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Universidad Nacional de Asunción

Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

TRABAJO PRÁCTICO
INDIVIDUAL

Docentes:
- Dra. Stella Samaniego de Centurión
- Dr. Tito Ángel Britez Jara
- Dra. Gloria Troche

Materia: Sociología Jurídica

Tema: Análisis sociológico del libro “La Rosa Azul”

Estudiante: Santiago Andrés Calonga López

C.I.: 6.359.855

Sección: 1ro 1ra – Turno Noche

2023
Asunción - Paraguay
Santiago Andrés Calonga López

Introducción.

Debido al acelerado desarrollo en las tecnologías, no solo se han difundido


ideas económicas o políticas, sino también se estrechan las relaciones culturales
entre países, siendo los países cultural y económicamente débiles los que adopten
los modelos dominantes. Del mismo modo, los movimientos migratorios que se
están produciendo a lo largo de todo el mundo están motivando la mixtura de
culturas, lo cual desemboca en una realidad múltiple y compleja que, forzosamente,
exige la convivencia entre esas culturas.

Como una forma de expresión cultural, la literatura no es ajena a estos


fenómenos y para ejemplificar lo expresado anteriormente, se tomará la obra La
Rosa Azul de Rubén Bareiro Saguier para puntualizar características
socioeconómicas y señalar la influencia de la globalización y algunos elementos de
la misma, así como la forma en la que se presenta el conflicto de la identidad
cultural. Se expondrán aspectos como los ámbitos geográficos que predominan,
elementos de la cultura popular y sociedad de consumo existentes, la superioridad
cultural, pérdida de identidad, y discriminación. Lo anterior permitirá dilucidar la
existencia de aspectos tanto formales como de contenido temático de la obra para
asociar al autor con el entorno y la tradición literaria nacional.

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Marco teórico.

Antecedentes

Se consultaron las bibliotecas y tanto físicos como electrónicos de las


distintas publicaciones que ofrecen la literatura investigada y no se encontró ningún
trabajo relacionado con la obra La Rosa Azul. Sí se encontraron algunos artículos
de referencia.

En Internet se localizaron varias páginas sobre la biografía y obra de Rubén


Bareiro Saguier y únicamente un artículo web centrado en La Rosa Azul y escrito
por Saúl Yurkievich. Crítico y poeta argentino en la página:
http://letrasparaguayas.blogspot.com/search/label/RUB%C3%89N%20BAREIRO
%20SAGUIER.

El título del mismo es: La Rosa Azul, de fecha Julio de 2005, que encarna el
tema de la proyección de un cosmos indisolublemente ligado a su persona, a partir
de una identificación consubstancial con la tierra de origen. Rubén parece
modelado con la argamasa de su pueblo. Su oriundez intrínseca, entrañada, su
activa y versada pertenencia, personificando el Paraguay en sí.

Rubén Bareiro Saguier ha entramado su existencia personal con la de su


colectividad, su íntimo transcurso con los avatares de su país. Desde sus tiempos
de estudiante ha librado todos los combates –políticos, estéticos, culturales y
lingüísticos- que al Paraguay incumben, ha defendido en múltiples frentes su
ideario acerca del sentido y el destino nacionales antes de resultar el Embajador a
justo título del Paraguay en Francia, fue el Embajador innato. A nadie que yo
conozca corresponde mejor esta dignidad. Ella en Rubén atañe a una condición
connatural, está por él convertida en esencial identidad.

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Justificación

Para un análisis sociológico de la obra literaria, un método crítico


fundamentado en las implicaciones sociológicas de la literatura, que trate de
descubrir, señalar y recrear la proyección del texto literario, poniéndolo al alcance
de un público lector que por sí solo no estaría en condiciones de comprender
cabalmente lo que la obra quiere transmitir.

Un esquema que trata de armonizar las diferentes escuelas críticas,


centralizado en la relación íntima, indispensable, entre literatura y realidad, entre
literatura y sociedad.

Básicamente la justificación del método sociológico que proponemos es


determinar las posibilidades de la literatura como una disciplina de integración
humana, la única que puede dejar un testimonio integral del hombre, del hombre
interno y externo, del hombre abstracto y del hombre concreto, pero sobre todo del
hombre en relación con el mundo que lo rodea. Por eso creemos que la literatura
es la única ciencia que totaliza el aporte de las demás ciencias; por eso creemos
que, en esta impureza, y si se quiere, en esta fiera arbitrariedad, la literatura
alcanza por fin no sólo su justificación sino su verdadera grandeza.

La Rosa Azul

Son 14 cuentos en los que Bareiro Saguier brinda luego de su regreso a


Paraguay. Historias sazonadas con lo que él denomina "el asco por la profunda
degradación de la sociedad paraguaya". Algunas de las narraciones transcurren en
países lejanos y los textos surgen como si el narrador hubiera atravesado océanos
y desiertos antes de volver a reconocerse tanto o más paraguayo que antes de
partir al exilio. Aquella esencia del ser, la patria, en este caso la patria chica, Villeta
del Guarnipitán, que le fuera despojada al vate, cuando marchó al exilio, vuelve a
su memoria, a través de “La rosa azul”. La obra lleva el sello editorial de Servilibro.
Vidalia Sánchez, directora de la Editorial "Servilibro", quien fue la que le publicó el
libro de cuentos ganador del Premio Nacional de Literatura 2005: "La rosa azul".

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En esta obra, Villeta del Guarnipitán, hilo conductor de algunos relatos, se


puebla, se repuebla, desafiando al pasado, de “la huerta con sus tomates olorosos
y sus verduras frescas; en fin, el Edén del patio, con todos los árboles frutales; los
juegos con los amigos y los primitos, así como los primeros cosquilleos con las
niñitas; con sus cabellos fragantes despeinados...”.

Y ni qué decir de Mbyja, el caballo, el amigo, el que sabe del juego macabro
de los grandes, en la “cárcel vieja”, donde fue a parar su amo, Rubén Bareiro
Saguier, por pensar diferente. Mas el animal lo aguarda, fiel, como una infinita
sombra siempre montada.

Los pensamientos del poeta se desenvuelven en el nivel de la poesía pura,


elemental, de chispeantes ojos, herida de nostalgia, y -también- en el nivel del
lenguaje mismo, el habla, que es una manera de contarse a sí mismo una historia
tejida con el idioma de nuestros antepasados aborígenes.

Perfectos, por sus limpiezas éticas, estos cuentos o narraciones nos


muestran a un hombre que causa una impresión dominante, la del ser que prefiere
cambiar todo el equipaje de la civilización y sus cultos modernos, por la vieja
cultura del mundo.

Ficción visionaria y topología de semantemas simbólicos, la prosa


de Rubén se poetiza en una red de temas existenciales: la muerte, la nostalgia,
vector del nunca-jamás, la sangre memoria emblemática del hombre y de la
comunidad, la violencia omnipresente, el espacio en su doble función; palabra y
lugar elocutorio.

Aunque esa vocación es a la palabra escrita y a la literatura, Bareiro Saguier


matizó que “es, sobre todo una fidelidad a la palabra —enseñando, denunciando y,
obviamente, escribiendo— que en la cultura guaraní era esencial”.

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El Libro

El libro “La rosa azul”, del escritor y poeta Rubén Bareiro Saguier. La obra
lleva el sello editorial de Servilibro. Aquella esencia del ser, la patria, en este caso
la patria chica, Villeta del Guarnipitán, que le fuera despojada al vate, cuando
marchó al exilio, vuelve a su memoria, a través de “La rosa azul”.

Lo bueno, por así decirlo, de la memoria de un desterrado es que ella suele


conservarse intacta. En esta obra, Villeta del Guarnipitán, hilo conductor de algunos
relatos, se puebla, se repuebla, desafiando al pasado, de “la huerta con sus
tomates olorosos y sus verduras frescas; en fin, el Edén del patio, con todos los
árboles frutales; los juegos con los amigos y los primitos, así como los primeros
cosquilleos con las niñitas; con sus cabellos fragantes despeinados...”.

Y ni qué decir de Mbyja, el caballo, el amigo, el que sabe del juego macabro
de los grandes, en la “cárcel vieja”, donde fue a parar su amo, Rubén Bareiro
Saguier, por pensar diferente. Mas el animal lo aguarda, fiel, como una infinita
sombra siempre montada.

Los pensamientos del poeta se desenvuelven en el nivel de la poesía pura,


elemental, de chispeantes ojos, herida de nostalgia, y -también- en el nivel del
lenguaje mismo, el habla, que es una manera de contarse a sí mismo una historia
tejida con el idioma de nuestros antepasados aborígenes.

Perfectos, por sus limpiezas éticas, estos cuentos o narraciones nos


muestran a un hombre que causa una impresión dominante, la del ser que prefiere
cambiar todo el equipaje de la civilización y sus cultos modernos, por la vieja
cultura del mundo.

Catorce relatos componen esta obra. ¿Relatos, fábulas, cuentos? Materia


narrativa, en permanente metamorfosis, donde lo imaginante deviene imaginario
creando nuevos códigos de verosimilitud que recrean la realidad inmediata y

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contingente. ¿Realidad? Sí, sólo que "literaturizada" según el modo de la alegoría;


nos encanta, nos canta y cuenta por su poder evocativo y emblemático. Cita del
símbolo y el sentido.

ÍNDICE:
 A MODO DE COMENTARIO
 INTRODUCCIÓN
 EL SALUDO FINAL DE BORIS
 CIRCUNSTANCIA IMPREVISTA
 DÚO DE SILENCIOS HABITADOS
 CREPÚSCULO DE TARDE EN AMENAZO
 EL CARTERO DESCALZO
 EL PEQUEÑO CATECISMO HISTÓRICO Y LAS POLILLAS
 LA MAR SE LLAMA CHARITO
 MUÑECA DE TRAPO
 EL VAGÓN DE LAS MARAVILLAS
 EL PINDÓ COSMOGÓNICO
 LA ROSA AZUL
 EL GRILLO CIEGO - LA CONFESÓN - MBYJA.

A modo de comentario

¿Y la otra realidad? ¿La empírica e histórica? Esa no desaparece jamás, obliterada


por la frase "retórica", ella surge bajo la soleada corriente de la poesía que corre
sobre la superficie de la prosa transmutada, transustancializando la realidad de la
ficción en ficción de la realidad.

Relato e Historia, fenómeno y epifanía, realidad e imaginario, por la función


imaginante, imaginación más que real por la anfibología creadora. Ficción
visionaria y topología de semantemas simbólicos, la prosa de Rubén se poetiza en
una red de temas existenciales: la muerte, la nostalgia, vector del nunca-jamás, la
sangre memoria emblemática del hombre y de la comunidad, la violencia
omnipresente, el espacio en su doble función; palabra y lugar elocutorio.

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Desde donde hablamos y a quien; es decir la tierra como geografía mítica y


circunstancia espiritual, como escenario político-social, como "habitat" mito-lógico
del hombre natural y naturaleza del hombre cultural.

Tierra incógnita, gran madre, morada del Pastor del Ser (El Poeta), tiempo mítico
donde el hombre no se baña jamás dos veces en el mismo río, según el principio
de Heráclito.

La tierra es la dimensión espacial de la temporalidad, su ritmo, el instante, átomo


pulsátil en la perspectiva del sueño espacial, intimidad material que solicita la
empatía visual del poeta. El poeta de la vida inmediata, la ve en profundidad,
devuelve al oficio de escribir la dignidad eudemónica, allí donde otros practican el
eros ludens de la "pluralidad operativa", mira y ve "en el interior de cada cosa", lo
que concede tanta importancia a la imagen material, la sustancia. Decir imagen
material de la sustancia, es des-velar la perspectiva de lo oculto (como en el Dios
de Pascal, la sustancia es la evidencia abscondita), dinamizar la subjetividad
visionaria de aquello que se presentifica en el tiempo, en un solo momento en un
solo lugar.

Ubi y Quando. Geometría sentimental de lo imposible, el hombre busca descifrar el


enigma del tiempo en la superficie de lo visible. Según el perspectivismo, la
naturaleza es un punto de vista (la poesía de Octavio Paz o el raciovitalismo de
Ortega y Gasset); por ser acorde con esta doctrina citemos a Bachelard para quien
"la imagen se duplica en espejo de una psicología de lo imaginante".

Leyendo a Bareiro Saguier, una fenomenología de la percepción lírica nos parece


el método más apto para desvelar la red temática que corporiza sus relatos.
Escribir no es nunca un acto gratuito y su forma del conocimiento lleva a la ética.
Su gracia está en la gravedad.

Digamos que para Rubén el mundo sensible es una pasión y una exigencia; la
unión mágica de la sensación y el sentimiento. Mirada y conocimiento en el minuto
mismo de la imagen. La utopía miniaturizada de una ontología de la mirada, será

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posible, compatible con el vector transcendente que la conciencia imprime a la


mirada, cuando ésta recorre la prosa del mundo. De lo real a lo imaginario o, en
sentido inverso, de la emoción intuitiva al intelecto, tan pronto emerge la palabra
poética, da nacimiento a la efusión incandescente de estos dos polos.

Seamos platónicos y digamos que la visión mítica es el contrapunto de la dialéctica


verbal. ¿Entonces? Sinonimia de: mostrar y demostrar, de ver y saber.
Escuchamos con los ojos, vemos con el oído, es el poeta que habla en nosotros, su
palabra es nuestra sensación. Su literatura, como conciencia de lo real, nos tiende
el espejo de nuestra subjetividad en acto.

Hablar es imaginar y la imaginación, nos despliega el espacio primitivo donde se


despierta nuestra vocación dé identidad, propia del sujeto pensante es que del
imperativo dictado por el status del mundo objetivo. La mirada miniaturiza la
realidad abstracta del mundo que nos rodea, la inmediatiza y humaniza.

Fertilidad de la mirada, elocuencia de los ojos, discurso del oído, solidaridad de


nuestras sensaciones, es la hominidad de la humanidad.

En la prosa de Rubén, los sentidos tienen su propia gramática, la frase enfatiza la


empatía del conocimiento, del conocimiento, substancial izando el acto de percibir,
restituyéndole su dimensión ética. Presente-pasado, o pasado-presente, pasado
preciso o aorístico, pasado que no cesa de pasar, retrofuturo de un pasado que
impone su nunca-jamás en el presente-futuro del aún-no, presente que mañana
será el Ayer de una quimérica nostalgia.

Tiempo no es jamás neutro y exige de nuestra percepción un compromiso, pues, la


subjetividad actualiza la sensación.

El pasado, tiempo psicológico, define su pasado narrativo, gramatical, pues sólo el


acto de escribir goza de una actualidad "pura", paradojalmente al acto de leer,
levemente anacrónico en relación a la realidad supuesta.

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Entre prosa y mundo no hay homotecia, hay, sí, la prosa del mundo, es decir,
nuestra mirada, nostálgica y dulce-amarga, nuestra mirada en busca de la unidad
perdida, nuestra mirada errante entre jirones de tiempo, nuestra mirada hechizada
por los instantes que transcurren aboliéndose los unos a los otros. La poesía de
esta prosa surge de esa mirada sorprendida por la simultánea pluralidad focalizada
en el instante.

La narrativa de Bareiro Saguier, nos desvela la tonalidad afectiva, la continua


amenaza que pesa sobre el ser-en-situación, expresando la angustia
existencialmente posible, presentificada a través de la exasperación somática del
personaje al borde de una situación límite.

Memoria de lo maravilloso y dimensión del Sujeto Trascendente. Es la magia del


poeta de Villeta del Guarnipitán, que nos abrirá la puerta de la sapiencia insólita.

Introducción

Escribir es, para mí, una necesidad. Cada vocablo, cada frase, cada poema o
cuento, cada libro es el resultado de una profunda carga que se va acumulando,
hasta que el peso de la misma desencadena la tormenta de la palabra. La
necesidad de transponer el asco y el rechazo ante la degradación de mi sociedad,
da origen a parte de mi escritura. La infancia, la prisión y el exilio transitan por
páginas y páginas y páginas. ¡Y el amor, esa dimensión absoluta en mi existencia!
Las obras de erudición o de análisis que he escrito parten de un interés evidente
por un tema, pero su realización obedece a menudo al acicate de una propuesta
exterior más profunda. Las otras -las que conforman la dimensión imaginaria, las
que vuelven visibles mis fantasmas-, las escribo con la sangre, con las tripas, con
las manos de los sueños, con las uñas de las pesadillas. En ellas, en su
elaboración, hay algo de automatismo, pero no al estilo de los surrealistas, pues
existe siempre una razón de partida. No creo en la gratuidad de la escritura ni en el
inicio ni en las consecuencias.

Escribo por algo y para alguien; obedezco en ello a una necesidad de comunicar,
de comunicarme. Considero que la escritura no se agota en su componente

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estético: debe ser sostenida por una armazón ética. No hablo de la ideología ni del
discurso, sino del espinazo que la sustenta, de las nervaduras que la vuelven
sensible, de las venas que la irrigan.

Entiéndase bien, no se trata de un mecanismo automático de causa a efecto. Creo


que existe otro sistema de relacionamiento entre la motivación interna y su
plasmación en la palabra.

El saludo final de Boris (Cuento)

-Tengo que hablarte, por favor no te vayas sin verme. Nos encontramos a las 12 y
10 en la puerta. ¡Sin falta!

La voz de Gustavo sonó grave. Colgué el auricular, pensativo, y continué con el


arqueo semanal de los sábados.

Cuando llegué al vestíbulo central lo vi salir de su despacho de Vice-Gerente. Pero


no venía solo. Me sorprendió ver a Marina con el pelo desgreñado, la chaqueta mal
prendida y la pintura corrida en el rostro descompuesto. La "Negra", siempre tan
coqueta y elegante, tan alegre y pispireta, arrastraba los pies al caminar, mirando el
suelo. Llegamos juntos a la salida. La luz de la calle alumbró el rostro tenso, la
palidez de Gustavo. Pude ver los ojos hinchados de Marina. Cuando
transponíamos el umbral, me espetó la noticia:

- ¡Boris se suicidó...!

Caminamos como autómatas, silenciosos, llegamos al café frente al banco; como si


nos hubiéramos concertado sin palabras, nos sentamos en la mesa del fondo.
Gustavo pidió tres whiskys sin consultar a nadie.

-No sé..., no sé por qué... -repetía Marina entre hipos nerviosos y lagrimones-. Esta
mañana al llegar a la pensión había un gran alboroto. Los policías me interrogaron,
y yo no sé nada. Doña Maruja descubrió el cadáver en la cama hoy temprano.
Sospechó algo, pues desde ayer de tarde en que se encerró, no había escuchado

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ningún ruido en la habitación... Fue ella quien me llamó... Sí, lo vi allí tendido, como
siempre, tan... -Marina se calló y miró por lo bajo a Gustavo, quien hizo una mueca
de disgusto-. A quien otro podía apelar..., lo siento, pero... -continuó con voz
lastimera, hasta que una especie de sollozo parecido a una tos de perro le cortó la
palabra.

Mi amigo seguía lívido. Lo conocía bastante como para adivinar la mezcla de


cólera, de disgusto, de compasión, de furia que lo dominaba. Me fijé en las
contracciones nerviosas de las manos, en el rictus amargo que le deformaba la
mejilla izquierda. Conocía esos síntomas. Mientras él le hacía preguntas
monosilábicas y embarazosas a Marina, me acordé de Boris, del "bello Boris".
Había aparecido sin que nadie supiera nunca de dónde venía ni a qué se dedicaba.

Un viaje fantástico

En el relato que lleva por título “El vagón de las maravillas”, emprendemos con el
autor un viaje fantástico. Olemos, escuchamos, vemos, y nos asombramos con él,
metido en el vagón de un tren, entre la ruidosa compañía extranjera. El viaje es
dificultoso, pero un hombre de edad infinita, enjuto y moreno, con una maleta de
madera, nos acerca, a través de sus conocimientos sobre los fenómenos del
firmamento, a la pintura mejor lograda del cielo. Un cielo tachonado de estrellas.

Por otro lado, está el río, siempre el río, presente en “La rosa azul”. El río de Villeta
del Guarnipitán, con su aspecto unánime y celeste, corre, gravitante, no solamente
por los relatos, sino además por las poesías del vate.

Hay un sentimiento de soledad, sin márgenes, en “La rosa azul”. No he logrado,


particularmente, hallar huellas de otras presencias. Deslumbradora y silenciosa, la
soledad, mientras estaba en el momento de la lectura, me iba marcando el alma. A
veces encontraba, y seguía, una huella delgadísima dejada por alguien, una
persona desconocida, pero luego me hallaba sorprendida por un raro sentimiento
de despojo.

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En conjunto, según mi opinión, el libro es una prolongación de Rubén Bareiro


Saguier, amigo y compueblano. Leí varias veces sus relatos, y me encontré,
desvelada, aceptando una invitación para recorrer las calles del pueblo. ¡Cuántas
peripecias llegar al punto de destino!

El poeta de Villeta del Guarnipitán llegó al pueblo y se quedó en él. Eligió la plaza
instalada frente a la municipalidad para dejar allí, entre el zumbido profundo de la
naturaleza, y el follaje gigante que echa buena sombra, su corazón, su alma, su
humanidad toda.

El pindó cosmogónico

En el fondo del patio, exacto centro de nuestro mundo, se yergue una de las cinco
palmeras azules, con las que Nuestro Padre ultimo Primero creó la tierra, la
primera tierra, la perfecta.

Allí se enraizó, después que Ñamandú desató el diluvio que la destruyó por causa
de la trasgresión mayor, cuando Jeupié copuló con la hermana de su propio padre.

Yo no le cuento a nadie, porque desde que Jakairá, el dueño de la bruma, creó, sin
mucha convicción, la tierra imperfecta, todos andan buscando el yvy marae’y, la
tierra sin mal. Ella hace parte de esta tierra que habitamos cada día del tiempo y
del espacio. Y si se llega a saber, invadirán mi patio y yo ya no podré guardar la
eternidad para mí.

Para evitar que la maraña del olvido enrede mi híbrida memoria, hice grabar al pie
del pindó cosmogónico unas palabras en una franja de cemento. Como soy mestizo
de pura raza, es decir mancebo de la tierra, utilicé un fragmento del libro que
trajeron los que vinieron a intentar “reducir” a mis antepasados: el salmo 142, que
como el ñe’ê porâ, la bella palabra habla, nombra, consagra el “lugar”, siempre
añorado en momentos de persecuciones y celebrado cuando se lo alcanza.

Naturalmente, hay una mezcla, una integración de la Biblia con las variaciones
extraídas del Ayvu Rapyta, que son raíces de la palabra alada, esas que

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intercambiaban mis antepasados del Guarnipitán con Ñande Ruvusu en la primera


tierra, y que la siguieron -la siguen- elevando, cada mañana, desde la tierra
imperfecta.

La inscripción grabada al pie del pindó cosmogónico dice:

“Si yo de ti me olvido, Jerusalén,


que se seque mi diestra.
Que mi lengua se pegue al paladar
si pierdo tu recuerdo,
Guarnipitán”.

El río, mi río compañero y los barcos que lo surcan alejan a los que pudieran
acercarse al pedazo de la tierra sin mal, en la que el pindó cosmogónico levanta su
penacho verde y lustroso, desde el origen de los tiempos y hasta la eternidad.

El contexto de la literatura

La sociedad paraguaya conoció durante y después de la guerra civil de 1947


cambios cualitativos políticos emanados desde una violencia nunca, antes,
conocida. En esta guerra se enfrentaron una gran parte del ejército, que
reivindicaba una salida democrática, con un pequeño sector del mismo ejército
secundado por una enorme masa civil fanatizada por el partido colorado, todavía
gobernante en nuestros días. El hecho de que el jefe de la represión haya sido un
civil en “sólo un momentito” está evidenciando la preeminencia caudillista en el
ejercicio del poder político paraguayo. Esta situación cambiará radicalmente
después de la toma del poder – golpe de estado de por medio – del Gral. Alfredo
Stroessner en 1954. El ejército tomará todos los resortes del poder estatal y el
partido colorado se transformará en una agencia de “consensus” de ese poder. Al
perder el partido colorado el poder real los caudillos tradicionales políticos se
consumieron. La modernización dirá el resto.

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Es por ello que la guerrilla de 1960/1961, que tuvo dos vertientes, un organizado
por sectores disidentes de partidos tradicionales y el otro, por el Partido Comunista,
se enfrenta con una organización del estado totalmente diferente al de 1947. Por el
tenor del cuento “Pacto de Sangre”, se supone que los guerrilleros corresponden al
movimiento de los sectores disidentes de los partidos tradicionales. El hecho de
que le personaje haya pensado que su apellido podría por si solo constituir una
garantía para el éxito de la lucha está abonando esta idea.

En “Pacto de Sangre” el ministro civil, jefe de partido, no es más que intermediario


para buscar convencer a los campesinos a ayudar al ejército. La utilización de
“voluntarios” para el ajusticiamiento de prisioneros se supone que no es otra cosa
que hacerlos cómplices del sistema.

Aquí, a diferencia de “Sólo un momentito”, el jefe de la represión es un –


funcionario policial. No existe ningún ejemplo en el texto – tampoco en la realidad
histórica – de que fueran caudillos zonales o civiles quienes dirigieran la represión.
El estado autoritario militar centralizado representa y es el poder. Se da una
perfecta coincidencia entre la geografía del poder estatal y la geografía nacional.
No existe ningún poder fuera de ello. El sistema caudillista, vigente anteriormente
en una fina hilación de repartición del poder entre caudillos locales y nacionales,
había desaparecido para dejar lugar a un solo poder como único gestor político a
nivel nacional.

Como se puede ver, el contexto socio-político ha cambiado y el agente de la


muerte trocó de signo. El fanatismo sigue siendo lo mismo pero el encargado de
realizar el destino se despersonaliza. En el primero de los cuentos, el cariño con
que se realiza el hecho – exarcebado por la relación familiar es una pauta cultural
asumida, mientras que en el segundo caso existe una trivialización del hecho
capital – la muerte – no por sus consecuencias sino porque la relación entre el
verdugo y la víctima es anónima y pasa por una institución represiva con funciones
específicas.

Retomando estas circunstancias tanto en el plano individual como social, la


relación que existe entre una escritura y la situación de la sociedad, podemos

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constatar la transformación de la sociedad paraguaya que de una estructura de


cierto paternalismo – que no excluye la crueldad- pasa a la tecnificación represiva,
al anonimato despersonalizado, resultado de la afirmación de una dictadura militar
que llega hasta nuestros días. En este sentido es que podemos decir que en Ojo
por Diente es posible detectar dos imágenes de la muerte. Por un lado, la visión de
la muerte individual dentro del contexto cultural de la comunidad mestiza. Por el
otro la significación de la muerte referida a la organización social. En este terreno,
se puede hablar de la muerte de un sistema, paternalista, y su reemplazo por una
estructura militar autoritaria, que opera con los recursos de una técnica moderna y
despersonalizada, indiferente; la relación de poder – de muerte – paternalista, con
rostro y hasta con calor, se convierte en una instancia fría, oculta y distante, no hay
apelación posible. Los patrones culturales aceptados de una relación en la muerte
se diluyen en un esquema ajeno a la tradición ancestral.

Por último, quisiéramos plantear una percepción, en tanto lector paraguayo, que
nos estuvo rondando en la cabeza, como un fantasma oscurecido y perentorio,
durante todo el tiempo de la elaboración de este artículo: la relación texto- contexto/
narrador y su propia visión de la muerte.

Hemos recordado, al iniciar el artículo, el nexo relacional entre condición de exilio


del autor y recuperación de una realidad ausente a través del texto. Si el exilio
significa, para el narrador un extrañamiento visceral, interdicción absoluta al
retorno, a no ser al precio de la prisión o de la muerte, “Ojo por Diente”, como
rescate de la realidad ausente, puede significar también la seguridad, del
escritos, de arribar a la tierra madre sin males – yvy maräé`^y – de los guaraníes.
Al final de cuentas, la posibilidad del autor de develar el alma de su colectividad,
porque él sigue inmerso en ella, en tanto portador de valores que pone en
evidencias. Vida/Muerte son espacios que siempre tocan y donde uno, si lo
merece, siempre revive. Revive en la palabra, símbolo de los huesos que lleva
consigo, es decir del poder de resurrección según la tradición guaraní.

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Rubén Bareiro Saguier, un breve entrevista para comprender su


ideología

A través de este diálogo; acercó su vida, su exilio, sus anécdotas, sus comienzos
en la literatura.

- ¿Qué función desempeño la revista Alcor durante la dictadura?


Fue una ventana, una manera de... de permitir que entrara "la luz" en una
noche sombría de la dictadura. Luchábamos por la cultura sin partidismos, con
principios.

- ¿De qué les acusaron?


De ser comunistas, de rebeldes porque se ve que no estábamos con ellos.

- ¿Qué personalidades estuvieron en Alcor?


Todas las personalidades de la cultura paraguaya, de mi generación. Y aparte
de eso los más jóvenes hicieron que la tarea de Alcor tuviera una dirección más
adelante.

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- ¿Qué fue lo que le movió a elegir la labor como escritor? ¿De dónde le
nació la vocación?

Eso es difícil de caracterizar porque surgió. Pero, viste de mi infancia, desde


las exposiciones de colegio escribía en pequeñas revistas. Y mucho antes en
mi niñez me gustaba leer. La persona que no lee nunca va a ser un escritor.

- ¿Qué significó el exilio para Ud.?


Doloroso, un duro oficio. Desde los griegos, la pena más dura que hay de la
política. Una condena a muerte a cuenta gota (repite cuenta gota). Exilio
significa fuera de tu lugar. Claro que cuando uno lleva la patria en el pecho
sobrevive e esto.

- ¿Qué motivación tuvo para escribir La Rosa Azul?


Yo creo que no hay una motivación racional. Eso se va sedimentando en mi
caso. No soy un escritor profesional. Y entonces en un momento en que estaba
convaleciente después de una operación. Era propicio para poder completar
todo el material que tenía de escritura. Yo voy acumulando eso, como las
nubes se van cargando de agua y hasta que una circunstancia atmosférica
precipita la lluvia.

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- ¿Cuál es su pasatiempo?
La lectura, la escritura, la reflexión, la lectura otra vez, la amistad, el
intercambio con los jóvenes.

- ¿Cuándo empezó a escribir poesía?


A los 15 años, 16, quizás antes(dudó).

- ¿Cuántas veces escribe al día?


No, no tengo horario. Cuando tengo ganas siento que va a llover y necesito
descargar las nubes.

- ¿Qué significa para vos recibir el Premio Nacional de Literatura?


Significa mucha emoción. Hace unos días, hurgando entre mis papeles,
encontré unos poemas de estudiante. Es una prueba de que hay destinos
encarados desde la adolescencia.

Pertenezco a una generación que no tuvo muchas oportunidades. No había


estímulos. Estábamos, además, proscriptos. Este premio quizás sea el mérito
de persistir en una vocación. Esa vocación creo que si bien es a la palabra
escrita –literatura–, es, sobre todo una fidelidad a la palabra _enseñando,
denunciando y, obviamente, escribiendo_ que en la Cultura Guaraní era
esencial. Es cierto. El anterior Premio Nacional de Literatura, el de Carlos
Martínez Gamba, fue un premio al guaraní paraguayo. Este premio es para

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Santiago Andrés Calonga López

alguien que escribe en castellano paraguayo. Creo que hay una continuidad
histórica en esto.

- De los cuentos incluidos en "La rosa azul" ¿qué es lo esencial?


Es que escribo para alguien y para algo. Yo no soy un escritor profesional.
Junto papelitos aquí y allá. Me ocurre luego como cuando el cielo está cargado
y se derrama, de pronto, la lluvia. Se me impone y ahí está.

- ¿Para quién o quiénes escribís?


Para el lector, para el que se anima a leer. Los escenarios de mis relatos
parten de los itinerarios de mi vida, pero sobre todo son paraguayos. La
ausencia física del exilio nunca fue una ausencia espiritual. Viví, donde quiera
que estuve, como paraguayo y en función a mi pueblo.

- ¿Cuál es la razón por la escribiste toda la vida?


Para mí siempre fue una cosa compulsiva, una necesidad. Mi destino de
escritor quedó marcado cuando a los un año y medio tuve una gastroenteritis
que, entonces, era mortal. Me dieron por muerto. Hay que ver si amanece...
dijo el médico. Y amanecí. No podía jugar al fútbol, aunque sí al tóky y a las
figuritas, pero nada más. Tenía que buscar algo alternativo. Ahí fue que
empecé a escribir. Soñé entonces despierto y dormido.

- La violencia y el exilio, ¿Cómo influyeron en tu vida y en tu obra?


Mi primer exilio fue Asunción. Venía de Villeta porque allá no había bachillerato.
Fue un primer ejercicio de la vida y de la muerte. Después fue París. De todo
eso quedan rastros en mis obras. La primera escena de violencia y el primer
apresamiento lo viví a los 11 años. Vinieron a buscarle a mi padre –José
Bareiro, a quien le debo la escritura porque, a su modo, me estimulaba– y
como no estaba me llevaron a mí. En total, tuve como 30 apresamientos en la
dictadura de Stroessner. Viví gran parte de mi vida en el exilio, afuera. Nunca
me amargué. Nunca tampoco me dejé arrastrar por la nostalgia que es
peligrosa porque desfigura la realidad y se cae en el sentimentalismo. Nunca,
jamás, olvidé a mi país.

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Santiago Andrés Calonga López

- Lo guaraní –digo lengua, cultura–, ¿cómo estuvo presente en el exilio?


Siempre me acompañó. Hice una tesis en París que se llamó "De la literatura
guaraní a la literatura en español: un proceso colonial". Era una manera de
encarar nuestra trayectoria luego del encuentro de los conquistadores con los
indígenas.

- ¿Hay alguna distancia entre aquel autor de “Ojo por diente” y éste, el de
“La rosa azul”?
Hay una continuidad. En mis obras está la esencia del Paraguay de mis
sueños, de mis afectos y de mi sangre. Y tu poesía –recuerdo por ejemplo "A la
víbora de la mar"– dónde flota el universo guaraní en versos muy escuetos.
Ese libro soñé en guaraní y lo escribí en castellano.

Alguien me dijo que eran como los haikús japoneses. El padre Melià fue el que
dio en el ojo: "son los kotyu guaraní", me dijo. Y es cierto. Yo le quiero
entrañablemente al guaraní. Por eso combato para que sea una lengua viva y
no de laboratorio.

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Santiago Andrés Calonga López

Conclusión.

Desde la sociología y también desde la posición de los teóricos, postulan


que las personas y los grupos se expresan y se manifiestan, cada vez más, por
medio del consumo. De esta manera consideran básica la esfera de la literatura
como elemento de identificación social y por tanto ámbito y eje fundamental a la
hora de establecer y estudiar la estructura social.

Como hemos visto, el concepto de exilio es amplio y ofrece varias


acepciones. Su espectro conceptual abarca mucho y ofrece diversas opciones,
según la extensión semántica que se desee dar a la palabra: confinamiento, exilio
forzoso, exilio interior, emigración, llamado a silencio... Ya sea limitándolo a la
medida decretada por algún gobierno despótico, o como opción personal, forzada o
no por circunstancias económicas, laborales, sociales, religiosas, políticas, o por
mera sed de aventura, o cualesquiera otras motivaciones, un hecho es cierto: el
exilio deja su impronta cuando el expatriado es poeta, es escritor, es artista.

El poeta, así como no se ausenta del todo, puede regresar físicamente, pero
la huella del destierro permanece, a simple vista o no, pero está presente, en su
poesía. El escritor amasa la experiencia dolorosa del exilio y la convierte en poesía,
en algo bello. Triste, trágico, pero bello. Si esa experiencia es o no útil al hombre, si
le hace crecer o lo hunde, o ambas cosas, en la constante paradoja de la vida,
paradoja presente a menudo en los poemas, lo cual no sucede en balde, porque la
existencia humana está saturada de contrastes y contradicciones. El exilio deja su
impronta en el alma y se patentiza en el libro, en el verso, en la novela, lo demás es
poesía.

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Santiago Andrés Calonga López

Biografía del autor.

Rubén Bareiro Saguier, nacido en Villeta del Guarnipitán en 1930


(recientemente extinto), es una figura literaria de relevancia dentro de las letras
paraguayas. Poeta, narrador premiado, docente (que dictó la cátedra de Literatura
Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y en La Sorbonne de París) pero
fundamentalmente crítico literario de primer orden, encausó su tarea cultural en pos
de cimentar las bases de la literatura paraguaya. Siguiendo las pautas que definen
que es la sistematización la que construye la literatura, solidificar sus fundamentos
fue la labor a la que consagró su vida y en la que fungió como editor, gestor
cultural, periodista, académico de primer orden y aún diplomático y dirigente
político. En este trabajo destacaremos, sin corrernos del debido homenaje, las
líneas más importantes de sus obsesiones críticas sin caer en la exegesis,
destacando que sus limitaciones también son las de su clase social y su horizonte
político.

Tres títulos ya se encuentran a disposición de los lectores. Ellos son: Ojo por
Diente, La rosa azul y El séptimo pétalo del viento. La rosa Azul le valió a su autor
el Premio Nacional de Literatura año 2005. Es una obra vasta, profunda, marcada
por las evocaciones. En relación con El séptimo pétalo del viento, es importante
dejar constancia de que apareció por primera vez en 1984, fue incautado por la
policía y cuenta con un "diálogo a fondo" entre Augusto Roa Bastos y el autor de la
obra.

Rubén Bareiro Saguier, a quien pretendemos recortar como uno de los


pocos que sí llevaron adelante esa noble tarea, fue uno de los miembros más
destacados de la generación del ‘50. Entre sus méritos más oportunos para el
campo intelectual de su país, cuentan la fundación del Ateneo Viriato Díaz-Pérez y
su labor en la cátedra de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía
de la UNA. Fue fundador y director de la revista Alcor, la más significativa revista
literaria en la historia del Paraguay.

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Santiago Andrés Calonga López

Fue poeta, ensayista, periodista, narrador, docente, crítico literario, líder


intelectual, fundador de Academias Literarias2. Con el premio Casa de las
Américas por su libro de relatos Ojo por diente obtuvo además torturas, cárcel y el
definitivo destierro de su patria tras una exitosa campaña internacional por su
liberación3. Se exilió en Francia, país en el que residía desde antes y al que había
ido con una beca del gobierno francés para hacer su doctorado. Como vemos, la
labor de Bareiro Saguier fue tan beneficiosa como la de un arado nuevo en un
campo, no inculto, pero sí apenas labrado. Pero esa labor, ardua y llena de
asincronías y contratiempos (un paso adelante y varios pasos atrás, parafraseando
a Lenin) necesitó que tanto el intelectual como el dirigente político confluyeran no
solo en el horizonte estratégico de su afán sino en la militancia gris y cotidiana. Es
decir que el punto de vista personal, cultural, histórico, político, humano, en el plural
sentido del término, revistiera y unificara el ejercicio crítico en un compromiso que
trascendiera en mucho el mandato sartreano, tan en boga en su tiempo.

Bareiro Saguier nació en Villeta del Guamipitán en 1930. Uno de los


miembros destacados de la generación del 50, era abogado por la Universidad
Nacional de Asunción (1953) y licenciado en letras por la Universidad Nacional de
Asunción (1957). En 1991 obtuvo un doctorado de Estado en letras y ciencias
humanas en l Universidad Paul Valery, Montpellier III.

Fundó el Ateneo Yiriato Díaz Pérez y dictó la Cátedra de Literatura


Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía. También en 1955 cofundó y dirigió
la revista Alcor. Publicó una treintena de obras de diferentes géneros literarios.
Había comenzado su actividad literaria escribiendo poesías. Su primer libro fue
Biografía de un ausente (1964), en el que exhibía un gran lirismo, expresiones de
un mundo intuitivo y lleno de nostalgias.

En 1970 recibió una mención especial en el Concurso de Poesía


Latinoamericana de la revista Imagen, en Caracas, y en 1971 obtuvo el Premio
Casa de las Américas por su libro de cuentos Ojo por diente. Este reconocimiento
molestó a la dictadura de Alfredo Stroessner (en el poder desde 1954 hasta 1989)
e influyó para que el autor terminara exiliado en Francia. En el país europeo trabajó
como docente de literatura hispanoamericana y lengua guaraní en la Facultad de

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Santiago Andrés Calonga López

Letras de la Universidad de París y luego, entre 1994 y 2003, fungiría como


embajador del Paraguay.

Caída la dictadura y concluida su misión diplomática, Bareiro Saguier


regresa a Paraguay, se radica en Asunción y ocupa un escaño en la Asamblea
Constituyente de 1992, donde plantea la cuestión de la oficialización de la lengua
guaraní como un asunto político fundamental. Bareiro Saguier era síndico en la
Junta de Gobierno de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.

En 2005 recibiría el Premio Nacional de Literatura, otorgado por el Congreso


de su país, por su colección de cuentos La rosa azul. Entre sus numerosas
publicaciones destacan Biografía del ausente (1964), Ojo por diente (1973), A la
víbora de la mar (1977), Literatura guaraní del Paraguay (1980), El séptimo pétalo
del viento (1984), Estancias, errancias, querencias (1985), Augusto Roa Bastos,
semana de autor (1986), y Augusto Roa Bastos, caídas y resurrecciones de un
pueblo (1989).

Poeta, narrador, ensayista, crítico literario, profesor universitario y


diplomático paraguayo. Humanista fecundo y polifacético, fue autor de una variada
y fecunda obra de crítica y creación que, expresada a través de los cauces
genéricos más variados, le situaba en los puestos cimeros de las Letras
paraguayas de la segunda mitad del siglo XX. Fue, además, una de las voces
literarias de su nación mejor conocidas en el extranjero.

Impulsado desde su temprana juventud por una acusada inclinación hacia el


conocimiento de los saberes humanísticos, pronto se trasladó a la capital del país
para cursar estudios superiores de Leyes y de Letras en la Universidad Nacional de
Asunción, de donde egresó con sendas licenciaturas en ambas materias,
ampliadas luego con la obtención del grado de doctor en Derecho y en Ciencias
Sociales. En 1962, sus desavenencias ideológicas con el régimen dictatorial del
general Alfredo Stroessner le obligaron -como a tantos otros escritores paraguayos-
a tomar el rumbo del exilio, para afincarse en Francia y orientar sus pasos
profesionales hacia el ejercicio de la docencia; y así, tras haber fungido como
asistente y lector de español en la Universidad de París, pasó a impartir clases en

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Santiago Andrés Calonga López

la Universidad de Vincennes en calidad de catedrático de literatura


hispanoamericana y lengua guaraní, para incorporarse luego al Centro Nacional de
la Investigación Científica en París. Desde su arribo al Viejo Continente (1962),
realizó frecuentes visitas a su país natal durante casi un decenio, hasta que en
1972 fue detenido y encarcelado durante un mes y medio por las autoridades del
régimen dictatorial paraguayo, bajo la acusación de promover con su obra "trajines
subversivos". Condenado, finalmente, a la pena de destierro, regresó a Francia
para reanudar allí su actividad intelectual y creativa, con el convencimiento -bien
elocuente en su propia experiencia reciente- de que "la mayor parte de la literatura
paraguaya ha sido escrita en el destierro y la que nace en el país tiene también el
signo de un estilo impuesto por el temor: una obra no representa sólo lo que dice,
sino también lo que deja de decir".

Sus fecundas labores de docencia e investigación, alimentadas por sus


vastos conocimientos sobre la tradición literaria de su pueblo y de todas las
naciones hispanoamericanas, le hicieron acreedor, en diciembre de 1991, al
Doctorat d'Etat en Letras y Ciencias Humanas otorgado por la Universidad Paul
Valéry de Montpellier, uno de los títulos académicos de mayor prestigio en el
ámbito universitario francés, raramente concedido a profesores nacidos fuera de
las fronteras galas. El prestigio intelectual de que gozaba en Francia desde hacía
ya muchos años aconsejó en 1994 su nombramiento, por parte de las nuevas
autoridades políticas de su patria, como embajador de Paraguay en París.

En su faceta de escritor, Rubén Bareiro Saguier se dio a conocer a


mediados de la década de los años sesenta por medio de un poemario presentado
bajo el significativo título de Biografía de ausente (Madrid/Asunción: Ed. Alcor,
1964), al que luego habrían de sumarse otras magníficas colecciones de versos
como las tituladas A la víbora de la mar (Asunción: Ed. Diálogo, 1977) y Estancias /
errancias / querencias (Asunción: Alcándara, 1982). Poeta de excelentes recursos
expresivos y hondo sentimiento nostálgico, en su obra lírica domina, por encima de
cualquier variante temática, la añoranza de la patria experimentada desde su
dolorosa condición de exiliado; como señala una de las mejores conocedoras de su
poesía -la escritora Renée Ferrer, que fue alumna suya en las aulas del Colegio
Internacional-, en la obra de Rubén Bareiro "está presente como eje nutricio la
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Santiago Andrés Calonga López

tierra enraizada en el poeta y el poeta enraizado en ella. Hay una relación de vasos
comunicantes con ese territorio perdido y recobrado que le dio identidad y
carnadura. Pero la tierra está presente no como una abstracción de la nostalgia,
sino como una presencia lejana pero tangible, poblada de hombres, de mujeres, de
gente que habla y siente y sufre como él: «Los mismos campesinos / Bordan los
mismos surcos / En una tierra vieja / Cansada de semillas»".

La nostalgia de la tierra perdida se reitera, en efecto, en la poesía de Rubén


Bareiro como un leit-motiv constante que da sentido y unidad a todos sus
poemarios, y que en ocasiones llega a enunciar la plena identificación del poeta
expatriado con esa doliente ausencia que, paradójicamente, cobra presencia
literaria en casi todas sus composiciones, como sucede en su poema "Autorretrato"
("¿Qué soy sino un terrón deshecho / de su abierta corteza, / la raíz más amarga /
de su entraña de fuego?"); y, junto a esta evocación recurrente del añorado suelo
de la infancia, aparecen otras reiteraciones temáticas como el recuerdo del mágico
paraíso perdido al abandonar la niñez, la condena de la injusticia, la exaltación de
la libertad, el clamor indignado ante el sufrimiento de los desamparados y, en
definitiva, todas las reivindicaciones igualitarias que caracterizan gran parte de la
poesía hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX ("a un hombre libre /
apenas si le pueden apresar el cuerpo").

Pese a la excelencia de su producción poética y a su convencimiento de que


su auténtico cauce de expresión estaba en el verso ("empecé como poeta -
manifestó el propio autor- y sigo siendo poeta"), Rubén Bareiro Saguier fue más
conocido y celebrado entre la crítica y los lectores por su obra narrativa, que
inauguró gratamente con la publicación de una colección de relatos presentada
bajo el título de Ojo por diente (Caracas: Monte Ávila Editores, 1972), obra que
sirvió de pretexto a la dictadura de Stroessner para acusarle de instigar a la
subversión. Este volumen, galardonado en 1971 con el prestigioso premio "Casa
de las Américas", se compone de once narraciones breves ("Sólo un momentito",
"Ojo por diente", "Diente por diente", "Ronda nocturna", "Browning 45", "Viento
norte", "Ojo por ojo", "Salmón y dorado", "Aniversario", "La operación" y "Pacto de
sangre") que revelaron al autor de Villeta como una de los grandes maestros
contemporáneos en el complejo género cuentístico, al tiempo que conformaban -

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Santiago Andrés Calonga López

como acertadamente apunta el prólogo de su primera edición- "una parábola de la


realidad paraguaya captada por un poeta nada idealista -filosóficamente hablando-
aunque portador de un rico acervo de vivencias e historias escuchadas en su tierra
natal. Es un libro de temática «social», apoyado por el relato vivo de los propios
personajes. El lenguaje es importante en esta obra. El autor, mejor aún, la
sensibilidad del autor, aflora cuando fluyen las descripciones, el curso narrativo de
la historia".

La pericia del Rubén Bareiro Saguier en el cultivo del relato quedó


plenamente confirmada tras la aparición de su segunda recopilación de narraciones
breves, publicada bajo el título de El séptimo pétalo del viento (Asunción: Arte
Nuevo Editores, 1984) y presentada por un prólogo del gran maestro de la narrativa
paraguaya contemporánea Augusto Roa Bastos.

En su faceta de crítico, ensayista y gran animador de la vida intelectual y


literaria de Paraguay -incluso desde el exilio-, es obligado situarlo a mediados de
los años cincuenta en Asunción, cuando, con tan sólo veinticinco años de edad,
fundó y dirigió la revista Alcor (1955), en cuyas páginas tuvieron ocasión de
expresarse libremente varias promociones culturales de autores paraguayos.
Dentro de la infatigable labor editorial que realizó a lo largo de toda su trayectoria
intelectual, intervino también en la edición de las otras relevantes publicaciones
culturales como Aportes, Desquicio y Libre, y colaboró con el célebre sello editorial
Gallimard en calidad de lector selectivo de los originales presentados en español y
portugués. Autor de numerosos artículos y ensayos publicados en revistas
especializadas, colaboró asiduamente en la revista francesa Caravelle, donde
vieron la luz escritos suyos de diferente naturaleza temática, como "Matación de la
víbora plateada y resurrección de su sangre" (nº 23, 1974, págs, 131-134), "Carta a
Jean" (nº 23, 1974, págs. 134-135), "Colonialismo mental en el bilingüismo
paraguayo de nuestros días" (nº 27, 1976, págs. 43-51), "Entretien" (nº 31, 1978,
págs. 189-195) y "La ley" (nº 33, 1979, págs. 175-185). Sus estudios críticos y
ensayísticos comprenden otros títulos tan valiosos como Literatura guaraní del
Paraguay (1980), Augusto Roa Bastos; semana de autor (1986), Augusto Roa
Bastos; caídas y resurrecciones de un pueblo (Montevideo: Ediciones Trilce, 1989)
y De nuestras lenguas y otros mundos (Asunción: Universidad Católica Nuestra

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Señora de la Asunción, 1990). Fue también coeditor -junto a Carlos Villagra Marsal-
de la antología bilingüe (español-francés) titulada Poésie Paraguayenne du XXe
Siècle (1990), y compiló -en colaboración con Jacqueline Baldran- varios textos de
la tradición oral de las culturas precolombinas, editados bajo el epígrafe de La tête
dedans.

A finales de los años ochenta vio la luz una muestra antológica de su producción
literaria, Antología de Rubén Bareiro Saguier (México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 1987), con selección y prólogo a cargo de Daniel Leyva.

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