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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

¿A qué responder: a la ética o al derecho? El dilema ético del abogado contemporáneo.


Cómo las normas sociales intervienen en la ética del abogado

Trabajo de grado para optar por el título de Abogada


Por: María Alejandra Charry Bautista

MAYO, 2022

1
INDICE

INTRODUCCIÓN ……………………………………………………………………………… 3
¿CÓMO SE PROMUEVE EL COMPORTAMIENTO HUMANO?............................................ 8
LA ÉTICA GENERAL Y LA ÉTICA PROFESIONAL ……………………………………….. 11
DOS ÉTICAS, UNA TENSIÓN ………………………………………………………………... 15
UNA ÉTICA DEONTOLÓGICA Y LA FALTA DE MOTIVACIÓN JURÍDICA
A LA HORA DE ACTUAR …………………………………………………………………….. 24
NORMAS, EXPECTATIVAS SOCIALES Y EL DERECHO ………………………………... 29
UNA ÉTICA ACORDE A LAS NORMAS SOCIALES ……………………………………… 34
CONCLUSIONES ……………………………………………………………………………... 38
REFERENCIAS ………………………………………………………………………………... 40

2
¿A qué responder: a la ética o al derecho? El dilema ético del abogado contemporáneo.
Cómo las normas sociales intervienen en la ética del abogado

0. Introducción

¿Alguna vez se han preguntado por qué un abogado quiere serlo? Si vamos a una facultad de
derecho o incluso si preguntamos a abogados graduados y que ejercen la profesión encontramos
respuestas diversas, pero mayormente —o así ha sucedido desde una percepción personal en la
Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes— la respuesta tiende a ser que se es abogado
para ayudar a las personas a resolver sus conflictos, para llegar a decisiones justas, para que la
sociedad tenga una convivencia armónica. Estos son fines loables que todos los que nos
encontramos en el mundo jurídico tenemos como deseables y dignos de ser seguidos. No obstante,
aunque este sea el propósito que motiva a los futuros abogados, la realidad social muestra una
desconsoladora evidencia en contra.

Los investigadores Mauricio García Villegas y María Adelaida Ceballos sostienen, en su


libro Abogados sin reglas, que la percepción social frente a los abogados en Colombia es
principalmente negativa. Los autores encuentran que socialmente los abogados son percibidos
como profesionales que tiene una gran incidencia social, pero lamentablemente este impacto es
negativo en la medida en que las personas los consideran personas poco éticas1. La percepción
negativa que tienen los abogados en la sociedad colombiana, apuntan los investigadores, se debe
a diferentes causas o razones, tales como la corrupción, el desinterés, entre otros; pero el ser poco
éticos surge de que la sociedad no entiende por qué el abogado se comporta de la manera como lo
hace. El resultado de esto es que exista una desconexión y una desconfianza por parte de la
sociedad hacía unos funcionarios que, al menos en principio, buscan promover el bienestar en la
misma en la que desarrollan su labor. Es fácil imaginar los nefastos resultados que esto pueda
tener: si las personas del común no entienden por qué el abogado actúa o se comporta de una

1
Mauricio García Villegas y María Adelaida Ceballos, Abogados sin reglas. Los profesionales del derecho en
Colombia: mucho mercado y poco Estado, (Bogotá: Ariel, 2019), 19

3
determinada manera, se critican sus acciones, por ejemplo: un abogado que defiende a un violador.
En este caso, la sociedad no entiende que un abogado defienda a un sujeto con tan bajos estándares
morales como para cometer tales acciones. Por tal razón, este abogado podrá ser socialmente
reprendido, y a la larga nadie querrá trabajar con él. Quienes nos encontramos en el mundo jurídico
podemos comprender estas acciones, pero la sociedad no lo ve de tal manera. Esta percepción
negativa genera que se necesite un cambio para que el abogado sea percibido de una manera
diferente. De este modo, se espera que se realicen cambios en el sistema jurídico nacional lo
suficientemente profundos como para que dicha percepción que se tiene de los abogados se
transforme. De cara a una reforma legislativa, advierten los autores que aunque necesaria, esta
reforma resultaría insuficiente en caso de que no se realicen cambios culturales, políticos y éticos2,
en palabra de los autores: “Dicho mejoramiento implica una combinación de dos cosas: en primer
lugar, cambios normativos esenciales en la estructura organizativa de la profesión, desde la
educación jurídica hasta el ejercicio profesional. Del otro lado, cambios culturales en la manera de
entender la profesión, su sentido público y su dimensión ética”3.

Del primer ámbito se ha encargado tanto el legislador como el mundo jurídico. Es decir,
cada norma que se emite tiene como propósito mejorar la realidad del comportamiento del
abogado, o mejor, su forma de actuar a la hora de llevar un caso para un cliente determinado, y
que esto se desarrolle de manera justa. Sin embargo, incluso cuando se tiene un Código que
delimita los comportamientos del abogado —por ejemplo, que regule el secreto profesional—, en
el caso colombiano tenemos el Código disciplinario del abogado y nuevos cánones de
comportamiento jurídico4, lo cierto es que los abogados en Colombia, y en otras partes del mundo,
siguen siendo los mismos profesionales que son vistos por la sociedad como personas poco éticas.
Por tal motivo, resulta provechoso tomar en serio lo dicho por García Villegas y Ceballos: si
realmente se pretende que exista un cambio en la percepción negativa del abogado es necesario
tener en consideración otros aspectos del mismo fenómeno, a saber, cambios culturales para
entender la profesión, entender el sentido público de la misma, así como su dimensión ética. En la

2
Ibíd., 20
3
Ibíd., 21
4
Tenemos como ejemplo el Código disciplinario del abogado expedido en 2007, (Ver. Ley 1123 de 2007, 22 de enero
de 2007, por el cual se establece el Código Disciplinario del Abogado, Diario Oficial 46.519), así como el más reciente
esfuerzo por reglamentar conductas de funcionarios mediante el Código Disciplinario de funcionarios públicos. (Ver.
Ley 1952 de 2019, 28 de enero de 2019, Diario Oficial No. 50.850)

4
presente investigación, me centraré en este segundo ámbito. Es decir, como punto de partida se
acepta lo dicho por los autores frente a la necesidad de una reforma para que, tanto en la práctica
como en la percepción de la profesión jurídica, los abogados no sean vistos como personas poco
éticas o amorales. Aceptando que es necesario un cambio, considero que el principal a tenerse en
cuenta es respecto a la ética ya que esta nos indica cómo debemos actuar. Ahora bien, el lector
atento se habrá dado cuenta de la necesidad de clarificar ciertos conceptos, principalmente, el
concepto de ética: ¿a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de ética? Esta es una pregunta
de magna importancia en la medida en que tenemos a disposición diferentes formas de concebir la
ética. Entonces, debemos clarificar qué forma ética está en juego, por así decirlo, para que veamos
cuál es el cambio que podemos hacer en la concepción de la ética, y así, considero que una vez se
tenga clara la ética que debe proponerse como un cambio, será mucho más sencillo crear normas
que estén dirigidas a controlar el comportamiento de los individuos, más propiamente de los
abogados, o al menos, esa es la propuesta del presente trabajo. Ahora bien, hacer una investigación
respecto a la ética del abogado implica ciertos debates teóricos de difícil solución, los cuales se
abordarán en el presente artículo.

Como se presentó con anterioridad, el problema radica en que los abogados en nuestro país
son considerados como personas poco éticas. Ahora bien, una pregunta que se antoja necesaria es
¿respecto a qué se afirma que son personas poco éticas? En otras palabras, ¿qué concepción ética
se tiene cuando hablamos de la ética del abogado? Aquello que la sociedad afirma que no se
encuentra en el abogado, es decir, un comportamiento ético, debe tenerse claro para que se pueda
iniciar, como dije previamente, un cambio en el comportamiento del sujeto. Como se mencionó
daremos un gran paso si logramos dilucidar qué aspecto de la ética está en juego cuando nos
referimos a la ética con la que juzgamos a los abogados. Esta será nuestra primera tarea. Empero,
la dificultad teórico-práctica es mucho más profunda que dilucidar dicho aspecto de la ética a la
que se refiere o debe referir cuando se habla de los abogados.

El principal inconveniente a la hora de ofrecer una solución para el problema de los


abogados poco éticos es que se tienen dos perspectivas éticas a las cuales se han de referir, a saber,
por un lado, una ética general que utiliza la sociedad con el fin de enjuiciar las acciones de los
sujetos, y, por otro lado, la ética profesional que dictamina ciertos comportamientos para los

5
profesionales en un campo del conocimiento específico5. Autores como Miguel Grande Yáñez,
Manuel Atienza, Marco Gerardo Monroy Cabra, entre otros afirman que el problema de la ética
del abogado es resultado de encontrar que estas dos éticas ofrecen maneras de actuar divergentes,
y en tal escenario el abogado debe elegir entre una u otra. Este es pues el principal problema que
se tiene cuando se quiere intentar un cambio en el comportamiento ético del abogado: ¿puede
disolverse la tensión entre estos dos tipos de ética, o por el contrario el abogado se ve condenado
a esta dicotomía que marca el mal estatus social que tiene en la actualidad? Para que quede claro
desde el comienzo, esta es la pregunta que este artículo busca responder, e incluso intentar
proponer una posible solución de cara a una reforma legislativa necesaria para mejorar la ética del
abogado colombiano. De cara a la pregunta formulada es necesario advertir al lector: la pregunta
no es nueva, lo que se pretende es que la respuesta sea diferente y novedosa, y que proporcione
mejores resultados. Digo que no es novedosa porque los autores mencionados en líneas anteriores
han trabajado con el problema de la tensión entre dos éticas, uno de los últimos exponentes de esta
problemática ha sido Sergio Iván Anzola que ha querido aportar una respuesta a la pregunta que
se está planteando. Sin embargo, el resultado ha sido improductivo en la medida en que los autores
mencionados ofrecen una solución que, como se verá más adelante, invitan a elegir una de las dos
salidas, generalmente la ética profesional, en detrimento de la otra. Lo que pretende mi
investigación es indagar si es posible disolver esta tensión, es decir, ¿tenemos la posibilidad de no
tener que elegir entre la una y la otra? Considero que si adoptamos una ética empírico-normativa
podemos resolver la tensión de una manera armónica, para que el abogado pueda ejercer su labor
con la tranquilidad de que está actuando de manera correcta, y que la sociedad acepte sin
complicación los comportamientos del abogado. Espero que esto quede claro en la sección
correspondiente, pero puntualizaré la estructura de mi argumento. Por lo general tanto doctrinantes
como la sociedad hacen uso del término ética aceptándolo como dado, por ejemplo Atienza

5
De manera similar se refiere el doctor Morales de Setién Ravina cuando expresa que existe una regulación y una
autorregulación del ejercicio de los abogados. En el último caso se puede ver que se deja libertad al abogado para que
lleve a cabo su profesión y los principios que guían el derecho; en la regulación se habla del seguimiento a unas
normas establecidas por la comunidad perteneciente a la profesión. En nuestros términos, la autorregulación es una
ética general, que permite autonomía al abogado, mientras que la regulación es comparable a una ética profesional
donde se dan los lineamientos. El mentado doctrinante sostiene que existen varios problemas debido a esta tensión, el
que nos interesa es el ético, en el cual debemos tener elementos para decidir quién tiene responsabilidad por los actos
cometidos: ¿una ética general o una ética profesional? (Ver. Carlos Francisco Morales de Setién Ravina, “Abogados
y regulación de la profesión: entre autonomía y subordinación” en Ética profesional del abogado: debates y tensiones.
(Bogotá: Uniandes, 2021)

6
argumenta que la ética que está en juego para los abogados es la kantiana6, ¿por qué no puede ser
una ética como la aristotélica o consecuencialista? Como resultado de esto, tienen un limitado
esquema conceptual que les permita disolver la tensión. Sin embargo, estudios recientes de la
ciencia cognitiva sobre comportamiento nos pueden ayudar a encontrar una respuesta. Dichos
estudios muestran qué elementos son relevantes para influenciar el comportamiento de los
individuos, el cual está lejos de la teoría ética clásica de que el comportamiento se presenta por
normas claras sobre el deber ser. Uno de los elementos que son relevantes para el comportamiento
son las expectativas sociales. De este modo, el comportamiento del abogado es reflejo no de una
profesión sino de una sociedad, que exige ciertos comportamientos. Así las cosas, en caso de
aceptar las premisas que conforman el argumento, encontramos que debemos cambiar la
perspectiva respecto a la creación de normas de comportamiento de los abogados, ya que
entenderemos mejor los mecanismos que fomentan el seguimiento de unos patrones.

A partir de lo anterior, sostengo que la tensión entre los tipos de ética se puede superar. ¿A
qué me refiero con que sea superable? Como se verá más adelante, la literatura que ha decidido
abordar el tema del comportamiento del abogado, ha decidido dar por sentado cuál es la ética que
domina el debate, sin preguntarse de manera crítica si ese tipo de ética es la adecuada para
modificar el comportamiento de los abogados. Por lo tanto, el presente trabajo pretende mostrar
que la tensión se puede superar en tanto apliquemos una concepción de ética que tiene efectos
tanto en la ética general como en la ética profesional del abogado, que llamaré deonto-
consecuencialista: esta concepción de ética que propongo debe tener presente los avances sobre
comportamiento que nos ha mostrado la ciencia cognitiva, la cual se explicará con detenimiento
más adelante, pero por ahora se debe decir que el nuevo enfoque de estas ciencias defiende una
postura donde lo empírico requiere ir de la mano con lo normativo, y que lo normativo por sí solo
no nos da las herramientas que necesitamos7. En otras palabras, mi tesis es que podemos resolver
la tensión de las dos éticas, general y profesional, en la medida en que entendamos una misma
ética que nos muestre de donde surgen las normas de comportamiento, y cómo hacemos para
seguirlas. De este modo, veremos abogados que actúen de una manera tal que sea aceptada por la

6
Manuel Atienza, Filosofía del Derecho y transformación social (Madrid: Trotta, 2017)
7
Así lo propone el profesor John Doris hablando de la psicología moral, debemos ver primero qué es lo que realmente
es posible para que luego consideremos las normas de un deber ser que se creen alrededor de lo que es. Ver. John M.
Doris, Character Trouble. Undisciplined Essays on Moral Agency and Personality (Oxford: OUP, 2022)

7
sociedad, con lo cual no presentarán tensiones internas, y como sociedad aprenderemos a que
debemos mejorar lo que esperamos de los abogados para tener mejores juristas, sin necesidad de
ponerlos abiertamente en un conflicto interno.

Para llevar a cabo lo anterior, resulta necesario comenzar con un contexto teórico para que
se comprenda la conexión de la ética del abogado y la propuesta de las ciencias cognitivas que se
está presentando en el presente trabajo. Para tal fin, (0.1) debemos hacer un breve análisis del
comportamiento de los agentes en general; la forma como consideramos que debe moldearse ese
comportamiento; y sobre todo, los elementos que determinan dicho comportamiento; esta es, por
decirlo así, una parte introductoria que se desarrollará en el presente trabajo. Posteriormente, (i) se
hará una contextualización de la ética general y de la ética profesional; (ii) se analizará el problema
de la tensión que existe entre estos dos tipos de ética, y su impacto en el abogado y la necesidad
de resolverlo; (iii) a continuación, se realizará una explicación ético-normativa que es la que lleva
a que el problema se no se haya podido resolver; (iv) una vez, tenido en cuenta estos elementos,
se propondrá que los actos en la mayoría de los casos vienen determinados por las expectativas
sociales que se tienen respecto a estos comportamientos; (v) finalmente, se hará una breve
reflexión sobre los hallazgos de la investigación y la propuesta de que el mundo jurídico haría bien
en incorporar estudios de otras ramas del saber.

0.1 ¿Cómo se promueve el comportamiento humano?

Imagínese que usted es padre de familia. Suponga ahora que lo han llamado del colegio de
su hijo para informarle que se encuentra en la coordinación porque se ha enfrentado a golpes con
un compañero de clase. ¿Cuál sería su reacción al saber sobre este evento? Probablemente, usted
regañe a su hijo y, aunque no necesariamente, le imponga alguna sanción por lo que ha hecho. Lo
anterior debido a dos elementos importantes, a saber, 1.) Su comportamiento es inaceptable y 2.)
él es el responsable de dicha conducta. En otras palabras, su hijo recibirá determinadas
consecuencias porque 1.) tiene un comportamiento poco ético; 2.) es el agente directo de estas
conductas o comportamientos. Lo que debemos preguntarnos, ¿qué relación tiene una cosa con la
otra?

8
Comencemos con la parte del comportamiento y de la agencia de los seres humanos.
Muchas veces, hablamos de responsabilidad, o mejor, de hacernos responsables por nuestros actos.
¿Por qué? Las teorías clásicas, e incluso muchas teorías contemporáneas nos han mostrado que la
responsabilidad tiene que ver con la posibilidad de actuar nosotros mismos a voluntad y con
agencia propia. Dentro del primer grupo, encontramos pensadores como Kant que sostiene que
somos seres racionales que nos guiamos por la razón para actuar; el segundo grupo ha desarrollado
e identificado elementos de la propuesta de agencia de Kant, encontramos, por ejemplo, el caso de
Luca Ferrero, quien sostiene lo siguiente:

But a human being chasing you is, in principle, expected to ‘respond’ for this action of theirs: they
are in principle under a demand to offer some plausible reason in support of their behavior. If this
subject were unable to provide such reasons, they should stop engaging in it or, if it is too late, they
should be held accountable for that performance and its consequences (and the use of the modal
‘should’ is a major element of what is ultimately at stake here).8

En esa línea de pensamiento, observamos que el agenciamiento o comportamiento humano


incorpora el concepto de responsabilidad en la medida en que respondemos ante razones, juicios,
justificaciones, entre otros elementos de conocimiento que nos llevan a tomar y llevar a cabo
ciertas acciones. Por tal motivo, cuando se entera de que su hijo se ve envuelto en una pelea en el
colegio, tenderá a responsabilizarlo, pues sabemos que él voluntariamente, siguiendo algún
razonamiento está ejecutando dichas acciones, es decir, él debe responder por ese acto y nadie
más. Pero adicionalmente, lo castigará porque dicho acto es inapropiado, en otras palabras, es una
acción poco ética.

Como se dijo con anterioridad, la responsabilidad de los individuos depende de un


comportamiento que se desprende completamente de ellos. Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto
con el concepto de ética? Teorías de agencia como la expuesta por Ferrero sostienen que el
comportamiento y su responsabilidad corresponden a actuar voluntariamente. Con esto estaría de
acuerdo Inmanuel Kant. Sin embargo, el pensador prusiano no solo se preocupa porque nosotros
podamos actuar, sino además, que debemos actuar según el deber, es decir, debemos responder a

8
Luca Ferrero, The Routledge Handbook of Philosophy of Agency (New York: Routledge, 2022) 2

9
la pregunta: ¿qué debo hacer? Y esta es la inquietud que nos ayuda a responder la ética,
filosóficamente concebida. Diversos filósofos, como Inmanuel Kant, Henry Sidgwick, entre otros,
han mostrado que la ética tiene razones normativas para que actuemos de una determinada manera,
es decir, nos ofrecen reglas que catalogan en abstracto nuestras acciones como “buenas” o lo que
se debe hacer, o “malas”, acciones que no deben cometerse. Las normas que nos dictan la respuesta
a la pregunta de lo que se debe hacer están, por lo general, justificadas en una metafísica extraña.
Esto porque no se basan en evidencia, es decir, en elementos que constaten la verdad de los
enunciados, sino en suposiciones. Dado que la doctrina del derecho ha basado su teoría en una
lectura kantiana de la ética, como se verá más adelante, entonces, me centraré en la explicación de
esta. Digo que es metafísicamente extraña en la medida en que el argumento que expone Kant
sobre las normas de comportamiento se encuentra basado en lo que él llama la Ley moral a la cual,
según el pensador prusiano, tenemos acceso dado que innatamente nuestra razón tiene una suerte
de acceso a esta ley9. Lo cierto es que no sabemos cómo ni porqué esto es así, Kant no lo explica,
pero lo da por sentado, y no solo él, muchos kantianos y neo-kantianos hacen lo mismo. Este es
un problema porque no tiene un carácter explicativo de por qué actuamos como actuamos, y solo
supone que debemos comportarnos de la manera que nos indican que debemos comportarnos, sin
importar siquiera que podamos o no hacer eso que se nos está pidiendo que hagamos. Estos
problemas son relevantes para la propuesta que deseo plantear en el presente trabajo; sin embargo,
es útil para mostrar que la ética tiene como propósito modular nuestro comportamiento, dándonos
una guía para actuar, y pone de presente lo que es bueno o es malo. ¿Debemos preguntarnos ahora
por la relación entre la ética y el derecho?

Volviendo a uno de los teóricos más influyentes de la filosofía del derecho, Hans Kelsen,
constatamos que el objetivo del derecho, como se verá más adelante (ver parágrafo 3), es el de
dirigir el comportamiento de los individuos por medio de normas jurídicas. Desde este primer
momento podemos ver la relación entre la ética y el derecho, ambas ramas pretenden dirigir el
comportamiento de los individuos, la primera con normas morales, mientras que la segunda a partir
de normas propias del derecho. Kelsen, sostiene que el derecho no tiene relación con la moral, y
que los comportamientos se dan por las reglas que exige el derecho. El actuar del abogado no es
excepción de las normas que venimos exponiendo, y su comportamiento está ligado con ciertas

9
Julia Markovits, Moral Reasons (Oxford, OUP, 2014)

10
normas que se encuentran establecidas. Ahora bien, ¿cuál norma debe seguir? Ese es un dilema
que no se ha podido resolver hasta el momento. Desde este punto de partida, espero que el lector
tenga claro que la discusión ronda el tema del comportamiento y de las acciones que debe y puede
desarrollar el abogado. Así pues, en las secciones siguientes mostraré el problema que se tiene con
el estado de cosas actual, donde el abogado no puede seguir las dos éticas tal y como se han estado
construyendo hasta el momento presente, para luego, mostrar que es posible salir de este problema
con la condición de que sigamos unas normas que impongan normas de comportamiento que en la
realidad puedan ser seguidas. Empezaremos, entonces, con la presentación del problema
exponiendo las dos éticas y sus fines

1. La ética general y la ética profesional

El profesor Michael Zimmerman sostiene que, aunque existen diferentes corrientes en la esfera de
la ética, todas están guiadas por el objetivo o finalidad de tomar la mejor decisión10. De este modo,
se espera que de los tres tipos más relevantes de teorías éticas: la ética de las virtudes, la ética
deontológica, así como la ética consecuencialista11 provean a los individuos pertenecientes a una
sociedad con herramientas lo suficientemente claras para que el individuo sepa qué es lo que debe
hacer en cada caso. Así, por ejemplo, se puede encontrar que el individuo siga las normas sobre
un deber ser, como ocurre con la ética deontológica, y actúe a partir de dicho criterio; también
puede ser que encuentre que existen razones por las cuales sea mejor comportarse de cierta manera
en la medida que tiene como guía principal las consecuencias o los resultados que tenga su acción.
Tomando como punto de partida este tipo de teorías, podemos encontrar patrones culturales y
sociales que nos permiten predicar formas de ética que dominan en una sociedad. Siguiendo este
planteamiento, encontramos sociedades en las que sus acciones se entienden en la medida que los
ciudadanos son cumplidores de las normas, en un sentido amplío12, mientras que existen
sociedades en las que las razones morales que motivan a los individuos vienen siendo no las

10
Michael Zimmerman, Ignorance and Moral Obligation (Oxford: Oxford University Press, 2014), 3
11
Estas son las corrientes clásicas de la ética. La primera de estas, la ética de las virtudes es propuesta por los griegos
donde se tiene como el exponente más conocido al filósofo griego Aristóteles. Esta propuesta ética se pregunta por
acciones que se encaminen a una buena vida, y las virtudes que se requieren para que esto sea así. La deontología hace
parte de la filosofía de Kant donde son normas que expresan deberes, y se espera que sean seguida. Finalmente, la
teoría consecuencialista refiere a las consecuencias que tienen los actos para evaluar si la acción es buena o mala. Para
mayor información Ver. (Peter Singer, Compendio de ética (Madrid: Alianza editorial, 2004)
12
En un sentido amplio refiere a los tipos de normas que existen: legales, sociales, y morales

11
normas, a las cuales no le encuentran sentido, sino que le otorgan un énfasis a los resultados. Del
análisis anterior, es necesario resaltar dos elementos importantes que están presentes en el
significado de la ética que se está presentando, y que podrían pasar desapercibidos.

El primer punto para resaltar es que las teorías éticas en último término representan un
grupo de razones que el individuo posee para justificar sus acciones, en otras palabras, la ética que
se elija determina el comportamiento que pueda llegar a tener el individuo. Como se ilustró en el
parágrafo anterior, la ética tiene un directo efecto en las razones y justificaciones de las acciones
que nos encaminamos a desarrollar. En dicho sentido, ayudamos a un anciano a cruzar una calle
porque la norma dice que es un comportamiento bueno; mientras que no golpeamos a nuestros
conciudadanos porque la consideramos como algo malo. En segundo lugar, es importante tener en
cuenta que este comportamiento que llevan a cabo los individuos hace parte de las motivaciones
que estos puedan tener para actuar. Es decir, el comportamiento humano, si es libre y agenciado,
es el resultado de las motivaciones que este tiene para actuar.

Por tal motivo, espero que el lector tenga una noción práctica de la ética. Como lo sostuve
en líneas anteriores, el objetivo de la ética es que esta moldee y determine el comportamiento de
los seres humanos a partir de razones que este encuentra desde diferentes fuentes: desde las reglas
que se deben seguir (en un sentido kantiano); de la experiencia (en un sentido aristotélico); o
consecuencialista (en un sentido utilitarista). Desde la perspectiva práctica que ofrezco de la ética
creo que se empieza a resolver el problema metafísico que muchas veces tiene las éticas, en
particular éticas como la kantiana, que las reglas no surgen de la nada, sino que se establecen con
un fin indirecto de moldear la conducta humana. Y me refiero a que tiene un fin indirecto en la
medida en que teorías como la kantiana no se preocupa tanto por el resultado como por el
seguimiento de la norma, pero incluso bajo la teoría kantiana, moldear el comportamiento resulta
un objetivo indirecto, pero de vital importancia, desde luego Kant se interesaba porque se pudiese
vivir en sociedad13. Por ejemplo, Cristine Korsgaard expresa que el reino de los fines del que tanto
habla Kant está directamente relacionado con la posibilidad de convivir en armonía los unos con
los otros, al tomar en consideración lo que unos y otros piensan como acciones o formas de

13
Cristine Korsgaard, “Creating the Kingdom of Ends: Reciprocity and responsibility in personal relations” en
Creating the Kingdom of Ends (Cambridge: CUP, 1996)

12
comportarse valiosas. De este modo, se puede entender que las normas morales se desprenden de
las necesidades que tenga una sociedad, en tanto grupo, para que sus diferentes individuos se
comporten de una manera tal que no haya conflictos entre unos y otros. Con esto en mente,
entendemos fácilmente que enseñamos a nuestros niños que no es bueno pelearse a golpes,
tenemos normas contra esto, diría un kantiano, pero también pensamos en las nocivas
consecuencias que tiene el pelearse a golpes con las personas. Es por esto que la ética es útil para
modular el comportamiento: imponiendo reglas que nos indican qué hacer o no hacer. No obstante,
cuando entramos a hablar del comportamiento de las profesiones este esquema de la ética parece
no ser suficiente: ¿a quién debemos salvar?, se pregunta, por ejemplo, el médico mientras que el
abogado se hace preguntas como ¿a quién se le debe lealtad, al cliente o a la sociedad? Y en ese
caso, pareciera que necesitamos normas de comportamiento en sentido ético que posean una lógica
diferente.

El doctor Mauricio Correa presenta dicha visión en su escrito “De la ética a la ética
aplicada”. En este Correa hace un recuento histórico de la evolución que ha tenido la ética como
área de estudio, que resulta de utilidad para entender la existencia de una ética profesional del
abogado. Lo primero que debe tenerse en cuenta respecto al paso de la ética a la ética profesional
es que dicha concepción de requerir dos tipos de ética adquiere fuerza en los años setentas y
ochentas cuando en Estados Unidos comienzan a ver la necesidad de encontrar respuestas sobre la
forma en que los profesionales deben actuar, y en este escenario ciertos pensadores14 sostuvieron
que el conocimiento del filósofo moral no es suficiente, por tal motivo, se requiere el aporte de un
conocedor experto que ayude a dar respuestas frente a determinadas situaciones, en palabras de
Correa, la diferencia de la segunda con la primera es que la segunda tiene los siguientes rasgos:

El primero de esos rasgos consiste en que los problemas enfrentados se sitúan fuera del ámbito de la
ética tradicional, en el sentido de que muchos de ellos no fueron contemplados y ni siquiera previstos
por los exponentes de la tradición ética anterior; y el segundo rasgo consiste en que, al buscar una
solución a dichos problemas, no basta la exclusiva experticia del filósofo, sino que se requieren
respuestas pensadas en colaboración con expertos de otros ámbitos del saber y de las profesiones15

14
Mauricio Correa, “De la ética a la ética aplicada” en Ética aplicada. Perspectivas desde Latinoamérica (Bogotá:
Uniandes, 2019), 22
15
Ibid.

13
Lo anterior, muestra esa necesidad de que el experto intervenga en la ética aplicada para
que las acciones o comportamientos puedan tener una factualidad que no podrían tener de otra
manera. Para entender esto de mejor manera, tómese en consideración la clásica ponderación que
se ha realizado de la bioética. Por lo general, la ética sostiene que la vida tiene un valor que hace
que la vida de toda persona se respete en todo momento. Esto frente a la ética general o tradicional.
Sin embargo, el experto en medicina es consciente de que en ocasiones esta máxima del valor de
la vida no puede ser cumplida. Por ejemplo, en los casos en los que, en la pandemia, a raíz del
COVID 19, no había la suficiente cantidad de respiradores artificiales para mantener con vida a
las personas, se debía pasar por un duro proceso en el que el personal médico era responsable de
tomar la dura decisión acerca de quiénes tendrían acceso a los mismos —lo que prácticamente
decantaba en la decisión de seleccionar quienes bajo ciertos parámetros podrían seguir viviendo y
quiénes no16—. Según quienes abogan por la existencia de la ética profesional como una ética
diferente a la ética tradicional, a la respuesta sobre el caso anterior solo se puede llegar con la
ayuda de un experto que proporcione nuevas lógicas del comportamiento. Estas lógicas parecen
presentar una gran tensión en el caso puntual que nos interesa que es el del comportamiento del
abogado.

Resumiendo lo que hemos dicho hasta ahora, vemos que existen dos tipos de ética: una
ética general o una ética tradicional y una ética profesional. La primera de estas pretende ser una
guía para el comportamiento de los individuos que viven en sociedad; por su parte, la ética
profesional emerge de la necesidad de respuestas en determinadas profesiones que generen
determinados comportamientos del profesional, en estos casos las guías o instrucciones que ofrece
la ética general no tienen el alcance para que se dé un comportamiento adecuado. Puse como
ejemplo el valor general de la ética que la vida tiene un valor intrínseco, y la pandemia del Covid-
19. Si seguimos la instrucción de la ética general, en el caso de la medicina no sabríamos cómo
actuar a la hora de intentar salvar la mayor cantidad de vidas posibles, que es una de las máximas
de la medicina. Sin un profesional que explique esto, el individuo no sabría cómo actuar. Pero
como este ejemplo puso de presente, esto fermenta una tensión en la forma en que un individuo
inmerso en las dos éticas deba actuar. Ahora que se presentaron las dos perspectivas éticas, y

16
Adela Cortina, Ética cosmopolita. (Barcelona: Paidós, 2020) Modificar, seguir estándares de citación

14
brevemente se mostró la tensión que puede surgir entre estas dos; pasaremos a ver la tensión que
surge de estas dos enfocándola en el caso del derecho y la ética, con el objetivo que quede de
presente la tensión y los nocivos efectos que esta pueda tener.

2. Dos éticas, una tensión

La relación del derecho con la ética ha sido ambivalente, y ha dependido usualmente de la


perspectiva de la teoría jurídica con la que se observe la relación entre lo jurídico y lo moral. Por
lo general, se ha aceptado que existe una relación de cooperación entre el derecho y la ética, en
una relación de solapamiento entre estas dos17. No obstante, una posición que se ganó un lugar en
el imaginario colectivo del mundo jurídico fue la propuesta realizada por el doctrinante Hans
Kelsen, quien propone una relación diferente entre el derecho y la ética con argumentos que llevan
a pensar que, aunque posible, la relación entre derecho y ética no es necesaria.

El argumento central de Kelsen para llegar a esta conclusión es que el derecho tiene un
objetivo primordial que es el de modificar la conducta de los sujetos que se han de regir por unas
normas determinadas. En otras palabras, Kelsen sostiene que el derecho tiene la capacidad de
modular el comportamiento humano18. No obstante, sostiene que el derecho no tiene relación con
la ética en la medida en que el derecho supone que nosotros obedecemos, al menos desde la
perspectiva de Kelsen, ya que se imponen unas normas que tienen como objetivo informarnos y
coaccionarnos sobre lo permitido y lo que no es permitido para que actuemos19. Por tal motivo, el
lector puede apreciar cierta relación entre el derecho como lo propone Kelsen y los fines que tiene
la ética. Entonces, dado que tienen una relación tan similar, donde la ética no se considera el
concepto primitivo que soporte al derecho, concluye el pensador austriaco que existe una relación
de independencia entre el derecho y la ética. La postura presentada por el autor ha sido objeto de
arduo debate entre aquellos que consideran que tiene razón en la separación entre derecho y ética,
—con el fin de no poner entidades metajurídicas extrañas y que puedan hacer que se confunda el
derecho, y que una teoría pura del mismo no requiere de la ética— los llamados iuspositivistas;

17
Jaime Bermúdez, ¿Por qué incumplimos la ley? (Bogotá: Ariel, 2021)
18
Hans Kelsen, Teoría pura del derecho (México: Universidad Autónoma de México, 1982), 31
19
Ibid., 31

15
por otra parte, se encuentran aquellos doctrinantes que consideran que el derecho no puede ser
independiente a la concepción de la ética. Dentro de este grupo de doctrinantes se encuentran
personajes tan influyentes como Ronald Dworkin. A continuación, presentaré muy brevemente la
propuesta del pensador americano, teniendo en cuenta que no presentaré el argumento completo
que hace Dworkin sobre la relación entre la moral y el derecho, baste decir en este punto en que él
encuentra que es una relación intrínseca como se pone de presente en las líneas posteriores.

Para llegar a esta respuesta, Dworkin comienza poniendo a prueba la manera cómo
funcionan las decisiones jurídicas. Inicia haciendo un análisis de las decisiones en los casos fáciles,
en donde la respuesta resulta de la aplicación de una norma, esto es, que un caso concreto en el
mundo deba ser tratado acorde a una norma general. Empero, cuando se nos presentan casos
difíciles es que la división entre derecho y ética comienza a hacerse más difícil. En los casos que
propone Dworkin la respuesta a una posible solución no se encuentra en la norma misma, sino que
se da cuenta el decisor que existen razones implícitas en la argumentación jurídica, pensemos, por
ejemplo, casos difíciles en los que se debe elegir entre dos derechos20, en ese caso, ¿cuál de los
dos derechos debe ser elegido? Se ponen en juego razones de índole moral, por lo que se ve que el
derecho requiere, o cuando menos implica a la moral. Esta resulta ser la respuesta racionalista al
debate sobre si el derecho tiene alguna relación con la ética, para argumentar a través de razones
a favor o en contra.

Por lo dicho hasta este punto, encontramos que existe una corriente, no menor, de
pensadores que argumentan a favor de la relación intrínseca entre el derecho y la ética. Esta es la
corriente en la que se orienta el presente trabajo, y se pone de presente a Kelsen como uno de los
autores con premisas más robustas para dar cuenta de que incluso si lo tomamos en consideración,
resulta que las máximas de comportamiento entre la ética y el derecho en la realidad terminan por
encontrarse. Así pues, hallamos la forma de argumentación que propone Dworkin, quien sostiene
que existe una estrecha relación entre ética y derecho en casos donde la que informa el
comportamiento adecuado no es el derecho sino la ética misma. Si es verdad que el derecho y la
ética se encuentran estrechamente relacionados, entonces, el problema que se había planteado
anteriormente sobre la tensión que existe entre la ética y la ética profesional, también le concierne

20
Ronald Dworkin, Los derechos en serio (Madrid: Ariel, 2012), 72

16
al derecho. Los efectos negativos son presentados de manera plausible por Sergio Iván Anzola
quien propone una visión mucho más existencial para argumentar la presencia de la ética en el
mundo jurídico. Así pues, es necesario considerar su argumentación debido a que es relevante para
lo que este trabajo pretende desarrollar.

Anzola se ha preocupado por el problema de la ética del abogado en diferentes trabajos,


siendo el compendio de estos su libro titulado El malestar en la profesión jurídica. Tensiones entre
la ética personal y la ética profesional de los abogados. En este texto Anzola se propone hacer un
estudio que parte de una constatación personal del fenómeno del comportamiento que debe tener
un abogado: actuar conforme al derecho, y sentirse mal aunque esté actuando “según el deber”.
Así las cosas, emprende la explicación del fenómeno de la ética profesional que maneja el abogado,
y las consecuencias que esta tiene respecto del abogado. Para hacer esto patente, Anzola deja claro
que tiene una perspectiva psicoanalítica, más propiamente freudiana, donde quiere entender los
efectos que implica la tensión de una ética profesional y una ética general que producen esos
efectos negativos en el abogado; la mencionada tensión se expresa, según el autor, a través de
normas contradictorias y el abogado debe optar por una o por otra, lo que genera una importante
disonancia para el abogado. Este es el punto que me interesa subrayar de la postura de Anzola: la
tensión produce efectos negativos en el abogado, motivo por el cual requerimos resolver el
problema; y me encuentro completamente de acuerdo con el planteamiento de Anzola sobre la
tensión que existe en los abogados.

Ahora bien, antes de continuar debe advertirse lo siguiente: la postura de Anzola no es


novedosa21 en cuanto a la diferencia entre una ética general y una ética profesional del abogado,
en la medida que presentan diferencias como las planteadas con anterioridad; sin embargo, su
importancia radica en que nos muestra un estado de cosas donde el abogado se siente mal consigo
mismo, y que por lo tanto, nos invita a que se halle una solución frente a dicha tensión. Esta es
pues, un elemento similar que comparte el trabajo de Anzola y lo que se pretende desarrollar en
este trabajo: la solución del problema. No obstante, en lo que se diferencia nuestras propuestas es
que él esgrime un argumento o un análisis psicoanalítico donde especifica las consecuencias de lo

21
Como se apreciará en este trabajo, otros ya han tratado este tema, como por ejemplo, Miguel Grande Yáñez,
Gerardo Monroy Cabra, entre otros

17
negativo que tiene el seguimiento de dos normas que resultan contradictorias. Mi propuesta, por
su parte, es hacer un análisis ético-normativo que, como se dijo en la introducción, se propone
establecer que la tensión que ha sido detectada por la literatura puede ser superada en la medida
que se realice la interpretación correcta de las normas y cómo estas modifican el comportamiento.
En otras palabras, mientras Anzola se enfoca en el análisis del abogado psicológicamente en tanto
paciente, yo me centro en las reglas que hacen que el abogado actúe, es decir se observa su
psicología, pero en calidad de agente, para que pueda variarse. Dicho esto, en las líneas que siguen
presentaré parte del argumento de Anzola donde permite observar la presencia de la tensión que
existe entre las dos éticas.

Anzola presenta una visión donde la ética existe, y más aún, puede llegar a afectar de gran manera
a los funcionarios que hacen parte del mundo jurídico. El argumento que considero apropiado para
constatar la presencia de la ética en el mundo jurídico es que, si el derecho y la ética no estuviesen
relacionados, como Kelsen argumenta, entonces los efectos que sufren estos operarios del mundo
jurídico no serían apreciables. Pero Anzola se esfuerza en mostrar con estudios y experiencias
personales que se afecta el abogado de una manera importante. En primer lugar, cuenta Anzola,
que como funcionario jurídico para el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos, él
sentía que al finalizar el día estaba haciendo algo malo; en segundo lugar, muestra que estos
elementos afectan incluso la identidad de los abogados, afectando más a las mujeres que a los
hombres22. Por tales razones debemos reconocer que lo dicho por Kelsen en la práctica no se
aprecia, es decir, no se ve claramente la separación entre ética y derecho, y que los abogados se
ven considerablemente afectados; motivo para aceptar que la ética y el derecho se encuentran
profundamente relacionados. Y si esto es así, es importarte hacer un estudio para saber si es posible
resolver la tensión entre la ética profesional y la ética general. Pero antes de eso, la pregunta que
se debe hacer es, ¿cuál es la tensión a la que se está haciendo referencia?

El problema de la tensión surge por tener dos tipos de ética que operan de manera
simultánea en nuestra sociedad. De este modo, para Anzola existe una ética personal del abogado,
pero al mismo tiempo existe una ética profesional. Debe recordarse que las dos éticas tienen como

22
Sergio Iván Anzola, El malestar en la profesión jurídica. Tensiones entre la ética personal y la ética profesional
de los abogados (Bogotá: Uniandes, 2019), 61

18
propósito indicar cuál debe ser el mejor camino de comportamiento. En el primer caso, Anzola
define la ética personal o común de la siguiente manera: “Por ética personal o ética común… me
refiero al proceso deliberativo que hace una persona con el fin de justificar sus acciones cuando
en estas hay dos valores morales en conflicto”23, para Anzola estos valores son socialmente
compartidos. Por otra parte, se encuentra la ética profesional, la cual es caracterizada de la
siguiente manera:

En contraste con la ética personal o deliberación ética llevada a cabo en un marco ético común, la
ética profesional no se refiere únicamente al proceso deliberativo sino también a un conjunto puntual
y específico de valores y reglas que regulan las acciones de un miembro de una profesión. Este
conjunto de reglas se justifica arguyendo que es necesario para alcanzar los fines que persigue la
profesión24

La noción que se tiene de las dos éticas es que estas tienen un origen diferente. Por un lado,
se tiene la ética personal o común, según la cual los individuos tienen unas guías de
comportamiento que son tildadas de buenas o malas dependiendo si están acorde con esa ética
general. Por otra parte, se encuentra la ética profesional que viene determinada por acciones
definidas dentro de un grupo determinado que sostiene la necesidad en la profesión de acciones o
comportamientos diferentes a los que se promueven en la ética personal o común. No obstante, la
propuesta de Anzola puede sorprender en la medida que muestra una tensión en dos tipos de ética
que en principio parecían complementarias. Con esto me refiero a que la ética común que
compartimos en una sociedad representa la base para establecer unos mínimos de comportamiento,
y lo que se esperaría de la ética profesional es que tenga un énfasis en las prácticas profesionales
que ayuden a entender los límites de dichas prácticas, pero que en modo alguno sugiere que sean
contrarías a las normas moralmente compartidas25. No obstante, la literatura se ha encargado de

23
Sergio Iván Anzola, El malestar en la profesión jurídica. Tensiones entre la ética personal y la ética profesional
de los abogados (Bogotá: Uniandes, 2019), 59
24
Ibid., 59
25
En esta discusión muchas veces el abogado se encuentra en un punto donde tiene que conciliar dos posturas que son
difíciles de conciliar, decidir teniendo en cuenta el interés general, guiado por una ética común, o un interés que toma
en consideración al cliente. En este punto el abogado debe decidir entre dos polos que le marca su ética y los
comportamientos que dictamina su profesión. Para mayor información ver (Sergio Iván Anzola, “Conflictos de
interesen la profesión jurídica” en Ética profesional del abogado: debates y tensiones. Anzola et alt (Eds). (Bogotá:
Uniandes, 2021)

19
mostrar que en el caso del derecho existen diferencias importantes entre la ética general y la ética
profesional, por qué responde a que cada una de ellas propone comportamientos diferentes para
los individuos. Así las cosas, algunos autores muestran casos y abren preguntas sobre lo que se
debe hacer cuando estamos frente a una decisión que involucra estos dos tipos de ética, porque
para Anzola existen situaciones en las que “cada una demanda y justifica un curso de acción
diferente”26.

El doctor Gómez Aristizábal hace una reflexión respecto a las actuaciones de los abogados,
o mejor, una reflexión frente a los actos que debe realizar un abogado al momento de encontrase
con este tipo de dicotomías que lo ponen a decidir entre uno de los tipos morales que se han venido
mencionando, a saber, ética común o ética profesional. Frente a esto, Gómez Aristizábal se formula
una serie de interrogantes “¿A quién servimos? ¿A la sociedad o a nuestro cliente? ¿Somos voceros
del interés público o del privado? ¿Debemos preocuparnos de que en la sociedad prevalezca el
bien o de que gane el pleito nuestro patrocinador?”27 y responde como si la solución fuese unívoca:
“Creen que nuestro deber es el de ganar a todo trance el litigio que se nos ha confiado,
desentendiéndonos de todo lo demás […] Pero nosotros no debemos defender “al que litiga” sino
“al que tiene razón para litigar”. Pensando lo contrario se degrada nuestra profesión”28.

Teniendo en cuenta lo dicho por Gómez Aristizábal se llega a la conclusión de que la ética
profesional del abogado se ve guiada por la ética general, ¿por qué se afirma lo anterior? Dado que
Gómez está aplicando una noción de justicia donde se espera un bienestar social y no solamente
el interés del cliente que se tiene en el momento. Sin embargo, no se entiende cuál es la base de
este tipo de razonamientos, ni por qué es mejor o más deseable que decida conforme a la ética
común que a la ética profesional. En este caso, Gómez Aristizábal unifica las dos éticas sin
explicitar muy bien por qué esto es así. En el caso de nuestro sistema jurídico podría decirse que
el abogado debe defender vorazmente a su cliente, pues como han afirmado ciertos doctrinantes
esto va en favor de un mejor sistema pues al interesarse por defender al cliente se dan mejores
argumentos y el juez es quien decide. Esto deja ver que, en este caso puntual, en las dos éticas se

26
Anzola, El malestar en la profesión jurídica, 60
27
Sergio Iván Anzola, “La enseñanza de “una” ética profesional del abogado a través del aprendizaje basado en
problemas” Revista derecho público No 37 (2016), 9
28
Ibid, 9

20
promueven comportamientos diferentes: por una parte, se debe considerar el llegar a decisiones
justas que beneficien a la sociedad; por otra parte, se debe tener en cuenta que la profesión exige
que se defienda siempre los intereses del cliente. Si se acepta lo que se acaba de decir, apreciamos
que las dos éticas proponen dos formas de comportamiento que son disímiles. Como se ha
advertido desde el inicio el abogado debe decidir entre una u otra forma de las normas para
comportarse. Como consecuencia del anterior escenario, Sergio Iván Anzola propone que los
efectos de esta dicotomía son principalmente negativos. A continuación, se presentarán los
elementos principales del argumento de Anzola.

Lo primero que debe tenerse en consideración es que entre las dos opciones que tiene el
abogado, la doctrina jurídica sostiene que se debe tener en cuenta la ética profesional a la hora de
buscar una guía para saber cómo actuar. Ahora bien, ¿cuál es la razón de que se deba hacer caso a
este tipo de ética? Ante una pregunta como esta, Anzola responde “La particularidad de esto radica
en que, por ser unos grupos de personas con un conocimiento sumamente especializado que no
puede ser aprehendido ni evaluado por personas ajenas a la profesión, su código de conducta y la
supervisión del cumplimiento del mismo son promulgados y aplicados por los mismos integrantes
de la profesión”29. Lo anterior muestra cuál es el estándar moral-epistémico: según este se propone
que la ética profesional viene a ser entendida por un grupo reducido de agentes. De esto se
desprende que solo aquellos que estén dentro del mundo jurídico pueden comprender y evaluar las
actuaciones de la ética profesional. No obstante, para lograr que el abogado pueda cumplir con las
máximas de su ética profesional requiere llevar a cabo una acción insospechada, a saber, apagar
su ética personal o común; es decir, se debe no prestar atención a los mandatos normativos que la
ética común exige en beneficio de la ética profesional, teniendo un efecto positivo en el mundo
jurídico. Ahora bien, el lector atento puede llegar a preguntarse, ¿es posible que se “apague” o se
obvie la posibilidad de seguir la ética personal por parte del abogado para seguir los preceptos de
su profesión? Lamentablemente, el panorama que muestra Anzola es desolador.

Podríamos aceptar esta visión mayoritaria del derecho si acogemos una postura como la de
Kelsen donde el derecho puede ir libre e independiente frente a los dictámenes de la ética general;
a fin de cuentas, al momento de proponer que el abogado debe defender al cliente celosamente, no

29
Anzola, 2019, 64

21
tendría que justificarse moralmente si Kelsen tiene razón. Empero, Anzola, aunque no es el único,
muestra un argumento adicional para que esto sea así. La propuesta de Anzola es relevante en la
medida en que toma en consideración investigaciones que muestran que la psyche del abogado se
ve afecta cuando debe optar por un tipo de moral u otra. Así las cosas, el autor afirma:

Los costos personales emergen por la aparente imposibilidad de negar o reprimir la ética personal en
la práctica del derecho. Es importante mencionar que el estudio de Jack & Jack demostró que aún a
pesar de que el conflicto entre la ética personal y la ética profesional es uno generalizado en los
abogados, la agudeza de la tensión es percibida en distintos grados por diferentes abogados30

De lo dicho por Anzola en este pasaje se desprenden varias reflexiones que es necesario
tener en cuenta y que muestran cómo el argumento de Kelsen no funciona, mencionaré la que
considero más importante. El aprendizaje que se tiene es que el abogado no está en capacidad de
deshacerse de su ética personal a la hora de tener que adoptar una ética profesional. De tal manera,
lo que se termina haciendo como abogado es entrar en una escisión entre lo que son como personas
y lo que son como profesionales. De este modo, los estudios que se han realizado para analizar el
impacto de esta ética profesional han arrojado como resultado que las personas han cambiado de
personalidad para poder apropiarse de la ética profesional que le es útil a su carrera como
abogados31, llamemos a esto una disonancia moral.

Esta disonancia moral se entiende gracias a estudios que se han realizado con el fin de
entender la armonía a la que tenemos lugar en calidad de seres racionales, y que pensadores
neokantianos han venido a adoptar. En este contexto, la filósofa Lucy Allais argumenta que según
Kant los seres humanos tendemos siempre a una personalidad encaminada a la armonía cognitiva.
¿A qué nos referimos con armonía cognitiva? Muchas veces nos encontramos en situaciones en
las que no nos sentimos cómodos, y es en ese punto cuando comenzamos a buscar el equilibrio, la
armonía de conceptos o acciones que no encajan completamente para nosotros. Pongamos, por
ejemplo, que tenemos una máxima de acción en la que robar está mal; y un día, necesitados de
dinero visitamos a nuestros padres, y en su casa encontramos un dinero en el comedor; sin decir

30
Ibid., 69
31
Ibid., 70

22
más, tomamos el dinero que nos sacará del aprieto económico que tenemos. Ciertamente, hemos
obrado mal, pero, explica la psicología humana, es difícil de aceptar, entonces intentamos
armonizar la acción con la creencia que teníamos de antemano. Seguimos pensando que está mal
robar, pero nosotros no hemos robado, tal vez solamente tomamos un préstamo de nuestros padres,
que devolveremos y que por eso no es un robo; razones o argumentos como estos son los que
muestran la variedad de posibles argumentos para presentar una disonancia. Razón por la cual,
argumenta la pensadora, cuando los individuos realizan actos malos32 se autoengañan para que en
una evaluación interna de lo que hacen y de las actuaciones que realizan se vean como actos
buenos33. De manera análoga, estudios psicológicos han mostrado que existe el fenómeno que ha
sido llamado moral numbing34 según esta teoría comportamentalista de la mente humana a medida
que realizamos actos con los cuales no estamos de acuerdo moralmente, es decir, que los vemos
de manera negativa, terminamos aceptándolo por la repetición, que genera un adormecimiento
moral que impide que veamos como malos los actos que estemos realizando. Por estos motivos,
se comprende que, para los abogados, a la hora de hacerlos elegir entre dos tipos de ética, y un
sistema que les exige que escojan la ética profesional, se generen abogados cínicos que ya no ven
críticamente sus acciones, y terminan tergiversando lo que hacen. Así las cosas, la sociedad
desconfía de los abogados.

Por los motivos anteriormente mencionados, se puede ver que la tensión entre los dos tipos
de ética es un problema que existe y que se debe intentar cambiar para que se mejore la percepción
del abogado, y al mismo tiempo evitar la evidente disonancia moral y cognitiva que terminan
cargando los abogados por no saber qué normativa seguir. Para que esto se logre debe tenerse en
consideración varios elementos: en primer lugar, existe una indudable tensión entre los dos tipos
de ética, no puede quedar del modo en el que está, es decir, una tensión que propone dos formas
de actuar que muchas veces resultan ser contradictorias entre ellas, en tanto que fomenta
personalidades poco éticas; y en segundo lugar el cambio debe ser un deber ser que pueda estar en

32
Se ha venido argumentando sobre un tipo de moral que hace parte de la sociedad, que hemos denominado ética
general o ética común, donde hablamos de considerar y percibir como malo. Sin embargo, en este punto se pone la
acción como directamente mala teniendo en cuenta que es la teoría ética kantiana
33
Lucy Allais, “Frailty and Forgiveness: Forgiveness for Humans” en Forgiveness and Its Moral Dimensions,
McKenna, Michael, Nelkin, Dana, Brandon Warmke, (Ed) (Oxford, OUP, 2020), 273
34
Bandura, “Moral disengagement in the perpetration of inhumanities” Personality and Social Psychology Review, 3
1999

23
las manos de las personas en general. El siguiente paso será mostrar algunas soluciones que se han
intentado para este problema que resulta importante en la medida que se reconoce en la práctica
jurídica. Mi propósito es argumentar que normativamente podemos, y mejor, debemos establecer
un puente entre estos dos tipos de ética para construir normas que permitan crear el
comportamiento de los abogados, de acuerdo a lo que exige una ética general.

3. Una ética deontológica y la falta de motivación jurídica a la hora de actuar

Ya se ha indicado la tensión existente entre los dos tipos de ética que permean a los abogados: la
ética personal a la que no se puede renunciar, y una ética profesional exigida por la profesión
jurídica. Se vio que no se puede eliminar la ética personal sin tener efectos negativos para el
individuo, pues en dicho caso se llega al peligroso punto de cambiar su personalidad para adaptarse
a los requerimientos; adicionalmente, cuando se precisan consecuencias adicionales de dicha
tensión entre estos tipos de ética hallamos la afección a la sociedad. Dicha sociedad deja de ver en
el abogado un personaje íntegro para verlo como alguien completamente cínico. Lo que termina,
en la práctica, afectando la labor del abogado pues las personas empiezan a desconfiar del
profesional, bien o mal preparado, y pueden quedarse sin trabajo porque no “desean” gente de esas
características; y si los estándares de la ética profesional persisten en tensiones con los de la ética
general, personas de dudosa reputación buscarán abogados no para que cumplan la ley, sino para
que cumplan su voluntad. Ahora bien, aunque la ética profesional del abogado no ha sido objeto
de extenso estudio en nuestro país, podemos encontrar doctrinantes que ayudan a entender la ética
profesional del derecho. Por esto, a continuación, se realizará un breve análisis de la ética
profesional, con el fin de responder a la pregunta, ¿qué clase de ética es la que está detrás de nuestra
profesión? Una vez se tenga claro dicho panorama, se puede pasar a hacer las modificaciones que
sean pertinentes para que tanto abogado como sociedad puedan tener una convivencia armónica.

Para comenzar esta discusión, es importante traer a colación al doctrinante Lon Fuller
quien, en The Morality of Law, presenta una visión donde sugiere, como ya se anunció con el caso
de Kelsen, que el derecho ha obscurecido la relación entre ética y la profesión jurídica. Así pues,
Fuller comienza una comparativa entre dos tipos de ética en la que se encuentra una ética

24
aspiracional (de corte aristotélico) y otra que es una moralidad de los deberes (de corte kantiano)35.
Por lo general la ética aspiracional plantea una dificultad para que pueda ser llevada a la práctica
y es que se requiere de la excelencia de los individuos de la sociedad, Fuller reconoce que no es la
propuesta que mejor se pueda aplicar a la hora de hablar de la ética o moral que se encuentre en el
derecho. La otra posibilidad de la ética del derecho es que esta sea de carácter deontológico. En
este momento, y para tener más claros los conceptos, es menester dejar claro que la deontología se
refiere al estudio de las normas o deberes que deben cumplirse. Por lo general, esta es llamada
también como deontología jurídica, la cual se centra en dilucidar los deberes que poseen los
diversos integrantes del mundo jurídico. Así las cosas, ya se tiene una ligera noción de la ética que
se pone en juego en el derecho, pero hasta el momento se ve que es una posibilidad teórica y que
Fuller sostiene que hace parte del derecho, ahora se debe considerar si esta posibilidad de una ética
deontológica es aceptada por los doctrinantes del derecho y si tiene aplicabilidad práctica.

Lo dicho por Fuller sobre una ética deontológica encuentra asidero en la teoría jurídica de
la actualidad. De este modo, Manuel Atienza expone en “Ética de las profesiones jurídicas” que
algunos doctrinantes proponen que la ética jurídica sea una ética que dependa completamente de
la ética kantiana. Por ejemplo, se encuentra Garzón Valdés, citado por Atienza, quien argumenta
que el tipo de ética que rige en el derecho es la ética kantiana, en lo que llama “principio de la
inderogabilidad”, según el cual la moralidad representa una universalidad, como ocurre en esta
corriente, y estos principios no pueden ser derogados36. Teniendo como resultado esta perspectiva
del derecho y la ética, al hablar de la diferencia entre una ética común y una ética profesional.
Atienza advierte lo siguiente:

En realidad, cuando se analizan de cerca, los deberes profesionales, en su opinión, no suponen un


apartamiento de la moral ordinaria, sino que encuentran su fundamento en esta última: “Así, por
ejemplo, el derecho de la persona a su intimidad y el deber de respetarla permiten justificar
moralmente el secreto profesional del médico: ‘La obligación de guardar el secreto es una obligación
con respecto a un determinado paciente […] más que una obligación general con respecto a la
sociedad o con respecto a futuros pacientes’”37

35
Lon Fuller, The Morality of Law (New Heaven: Yale University Press, 1968) 4
36
Manuel Atienza, Filosofía del Derecho y transformación social (Madrid: Trotta, 2017) 224
37
Ibid., 224

25
Esta es una de las posibilidades para entender la ética que está presente cuando se habla de
ética profesional. En este caso, se encuentra que la ética general se convierte en el genus y la ética
profesional es la species del comportamiento humano. En otras palabras, la ética profesional, al
menos según Garzón Valdés, es una parcela de la ética en general y que se debe entender la primera
a la luz de la segunda sin contradicción. No estoy de acuerdo con esta visión ya que, como
mostraré, es difícil de sostener en la práctica. No obstante, supongamos que aceptamos lo dicho
por Garzón Valdés. En ese caso, debemos hacer un análisis del ejemplo que pone el autor a la luz
de la fuerza que puede tener para que los individuos, en este caso abogados, sigan las normas, y
que está implícito, pero que se debe hacer explícito.

El autor sostiene que el derecho se respeta en la medida que este tiene una justificación
moral para que siga la norma. Entonces, si seguimos cuidadosamente lo dicho por este
encontramos que la norma del derecho se sigue en la medida que tiene una aceptación moral. Si
esto es correcto, encontramos que el derecho requiere de la justificación moral que motive al sujeto
para que este siga las normas que lo rodean. Si se tiene en cuenta esto, debemos preguntarnos si
las normas que promueve el derecho permiten que exista esta relación de mutua cooperación entre
los dos tipos de ética, de manera que conlleve a que los abogados puedan seguir fácilmente las
normas. Para esto es importante tener en cuenta la motivación que posee el derecho para ser
obedecido, en este punto, se antoja necesario resaltar que las normas particulares que se están
pensando son las normas de un abogado. Sin embargo, a estas les aplican las consideraciones de
las normas generales. Como se comentó al inicio del presente texto, el objetivo de la ética en
general es modular el comportamiento de los individuos, a través de normas que se basan en
razones, justificaciones, entre otras para que el individuo, en calidad de agente, se vea motivado a
realizar un comportamiento en específico. Podemos apreciar la constante relación entre la ética, el
comportamiento, y ahora debemos explicar un elemento que une claramente los dos anteriores, a
saber, la motivación y cómo funciona esta.

Supongamos que usted debe llegar a un destino especifico, para llegar a este dispone de
dos medios de transporte: puede llegar en bus o puede llegar en metro. ¿Cómo llegar a la decisión
de cuál de los dos medios de transporte tomar? Como cualquier persona, usted comenzará a

26
analizar las razones para decidir, y cuando llega a una conclusión, cuando una razón triunfa,
decimos que usted tiene una motivación. Si, por ejemplo, usted es claustrofóbico, el metro no será
la opción adecuada, lo que justifica que usted tenga un motivo para llegar a su destino en bus. Esto
es lo que explica Bernard Williams en “Internal and External Reasons”. Williams explica que la
mente de los seres humanos opera de manera tal que las razones que tenemos sean las mismas que
nos lleven a actuar, dentro de un esquema conceptual en el que cada razón debe ser parte de un
gran engranaje que deja entrar esas motivaciones al comportamiento humano38. Entonces, en caso
de que estas razones no tengan peso en el engranaje conceptual de cada individuo, a las cuales
Williams llama razones internas, no puede esperarse que los individuos muestren un
comportamiento acorde al que se puede llegar a pedir desde las razones que se tienen. Ahora bien,
para Williams no solo las razones pueden ser internas, sino que, además, las razones pueden ser
externas. Estas son el tipo de razones que el individuo no necesariamente acepta, es decir, con esto
nos referimos a que no necesariamente entra en el engranaje de razones internas del individuo que
lo motiven voluntariamente a que lleve a cabo ciertas acciones. Sostengo que las motivaciones son
voluntarias por el siguiente elemento: continuando con el ejemplo de la mejor opción entre elegir
un bus o un metro, se observa que tiene más razones para preferirse el bus porque el otro generará
malestar; sin embargo, las razones externas generan motivaciones que salen del control y
ponderación del individuo; en este caso, supongamos que la motivación para tomar el metro es ir
tarde y se tiene una reunión con un jefe, este es un caso de razones externas. Estas son las razones
que tenemos en la vida cotidiana, sin embargo, resta preguntarse por las motivaciones de una ética
profesional de los abogados, la cual es dominada por el derecho. Por tal motivo, a continuación,
se presentarán los planteamientos del filósofo del derecho Joseph Raz acerca de las motivaciones
del derecho para modelar el comportamiento de los individuos.

Joseph Raz es un conocido filósofo del derecho que produjo diversos artículos académicos
pensando en la relación del derecho con respecto a la motivación que este pueda tener para que
nosotros como individuos sigamos las normas o las reglas que han sido dadas, de allí que el
pensador publicara The Authority of Law, más propiamente el artículo que interesa a la presente
investigación “The Obligation to Obey the Law”. En el mencionado artículo Raz sostiene como
tesis principal que no existe una obligación para obedecer el derecho. Para dar cuenta de esta tesis,

38
Bernard Williams, “Internal and External Reasons” en Moral Luck (Cambridge: CUP, 1981)

27
Raz argumenta que para que exista una obligación de obedecer el derecho deben existir razones
inherentes al derecho que permitan que los abogados se motiven a cumplir las normas que les son
impuestas39. Luego de tener claro qué se está entendiendo como obligación, esto es algo que se
hace porque existe un imperativo que así lo exige, Raz hace un repaso de las razones por las cuales
una persona llega a cumplir una norma jurídica. Dentro de las varias razones encontradas y que en
apariencia soportan el cumplimiento de las normas jurídicas, ninguna realmente posee una
justificación intrínseca. Todas las normas del derecho requieren como una motivación un
seguimiento que sea de corte moral o de normas prudenciales; es decir, el doctor Raz no halla
razón por la que el derecho internamente posea razones para hacer que el abogado cumpla la norma
que se le está pidiendo que cumpla. Es necesario, por tanto, que existan razones externas para el
cumplimiento de las normas jurídicas, incluidas las normas éticas del abogado. Solo si se tiene en
consideración la externalidad de las normas es que se puede preguntar por qué sí o por qué no se
están cumpliendo las normas que hacen que los abogados en la sociedad sean percibidos como
personas poco éticas. Por lo tanto, se debe hacer un análisis normativo que permita entender las
motivaciones que tenemos como seres humanos para seguir las normas que nos impone el sistema.

Como se mostró, en este apartado comenzamos haciendo un análisis de las consecuencias


negativas que puede tener la tensión que hemos trabajado; de este modo, se vio la ética que está
presente en el derecho, y vimos que gracias a Fuller, el derecho elige una ética deontológica;
posteriormente, autores como Atienza y Garzón Valdés apoyan la idea de Fuller de una ética
profesional deontológica; sin embargo, aunque estos autores consideran que la ética profesional
puede llegar a ser compatible con la ética general, yo argumento que esto no es posible porque en
la práctica el derecho no tiene el factor motivacional que estos autores consideran que tiene; así
las cosas, a través de un ejemplo mostré cómo funcionan las razones para que tengamos
motivaciones de actuar y tengamos un comportamiento determinado; finalmente, se hizo un
análisis de las motivaciones que existen en el derecho, y se mostró que no existe en el derecho
mismo normas que incorporen razones que modifique nuestro comportamiento. Por tal motivo, no
es exitosa la propuesta de algunos doctrinantes de pensar que la ética que se encuentra presente en
el derecho es una ética deontológica, la razón es simple: no genera motivaciones para que por sí
misma sigamos estas normas.

39
Joseph Raz, “The Obligation to Obey the Law”, en The Authority of Law (Oxford: OUP, 2009), 234

28
4. Las Normas, las expectativas sociales y el derecho

En el apartado anterior se expuso que el derecho ha adoptado una ética profesional que corresponde
a la ética deontológica, la cual posee un sustento kantiano donde el elemento relevante es que
exhibamos un curso de acción coherente con las normas que nos han sido impuestas. Dada la
interpretación que le ha dado la doctrina a la ética profesional que tiene un corte kantiano, no son
tanto las consecuencias o incluso la posibilidad fáctica de que estas normas puedan ser cumplidas,
sino que lo importante es que estas normas sean cumplidas.

Vimos que de modo similar a lo que sucede a éticas de urdimbre kantiana, el hecho de que
se espere que las normas del derecho se cumplan por una motivación intrínseca de este, no permite
entender por qué los abogados actúan en la forma que lo hacen. Para tener esto más claro, se puede
tomar como referencia lo dicho por Tim Scanlon quien sostiene que el problema de este tipo de
ética es que esperan que las motivaciones sean completamente internas, que los individuos hallen
el grip (el agarre) de las razones por ellos mismos, y que, si no es posible hacer esto, entonces no
tendrían lugar las motivaciones del agente para actuar de manera ética40. Entonces, con dicho
contexto en las manos, Joseph Raz me ayudó a dilucidar el problema de que si el derecho está
anclado por completo en una ética normativa kantiana tiene el problema de motivar a los
individuos a actuar de una manera determinada, puesto que los elementos analizados por Raz y
que motivan al agente para que actúe resultan ser razones externas. Por ello, se debe hacer un
análisis normativo que dé cuenta de los diferentes modos en los que las personas se ven motivadas
para tener determinados comportamientos.

Se puede comenzar la descripción de las motivaciones externas con lo que argumenta Jaime
Bermúdez en su texto, ¿Por qué incumplimos la ley? Carta a un joven estudiante. El texto está
dirigido a un estudiante, con quien el autor entabla una conversación respecto al efecto que tiene
el incumplimiento de la ley en la corrupción del país. Considero que es apropiado estudiar lo dicho
por Bermúdez respecto al incumplimiento en la medida que el que el abogado sea una persona
poco ética es debido al incumplimiento de ciertas normas. Ahora bien, el problema sobre el

40
T.M Scanlon, Being Realistic about Reasons (Oxford: OUP, 2008), 9

29
incumplimiento viene dado por la interrelación que existe entre los diferentes tipos de normas, a
saber, las normas que él llama de derecho, las normas sociales y las normas morales. Y para dejarlo
como una introducción a las consideraciones sobre las normas, Bermúdez sostiene que: “cuando
la cultura va en contra de la ley o la moral, el cumplimiento de la ley es más débil y hacerla cumplir
es más complejo”41.

Estos son pues los tipos de normas que se analizan en la teoría, a saber, las normas del
derecho, luego tenemos las normas sociales que muchas veces involucran las normas morales. Es
por esta razón que, al hacer mención de las normas sociales, me estaré refiriendo a los dos tipos
de normas anteriormente mencionadas, tanto sociales como morales. Ahora bien, cuando hablamos
de normas es bueno tener un contexto para saber a qué nos estamos refiriendo con ellas, lo cual se
hará teniendo en consideración el texto Explaining Norms de Geoffrey Brennan, Lina Eriksson,
Robert Goodin, y Nicholas Southwood.

Los autores consideran que la noción de norma tiene diferentes aristas, la primera de estas
es que existen normas-formales y normas no-formales; adicionalmente, encontramos que existe un
tipo de normas que resultan relevantes para la presente investigación, a saber, la presencia de
actitudes normativas respecto a las normas. Del primer punto, cuando hablamos de normas
formales por lo general estamos pensando en las normas o reglas que han sido creadas para que
sean (o así se espera) seguidas42. Dentro de este tipo de reglas encontramos las normas que se dan
en los deportes, o en el derecho. Por ejemplo, la regla en el fútbol de que toda mano en el área es
considerada como pena máxima; o en el derecho con reglas como que el abogado debe guardar la
información del cliente con el cual esté trabajando. Es desde el momento de su creación que estas
normas comienzan a tener sentido, y que generen un comportamiento depende directamente de su
existencia, que puede ser fácilmente reformable43. En cuanto a las normas no formales, los autores
las entienden de la siguiente manera:

41
Bermúdez, 38
42
Geoffrey Brennan et alt. Explaining Norms (Oxford, OUP, 2013) 3
43
Ibid, 7

30
As we shall understand the notion here, a social practice is a regularity in behaviour among
the members of a group that is explained, in part, by the presence within the group of pro-
attitudes (or beliefs about the presence of pro-attitudes) towards the relevant behaviour that
is a matter of (common) knowledge among the members of the group44

Con la anterior caracterización de las normas sociales, se debe entender que existe un
comportamiento entre los miembros de un grupo específico, y que las personas que hagan parte de
aquel grupo tienen conocimiento de estas prácticas que son compartidas socialmente, y es a partir
de este tipo de conocimiento que se generan las normas para las cuales las personas se evalúan con
sus conciudadanos, más a delante se tratará con mayor detalle este tipo de normas sociales.

Otro elemento que es importante para los autores es el concepto de norma como una actitud
normativa. Estas se desarrollan en una distinción entre normas y hábitos. La principal diferencia
que existe entre estas dos es que en el caso de las normas —y los principios normativos que la
rigen—, se entiende que existen individuos a tener una actitud crítica y reflexiva frente a un
comportamiento a la luz de los principios que estén en juego, mientras que en el caso de los hábitos
estamos hablando de acciones o comportamientos que son repetitivos al punto de poder predicar
una cierta regularidad, pero de los cuales no podemos predicar ninguna expectativa al respecto.
Por ejemplo, consideremos el caso de un hogar, el que todos tengan el hábito de lavarse
diariamente los dientes no genera un análisis crítico de que lo seguirán haciendo; mientras que si
existe la norma de llegar temprano a casa, todos esperan que en la casa lleguen temprano, y son
críticos en caso de que sus integrantes no logren, o no quieran hacerlo.

La anterior caracterización de las normas nos permite ver que existen diferentes tipos de
normas, y las normas sociales promueven un comportamiento que es implícito, esto es, que los
individuos no se dan cuenta, no obstante, tienen un juicio valorativo que yo considero que está
presente en la ética del abogado y es por lo mismo que se debe explorarse con mayor detenimiento
el concepto de una norma social. Para hacer esto, partiré de la teórica que ha tratado extensamente
dicho tema: Cristina Bicchieri, para posteriormente mostrar su conexión con el filósofo del derecho
H.L.A Hart. Si aceptamos que son requeridas las normas sociales para la modificación del

44
Íbid., 16

31
comportamiento, dejaré abierto los caminos para una reforma a la ética profesional del abogado y
la sociedad a la que este pertenece.

Usualmente, las ciencias han adoptado una posición individualista a la hora de intentar
explicar el comportamiento de los sujetos, en este caso particular los abogados. Es decir, se cree
que lo único por lo que los individuos son, o mejor, deben ser evaluados es la condición racional
de estos, y que las normas que ejercen presión sobre ellos son las normas que han sido
institucionalmente creadas. Sin embargo, Cristina Bicchieri en The Grammar of Society. The
Nature and Dynamics of Social Norms ha propuesto la noción de normas sociales, las cuales
ejercen presión, de manera directa o indirecta sobre los individuos particulares, y que debe tenerse
en cuenta a la hora de entender el comportamiento de los individuos particulares.

La autora considera que las normas sociales son aquellas que se aplican en su mayoría
donde pueda existir una tensión entre las ganancias colectivas e individuales. En este caso, se
espera que las personas sigan una norma social en la medida que se está esperando que el sujeto la
siga. Por supuesto que esta no será la única razón que tengan los agentes en general para el
cumplimiento de la norma, pues algunas veces existe la convicción de cumplir la norma porque se
ha establecido. No obstante, se espera que la persona siga la norma porque ha sido establecida y
practicada por los demás. Por tal motivo, se hace clave el concepto que hace parte de las normas
sociales de expectativa social, surge entonces la siguiente pregunta, ¿cómo se dan estas
expectativas sociales?

Lo primero que debe tenerse presente es que las normas sociales surgen o se explicitan a
través de las prácticas sociales. Como se vio con anterioridad, las normas sociales se dan en un
espacio en el que existen prácticas que son comunes para un grupo determinado. Así las cosas, una
práctica regular es que todos los viernes por la noche una familia se reúna y los padres e hijos vean
una película juntos. Dada la práctica de ver juntos la película los viernes, tanto hijos como padres
saben de esa práctica compartida, este ejemplo tiene un grupo reducido, sin embargo, nada impide
que esta práctica sea mucho más grande. Así, por ejemplo, tenemos el caso de la conducción de
un automóvil, se sabe que todos debemos conducir por el lado izquierdo de la vía. Estas son las

32
prácticas sociales, y es a partir de estas que se puede llegar a hablar de expectativas sociales.
Bicchieri las define de la siguiente manera:

What makes people different is the nature of their normative expectations: some just need to believe
that enough other people expect them to conform, whereas others need to believe that others are also
prepared to punish their transgressions. In both cases, I stress that preference for conformity is
conditional. If expectations change, so does conforming behavior45 (negrilla añadida)

A partir de esta caracterización, se pueden entender las normas sociales y las expectativas que estas
traen consigo. Las expectativas se dan como el resultado de una práctica social. La práctica social
lo que genera es una especie de conocimiento implícito del que participan todos los integrantes del
grupo que deben saber que existe dicho conocimiento. Volviendo a nuestro ejemplo anterior, la
familia tiene el conocimiento de que los viernes en la noche todos se reúnen a ver una película.
Dado que estos tienen ese conocimiento, se genera una expectativa social respecto a esto: todos en
la familia esperan que cada miembro esté en la casa el viernes por la noche para ver una película,
y quien no lo haga puede pagar un coste por incumplir las expectativas. Incluso la sociedad puede
castigar este tipo de expectativas respecto a las acciones de un individuo. Por lo general, sostiene
Bicchieri, el castigo de la persona es una presión o rechazo hasta que la persona actúe de
conformidad con la norma. De esta manera, los individuos tienen una razón o una motivación para
seguir las normas de su sociedad, es decir, se les impone una presión para que hagan lo que la
sociedad estima es la práctica común. ¿Sucede algo similar en el ámbito del derecho y de la ética
profesional?

Esta es la propuesta que, grosso modo, sostiene Bicchieri sobre las normas sociales. Ahora
una pregunta que nos debemos hacer es si este tipo de normas afecta al derecho. Para responder a
esto sugiero que existe una respuesta que debe tener en cuenta que las normas sociales tienen una
fuerza subyacente a las normas formales o a las normas jurídicas que tienen los abogados como
las normas de una ética profesional que rigen a la profesión. Para esto debemos tener en cuenta la
postura de H.L.A Hart, respecto al derecho en su texto The Concept of Law, en el cual Hart pone

45
Cristina Bicchieri, The Grammar of Society. The Nature and Dynamics of Social Norms (Cambridge, CUP, 2006)
xi

33
de presente que las normas poseen un sentido en la medida que estas estén acompañadas por una
presión social que implique el efectivo seguimiento de las normas:

Rules are conceived and spoken of as imposing obligations when the general demand for conformity
is insistent and the social pressure brought to bear upon those who deviate or threaten to deviate is
great. Such rules may be wholly customary in origin: there may be no centrally organized system of
punishments for breach of the rules; the social pressure may take only the form of a general diffused
hostile or critical reaction which may stop short of physical sanctions. It may be limited to verbal
manifestations of disapproval or of appeals to the individuals' respect for the rule violated; it may
depend heavily on the operation of feelings of shame, remorse, and guilt.46

Teniendo en cuenta lo dicho por Hart, podemos constatar que la existencia de normas en un sentido
jurídico se da por la presión social que, como afirmaba Bicchieri, está pidiendo que exista una
conformidad ante la norma porque esta es socialmente aceptada, y la forma en la que se pretende
que esta sea cumplida reviste diferentes formas, desde formas verbales hasta formas física de
presión. Por tal motivo, siguiendo a Hart, las normas sociales son más básicas que las normas
jurídicas, las cuales siempre se ven justificadas por una aceptación en la sociedad. Si aceptamos
esta propuesta de Hart, la cual es apoyada por los estudios psicológicos que ha realizado Bicchieri
para hablar de normas sociales, esto tiene gran incidencia en la forma de concebir la ética del
abogado.

5. Una ética acorde con las normas sociales

Si tenemos en cuenta lo que se ha dicho hasta el momento, se puede apreciar que es necesario
realizar un cambio en la manera de entender la ética profesional del abogado en nuestro país y en
los países que tengan un sistema similar. Las razones que se han venido ofreciendo muestran que
no es posible seguir con una ética profesional que sea deontológica, más bien se requiere que tenga
una perspectiva consecuencialista, de acuerdo con lo que dice la investigadora Bicchieri y lo que
de manera incipiente ya estaba presente en un texto visionario como era el de Hart. En las

46
H.L.A Hart, The Concept of Law (Oxford: OUP, 2012) 86

34
siguientes líneas presento los argumentos que compendian la investigación, y muestran cuál es la
propuesta que tiene la presente tesis.

Lo primero es considerar la ética que está presente en la ética profesional del abogado. La
doctrina ha argumentado constantemente, y considero que, de manera acrítica, que la ética que está
presente es la ética kantiana o deontológica, es decir, una ética que receta un deber ser, y que por
este simple hecho deben seguirse. No obstante, considero que esto no es así porque en la práctica
es difícil, sino imposible, que se cumpla el deber ser sin que tenga efectos negativos para el
abogado y la concepción que tiene la sociedad respecto a este. Puede plantearse como un
contrargumento a lo que estoy diciendo que lo que debe proponer el derecho, siendo este su
objetivo, son situaciones contrafácticas, es decir, casos que todavía no han sucedido para que el
individuo mejore su comportamiento en el campo de la realidad. A este contrargumento respondo
como lo hizo el profesor John Doris hablando de los resultados que ha arrojado la psicología moral:
muchos consideran que las normas que establecen un deber ser están lejos del ser, sin embargo, es
apropiado considerar los límites de lo que es para poder imponer normas. De nada nos servirá
imponer normas de comportamientos de abogados que se desenvuelvan como ángeles si en la
práctica, o mejor, en la realidad son imposibles de cumplir. De este modo, el estudio de la profesora
Bicchieri nos ha mostrado cuáles son los límites del comportamiento humano para que los
tengamos en cuenta en la práctica en la ética profesional del abogado, y que también está presente
en Hart.

Siguiendo lo dicho por Bicchieri, vemos que el comportamiento de las personas depende
de la existencia de expectativas sociales que fuercen al individuo a que actúe de una determinada
manera, es decir, solo si existen prácticas de determinada manera es que el individuo obedecerá o
no las normas que se tienen, pongamos un ejemplo para que esto quede más claro: el padre de
nuestro ejemplo de la familia que ve una película todos los viernes les dice que ahora las películas
no se verán los viernes sino que se verán todos los sábados. Para que esta norma pueda ser seguida
la mayoría de los miembros de la familia deben cumplirla o esperar que los demás la cumplan para
que se conforme o reafirme dicha norma, de lo contrario, si ninguno de los miembros de la familia
espera que los demás cumplan la norma, se seguirán viendo los viernes y de nada servirá el deber
ser de ver las películas los sábados. Esto que sucede en la cotidianidad también sucede en el

35
derecho, como se vio con Hart, las normas que impone el derecho solamente serán normas en un
sentido fuerte si existen expectativas sociales por parte de la mayoría de la comunidad para que
estas medidas sean cumplidas. De este modo, apreciamos que sucede esto con las normas de la
ética profesional del derecho, por más que se impongan determinadas normas, si no tienen la fuerza
de las expectativas sociales, estas normas, como viene pasando hace mucho tiempo en nuestro
país, no serán seguidas.

Este estudio nos permite entender por qué la sociedad considera que los abogados son
personas poco éticas, y es que, a los ojos de quienes componen esta, los abogados no cumplen con
unas normas de comportamiento apropiado, la sociedad en general desea que el abogado se
comporte de una manera positiva a un punto superlativo, y el abogado con las normas profesionales
no puede cumplir esas expectativas. Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto, estamos
condenados a que como abogados suframos todo el tiempo la tensión? Frente a esta pregunta tengo
una respuesta que es de carácter incipiente pero que considero que nos puede ayudar a resolver el
problema que tenemos con los abogados y el comportamiento que requerimos en nuestra profesión:
debemos proponer una ética de carácter deonto-consecuencialista tanto para la sociedad como para
la ética profesional del abogado. Explicaré a qué me refiero con esto.

Como ya hemos visto, la sociedad no juzga con buenos ojos el actuar del abogado. Frente
a esto usualmente la sociedad desea que el abogado obre de una manera kantiana, es decir, que
cumpla con los deberes de un abogado de siempre cumplir unos principios en abstracto, y juzgará
con fiereza en caso de que el abogado no cumpla con estos estándares que desean que tenga. Sin
embargo, en la práctica la sociedad espera que el abogado resuelva los conflictos que tienen, a su
favor, no con normas abstractas de seguimiento de normas de justicia; esperan otra cosa. La palabra
clave en este punto a entender es esperar en el sentido de expectativa, tienen expectativas sobre el
comportamiento del abogado. Entonces, como ya se explicó, las expectativas sociales son las que
determinan el comportamiento de los individuos, en este caso, el de los abogados. Por su parte, las
normas de comportamiento que impone la ética profesional del abogado opera de la misma manera
que lo expliqué con la sociedad: se crean normas con el deseo de que los abogados se comporten
de determinada manera, sabiendo muchas veces que la expectativa será de otra manera. Así las
cosas, propongo que se creen normas deónticas en el sentido que sigan moldeando un deber ser

36
pero que sean consecuencialistas en la medida en que tengan en cuenta los efectos y los límites
que pueden llegar a tener estas normas en el abogado. Para que esto sea una realidad tenemos que
obrar en dos frentes: por una parte, tenemos que cambiar la mentalidad de nuestra sociedad en
pensar realmente qué es lo que queremos de los abogados, y qué esperamos realmente de los
abogados para no enjuiciarlos de manera incorrecta si después esperamos otros comportamientos
de ellos; por otra parte, en la creación de normas de ética profesional, teniendo en cuenta que deben
alinearse con la sociedad, pues de lo contrario no tendrán ningún efecto en el abogado. Si
aceptamos que se pueden alinear de este modo las dos éticas, como creo que es posible, entonces
vemos cómo se disipa la tensión entre los dos tipos de ética, con lo cual parece que normativamente
resolveríamos este problema. Ahora, debemos hacer un repaso de lo hecho en el presente trabajo.

Inicialmente se quiso exponer que el abogado es considerado socialmente como un ser con
poca ética; vimos que esta concepción se presenta por la distinción entre una ética general o común
y una ética profesional; esta última en algunos casos es considerada como un subgénero de la ética
común, mientras que en otras ocasiones se considera que se establece en contraposición de la ética
común. En este punto, Anzola sostuvo que la ética profesional se establece porque los expertos
requieren comportamientos que sean adecuados a la profesión, pero que entran en tensión entre
los dos tipos de ética. Lo importante es que el abogado no puede deshacerse de la ética común que
le indica qué hacer, generando que la elección que tome conlleve unos costos personales altísimos;
luego de haber constatado la importancia de resolver la tensión en el abogado, comenzamos a ver
el tipo de ética que rige la profesión jurídica, nos encontramos con que por lo general se espera
que esta sea una ética deontológica kantiana donde se siguen las normas, pero son las normas
universales las que deben primar; sin embargo, estas nociones de la ética profesional parten de la
motivación que tiene el sujeto; entonces, vimos que no es posible que el derecho solamente tenga
una motivación que invite al abogado a que cumpla con determinadas formas de actuar; para llegar
a las motivaciones, debemos tener en cuenta que las normas sociales son las que establecen una
forma predeterminada de comportamiento que se da en la medida que la sociedad ejerce una
presión ante el individuo para que este tenga un cierto modo de actuar, ya que esto es lo que la
sociedad acepta y promueve.

37
Teniendo en cuenta lo dicho hasta el momento, se debe reconocer que la ética que se aplica
en el derecho puede ser deontológica en el entendido que tenga un sentido de deber y de
seguimiento de normas. No obstante, estas normas no pueden ser independientes a la moralidad
en la medida en que, si esto es así, los abogados no tendrán motivación para actuar, y en caso de
que lleguen a hacerlo, pagarán altos costes personales, como perder su ética.

Ahora bien, un punto que resulta interesante es que el comportamiento de los individuos,
según la propuesta de normas sociales que he querido exponer, viene determinado por la
aceptación social que se tenga de dicho comportamiento. Si esto es de este modo, los abogados en
nuestra sociedad están actuando como lo hacen y son tan criticados porque nuestra sociedad está
exigiendo que esto sea de esa manera. Piense por un momento en el ejemplo planteado sobre si
defender al cliente o a los valores sociales. En este caso no necesitamos una ética profesional si la
sociedad en su mayor parte exija que siempre se defienda los intereses del cliente. Por esto es que
como dicen García Villegas y Ceballos, se debe hacer una reforma ética pero también cultural.
Para que esto sea posible se debe tener en cuenta lo dicho por Bicchieri, a saber, que si las
expectativas sociales cambian, entonces también cambiaran los comportamientos. De este modo,
sostengo que la ética profesional del abogado debe ser kantiana e idealista en espíritu, pero
empírica en la práctica: si se requieren reformas para la actuación del abogado estas deben estar
guiadas por lo que la sociedad espera de ellos, no podemos seguir proponiendo comportamientos
ajenos a la sociedad por creer que nuestra profesión es particularísma, pues si seguimos estos pasos
no nos entienden en la sociedad y perdemos confianza porque actuamos contrario a la ética social,
tal vez la que se constate de manera más fácil, y dejaremos a los abogados indefensos frente a dos
decisiones de cara al comportamiento ético que debe ser aplicado, que dado lo explicado con las
normas sociales sabemos de antemano por cual se decantará. En otras palabras, sugiero que en una
reforma de la ética profesional del abogado esta no se aleje tanto de la ética común, única que
puede dar legitimidad y sentido a nuestro actuar.

6. Conclusiones

38
Los abogados en general tienen una mala imagen frente a la sociedad, principalmente como
profesionales que son poco éticos. Para que esta situación sea diferente algunos teóricos han
propuesto que se deben hacer cambios de diferente índole, entre estos uno que gana protagonismo
es el de la ética. Sin embargo, aunque la palabra “ética” a todos nos sea familiar, lo cierto es que
esta presenta dos alternativas en tensión y que son complejas para que el abogado determine su
actuar. De este modo, se estudió que existen dos tipos de ética que son la ética general y la ética
profesional. De estas dos se esperaría que existiera una relación de género-especie en relación con
lo que es la ética. No obstante, doctrinantes como Sergio Iván Anzola han mostrado cómo muchas
veces estas dos éticas entran en tensión a la hora de generar una guía para la actuación del abogado.
Como resultado de esta tensión, los abogados sufren personalmente cambios difíciles de superar.
Por tal motivo, dada las grandes implicaciones tanto sociales como personales es que es importante
el estudio de la ética como un cambio en la percepción que se tiene del abogado en nuestro país.
Para llevar a cabo lo anterior, fue necesario el estudio de la ética profesional y su relación con la
ética general, es decir, estudiar qué inspira la ética profesional de los abogados; una vez realizado
esto se expuso que el actuar de los individuos, y en este caso particular de los abogados, se ve
determinado por lo que se conoce como normas sociales, las cuales delimitan el poder y el alcance
de las normas formales. Así las cosas, el presente trabajo se propuso una vía alterna que incentive
futuras investigaciones respecto a cuáles son los elementos relevantes para un cambio, que fomente
una visión positiva en la sociedad, la cual hace parte del problema y de la solución, pues es ella la
que legitima los actos de los abogados; así como el impacto negativo que tiene esta tensión en los
abogados. La forma de resolver esto, es proponer que las normas formales, es decir, las normas de
una ética profesional no pueden obviar que deben responder a una ética general que está basada
en expectativas y normas sociales.

39
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