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CÓMO SUPERAR LA INFIDELIDAD

SIN DESTRUIR A SU PAREJA

DARÍO GONZÁLEZ CASTRO


Pastor, Comunicador Social y Consejero Familiar

Unilit
Publicado por
Unilit
Medley, FL 33166

© 2016 Editorial Unilit


Primera edición 2016
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A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina
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Internacional ®. nvi®
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Producto: 495883
ISBN: 978-0-7899-2349-3 /0-7899-2349-1

Categoría: Vida cristiana / Relaciones / Amor y matrimonio


Category: Christian Living / Relationships / Love & Marriage

Impreso en Colombia
Printed in Colombia
CONTENIDO

1. Cubierta
2. Título
3. Créditos
4. Contenido
5. Reconocimientos
6. Introducción: La conexión de amor
7. 1. La infidelidad es obra de la carne
8. 2. ¡Cuidado con las puertas abiertas!
9. 3. No alimente la carne
10. 4. Detonantes de la infidelidad: Amargura, odio y venganza
11. 5. El ocio y la falta de visión
12. 6. Sin arrepentimiento no hay futuro
13. 7. La santidad es una provisión de Dios
14. 8. ¿Qué si ya cayó?
15. 9. ¿Se puede superar la infidelidad?
16. 10. Andar en el Espíritu es andar en victoria
17. 11. ¿Cómo renovar la mente y andar en vida nueva?
18. 12. ¿Cómo sanar las heridas y restituir?
19. 13. Someterse a la autoridad es estar protegido
20. 14. La comunicación como requisito para un matrimonio feliz
21. 15. De la vergüenza al honor
22. 16. El perdón es el único camino para el agredido
23. 17. Violaciones, abusos e infidelidades
24. 18. Infidelidad y ruina
25. 19. En la infidelidad no siempre hay un solo culpable
26. 20. Unión libre: Distorsión del matrimonio
27. Comentarios finales
28. Acerca del autor
RECONOCIMIENTOS

Este libro no se hubiera podido escribir sin la visión ni la revelación


que Dios me dio en un tiempo de búsqueda incesante de su
presencia. Esa idea se imprimió en mi corazón y, desde entonces,
comenzó a cobrar vida esta publicación. Gracias por los sueños y
las visiones, esta obra es un bálsamo que ayudará a miles y miles
de personas.
Gracias a mi esposa, Ana Milena, compañera de luchas,
conquistas, sueños, reveses y aciertos, intercesora incansable y
mujer resucitada de las cenizas a la gloria de Dios. A mis hijos
Alexandra, Hernán Darío y Andrea Milena, guerreros de Dios y
testigos de su amor y fidelidad en nuestras vidas.
De igual manera, mi gratitud y mi admiración para el Dr. Jorge
Castellanos, abogado, periodista, lector incansable y editor de la
primera edición de este libro. Su amistad, entrega incondicional a la
causa de sus amigos, y su apoyo y ejemplo de vida, son una
retadora y gratificante inspiración para mí.
Por último, a Beatriz Castro, Myriam Prieto, Zullith González,
María Virginia Palomino, Graciela Martínez y Patricia Ibáñez, gracias
por sus oraciones y por ser parte de nuestro equipo.
INTRODUCCIÓN

La infidelidad es una de las plagas más mortíferas de todos los


tiempos. Destruye vidas, matrimonios y generaciones enteras. Sus
síntomas son desamor, peleas familiares, odio, rencor, hipocresía,
maltrato, menosprecio, baja autoestima y cualquier otro factor que
contribuya a dividir a la pareja. Sus consecuencias son
devastadoras… desde la pérdida del apetito y del sueño,
agresividad, miedos, locura, sed de venganza, desprecio por el
género que ocasionó dicha traición y hasta el deseo de no querer
vivir.
Cada día miles de parejas se afectan por esta peste que en
muchos casos acaba irremediablemente con sus sueños. Como
cualquier plaga mortífera, ataca de manera silenciosa. Entonces,
cuando se manifiesta, es terrible el dolor de quien la padece.
Sus causas no son específicas, pero sí hay elementos comunes
que hacen pensar que la infidelidad se manifiesta cuando hay
desazón o desencanto, cuando hay distracciones y falta de
comunicación con su cónyuge y cuando el pasado de la persona
infiel estaba marcado por traumas afectivos, emocionales, sexuales
y psicológicos o una evidente tendencia a la fornicación o al
adulterio. A menudo, esta práctica tan antigua como el hombre y la
mujer con su mentalidad egoísta, se aprende casi siempre en sus
propias casas paternas o maternas. Los hijos se afectan al ver a sus
padres en esta situación. Aunque en un principio eso les mereció
repudio, a la larga terminan haciendo lo mismo o siendo víctimas de
algo similar.
La infidelidad está asociada a otros asuntos como la traición, el
engaño, la mentira, la deslealtad, el oprobio y la venganza. Creo que
ni las empresas ni el gobierno, en términos de productividad, han
calculado todo lo que se pierde por su causa. Incluso, se podría
llegar a catalogar como una enfermedad crónica de esta sociedad.
Tanto hombres como mujeres e hijos alcanzados por la infidelidad
no llevan vidas normales. Muchos dejan de ir al trabajo, pues no
tienen fuerzas ni deseos de hablar sobre el tema con sus
compañeros, familiares ni con nadie. Sus hijos, al ver a sus padres
sufriendo los embates mentales y corporales, y ver que su familia se
desbarata en medio de traiciones y maltratos, dejan de ir a la
escuela, o si van, es como si no fueran. Lo cierto es que su mente y
su corazón están destrozados y no aptos para aprender.
La desesperación que se vive luego de conocer que se es víctima
de este flagelo, no es comparable con nada. El curso de la vida de
quienes los alcanza la infidelidad cambia de forma radical. Por
supuesto, como toda crisis, debe manejarse como es debido a fin de
salir a la otra orilla. En muchos casos, esa restauración se da a nivel
individual porque el engaño del que fue víctima, hizo que su pareja
se fuera de casa de manera irremediable. Sin embargo, también hay
casos en los que, pese a la tragedia que significa la deslealtad, se
pudo empezar desde cero a reconstruir una nueva relación con su
pareja original.
Todos anhelamos encontrar el documento o el testimonio que
hable o enfoque con franqueza el problema que esclaviza o que
vence a alguien muy próximo a un entorno cercano. Es decir,
necesito que alguien me descubra ese «cáncer», ese mal que ataca,
sin que nos percatemos de veras a qué hora sucedieron las cosas.
De seguro que deseamos y necesitamos de manera imperiosa
conocer más de cerca y acerca de ese enemigo que hoy nos aflige
por haber llegado una situación a la que nunca pensamos arribar.
Por supuesto, nos referimos a la infidelidad. Esa plaga que ataca a
los seres humanos sin distingo de clase social, años de matrimonio,
credo, nivel educativo o país de origen.
Por desdicha, hoy por hoy este tema ocupa cada vez más espacio
en periódicos, revistas y noticieros de radio y televisión. Hasta la
gente común y corriente la mira con morbo, con un sentido de gusto
extraño, que las personas caigan en esa trampa mortal que desde
tiempos inmemoriales destruye vidas, matrimonios y, por supuesto,
generaciones enteras. Nuestra sociedad, de manera irresponsable,
ha aprendido a convivir con este mal desconociendo olímpicamente
que sus consecuencias se van apreciando de forma paulatina hasta
culminar en cruel destrucción.
Lo lamentable es que muchos problemas que pululan en la
actualidad los viven, de manera inevitable, las generaciones
afectadas y violentadas por la infidelidad. Los hijos de padres
infieles no necesitan sentar cátedra sobre este asunto. Lo
aprendieron en carne propia y sus secuelas se reflejarán a lo largo
de su vida afectiva y emocional.
La infidelidad provoca chistes, es asunto de dominio público y
comidillas en las reuniones sociales. Sin embargo, solo a quienes
les toca y afecta directamente esta plaga, conocen el dolor, la
angustia, la desesperanza y el desconsuelo que puede significar
esta situación. Se desbarata el presente, se desdibuja el futuro, se
acaban las fuerzas y se acalla la esperanza de un mejor vivir.
Pareciera que el mundo se acaba.
Este libro no procura exponer con sentido moralista un tema que
es mucho más amplio y complejo, y que lleva a la destrucción de la
familia y de la sociedad. No podemos quedarnos con titulares de
prensa escabrosos que dan cuenta de la muerte de personas a
manos de su cónyuge que, cegado o cegada por los celos, termina
haciendo locuras de las que más tarde tendrá que arrepentirse. Sin
duda, como una enfermedad silenciosa, después que ocurren las
tragedias, casi nunca los familiares y amigos tenían idea de lo que
ocurría con esa pareja. Lo que es peor, se había vuelto algo normal
lo que en realidad era el entramado de una caída violenta y la
destrucción de varias vidas.
En este libro, escrito con testimonios reales y vivencias sacadas
de hechos puntuales que ocurren a diario, también se analiza la
situación donde la infidelidad no ha salido a flote en el matrimonio y
va rumbo hacia una destrucción enorme. De igual manera, aborda el
escenario cuando uno de los cónyuges se da cuenta de la situación,
y a pesar de las circunstancias, siguen viviendo juntos, pero sus
vidas y las de los suyos son un infierno de fuego cruzado.
Tengo la certeza de que esta publicación ha llegado a sus manos
con un propósito, no es casualidad. Por eso, prepare su corazón y
léala con sumo cuidado. También estimo que Dios le hablará a su
corazón. Estoy seguro que esta obra se constituirá en un recurso
valioso para ilustrar en profundidad cómo es esta enfermedad social
y cómo superar la difícil situación que sobreviene cuando uno de los
cónyuges, o los dos, le abren la puerta a este mal.
Mientras lee Cómo superar la infidelidad sin destruir a su pareja,
encontrará respuestas, entenderá la razón real de algunas
situaciones y aprenderá cómo enfrentar ese problema. Sobre todo,
encontrará sanidad, perdón, esperanza, futuro, amor y la mano de
Dios que lo sacará adelante, bien sea porque usted ocasionó la
infidelidad, porque resultó ser el afectado directo o por otras
circunstancias.
Este libro es producto de un sueño y una revelación de parte de
Dios, así como de su gran amor y misericordia por las víctimas de la
infidelidad. Mi esposa y yo sufrimos en carne propia el drama y la
tragedia que se vive ante esto. Es más, entendimos la gracia, el
perdón y el amor de Dios para sacarnos de la fosa de la muerte y
llevarnos a caminar en santidad y fidelidad siempre, a fin de poder
disfrutar todo lo que Él ya nos dejó como herencia. Entendimos la
libertad y ahora solo cuidamos con celo ese regalo maravilloso que
se llama fidelidad revestida del honor conyugal.
Toda la temática expuesta en este libro forma parte de días,
semanas y años de investigación, estudios y análisis de la
infidelidad ligada a la naturaleza carnal del ser humano y que busca
manifestarse destruyendo vidas, matrimonios y generaciones
posteriores. Asimismo, el contenido de Cómo superar la infidelidad
sin destruir a su pareja es el resultado de años de experiencia en
orientación y consejería, de escuchar y desarrollar compasión y
amor por las familias que han venido a mi esposa y a mí en busca
de una ayuda espiritual para matar el dolor y la agonía que
producen esa vergonzosa situación.
Por último, esta obra escrita es el resultado de años de oración y
de clamor por las familias. A medida que avance en la lectura, el
Espíritu de Dios hablará a su corazón y su vida será transformada.
Verá que es posible superar este tropiezo y entenderá que hay un
mejor mañana. Incluso, podrá escribir con determinación una nueva
vida, una vida de éxito, dejando atrás, por supuesto, una vida de
derrota.
No sé desde qué orilla leerá este libro. Tal vez el causante directo
del adulterio o la fornicación fuera usted, pero le aseguro que aquí
se encontrará frente a un espejo que reflejará su condición.
Además, verá la necesidad de que alguien lo saque del pantano
para emprender una nueva vida con sentido, significado y propósito,
no solo para usted, sino para los suyos.
En el caso de que sea la víctima de la agresión, también se
encontrará ante un gran espejo que le llevará a superar este escollo
y a mirar más allá de lo que ven ahora sus ojos. Sabemos que este
libro se convertirá en un recurso muy útil que le ayudará en su
proceso para salir de ese mar agitado y turbulento, y a entender que
en la vida hay pruebas o exámenes difíciles de pasar, pero que
siempre hay una salida.
Bienvenido a este río de sanidad, a este caudal de amor.
Bienvenido a este río de perdón y paz donde queremos que se
sumerja y experimente un cambio profundo que marcará su nuevo y
promisorio destino. Esté a la expectativa y tenga el anhelo de que su
vida va a cambiar mientras inicia su recorrido por las páginas de
este libro.
Capítulo 1
LA INFIDELIDAD ES OBRA DE LA
CARNE

Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los


deseos de la carne.
Gálatas 5:16

La carne es, en un sentido espiritual extenso, la naturaleza del ser


humano. Es una naturaleza que tie-
ne deseos, pensamientos, emociones y sentimientos, solo por
mencionar algunos de estos componentes que hacen de cada
persona una cajita por descubrir y un mundo de sorpresas
asombrosas. Por eso vemos personas que van al altar a jurarse
amor eterno, pero a los pocos meses se odian y se vuelven
enemigos; personas que se casaron por conveniencia, por puro
interés particular y egoísta, y ya en el desarrollo del matrimonio se
desencantan cuando ven que esta unión exige entrega y sacrifico en
aras del bien común.
El ser humano está dotado de un profundo sentido de egoísmo
que lo lleva a buscar solo lo suyo, a concentrarse en lo personal.
Entonces, cuando se encuentra en el camino con personas que lo
llevan a dar, se convierte en un contraste y en una confrontación
que pueden causar decepciones.
En ese escenario es donde se puede incubar una infidelidad, pues
cada uno de los cónyuges se puede sentir defraudado, resentido.
Como resultado, se puede abrir el camino para pensar que el
problema es de su cónyuge y no suyo.
En el campo pertinente a los hombres, casi siempre la razón
principal de la infidelidad es buscar placer sexual porque en su casa
el asunto no reviste el mismo interés o solo porque antes de casarse
su actividad sexual era desmedida, exagerada y egocéntrica. Por
más ejecutiva que sea la persona, esta es una realidad que pueden
corroborar miles de mujeres que vieron cómo se dañó su matrimonio
por esta tendencia equivocada de su esposo.
En las mujeres, no siempre esta propensión es el motivo principal.
Su aventura comienza por curiosidad, por falta de atención de su
esposo, quien por ocupación laboral o por desinterés no le dedica el
tiempo suficiente. La comienzan a galantear hombres que se
presentan como los ideales para ella y le empiezan a dar lo que no
le da su esposo: palabras de halago, detalles, regalos, tiempo y, por
último, inevitablemente, relación sexual.
Es obvio que la infidelidad es una trampa para destruir
matrimonios. No siempre la nueva pareja con la que se incurre en
esta circunstancia es la definitiva, pues coloquialmente se dice: «Lo
que por agua viene, por agua se va».
Un informe especial que publicó en agosto de 2012 el diario El
Tiempo, el periódico de mayor circulación en Colombia, sobre la
infidelidad, da cuenta de comportamientos reales y motivos a la hora
de traicionar a sus parejas. Dicho informe, destacado en sus
páginas impresas y en multimedia, estuvo sustentado por una
encuesta contratada por ese medio a la firma Datexco Company y
realizada en trece ciudades del país. Aquí le presento partes del
artículo con cifras y conclusiones:

En promedio, incluyendo hombres y mujeres […] seis de


cada diez colombianos admiten haber sido infieles al
menos una vez en sus vidas […]
Y aunque esta cifra ya es bastante impresionante —y habría
que sumarle el porcentaje de los que habiendo sido infieles no
lo admiten—, el dato más sorprendente de este estudio, en el
que participaron 1.227 adultos, es que el 65,8 por ciento de
quienes hoy dicen ser fieles aceptaría incurrir en una
infidelidad si estuviera seguro de que no lo van a descubrir
[…]
En otras palabras, no es el compromiso o la lealtad hacia su
actual pareja lo que los frena, sino el temor a las consecuencias
de ser pillados.
Pero ¿cómo definen los colombianos la infidelidad? Para
nueve de cada diez encuestados, esta ocurre, definitivamente,
cuando hay encuentros íntimos con personas distintas a la
pareja, pero también hay miradas muy curiosas como, por
ejemplo, que el 44,3 y el 49,1 por ciento de los que se
declaran ‘fieles’ piensa que se es infiel con el simple hecho
de sentir atracción por otra persona o por pasar más
tiempo con otra persona que con la pareja
(respectivamente) […]
Igual de llamativo es que un 21 por ciento de los participantes
de la muestra opina que no se es infiel mientras no se
involucren sentimientos.

Focos y causas de la tentación


El ‘con quién’ está bastante claro: más del 80 por ciento de
los que han puesto cachos lo ha hecho con un amigo o con
un compañero de trabajo o de estudio. Exnovios, jefes y
secretarias son casi inexistentes en términos de ‘peligrosidad
estadística’.
Las motivaciones abren un capítulo sumamente interesante,
pues aunque uno de cada cuatro se escuda en el argumento de
que lo hizo por ‘falta de atención de su pareja’, la mitad de los
colombianos admiten que lo hace por ‘oportunidad’,
‘curiosidad’ y ‘búsqueda de emociones nuevas’ […]
La mayoría de las infidelidades en Colombia no son cosa de
una sola noche, como muchas veces argumenta el infiel cuando
es atrapado. La mitad de los colombianos infieles dice que
sus ‘aventuras amorosas’ han durado meses y un 12 por
ciento dice que años. Y más de un tercio de los consultados
que afirman haber sido infieles lo ha sido en más de tres
ocasiones en su vida. Y el 63 por ciento asegura que no lo han
pillado.
Casi todas las ‘aventuras’ se quedan en eso
Lo que sí deja muy claro esta encuesta es que la posibilidad de
que estas relaciones terminen en algo serio es bastante remota:
casi el 85 por ciento termina en una ruptura y solo en el 3,6
por ciento de los casos las personas involucradas
terminaron viviendo juntas […]

La cifra más alta de la región


Un sondeo sobre sexualidad realizado en el 2010 entre 13.000
personas en Latinoamérica por el Grupo de Diarios de América
(GDA) estableció que el 63 por ciento de los consultados
admitió haber sido infiel al menos una vez en su vida.
En dicha encuesta, los colombianos aparecen como los
más infieles de la región, con un 66 por ciento de hombres
y mujeres que admitieron haber engañado a sus parejas, un
porcentaje ligeramente superior al arrojado por la encuesta de
Datexco.
En el sondeo de GDA, el 70 por ciento de los hombres dijo
haberle ‘puesto los cuernos’ a su pareja “una o dos veces”,
mientras que en la encuesta de Datexco ese porcentaje fue del
55,3 por ciento; en ella, el 35,8 de los varones engañó a su
pareja cuatro veces o más.
En cuanto a las mujeres, el 59,2 por ciento de quienes
admitieron infidelidades a GDA y el 74 por ciento de las infieles
consultadas por Datexco, dijo haber engañado a su pareja “una
o dos veces”. Se trata, valga decirlo, del porcentaje más alto de
la región1.
Las obras de la carne comienzan con el sexo
ilícito
Un hombre con una poderosa revelación de parte de Dios, como el
apóstol Pablo, se refirió a unas obras muy puntuales, unas obras
dañinas que buscan destruir al ser humano y son propias de una
naturaleza carnal:

Manifiestas son las obras de la carne, que


son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, divisiones, herejías,
envidias, homicidios, borracheras, orgías, y
cosas semejantes a éstas. En cuanto a esto,
os advierto, como ya os he dicho antes, que
los que practican tales cosas no heredarán el
reino de Dios.
Gálatas 5:19-21, RV-95

La Biblia de manera clara hace referencia a la infidelidad y la


cataloga como una obra de la carne. Es como si hubiera una
inclinación natural a algunas de estas obras registradas en la lista
precisa, metódica y organizada del apóstol Pablo, el gran escritor de
más de la mitad del Nuevo Testamento.
Ahora bien, muchas personas de manera aparentemente normal,
tienen la inclinación de consultar brujos porque sienten la curiosidad
por ver qué hay más allá de lo natural, qué hay en su futuro. Hoy por
hoy, los seres humanos son proclives también a buscar en el alcohol
un refugio o un escape que les proporcione algo de esa felicidad
que no pueden obtener sin conseguir una sustancia que los saque
de sus cinco sentidos.
La carne es la naturaleza que tienen el hombre y la mujer. Esa es
la naturaleza con la que llegamos a esta tierra. Las Sagradas
Escrituras afirman que, a causa del pecado, esa naturaleza está
viciada y distorsionada desde el momento en que el primer hombre
pecó; es decir, se remonta hasta Adán. Se trata de una naturaleza
que una vez que se programa para el pecado, tiene la tendencia a
seguir haciéndolo de la misma forma, y de manera repetitiva, sin
cerrar y manteniendo el ciclo.
Aquí vemos una obra que se ha construido a lo largo de la vida.
Tal y como dice Pablo, manifiestas son las obras de la carne. A
continuación, estas obras la encabezan temas sexuales tales como
adulterio, fornicación, inmundicia y lujuria.
Muchas personas, por no decir la mayoría, entraron en el terreno
de la infidelidad sin ser siquiera conscientes por completo del
terreno que estaban pisando. Se trata de una naturaleza que tiene
esa tendencia hacia lo carnal y pecaminoso. Una vez que la persona
se abre a ese mundo carnal y emocional, termina esclavizada. El
cuerpo y la mente tienen sus propios deseos y no siempre son los
mejores.

Mientras vivíamos en la carne, las pasiones


pecaminosas, estimuladas por la Ley,
obraban en nuestros miembros llevando fruto
para muerte.
Romanos 7:5, RV-95

En este pasaje bíblico, se retrata con claridad esta carne indómita


que no puede someterse a los mandamientos naturales y divinos, y
termina cometiendo locuras. Vale indicar que con esta referencia no
pretendo decir que el ser humano sea un ente irresponsable en todo
lo que hace. De ninguna manera, lo que quiero decir es que esa
carne una vez aprende, o la programan de determinada forma,
tiende a hacer siempre lo mismo. Como resultado, cada vez se va
volviendo más incontrolable, pues genera vicios; es decir, hábitos
operativos malos, contrarios a la virtud, y hábitos operativos buenos.
«Mientras vivíamos en la carne [mientras esa era la naturaleza
predominante en el ser humano], las pasiones pecaminosas,
estimuladas por la Ley [la ley del pecado], obraban en nuestros
miembros llevando fruto para muerte». Como es natural, el fruto
para muerte en la infidelidad es la destrucción de vidas y de familias.
Sin embargo, es importante rescatar también de esa referencia
del libro de Romanos el tema de las pasiones pecaminosas. Son
pasiones subyacentes en el ser humano que se despiertan con
malas conversaciones, con escenas de cine o televisión, con mirar
revistas o material sensual o lujurioso, con abrir ventanas en internet
que activan algo en esa carne humana y con permitir que lleguen
imágenes del pasado casi siempre relacionadas con temas sucios y
meditar en ellos.

El pecado genera esclavitud


El apóstol Pablo se refirió a la condición de derrota de quienes viven
en la carne. Claro que sí, se sienten impulsados a cometer toda
clase de impurezas y a sufrir sus consecuencias, porque de seguro
que el pecado va más allá de un acto moral. El pecado tiene efectos
a futuro que a la larga pueden dar al traste con sueños, con
proyectos y con la vida misma.
En consejerías familiares, mi esposa y yo hemos conocido casos
de mujeres que sin darse cuenta a qué hora, ni cómo, se dejaron
seducir por hombres que acababan de ver en un autobús, en una
tienda y, lo que es peor, terminaban el mismo día teniendo
relaciones sexuales. Estas mujeres no eran prostitutas, ni tenían
desequilibrios mentales. La triste y cruda realidad es que se trataban
de mujeres que vivían en la carne. Aquí es donde actúa una ley
semejante a una corriente que arrastra a la persona río abajo, un río
como «embrujado» o entenebrecido. Esa ley se llama la ley del
pecado y de la muerte.
Por supuesto, estas mujeres no llegaron a ese estado de un día
para otro. Tampoco podían vivir una vida estable, pues esas
pasiones pecaminosas terminaron por seducirlas a buscar
aventuras, aun a costa de perder todo lo que habían construido con
una familia, un hogar estable, una economía armoniosa y unos
buenos atributos de carácter moral y social.
No obstante, cabe aclarar que no toda infidelidad trae consigo una
vida emocional y sexual desordenada, ni una tendencia a serle infiel
a su pareja. Como veremos más adelante, existen casos en los que
no había antecedentes. Allí es donde se manifiesta por maltrato,
raíces de rechazo o abandono de la pareja, por falta de amor y
reafirmación de su cónyuge. Todo esto hace que el hombre o la
mujer se llenen de odio y amargura y se cree el caldo de cultivo para
que crezca la traición y la infidelidad.
Es una realidad sorprendente ver que hombres con un marcado
sentido machista, y desconociendo los límites y la honra del
matrimonio, se acuestan sin ningún tipo de recato con otras
mujeres, hasta con prostitutas, para después llegar a su casa para
tener relaciones sexuales con sus esposas. Por sentido común, la
contaminación y la humillación para su pareja original son muy
grandes, así ellas no supieran de esa degradación. Como resultado,
llevan a la casa la inmundicia y basura de la calle. Con estas
acciones no valoran a una mujer que, en su gran mayoría, es la
mamá de sus hijos y su ayudante fiel durante los años de
matrimonio.
Por naturaleza cultural, el hombre vive fuera de casa la mayor
parte del día. Esto, de alguna manera, contribuye para que alimente
su carne; esto es, sus ojos, su mente, sus oídos y hasta su olfato.
Lo increíble es que los papás de antaño tenían la macabra
costumbre de iniciar sexualmente a sus hijos con una prostituta bajo
el engaño de que si no era así corrían el riesgo de que sus hijos se
volvieran homosexuales. ¡Qué tamaña mentira les metió el diablo a
estos padres que prefirieron entregarles sus hijos a mujeres
«contaminadas» de manera carnal y sexual! Como resultado, de
seguro que ese mismo contacto ha repercutido para que, hoy por
hoy, estos hombres sean promiscuos y con alta tendencia a ser
infieles.
La falta de conocimiento o la ignorancia acerca de las leyes
naturales y espirituales no eximen a nadie de los resultados. Hay
manchas que no solo contaminan el cuerpo y se pueden ver con
facilidad. También hay las que contaminan el alma y sus
consecuencias no se pueden palpar, pero quedan grabadas en la
mente y marcan una ruta de quien vivió esa situación. El alma tiene
una memoria fotográfica.
Incluso en las oficinas de los altos ejecutivos, es frecuente la
consulta y el consumo de material pornográfico. Al final, lo único que
hace es alimentar esa carne que puede llevar a las personas a
situaciones caóticas. Lejos de ser normal, esto se vuelve en una
forma de esclavitud. Así que las personas tratan de eliminar ese
yugo, pero por más que se esfuercen, no se lo pueden quitar de
encima.
Vemos a personas que, con grandes empresas, triunfadoras en
negocios transnacionales y muy influyentes, son esclavas de la
pornografía y de la obsesión sexual. Los escándalos de este corte,
publicados en la prensa social, sobreabundan a diario.
Por supuesto, estas obras de la carne terminan esclavizando por
completo a las personas. Con la llegada del internet a las casas,
colegios, trabajos y a todas partes que se va, la consulta de
material, así no sea pornográfico, pero que sacia esa sed carnal,
emocional, torcida y dañina, aumentó el número de formas en que
las personas pueden alimentar su carne.
¡Una imagen vale más que mil palabras! Esta manida frase es
verdad y muy elocuente, pues la infidelidad llega porque ya hay
antecedentes o bases iniciadas para su construcción. Una persona
que sea fornicaria, es decir, que tenga relaciones sexuales antes de
casarse, casi programa su cuerpo para la infidelidad. Al acostumbrar
su cuerpo en reiteradas ocasiones a la fornicación, de paso deja una
puerta abierta que se puede reabrir cuando se case y su matrimonio
tenga alguna crisis. Las Escrituras en este mismo sentido, nos
revelan lo siguiente:
A ustedes, él les dio vida cuando aún
estaban muertos en sus delitos y pecados, los
cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían
de acuerdo a la corriente de este mundo y en
conformidad con el príncipe del poder del
aire, que es el espíritu que ahora opera en los
hijos de desobediencia. Entre ellos todos
nosotros también vivimos en otro
tiempo.Seguíamos los deseos de nuestra
naturaleza humana y hacíamos lo que
nuestra naturaleza y nuestros pensamientos
nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza
objetos de ira, como los demás.
Efesios 2:1-3, RVC

Carne no controlada, manjar para los demonios


En este pasaje de las Escrituras se hace referencia muy clara a lo
que conduce la carne. En otras palabras, el resultado que tienen los
individuos que se dejan llevar por la carne es el de estar «muertos
en sus delitos y pecados».
La experiencia indica, además, que quienes caminan de manera
carnal estarán transgrediendo de continuo todo tipo de normas y
realizando conductas inmorales. Se trata de personas que no les
importa llegar tarde al trabajo, dejar de lado las responsabilidades,
irse de su casa, dar mal ejemplo. Debido a que perdieron la
vergüenza, no se sonrojan por nada… Y lo que es peor, lo celebran.
¡Qué horror! Sin embargo, el apóstol Pablo recalca en esta carta
que todos, en algún momento, anduvimos por estas sendas cuando
afirma: «Vivían de acuerdo a la corriente de este mundo».
Es muy cierto lo que expresa el apóstol respecto a «la corriente
de este mundo», pues es una situación similar a un río incontenible,
a un influjo tan grande que pareciera normal. En la actualidad, es
muy fácil apreciar en bares, discotecas, restaurantes y otros
escenarios a hombres y mujeres arrastrados por esa corriente de
infidelidad que, a la larga, los llevará al precipicio de la perdición
moral, familiar y hasta económica. En otro capítulo más adelante,
veremos que ese es precisamente el propósito de Satanás, a fin de
hurtar, matar y destruir a las personas.
Como hemos visto en detalles, la fornicación y el adulterio son
obras de la carne. Por consiguiente, si queremos que esta obra no
tenga efecto, no siga afectando a la persona, el primer remedio que
nos brinda la Biblia es el de no alimentar esa carne.
Ahora, cabe preguntarnos: «¿Cómo se alimenta la carne?». Tal
como ya lo registramos: viendo películas, novelas, revistas, internet
o algún otro material con contenido sensual, pornográfico o que
despierte el apetito sexual, hablando a menudo de temas sexuales,
mirando hombres o mujeres de manera codiciosa e imaginándose
escenas eróticas o por lo menos concibiendo en sus corazones
situaciones que implican una aventura amorosa. Recuerden que no
todo comienza de manera grave, sino que es un juego mental y
corporal muy sutil. Es un deseo engañoso de ser amado por alguien
diferente a su pareja y esa carne se estimula primero en la mente,
después en el cuerpo y, por último, en la realización de un acto real
de traición a su cónyuge.
La Biblia llama a estas actividades «los deseos de los ojos» (1
Juan 2:16). Esos deseos no se pueden controlar solo con fuerza de
voluntad. Es más, cuando hay antecedentes o tendencias hacia una
actividad sexual ilícita, lo único que hacen esos deseos es lanzar a
las personas a aventuras que pueden convertirse en situaciones
muy dolorosas que traen consecuencias funestas, tanto para quien
las comete como para su familia y su entorno de amistades.
Ninguna persona puede vencer por sí misma esa tendencia a
mirar con deseo más que normal a otra persona del sexo opuesto y
que no es su pareja, y a iniciar un proceso de caminar en santidad y
dominio propio. Se requiere ayuda, se requiere alguien que no los
juzgue, sino que los comprenda y camine a su lado. Se requiere de
alguien que interceda a su favor y se vuelva su tutor, su guía, su
monitor espiritual, mientras desarrollan hábitos y costumbres que los
lleven a tierra firme, a puerto seguro, en el manejo de su corazón,
de sus emociones y de sus hábitos.
En conclusión, de manera sencilla podemos deducir que los seres
humanos tenemos una naturaleza carnal, no regenerada, que es
susceptible de avanzar por el sendero de la infidelidad. Aquí es
donde predominan los deseos engañosos, también conocidos como
placeres efímeros, que cuando se atizan por el odio, el rechazo o el
maltrato, impulsan a las personas a entrar en el terreno de la
infidelidad. Como resultado, se experimenta el caos total. Esa
naturaleza hay que vigilarla a cada momento para evitar sorpresas.
Nota
1 «Los infieles están menos dispuestos a perdonar / Informe
Especial», El Tiempo, agosto de 2012,
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12142365;
consultado el 10 de junio de 2013.
Capítulo 2
¡CUIDADO CON LAS PUERTAS
ABIERTAS!

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y


destruir; yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia.
Juan 10:10

De manera cruda, y con plena certidumbre, hay que advertir que si


los textos bíblicos hablan de un ladrón, de seguro que es verdad.
Ese ladrón es real y su función es destruir todo lo que funciona en
orden y según los mandatos de Dios.
Por lo general, las personas que se casan piensan que los
problemas son de los demás, pero que a ellas nunca las atacará ese
ladrón. A ese ladrón también se le conoce como la serpiente
antigua, Satanás, ángel de luz, Lucifer, adversario. Bajo esa
perspectiva engañosa, los recién casados comienzan a caminar sin
pensar siquiera que los van a atacar con tentaciones y hasta, en
algunos casos, con volver a situaciones de sus pasados
pecaminosos. Si los hombres o mujeres que en algún momento
tuvieron un inicio sexual traumático o lujurioso no están agarrados
firmes de la mano de Dios en momentos de crisis, los alcanzará
dicha situación.
Casi siempre el ladrón entra a una casa cuando las puertas son
vulnerables. En el caso de la infidelidad, ese ladrón es espiritual y lo
cierto es que no se trata de uno solo, pues son millones, son una
fuerza, una autoridad, son un poder. Resulta desconcertante ver que
en una pareja que ha estado casada por años, uno de los dos se va
con otra persona ante la mirada atónita de su cónyuge y la de su
familia. No sucede en todos los casos, pero por toda la experiencia
recogida en mi vida espiritual, se concluye que hay un altísimo
porcentaje de influencia demoníaca para destruir hogares. Así lo
confirman hasta las encuestas al respecto.

El diablo está en los detalles


Las puertas a la infidelidad están abiertas por varios motivos. Tiene
mucha razón el dicho popular que dice: «El diablo está en los
detalles». Los ratones entran a una casa cuando hay aunque sea
una rendija, un huequito y, aunque son pequeños, pueden acabar
con toda la casa por enorme que sea.
Sin duda, en el curso prematrimonial no les dijeron que la etapa
del enamoramiento no duraría para toda la vida, que después que
empezaran a convivir, cada uno adquiría responsabilidades. Incluso,
no les dijeron que se conocerían más a fondo, que descubrirían que
son muy diferentes y que vendría el desencanto. Y el desencanto
llega porque en la etapa de novios cada uno se iba para su casa, no
había que enfrentar la vida real y cada uno ponía su mejor cara en
las salidas.
Ahora, en condición de casados, hay que ayudar a lavar la loza y
la ropa, cuidar los bebés. Hay que entender otro mundo, otra cultura
en la vida de su pareja. Allí es donde termina el enamoramiento
propiamente dicho y comienza la construcción del verdadero amor.
Destacamos la palabra construcción porque Dios no siempre nos da
las cosas terminadas. Todavía el hombre tiene que desarrollar esa
semilla que le da el Creador. El altar es solo el comienzo del
proceso de esa semilla llamada matrimonio.

Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso


en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo
cuidara.
Génesis 2:15, NVI®

Dios hizo toda la creación, incluyendo el paraíso; y, por último, creó


al hombre. Si leemos con detenimiento, apreciamos con claridad
que, a pesar de ser Dios y de amar a la primera familia de esta
tierra, le dejó una función al hombre: cultivar y cuidar.
Cada matrimonio debe tener esto en mente y ponerlo siempre en
práctica. El esposo no recibió una mujer perfecta, debe cultivarla y
cuidarla. Ella viene de su casa, de otra cultura, de otro ambiente, y
el esposo debe cultivar y cuidar esa semilla. Por obviar este pasaje
bíblico y no hacerlo parte de su vida, muchos hombres no cultivan ni
cuidan a su esposa. Por consiguiente, sus mujeres sienten que no le
interesan a su esposo y que el amor se va apagando poco a poco.
De igual manera, hay hombres maltratados por la indiferencia y el
rechazo de su esposa.
Para cultivar y cuidar la relación matrimonial hay que dedicarle
tiempo a la pareja. Saber que una buena relación no se da por
casualidad, sino que es el resultado de amor, honor, respeto,
detalles y dedicación del uno hacia el otro. Por ejemplo, un viernes
el esposo puede llegar cansado de la oficina y su esposa ha estado
trabajando todo el día limpiando los pisos, cuidando a los bebés y
planchando ropa, así que no hay comida preparada. El esposo debe
tomar la decisión de ayudar a preparar los alimentos o, si su
presupuesto se lo permite, llevar comida a casa, invitarla a cenar o
pedir juntos una cena a domicilio.
Cada esposo y cada esposa deben cerrarle esa puerta al ladrón.
Esa puerta puede estar abierta si no hay ayuda mutua,
consideración recíproca y, sobre todo, comunicación fluida. Cada
cónyuge es un mundo que necesita hablar con su pareja sobre el
futuro, los negocios, los hijos, los temores, los proyectos y demás
asuntos personales y familiares.
Los hombres de carácter muy débil casi siempre se unen a
mujeres con carácter más fuerte. Esto trae un buen equilibrio, pues
hay perfeccionamiento de quien lo requiera. El problema es cuando
uno de los dos deja de realizar su papel en el matrimonio y la otra
persona tiene que asumirlo.
Los hombres que no acompañan a su esposa en el proceso de
crianza de sus hijos, no se preocupan por el bienestar de su familia.
Así que no programan vacaciones para estar con su esposa y sus
hijos, no le dan ni una llamada a su esposa durante el día, ni saben
cuáles son sus actividades cotidianas. Estos maridos caen en
exceso de despreocupación.
Ese carácter débil se refleja en un hombre que abandona su
posición y no cuida lo suyo, o deja que la señora haga lo que le toca
hacer a él. Entonces, cuando intenta hacer lo que debe hacer, ya
nadie le obedece o es demasiado tarde.
De igual manera, las mujeres con un carácter demasiado débil,
mostrado aun en la etapa del noviazgo, se vuelven más débiles
después de casadas, pues los maridos las someten, las maltratan y
las anulan.

Vidas desordenadas, puertas abiertas para la


influencia de la oscuridad
No olvidemos que el matrimonio obliga a los dos a funcionar como
uno solo. Es fácil decirlo, pero llevarlo a la práctica es más complejo.
Por lo cual se requiere de preparación diaria. A pesar de las
diferencias, se deben poner de acuerdo en todo y siempre, y verse
como aliados y no como rivales. El deseo de competencia tiene que
marcharse de los hogares, pues la fuerza de un matrimonio no está
en la demostración individual de poderes, sino en la sumatoria de
fuerzas para alcanzar objetivos conjuntos. Con razón hay un
principio bíblico que dice que uno podría perseguir a mil y dos hacer
huir a diez mil (véase Deuteronomio 32:30).
Los matrimonios que comienzan a pelear por cualquier asunto y
no arreglan las cosas, abren la puerta para que con el tiempo esta
situación se vuelva, desafortunadamente, un estilo de vida, un
caminar diario. Son parejas que no tienen tiempo para dialogar.
Tanto el hombre como la mujer no están dispuestos a ceder y
terminan cerrando toda posibilidad de conciliación o arreglo frente a
cualquier adversidad en su relación de pareja.
La Biblia, Manual de manuales, nos advierte sobre una enorme
puerta que se abre cuando nos enojamos con la pareja y el asunto
dura más de un día.

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol


sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.
Efesios 4:26-27

El texto no dice que los problemas son ajenos al hombre o al


matrimonio, pero sí insiste en «airaos, pero no pequéis», lo cual
significa que tanto él como ella pueden en algún momento tener
diferencias, molestarse entre sí, pero luego, de inmediato, da un
consejo sabio y aplicable siempre a nuestras vidas: «No se ponga el
sol sobre vuestro enojo». Esto no es otra cosa que no tardar en
sentarse a hablar y arreglar todo asunto que le causara molestias o
resentimientos a su pareja antes de que se ponga el sol, antes de
que acabe el día. No acumulen razones para estar bravos en el
nuevo día, fatigará mucho sus mentes y abrirán puertas que no
convienen. Aquí vemos unas causas muy claras del porqué muchos
terminan en la infidelidad. La Palabra de Dios es sencilla, pero muy
clara y contundente.
El ser humano, debido a su naturaleza egoísta, carnal y de
orgullo, casi nunca procura dialogar, ni conciliar, pues cree que esto
es sinónimo de debilidad o de pérdida. De esta forma, muchísimos
matrimonios dejan pasar los días sin resolver problemas y, con ello,
lo que crean es una bomba de tiempo que a futuro puede detonar
con consecuencias muy duras para toda la familia.
«No se ponga el sol sobre vuestro enojo» es una expresión
para referirse a que no debemos permitir que el enojo, la rabia y la
amargura prevalezcan frente a una desavenencia de pareja. Cada
día que pase es peor. Hay un enemigo común que muy pocos
identifican, pero de quien podríamos decir de manera coloquial:
«Pesca en río revuelto». Sí, nos referimos a Satanás, la serpiente
antigua, la misma que llevó con astucia al pecado de Adán y Eva.
«Ni deis lugar al diablo» es otra afirmación del mismo pasaje de
Efesios. Esto significa que si permiten que el sol se ponga sobre su
enojo al no dialogar ni perdonar, él, el dios de este siglo, el diablo,
ya maneja esa situación. Es más, asume el control que se le delegó.
Así funciona el mundo espiritual.
No todas las parejas conocen este principio espiritual y creen que
están frente a un juego o a una simple «pataleta» de su cónyuge, ya
sea del hombre o de la mujer. Sin embargo, el solo hecho de andar
enojados, bravos o resentidos con su pareja de manera
permanente, le da derecho legal al diablo para que comience su
juego de mentiras. Recordemos que, en el Evangelio de Juan, el
mismo Jesús lo llamó «padre de mentira» (véase Juan 8:44). Una
de las formas que el diablo usa es colocando pensamientos del uno
en contra del otro. De esta forma, reinará el caos y la confusión en
esa pareja.

Derribe argumentos y pensamientos dañinos


La mentira está en hacerle creer a la persona que son sus propios
pensamientos y que esa es la ruta que debe seguir. Por eso el
apóstol Pablo nos recomienda que debemos destruir fortalezas y
derribar argumentos (véase 2 Corintios 10:3-5).
Nadie va a destruir en su lugar esas fortalezas mentales que se
van levantando con el paso de los años y que están arraigadas en
esta cultura. Solo debe hacerlo usted. Son fortalezas que le hacen
creer que si no se entendió con su pareja, enójese, manténgase
molesto y, si es el caso, búsquese otra persona para sustituirla.
Hay que derribar esas fortalezas mentales y hasta corporales que
se levantaron en las personas y que las llevan a vivir una vida dura.
Por ejemplo, mujeres que vieron que su papá maltrataba a su
mamá, pueden estar tan predispuestas que desarrollaron una
estructura mental en contra de los hombres. Así que su manera de
exteriorizarlo es yendo en contra de lo que dice su esposo o
peleando de manera continua. Por eso tiene que revisar esa
situación, perdonar a su papá, perdonar a su esposo, pedir perdón,
sanar su corazón llenándose de Dios y tomar la decisión de amar,
dialogar y ponerse de acuerdo con su pareja, a fin de que tenga
disfrute y sabor en la vida.
Por lo tanto, se tienen que derribar esos argumentos o voces
internas que van alimentando una traición, una infidelidad. La
recomendación es que no deje pasar un día sin arreglar cualquier
diferencia con su cónyuge. Hay un enemigo que gana ventaja
porque su modus operandi es poner en enemistad a las familias. En
ese sentido, es como si pusiera gafas de aumento a cada cónyuge
para que vea en su pareja a su más enconado rival o enemigo. He
aquí algunas mentiras frecuentes que «el enemigo» comienza a
maquinar en los pensamientos de la pareja:

Su esposa no lo quiere.
Su esposo no se interesa por usted.
Todo el mundo le quiere y lo valora, menos su cónyuge.
Su matrimonio nunca va a funcionar.
Su cónyuge tiene otra pareja.
Ya no le intereso como mujer, o como hombre, si es el caso.
Ya no vale la pena seguir viviendo con esta persona.
Nunca será feliz con esta persona.
La relación sexual ya no es igual y nunca será emocionante
entre los dos.
De este matrimonio solo vale la pena los niños.
Sepárese, ya no hay caso.
Todos los esposos son muy buenos, menos el mío.
Esta mujer nunca va cambiar.
Como ya vimos, es una orden imperiosa derribar y destruir las
fortalezas que quieren levantarse en su mente. De otra manera,
terminarán llevando a la persona a creerlas y actuar de acuerdo a
las mismas.
Cuando una persona le da cabida a esos pensamientos de
divorcio, de deslealtad, poco a poco se aleja de su pareja. Entonces,
en menos de lo que pueda esperar, comienzan a llegar a su vida
personas que al parecer son la solución a sus problemas. Sin
embargo, no es más que un movimiento orquestado por el padre de
mentira para acabar para siempre ese matrimonio.
Tengamos en cuenta que es un problema espiritual. El enemigo
plantó una semilla en la mente y en el corazón de uno de los
miembros del matrimonio. Si alguno la recibió y ha estado
considerando esos pensamientos, va rumbo a la siguiente fase del
plan del enemigo. Lo que pasará a continuación es que ese
enemigo, invisible y maquinador de malas cosas en contra de los
seres humanos, los pondrá en contacto con otra persona que usará
para que se consuman esos pensamientos contrarios al orden del
matrimonio.
Parece increíble, pero es cierto. Si cree en los ángeles, crea
también en los demonios, pues son espíritus encargados de ejecutar
obras tanto de la luz como de la oscuridad, según sea el caso.
En citas que atendemos a diario, cada historia tiene un hilo
conductor que siempre lleva a lo mismo: destrucción del hogar.
Cuando hay puertas abiertas para estas criaturas invisibles, que son
como las bacterias, penetran y no las vemos, pero allí están.

«No pequen al dejar que el enojo los


controle». No permitan que el sol se ponga
mientras siguen enojados, porque el enojo da
lugar al diablo.
Efesios 4:26-27, NTV
Cuando se pone el sol sobre su enojo, cuando deja pasar los días
sin arreglar los asuntos de discordia, viene el destructor de hogares
y comienza a hacer su trabajo. Sin que usted se dé cuenta,
comienza a dejarse atraer por personas fuera de su casa. Al
comienzo es como un juego o una fantasía. Piensa que todo va a
cambiar con eso. También, sin darse cuenta, está viviendo una
situación conflictiva con su pareja y comienza a caminar sobre un
terreno pantanoso que lo puede llevar a un punto de no retorno.

Cuide sus palabras y su conducta… pueden


conducir al mal
¡Cuidado con las puertas abiertas! Ya vimos que el enojo, la
irritabilidad y el resentimiento contra su pareja les abre las puertas a
los dos, tanto mujer como hombre. Satanás siempre tratará de
colocar una
«oferta», un mensajero o mensajera, a fin de tender una trampa y
así cumplir su cometido de «hurtar y matar y destruir» (Juan 10:10).
Cuando una pareja está enojada, se rompen las funciones de la
pareja, ya no hay diálogo, amor, respeto ni relaciones sexuales.
Entonces, cada uno comienza a caminar por sus propias sendas. No
es raro ver que el común de los cónyuges no tiene idea de quiénes
son los amigos de su pareja, con quién almuerza casi siempre, con
quién pasa la mayor parte del tiempo, qué teléfonos tiene en su
agenda personal o en su celular, mucho menos cuáles son sus
sueños, sus preocupaciones, sus luchas, entre otros aspectos
vitales y existenciales.
Lo más duro del caso es que pareciera que, con el tiempo, esta
situación se vuelve normal. Así que el marido y la mujer se
conforman con que no haya diálogo ni soluciones. Entonces,
terminan conviviendo bajo un mismo techo, pero abriendo una
brecha inmensa a través de la cual cada uno hace lo que quiere, lo
que satisfaga sus propios intereses. De esta forma se desvirtúa por
completo el plan original de Dios para el matrimonio. En esos casos
podemos decir que ya las puertas están abiertas de par en par y
viene con toda su fuerza despiadada la infidelidad para hacer
estragos. La comunicación bilateral se rompió hace tiempo.
Dar lugar al diablo significa apartarse del objetivo para el que dos
personas se unen en matrimonio y se prometen fidelidad, para que
sumen fuerzas, se honren y acepten tal y como son. Dar lugar al
diablo significa no atender el consejo de Dios, sus instrucciones y
mandatos, y en su lugar hacer lo que mejor les parezca.
Cuando hay puertas abiertas, no es raro ver a hombres y mujeres
que comienzan a ser tentados por aventuras con otras personas en
la oficina, en la universidad o en el trabajo. Entonces, lo que
comienza como una distracción aceptando una invitación a un café,
un almuerzo o una salida, casi siempre termina en una relación, de
la cual casi nunca se sale sin ocasionar graves y muchas veces
daños irreparables, tanto a los involucrados directamente como a
sus familiares.
En lo particular, mi esposa y yo hemos aprendido que cuando hay
situaciones que nos molestan, no debemos dejar pasar mucho
tiempo del día para perdonarnos. Esto cierra de inmediato las
puertas y toda clase de conjeturas mentales que quieran crear
confusiones y resentimientos como pareja. Cada matrimonio se
enfrenta sin cesar a este tipo de hechos que, si no se afrontan
desde el terreno del amor, de la convicción y del perdón, pueden
desestabilizar a las parejas.

Refrena tu enojo, abandona la ira; no te


irrites, pues esto conduce al mal.
Salmo 37:8, NVI®

Esta advertencia no es una opción ni un tema de menor importancia.


El salmista inspirado por Dios dice que el enojo, la ira y la
irritabilidad conducen al mal. Creo que usted podría hacer un
análisis de qué tanto se enoja con su pareja, qué le hace airarse y
qué lo irrita. La advertencia de si usted o yo no paramos ante esta
alarma, es que inevitablemente terminaremos en el mal.
Refrenar el enojo significa quitar a cada momento las molestias de
mi vida por diferencias con mi pareja. Lo primero que hay que hacer
es detectar lo que le enoja de su pareja o lo que hace que enoje a
su pareja.
Durante muchos años el desorden con mi ropa fue un talón de
Aquiles para mí y que enojaba a mi esposa. Una vez establecido
que eso la enojaba, comencé a trabajar y a esforzarme para quitar
ese elemento que perturbaba nuestra relación.
Claro, cada persona trabaja para minimizar las cosas que enojan
e irritan a su pareja, pero lo cierto es que cada uno tiene la
responsabilidad de manejar su carácter y su vida matrimonial.
Enojo, ira e irritabilidad no pueden ser un estilo de vida. Bajo ese
ambiente no convive nadie.
Vale la pena entender que mi pareja es un regalo, es una persona
que está para ayudarme. Aun así, debo ponerme de acuerdo con
ella en decir lo que me gusta y lo que no me gusta. Si persisten esas
tres obras de nuestro carácter, hay que revisar con sumo cuidado
porque de seguro se casó con la persona equivocada o quien se
equivocó es dicha persona con usted.
Creo que es muy importante que tanto el esposo como la esposa
revisen hasta qué punto sus pataletas de niños le aportan a la
relación. A menudo, lo que las parejas necesitan es madurar, pues
se han visto casos en los que las lágrimas son muchas cuando la
persona pierde a su pareja y solo en ese momento le da el valor que
tenía en realidad.
Un aspecto importante que deben entender los cónyuges es que
nadie puede hacer feliz por completo a otra persona, excepto Dios.
No es responsabilidad de su pareja llenar todos los vacíos o
faltantes que usted no ha llenado en toda su vida. Tampoco su
pareja tiene la responsabilidad por todos sus desaciertos o fracasos.
No obstante, si ahora está a su lado, es una ayuda maravillosa y
alguien con quien tiene que acoplarse para que caminen juntos, y
compartan triunfos y luchas por la vida diaria.
Su enfoque tampoco es buscar a alguien que le haga feliz. La
mayor realización de uno es aportar para que el otro sea feliz. La
vida cobra sentido en dar y vivir para otra persona. Lo fundamental
no es esperar la llegada de otras personas que se comprometan con
su felicidad, sino que en darse el uno al otro es donde hay gozo y
motivos para reír y disfrutar la vida. Las parejas con alto sentido del
ego nunca serán felices ni harán feliz a nadie.
En tiempo de orientación y consejería, escuchamos a mujeres y
hombres arrepentidos que nos relatan la forma en que comenzaron
a abrirse las puertas a la infidelidad y cómo llegó lo que tal vez les
sucediera a sus padres y abuelos: la traición y el engaño.
Para cerrar esa puerta a la infidelidad y al divorcio, es necesario
entender que se requiere sacrificio e inversión de tiempo en la otra
persona. Se requiere tiempo para hablar y comunicarnos de manera
eficaz, así como estar dispuestos a perdonar y amar. Por último, se
requiere ser detallista como nunca antes. Hay que entender que el
matrimonio se construye todos los días. No es asunto de un día y
creer que va a crecer de forma automática. Al matrimonio hay que
invertirle con la seguridad de que esa inversión redundará en
grandes beneficios para toda la familia.
Si esas puertas se cierran, no habrá ningún asomo de infidelidad
en la familia. Para muchos, quizá esta sea una lección para un
nuevo matrimonio, pues la falta de conocimiento permitió que las
circunstancias, la monotonía, el mundo o el diablo acabaran con el
primer matrimonio. Es un aprendizaje con un alto costo, pero más
nos vale aprender, y aprender bien. De lo contrario, en una nueva
oportunidad que quizá venga, las cosas podrían terminar igual.

Así que, el que piensa estar firme, mire que


no caiga.
1 corintios 10:12

Como se dijo desde las primeras páginas, el propósito de este libro


no es condenar a nadie ni dar lecciones de moral. Su propósito es
enviar ese mensaje de reconstrucción de vidas, y de luz y
esperanza para una generación cada día más sumergida, de
manera consciente o inconsciente, en este asunto de la
promiscuidad que trae consecuencias funestas para todas las
familias.
Hemos visto cómo termina la vida matrimonial aun para personas
de la tercera edad que durante años ocultaron una relación
fraudulenta y paralela a su matrimonio. El cuadro es dramático. Ver
a la señora que durante años convivió con una persona de doble
moral, alguien con una máscara, y quien no tuvo el menor escrúpulo
por lo que estaba pasando. En este caso, de seguro que ese
hombre pensó al comienzo: «Este asunto es pasajero, yo lo
arreglo». Sin embargo, al final, nunca pudo abandonarlo y acabó
con su matrimonio, con su honra, la de su familia y con el derecho
de pasar feliz los últimos días sobre la faz de esta tierra.
La gran mayoría de los matrimonios piensa que nunca podría caer
por ese precipicio ni en esas arenas movedizas, pero el apóstol
Pablo nos aclara: «El que piensa estar firme, mire que no caiga». La
firmeza no es solo asunto de un día. La firmeza es un estilo de vida
y es prueba de carácter, no de emociones pasajeras. Es una actitud
de vivencia permanente.

Siempre habrá tentaciones y posibilidades de ser


infiel, usted decide
En la vida se tendrán tentaciones y ofertas para conseguir otra
pareja. Es algo inevitable, pues de otra manera cada persona
tendría que estar en una urna. Aquí lo que guarda a cada cónyuge
es su carácter y su identidad. Saber decir no, y saber con quién y
qué permite en su vida es un conjunto de premisas que preservan a
las parejas. Las personas con carácter suave y sin identidad son
más susceptibles de caer por esa cascada de desórdenes.
Solo hay un lugar donde podemos estar firmes y ese lugar lo
describe la Biblia como una roca, una gran peña, donde Dios nos
coloca una vez que nos saca del fango, del pantano. Aun así,
nuestra responsabilidad es mantenernos a diario en ese lugar, en
esa posición. El salmista lo dice en estos términos:

El que habita al abrigo del Altísimo morará


bajo la sombra del Omnipotente.
Salmo 91:1

Bajo ese abrigo, bajo esa sombra, estamos firmes, pues hay un
poder especial sobre nuestra vida que nos lleva a amar y a perdonar
con una fuerza que no es nuestra, sino de un Dios omnipotente. Allí
estamos firmes porque no estamos esperando caer, sino caminar
con propósito, con alegría, como familia, en santidad e integridad y
en defensa del compromiso matrimonial adquirido.
Para andar a ese nivel solo se requiere creer, orar y obedecer. Es
decir, el remedio es absolutamente de carácter espiritual.
Las parejas que se vieron afectadas por la infidelidad buscaron
consejo y orientación. Cuando mi esposa y yo hablamos con ellas,
lo primero que les decimos es que la medicina que los puede sacar
de esa situación es espiritual y se basa en lo que dice la Biblia. No
se trata de algo religioso, ni místico, sino en el desarrollo de una
relación personal con Jesús y obedeciendo su Palabra. Al final,
entienden que todo lo que está en juego son sus vidas, sus familias
y su futuro.
Partiendo del panorama dibujado en el que la pareja cae en un
estado donde no se habla, ni busca salidas a sus crisis, las
situaciones anormales se vuelven duraderas. El hecho de recibir
regalos, atenciones y demás detalles de personas del sexo opuesto,
y además pasar algún tiempo importante a su lado, de seguro que
va abriendo puertas para que alguno de los cónyuges termine
involucrado en una relación de infidelidad con ese ser que aparece
en escena y que casi siempre es alguien que tiene antecedentes en
relaciones prohibidas.
Por lo general, el amante inicia siendo el confidente de quien abre
su corazón y cuenta todos los faltantes y vacíos que tiene en su
relación matrimonial. Claro, especialmente a las mujeres les gusta
que las escuchen y las comprendan. Ese es su diseño. Para
infortunio del matrimonio, aquí el amante suple ese vacío que dejó
su propio cónyuge de quien permite esta situación. El siguiente paso
se relaciona con la persona que es confidente, quien a menudo
procura suplir esos vacíos, ya sea con regalos o detalles, para que a
la larga todo avance hacia el adulterio.
¡Cuidado con las puertas abiertas! ¡No dé lugar al diablo! Hable,
busque espacios de reconciliación, sea franco y cuéntele a su pareja
lo que le mortifica. No guarde cosas para más adelante. Saque lo
que hay en su corazón y tenga una mente abierta a fin de que le
confronten y cambie. Hable con amor, hable con sinceridad. Por
último, busque ayuda y, sobre todo, que no sea ningún familiar, pues
casi siempre los familiares de alguno de los miembros de la pareja
terminan tomando partido, lo cual en lugar de ayudar, vincula más
personas al conflicto.
En lo posible, la ayuda debe ser externa, pero de gente
especializada. Al fin y al cabo, este no es un problema común y
corriente, sino un problema con un trasfondo espiritual, social,
emocional y afectivo de grandes repercusiones. Es innegable que al
analizar este tema, se puede concluir que tal vez esa puerta
estuviera abierta durante mucho tiempo y usted no se diera cuenta.
Quizá la abriera debido a su indiferencia o distanciamiento con su
pareja. En algunos casos, es posible que quien la abriera fuera su
pareja y comenzara a caminar en otra dirección sin que usted lo
notara. Cualquiera que sea la razón, de seguro que hoy tiene una
situación real y dolorosa, pero que tiene solución.
Como en toda acción donde entraron los ladrones, algunas cosas
se podrán recuperar, otras no. Esa es la cruda realidad, pero para
cualquier salida se requiere fe y determinación para levantarse. El
error no es caer, es precisamente no hacer nada para levantarse.
Capítulo 3
NO ALIMENTE LA CARNE

Porque todo lo que hay en el mundo, los


deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo.
1 Juan 2:16

En este pasaje bíblico, el apóstol Juan menciona tres cosas que


hay en el mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida.
Los deseos de la carne están ahí. Se van desarrollando a medida
que el niño o la niña van creciendo y van escuchando o aprendiendo
de sus padres, de sus hermanos mayores, de su familia o de la
televisión, la internet, las revistas, los amigos y del mundo en
general.
La naturaleza carnal y mortal, o la naturaleza pecaminosa, como
también se le menciona en algunas traducciones, necesita que la
alimenten. Es innato en el joven mirar el derrière o la cola de las
mujeres. Cuando ha pasado mucho tiempo viendo novelas,
películas o cualquier otro material de esa línea, o cuando ha tenido
diálogos de ese corte, más se acrecienta ese deseo de alimentar
esa carne.
En Juan 6:63 se nos dice que «la carne para nada aprovecha», y
es verdad. La carne tiene tal contaminación que siempre quiere
llevar a la persona a pecar, a meditar en la lascivia, en la lujuria, en
la concupiscencia, en lo que va en contra del orden natural y divino.
Es un contrasentido. Muchas veces lo que el hombre o la mujer no
quieren hacer, es lo que terminan haciendo. Es un divorcio entre la
mente y el cuerpo.
Cuando alguien le abre la puerta a la pornografía, por ejemplo,
cada vez es más guiado a ver ese tipo de imágenes o literatura. La
carne es una naturaleza voraz y quiere que la persona siga
alimentándose cada vez más de ese lenguaje, de esa ración. Se
vuelve una adicción que tarde o temprano termina afectando de
manera profunda a la persona en su salud y, por supuesto, en su
familia.
Cualquier desprevenido podría decir que eso es normal y que no
tiene nada de malo. Sin embargo, basta mirar ejemplos de papás,
hermanos y hombres y mujeres violadores que cuando se casan,
tienen sus mentes perturbadas, traumatizadas o depravadas. Esa
naturaleza los lleva a que su vida gire solo en torno al sexo ilícito,
sucio o a su rechazo total.
Estas personas no comenzaron esta práctica de la noche a la
mañana. Sin duda, todo comenzó por curiosidad, de manera
desprevenida. Lo que no saben, en cambio, es que la carne se
asemeja a una fiera. Una vez que prueba algo, tiene la tendencia a
seguir recibiendo de lo mismo una y otra vez.

Todo entra por los ojos… y los oídos


Muchos hombres, y en una medida creciente también mujeres, se
dedican a contemplar, a observar con codicia y con malicia a
personas del sexo opuesto. Esa contemplación continua, o al menos
intencional, genera al comienzo coqueteo, seducción y, por último,
deseo y fantasías sexuales. Como lo dice el apóstol Santiago:

Entonces la concupiscencia, después que


ha concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte.
Santiago 1:15

En mi caminar diario con Dios, he aprendido a conocer la carne y a


saber que cuando no alimento mi espíritu con oración, con lectura
continua y profunda de la Palabra de Dios y con alabanza, estoy a
merced de esta fiera llamada carne que quiere llevarme en una
dirección contraria a la que tiene mi corazón.
Esta cita es un retrato claro de lo que es esa naturaleza
pecaminosa:

Los que son de la carne piensan en las


cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu. El
ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz, por
cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios, porque no se sujetan
a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los
que viven según la carne no pueden agradar
a Dios.
Romanos 8:5-8, RV-95

Los que son de la carne, los que la alimentan, hacen que la carne
piense más y más en alimentarse. En la actualidad, los programas
de radio, televisión, películas, novelas, revistas, libros, así sean
aparentemente de escritores, periodistas o autores respetados y
conocidos, saben que si le incluyen alguna dosis de ese material, su
obra se va a consumir muy bien. Hay una tendencia a querer saber
más. Es algo inexplicable a la vista de una persona que no conoce
el tema espiritual. Quien alimenta la carne se vuelve su esclavo.
Hace poco escuché en la radio colombiana un concurso para
ganarse un auto cero kilómetros y la base era haber leído un
número reciente de una revista que trae en sus portadas mujeres
muy conocidas de la farándula o la vida pública y que acceden a
salir desnudas o casi desnudas en la cubierta. El ganador decía en
una entrevista que tenía toda la colección de las revistas y que le
parecían espectaculares.
La vida de estas personas, de alguna manera, siempre va a girar
en torno a asuntos que tengan que ver con esa naturaleza. Les va a
llamar la atención el entretenimiento y la diversión enfocados hacia
esa temática, lo cual los hace esclavos e insaciables a ese nivel.
Como resultado, terminan siendo infieles o en un nivel de
degradación tal que son propensos a contagiarse con alguna
enfermedad de transmisión sexual. Claro, cuando se casan, al poco
tiempo les va a parecer monótona la relación con una sola persona
y es ahí donde van a querer mirar hacia otros lugares.
La Secretaría de Integración Social de Bogotá, institución
encargada de estudiar y velar por los temas sociales de esta capital,
dio a conocer en febrero de 2010 una encuesta realizada entre
trescientos cincuenta hombres asistentes a prostíbulos, donde se
evidencia que de cada cien hombres que visitaron uno de estos
sitios en la ciudad, veintiuno se enamoraron de la mujer con la que
sostuvieron relaciones sexuales y veintitrés visitan a la misma
prostituta cada vez que regresan a dichos lugares.
El caminar en la carne y sus impulsos, hacen que la persona
pierda la perspectiva de quién es, de su posición y de su dignidad.
Incluso, termina negociando todos sus principios de tal forma que
sin que de manera consciente lo note, o lo quiera notar, puede llegar
a límites muy peligrosos y denigrantes.
Sin identidad, los vacíos y las frustraciones se
llenan con lo que sea
De igual manera, vale la pena aclarar que no siempre la carne
requiere que la alimenten en el aspecto sexual. En las mujeres,
sobre todo, el alimento a su carne puede ser el galanteo por
hombres detallistas y guapos, hombres que les dediquen tiempo y
les digan palabras cariñosas a diario. Que les pregunten qué
quieren en la vida, adónde quieren ir a cenar o qué regalos les
gustaría recibir. ¿Se imaginan que lo reciba alguien que viva todo lo
contrario en su relación de pareja? ¡La tentación es muy grande!
A diario, las mujeres luchan contra ese vacío, pues su diseño es
diferente al de los hombres y, como tal, esos detalles forman parte
de su vida. Esos vacíos necesitan llenarse. Si no lo hace el esposo,
de seguro que los termina satisfaciendo un amante. Como se puede
ver, el problema no comenzó con una gran motivación sexual, pero
terminó en la misma. Como resultado, generó apegos, destrucción
de matrimonios y hasta muertes.

Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los


deseos de la carne, porque el deseo de la
carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es
contra la carne; y estos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisierais.
Gálatas 5:16-17, RV-95

Digo, pues: Anden en el Espíritu, y así


jamás satisfarán los malos deseos de la
carne.
Gálatas 5:16, RVA-2015
Además de ser una recomendación para caminar en santidad, es
una orden radical para caminar en libertad ante la esclavitud del
pecado. Debemos andar en el Espíritu y esto no es algo que yo
hago de vez en cuando. Debe hacerlo todos los días. Se logra a
través de la oración y de una vida de decisiones.
No se trata de una experiencia religiosa, sino de rendición a Dios.
Consciente de la debilidad del ser humano, Dios envió a su único
Hijo en forma de hombre como remedio y en respuesta a nuestras
necesidades, a fin de que por su crucifixión, muerte y resurrección
pudiéramos caminar victoriosos quienes ponemos nuestra confianza
y fe en Él: «Anden en el Espíritu y así jamás satisfarán los malos
deseos de la carne».
La otra recomendación es la de no satisfacer los deseos de la
carne. Esos deseos no se pueden controlar sin que medie un poder
sobrenatural. Cuando el ser humano tiene luchas porque no puede
controlar el caminar en el sexo ilícito o el deseo de ser infiel y trata
de hacerlo sin resultados reales, cada vez que cae lo que le viene
encima es un peso grande de condenación. Incluso, aunque quizá
no descubran a la persona, esta entra en hipocresía y en doble
moral con respecto a su pareja o a sus hijos. Con el paso de los
años, esta situación se vuelve insostenible, aparte de que trae
consecuencias.

Como todo en la vida, la maldición tiene su causa


La maldición nunca viene sin causa. Lo cierto es que la persona que
peca una y otra vez, cree salirse con la suya. Sin embargo, lo que
no entiende es que está sembrando maldición no solo para sí
misma, sino para su familia entera. Está exponiendo su vida y su
familia a la ruina, a las enfermedades, al robo, a la calamidad.
Repito, la maldición nunca viene sin causa.
Como el gorrión en su vagar, y como la
golondrina en su vuelo, así la maldición nunca
vendrá sin causa.
Proverbios 26:2

Por otro lado, no solo el deseo abierto de relaciones ilícitas, sino las
acciones como el enojo, la amargura y, en general, creerse que es
víctima de personas, de injusticias y los complejos de inferioridad,
llevan a la persona a encaminarse en acciones contrarias a sus
principios.
Hay cuadros vivos de parejas que en lugar de perdonarse, olvidar
y restituir, viven haciéndose reclamos a cada momento y exigiendo
sus derechos. Con tal fin, recuerdan errores del pasado, buscan
faltas en sus parejas y caminan con mentalidad de perseguidos y
víctimas. No hay que negar que parte de esto quizá sea cierto, pero
casi siempre Satanás busca agrandar una situación. De hecho, algo
así puede ser normal en una familia, o por lo menos pasajera, como
es el caso de diferencias entre la esposa y el esposo de ver la vida o
de resolver los asuntos personales y familiares.
Es como si esa persona hubiera hecho votos internos de
vengarse algún día, o al menos tuviera mentalidad de víctima. Por
consiguiente, todo esto la puede llevar a querer levantarse, ya sea
de manera consciente o inconsciente, en contra de su pareja. Lo
cierto es que esa fuerza de rechazo y odio es lo que termina
impulsándole a situaciones de infidelidad.

Porque el deseo de la carne es contra el


Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y
éstos se oponen entre sí, para que no hagáis
lo que quisiereis.
Gálatas 5:17
Vida de oración y alabanza, claves para la
victoria en el Espíritu
Hay dos deseos muy marcados de los que se habla en este pasaje:
Los deseos de la carne y los deseos del Espíritu. Son dos vidas, dos
mundos muy distintos, y cada uno de ellos trata de tener el dominio
sobre la persona. Con todo, es muy importante entender que se
oponen entre sí. La carne trata de esclavizar a la persona al pecado,
a la mundanalidad, al adulterio, al odio, a la razón, a los
pensamientos, al egoísmo, a la vanidad, a la hipocresía, a la
irresponsabilidad, a la mentira y a la oscuridad. El Espíritu, en
cambio, trata de llevar a la persona a la santidad, al amor genuino, a
la fidelidad, a la verdad, a la paz, al dominio propio, a la bondad, a la
luz.
Hasta las personas creyentes que van a la iglesia, deben
entender esta ley espiritual: El deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne. Por eso es muy fácil ver
personas que luego de andar en un fuego grande de parte de Dios,
en algún momento se pueden enfriar y ya no quieren orar. Allí es
donde la carne va ganando, va dominando a la persona y es obvio
que cuando domina esa carne, lo que menos quiere es que
prevalezca de nuevo el Espíritu. Con tal fin, va a usar una cantidad
de medios para tratar que la persona no se prenda de nuevo en el
fuego de Dios en una elevada vida de fe y de eficiencia en todo lo
que hace.
Cuando Dios le dijo al profeta Hageo que trajeran madera, es
porque se trata del material principal que se tiene para una hoguera.
Desde luego, donde están la madera y el aceite (el Espíritu), muy
pronto aparecerá el fuego y prenderá un avivamiento grande que es
capaz de iluminar y hacer que desaparezca cualquier oscuridad.
Capítulo 4
DETONANTES DE LA
INFIDELIDAD: AMARGURA, ODIO
Y VENGANZA

Mirad bien, no sea que alguno deje de


alcanzar la gracia de Dios; que brotando
alguna raíz de amargura, os estorbe, y por
ella muchos sean contaminados.
Hebreos 12:15

En palabras sencillas, «raíz» es la causa u origen de algo. Este


pasaje hace referencia a las cosas profundas que causan que las
personas caminen siempre derrotadas o tengan la tendencia a vivir
enojadas o disgustadas con alguien o consigo mismas.
De seguro que los casos de infidelidad no se iniciaron por causas
graves, solo comenzaron por pequeñas amarguras, contrariedades
y sinsabores que se pasaron por alto. Esto provocó que una
amargura tras otra se anidara en sus corazones. Esa amargura se
asemeja a un tanque que en principio fue recipiente de agua limpia.
Sin embargo, por no limpiarse regularmente, con el paso de los
años fue recogiendo impurezas y suciedades de tal manera que sus
paredes se tornan verdosas y allí se acumula mugre y
contaminación de manera inevitable.
La Biblia dice que esas raíces de amargura brotan, salen a la luz,
se hacen evidentes. Muchas veces, tales raíces se disimulan o se
tratan de obviar por la familia, por los hijos, por los prejuicios
sociales o por razones económicas o de temor incontrolado. No
obstante, esas raíces de amargura están presentes en la forma de
hablar de la pareja, en los gestos de irritabilidad y molestia por todo
o, por el contrario, debido a la indiferencia y al abandono total.
De igual forma, en el libro de Hebreos, el texto clave para conocer
el pacto que Dios tiene con el hombre en la actualidad, se nos dice
que muchos se contaminaron por esas raíces de amargura. En
efecto, esa contaminación no solo afecta al hombre o la mujer, sino
a sus hijos, a su familia y, por supuesto, al entorno en el que se
mueven.
Los consejos de Dios son muy sabios. Él nos dice que miremos
bien, no sea que brotando alguna raíz de amargura nos estorbe. El
hecho de mirar bien significa que debemos estar haciendo una
evaluación continua de nuestra relación entre esposos. Debemos
estar hablando a menudo y procurando estar de acuerdo siempre.
Sobre este tema el profeta Amós dice:

¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de


acuerdo?
Amós 3:3

Como mencioné antes: «El diablo está en los detalles». Hay ataques
espirituales que son sutiles y lentos, pero devastadores. La falta de
tiempo del uno para el otro, el hecho de no ser detallista con un
regalo o una salida para salir de la rutina, el hecho de no ser
considerados frente a situaciones personales, donde alguno de los
cónyuges fue indolente o indiferente.
Por otro lado, quizá uno de los detalles que más se repite en las
parejas tiene que ver con asuntos del pasado. Es común ver a
esposos que en discusiones, a menudo traen al presente
situaciones que ocurrieron tiempo atrás.
En ese repertorio de quejas, es fácil encontrar reclamos por
borracheras del pasado que terminaron en vergüenza, pelea con la
pareja, celos, escasez económica, errores frente a algún negocio,
etc. Claro está, es usual que se involucre a familiares y se hable de
forma negativa de los mismos. Sin embargo, todo esto forma parte
de esas raíces de amargura que nacieron en un momento
determinado y no se cortaron a tiempo. Sin duda, dichas raíces se
convirtieron en árboles frondosos y dan fruto amargo como la hiel,
donde el hombre y la mujer no se dan cuenta, pero es notorio. Por lo
general, sus hijos sí lo notan y esto termina por afectarlos de
manera profunda.
Conocemos hijos que ya no quieren saber nada de sus padres,
pues no ven coherencia entre lo que dicen y lo que viven tanto
dentro como fuera del hogar. Esas raíces provocan tal
contaminación en las familias que se dividen y terminan tomando
partido a favor o en contra de su papá o mamá, de sus hijos,
sobrinos, tíos, etc.
Casi siempre, una herida sin sanar produce una raíz de amargura.
El resultado es que esa amargura comienza a regarse por todo el
cuerpo llevando a la persona afectada a ser portadora, aun sin
proponérselo, de una venganza.

Satanás camina con personas que tienen odio,


rabia, resentimiento y amargura
Muchas veces vemos que una persona víctima de infidelidad se
duele, se resiente, vive un tiempo de sufrimiento y dolor, pero si no
sana esa herida profunda a través del perdón y el olvido, en algún
momento tiene la tendencia a tomar venganza. En el fondo, Satanás
lidera la falta de perdón y el deseo de tomarse la justicia por su
mano, pues pone pensamientos en la persona para que aplique su
propia justicia. Esta vengadora justicia carnal la alimenta a través de
recuerdos y pensamientos que tratan de minar su autoestima,
haciéndole ver que fue víctima y que tiene que actuar para hacerle
pagar a esa persona por el daño sufrido.
Esas son las maquinaciones del diablo que no quiere que haya
perdón, amor, restitución, restauración. En su lugar, quiere derrota,
odio, dolor, amargura, resentimiento, pena, vergüenza. De esa
manera logrará mantener, tanto a quien adulteró como a quien fue la
víctima, en derrota y sin creer que pueden salir de allí. Más adelante
veremos lo que implica un verdadero perdón.
Lo único que puede parar esa cadena maldita de promiscuidad y
pecado sexual es rendir la vida a Jesucristo a través de un
arrepentimiento genuino y una vida continua de oración para
entender qué se recibe y qué se puede hacer con el poder de Dios.
Esto no es un privilegio de unos pocos iluminados. Está disponible
para quienes quieran salir de ese laberinto sombrío de la infidelidad.
Sin embargo, muchas de esas causas de dolor no surgieron
desde el momento en que se unieron el hombre y la mujer. Los
hombres y las mujeres iniciaron un noviazgo y terminaron casados o
viviendo juntos. Aun así, desde el comienzo esa relación no se basó
en la verdad, sino en la mentira. Esto ocasionó que solo hasta
después de la convivencia, saliera a la luz que ya estaban casados,
que tenían hijos, que eran drogadictos, tenían adicciones o
aberraciones sexuales, que tenían antecedentes sexuales con
varios hombres o mujeres, que tenían vicios de robo,
homosexualidad, lesbianismo, etc. Por consiguiente, esto hace que
haya sentimientos de engaño y de falta de honestidad y
transparencia entre compañeros, y que prácticamente reine el
desencanto y la desconfianza en general.
Es muy importante que los jóvenes pasen buen tiempo
conociendo a su novia, a su futura esposa. En ese espejo se han
visto muchas parejas. Solo hasta después de dar el paso definitivo,
conocen detalles clave en su pareja que, de haberlos sabido antes,
no vivirían a su lado, o al menos la decisión hubiera sido consciente
y no bajo el engaño. Lo mismo sucede con las jóvenes, que deben
tomarse su buen tiempo para conocer a quien va a ser su esposo,
conocer su familia, su pasado y su forma de vida, etc.
Sí, es importante que las parejas se digan la verdad desde el
comienzo. Si ya se tienen hijos, pues es importante que se sepa, de
tal manera que si es una relación seria, ese hijo o esa hija formen
parte del pacto en el que podrían entrar a futuro. La verdad, ante
todo, evitará amarguras y sinsabores en la vida, tanto para quienes
se casan como para quienes forman su familia extendida.
Las consecuencias de una relación que surgió de la mentira y el
engaño son muy duras, pues es muy común que desencadene
reclamos, peleas, gritería, maltrato y engaño. Esto hace que se
endurezca el corazón de ambos y se inicie un campo de batalla
donde las actuaciones de la pareja no solo terminan en la
infidelidad, sino en un verdadero infierno.
Cuando Dios habló de las raíces de amargura, no fue para
acusarnos ni para hacernos sentir que somos los peores. Tampoco
lo hizo para recordarnos los errores y fracasos del pasado. No, Él lo
hizo para que sacáramos esas raíces, pues son las que hacen caer
a las personas y las causantes del dolor y la derrota.
Dios dijo que si las sacamos de nuestro corazón, alcanzaremos
su gracia, y con su gracia podemos hacer todo lo bueno para vivir
en una vida de propósito.

De la abundancia del corazón habla la boca


Por lo general, las raíces de amargura en una persona se detectan
por su forma de hablar. Muchos hablan con frecuencia de su
pasado, de su dolor, de su vida, del trato insensible que recibieron
de sus padres, de lo duro que les ha resultado la vida, de la falta de
consideración de su pareja o de sus hijos. Y aunque a menudo esto
es verdad, estas cosas quedaron tan arraigadas en sus corazones
que, sin darse cuenta, no solo contaminan sus almas, sino a todos
los que viven cerca.
Un hijo o una hija que hable mal de sus padres termina
contaminando a sus hijos y poniéndolos en contra de sus abuelos.
Las mujeres que en su diario vivir hablan mal de los hombres por el
espejo que tuvieron de su papá, hace que la relación con su esposo
no sea la mejor. Los hombres y las mujeres rechazados tienden a
rechazar a las personas o a sentir que la gente los odia. Así que,
como mecanismo de defensa, se esconden de las personas o
hablan mal de la gente. Con mucha frecuencia, esas raíces de
amargura fueron determinantes para una separación, para el
maltrato en pareja o para la entrada al adulterio.
Estas raíces de las que nos habla la Biblia son profundas y tratan
de brotar de vez en cuando. Hemos tenido casos de orientación en
los que alguno de los cónyuges cayó en infidelidad, y luego de
intentos por arreglarse con su pareja original y subsanar ese
problema, optan por tener un bebé creyendo que eso va a
solucionar el asunto. Lejos de arreglarlo, lo que hace es agravarlo,
pues el problema no se atacó desde la raíz.
A esta altura de su recorrido por estas páginas, le recuerdo que la
solución que da resultados para siempre es espiritual. Por lo tanto,
se requiere orar desde la justicia y la rectitud de Dios para que su
poder y su gracia se manifiesten en las vidas de los afectados por
esta situación. No se pueden sacar raíces de amargura con solo
confesiones positivas o estimulando las emociones. Es necesario
tener una comunión diaria con Dios a través de la oración y la
obediencia.
Una raíz de amargura no deja sonreír a la persona. A pesar de
lograr triunfos laborales, financieros o de cualquiera otra índole, esa
raíz le impide que pueda disfrutar esas victorias. La amargura busca
culpables y casi siempre son sus familiares. La amargura no deja
saborear la delicia de la vida. La amargura se queda revolviéndose
en el dolor del pasado, y les roba el gozo y la paz a las personas. La
amargura engendra odio, envidia, celos, resentimiento, desgano por
la vida, frustración. Incluso, en muchas ocasiones desemboca en
una sed de venganza.
Las mujeres que no han sacado esas raíces de amargura por una
discusión con su cónyuge, con su suegra o con uno de sus
familiares, guardan toda esa hiel en su corazón y eso se revienta
cuando desde pensamientos reiterados, terminan en una venganza
con una aventura extramatrimonial.
El ambiente propicio para que se desarrolle una traición es el
odio, el descontento, los traumas, la amargura. La ley del talión: ojo
por ojo, diente por diente. Como lo veremos en detalle, la única
salida es el perdón y el amor provenientes de un Dios que entregó a
su inocente y santo Hijo para que muriera por nuestras inmundicias,
a cambio de nada.
Para quien descubre la infidelidad de su pareja, el mundo se le
derrumba y el panorama de la vida se le oscurece. Entra en una
crisis de la cual solo se sale con la ayuda de un Dios cercano,
consolador y consejero que solo se conoce y se experimenta por fe.
No puedo decirle que su matrimonio se restablezca, pero sí puedo
decirle que lo primero que debe venir es su sanidad personal a nivel
mental, emocional y espiritual. Lo demás se evaluará en la medida
que se conozca cómo quedó el barco después del naufragio.
He visto personas rescatadas a este nivel y que hoy tienen
matrimonios de excelencia, intachables, santos y amorosos. Es
paradójico, pero las grandes y profundas crisis, muchas veces
determinan relaciones genuinas, duraderas y muy sinceras. O bien
el fuego de la prueba acaba o levanta un matrimonio genuino. Los
nidos de mentiras se queman y allí solo queda la verdad al
descubierto.
Capítulo 5
EL OCIO Y LA FALTA DE VISIÓN

Pon todo lo que hagas en manos del Señor,


y tus planes tendrán éxito.
Proverbios 16:3, ntv

Dios es un Dios de propósito, de visión. Esta definición queda muy


clara desde el libro de Génesis. Tengo la seguridad de que en el
momento de la creación, Dios no dijo de manera repentina: «¡Ah, se
me ocurrió una genial idea», y entonces comenzó a crear cosas. No,
esta situación se deduce con facilidad del siguiente pasaje bíblico,
pues menciona las cosas que hizo cada día. Es evidente que Dios
tenía un plan para cada jornada, tal como lo podemos apreciar en el
libro de Génesis.

Fueron, pues, acabados los cielos y la


tierra, y todo lo que hay en ellos. El séptimo
día concluyó Dios la obra que hizo, y reposó
el séptimo día de todo cuanto había hecho.
Génesis 2:1-2, RV-95

Cuando establecemos un plan y vamos desarrollándolo paso a


paso, podemos llegar a lo que llegó el Creador, al reposo: «Y reposó
el séptimo día de todo cuanto había hecho».
En lo cotidiano, lo llaman proyecto de vida, y en el matrimonio es
fundamental, pues el matrimonio se diseñó para algo específico.
Cabe entender que Dios tiene la clave y la hoja de ruta para que esa
familia avance hacia el destino que Él tiene para sus hijos.
Entonces, ¿qué sucede cuando hay un propósito y un plan en el
matrimonio? De seguro que existirá lo siguiente:

Enfoque
Orden
Dirección
Fuerza
Inspiración
Aprovechamiento del tiempo
Recursividad
Proyección
Seguridad
Buena administración
Tolerancia
Confianza
Gozo
Triunfos
Expansión

Un buen plan es producto de una buena visión


Dios estableció un plan para crear el mundo y todas sus cosas
porque siempre tuvo un propósito, un objetivo muy claro.
Lo primero que cada persona debiera plantearse en la vida es:
«¿Con qué propósito estoy en la tierra? ¿Por qué quiero hacer
determinada cosa?». Muchos se quieren casar y no saben por qué.
Algunos lo hacen por no quedarse solos. Otros lo hacen por sacar
una familia adelante. Otros por marcharse de la casa, entre otras
razones.
A veces los enfoques o los propósitos pueden ser erróneos o solo
se pasan por alto. Las personas casadas que no saben hacia dónde
van, o no tienen un proyecto de vida en su matrimonio y mucho
menos lo han hablado con su pareja, de repente se ven como en
alta mar. Así que, llevados por las olas de las circunstancias, se
encuentran en peligro de naufragar. ¿Por qué? Porque no saben a
qué puerto ir.

Visión, motivación y dirección


Hay quienes se sienten solos y eso los motiva a casarse. Ahora
bien, no me malinterpreten, esa es una necesidad del ser humano.
En cambio, el sentido es egoísta, pues se quiere el bienestar
personal y puede dejar a un lado el enfoque en la otra persona.
Otra razón no sólida ni valedera la vemos en novios con una
relación de cinco, ocho o diez años que dicen: «Ya me da pena,
vamos a casarnos». A los jóvenes candidatos a casarse no se les
advierte, ni se les instruye de manera consciente, sobre la
preparación para el matrimonio. Es muy importante que los jóvenes
se preparen a nivel académico, emocional y presupuestario a fin de
adquirir esta gran responsabilidad de fundar una familia y realizar
allí los sueños y anhelos de su corazón.
El ocio y la falta de visión contribuyen en gran medida a que se
precipite la infidelidad en la pareja. Es inevitable que las personas
que no saben para dónde van, también tengan matrimonios que no
saben para dónde van…
Todo cuanto hacemos en la vida debe tener una razón de ser.
Cada mañana que nos levantemos, debemos tener una inspiración
especial y una pregunta por hacer: «¿En qué voy a invertir mi
tiempo y mis energías en este día?». Esta situación hará que
eliminemos cada distracción que se nos pueda presentar en la vida.
Si no hay visión y enfoque, esas distracciones casi siempre terminan
dominando a la persona y apartándola del camino.
Es muy importante que el esposo y la esposa entiendan sus
funciones. En nuestro caminar como orientadores de familia, hemos
visto muchas parejas con los papeles equivocados: Mujeres que
trabajan y el esposo se queda en casa, o matrimonios que viven en
la casa de los suegros. A decir verdad, esto último no es un delito,
pero es una razón fuerte que puede destruir los matrimonios. El
consejo de Dios es que el hombre deje su casa paterna y funde una
nueva familia, en lo posible fuera de la influencia de los padres.
Lo lamentable es que los papeles equivocados se traen desde los
padres. Así que vemos a hijos que no ayudan con las labores de la
casa porque en su familia nunca se lo enseñaron, ni les dieron esta
responsabilidad. Por lo tanto, su esposa terminará convirtiéndose en
una especie de mamá con funciones de crianza para ese marido
que no entiende lo que hace un esposo.
Por otra parte, también está el caso de las mujeres
acostumbradas a tener el control de todo. Trabajan, ganan dinero,
no le rinden cuentas a su esposo. Como resultado, deciden qué se
hace en casa, a dónde se va de vacaciones, qué estudian sus hijos,
etc. De ese modo su esposo se convierte en un subordinado que
solo aporta algunas cosas y es obediente. Vale la pena aclarar que
la función del esposo no es irse a la otra orilla y volverse un tirano ni
un dictador. Su función como esposo y papá será eficaz en la
medida en que haga las cosas con amor, respeto y con el ejemplo.

Donde no hay visión, el pueblo se extravía


Hay parejas que no tienen visión porque se casaron debido a que la
mujer quedó embarazada, porque ya llevaban mucho tiempo de
novios, porque no querían vivir más tiempo solos o porque iniciaron
su vida sexual antes de casarse. Estas son solo algunas de las
razones que denotan falta de visión y propósito para afrontar la vida
matrimonial. Lo lamentable es que ese es el caso de miles y miles
de matrimonios en el mundo.
Donde no hay visión, el pueblo se extravía;
¡dichosos los que son obedientes a la ley!
Proverbios 29:18, NVI®

La gente tiene el pensamiento erróneo de que se casan así y por el


camino vendrán la visión y el propósito. Hay quienes dicen: «En el
camino se arreglan las cargas». Sin embargo, cuando ese enfoque
no está claro y definido desde el principio, pueden ocurrir varias
cosas:

En primer lugar, no se invertirán con fuerza y entusiasmo todas


las energías en pos de conseguir que se cumpla ese objetivo de
vida.
También puede ocurrir que esa ilusión y el deseo de vivir bien a
nivel matrimonial se desvanezcan con las primeras dificultades
que enfrenta a menudo toda pareja.
Vale aclarar que cuando una pareja se desencanta de su
cónyuge y comienza a distraerse, la razón está en que no
tenían claro hacia dónde se dirigían.

En cualquiera de las anteriores situaciones descritas, tanto


hombres como mujeres terminarán trabajando en cualquier otro
asunto, menos en el enfoque matrimonial. Prevalecerán el trabajo, la
consecución de riquezas, la búsqueda de amigos, las diversiones,
los hijos, etc. Cuando esta situación se presenta, ya no hay futuro.
Una densa oscuridad se cierne sobre el matrimonio y sobre cada
cónyuge. Terminan sin visión y en pleno ocio. En otras palabras, no
saben cómo vivir la vida y qué hacer con el matrimonio.
De ese ocio, el enemigo número uno de los matrimonios, Satanás,
va a sacar provecho. La persona ya no tiene visión, ya no tiene un
plan personal ni familiar. Ahora cualquier invitación, cualquier
persona, cualquier lugar son perfectos. No hay rumbo, no hay ruta,
no hay planes con propósito.
En la cultura occidental, hoy por hoy, los hombres utilizan los
viernes para quedarse con sus amigos de trabajo o de estudio en
lugares de diversión, de baile y de licor. Si cada hombre casado
tuviera bien claro su propósito matrimonial, de seguro que no
accedería a quienes le distraen, pues sabría que en nada le
aportarían a la consecución de sus planes más importantes, los del
matrimonio.
No todo es premeditado, ni calculado; es decir, cada cónyuge no
hace las cosas solo porque quiere andar en pecado. Todo se inicia
porque se desconoce con exactitud qué se quiere, ni para qué se
casó. Entonces, su caminar matrimonial es vacilante. Unas veces
puede estar radiante de alegría y otras en el piso. Esos altibajos se
presentan porque no hay visión y, como consecuencia, no hay
enfoque. ¿Hacia dónde se mira? Hacia cualquier lugar.
La falta de visión trae consigo el ocio. De modo que en lo que se
hace no se procura nada, pues no se sabe el rumbo, ni la meta, ni el
destino.

Todo en la vida debe hacerse con propósito


Conozco a mujeres que fueron al gimnasio, no por salud, ni por
hacer deporte, sino solo porque no tenían nada que hacer, por
buscar nuevos aires, por salir del ambiente de su casa. En esencia,
esto no tiene nada de malo, pero si no tiene una razón de ser, un
propósito claro, ni se sabe con exactitud para qué se va a ese lugar,
se puede convertir en una excusa para que la mujer, en este caso,
termine involucrándose sentimentalmente con otra persona.
Lo mismo ocurre entre mujeres y hombres que después de
casados empiezan a estudiar. Si no se tiene claridad y propósito
para ir a estudiar, puede terminar enredando a la persona en lo que
hasta era un fin noble.
No basta solo con tener una visión personal, que en muchos
casos ocurre. El hombre, o la mujer, sabe lo que quiere, tiene claro
lo que le gustaría hacer, pero su pareja no. Esa situación, sumada a
una alta dosis de egocentrismo, o amor por sí mismo, hace que
cada uno haga lo que mejor le parezca y nunca se pongan de
acuerdo.
En el matrimonio debe haber una sola visión. Cuando hay dos
visiones, se llama división. El significado de «las dos visiones» es
que cada uno hace lo que mejor le parece y no se hablan. Las
consecuencias son: falta de resultados y camino a la destrucción
como pareja. Por lo tanto, debe haber visión personal y matrimonial.
Dios dijo que hay que cultivar y cuidar. Si desde el comienzo la
pareja tiene la sana costumbre de hablar y de plantearse los
proyectos de manera abierta, sincera y trabajar en equipo, lo
lograrán sin costos brutales como la ruptura matrimonial.
Con este planteamiento no quiero decir que entonces nadie puede
ir a hacer ninguna actividad complementaria fuera del hogar porque
estaría en inminente peligro de caer o de terminar en infidelidad. Lo
que quiero recalcar es en la necesidad de tener clara una visión del
porqué se hacen las cosas. De no ser así, el final no siempre será el
mejor.
Una fórmula para evitar ser blanco de ataques en la mente es
estar siempre ocupado, pero ocupado con propósito. Es decir, saber
que lo que hago me va a llevar a algún lugar productivo, y como me
lo propuse con antelación, no será un asunto fortuito.
Un extremo al que se puede llegar es al de estar ocupado
siempre. En eso se encuentran miles y miles de personas. Al final
de ese trabajo lo que hay es cansancio, tal vez pérdida de tiempo y
desazón. Lo desafortunado es que se puede ser improductivo
aunque se esté ocupado.
El otro extremo es cuando se supone que ya no hay nada que
hacer. Por lo general, esta situación se da porque no tengo en claro
mi visión o porque pienso que ya lo logré todo: Ya me casé, ya
tengo trabajo, ya tengo estabilidad financiera, etc. Como todo en la
vida, debe haber progreso, incremento. De lo contrario, puede llegar
la monotonía y con ella el estancamiento y la falta de interés por la
vida matrimonial y familiar.
Un ejemplo muy claro es el rey David:
Al año siguiente, en el tiempo en que los
reyes salen a la guerra, David envió a Joab y
a sus siervos, y a todo el ejército de Israel, a
combatir a los amonitas, a los que vencieron
luego de ponerle sitio a la ciudad de Rabá.
David se quedó en Jerusalén, y un día por
la tarde, mientras se paseaba por la azotea
de su palacio después de la siesta, vio desde
allí a una mujer muy hermosa, que se estaba
bañando. Al preguntar quién era ella, le
dijeron que se llamaba Betsabé, y que era
hija de Elián y esposa de Urías el hitita.
Entonces David ordenó que la llevaran a su
presencia, y ella se presentó ante él, y él la
tomó y se acostó con ella. Después de tener
relaciones, ella se purificó y regresó a su
casa.
2 Samuel 11:1-4, RVC

El rey David había logrado triunfos, era muy famoso y también


conocía el poder de Dios. Sin embargo, cualquier lector
desprevenido se podría preguntar: «¿Qué pasó, entonces, con
David?».
De acuerdo con lo que dice este pasaje de la Escritura, era el
tiempo en que los reyes salían a la guerra y David era rey. Sin
embargo, no se fue a la guerra, tal como enfatiza esta cita: «David
se quedó en Jerusalén».
Al caer la tarde, David se levantó de su cama. No hay
condenación si dormimos hasta tarde o si tenemos una siesta en la
tarde, pero lo normal es que un rey, comandante en jefe, debería
estar con sus hombres y no acostado, mucho menos a esa hora.
Dependiendo del país, el atardecer puede caer a las cinco o seis de
la tarde. Es más, la Escritura reseña que David vio a Betsabé y pudo
distinguir que era muy hermosa. ¿Qué hace un rey durmiendo a esa
hora?
Sin duda, en ese momento el rey no tenía claro su propósito, y lo
que es peor, cuando se levanta de dormir, dice el texto: «Se
paseaba por la azotea de su palacio». Cada palabra de la Biblia es
clave y muy importante. No tiene sentido que el rey se pasee por la
azotea del palacio cuando sus hombres están luchando en el campo
de batalla.
Hasta las victorias, los triunfos, como en el caso del rey David,
nos pueden hacer perder el propósito, pues nos creemos que ya lo
logramos todo. Así que es un peligro bajar la guardia y caminar
sobre victorias pasadas, pues siempre hay un enemigo que quiere
destruir los matrimonios.

Cuando no hay metas ni esfuerzo por


alcanzarlas, no se camina hacia nada
Después que los hombres y las mujeres se casan, descuidan su
galanteo con su pareja, descuidan el diálogo, los detalles y su
presentación personal. No todo termina en el altar, al contrario, allí
comienza el verdadero matrimonio.
Por otra parte, según se deduce del pasaje bíblico, Betsabé vivía
cerca del palacio real, pues lo normal es que la gente no se bañe en
otra casa. La pregunta entonces es: «¿Por qué David no la había
visto antes?».
Cuando una persona tiene visión y propósito, no es presa del
ocio, ni desvía su mirada hacia asuntos que lo distraigan y lo
aparten de su meta. Parece elemental, pero es así.
El rey David no era cualquier persona, conocía el poder de Dios,
había enfrentado grandes rivales como Goliat y había ganado. En
cambio, aquí el ocio casi acaba con él, pues cometió adulterio. Más
adelante, manda a matar al esposo de Betsabé, pierde la comunión
con Dios y todo cuanto se desencadenó para él fue muy doloroso.
El ocio es no tener nada que hacer. Es levantarse por la mañana
sin nada claro en qué invertir las fuerzas. Es no mirar hacia ningún
punto específico en el horizonte. Aun el descanso se hace más
placentero cuando caminamos durante el día con un objetivo en
específico y como parte de un plan.
Según estadísticas de los Ministerios de Salud de Brasil y
Colombia, la mayor cantidad de embarazos no deseados se dieron
en época de carnavales tradicionales de esos países. Mujeres que
no tenían claro por qué iban a esos festejos terminaron
embarazadas.
En general, deberíamos hablar con nuestra pareja y ponernos de
acuerdo acerca de un gran propósito para la vida matrimonial. Esto
requiere amor, sabiduría, respeto y fijar metas claras y compromisos
para caminar en esa dirección. Es mirar para el mismo horizonte,
alinear nuestros sueños y caminar juntos hacia su cumplimiento.
Sin embargo, tal como lo dijimos en la introducción de este libro,
el camino y la receta son espirituales. Y nada de lo anterior se logra
si no se aplican los principios eternos, no como un acto religioso o
moral, sino como un hábito diario de leer la Biblia y tener un tiempo
de oración con Dios. En otras palabras, cuando le rendimos al
Creador no solo nuestra vida, sino nuestro matrimonio, y estamos
dispuestos a que nos cambie su gloria y su presencia.
Hay costumbres y malos aprendizajes que solo podrán eliminarse
si permitimos que Dios nos cambie. Mi vida espiritual ha sido de
rendición al Rey. Eso fue lo que Jesús dijo en la oración del
Padrenuestro: «Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también
en la tierra» (Mateo 6:10). Cuando permitimos que Él haga en
nosotros su obra perfecta, tendremos matrimonios firmes y
duraderos, familias unidas y santas, y generaciones dando
testimonio de la realidad de Dios. El asunto grave es reducir la fe y
seguir a Dios en una ceremonia fría y calculada que, a la larga, no
dejará más que hipócritas tratando de explicar por qué caminan en
derrota.
No sé cuál sea su situación, ni si su matrimonio se destruyó o hay
posibilidades de arreglo, si no hubo infidelidad, pero hay infelicidad.
En todo caso, para que su vida tenga sentido de ahora en adelante,
necesita desarrollar una visión clara de su vida y saber que caminar
sin mirar hacia dónde se va puede ser muy peligroso.
Quizá este sea su peor momento para tener claridad sobre una
visión y un propósito de vida. Aun así, quiero decirle que en ese
escenario desértico es donde le rendimos nuestra vida al Creador, y
oramos como si el abismo nos quisiera devorar y solo nos
sostuviera la fuerza de Dios. Al final del sendero, el sol de justicia
resplandecerá y nuestra vida cambiará, porque recuerde que no
siempre el problema es la pareja, de seguro que usted tiene una
altísima responsabilidad en el problema.
Además, el cambio y la superación de esta situación también se
hacen por los hijos. Si usted se derrumba, ellos se derrumban
también. No digo que sea fácil. Se requiere valentía, persistencia y
fe para salir adelante y superar los obstáculos. Una fe que extrae del
cielo un poder sobrenatural que ama, perdona y supera este escollo
que, como muchos otros, se presentarán en la vida.
Capítulo 6
SIN ARREPENTIMIENTO NO HAY
FUTURO

Produzcan, pues, frutos dignos de


arrepentimiento.
Mateo 3:8, RVA-2015

A estas alturas, es posible que su familia esté perdida y tal vez su


afán sea recuperarla a como dé lugar. Eso es válido y es una
necesidad. Sin embargo, en un inicio recomendamos la
restauración, la reingeniería personal o individual. Con tal fin, lo
primero que se debe tener en cuenta es el arrepentimiento.
El término «arrepentimiento» tiene su origen en la palabra griega
metanoia, la cual habla de tristeza por haber fallado, por haberle
causado daño a otro, pero también tiene que ver con cambio de
mentalidad. Cuando hay tristeza por el daño causado a los demás,
debe haber un cambio de mentalidad. Pensar que seguir actuando
así nunca lo llevará a nada bueno. De igual manera, el
arrepentimiento implica cambio de rumbo, de dirección, a fin de
redireccionar la vida.
En el argot popular se diría que está perdiendo el partido y, en
consecuencia, debe cambiar su «juego». En el «juego» original que
Dios estableció en el huerto del Edén había una regla fundamental:
estar desnudos. Esa regla significa que sea sin reservas, sin
tapujos, sin escondrijos de ninguna naturaleza. Quizás usted llegara
a la infidelidad por comenzar a guardarse cosas, a no contárselas a
su pareja, a actuar a escondidas aun en pequeños asuntos.
Estar desnudos significa cero en temas ocultos. Es como dos
socios que son la cabeza de una empresa. Imaginen ustedes hacia
dónde van si cada uno comienza a ocultar cosas y no se las cuenta
a su socio. Así es el matrimonio.
El descubrimiento de la infidelidad trae desconsuelo, amargura,
dolor, frustración, ira, desconfianza, toda la desconfianza del mundo,
y con mucha razón. En el proceso de restauración personal y
familiar se requiere pensar en que ya las palabras no tienen gran
valor, pues con ellas se engañó a la pareja durante algún tiempo y
se ocultó una realidad que a la postre hizo un daño inmenso.
Sin embargo, con el manejo de palabras mentirosas y engañosas
quedó al descubierto la personalidad de una pareja que no se
conocía, que llegó a límites insospechados, a una doble
personalidad que genera todo tipo de duda y de desconfianza. Ante
tal realidad y percepción por parte de su pareja, las solas palabras
ya no alcanzan para sacar a flote un barco a punto de hundirse. Se
requiere algo mayor que eso, se requiere fruto, resultados
palpables, obras, cambio total. Lo que Jesús les dijo a los hipócritas
y fariseos es que no se basaran solo en las palabras y la ley, sino
que dieran fruto y no hablaran tanto.

El arrepentimiento es profundo, el remordimiento


es momentáneo
Con frecuencia, se puede observar a hombres y mujeres por igual
que fallan con su pareja. Entonces, en su afán por no ver destruido
su matrimonio, prometen y dicen una cantidad de cosas que cuando
la marea se calma, nunca cumplen.
Es usual que en nuestro tiempo de orientación familiar en Bogotá,
mi esposa Ana Milena y yo atendamos casos, de mujeres sobre
todo, que por el temor a perder su hogar, la ayuda para sus hijos y
para ellas mismas, y muy a pesar de su dolor y su tragedia, acceden
a aceptar a su pareja a sabiendas que le fue infiel o que le sigue
siendo infiel. La realidad del perfil de este tipo de hombre nos dice
que no va a cambiar. Por eso Jesús les dijo que produjeran fruto que
mostrara su arrepentimiento.
A un árbol de mango que ha sido improductivo y solo ha ocupado
un lugar en la finca no se le puede creer solo porque diga: «Ahora sí
voy a dar fruto, prometo que voy a cambiar y, de ahora en adelante,
daré puntualmente las mejores cosechas de mangos».
Lo primero que debe hacer el infiel, llámese esposo o esposa,
novio o novia, según sea el caso, es arrepentirse de lo que hizo. Lo
segundo que debe hacer es buscar ayuda. Mientras escribía este
libro, a Tiger Woods, el golfista número uno del mundo, el mejor
pagado, el más asediado por los medios de comunicación, se le
descubrió que estaba en infidelidad y no una, sino muchas veces. El
dolor y la rabia de su esposa fueron tan evidentes que hasta la
prensa hablaba de golpes que le propinó con un bate al enterarse
de esta doble vida que este hombre público y ejemplo de niños y
jóvenes hacía en privado.
Como ya vimos en capítulos anteriores, la infidelidad es una obra
de la carne y como tal la dirige Satanás. Lo hace de manera
gradual. Primero poniendo pensamientos, luego actitudes, después
deseos, a continuación conductas y por último hechos, todos
dirigidos a destruir, pues esa es su función.
Para un verdadero arrepentimiento se requiere reconocer las dos
cosas que el pueblo de Israel no reconocía y, aún hoy en día, la
gente no reconoce.

Por todo esto te voy a juzgar: por alegar que


no has pecado, por insistir en tu inocencia.
Jeremías 2:34-35, NVI®

El punto de partida para superar la infidelidad es reconocer que se


pecó, que se falló, que se hizo daño a su cónyuge. Y lo segundo, es
declararse culpable, como dice la Escritura, y no insistir en la
inocencia. Una verdadera restauración viene de reconocer con
franqueza el problema. Conozco de hombres y mujeres infieles que
en lugar de aceptar el hecho y procurar un cambio profundo en sus
vidas, se siguen engañando a sí mismos. Por lo que tratan de
ocultar el sol con un dedo y buscan todo tipo de culpables y excusas
que en lugar de mejorar las cosas, las empeorarán más.
Cuando entendemos la gracia y el amor de Dios para con los
pecadores, comprendemos que Dios no nos juzga, sino que lo único
que quiere ver es arrepentimiento y que digamos la verdad.
El hijo pródigo llegó hasta un límite muy doloroso en su vida. En
prostíbulos y viviendo una vida falsa y doble, acabó con la herencia
que le dio su padre. Fue en la soledad, y en el poco honroso trabajo
de cuidar cerdos, símbolo de la perdición de este mundo, que pudo
volver en sí y reconocer que le falló a su padre. Este es un ejemplo
clásico de arrepentimiento. No buscó culpables, no miró las
circunstancias que lo llevaron a ese lugar. En cambio, asumió con
valentía y arrojo su error y hasta estuvo dispuesto a pagar el precio
de perder su condición de hijo y pasar a ser uno de los jornaleros de
la casa de su padre.

Me levantaré e iré a mi padre, y le diré:


Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Lucas 15:18

A partir de este pasaje vemos varias revelaciones que nos dan luces
de cómo actuar si se llegó a una infidelidad.
En primer lugar, dijo: «Me levantaré». Esto implica no quedarse
donde está, no ver que se cae el mundo y permanecer impávido, no
darse por enterado que su vida y su familia se desmoronan.
Levantarse también implica cortar de raíz todo nexo con la persona
o personas con las que se llegó a ese trágico episodio. Es quitar
todo ese ambiente que propició esa situación. Por último, es
reconocer que las pocilgas son lugares a donde llegan todos los que
negocian sus principios y valores y venden su lugar en un pacto que
tienen con otra persona.
El cerdo es uno de los animales que vive en el barro, y por más
que lo aseen, siempre quiere revolcarse en el fango y en su propio
estiércol. Esa es la misma naturaleza de un infiel. Es duro, pero Dios
ve las cosas tal como son, pues se trata de la condición del pecado.
Quien llegó a la calle del Cartucho o del Bronx en Bogotá, no lo hizo
de manera premeditada. El avance hacia ese lugar fue lento, pero
peligroso. Así son los infieles. Si no los toca el poder de Dios,
pasarán los años y nunca consolidarán un hogar ni asegurarán una
vejez estable y apacible.
Lo segundo que hace el hijo pródigo es ir a la casa del padre. Por
lo general, se sabe de muchas infidelidades no porque el infractor
las confiese ni quiera dejarlas, sino porque se descubrieron y casi
siempre desencadenan una tormenta.
Aun en este caso, quien ha sido protagonista de estos
lamentables hechos, debería ir a su cónyuge y pedir perdón. En
otras palabras, es dar la cara, es reconocer con humildad y un
corazón arrepentido que se falló y que se hizo daño.
Por último, el hijo pródigo habla, expresa palabras salidas de un
corazón que reconoce su pecado y dijo: «He pecado contra el cielo
y contra ti». En otro capítulo veremos las consecuencias de la
infidelidad, pero cuando se entra en este terreno, no solo se
transgrede un pacto entre esposos, sino que se violan también
normas y leyes espirituales que traen consecuencias a nivel
financiero y de salud, entre otros, para el matrimonio. Por eso no es
raro ver parejas que no se explican por qué entran en bancarrota de
manera repentina ni por qué comienza a haber enfermedades
reiteradas en la familia.
Ese perdón que se le pide a la esposa o al esposo, primero debió
hacerse con Dios, ya que ese perdón es clave para que se borre
esa transgresión. La infidelidad no es solo un asunto de acostarse
con otra persona que no sea su cónyuge, es subvertir un orden
espiritual y legal establecido por un Creador y que tiene
consecuencias. Muchas veces estas no son perceptibles a los
sentidos físicos, pero pueden generar, como se dijo, efectos
devastadores para personas y familias enteras.
Aunque no es regla fija, el cáncer, las úlceras, la diabetes y otras
enfermedades que no se curan por más tratamiento que haya,
habría que buscarles su causa en actuaciones de deslealtad y
adulterio.
Para que un auto salga de un lodazal, se requiere
otro de mayor fuerza
En este proceso es importante conseguir ayuda. No dudo de los
psicólogos, ni de otros profesionales. Aun así, recuerden que este
es un problema con hondas implicaciones espirituales y que, como
tal, debe hacerse su tratamiento en este ámbito, pues la persona no
siempre es consciente del pecado y sus consecuencias. Se han
visto casos en los que incluso las parejas terminan involucradas con
miembros de su propia familia matrimonial, llámense cuñadas o
cuñados, papás, tíos, etc.
Estamos hablando de superar la infidelidad, no de ocultarla,
disimularla o disfrazarla. Si ya usted cayó, no hay condenación, pero
sí una invitación a fin de que se arrepienta y arregle las cosas. Tal
vez le cueste levantar lo que se destruyó con tanta rapidez, pero
Dios nos promete que en Cristo tendremos fuerzas para hacerlo.
Hay que admitir que esa fue una caída. Usted está en el piso, pero
decide si se queda allí o se levanta y pelea para labrar un futuro
diferente.
Capítulo 7
LA SANTIDAD ES UNA
PROVISIÓN DE DIOS

Con respecto a la vida que antes llevaban,


se les enseñó que debían […] ponerse el
ropaje de la nueva naturaleza, creada a
imagen de Dios, en verdadera justicia y
santidad.
Efesios 4:22, 24, NVI®

Durante muchos años, antes de recibir revelación y de conocer la


gracia de Dios, quise ser santo por mi cuenta. Varias veces me
propuse no mirar con malicia ni con codicia a las mujeres, y por más
que luchaba conmigo mismo, no pude. Claro, después de esa
situación, venía la condenación a mi vida y el enemigo me atacaba
en la mente diciéndome que no sería capaz de caminar en victoria
en cuanto a los ojos y los pensamientos.
En cierta ocasión, una persona me preguntó cuál era el papel de
Dios y cuál era el papel nuestro para caminar en victoria. Mi
respuesta fue que tenemos un pacto con Dios, donde nosotros
somos la parte débil y Él es la parte fuerte. Entonces, debo
reconocerlo y aceptar su ayuda, de manera que su fuerza actúe con
poder en mí para llevarme a la santidad.

«Te basta con mi gracia, pues mi poder se


perfecciona en la debilidad». Por lo tanto,
gustosamente haré más bien alarde de mis
debilidades, para que permanezca sobre mí
el poder de Cristo. Por eso me regocijo en
debilidades, insultos, privaciones,
persecuciones y dificultades que sufro por
Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte.
2 Corintios 12:9-10, NVI®

El poder de Dios se manifiesta en los humildes, en los que tienen la


capacidad de reconocer que siempre lo necesitan para caminar en
luz a diario. El pastor John Romick, director del Centro de
Entrenamiento Bíblico de Colombia, Rhema Cebco, dijo:
Un hombre que entiende la gracia, camina en humildad, en amor y en misericordia,
sabiendo que todo lo que tiene se le ha dado por el poder de Dios, no por méritos ni
esfuerzos personales.
Debemos reconocer que hay una naturaleza de pecado y que hay
una ley que lleva a las personas a pecar, pero que por fe debemos
reconocer que Jesucristo es la solución.

Y ustedes saben que él apareció para quitar


nuestros pecados, y en él no hay pecado.
1 Juan 3:5, RVC

El apóstol Juan nos recuerda que Jesucristo vino a la tierra para


quitar nuestros pecados. No vino para que estemos en una religión,
ni vino para que finjamos que estamos bien y deseemos deslumbrar
a la gente haciéndoles creer que somos santos cuando en realidad
somos falsos e hipócritas. ¡No! Jesucristo vino al mundo para quitar
esa naturaleza que lleva a las personas a pecar.
El Espíritu Santo es real y ayuda solo a quienes
piden ayuda
Cuando capté ese principio, entendí que la santidad es un regalo, es
una provisión de Dios. Por lo tanto, si quiero ser santo como Él es
santo, debo pasar tiempo a su lado, tener comunión con su Palabra
y, por fe, obedecer lo que me dice que haga. Su voluntad expresa
está en su Palabra escrita. Desde entonces, sé que no soy santo
porque me lo proponga, sino que mi santidad está ligada al estar
con Él.
Es obvio que Dios no pasa por encima de mi voluntad. Yo debo
estar dispuesto a aceptar esa ayuda, debo creer, debo buscar esa
ayuda. En su presencia hay plenitud de gozo y delicias a su diestra
para siempre (véase Salmo 16:11). Además, hay santidad, fuerza y
poder. Cuando entramos en la presencia de Dios, experimentamos
el verdadero poder para solucionar, entre otros, un problema real
como la lascivia, la lujuria, que llevan de seguro a la infidelidad o al
desorden sexual.
Es clave practicar la oración constante y profunda, pero no
realizada desde la posición de un pecador que siempre cae y trata
de lograr algo. En su lugar, se debe hacer desde el terreno de un
hijo de Dios que recibe por fe, y bajo su luz de revelación y
sabiduría, el regalo maravilloso de su presencia. De esta manera se
logra destruir vicios que no se podrían erradicar con ninguna otra
cosa.
Desde luego, se requiere combinar esa búsqueda maravillosa de
Dios con la determinación radical de no alimentar la carne. Es decir,
no pasar tiempo en las actividades que disparan esas emociones o
sensaciones impregnadas de pecado. Esto también incluye dejar y
cortar relaciones con personas que nada aportan para caminar en
buenas costumbres a nivel matrimonial.
Recuerden que hablamos de personas que necesitan superar la
infidelidad. No hablamos de utopías, sino de realidades. No se trata
de entrar en prohibicionismo, ni en condenación, es más huir de
escenarios y personas que propician y que llevan a otros a caer en
tentación.
El capítulo 7 de Romanos describe el problema básico de los
seres humanos. Ese problema es una carne no redimida que quiere
hacer de las suyas, llevando al hombre y a la mujer al pecado. En el
huerto del Edén, Satanás engañó al hombre, y de un ser espiritual
solo quedó un ser carnal.

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este


cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro! Así que, yo mismo
con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con
la carne, a la ley del pecado.
Romanos 7:24-25, RV-95

¡Pobre de mí! ¿Quién podrá liberarme de la


mortal esclavitud de esta naturaleza
pecadora? ¡Solamente Jesucristo nuestro
Señor, por quien doy gracias a Dios! En
resumen, esto es lo que descubro en mí: que
con mi mente sirvo a la ley de Dios, pero con
mi naturaleza mortal sirvo a la ley del pecado.
Romanos 7:24-25
(www.bibliatodo.com/la-
biblia/version/castellano-antiguo)

El pecado ensucia a la persona, pero la fe en


Dios la limpia
Por lo general, el pasado de una persona está cargado de pecado,
culpa, fracaso, traumas, vergüenzas y complejos. Esto no es ajeno
para Dios, quien conoce la naturaleza del hombre y sabe de sus
debilidades y luchas. Por eso en el pasaje anterior, ante el
interrogante de quién podría liberarlo de la esclavitud de la carne o
naturaleza mortal, la respuesta absoluta de Pablo es: «Solamente
Jesucristo».
Con frecuencia, en las orientaciones nos encontramos con
hombres y mujeres que saben que el comportamiento con su
cónyuge no es el mejor y quieren cambiar, pero no han podido. La
única receta frente a este problema es enseñarles qué es la carne y
qué es el espíritu, el cual dejó disponible para hoy al único Redentor
de la humanidad. También se les enseña cómo tomar esos regalos
divinos y cómo cuidarlos. Aquí es donde resulta primordial
enseñarles a orar desde el campo de la justicia de Dios y no desde
la del hombre. Esto se debe a que nuestra herencia espiritual está
fundamentada en quién es Jesucristo y lo que hizo en la cruz a
través de su muerte y resurrección, y no en quién es y ha hecho el
hombre.
Da gusto ver que, al cabo de unas semanas, meses y hasta unos
pocos años, estas personas caminan en amor, perdón y santidad
con respecto a sí mismas y a sus parejas. Solo Dios hace maravillas
y nos libra de las garras de un enemigo invisible y dañino.
La santidad es un proceso en el que interviene de manera
profunda el Espíritu Santo. Jesús anunció en el libro de Juan: «Pero
cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad»
(Juan 16:13, rvc). También el Espíritu Santo hace tres cosas que
nadie más puede hacer en este mundo: convence de pecado, de
justicia y de juicio, y lo hace de una manera íntima, profunda y
eficaz.
El apóstol Pablo habló de un aguijón que quiere morder a la
persona para llevarla a hacer cosas que no debe.

Ya que el aguijón de la muerte es el pecado,


y el poder del pecado, la ley. Mas gracias
sean dadas a Dios, que nos da la victoria por
medio de nuestro Señor Jesucristo.
1 Corintios 15:56-57

¡Qué palabra más alentadora! ¡Qué palabra más victoriosa! Sí hay


un aguijón, sí hay un pecado, sí hay una ley que arrastra a la gente
al pecado, pero sí hay una solución, sí hay un remedio: Dios, quien
nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

El pecado produce la muerte, y existe


porque hay una ley. ¡Pero gracias a Dios,
podemos vencerlo por medio de nuestro
Señor Jesucristo!
1 Corintios 15:56-57, tla

La palabra muerte es el equivalente a vida fracasada o cautiva a


algo. Uno de los aspectos más vulnerables en una persona es su
sexualidad. Allí en particular, el pecado produce la muerte espiritual
y en muchos casos física. ¿Por qué? Porque hay una ley que lleva a
las personas como si fuera por un río, a fin de que haga un mal uso
de su sexualidad.
Hasta allí, sería una declaración fúnebre. Nos haría sentir
solitarios, huérfanos y a merced de la corriente de ese río que cada
día arrastra a más y más personas al pecado. Los moteles y las
residencias son cada día un negocio más lucrativo debido al
incremento en la demanda de este tipo de transgresiones. Sin
embargo, con gran regocijo y con la sabiduría que Dios le dio, Pablo
dijo: «¡Pero gracias a Dios, podemos vencerlo por medio de nuestro
Señor Jesucristo!».
He visto a muchas personas tratando de arreglar el problema del
pecado para después tratar de acercarse a Dios. Nada más
equivocado. Lo primero que debemos hacer es rendirnos a Jesús y
creer que esa promesa es cierta, pues Él nos da la victoria todos los
días. Lo demás es confesarle o decirle de todo corazón cuál es el
problema.

¿Cómo se manifiesta esa victoria en nuestra


vida?
La manifestación de esa victoria podemos verla a través de lo
siguiente:

1. Debo creer que Jesús logró esa victoria para mí.


2. Debo apropiarme de esa herencia y la única forma de
hacerlo es por la fe.
3. Con regularidad, debo leer y repasar en la Biblia que
Dios me da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Este es un proceso mediante el cual la Palabra
y el Espíritu me convencen de esa verdad. Usted y yo
tenemos la victoria sobre el pecado. Esas manías, esos
vicios, no son nuestro señor ni nuestro amo. Se pueden
romper.
4. Debo reconocer que el único camino para vencer, en
este caso la traición, el engaño, la mentira y la deshonra
sexual, es Jesucristo. Sé que la psicología, la psiquiatría y
otras ayudas intelectuales y humanas pueden ser útiles,
pero ante una ley o un poder espiritual, el único medio para
poderlos enfrentar de manera exitosa es hacerlo con el
arma espiritual. Para enemigos espirituales, armas
espirituales.
5. Cuando comiencen a creer, el Espíritu Santo les va a dar
fuerza para alejarse de las cosas que los esclavizan,
comola pornografía, la lujuria, la masturbación, el adulterio
y, en general, las escenas que activan cosas que hacen
daño y llevan a la persona a vivir en derrota en el aspecto
sexual, si ese es el caso de la infidelidad, porque en
algunos casos eso no es lo primordial de la infidelidad.

La santidad es una provisión que Dios da a quienes creen en Él.


Se requiere esa santidad para tener una vida de fidelidad, una vida
de sanidad y en general una vida próspera.
Un gran error de las parejas casadas es creer que no habrá
tentaciones, que tanto la esposa como el esposo no van a tener
ofertas, que no se van a enfrentar a situaciones donde alguien le
guste a su cónyuge y va a querer llamar su atención. Todo lo cual se
puede agravar cuando las cosas no van bien en casa.
En una sociedad que cada día se dirige más hacia la
descomposición del orden familiar y social, esta situación parece
normal. En la escuela, en el colegio y en la universidad predominan
los hijos sin padres y que viven en su hogar original. Son hijos de
madres solteras, hijos de padres separados a temprana edad o hijos
producto de infidelidad.
La descompensación y el desequilibrio emocional en estos hijos,
en comparación con hijos nacidos y criados en un hogar estable, se
hace evidente. Nunca tuvieron un padre que los afirmara, que les
enseñara y que fuera su inspiración. No pidieron nacer, ni que les
criaran en ese ambiente, pero les tocó enfrentarlo. Ahora, de
manera bastante habitual, una madre soltera tiene un «novio» que
casi nunca se le acerca con el deseo de convivir con ella para toda
la vida, sino de probar por algún tiempo para ver si las cosas
pueden funcionar. Es obvio que si ese padre llega al hogar cuando
ya hay niños grandes, muchas veces no se acepta a ese nuevo
papá o se genera un conflicto que jamás termina bien.
Nadie está exento de haber pasado por graves errores y por fallas
que tal vez hoy los tenga sin matrimonio, sin familia. Sin embargo, a
partir de estos lamentables episodios, cada persona se vuelve
cuidadosa de sus asuntos.
Como se dijo en páginas anteriores, casi todas las personas, aun
creyentes, pasan por alto, o desconocen, a un ladrón cuya función
es acabar con vidas y familias enteras. Por eso cuando el afectado
por la infidelidad se da cuenta del adulterio, se queda perplejo y no
sabe de dónde provino el ataque tan devastador. Es obvio que
surjan preguntas como: «¿Por qué a mí?» o «¿A qué hora pasó
todo esto?».
El siguiente pasaje bíblico lo recalca. Jesús, el Autor de la vida y
el Creador, lo dijo a fin de prevenirnos acerca de un ser espiritual
que no es mítico ni imaginario, sino real, espiritual y dañino como las
ratas.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y


destruir; yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia.
Juan 10:10

Después que pasa un episodio tan dramático como la infidelidad,


muchos le echan la culpa a Dios como si tuviera la responsabilidad
de ese asunto. Por el contrario, en este pasaje queda muy definido
que no es Dios el que destruye hogares. Si los inventó, no tiene
sentido que los destruya.
Hay un ladrón, Satanás, que está destruyendo los hogares, que
está matando las familias. Esa es su función. Entonces, si miramos
el número creciente y diario de hogares destruidos y de maltrato en
la familia, vemos que está cumpliendo esa función al pie de la letra.
Por fortuna, Jesucristo vino y dio su vida en la cruz del Calvario y lo
sepultaron, pero resucitó para darnos una nueva vida abundante en
perdón, amor, santidad, fidelidad, diversión sana y en propósito para
el matrimonio. Esa vida la hago válida cuando creo y obedezco las
instrucciones escritas, claras y precisas que Él dejó en la Biblia para
que no haya lugar a interpretaciones acomodadas o particulares.
Capítulo 8
¿QUÉ SI YA CAYÓ?

Así que, el que piensa estar firme, mire que


no caiga.
1 Corintios 10:12

Para caer solo se requiere estar arriba. Después de pasar esa


barrera peligrosa que conduce a la infidelidad, muchos hasta se
preguntan: «¿A qué hora sucedió todo esto? ¿Cómo pasó?». Por lo
general, el adulterio comienza por cosas elementales como estar
enojado con su pareja, molestarse por todo, no tener criterio para
saber con quién se habla y de qué se habla, y no fijar límites en las
mismas conversaciones y en las relaciones con los demás.
Una persona casada debe tener cuidado con las palabras de
elogio hacia gente del sexo opuesto. Nadie sabe qué necesidades
afectivas o emocionales tenga el destinatario de esos cumplidos. En
general, los hombres o las mujeres que están a la «caza» de
parejas tienen un señuelo que les da resultado: elogiar, adular, decir
palabras bonitas a quienes se les atraviesen en el camino. Conozco
hombres a los que se les volvió un estilo de vida decirles a todas las
mujeres, con quienes tienen trato, palabras dulces y melosas que a
menudo se las dicen a todas. Es como una fijación pensar que a
toda hora las mujeres van a querer tener una aventura con ellos.
Créanme, casi siempre la táctica les funciona.
Como lo venimos analizando en este libro, el pecado no solo es
un asunto moralista, sino que de seguro implica consecuencias
nefastas para la persona, su familia y su entorno en general.
Hace algún tiempo, en una consejería, mi esposa atendió a una
mujer que sufría mucho debido a que tuvo una infidelidad y en esa
situación quedó embarazada. El único remedio que encontró fue
asumir una posición de «tapar» las cosas y hacerle creer a su
esposo que ese hijo era suyo. Entonces, al cabo de unos tres años,
la voz de su conciencia se volvió tan fuerte que ya no podía seguir
más con ese engaño. Lo único que la detenía era la forma en que
reaccionaría su esposo y el temor a perder su matrimonio.
Son casos muy dolorosos, y aquí vemos cómo algunas de estas
situaciones de infidelidad se dan aun en un entorno en el que la
persona no quiere romper su relación matrimonial. Tal vez se llegó
allí por amargura, soledad, abandono, maltrato, falta de carácter o
curiosidad. Ahora bien, no importa cuál fuera la causa, ya hay una
consecuencia y hay que ir a solucionarla. Aparte que esto es
pecado, es un acto de plena injusticia que de seguro marcará el
progreso o la ruina de los involucrados.

Hoja de ruta para salir del infierno de la


infidelidad
A través de estos años de caminar por los escombros que deja a su
paso la infidelidad, mi esposa y yo hemos identificado algunos
aspectos clave para lidiar con estos problemas una vez que cae la
persona. Sabemos que estos puntos les servirán en su camino para
encontrar mejores horizontes y salir de ese fango que quiere
consumir a la persona.

1. Reconocer que la infidelidad es un gravísimo problema


que no solo afecta a la persona directamente involucrada,
sino a toda su familia.
2. Arrepentirse y buscar ayuda. En este paso, es muy
importante no echarle la culpa a nadie de lo que pasó, sino
asumir la responsabilidad con humildad, entereza y
carácter.
3. Una vez que se arrepiente, se debe estar dispuesto a
salir adelante, pues esa situación no puede seguir
determinando el futuro de la persona.
4. Si todavía hay posibilidad de vivir con la pareja a la que
se le falló y salvar ese matrimonio, es una excelente
noticia. Sin embargo, es importante saber hasta qué punto
quedó afectada la relación. En este caso, la orientación o la
consejería familiar son muy valiosas. Un matrimonio con
grandes fisuras podría colapsar en cualquier momento.
5. Estar dispuesto a restituir. En otras palabras, decidirse a
compensar de alguna forma el daño causado. Con esto no
hablo de indemnizar a la víctima. En su lugar, se debe ser
consciente de la necesidad de mejorar el ambiente, así
como de honrar, respetar y valorar a la otra persona, de
modo que se dé ahora lo que no se dio nunca antes.
6. Entender que todo este proceso solo resultará con una fe
alimentada a diario que les permita a los dos fortalecerse y
renovar sus mentes, de tal forma que entiendan que la
infidelidad fue una trampa que quiso destruirlos, pero que
ahora tienen un gran remedio para hacerle frente. Remedio
que debe aplicarse a diario y durante toda la vida.
7. Si ya no hay nada que hacer porque el impacto fue muy
grande y su pareja no quiere saber nada de usted, de todas
formas busque ayuda y sane su corazón. Este proceso es
saludable y le va a servir para ser perdonado, perdonar a
otras personas y procurar una relación por lo menos
respetuosa con su excónyuge y, por su puesto, con sus
hijos si los hay.
8. El proceso anterior le puede servir para llevar una vida
tranquila con la paz que trae el perdón y con la posibilidad
futura de si inicia una relación seria y santa, lo pueda hacer
con un corazón libre de heridas y amarguras, pues esto le
acarrearía una nueva caída.
9. Entender que el matrimonio no es una aventura pasajera
ni tampoco un contrato que se hace o se deshace según
las conveniencias de cada uno, sino entender que es un
pacto para toda la vida.
Si ya cayó en esta fosa, la única salida es levantarse. Aun así,
debe levantarse con una nueva visión de la vida, levantarse con una
mentalidad diferente y con el deseo de caminar siempre con cautela,
rectitud. Además, no se debe obviar que en la vida hay enemigos
espirituales, trampas y engaños que buscan que la gente pierda el
enfoque de lo duradero, de lo firme y de lo hermoso que es la
familia.
Esa situación de infidelidad exige una revisión a fondo de los
valores, el carácter, la lealtad y el sentido de pertenencia. Consiste
en aprender a pensar muy bien antes de hablar y actuar.

Algo muere cuando hay pecado: salud, finanzas,


familia
La infidelidad es engañarse uno mismo, es no tener definido qué se
quiere y para dónde se va en la vida. La mentira se vuelve un
refugio y el engaño un escondite que tarde o temprano se revelará
en la vida de quienes lo practican. Cuando esto sucede, bien sea
porque se descubre a la persona que lo ejerce o se cae esa venda
de sus ojos, se genera una crisis. Esta crisis, aunque sea dura,
deberá llevar a los infieles a un cambio total de vida.
Por más que las circunstancias, el mundo, las emociones y el
corazón quieran mostrar las bondades de la infidelidad, su final es
muy triste. Su pareja le pierde toda su confianza, sus hijos le pierden
todo el respeto, y quienes conocen o han tenido amistad con ese
matrimonio, se alejan del infiel, pues no ven coherencia ni integridad
en su vida.
Es un costo muy grande el que implica hacerle el juego a esa bola
de nieve que empezó como un galanteo, inocente en apariencias,
con alguien que no es su cónyuge. Al final, hay dos personas
involucradas de manera ilegal y arbitraria, dañando corazones y
vidas inocentes.
Como se analizó en capítulos anteriores, en una encuesta
realizada por el diario El Tiempo, solo el tres por ciento de las
relaciones infieles prosperan. Unas porque se van a vivir por algún
tiempo, y otras porque lo ilegal y clandestino no tiene respeto por las
reglas. Así que tarde o temprano llega otra persona que hace que se
rompa ese ciclo y se comience otro de infidelidad.
La persona que es infiel no se valora a sí misma. Es alguien
herido, resentido, enojado, sin rumbo en la vida. Entre otras cosas,
necesita sanidad y saber para qué vive en esta tierra, qué es la
familia, qué significa ser un cónyuge, qué significa tener hijos, etc.
Quien actúa así debe conocer que en la vida todo se maneja por
el principio de la siembra y la cosecha. Todo lo que la persona haga,
ya sea bueno o malo, lo cosechará en algún momento. Dicho de
otra manera, lo que hagamos tiene consecuencias buenas o malas.
Lo mismo que siembra la persona, de eso mismo recoge. Tarde o
temprano recibirá el mismo maltrato, deshonra, desprecio y abuso
hacia su pareja.
Por esta razón es muy importante el dominio propio. Es una
característica que recibe una persona que un día se rindió de todo
corazón a Dios y le pidió que lo hiciera de nuevo porque quería
comenzar una nueva vida.
El dominio propio se debe desarrollar en cada persona. Aunque
cada hombre pueda ver diez mil mujeres y aun poder escoger la que
quiera, si es casado ya escogió una a quien debe amar, honrar y
cuidar. Además, debe mantenerse firme hasta el final. Lo mismo
sucede con las mujeres, pues hombres hay muchos y de seguro que
más apuestos que su esposo. No obstante, si es casada, ya escogió
a uno a quien le debe ser fiel y hacer equipo con él para vivir una
vida feliz.
El dominio propio es lo opuesto a irresponsabilidad, impulsividad e
inestabilidad. El dominio propio se refleja en que, teniendo muchas
posibilidades para coquetear, se tenga claro que ya hay un
compromiso de por vida y que no se está en el asunto de llamar la
atención de alguien para tener una aventura.
Los conceptos como santidad, lealtad, honor, respeto, amor y
confianza no pueden ser relativos, pues no dependen de las
circunstancias. La persona no debe tener un buen comportamiento
solo cuando la estén viendo, ¡sino en todo lugar y compañía!
¡Siempre nos mira alguien!
Las invitaciones, ofertas y oportunidades de salir con una persona
diferente a su pareja se van a presentar con alguna frecuencia en la
vida de los casados. Sin embargo, es allí donde se requiere ese
dominio propio para saber que se tiene que ser responsable por las
decisiones y los pasos que se den, así como saber con claridad que
eso necesariamente tiene efectos en quienes se involucran en el
asunto, tanto los infieles como sus familias.
Capítulo 9
¿SE PUEDE SUPERAR LA
INFIDELIDAD?

Confía en el Señor, y haz el bien; habita en


la tierra, y cultiva la fidelidad.
Salmo 37:3, LBLA

Aunque causa daños irreparables en apariencia, destruye la


confianza y la autoestima de su cónyuge y la de su familia, aunque
golpea de una manera brutal el amor y en general los sentimientos,
hoy quiero decirles que sí se puede superar la infidelidad. Para esto,
se requieren unas condiciones muy especiales, pues la infidelidad
es similar a un tractor que pasa por un cultivo que, ya sea bien o
regular, tenía vida. Como resultado, todo tiende a marchitarse, a
morir, pero hay salidas, soluciones y esperanza.
No dudo que algunas ayudas humanas puedan servir. En cambio,
una salida poderosa y eficaz es la ayuda espiritual. Esta no solo se
basa en lo que pueden hacer los consejeros por mí, sino en la
manera en que me guían para recibir el poder de Dios. De esa
manera, se es capaz de superar todas las secuelas que deja tras sí
la infidelidad.
Esta solución es un proceso y va a generar una dependencia de
por vida. Lo cierto es que la solución no es algo mediático, ni se
hace o se toma una sola vez y se terminó el problema. Tras la
infidelidad, la persona afectada queda con profundas heridas y
resentimientos que solo puede superar al vivir bajo el poder de Dios.
Aquí es importante entender que se requiere un trabajo diario de
oración y contacto con el ámbito espiritual donde la naturaleza
común y corriente da paso a una naturaleza de amor, perdón, paz y
misericordia. Esto no se consigue solo porque alguien tenga buena
voluntad, sino que se logra en comunión con Dios. Solo así se
entiende que por encima de un ser mortal y que todo lo razona, hay
un componente espiritual que fortalece a la persona y la lleva a
superar el dolor, el resentimiento, la amargura, la venganza y la
queja.

Las pestes, plagas y mortandad destruyen


menos a quien tiene comunión genuina con Dios
El Salmo 91 nos brinda de manera clara la solución para superar
esta peste llamada infidelidad. La Biblia es un libro sin censura. No
quita, ni esconde debilidades de los personajes que aparecen allí, y
nos advierte de manera muy puntual de peligros y luchas que
tenemos los seres humanos. A continuación, reproduzco este
poderoso salmo que nos muestra cómo enfrentar las plagas y las
pestes, librarnos del lazo del cazador y no caer en las trampas de
este tiempo y demás aspectos que requiere la persona para vivir
siempre en victoria y no en derrota:

El que habita al abrigo del Altísimo morará


bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo
mío; mi Dios, en quien confiaré».
Él te librará del lazo del cazador, de la peste
destructora.
Con sus plumas te cubrirá
y debajo de sus alas estarás seguro; escudo
y protección es su verdad.
No temerás al terror nocturno ni a la saeta
que vuele de día,
ni a la pestilencia que ande en la oscuridad,
ni a mortandad que en medio del día
destruya.
Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra;
mas a ti no llegarán.
Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la
recompensa de los impíos.
Porque has puesto a Jehová, que es mi
esperanza,
al Altísimo por tu habitación, no te
sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada,
pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que
te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevarán para que tu pie no
tropiece en piedra. Sobre el león y la víbora
pisarás; herirás al cachorro del león y al
dragón.
«Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo
también lo libraré;
lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi
nombre.
Me invocará y yo le responderé; con él estaré
yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré.
Lo saciaré de larga vida y le mostraré mi
salvación».
Salmo 91, RV-95
El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo
la sombra del Omnipotente
Para superar una infidelidad con todo lo que esto significa, la
persona, ya sea hombre o mujer, debe habitar al abrigo del Altísimo.
Muchos se preguntarán: «¿Cómo puedo habitar al abrigo del
Altísimo?». El punto de partida es invitar de todo corazón a Dios
para que sea el Señor y dueño de su vida. A la vez, esa oración
debe estar enmarcada en un arrepentimiento genuino, no por el
temor a las consecuencias de lo que se hizo, sino porque de veras
hay dolor muy profundo por haber causado ese hecho.
Esa oración se hace invocando al Abogado de abogados, Jesús,
el Hijo de Dios, y pidiéndole que venga a su corazón y viva dentro
de usted para que lo gobierne y dirija. En realidad, es entregarle las
llaves de su vida. Esto debe hacerse de manera audible. Si se hace
esa oración con fe y de manera sincera, la Biblia lo llama nuevo
nacimiento.
Después de este nacimiento espiritual, se habita en el refugio de
Dios orando todos los días, leyendo de manera continua lo que dice
la Biblia y, en especial, el Nuevo Testamento, adorando a Dios y
obedeciendo sus mandatos. No hay atajos, no hay forma de tener
comunión con Dios, de tener su poder, sin tener intimidad con Él.
Esa comunión se vuelve el antídoto para la picadura de una de las
plagas más mortales como es el quebrantamiento de la intimidad
conyugal y la deslealtad con quien se ha compartido la vida misma.
Quizá los afectados puedan buscar otros medios para superar la
infidelidad y pudieran obtener algunos resultados. Superarla de raíz
y sobreponerse a los efectos nocivos de ella, en cambio, solo se
logra con la ayuda de Dios.
Hay que precisar que la Biblia no es un libro como cualquier otro
que se lee por leer. Es un Manual de Instrucciones que alimenta la
vida del ser humano con las grandes verdades de Dios, de modo
que su eficacia y utilidad trae como resultado la obediencia de lo
que allí dice sobre cada asunto. Por supuesto, nos da consejos e
instrucciones básicas sobre el matrimonio, la fidelidad, la lealtad y el
honor entre otros, a fin de no caer en la traición y disfrutar esa vida
con la pareja.
Este es el único lugar seguro para cada ser humano. Allí nadie
puede tocarlo. Allí ninguna plaga tocará su vida. Debo advertirle que
estas plagas son invisibles, pero afectan de manera visible a las
personas. Basta con mirar a alguien que se va con otra persona que
no es su cónyuge, pues parece que lo idiotizaron. Aun sí, lo que hay
detrás es una fuerte influencia espiritual para sacarlo de su hogar,
de su propósito. Estas plagas invisibles tienen un caldo de cultivo
para desarrollarse y ganar ventaja, y es cuando las personas viven
enojadas, llenas de ira, amargura, dolor, depresión, temor y
descontentas por todo.
Dios obra milagros y progresos en las familias siempre que haya
amor. Por otra parte, donde no hay amor, Él no es quien obra, sino
Satanás. Recuerde que así como hay luz, también hay oscuridad.

Decisiones que cambian vidas


La vida espiritual no es religión, ni una iglesia en particular, ni un
listado de prohibiciones. Por el contrario, es una vida de obediencia
a la Carta o Constitución del cielo. Así que el galardón o la
recompensa que esta trae consigo es que, en lugar de la persona
adúltera, se levante una nueva criatura, santa, pura, fiel y digna de
confianza. Una persona que entiende el plan y el propósito para el
que se creó el matrimonio.
Esta solución genera dependencia de Dios. Antes de tener la
revelación y el poder de Dios en mi vida, pensaba que perdonar y
ser perdonado por la infidelidad era solo de momento y nada más.
Esto fue de esa manera hasta que entendí que el perdón es una
decisión que hay que mantener. Mientras no se viva en la dimensión
del espíritu, la otra naturaleza de todo ser humano, la carne o la
naturaleza pecaminosa, tiende a enojarse a irritarse, a no perdonar,
a recordar siempre las ofensas y a demandar «venganza».
Quien ha pasado por esta peste de la infidelidad y ha vivido desde
dentro sus consecuencias, tanto el que agrede como la víctima,
saben que hay dos salidas. De seguro que una de ellas es la ruptura
con todo lo que esto implica. La otra es la rendición a Dios que no
sea a su manera, sino a la manera de Dios. Esa rendición significa
entrega total a Él y permitirle que comience una obra de cambio en
su persona. El Señor es el Alfarero y nosotros somos el barro.
Entonces, Él tomará ese barro y lo comenzará a moldear hasta que
pueda hacer de veras otra persona a todo nivel.

Mas ahora, oh Señor, tú eres nuestro Padre,


nosotros el barro, y tú nuestro alfarero; obra
de tus manos somos todos nosotros.
Isaías 64:8, LBLA

Cuando se entra en esta dimensión de rendirse ante el Creador,


ante su Presencia, todo cambia. Es más, cambia la mente, cambia
la forma de ver la vida, la forma de amar y de relacionarse con los
demás. En realidad, Dios es el que vive en usted y manifiesta su
amor a través de usted. Es una vida fascinante para practicar los
principios del cielo a diario.
En el libro Deuteronomio, hay una tremenda invitación para que
escojamos en esta vida:

Al cielo y a la tierra pongo hoy como


testigos contra vosotros de que he puesto
ante ti la vida y la muerte, la bendición y la
maldición. Escoge, pues, la vida para que
vivas, tú y tu descendencia.
Deuteronomio 30:19, LBLA
Frente a toda situación, hay dos salidas como Dios se las planteó a
su pueblo: «He puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la
maldición». En todo momento tenemos que decidir, pues Dios no
pasa por encima de la voluntad de las personas. En cuanto a la
infidelidad, fue una mala decisión en la que se transgreden todos los
órdenes divinos y espirituales, y que trae consigo hondas
repercusiones materiales también.
Cuando un matrimonio se enfrenta a una situación de infidelidad,
cada cónyuge tiene que decidir. No está en juego un mes, ni un año,
está en juego toda la vida. Están en juego los hijos y los hijos de sus
hijos y sus generaciones posteriores. ¡Qué gran responsabilidad! Sin
embargo, frente a esta decisión se requiere una gran ayuda, y Dios
es el que nos ayuda a tomar y a mantener esa decisión, pero la
decisión es nuestra.
Si revisamos con sumo cuidado este pasaje, encontramos que
Dios mismo en su gran bondad y amor le sugiere la respuesta a su
pueblo. Le dice: «Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu
descendencia». Jesús, en el Evangelio de Juan, se identificó como
el Camino, la Verdad y la Vida. Luego, la decisión debe ser por
Jesús para que no solo vivan los implicados directos, sino su
descendencia.
Después de la decisión de superar la infidelidad, se requiere un
proceso que, como ya vimos, va a durar toda la vida. Es un proceso
de paciencia, de fe y de reingeniería a las vidas de la pareja en
conflicto, pero siempre a mediano y largo plazo. Allí se entenderá el
amor y la gracia de Dios. Esa es una opción, la misma que algunos
valientes han tomado y que deben mantener hasta su último día en
esta tierra. La otra opción es la separación, es acabar todo lo que se
construyó. Para las dos salidas se requiere valentía y determinación.
Hay casos en los que uno de los dos cónyuges está dispuesto a
caminar en fe y a obedecer a Dios. El otro, en cambio, ya no quiere
nada. Hemos tenido casos de este tipo y la recomendación es hacer
todo lo que esté al alcance para tratar de salvar el matrimonio:
orientaciones, consejería, conferencias, oración. Aun así, recuerden
que la decisión es personal.
Hoy por hoy, podemos ver matrimonios que se salvaron de esta
mordedura de serpiente gracias a que los dos, a pesar de la agonía
y el dolor, se sometieron al camino espiritual que significa obedecer
lo que el Inventor de la vida y el matrimonio hizo que se escribiera.
Con razón Jesús dijo en la cruz: «Padre perdónalos, porque no
saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Es verdad, quien rompe el
pacto matrimonial por ceder a la tentación, no sabe de veras lo que
hace, ni conoce la trascendencia de esos pasos equivocados.

Jesús, la luz del mundo


El relato de la mujer adúltera es muy famoso en la Biblia. Muchas
veces lo hemos escuchado, pero hoy queremos revisar la parte final
de este cuadro donde a esta mujer la sorprenden en «el acto mismo
del adulterio». Luego, la llevan a Jesús que, de manera sabia y
santa, confronta a quienes querían acusarla. Al final, ella quedó sola
con el Dueño de la vida.

Enderezándose Jesús y no viendo a nadie


sino a la mujer, le dijo:
—Mujer, ¿dónde están los que te
acusaban?
¿Ninguno te condenó? Ella dijo:
—Ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo:
—Ni yo te condeno; vete y no peques más.
Otra vez Jesús les habló, diciendo:
—Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida.
Juan 8:10-12, RV-95

Aquí vemos varias revelaciones muy elocuentes:

1. Jesús, Dios mismo, perdonó a esta mujer por cometer el


pecado del adulterio. Si Él lo hizo, ¿quién es usted o quién
soy yo para no perdonar?
2. Jesús no se escandalizó por el adulterio de esta mujer.
3. Jesús no condenó, ni ridiculizó a esta mujer.
4. No obstante, Jesús sí condenó el tipo de vida que ella
llevaba y le dijo: «Vete y no peques más». Esta no es solo
una frase moral, sino una orden y un camino, el único
camino para que ella pudiera ser feliz. Es decir, libre del
pecado, pues este siempre trae consecuencias.
5. Como conclusión para la mujer y para quienes estaban
en el templo, les dice por qué ella y cualquier persona
puede caer en esa trampa mortal del adulterio, y la
respuesta es porque andan en tinieblas. Quien sigue a
Jesús y obedece las instrucciones de la Biblia, no andará
en tinieblas.
6. La gente le trajo un problema a Jesús. Aunque Él vio el
problema, a partir de este se dio a sí mismo como solución.
El problema es la oscuridad, las tinieblas. Así está el
entendimiento de las personas a causa del pecado.
Pierden toda sensibilidad y hasta la sociedad acepta que
se viva a oscuras, cuando Jesús nos dice: «Yo soy la luz
del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino
que tendrá la luz de la vida». Es más fácil conseguir otra
persona, acudir a un fraude, a la deshonra, que a dialogar y
luchar por el matrimonio.
7. Lo que Jesús quiso decir es que la mujer adúltera llegó a
ese nivel de pecado porque no tenía la luz de Cristo en
ella. En realidad, lo que todos necesitamos es luz.
Imaginemos a alguien caminando a oscuras. No sabe para
dónde va, no sabe qué consecuencias ni qué efectos
negativos le generará una situación como esa. El adulterio
va más allá de solo acostarse con una persona que no sea
su cónyuge. Trae consecuencias que afectan salud,
finanzas, emociones, familia y muchos aspectos más.
8. Cada persona que estuvo en aquel lugar y quiso
condenar a esta mujer salió confrontada. Cuando Jesús
dice: «Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje
la primera piedra» (Juan 8:7, rvc), dio a entender que esta
conducta sexual es más frecuente de lo que uno se puede
imaginar. Lo que pasa es que algunos hasta ahora tienen
este asunto en su mente, pero son propensos a ceder ante
esa tentación. Al final, todos admitieron que no eran jueces
para juzgar a esta mujer, pues ya sea en el aspecto sexual
o en cualquier otro, estaban a oscuras.

Cada vez que leo la Biblia, entiendo más el corazón de Dios. Esta
mujer es el ejemplo vivo de la naturaleza humana, y en este caso,
de la mujer propiamente dicha y analizada. Era casada, tenía
marido, pues el adulterio se tipifica cuando hay relaciones sexuales
fuera del matrimonio. Por lo tanto, debido a que andaba en tinieblas
y sin la luz verdadera, cayó en esta trampa mortal.
Al final del episodio Jesús le dice: «Vete y no peques más». Le dio
una orden, pero la decisión estaba en ella. Si escogía la luz,
significaba que tenía que depender de Él a partir de ese encuentro,
pues nadie fuera de Jesús garantizaba que no reincidiera en esa
situación.
La respuesta, la solución para superar la infidelidad, es la luz. Es
más, se requiere muchísima luz para superar esta ligadura que
quiere llevar a las personas a pecar y, por consiguiente, tanto a su
propia destrucción como a la de otros.
Cuando aparece la luz, el ser humano descubre su inmundicia y
su bajeza a todo nivel, así que en ese momento debe tomar una
decisión. La luz aparece cada vez que alguien escucha el mensaje
de Jesús y sabe que lo que está escrito es lo adecuado, es la
verdad, y que lo que se hace es erróneo. La luz ayuda mucho, pues
le ilumina el camino a alguien que va por senderos engañosos y con
destino fatal. En este proceso de restauración o reingeniería es
importante buscar ayuda. Por eso se requiere que alguien fuerte en
la fe levante a la pareja y guíe a los afectados a los principios puros
y eficaces que garanticen una verdadera vida nueva.

Aunque el mar se agite, crea y levántese


Por lo general, las parejas que caen en la infidelidad tienen altibajos
que deben saber cómo enfrentar. De seguro que vendrán días en
los que parece que se solucionó el problema. Sin embargo, pueden
llegar tiempos en los que a menudo la persona afectada entra en
crisis por los recuerdos de cuadros asociados a la situación y
pueden desencadenarse diferentes reacciones. De aquí la
importancia de vivir siempre con una mente renovada y un espíritu
fuerte.
Fabio Medrano, un bogotano de treinta y tres años que sufrió el
impacto de la infidelidad, resumió así las emociones que se viven en
el proceso de sanidad:
Había días en los que deseaba amar a mi esposa y hasta me entregaba con todo mi
corazón para valorarla y darle gusto en todo lo que quisiera. Entonces, de repente,
venían a mi mente imágenes y pensamientos de todo lo que quizá viviera con su
amante y eso taladraba mi corazón y me inyectaba como un veneno que me hacía
cambiar mi forma de pensar y de hablar respecto a ella. Al final, terminaba
agrediéndola de palabras y tratándola como a una prostituta. Esto hacía que
resultara difícil nuestro camino para levantarnos de ese lodazal.
Un paso clave para superar la infidelidad es aceptar el hecho. A
pesar de lo fuerte que pueda resultar, se debe admitir que fue lo
peor que pudo haber pasado. También se debe reconocer de
manera cruda que el cónyuge se acostó con otra persona, y ese fue
un asunto muy grave, pero que el perdón, el amor y la misericordia
cambiaron las cosas. Al final, se debe establecer que se comenzó a
construir un futuro diferente y que lo sucedido fue un episodio
oscuro que quedó en el fondo del mar.
No se puede caer en uno de estos extremos. De un lado negar el
hecho y engañarse al pensar que no sucedió nada y que todo sigue
igual; que lo que sucedió no tuvo importancia y que no implica
cambios profundos en caso de una restauración en esa maltrecha
relación de pareja. Por el otro, tampoco se puede estar
atormentando a toda hora permitiendo que sus pensamientos le
recuerden de continuo la tragedia, la infamia y el golpe sufrido en un
momento determinado. No se puede permitir que el pasado siga
determinando el futuro. De seguro que «el pasado tiene la fuerza
que le demos nosotros», y esto se deduce con facilidad.
No estoy hablando de no hacer un proceso de duelo por un hecho
grave y brutal como el atropello causado por la infidelidad. Dicho
proceso durará algunas semanas o meses, quizá hasta años, pero
es evidente que los afectados tendrán que transitar el camino que
los conducirá hacia una vida nueva. Esa es la salida.
Capítulo 10
ANDAR EN EL ESPÍRITU ES
ANDAR EN VICTORIA

Los que son de la carne piensan en las


cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el
ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Romanos 8:5-6

En el mundo existen dos naturalezas: la carnal y la espiritual. No


cabe duda que en la vida de todo ser humano está vigente la carne
o la naturaleza mortal. En cambio, cuando acepta a Cristo en su
corazón y recibe su naturaleza espiritual permaneciendo en contacto
diario con Dios, esa persona puede vencer la naturaleza carnal o
mortal y caminar en victoria.

Puesto que Cristo ha padecido por nosotros


en la carne, vosotros también armaos del
mismo pensamiento; pues quien ha padecido
en la carne, terminó con el pecado, para no
vivir el tiempo que resta en la carne, conforme
a las concupiscencias de los hombres, sino
conforme a la voluntad de Dios.
1 Pedro 4:1-2
Debemos entender que la parte espiritual es un componente
fundamental en el ser humano, y que un espíritu fuerte en la
persona la puede llevar a vencer todo tipo de obstáculos y
tentaciones.
La orden y el camino que nos muestra con claridad el libro de
Gálatas es alimentar el espíritu, fortalecerlo y permitir que el espíritu
de la persona la dirija y encamine hacia la superación de límites que
nunca ha podido sobrepasar. Es importante precisar que cada
persona tiene un espíritu, tiene un alma y un cuerpo. Por lo general,
los hombres y las mujeres son muy conscientes del alma y del
cuerpo. Aunque los pueden nombrar, son poco o casi nada
conscientes del espíritu y es allí donde hay fuerza y convicciones
para lograr una vida firme y de principios. Además, debido al
pecado, el espíritu está muerto en cada persona hasta que recibe o
invita a Jesús a ser el Señor o dueño de su vida.
El espíritu es la parte del ser humano que puede tener conexión
con Dios, y esta se puede lograr a través del Espíritu de Dios, o del
Espíritu Santo, quien es el encargado de revelarle los planes y el
propósito del Creador. Cuando esa conexión se da de manera
continua, se recibe la transferencia de la naturaleza de Dios y una
característica primordial de esa naturaleza es la santidad.
Por más que la persona se esfuerce en lograr la santidad, no la va
a alcanzar en un grado sumo como se requiere para ver la gloria de
Dios, pues es un elemento que solo lo provee el Espíritu Santo. Por
eso vemos que en el momento en que la santidad comienza a
desarrollarse en una persona, se van los deseos de pecar y de ser
infiel. Entonces, se es consciente de la responsabilidad, y de la
razón, de mantenerse en pureza. La santidad tiene que ver con el
espíritu, el alma (los pensamientos, la razón) y el cuerpo.
En este mundo hay una enorme oferta que al parecer la
consumen todas las personas y por eso se ve como normal. No
obstante, al final lo que genera es una contaminación gigantesca.
Con esto me refiero a los pregones que este vil mercado usa para
su venta: revistas de variedades, entretenimiento y de farándula,
vídeos subidos a internet, concubinato, relaciones sexuales en el
noviazgo, intercambio de parejas, sexo virtual o sexo por internet, la
aspiración a tener solo un hijo y no un hogar con un padre que dé
amor, firmeza y dirección a esa familia, etc. Cuando está presente la
santidad, hay fuerza para pasar por encima de esta oferta que
ensucia la mente y el corazón de quienes se dejan seducir por ella.
Es maravilloso entender la fuerza que puede llegar a tener el
espíritu del ser humano cuando está en sintonía con su Creador.
¿Qué se requiere? Reconocer que ese espíritu proviene de Dios y
que es, por decirlo en términos entendibles, la casa de Él en la
persona. Por supuesto que se requiere creer; de lo contrario, esto
parecería una utopía, pero es así. Todos los días lo experimento, ya
que puedo tener una actitud de pesadumbre, pereza y falta de
claridad en el trabajo diario. Sin embargo, cuando entro en oración,
a los pocos minutos todo comienza a aclararse y siento en mi
cuerpo fuerza, motivación, alegría y seguridad en lo que estoy
haciendo.
Hay una naturaleza exterior y otra interior. La exterior, el cuerpo,
es solo un abrigo que tenemos. Así que cuando muramos, se
quedará aquí, se marchitará y no trascenderá. El espíritu que le da
vida a ese cuerpo, en cambio, es el que se va junto con el alma.
Por la misma naturaleza terrenal, las personas son muy
conscientes de su cuerpo. Por eso lo alimentan, lo cuidan, lo bañan
y lo ponen en forma en el gimnasio. Hasta lo embellecen con
operaciones de cirugía plástica y lo maquillan. Eso es arreglar el
vestido exterior y está bien. Por otro lado, muy pocas personas se
preocupan por su naturaleza interior, su espíritu, que es el duradero
y el que va a pasar los límites de lo natural. Ese no se quedará en
un ataúd.

No huya de la realidad, enfréntela con fe


Quienes sufrieron o sufren como consecuencia de una infidelidad,
pueden recurrir a métodos poco provechosos para su vida como
consumir licores, drogas, conseguir otra persona y actuar de manera
irresponsable con consecuencias que pueden agravar la situación
inicial, pero también pueden enfrentar esa crisis recurriendo a
fortalecer su espíritu. Esa es la recomendación que doy desde estas
páginas. A mí me sirvió, a mi esposa le sirvió y le ha servido a miles
de personas que necesitan una solución permanente para liberarse
de esa angustia que se despierta cuando se le mueve el piso a raíz
de esa situación.
A esto la Biblia lo llama andar en el Espíritu, lo que comparo como
andar en el aire. Cuando oro, puedo entender la miseria en la que
andan lo seres humanos sin Dios y sin ley. Cada uno tratando de
arreglar las cosas a su manera, cada uno poniendo sus propias
reglas y haciendo justicia por su propia mano. Así que busca atajos,
usa el soborno, lo ilegal, lo fácil, aun en el amor. Es como una
corriente que arrastra a la gente hacia un abismo profundo sin que
se tenga la fuerza necesaria para salir de allí. De modo que se
requiere una fuerza superior para decir no, para ir en una dirección
diferente, y esa fuerza está en un espíritu fortalecido.
Por supuesto, cuando se habla del espíritu, no es solo de quien va
a misa, o a una iglesia cristiana, y canta haciendo alardes por eso.
No, el tema espiritual es saber que si hay una creación donde
estamos incluidos, hay un Creador. A fin de entender para qué nos
crearon y la manera en que funcionamos, hay un Manual que se
llama la Biblia, las Sagradas Escrituras, donde se explica de manera
clara cómo caminar en esta tierra, cómo relacionarnos con las
personas, cómo vencer el pecado y, en general, cómo disfrutar la
vida. Los principios divinos son saludables, y quienes los practican,
llevan vidas saludables, llenas de gozo y satisfacción.
Para mí, la Biblia es como un papá que les da instrucciones a sus
hijos para que sepan lo que deben hacer en la vida. La Biblia nos
habla del matrimonio, de las finanzas, de cómo mantener la salud y
las relaciones sexuales. También nos muestra qué hacer para que
se acorte o se alargue la vida, cómo criar a los hijos, conservar
amistades, amar y cómo perdonar, entre otras cosas.
Lo increíble es que ese poderoso Manual ha quedado reducido a
una simple ceremonia religiosa que no tiene efecto si no leemos y
practicamos lo que está escrito allí. En ese libro encontramos
enseñanzas, tesoros maravillosos, que si los ponemos en práctica,
vamos a superar la infidelidad y cualquier otro asunto. En realidad, a
futuro nos evitará caer en esas arenas movedizas y vivir de veras
una vida que vale la pena. Es más que una brújula que nos guía en
medio de un mundo convulsionado, de gente fracasada y resentida
que busca echarle la culpa de sus tropiezos a los demás.
A muchos les cuesta dedicarle tiempo a cultivar su espíritu porque
no lo ven, es invisible, pero está allí y es la clave para una vida
saludable a todo nivel. Como dijera el poeta latino Juvenal: Mens
sana in corpore sano [Mente sana en un cuerpo sano], y tuvo razón.
El sentido original de esta frase es el de la necesidad de orar para
disponer de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado.
Daniel, un joven exiliado de Israel que vivió en Babilonia, nos
ilustra muy bien sobre el poder del espíritu cuando se fortalece:

Pero Daniel mismo era superior a estos


sátrapas y gobernadores, porque había en él
un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo
sobre todo el reino.
Daniel 6:3, RV-95

Piénselo, si usted cultiva su espíritu, llegará a ser superior a sus


problemas, a sus crisis, y se levantará a nuevos niveles, como lo
hizo el profeta Daniel. Este hombre alimentaba su espíritu cada día,
y aunque pasó por grandes pruebas como el foso de los leones a
donde lo arrojaron, de todas formas salió bien librado.
La superación de la infidelidad con las secuelas que deja en la
vida de una persona solo es posible en el espíritu, pero su
responsabilidad es fortalecerlo de manera continua. Se requiere un
espíritu fuerte para que domine la mente que trata de recordar y
conjeturar sobre una cantidad de pensamientos de derrota y
también para dominar el cuerpo. Por lo general, los afectados por la
traición de su pareja pierden el sueño, el apetito, la fuerza y la
motivación para vivir. Su cuerpo se debilita, pero con la ayuda del
espíritu saldrán fuerzas y será posible lograr victorias
insospechadas.
Usted puede experimentar hoy esta gran verdad. Las mujeres que
oran, estudian y obedecen las enseñanzas de la Biblia, aman y
saben perdonar, lo mismo sucede con los hombres. Por lo tanto,
andar en el Espíritu es andar en victoria.
Capítulo 11
¿CÓMO RENOVAR LA MENTE Y
ANDAR EN VIDA NUEVA?

Renuévense en el espíritu de su mente, y


revístanse de la nueva naturaleza, creada en
conformidad con Dios en la justicia y santidad
de la verdad.
Efesios 4:23-24, RVC

Lo más importante después de tomar la decisión de perdonar a


quien fue infiel y de levantarse, bien sea al darse una nueva
oportunidad con esa persona o al iniciar una vida nueva, es tener
una mente lúcida. Con esto me refiero a tener una mente fuerte que
resista ataques a través de pensamientos que quieren llevar otra
vez a la persona a ese episodio que no quiere recordar.
La mente es muy volátil, y como tal, con cualquier excusa se va y
se pone a divagar en recuerdos e imágenes que casi siempre
procuran hacerle sentir mal y llevarle a recordar la ofensa, el daño
causado y su vulnerabilidad. Cuando no se entiende cómo funciona
la mente, se lucha en contra de algo que lo puede desviar en
cualquier momento.
La Biblia habla de fortalezas que se levantan en las personas y a
menudo lo hacen en los pensamientos. En la infidelidad, esas
fortalezas se pueden dar al llevar a la persona a creer que nunca
logrará superar ese golpe, que recibirá burlas a toda hora, que
habrá quienes sean superiores y que nunca le vendrán mejores
oportunidades en la vida.
Cambie su manera de pensar, así cambiará su
manera de vivir
La renovación de la mente implica llenarse de pensamientos
positivos, optimistas y esperanzadores. Sin embargo, para que eso
suceda, primero hay que sacar los pensamientos de derrota,
lamento y tristeza. Es un proceso diario. El mundo actual y su
pervertida dinámica llevan a los seres humanos a compararse, a
valorarse según el dinero, según la posición social, según el auto
último modelo, según la persona que se conquiste, etc. La
imaginación o las evidencias de quienes descubrieron a su pareja
en adulterio quieren volver una y otra vez sobre la mente para
perturbar y recordarle a la víctima su desdicha. Fabio Medrano, a
quien citamos en páginas anteriores, dice:
Entendí que mantener mis pensamientos enfocados en la solución, en lo bueno,
santo y puro y en la fidelidad era parte fundamental para salir de ese infierno, pues
cada vez que pensaba que ya estaba bien, venían ataques a la mente llevándome a
pensar que mi esposa era lo peor y que nunca cambiaría. Aprendí a rechazar esos
pensamientos y a colocar cosas buenas, a pensar que todo tomaría un rumbo
diferente y que veríamos resultados asombrosos con mi esposa y con mis hijos.
Renovar la mente es una situación similar a la existencia de una
corriente de aguas negras que quieren ensuciarlo y usted tiene que
evitarlas a toda costa. Cada vez que llegue un pensamiento en
contra de su cónyuge, en contra de su vida, elimínelo, cámbielo por
un pensamiento contrario. Por ejemplo, usted va en un auto y de
repente ve un letrero que su pensamiento asocia con algo
relacionado con el amante, o la amante, de su cónyuge. Si no lo
cambia, ese pensamiento va a querer profundizar cada vez más y
va a aumentar la gravedad de la situación. Por lo que afectará sus
emociones y hará que su boca se abra para hablar lo que no debe.
El diablo puede tener dominio sobre la mente, por eso no es bueno
que tenga la mente inactiva. Llénela de promesas de la Biblia,
llénela de gozo, de paz, llénela de frases que hagan alusión a su
triunfo sobre esa situación. Es más, no solo debe pensarlo, debe
hablarlo una y otra vez. Debe repetirse a sí mismo lo que está
creyendo. Si está creyendo en la reconstrucción de su hogar, es
saludable hacerlo a diario.
Recuerde que se parte de la base de que no hay que negar el
problema. Hay que admitir que fue adulterio, traición, engaño,
deslealtad. No lo llame de otra manera. Fue adulterio, infidelidad.
Aun así, ya no hay nada que hacer con respecto a este episodio
desagradable, lesivo y canalla, pero tiene que dejarlo allí. Tiene que
sepultar esa situación y entender algo que entendí yo: En esta vida
nadie lo ama como lo ama Dios. Y no solo es una frase, es una
verdad que he comprobado cada vez que estoy en oración y en mi
caminar diario ayudando a otras personas a superar esta prueba.

Nadie es perfecto, alguien va a fallar


También hay que entender que todas las personas van a fallar, ya
sea en mayor o menor grado. Los papás no son perfectos, les fallan
a sus hijos. Los esposos no son perfectos, van a fallar. Lo mismo
sucede con las esposas, pues van a fallar también. A diario se vive
esa situación y la clave es el diálogo, el perdón, el amor y la
tolerancia. Es obvio que hay casos graves donde las fallas exceden
a lo común y son muy dañinas, como es el caso del rompimiento del
pacto matrimonial o de pareja.
Con las razones anteriores no se justifica nunca una infidelidad.
En cambio, una vez que lamentablemente sucedió la infidelidad, se
debe actuar para superarla, por más duro que sea esto. Hay
maridos que han sido infieles una y otra vez, sin importarles la
situación de su esposa y sus hijos. También están las esposas
infieles que, usando las mentiras, hacen de las suyas. Cuadros
como estos son reales y se deben a matrimonios que no marchan
bien. Algo andaba mal y fue el escenario propicio para caer en ese
abismo. Esa es una realidad pasada, cruda y dramática en algunos
casos, pero ya no hay nada que hacer. Lo importante es no permitir
que eso siga determinando su presente y su futuro. Crea y piense
que vendrán días mejores, y que a pesar de ese infortunio, le van a
pasar también cosas buenas. Por lo tanto, si es hijo o hija de Dios,
la gracia y el favor del cielo soplarán a su favor. Créalo y espérelo.
Este proceso de renovación de la mente no excluye el proceso de
asimilar el dolor por lo sucedido y las decisiones que tenga que
tomar. Si hay que llorar, debe hacerse. La infidelidad trae amargura,
desesperación, frustración, desasosiego, rabia y todo calificativo
asociado a una dura pena. Saque todo dolor de su corazón, pero
prepárese para llenarse del amor de Dios y de los mejores
pensamientos que sanarán su mente.
Si el rompimiento fue inevitable y su pareja se marchó, a pesar de
todo lo malo que haya pasado, por salud mental tome la decisión de
no hablar ni para bien ni para mal de su expareja. El tiempo y su
determinación dirán cuándo cicatrizará esa herida. Usted se dará
cuenta cuando habla del asunto sin que le duela. En algunos casos,
se puede retomar el diálogo, así sea como expareja. En otros,
nunca se volverán a hablar. Aun así, piense en que si ya perdonó el
asunto por duro que sea, quedó archivado y cada uno tendrá la
decisión de empezar una nueva vida.
En el caso de que se busque recomponer la relación, es
importante precisar que aunque sabe con exactitud que esa
situación tiene un nombre desagradable, adulterio, no puede estar
recordándoselo a la otra persona, pues eso daña la obra
reconstructiva de la relación. Aquí es donde cobra total importancia
la decisión que tomara la persona y la fuerza que le da Dios en la
oración. Es innegable que algo se intenta subir a la persona cuando
vienen recuerdos y pensamientos asociados a ese episodio
traumático. Con todo, dominarlos, acallarlos y cambiarlos por otros
es clave para mantenerse en el nivel de superación. Si esto no se
hace, esos pensamientos alterarán su forma de pensar y su estilo
de vida. Lo animo a que lo haga a diario, pues la victoria está de su
lado.

DECLARACIÓN
Dios:
Te doy gracias por amarme, te doy gracias por llenar mi
corazón de amor y de bondad.
Padre celestial, en el nombre de Jesús te pido que me guíes
cada día a través de tu Palabra para llenar mi mente y mi
corazón de ti.
Hoy reconozco que la infidelidad de la que fui víctima no va a
determinar mi futuro, ni mi éxito en la vida. Hoy reconozco que
tú me das fuerzas y poder para mantenerme firme y lograr
llegar a la meta. Hoy decido renovar mi mente. Hoy decido
pensar en tu justicia y no en mi justicia. Hoy decido mantener
ocupada mi mente en la bendición y no en pensamientos sucios
que solo traen amargura y dolor.
Dios, gracias porque perdono y decido no perder más tiempo
recordando y meditando en asuntos desagradables que ya
sucedieron.
Gracias, Señor Jesús, por llenarme de paz, gozo y amor.
Amén.
Capítulo 12
¿CÓMO SANAR LAS HERIDAS Y
RESTITUIR?

Así que en todo traten ustedes a los demás


tal y como quieren que ellos los traten a
ustedes.
Mateo 7:12, NVI®

Las heridas causadas por la infidelidad son muy profundas y lo


cierto es que no todos deciden levantarse para vivir una nueva vida.
Sin embargo, como he venido declarando en este libro, la sanidad y
la libertad de las consecuencias de la infidelidad son solo para los
que creen, no en ellos, ni en la fuerza interior personal, ni en el
pensamiento positivo, ni en la voluntad humana. La sanidad y la
restauración verdaderas y duraderas se dan solo obedeciendo y
rindiendo la vida al Espíritu de Dios. Ya sé que esto parece ilusorio o
utópico, pero a mí me dio resultado. También a mí esposa le resultó
y por eso hoy podemos llevar una vida nueva y placentera.
Este regalo es real y está disponible, pero solo se obtiene y se
disfruta por fe, obediencia y rendición al Dios vivo. Repito: La única
manera de recibir este regalo es mediante la oración y la
obediencia. Cuando se entra en esa dimensión de saber que Él
escucha y responde, la confianza se incrementa y llega la seguridad
de saber que nos respalda siempre.
Mientras lee este libro, hay una luz que alumbra su corazón, bien
sea que usted causara el problema que venimos tratando o bien sea
la víctima. En el primer caso, es muy posible que a estas alturas
algo haya percibido de esta lectura y fluya desde dentro de usted un
deseo inmenso de arrepentimiento que lo lleve a pedir perdón a
Dios y también a las personas afectadas.
Cuando se llega a ese nivel, surge una decisión profunda de pedir
perdón y restituir todo cuanto se robó del pacto original del
matrimonio, a pesar de que muchas veces no se es consciente de
ese robo. De seguro que robó tiempo de su cónyuge y de sus hijos.
Le robó el dinero que le correspondía a la familia. Robó confianza,
futuro y todo lo que se desvió hacia otro lugar. Para una persona no
es fácil aceptar que sucedió todo eso mientras aceptaba dividir su
corazón. No obstante, esa es la realidad que solo la viven quienes
sufrieron los rigores del engaño y la mentira.

Restituir es devolver lo robado


Cuando la persona permite que el Espíritu de Dios la toque y
convenza, verá en toda su dimensión el desastre causado, pero ya
el daño está hecho, ya la avalancha pasó por esa casa. Ahora con
ese verdadero arrepentimiento, se abre una puerta para que esa
persona pare sus acciones y comience una nueva vida. Quizá esa
vida sea en solitario si ya no hay nada que hacer, como muchas
veces sucede, o sea con la misma pareja, pero iniciando la
construcción desde cero y empezando un proceso de restitución.
Esta restitución debería ser ante todo de la persona que causó la
infidelidad, pero lo paradójico es que también le corresponde a la
persona afectada. Lo cierto es que muchas veces la infidelidad llega
como consecuencia de daños y averías en la relación de pareja que
comenzaron antes de la caída.
Por lo general, los esposos no sacan tiempo para compartir como
amigos, como compañeros. Recuerden que se casaron para vivir
toda la vida. En este vacío, hay muchas excusas a nivel de pareja:
los hijos, el trabajo, los problemas, los proyectos, las molestias, etc.
Sin embargo, la realidad es que una relación que no se mantiene
activa, se muere.
En el camino de volver a comenzar, es clave entender estos
detalles y tener paciencia, pues después de la destrucción lo único
que queda es reconstruir y hacerlo de manera diferente para que la
casa no se desplome de nuevo. Recuerden que solo se va a creer
por los resultados, por los frutos y no por promesas vanas. También
está la contraparte; es decir, la persona ofendida, lastimada.
Mientras lee este libro, una luz también llega a su corazón, y esa luz
le va a permitir tomar una decisión clara respecto a lo que pasó o
esté pasando.
La persona infiel pierde casi todo su capital de credibilidad. Sus
palabras y sus acciones fueron mentirosas y manipuladoras, y esto
minó la confianza de su pareja. Si quiere levantarse a nivel personal
y matrimonial de las cenizas, debe hacerlo con sinceridad, humildad,
paciencia, verdad y persistencia. Quien falló, primero debe tener un
fruto personal que luego se traslade a su pareja. Es mostrar que
ahora sí ha entendido su función en el matrimonio y las reglas claras
de esa maravillosa institución. Solo usted decide, Dios lo va a
respaldar.
Tal vez la situación sea irreversible, y por más que trate, ya no hay
salidas sensatas y reales para restaurar una relación matrimonial.
Aun así, queda la posibilidad de que existan salidas. Entonces, su
actitud y su decisión son las que le permitirán que ese jardín
estropeado se riegue y reverdezca como testimonio que pueden
más el amor, el perdón y la obediencia a Dios que la adversidad y
las equivocaciones. Mi esposa y yo lo logramos, de modo que sí se
puede.
Recuerden que todo esto es viable solo con el remedio que se
planteó aquí desde el comienzo; es decir, teniendo una relación
diaria y profunda con Dios, orando con fe y disfrutando estar en su
Presencia. Él da las fuerzas y el poder necesarios para enfrentar
todo tipo de adversidad en dicho tránsito hacia la reconquista y la
nueva vida de esa pareja maltrecha.
He descubierto que cuando bajo mis niveles de oración, algo
horrible quiere venir a mi vida para recordarme el pasado y hacerme
sentir que mi matrimonio no resultará. Es algo real, son recuerdos,
sentimientos, que tratan de condicionar la vida de las personas a las
emociones. Además, quien está detrás de la destrucción de
matrimonios es el diablo con todos sus ejércitos. No se trata de
religiosidad, ni misticismo, sino de una realidad.
Estos temas los he comentado en diferentes escenarios: radio,
televisión, empresas y hasta en el gobierno colombiano. Recuerdo
también cuando todos los jueves le daba estas conferencias a un
grupo en el Ministerio de Ambiente y Vivienda de Colombia, al que
asistían desde el ministro hasta los funcionarios de diferentes
niveles y profesiones.
Capítulo 13
SOMETERSE A LA AUTORIDAD
ES ESTAR PROTEGIDO

Todo aquel que ha nacido de Dios, no


practica el pecado, pues Aquel que fue
engendrado por Dios lo protege, y el maligno
no lo toca.
1 Juan 5:18, RVC.

En la dinámica de superar el problema de la infidelidad es


aconsejable tener una autoridad mayor. Alguien que conozca el
asunto y que ayude. El apóstol Pablo dijo que los espirituales deben
restaurar a los que pecan. Por eso se requiere de alguien
espiritualmente fuerte para que pueda levantar a quien está caído:

Hermanos, si alguien es sorprendido en


pecado, ustedes que son espirituales deben
restaurarlo con una actitud humilde.
Gálatas 6:1, NVI®

Por supuesto, al decir espiritual, nos referimos a alguien que ore,


interceda, entienda y anime. Recordemos que Dios confrontó al rey
David por medio del profeta Natán. Se requería de alguien lleno del
poder de Dios para decirle la verdad al rey David sin que se
molestara y sin que lo mandara a matar. Se requería de alguien con
la sabiduría y la firmeza de Dios para correr ese velo que el pecado
colocó en el entendimiento del entonces rey de Israel.
Con esto no sugiero que sea alguien religioso, alguien con un
título especial. Me refiero a un líder sólido, integral y con fruto en su
vida, que tenga amor y compasión y que esté dispuesto a ayudar.
No debe ser una persona que solo da buenos consejos o
reprimendas.
En este proceso de restauración es clave ir mirando los
progresos, los avances, y para ello nada mejor que alguien a quien
contarle las cosas, y que esa persona ponga las tareas y las evalúe.

Sometimiento no es debilidad, sino honra


El sometimiento tiene que ser voluntario y debe hacerse
entendiendo que la otra persona está para ayudar. Así que debe
mostrarse en obediencia y sumisión, al ver a la otra persona como
alguien que lo quiere llevar a un nivel a donde no ha podido llegar.
La regla es que para un hombre su autoridad debería ser un
hombre, y para una mujer debería ser una mujer. En este proceso
de cerrarle las puertas abiertas al pecado hay que cerrarle toda
puerta a la tentación.

Pero cuídese cada uno, porque también


puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a
llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de
Cristo.
Gálatas 6:1-2, NVI®

Por lo general, el sometimiento debe ser para los dos, tanto para la
persona que cayó como para quien se afectó de forma directa. El
infiel debe estar dispuesto a que le confronten; en otras palabras, si
está o no diciendo la verdad, si está dispuesto a continuar con ese
cambio profundo en su vida, a renunciar a su doble vida, a hacer las
tareas que se le asignen.
Esta práctica, a fin de cuentas, es para brindarle protección a
quienes tienen esas luchas, pues casi siempre esa situación se
presenta por fallas de pensamiento, falta de carácter o de identidad,
y por malos aprendizajes en la vida. Es como ponerle un techo a la
persona y brindarle protección. Cuando la persona cuenta sus
luchas internas, miedos, pasiones o aberraciones, comienza el
proceso de libertad, pues expresa algo que era una prisión, una
vergüenza, que de seguro pensó que nadie más tenía.
Lo lamentable es que cada día el número de hombres y mujeres
atrapados por los brazos de la infidelidad es cada vez mayor. Los
cónyuges que descubren esta situación piensan que a nadie más le
está pasando lo mismo, cuando lo cierto es que el mundo entero
está sometido a esta plaga.
En la gran mayoría de los casos, la infidelidad en los hombres
viene porque no le rinden cuentas a nadie. Hablan muy poco con su
pareja, no le dicen cuánto dinero reciben al mes, quiénes son sus
amigos, cuáles son sus frustraciones, así que viven en un mundo
aparte, aislados por completo.
Por desdicha, en las mujeres sucede lo mismo. Fueron
desobedientes desde la casa, y de no ser así, dieron con un primer
hombre que las tenía subyugadas. De modo que en esa ruptura
hicieron un voto interno de nunca más someterse a nadie, sin saber
que con esto perpetuaban las puertas abiertas para el mal en sus
vidas. Someterse no es debilidad, ni tampoco sinónimo de
inferioridad.

No mire a su pareja como rival, sino como ayuda


El matrimonio se creó para que el esposo y la esposa pudieran
compartir, convivir y disfrutar. Para muchas personas estas claves
del matrimonio no son claras. Como resultado, por el camino
aprenden a defenderse solos, así que tienen sus propios amigos y
desarrollan una vida independiente al dar por sentado que hablar y
disfrutar con su pareja es sinónimo de control y debilidad.
Ahora bien, es importante aclarar que, en esencia, la cabeza del
hogar, el gerente, es el hombre, pero si ese gerente no habla con su
socio principal en esa gran empresa llamada matrimonio, su mujer,
esa empresa no tiene futuro, no tiene acuerdos, ni sabe para dónde
va. En efecto, el matrimonio es la empresa más grande e influyente
para las generaciones posteriores, pues la mayor inspiración, ya sea
buena o mala, se la llevan sus hijos de su casa matriz, de sus
padres. En consecuencia, cada cosa que se haga determina la
influencia sobre sus principales socios, los hijos.
El gerente, el hombre, debe estar sometido a alguien. A veces,
cuando se toman decisiones, siempre es saludable consultar en
primer lugar con Dios, luego con el cónyuge, con los hijos si es el
caso, y aun con una persona de gran influencia por su sabiduría y
experiencia.
Si es un hombre creyente, debe tener un líder espiritual a quien le
rinda cuentas. Es decir, alguien a quien le cuente sus retos,
desafíos, temores, luchas y decisiones por tomar. Claro que al final
cada persona toma sus propias decisiones, pero lo que hace el
sometimiento es darle cobertura, elementos de juicios sabios para
que tenga el mínimo de error en el momento de dar los pasos.
Por lo general, las mujeres y los hombres solitarios e
independientes fueron hijos que no se sometieron a la autoridad de
sus padres porque no los tuvieron o porque nadie les enseñó. Hay
que ver la ventaja favorable de rendir cuentas y quitar todo asunto
que no corresponde a la realidad.
Rendir cuentas es contar con un tutor o un asesor y apoyarse en
una voz calificada que oriente a la persona. Sin embargo, quizá para
quienes lean este libro la rendición de cuentas, la comunicación
entre esposos y la determinación para resolverlo todo de común
acuerdo no fue la regla. Por consiguiente, deben tener presente que
a partir de ahora esta es una clave para salir de la infidelidad y
superarla. Aquí es donde se debe romper ese orgullo y estado en el
que a hombres y mujeres por igual les da pena pedir ayuda y abrir
su corazón por temor a que les juzguen o critiquen.
Como líder, he visto a personas que por muy mal que estén,
nunca se acercan a pedir ayuda por pena, prejuicios o temor. Así
que prefieren aparentar que todo les va bien cuando en realidad, por
el fruto que cada uno muestra, se ve que su vida es un fracaso.
Recuerdo el caso de un hombre con el que tuve dos reuniones de
orientación familiar. Solo dos reuniones. Para comenzar las
reuniones, mi esposa y yo siempre les decimos lo siguiente a las
personas que vamos a aconsejar: «La base del éxito de la
consejería es que digan la verdad. Deben entender que no están
aquí para que les juzguemos y que otras personas en el mundo
viven algo similar». En el caso de este hombre en particular,
prácticamente había destruido su hogar, pues conoció en su trabajo
a una mujer mucho más joven que su esposa y lo que comenzó
como un galanteo, terminó en embarazo y con una hija fuera del
matrimonio.
Por supuesto, una vez que se llega a esos niveles de la vida, hay
que tomar decisiones que van a doler, que van a lastimar a alguien,
que no eran la voluntad de Dios y que no son ni de sentido común.
La clave de la consejería o de la orientación es dejar que la
persona abra su corazón y saque todo lo que guarda allí. Del
corazón de este hombre salieron frustraciones, complejos, mentiras,
temores, venganzas, odios y razones falsas por las que obraba así.
Lo cierto es que este fue un tiempo de libertad, de abrir una tubería
a través de la cual salió toda la mentira que el diablo y el mundo
material colocaron en esta persona.
Para mi esposa y para mí como consejeros, la base, el requisito
primordial, es nuestra vida de oración y de comunión con Dios. De lo
contrario, serían infructuosas esas reuniones con personas
desesperadas que necesitan una luz en medio de la oscuridad
debido a las malas decisiones que tomaron. Este hombre salió de
allí con una decisión tomada. Algún tiempo después lo vi con su
familia recuperada y consolidada. Aplicó el principio de pedir perdón,
tanto a su esposa y a sus hijos, como a la mamá de su otra hija, la
que se concibió en esa aventura de odio y desamor. De seguro que
todo esto le acarreó consecuencias, pero ante todo, aplicó un
principio que aprendió en esta consejería y que nosotros
extractamos del libro de Proverbios: Nunca se aparten de nuestra
vida el amor y la verdad (véase Proverbios 3:3).
En algún momento de la vida de una persona que ha caminado en
un mundo de mentiras y de traiciones, puede brotar de su corazón
esta necesidad profunda de todo ser humano: el amor y la verdad.
Capítulo 14
LA COMUNICACIÓN COMO
REQUISITO PARA UN
MATRIMONIO FELIZ

Manzana de oro con figuras de plata es la


palabra dicha como conviene.
Proverbios 25:11

Una de las primeras cosas que se rompe en el matrimonio es la


COMUNICACIÓN. La mujer piensa que su esposo le va a adivinar lo
que quiere o por qué está enojada o indiferente. El hombre, por otra
parte, piensa que la esposa le va a leer la mente sobre sus
proyectos, preocupaciones y negocios, entre otros. Una familia
avanza y progresa cuando está unida, pues a través del diálogo se
pone de acuerdo. De esta manera puede alcanzar logros y
conquistar el mundo.
Por su diseño, la mujer tiene una manera diferente de
comunicarse. Le gusta más hablar de los detalles, del proceso en
general. El hombre es más concreto. La mujer es más sentimental, y
en su naturaleza está cobijada por la necesidad de que la escuchen
hasta en los asuntos más mínimos.
Los hombres y las mujeres que se unen en matrimonio provienen
de familias y culturas diferentes por completo, sobre todo con un
diseño de creación diferente. Allí radica la riqueza y el reto a la vez.
La comunicación hace que esas diferencias se puedan resolver y se
llegue a acuerdos productivos y benéficos para el matrimonio.
El grave peligro radica, tanto para esposos como esposas, en que
alguno de los dos quiera someter al otro, pues siempre termina
destruyéndolo. Lo recrimina porque no piensa igual, porque no actúa
de la misma forma, pero eso no es posible. Son dos mundos
distintos, pero complementarios. Esa es una realidad que no se
puede desconocer. De lo contrario, nunca se podrán resolver las
diferencias entre los cónyuges.
En esta tarea de comunicarse de manera continua, es muy
importante entender que el modo de concebir la vida de la mujer es
diferente a la del hombre. Cuando el hombre entiende que este
concepto viene de fábrica, dejará de luchar contra su esposa y
pasará al plano de amarla, aliarse con ella, pasar por alto detalles
que para él no son primordiales en la vida y su día a día será más
ameno.
Lo mismo sucede con las mujeres en su comprensión del hombre.
No hay que vivir recriminándolo de por qué no hace las cosas como
ella quiere. Recuerden, el hombre y la mujer son diferentes, pero
complementarios. Lo que los une es el amor.
Para resolver esas diferencias, desde las más sencillas hasta las
más complejas, se estableció la comunicación. A fin de que exista
una comunicación eficaz se requiere sacar tiempo y estar dispuesto
a escuchar. No es fácil, pero es el único camino para que todo vaya
bien y sin tropiezos. Si bien es cierto que cada día trae sus propias
dinámicas de trabajo, dificultades y retos, también es cierto que
debe primar ese tiempo de comunicación con su pareja sobre los
asuntos clave para sus vidas en común.

La buena comunicación evitará dolores de


cabeza
Como en toda empresa, se requiere tomar decisiones en cuanto a
hijos, inversiones, proyectos, sueños, conflictos, etc. Cuando no hay
una comunicación fluida, sucede que cada pareja toma sus propias
decisiones, pasando por alto que beneficiarán o perjudicarán a su
familia.
Las amarguras y los resentimientos pueden sobrevenir por malas
decisiones tomadas por uno de los dos cónyuges. A fin de evitar
inconvenientes y sinsabores en la vida, lo mejor es abrir ese espacio
para hablar, no solo con su cónyuge, sino con sus hijos.
El solo hecho de convocar al diálogo es honra, es tener en cuenta
que cada uno es valioso en la familia y que de veras actúan como
un todo. El viejo y válido principio de que «la unión hace la fuerza»
es cierto también para la familia. No se ocupe demasiado, ocúpese
de lo fundamental y su matrimonio lo es y más su pareja. No deje de
último su casa. Tan importante debe ser que, después de Dios,
constituye la segunda prioridad. Todos se irán, compañeros de
estudio, trabajo, amigos, pero su familia quedará.
Si no hay una disciplina para establecer esa comunicación, se
debe desarrollar mirando los beneficios. No siempre debe ser en la
casa. La búsqueda de nuevos espacios donde dialogar con su
pareja no solo contribuye a que todo vaya bien en la casa, sino que
alimenta el amor de pareja y rompe la rutina que hoy por hoy acaba
con los matrimonios.
Se sugiere que en ocasiones, después de cenar, los esposos
puedan dar una vuelta, bien sea a la tienda de la esquina, al parque
o por lo menos al estacionamiento. La idea es ir variando y
estableciendo un hábito para hablar sobre los asuntos de pareja y
de familia en general. Esa comunicación fortalece el matrimonio y
cierra toda posibilidad de tomar caminos torcidos. No hay forma de
saber lo que hay en el corazón de su pareja si no dialoga con ella.
Es muy triste ver que después de algún tiempo el hombre o la mujer
se desencantan de su pareja, pues dicen: «Lo desconozco. No
sabía con la clase de persona que estaba viviendo».
Lo duro del caso es que esta situación se originó porque en algún
momento de sus vidas se cerró la puerta a la comunicación y con
ella también la posibilidad de compartir sus vidas y permanecer
unidos.

Escuchar es un mandato de Dios y es un arte


Lo primero que debemos hacer es escuchar, después hablar, y si
por alguna razón hay motivos, disgustarse. Aun así, lo primero es
escuchar. Esa debe ser una condición básica para nuestra
comunicación: estar dispuestos a escuchar y no tener siempre una
respuesta para todo. No ponernos a la defensiva, ni creer que en el
diálogo tiene que haber vencedores y vencidos. Recuerden que el
matrimonio es un pacto, pero también es una alianza de fuerzas. Es
un continuo perfeccionamiento.

Todos ustedes deben ser rápidos para


escuchar, lentos para hablar y lentos para
enojarse.
Santiago 1:19, NTV

El matrimonio no es un pulso entre un hombre y una mujer para ver


quién tiene la razón y quién domina a quién. Apóyese en su pareja,
tome lo mejor de ella, pero también concédale lo mejor de sí. De
esta manera formarán un equipo muy poderoso. En el mundo
moderno prima el egoísmo, la autosuficiencia o el que cada persona
quiera bastarse por sí misma para todo. Dios, en cambio, diseñó el
matrimonio como la combinación de dos fuerzas poderosas que
pueden abrirse paso en medio de cualquier obstáculo.
La mayor excusa que dan las personas para separarse es una
idiotez, como la incompatibilidad de caracteres. Hay que repetirlo
hasta que se entienda: el esposo y la esposa tienen dos diseños
diferentes. Por supuesto, hay incompatibilidad entre el hombre y la
mujer, por eso el amor es una decisión, es un estilo de vida de
entrega del uno al otro. La mayoría de las personas llega al
matrimonio con una mentalidad egoísta y con un carácter
independiente; es decir, no acepta autoridad, reglas, sacrificios, ni
diferencias.
El matrimonio es renunciar a las ambiciones personales, a la
manipulación. El matrimonio es construir, es ayudarse el uno al otro,
es trabajo en pareja, es reconocer y aceptar debilidades y
fortalezas, es soñar cada día en pareja, es adaptación y tolerancia a
alguien imperfecto, es práctica del amor incondicional. De allí la
importancia inobjetable de convivir a diario con el inventor de esta
genial empresa: Dios.
En mi vida matrimonial he pasado por todos los estados posibles:
gozo, llanto, triunfo, derrotas, retos, pruebas, obstáculos y demás.
No obstante, entiendo que si quiero que esas situaciones no se
vuelvan una carga para mi vida, debo tener en la oración una fuente
de poder diaria que me dé descanso y me lleve a disfrutar de
manera integral de la familia.
La comunicación es el maravilloso canal a través del cual
expresamos todo cuanto pensamos, creemos y deseamos hacer
con nuestra pareja. Llegar a una buena comunicación toma tiempo,
pero hay que desarrollar ese espléndido hábito. Solo así
experimentaremos que no somos ni dictadores, ni personas aisladas
que nunca participan de decisiones clave en la vida, sino que otros
deciden por ellos y no siempre deciden bien.
Capítulo 15
DE LA VERGÜENZA AL HONOR

En vez de su vergüenza, mi pueblo recibirá


doble porción; en vez de deshonra, se
regocijará en su herencia.
Isaías 61:7, NVI®

La infidelidad es una afrenta o un deshonor que no se borra con


facilidad de la mente ni del corazón de quien sufrió el agravio. Se
requieren fortaleza espiritual y una férrea determinación para
levantarse a una vida de honor; es decir, a una vida que sea todo lo
contrario a la que se tuvo por la traición y el engaño.
El adulterio si se es casado, o la fornicación si se es soltero pero
había un noviazgo, es romper un pacto. Se trata de darle el
privilegio a la mentira y al engaño por encima de la verdad y la
transparencia. Aun sin salir a la luz, esto es una vergüenza tanto
para quien lo comete como para quien lo recibe.
Una vez conocida la infidelidad, y con el propósito de levantarse
de esa situación, hay un camino para cada parte involucrada en este
lamentable episodio. La víctima, llámese esposo o esposa, debe
enfrentar la situación. A menos que sea evidente, casi siempre
quien agrede niega el hecho y se declara perseguido. En las
consejerías eso es muy evidente. El reconocimiento sincero acarrea
consecuencias duras para la persona y su familia, e implica
rompimiento.
El infiel, si es hombre, muchas veces sale y está con su amante,
pero regresa a su hogar. Sabe que allí hay comida, cuidado de ropa
y, de todas formas, hay una fachada social de familia. La mujer
infiel, por el contrario, a menudo está a punto de marcharse de la
casa, pues no solo involucró su parte afectiva y emocional, sino
sexual.
En su proceso de afrontar esa situación, el cónyuge víctima debe
pararse firme y establecer lo que está pasando, a fin de identificarla
con claridad. Es obvio que esta situación es muy dura desde el
punto de vista emocional y afectivo, pues descubre que su pareja, la
persona con la que convivió por años, tenía una doble fachada y le
engañaba.

No entre en detalles sobre la infidelidad, le hará


más daño
De seguro que en ese proceso de establecer lo que está pasando
se va a enterar de muchas cosas desagradables. Eso es normal.
Recuerden que quien está detrás de todas estas cosas es un
enemigo espiritual que influye en las personas para llevarlas a cosas
muy duras que, a la larga, tratan de destruirlas. Parece cuento de
novela, pero la realidad es más dura.
Las mentiras, la manipulación y la traición son despreciables. No
entre en detalles, pues será peor para usted. Solo establezca si es
verdad y tome decisiones respecto a cómo buscar ayuda o
separarse. No hay más caminos, ni hay términos medios. O se
arreglan las cosas y se comienza de nuevo en el orden adecuado de
respeto, amor y honor, o se acaba todo. Si usted no decide, otros lo
harán en su lugar, y una decisión tardía puede agravar más las
circunstancias.
Esta etapa es peligrosa porque podría generar un deseo, incluso
de agredir o hasta matar al cónyuge o a su amante. Esa es la peor
salida y allí cae en la trampa de Satanás de destruir toda la familia.
Por eso aquí es importante pensar y repensar el futuro. Lo básico es
que esa pareja no estimó el gran valor que tiene usted, pero
también, y lo hemos visto miles de veces, su cónyuge cayó sin
darse cuenta en las redes de un enemigo destructivo capaz de influir
en las personas con descontentos y enojos causados por una mala
relación original.
En el caso de las mujeres, muchas veces el esposo descubierto
en esa situación se vuelve agresivo y trata de intimidar amenazando
con dinero o con quedarse con los hijos. Esa es una treta que busca
manipular a su esposa para que le acepte sus equivocaciones o
perversiones. Si la esposa acepta o negocia sus principios, quedó la
licencia para que este hombre adultere las veces que se le antoje.
Por lo general, las mujeres son más dadas a conservar y a luchar
por su matrimonio, pero aquí tienen que pensar el precio. Si
conservar el matrimonio es a expensas de aceptar que a su esposo
no se le confronte ni que este consienta los cambios, es un costo
dramático y poco rentable en pureza, amor y fidelidad para la
esposa y de muy mal ejemplo para sus hijos. Lo cierto es que tarde
o temprano, y debido a reincidir tanto en esa conducta, se irá de la
casa algún día.
En el caso de los hombres víctimas de la infidelidad pueden
suceder situaciones similares. Así que les ruegan a las mujeres que
se queden por temor a perderlas y a dejar sus hijos sin una madre.
Sin embargo, también sucede que ante los desprecios que estas
puedan hacerles, los hombres se vuelven violentos y arremeten en
su contra para torturarlas y acabarlas. En esta fase también es
importante valorar a qué costo se quiere mantener una relación. Si
eso es de esa manera, ese matrimonio se convierte en una sucursal
del infierno. No vale la pena. En este caso también se les
recomienda a los hombres buscar ayuda y tomar decisiones.
Como elementos comunes en las dos situaciones anteriores hay
que resaltar que a la infidelidad no se llegó porque el matrimonio
estaba bien, se llegó porque había fallas. Por eso aun en medio de
todos los pronósticos, si se habla de restauración o reingeniería
para ese matrimonio, debe ser con todo nuevo; es decir, el
reenfoque a esa vida conyugal es fundamental.
Mi esposa y yo vimos la victoria en esto: el disfrute de una vida
ligada a la comunión con Dios, no de manera ceremoniosa, sino
leyendo la Biblia y sacando los principios o leyes de un reino de
amor y de verdad. Esto nos lo mostró Jesús al enseñarnos acerca
de la honra en el matrimonio y a ponerla en práctica:

Honroso sea en todos el matrimonio, y el


lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a
los adúlteros los juzgará Dios.
Hebreos 13:4

Tengan todos en alta estima el matrimonio y


la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a
los adúlteros y a todos los que cometen
inmoralidades sexuales.
Hebreos 13:4, NVI®

Cada quien le da la altura que quiera a su matrimonio, pero el


estándar de Dios es que no solo le demos alta estima al matrimonio,
sino a la fidelidad. Esto no es relativo, es una ley. Existen
matrimonios malos, mediocres y superiores. Cada pareja le da a su
matrimonio esa estima, ese valor en el que cotiza su familia. No el
que le dio la abuela, ni el que le dio la mamá, sino superior. Ese es
el anhelo de Dios y la cumbre que Él quiere para ese nido de amor.
La palabra mancilla significa «mancha, deshonra». No manche su
lecho conyugal. Manténgalo limpio hasta el final. Si ya está
manchado, debe limpiarlo, o mientras lo decide, pare las manchas
en su matrimonio. Las manchas traen consigo el derecho legal para
que los demonios acaben esa familia. Aun sin conocerlas, cuando
se camina contrariando las leyes divinas, quien lo hace se expone a
duras consecuencias. Aunque no es la regla, hemos visto personas
que se enferman de gravedad y mueren debido a la promiscuidad.
De las cenizas a la gloria
A fin de pasar de la vergüenza al honor, tiene que haber un nuevo
comienzo. Además, sin esgrimir pretextos de ninguna naturaleza, se
debe admitir que se falló y que se está dispuesto a construir lo que
se derrumbó. Tanto el agresor como el agredido deben tener
humildad y enfoque en el futuro. El «espejo retrovisor» solo debe
verse para mirar la distancia recorrida, no para recriminar.
El arrepentimiento es la clave para todo este proceso. La palabra
«arrepentimiento» significa cambio de mentalidad. Entonces, ¿qué
le hizo calificar de manera tan baja su relación matrimonial? ¿Qué le
llevó a no valorar su familia? ¿Qué concepto tiene del buen trato y
de la tolerancia en su casa? ¿Qué significa para usted la pureza
sexual y la dignidad de su pareja? Estas son solo algunas de las
preguntas que debería aclarar para iniciar una nueva vida. De
seguro que muchas de estas cosas las aprendió mal y las tiene
invertidas. Como resultado, no entiende lo que es honrar, amar,
entregar, valorar, luchar, ser fiel y cuidar.
Si su caso es de poder arreglar su matrimonio, el cambio debe ser
total. Significa renovación en su forma de pensar y de actuar, y ese
cambio solo se propicia al pedírselo a Dios. Cuando lo conocemos a
Él, empezamos a honrar a nuestra pareja y la vida tomará otro color.
Las cosas que en el pasado se hicieron mal, se empiezan a corregir
en el presente. Con esto no me refiero a que hay que ir a una iglesia
y poner cara de religioso, prender velas y levitar. No, se trata de
recibir la luz de Dios a través de lo que dejó escrito en su Palabra
para que se obedezca. Eso se llama obediencia y honra a Dios.
He visto a hombres y mujeres infieles haciendo promesas vanas.
Torturados por la conciencia del pecado y asediados por la
amargura de haber fallado, se hacen el propósito de cambiar. Al
final, no cumplen, porque detrás de la infidelidad hay una fuerza
oscura que quiere retenerlos allí para que nunca tengan una familia
estable. Así que la victoria no está solo en los buenos deseos, pues
se requiere de un poder real para vencer un problema real. Ese
poder solo se revela por creer y obedecer a un Dios invisible que se
hace visible cuando leemos y obedecemos sus instrucciones
escritas.
Si el caso es el de una ruptura irremediable con su pareja,
también debería pensar en una vida de honor. Una mentira del
diablo es hacerle pensar que si no es en el adulterio, no será feliz.
La reflexión que cabe es la siguiente: «¿Cuántas relaciones quiere
tener antes de ser estable y tener una familia que lo respete y lo
quiera seguir? ¿Cómo se ve en cinco, diez o veinte años?». Honrar
y valorar a las personas y a nosotros mismos son elementos para
caminar firmes en esta tierra.
Capítulo 16
EL PERDÓN ES EL ÚNICO
CAMINO PARA EL AgREDIDO

Más bien, sean bondadosos y compasivos


unos con otros, y perdónense mutuamente,
así como Dios los perdonó a ustedes en
Cristo.
Efesios 4:32, NVI®

Después que se descubre y se vive una infidelidad, las heridas que


resultan son profundas. Se quisiera retroceder en el tiempo, negar el
problema, creer que esa pesadilla es un sueño. Sin embargo, ese
no es el caso, pues es una realidad y como tal hay que enfrentarla.
Así que no hay argumentos que valgan.
Ante esta situación, afloran la decepción, la traición, el engaño, la
mentira, la deslealtad, la deshonestidad, la canallada y aun
calificativos más fuertes. Esa es la primera etapa, la de la reacción.
Entonces, una vez que se acepta el hecho, y con el propósito
principal de sanar el corazón de cada persona, la siguiente salida,
independientemente de qué rumbo tome cada cónyuge, es el
perdón.
El perdón es un regalo, y como tal, no hay lugar para negociar ni
pretender que haya algo a cambio. El perdón se debe dar aun en
medio de escenarios adversos como ese en el que el cónyuge se va
con otra persona para nunca más volver.
El verdadero perdón es como nos lo enseña Dios al arrojar a las
profundidades del mar todos nuestros pecados, como si no
existieran más, y siempre que nos arrepentimos. Así que cuando
perdonamos, no debemos acordarnos de la ofensa. Sé que esto
duele, porque el corazón reclama venganza, pero el perdón se da
sin esperar nada a cambio. En esto radica la grandeza de una
persona.
Si bien es cierto que en este libro se hace un recorrido por causas
y efectos que casi siempre están ligados a la infidelidad, hay cosas
que no se pueden explicar, o al menos no están claras, pues aquí
convergen situaciones muy complejas. Debido al rompimiento
repentino y oculto de su pareja, la persona que es víctima de la
infidelidad queda atónita, perpleja. Es como si una bomba le
explotara a su lado y no sabe cómo reaccionar. En su proceso de
asimilar lo sucedido trata de atar cabos y de concatenar situaciones
en busca de respuestas lógicas a algo que en el fondo es lo menos
lógico.
Las máscaras y la hipocresía que una pareja usa para moverse
en el mundo de la infidelidad hacen que no se vea nada extraño en
su maltrecho matrimonio. Sin embargo, el abandono y la falta de
cuidado de su pareja abonan también el terreno para que se
desarrollen acciones que terminen en la entrega clandestina de uno
de los cónyuges a su amante.
En ese enmarañado escenario pueden suceder varias cosas que
hacen más difícil o más llevadero el futuro de las personas
comprometidas.
En un primer caso, el cónyuge adultera y su pareja le descubre.
Lo que sucede después es incierto. Por lo general, ese matrimonio
se destruye y a la persona adúltera no le queda otra alternativa que
empezar una nueva vida con su amante o quedarse sola.
Otro caso es cuando la pareja, a pesar de descubrir la infidelidad,
resuelve sufrir el dolor, la vergüenza y rehacer su vida. En esta
solución se hace necesario un borrón y cuenta nueva de manera
genuina. Es resurgir de la ceniza y tener una segunda oportunidad
de oro.
Un tercer ejemplo lo podemos apreciar cuando se descubre al
cónyuge infiel y comienza un juego peligroso de tener aventuras
clandestinas que lo único que hacen es ir destruyendo el
matrimonio, pues deshonran el pacto matrimonial y le dan cabida a
maldiciones que son reales y pueden terminar hasta en la muerte de
uno de los dos.
El cuarto escenario es cuando en las anteriores relaciones hay
hijos. Eso hace más delicado y grave un panorama que de por sí ya
era doloroso. Los hijos necesitan un padre o una madre, pero
aunque uno de los dos quiera arreglar su matrimonio, la afrenta es
muy fuerte. En este caso, una esposa no solo tendría que aceptar
que su esposo le fue infiel, sino que trajera a su casa otro hijo y
tenga que amarlo y abrirle espacio como si fuera suyo. Claro, el hijo
no tiene la culpa, pero llevarlo a la casa es como legalizar la
ilegalidad y tener un recuerdo de una deshonra en el matrimonio.
Otro caso es que ese padre tenga el visto bueno de su esposa para
ir a visitar a ese niño producto de la infidelidad y, como es obvio,
tener contacto con su mamá. Por razones incuestionables, la
desconfianza va a estar a la orden del día.
Aquí los moralistas se podrían levantar y decir que eso hay que
hacerlo. Bueno, esa es una salida, pero vaya cada persona y
póngase en los zapatos de esa mujer. No solo está dolida por saber
que su esposo fue traidor y mentiroso, sino que también aportó a su
casa el fruto de ese adulterio. Así que tiene que sufrir la burla y los
comentarios de su familia y allegados en general. Estos son hechos
reales y se viven a diario.
Esto es más evidente si se habla del adulterio en las mujeres. La
mujer no puede ocultar el embarazo de un hijo, pero sí puede
abortar y efectuar otra salida macabra. Con mucha frecuencia
sucede que le hace creer a su esposo que ese hijo que espera es
de él. La otra salida a esta infidelidad y ante un embarazo es
definitivamente irse de la casa.
Aunque hoy por hoy el asunto del embarazo no es trascendental,
pues es común que las mujeres casadas se operen o tengan una
planificación familiar permanente, es lamentable que sí exista una
mentalidad de pecado. La realidad es que con esto le abre la puerta
a una aventura extramatrimonial, ya que saben que no quedarán
embarazadas y, por lo tanto, no quedarán evidencias de esa
deshonra.
Después del golpe, la reflexión
En cualquiera de los casos anteriores, hay dolor, frustración,
angustia y desesperanza. Son hechos reales que dejan sin piso a
las personas y que implican un proceso de recuperación que
demorará algún tiempo. Son heridas que deben sanar. Huellas que
deben borrarse, o al menos que queden solo las cicatrices. La
persona que causó ese mal nunca dimensionó el alcance
devastador que eso ocasionaría. Entonces, solo cuando vuelve a la
realidad y mira lo sucedido, va a valorar esa relación o ese hogar
que tenía.
Aunque se han visto casos donde quien comete el adulterio
endurece su corazón y para defenderse asume una actitud de
ataque. Con el tiempo, su corazón entenderá razones y, aunque sea
demasiado tarde, valorará a su familia. Lo cierto de todas estas
situaciones planteadas es que el único camino que le queda al
agredido es el perdón.

El perdón es un regalo, no un negocio


Por lo general, quien fue la víctima de la infidelidad busca que su
pareja pague por todo lo sucedido. Razones tiene de sobra. Es
justicia, es lo mínimo, y además debería pagar no solo lo que hizo,
sino los efectos que le seguirán a esa situación: más hijos, pérdida
de dinero, enfermedades, soledad, maltrato, amargura y dolor, entre
otras consecuencias. Sin embargo, por el bien de quien sufrió esta
acción, el único camino es el perdón.
En los seminarios de parejas que hemos hecho con mi esposa,
les explicamos a las personas lo que es el perdón y cómo perdonar
continuamente a las otras personas. Según la Biblia, el Libro de
Instrucciones de Dios, el perdón es:
1. Un mandato de Dios. Él no nos manda a hacer algo que
no podamos hacer. Si dijo que perdonemos, lo podemos
hacer.
2. El perdón es un regalo, no un negocio. Las personas
quedan frustradas cuando condicionan un perdón al
cambio de conducta de la persona perdonada. Lo normal
es que cambien, pero no siempre sucede así, y ese no es
el enfoque del perdón.
3. El perdón no se merece. La otra persona no es digna
del perdón.
4. El perdón es por mi propio beneficio. Alguien dijo que
cuando no se perdona es como si se tomara un veneno
creyendo que con eso matará a la persona que lo ofendió.
5. El perdón es liberador. Cuando se perdona a un
agresor, la víctima también se libera. La amargura, el llanto
y la rabia se eliminan de la vida de quien perdona.
6. El perdón no es un sentimiento, es una decisión. No
hay que esperar a que algún día se sienta el deseo de
perdonar, tal vez nunca llegue ese día.
7. El perdón es un estilo de vida. Hay que perdonar a
diario. Siempre habrá gente que nos lastime con sus
acciones o su indiferencia, empezando por los más
cercanos.
8. El perdón es una manifestación del amor. El amor
cubrirá multitud de pecados (1 Pedro 4:8) y dará la gracia y
las fuerzas para perdonar.
9. El perdón trae sanidad física y emocional. Cuando se
sabe perdonar, se logra incrementar la salud física y
emocional.
10. El perdón borra una cuenta. Con el perdón se rompen
las cuentas de cobro que teníamos contra alguien.

Este mundo no tiene la cultura del perdón, pues en la tierra todo


se cobra. Uno va por la calle y la gente no está dispuesta a ceder ni
a entender a otros. Cada quien va por lo suyo, y si alguien les falla,
se quieren asegurar que paguen hasta el último céntimo. Es la ley
del talión: ojo por ojo, y diente por diente. El Creador del perdón,
Jesús, el Hijo de Dios, nos da la instrucción de cómo perdonar.

De la manera que el Señor los perdonó, así


también háganlo ustedes.
Colosenses 3:13, RVA-2015

Recuerden que Dios nunca nos manda a hacer algo sin antes
decirnos cómo hacerlo. El libro de Hebreos, en el Nuevo
Testamento, nos dice que Dios nos perdonó todos los pecados y
nunca más se acordará de ellos.

Yo les perdonaré todas sus maldades, y


nunca más me acordaré de sus pecados.
Hebreos 8:12, TLA

Este es un regalo que no todos han visto ni todos disfrutan. Se trata


de un perdón gratuito, así que es un regalo. Dios Padre, a través de
Dios Hijo, perdonó los pecados de toda la humanidad. ¿Cómo se
recibe el perdón? Por fe. Cuando la persona se arrepiente de su
maldad y confiesa que ha fallado, recibe lo que Dios dejó disponible.
¿Cuál es la acción del cielo? Si se hace de esta manera, se
cumple lo que Dios prometió: Él nos perdona y nunca más se
acuerda de nuestros pecados: «Yo les perdonaré todas sus
maldades, y nunca más me acordaré de sus pecados».
En el Antiguo Testamento, el rey David cometió un pecado que
desencadenó varios pecados. Luego de algunos meses
escondiendo esa maldad, decidió abrir su corazón y su boca para
confesarle sus pecados a Dios. Así se sintió su corazón cuando se
arrepintió y confesó su maldad:
Dichoso aquel a quien se le perdonan sus
transgresiones, a quien se le borran sus
pecados. Dichoso aquel a quien el SEñor no
toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu
no hay engaño.
Salmo 32:1-2, NVI®

Como ya se vio, hay cosas que no son explicables ni justificables.


Lo triste y lamentable es que fueron equivocaciones, perversiones y
demás acciones cometidas por el cónyuge. Sin pedirlo, usted entró
en una crisis; es decir, en un cambio brusco en el curso de su vida.
Para empezar a manejar la crisis, solo queda hacer lo que el Dueño
de la humanidad manda: perdonar como Él enseñó.

Queridos hermanos, no busquen la


venganza, sino dejen que Dios se encargue
de castigar a los malvados. Pues en la Biblia
Dios dice: «A mí me toca vengarme. Yo le
daré a cada cual su merecido».
Romanos 12:19, TLA

Dios es un Dios de justicia. En el adulterio, ya sea por equivocación


o por engaño, alguien cometió una infracción en contra del orden
divino de esta tierra y hay un castigo, hay una multa. Alguien tiene
que pagarla. Dios dijo que no tomemos la justicia por nuestra propia
mano. Cuando alguien perdona, le deja la justicia a Dios y Él se
encarga de este caso. Parece algo de menor importancia, pero es la
decisión más sabia.
Capítulo 17
VIOLACIONES, ABUSOS E
INFIDELIDADES

Fortalézcanse con el gran poder del Señor.


Pónganse toda la armadura de Dios para que
puedan hacer frente a las artimañas del
diablo.
Efesios 6:10-11, NVI®

El aspecto sexual es uno de los más íntimos, más resguardados,


pero también uno de las más vulnerables. A pesar de los esfuerzos
de gobiernos, organizaciones sociales y de las familias en general,
cada día es mayor el número de víctimas de violaciones y de abuso
sexual.
Debido a la gravedad del abuso sexual, esta abominable conducta
lo es más cuando se comete contra menores de edad. En estos
casos se irrumpe de manera violenta en alguien inocente y puro, así
que esta situación debe generar todo tipo de repudio. Es una
agresión que marcará de manera inevitable la vida sexual de esa
niña o de ese niño.
Detrás de los violadores hay espíritus o demonios que buscan
destruir vidas. En muchas naciones no ha valido establecer la pena
de muerte ni endurecer el castigo para los violadores. La realidad es
que semejante acción está bajo la influencia directa de los espíritus
malignos que en mayor o menor grado operan a través de ciertas
personas.
En cuanto a los demonios hay muchos mitos y la gente cree que
para reconocerlos debe haber manifestaciones tales como echar
espumarajos por la boca, hablar con otra voz o hacer acciones
violentas. Sí, esa es una faceta de los demonios, y de esa forma
sucede en algunos casos de liberación. Me ha tocado lidiar con
ellos, pero en su gran mayoría su «éxito» está en pasar camuflados
o inadvertidos.

¿Cómo entran los demonios a operar por medio


de personas?
Sin ahondar en este tema que corresponde a un estudio profundo,
estas criaturas espirituales pululan en el espacio y son como las
bacterias, no las vemos, pero allí están haciendo daño. En algunos
casos veremos la manera en que entran en una persona, dado que
un espíritu cobra más fuerza cuando tiene un cuerpo.
Lo paradójico es cuando una persona es víctima de abuso. Da la
impresión que una mosca se para encima de ella y deja una huella,
un rastro. Se trata de una señal que tienen los demonios para usar a
la persona como instrumento de destrucción. Es duro entender el
problema y el común de la gente no lo capta, pues solo debe
discernirse de manera espiritual. El fin que se proponen los
demonios es la destrucción de vidas.
En una niña víctima de abuso, ya sea por violación o porque la
manosean, queda la huella que a veces es imperceptible al ojo
humano. Aun así, se logra detectar con el accionar de los espíritus
engañadores que desde ese episodio en adelante quieren acabar
con la vida de su víctima.
Sobre las personas que el diablo puso sus manos en lo sexual, de
manera cruda y real sigue teniendo el camino abierto para continuar
afectando esa vida. Por lo general, a medida que esa niña crece
puede pervertirse al respecto y darle rienda suelta al sexo ilícito. De
ahí que esto quizá le conduzca a la promiscuidad y al desenfreno
sexual. Por otra parte, también está el caso en el que se genera un
rechazo y un fastidio tan grande hacia los hombres que termina en
el lesbianismo. Por último, vemos lo que sucede en la mujer que
tratará de llevar una vida normal, pero debido a esas marcas no
naturales ni normales, su vida matrimonial se convierte en
traumática.
Cada vez que lo pienso, más valoro que tengamos disponible al
Libertador y Redentor llamado Jesús. Allí es donde no le damos un
valor religioso ni místico, sino real y poderoso, pues de no ser por
Él, las niñas que sufren esa situación no tendrían ninguna
esperanza.
Cada semana mi esposa y yo atendemos personas que tienen
esa condición. Son cuadros muy parecidos: mujeres que no ríen y
están llenas de amargura, dolor y resentimiento en la vida. En
realidad, parece que estuvieran en prisiones, pues no se explica
cómo su vida sea tan triste y carente de sentido.
Hemos visto casos de mujeres que fueron víctimas de abuso
desde la niñez y no lo sabían o al menos ese cuadro no les
resultaba tan real. De ahí que no entendieran por qué esa situación
inofensiva en apariencia afectara tanto sus vidas.
Cuando una persona le rinde su vida a Dios confesando que
ahora Jesús es su Señor, comienza a caminar en obediencia
conforme a todo cuanto dice la Biblia, esto es en oración y alabanza.
Hemos visto que Dios en su amor le puede revelar a la persona, en
un sueño o en una visión, una imagen de algo que sucedió en su
niñez. Dios ama a sus hijos, y como tal, puede revelarles al espíritu
de sus hijos algo que les está haciendo daño y puede ayudarles en
el proceso de libertad. Él es soberano y hace como quiere.
Por los casos atendidos, no siempre es así. En cambio, es una
manera en que Dios le muestra esa situación a esa mujer que
perjudicaron en su niñez y que, sin darse cuenta, lleva una herida
que está acabando con su vida. Se trata de algo más que una
radiografía o unos rayos X, ya que es la revelación profunda que
solo el Espíritu Santo hace por amor a quienes ponen su confianza
en Dios y lo buscan de todo corazón.
En diciembre de 2012, luego de regresar de Estados Unidos a
Colombia y de vivir una prueba de fe grande con mi hija en ese país,
di una conferencia titulada «Reconciliándonos con el padre», en la
cual hablé de los padres que no fueron el mejor ejemplo para sus
hijos. Recuerdo que fue una conferencia que impactó mucho, pues
algunas mujeres descubrieron o revisaron que sus papás abusaron
de ellas con toques y manoseos en sus áreas sexuales, y sus vidas
estaban marcadas por fracasos en sus matrimonios y en su vida
afectiva.
Esto parece sacado de películas, pero quiero enfatizarles que esa
realidad supera cualquier guion de cine o televisión. Los padres con
distorsiones o perversiones en el aspecto sexual, y bajo la influencia
de demonios, sirvieron de instrumentos para atacar a sus propios
hijos. A la semana siguiente, mi esposa y yo teníamos varias citas
con mujeres que presentaban esa afectación y pudimos orar y
guiarlas a obtener su libertad y sanidad de corazón. Dios es bueno.
Volviendo al punto de cómo entran los demonios en las personas,
hemos visto que lo hacen por libros que se leen con un contenido no
necesariamente catalogado como diabólico o de magia. Pueden ser
libros que profundicen en el tema sexual, como libros de arte, cine,
literatura, poesía, o que hablen de cultivar de manera exagerada el
aspecto mental, etc. Recuerden que los libros los escribieron
autores y no todos tienen un corazón sano ni limpio. Cuando una
persona lee y se adentra en el contenido de libros como esos, la
realidad es que la mente de ese lector acepta y recibe ese mensaje;
es decir, le afectan su manera de pensar.
En el fondo, cada lector busca material con el que se identifica,
que le hable de su problema, adicción, frustración, trauma,
complejo, miedos. Entonces, si ese material tiene un perverso sesgo
ideológico, por allí entran los demonios a la persona para controlar,
manipular y obsesionar. De modo que pueden comenzar a entrar
con sueños, visiones y visitaciones de espíritus que tocan a las
personas. Esto es real y lo hemos visto muchas veces. Lo vemos a
menudo tanto en niños y niñas como en jóvenes y adultos que no
pueden dormir y tienen perturbaciones. El diablo no respeta a nadie.
Hay que saber el poder que se tiene en Dios para enfrentarlo.
En asuntos de demonios, la realidad supera la
ficción
A estas alturas en lo que está leyendo, quiero destacar que el
contenido de esta publicación no es producto de teoría ni de
suposiciones retóricas. ¡De ninguna manera! Está basado en
experiencias reales y sustentadas en lo que dice el libro más
profundo y más sabio: La Biblia. Es producto también del contacto
directo con casos de consejería y orientación familiar, donde salen a
flote situaciones reales que le suceden a personas reales y que
requieren soluciones reales.
Los demonios también influyen o entran por películas y programas
de televisión. El contenido visual y auditivo de cine y televisión entra
al intelecto y afecta la manera de pensar. Parece inofensivo, pero
muchos contenidos pueden contribuir a agrandar, distorsionar o
desdibujar en televidentes faltantes o vacíos emocionales,
complejos o traumas. Una imagen vale más que mil palabras… y es
verdad. Las imágenes son huellas que quedan en la memoria y
pueden afectar de manera positiva o negativa a una persona.
Sin que se dé cuenta siquiera, a una persona víctima de maltrato
físico o emocional le pueden afectar escenas que hablan del mismo
problema. Se vuelve un comportamiento repulsivo, pero a la vez
complaciente con algo que sucedió en su vida. O bien allí se incuba
una venganza o una conducta anormal y de rechazo hacia personas
o hacia algunas situaciones que de seguro afectan sus vidas.
Los demonios también entran por asistir a lugares donde estos
tienen un gran dominio exterior e interior. Recuerdo un diciembre
que fuimos con mi familia a una ciudad del Pacífico colombiano y
nos invitaron a orar en una casa del conjunto residencial donde nos
alojamos. Cuando terminamos de orar y salimos, una mujer que
salió con nosotros de esa casa comenzó a ver cosas y a tener
manifestaciones diabólicas.
No se trataba de una mujer de la calle, sino que era la esposa de
un señor que tenía su casa en ese conjunto y madre de tres hijos.
¿Qué pasó? Algo había en esa casa y algo tenía esta señora que de
inmediato generó esta manifestación espiritual.
Cuando uno o varios demonios tienen acceso en el cuerpo o la
mente de una persona, no necesariamente que sea una posesión,
hay un canal a través del cual esos espíritus malignos pueden
afectar a dicha persona. Hay como una afinidad que hace que
toquen a la persona y la controlen.
Sí, esa es una realidad. Lo he visto y me ha tocado enfrentar esa
situación en mi ayuda a personas que permitieron que estos
géneros sobrenaturales afectaran su mente y después su cuerpo.
Su gran aliado es la incredulidad. Muchas personas no creen que
esto sea una realidad, y esto facilita el accionar de estas entidades
invisibles que literalmente secuestran a la persona, le roban su
identidad y a través de ella ejercen un poder malévolo.

El abuso se sana con oración y amor


Cuando la niña víctima de abuso, tenga o no tenga conciencia plena
de lo sucedido, sea mayor, se verá afectada en su parte emocional y
afectiva, así como en su parte sexual. Por lo cual, su vida
matrimonial puede ser trastocada por la infidelidad de su cónyuge,
quien sin saber las razones de fondo del comportamiento de su
esposa, se puede sentir rechazado por ella y buscar otra persona.
También ella misma puede incursionar en el terreno de la infidelidad,
motivada por un sinsabor y una desazón en su vida afectiva,
emocional y sexual.
A todas luces, esta situación es injusta para quienes la padecen, y
a menudo vemos que su familia no sabe cómo enfrentarla. Con
razón la Biblia nos aclara que no tenemos lucha contra carne ni
sangre, sino contra organizaciones espirituales de maldad que se
mueven en los aires de este mundo:

Pónganse toda la armadura de Dios para


que puedan hacer frente a las artimañas del
diablo. Porque nuestra lucha no es contra
seres humanos, sino contra poderes, contra
autoridades, contra potestades que dominan
este mundo de tinieblas, contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones
celestiales.
Efesios 6:11-12, NVI®

Sin ningún tipo de vacilación se puede afirmar que la infidelidad


provocada por estos traumas e influencias espirituales solo se
superan orando y llenándose del poder de Dios. Aquí no hay buenos
consejos, ni hay motivación que valga. Para una influencia oculta de
la oscuridad, solo cabe una gran influencia espiritual de la luz a
través de la cual se derroten estas tinieblas.
Una madrugada después de orar, me fui a dormir. No me había
dormido cuando tuve una revelación de parte de Dios. Era un
demonio saliendo de los genitales de una mujer y caminando por el
pasillo de un auto. ¿Cómo lo supe? Por el Espíritu, eso se llama
revelación. En ese lenguaje sensacional que solo se experimenta
por el poder de la oración pude saber que esta mujer había tenido
alguna experiencia sexual en un auto y que esta situación en
particular les había dado derecho legal a los demonios para
perturbar su vida.
También de allí pude saber que literalmente estos espíritus
malignos pueden atrapar esas áreas y manejarlas a su antojo. Es
como si le robaran la voluntad a la persona e hicieran lo que
quisieran. Quienes han tenido esos impulsos que no pueden
controlar saben de qué se trata esto. Los hombres víctimas de
abuso sexual en su niñez tienen una alta tendencia a ser
homosexuales, y en el caso de mujeres, a ser infieles, promiscuas o
hasta prostitutas.
Gracias a Dios hay salidas. Lo oración, ejercida bajo la posición
de hijos de Dios que lo aman, saben que se puede lograr la libertad
espiritual de este yugo maligno. De ahí que se deba leer el mensaje
de fe, creerlo con todo el corazón y decidirse a seguir esas
enseñanzas de luz y verdad. Cada quien decide si quiere estar
esclavizado o luchar por tomar una libertad que ya quedó disponible
para los valientes que quieran un mañana mejor. La fe le resulta al
que cree, pues no se requiere ser una persona muy espiritual para
usar esa maravillosa semilla. Cualquiera que se decida a creer y a
cambiar, obedeciendo lo que dice el Maestro, Jesús de Nazaret, va
a ver grandes resultados.
Esta decisión hará que pare esta cascada de desastres que les ha
sobrevenido a las personas que han destruido uno, dos y más
matrimonios, y siguen sin controlar el aspecto emocional, afectivo y
sexual. Los animo a que busquen ayuda y estén dispuestos a iniciar
una nueva vida. Ese es mi anhelo y el propósito previsto al escribir
este libro.
Capítulo 18
INFIDELIDAD Y RUINA

Atrapen a las zorras, a esas zorras


pequeñas que arruinan nuestros viñedos,
nuestros viñedos en flor.
Cantares 2:15, NVI®

La infidelidad no solo es tener o mantener una relación con una


persona diferente a su cónyuge. Es una situación más compleja y
delicada, con profundas consecuencias, que no siempre se
alcanzan a percibir en lo natural en la primera parte, pero que
terminará trayendo consecuencias negativas al final. La infidelidad o
el adulterio es la alteración de un estado y la subversión de un orden
divino. Todo esto trae efectos que se reflejarán a corto, mediano o
largo plazo.
La infidelidad no honra un pacto y provoca graves repercusiones.
El asunto no es solo moral o religioso, sino que es hacer fraude en
un pacto, pues todo en la vida se mueve por pactos. Desde el libro
de Génesis hasta la llegada de Jesús como Libertador de la
humanidad, siempre ha habido pactos. El Creador, siendo Dios, el
Supremo, el Altísimo, el Soberano, no activa su parte si el ser
humano no actúa dentro de los parámetros de su pacto o la alianza
que estableció Él mismo.
Aun en lo natural todo se mueve por pactos y reglas. Cuando un
trabajador se vincula a una empresa, lo hace a través de un contrato
y se acoge a toda la normativa que esa empresa tiene con
beneficios y deberes. Si ese trabajador se esfuerza y da lo mejor de
sí para que esa empresa crezca y cumpla su propósito para la que
se creó, casi siempre ese esfuerzo, aun si no lo ven los jefes, tiene
recompensa. Ese trabajador se movió con fidelidad en el marco de
ese contrato.
La Biblia nos habla de manera contundente sobre este punto:

¿No saben que el que se une a una


prostituta se hace un solo cuerpo con ella?
Pues la Escritura dice: «Los dos llegarán a
ser un solo cuerpo». Pero el que se une al
Señor se hace uno con él en espíritu.
1 Corintios 6:16-17, NVI®

Este pasaje de la Escritura nos ilustra lo que sucede cuando, por


ejemplo, un hombre se une a una prostituta. Dice que los dos llegan
a ser una sola carne, un solo cuerpo. Esto es un misterio, pero es
una realidad natural y espiritual. En términos simples, quedan
ligados de manera íntima. Se vuelven uno solo al tener contacto
sexual. Esto quiere decir que quedan ligados a través de un lazo
espiritual que los envuelve. De modo que las cosas que están en la
mujer pasan a ser parte del hombre, y las cosas del hombre pasan a
ser parte de la mujer. Esto explica por qué hay hombres que solo
pensaron tener una aventura sexual con una prostituta. Entonces,
por no conocer esta verdad espiritual, terminaron arruinados, ya que
después de llegar a casa pensaron seguir su vida normal. Al final, su
salud, sus finanzas y su estado emocional se vienen de repente al
piso.
Es evidente el principio que establece la Biblia cuando dice: «La
paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23). La paga, el resultado
del pecado, es la muerte. Algo muere cuando alguien peca, y casi
siempre es en la salud, las finanzas y la familia. A esa ley se le
llama «la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:2).
Constituirse en una sola carne significa entrar en pacto, así sea
por ignorancia. Significa compartir la victoria o el fracaso. Entonces,
el hombre con tendencia a la infidelidad y con luchas en la vida, que
al menos tenía su hogar y luchaba por caminar firme, ahora, en
cuanto a lo espiritual, está enlazado con el fracaso y la ruina que
tenía la prostituta. Las evidencias afloran en todas las sociedades y
en nuestro entorno.
No siempre el hombre se consigue una prostituta, pero el principio
es el mismo. Por deshonrar los pactos y por transferencia de pactos,
tendrá cosas que de uno pasan al otro. Lo mismo sucede con las
mujeres infieles. Hasta su deseo de vivir se puede alterar y ellas no
explican por qué. Al comienzo todo puede ser un cuento de hadas,
pero luego vienen las consecuencias, así sea a largo plazo.
En el plano espiritual, tenemos lo siguiente: Cuando una persona
cree en Jesucristo y lo obedece, se hace uno con Él en el Espíritu.
En cambio, cuando cree en el diablo o deja que este le engañe,
entra en pacto con él y le da derecho legal para que actúe a través
de su persona. Hay una transferencia, la santidad de Dios es mía, la
riqueza de Dios es mía, el amor de Dios es mío, el poder de Dios es
mío. No tengo que pagar por esto, pues se trata del principio de la
unión con Dios y mi identificación con Él. Por otra parte, cuando se
trata de la oscuridad, sucede algo similar, pero en otro plano, pues
aquí la gente es una con las tinieblas.

La infidelidad es una transgresión que trae ruina


total
Muchos creen que la ruina viene porque el hombre o la mujer que
consigue otra persona tienen que invertir su dinero allí. Sin
embargo, eso es solo una parte visible de la quiebra a la que se ven
abocados. Lo serio y grave es la implicación interior, pues se trata
de una ley inquebrantable.
En la mayoría de los casos, las puertas se cierran, las
oportunidades se detienen y se prepara el camino para una
profunda crisis en la persona o en la familia. Si esto no ocurre de
manera inmediata, se sembró y abonó la tierra para que en
cualquier momento esta llegue a la vida del agresor y su entorno.
Los hombres y las mujeres, que aun sin que se les descubra en
su infidelidad, quebrantaron el pacto matrimonial, se ven trabajando
muy fuerte tratando de progresar y ahorrar sin ver el fruto. No hay
que ir muy lejos. Esa deshonra con su pareja le está pasando la
cuenta de cobro. La pobreza, la escasez y la ruina casi siempre
están asociadas a la infidelidad.
El siguiente es un relato de la ruina que vivía el pueblo de Israel a
causa de hacer cosas que ofendían a su Creador:

Los israelitas hicieron lo que ofende al


SEñor, y él los entregó en manos de los
madianitas durante siete años. Era tal la
tiranía de los madianitas que los israelitas se
hicieron escondites en las montañas y en las
cuevas, y en otros lugares donde pudieran
defenderse. Siempre que los israelitas
sembraban, los madianitas, amalecitas y
otros pueblos del oriente venían y los
atacaban. Acampaban y arruinaban las
cosechas por todo el territorio, hasta la región
de Gaza. No dejaban en Israel nada con vida:
ni ovejas, ni bueyes ni asnos.
Llegaban con su ganado y con sus carpas
como plaga de langostas. Tanto ellos como
sus camellos eran incontables, e invadían el
país para devastarlo. Era tal la miseria de los
israelitas por causa de los madianitas, que
clamaron al SEñor pidiendo ayuda.
Jueces 6:1-6, NVI®
La fidelidad es un atributo de Dios. Él es el mismo ayer, hoy y
siempre. Su Palabra es fiel a todo cuanto Él prometió. Lo que dijo no
cambia, de ahí la seguridad de sus promesas. En el pasaje dice que
la quiebra, ruina y escasez que vivía el pueblo de Israel estaban
asociadas con cosas que hacían y que ofendían al Señor. Si Él es
fiel y verdadero, es obvio que odia la infidelidad, pues eso lo ofende.

El pecado sexual contamina el espíritu, el alma y


el cuerpo, y lo arruina todo
En las recomendaciones, instrucciones, consejos y mandatos que
contiene el Nuevo Testamento se ve con claridad que los términos
como inmoralidad sexual, adulterio, fornicación, traición, infidelidad y
deshonra ofenden a Dios de tal manera que resalta esta
advertencia: «Los que practican tales cosas no heredarán el reino
de Dios» (Gálatas 5:21).
Los hombres y las mujeres que transitan por estos terrenos y se
ven afectados por la ruina financiera creen que el asunto es del
gobierno o de las fluctuaciones del mercado. De modo que buscan
las causas en lo exterior, pero pasan por alto que hay unas leyes
que rigen el mundo y que tienen un cumplimiento exacto:

Como el gorrión sin rumbo o la golondrina


sin nido, la maldición sin motivo jamás llega a
su destino.
Proverbios 26:2, NVI®

La maldición financiera jamás llega a su destino sin motivo. Claro


que hay diversas causas de fracaso económico como la mala
administración, la falta de planeación, los fraudes o el robo, pero el
adulterio y la promiscuidad sexual en general son causas muy
frecuentes de quiebra y escasez en las familias. La fórmula para
salir de allí es muy fácil y también la da el Libro de las grandes
verdades:

El que encubre [oculta] sus pecados no


prosperará; mas el que los confiesa y se
aparta alcanzará misericordia.
Proverbios 28:13

Quizá para muchos esta sea una información nueva, pero la


prosperidad está asociada con la integridad: El que oculta pecados
no prosperará. Muchos quizá digan: «Pero yo conozco a fulano de
tal que está en pecado y es rico». Bueno, lo que usted no sabe es
qué tanto le va a durar esa riqueza y si tendrá una larga vida.
Además, en el caso de que sea de muchos años, tampoco sabe
hasta qué punto va a disfrutar su vida.
En la Biblia no se condena a nadie. Si solo dijera que quien
encubre sus pecados no prosperará, estaríamos perdidos. No
habría oportunidad de nada. El pecado arruinaría por completo la
vida. Lo bueno es que aclara que quien le confiesa sus pecados a
Dios, admite con sus palabras que sí los cometió y se aparta de
ellos, o deja de hacerlos, alcanzará la misericordia divina. ¡Qué
alivio! Sí hubo errores, pero Dios da salidas. Quien lo hizo debe
confesarlo y dejarlo. Aquí no hay negocios, ni atajos. Hay que
reconocerlos y dejarlos.

Quien está en inmoralidad sexual arriesga su


vida
La prosperidad no solo es la acumulación de riquezas, sino la
capacidad de usarlas bien y disfrutarlas. Recuerdo a un hombre que
incurrió en adulterio con una de sus empleadas. Duró varios años en
ese pecado y de esa relación nació un hijo. Esa trabajadora siguió
en su empresa y aún era muy cercana y de confianza para la familia
de este hombre. Aun así, no le dijo nada a su esposa ni a sus hijos.
Al cabo de unos años, a este hombre le dio cáncer y en su proceso
de tratamiento y de fase terminal se descubrió la infidelidad. A
ciencia cierta, no se sabe cuál fue la causa del cáncer, pero de
seguro que estuvo muy asociada con la infidelidad.
Conocí en Bogotá, Colombia, a otro hombre que se involucró
sentimentalmente con su secretaria y terminó en adulterio con ella.
Al cabo de algunos años de esta situación, un fin de semana
salieron de la ciudad y tuvieron un accidente. Su auto se fue por un
precipicio. La amante murió, pero él sobrevivió. A raíz de esa
situación, su esposa y su familia descubrieron la doble vida que
tenía este hombre. Sin embargo, lo perdonaron y durante al menos
cuatro años convivió con ellos.
El final fue muy triste, pues un día iba con su esposa en el auto y
los embistió un camión superpesado y fallecieron los dos.
Demasiadas cosas juntas como para ser coincidencia. Quienes
están en adulterio corren peligros todo el tiempo, pues al andar en
esa situación de ilegalidad natural y espiritual, le dan permiso legal a
las fuerzas de las tinieblas para que los destruyan por cualquier
medio.
¿Qué pasó con estos dos hombres? Sin duda, no se arrepintieron
y les vino el juicio. La ruina no solo es económica, también es no
poder disfrutar lo que se tiene y con quienes se comparte. Repito, el
pecado es muerte. Cuando alguien incurre en una falta, algo muere,
y muchas veces esa consecuencia es muerte financiera.
Me gusta lo que dice el Salmo 25:21: «Sean mi protección la
integridad y la rectitud» (nvi®). La palabra integridad significa ser
uno solo. Uno solo en la casa y uno solo en el trabajo. Uno solo
cuando lo ven y uno solo cuando no lo ven. La palabra rectitud
significa que debo tener principios frente a los cuales me mido
siempre.
¿Qué principios rigen su vida? ¿Usted dice siempre la verdad?
¿Hace siempre lo adecuado? ¿Maneja una agenda oculta? ¿Tiene
secretos con su pareja? Solo la integridad y la rectitud lo protegen
siempre. Ser el mismo siempre, decir lo mismo siempre, pensar lo
mismo siempre. Nada de agendas secretas, ni de disfraces.
Los hombres y las mujeres infieles decían una cosa en la casa y
otra en la oficina, una en el colegio o la universidad y otra en su
hogar. De seguro que el problema no comenzó en el matrimonio,
sino que fue un proceso de maduración que quizá viniera desde la
infancia. La infidelidad comienza por no ser fiel con uno mismo. Es
una crisis de identidad. Es no ser estable ni conocer, ni aplicar
principios que no cambien según las circunstancias o conveniencias.
Por lo general, las personas infieles son resentidas e irritables, y
aunque puedan tener errores, pasan con rapidez a un papel de
víctimas para darse esa licencia de fallarle a su pareja.
En definitiva, si no respeta a su pareja y deshonra el pacto
matrimonial, abre puertas invisibles para que se golpeen las
finanzas. La infidelidad o la deslealtad con su pareja, dividendo su
corazón, hacen que se quebranten leyes espirituales que traen
muerte no solo del matrimonio, sino también ruina económica en
muchos casos. Por donde se le mire, la deslealtad y el rompimiento
del pacto matrimonial son un gran fracaso y una trampa que afecta
todos los aspectos de la vida de la pareja.
Capítulo 19
EN LA INFIDELIDAD NO SIEMPRE
HAY UN SOLO CULPABLE

Lo más importante de todo es que sigan


demostrando profundo amor unos a otros,
porque el amor cubre gran cantidad de
pecados.
1 Pedro 4:8, NTV

Si bien es cierto que en una traición falla uno de los dos en la pareja
y su responsabilidad es individual e ineludible, también es cierto y,
es una realidad que viven miles de matrimonios, que la víctima quizá
contribuyera con su maltrato para que el amor menguara y se
precipitara esa situación. Asimismo, vemos esposos borrachos,
maltratadores, ausentes, sin asomo de amor por ningún lado,
groseros, drogadictos, con perversiones sexuales que obligan a su
esposa a tener intimidad que más parece una violación que una
expresión auténtica de afecto y ternura.
Ante este panorama se le abre una puerta grande a esa esposa,
quien impulsada por la rabia, el desamor o la frustración, permite la
llegada de otra persona que, ya sea de manera temporal y ficticia, le
dé amor. Esa es una triste realidad de los matrimonios de hoy.
En cuanto a las mujeres, muchas llegaron al matrimonio y ya
tenían experiencias en su sexualidad y en asuntos sentimentales. A
veces, todo lo vivieron mediante un trato muy duro, no con uno, sino
con varios hombres, con abortos y serios problemas de identidad y
estabilidad emocional. Estas mujeres pueden tener un buen
comienzo con su nueva pareja, pero luego se cansan en seguida y
lo rechazan. De modo que lo maltratan o lo manipulan, haciendo
que el hombre quede anulado y decepcionado de su vida
matrimonial, con lo cual se abre la puerta para que este hombre
busque una aventura.

No juegue al matrimonio… ¡tiene que ir hasta el


final!
El matrimonio no es un campo de pruebas para ver si resulta con
esta u otra mujer, ni para ver si este es de veras el hombre para
toda la vida. Cuando se juega al matrimonio, siempre se fracasa.
Por sanidad, paz, salud y progreso el matrimonio es una apuesta
para siempre.
El cambio no debe ser de los demás. El cambio comienza cuando
hombres y mujeres que han rodado por el mundo se analizan y
miran sus fracasos y deciden con franqueza comenzar una nueva
vida con verdadero sentido.
El caso de la samaritana que relata el capítulo 4 del Evangelio de
Juan es muy elocuente al referirse a esta problemática. Jesús tiene
un encuentro con la samaritana, y dentro del diálogo que tienen
cuando le pide la presencia de su esposo, ella dice que no tiene
marido. Entonces, el Maestro le responde: «Bien has dicho: No
tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora
tienes no es tu marido» (Juan 4:17-18). Sin duda, el problema no
eran los hombres que tuvo esta mujer, sino que el problema era
suyo. Es imposible que con tantos maridos no hubiera escogido vivir
para siempre por lo menos con uno.
La razón por la que este libro tiene profundas raíces espirituales
es porque cuando hay asuntos del corazón en uno de los cónyuges,
tales como desasosiego, soledad, rechazo, traumas, dolor, abuso,
maltrato o abandono, se genera el ambiente propicio para que el
mundo invisible tome lugar y afecte su vida y la de su familia. Son
marcas que hacen que la persona no sea plenamente feliz.
En la actualidad, hay muchas samaritanas que han tenido varias
parejas y no saben cómo terminan con ellas y cómo se vuelven a
comprometer. En realidad, hay algo en sus corazones que las lleva
a seguir en esa avalancha de desamor y frustración.
Vale la pena mencionar que el legado o la herencia que se recibe
de los padres, no son solo las riquezas o bienes materiales.
También se reciben, así no se vean, herencias espirituales. En
algunos casos estas son buenas debido a la justicia por la que
caminaron sus padres, abuelos y bisabuelos, pero en su gran
mayoría son nocivas para la persona y su entorno.
Aunque muchos no lo crean, los abuelos que mataron personas y
nunca se arrepintieron, derramaron sangre que clama justicia. Eso
pasó de generación en generación hasta que alguien se arrepiente y
le pide perdón a Dios. Así que solo parará cuando alguien se
levante y crea en Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado el
mundo.

En lo natural, lo sobrenatural parece locura, pero


es una realidad
Los abuelos y padres borrachos y mujeriegos no pueden dejar hijos
sin que les afecte esa fuerza espiritual que hay detrás de esos
vicios. Lo triste es que de abuelos infieles vienen papás infieles y, a
la larga, hijos infieles o víctimas de infidelidad. Es mucho para ser
coincidencia. Así como usted y yo no hicimos nada para merecer la
herencia material, tampoco hicimos nada para recibir la herencia
espiritual. Usted y yo no tenemos la culpa de lo que hicieron
nuestros padres, pero ese legado llega también. Del mismo modo
que la gente en su gran mayoría no ve la conexión de lo natural con
lo sobrenatural, tampoco ve la manera de combatir y romper esa
herencia maldita.
Es más, al igual que hay gobernadores, alcaldes y otros
mandatarios en lo natural o visible, también los hay en lo invisible o
espiritual tanto de la luz como de las tinieblas. De seguro que esto
explica las razones de por qué hay ciclos repetitivos y dañinos en
algunos hombres y mujeres.
Hoy por hoy es muy triste lo que viven muchos hogares a causa
de recibir, sin ver, el impacto de ese legado. Por eso, no logran
entender los fracasos financieros frecuentes en la familia ni las
separaciones de padres, hijos y nietos. Lo que pasa es que lo
espiritual se ha reducido a ir a una iglesia, pero el asunto va más
allá. Ese lastre que pesa sobre las familias solo se combate con
creerle a Dios y ver la luz en medio de la oscuridad.
En resumen, y sin que nadie se justifique ni asuma su
responsabilidad por el engaño, este llega casi siempre cuando uno
de los dos en la relación fue infiel, maltratador o ausente, pero
también porque sin darse cuenta, esa unión trae a cuestas una
herencia que les dejaron sus parejas anteriores y sus padres,
abuelos y bisabuelos.
Capítulo 20
UNIÓN LIBRE: DISTORSIÓN DEL
MATRIMONIO

Por tanto, dejará el hombre a su padre y a


su madre, y se unirá a su mujer, y serán una
sola carne.
Génesis 2:24

En la sabiduría de Dios, y con el ánimo de proteger y garantizar una


vida estable, sólida y de confianza para un hombre y una mujer que
fundan una familia, Él creó el matrimonio. Esa institución comienza
cuando la pareja, un hombre y una mujer, acude de manera
consciente y libre ante un ministro de Dios para que los guíe a unir
sus vidas bajo las reglas de autoridad establecidas por Él. Antes,
esa pareja debe someterse a las autoridades civiles del país donde
está, ya sea juzgado o notaría. Allí queda constituida de manera
legal esta maravillosa sociedad.
Sin embargo, en la rebeldía e ignorancia del hombre, este quiere
poner sus propias reglas de juego. De esta forma contraría un orden
natural y divino que representa las leyes espirituales que traerán
bienestar o calamidad, según se obedezcan o no. En ese marco de
ilegalidad e informalidad nace la unión libre. Sin duda, como dice el
libro de Romanos, «quien se opone a la autoridad, a lo establecido
por Dios resiste» (13:2).

La rebeldía no proviene de Dios


Por no tener que examinar su corazón ni revisar su vida pasada, en
muchos casos con anteriores relaciones matrimoniales destruidas,
con vidas contaminadas y una conducta reprochable, un hombre y
una mujer deciden irse a convivir sin mediar ningún tipo de vínculo
matrimonial formal ni legal. Este tipo de relaciones es muy peligroso.
Por lo general, se hace entre personas heridas, resentidas y
maltratadas que fracasaron en relaciones pasadas o vieron en sus
casas un cuadro traumático de lo que es el matrimonio o la vida en
pareja.
En muchos casos, ya tienen hijos, los cuales integran su nuevo
núcleo familiar. Lo lamentable es que casi siempre estos hijos van a
sufrir maltrato, abuso y desamor por parte de la nueva pareja de su
papá o de su mamá.

Lo que comienza mal, termina mal


Las uniones libres, o uniones de hecho, se dan por el afán de tener
a alguien que presuntamente van a amar y honrar para toda la vida.
Casi siempre sucede sin el consentimiento de sus familiares y surge
después de un corto tiempo de conocerse la pareja. Es un atajo al
camino que implica analizar y ver si de veras esa es la pareja que
conviene. Esta unión es como empezar una empresa ilegal que no
está registrada, no paga impuestos y no existe para las autoridades.
El asunto no es solo moral como lo pregonaban los abuelos. Va
mucho más allá. El pacto matrimonial da un techo, una cubierta de
bendiciones a los esposos y a sus hijos. El no casarse tipifica un
delito llamado rebeldía, lo cual abre una puerta para que esa unión
no reciba la bendición de Dios y literalmente la deja a merced de la
influencia de las fuerzas del mal que tarde o temprano llevan a la
infidelidad, separación, enfermedad, ruina e infelicidad.
Si no hubiera un orden natural y divino, la vida estaría todavía
más desordenada. La unión libre es desorden y rebeldía que deja
sin protección a sus integrantes. Muchos creen que la Biblia son
rezos o lecciones de moral. Sin embargo, es en realidad el Manual
del Creador de todas las cosas, del Autor de la vida, que nos dice
con claridad lo que es el reino de la luz:

Porque el reino de Dios no es comida ni


bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo.
Romanos 14:17

Como muchas parejas, antes de conocer a Dios mi esposa y yo


iniciamos nuestra vida de pareja en unión libre. Era como una
prueba para ver si las cosas resultaban. Sin saberlo, íbamos en
contra de las leyes naturales y espirituales. A esto Dios lo llama
pecado, maldición, iniquidad, injusticia y pone a sus integrantes en
lo clandestino e ilegal, y lejos de la protección del cielo. Lo cierto es
que no se puede invocar la protección y la ayuda de Dios cuando la
persona no se somete al orden jurídico, de su gobierno, ni de Dios.
Recuerdo que mi hija menor casi muere de una enfermedad que
ni los médicos pudieron identificar. El asunto es que todo en la vida
tiene reglas de juego, y el matrimonio tiene su razón de ser. Los
papás que conciben a sus hijos en unión libre les dejan ese legado
para que ellos hagan lo mismo y perpetúen la injusticia. Por
consiguiente, viene la rebeldía acompañada por el derecho legal
para que la oscuridad golpee a esa familia con todo su ímpetu.
Parece de locos, pero es verdad. Las familias fracasadas a todo
nivel, sin dinero, sin salud, con depresión y angustia, tratan de salir
adelante, pero sin ningún resultado. Eso tiene su razón de ser.
Por más bonita que parezca la unión libre, siempre deshonra a
Dios, a la mujer, al hombre y a los hijos. El derecho humano, en un
intento por proteger a las parejas unidas bajo esta modalidad, las
cobija con derechos legales. Esto se debe al abuso que sufren las
señoras y los niños en especial, al quedarse sin ninguna protección.
Esa es una respuesta humana a una situación reinante en la
actualidad, lo cual no quiere decir que esté en línea con la
constitución eterna, la del cielo. Y no es que el matrimonio esté
exento de ataques ni que sea perfecto, pues el marido y la mujer
tienen que luchar para honrarlo y preservarlo, pero como está en el
terreno de la justicia, desde allí son más fáciles el progreso y la
protección.

Unión libre es rebeldía y desorden


En todos los casos de unión libre, como en una empresa informal,
quienes deciden irse a vivir sin hacerlo ante una autoridad
reconocida por el Estado y mediante un pacto verbal delante de un
ministro de Dios y de unos testigos, lo hacen porque no quieren o no
pudieron cerrar ciclos anteriores de ilegalidad. No se divorciaron
legalmente, tienen demandas por alimentos, abandonaron a su
anterior pareja, no se han casado, pero tienen hijos, etc.
Este libro no se escribió para ángeles, pues ni yo mismo fui un
ángel. Se escribió para tratar temas crudos, pero reales que
suceden a diario y seguirán sucediendo. Casi siempre estas
personas tuvieron una o más parejas y, por más elegantes que
parezcan, tienen en su haber antecedentes de infidelidad, maltrato,
abuso, perversiones sexuales, borracheras o cualquier otro vicio.
Son personas independientes, rebeldes, resentidas y dominantes, o
con un carácter muy débil que se dejan dominar con facilidad. De
igual manera, pueden ser personas con heridas emocionales y
carentes de amor que buscan a alguien que les dé identidad,
compañía y protección.
Si usted vive en esta condición, quizá este capítulo le moleste y le
ofenda. Aun así, la verdad no siempre es como uno la quiere oír.
Tenga en cuenta que lo que está en juego son vidas, futuro,
propósito, éxito o fracaso. Aquí hay un espacio para reflexionar.
Como se ha mencionado a menudo, esta publicación es un recurso
práctico para ayudarle a vivir verdaderamente feliz, al superar
problemas difíciles de familia.
Hombres, el anhelo y el sueño de toda mujer es casarse; es decir,
ir al altar vestida de blanco, recibir la bendición, tener una reunión
maravillosa y, por supuesto, una luna de miel. Ese recuerdo marcará
su vida y se constituirá en un testimonio para sus hijos y nietos. No
frustre ese sueño que les es tan inherente como jugar con muñecas.
La unión libre se convierte en una puerta giratoria. Si a la persona
no le resultó esa relación, la cambia. De lo contrario, cuando surgen
los problemas como los hay en cualquier relación, y debido a su
mente egoísta, uno de los dos se va.
Adicional a la rebeldía, en la unión libre se tipifica otro delito
llamado fornicación. De entrada, la fornicación provoca efectos
negativos como la afectación de la salud, de las finanzas y del
cuerpo, no solo de la pareja, sino de los hijos. ¡Cuánto dinero se
gasta tratando de resolver algo natural cuando el trasfondo es la
desobediencia y la deshonra!
Por último, en el mundo espiritual sucede algo muy delicado.
Cuando hubo una primera separación o rompimiento de un pacto, se
les da derecho legal a Satanás y a su ejército para que lleven a la
persona a lo mismo una y otra vez con el fin de destruir su vida. El
pecado volvió a esa persona rehén de la oscuridad. Para
comprobarlo, mire en su entorno más cercano y vea cuántas
personas han caído en lo mismo varias veces sin que haya una
explicación lógica.
Hemos atendido casos en los que las personas no se explican
cómo van ya por la tercera, cuarta o quinta unión conyugal. Esa
puerta solo se cierra sometiéndose a Dios, el inventor del
matrimonio, o invitándolo para que les diga cómo debe actuar cada
cónyuge para que ese matrimonio sea feliz.
Preferir el matrimonio en vez de la unión libre no es un asunto de
simple etiqueta ni de parecer, sino que es honor, obediencia y
justicia. Es colocarse en el orden adecuado para el progreso y la
felicidad.
COMENTARIOS FINALES

A manera de resumen, quiero presentarle esta serie de


conclusiones que le harán pensar con seriedad en la superación de
la infidelidad:

Espero que haya disfrutado la lectura de este libro y que tome


decisiones inteligentes que lo ayuden a vivir la vida.
De seguro que usted quedó bien ilustrado de lo peligrosa y
dañina que es esta plaga llamada infidelidad.
También creo que conoció más a fondo cómo actúa un ser
humano que tiene espíritu, alma y cuerpo, pero que a causa del
pecado el espíritu estaba muerto o a punto de morir.
Sin duda, la lectura de Cómo superar la infidelidad sin destruir a
su pareja le retó a buscar en Dios su gran ayudador y luz en el
camino para recuperarse de este azote.
Creo que recibió la instrucción sobre la forma en que vienen los
ataques al matrimonio para destruirlo, y que esto no siempre
procede de personas, sino también de criaturas invisibles.
Si ahora tiene claras las consecuencias que trae la infidelidad,
habrá valido la pena escribir este libro.
Tal vez los conceptos como arrepentimiento, perdón y
restitución se expusieran de una manera diferente, así que
serán una base de apoyo para su cambio y nuevo rumbo de
vida.
Cuidar y cultivar el matrimonio son dos órdenes para toda
pareja. Es un reto y un desafío, ya sea porque su matrimonio se
salvó, o porque después de sanar su corazón, pueda iniciar una
nueva relación.

Si desea comunicarse conmigo, puede escribirme a la siguiente


dirección:
oracionesdariogonzalez@hotmail.com
ACERCA DEL AUTOR

Darío González Castro, pastor, comunicador social y consejero


familiar, ha trabajado en las principales cadenas de radio y televisión
de Colombia y ha dejado huella por su sensibilidad social y
espiritual.
Rindió su vida a Dios en 1996, y desde entonces inició un proceso
de aprendizaje y de crecimiento sobre las grandes verdades de la
fe. Dicho proceso lo llevó a estudiar en el Centro de Entrenamiento
Bíblico de Colombia, Rhema-Cebco. En la actualidad, es maestro de
esa institución.
Con su voz inconfundible, y con la gracia que le ha dado Dios,
grabó tres discos de oraciones donde les enseña a los oyentes a
orar y a prenderse en el fuego de Dios. Los mismos son:
«Temprano», «Levántate» y «Tiempo de Victoria», los cuales ya han
traspasado las fronteras de Colombia.
Escribió su primer libro titulado Cómo superar la infidelidad sin
matar a su pareja, obra que ha ayudado a reconstruir cientos de
hogares en Colombia y en el exterior. A través de esta publicación
muchos hogares se han consolidado y le han cerrado las puertas a
esa peste llamada infidelidad, traición o deshonor.
Su otro libro, ¿Qué hay detrás de la depresión?, es una obra que
ha servido a cientos de personas a descubrir qué es la depresión y
cómo combatir esta enfermedad que puede afectar espíritu, alma y
cuerpo. Hoy por hoy, según la Organización Mundial de la Salud,
este síndrome afecta a por lo menos trescientos cincuenta millones
de personas en el mundo.
Junto con su esposa, Ana Milena Cardozo, comparte su tiempo,
su amor y su pasión por ayudar a las personas a través de la
consejería familiar y del liderazgo. Además, son pastores de la
Iglesia Camino de Bendición y del Ministerio Mi Familia Vive, en
Bogotá. Darío y su esposa tienen veintinueve años de casados, y
son padres de tres hijos: Alexandra, Hernán Darío y Andrea Milena.

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