LAS AVENTURAS
DE HERBERT
LA HORMIGA QUE QUERIA SER OCULISTA
Indice
‘Una carta muy singular
Las tesponabiblidades de un hijo mayor.
Le que puede paar cuando no se ve nada
Se nia vig
Recuerds de a infants
feclentes ene camino
Un buen bat.
Hlaccident
I guardiin de lor eainos
ieebasy mic un gran remedio
‘Una gran actuacién
La llegada al pueblo
Por in en casa dl ocala
Mensajes de noticias wees
HL pucblose reine
Laemboscada
Una soxpress de such.
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~ WaUna carta muy
singular
joven Herbert, una hormiga de 17 afios,
Fie ee ee
rodinmico monopatin fabricado con las
uedas de un viejo autito plistico y un trozo de
madera de naranjo. Iba bastante distraido, pen-
sendo en que este seria su primer verano como
‘lto. Claro, porque ya no iba mis a a escuela,
yy debfa buscar un oficio para ayudas a su madre
ysis hermanos pequefios.
{fo lejos divis6 una velor bicicleta. Venfa capi-
taneada por el sefior Cartero, quien entregaba las
cartas de ida y recogia las respuestas de vuelta. Asi
todos se mantenfan comunicados.
‘Al pasar cerca de Herbert, el mensajero saludé
al muchacho con un gesto répido y siguid peda-
leando. No se dio cuenta de que una carta ay6 @
su morral.
—Sefior Cartero, sefior Cartero, se le cayé una
carta!
Pero la bicicleta ya estaba lejos.
7
alguien (que necesitaba ayuda... como él. Abrié
lentamente el sobre.
Si has abjerto exe sobre, es porque necestas ayuda.
Pues yo también.
Say un vigjo OCULISTA con mucho trabajo
y necesito un aprendiz-asstente
‘Si me ayudas, te ensefio lo que sé.
Biscame en el pueblo, en Avenida
Gireunvalacién 42.
‘Mi casa tiene ventanas rojas y una puerta azud.
Te estaréexperando
EI muchacho volvié a leer la carta una y otra
ver. Si soy su aprendiz-asistente, me ensefiardaser
‘oculista. Bs bueno, porque tendré trabajo y podré
ayudar a mi madre y mis hermanos y tal vex. me
sobre un poco de dinero para comprarme una moto
de verdad. Pero hay un solo problema... no sé Io
que es un “oculista’Herbert recogié la carta y monté en su monopa-
tin, Tomé vuelo y emprendié a persecucién. Bajé
por el camino mientras le gritaba al cartero para
aque se detuiea, pero exteno escuché. El chico se
detuvo agotado viendo cémo el cartero se perdia
entre los arboles.
Uf, qué cartero tan veloz. Tan veloz y tan sordo,
Si no entrega esta carta a su destino, no habsd res-
puesta para quien la escribié. Vamos a ver el sobre.
Entonces la hormiga sacé cl sobre que habé:
puesto en el bolsillo de su chaqueta y leyé:
—Ayiidame que te ayudart. Qué es esto? {Un
broma?
Miré el sobre por codas partes. Tenfa un bri-
llante borde rojo y las letras eran tan verdes como
una lechuga. Estaba cerrado y no tenia remitente
us lo dinico que se leia era “Ayiidame, que te ayu-
_ —Vaya, qué sobre tan curioso. ;A quién estard
dirigida esta carta y quién la habra escrito?
Tntenté ver el contenido a través de la luz del
sol, pero no se vela nada, Movié el sobre por si
ba algin objeto dentro. I
ni ois ‘su alrededor por si alguien lo mi
a. es el que nunca debia abrir un sobre si
to estaba dirigido a dl, Pero este sob
come Xe sobre no est
sido a nadie. O tal ver estaba dirigido a
incluso olié el papel.
8Las responsabilidades
de un hijo mayor
JLT ater leg tc jus ao de
[i aie npn
Star tas epics ula bia
habia espinacas. Eran hormigas muy pobrs
Cuando terminaron, los nifios salieron a jugar
y Herbert ayud6 a levantar los platos
—Mamé, ;qué es un oculista?
Un qué’ —pregunté extrafada
Un oculisa
—No tengo idea. Nunca habia escuchado
«sa palabra, Suens como una enfermedad con-
tagiosa, o como un insecto que habia en los
Arboles y se lo devora todo.
—Bromeas?
Claro que no. No sé lo que es un oculista
nura algo tad cuando leg. Tooé a puerta varias
veces, pero nadie le abri6. Entonces descubrié un
pequefo letrero que decta: Estoy en el rio.
Dejé su monopatin estacionado en la puerta y
‘eaminé al otro lado del Arbol. El sonido del agua
lo guié hasta el rio, Entonces descubrié 2 Gillie
Lemus. Fra una hormiga flaca y alta. Estaba aga-
chada en cuatro patas, tanteando la tierra como
quien busca algo desesperadamente. De vez en
cuando acercaba la cara al piso y olf la raices y
las hojas,
Mmmm, no... no¢s... mmmm,mmmm, no,
tampoco. ;Pero, dénde estarin?
forta Lemus? (Gillie Lemus?
Gillie se detuvo impresionada. Mité a su alre-
Aedor, pero no vio a Herbert.
—Quién me lama?
Yo. Soy Herbert, hijo de Molly. Ella vive
al otto lado de la siembra de maiz —contesté el
‘muchacho un poco desconcertado—. ;Podia ser
gue la hormiga no pudiera verlo?
—iHerbert, hijo de Molly! Claro que larecuer-
do, buena hormiga, ¢Eres su hijo? Cul de ellos?
El mayor. Acabo de terminar la escuela y
bbusco un trabajo.
—Ah, qué chico tan responsable. Tus padres
eben estar muy oxgulloss de ti.
“
Be
Esperé un momento y cambié de tema.
Hijo, chas pensado en algin trabajo para
realizar este verano?
No... bueno, tal vez —contesté el mucha-
cho—. Tal ver se me esté ocurtiendo algo. Sabes
n le puedo preguntar?
{Qué cosa?
—Ocalista!
Bien, tal vez a Gillie Lemus. Es la hormiga
ana de por aqui. La conoci hace algunos
afios. Bs inteligente y divertida. Puede ayudart.
Después de que terminaron de ordenar, Her-
bere puso algunas provisiones en su bolso y
‘mprendié el camino hacia la casa de la seforita
Gillie Lemus. Antes de irse le prometié a su
madre que sélo volveria si tenia un buen tra-
bajo, Su madre lo besé en la frente y le sonrié
‘emocionada.
—Eres un buen hijo, Herbert. Cuando tu padre
regrese, staré orgulloso de ti
El camino fue bastante largo. Su madre le
habia dado las instrucciones y habia que avanzar
hraciael sur y un poco al este, en el sauce llorén.
Luego arravesar la siembra de maiz y ahi estaba
la casa de Gillie, en un hueco de un castafio muy
frondoso.—Bueno, si. Mi madre si. Mi padre... —a
Herbert le costaba hablar de su padre—. Hacia
algunos meses que habia salido a buscar comida y
nunca regres6, Era comin que las hormigas sutie-
ran accidentes. Pero Herbert no queria aceptato.
—Supongo que mi padre también estarfa or-
gulloso.
La sefiorita Lemus se quedé mirindolo con
tristeza. ero su mirada parecta no enfocarse hacia
cl lugar donde estaba el muchacho.
—Oye, Herbert, podrias ayudarme?
Claro. . pregunta?—Sabe lo que es “oculist’?
dijo la hormiga y se dirgid ala repleta
estanteria.
“Tomé el libro mas grande y pesado del ibrero
y lo puso sobre la mesa
—Bste es un diccionario. Es uno de los libros
més interesantes y educativos que conozco, Busca
la palabra en la letra “0”
Herbert abril libro y se dio cuenta de que
adentro no habia nada. Ni palabras ni tinta ni pe
ginas. Slo algunos restos de papel a medio comer.
Una pareja de termias lo miraron molestas y se
cscondieron en medio del libro. Estaba casi com-
pletamente deshecho.
—Seforta Lemus sabe usted que tenetermitas
—Termitas, Santo Dios! No puede ser!
Juntos sevisaron a casay se dion cuenta de que
los devoradores insectos ya habjan atacado todas
sus pertenencias. Muebles, ropa, libros, todo. Al
parecer el castaio habia sido victima de una plaga
de termitas que estaban alimenténdose hacfa mu-
cho tiempo. ¥ Gillie Lemus no lo habia notado. A
decit verdad no notaba nada porque no vel nada.
Estaba casi ciega.
—iNo puede se, no puede se! Por eso no encon-
teaba las cosas, las termitas se las habian comido!
»
Se inicia el viaje
1 Sol estaba a punto de salt. Gillc le habia
Fence a Herbert que seria un largo viaje
y debian iniciarlo ran temprano como fuera
posible. ¥ para evitaraccidentes, el muchacho pre-
pparé el desayuno, mientras la anciana buscaba una
serie de objetos extraiios y los ponia en una canasta.
Vaya sefiora,zpara qué poner tanta cosas si
lo que necesitaremos es comida? El vigje al pueblo
podrfa demorar al menos tes dia.
Entonces Herbert puso en la canasta todos los
alimentos que encontré en la despensa y que no
habian sido devorados por los bichos. Cetraron
bien la casa y salieron a la huz.
—zAlguna ver monté un monopatin?
—2Un que? dijo la sefioria Lemus, algo con-
trariada.
—Un monopatin. Se parece un poco a una
‘moto, pero hay que ir de pie. En clla llegaremos
sin problemas. Es muy répido y eémodo, aunque
nunca he llevado tanto peso.
—zEstis diciendo que soy gorda?
a— claro que no —dijo Herbert—. Me refiero
ala canast
La seforta Lemus se ri6 con ganas. Afitmé con
fuer la canasta en su hombro y se subié al mo-
nopatin.
eM encanta ls avencuras...y a velocidad
Espero que tu moto sea muy répida.
Peo sna moro —respond el chico wn rato
avergonzado—. Es un.
St, ya lo dijite! Qué esperas, que llegue la
noche y sigamos discutiendo los detalles? Vamos.
chico, mueve el pic!
rerbert se subié a la delantera del monopatin,
yy tuvo que hacer un gran esfuerzo para movero,
Pero como el camino era de bajada, pronto estaban
‘equilibrindose y dejando que el viento rozara sus
suaves rostros de hormigas
La mafiana pas6 répida y sin percances. Gillie
insistié en detenerse a comer el almuerz0 debajo
de un hermoso aromo Heno de olorosas flores
amatills. Comieron con gusto algo de pan y una
‘mermelada de frutilla, Hacia tiempo que el mu-