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COSMOVISIÓN REALISTA- CRÓNICAS (segunda parte)

¿Qué es una crónica?

La crónica es un género que cruza dos ámbitos: el periodismo y la


literatura. Así, si bien su función principal es informar, propone un tratamiento
literario de la información. Para ello el narrador-periodista usa ciertos recursos
poéticos y narrativos en la construcción de su texto.

En general, las crónicas se publican en diarios, revistas y páginas web, y suelen


presentar estas características:

 Datos precisos sobre acontecimientos: el periodista señala fechas,


lugares y nombres definidos de los sucesos que narra en su texto.

 Inclusión de testimonios y citas: las crónicas incluyen voces de los


protagonistas o testigos de las historias contadas para ofrecer una mirada
múltiple del hecho y no solo la perspectiva del autor.

 Evaluación del cronista: la mirada del cornista sobre el tema de su texto


es personal y subjetiva (al contrario de otros textos periodísticos donde
predomina lo impersonal y objetivo). Esta postura puede aparecer en frase
evaluativas o en el uso de adjetivos.

 Recursos poéticos o narrativos: las crónicas plantean un tratamiento de


la información a través de recursos poéticos y narrativos. La descripción de
una escena o suceso, la caracterización de un personaje, y la narración
con intriga de una serie de acciones son elementos literarios que suelen
figurar en estos textos periodísticos.

Tomado de Amores que matan. Felicitas Guerrero y Camila O´Gorman. Crónicas literarias,
Editorial La Estación, 2011.

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COSMOVISIÓN REALISTA- CRÓNICAS (segunda parte)

La revista Anfibia es una publicación cuyas crónicas son muy difundidas en las
redes y también hay antologías en formato papel.
La crónica es un tipo de texto que trata los acontecimientos cotidianos en
una narración breve y se sitúa entre el periodismo y la literatura. Se encuentra
ampliamente en los medios de comunicación, como revistas, periódicos y radios, y su
objetivo es hacer un análisis crítico de las situaciones cotidianas, permitiendo al lector
reflexionar sobre ese tema.
En general, las crónicas tratan temas comunes sobre asuntos que están en
«boca de todos”, presentando una crítica de forma objetiva, sin muchos detalles. En
definitiva, la crónica puede entenderse como un particular retrato verbal de los
acontecimientos urbanos y, aunque no es una regla, la crónica informa de forma diferente
sobre los sucesos, ya sea de forma artística, crítica o humorística.
¿Cuáles son las características de la crónica?

En general, las crónicas presentan un lenguaje sencillo y espontáneo, situado


entre el lenguaje oral y el escrito. Esto contribuye a la identificación del lector con el
cronista, que acaba convirtiéndose en la voz del lector.

 Se trata de textos cortos y fáciles de entender.


 Tiene un lenguaje sencillo.
 Sigue un marco cronológico concreto.
 Narran situaciones cotidianas.
 Carácter crítico sobre comportamientos y situaciones.
 El uso del humor crítico, irónico y sarcástico

¿Para qué sirve una crónica?


Por tener un carácter periodístico y presentar textos que narran y reflejan la vida
cotidiana, las crónicas sirven para hacer una crítica con la intención de darle una
reflexión al lector sobre un determinado tema. Los buenos cronistas son los que
pueden percibir, en su vida cotidiana, impresiones, ideas o visiones de la realidad que no
fueron percibidos por todos
Tipos de crónicas
Según la temática hay diferentes tipos de crónicas: Crónica periodística (este tipo
de crónica mezcla las tipologías textuales narrativa y argumentativa, presentando noticias
o hechos basados en la vida cotidiana. Así, la crónica periodística puede caracterizarse
como un género que mezcla fragmentos narrativos, en general, se cuentan
pequeños hechos cotidianos para exponer una reflexión sobre ellos, y pasajes más
largos de reflexión y argumentación sobre el hecho narrado); histórica (la crónica
histórica se basa en hechos o acontecimientos históricos, con personajes, tiempo y
espacio definidos); literaria (es un género narrativo contemporáneo, producto del
acercamiento entre el periodismo y la literatura, en el que se ofrecen al lector episodios
reales (o imaginarios, pero enmarcados en contextos reales) narrados mediante las
herramientas y recursos literarios. Usualmente se considera a la crónica literaria como un
género difícil de definir, que mezcla a su antojo la ficción y la realidad, los puntos de vista
y los datos de investigación, con el objetivo de ofrecer al lector una reconstrucción muy
cercana de la experiencia vivida por el autor; hay también crónicas deportivas, policiales,
etc.

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1. Te dejamos el video de Martín Caparrós (escritor argentino) para que reflexiones


sobre la definición de crónica periodística:

https://youtu.be/zZy2rzuL288

Después de visualizar el video responde:


 ¿Qué opina el escritor respecto de la crónica como género?
2. Leamos una crónica periodística de la revista Cosecha Roja

Ser un mastodonte
NI CO LÁ S CU EL LO  25/09/2018

Hacía muchos días que no nos veíamos. Lucas, mi mejor amigo, dormía absolutamente
cubierto por frazadas. Casi como un vampiro. Cuando la exigencia del trabajo modula el
tiempo del sueño, los sábados y domingos también me despierto a las 7.

Me quedé en la cama. Me puse auriculares, y empecé a escuchar música al palo. No hay


manera de que se despierte, pensaba. Leí el diario, leí dos artículos en inglés y respondí

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un mail pendiente. Eran las 9 y media. Me levanté, y de aburrido limpié el piso otra vez.
Hace mucho que no nos veíamos.

“Quisiera que se despierte y se sorprenda” pensé. Voy a preparar un buen desayuno.


Entonces me cambié de ropa. Lo más silenciosamente posible. Es difícil a veces para mi
cuerpo ser suave, pienso. Por la desmesura de sus dimensiones, por el peso de mis
manos, por el sonido de mis pasos. Logré enlistarme con tiempo. Hacer todo lo más lento
posible me demostró que la suavidad es cuestión de trabajo y constancia.

Salgo contento, escucho un disco de heavy metal lo más fuerte posible. El día explota en
mil direcciones guiadas por el susurro de un sol que dice presente. Me saco los
auriculares, me tomo una foto en el reflejo de un vidrio roto que encuentro tirado en el
piso. Un día hermoso y un reflejo quebrado. Las dos cosas son posibles y eso me
tranquiliza. Entro al supermercado, elijo rápido qué voy a preparar de desayuno. Esos
desayunos que son almuerzo. Es que tenemos que trabajar en nuestro libro. Un libro que
venimos escribiendo hace muchos años. Me siento determinado a sorprenderlo. Es que lo
extraño, hace muchos días que no nos veíamos.

Una vez en la caja, saco todo de mi bolsa: manteca, pan recién horneado, azúcar,
cereales, dulce de membrillo, un jugo de naranja para mí y una coca cola bien fría para
Lucas. Eso le gusta desayunar a veces. Coca cola, qué se yo. Como me canse de gastar
plata en bolsas, siempre uso la misma. Una de tela, muy pequeña que hicieron unas
amigas, con una serigrafía que dice: Esta panza es re gay. Me hace sonreir.

Conversando con la cajera, le entrego las monedas que junto durante la semana. Ella me
agradece en su idioma. Sonreímos, hasta que nos interrumpe un grito. Un señor se
acerca despacio y le grita: ¡Cuidado! ¡Tené cuidado con este! Yo desorientado, bajo el
volumen a cero. Ella mira hacia un punto vacío, renunciando completamente al
entendimiento. “¿No te da miedo? ¡Mirá lo que es este pibe! ¡Un mastodonte!”. Sentí que
mis ojos se iban para atrás. Se ponían completamente blancos. No supe qué significaba
esa palabra un domingo a la mañana. Mastodonte. La ansiedad empezó a recorrer mi

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cuerpo a la velocidad de la luz. Traté de buscar imágenes para reponer el sentido de


semejante grito, mientras me empezaba a faltar el oxígeno ahorcado por el juicio de un
mundo que me enferma, me sentencia, me golpea y me lastima. Mastodonte. Un animal,
salvaje, peludo. Mastodonte. Una bestia, peligrosa, hambrienta. Mastodonte. Una criatura
solitaria, bruta, sucia. Mastodonte. Una monstruosidad extinta. Incluso, algo imposible de
creer. Vuelvo a la situación. Veo la sonrisa de mi agresor acercarse. Abre la boca, y un
coro casi ausente de dientes putrefactos me susurra: “¿Te viste pibe? Sos gigante, mirá
todo el espacio que ocupas, ya asusta”. Lo empujo con los ojos. Siento que toda mi
historia se condensa en mis labios. “¿Qué vas a decirle Nicolás?” Me pregunto. Los
océanos que conocí se agolpan en mis ojos. Me sujeto de unas sogas a punto de
cortarse, en este barco destruido en el que me siento flotando sobre lagrimas que tienen
mi nombre. Miro mis manos, enrojecidas de impotencia. Mi sangre lleva un mensaje a
través de la gordura de mi cuerpo. Miro mi cuerpo transformarse. Crezco sin parar, en
toda dirección. Tan grande que rompo el techo del mercado. Mi piel se endurece por la
frialdad rugosa de una nueva piel. La tristeza de mi rostro me regala dos armas filosas.
Dos lágrimas que habían surcado mi rostro dibujan la fuerza intempestiva de mi
presencia. Me volví ese animal. Un holograma de mi dolor. Como si fuera un fantasma
invocado por un grito ahogado de justicia. Toda mi historia en mis labios. “Hacés bien en
tener miedo. Este es mi cuerpo, y la verdadera amenaza es que sea lo que sea que
digas, no pienso dejarlo para poder vivir”.

Camino solo a casa. Tiemblo desconcertado. Me siento escapando de una guerra sin fin.
Empujo la puerta de mi edificio con fuerza, golpeo los botones del ascensor con
desesperación. Quiero desaparecer en el silencio de mi casa. Quiero no ser visto jamás
por nadie. Mientras abro la puerta temblando, lo veo a Lucas parado en la cocina. “¿Qué
haces?” Le pregunto. Había usado lo poco que había en casa para preparar un desayuno,
que con humildad me esperaba en la mesa. “No sabía a donde habías ido, pero te quería
sorprender”.

Luego de leer, resolvé las siguientes preguntas:

a. ¿Qué sabemos de Nicolás Cuello a partir de lo que cuenta en el texto?

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b. ¿Qué le sucedió en el supermercado? ¿Alguna vez presenciaste o viviste alguna


situación similar?

c. ¿Creés que el hombre que le dijo "mastodonte" tuvo intenciones de herir a


Nicolás? ¿Por qué creés que lo hizo?

d. Cuello atraviesa una serie de sensaciones al verse víctima de este hombre,


¿cuáles son esas sensaciones? Identificá cada una con una frase u oración del
texto.

e. ¿Cuál es la respuesta que Cuello le pudo dar? Explicá.

3. ¿Y la crónica literaria?

El reconocido escritor y cronista mexicano Juan Villoro describe magistralmente la crónica en su


libro “Safari Occidental” (2005) al bautizarla como “el ornitorrinco de la prosa” en un intento por
enumerar todos los géneros de los cuales se nutre. “De la novela –dice– extrae la condición
subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para
situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el
sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato
deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la
forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos
como debate: la "voz de proscenio", como la llama Wolfe, versión narrativa de la opinión pública
cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes
dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en primera persona”.

Claramente podemos concluir que los límites entre los géneros son terrenos en
permanente transformación y préstamo.

4. Leemos un ejemplo de crónica literaria:

“CUANDO CALIENTA EL SOL”

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            Acá estamos, en bermudas o shorts o bikinis o grandes mallas enterizas


que intentan atajar la fofez, lo mofletudo de uno, lo flameante, lo sopapeable que
el cuerpo lleva, el excedente, el tejido adiposo, lo liposuccionable que acarreamos
con nosotros. Señoras como del Bosco salidas a la luz, oreando por primera vez al
sol toda su carne de sombra, blanqueando su viudez amoratada; unas gallegas
descendientes del cuello alto y cerrado, de los puños abrochados, ahora ya en
pelotas asándose en la arena.

  Cuerpos como quien lleva un barril, señores médicos con un embarazo de diez
meses, encorvados, las patitas de tero, el sombrerito. Mujeres de pechos
chupados, estirados hacia abajo, de la mano del responsable de semejante
estrago: nenes en bombachita, como mini levantadores de pesas de medio metro
de alto, nenas con la espalda negra, haciendo pozos en la orilla. Escribanos
saliendo del agua con sus calvas embadurnadas de protector solar y protector
lunar. Mujeres despatarradas en la arena, como caídas desde el tercer piso,
boca abajo, el corpiño desabrochado; los límites del bronceado y la blancura
invernal, urbana, oficinística.

   Viejos todavía apolíneos requemados, en slip, mostrándose parados con los


brazos en jarra mirando el horizonte. Maridos malhumorados bajo la sombrilla,
acurrucados, protegiéndose bajo un paraguas del gran chubasco de sol, del
resplandor insoportable de la vida. Ingenieros panzones varados en la arena
para siempre. Arquitectos flacos costilludos, con tendones a la vista, clavículas
funcionales y rótulas. Adolescentes recién estirados con húmeros, fémures y
tibias demasiado largos.

  Mujeres luchando ya en sus cuarenta con cuerpos cansadores que pasaron por
yoga, el tae-bo, el step, el spinning, pilates. Ninfas paradas inmóviles,
esculturales en la orilla, proyectando la sombra movediza de sus personal
trainers. Todo el sudor perdido para llegar hasta la gloria dorada de esta pasarela
de los cuerpos tan reales, indisimulables, nuevos o vencidos. Las atrofias
sinceradas bajo el cielo, la escoleosis, las várices, las manchas de nacimiento, y
también la histeria de lo tirante, la bikini que justo, la microbikini que apenas, la
tanga que por un milímetro respeta el límite del tabú del pubis y el pezón.

   La playa como momento de gloria para los orgullosos poseedores de carnes


acordemente distribuidas con los gustos de la época. El gran momento esperado
todo el año por la chica narigona, feúcha, pero con linda cola. Y también la playa
como momento sufriente para los otros, los acomplejados, los tímidos, los
pudorosos, que son su cuerpo, no tienen un cuerpo, sino que son fatalmente esa
suma de detalles evidentes que asoma en el espejo. La playa como muestrario
anatómico, dermatológico, caricaturesco de la biodiversidad.

  Industriales de pecho canoso, políticos de pechitos caídos, licenciadas en


administración de empresas con cicatrices de cesáreas, profesoras de
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matemática fumando y odiando todavía a sus alumnos sentados en la orilla,


apergaminadas, pecosas, un poco anaranjadas de tanto bronceador, y las
tonalidades del fucsia en los reciénvenidos que duermen al sol, los ardores color
ocaso, los elásticos del corpiño amatambrando la espalda, encarnándose, los
pliegues múltiples del abdomen del jefe de personal, y el frío del mar encogiendo
las bolsas escrotales de los bañistas, los surfers, los padres de familia que
levantan los brazos con el agua a la cintura y hacen pis sin mirar a la orilla.

 
Mairal, Pedro, El equilibrio, Bs. As., Garrincha Club, 2011.

a. ¿Cuál es el tema de actualidad que aborda la crónica?


b. ¿Qué opinión deja ver el autor sobre esa situación? ¿Es crítico, tiene un
tono humorístico, es condescendiente? Transcribí alguna frase que justifique
tu respuesta.
c. Intertextualidad: ¿con qué otro texto conocido podés relacionar el título?

5. Un tipo de crónica particular es la crónica de viajes. Veamos un artículo para


poder definirla:

¿Qué es una crónica de viajes?

¿Qué es una crónica de viajes? (nos) ¿¡en Contar(nos) el mundo, Voces


En la época en qué más gente viaja de la Historia —y también en la que más viajeros se ven
con ánimos de escribir sobre esos lugares— es importante volver a lo básico: eso es, saber qué
es —y, sobre todo, qué no es— una crónica de viajes. La periodista argentina Leila Guerriero,
con toda su experiencia en este campo, nos ofrece una serie de claves para no olvidar que esta
tarea, la de contar el mundo, no está al alcance de cualquiera.  

Se viaja.

Se viaja para ver las pirámides de Egipto. Para pasar diez días todo incluido en un resort del Caribe.
Para comer, para ver aves y hongos, animales. Para tomar vinos y fotos de la naturaleza. Para

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bucear, para contemplar la Tierra desde la Luna. Se viaja para conocer las rutas del jamón y las
góndolas venecianas, y los mejores museos y las peores catedrales. Se viaja para implementar
algunos —o todos— los ritos del turista: diez días siete noches catorce países de Europa; veinte
jornadas flotando en un crucero.

Se viaja para decir yo estuve ahí, yo vi, yo sé, yo fui, yo caminé, yo pisé la calle que pisaron todos.

Y también están los viajes de los que no hacen ninguna de todas esas cosas —los viajes de los
viajeros—; y los viajes inútiles: los viajes de los que viajan para contar.

 
Primero, lo que no es.

Una crónica de viajes no es un folleto turístico, pero más largo; ni una publicidad de hotel, pero
mejor escrita; ni un puñado de adjetivos previsibles —encantador, mágico, asombroso— apiñados
en torno a las montañas, la puesta de sol, el mar, el puente, el río.

Una crónica de viajes no se hace en los ratos libres entre el almuerzo y la siesta, ni se resuelve con
una caminata por el centro histórico, ni se consigue desde una piscina cinco estrellas.

Hacer crónicas de viajes es un trabajo extenuante y vertiginoso: el cronista enfrentado al espacio —


desmesurado—, y al tiempo —finito— de su viaje, viviendo en una patria en la que, a cada paso,
debe tomar la única decisión que importa: qué mirar.

No hay un decálogo del buen cronista, pero, si lo hubiera, diría que es alguien que entra en iglesias
y mezquitas, en bares y en cementerios, en clubes y en las casas, que habla poco, que escucha
mucho, que lo mira todo —carteles y colegios, la gente por la calle, los perros, el clima y las
comidas— y que, después de mirar, hace que eso signifique: que descubre, en aquello que miraron
tantos, una cosa nueva; que cuenta Nueva York —París o Tokio— como si fueran terra incógnita.

En su crónica sobre Hong Kong, incluida en Larga distancia (Malpaso), el escritor y periodista


argentino Martín Caparrós dice: «Los periodistas solían hablar del Rolls Royce rosa de la señora
Chan, que hacía juego con su armiño rosáceo y su perrito de aguas sonrosadas, o del edificio más
alto y bamboleante del planeta o de los siete mil cristales de Murano de la araña de aquel centro
comercial —y no terminaban de darse cuenta de que el monumento estaba en otra parte—. (…) En
el bar del aeropuerto de Hong Kong, a la entrada, a mano derecha según se llega de la revisación,
hay un menú de bronce: allí, los precios de las cocas colas y sandwiches del bar grabados en el
bronce, inscriptos en el bronce por desafiar al tiempo, son un monumento discreto y orgulloso al
triunfo del capitalismo más salvaje».

Se puede ser Caparrós —y ver eso— o ir al bar, consultar el menú, pedir un sandwich, comer de
cara al cartelito, no preguntarse —no ver— nada.

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COSMOVISIÓN REALISTA- CRÓNICAS (segunda parte)

«Sólo había eso, lo que contemplaba; y aunque más allá hubiese montañas y glaciares y albatros e
indios, no había aquí nada de qué hablar, nada que me retuviese —escribe Paul Theroux sobre su
viaje a la Patagonia—. Tan sólo la paradoja patagónica. Flores diminutas en un vasto espacio.
Para permanecer aquí había que ser miniaturista o, si no, estar interesado en enormes espacios
vacíos. No existía una zona intermedia de estudio. Una de dos: la enormidad del desierto o de una
pequeñísima flor. En la Patagonia era preciso elegir entre lo minúsculo o lo desmesurado».

Se puede ser Theroux, y ver la enormidad y lo minúsculo, o estar allí, parado, y escribir, otra vez,
sobre la inmensidad y la leyenda de la tierra patagónica: lugar común por el que pasó la media
humanidad.

Viajar para contar es, sobre todo, eso: ver lo que está, pero que nadie ve.
 

Clifford Geertz, en El antropólogo como autor, dice que en una narrativa de viaje siempre propone:
«Fui aquí, fui allá; vi este fenómeno extraño y aquel otro; me sorprendí, me aburrí, me entusiasmé,
me desilusioné; no me podía quedar quieto y una vez, en el Amazonas… Todo esto con el subtexto:
¿no te habría gustado estar allí conmigo? ¿O piensas que podrías hacer lo mismo?».

Una crónica de viajes es, también, una provocación: ¿podrías haber hecho lo que hice, ver lo que vi,
volver para contarlo?

Y para los profetas de lo nuevo, los cyberlotodos, los que aseguran que cualquiera munido de
celular y su bloggito puede contar el mundo: la crónica de viaje es el ejemplo de que no todos
pueden hacerlo.

Donde «hacerlo» quiere decir hacerlo bien.


 

Viajaron y contaron Marco Polo y Colón, Kerouac y Hudson, Darwin y José Martí, Kapuściński y
Stevenson, Rimbaud y Hugo Pratt, que hizo viajar al Corto Maltés, que viajó después con muchos
otros. Y, sin embargo, años después de todos esos viajes, tantos viajan aún para contar con la intacta
fe de ser primeros.
La diferencia es que ahora, en un planeta conectado a golpes de mouse, en una tierra cubierta y
descubierta, viajar para contar es toda una inocencia: una experiencia jurásica. Un anacronismo.

Por eso habría que hacerle honor. Porque no hay muchos, en este mundo impío, que puedan —y
quieran— seguir haciendo lo que casi nadie: ejercer lo que ya no se usa, insistir en lo que no es
absoluto necesario.

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Viajar, contar, viajar por Leila Guerriero en Revista Alaistar Magazine, publicación de cultura
viajera y crónica periodística para conocer el mundo e ir más lejos.

Después de leer con atención el texto de Leila Guerriero, resuelvan:

1. ¿Cuáles son, según la autora, los viajes inútiles? ¿Estás de acuerdo con esa
afirmación? Justificá tu opinión.
2. ¿Qué importancia tiene para el cronista lo que decide ver en su viaje?
3. Explicá el ejemplo de la crónica sobre Hong Kong de Martín Caparrós.
4. ¿Por qué cree que la crónica de viaje es una provocación?
5. Explicá el siguiente fragmento: […] en un planeta conectado a golpes de mousse,
en una tierra cubierta y descubierta, viajar para contar es toda una inocencia: una
experiencia jurásica. Un anacronismo.

6. Camino al Este. Crónicas de amor y desamor de Javier Sinay

Te dejamos algunos materiales para que conozcas al autor antes de leer alguna
de sus crónicas:

 Entrevista al autor en Infobae

https://www.infobae.com/grandes-libros/2019/03/03/camino-al-este-
cronicas-historias-de-amor-y-una-busqueda-de-15-mil-kilometros/

 Javier Sinay también habla sobre la crónica periodística. Observá el


video:

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https://www.youtube.com/watch?v=ACCv5tH4dZI

 ¿Por qué Sinay opina que la crónica es un texto complejo?

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