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CAPÍTULO I

EL NEOLIBERALISMO*

El neoliberalismo nos propone y promete vivir en un paraíso material


creado por los medios de comunicación bajo una lógica de consumismo.
El neoliberalismo es una manera de organizar la vida en el mundo, que
consiste en una concepción del capitalismo radical que absolutiza el
mercado y lo convierte en el medio, el método y el fin de todo
comportamiento humano inteligente y racional. El “mercado absoluto”
exige una libertad total, es decir que no haya restricciones financieras,
laborales, tecnológicas o administrativas. El neoliberalismo se expresa
en políticas de ajustes y apertura que con diversas connotaciones se
aplican en los países, que ponen el crecimiento económico y no la
plenitud de todos los hombres y mujeres en armonía con la creación,
como razón de ser de la economía. Restringen la intervención del Estado
hasta despojarlo de la responsabilidad de garantizar los bienes mínimos
que se merece todo ciudadano como persona. Eliminan los programas
generales de creación de oportunidades para todos y los sustituyen por
apoyos ocasionales a grupos focalizados.
Actualmente, el neoliberalismo al oponerse a la intervención
redistributiva del Estado, perpetúa la desigualdad socioeconómica
tradicional y la acrecienta. Este sistema introduce el criterio de que
solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los
recursos y fijar a los diversos actores sociales los niveles de ingresos. Se
abandonan así los esfuerzos por alcanzar la justicia social mediante una
estructura progresiva de impuestos y una asignación del gasto público
que privilegie a los más desfavorecidos; y se dejan de lado intentos por
la democratización de la propiedad accionaria o la reforma agraria
integral.
Estamos peligrosamente empujados por una cultura que radicaliza la
ambición por poseer, acumular y consumir, y que sustituye la realización
de todas las personas en comunidades participativas y solidarias por el
éxito individual en los mercados.
El neoliberalismo exacerba esta crisis al llevar a la desaparición el bien
común como objeto central de la política y la economía. El bien común
es sustituido por la búsqueda de equilibrio de las fuerzas del mercado.
He aquí, en síntesis, algunas características sobresalientes del
neoliberalismo económico:
 Concepción del ser humano como valioso únicamente por su
capacidad de generar ingresos y tener éxito en los mercados. 
Incentivar la carrera por poseer y consumir.
 Exacerbar el individualismo y la competencia llevando al olvido el
sentido de comunidad, y produciendo la destrucción de la integridad
humana y ecológica.
 Expresa política de ajuste y apertura.
 Restringe la intervención del Estado hasta despojarlo de la posibilidad
de garantizar los bienes comunes mínimos que se merece todo
ciudadano por ser persona.
 Elimina los programas generales de creación de oportunidades para
todos y los sustituye por apoyos ocasionales a grupos focalizados.
 Privatiza empresas bajo la premisa de que la administración privada
es mejor que la pública.
 Abre las fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros y
deja sin suficiente protección a los pequeños productores.
 Elimina obstáculos que podrían imponer las legislaciones que
protegen a los obreros.
 Libera de impuestos y de obligaciones a grupos poderosos.
En su conjunto, las características del neoliberalismo provocan una
concentración mayor de la riqueza y del poder económico en las manos
de unos cuantos y dejan sin protección a la mayoría de la población. Los
defensores de este sistema afirman que todos estos ajustes producirán,
a largo plazo, un crecimiento que elevará los niveles de ingreso y
resolverá la situación de los desfavorecidos.

Aun cuando se han observado cambios positivos con algunas medidas


de ajuste, podemos afirmar que estos efectos no compensan en nada
el desequilibrio y las perturbaciones que causa el neoliberalismo,
pues la masa urbana sin trabajo sigue multiplicándose. Al oponerse a la
intervención redistributiva del Estado, la desigualdad socioeconómica
tradicional se acrecienta. Con ello se profundizan los efectos que genera
la pobreza: la inequidad o la injusticia en la redistribución del ingreso y la
riqueza, el escaso capital social y la exclusión o desigualdad en las
relaciones de intercambio. El bien común ya no es importante, ahora lo
es la búsqueda del equilibrio de las fuerzas del mercado, donde la
comunidad se torna irrelevante y el bien común es inútil; se incrementa la
violencia, así como la producción y consumo de estupefacientes para
olvidarse de este mundo de miseria.
La explotación, pobreza, desempleo, marginación, competencia desleal,
fuga de capitales son, para el neoliberalismo, episodios necesarios y
positivos de la lucha de los ejemplares más fuertes de la raza humana
para conseguir mayor riqueza, mayor prosperidad, mayor bienestar para
la humanidad en general, aunque no necesariamente para todos y cada
uno de los miembros de esa raza. Lo cual no importa pues la humanidad
se considera mejorada sólo con que algunos de sus miembros alcancen
niveles nunca antes logrados de riqueza. La generación de la pobreza
para el sistema económico neoliberal es señal de que se está
marchando por el rumbo correcto. La pobreza y los padecimientos de las
masas tienen un significado promisorio, las fuerzas del mercado están
moviéndose sin interferencias y la reestructuración económica procede,
tal cual se esperaba una vez que el Estado se hizo a un lado y el instinto
capitalista se puso en marcha, libre de las artificiales regulaciones
caprichosamente establecidas durante décadas por gobernantes
hostiles.
La multiplicación de los pobres y el aumento del sufrimiento humano no
son más que dolorosos mensajes situados al comienzo del camino,
indicando que estamos sobre la senda correcta. Pero no hay que
desesperar pues “son anuncios transitorios”. No tardarán en aparecer
otros, como el pleno empleo, el bienestar popular y la felicidad individual,
siendo las señales de que estamos arribando al paraíso neoliberal donde
se podrán recoger los frutos de tanto esfuerzo.
OBJETO DE ESTUDIO DE LA ECONOMÍA POLÍTICA**
La Economía Política nació en las entrañas de la producción y fue
inicialmente un conjunto de reglas destinadas a su organización y
conducción, al principio dentro de cada unidad económica y luego en
escala del Estado. Su nombre proviene de las palabras griegas polítikós
-estatal, público- y oikonomía (de oikos casa y nómos ley, conducir). En
ese período aún no se había determinado con exactitud cuál era su
objeto de estudio, refiriéndose los antiguos griegos con este nombre a la
administración por parte del Estado de sus propiedades con la prudencia
de un jefe de familia, abarcándose un cúmulo aun relativamente pequeño
de conocimientos sobre la actividad económica de los hombres.
Esta categoría -Economía Política- desapareció con el derrumbe de la
civilización greco-romana y se olvidó durante el tenebroso período
oscurantista de la edad media. Reapareció hasta principios del siglo XVII
con el nacimiento del capitalismo, cuando el mercantilista francés
Antoine de Montchrétien que defendía los intereses de la burguesía
comercial publicó en 1615 la obra titulada “Un tratado de Economía
Política”, dirigido a los monarcas de Francia, en el cual advertía los
peligros de permitir la competencia de vendedores extranjeros en el
mercado francés, ya que afirmaba que el comercio libre era la fuente del
desastre económico del país, perdiéndose trabajos y caídas en los
ingresos de los productores nacionales y en las riquezas del
gobierno al bajar los ingresos impositivos, haciéndose necesario el
uso del poder del estado, tanto para prohibir las transacciones con los
productores extranjeros, como para obligar a los productores franceses a
manufacturar lo que el monarca consideraba deseable y venderlo a
precios “justos” y “equitativos” principalmente en el mercado
internacional para mantener saldos superavitarios en la balanza
comercial, lo que representaba aumento de la riqueza acumulada en
metales preciosos y significa mayor grandeza de la nación, lo que no es
más que el pensamiento económico que responde a los intereses de la
burguesía comercial que era la fracción dominante en esos tiempos.
Con el desarrollo del capitalismo industrial, los clásicos del pensamiento
económico burgués –en especial Adam Smith y David Ricardo- ya
intentan delimitar, dentro del conjunto de conocimientos económicos, el
objeto específico de estudio de la economía política, o sea, la
investigación de las leyes internas, “naturales”, que rigen el desarrollo de
la producción, las relaciones que surgen entre los hombres en la
producción, el intercambio y la distribución de los diversos bienes
materiales. Establecen la diferencia existente entre la Economía Política
y la Política Económica del Estado, y la deslindan de los conocimientos
más parciales sobre la organización y el manejo de la economía, sin
embargo al final admitieron que la Economía Política es la ciencia que
estudia las leyes que rigen la distribución1.
El gran logro de la Economía Política Clásica fue haber creado la
teoría del valor por el trabajo, en el período de lucha contra las
reminiscencias feudales, por lo que fueron pensadores progresistas que
defendían los intereses de la burguesía industrial cuando era una clase
social en ascenso y en lucha contra los terratenientes feudales por el
control del poder del Estado.

Posteriormente cuando se intensificaron las luchas entre las clases


fundamentales del capitalismo, en los enunciados orales y escritos de la
corriente vulgar en economía, se abandonó el estudio de la Economía
Política y fue convertida en un conjunto de conocimientos de todo tipo
sobre la economía nacional y presentada en tratados amorfos y muchas
veces carentes de contenido, “sobre todas las cosas y algo más”, como
reza el proverbio latino.

En honor a la verdad es preciso señalar que después de Ricardo no en


todos los ámbitos de los conocimientos económicos reinaban las
“insulsas trivialidades”. Esto se refiere tan sólo a las obras que
orgullosamente se arrogaban el nombre de político-económicas.
Como contrapartida a esto, las necesidades prácticas de la
administración capitalista estimularon el desarrollo acelerado y bastante
productivo de las investigaciones económicas aplicadas. Por ejemplo, se
dieron caracterizaciones suficientemente calificadas sobre las
peculiaridades de la organización de la producción en las diferentes
ramas de la economía, fue evolucionando con éxito la estadística
industrial, fundada por William Petty, aparecieron interesantes trabajos
sobre el movimiento de los precios, la circulación monetaria, la actividad
bancaria y otros, pero eran estudios que no buscaban explicar los nexos
internos que determinan el movimiento histórico de los fenómenos
económicos.

Por eso Karl Marx, que había estudiado toda la bibliografía económica,
escribe en 1851 a Engels: “En el fondo, esta ciencia [la economía
política] no ha progresado desde Adam Smith y David Ricardo, si bien
tanto se ha hecho en lo que respecta a investigaciones especiales y con
frecuencia extremadamente delicadas”.2 Más adelante, también Lenin
concedió mucho valor a la labor de los científicos burgueses en materia
de investigaciones prácticas especiales y subrayó que no se debía dejar
de utilizarlas.
Pero, si bien las distintas disciplinas económicas concretas llegaron a
precisar su objeto (por ejemplo, la estadística o la organización de la
actividad bancaria y de crédito, etc.), precisamente en los trabajos de los
economistas burgueses,4 después de Ricardo se retrocedió en lo que a
Economía Política se refiere.
Por eso uno de los grandes méritos científicos de Karl Marx y
Friedrich Engels consiste en que definieron claramente el objeto de
estudio de la Economía Política, su especificidad y su lugar dentro del
sistema de los conocimientos económicos.
Veamos, entonces, qué estudia la Economía Política. La exposición
anterior hace evidente que su objeto de estudio se encuentra en la
esfera de la producción material. Pero esto no basta para comprender la
particularidad de la Economía Política, puesto que todas las ciencias
económicas estudian, directa o indirectamente, la producción material.
Más aún, muchas ciencias naturales y tecnológicas también tienen que
ver con el estudio de los procesos productivos como las ingenierías.
Las investigaciones concretas aparecía el “sello burgués”, es decir, que
se realizaban para la burguesía y en beneficio suyo.
Está claro que para establecer una diferenciación entre los objetos de las
distintas ciencias relacionadas con el estudio de la producción hay que
comenzar por explicar qué es esta última.
Entre los múltiples aspectos de la actividad humana el que tiene
primordial importancia es la creación de los objetos imprescindibles para
la vida del hombre como los alimentos, vestidos, calzado, vivienda, etc.
Todos estos bienes materiales son creados en el proceso del trabajo
humano. Pero para que el proceso de trabajo pueda realizarse se
necesitan algunas condiciones:
Deben existir los instrumentos de trabajo mediante los cuales el
hombre transforma la naturaleza. Tanto las primeras piedras que alguna
vez el hombre tomó en sus manos para obtener alimento, como las
complejas máquinas, aparatos y equipos automáticos modernos, son
instrumentos de trabajo. Los medios de trabajo constituyen un
concepto más amplio en el cual, además de los instrumentos de trabajo,
están incluidas otras condiciones materiales necesarias para el proceso
de producción, por ejemplo, la tierra, los edificios destinados a la
producción, los canales, caminos, tuberías, etcétera.
El segundo elemento imprescindible para el proceso de producción son
los objetos de trabajo, es decir, todo aquello hacia lo que está dirigido
el trabajo del hombre. Pueden ser dados directamente por la naturaleza,
como el carbón, el petróleo, los minerales, la madera o bien objetos de
una actividad precedente del hombre (como el petróleo en las refinerías,
el carbón en las calderas, la madera en la fábrica de muebles y otros).
Por último, la tercera y más importante condición para que se lleve a
cabo la producción es el hombre, en tanto que portador de la capacidad
de trabajar, o sea, como ser humano con determinadas fuerzas físicas y
espirituales, de un conjunto de hábitos y conocimientos, ante todo, el
progreso de los conocimientos científicos y tecnológicos aplicados a los
procesos productivos y de servicios, gracias a los cuales está en
condiciones de crear y poner en movimiento los medios de producción.
Esta capacidad de trabajar de los hombres se denomina fuerza de
trabajo. Por perfectos que sean los modernos sistemas de máquinas,
que incluyen equipos de dirección automática, computadoras
electrónicas, robots cibernéticos, etc., el hombre fue, es y será la
principal figura del proceso productivo.
El conjunto de los elementos que hemos enumerado, tomados en su
unidad e interconexión recíproca, forman las fuerzas productivas, la
capacidad de transformación productiva con que cuenta la sociedad.
No obstante, al hablar de los elementos integrantes de las fuerzas
productivas, debemos hacer una advertencia más. Debido a que el
cúmulo de conocimientos científicos y tecnológicos se acrecienta
continuamente y a que se acentúa su papel en el desarrollo social, es
hoy plenamente justo considerar a la ciencia como fuerza productiva
directa. Sin embargo, no corresponde tomarla como un elemento aislado
e independiente de las fuerzas productivas. Los conocimientos
científicos se reflejan y concretan en las aceleradas modificaciones que
se operan en los medios de producción en su conjunto; se expresan en
la elevada calificación de los hombres que intervienen en la producción,
en las nuevas y más eficaces combinaciones de los diversos elementos
del proceso productivo, en el perfeccionamiento de la dirección de la
producción, etc. Dicho de otro modo, la ciencia interviene “en forma
evidente y con todo su peso” en las fuerzas productivas, pero no como
un elemento diferenciado de éstas, sino como proceso permanente del
perfeccionamiento de los conocimientos sociales del hombre acerca de
la realidad.
Por consiguiente, en base a lo expuesto se puede decir que la
producción es el proceso de la actividad laboral racional del hombre en
el cual éste, apoyándose en los medios de producción existentes y en
sus conocimientos, trasforma y adapta los objetos de la naturaleza para
satisfacer sus diversas necesidades. También se puede definir la
producción de otro modo: como proceso de interacción del hombre y la
naturaleza para transformarla y darle una forma útil.
Pero éste es sólo un aspecto de la actividad productiva. “En la
producción los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino
que también actúan unos sobre otros. No pueden producir sin asociarse
de un cierto modo para actuar en común y establecer un intercambio de
actividades. Para producir, los hombres contraen determinados vínculos
y relaciones y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a
través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y cómo se
efectúa la producción”, ya que el proceso de producción siempre es
social e histórico.
El método predilecto del pensamiento económico burgués,
especialmente de la economía vulgar, es ignorar este segundo aspecto
de la producción. Y esto no es casual, porque precisamente aquí, en las
relaciones que existen entre los hombres en la producción está incluido
lo que los apologistas del capitalismo quieren ocultar, disimular y
tergiversar. Uno de los principales personajes que trae a colación la
economía política burguesa al analizar la producción es Robinson
Cruosoe, quien “enfrentándose aisladamente con la naturaleza mediante
sus fuerzas, no comparte nada con nadie”.6 Pero, observa Marx “la
producción de un solitario aislado, al margen de la sociedad [...] es tan
inconcebible como el desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan en
común y hablen entre ellos”.7 Los hombres realizan siempre la
producción conjuntamente, en comunidades, grupos, colectividades,
entablando inevitablemente unas u otras relaciones entre sí. “En la
producción social de su vida -escribe Marx-, los hombres establecen
determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción, que corresponden a una fase determinada de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales”.8
A la vez, para evitar futuros errores, es preciso que señalemos ya mismo
que en la producción se van conformando y existen relaciones de
naturaleza dual. Por una parte, surgen relaciones ligadas a la
organización del proceso productivo, que reflejan la interacción de los
diferentes elementos de las fuerzas productivas, por ejemplo, la
correlación entre la masa de medios de producción y la cantidad de
obreros, la sucesión de los procesos tecnológicos, su combinación en las
distintas ramas de la producción, la distribución de quienes trabajan en
diversos grupos según su oficio y otras. Estas relaciones constituyen una
faceta indispensable de cualquier producción, son ante todo vínculos que
existen dentro de las fuerzas productivas, y en la literatura suele
denominárselas relaciones técnico-organizativas.
Por otra parte, en la producción social surgen entre los hombres otras
relaciones de producción, igualmente objetivas, las económicas,
vinculadas a la apropiación de los medios y de los resultados de la
producción, las cuales se expresan en la división de los hombres en
diferentes clases y grupos, y determinan su situación en la producción y
el carácter de las relaciones mutuas entre ellos. Cuando en los trabajos
de los clásicos de la Economía Política Socialista se tratan las relaciones
de producción, se hace referencia precisamente a éstas, a las relaciones
económicas, que constituyen la faz fundamental en el segundo aspecto
de la producción y definen su forma social. Aunque no agotan el
contenido de todas las relaciones sociales, las relaciones de
producción constituyen, por su parte, un sistema muy complejo o un
conjunto que puede ser analizado desde distintos ángulos y dividido en
varios elementos. Karl Marx dio la clave para comprender la estructura
interna de las relaciones de producción sobre todo en su “Introducción” a
la obra Contribución a la crítica de la economía política.
Señala que la producción social no es un acto único fijado en el tiempo y
el espacio, sino un proceso que se efectúa ininterrumpidamente y se
renueva continuamente, pues “cualquier niño sabe que una nación
perecería si detuviera el trabajo no ya durante un año, sino aunque fuese
por algunas semanas”.9
Por eso la producción social es una unidad inseparable del proceso de
producción de los bienes materiales propiamente dicho, de la distribución
del producto creado, del intercambio de la producción entre los diferentes
productores (ramas, empresas) y, por último, del consumo (productivo y
personal). Al margen de la unidad de estos cuatro momentos o esferas,
la producción social no es realizable: por eso “producción, distribución,
intercambio y consumo forman las partes de un todo, las diferencias
dentro de la unidad”.10
El momento fundamental y definitorio en esta unidad es la producción,
puesto que a partir de ella comienza una y otra vez todo el proceso, en
ella se crea los productos que luego se convierten en objeto de la
distribución, el intercambio y el consumo. Así, el conjunto de las
relaciones económicas entre los hombres, que existen en todas las
esferas mencionadas, es definido por un solo concepto: relaciones
sociales de producción.
Por lo tanto, el sistema de las relaciones de producción (dejamos de lado
las relaciones técnico-organizativas) son relaciones sociales entre los
hombres que se van creando y desarrollando en el proceso de
producción y también en los procesos de distribución, intercambio y
consumo, a la vez que el carácter de las relaciones establecidas
directamente en la producción predetermina el carácter de las relaciones
en todas las otras esferas de la vida económica.
Para dar respuesta a la pregunta: ¿cuál es concretamente el carácter
que tiene todo el sistema de relaciones de producción?, es necesario
hallar, identificar y diferenciar en él el elemento principal y definitorio. Los
fundadores del marxismo descubrieron en sus trabajos que ese elemento
básico y decisivo en cualquier sistema de relaciones de producción es la
forma de propiedad sobre los medios de producción.
Los hombres llevan a cabo la producción mediante los medios de
producción, y según a quién pertenezcan éstos, quién disponga de ellos,
se crea uno u otro tipo de relaciones entre los hombres en el proceso de
producción y también -consiguientemente- en las otras esferas de la vida
económica. Así, de la propiedad privada capitalista sobre los medios de
producción deriva inevitablemente la desigualdad situación de obreros y
capitalistas en la producción, la desigualdad en la distribución de los
bienes materiales creados, la gran diferencia en el nivel de consumo
personal, etc., es decir, el carácter de todo el sistema de relaciones de
producción inherente al capitalismo. De ahí que no sea posible cambiar
la esencia del sistema capitalista de relaciones de producción aplicando
algunas medidas parciales como el paso de una forma de salario a otra
más “justa” o la implantación de la venta de mercancías a crédito, etc.;
para cambiar la esencia de las relaciones de producción es
imprescindible cambiar la forma de propiedad sobre los medios de
producción.
La propiedad de los medios de producción es la relación de producción
básica y esencial de la sociedad; las relaciones entre los hombres (sobre
todo entre las distintas clases), que existen en la producción, la
distribución, el intercambio y el consumo, son las formas en las cuales se
pone de manifiesto esta relación determinante.
Al mismo tiempo, en cada esfera de la vida económica existen, a su vez,
relaciones primarias, es decir, más importantes, directamente vinculadas
con la forma de propiedad de los medios de producción, y relaciones
secundarias, terciarias, etcétera, las que sólo están ligadas de manera
mediata con las relaciones básicas. Por ejemplo, la producción de
plusvalía (excedente económico) y su apropiación por los capitalistas es
una relación de producción primaria, o sea, una relación entre la clase
obrera y la burguesía, en tanto que las formas de distribución de la
plusvalía entre los diversos grupos de la burguesía es ya una relación
derivada.
En consecuencia, el conjunto de relaciones económicas productivo-
sociales constituye un sistema complejo que puede ser examinado en
dos cortes: en el horizontal aparecen las relaciones en la producción, la
distribución, el intercambio y el consumo; en el vertical (o según círculos
concéntricos), la forma de propiedad de los medios de producción, las
relaciones primarias consiguientes en todas las esferas de la
reproducción social y las relaciones derivadas secundarias, terciarias,
etc.11
Recordemos una vez más que en la producción y en las otras esferas de
la reproducción, junto a las relaciones económicas existen también las
técnico organizativas. Su peculiaridad reside en que expresan
principalmente los nexos existentes dentro de las fuerzas productivas,
entre sus elementos. Aunque también ellos están bajo la influencia
(llevan el sello) de las relaciones económicas imperantes en la sociedad,
como no determinan las formas ni el carácter de la producción social, en
este análisis las dejamos a un lado.
Las fuerzas productivas y las relaciones de producción, tomadas en su
unidad, constituyen el modo de producción, en el cual las fuerzas
productivas son el contenido, en tanto que las relaciones de producción
constituyen la forma social de la producción. El modo de producción es la
base de la interacción y determinación de los fenómenos sociales y
también relativamente en el ambiente.

¿Cuál es la interrelación de estos dos aspectos del modo de producción?


Existe entre ellos una interacción dialéctica, pero el factor más dinámico
y revolucionario de la producción son las fuerzas productivas, pues a
partir de ellas (sobre todo de los instrumentos de producción) comienzan
las modificaciones en el modo de producción. Las fuerzas productivas
materiales, que al comienzo se desarrollan dentro de la vieja forma
social, en determinada etapa de su evolución “entran en contradicción
con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la
expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las
cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las
fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se
abre así una época de revolución social”.12
Habiendo tratado ya el contenido de los dos aspectos del modo de
producción podemos retomar la cuestión de qué constituye el objeto de
estudio de la economía política. Es evidente que la tesis general que
hemos planteado antes, acerca de que la Economía Política es la
ciencia que trata el desarrollo de la producción social, debe ser
concretada.
El objeto inmediato de estudio de la economía política es el aspecto
social de la producción, es decir, las relaciones de producción,
económicas, materiales, entre los hombres y que se encuentran
determinadas por la forma de propiedad sobre los medios de producción.
“La economía política no se ocupa en modo alguno de la ‘producción’,
sino de las relaciones sociales de los hombres en la producción, del
régimen social de la producción”, escribió Vladimir Ilich Lenin.
La tarea fundamental de la Economía Política consiste en descubrir
por qué y cómo surge uno u otro tipo de relaciones de producción, en
identificar sus rasgos característicos, es decir, en definir la esencia de
cada una de las relaciones de producción dadas y analizar su estructura
interna, el sistema de nexos e interdependencias entre sus elementos
componentes y, por fin, en señalar la tendencia y el curso de su
desarrollo.
A la vez, el principio más importante, que da base y permite hablar de la
Economía Política como de una auténtica ciencia, es admitir que en la
sociedad –lo mismo que en la naturaleza- todo se halla en movimiento,
es decir, todo se desarrolla y se trasforma, y que el desarrollo trascurre
sobre la base de leyes objetivas, que no dependen de la voluntad, la
conciencia, el conocimiento y la actividad de los hombres.
La fuerza y la debilidad de la escuela clásica de la Economía Política
burguesa consistió en que ésta, por un lado, intentó buscar las leyes
que rigen el desarrollo de la producción capitalista independientemente
de la voluntad de reyes y gobiernos, pero, por otro lado, no pudo
comprender el carácter históricamente transitorio de esta producción la
consideró como un estado “eterno”, “natural”, de la sociedad. Por eso su
doctrina tuvo un carácter limitado, en cierta medida convencionalmente
científica. Sólo Marx y Engels, basándose en los principios de la
dialéctica materialista elaborados por ellos, convirtieron la Economía
Política en una verdadera ciencia. El objeto de estudio de la economía
política son los sistemas (tipo) de relaciones de producción que
históricamente se suceden unos a otros. “...Las formas económicas en
las cuales los hombres producen, consumen, realizan el intercambio son
formas transitorias e históricas. Al adquirir nuevas fuerzas productivas,
los hombres modifican su modo de producción, y junto con él modifican
todas las relaciones económicas que sólo eran necesarias para el modo
de producción dado”.
El surgimiento de cada sistema (tipo) de relaciones de producción y su
desarrollo, que conduce, en última instancia, a su extinción, se opera
en base a leyes económicas objetivas, independientes de la
voluntad, la conciencia y actividad de los hombres. Es también tarea de
la economía política descubrir y analizar estas leyes.
Por consiguiente, la Economía Política es la ciencia que trata el
desarrollo de las relaciones productivas-sociales, económicas, entre los
hombres, que estudia las leyes objetivas que rigen estas relaciones en
las distintas etapas del desarrollo de la sociedad humana, sobre la base
de la forma de propiedad sobre los medios de producción.
Por lo tanto, no es esta una ciencia sobre la economía nacional ni una
ciencia sobre la “administración” del Estado, ni tampoco una recopilación
de normas para organizar y dirigir una rama cualquiera de la economía
(de la industria, de la agricultura, etc.). La Economía Política estudia los
nexos e interdependencias cardinales más generales y a la vez los más
importantes que surgen en la actividad productiva de los hombres, y que
abarcan todos los aspectos de esta actividad, cual fuere la esfera
(producción, distribución, intercambio o consumo) y la rama concreta de
la producción en la que se efectúe esta actividad.
Al ponerse de relieve que la Economía Política no se dedica a la
producción en general, sino al aspecto social de la producción, hay que
tener en cuenta al mismo tiempo que no se pueden estudiar las
relaciones de producción de una sociedad dada deslindadas de las
fuerzas productivas, del nivel y las tendencias de su desarrollo (porque
las relaciones de producción dependen del carácter y grado de desarrollo
de las fuerzas productivas). A eso se debe que la Economía Política,
aunque enfoca directamente las relaciones de producción, inevitable y
constantemente aborda también el estudio de las fuerzas productivas.
Por supuesto que la faz técnica del desarrollo de los medios y objetos de
trabajo, así como el desarrollo profesional de la fuerza de trabajo
escapan al tema de estudio central de la economía política; sin embargo,
esta ciencia debe reflejar aquellos cambios cualitativos que se operan en
la técnica, los cambios estructurales en las fuerzas productivas, por
cuanto precisamente eso es lo que condiciona los cambios tanto en los
vínculos técnico-organizativos como en las relaciones económicas de
producción que conducen o bien a la sustitución de una forma por otra, o
bien a modificaciones dentro de cada forma de relaciones de producción.
Por ejemplo, el proceso de desarrollo de las relaciones de producción
capitalistas, es decir, la transición constante del capitalismo de la época
de la libre competencia al capitalismo monopolista y, luego al capitalismo
monopolista de Estado, es el resultado de modificaciones estructurales
cualitativas en las fuerzas productivas.
El papel activo de las fuerzas productivas en la dinámica de las
relaciones de producción se acrecienta especialmente en la actualidad a
raíz del ritmo veloz de la revolución científico-técnica que ha
transformado las relaciones sociales de producción de ámbitos locales a
globales. Por ello, la Economía Política no puede quedar al margen y no
estudiar los procesos que tienen lugar en las fuerzas productivas.
Además, su finalidad consiste no sólo en estudiar y registrar la influencia
que ejercen las fuerzas productivas en desarrollo sobre las relaciones de
producción, sino también en desentrañar la influencia inversa de las
relaciones de producción sobre el proceso de desarrollo de las fuerzas
productivas. Cada sistema de relaciones de producción o bien da campo
libre para que progresen con rapidez las fuerzas productivas o, por el
contrario, al no estar en correspondencia con el nivel y el carácter de
éstas, frena su desarrollo. La Economía Política se dedica precisamente
al estudio de estos procesos.
De tal modo que aunque las fuerzas productivas como tales (las
características técnicas de los diversos medios de producción, su
estructura material, etc.) no forman parte del objeto de la Economía
Política, ésta no puede dejar de tener en cuenta (y quizá también
podemos decir no puede dejar de investigar) el nivel general, las
orientaciones y tendencias fundamentales de su desarrollo.
Los trabajos de Marx y Engels permitieron que la Economía Política
adquiriera su propia fisonomía y ocupara un lugar absolutamente
definido en el sistema de las ciencias sociales. Pero los ideólogos del
régimen burgués no han querido y hasta hoy no aceptan la definición de
la economía política como la ciencia que trata las relaciones económico-
sociales entre los hombres, las leyes que rigen estas relaciones sobre
cuya base se ponen de manifiesto las contradicciones de clase, y se
revela el carácter históricamente transitorio de los distintos modos de
producción, incluido el capitalista. Es por eso que después de los torpes
intentos de silenciar los descubrimientos realizados por Marx y Engels en
el ámbito de la ciencia económica, los científicos al servicio de la
burguesía hace ya más de un siglo que se afanan en refutar a la
Economía Política Socialista, incluso la definición marxista del objeto de
la Economía Política.
En su tentativa de rebatir a Karl Marx los portavoces de las diferentes
escuelas y corrientes del pensamiento económico burgués han
promovido literalmente centenares de las más diversas (a primera vista)
definiciones del objeto de la Economía Política. No es casual que Rosa
Luxemburgo en las conferencias que dictara a los obreros alemanes,
haya acotado que “la Economía Política es una ciencia asombrosa. Las
dificultades y divergencias se inician con los primeros pasos en este
terreno, a partir de la cuestión más elemental: cuál es, en realidad, el
objeto de esta ciencia”.
No hay necesidad de reproducir la multitud de definiciones de la
Economía Política y de su objeto que aparecen en los distintos autores.
A pesar de la diferencia en las formulaciones que parecen ser disímiles,
algo emparenta a todos los representantes del pensamiento burgués: es
el afán de quitar a la Economía Política su contenido social y de clase
que desemboca en la lucha política.
Los pensadores burgueses quisieran hacer de la economía política
una ciencia inofensiva para la burguesía sobre la “economía nacional”, la
producción y distribución de la riqueza, los “modos de satisfacer las
necesidades vitales del hombre”, la libertad de mercado, etcétera. A este
respecto, Paúl Samuelson, Premio Nóbel en economía 1970, evadiendo
un campo importantísimo de estudio de la realidad social, escribe: “la
economía, o la economía política, como se la solía llamar … es el
estudio de cómo los hombres y la sociedad deciden, con o sin el uso del
dinero, emplear recursos productivos escasos, que pueden tener
aplicaciones alternativas, para producir diversas mercancías a través
del tiempo y distribuirlas para el consumo, ahora y en el futuro, entre
diversas personas y grupos de la sociedad”
En las nebulosas y confusas definiciones de los estudiosos burgueses se
manifiesta el deseo tendencioso de tergiversar la realidad, de disimular
las inadmisibles contradicciones de la sociedad capitalista.
¿Por qué en Economía Política se irritan tanto los apologistas del
capitalismo comenzado por los primeros pasos, por la definición del
objeto de dicha ciencia? Karl Marx dio una respuesta
extraordinariamente clara en el primer prólogo a El Capital. “En el terreno
de la Economía Política, la libre investigación científica tiene que luchar
con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter especial de la
materia investigada levanta contra ella las pasiones más violentas, más
mezquinas y más repugnantes que anidan en el corazón humano: las
furias del interés privado. La venerable Iglesia anglicana, por ejemplo,
perdona de mejor grado que se nieguen 38 de sus 39 artículos de fe que
se le prive de un 1/39 de sus ingresos pecuniarios”.17
Al estudiar las relaciones vinculadas con la producción, la distribución, el
intercambio y el consumo de los bienes materiales, la Economía
Política penetra en el “sanctasantorum” de la sociedad burguesa, en las
fuentes que alimentan tanto el poder político de la burguesía como la
“dulce” vida privada de las familias burguesas, su vana ociosidad. Por
eso, los intereses ligados a la obtención de ingresos no provenientes del
propio trabajo, es decir, los intereses materiales o económicos, son los
más importantes para la burguesía, y ésta moviliza sobre todo las
fuerzas de su “cofradía científica” sin escatimar dádivas para defender
estos intereses, para desmentir la ciencia que pone “el dedo en la llaga”
de las clases parasitarias.
Por consiguiente, hemos llegado a la conclusión de que la Economía
Política es una ciencia de clase. Esto significa que sus objetivos, tareas y
métodos de investigación están determinados por los intereses
(económicos y políticos) de las distintas clases sociales; esto significa,
además, que no hay ni puede haber una Economía Política única para
todas las clases, con conclusiones “correctas en general”, mucho menos
que sea imparcial.
La clase o grupos sociales progresistas, cuyos intereses coinciden con el
movimiento regular de la sociedad de etapas inferiores a otras
superiores, están interesados en poner en evidencia y utilizar en su
actividad práctica las leyes del desarrollo social, ante todo, las leyes
económicas. Por ejemplo, en la lucha contra el feudalismo caduco surgió
la Economía Política Clásica Burguesa. Pero en cuanto la burguesía se
afirmó como clase dominante y se enfrentó con las acciones
revolucionarias del proletariado, sonó la hora final del carácter científico
de la Economía Política Burguesa. A partir de este momento la
burguesía orientó el pensamiento de sus apologistas científicos no hacia
la búsqueda de la verdad sobre el sistema económico de la sociedad y
las leyes de su desarrollo, sino a enterrar más profundamente esa
verdad. De ahí las “insulsas trivialidades” enunciadas en las teorías de
los economistas vulgares que sustituyeron a la escuela clásica, así como
el huero eclecticismo integrado por retazos de conocimientos de diverso
tipo con apariencia de Economía Política.
La investigación auténticamente científica en el ámbito de la teoría
económica sólo se hizo posible desde las posiciones de la clase
progresista, interesada en sustituir el régimen existente y, en
consecuencia, en elucidar de qué manera, apoyándose en qué leyes
objetivas es posible hacerlo.
Teniendo en cuenta lo enunciado es preciso encarar la evaluación de las
teorías económicas burguesas contemporáneas, en particular, sus
definiciones del objeto de la Economía Política. En esencia, los
economistas burgueses actuales se asemejan, en lo que respecta a este
problema, a los primeros representantes de la corriente vulgar. Como
antes, están en boga los intentos de reducir la Economía Política a una
ciencia sobre la economía nacional, sobre las necesidades humanas y
los modos de satisfacerlas, el comportamiento de las variables
macroeconómicas, etcétera.
Uno de los economistas burgueses más populares, Paúl Samuelson, de
EE.UU., en su manual La economía moderna cita un conjunto de
definiciones del objeto de estudio de la economía política que se dan en
los trabajos de los economistas occidentales:
1. La teoría económica es la ciencia sobre la utilización por los hombres
de los recursos productivos raros o limitados (la tierra, el trabajo, las
mercancías destinadas a la producción, por ejemplo, las máquinas y
conocimientos técnicos) para producir diversas mercancías (tales como
trigo, carne de vaca, un tapado, conciertos, caminos, yates) y distribuirlas
entre los miembros de la sociedad con fines de consumo.
2. La teoría económica es la ciencia sobre las formas de actividad
vinculadas con el intercambio y las transacciones monetarias entre los
hombres.
3. La teoría económica es la ciencia sobre el modo en que la
humanidad logra cumplir sus objetivos en el ámbito del consumo y la
producción.

4. La teoría económica es la ciencia sobre la riqueza.


Paúl Samuelson considera que las definiciones de los otros economistas
no son suficientemente satisfactorias, y da la suya propia: “La economía
es la ciencia acerca de cuáles de los recursos productivos raros eligen
los hombres y la sociedad con el correr del tiempo, por medio del dinero
o sin su intervención, para producir distintas mercancías y distribuirlas
con fines de consumo en la actualidad y en el futuro entre los diferentes
hombres y grupos de la sociedad”.19
Las definiciones dadas por otros autores que Samuelson menciona, al
igual que su propia fórmula, se distinguen por una misma característica:
la falta de claridad sobre qué es precisamente lo que estudia la
Economía Política, en qué reside su especificidad con respecto a otras
ciencias sobre la producción. Los economistas burgueses tratan
empeñosamente de desviarla, apartándola del estudio de las relaciones
productivas sociales, y la convierten en una “doctrina universal” sobre la
vida comercial y económica. No es fortuito que el propio Samuelson diga
que los principios o condiciones de la actividad económica que él deduce
tienen un carácter universal, que
son aplicables tanto en un Estado colectivo como en una nación
industrial capitalista o en una tribu de las islas de los mares del Sur o
para Robinson, e... incluso para un enjambre de abejas o un
conglomerado de monos.20
De esa manera, en lugar de los modos de producción históricamente
determinados, que se suceden unos a otros regidos por leyes objetivas,
los autores burgueses convierten en objeto de estudio de la teoría
económica sólo los principios generales y abstractos sobre la
organización y manejo de la producción. Es cierto que cualquier proceso
de producción dondequiera que se realice y sean cuales fueren sus
condiciones, tiene algunos aspectos comunes (por ejemplo, la presencia
de los tres elementos del proceso de trabajo, es decir, los medios de
trabajo, el objeto de trabajo, la fuerza de trabajo en acción, tomados en
ciertas correlaciones cuantitativas, etc.). Al hacer notar la necesidad de
esas condiciones generales de la producción, Marx subrayaba que estos
son “aspectos abstractos por medio de los cuales no se puede
comprender ninguna etapa histórica real de la producción”.21

Pero eso es justamente lo que quieren los economistas burgueses


quienes tanto escriben sobre el papel de los diversos factores de la
producción actuantes en todas partes, y que deducen complejas
fórmulas matemáticas de sus interdependencias. ¿Para qué necesitan
hacerlo? Marx observa que es para representar la producción “como
encerrada dentro de los límites de las leyes eternas de la naturaleza,
independientes de la historia, para luego, en el momento oportuno, hacer
pasar las relaciones burguesas, en forma totalmente inadvertida, como
leyes naturales inmutables de una sociedad in abstracto”.22
De esta manera, al referirnos a la concepción marxista del objeto de la
Economía Política, hay que destacar que dicha ciencia estudia las
relaciones económicas y sus leyes en las distintas etapas del desarrollo
de la sociedad. De esto se deduce que la Economía Política es una
ciencia histórica y debe ser subdividida en una serie de partes
componentes, cada una de las cuales estudia un modo de
producción cualitativamente particular, los diferentes tipos de relaciones
de producción y su desarrollo dentro de un mismo modo de producción,
la transición de un modo de producción a otro superior y las leyes
económicas especiales por su esencia y formas de manifestación.
Así es como plantearon la cuestión los creadores de la economía política
socialista, Marx y Engels. En su libro Anti-Dúhring, Engels escribe: “Las
condiciones en las cuales los hombres producen e intercambian lo
producido varían con cada país y, dentro de éste, con cada generación.
Por eso, la Economía Política no puede ser la misma para todos los
países ni para todas las épocas históricas”.
De tal manera que los portavoces de la ciencia burguesa, que
consideran el capitalismo como un orden social “eterno” y “natural”, ven
con malos ojos cualquier enunciado acerca de que existieron, existen y
pueden existir en el futuro, además de las capitalistas, otras relaciones
económicas y sociales de cualquier tipo y, en consecuencia, apartados
de la ciencia económica que las estudian. Se comprende que no ignoran
el hecho de que las condiciones de producción e intercambio, por
ejemplo, en Egipto durante la época de Ramsés II o en el Imperio
Romano bajo Julio César, se diferencian esencialmente de la “vida
comercial” contemporánea en EE.UU. o Inglaterra. Pero consideran todo
el proceso histórico sólo como una evolución gradual del capitalismo
desde sus formas originarias y más simples hasta el estado “perfecto” -
así lo consideran- en que se encuentra ahora. Esto explica el afán
permanente de los autores burgueses por establecer o deducir leyes
“eternas” e “inmutables” de la actividad económica, igualmente válidas
para todas las épocas y todos los pueblos, cayendo inevitablemente en
el ahistoricismo y, en consecuencia, fuera del conocimiento científico del
movimiento histórico de la sociedad regido inexorablemente por leyes
objetivas.

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