Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Untitled
Untitled
Estas mujeres, que pertenecían al personal de salud y a las Fuerzas Armadas, fueron
protagonistas y testigos de un capítulo triste en la historia argentina. Sin embargo, al
finalizar la guerra y como consecuencia del proceso de desmalvinización, sus roles
fueron invisibilizados, arrastrándolas a guardar silencio durante más de
dos décadas.
Ubicación
Reconocimiento
Tuvieron que pasar 31 años para que desde el Estado se reconocieran los esfuerzos
realizados por estas mujeres. Recién el 14 de marzo de 2013, fue reconocida la
primera tanda de veteranas -fueron 16- y les entregaron una medalla. Fueron las
primeras mujeres en la historia del país en recibir medallas de valor en calidad
de veteranas femeninas de guerra.
Testimonios
Silvia Barrera, instrumentadora.
“No habían informado nuestra llegada –apunta Silvia–. Se comunicaron con Buenos Aires
para confirmar quiénes éramos. Finalmente, cuando confirmaron quiénes éramos, nos
llevaron a un galpón de la Fuerza Aérea donde unos helicópteros nos trasladaron al buque
ARA Almirante Irízar que nos llevaría hasta Malvinas. ¡Cuándo nos vieron! –exclama
Silvia–. El jefe de cubierta se puso como loco: «¡No puede ser que nos manden a
estas chiquitas! –decía a los gritos–. Nos van a bombardear. ¡Las mujeres
traen mala suerte!». Les habían dicho que iba a ir personal de sanidad, pero nunca les
aclararon que éramos mujeres. La sorpresa no fue buena. Pero, de alguna manera,
también se preocuparon porque sintieron que les estaban dando mayores
responsabilidades, ellos creían que tenían que cuidarnos.
Nos preparamos para bajar al otro día en Puerto Argentino, pero no, nos pidieron que
esperáramos porque había un problemita: no nos habían dado grado militar,
éramos civiles, así que no podíamos bajar. Nos necesitaban, pedían por
nosotras, pero finalmente nos quedamos trabajando en el Irízar a 600 metros
de las islas.
“Lo primero que hacíamos era bañarlos, cepillarlos sin anestesia para poder sacarles esa
costra que tenían pegada, el barro de la tundra que con la pólvora se les había hecho piel.
Hubo noches que el barco se movía muchísimo, así que para operar teníamos que atarnos,
sujetarnos, todos los que estábamos en la sala, profesionales y el paciente. La caja con las
herramientas las colocaba a los pies del paciente para que no se cayera. Llegamos a hacer
cirugías con una oscilación de 45 grados”.
Norma Navarro
“No hablaban de la guerra –aclara Norma–, sino de las ganas de volver a sus hogares, de
ver a sus padres, sus familias, hablaban de sus vidas cotidianas. Para nosotras fue muy
importante escucharlos. Por un tiempo, después de la guerra mantuvimos contacto con los
heridos que entraban una y otra vez al quirófano. Le llevábamos libros, les leíamos a los
que no sabían. Nunca entendí porque no nos dejaron seguir viéndolos. Les hacía
bien. Nos dijeron que éramos jóvenes y que, porque éramos jóvenes, «los alterábamos»”.
Galería de imágenes
Alicia Reynoso
Silvia Barrera