Está en la página 1de 71
CAP{TULOL UNA ALUSION A VICO I GIAN BATTISTA VICO compuso en el afio 1708. siendo proffessor elogquentiae en Napoles, una di sertatio tivalada De nostri temporis studiorum ratio- ne. Este titulo, que significa algo asi como El cardcter de los estudios de nuestro tiempo", hace suponer que se trata de una especie de guia de estudios, del tipo de la ratio studiorum de la Socie- tas Jesu, y hace pensar, ademfs, en los multiples debates metédicos, que se habfan escrito a partir del Renacimiento y de un modo especial a lo largo del siglo xv'8, Parece claro que VICO quiso recordar tanto lo uno como lo otro, pero detrés de © Edicién latino-alemana: Gian Barista Vico, Vort Wessen und Weg der geistigen Bildung, Godesberg, 1947. © P. gj, en el siglo xvit, FRANCIS BACON, De dignitate et ‘augmentis scientiarum (1605 y completado en 1623) (citado 31 este modesto titulo se oculta un propésito mucho mas profundo, que se manifiesta ya al principio del libro y que de forma expresa’se descubre al final del mismo (Diss. XV). Dice Vico alli que se ha guardado cuidadosamente de clegir el titulo brillante, que podia haber precedido a su trabajo, como era el de De recentiori et antiqua studiorum rasione conciliara, es decir, «la conciliacién del tipo de estudios antiguo y del moderno». Una conciliacién presupone un conocimiento de las contraposiciones, que se examinan especial- mente en los capitulos IT y III de la obra, cuyos resuiltados se aplican después en la exposicin que subsigue. Se va ocupando VIGO en ella de la Fisica (IV), del Andlisis o Aritmetica (V), de la Medicina (VI), de la Moral (VII), de la Poesia (VIID, de la Teologia (IX), de la Prudencia (X) —entendida como juicio o discernimiento— y, de un modo incisivo, de la Jurisprudencia (XI), que posee para él un especial interés; se ocupa, finalmente, de exempla sobre las artes (XII), los tipos literarios (XIN) y las universidades (XIV). Se nota, sin embargo, que a Vico, hombre de ingenio y espi- ritu fino, que sufre bajo el peso de las ideas, le cuesta trabajo distribuir el material, Se entrecru- por Vico, Diss. I: Descartes, Discours de la méthode, 1637 (no citado, pero conocido por Vico); ARNAULD y NicoLe, Liart de penser (Logica de Port Royal) (1662) (citado por Vico, Diss. II, sec. 2.*); también, Letntz, Nova methodus discendae dacendacque iurisprudentiae (1667) (no citado por Vico). 32 zan varios critetios de clasificacién: de una parte, la contraposicién entre el antiguo y el nuevo tipo de estudios se trata desde el punto de vista de los commoda ¢ incommoda, es decir, de las ventajas ¢ inconvenientes; de otra parte, la clasificacién de la materia se hace en scientiarum instrumenta o ins- trumentos de las ciencias, que son en especial los procedimientos 0 métodos cientificos, sciemtiarum ‘adiumentao medios auxiliares de los estudios, que son manuales y tratados didacticos, paradigmas y medios ¢ instalaciones docentes, y studiorum fini: © finalidad de los estudios. Se desprende de ello, que por debajo de estos esfuerzos asoma ya, en muchos lugares en una forma claramente visible, La Scienza Nuova, caya primera edicién aparecié diecisiete afios mas tarde en 1725. I No es posible hacer en este lugar un examen de todos los aspectos de esta interesantisima disserta- tio. Intentaremos sélo extraer de ella sus ideas cla- ves. Se reficre ViCO, en primer lugar, alos scientia- rum instrumenta, es decir, a los métodos cientffi- cos, calificando al antiguo como retérico (t6pico} yal nuevo como critico. El primero es una heren- cia de la Antigiiedad transmitida sobre todo por CiceRON. El segundo es lo que usualmente de denomina cartesianismo, es decir, el modo de pensar que DESCARTES representé de una manera sobresaliente. DESCARTES habfa muerto en Esto- 33 colmo en 1650, esto es, cincuenta y ocho afios antes de que se escribiera esta disserzario napolita- nna, ¥ no se encuentra expresamente citado en ella. En cl pasaje en que se contraponen los represen tantes del antiguo método y los del nuevo (Diss. Il, sece. 2.4) aparecen, por un lado, CICERON y, por el otro, ARNAULD, coautor del Art de penser, de Port-Royal, cartesiano del grupo jansenista, al que Pascar pertenecis. Vico caracteriza el nuevo método (critica) del siguiente modo: el punto de partida es un primum verum, que no puede ser anuilado ni siquiera por medio de la duda. El desarrollo ulterior se hace de acuerdo con cl modo de la geometria, es decir, conforme a los cénones de la primera ciencia estrictamente demostrable y, cn lo posible, mediante largas deducciones en cadena (sorites). El método antiguo (tépica) tiene, en cambio, el siguiente aspecto: el punto de partida lo forma el sensus communis (sentido comin, common sense), que manipula con lo verosimil (verisimilia), inter- cambia puntos de vista de acuerdo con los cdno- nes de la tépica retérica y trabaja principalmente con un tejido de silogismos. Las ventajas del nue- vo tipo de estudios consisten, segtin Vico, en la agudeza y en la precisién, siempre que el primum verum sca cfectivamente un verum. Las desventa- jas, sin embargo, parecen predominar, pues pro- duce pérdida de la penetracién, marchitamiento de la fantasia y de la retentiva, pobreza del lengua- je e inmadurez de juicio, en resumen, una depra- 2s vacién de lo humano. Todo esto Io evita, segtin Vico, el viejo método retérico y especialmente su pieza medular, la t6pica retérica, que proporciona penetracién, despierta la fantasia y la rententiva y ensefia a examinar un estado de cosas desde angu- los muy diferentes y, por tanto, a encontrar una trama de puntos de vista. Se tiene que intercalar, dice VICO, el viejo modo de pensar tépico en el nuevo, pues éste sin aquél no pucde lograr una verdadera efectividad. Il Prescindiendo del modo como el gran pensa- dor napolitano legitimé en escritos posteriores su tesis desde cl punto de vista de una teoria del conocimiento, tema que ha sido estudiado en for- ma sobresaliente por BENEDETTO CRocE!%, nosotros nos ocuparemos tnicamente de la dife- rente estructura de los dos mencionados modos de pensar, es decir, abandonaremos la figura histérica de VICO para instalarnos en su thema. Con ello colocamos el acento en la tépica, que hoy es casi desconocida, y en su relacién con la jurispruden- cia. Esta ultima, como ya se ha indicado, interesé extraordinariamente a VICO, que en su dissertatio Ja menciona repetidas veces, en su conexién con el © BeNepeTTo CROCE, Die Philosophie. Giambattista Vico, wad. de Erich Anerbach y Theodor Liicke, 1927. 35 espiritu antiguo, como creacién de la cual entien- de (Diss. III, secc. 1, 2 y 3), En el capitulo dedi- cado a los adinmenta, le asigna sin embargo un puesto que no es enteramente satisfactorio, y en su exposicién cl problema estructural no se examina con total acierto, aunque en otros aspectos, sobre todo sociolégicos y de filosofia de la historia, la obra posea una gran importancia. Intentaremos, por ello, proporcionarle una validez ulterior. Estudiaremos, pues, si la jurisprudencia que se desarrolla desde la antigtiedad romana sc ajusta en su estructura a la t6pica. En este caso, nos pregun- taremos con mayor amplitud qué repercusién ha de tener en la jurisprudencia la modificacién de la estructura del modo de pensar que ViCO puso de relieve. Nuestro estudio ha de limitarse a una investigacién de los fundamentos, sin pretender, por tanto, abarcar la evoluci6n histérica del pro- blema en toda su extensién. Un cuadro aproxima- damente completo sélo puede conseguirse, sin embargo, integrando adecuadamente la investiga- Giébn de los fundamentos con un estudio hist6rico. 36 CAPITULO II LA TOPICA ARISTOTELICA Y LA TOPICA CICERONIANA I 1. Para comprender con una exactitud mayor en qué consiste la t6pica es preciso acudir a ARIS- TOTELES, que fue quien le dio este nombre. Su famosa obra Topika es una de las seis que los autores posteriores incluyeron dentro del Orga- non, donde se encuentra al lado de los demas escritos usualmente denominados «ldgicos» y, mas concretamente, detras de las Categortas, del escrito Peri Hermentas y de los Analiticos, y antes de los Argumentos Sofisticos. Junto a esta tiltima obra, que no hay inconvenience en considerar como una continuacién de la Topika?®, ocupa una posicién 20 Cari PRANTL, Geschichte der Logik im Abendlande,«.1 (1855), p. 92. 37 especial, pues supone un regreso a un estadio ante- rior del que sdlo después se habria destacado la Ciencia Logica 21. En la Topikase ocupa ARISTOTELES de un tema que habfa sido tratado ya por la filosoffa griega clasica —SOcRATES, PLATON, etc.—, el viejo arte de disputar, dominio de los retéricos y de los sofistas. Durante toda su vida SOCRATES y PLA- TON habian luchado contra él encarnizadamente. PLATON incluso, en violenta polémica con este escandaloso arte de disputar, que por todas partes se cjercfa, intents convertirlo en una parte fija del cuerpo filoséfico, para lo cual en sus didlogos, como es sabido, hace discutir a SOCRATES 77, ARIS- TOTELES le sigue en este intento y se esfuerza por ver primera en distinguir dentro de su peculiar modo, de hablar y de trabajar, lo apodictico frente al gran terreno de lo que es slo dialéctico, Preten- 2 Op. cit. t.1, p. 341; Kurt SCHILLING, «Ursprung und Bedeutung der Logilo, en Zeitichrift fir Phil. Forschung, V, 1951, pp. 197 y sss espec. p. 199. 2 Panorama cronolégico: PeRic.es, fallec. 429 a. C.; SOcrarEs, 469-399; IsOCRATES (retérico y director de una escuela de oratoria en Atenas; tal vez. pasajcramente discfpu- lo de SOCRATES), 436-338; JENOFONTE (discipulo y bidgra- fo de SOcrares), 430-354; PLATGN (discipulo y bidgrafo de Sockar#S), 427-347; ARISTOTELES (discipulo de PLATON), 384-322; DeMOsTENES (con las mismas fechas biogréficas que ARISTOTELES), 384-322 (tal vez pasajeramente discipulo de PLATON). Sobre la relacién entre retérica y Filosofia, cfr. spec. los didlogos de Partin, Protdgoras y Gorgias, y ARIS TOFANES, Las nubes. 38 de que el primero sea el campo de la verdad para los fildsofos, mientras que el segundo —dice, separindose en parte de la terminologia platéni- ca— es lo que sc expresa en dialegueszai, es decir, en disputar, y lo que debe asignarse, por tanto, a los retéticos y a los sofistas como campo de lo meramente opinable. La «Topika» pertenece, con los «Argumentos sofisticos» —partes quinta y sexta del Organon—, al terreno de lo dialéctico, no de lo apodicrico. En as mencionadas partes del Organon, por tanto, ARISTOTELES vuelve de esto a aquello, es decir, segin su doctrina, de la verdad a la simple opi- nién, apareciendo de este modo claro su intento de aplicar la Ciencia Légica por dl elaborada al viejo arte de disputar 23. 2. «Nuestro trabajo —dice ARISTOTELES (Top. 1, 1, 1) persigue la area de encontrar un método con arreglo al cual, partiendo de pro- 2 Cant Prati, op eis p_ 341 y sn ve una pruca de la superioridad de fa concepcién aristordlica «en que cra capaz, lejos de toda irritacién convulsiva, de investigar con- ceptualmente campos y aspiraciones que estaban por debajo de su propia especulacién y de construir tedricamente con- ceptos adecuades para ellas», 2 Las edic. utilizadas son: ARISTOTELES, Topi, Philos. Bibl, c. 12 (Meiner), trad. de E. Rolfes, y ARISTOTELES, Opera omnia, vol. Ill, Orto HaLrze, Lipsiae. Para ello, PRANTL, op. cit, I, pp. 341 y ss. Las citas se hacen del r, 12 de la Philos. Bibl., y asi Top. 1. 9, 1, 3 significa Topik, libro I, cap. 9, seccién 1, frase 3. 39 posiciones opinables (ex endoxon)?5, sea posible formar silogismos (dinesomeza siloguiseszai) sobre todos los problemas que se puedan plantear (peri pantos ton protecentes problematos) y evivar las con- tradicciones, cuando debamos sostener un discur- so, es decir, planteado un problema cualquiera, formar conclusiones correctamente ex endoxon (esto es, partiendo de opiniones que parecen ade- cuadas) para atacar o para defender». Es claro que esto constituye un asunto retérico. Sin embargo, la primera pretensién del gran filé- sofo es estrictamente filosofica. Acentiia en cl sen- tido de su antes indicada doctrina (cf. supra, 1, 1), que aqui se trata de silogismos dialécticosy no apo- dicticos (Top. 1, 1, 2) distinguiendo: a) Una apodeixis, que existe cuando una con- clusién se obtiene partiendo de proposiciones pri- meras 0 verdaderas 0 de aquellas cuyo conoci- miento procede a su vez de proposiciones prime- ras o verdaderas. 4) Una conclusion dialéctica, que es la que se obtiene partiendo de simples opiniones (de silo- gismos dialécticos 0 ex endoxon siloguixomenos) (Top.1, 1, 2). 2) Una conelusién eristica que es aquella que se funda en proposiciones, que son opinables sdlo % Traducimos endexa, separindonos de Rolfes, como !. Toda radical teoria de la diserta- cién, dice CICERON, sc compone de dos parte: primera trata de la invencién y la segunda de la for- macién del juicio (Top. 2, 1). ARISTOTELES habia cultivado las dos. Los estoicos se ocuparon sélo de la segunda con especial precisién, calificandola como dialéctica —jqué es aqui la Légical— (Top. 2,3 ss.). De la primera, es decir, de la t6p ca, hicieron caso omiso. CICERON se propone hacer una elaboracién de la segunda, pero aqui se dirige hacia la primera, porque, también por natu- raleza tiene la precedencia. 3! PRANTL, op. cit I, pp. 512 y ss 48 Hace una sencilla declaracién de un propésito mas amplio: «As{ como es Ficil encontrar los obje- tos que estén escondidos cuando se determina y se prucha ol lugar de su situacién, de la misma mane- ra, si queremos profundizar en una materia cual- quicra, tenemos que conocer sus tépicos; pucs asi lama ARISTOTELES a los “lugares”, dirfa yo, de donde se extrae el material para la demostracién» (Top. 2, 6). Los tépicos (loci) se definen como sedes ¢ quibus argumenta promuntur y el argumentum... autem orationem quae rei dubia faciat fidem (Top. 2, 7). Después de ello, no se hace, conforme al modelo aristorélico, una ordenacién tedrica de los tépicos, sino que se ofrece un catdlogo 0 repertorio completo de tépicos con vistas a su aprovechamiento prdctico. Este catdlogo se expone resumidamente en todas sus partes en Top. 2, 8 a 4, y en Top. 18 se compendian sus puntos esenciales. Lo presenta asi Hay tépicos que (1) estén estrechamente liga~ dos con el asunto de que se trata, mientras que, otros (2) proceden de fuera. Los primeros son pro- piamente «cientificos» 0 «técnicos», mientras que los segundos son «atécnicos» 0 «atecnous», como decfan los griegos. El segundo tipo se despacha en la obra rapidamente, aunque su importancia prac- tica sea considerable, ya que comprende los crite- rios de autoridad (cfr., Top. 4). Los tépicos del primer tipo se refieren (A) al todo 0 (B) sélo a determinados aspectos. Cuando (A), toman en consideracién el todo, lo hacen como tal todo (definicién), a la vista de sus partes 49 (divisién) 0 a la vista de su denominacién (etimo- logia). Cuando (B), toman en consideracién determinados aspectos, se trata o bien de conexio- nes lingiifsticas (afinidad de palabras) o bien de los siguientes aspectos: 4) género; b) especie; c) seme- janza; d) diferencia, ¢) contraposicién; f) circunstan- cias concurrentes (previas, subsiguientes, contradic- torias); g) causa; h) efecto; i) comparacién. Top. 4 termina con la siguiente observacidn; «Es sufi- ciente lo que hasta aqui he expuesto? Creo que si, sobre todo para un hombre como tt de ingenio tan agudo y ocio tan limitado». A pesar de ello, se inserta después (Top. 5-26) la mayor parte de la obra, que en sustancia ofrece una aclaracién del panorama expuesto en la introduccién. En Top. 5-20 analiza cada uno de los tépicos en particular, indicando sus posibilidades de utiliza- cién, En Top. 21, 1 dice que no existe ninguna polémica a la que no se pueda aplicar algin tépi- co, aun cuando, como es natural, no todos sean adccuados para cualquier discusién. Es menester, por ello, construir un cuadro de conjunto de los posibles debates, preguntando qué fuentes de prueba parecen adecuadas para cada uno. Esto acontece en Top. 21-23, que aqui podemos dejar entre paréntesis. Hay que hacer, cn cambio, una referencia especial a Top. 24-26, donde CICERON, como conclusién y hasta cierto punto como resu- men, examina los debates Ilamados causae, que son, a saber: 2) judiciales, 6) deliberativos, y c) lau- datorios. Se encuentra alli, brevemente expucsta 50 (Top. 24 y 25), la teoria del status (del griego sta- si), que tiene una gran importancia en el procedi- miento de prueba del proceso penal romano 22 y que en Top. 25 se extiende a la deliberacién, al elogio y finalmente a la interpretacién juridica. Que mucho de lo que CICERON expone es impreciso, es algo muy facil de observar y ha sido muchas veces observado. Sus disertaciones légicas gj. cn Top. 12,2 y en Top. 13 y 14—son especialmente insatisfactorias. PRANTL llega en este punto a desesperarse, lo que le conduce a que sus juicios sobre CICERON parezcan auténticas injurias 3, Sin embargo, es posible aprender algo en CIceRON. Pone en evidencia algo que en la construccién de la jurisprudencia ha jugado un papel que no carece de imporrancia. Mas adelante volveremos sobre este punto. IL ARISTOTELES, como hemos visto, proyecté en su Topika una teoria de la dialéctica, entendida como arte retérica (cf. supra I, 1), para lo cual ofrecié un catélogo de tdpicos estructurado en for- ma flexible y apto para prestar a la prictica consi- derables servicios. Esto interesé a CICERON, que entendié la tépica como ee de la argu- mentacidn, que maneja cl catélogo de tépicos que 3° Mas precisamente, CICERO, De inventione. %® PRANTL, op. cit, p. 512. 51 con este fin esquematiz6. Mientras que ARISTOTE Les trata, en primer lugar, aunque no de modo exclusivo, de formar una teorfa, CICERON trata de aplicar un determinado catdlogo de tépicos. A aquél le interesan esencialmente las causas; a éste, cn cambio, los resultados. Por lo demds, como hemos visto, de ARISTOTE- LES procede tinicamente el nombre de la tépica. Fl asunto se lo encontrd, lo que prucha que es un antiguo patrimonio intelectual de la cultura medi- tetranca, que emerge antes de ARISTOTELES, junto a él y después de él, en todas las formulas retdricas, con el nombre de exresis, inventio, ars inventiva, u otro semejante. El rumbo filoséfico, que ARISTO- TELES traté de dar al tema, se desvanecié tras l y fac la concepeién ciceroniana la que en definitiva prevalecié. Ta tépica, cuando no se mantuvo como una légica retorizada, retorn6, abastecida con los resultados del trabajo aristotélico, ala reté- rica 34, Dentro de la cual conservé un puesto destaca- do35, mientras la retsrica tuvo su lugar fijo en los esquemas de la formacién cultural antigua, La eghublios paideia —exptesién que debe proceder 4 Cf, p. ej op. cit I, pp. 720 y sss II (1861), pp. 200 y 8s. y LV (1870), pp. 168, 170. 3M. Fapius QUuINTILIANUS (de Espatta), De institutione oratoria (Inventio —<épica— en el primer lugar de la enu- meracién, lib. IV-VI. Ast en codos los manuales retéricos, si se prescinde de la casual divisidn de los discursos en decla- matorios, forenses, laudatorios, cic.) 52 del siglo mi a. C. y que significa algo asi como cul- tura general o formacién cultural omnicomprensi- va, 0 ambas cosas—3 contuvo tempranamente gjercicios retéricos y Hegé a constituir una sintesis de lo que en Roma se llamaron después artes libe- rales. Al final de la Edad Antigua la lista y el ntime- ro de estas artes cra el siguiente: 1. Gramitica. 2. Retérica. 3. Diddctica (con el significado de Légica), 4. Aritmética. 5. Geometria. 6, Musica y 7. Astronomia3”, MARTIANUS CAPELLA escribié entre los afios 410 y 439 d. C. un libro con el sin- gular titulo de De nuptiis Philologiae et Mercuri, que constituyé para la Edad Media una valida exposicién de estas septem arts liberales, libro cuyo honor traté de «windicar» en el siglo xvir el jurista y filésofo Leipniz 38, Junto a estas famosas septem artes liberales, la tépica y la actitud espiritual que bajo ella subyace, anduvieron su camino a través de Ia historia. Pertenecié, como parte esencial de una de las tres primeras artes, que, como es sabido, se llamaron srivium, al patrimonio intelectual de la Antigiiedad, que la Edad Media recibié y cultivé en forma escolar3°. Ningiin otro tipo de forma- cién cultural se pucde comparar con estas «ries, desde el punto de vista de su duracién temporal. 3 E.R. Corttus, Europaische lirerasur und lateinisches Minelalser, 1948, p. 44, y Orr Maucst, Der lateinische Begriff Disciplinas, 1941, pp. 9 y 9° E, R. CURTIS, op. cit, p. 45. ® Op. cit, p. 46, nora 1. » Ch. P. GaBrie Mark, O. S. B., Die sieben freien Kiinste im Mittelalter, Binsiedcln, 1886. 53 CAPITULO IIL ANALISIS DE LA TOPICA T El punto més importante en el examen de la t6pica lo constituye la afirmacion de que se trata de una técnica del pensamiento que se orienta hacia el problema. ARISTOTELES lo subrayé en varias ocasiones: las primeras palabras de su Topi- kalo ponen ya de relieve (cfr. supra, capitulo Il, 1, 2) y, de acuerdo con ellas, la organizacién que propone es una organizacién segiin zonas de pro- blemas (cfr. supra, capitulo II, 1, 3), pues «las con- clusiones —dice AristOrELES— giran alrededor de los problemas» (Zap. 1, 4, 2, 2). ARISTOTELES, ademés, introdujo en su propio trabajo filoséfico el estilo mental de los sofistas y de los retéricos, sobre todo cuando tuvo que tratar de una minu- ciosa discusién de problemas. Las inyestigaciones de aporfas en el libro tercero de la Messfiiea son 55 tun buen ejemplo de ello. Nacié ast su famoso método de trabajo aporético, que tadavia es ejem- plar para la filosofia moderna “9, El término apo- ria designa precisamente una cuestién que es acu- ciante ¢ ineludible, la «falta de un camino», la situacién de un problema que no cs posible apar- tar, lo que BorCIO tradujo, acaso débilmente, con la palabra latina «dubitatio» “7, La tépica pretende suministrar datos para saber cémo hay que com- portarse en una situacién semejante a fin de no quedar detenido sin remisién. Es, por lo tanto, una idenica del pensamiento problemdtico Todo problema objetivo y concreto provoca un juego de suscitaciones, que se denomina tépica 0 arte de la invencién, es decir, utilizando las pala- bras de Zituanskt, «cl arte de tener presentes en cada situacién vital las razones que recomiendan y Jas que desaconsejan dar un determinado paso —bien entendido—, en ambos sentidos, es decir, tanto las razones a favor como las razones en con- tra», El autor citado dice muy acertadamente que ello constituye «un medio extraordinariamente eficaz contra el simplismo... que marcha ciega- mente hacia su objetivo». Y refiriéndose al proble- ® Chr, Nic, HARTMANN, Diesscits von Idealitmus und Realismus, en Kant Studien, XXIX, 1924, pp. 160 y ss. 41 Fritz Prinestitia, Beryé und Bologna, on Pestschr. f. Otto Lenel, 1921, p. 222. ® Te. Zicumski, Cicero im Wandel der Jabrhunderte, 23 ed., 1908, p. 189. 56 ma de la virtud, afiade 4: wel modo de actuar es como la resultante penosamente brotada de la lucha, en pro y en contra, de los méviles en deba- te: en cl lugar del reflejo entra la reflexion» Es necesario reconocer que el problema es algo beneficioso, que acttia siempre como guia. Cuan- do uno picnsa dentro de un sistema expreso no puede profundizar. NICoLAl HARTMANN ha des- crito de una manera muy gréfica la contraposicién que existe entre el pensamiento problemdtica y el pensamicnto sistematico “4, Sin embargo, no es posible desconocer que entre problema y sistema existe una serie de conexiones, a las que es necesa- rio aludir con algin deralle Para nuestro fin puede llamarse problema —es- ta definicién basta— a toda cuestién que aparen- temente permite més de una respuesta y que requicre necesariamente un entendimiento preli- minar, conforme al cual rorna el cariz de la cues- tidn que hay que tomar en serio ya la que hay que buscar una tinica respuesta como solucién, El desarrollo se puede describir abreviadamente del siguiente modo: al problema, a través de una for- mulacién adecuada, se le introduce en una serie de deducciones més o menos explicitas y més o menos extensas, a través de la cual se obtiene una contestacién. Si a esta serie de deducciones la Ila- ‘mamos sistema, entonces podemos decir, con una *® Op. cit, p. 198. “4 NIC. HARTMANN, op. cit, espec. pp. 163 y ss. 57 formula més breve, que, para encontrar una solu- cién, el problema se inotdena dentro de un sis- tema, Si colocamos el acento en el sistema, el cuadro que resulta es el siguiente: en el caso extremo de que s6lo existiera un sistema (A), a través de él, podrfan agruparse todos los problemas en solubles € insolubles, y estos ultimos podrian ser desecha- dos, como simples problemas aparentes, puesto que una prueba en contrario sdlo seria posible des- de otro sistema distinto (B). Lo mismo podrfa decirse en el caso de que existieran varios sistemas A,B, C, etc. Cada uno de ellos seleccionaria sus propios problemas A, B,C, y abandonarfa el resto. Con otras palabras: el establecimiento de un siste- ma opera una selecciéa de problemas. Acontece lo contrario si el acento lo colocamos en el problema; éste busca, por decitlo ast, un sis- tema que sirva de ayuda para encontrar la solu- cidn. Si existiera un tinico sistema A, que declarara insoluble nuestro problema, como simple proble- ma aparente, seria necesario otro sistema para encontrar la solucién. Lo mismo podria decirse en el caso de que existieran varios sistemas A, B, C, ninguno de ellos permitiera encontrar la solucidn, serfa necesario otro nuevo sistema y otro mds en el que quedara afirmado el carécter del problema. Con otras palabras: el planteamiento de un problema opera una seleccién de sistemas, y conduce usualmente a una pluralidad de sistemas cuya conciliabilidad dentro de un sistema omni- 58 comprensivo no se demuestra. Los sistemas (de- ducciones) pueden ser de pequefio o de infimo alcance #5 En este tiltimo caso uno se pregunta de dénde procede la inquietante constancia 0 permanencia del problema. Evidentemente, de aquel entendi- micnto que tenfamos que establecer con cardcter previo, conforme al cual algo se presentaba como cuestidn que habia que tomar en serio. El proble- ma procede, pues, de un nexo intelectual preexis- tente del que de un modo inmediato no se puede saber si es un sistema ldgico, es decir, una serie de deducciones, o algo distinto, ni siquiera si puede set de hecho comprensible. Es recomendable no perder de vista las mencio- nadas implicaciones que existen entre sistema y problema, cuando se lee lo que ha escrito N. HARTMANN: «El modo de pensar sistematico pro- cede desde el todo. La concepcidn es en él lo prin- cipal y permanece siempre como lo dominance. No hay que buscar un punto de vista. El punto de vista estd desde el principio adoptado, y desde él se seleccionan los problemas, El contenido del pro- blema, que no se concilia con el punto de vista, se rechaza y se considera como una cuestién falsa- mente planteada. Hay que decidir con cardcter previo algo que se refiera no a la solucidn del pro- blema, sino a los limites dentro de los cuales esta sofucién puede moverse... El modo de pensar apo- © ULRICH KLUG, Juristisehe Logik, 1951, p. 148. 59 rético procede cn todo al revés». Fl autor citado incluye sobre este tiltimo una serie de considera ciones, que terminan con la siguiente frase: «No, pone en duda (el modo de pensar aporético) que el sistema exista y que para su propia mentalidad acaso sea lo decisivo, Tiene certeza de lo suyo, aun ctrando no lo conciba asi» 6, La tépica no se entiende si no se admire, cual- quiera que sea el modo como en particular se la configure desde el punto de vista conceptual, su inclusion dentro de un orden —no concebido como tal— que continuamente se esté decidien- do. Se sigue de ello que este modo de pensar sélo puede contar con panoramas fragmentaios. PLA- TON lo utilizé en sus Didlogos “” y ARistorsLes, como ya se ha dicho, lo introdujo en su obra. La tépica sirve a este modo de pensar. Cémo puede acontecer esto en particular? Cuando se choca, donde quiera que sea, con un problema, se puede proceder de un modo simple tomando por via de cnsayo, en arbitraria selec- cién, una serie de puntos de vista mis 0 menos ocasionales y buscando de este modo unas pren sas que scan objetivamente adecuadas y fecundas y que nos puedan Ilevar a unas consecuencias que nos iluminen. La observacién ensefia que en la vida diaria casi siempre se procede asi. En estos casos, una investigacién ulterior mds precisa hace “6 Nic. Hartmann, op. cit. pp. 163 y 164 © Op. cit, p. 165. 60 que la orientacién conduzca a determinados pun- tos de yista directivos. Sin embargo, esto no se hace de una manera explicita. A un procedimiento semejante nosotros le llamamos, resumidamente, tépica de primer grado. Su inseguridad salta a la vista y hace explicable que se trate de buscar un auxilio, que se presenta através de sencillos repertorios de puntos de vistaya preparados de antemano “8, De esta manera se producen catdlogos de tépicos. A un procedi- miento que se sirve de estos catdlogos nosotros lo llamamos tépica de segundo grado. TL ARISTOTELES habfa proyectado, como hemos visto, un catélogo de tépicos para todos los pro- blemas pensables. CICERON y sus sucesores se esforzaron en convertirlo en un medio auxiliar de la discusién de problemas que fuera lo mas préc- tico posible, con lo cual se produjo —la expresién se puede tomar literalmente— una trivializacién, Los catdlogos de tépicos manejados a lo largo de los siglos presentan entre ellos unas diferencias mds 0 menos acusadas, pero aqui no es necesario examinarlos con detalle. Parecen haberse queda- do, de forma predominante muy cerca de CICE- RON, esforzdndose sdlo en comprender mas agu- 4 ANDRE LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la philosophie, 1947, vor «topique>.. 61 damente sus clasificaciones. La Légica de Port Royal (1662), p. ¢j., los define diciendo que loci argumentorum quaedam generalia sunt, ad quae reduci possunt illae communes probationes, quibus res vartas tractantes utimur (ILI, 17) y clasifica des. pues estos loci 0 tdpicos en loci grammatici, loci logici y loci metaphysici (TH, 18). La misma divi- sién, ampliada de un modo caracteristico tinica- mente con los fect historici, se encuentra en un libro alemén sin pretensiones de comienzos del siglo XIX, que citamos aqui porque representa, por decirlo asf, como el tiltimo testimonio o la ultima huella de una vieja educacién retérica, El pastor Christian August Lebrecht KASTNER escribié en 1816 una Topica o Ciencia de la invencién, en estrecho contacto con los elaboradores preceden- tes y con el propésito de devolver a la tépica su «perdido esplendor». Enumera en cotal veintiséis loci®®, a los que llama «lugates comunes», que proceden, segtin dice, en parte de la Graméti (p. ej, etimologia, sinonimia, homonimia, etc.), en parte de la Légica (definicién, géncro, especie, diferencia, cualidad, indole, etc.), en parte de la Metafisica (todo, parte, causa, fin, etc.), y en parte de la Historia (tcstimonios y ejemplos). Si prescin- dimos de las ruibricas de las clasificaciones, el cat4- logo es, en lo esencial, ciceroniano. Es preciso analizar con mayor amplitud esta © CHA.L. Kastner, Topik oder Erfindungsivisienschaft 1816, pp. 23 yss. 62 idea para comprender en toda su extensidn el espi- ritu de que estamos hablando. No sdlo hay tpi- cos que son universalmente aplicables, de los que tratan ARISTOTELES, CICERON y sus sucesores, sino que hay también otros que son aplicables sélo auna determinada rama del saber. Los primetos son aplicables a todos los problemas pensables y representan generalizaciones muy amplias, mien- tras que los segundos sirven sélo para un determi- nado cfrculo de problemas. Su funcién, empero, es en ambos casos la misma, como queda comple- tamente claro, cuando se encuentra el procedi- miento tépico, fuera de su configuracién general, en una disciplina especial. El jurista MATTHAEUS GripaLbus Morn, p. cj., ofrece, en el capitulo II de su obra De methodo, ac ratione studendi libri tres (se utiliza la edic. de 1541), un catélogo de loci communes jurtdicos, tomados del Corpus iuris y puestos en un sencillo orden alfabético, que més adelante cxaminaremos con mayor detalle (cfr. inffa, capitulo V, V). Hay que tener en cuenta esta coleccién de argumentos usuales o, en el caso del ejemplo, estos catdlogos de tépicos especializados, cuando se intenta comprender, adecuadamente y sin estrechez de miras, el espfritu que estamos debatiendo. Los puntos de vista probados y fre- cuentes de estos campos especiales son también tépicos que estén al servicio de una discusién de problemas y cuyo conocimiento tiene por objeto 8° STINTZING, Geschichte der deutschen Rechtwissenschaft, 1, 1880, cap. IV, 4, pp. 114 yss. 63 ofvecer un sorte de repertoire facilitant Vinven- tion5!, Cuando aparecen en forma de catélogo hay que observar que no constituyen un conjunto de deduccioncs, sino que reciben su sentido desde el problema E. R. Curtius concibe tambien los tépicos en este sentido amplio de que hemos hablado, Io que Ie permite sefialar la importancia, hasta ahora ape- nas vista, que han tenido en la literarura latina de la Edad Media 32, Demuestra asi que esta literatu- ra sélo puede set cabalmente entendida dentro del marco de un espiritu retérico, que la ha dominado sin interrupcién 53. Junto a una tépica literaria existe una tépica musical. Es posible incluso encontrar un patrimonio tépico tradicional en la pintura 4. La tépica, hoy casi desconacida, era justamente el «almacén de provisiones» 35 de este mundo espiritual. En el ambito de los problemas literarios, los tépicos constituyen puntos de vista directives que retornan continuamente, temas fijos 0, por decirlo asi, clichés generalmente aplica- bles 5S, No sdlo proporcionan un determinado modo de entender la vida o el arte, sino que inclu so ayudan a construirlo, E. R. CURTIUS, observan- 51 ANDRE LALANDE, op. cit. 52 E.R. Curtius, op. is., pp. 87 y ss. (cap. 5.°, «To- pica»). % Op. cit, pp. 69 ys. * Op. cit, p.85. % Op. cit, p. 87. © Op. ct. p. 77. do cl expirar de los viejos tépicos y el devenir de los nuevos, pretende conscruir una tpica histéri- ca, Rectamente entendida, ésta debe ser tam- bién una aspiracién de la Ciencia de la Historia del Derecho. TL La funcidn de los tépicos, tanto generales como especiales, consiste en servir a una discusién de problemas. Se sigue de ello que su importancia ha de ser muy especial en aquellos circulos de proble- mas en cuya naturaleza esta no perder nunca su cardcter problemético, Cuando se producen cam- bios de situaciones y en casos particulares, es pre- ciso encontrar nuevos datos para intentar resolver los problemas. Los tépicos, que intervienen con cardcter auxiliar, reciben a su vez su sentido desde el problema. Su ordenacién respecto de éste es siempre esencial para ellos. A la vista de cada pro- blema aparecen como adecuados o inadecuados 58 conforme a un cntendimicnto que no ¢s nunca absolutamente inmodificable. Tienen que ser entendidos de un modo funcional, como posibili- dades de orientacién y como hilos conductores del pensamiento. 7 Op. cit. p.. 90. 58 Erik WOLF, Griechisches Rechisdenken, 1, 1949, y Il, 1952, ha empezado a analizar este pensamiento de un modo fundamental. 65 Es una simple cuestién de formulacién deter- minar si se prescntan como conceptos 0 como proposiciones. No puede olvidarse que su valor sistemadtico tiene que ser necesariamente intras- cendente, Largas consecuencias no se concilian bien con su funcidn, por lo cual el peso légico de las tramas de conceptos y de proposiciones elabo- radas por ellos es siempre pequefio. Més adelante trataremos este tema con mayor extensién. Ahora intentaremos slo aclarar esta idea con un ejemplo. Un catélogo de tépicos como el que hemos encontrado en GRIBALDUS Mopna (cht. supra, Il), satisface tan poco nuestro espititu sistematico que nos sentimos impelidos a hacer urgentemente el trabajo deductivo-sistema- tico. Sentimos el deseo de empezar a establecer, por una parte, una serie de conceptos fundamen- tales, con el fin de obtener definiciones en cadena, ¥> por otra parte, a fijar proposiciones centrales, on el fin de hacer deducciones en cadena o algo parecido a lo que hemos aprendido cn el marco de una inyestigacién de principios. Con ello, sin embargo, alteramos la peculiar funcién de los tépicos. Los desligamos progresivamente de su orientacién hacia el problema cuando sacamos conclusiones extensas y absolutamente correctas. Y, finalmenre, notamos que estas conclusiones se encuentran muy lejos ya de la situacién inicial y que son, a pesar de su correccién formal, inade- cuadas, por lo cual tenemos que acabar por afir- mar que entre cl sistema que habfames proyectado 66 y el mundo del problema, que a pesar de todo no ha perdido nada de su problematicidad, se ha abierto una notable fisura. Es evidente que hemos perturbado unas relaciones originariamente com- plejas. Parece existir un nexo que no es posible reducir a un puro nexo légico. De esta manera, al final, realizamos s6lo construcciones aisladas y de escasa importancia. Este notable resultado se presenta sobre todo cuando no es posible liquidar totalmente la pro- blematica que se quicre dominar, y ésta reaparece por doquier con una forma nueva. La constante yinculacién con el problema impide el tranquilo razonamiento légico hacia atrés y hacia adelante, es decir, la reduccién y la deduccién. Uno se ve continuamente perturbado por el problema y no se libera de él, a menos que le declare puro proble- ma aparente, por lo cual se ve empujado a una constante btisqueda de premisas y, con ello, al ars inveniendi, es decir, a la tépica. IV La cual es un procedimiento de brisqueda de premisas, conforme subray6 ya CICERON, al dife- renciarla, como ars inveniendi, de la légica demos- trativa 0 ars indicandi (cfr. supra, captculo II, II, 2), Esto se encuentra enteramente Ileno de senti- do. Es posible distinguir una reflexidn que tiene la vista puesta en Ia busqueda del material para pen- sar, de otra que se ajusta a la légica. Igualmente 67 claro es que esta tiltima en la prdctica se tiene que posponer a aquélla. Vista de esta manera, la t6pica €s una meditacién prelégica, pues, como tarca, la inventio es primaria y la conchussio secundaria. La t6pica sefiala cémo se encuentran las premisas; la légica las recibe y trabaja con ellas. El modo de buscar las premisas influye en la indole de las deducciones y, al revés, la indole de las conclusiones indica la forma de buscar las pre- misas. En el estudio de un determinado modo de pensar es posible, por ranto, situarse en uno o en otro punto, Parece, sin embargo, mas adecuado comprobar de qué manera crea sus premisas el modo de pensar examinado y cémo se mantiene fiel a ellas, pues esto le da su peculiar fisonomf Las consecuencias se desprenden por si solas. Un modo de pensar que dispone de un tesoro relativa- mente pequeno y constante de tiltimas premisas puede desarrollar largas conclusiones en cadena orites), mientras que aquel en que la brisqueda de premisas no termina nunca tiene que conten- tarse con conclusiones cortas. Vico lo destacé de modo especial al censurar, como ya dijimos (cfr. supra, pardgrafo 1, Il), el derroche de silogismos que se produce en la tépica y, en cambio, la esca- sez de sorites. La frecuente utilizacién de conclusions analé- gies suele indicar que falta un sistema ldgico per- cto. Del mismo modo, el calificativo de las con- clusiones es un claro indicio del espiritu a que sir- ven. Asi, p. cj., los nombres de los argumentos a 68 simili, a contrario, a maiore ad minus, que se con- sideran como argumentos especiales de la légica juridica%®, proceden de la tépica. Por lo demds, un estilo mental de bitsqueda de premisas, que, como decia, apresta puntos de vista generales y catdlogos de puntos de vista para las Cuestiones que pueden plantearse, es poco aprecia- do por la ciencia moderna. KANT condenaba la doctrina de los t6picos, «de la que se pueden servir —dice— los maestros de escuela, y los oradores para examinar, bajo dererminados titulos, lo que mejor conviene a una materia y sutilizar sobre ella con la apariencia de razonamiento o charlar ampulosamente». VICO, en cambio, la apreciaba mucho, considerando, como ya hemos dicho, que sin ella apenas serfa posible orientarse. Lo cierto es que si uno mira a su alrededor, encuentra la tépica con una frecuencia mucho mayor de lo que podia suponer. No parece que sea completamente inade- cuada a la situacién y a la naruraleza humana y, por ello, parece indicado no descuidarla entera- mente cuando se intenta comprender el pensa~ miento humano, sea donde fuere. Vv Cuando se ha formado un catélogo de los tépi- cos admisibles, se produce, en el desarrollo ulte- rior del pensamiento, conforme se pretendia, un © ULRICH KLUG, @p. cit, pp. 98 y ss. 69

También podría gustarte