Al comenzar 1858 sólo una de las medidas coercitivas de la Confederación
contra Buenos Aires presentaba alguna probabilidad de éxito. Esta medida, la búsqueda de aliados en el Río de la Plata, podía por sus mismas implicaciones llevar a la guerra civil. Durante casi dos años la campaña quedó detenida mientras Urquiza hacia todos los esfuerzos posibles por concertar alianzas formales o informales con el Brasil, Uruguay o Paraguay, y Buenos Aires se empeñaba en impedir esas alianzas y asegurarse el equilibrio de las fuerzas. En Paraná, los negociadores no habían podido obtener sino escasa ayuda del diplomático brasileño, Paranhos. Con esto, por cierto, se le presentaba una oportunidad a la Confederación de lograr la alianza del Brasil con el fin de proteger la independencia uruguaya amenazada por las intrigas porteñas. La acción conjunta que Argentina y Brasil emprendieron con el fin de sofocar una conspiración urdida en Buenos Aires proporcionó el impulso para una alianza. Urquiza trató de sacar provecho de esta situación para obtener la ayuda uruguaya y brasileña y con ella obligar a Buenos Aires a entrar en la Confederación. El 19 de marzo, el gobierno porteño rechazó oficialmente cualquier demanda de la confederación conducente a hacerle aceptar la Constitución. La política de la Confederación era confusa, pero su finalidad, como lo reflejan los despachos oficiales y las comunicaciones privadas en el mes de marzo, era la de llegar claramente a la unificación, aun al precio de una guerra. Al mismo tiempo que la Confederación expresaba abiertamente sus intenciones con este cambio de notas, perseguía esperanzada el espejismo de una alianza con el Brasil y Uruguay. Mientras tantos, la carencia de ayuda extranjera para la Confederación, impedían lanzar amenazas respaldadas contra los porteños. La Confederación esperaba que eventualmente pudiera arrancar una alianza de Uruguay y Brasil. Un intento de entablar relaciones con Brasil fue la misión de De La Peña: la finalidad era concluir un pacto argentino-brasileño tendiente a regular las relaciones con el Uruguay. Como un gran obstáculo, aparecieron los diplomáticos franceses y británicos en Río de Janeiro y dieron la orden de que abstuvieran de intervenir en los asuntos internos de la Argentina. Sin éxito de conseguir aliados, en abril de 1859 ya era evidente que la Confederación intentaba resolver la cuestión pendiente con Buenos Aires por medio de la guerra. No obstante, la búsqueda de aliados proseguía. Por ahora, la esperanza e ilusión de Urquiza eran los paraguayos. Pero por cuestiones internas en Paraguay, como por ejemplo la necesidad de poseer la jurisdicción del Río Paraguay de forma completa, no presentaron apoyo, todo lo contrario. Por este motivo es que el Gobierno de la Confederación no consideraba oportuno atacar a Buenos Aires, por el momento.