secuencia analítica
que al sujeto que resulta de ella. Más de una vez, Lacan no
dudó en evocar ese sujeto transformado por el análisis usando
el término muy fuerte de metamorfosis. Por lo general cree-
mos que Freud fue un poco menos audaz en cuanto a las am-
biciones que se le puede asignar a una cura terminada, pero
él tampoco evitó la cuestión.
En su texto "Análisis terminable e interminable", interro-
ga el posible resultado de un análisis, y evoca la transforma-
ción que debe sufrir el sujeto para que se le pueda considerar
como "analizado", en participio pasado: "¿Acaso nuestra teoría
no reclama para sí el título de producir un estado que nunca
preexistió de manera espontánea en el interior del yo y cuya
neo-creación constituye la diferencia esencial entre el hombre
analizado y el no analizado?".l
De Freud a Lacan, los enunciados se diferencian mucho, a
veces hasta parecer antinómicos. Ahí, donde Freud subraya,
al principio mismo del capitulo 111,la intención de "llegar a
una desaparición radical de las posibilidades de la enferme-
dad", Lacan anuncia la producción de lo incurable y suelta la
:
ca al ciento por ciento con los ideales de rectitud y de coraje esbozan acá un análisis que iría de un fracaso de la identifica-
militares y ha decidido dar una lección a los oficiales de carre- ción normativizante a un éxito de salida, por medio de la
ra. Desgraciadamente, este bello y buen oficial es presa de fe- identificación con el analista. La objeción salta a la vista: el
nómenos extraños: inhibición para el trabajo, lo que estorba análisis se transforma en este caso en una segunda educa-
mucho en sus estudios, y finalmente la obsesión de las ratas y ción, que rectifica y refuerza las marcas identificatorias deja-
el pánico que le inspiran. h a es una cosa con la cual él no se das por el Otro. No había necesidad de inventar el psicoanáli-
puede identificar, un síntoma que le inspira lo que Freud lla- sis para eso, es la confusión del discurso del amo con el
ma horror, y ésta es la pregunta: ¿puede uno identificarse con discurso analítico.
la cosa horrible? Está claro que la división del sujeto a la en-
trada del análisis no se manifiesta siempre en forma de un
síntoma tan consistente. Al contrario, electivamente en la his- SIN EL OTRO
teria, esta división puede tomar la forma de una inconsistencia
sentida, que deja al sujeto en una dolorosa incertidumbre so- La noción de identificación con el síntoma es coherente con
bre lo que piensa, lo que quiere, incluso sobre su propio lugar. la necesidad de reanudar, al final de un análisis, con el efecto
El análisis, introduciendo al sujeto en la asociación libre, de ser: obtener un sujeto nuevamente determinado en cuanto a
donde no debe ni pensar, ni calcular, ni juzgar, lo comprome- lo que quiere y en cuanto a lo que es, pero no por la vía de la
te en un cuestionamiento del ser. En el doble sentido de la ex- identificación con el Otro. Ésta es la tesis de Lacan desde el
presión, a la larga, quiere producir la respuesta, pero suspen- origen. Desde su "Estadio del espejo", él evocaba un término
de también sus certezas. Entonces, lo introduce primero en donde el sujeto se reuniría con el límite extático de un "tú eres
un tiempo de espera, un estado de suspenso metódico. Sin esto". La palabra extático está aquí para decir que se espera
embargo, una vez pasados los suspensos necesarios a la elabo- más bien la respuesta del ser no representable y esto por una
razón extremadamente simple: la identificación solamente
puede perpetuar el dominio del Otro. El ser que parece afirmar
12. Lacan, J., "La dirección de la cura y los principios de su poder", en Es- es sólo un ser de mascarada y de mentira, y el analista no pue-
critos 1,ob. cit., pág. 258. de hacerse cómplice de él. La identificación con el síntoma, en
el otro extremo de la enseñanza de Lacan, designa la finalidad cuentro intrusivo de goce. En l a misma línea, Lacan distinguió
primera del análisis: se trata de reunirse con un "yo soy" que "la envoltura formal"14del síntoma, de su núcleo de goce.
no sea de semblante. Indica el esfuerzo, por medio de una téc- La última definición de 1975, en el Seminario XXII, RSI,
nica, que es, sin embargo, sólo palabra, para alcanzar lo que en como función de la letra responde a la misma necesidad, pero
el sujeto no pertenece al registro simbólico sino al registro de lo introduce algo nuevo. Decir que el síntoma es goce de la letra
real, al que no le importa lo que la gente piensa o juzga, inclu- no es decir simplemente que la letra representa el goce a títu-
so no le importa que la gente piense o juzgue. "La gente" aquí lo de memorial. Es decir que ella es objeto y que, entonces, el
no es nada más que un nombre del Otro, del sujeto-supuesto- goce infiltra de parte a parte el campo del propio lenguaje, al-
saber. El síntoma representa precisamente tal real. terando la frontera habitualmente trazada entre el lenguaje
Las fórmulas paralelas de la identificación con el signifi- mortificador y el goce. Pero en este campo del lenguaje que se
cante-amo o con el síntoma apuntan a una función homóloga, puede decir gozado -goce de descifrar y también 'fjoui-sens"
pero designan, sin embargo, dos procesos totalmente hetero- (goce el síntoma se distingue como una fijeza que
géneo~:la primera fija el vacío del sujeto, en efecto, y la se- "no cesa de escribirse", siendo la propia letra definida por la
gunda, fija el goce. identidad consigo misma, mientras el significante, por su par-
La identificación tiene por correlato el efecto mortificante te comporta siempre la diferencia. El inconsciente como len-
del significante, digamos la castración de goce. No basta, en guaje trabaja, decía Freud. Trabajador ideal nunca en huelga,
efecto, con decir ella da como artificio, al sujeto con falta de agregaba Lacan. Bueno, entonces, el síntoma es parte del in-
identidad, sus representantes y sus figuras, envolviendo lo consciente que pasó a lo real: en suma, un huelguista.
que hay de irrepresentable con un vestido cortado según la
moda del Otro. Hay que subrayar también que ese vacío del Entonces concluyo: más alld de su función homóloga de la
sujeto no consiste solamente en un defecto de presentación. fijación, el final por identificación con el analista y el final por
Ese vacío no es inerte, sino dinámico y su actividad, recorde- identificación con el síntoma son antinómicos: el primero acen-
mos a Freud, se denomina deseo. Deseo que es también una túa la defensa contra lo real; el segundo, en cambio, supone el
defensa contra el goce. enfrentamiento con ese real singular. La caída de las identifi-
Totalmente al contrario, el síntoriia, en su definición freu- caciones con los significantes del Otro es la condición previa y
diana, es una manera de gozar. Todas las elaboraciones suce- produce un efecto de separación donde se descubre el vacío
sivas que Lacan pudo proponer en el curso de su enseñanza, constitutivo del sujeto. Pero ésta no es más que una condición
han apuntado a concebir cómo, en el síntoma, se articulan el necesaria, pero no suficiente. La opción de Lacan consiste en
elemento de lenguaje -que se supone necesario para rendir valorizar la identificación con el síntoma. Es precisamente lo
cuenta del hecho de que sea descifrable y que cede al descifra- que él hace, aunque discretamente, cuando precisa que eso es
miento- y el elemento de goce, que se valora gracias al descré- "lo mqor quepuede hace?l6 el sujeto. Esta expresión por sí so-
dito del sujeto. La definición primera del síntoma como función la basta para indicar que hay una alternativa posible.
del significante, estructurado como una metáfora, implicaba
ya el goce en la combinatoria significante por el "significante 14. Lacan, J., "De nuestros antecedentesn,enh'scriitos 2, ob. cit., p&g.4.
enigmático del trauma sexual",13 como memorial de un en- 15. Lacan, J., "Psicoantílisis,radiohnía y televisi8nn,ob. cit., p6g. 94. En
francés: Joui-sens, paranomasia que condensa vanos semas: la ~ouzssnnce,el
gozo:je jouis, yo gozo; sens, sentido;j'ouis, yo oí; y además en el interior de la
palabra francesa hay un oui("si") escondido. La vtrsibn española literal sena
13. Lacan, J., "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde algo así como: audio(si)gozo sentido [N. de la T.].
Freud", enEscritos 1,ob. cit., pág. 203. 16. Somos nosotros quienes lo subrayamos.
LA F U N C I ~ NDEL SINTOMA las pulsiones. A veces hay una reacción terapéutica negativa
que Freud observó, en la cual el sufrimiento, perpetuado como
Esta opción es solidaria con la nueva percepción de la fun- un fénix, vence todo be~ieficioterapéutico eligiendo el dolor.
ción del síntoma de la que hablé, y que la generaliza y reduce En este caso, el análisis se prolonga y si se termina, es más
la connotación patológica. Es muy insuficiente decir simple- bien por renuncia. Entonces, se tiende a confundir la identifi-
mente, como lo hacía Freud, que el síntoma es el susituto anó- cación con el síntoma con una simple aceptación por agota-
malo de una satisfacción sexual. Si la relación sexual no se miento donde se reconoce y admite que 10 que queda al térmi-
puede inscribir en la estructura del lenguaje, lo demuestran no es imposible de transformar. Pero esta definición, un poco
-sin, sin embargo, enunciarlo- todas las elaboraciones de cobarde, sería difícil de distinguir de la mera resignación. Si
Freud, es siempre el síntoma quien en su singularidad, ase- la identificación al síntoma consistiera solamente en "hacer-
gura la copulación del sujeto y de su goce. El síntoma, enton- se" a lo que no se puede evitar -¿de qué modo, además esca-
ces, es 10 que suple, en todos los casos, la ausencia de una re- par?- la expresión no merecería tanta atención. Soportar
lación sexual inscribible. En consecuencia, no hay sujeto sin apretando los dientes puede tener sus ventajas, pero eso es
síntoma y el propio partenaire viene a ocupar este lugar. Este meritorio sólo en una ética estoica. Para el psicoanálisis, esto
hecho obliga evidentemente a distinguir, por una parte, esta- no representa ningún progreso, si no es el correlato de un
dos diversos del síntoma, por otra parte relaciones variadas cambio más radical. Revisión de posición, decía Freud. Ahora
del sujeto con aquél. Obliga también a preguntar con qué es- bien, entre el síntoma rechazado a la entrada y el síntoma
tado del síntoma es posible identificarse y en qué sentido. aceptado al final, existe un estado intermedio del síntoma que
Las variaciones del síntoma aparecen en la superficie de define su inserción en la transferencia,
los fenómenos, puesto que ellos son, es evidente, algo más o
menos incómodos. Unos son intolerables por el goce deletéreo
que incluyen, otros son bien tolerados -pensemos, por sjem- S~NTOMABAJO TRANSFERENCIA
plo, en la droga, o también en una mujer como síntoma, no
siempre tan desagradable, ja veces muy poco!- Algunos son Ya lo he dicho, el síntoma como tal ex-siste al inconsciente,
parcialmente desconocidos, el sujeto queda cautivo de con- fuera de sentido, pero sin embargo puede ser cuestionado, in-
ductas de goce no percibidas como tales, no subjetivadas has- terrogado sobre su sentido y sobre su causa. Es un acto gra-
ta que el análisis le haga apreciarlas. Además, existe el efecto tuito, sin duda, pero siempre posible. Si Lacan emplea el tér-
terapéutico que reduce tal o cual de estas formas, que borra mino de letra para designar el elemento que se goza en el
fobias y somatizaciones, como por ejemplo en el Hombre de síntoma, es precisamente para incluir en su definici6n la jun-
las Ratas, cuya obsesión desaparece. Pero, sea cual fuere tura siempre posible con el inconsciente como cadena. La le-
la extensión de este efecto, deja siempre un resto de síntoma, tra vuelta objeto, idéntica a sí misma, no es cualquier "uno":
irreductible a todo análisis finito, resto en el cual se fija, pa- permanece susceptible a las conexiones y su fuera-de-sentido
ra cada uno, el goce que suple la no existencia de la relación puede retornar siempre al inconsciente, en un trayecto que va
sexual. de lo real a lo simbólico. Así, el síntoma, ese huelguista del
La experiencia muestra que también se pueden distinguir sentido, está siempre dispuesto a retomar el trabajo en el
dos tipos de casos, dependiendo de si lo que queda al final de análisis.
las localizaciones del goce es o no tolerabls para el sujeto. Sa- El sujeto que viene al análisis cree en su síntoma. Identifi-
bemos que el análisis no logra en todos los casos reducir las carse con él es cosa muy diferente. El sujeto cree que lo que lo
fijaciones dolorosas de la neurosis y reconciliar al sujeto con molesta, lo que sufre como obligación y afecto, "es capaz d e
decir algo".17Lacan decía que creer en el síntoma significa ad-
mo un efecto de "contra-psicoanálisis". La identificación con el
juntarle algo como "unos puntos suspensi~os",~~ un "continua-
síntoma es, con el acto, la segunda forma de un ateísmo de fin
rá" que la no-relación se interroga. Es creer que el uno de la
de análisis, sin profesión de fe. El acto no cree en el incons-
letra puede retornar al "dos" de la cadena, es confiar en la
ciente -por esta razón, hablé durante un tiempo del "ateís-
sustitución de los signos desde donde el síntoma toma senti-
mo", a pesar de que el analista debe dejarse engañar por la
do. Dicho de otra manera, es creer en el "eso habla".
estructura del lenguaje; la identificación con el síntoma ya no
cree más en eso. Son dos puntos de falla de la transferencia, a
A partir de ahí, se puede dar una defmición más precisa de
los cuales puede conducir el análisis, y son puntos de silencio.
la identificación con el síntoma, una definición que no se re-
duce simplemente a asumir -que eso le plazca, le convenga o
no- lo que queda de inercia sintomática al final de un análisis CREER EN ESO
y reconocer allí el modo de goce central, privilegiado, del suje-
to. Según Lacan, la expresión no designa un final de impoten-
Se pueden cuestionar tanto la creencia de entrada como su
cia propio de un sujeto dado. Más bien, designa un final com-
caída sobre su verdadero resorte y sobre el goce que ponen en
patible con el imposible, del cual el sujeto se asegur6 en el
juego.
análisis gracias al trabajo de lo simbólico. Este trabajo se
¿Qué es lo que autoriza a suponer que en el inconsciente
puede formular así: es imposible articular algo en el leguaje
hay significantes que pueden responder por el fuera-de-senti-
que no implique la castración. A partir de ese momento, iden-
do del síntoma? Debemos decir que creemos en esto gratuita-
tificarse con el síntoma supone que el sujeto haya cesado de
mente, antes de verificar, sin garantía. Es un acto de fe.
esperar que, desde la traducci6n de los puntos suspensivos,
El hecho de que, en el psicoanálisis, la fe preceda a la
surja ... el término complementario. Como Joyce, él se puede
prueba, es un verdadero inconveniente desde el punto de vis-
desabonar del inconsciente. Y, ya que hablamos de la caída de
t a de la exigencia científica. Sin embargo, y al contraio de lo
las identificaciones en el curso del análisis, hablemos también
que se cree, no es una particularidad: a pesar de las aparien-
de una caída de la creencia. Es otro tipo de caída de final de
cias, ocurre lo mismo en la ciencia. Pero, en el psicoanálisis,
análisis, que hace retorno al fuera-de-sentido. Después del
esta fe podría obstaculizar la producción de pruebas.
gran despliegue, de la gran búsqueda de sentido que fue el
Por otra parte, en la opinión general, y a pesar de la noto-
análisis, borra al final los puntos suspensivos de síntoma y
riedad creciente del psicoanálisis, hay una suspicacia que pesa
pone el punto final del silencio.
sobre su fundamento de racionalidad y sobre las comunidades
Aquí tenemos el trazado del recorrido: a la entrada, la
analíticas, consideradas a menudo como sectas, o agrupacio-
creencia en el síntoma que lo coiiecta con la cadena signifi-
nes que comparten únicamente creencias. Esta sospecha en-
cante del inconsciente -transferencia. A la salida la no creen-
cuentra su fundamento parcial, no digo su justificación, en el
cia que lo desconecta de la cadena inconsciente -cierre del in-
hecho de que, precisamente, uno entra en las comunidades
consciente. Retorno entonces a un "no pienso" que no es el de
psicoanalíticas sólo a condición de creer que el síntoma va a
la identificación con el analista, sino lo que Lacan designó co-
ser dócil y suponiendo que existe un saber que responda por él
-transferencia-. Ése es el postulado de entrada, presente im-
plícitamente a partir del momento en que alguien considera
17. Lacan, J., Seminario XXII, RSI, lección del 21 de enero de 1975, Orni- que lo que no está bien en él, es un síntoma: a partir de ese
car?, no 6, pág. 110. momento, cree que eso es algo descifrable y que dice algo de él
18. Ibíd,,pág. 109.
mismo. Sólo sospecha que creer es siempre alga más que creer.
Se puede formular, como lo hizo Lacan, el recurso al análi- de la etimología que indica precisamente su reducción. Ese
sis en términos de pregunta que busca su respuesta. El suje- síntoma no es una formación de compromiso, puesto que ceso
to, desbordado por el goce de su síntoma, hace de éste un de incluir el (-1)de la defensa. A partir de ahí, la letra del sín-
enigma, y hace un llamado al sujeto-supuesto-saber de quien toma resuelve el vacío del sujeto que terminó con la cuestión
espera la respuesta a través de una interpretación: cree en su del ser y con la elucubración de saber que se relaciona con es-
síntoma y por eso espera que la respuesta de lo simbólico va- ta cuestión: ya ni se habla de eso.
ya a operar sobre lo real. Sólo que allí donde el sujeto cree y El análisis producirá entonces un sujeto, a partir de ese
aparentemente espera una respuesta, allí donde piensa en- momento, casado con su síntoma, si ine puedo expresar así.
tonces estar en un registro puramente epistémico, vaciado de Pero ¿qué lugar, para no decir qué suerte, dejará esta configu-
goce, allí mismo ya ha trocado un goce por otro. Puesto que ración al lazo social y, muy particularmente, a ese síntoma
entrar en la asociación libre es operar una conversión de goce singular que es el amor? Tomo la cuestión por el lado del
que metonimiza la que estaba fijada en la letra del síntoma, hombre, el único donde se pueda predicar para todos, pero
desdoblándola en consecuencia entre un gozar del descifra- que tiene sus consecuencias para las mujeres. Y ¿qué hay del
miento y goce del sentido. Es lo que formula Lacan en 1975, "identificarse con su síntoma cuando se trata de una mujer'?
en La tercera: el 'Yo pienso, luego se goza".lg
Al final, el sujeto que, identificado a su síntoma, cesa de
creer, rompe de hecho con este modo. Es una reconversión de
goce. Las prórrogas del fin de análisis interminable tienen en-
tonces el sentido de una elección de goce. Esto dura el tiempo La Biblia localizaba a la mujer dentro de los bienes, entre
que dura la cautivación por el goce tomado en una puesta en el burro y el buey. Eso la pone en serie entre la obsesión, la
juego del deseo que insiste en la demanda. Es cierto, deseo y fobia, incluso el fetiche, y, para completar l a serie de las es-
demanda tienen el valor de una falta en gozar, pero existe tructuras clínicas, con las voces del automatismo mental.
también un goce de la propia falta-en-gozar, digamos, una sa- Sin embargo, se capta la lógica que conduce a esta afirma-
tisfacción tomada de la perpetuación de la defensa. Se entien- ción, aparentemente extraña: cierto, el lenguaje aparea al
de que si hay una alternativa a la identificación con el sínto- hombre y la mujer como significantes y el discurso les prescri-
ma, ésta se encuentra de este lado, y que esa defensa debe be las normas de sus conductas, pero a la hora de la verdad
haber sido atravesada, para que devenga la identificación fi- de la copulación de los cuerpos, es decir cuando ya no es el
nal con el síntoma. Pero el síntoma al que el sujeto se identi- semblante el que responde sino el goce real, iio liay nada en el
fica posiblemente al final es un síntoma transformado, un sín- inconsciente para inscribir una relación de los goces sexua-
toma de más allá de la travesía del fantasma. Habiendo dos. De allí el eterno misterio de la pareja enamorada, que el
librado sus claves, está como desvestido de su mentira signifi- psicoanálisis, desde Freud, pretende elucidar en la vía racio-
cante: "Proton p s e u d ~ s "decía
, ~ ~ Freud; " f a l s u ~ " ,retomaba
~~ nal del desciframiento del inconsciente.
Lacan, utilizando el equívoco con el "caído" [ C ~ U que I ~
deriva
~ No hay doble inscripción de 16s goces en el inconscieilte,
sino que, para cada sujeto, sí hay la inscripción -reprecen.
tante de la representación, decía Freuci-, la marca de los pri-
19. Lacan, J.,"La troisieme", París, Lettres de I'Ecole freudienne N o 16, meros encuentros de goce que se repiien. Así, la investidura
1974, pág. 179.
20. Freud, S.,"Proyecto de psicología", 0. C., ob. cit., Tomo 1, pág. 400.
del objeto se encuentra doblemente determinada: la castra-
21. Lacan, J.,"PsicoanBlisis, radiofonía y televisión", ob. cit., pág. 48. ción es su condición primera, corno menos-de-gozar inherente
22. En francés "chu"es el participiopasado del verbo choir, caer m. de la T.]. al sujeto y que permite traasferir sobre el objeto un valor de
goce2"or medio del cual el partenaire llega a representar, y primero en el hecho de que el amor, no hablamos de un sen-
casi a metaforizar, el goce del propio sujeto; pero aún es nece- timiento vago sino del amor verdadero, es un forcejeo, inespe-
sario que ese objeto porte en un encuentro -azar del amor- la rado, sensible al reencuentro, a menudo en contradicción con
marca venida del inconsciente del sujeto. Que ella (la mujer) las opciones del sujeto. Además, una mujer puede obsesionar
sea síntoma y no solamente objeto anónimo e intercambiable, de una manera devastadora. La expresión francesa dice: "id
quiere decir que la "una" en cuestión porta algunos signos d'a dans Z a p e a ~ ' ' .Hay
~ ~ que constatar que muy a menudo un
enigmáticos, desconocidos de ella y a menudo desconocidos hombre tiene "una* más bien en la cabeza y que no se la pue-
del sujeto mismo, signos que la ponen en afinidad con su in- de quitar de la mente. A veces, esto se acompaña de fobia: no
consciente. Si no es así, ¿cómo concebir el carácter imperati- puede acercarse a ella, incluso acercarse a todas menos a eIla,
vamente electivo del amor, que hace que el hombre se imagi- sin evocar la fórmula "todo menos esto", que Lacan aplica a la
na poder decir a una mujer: "tú eres mi mujer*. ¿Es una mujer de Sócrates. Esto no excluye tampoco la fetichización:
mentira que el tiempo se encargará de denunciar? Sin duda, ésta y ninguna otra, condición absoluta, vital, sin la cual el
pero no es mentira del sujeto. Es "lo real que solo puede men- sujeto cree que está al borde de la muerte.
tir al partenaire, y por eso se inscribe de neurosis, de perver-
sión o de psicosis".24Así, el todo del amor viene a sustentarse Creer en eso, en ese síntoma-mujer, quien entonces, desde
en el verbo, puede ser en la palabra del seductor, cuya fun- su fuera-de-sentido, abraza al sujeto, creer en eso, como para
ción es, menos la de seducir que la de constituir su objeto, en toda obsesión, fobia, o para todo síntoma, creer en eso consis-
la misiva de amor que sustituye la carta-letra al partenaire te, ya lo he dicho, en pensar que la elección más rebelde a la
-hay que dudar del enamorado demasiado consagrado a sus razón, a saber, la pasión amorosa, puede sin embargo desci-
cartas-, o puede ser en el síntoma que realiza el verbo. frarse racionalmente y entregar su clave, como el síntoma. A
Esto quiere decir que la mujer, igual que una obsesión, partir del momento en que escribe sobre la psicología de la vi-
una fobia o incluso que una voz, le permite al sujeto gozar con da amorosa, él opta por creer en ella, o sea, por postular que
la cuestión de saber si, a ella, le gusta o no. Que goce con ello es posible hacer responder al inconsciente, la pregunta: "¿por
-reciprocidad- o no, es un problema totalmente diferente, el qué ella?", y es también lo que hace el analizante en su an8-
de sus objetos o sus propios síntomas. Lacan señalaba una lisis.
vez esta cosa sorprendente: a un hombre se le juzga por su Hace mucho tiempo, una observación de Lacan me sor-
mujer, iy la recíproca no es verdadera! ¿Prejuicio, creencia, prendió. En su única lección sobre los Nombres-del-Padre de-
oráculo o sabiduría de la experiencia? Lógica imparable más sarrollaba la idea de que, para no errar, el psicoanalista debe
bien: si, para un hombre, una mujer es síntoma, o sea realiza- dejarse engañar por el inconsciente. Insertó una pequeña ob-
ción del inconsciente, entonces, en ella, vemos aparecer parte servación sobre una cita de Chamfort que decía: "Uno no está
del inconsciente exteriorizado, parte del inconsciente en la su- absolutamente engañado por una mujer, mientras no sea la
perficie. suya". iLa suya: la mujer de uno? O ¿la suya: engañado por
De hecho, ella se parece a veces mucho a una obsesión: en- ella? Pregunta. Vemos, sin embargo, el deslizamiento que va
tre la rata del Hombre de las Ratas y una mujer ipuede haber del inconsciente a una mujer.
las más grandes analogías! Esto aparece desde los fenómenos,
291
UN AMOR ATEO no es lo cómico de la psicosis, a saber que se le cree como a
una voz, Sin embargo, hay una diferencia: si la paranoia iden-
Sin embargo, el hecho de que el sujeto interrogue al in- tifica el goce en el lugar del Otro," el amor en cambio ubica
consciente sobre sus amores es una cosa, y que la respuesta le allí, primero, el mensaje de la verdad.
venga desde la "una" en cuestión es otra. Ya no se trata más De ahí viene ese deseo, muy masculino: ¡que cierre el pi-
de "creer en eso", sino de "creerle a ellan. Es un riesgo, dice co!; que también se dice así: jSé buena y cállate! No son crite-
Lacan, e1 riesgo del amor. Allí está la diferencia con la obse- rios de bondad los que dominan aquí. El peso está sobre el
sión, la fobia, etc. Porque una mujer habla, sin que se le pida. "cállate". Es como si le dijeran: "no venga allí donde está el
Creer en ella, no es solamente suponer que ella es la elegida inconsciente". En el análisis, "allí donde eso estaba, allí ad-
del inconsciente, es confundir su palabra con la verdad de ese viene su palabra". iY bien!, nos encontramos en una estructu-
inconsciente, es reconocer allí la declaración de un "tii eres" ra discretamente paranoizante, que constituye una parte im-
de interpretación. Es poner sus decires en el lugar de los pun- portante de la tragicomedia de la pareja. Porque, con la
tos suspensivos del síntoma, allí donde debería ubicarse el verdad, venga de donde venga, una única relación es segura:
desciframiento. La realidad clínica de este hecho es completa- la castración.
mente cierta. De ahí una divertida variante del imperativo bí-
blico: jamar a su prójima como a la voz de su inconsciente! Conocí el caso de un hombre que, desde hacía treinta
En la experiencia conocemos el peso del "Magister dixit". años, cada día, anotaba en sus libretas de apuntes lo que ella
En el análisis hay que sopesar a veces el "Mi mujer dice había dicho, como si jsu ser estuviera en juego! Por otra par-
que.,." Muchos hechos clínicos se esclarecen a partir de ahí, y te, en casos menos extremos, se conocen los fenómenos de vi-
entre otros éste: que una mujer pueda a veces tomar un papel gilancia conyugal que ejercen ciertos hombres sobre la mujer,
casi persecutorio, como una voz que advierte en los oídos. que no es obligatoriamente su esposa pero que en realidad es
"Ella dice que ... no estoy a la altura, no soy valiente, no me la "una" en cuestión. Conocemos algunas de esas mujeres,
comporto bien con los niños, que no soy el padre adecuado..." obligadas a quedarse en el hogar, porque es necesario al me-
Esto no cuadra bien con la armonía de lo cotidiano, seguro, nos circunscribir el peligro, este mecanismo equivale a lo que
porque a las mujeres les gusta que les hablen, y, las más de se produce en la fobia. En la fobia, la amenaza se localiza ba-
las veces, ellas dan el ejemplo. Constatamos que, a falta de jo un significante y uno se siente tranquilo allí donde él no se
reducirla al silencio, la solución para el hombre consiste en encuentra. jY bien!, para algunos, cuando la dama está en la
escuchar varias mujeres a la vez, en jugar con su sinfonía, casa, el hombre puede dedicarse tranquilamente a sus ocupa-
porque cuando él tiene una sola para creerle, eso se vuelve, ciones afuera. Pero si la mujer se mueve o se queja en públi-
como dicen, una locura.. . co, entonces la situación puede volverse peligrosa. Existe
En la alucinación, el sujeto está identificado por el mensa- también el tipo de hombre inquisidor, quisiera de ella su ú1-
je oído, y por eso Lacan puede decir: él cree en ellas, sus vo- tima palabra. Y ¿por qué no evocar también el fenómeno de
ces. Bueno, pero creer en su mujer no es muy diferente. Ojo, las mujeres pegadas? Sin duda, es sobredeterminado, pero
hay un ligero matiz: como para las voces, oírlas no quiere de- evocaré aquí un caso: a ella no la golpean cuando abre la bo-
cir sometérseles. Miren a Schreber, recibe del otro un mensa- ca para hablar de unas cosas y de otras, sino tan pronto como
je que podríamos formular así: "no eres un hombre" y le cree,
pero protesta y lucha hasta encontrar un compromiso. "Mi
mujer dice que. .." tiene la estructura de la persecución, y no 26. Lacan, J., "Présentation des Mémoires f i n néuropnthe de D. P. Sch-
es por burlarse que Lacan establece que lo cómico en el amor reber", Cahierspour I'analyse, no 5 , pág. 70.
quiere decir algo sobre ellos dos, ella y él, entonces, llueven alguien cuatro verdades" tiene una gran relación con un men-
los golpes. saje de castración. Esto es muy parecido a lo que Schreber oye
de parte de sus voces: "no eres un hombre", jno lo suficiente!
Teniendo en cuenta esta estructura, podríamos volver a Resultado: creer en una mujer no es solamente instalarla en
pensar la degradación de la vida amorosa que Freud reco- el lugar de un Superyó feróz, sino ponerla también en compe-
noció. tencia con la articulación del inconsciente. Se deducen de allí
Dada la implicación de la castración en el amor, a partir muchas cosas: primero, que una mujer en la que uno cree no
de Freud, se comenta con toda razón, esta escisión entre el es un síntoma fácilmente analizable, creer en ella ¡dispensa
amor y el deseo, la ambivalencia frente a la mujer amada, es- tan rápido del trabajo transferencial!; segundo, que la vigilan-
t a mezcla de idealización, de agresividad malévola, de pro- cia ejercida por ciertas mujeres sobre el análisis de su hombre
pensión a atormentar al objeto. En efecto, si amar es confesar tiene su lógica; exactamente como los extraños silencios que
su falta y proveer a la amada de lo que ella no tiene, entonces se observan a veces en los testimonios de los transeuntes a
se concibe que el amor pueda provocar, especialmente en el propósito de una mujer que, evidentemente, cuenta, y de la
hombre, algo así como una defensa, una suerte de protesta vi- cual no se dice nada hasta el final.
ril contra el amor. La mujer rica y la mujer pobre: eso no ocu-
rre solamente a nivel de la billetera, ya que ésta puede valer ¿Qué decir entonces de la identificación al síntoma, cuando
como metonimia de la castración. Para que sea deseada hay el síntoma es una mujer? Aquí está en juego la cuestión de la
una especie de necesidad de que vuelva a ser pobre. La degra- incidencia de un análisis realizado sobre la pareja hombre-
dación sirve ahí, puesto que degradar el objeto equivale a dar- mujer. Sena demasiado sencillo autorizarse del "no hay rela-
le el sentido de la castración. *sta es una estrategia del sujeto ción sexual7'para crearse un destino con un vago "eso nunca
macho para hacer oscilar -el término es de Lacan en "Subver- marcha", cuando el análisis busca decir, no solamente el por-
sión del sujeto y dialéctica del deseo% la castración imagina- qué, que vale para todos sino el cómo propio de cada uno.
ria, de un término de pareja al otro. Identificarse al síntoma consiste, en este caso como en
Este primer desarollo puede completarse haciendo obser- cualquier otro, en creer en él y luego, después de haberlo re-
var que "creer en ella" no se sitúa a nivel del tener, sino a ni- ducido a lo indescifrable, poner un parate definitivo a la pre-
vel del ser: creer en su mujer es creer que lo que ella dice no gunta que suscitaba. Para una mujer, será cesar de interro-
habla solamente de ella, sino de usted. Por supuesto, existe la gar: ''¿por qué ella?". Se percibe el beneficio frente a la duda
palabra de amor del que la mujer es supuesta tener el exqui- del neurótico. Esto no la desplaza obligatoriamente de su lu-
sito manejo y que embellece al que se dirige. Pero existe tam- gar, pero la elección del sujeto pasa de la certeza, .. al silencio.
bién la palabra de verdad, la que nos interesa aquí, y que ¿Quién pierde ahí? El amor dejará seguramente sus puntos
siempre es otra cosa. supensivos, entonces será menos hablador, pero no forzosa-
La palabra de verdad nunca es una palabra de amor, lo mente menos real. En cambio, jel discurso amoroso ahí saldrá
que no quiere decir que el amor no sea verdadero, puede ser- algo desplumado, no hay dudas!
lo, pero cuando un sujeto dice la verdad, parece que el amor Un amor ateo, quizás, separado de la palabra. Porque, en
mintiera. ¿Aquí tenemos una de las múltiples razones por las cuanto a lo de creer en ella, el trabajo del análisis lo derrum-
cuales las mujeres están tan a menudo acusadas de mentir? bará. Puede solamente lograr una separación del oráculo y de
Ellas prefieren manejar la palabra de amor; cuando viene la la palabra Otra. La gente se preocupa por los efectos, es sabi-
palabra de verdad, el engaño estalla. La lengua porta la hue- do. Pero, ¿quiere decir esto que, cesando de tomarla por el
lla del hecho de que verdad y amor no se llevan bien: "decir a Otro, el sujeto sustituirá esto por un descarado "tú puedes
siempre hablar"?. Puede que haya algo de eso, ¿pero no será
necesariamente para lo peor, puesto que no hay que estar DE LOS FINES... DEL AMOR
separado de la palabra del Otro para poder entender la dife-
rencia?
Para el neurótico acceder al análisis es un gran cambio, Pero, hay un pero y también un después del análisis.
puesto que es un enfermo del punto de capitón, si puedo ex- El sujeto que ha puesto un "stop" al goce del inconsciente
presarme así, un sin nombre, decía Lacan, lo que significa por medio del análisis, que se ha reconciliado con su síntoma,
que, a falta de reconocerse en su nombre de síntoma, a falta ¿está al abrigo de la influencia? La experiencia muestra lo
de asumir el único goce que puede cubrir el hecho de que el contrario y tenemos que captar el mecanismo de este fenóme-
Otro falta, el neurótico flota en la inconsistencia: lo que el dis- no. No debe nada al sujeto-supuesto-saber.
curso común formula diciendo que él no sabe lo que quiere. Pienso que está basado en que los síntomas no tienen to-
Digamos que es un enfermo de la pregunta mAs que de la con- dos el mismo valor como principio de orientación. Lacan ha
clusión -porque itambién hay enfermos de la conclusión!-. evocado la posición del inconsciente. Me gustaría, por mi par-
Conocemos los síntomas de esta inconsistencia: duda, incerti- te, hablar de la posición del síntoma, para designar la afirma-
dumbre, prórroga, evitación, procastinación de la acción, ción de su valor de goce. Es muy variable de uno al otro.
utopía de pensamiento, son las manifestaciones más banales. Utilicé la expresión "amar a su síntoma", pero con algunas
De ahí su lado flotante, poco fiable, a pesar de toda intención: reservas. Ahora completo: amar su síntoma más que a otro,
lo "sin fe" de la histeria, cambio brusco del obsesivo. Otra ma- otro síntoma. Uno puede estar identificado con su síntoma,
nera de formularlo consistiría en decir que solo su queja es pero a pesar suyo, a menudo es el caso del neurótico: rechazo
consistente, lo que equivale a un gozar de la castración. En de sí mismo, incluso odio a sí mismo, eso existe y no sólo en la
este sentido, es más sujeto que síntoma. melancolía. Entonces, si se presenta un síntoma que hace bri-
¿Lo cura el análisis? Sí. Le permite generalmente escoger llar un goce diferente y que lo afirma hasta la arrogancia de
(a una mujer, a un hombre, un tipo de vida, una profesión, la certeza, la captura por esa consistencia de encuentro está
etc.), lo vuelve más apto para decidir, menos inhibido, menos casi asegurada.
frenado, más decidido y más combativo. Es decir que refuerza En el discurso sin norte que es el nuestro, no hay más que
en él, no su yo sino lo que llamaré su "punto síntoma", por el síntoma para orientar a los sujetos, pero de manera más o
analogía con el "punto doxa" de Lacan. Le permite darse menos vaga. Por eso, los sujetos están a la búsqueda de algo
cuenta de que estaba ya orientado. Devolver un sujeto neuró- como un síntoma que sirva de complemento, que les aporte un
tico al síntoma es un gran éxito, que le permite alcanzar lo plus de orientación. Esto va del síntoma simple complemento
que tiene de más real, de menos similar a un fulano cualquie- al síntoma verdadera prótesis. Un síntoma-prótesis es un be-
ra. Por otra parte, se entiende además que sea al final del neficio inesperado para los sujetos flotantes y más todavía
análisis, cuando el sujeto ha percibido la diferencia absoluta porque son más flotantes, porque así, aparejados, se convier-
ten a menudo en sectarios inflexibles y miedosos. Freud lo ha-
bía percibido: decía que las formaciones colectivas podían su-
plir las formaciones de neurosis. Insisto: el apoyo tomado so-
bre el sintoma-prótesis no es la transferencia. Al contrario, es
una sutura de la transferencia.
No incriminemos la transferencia. Cierto, hay una erótica
del poder "débil de mis jefes", como dice Lacan, pero la eróti-
ca del saber es otra cosa. La transferencia como amor del sa-
ber es algo precioso, porque es único en poder conducir al su-
jeto hacia lo que él tiene de más real, él solo puede conducirlo
hacia un final que, como decía Lacan, lo "separa de la mana-
da". Aquí es donde se podría volver a encontrar la diferencia
del Sexo y suponer que las mujeres, al ser no-todas, más que
divididas entonces, partidas entre dos modalidades de goce,
se prestan menos a la manada, o sea al reino del goce homo-
geneizado. La mujer "no se siiperyoiquea tan fácilmente como
la conciencia ~ n i v e r s a l " En
. ~ el fondo es lo que Freud repro-
chaba a las mujeres, ya lo subrayé, sabiendo que lo que él lla-
maba con un término sobrevalorado la cultura, no era nada
más que una máquina discursiva para fabricar la manada.
Lacan, por su parte, lo inscribía en el crédit,o de las mujeres,
cuando ponía, al final de su enseñanza, que ellas tienen más
relación con lo real, con el sentido de un goce viviente imposi-
ble de decir.
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Para terminar, vuelvo a la incidencia del no-todo sobre el
lazo social y sus diversas modalidades. El "che vuoz?", con el
cual Freud interrogaba el deseo y la sexualidad femenina a
nivel privado, toma hoy una dimensión completamente dife-
rente, social y colectiva. No puede ser de otro modo en una
época que desató las riendas seculares que dominaban a las
mujeres. Ya no estamos en la época en que se quería que las
mujeres no supieran nada y tampoco decidieran. Reproduc-
ción, erotismo, familia, profesión, ahora todo les pertenece. De
ahí la cuestión de lo que se está gestando en el deseo que ha-
bitará estos nuevos poderes y de lo que producirá ese plus de
relación con lo real que Lacan atribuye a las mujeres. La
cuestión concierne no solamente a los efectos del deseo feme-
nino a nivel social, en el sentido banal de la palabra, sin tam-
bién a sus efectos en el propio lazo analítico.
EFECTOS SOCIALES
4. Ibíd.
LA DIFERENCIA ENTRE LOS SEXOS EN EL A N ~ I S I S