Cuidemos nuestra naturaleza y a los seres que habitan en ella
Cuando hablamos de la naturaleza y su cuidado, generalmente nos referimos solo a los espacios físicos, pero no necesariamente pensamos en los seres que habitan en ella. Y es que, para cuidarla y preservarla, es importante que pensemos también en ellos. NOMBRES Y APELLIDOS DEL ESTUDIANTE GRADO/SECCION FECHA Andrea Guadalupe Santos Otiniano Quinto “A” 11/11/2021 INSTRUCCIÓN I: Desarrolla las siguientes preguntas de comprensión lectora del texto “Fiesta de las llamas”
1.- ¿Con qué finalidad se realiza esta
Con la finalidad y creencia de que las llamas serán más fértiles y celebración? habrán más crías para la próxima temporada. 2.- ¿Qué actitudes se manifiestan hacia las llamas? De gozo y celebración, personas emocionadas por la fiesta no temen de actuar cruelmente contra ellas al sacrificarlas y enterrar sus cuerpos en medio del corral donde descansan las otras.
3.- ¿De qué manera las costumbres
de los pobladores de la zona Lo consienten como una tradición respetable a la cultura de su comunidad, pues está ha ido pasando colectivamente por muchas configuran el ritual narrado? ¿Por generaciones hasta llegar a donde actualmente se ve con total qué? naturalidad y hasta firme creencia de que funcionará.
4.- Imagina que llegas como turista
al pueblo de Sipascancha y tienes la oportunidad de participar del ritual Me gustaría ser encargado de los excedentes, pues creo que de ese de la fiesta de las llamas. ¿De qué modo podré tratar de evitar algunas cosas que no me parecen justas y manera te gustaría hacerlo: como quizá salvar la vida de algunas llamas sin romper el hilo de la capitán, encargado de la comida, celebración merecida. danzante, responsable de la bebida o responsable de los excedentes? ¿Por qué? INSTRUCCIÓN II: Escribe un relato en el que se cuiden o celebren a los animales o la naturaleza. Dicho relato será dado a conocer mediante audio “Hidalgo, el gallo más fuerte” Escuchaba gritar continuamente a los seres fuera, muchos grupos de gigantes me rodeaban. A mí y otro pobre. Otro gallo de tamaño normal y alas caramelo se erguía haciendo gala de sus espuelas, todos creían ser mejores que yo y en aquella arena con ayuda de sus señores rozaban contra mi cabeza, amenazante o eso podía percibir en su semblante muy herido, ya con cicatrices de otras peleas. Oía su canto anunciando el enfrentamiento y me lanzaban a enseñarle quien era el dueño de ese lugar, alentado por gigantes, rabiosos perros ladrando, ansiosos por comerse al que cayera muerto o malherido sobre el arena, no les daría ese placer porque para mí nadie era un rival significativo. ¡Por supuesto que no! Hacía muy felices a mis gigantes aunque sus sonrisas fueran ásperas, gritos circunstanciales, si ganaba fácil había premio con buen maíz pero si recibía el primer golpe, nada podía augurar que ellos regresarían por mi cuerpo muerto. Tenía miedo y a la vez sentía una infinita arrogancia. En medio del combate de hoy escuché al narrador gritar atónito, muchos silbidos, podía sentir que me faltaba el aire. Todos abucheaban al gallo joven de doradas y grandes alas. Mis patas tambalearon siendo heridas hasta por la propia espuela, sentía dolor y por pura coincidencia ese otro maldito hirió mi cuello, arrancó un pedazo de mi hermosa cresta. ¡Lo odio! Y como esperaba mis gigantes se han ido junto al tumulto de gente, los perros les han seguido porque hasta ellos torcieron el hocico por la carne dura y puro hueso que debía parecerles. Iba a cerrar los ojos, cacareando bajo y enfermo, moviendo a penas mi plumaje teñido de asqueroso carmín, el uniforme que a muchos otros en su lecho de muerte vieron brillar no era más. Moriría, yo no estaba preparado para eso, de pronto una gigante, de esas que cargan a los pequeños y pocas veces he visto en las grandes peleas, su raza muy distinta a los de gruesos cuerpos y abundante vello. Ella me recogió del suelo. Supe su nombre cuando le gritaron otros, se llamaba Elena y me atrajo a su pecho con cuidado, en su suavidad cerré los ojos, ya no veía más por el dolor. Pasó mucho tiempo hasta que confiara en ellos y batiera las alas, varios amaneceres en los que mi cacarear ronco y lastimado despertaron a la gigante Elena. Quien venía a verme con buen maíz, del que comía cuando ganaba peleas. Otras tres decenas de amanecer y anochecer en el habitación marcaron el nacimiento de mis nuevas plumas, ¡que emoción, me sentía feliz! Este uniforme combinaba con mi cresta rota. Eldía que vería por primera vez la luz, nuevamente, había llegado y yo saltaba en dos patas muy fuertes, mi Elena entró con algunas cintas en sus manos y con delicadez me llevó fuera. Muchas gallinas, bellos ejemplares voltearon a mirarme, dando unos pasos reconocí el ambiente y cuando congenie con una de ellas escuché a Elena cacareando como hacen los humanos, una amplitud de sus comisuras que no olvidaría. Era celebrado una vez más, fuera de los arenales y la sangre.