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Bartolomé Clavero Derecho indigena y cultura constitucional en América He aqui una preocupacién nueva, la preo: para un problema vi ién europea Preocupacién y probl el autor suyos. Y ya se sabe que obra § n buenas razones Asi ce en el estudio de un vaclo jufldlee ¥ Wii i cultural para tratar de entender y eonwili bién a superar una indiferencia Garmin BARTOLOME CLAVERO « o £ 3 < & zg 2 9 G 2 i= 5 2 o g $ é S 5 5 9 > MBX DERECHO INDIGENA : DERECHO INDIGENA Y CULTURA CONSTITUCIONAL EN AMERICA {NDICE PRESENTAGION Ps 1, TIEMPO DE COLONIA, TIEMPO DE CONSTITUCION. 1 wv. 20 v. 28 vL a 35 VII. Y REPLANTEAMIENTO CONSTITUCIONAL “4 2. TIEMPO DE CONSTITUCION, TIEMPO DE DESCO- LONIZACION 3 3B 59 66 DB & 4 RECHOS vu thee ANEXOS 1. Reconocimientos constitucionales (1972-1993) i del Trabajo (1989) Grupo de Trabajo de Naciones Unidas (1993) INDICE DE NOMBRES 205 PRESENTACION ‘A la vista del Quinto Centenario de la América europea, se presen- 16 en Naciones Unidas la propuesta de procla de 1992 como ‘Afio Internacional de los Pueblos Indigenas. Espafia y algunos Es- tados americanos se opusieron por entender sintométicamente que ello desbarataria su empefio de que fuera Afio Internacional del Des- cubrimiento de América. Para Naciones Unidas, 1992 no fue afio ni de una cosa ni de la otra, pero 1993 ha sido, segin denominaciones oficiales, International Year for the World's Indigenous People o Ano Internacional de las Poblaciones Indigenas del Mundo. La celebracién de 1992 ya se sabe que no dejé de producirse por- ionalmente. Toda una década de pala- que no fuera oficial int de Derechos Humanos y el Instituto de Investigaciones Juri- & Presentacion somos libres, sujetos responsables de nuestra libertad respectiva. Y diicas de la Uni errores, incluso los trayecticios, no son de responsabilidad co- principios de oc Menéndez y Pel ciGn Iberoam indigenas en América Para el autor fnaliza 1993 a comienzos de marzo de 1994 como ttabajador invitado a un taller en Guatemala sobre «Cons Quienes més directamente le han ofrecido encuentros, propor- cionado materiales, aportado conocimientos y revelado sensibilida- des en las ocasiones dichas 0 al margen también de ell de «Declaracién de derechos indigenas» izacién de Estados Americanos para 1992 lizado para todos 1993, en cartera. responsable primera. Sin ella no hubiera habido obra. La conclui- mos en mayo de 1994, aunque el corte ya veremos hasta qué punto es cosa secundaria para esta cuestién de siglos. Los datos se han salvo alguna contada excepcién referente a México, el mis- mo aio de gracia de 1993, Avio Internacional de las Poblaciones In- digenas del Mundo, nuestra celebracién no festiva puedan también ser au les de si mismos. La obr personas. Ahora procede a la participacion © la lectora, con el autor o la autora de la lectur participes. Son tantas en total las pat abidas y las deseadas, que conviene algin idades. La suya propia tienen dichos autores y autoras, los lectores y lectoras. También les eorresponde distinta a los organis- ‘mos y asociaciones. Han ofrecido oportunidades y prestado medios, ppero no inducido a posiciones ni forzado a pronunciamientos. No tienen responsabilidad alguna en la razén de la escritura, igual que no Ia tendrén en el uso de la lectura. Unos y otros autores y autoras 1, TIEMPO DE COLONIA, TIEMPO DE CONSTITUCION ) are in a state of puptlage. Their re- They the Indian resembles that of a ward to bis guar- Corte Suprema EE UU, 1831 1. CONTRASTE DE TIEMPOS La Corte de Justicia Internacional de La Haya hubo de entender, unos vikingos «masacrados por la poblacién aborigen» allé por tiem- pos medievales. Importaba el origen de unos, los colonizadores, y to la presencia de otros, los colonizables. Estos, los nativos, silo prestaban si acaso prueba, la prueba macabra de una masacre. No ro eran procesalmente personas. Al id en verdad ni se le ocurre !. wacional, para un presunto derecho de la humanidad toda, al menos de sus estados, era aborigenes no tuviesen existencia en nuestro siglo y tenido tampoco siglos antes. A los efectos cel pleito, ‘aborigenes resultan actores en una historia propia que sirve derecho ajeno, el derecho a su territorio, al tertitorio suyo de Bi asunto internacional era interestatal; era juridicamente en- (©, Huon comp), Weld Con Report: Clon of nd 3 : Bartolomé Clavero Tiempo de colonia, tempo de conttucn nacional de tiempo constitucional un reconocimiento tan elemental que no habfa siquiera faltado en época precedente? una ignorancia tan completa en una fase sin entrada ptocesal posible para una poblaciéi lacién que, como la indigena, no lo cor 10 cosa accesoria, puede ésta, tribuida a un estado forineo de esta especialidad, recordaba centenario de una arribada parse unas soberanias estatales que pudieran haber venido contem- poriineamente impidiendo ese reconocimiento de unos derechos de poblaciones no constituyentes por s ‘1 in 1 teslogo Francisco de Vitoria en : “iertamente fue el principio. postul jencralidad ce los jurists que operara por entoneesy pore mismo derecho que entonces se estableciera 4, bien que con mat portancia tras la arribada europea sein tendremos que ver. a la vista. Resulta que unos colonizado- -amente feudales reconocfan el derecho de los 8 que otros de época constitucional y de insti tuciones constitucionales, tanto la internacional como las estatales, ni siquiera parece en efecto que conciban la posibilidad. He aqui tunas cuestiones primeras, unas inc6gnitas iniciales: ¢Cémo es ble un tal contraste? ¢Cémo puede ignorarse por el derecho inter. la que no existia lo, por un tiempo pasado que fue ademas confesional y de una religién tan militante la cristiana? ¢Es que entonces icional unos derechos indigenas? hoy no pueden tenerla? Son unas cuestiones iniciales y seré cuestién final. Un contraste tan marcado de tiempos puede sonat hoy exagera- ‘lo, En verdad, ha podido comenzar tiltimamente a amortiguarse. * Agee We Benson, cL and Legit in Crecnland dhing he rms ton fom Calo Sts to Hoc Rake Se Nas An ology. InttonlJbrbuh fResb Ps Groplnd Puce ex los aborigenes como parte a tenet en cuenta para el caso . este alcance de privaci6n juridica de la ser alegado por tie i ussel Lawrence Barsh, «Behind Land Claims: Rationaliziog Dispossession ‘and Anthropology, Internationales Jabrbuch fir libre quim, eapteulo 1, parggrafo 2 (eds. R. H. Campbell, A. S. Skin- B. Todd, Oxford 1976, 1, p- 650) a Bartolomé Clavero nentes de un Law of Nations, de un derecho de gentes, de caricter iimperativo, derecho que no puede ser suspendido por ningain otro de cardcter nacional 0 doméstico, de una gente o de una nacion cual- quiera, derecho natural. Es cuestién que se regula de esta forma para lia humanidad toda con todos sus efectos disctiminatorios dentro de ella que llegan a ser excluyentes de ella of nations, not upon municipal right», d tes y no de otro, como dira una aleg. siglo XIX tras citar puntualmente a Vé Smi sdlo asi el derecho de gentes, sino también © la ciencia sin mas de gentes **, de Vattel, como luego veremos, ha formulado a mediados del siglo XVI como droit des gens, derecho de gentes, derecho pre- sunto de la humanidad toda, y como Joi naturelle, ley natural, ley de la misma naturaleza, recho de la naturaleza y como na- tutaleza del derecho, la po idica de Locke, con su corolario de expropiacin de derech quien y Adam Ia filosoffa, la Ei ‘que no sirve entonces para intentar ificarla y jerarquizarla con el efecto ju- de dicha expropiacién. El se- gundo, Adam Smith, hace Io pro} Jando por su parte una serie de est formas sociales con la misma consecuen: . Son posiciones que se presentan como cientificas y que ast resultan no menos preceptivas”, % Howard R. Berman, «The Concept of Aboriginal Rights inthe Eady Legal History ofthe United Stats, p. 639, en Buffalo Law Review, nim. 27, 977-1978, ‘pp 637-667, emiiendo esenc yal capitulo 12 del libro vm de De Pesprit. iendo el orden el de Ia alegacin. “Montesquieu conviene repassrse a extos efectos todo el eontexto de los libros xm, sobre la eselavitud que se admite para los at anos y mediamte el trifico y la trata en América, y XVII, acoren de la natursleza ddl tereno que incluye la tipologia social con nuestro punto de nepacion de dere. Tiempo de coloni, tiempo de consticucion a Bs todo un bloque de cultura, toda una nueva cultura realmen- 1a comenzaba a identificarse con tal denominativo de eee cacao ampliamente al dere cho”, pero afecndoloneurdlgcaments: Et formindo fuerza especialmente la ecoomfa, una economia como espaci ieee pero espacio ya no de religi6n, sino precisam derecho, de derechos de individuos, de una libertad individual iden- tificada con propiedad privada™. Esta economia desplaza de su campo la presencia tradicional de religin propia o de pricticas re- ipositivo de la apropiacion individual y de su comercio, social”, Estamos ante la cultura de un individualismo posesivo que quiere hacerse con: constitucionalismo ra do modelo de antropol siones absolutas de otras an abundar en esto. El efecto es, no de uni nizacion del propio universo Kaur oto Ys no alo icién subordinada. Ahora ho se muestea dspuesto a abandonar completame: Jkivo. El contexto del pronunciamiento de 1 Sith es més peculiar, pues e! capitulo de [pero ahi se introduce dicha teoria de los estadios: progetto giuridico, Ricerche sulla giursprudenca del liberals “¢ Bentham, Min, 1974, ustzo, De Hobbes i Bertolomé Clevero bres y a deshacer enteramente sus comunidades para conseguir in- tegrarse en el tinico mundo constitucionalmente concebible del de- echo, Es el vaclo que decimos, Con esta concepcién constitucional, el exclusivismo cultural no ¢s s6lo que no se corrija ni aminore; es que se iza y exaspera. EI mismo fondo religioso del imperialismo civilizatorio sigue pre~ sente, con esta versién ahora que se expandiri més fécilmente por cl protestantismo. El primet Treatise of Government de Locke, este comienzo, confronta el entendimiento religioso tradicional dentro de los propios medios protesta pata situar su concepcién del derecho humano al margen de la religion, sino para hacerse con ella en beneficio del planteamiento co Y esto también representa un parat tucionalismo, de su cultura. E] individualismo posesivo socialment se entendié como un verdadero mandato religioso; Jas divinidad Jos animales y la naturaleza se ponen asi al servicio de este derecho de una humanidad. Todo era de este modo ecologia: medio natural y raz6n humana. Es una novedad que no trae de por si el protes- tantismo, pero que éste admite, acoge y favorece ®, ¥ a lo que ahi orta, la religiOn, este nuevo cristianismo, sigue operand. eno del derecho con su potencial excluyente propi Y estamos ante mas cosas, que también conviene recordar por todo lo que habré de verse, cosas de orden tanto civil 0 privado como politico o piblico, En la primera vertiente, la entronizacién universal de un concepto particular, el de una forma de propiedad, no sélo produce el efecto de la dicotomia entre el derecho de una parte, la colonizadora para América, y la exclusién de otra, la abo- tigen para el caso, sino que también comporta otras discriminacio- nes menos absolutas, exclusiones relativas internas. Y aqut seguia en- trando la familia como orden social que se mantiene bajo la nueva concepcién de la economia, Pues slo cabe propiedad, pues slo cabe ast derecho, para el supuesto del sujeto auténomo, todos los individuos de sectores so: ciales que no cuenten con autonomia personal, que no puedan h: cerlo segin una estructura social que se seguia pensando familia 1a gencrador del con: B.Clavero, Usura, Del uso econbeico dela reign en la hstoria, Madrid, 1984, pp. 13-37. Tiempo de colonia, tempo de contac a no encuentran el acceso expedito a la misma propiedad, al mismo derecho, al derecho personal de rango constitucional. Es el caso de 1 por cuenta ajena que también , ambos fuertemente di clavitud; no se olvide que el mismo See le daba sabica En la segunda vertiente de un nivel todavia constitucional, con- ne nbrayar oe pa seeonetoe aclomente ut erecho india, 1c derecho privado, Derecho, también se admite colectivo, de una ectividad, pero s6lo aquel o solamente de aquella que se corres- ico. De este modo se form: iden politico también cor vo, un verdadero derecho de co- ruye en cabeza de estado -9 sobre estas particulares prem Locke, Tio Treaties of Government, tratado segundo, caps 4 y 6 tt, pp. 283-285 y 303-318). Philip Reid, The Concept of Liberty inthe Age ofthe American Revo: “The Concept of Reprerentatio tn the Age ofthe American 2 Bartolomé Clavero De este modo en fin se concibe, de este modo nace, con implicaciones surge, 1a cultura constitucional. Asi se pensaba. ‘mos cémo se realizaba, cémo estaba comenzando a realizarse. Us concepcién puede demorarnos en la der los elementos més op Porque Locke no le diese indigenas, de no resistirse mas radicalmente, atin podian contar con un espacio, el colonial visto. Esta posibilidad existia no s6lo colonialismo catélico, sino tambi go- ana no dejé de intentar unas relaciones con las poblaciones indigenas bajo dichos mismos supuestos, esmerandose incluso colonialismo protestante por producir mejores resultados que el . La propia monarquia briténica tampoco dejaba de adop: utelar, En mal que en las colonias vecinas, donde fue pre- to desencadenante del proceso de independencia ‘como Estados Unidos ®. mente, en el mismo siglo XVI tuna frustracién de las rel habia podido comen- 1 con los indigenas 1982; Wilbur R. Jacobs, «British Indian Pol E, Wathburn (comp. ), Histor of Indian: White Relations, pp. 5 lama Je, The American Indien in Wertern Legal Thought, pp. 193 ‘Tiempo de colonia, tempo de constituciin » variantes. La novedad ya , Por dicho mismo factor cultural de orden econémico, mi ala formacién de una sociedad pro- pia y no a la fagocitosis y parasitismo sobre la poblacién existente, no se produjo en esta geografia una estructuracién feudal del espa cio colonial como Ia de tudes centrales y meridionales de la lo del reparto de representantes y de impu estados. n pocas décadas por obra de ty Bertoloré Clavero decisivo el caso cherokee, sus casos judiciales , i icas depenc in a sete of puplage, en un estado de minoria, sendo es relacion Fespecto a los poderes federales como “that of a ward to his ‘guar- dian”, como la del px ‘con su tutor, Y tutela es poder, un poder discrecional, poder de disposicién conforme al criterio propio del tutor, como no dejara de argumentarse expresamente por parte de unos jueces que nunca tienen base constit asi doméstico, status de etnia. Es colonial dentro del tiempo con: al y pese si se quiere imo interesindose realmente el poder federal en unas iets y recursos y desentendiéndose de hecho los poderes constitucionales, todos ellos, de un derecho interior de las propias comunidades digenas, el cual puede subsistir precariamente en su espacio pat cular sin posicién asegurada dentro del sistema 72 itnoranca de a presencia in dome lucgo su asistencia, # Court The First Handed ‘tion «Cherokee Nation Leyal Business of the Cherokee Republic in en Law and Hetory Review, ni. 10, 7711 R Berman, «Coneepr of Aboriginal Rights, pp. 656-665. Kail N. Lewellyn y E. Adamson Hocbel, The Cheyenne Way Conflet and Tiempo de colonia, tiempo de construc Lo importante al respecto es este poder federal que, con su ca- racter tutelar, seri cualificado como orden de policy, de politica, y no de law, de derecho, potestad asi siempre discrecional 0 arbitra- ria de las instituciones federales sobre las comunidades indigenas con sus territotios y sus jurisdi ies. Es un poder que, sin apoyo: posible en fa constitucién, ha podido ser justamentetildado, por su implicacién, de doctrine rooted in prejudice, doctrina sin otras raices que el prejuicio racial”, y, por su aplicacién, de genocide at law, sgenocidio por el medio especifico del derecho “4. Mis suavemente ha podido set tachado de legal anachronism, anacronismo juridico iene su tiempo. Es un poder el federal que, con su solicitud paternal, se arrogard respecto a los indigenas Ja potestad de remo- verlos de sus territorios, con asignacién de teservas, y de reducir ul- teriormente e intentar incluso liquidar, con privatizacién de tierras, legislacién propia, sujeta a ella y modificabl Es colonia mediante derecho todavia, medi 7 cconstitucién aho- (Case Law in Primitive Jurisprudence, Norman 1983 (1 ed. 1941); Rennard Stick land, Fire and the Spirits: Cherokee Law fron Clan to Court, Norman, 1975, K. ‘sConstititional Law: Congressional Plenary Power over In- Rooted in Prejudices, en Americen Indian Law Review, 1982, pp. 117-190. RR. Stickland, «Genocide at Law: An Historical and Contemporary View of Native American Experiences, en The University of Kansas Law Review, ligenous North America and Contemporary International bert M. Keshia, «United States Indian Treaties and Agree R, Baca, «The Legal Staxus of American Indian», en W. E. comp.) History of te Indian-White Relations, pp. 195-201 y 230-257 ‘A. Wiliams Jr, «The Algebra of Federal Indian Law: The Hard Trai of ing and Americanizing the White Man’s Indian Jurisprudence», en Ws ‘Review. 1986, pp. 219-299; Jane M. Smith, «Republicanism, Imperialism, 2 a Bartolomé Clavero Tiempo de colonia tiempo de consttucin rf venie a sellar esta especie de colonialismo constitucionalmen- Imente subsisten entre la cultura pro- Un testigo directo privilegiado de aquel arranque De fa démo- cratie en Amén tal momento en concreto de definicién de di- icional y de ejercicio de dicho poder federal, muy desesperanzado respecto al porvenit de igenas, Alexis de Tocqueville, pudo extract conclusisn que caracteriza el caso de este modo precisa y exc} tamei «On ne saurait détruire les hommes en respec mieux les lois de Phumanité», dificil destruir mejor seres hum: con mayor respeto al derecho de la humanidad ” Todo un bloque de cultura, con religién comprendida, respal- daba ¢ impulsaba. Fuera de él no cabia en ry, con algiin paréntesis, se ivamente el problema, forzindo- racién cultural de los indigenas y plantedndose nuevamente la parcelacién y privatizacién de las mismas reservas. Ja resistencia, leva a un cam- is, de los individuos indigenas, mas confidndose su garanta,sal- ara el caso del habeas corpus, a sus propias jurisdicciones, que pueden fortalecerse *! Como antes, por ot jen en Estados Unido: Cultura propiamente no cabria fuera del universo cristiano. No i6 un desa deralismo en un sentido de ‘cultural, con lo que pu- las naciones indigenas, to cherokee. De este mod 1 abiertas para la parte al rigen pot el propio sistema, la composicién colonial, el status de ‘mia, podia hacer una entrada tan triunfal, aun con su precariedad, en el tiempo constitucional ”. Todo un racismo contemporsineo, con toda su presuncién entonces cientifica y con todo su arraigo social, and Sovereignty: A History of the Docitine of Tribal Sovereignty, en Buffalo Lew Review, nim. 37, p. 527-582. ee eens ocr ee eee . Bartolomé Clavero ‘este caso, puede tener también importancia a estas alturas un im- pulso exterior, por parte de un derecho que se dice intemacional, cn la direccién del reconocimiento de derechos no sélo individua- les, sino también comunitarios, indigenas. Mas esto ya es cosa que vveremos hiego. isto de momento la recepcién constitucional del espa- cio colonial que es en el caso estadounidense donde y cuando se pro- wmericano desde luego no se agota capt por ea y cso inente y los archipiélagos e de América. Incluso dentro de Estados Unidos ip anrgete recerfan atencién propia, por estar bien diferenciados 0 al menos por haberlo estado, Mas mis conocimicntos no alcanzan a tanto duce. Con él, el capi Y hay més, pero no , €] caso de Latinos: inque sea muy sumaria, respecto al otro caso temente anglo, el del actual Canad, podré en sten en nuestro punto diferencias aprecia- bles de formacién hist6rica que han podido acabar reflejéndose en cl acta o ley constitucional de 1982, conforme puede verse en nues {to primer anexo *, Un reconocimiento de derecho indigena ha ve- lccions a los capitulo de otros cloialisnosewopees en None pail fants, holandés, sen, dane, ro asus tapectvas pol himen W, History of he Indian White Relations, del Handok of Non Aegan nda sng can. "Eric Sth y Mary Kancewic, «The Tribal Stat of Alaska Natives», en University of Colorado Laws Revi, i. 61, 1990, pp #3 aticulos que pueden ineresrnos de este constitutional act de Moris Ming jd dons oti Goto a Pasar es Jc Moris Manning hts endows and te Cats A Prasad taser ok Constitutional Act, 1982, Toronto, 1983. ‘ oa Tiempo de colonia, tempo de consituciin Ilo acordado de este reconocimiento. Hay acucrdos ®, pero no el de dicho aleance. En términos des- de luego mas comprometidos y a falta de un acuerdo que habria de i consti caso de Canad es también y tod que ahora nos in toria que tracmos. Prosigamos con ella retornando a unas latitudes ya visitadas, VI. LATINOAMERICA: CONTINUIDAD COLONIAL y la mayor precisamente, aquella que pro- otro capitulo por considerar. Tampo- finalmente més numerosos y menos estudiados. lo histérico del tiempo const- tucional, me referiré al mexicano, que mejor conoz- :to procuraré no perder de vista el resto, intentando destacar ineas comunes o al menos, si no siempre generales, significativas. La primera ya la conocemos: el espacio colonial esté creado y no habré de generarlo cl sistema constitucional. Su impulso inicial es incluso por aqut de signo aparentemente contrario, En un primer momento, en el mismo ptimer planteamiento de un orden constitu- ional para todo el universo de dominio hispano, quiere ignorarse 6 incluso parece querer suprimirse dicho espacio colo Un texto constituyente mexicano de primera hora, el Plan de Iguala de 1821, puede expresarlo: «Todos los habitantes de Ja Nue- informe pr © Federal Policy for the Settlement of Neive Claims, Oxtawa biicado bajo la autoridad de Tom Siddon, minisro de asuntos indios. "Manvel Gamio (comp. , Legislacién indigensta de México, México, 1958, pp. 23-35; Carlos Diaz Rementetfa, «Las Cortes ce Cadiz y el indio americano. Las Levene, nim. 27,1990, pp. 79-97 36 Bartolomé Clavero va Espavia, sin distinci6n alguna de europeo: son ciudadanos de esta monarquian, el primer Imperio del México independiente ®. La proclamacién ya comenzaria por sentirse inse- gura cuando hubo versin del texto que depura el inciso étnico climinando la referencia ala ciudadania indistinta de europeos y a de origen y americanos aborigenes ®. A los americanos se licho plan constituyente no sabiéndose bien si incluye a los in- igenas («Americanos, bajo cuyo nombre comprendo no s6lo a los nacidos en América, sino a los europeos, afticanos y asidticos que en ella residen [...J») 0 mas bien parece que excluyéndolos («Ame- ricanos, équién de vosottos puede decir que no desciende de espa- ol?»). La exclusién serd la regla, pero la inclusin era el principi El postulado de partida tampoco era tan extraiio. Guardaba su ‘coherencia, dadas las con , con el paradigma constit El espacio coloni malmente un [ugar interi 1 también ast se i de aplicacion aq esencialmente Ja del trabajo, Jas comunidades extraiias. No serian asf de entrada nunca los indios cstrictamente ciudadanos, sujetos de pleno derecho, pero estaban comprendidos en el interior de un si tados nortefios, como Sonora o Sinaloa, conocen planteamientos constitucionales que permiten un tratamiento circunstanciado de di- chos pueblos con vistas ya a la integracién, ya al desplazamiento, ya 4 la aniquilacién, nunca al reconocimiento como tales naciones y ° Moisés Gonzilez Navarro, «Insiuciones indigenas en ef México indepen diemten, p, 209, en Alfonso Caso, S, Zavala, Jose La politica indigerste en Mexico, México, México, 1992, pp. 13-116, preimbulo y arculo 12 de dicho plan ce M. Gonailer Navarro, ansticuciones indigenas en el México independien- tes, p-210; Ignacio Carrillo, La ideologie jridica en la constitucion del Estado men ‘ea, 18101824, México, 1981, pp. 199-200, ‘Tempo de colon, tempo de cons , Pero el planteamiento que tiende a prevalecer ¢ desde un principio es, con todas sus perplej- imero, el de integracidn. La Constitucién de 1825 que ‘era comin a Sonora y Sinaloa suspende los derechos constituciona- les «por tener costumbre de andar vergonzosamente desnudo» al .0 que suspende la suspensi6n «con respecto a los ciudadanos hasta el afio de 1850». Se pensaba que en pocos afios idarse el problema. Ast pudo comenzar a enquistarse. Y el problema en total estaba, lo seguia estando, venia a cstarlo ahora mis que antes, en la diferencia de ena on cultura que eta improcesable entonces por el sistema tal. Auf se optaba en defintiva por la sbstraccién, por In elimina. in del dato para el ordenamiento, por la exclusién constitucional suma, El indigena que permanece en su cultura y en su comuni- 1 no existe, no del i m je recuperacién infraconstitucional de una politica tuiti- Reva sca idigenas serén los pobres, los me- Re Bartolomé Clavero cente, Encierra la negacién de cultura y la perspectiva de asimila ci6n, esto es, la incapacidad para pensar otras culturas y la dete nacién de destruirlas en beneficio de la propia, de la que sin més por civilizacién ”. Con dichas expresiones se estaba endo en el nuevo tiempo constitucional la realidad establecida del smpo que se negaba la admisién por razén cons- yueva razén. 1€ ocurte constitucionalmente desde un co idades ¢ incertezas. El derecho, el nuevo de- constitucional, hace abstraccién del indio, de idigena, ef indio, resulta ahora que cxiste juridicamente, aunque pueda hacerlo legalmente, para unas yes que no guardan consecuencia constitucional, Como no existe ‘onsticucionalmente, pero sigue haciéndolo socialimente, con sus propias costumbres y sus propias lenguas, con sus propias comuni- ddades y propias jutisdicciones, y aun eventualmente también con yes ajenas, las procedentes de dicha otra parte ®, El espacio in gena existia y es interno, Es ahora un orden de hecho, un derecho gue puede decirse de hecho. Para el propésito constitucional, no existe. Su abstraccién es cor efecto que resulta del planteamiento constitucional, no cn si independencia ‘cuando la acepta desde los aiios nta, tampoco indigena, Hace abstraccién de ella para el reconocimiento de los Estados latinoamericanos ”. Ha- bia ignorancia por esta parte metropolitana ®, pero no excusaba. Es- tamos en un tiempo en el que, de aparecer la poblacién indigena ‘en acuerdos internacionales, solfa ser para programarse su somet miento, su desposesi6n o incluso su exterminio ”. Con tal discre- mienzo, tas las de % Charles A. Hale, El teralimo mexicano en la epoca de Mor, 33, México, 1972, pp, 221-254, % Andrés Lira, Comuidedes rdigenas frente a ls rudad de México. Tenoch- tutlan y Tlatelolco, sus puchlos barrios, 1812-1919, México, 1983, pp. 23-82. 7 Luis Garcha Arias (comp. jum, Zarapora, 1968, pp. 312317, % M. Lorente, «América en Cit, 1808-1812», en P. Cruz (comp, }, Los orf ‘genes del constuucionalismo, pp. 17-72, sobre un estado de canocimientos que ya 90 meyor. Ralph A. Smith, alndians in American-Mexican Relations before the War of 1846», en The Hispanic Amencen Historical Review, nim. 43, 1963, pp. 34-64; Tiempo de colonia, tompa de consttucn 9” , con ese silencio cémplice, también asi se liquidaba la tutela his- ‘a del poder colonial espafiol. ; En un caso como el mexicano, donde se establece pronto wun sis- tema republicano federal, no hubo de quedar la cucstion tan discre- tamente fuera de la agenda constituyente. Para un federalismo que ya tenfa modelo aunque no fuera para nuestro extremo 1, tampo- plantearse la posibilidad de un establecimiento no sdlo sino también cultural, de una forma que asi ofreciera ca- poblaciones aborigenes no en espacios coloniales, sino dos constitucionales !°!, Hubo més de una voz en este peo una puede bastaos, .0 constituyente de siglo se pone en cues- ion on ede mectoce territorial, deal basado en a bre las exigencias de la naturaleza>. Asi se expone: «¢Queréis for- tuna divisiGn territorial estable con los elementos que posee la cin? Elevad a los indigenas a la esfera de ciudadanos, dadles una vencién directa en los negocios pablicos, pero comenzad di- istribuiré vuestra so- mayorfa de otras culturas que se estimaba. Sino se hace esto, 5 porque se tiene un prejucio: porque, ese juzga que los pueblos ;contentos no conacen sus intereses» '; porque sigue sin consi- Jerdrscles gente de razén, chombres libres», alos indigenas; porque Nin se les guarda la consideracién colonial pricticamente de «escla- ‘Weber, La frontere norte de México, 1821-1846, Madrid, 1992, pp. 161-193. ‘ot Ms E. Simmons, Le revoluciin norteamericana en la independencia de Hi warro,alnstivaciones indigenas en el México independien- e ica del lenguaje en Mexico: Dela Co- presencia del indigena en la lina del siglo XiX, México, 1992-1993, 1, p. 15, y 1, p- DY. cinco. Zarco, Créwiea del Congreso. Estraordi ‘ed, Catalina Sierra Casasis, México, 1957, pp. utado Tgnacio Ramites en sexibn del 6 de julio de 1896. Constitayente 236, discurso del 0 Bartolomé Claes vos». Y no se dude que no sélo la apreciacién, sino también Propuesta, eran cosas que podian provenir de posicién constitucis nal la, como vemos. 10 modelo oftece contraste, es en con 195. Por Améric ley que respondia les del paradigma constitucional ya de por si Con la perspectiva dicha de construitse un sist poces sobre muchos millones, con este efecto princi sion, el movimiento codificador se plante6 por Latinoamérica, Hubo re os primeros, entre los incluidos, pero rho tanto por defenderse otras posibilidades constitucionales, sino por quererse el mantenimiento mas directo del espacio colonial, Su satus de etnia, bajo cobertuta constitucional. Si algo se opot ‘con fuerza entonces 1 los codigos, era, pretendiéndose que bastase con su depuracion, el cuerpo de las Leyes de Indias, el cuerpo mativo de aquel favor que era funcin de di nerse mas sencillamente al mismo estado cons ion aneja de Ia monarquia hispana y no tan sficja de Ia iglesia catolica Hegando; lo fueron haciendo con dicho efecto onsideraci6n de Ignacio Ramitez por Jess Reyes Heroles, El Mexico, 1997 Law and Conemuaity om the Mexscen Calforna Frontier: 1846, Norman, cand the Clash of Legal Tred plants yrechazos constitucionales por ems Freres Tempo de colon, tempo de constiutén propiedad y res- . 5, tratdrseles, serfan me- seguirian siéndolo. El problema no es s6lo que los cédigos respondan a supuestos culturaleslimitados de una minorfa, sino que clo no obste para que se etablezcan como derecho exclusiva de toda la sociedad, como derecho asi radical y absolutamente dis- su espacio, su orden particul: istencia aunque Ia naci6n en la que se incluye presuma que ya tiene sus limites, pero opera j stado federal mexicano se niega a cosa no cabe con ciudadanos propios, por el raz0- 10 de que las tribus indias no pueden actuar como ‘quiera de rango legislativo y asi también reservado al poder propio. més, tratados. No obligaban a una parte, la nacién, 2 Bartolomé Clavero Frente a unos y a otros indigenas, no falta el empefio de hacer de hecho al margen y condicionandose ¢ int lose mutuamente, pero no la parte indigena upuestos excluyentes de la que estos medios, los indige- directamente regidos en la vida yenla de continuidad colonial, por religién, pese esto 4 que el propio constitucionalismo no dejaba de responder a otros criterios y de aleanzar también con ellos, mediante la codificacién o por leyes desgaj ‘materias como la familiar "'", La economia indigena podri seguir siendo, no economia exactamente, sino o¢co- ‘nomia, lo que ya sabemos que no es un juego de palabras y que pue- de resumir el punto. No era cosa reconocida entonces civiles y politico i del sistema de ‘istencia de ordenamientos tropologia incluso de impulso institu. Edvard H, Spicer, «Mexican Indi 191, pp. 219-256: A, Li pp. 229-284; Jonge Chives, en Mexico Indigens, nim, fugio Gonzalez, Et derecho coil en Mésico, 1821-1871 (Apu México, 1988, de gobierno indigenas, en ss Obra Av ne Collier, Law and Social Change in 10ny Ideology: Justice and Control in 1, 1988, pp. 225.297, Iniroducctin a derecho de les comunidades indlynas, Esteban Krot, «Antropologta y Derecho», en Mésico Indigena, rim. 25, 1988, pp. 6:14: Vie ‘Tiempo de colonia, tiempo de consttucn al orden constitucional, alcanzando a esto, no es objeto de conside- racién © ni siquiera de advertencia para el mismo derecho. No se observa '”, ‘De momento tenemos, a falta de mejor nombre, un derecho de hecho, el orden juridico indigena que asf se mantiene precatiamente de juego 0 tecentaimos Como pronto veremos. Hay aul continuidad del espa. ide (comps. Enire la ley y ines Latina, México, 1990. indigena y ecologia en lt selva tropicals de América, Bopots, 1992, 44 Bartolomé Clavero sin excluirse ni siquiera México. ‘Tendremos la comprobacién caso de los sarabumaras. Y asi, con esta politica que pudo ser b: tante general, pucde seguir reproduciéndose respecto a los indige- nas y para el estado igual que para la iglesia el favor que es fu de disfavor, como en aquellos tiempos. Que el derecho sea hecho, que el derecho: indigena sea hecho constitucional, implica que su misma existencia, que su propio man. tenimiento, es matetia plenamente de policy, de politica y no de o cosa, con el apoderamiento que esto a su vex supone para las ins tuciones constituidas de derecho. Aqut la discrecién de unos pod res puede ser arbitrariedad sin més. El espacio es colonial incluso a estos efectos de suspensién del derecho, De hecho, Latina en la época constitucional, las poblaciones indigenas pueden seguir abandonadas a virtudes de iglesias y arbittios de justi ‘cuando no a manipulaciones politicas més primaries, sin compromi 0 juridico alguno para los paderes constituidos: jurisprudencia a su nivel, representan Sinico derecho de este rango que, sino marea siempre con sus fi nes unas reglas positivas de juego, tiene al menos el alcance ef lades que excluye, Y excluir, se ha exch digena al mundo constitucional, sino tambi otra cosa, ya llegaremos. No creo que deba pedir py ciencia a estas alturas, VIL Y REPLANTEAMIENTO CONSTITUCIONAL, Fue excepcional cl caso de Peri, cuyas constituciones de 1920 ¥ 1933 procedian a un reconocimiento de la presencia indigena, La primera, la de 1920, establecia no sélo que «el Estado protegeré 1 Guillermo Bonfil Baall, México profando. Una civdlizacion menada, Méxi- 0, 1987, Trempa de class, tempo de cnsterin ry ala raza indigena y dictard leyes especiales para su desarrollo y cultura en armonfa con sus necesidadess, sino también, menos concesivamente, que «la Nacién reconoce la existencia legal de las comunidades d nas y la ley deelarart los derechos que les corresponden» |’. ¥ la segunda, la de 1933, abundaba y reforzaba. Aunque interponiéndose siempre la determinacién legislativa, que de hecho fallé '?', aunque primando también todavia la posicién tu- , habia. un reconocimiento constitucional de una cultura distin a con caracteristicas como la comunitaria, en lo que realmente estaba la excepcién. Ya habia comenzado a desarrollarse una sensi- bilidad indigenista en medios no indigenas 7, Pero el caso paradigmatico de un replanteamiento constitucio nal por estas fechas, el cual ademds conocia tanto una fuerte pre: li , MO toca lo. Me refiero al caso de México que particularmente vvenimos contemplando y que va a set también significativo en una segunda fase constitucional. Hago referencia mas concreta a la cons- \cidn federal mexicana de 1917, bien conocida por el impulso so- silencio sobre un asunto propio cual el indigena, por esta especie de descuido. Desarrollo Histirco del constitucionalismo Hisparoamericano, Mésico, 1776, 242, desarrollo en realidad del consttucionalismo mesoamericano y carbe- a % Bartolomé Claver |) Tiempo de colonia, tiempo de consttuctin Pero nuestro asunto era otro, no tanto de discriminacién como Lo primero también puede aqui ya de por sf interesarnos. Re- intas, de la presuncién de necesi- 1u abandono y sactificio para poderse pretender y producie ceso efectivo al derecho como sujeto, de este género de abstrac- lores y a mujeres y las otras a indigenas. Es lo primero lo que ahora la consttucién atiende. Llegamos al intento de superar las di nal que ya no sea exclusivo de la propie- dad. A dicho efecto emancipatorio y a dicho nivel connec se introduce también ahora un derecho colectivo diferente asi al dere- cho del estado; como derecho laboral, ya no responde a su presun- cion de universalidad, a su postulado de igualdad que producia dis ctiminacién; como derecho sindi asociaciones de naturaleza constitucional aparte de la estatal, de la dicha nacional que también discriminaba. Eran novedades realmen- las que se encerraban en concreto en los extensos at- ta, y 123, sobre derecho del ( consttucional acaba ignoréndo- :ién no lo menciona al menos. srque tampoco ¢s que, silenciéndolo completamente, lo ignore lo del todo. Ya lo impedia una participacidn indigena en la lucién, aunque no en Ja constitucién 7. ‘Esta realmente con- al indigena, sin nombratlo, en el ariculo 27, aquel que ver- sobre derecho a la tierra. Lo hacia porque, junto a una pro- privada ahora expresamente condicionada a interés social, mite la comunal ¢ incluso la promueve persiguiendo su formacién su reconstitacién frente a toda la tendencia privatizadora ante- ‘mitdndose ante todo a la poblacién indfgena, a unos yajadores rurales, por campesinos, y por de promocién. Pero esto en su caso tam- ‘comunitaria acorde con su cultura. Re- iento directo de ella no hay. Sigue siendo como si en cuan- no existiera, lo cual tiene desde luego sus implicaciones, todas ruede permanecer no sdlo de derecho la comunidad yraria, sino también de hecho, con toda su precariedad juridica y ‘manipulabilidad politica, el orden indigena, religiGn inclui- x completamente tanto vigencia de religién como compe: de iglesia, lo que permitié que el planteamicnto promotor también aleance al zan en cuanto a planteamientos de forma tan decidida, ¢ eatablece condiciones para que tal otza disriminicién pued igualmente lepar del sistema juridi Pawor Rois Ges del rads 279123 de ls Costin pot ico, cel colectivo La Consitcion Mexicona de 1917, Ideblogos, ef nile fur dador 9 otros contents, México, 1990, pp. 365383. "2 Sara Montero Duhal, La socializacién del derecho en el Cidigo Civil de 192k, ena cleino Libro del Cineucntenario del Caio Cat, Mic, 1978 pp. 137-17 corpniedesindgenar en Méxicom, pucbloeindiot. Justicia y derechos 6 lon Méxaco, Mexico, 1992, pp. 103-110 tr ° # Bartolomé Clavero ‘rempo de colonia, tempo de constuwcion da. Otro derecho, un derecho de inspiracién constitucional, seguir sin legar bajo esta constitucidn, lo que es decir, pese incluso a te- formas como veremos ahora, hasta hoy !9. Tal y como acusaba didaturas indigenas, cl 10s que a imos aiios, en 1920 y 1933, un par de constituciones se Peng a reconocer Ia presencia indigena, aun en forma tclar y mediante mandato le as a las simplemente campesinas, también en todo caso co- es”), Es una asimilacion en cuyas implicaciones no hart Ita insistir porque ya de sobta las conocemos. El caso es significa- representativo. Perit va a contramano. Es ahora otra 9s fanca de econocimiento consitucional de I pre sna, lejos de perder finalmente terreno, ha venido a re- Cibirun impulgorelatvamente generalizado durante los ultimos afios 2 lo ancho de América Latin, como puede aprecarse en nuestro anexo I. Caso por eas0 ya sabemos que no vamos proceder. Me faltan conocimientos. Falta en general estudio. Puede advertirse el caso que venimos siguiendo, el mexicano, no es ahora preci- rente pionero, resultando su reconocimiento realmente reciente, i adelantado. Puede verse en el Imente constituciones bastante mé dia perfectamente neutralizar la iniciativa. Algunos afios después, en 1945, algo parecido ocurre en ‘otto estado de poblacién indigena mayoritaria, Guatemala, donde se promulga una constitucién que, situéndose también en la linea del constitucionalismo social generado desde México", extiende sus previsiones a nuestra cuestion, He aqui la diligencia de dicha constitucién guatemalteca, de 1945 declara de utildad c interés nacionales el desarrollo de una po- integral para el mejoramiento econémico, social y cultural de los grupos indigenas. A este efecto pueden dictarse leyes, re- glamentos y disposicioncs especiales para los grupos indigenas contemplando sus necesidades, condiciones, pricticas, usos y cos- tumbres.» Ya se ve que el compromiso es menor y la interferencia de la ley nada inferior, si no superior, por no darse ni siquiera en términos de mandato, También la ley defraudard, aun no faltando alguna medida de promocién soci y de consideracién incluso de costumbre !, Hay vaivenes. En el mismo caso de Pers, tras los reconocimien- ‘tos constitucionales de 1920 y 1933, otra constitucién posterior de planteamiento también social, de 1979, abandona el registro del de- techo indigena intentando asimilar las comunidades que llama aho- reo ndieny dercosbrmonos en América La Sco Verse, Mona Lerche Las edad nc dla El Com "ome cemprname ‘ a pr fc de conn oda lea, ere Pe ee jal, no ofrecer un estado cons- 5. El concepto de derecho consuetudinario y ho indigenes en la nueva Consitucidn de Brasil, en R.Stavenh "© Magdalena Gémex (dir), Donde no bay abogedo, México, 1990y, adaptado cea a para Guatemala, 199 y ‘Torre y J. M. Garcia Laguardia, Desarrollo Hisérico del Const. clonalivmo, pp. 243-250; J. M Garcia Laguardis, eBvolucién politico-constitucio- nal de la Republica de Guatemala en el siglo Xx, 1920-1986, en el colecivo El con ‘tucionaliomo en las posirimerias del siglo XX, México, 1988-1989, WV, pp. 569-608, ® Jorge Skinnet-Klee (comp. , Legilacié indigeniste de Guatemala, México, 1954, pp, 125-126; José Emilio R. Orden, Reclanot jurdics de los pueblos indion, México, 1993, pp. 11-14; el articulo es el 83 de dicha constivucign, Enrique Sanches eve Rol y M Juss tee Onerantcto Tenor Indgenn; ar derecho existent alate 30 Serolomé Clvero principales ya veremos que no son de interpretacién textual 2 extual, sino de comprensién cultural, y que dependen por ello menos de imientos tan datables y mudables como los de estos cambios cconstitucionales. de reconocimientos y tras lo cual. ci 25 lo cual quiero volver aalgsin otro 30 que ate cabos, y por otra parte nos ee tucional que nos llevar a dicho terreno constitucional de reconocer derecho conforme a los precedentes latinoam i. La que se efectia este punto tan sélo directrices: La Nacién mexicena ti ‘composicion iene una sicién pluricultural sustentada oti- ginalmente en sus pueblos indigenas. La ley protegeré y promoveri cl bres, recursos y formas ¢s- en que aquellos bres juridicas en lo tomarén en cuenta sus pricticas y cost ‘que establezca la ley. Es la opci6n menos problemética de reducir el pronunciamient aumatera de prncipios sin roarse de momento el cuerpo de la con ticucién ¢ interponiéndose expresa y eficazmente la ley pa quiet desenvolvimiento futuro Sa cha, R. Roldan (comp. ), Fuero Indigena Colombiano. Normas macionales, regiomales { ere at ee re ps a eplos admm ativos ¥ Dre furidico indigena, Bogots, Or IE cbr Salome Eee eal cece ‘gna; Epica y sen ovo dese ppc eran oe employe ih siti nplgeerimnpas ‘Tiempo de colonie, tempo de consitucion 3 Aparte el problema que ya viene representando para la operati- idico sin jurisprudencia ca- -denamiento reducido todavia formalmente a ley, la opcidn en este 10 parece deliberada respecto a ambas cosas ? De momento, a reforma constitucional no le ha seguido ley, la ley de desarrollo recisa segtin sus propios términos. Al cabo de dos ima es del mes de enero de 1992, no ha alca Gn proyecto. Sélo ahora, ‘entre aprietos politicos y premuras sociales, se anuncia un im- iso de cuya suerte no puedo predecir nada, Pero esto no significa 1e vayamos a abandonar a estas alturas cl caso mexicano. Ya se si que no lo dejaremos. La misma fecha de cierre de nuestra in- macién ya también explicaré c6mo resulta secundaria para la re flexién que plantearemos. Ha habido de momento también mas. La reforma constitucional ¢ reconocimiento de derecho indigena no fue en México sola. Que tba especialmente importa ariiculo que versaba sobre el derecho a la idos correspondientes del primigenio artic ‘comunitario, las modificaciones introducidas miran ante todo campo a una dindmica de privatizacién 0 mescantilizacién le propiedades de comunidades, esto es, responden al sis integral que el registro 1a, esta otra del capitulo agrario viene seguida inmediatamente, 1990; Debate, sobre dicha propuesta de reforma, con intervenciones de Polanco, José del Val y Catlos Castillo Perez, Madtezo, ‘un encuadramiento constitucional de la problematica fen Mévicon, en Aspectas nacionalese internacionales sobre derecho indige 20 ulema Wa, v7 2, TIEMPO DE CONSTITUGION, TIEMPO DE DESCOLONIZACION @ Bartolomé Clavero 4s poca semanas, de la legilacin de desarrollo que confirma en Dichos pueblos (los indigenas} deberdn tener el derecho de conservar sus costumt is, siempre «que éstas no sean incompatibles con los derechos fundamen jutidico nacional ni con los de- 1almente reconocidos. ‘Organizacién Internacional del Trabajo, 1989 Bie, i sarrollo inmediato y con tal contradic- cién? Pienso que, aparte aprietos y premuras, aparte cuestiones no n las q centro, en las que |, PUNTO DE PARTIDA: CONTRATIEMPO INDIGENA En los Estados Unidos de América habia llegado a elevarse a doc- trina internacional la misma base colonial de su jurisprudencia fe- ‘deral cn materia indigena, proyectandose as{ universalmente. Tras Ja primera guerra dicha mundial, en la situacién de replanteamiento, de derechos de naciones y constituciones de estados y de plantea- tmiento de una liga y organizacién comin, la Sociedad de Naciones de la que diremos, el Departamento de Estado de dichos Estados is jurista, Alpheus Henry Snow, para que pudiera sentar autoridad en la mat hace, en 1921, The Question of Aborigenes in the Law of Nations, la cuesti6n de los aborigenes en el derecho y practica de Jas naciones. con algo incluso nuevamen- se esperaba ya otra cosa, vuelvo a pedir un poco fa reflexionar, para poder pensar, hay que acabar Aérritoriales, , no pertenece a nadie», se hace * H.R. Berman, «The Concept of Aboriginal Rights», p. 639, apareciendo Vat- no con el dominio privado. Este es el principio que resul ‘clen el siglo 20, spin vimos, como autoridad eminent, junto « Montesquieu y ensivo. extensién vuelve a hacerse expresament histo de getes que 3 quiere ahora internacional, tambidn pe exten a 3 comparecdo, (comp), M. de Val, Le Droit des Gers, ou Princpes dela Li 8 coda te y ttaduccininglesa a cargo de Char- ps duccién easellana debida a Manvel Pas- tcl, EY Derecho de Gentes, 0 Princibior de la Ley Natural, aplcados Tor negocios de las Naciones y de lot Soberanos, Madrid, 1820, vol. 8 7 Bartolomé Clavero Tiempo de consttuerin, trermp de desclonteactén cimientos de un derecho internacional, de un entendimiento que puede persistir todavia hoy”. : ‘Son las posiciones nuevas y eran las tradicionales. Parece el éx- del tiempo. Son pronunciamientos de un derecho de pasa a ser internacional, de un derecho de tiempo preco cional que renace as{ en el constitucional. En nuestro asunto pi realmente hacerlo pues no presenta novedad, puesto que no conoce dlistincién de tiempos. Conviene subrayarlo antes de entrar en unas novedades que podrén finalmente venir por esta via internacional. i en la exposicién seguida hasta el momento ha habido alguna su- cesiGn de tiempos, si sobre todo se ha dado un trénsito de uno no tucional a otto constitucional, la secuencia no lo es de una his- .digena. Para ella, tiempo colonial y tiempo constitucional es n mismo tiempo. Lo es hasta el extremo de identidad que estamos derecho. tiempo indigena no es el que venimos siguiendo, el que viene guiando, Es un tiempo del que no tenemos conocimi ‘en que lo que tiene de contratiempo, de Ia otra cara del , del que nos gufa. Y de esto sélo sabemos que hay un ud de negacién de derecho y de agresién de cultura y no una in por causa de constitucionalismo. Respecto a su cara posi- la entidad propia del tiempo indigena, es una incégnita ab- para nosotros. De la constancia de un desconocimiento y de in salvedad de un contratiempo conviene dejar hecho el registro aho- #1 que pasamos a novedades. Son propias del tiempo constitucio- Para entenderlas y valoratlas, no olvidemos que pueden asf re- tar cotrectivos de parte. no tenfan los salvages ninguna necesided g6n uso actual y sostenido, han podido legitimamente ocuparlo.» «No es separarse de las leyes de la naturaleza reducir a los salvages a limites mas estrechos». Y no hay que decit que para Vattel na- este sujeto de derecho, es una clase de pueblos, la de los co- lonizadores, y no la otra, la que se dice de unos salvajes ° El derecho de gentes de Vattel se desentiende del derecho que pueda todavia corresponderles a los pueblos que no considera na- ciones. Respecto a ellos, se contenta con sentar la premisa que les niega derecho reconociéndoselo a los otros pueblos. Es la cara que interesa. El desentendimiento tampoco es completo, pues se ofrece siempre un acceso al derecho mediante el cumplimiento de unos re- uisitos de propiedad privada y dominio politico, pero lo que no se atiende es el derecho que pudiera quedar de no cubrirse Jas condiciones. Es un vacio que no deja de colmarse por el mismo cuerpo de clisicos. No habremos de decir ya cémo. Ahi esté Francisco de Vi- toria con su afirmacién de un derecho indigena en un estado de in- ferioridad qu iculturacién directa, a este ro alguno. Vitoria es ahora lo que tenemos sustancialmen- , s6lo que con la autoridad y la prestancia de todo unos 1¢ Question of Aborigencs in the Law and Practice of Na- tions, Ia cuestién de los aborigenes en el derecho y préctica de las naciones que vendré en seguida, en 1921, reciclando tam| i. cin al fin y al cabo. En plen: de Vattel no es autoridad rior a Alpheus Henry Snow ®. Y asi, con estas implicaciones para nuestra materia, es como se echan los. | REPLANTEAMIENTO INTERNACIONAL (HASTA 1957) 7 Exnest Nys (comp.), Franciscus de Victoria, Relectiner De Inds and De jure Bell, Washington, jelve a ediarseen- Scott, The Spanish Onsins of ht re los apéndices de J Lave, Francivca dle Viton and brs Law of Nations, Oxford, 1934, que es desarrollo de su Origen ya sitado, "MF. Lindley, The Acqustion and Government of Beckward Territory tn Ine erational Law, botig a Tre the Lazo end Pracnce Relateng 10 Colomal Exe pansion, Nueva York, 19; € indice tépico. alturas 2 las que nos hemos remontado, por los comienzos del Xx y mis concretamente ya tras Ia primera guerra mundial y intento subsiguiente de reco incerestatal, un derecho in: o Bartolomé Clever ternacional empezaba también a ex; alguna via de it duecisnen el ier de lo xed por conadetewe rece te de poblaciones culturalmente diferenciadas, no pertenecientes Ja cultura identificada como nacional "", Se Pprotegia frente a sus at tados a grupos concretos no dotados de estado propio. En el seno taba a casos particulates, no lle , no llegando a hacerse con plantea auc pudiran elevasey aleanzar a un captulo tan alejado como indigen podria hacerlo cuando estabamos todavia en época plenamente colonial, ea tiempos del colonialismo constitu siendo realmente dered eo serie estadounidense de pacto fundacional de ciedad de Naciones contenia previsiones tas 2. Eran los afios cuando su jurisdiccién nacional, la Corte de Justicia Internacional de La Haya que es- taba en funcionamiento desde 1921, ni siquiera se mostraba capaz cfc imaginarse a posibildad de algo tan elemental como que una po jon itos sobre su pro- io y, en verdad, sobre ella misma, Lo vimos en el asunto landia. El punto de partida y la toma de partido, ésta par. bicn, del derecho internacional son coloniales, no otras par- las al cabo que las del mismo derecho estatal. Con este transfon- lo bien presente, realmente operativo, no parece que resulte buena alzar a dicho nivel y en dicha fase un comienzo que pueda con los aiios a un como el it » eit oe a ei derecho como el indigena . No es su the alternative is despa European Ni ‘Modemist Renewal of International Law, en nye ees I Law, en Harvard Law Review. ipo de consiturin, tempo de deseoloneaciin 6 ‘Tras la segunda guerra mundial, tras el naufragio de la Sociedad de Naciones, adviene una recomposici6n del orden interestatal con la Organizacién de Naciones Unidas, fundada en 1945 y existente desde entonces, que podré traer novedades importantes en nuestro campo, pero que no las anuncia en un principio, La fundaciér davia se produce sobre unas bases no sélo estatales, sino tambi loniales, bajo estas realidades. Se prevé un disci no su superacion, Acabaré llegando y acab: lose la descolonizacién, la cual, como estamos en Améri \dos ya asi constituidos, tampoco afectari directamente a nuestros 0s, pero el orden internacional que se desarrolla al tiempo, con pulso, podta finalmente hacerlo. Esta Organizacion de Naciones Unidas es, como tal organiza interestatal, compuesta de estados, pero ya no se reduce a esta nstitucién. Ya también se funda sobre unos supuestos jutidicos, bre unos principios de derecho sustantivo y no sdlo organico, los incipios juridicos, ya no quedan some: La Declaracién universal de derechos bumanos de 1948, declara- ién de derechos sustancialmente de individuos, de los seres huma- 0s individuales, y no de estados, comicnza a concretar tales pre- tun principio de derecho internacional que no es s6lo primordialmente interestatal, Tal derecho comienza también de 4a conformarse como un orden sustantivamente constitucio- conforme a los principios de la segunda fase que vefamos, aque- que se comprometia en la promocién de derechos individuales s discriminaciones primarias, formulindose esto también a este texto y sin un imperative neto de que llega a traslucirse en Laws, pp. 76-80; Natin Lemer, Moras y grupos en ef derecho tnternacronal. De- 9 discrrmnacrin, México, 1991, pp. 19-29 y 132, * Fuan Antonio Carrillo, EI derecho mlemaconal en perspectoa bustonca, Ma: Aid, 1991, pp. 71:96. “% Bartolomé Clavero presuncién civilizatoria, usura cultural on juridi re . ural y privaci6n juridica, priva sign de derechos unos srs y comunidades de a a a los mismos efectos de tutela, siguen miréndose y tratindose, aun. que ya sin pregonarse, como menores por naturaleza, i Es todavia el contratiempo indigena, El tiempo constitucional ‘nuestras realidades coloniales, las americanas. Fi algo podré el derecho internacional ya importatle. Al : . Algunas noveda- des que pueden afectarle vienen de hecho produciéndose, {ll INICIO DE EVOLUCION (DESDE 1948) Las coses, 0 por lo menos los planteamientos, estaban ya comen: ‘ando a evlacionar,o palin exarlo haciendo, por bey deal le los mismos principios constitucionales de la Organizacion de Na ciones Unidas. Su propio cirre estatal no es nada definitive por la existencia del factor ms propiamente juridico de los derechos hut manos como base constitucional, El principio en cuanto tal del de. rechoineracionl es ahora de derecho de los inividuosy no de eee eee ee ales chau rey ete ata en principio tan s6lo de virtualidades, la primera y prin- de unos derechos humanos, de un derecho verdaderamente des uimanidad toda. A veces las cuesones mas tras s son las que pasan mas desape prided laviraldod nisua. Gorse tere coacien Cacti mente el individuo, ahora puede concebirse constitucionalmente la hamanided. ¥ no son cosas para mantener inconexss. Los deve s los que se declaran internacionalmente en 1948 se dicen humanos, le toda la humanidad, y son individuales, de cada uno de sus indi- ‘Tiempo de conzttncin, nempo de descolomtzacsin 6 han de resultar de un aleance universal que no puede de- 1 sujeto individual, En definitiva ocurre que, para ha- ‘cersc lugar a la humanidad, ha de quedar por fin fuera de jucgo el individu clésico del sistema constitucional, aquel sujeto poscsivo y excluyente. Ha de crearse un espacio que no sea el colonial en vista y consideracion de ottos sujetos. Esto es algo que trasciende al pro: pio texto de la declaracidn y al mismo fenémeno de la descoloniza- ci6n, Puede trascender. Es una virtualidad. El nuevo sujeto individual y los nuevos sujetos colectivos, si asf se hacen también precisos, no ‘stan juridicamente dados. No Jo esta, que aqui ahora nos importe, ¢d sujeto individual indfgena ni los sujetos colectivos indigenas. Por. {que estén en [a realidad, no estin en el derecho. Abi queda todo el fasunto pendiente, todavia bloqueado, de la considetacién juridica de la situacin indigena a la luz de un nuevo derecho de la huma- rnidad que comienza por ser, que pretende comenzar por ser, dere- cho no s6lo de todos, sino también y sobre todo de cada uno y cada tuna. Este tipo de asuntos, pese al nuevo principio, las Naciones Uni- se remite en las Naciones Uni- ‘en concreto se hizo a la Sub- jinaciones y Protecci6n a las Mi- de Derechos Humanos, que es . Este, el Consejo, y Ia Co- representantes gubernamentales, Grgano de expertos tedricament én por los gobiernos. Seguimos ante el obstaculo estatal que cerfiere frente a la posibilidad de consideracién directa de las smadas minorias como sujetos de derechos y no como abjetos de roteccién. Como lo segundo, objeto de tutela, y no como lo pri- sujeto de derecho, no dejan de producirse instrumentos que ‘eresan positivamente @ las poblaciones indigenas sin revisarse asi davia planteamientos, Tienen su importancia indudable”, pero > Academia Mexicana de Derechos Humanes, Manual de documentos para la 7 Bartolomé Clavero ‘no exactamente a nuestros efectos, Nuestro asunto estricto, el asun: to del derecho indigena, contintia todavia aparcado. No esta agenda”, pcro hay efectivamente novedades que, aunque sca recta y diferidamente, pueden comenzar a interes Las Naciones Unidas adoptan una actitud decidida por la des- colonicacién en 1960. De este afio es su Declaracién sobre la con. cesion de la independencia a los paises endo con sus mismas bases color exterior, «la sujecién de pueblos a una subyugacién, do. in y explotacién extranjera», como «una denegacién de los derechos humanos fundamentales» y contraria asf a la Declarac Universal de 1948. Y ahora se proclama un derecho, un derecho ade- més colectivo, derecho de Jos pueblos, de todos los pueblos, a su bre determinacién: All peoples bave the right of self:determination, Pero nuestro caso, el caso de la continuidad colonial en estados ya independientes, queda categ6ricamente excluido: «Todo intento de quebrantar parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad de un Estado o pais 0 su independencia politica es incompatible», sigue siéndolo, con los propios principios fundacionales de Na nes Unidas. Son expresiones de los articulos: primero, para la defi del colonialismo, segundo, para el derecho de autodetermi- , ¥ sexto, pata la salvedad estatal, de esta declaracién, Era la doctrina de blue water, del agua de color azul. ‘Queda asi en todo caso sentado un principio de derecho que po- dra llegar a interesarnos. Sigue el impulso de una serie de documen- tos normativos de Naciones Unidas que podra llevatle finalmente a Ia consideracién de nuestro problema. De momento, en 1965, vie- ne, que pueda también importarle, la Convencion sobre la elimina. cién de todas las formas de discriminacién racial’. Comtiene un catélogo de derechos a favor de los intcgrantes de grupos étnicos, asegurandoles sustancialmente unos derechos humanos, los indi duales, sin concebir la posibilidad de que estos mismos grupos defensa de los derechos indigenas, México, 1989, incluyendo ast la Convencion para a prevencibn y le samcién del delito de genocidio, de 1948, % John P. Humphrey, Human Rights and the United Nations: Great Adver ture, Nueva York, 1984, 2 También incluida en el Manual de documentos para la defensa de los dere- hos indigenes, ctado, o Tienapo de constutuctén, tempo de descolaezactin -ctival te xdan en cuanto tales a la condicién de sujetos SetOnomos de derecho propio. El obstaulo fo rellej In propia encén cuando en el parégralo segundo del primer arco, re 7 el parigrafo ign repistrado el or ° primero, establece: 1 a las distincio- 1s, exclusiones, varte en la presente Conven nos, Era Ia distinc de pari, la es = itiendo expresamente, pese a todos los nuevos prin Priminackon, No cabe sino entre estados, Cabe entre ellos, entre in- dividuos de estados diversos. * a El tratamiento ex de individuos y, como conjunte, de minor le grupos amparados incluso slo transitoriamente, pues su destino ae den ae F oneenilse aca dese Rianne ‘mos individuos, en beneficio de ellos, de sus derechos. El hori- a one fn en tézminos de igualdad con el resto de la mismo estado, Respecto a América y en vonte es de re una proteccin transtoia yuna indiferenciaperpetu, una y otra imtgradoras , Se opta por fo primero par alcanzarse lo segundo, por una atencién a quienes se reputan minorfas que pueda conduc a su disolucién como tales. it Hae fa de minoria y la perspectiva de o eke contvean ¥ que incluso se refuerzan con Ja labor consi- iente de las propias Naciones Unidas en este orden ree my gat de derechos, de unos derechos individuales. a jel par importante de unos pactos gemels, la Conencin de recor cies y poticos y la Convencion de derechos econéicos, rales culturales. Siguen sin tocar francamente nuestto asunto, siguen también interesandole reflejamente. Para ellos, para ¢s- convenios, los pueblos, mas que situarse junto a los oe vie: Mt a ocupar su lugar como sujetos colectivos del derecho in- ae figuran, desde el comienzo de dichas convencio- ‘in son co- ination of all Forms of Raceal 2. om Aiphen aan den Rin 70 Bertolomé Clavern nes, de ambas, all peoples, todos los pucblos, ttulares expresos un derecho primero de libre determinacién, right of See tion, de autedeterminacién. Los mismos estados, todos los estados, son pueblos ya determinados de esta forma, sujetos porque los cons- tituyen y los representan. Lo que quiere también decir que peoples, pueblos, son los estados constituidos y aquellos qui ‘ Ia descolonizaci6n en curso, con e condicién, El orden internacional 1 igue siendo inte lugar para los pueblos que no se con: ‘mar las poblaciones que no cumplen las condiciones de la descolo- nizacién, las poblaciones indigenas de los estados constituidos. Nolo hacen a dicho nivel de suetos: No son pucbls, sino ma nnorias. Son minorities, como expresamente se argumenta para pro: dc Ia exclusin ®. Son esta segunda categoria de coectivdades wumanas, la que asi comprende a los grupos con identi Respecto a este concepto de minoria, sobre el que tendremos que volver en més de una ocasién segiin avancen las cosas, subra- xyemos por ahora que se predica de agtupamientos humanos en re- lacién a estados y no respecto al contexto de la poblacién mundial, yo otro caso habria desde luego estados que tendrian que set tratados como minorias y sobre todo habria la viceversa. Dejemos > Mars} Bouyy Gade te aTiece ppt ofthe Inernonal cage nC a Foals, Dex, 929. dy, elndienous North Americ and Comtmporry Irrational Law», pp. 91-92. and Contemporary I i 7 ober G. Wing (comp), Protection of Ethnic Mino: Perspectives, Nueva York, 1981. ase Sara ‘Tiempo de constitucidn, tiempo de desolonizcion a también ya observado que la categoria tampoco gt ‘con el tamafio del grupo; que se aplica con {que la ptesunta minoria realmente lo sea en relaci6 no faltan casos en la misma América de que constituya realmente mayorfa, y con independencia también de que exista vinculacién al tnismo, pues tampoco faltan casos de grupos que no la tienen, que tno podrian ser ni mayoria ni minotia pues s6lo cabria la compara ‘Gdn consigo mismo, Minoria resulta asi un concepto sin el sentido ‘stadistico de poblacién cuantivamente menot, por lo que no es de excluir que guarde la significacion cotonial de cualitativamente in- ferior. Indica la circunstancia de no ocuparse en su propio estado tuna posicin dominante que constitucionalmente se presume de ma- ferra esta presuncién y también este prejuicio. iento que en efecto se le aplica a la otro el horizonte constitucional de un principio de no diseri- jon asi predicado ?2, El mismo catdlogo de derechos de la re- ia Convencion sobre la eliminacién de todas las formas de discr- minacién racial, en su empedo de suprimirla mediante Ia integracion cstatal, seguia incurriendo en la pre in elemental e internacionalmente incluso ya reconocido en la De- laracion de Derechos Humanos de 1948 como el derecho a una cul- tura, el derecho entonces a la cultura propia, No le dejaba realmen- te cabida, Este derecho, un derecho a la cultura, no puede dejar de aten- deise al ao siguiente, en las convenciones de derechos de 1966 que ya hemos visto que le alcanzan. Lo que contenga sobre todo Ja Con- vencién de derechos civiles » politicos, la que todavia no anuncia la Cultura, podré ser particularmente relevante, sila toca, porque, para ticacia y garantia, en él se prevé Ja institucién de un érgano juris- ddiccional, de un Comité de Derechos Humanos formado por exper- tos propuestos por estados, pero que no son representantes suyos, organismo asi bien distinto a la Comisién de Derechos Humanos. TTendra competencia en esta materia de derechos civiles y politicos 22 MJ. Bossuye, Linterditon de la dermination dans te Drott International des Droits de Pomme, Bruscls, 1967, pp. 51-32 y 60-61 ad Bartolomé Clavero de sujetos individuales respecto a aquellos estados que rat sélo la convencién, sino también el protocolo separado de la juris- diccién. La misma esté en funciones desde 1976, afio también de trada en, vigencia de las convenciones tras las primeras rat caciones: La Convencién de derechos civiles y poltticos contempla y garan- tiza el derecho a la cultura para nuestro especifico supuesto, el que se dice de mrinorities, de minortas, en su atticulo 27: «l dos en que existan minorias étnicas, religiosas o lingiifsticas, no se negaré a las personas que pertenezcan a dichas minorias el derecho ue les corresponde, en comiin con los demas miembros de su gru- tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religion y a emplear su propio idioma». Comiéncese observando que el derecho a la cultura en cuanto tal, aunque sea una realidad reco- nocidamente colectiva, que se comparte y se ejerce i tiene el cuidado de formularse como exclusivamen recho correspondiente alas personas: «persons belongi norities shall not be denied the right», claramente el sujeto ent cacion de derecho a cho colectivo ademés d za ¢s importante, pero lo que se elude y posterga no lo es menos. Las convenciones de 1966, ambas, siguen fundamentalmente ate- niéndose al reconocimiento de derechos individuales en linea con la declaracién universal de 1948. El pacto gemelo que anuncia el ca- de derechos econdmicos, sociales y culturales, en la direccién. Estos son los términos del ar- ticulo 15 de esta otra convencién de 1966, conformes sustancialmen- te con los del 27 de la Declaraci6n de 1948, sobre un derecho a la cultura: «Los Estados Partes recho a toda persona a: 4) ps de los beneficios del progreso cientifico y de sus ap! neficiarse de la aplicacién de los intereses morales y le correspondan por razén de las producciones cientifica , The Human Rights Commitee. lc Role im the Deve. Covenant on Cri and Political Rughts, Oxford, 1991, % MJ. Bossuyt, Gide to the «Travaux preparatouess of the International Co. venant on Cru and Polcal Rights, pp. 492-899, “Tremp de eonsituctin, tempo de descolontzacion 2 icas de que sea autora». Siga observindose: primero, la for- mulacién recalcitrantemente individualista del derecho; segundo, el inte del derecho de propiedad privada como ele- la materia; tercero, la concepcién ahora genera- de cultura, concepcién inaplicable a las culturas efectivas de las Jlaciones no integradas en dichas presunciones, de aquellas di- has minorias. ‘Con todo el recortido que Hlevamos, no nos encontramos tan le- jos de unos origenes constitucionales, de estos tiempos plenamente coloniales. La concepcién de unos derechos eae indivi- es sigue sin dejar cabida a otros propiamente colectivos que no e Tos eatatales Tras las convenciones de derechos de 1966, las mas Naciones Unidas no dejarin de abundar en el conjunto de las reglas vistas respecto a la concepcisn y viabilidad internaciona- les de sujetos colectivos *. ie ‘Algo ha cambiado, como pudo apreciarse por la jurisprudencia ia Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el caso del fara que viene, puede venir, precisamente ahora, en 1975; y re: cuérdese también que el asunto procesalmente se planteaba entre Espafia, dos estados, los sujetos para dicho tribunal in- onganismo también salvado del naufragio de la Socie- wnes para integrarse en el sistema de Naciones Unidas. fe, El orden interestatal sigue teniendo su policy, su po- 1a por encima de los imperativos de su law propio, echo iernacional. Se cifra en la intangibilidad de sus sujetos colectivos, Jos pueblos constituidos en estados 0 los estados sin mis, conforme tls fronteras establecidas, inclusive las que se han producido co- Jonialmente. No estamos tan lejos del contratiempo indigena. 2 1, endl Rights again Grp Ri, en Eugene Ka a a cones) amen Rghs, Nocs Yor, 178 rire (comps.), Race and Ethnicity * Carrillo, El dereck led ne ppc de dro ema frene 6 sree de indo me Bartolomé Clavero a, sobre intentos propios anteriores, en 1948, y dicho mismo aiio ya también se produce la Declaracién americana de los derechos y de- eres del hombre, declaracién de derechos que no deja de respon- der a la concepcién individual del sujeto por afadir deberes, unos deberes de refuerzo de los estados. En 1969 siguis la Convencién: americana sobre derechos bumanos™, Si en algo se distinguen del ‘modelo, es por su mayor reluctancia a introducir bajo ningdn con- cepto la posibilidad de reconocimiento de derechos colectivos, sal- vo por supuesto los estatales. En su cartera de derechos humanos no hay cabida prevista para un derecho como el indigena”®. Agui en América, en América precisamente, por lo que de sus instrumentos de derechos resulta, no habria especial problema de ‘minorias tan distintas, ni menos de pueblos con posibilidad y ps tensién de derecho propio. El derecho interamericano, este dezech internacional regional, es un derecho interestaral reforzado aun lle gando a las declaraciones de derechos individuales. Mas ya sabemos que 1a misma cerrazén del derecho internacional mundial respecto al problema sc la debe a América. A ella fundamentalmente interesa su evolucién en el capitulo, Derecho interamericano también es el vacio de derecho sobre la cuestic nal, Por esto entra bajo nuestra consideracién interesindonos inclu- 80 mas que el propio derecho especificamente interamericano. °” R, Stavenhagen (dir), Derecho indlgena y derechos bumranos en América La- ‘ina, pp. 119-144, a cargo de Mario Ibarra los materiales. Se recogen en ef Manuel de documentos para le defensa de lo derechor indi con en senda de enna af nfm no slo cole, sina iro Nikken, «Le systéme interaméricain des droits de Uhomme, en Re- ve Universelle des Draits de PHloreme, nim. 2, 1980, pp. 97-109. remo de con tiempo de descolomacin eB IV, ACTUALIDAD: DE MINORIA A PUEBLO Las cosas han comenzado ya a moverse en el orden internacional. Desde la década de los setenta se empieza a notar en el seno de las a. Son aos en water, a hacer aguas gorias de pueblo y de Estado, a la de autodeterminacion y la n constitucién estatal. Faltando lo segundo, no tendria por qué pro- ducitse la pérdida de lo primero, de un derecho colectivo de deter- minaci6n propia. Dentro de la drbita de Naciones Unidas, el asunto indigena se desaparca en el seno de la Subcomisién de Prevencién de Discrimi- naciones y Proteccién a las Minorfas. También comienza a someter- se a revisién por Ia Organizacién Intetnacional del Trabajo que, diante su Convenio 107, ya venia hacigndose con una exper le campo. Este dltimo organismo nuevamente se adelanta en ivas de alcance normativo, las que aqui realmente nos interesa ho mismo convenio se somete a una reforma que acaba desembo- -ando en un instrumento nuevo, de nuevo planteamiento. Es ahora, le 1989, su Convenio némero 169: Convenio sobre pueblos indi nas y tribales en patses independientes, que, con las primeras rat caciones ptecisas, ha podido entrar en vigor para los Estados que Jo vayan suscribiendo desde 1991, Su mismo titulo ya puede verse que cambia de forma bien expresiva. Hégase la comparacién. Una primera parte se reproduce en nuestro segundo anexo *!. Ya no se © Antonio Cassese, «Political Selt Determination: Old Concepts and New De- velopmentss, Francois ‘sThe Algiers Declaration of the Rights of the Peo- ples», y Richard Falk,

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