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El día que organizamos una protesta.

Nos faltó valor. Así se podría resumir esta pequeña historia de organización juvenil. De hecho el
valor de protestar sigue secuestrado por un pasado que no nos permite organizarnos más allá de
nuestras propias ideologías partidarias. Espero que pronto lleguen otros que arriesguen más, que
tengan más valor de empujar a la gente a la calle del que tuvimos nosotros en otrora juventud.

En este pequeño texto les hablaré de mi experiencia personal referente a organización, activismo
e incidencia pública, y de cómo considero que hay una vía inexplorada para generar un capital
social que haga redefinir el futuro político, social y económico del país. Antes de entrar en detalle
quisiera hacer unas presiones.

Desde que estaba en bachillerato recuerdo como la palabra “joven” comprendía diferentes rangos
de edad dependiendo de la institución u organismo que la definiese, de 18 a 24, de 15 a 25, de 17
a 28, y algunas más osadas, de 18 a 30. Con el paso de los años, he visto que incluso se comete el
grave error de catalogar como jóvenes a personas entre el rango de 30 a 34 años.

Me gustaría pensar en una definición de joven más tradicional, bastante clasista desde un punto
de vista y sobre todo en contextos de países como el nuestro: aquellos que finalizan su etapa
como estudiantes de bachillerato, luego atraviesan su etapa universitaria y logran establecerse en
su primer empleo o emprendimiento, dicho de otra forma, un rango de edad que podría andar,
para efectos de este escrito, de los 16 hasta los 28 años.

El joven salvadoreño aprende el estatus quo, lastimosamente con principal énfasis en las
universidad; y en segundo lugar, pero de manera más natural, en el hogar. Se le enseña a no faltar
a clases, a no perder una nota de un parcial, a no involucrarse en actividades extracurriculares de
incidencia social “porque podes salir mal en tus notas”, “tene cuidado por qué vas a bajar tu
CUM”, entre otras.

Acá en nuestro país, la gran mayoría de universitarios se sienten cómodos al ser tratados como
niños, donde papá y mamá manda (u otro pariente mayor). Si los profesores los invitan a
denunciar alguna anomalía, no lo hacen, y si el decano implementa políticas en contra de sus
intereses callan, y si el mundo se cae afuera de las paredes de la universidad, no pasa nada.

Para los que no están al tanto, nuestro sistema de educación superior está compuesto en su
mayoría por universidades privadas, aunque la población estudiantil del UES (universidad pública)
si representa un porcentaje alto del total de jóvenes que acceden a educación superior. Al
investigar sobre las instancias de participación que pueden tener los jóvenes dentro de su reciento
académico debería destacar las instancias de organización estudiantil, en particular los consejos
estudiantiles. Pero la realidad dista muchísimo de esto.

Los dos casos más relevantes, que se pueden documentar ampliamente son el caso de la UCA y la
UES, ambas con un pasado marcado por el conflicto armado salvadoreño. Las dos jugaron un rol
de resistencia y organización civil diferente, por un lado la UCA, jugó un rol más intelectual y de
contenido ideológico por medio del liderazgo de los padres jesuitas, mientras que la Nacional, tuvo
un rol más táctico de alto alcance, que servía como base de operación para grandes esfuerzos de
organización clandestina, tanto universitaria como de clase obrera; contrainteligencia y difusión de
mensajes.

Mucha sangre se derramó en los pasillos, aulas y patios de ambas universidades. El mensaje fue
claro: si te organizas de manera clandestina y apoyas al “enemigo”, te vamos a perseguir y te
vamos a matar. Ese mensaje aún sigue resonando en el subconsciente de la generación
postguerra, de hecho, organizase en la UCA y UES sigue siendo visto como algo raro de bichos sin
nada que hacer o revoltosos, y no como un generador de activo de capital social.

Universidades como la ESEN, Matías Delgado, UTEC, Gavidia, etc., han venido desarrollando
pequeños esfuerzos para recuperar una cultura de participación estudiantil al interior de sus
instituciones, creando figuras de consejos estudiantiles o similares por facultad o de manera
general. Es un inicio, no me puedo quejar. Aunque si hay que señalar errores es un buen momento
para hacerlo.

Recuerdo que en mi “U” el logró más grande que obtuvo nuestro consejo estudiantil fue parar,
temporalmente, el incremento del valor del parqueo que quiso imponer en ese entonces las
autoridades académicas. Nada mal, pero aún me sigo preguntando ¿por qué no trascendimos
hacia afuera de las paredes de la universidad?

Hay muchas respuestas, la principal, descrita con anterioridad sobre la “domesticación”


sistemática que se da en las mismas universidades por parte de sus autoridades. La segunda, una
dependencia casi infantil, y en el peor de los casos una dependencia cómplice, entre el alumno y
su profesor, entre el alumno y las autoridades de la universidad, llegando a extremos donde el
plan de trabajo del consejo estudiantil ¡tiene que pasar por autorización del decano!

Y tercero, dicen que es malo generalizar, de acuerdo, peor aún es no ser específico en la crítica,
¿en dónde están aquellos, que si pudiésemos señalar y exigir más, tuviéramos que hacerlo? Los
hay, y son aquellos jóvenes que teniendo dotes de liderazgo o teniendo algún tipo de nivel de
incidencia o cargo estudiantil no logran arriesgar un “poco” más.

Ese “poco más” es medible y específico también: faltar a clases, perder una prueba, no tener
miedo a bajar su promedio de CUM, pelearse con los permisos de los padres, dejar algunos
hobbies, reducir al mínimo su tiempo de ocio, caerle mal un profesor u autoridad, etc.

¿Estamos acaso diciendo que los universitarios solo tienen poder al organizarse para protestar en
sociedad civil? No, de hecho cada graduado universitario ya es una gran oportunidad desarrollo y
mejora para el país, lo que estamos diciendo es que hay que entender la relación entre protesta
ciudadana y coyuntura política. La coyuntura política normalmente surge de una polémica o
decisión política que va en contra de los intereses del país. Los políticos, pueden ser corregidos vía
institucional, un veto o declaración de inconstitucionalidad, etc.

Pero a su vez existe una forma de corregirle la plana a los políticos, más directa, más expedita, y
esa es salir a protestar, ejercer una presión social tal, que genere los incentivos necesarios para
que los políticos consideren revertir sus decisiones. Un pueblo que nunca se organiza y exige, es
cómplice indirectamente.

Existe una oportunidad histórica en rescatar la organización estudiantil universitaria del legado de
la guerra, nadie quiere un nuevo conflicto armado civil; pero que falta nos hace una juventud
organizada que exija el respeto de nuestro estado de derecho, que exija una sociedad más justa e
inclusiva, que exija transparencia y haga temblar a los políticos corruptos, pero por sobre todo,
que inspire y conspire para organizar a todos aquellos que no estando dentro de un recinto
educativo, sientan ese mismo deseo de exigir, organizarse y protestar.

La universidad se vuelve uno, sino el único, mecanismo sostenible en el largo plazo para fomentar
conceptos tan trillados y vacíos en boca de intelectuales, políticos y comunicadores, como el
relevo generacional, líderes juveniles y políticos jóvenes. En la universidad se da de manera natural
esos relevos, ese traspaso de conocimiento de “generación en generación”, ese constante reto de
superar lo que los años anteriores han hecho.

Todo eso, bien orientado puede meternos en un círculo virtuoso que yo llamaría, “semillero de
líderes políticos”, entendiendo política como un concepto amplio de incidencia en diferentes área
de interés público, y no necesariamente solo líderes de partido políticos, los cuales también
necesitamos urgentemente a montones para suprimir el peligro de los arribistas convertidos en
mesías.

Cuando un sistema funciona, el solo se corrige y establece contrapesos para su equilibrio y


sostenibilidad. Tal es el caso de las federaciones de estudiantes universitarios en diferentes países
europeos o suramericanos, por ejemplo, las federaciones estudiantiles chilenas que aglutinan a los
diferentes consejos estudiantiles universitarios para autoregularse y apoyarse en sus quehaceres
dentro y sobre todo fuera de las paredes de su respectiva universidad.

En el fútbol nos ha pasado algo similar que en la política, queremos ver grandes espectáculos
deportivos, ir nuevamente al mundial, una liga mayor competitiva y atractiva, pero nunca se le
invirtió o se la ha invertido de manera sistemática y sostenible a una plataforma o sistema
nacional de entrenamiento de alto rendimiento a los niños, que es la única vía posible para
alcanzar un cambio sustancial en materia futbolística.

En política quisiéramos ver a los mejores jóvenes ingresando a instituciones políticas como
verdaderos agentes de cambios, dispuestos a jugársela por el país y hacer grandes cambios, pero
poco o nada se ha hecho en fomentar sistema de participación política juvenil temprana a nivel
nacional, llámese, consejos estudiantiles universitarios.

No hay que reinventar la rueda, oeneges e instituciones juveniles de formación política son
buenos, pero no son esfuerzos sostenibles de largo plazo, no tienen la misma robustez y nivel de
participación que alcanza una universidad por medio de la lógica de que cada año se renueva toda
su plantilla de ingreso, cientos de miles de jóvenes disponibles para encontrar y promover dentro
de ellos a futuros líderes del país.
En los últimos años se han impulsado, para bien, programas de alto impacto en la promoción de
líderes y estudiantes de alto rendimiento académico, los encontramos a lo largo de todo el país,
sus resultados no se pueden discutir, hacen bien lo que se proponen, despiertan en los jóvenes un
espíritu insaciable de seguir mejorando su vida y la de su entorno. Muchos de estos adolescentes
logran por sus destacadas notas becas universitarias, con el anhelo de mantener ese mismo
estándar de calidad, exigiéndose cada vez más ser los mejores en lo que hacen.

No hay que confundir este tipo de programas liderazgo y alto rendimiento académico con la idea
fundamental que esconden los consejos estudiantiles universitarios, y que se puede resumir de
esta manera: el consejo estudiantil toma vida propia en función del interés común al interior de la
universidad, pero logra su razón de ser al convertirse en un agente de cambio y de presión política
hacia afuera en temas de país.

Con uno de estos jóvenes que comience a organizarse, puede desencadenar en un movimiento sin
precedentes para ese país que viene, para ese país que nos espera, con un horizonte común, el
cual, y bajo el contexto de lo antes explicado debería ser: nadie se queda atrás.

Acaso no es esa la principal vocación de un líder ¿dar el ejemplo? ¿servir? ¿sacrificarse por el
equipo, por su causa? ¿poner el interés público antes del privado? No podemos pretender que
estos programas de liderazgo o de alto rendimiento académico cambien su dinámica de
formación, tampoco podemos exigir que todos los universitarios por el simple hecho de ser
universitarios protesten y sean comprometidos con causas sociales, sería ilógico e iluso.

Pero si podemos aspirar que surja una coyuntura, ese momento, esa noticia, ese suceso, ese día,
esa reunión, esa fiesta, ese paseo, esa salida, esa caminata, esa lectura, ese momento único que
despierte el coraje de un joven líder que decida, con una gran convicción, dejar en segundo plano
su parcial, su laboratorio, su CUM, su cita, para organizarse con otros líderes más.

¿De qué le sirve al joven graduarse de la universidad si solo fue parte del 3 % de jóvenes que pudo
obtener una carrera universitaria en el país? ¿De qué le sirve al adolescente que fue formado en
valores y alto rendimiento académico si luego se olvida de los otros 85 adolescentes que no
pudieron terminar bachillerato? De qué sirve sino es para ver hacia atrás y tender puentes, tender
la mano y regresar con gran ímpetu y determinación por aquellos que no tuvieron la misma
oportunidad que él, por medio de estructuras y plataformas que permitan incidir en políticas
públicas que amplíen las oportunidades para futuras generaciones y generen una mejor calidad de
vida en la población.

Los consejos estudiantiles universitarios son esa gran tarea pendiente de país, es una causa por la
que vale la pena comprometerse, y seguir apostando. Los consejos estudiantiles son esa instancia
donde de manera natural convergerán distintos líderes juveniles, aquellos formados en programas
de alto rendimiento académico o aquellos formados por otro tipo de experiencias en sus etapa de
colegio o instituto, más otros que indignados y conmovidos para las tragedias y corrupción del país
decidan buscar esos espacios para empezar a incidir.
Eran las 7:30 de la noche, el momento de mayor concentración de personas, unas 300
aproximadamente, gente de diferentes ideologías, muchas de izquierda sorprendentemente. La
noche anterior se había aprobado un decreto por todos conocido, el “Decreto 743” que limitaba
las funciones de la Sala Constitucional, que en aquel momento fue visto como una ley sin
precedentes por el cinismo y corrupción pactada entre las principales fuerzas políticas del país,
una gota que derramó el vaso de 4 locos en la mañana de ese mismo día que leían las noticias.

“Marlon, ya viste las noticias. Si ya las vi Carmen, indignante. Hay que hacer algo Marlon, yo digo
que hay que convocar a una marcha, acá estoy hablando con Cristina y dice que se suma, y que
Fernando también se quiere involucrar. No se Carmen, ¿y si lo hacemos mejor el fin de semana?
No tiene que ser ahora. Bueno démole pues, voy a empezar a convocar y hacer una lista de
materiales para preparar carteles y pancartas”.

La protesta quedó registrada por el periódico digital El Faro como “Tuiterazo contra Funes”
(también como “Días de protestas”), ya que fue una protesta espontanea convocada en cuestión
de horas por medio de redes sociales, y sirvió como punto de partida para otras manifestaciones
cívicas en contra del infame Decreto 743, el cual se revirtió ante el gran descontento de la
ciudadanía con toda la clase política que aprobó dicha reforma.

Eran las 7:30 de la noche, el momento de mayor concentración de personas, una persona pasó
desde su auto, con la ventana abajo, empezó a reducir la marcha, y con vos fuerte, gritó, como
tratando de dirigirse a toda la multitud, esperando a su vez una respuesta a su pregunta, una
pregunta que aún recuerdo con claridad, no sé si los otros 3 organizadores y compañeros míos la
escucharon, pero en lo personal, me siento culpable de no haber podido responder con un Sí.

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