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Sistematización de Jurisprudencia

en Materia Penal: Medidas


Cautelares
Sistematización de jurisprudencia Boliviana en materia penal
referida a Medidas Cautelares

Sistematización de Jurisprudencia
en Materia Penal: Medidas
Cautelares

La declaratoria de rebeldía, la emisión del mandamiento de aprehensión y


los supuestos de comparecencia del rebelde en el proceso penal

Al respecto, la SCP 0097/2019-S1 de 10 de abril de 2019, citando a la SCP


0962/2015-S3 de 7 de octubre, y la interpretación efectuada sobre el
alcance, finalidad y efectos de la normativa procesal que regula este
instituto procesal, concluyó que: «La norma prevista en el art. 89 del CPP,
dispone la emisión del mandamiento de aprehensión contra el declarado
rebelde en los supuestos del art. 87 del mismo cuerpo legal, que dispone la
rebeldía en los siguientes supuestos: “1) No comparezca sin causa
justificada a una citación de conformidad a lo previsto en este Código; 2)
Se haya evadido del establecimiento o lugar donde se encontraba detenido;
3) No cumpla un mandamiento de aprehensión emitido por autoridad
competente; y, 4) Se ausente sin licencia del Juez o Tribunal del lugar
asignado para residir”.

En este contexto, el Tribunal Constitucional Plurinacional, a través de la


SCP 1449/2012 de 24 de septiembre, señaló que: “…la finalidad del
instituto procesal de la rebeldía y, por ende, de la medida de aprehensión,
es lograr la comparecencia del imputado al proceso. La comparecencia del
rebelde en el proceso penal, según lo dispuesto en el art. 91 del CPP,
puede ser de dos formas:

a) La comparecencia voluntaria del rebelde al proceso penal antes de la


ejecución del mandamiento de aprehensión.  En efecto, cuando el art. 91
del CPP, señala ‘Cuando el rebelde comparezca…’, está regulando la
comparecencia voluntaria del rebelde al proceso penal antes de la ejecución
del mandamiento de aprehensión.

En este supuesto, efectuada la presentación voluntaria del rebelde, como


manda la misma norma procesal penal corresponderá dejar sin efecto las
órdenes emergentes de la declaratoria de rebeldía y, por ende, el
mandamiento de aprehensión dispuesto contra el procesado, debido a que
la finalidad, cuál era su comparecencia en el proceso penal, fue
cumplida; lo contrario, esto es, mantener la orden de aprehensión, implica
persecución indebida, debido a que se deja latente una orden de restricción
a la libertad sin causa justificada”».
La defensa técnica como abogado en causa propia

Como ya se tiene señalado, la Constitución Política del Estado, garantiza el


derecho a la defensa, el mismo que está previsto en su art. 119.II,
sosteniendo que: “Toda persona tiene derecho inviolable a la defensa.

El Estado proporcionara a las personas denunciadas o imputadas una


defensora o un defensor gratuito, en los casos que estas no cuenten con los
recursos económicos necesarios”.

De igual forma, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos


ratificado por Bolivia mediante Decreto Supremo (DS) 18950 de 17 de
mayo de 1982, (elevado a rango de Ley 2119 promulgada el 11 de
septiembre de 2000), señala en su art. 14.3: “Durante el proceso, toda
persona acusada de un delito tendrá (…) derecho, en plena igualdad, a las
siguientes garantías mínimas: (…) A hallarse presente en el proceso y a
defenderse personalmente o ser asistida por un defensor de su elección…”.

De igual forma, la Convención Americana sobre Derechos Humanos,


ratificada por Bolivia mediante Ley 1430 de 11 de febrero de 1993, en su
art. 8.2 expresa que: “…Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en
plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: (…) derecho del
inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor
de su elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor…”.

A partir de este contexto nacional e internacional sobre la protección y


garantía del derecho a la defensa, el art. 9 del Código de Procedimiento
Penal (CPP), establece que: “Todo imputado tiene derecho a la asistencia y
defensa de un abogado desde el primer acto del proceso hasta el fin de la
ejecución de la sentencia. Este derecho es irrenunciable.

La designación del defensor se efectuará sin dilación ni formalidad alguna,


desde el momento de la detención, apresamiento o antes de iniciarse la
declaración del imputado. Si consultado el imputado, no lo elige o el elegido
no acepta inmediatamente el cargo, se le nombrara de oficio un defensor”.

Bajo esta normativa, desde y conforme al bloque de constitucionalidad la


jurisprudencia sentada por este Tribunal Constitucional Plurinacional a
través de la SCP 0224/2012 de 24 de mayo, concluyo que:”…uno de los
componentes del derecho a la defensa, y concretamente de la
defensa técnica, es el derecho que tiene el imputado a contar con
un abogado de su elección, que ha sido definido como:’ (…) el
derecho esencial del imputado de elegir un jurista que lo asesore y
defienda (facultad de elección) desde el primer momento del
procedimiento seguido en su contra‘. (…)

Bajo ese entendimiento, la inviolabilidad de la defensa técnica implica


necesariamente el derecho de contar con un abogado defensor de
confianza, es decir, de libre elección por el imputado, desde el primer acto
del proceso hasta el fin de la ejecución de la sentencia, entendiéndose por
primer acto del proceso cualquier sindicación en sede judicial o
administrativa…” (las negrillas nos corresponden).

Ahora bien, de la revisión de toda esta normativa y jurisprudencia, se


colige que la protección del derecho a la defensa como elemento del debido
proceso es fundamental para el Estado Plurinacional, más aun dentro el
ámbito penal que involucra la libertad de las personas; en tal sentido, y
conforme el ordenamiento penal vigente se reconoce la defensa material
por el cual el imputado puede ejercer su defensa por sí mismo y, la defensa
técnica que la debe ejercer en su representación un profesional abogado
legalmente autorizado para ello, garantizando de ese modo la efectividad
del derecho a la defensa, sobre todo esta última con la cual se busca una
defensa especializada, idónea y plena del imputado.

Bajo este entendimiento se consagra el derecho a la defensa técnica como


un derecho irrenunciable; corresponde entonces, en base a las
disposiciones legales desarrolladas, analizar sobre la defensa técnica
cuando el imputado o imputada es abogado o abogada titulado y autorizado
legalmente para ejercer su profesión y decide asumir su defensa en causa
propia; para lo cual si bien la norma constitucional no prevé de manera
específica este supuesto; empero, si la normativa internacional que forma
parte del bloque de constitucionalidad por mandato del art. 410.II de la
CPE, cuando refiere que el inculpado puede defenderse personalmente o
ser asistido por un defensor de su elección; asimismo, el Código de
Procedimiento Penal, proclama la defensa técnica que tiene todo imputado
de ser asistido y defendido por un abogado desde el inicio hasta la
conclusión del proceso, lo cual conlleva como lógica consecuencia a que el
profesional abogado imputado dentro de un proceso penal, si cuenta con
las condiciones y la especialidad para ejercer su defensa por sí mismo
puede hacerlo en causa propia, ya que de igual manera se estaría
cumpliendo con la garantía constitucional de la defensa técnica.

Asimismo, se deben considerar todos los supuestos contrarios que podrían


afectar o llevar al imputado abogado a una desigualdad procesal ante el
órgano represivo y su contraparte que pondría en riesgo su adecuada
defensa técnica, tal es el caso de una eventual detención preventiva que
impediría el continuo seguimiento del proceso o un desgaste emocional y
anímico que no le permitan asumir su defensa con la objetividad requerida,
ante ello debe hacerse efectiva la defensa técnica como garantía
fundamental y presupuesto de validez, que a través del proceso penal se
constituye en la preminencia de que el imputado tiene que estar asistido
permanente por un abogado que le asesore y represente, asumiendo que el
derecho a la defensa técnica o profesional es una prerrogativa intangible,
que implica que el imputado no puede renunciar a ella ni el Estado a su
obligación de garantizarla.

En tal sentido, ante estos supuestos inconvenientes no significa que se


vaya a vulnerar su derecho a la defensa técnica, pues el hecho de que su
elección libre de contar con un asesoramiento técnico resulte ser en causa
propia, no quiere decir que el citado derecho se haya extinguido o implique
una renuncia tácita; puesto que como se tiene desarrollado  dicho derecho
es irrenunciable y ante tales circunstancias, haciendo uso de ese su
derecho  a la defensa tiene la opción de designar un defensor o pedir que le
sea asignado uno de oficio.

De lo anotado se concluye que, la defensa de un abogado o abogada en


causa propia es aplicable desde el marco de las normativas internacionales
e internas descritas, tomando en cuenta que estas resguardan la
inviolabilidad de la defensa y la libre elección de un defensor, no dejando
de lado la norma específica que regula el ejercicio de la abogacía (Ley 387),
la cual además posibilita al profesional abogado su patrocinio en causa
propia, cuando en su art. 7.II señala que: “La servidora y servidor público
de profesión abogada o abogado, está impedido de patrocinar casos
particulares, salvo el caso de patrocinio en causa propia, la de sus
ascendientes o descendientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o
segundo de afinidad”; por lo que, el abogado puede ejercer su derecho a la
defensa técnica en causa propia.
El juez previo a imponer una sanción económica al abogado, deberá
escucharlo para valorar los argumentos de su actuar y hasta desestimar la
sanción

De lo evidenciado en la grabación de la audiencia de juicio oral, realizada el


18 de febrero de 2019, llevada a cabo ante el Tribunal de Sentencia
Anticorrupción y Contra la Violencia Hacia la Mujer Primero del
departamento de La Paz, en el proceso penal seguido por el Ministerio
Público y Ramón Choque Tórrez por la presunta comisión del delito de
feminicidio, en contra de Félix Tórrez Quispe, ahora coaccionante, se tiene
que, en el desarrollo de la misma, a raíz del interrogatorio realizado contra
uno de los testigos referenciales, se suscitó por parte del Presidente del
Tribunal, la suspensión del interrogatorio, razón por la que el abogado de la
defensa, Erick Sossa Rocha, interpuso un recurso de reposición alegando el
art. 401 del CPP, siendo resuelto el recurso se dispuso no ha lugar al
mismo, decisión que fue recurrida en complementación y enmienda por el
referido abogado defensor; en tales circunstancias el Presidente del
Tribunal impuso una multa de Bs200.- por lo que el otro abogado de la
defensa, Álvaro Rolanado Elías Condori, ahora también coimpetrante de
tutela, interpuso “recurso de corrección” y posterior solicitud de
saneamiento procesal, ante lo que el Tribunal declarando no ha lugar a los
señalados recursos, dispuso una sanción económica de dos salarios
mínimos, alegando que se estaba entorpeciendo intencionalmente el
proceso.

En tales antecedentes, corresponde recordar que a la luz de la


jurisprudencia constitucional descrita en el Fundamento Jurídico III.1 de la
presente Sentencia Constitucional Plurinacional, si bien las autoridades
judiciales tienen la posibilidad de ejercitar el poder disciplinador en
audiencia; sin embargo, el mismo debe ser ejercitado de manera
proporcional y previamente escuchando y valorando los argumentos de
descargo, a fin de dar la factibilidad de desestimar la posible actuación
irreverente frente a la ley, para luego, recién arribar a una determinación.
Derecho a la defensa en el proceso penal

Con referencia al derecho a la defensa el art. 119.II de la Norma Suprema,


instituye  que toda persona tiene el derecho a la defensa; por su parte la
doctrina y la jurisprudencia constitucional desarrollada al respecto señalan
que el derecho a la defensa tiene dos dimensiones: La defensa material y la
defensa técnica, la primera es aquella  que reconoce a favor del imputado
el derecho a defenderse por sí mismo y le faculta a intervenir en toda la
actividad procesal, posibilitándole realizar todos los actos que le permitan
excluir o atenuar la reacción penal estatal; en tanto que la segunda
dimensión, está referida al derecho irrenunciable del imputado de contar
con asistencia de un abogado desde el inicio del proceso hasta su
conclusión.

En ese contexto la SCP 0743/2018-S4 de 6 de noviembre, sostuvo: “El


extinto Tribunal Constitucional sobre el derecho a la defensa en la SC
0887/2010-R de 10 de agosto, indicó lo siguiente: “En el orden
constitucional, no obstante que el derecho a la defensa es un instituto
integrante de las garantías del debido proceso, ha sido consagrado en
forma autónoma, precisando de manera expresa en el art. 16.II de la CPE
abrg. que ‘El derecho a la defensa en juicio es inviolable´ y en el art. 115.II
de la CPE, que: ‘El Estado garantiza el derecho al debido proceso, a la
defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita, transparente y
sin dilaciones’. Preceptos que resaltan esta garantía fundamental, que debe
ser interpretada siempre conforme al principio de la favorabilidad, antes
que restrictivamente. Sobre el particular, en la SC 1842/2003-R de 12 de
diciembre, refiriéndose al derecho a la defensa, identificó dos
connotaciones: ‘La primera es el derecho que tienen las personas, cuando
se encuentran sometidas a un proceso con formalidades específicas, a
tener una persona idónea que pueda patrocinarle y defenderle
oportunamente, mientras que la segunda es el derecho que precautela a
las personas para que en los procesos que se les inicia, tengan
conocimiento y acceso de los actuados e impugnen los mismos con
igualdad de condiciones conforme a procedimiento preestablecido y por ello
mismo es inviolable por las personas o autoridad que impidan o restrinjan
su ejercicio”;

A su vez la SCP 0567/2012 de 20 de julio, estableció que: “El derecho a la


defensa irrestricta, que su vez es componente del debido proceso, se halla
reconocido por el art. 115.II de la CPE, cuando señala que: ‘El Estado
garantiza el derecho al debido proceso, a la defensa…’ (…) El derecho a la
defensa irrestricta, es un elemento esencial del proceso sancionatorio. Es
uno de los mínimos procesales que necesariamente debe concurrir en
cualquier procedimiento sancionatorio, constituyendo de esta manera un
bloque de garantías procesales a favor del administrado en procura de
efectivizar en todos los casos un proceso justo…”.

Por su parte, la SCP 0155/2012 de 14 de mayo; señaló que: “…dentro del


sistema jurídico diseñado por la Constitución Política del Estado, se ha
establecido el reconocimiento del bloque de constitucionalidad integrado
por los tratados y otros instrumentos internacionales de derechos humanos
(arts. 256 y 410.II de la CPE), entre ellos se encuentra la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. El Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos ratificado por Bolivia mediante Decreto Supremo (DS)
18950 de 17 de mayo de 1982, (elevado a rango de Ley 2119 promulgada
el 11 de septiembre de 2000), establece el derecho fundamental de toda
persona sometida a proceso, sujeto a una serie de garantías mínimas,
entre las que se encuentra reconocida la defensa material, expresada como
el derecho: ‘A hallarse presente en el proceso y a defenderse
personalmente o ser asistida por un defensor de su elección, a ser
informada, si no tuviera defensor, del derecho que le asiste a tenerlo; y,
siempre que el interés de la justicia lo exija, a que se le nombre defensor
de oficio, gratuitamente, si careciere de medios suficientes para pagarlo’.

Por otra parte, la Constitución Política del Estado en su art. 119.II, dispone
que toda persona tiene derecho inviolable a la defensa; es decir, que el
Estado proporcionará a las personas denunciadas o imputadas una
defensora o un defensor gratuito, en casos que no cuenten con los recursos
económicos necesarios y según los arts. 8 y 9 del CPP y la jurisprudencia
sentada por el Tribunal Constitucional a través de la SC 1556/2002-R de 16
de diciembre, el derecho a la defensa: ‘…tiene dos dimensiones: a) La
defensa material: que reconoce a favor del imputado el derecho a
defenderse por sí mismo y le faculta a intervenir en toda la actividad
procesal -desde el primer acto del procedimiento-, de modo que siempre
pueda realizar todos los actos que le posibiliten excluir o atenuar la
reacción penal estatal; principio que está garantizado por la existencia del
debate público y contradictorio; y, b) La defensa técnica, consiste en el
derecho irrenunciable del imputado de contar con asistencia de un abogado
desde el inicio del procedimiento hasta el final de la ejecución de la
condena…’. Asimismo, y con el fin de hacer efectiva la garantía de contar
con un defensor, mediante Ley 2496 de 4 de agosto de 2003, se ha creado
el Servicio Nacional de Defensa Pública, con la finalidad de garantizar la
inviolabilidad de la defensa del imputado.

Al respecto y según la opinión de Jorge Eduardo Vásquez Rossi, se puede


decir que si bien es importante la defensa material del imputado, la
defensa técnica sigue constituyendo, la más efectiva garantía para el
resguardo de sus derechos, sea que se ejerza por el abogado de su
confianza, abogados de Defensa Pública o el defensor de oficio, sostiene
que en el art. 9 del actual Código Adjetivo, le otorga prevalencia a la
defensa técnica al declarar su carácter irrenunciable, ya que con similares
características se encuentra contenida y regulada en los arts. 92 y 94 del
CPP; asimismo afirma que, su inobservancia, conforme a lo establecido por
el art. 100 del mismo Código, no sirve para fundar ninguna decisión contra
el imputado.

En ese entendido, se puede establecer que la defensa técnica y la defensa


material, se encuentran estrechamente relacionadas, puesto que para
asumir el derecho a la defensa, el imputado tiene la posibilidad de que
ambas puedan concurrir al mismo tiempo durante el desarrollo de todo el
proceso penal, pues nadie puede ser condenado, sin ser previamente oído
y juzgado en proceso legal; sin embargo, la defensa técnica es un derecho
que no está constituido como una facultad o potestad, sino más bien, es un
derecho irrenunciable que trata de precautelar y resguardar el derecho a la
defensa del imputado, razón por la cual, mínimamente debe contar con la
asistencia de una persona con conocimiento jurídico, ya sea el abogado de
su confianza o el defensor de oficio designado por la autoridad competente,
pues el incumplimiento de la parte in fine del art. 94 del CPP, no permite
utilizar bajo ninguna circunstancia la información obtenida contra el
imputado, situación que conforme el art. 169 inc. 3) del CPP, constituye
actividad procesal defectuosa”.

El debido proceso en sus elementos de fundamentación, motivación y


congruencia de las resoluciones

Con relación al contenido esencial del debido proceso, en su elemento de


debida fundamentación y motivación la SCP 0893/2014 de 14 de mayo,
estableció que: “…El contenido esencial del derecho a una resolución
fundamentada o derecho a una resolución motivada, fue desarrollado en la
SCP 2221/2012 de 8 de noviembre, y complementado por la SCP
0100/2013 de 17 de enero, teniendo en cuenta las finalidades que persigue
este derecho fundamental. (…)

Sobre el segundo contenido; es decir, lograr el convencimiento de las


partes de que la resolución no es arbitraria, sino por el contrario, observa:
el valor justicia, el principio de interdicción de la arbitrariedad, el principio
de razonabilidad y el principio de congruencia, en la SCP 2221/2012, el
Tribunal Constitucional Plurinacional ha desarrollado las formas en
las que puede manifestarse la arbitrariedad, señalando: `…la
arbitrariedad puede estar expresada en: b.1) una «decisión sin
motivación», o extiendo esta es b.2) una «motivación arbitraria»; o
en su caso, b.3) una «motivación insuficiente» desarrollando más
adelante, el contenido de cada una de ellas.

‘b.1) Por ejemplo, cuando una resolución en sentido general


(judicial, administrativa, etc.), no da razones (justificaciones) que
sustenten su decisión, traducido en las razones de hecho y de
derecho, estamos ante la verificación de una «decisión sin motivación»,
debido a que «decidir no es motivar». La «justificación conlleva formular
juicios evaluativos (formales o materiales) sobre el derecho y los hechos
sub índice [asunto pendiente de decisión]».

b.2) Del mismo modo, verbigracia, cuando una resolución en sentido


general (judicial, administrativa, etc.) sustenta su decisión con
fundamentos y consideraciones meramente retóricas, basadas en
conjeturas que carecen de todo sustento probatorio o jurídico
alguno, y alejadas de la sumisión a la Constitución y la ley, se está
ante una «motivación arbitraria». Al respecto el art. 30.II de la Ley del
Órgano Judicial (LOJ) ‘Obliga a las autoridades a fundamentar sus
resoluciones con la prueba relativa sólo a los hechos y circunstancias, tal
como ocurrieron, es escrito cumplimiento de las garantías procesales’.
En efecto, un supuesto de «motivación arbitraria» es cuando una decisión
coincide o deviene de la valoración arbitraria, irrazonable de la prueba o, en
su caso, de la omisión en la valoración de la prueba aportada en el proceso
(SC 0965/2006-R), que influye, en ambos casos, en la confiabilidad de las
hipótesis fácticas (hechos probados) capaces de incidir en el sentido, en los
fundamentos de la decisión. Es decir, existe dependencia en cómo
cada elemento probatorio fue valorado o no fue valorado, para que
se fortalezca o debilite las distintas hipótesis (premisas) sobre los
hechos y, por ende, la fundamentación jurídica que sostenga la
decisión. (…)

b.3) De otro lado, cuando una resolución no justifica las razones por
las cuales omite o se abstiene de pronunciar sobre ciertos temas o
problemas jurídicos planteados por las partes, se está ante una
«motivación insuficiente»’” (las negrillas nos corresponden).

Asimismo, respecto a la congruencia, la SCP 0177/2013 de 22 de febrero,


señaló que, la misma se entiende como: “…la estricta correspondencia
que debe existir entre lo peticionado y lo resuelto; ahora bien, esa
definición general, no es limitativa de la coherencia que debe tener toda
resolución, ya sea judicial o administrativa, y que implica también
la concordancia entre la parte considerativa y dispositiva: sino que
además, debe mantenerse en todo su contenido, efectuando un
razonamiento integral y armonizado entre los distintos considerandos y
razonamientos contenidos en la resolución. La concordancia de contenido
de la resolución y su estricta correspondencia entre lo pedido, lo
considerado y lo resuelto, conlleva a su vez la cita de las disposiciones
legales que apoyan ese razonamiento que llevó a la determinación que se
asume. En base a esas consideraciones, es que quien administra justicia,
emitirá fallos motivados, congruentes y pertinentes. (…)

El principio de congruencia, responde a la pretensión jurídica o la


expresión de agravios formulada por las partes; la falta de relación
entre lo solicitado y lo resuelto, contradice el principio procesal de
congruencia, la resolución de primera y/o segunda instancia, debe
responder a la petición de las partes y de la expresión de agravios,
constituyendo la pretensión jurídica de primera y/o segunda
instancia” (las negrillas son nuestras).

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