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Cuadernillo de 2do Año PR 2do Cuat - POLIVALENTE
Cuadernillo de 2do Año PR 2do Cuat - POLIVALENTE
CUADERNILLO DE
ACTIVIDADES DE PRÁCTICAS
DEL LENGUAJE
2º AÑO E.S.O
(2do Cuatrimestre)
DOCENTES DE 2 AÑO:
✔ Leticia Ghiano
✔ María S. González
✔ Juana Jiménez
✔ Cecilia Pérez
✔ Mariela Rista
ACENTUACIÓN
a) Reglas básicas:
Todas las palabras tienen una sílaba de mayor intensidad y se le denomina sílaba
tónica (acento prosódico) pero sólo algunas llevan tilde (acento ortográfico).
Existen reglas que permiten determinar cuándo debemos colocarles tilde o no.
Según la intensidad, las palabras se clasifican en agudas, graves y esdrújulas:
gramatica:
juguete:
nariz:
mani:
ame:
exámenes
util:
lapiz
arbol:
salud
frágil
timon
b) Concurrencia de vocales:
Las vocales son cinco letras que en la lengua representan los cinco fonemas
vocálicos a – e – i – o – u. Según el punto de articulación y el grado de abertura, las
vocales se clasifican en abiertas y cerradas: a- e - o (abiertas) i - u (cerradas).
·El diptongo: es la unión en una misma sílaba de dos vocales cerradas, una
abierta y otra cerrada o una cerrada y otra abierta en una misma sílaba. v. c. + v. c.:
ciu –dad
v. c + v. a.: pa –tio
territorio:____________________________________________
viento:______________________________________________
creación:_____________________________________________
puertas:______________________________________________
industria:______________________________________________
aéreo:________________________________________________
escuela:_______________________________________________
nieve:_________________________________________________
criollos:________________________________________________
útil:___________________________________________________
héroe:_________________________________________________
Actividad:
1) Separa en sílabas, subraya con color el diptongo y el hiato en las siguientes
palabras
oír: púa:
viaje: deuda
ruedo: freír:
raíz: río:
sonreír: colonial
cae: distraído:
aéreo: cuota:
indigenas cuentos:
nacion historia:
nacian, arbol:
poesia: fiesta:
cordoba: despacio:
tropezon: pais:
dias:
parentesis:
Actividad: Coloca la puntuación faltante en el siguiente texto. Faltan puntos
(seguidos y aparte), y comas.
En una junta de animales bailó tan bonito el mono que ganándose la simpatía de los
espectadores fue elegido rey celosa la zorra por no haber sido ella la elegida vio un
trozo de comida en un trampa y llevó allí al mono diciéndole que había encontrado
un tesoro digno de reyes pero que en lugar de tomarlo para llevárselo a él lo había
guardado para que fuera él personalmente quien lo cogiera ya que era un privilegio
real el mono se acercó sin más reflexión y quedó prensado en el cepo entonces la
zorra a quien el mono acusaba de tenderle aquella trampa repuso: —¡eres muy
tonto mono y todavía pretendes reinar entre todos los animales! no te lances a una
empresa si antes no has reflexionado sobre sus posibles éxitos o peligros.
a. Precede a una enumeración explicativa. Ej: La tapa del libro presenta: nombre
del autor, título de la obra y editorial que lo publica.
b. Precede a palabras textuales que se citan Ej. El ministro dijo: "Bajó el índice
de inflación este mes.
La casa tomada
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba
el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las
mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene
no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas
y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque
algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada
resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle
lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver
madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar
vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la
Argentina.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene
estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner
al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y
daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la
biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o
un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después,
en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared
antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave
estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a
Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me
acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada
muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en
la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia
(pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos
mirábamos con tristeza.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose
tardísimo, a las nueve y media, por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos
cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo.
Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría
platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que
abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en
el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a
causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de
estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno
en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces
Irene decía:
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el
mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a
no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa
voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que
mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros
dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la
casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador,
los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce
metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de
roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte
tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una
cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy
pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al
living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no
molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta
voz, me desvelaba en seguida.
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos
le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del
dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el
codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de
detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando
claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en
la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde
empezaba el codo casi al lado nuestro.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio.
Ya era tarde ahora. Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche.
Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la
calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la
alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a
esa hora y con la casa tomada.
Julio Cortázar
3) Caracteriza (presentar o describir una cosa con sus rasgos) los personajes y la casa:
5) Marca con llaves la estructura del cuento: Situación inicial, conflicto y situación
final.
9) Apreciación personal, ¿qué parte de la historia te gustó y cuál no? ¿podrías sugerir
otro final? ¿Cuál?
10) Marca con corchetes a color las metáforas, personificaciones que identifiques y
escríbelas en el texto.
Cuento Policial.
El padre Henry era muy querido por la comunidad. Los miembros de esta destacaban
sus constantes labores altruistas en pro de la población, además de su capacidad para
integrar las distintas creencias del pueblo.
La detective Piñango recibió el informe de la autopsia, que indicó que el padre Henry
había muerto súbitamente, pero que no había indicios de asesinato. Este informe lo
firmó la forense Montejo, reconocida profesional de gran prestigio en Torreroca.
-En efecto detective, hay algo que suena raro. Piñango y González acordaron entonces
trasladarse hasta la casa parroquial, donde residía el sacerdote. Aunque no tenían una
orden judicial para entrar, los policías se introdujeron en el hogar.
-Sin lugar a dudas, son imágenes budistas. Buda está en todas partes -contestó.
Resulta que Clara Luisa, mujer casada, mantenía una relación sentimental con el padre
Henry. Este le comunicó que ya no quería seguir con la misma y ella decidió
asesinarlo.
Actividades:
a) ¿Qué tipo de cuento crees que sea? ¿por qué? ¿Hay alguna característica o
algún personaje que te lo indique?
b) Marca en el cuento, su estructura narrativa. ¿puedes construir su secuencia?
c) ¿Qué tipo de narrador posee? cita un ejemplo.
d) ¿Quiénes son los personajes?¿Alguno llamó tu atención? ¿Por qué?
e) Busca en el diccionario las palabras que no entiendas.
f) ¿Qué es el budismo? ¿Quién es Buda?
g) En el cuento, no se dan detalles de los motivos del asesinato. Esta actividad
consiste en recrear el interrogatorio de la detective Piñango a la acusada. Pidan
detalles, cuantos más detalles. Mejor..
La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no habían mentido.
El mayor, Juan, permaneció desde las cinco de la tarde hasta las doce de la noche (la
señora Stevens se suicidó entre siete y diez de la noche) detenido en una comisaría por
su participación imprudente en un accidente de tránsito. El segundo hermano, Esteban,
se encontraba en el pueblo de Lister desde las seis de la tarde de aquel día hasta las
nueve del siguiente, y en cuanto al tercero, el doctor Pablo, no se había apartado ni un
momento del laboratorio de análisis de leche de la Erpa Cía., donde estaba adjunto a la
sección de dosificación de mantecas en las cremas. Lo más curioso del caso es que
aquel día los tres hermanos almorzaron con la suicida para festejar su cumpleaños, y
ella, a su vez, en ningún momento dejó traslucir su intención funesta. Comieron todos
alegremente; luego, a las dos de la tarde, los hombres se retiraron. Sus declaraciones
coincidían en un todo con las de la antigua doméstica que servía hacía muchos años a
la señora Stevens. Esta mujer, que dormía afuera del departamento, a las siete de la
tarde se retiró a su casa. La última orden que recibió de la señora Stevens fue que le
enviara por el portero un diario de la tarde. La criada se marchó; a las siete y diez el
portero le entregó a la señora Stevens el diario pedido, y el proceso de acción que ésta
siguió antes de matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las adiciones
en las libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas de su contabilidad
doméstica, porque las libretas se encontraban sobre la mesa del comedor con algunos
gastos del día subrayados; luego se sirvió un vaso de agua con whisky, y en esta
mezcla arrojó aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A continuación
se puso a leer el diario, bebió el veneno, y al sentirse morir trató de ponerse de pie y
cayó sobre la alfombra. El periódico fue hallado entre sus dedos tremendamente
contraídos. Tal era la primera hipótesis que se desprendía del conjunto de cosas
ordenadas pacíficamente en el interior del departamento pero, como se puede apreciar,
este proceso de suicidio está cargado de absurdos psicológicos. Ninguno de los
funcionarios que intervinimos en la investigación podíamos aceptar congruentemente
que la señora Stevens se hubiese suicidado. Sin embargo, únicamente la Stevens podía
haber echado el cianuro en el vaso. El whisky no contenía veneno. El agua que se
agregó al whisky también era pura. Podía presumirse que el veneno había sido
depositado en el fondo o las paredes de la copa, pero el vaso utilizado por la suicida
había sido retirado de un anaquel donde se hallaba una docena de vasos del mismo
estilo; de manera que el presunto asesino no podía saber si la Stevens iba a utilizar
éste o aquél. La oficina policial de química nos informó que ninguno de los vasos
contenía veneno adherido a sus paredes. El asunto era fácil. Las primeras pruebas,
pruebas mecánicas como las llamaba yo, nos inclinaban a aceptar que la viuda se
había quitado la vida por su propia mano, pero la evidencia de que ella estaba distraída
leyendo un periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la
prueba mecánica del suicidio. Tal era la situación técnica del caso cuando yo fui
designado por mis superiores para continuar ocupándome de él. En cuanto a los
informes de nuestro gabinete de análisis, no cabía dudar. Únicamente en el vaso,
donde la señora Stevens había bebido, se encontraba veneno. El agua y el whisky de
las botellas eran completamente inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero
era terminante; nadie había visitado a la señora Stevens después que él le alcanzó el
periódico; de manera que si yo, después de algunas investigaciones superficiales,
hubiera cerrado el sumario informando de un suicidio comprobado, mis superiores no
hubiesen podido objetar palabra. Sin embargo, para mí cerrar el sumario significaba
confesarme fracasado. La señora Stevens había sido asesinada, y había un indicio que
lo comprobaba: ¿dónde se hallaba el envase que contenía el veneno antes de que ella
lo arrojara en su bebida? Por más que nosotros revisáramos el departamento, no nos
fue posible descubrir la caja, el sobre o el frasco que contuvo el tóxico. Aquel indicio
resultaba extraordinariamente sugestivo. Además había otro: los hermanos de la
muerta eran tres bribones. Los tres, en menos de diez años, habían despilfarrado los
bienes que heredaron de sus padres. Actualmente sus medios de vida no eran del todo
satisfactorios. Juan trabajaba como ayudante de un procurador especializado en
divorcios. Su conducta resultó más de una vez sospechosa y lindante con la
presunción de un chantaje. Esteban era corredor de seguros, y había asegurado a su
hermana en una gruesa suma de dinero a su favor; en cuanto a Pablo, trabajaba de
veterinario, pero estaba descalificado por la Justicia e inhabilitado para ejercer su
profesión, convicto de haber dopado caballos. Para no morirse de hambre ingresó en
la industria lechera, se ocupaba de los análisis. Tales eran los hermanos de la señora
Stevens. En cuanto a ésta, había enviudado tres veces. El día de su “suicidio” cumplió
68 años; pero era una mujer extraordinariamente conservada, gruesa, robusta,
enérgica, con el cabello totalmente renegrido. Podía aspirar a casarse una cuarta vez y
manejaba su casa alegremente y con puño duro. Aficionada a los placeres de la mesa,
su despensa estaba excelentemente provista de vinos y comestibles, y no cabe duda de
que sin aquel “accidente” la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de
ese carácter era capaz de suicidarse es desconocer la naturaleza humana. Su muerte
beneficiaba a cada uno de los tres hermanos con doscientos treinta mil pesos. La
criada de la muerta era una mujer casi estúpida, y utilizada por aquélla en las labores
groseras de la casa. Ahora estaba prácticamente aterrorizada al verse engranada en un
procedimiento judicial.
El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de la mañana, hora
en que ésta, no pudiendo abrir la puerta porque las hojas estaban aseguradas por
dentro con cadenas de acero, llamó en su auxilio al encargado de la casa. A las once
de la mañana, como creo haber dicho anteriormente, estaban en nuestro poder los
informes del laboratorio de análisis, a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación
en que quedaba detenida la sirvienta, con una idea brincando en el magín: ¿y si
alguien había entrado en el departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la
ventana, y colocando otro después que colocó el veneno en el vaso? Era una fantasía
de novela policial, pero convenía verificar la hipótesis. Salí decepcionado del
departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada: la masilla solidificada no
revelaba mudanza alguna. Eché a caminar sin prisa. El “suicidio” de la señora Stevens
me preocupaba (diré una enormidad) no policialmente, sino deportivamente. Yo estaba
en presencia de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de los tres hermanos que
había utilizado un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la
nitidez de aquel vacío.
a) Anoten la información principal sobre cada sospechoso y su coartada como si
fueran las notas del detective en su cuaderno sobre la investigación. Por
ejemplo:
- nombre;
- profesión;
- posibles motivaciones.
b) ¿Podría haber sido este un crimen perfecto? ¿Cómo hubiera sido posible?
c) El cuadro que sigue permitirá realizar un seguimiento de la lectura de los
cuentos y, a la vez, compararlos entre sí.
¿Quién es la víctima?
¿Quién investiga?