Está en la página 1de 6

LOS DOMINGOS

"ABC

SUMARIO
“Esperanza para la Humanidad”, por
Arnold J. Toynbee. Página 6.

• “Las manicuras se defienden”. Repor­


taje de José María Rollan. Página 25.
• “ El artículo de humor ": " Don Correc­
tísimo". por Rafael Castellano. Pági­
na 35.
• "Vértigo auricular" es el tema trata­
do por el doctor Aguilar Merlo en
nuestra sección "Salud y belleza”.
Página 54.
• La sección de "pasatiempos” cierra
este número. Crucigramas, criptogra­
mas, jeroglíficos para todos. Pág. 55. Reportaje sobre "El Metro", por S Noqueras Páq. 28

“La eterna juventud”. El Dr. Caldas en­ El humor de Bellus, de Mingóte, de K¡- “Raquel Welch, la mujer nueva”, por
trevistado por J. M.’ Morelro. Pág. 36. raz. Páginas 14-15, 24-25 y 51. Harpo. Página 41.
LA MUSICA DE AYER Y DE HOY
Por Arthur RUBINSTEIN
«PICASSO ME ENSEÑO QUE EL SECRE­
TO RESIDE EN SER TODOS LOS DIAS
UN HOMBRE DIFERENTE»

♦ «LA SINFONIA MAS GRANDE PUEDE


SER TRANSFORMADA EN BAILABLE»


«El público ha mejorado mucho en las
últimas décadas: actualmente no acep­
ta la informalidad»

Arthur Rubinstein es una de las figuras cumbres de la


música actual en el mundo. En el artículo que publica­
mos a continuación, y cuyos derechos hemos adquirido
en exclusiva para España (Copyright Singer Features),
el genial artista analiza agudamente la música de ayer
y la música de hoy y, a la vez, refleja algunas facetas
interesantísimas de su propia vida musical y privada.

ARA mí la conversación es uno de Nuestros maestros interpretaban de una


P los mayores placeres de esta vida.
Cuando se habla con alguien no hay
que preocuparse de si los períodos están
forma más individual y atrevida. No te­
nían miedo, como nosotros, a la radio y
a los discos. La radio y los discos nos han
sobrecargados o si las notas son disonan­ dejado al descubierto. No podemos enga­
tes. No hace mucho tiempo fui invitado ñar a nadie. No podemos pasar sobre un
a un programa de televisión en Canadá. acorde a toda prisa, haciéndolo sonar per­
Me sentí muy halagado por esa invitación. fecto pero sin pulsar todas las notas, ace­
No querían una sola nota. Simplemente lerando en los pasajes difíciles y velándo­
me pidieron que hablase. Por eso les co­ los con un brillante golpe de pedal. De
bré muy poco. Y es que, realmente, me esto abusaban mucho los antiguos pianis­
gusta hablar. Es una de las pocas satis­ tas. Algunos de ellos, por supuesto, eran
facciones auténticas que tiene el ser hu­ genios.
mano. Si Paderewski comenzara hoy su carre­
Lo pasé terriblemente mal hace pocos ra, probablemente se vería obstaculizado
años, cuando perdí casi totalmente la voz. antes de lograr ningún éxito notable. Los
Era algo espantoso. Estaba verdaderamen­ críticos serían con él muy severos, muy
te preocupado, así que me hice examinar duros. Afirmarían que no tocaba las no­
por un buen especialista. Me introdujo en tas correctas, que exageraba los bajos, que
la boca toda clase de instrumentos raros añadía pausas efectistas, que levantaba
y parecía muy serio y ceñudo. Yo tenia sus manos innecesariamente para sobreco­
un miedo horrible, pero me lo aguanté y ger al público con la belleza del sonido
le hice una pregunta: "Dígame la verdad. del pedal. Efectismo. Esto no está permi­
¿Qué es lo que me pasa realmente?”. tido hoy día.
El doctor puso cara de pocos amigos, El público actual se impresionaría por
se sonrió ligeramente y dijo: “¡Usted ha­ su manera de tocar y por su apariencia,
bla demasiado!”. pero si comprasen sus discos u oyesen las
Ahora que me he recuperado completa­ grabaciones originales de sus interpreta­
mente le amenazo con hacerme tenor de ciones, mucha gente se sentiría defrau­
ópera... dada.
La gente me hace preguntas a menudo Él magnetismo de su presencia en esce­
sobre los pianistas famosos que he cono­ na produciría una gran fascinación en el
cido y quiere saber cuál de ellos pienso auditorio. También yo sentí esto. No pia­
que es el mejor. Los recuerdo bien a to­ nísticamente. porque no era un pianista
dos: Busoni, Paderewski. De Pachmann... nato; sino musicalmente, porque se trata­
Aún está vivo en mi memoria el primer ba de un gran músico. Compuso una mú­
concierto de piano al que asistí, en Lodz, sica fascinante. No era de gran calidad,
mi lugar de nacimiento. pero habia en él emoción, impulso y tem­
El planista era Joseph Slivinskl. Yo te­ peramento.
nía apenas cuatro años, pero me acuerdo
exactamente de su aspecto, de la sala de Busoni tenía un extravagante estilo de in­
conciertos e incluso de parte de la música. terpretación. Tocaba más misteriosamente
Slivinski era muy conocido por aquel en­ que otros pianistas. Realmente era un genio.
tonces, tanto que algunos de sus admira­ Su piano sonaba a veces como si fuese má­
dores lo preferían a Paderewski. Y eso era gico. Nosotros los pianistas, jóvenes y vie­
en la cúspide de la carrera artística de jos, nos sentíamos siempre encantados por
Paderewski, cuando se le consideraba su­ Busoni. Por desgracia, el resto del públi­
perior a cualquier otro. co nos preguntaba a menudo: “¿Dónde
Paderewski y sus contemporáneos toca­ está su magia? ¿Dónde su grandeza?”.
ban de una manera diferente a los artis­ Pero él estaba por encima del público.
tas de hoy dia. Era un hombre adelantado a /continúa
18
1

19
Un cerebro lúcido; unas manos ágiles su tiempo. Hoy nos dejaría atrás a todos.
sobre la blanca dentadura de un piano; Nunca he oído a nadie tocar con tal
un genio: Arthur Rubinstein, que con­ facilidad, tal maestría y elegancia, las
fiesa: “Es importante renovarse con­ obras más difíciles. Sin embargo, a veces
tinuamente. Esta lección la aprendí de había en él algo irritante y pesado. Por
mi buen amigo Picasso. Una grabación ejemplo, Busoni interpretaría el “Adagio”
nueva de cualquier obra me abre un de la Sonata “Hammerklavier”, de Bee-
mundo nuevo, porque la música me ha­ thoven, con una especie de toque irónico.
bla en un lenguaje siempre diferente.” No conseguiría el sentimiento profundo y
triste que la obra tiene. El “Adagio” es real­
mente el final de la vida, el fin del mun­
do y de todo—con esos intervalos vacíos,
esos largos períodos—. Incluso esa volun­
tad esperanzada que se insinúa a veces
es desesperada. Viene a decir que si el
mundo se rompe en pedazos o morimos
todos, debemos dar gracias por lo que
hemos tenido.
Busoni le daría un pequeño centelleo
de ironía, como queriendo decir: “Estoy
haciéndolo, pero no creo en nada de esto”.
Por lo demás, lo haría maravillosamente.
Busoni nunca tuvo éxito en los Estados
Unidos. Llegó simplemente como un pia­
nista berlinés, sin toda esa publicidad
que precedió a Richter, por ejemplo. Y
tocó para nuestros auditorios una música
difícil: las “Goldberg Variations”, de Bach,
y algo de Beethoven, pero no una sola pie­
za de Liszt, que le hubiese dado un éxito
enorme y la ovación de la galería.
La gente no estaba acostumbrada a una
cosa de ese tipo. Entonces se estilaban pro­
gramas fáciles y pasados de moda. De vez
en cuando, alguno se atrevía a tocar la
“Marcha fúnebre”, de Chopin. En aque­
llos conciertos se complementaba el pro­
grama con obras de Mendelssohn o con
el “Preludio” de Rachmaninoff.
El “Preludio” de Rachmaninoff en do
menor era muy conocido a primeros de
siglo. Toda hija de familia distinguida in­
tentaba interpretarlo (sin éxito, debo de­
cir).

LA RADIO Y LOS DISCOS

La radio y los discos han cambiado nues­


tro acceso a la música. Pensemos en un
hombre de hace cuarenta o cincuenta
años que tuviese un cierto sentido musi­
cal. ¿A qué estaba expuesto? A las inter­
venciones más o menos insoportables de
su tía, su hermana o su hija, en un piano,
un violín o un violoncelo. Para desemba­
razarse de ellas, les proporcionaría un
título, con el cual podían establecerse en
una pequeña ciudad de provincia. Allí do­
minaba toda la comunidad cultural. Ella
era la experta y podía decidir lo que era
bueno y lo que era malo.
Puede imaginarse lo que pasaba. He
visto cientos de estas ciudades cuando era
joven, y todas ellas tenían un concepto
de la música completamente equivocado.
Todo esto ha cambiado. Los hijos de
aquella gente pueden poner la radio o un
disco y oír a Toscaníni, Serkin, Gilels,
Casadesus. Y así disfrutan de un concier­
to de Beethoven, Mozart, Schumann o
Chopin, interpretado como debe ser.
Les puede gustar un artista más que
pero el nivel medio de œparidad de
apreciación es francamente alto. Esto ha
terminado con las antiguas “expertas”.
Ahora ningún artista puede ir a provincias
pensando: “Voy a tocar para provincianos.
Me puedo emborrachar incluso y no se
darán ni cuenta”.
No. Se debe tocar como en Nueva York,
París, Rio de Janeiro o Londres.
Los americanos, en general, no se dan
cuenta de que han conseguido en veinti­
cinco años el progreso musical que costó
a los europeos doscientos años. A causa
de las oportunidades que brindan las nu­
merosas orquestas y las generosas aporta­
ciones, América está ahora a la cabeza
de las actividades musicales.
Europa tiene, ciertamente, valiosas tra­ Durante algunos meses estuve viendo a sensualidad, la complicación, el afecto. El
diciones, y los europeos hacen algunas co­ Picasso de pie frente a su caballete, pin­ joven adopta posturas fingidas ante las
sas con una clara facilidad que todavía tando una botella de jerez, una mesa, una chicas, miente a su padre, pretende ser
no hemos alcanzado nosotros. Pero en guitarra y el enrejado del balcón, que mayor de lo que es, y, en general, está
nuestro país se dan talentos superiores a hacía de fondo. preocupado. Cuando se hace mayor aleja
los de Europa. Al cabo del tiempo, el tema me aburría. todas estas actitudes. Ya no las necesita.
¡Quería ver un nuevo Picasso! Y se vuelve puro de nuevo. También los vie­
jos músicos vuelven a Mozart. Busoni, fi­
nalmente, rechazó la música de Beetho-
MUSICA ven para mirar hacia Mozart. Me dijo en
LAS OPINIONES cierta ocasión: “Ya estoy harto de Beetho-
DE PABLO PICASSO ven. Mozart es el más grande.”
Nuestros niveles para orquestas y para Cuando yo era niño, me encantaba Mo­
música de cámara son muy altos. Conoz­ zart. Para mí era un placer leer sus sonatas
co orquestas no profesionales que tocan y conciertos. Más tarde, mis representan­
Y un día dije: “Escucha, Pablo: ¿qué tes y agentes artísticos no me hubieran
maravillosamente. Se puede ver a los jó­ pasa contigo? ¿No te aburres de pintar permitido interpretar a Mozart, después de
venes americanos tocar el violoncelo, el día tras día siempre la misma cosa?”.
contrabajo, el oboe, con un estilo perfecto. darse cuenta del gran efecto que podía
Me miró furioso. Estaba enfadado. “¿Qué producir en el “Concierto”, de Tchaikovsky.
No es una interpretación de altura, quizá, dices? ¿Qué estupideces dices? Cada mi­
pero, en cualquier caso, es muy buena. Yo Mis actuaciones más celebradas incluían
nuto soy un hombre diferente. Hay una piezas de música española y de Chopin,
disfruto dirigiéndoles en un concierto. En nueva luz cada hora. Yo veo cada día
New Haven, en la Universidad de Yale, y el público me las exigía siempre.
tienen una pequeña orquesta que es una esa botella con una personalidad comple­
tamente diferente. Es otra botella, otra
maravilla. No podremos encontrar eso en mesa, otra vida en otro mundo, y todo
Europa. es diferente.” CRITICA Y AUTOCRITICA
Alguna vez me han preguntado si no es Rápidamente le respondí: “Pablo, tienes
cierto que los artistas jóvenes de todo el toda la razón. Yo me sorprendo a mí mis­
mundo tocan con una técnica fantástica, mo pensando de una manera totalmente
pero que parecen imponerse tantas res­ diferente sobre una cosa que el día an­ A veces, uno descubre compositores en
tricciones que reprimen muchos de sus terior aseguraba que era positivamente diferentes épocas. Hasta que cumplí los
instintos musicales naturales. Estoy de cierta”. cincuenta, el "Concierto”, de Grieg, me pa­
acuerdo con ello y creo tener una res­ Y todavía me pasa. Eso es lo que me reció una vulgar pieza de opereta, un ma­
puesta completamente lógica. ha mantenido en acción. terial barato. De repente, se me pidió que
Antes de la radio y los discos, los pia­ Una grabación nueva de cualquier obra lo grabase con Eugene Ormandy, en Fila-
nistas de los viejos tiempos mostraban su me abre un mundo nuevo porque la mú­ delfia. Después de rehusar muchas veces,
genio y su individualismo. De Pachmann sica me habla en un lenguaje diferente. mi mujer consiguió que trabajase en la
era un miniaturista que podría encantar Por desgracia, al cabo de unos meses, no pieza. Descubrí que se había enfocado
al público actual. Acariciaba el piano. Po­ soy capaz de poner ese disco del que es­ esta obra de una manera equivocada, pero
día conseguir los pasajes más increíbles, taba tan orgulloso. Esto me pasa prácti­ en realidad no había pobreza en ella. Era
y lograr efectos de pedal a los que nadie camente siempre. Escucho un disco nuevo el corazón puro e inocente de un noruego
se arriesgaría. Desechaba de plano las con un entusiasmo increíble. Incluso me con un talento tremendo para la melodía y
grandes sonatas. En una ocasión dijo: gustaría que el cartero, cuando viene a una orquestación preciosa, que expresaba
“Beethoven era un hombre de extremos; traerme el correo, se quedase conmigo a el espíritu de! propio autor, de una manera
nunca supo centrarse. No me gustaría in­ escucharlo. Estoy tan orgulloso del disco, tímida y modesta.
terpretarlo”. Esto era típico de De Pach­ que sería capaz de pagar dinero al que Repentinamente quedé emocionado por la
mann, que se hizo famoso porque el pú­ tuviese la paciencia de oírlo conmigo. ¡Cin­ música y en cada interpretación he in­
blico aceptó encantado sus interpretacio­ co dólares por hora por oírlo! Pagaría tentado descubrir una forma más sencilla
nes miniaturistas. dinero, porque observo que hay poca gen­ de expresarla.
Otro de los mejores era D’Albert, que te capaz de escuchar un disco tranquila­ De este tipo de música han abusado
podía bordar una sonata de Beethoven y mente. A las personas les gusta escuchar muchos compositores de canciones. Siem­
también destrozarla. música mientras hacen otras cosas. Pero pre hay sujetos sin talento que transfor­
después de algunos meses, no puedo escu­ man esta música a su propia conveniencia.
charlo más. Soy otro hombre. Y siempre acaban por sacarle más dinero
Me pregunto a mí mismo: "¿Quién es el del que nunca consiguió su compositor. Esto
LA «EXCESIVA» PERFECCION sujeto que está tocando esto?” Es demasia­ es triste, porque para ello no hace falta ta­
do rápido, o demasiado lento, o demasiado lento.
apagado. Y es que entonces, la música me Cuando yo tenía seis años, mis tías y
_______ Esto es inaceptable hoy en día. Los jó­ habla de otra manera. tíos me decían: “Toca este tema de Bee-
venes pianistas de todo el mundo son Un buen pintor puede hacer el retrato thoven o de Mozart, como una mazurka”.
conscientes de la perfección de las notas. de una persona con absoluta convicción. Yo me prestaba a ello y me daban cara­
Pero van demasiado lejos. Cuando se ha­ Pero tres años más tarde, si lo hace de nue­ melos. “Ahora tócalo como un vals..., aho­
llan en el escenario, en vez de dejarse vo, la persona parecerá totalmente dife­ ra como una polonesa.” ¡Más caramelos!
llevar y abrirse al público—amando y em­ rente. El pintor la ve con ojos diferentes. No hay ninguna partitura que no pueda
pujando a la música con todo su talento ser transformada en una pieza bailable.
y tratando de emocionar al público—, sólo Desde la “Novena sinfonía”, de Beetho-
piensan en esto: “No debo fallar esta ven, hasta la “Pasión, según San Mateo”,
nota... No debo fallar este fraseo perso­ LA CREACION de Bach. Me creo capaz de crear un mon­
nal del autor”. tón de valses, polonesas, mazurkas y polkas.
Es como si estuvieran siempre haciendo Lo que la gente quiera, si me dan carame­
una grabación, con la convicción de que los, por supuesto.
El trabajo de un compositor o de un ar­ Supongo que soy como soy y pienso
su trabajo es eterno. Los jóvenes de hoy tista con genio es una creación. Dios creó como pienso porque amo a la vida y a la
son todo precaución, y esto mata la at­ las flores y los colores y esas maravillosas Humanidad profundamente. Soy la perso­
mósfera y el significado de la pieza mu­ mujeres que nos gustan tanto a los hom­
sical. na más feliz que he conocido. Y no es por­
bres, y un artista ve todo esto a su manera. que tenga salud, una vida familiar maravi­
La ejecución le deja a uno lleno de ad­ Por eso, también, debemos ver una sonata llosa, y ninguna preocupación monetaria.
miración. Pero esto es un poco parecido o un concierto a nuestra manera. He tenido crisis económicas. He dormido
a lo que se siente en un circo cuando un A mí, Mozart me dice ahora mucho más en la calle. He pasado hambre durante
forzudo levanta doscientos kilos veinte ve­ que antes. Mozart es, probablemente, el meses, agobiado por las deudas. He sufrido
ces seguidas. Uno se queda impresionado, músico más puro. Su música está depura­ contrariedades amorosas terribles y enfer­
pero no emocionado. da de todo elemento innecesario. No le medades peligrosas.
Antes algunas jóvenes rusas se suicida­ hacen falta muchas notas para expresar la Ninguna de estas cosas-" han afectado
ban porque la vida ya no tenía valor, des­ sublimación y la profundidad de la pasión, mi amor a la vida. El vivir es algo interior.
pués de una actuación musical poco bri­ del amor, del ingenio. Con una linea lo No depende de lo que uno recibe o de lo que
llante. Hoy no lo harían. dice todo. a uno le rodea. Yo he sido perfectamente
Es importante renovarse continuamente. Yo hice mi debut en Berlín, a los doce feliz a mi manera, en la cárcel, o murién­
Esta lección la aprendí de mi buen amigo años, con el “Concierto en Ja menor”, de dome en un hospital, porque he tenido un
Picasso. Acostumbrábamos a vernos con­ Mozart, dirigiendo la orquesta Joseph Joa- carácter feliz. Y eso nadie me lo puede
tinuamente. Yo solía visitarle mientras chim. quitar. Nadie le puede quitar a uno lo
pintaba en su estudio de París. Allí Mozart va derecho al tema, tiene una que lleva dentro de sí mismo.
manteníamos maravillosas conversaciones gran simplicidad, y esto le hace inaccesible
mientras trabajaba. para un joven que está descubriendo la Arthur RUBINSTEIN
21

También podría gustarte