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LA PEREGRINACION — 4
DE
CHILDE HAROLD ra
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POEMA DE LORD BYRON
TRADUCIDO
POR DON M. DE LA PENA
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‘Lx Cosxoroxrr3.
NUEVA YORK
IMPRENTA DE LA CRONICA
Calle de Leonard, n? 112
1864DOS PALABRAS DEL TRADUCTOR.
El poema cuya traduccion damos hoy 4 luz, pasa comun-
mente por uno de los mejores de lord Byron. Hay quien lo
prefiere con mucho 4 todas sus otras producciones, estiman-
dolo como el mis bello floron de su corona poética. Lo cierto
es que la publicacion de los dos primeros cantos de_.Childe
Harold, en 1812, basté por si sola para granjearle altisima
reputacion dentro y fuera de su pais. ‘Me leventé una ma-
“ flana—dice sobre esto en una de sus cartas—y me encontré
“hecho un hombre célebre.”
¢ Quien es Childe Harold?
Childe Harold es un ente imaginario, puramente imagina-
rio, segun el poeta nos asegura con empefio, contra la opinion
general, y al parecer bien fundada, de que, bajo tal nombre,
est oculta la persona del propio lord Byron :—un jéven de
ilustre prosdpia que, entregado por largo tiempo 4 una vida
licenciosa, ‘‘habiendo recorrido ya todo el vasto laberinto
“del pecado,” acaba por sentir profundo, invencible hastio
hacia cuanto le rodea, sin quedarle para consuelo ni un afecto,
ni una creencia, ni una esperanza. Solitario en medio de la
sociedad, melancélico, intratable, casi feroz, pero con un
-corazon sensible, impetuoso y ardionte en sumo grado; no
encontrando en si mismo fuerza bastante para sobreponerse
al mal que le aqueja, resuelve por ultimo salir de su patria y
darse 4 viajar por extrafias tierras, en busca de objetos nue-
vos, fvido de nuevas emociones. Aqui termina la exposicion
del poema, y comienza la peregrinacion de Childe Harold.
No hay que buscar en esta composicion las condiciones
distintivas de una novela—Romaunt, como cl autor la titula
—siendo mas bien un poema en Ja acepcion genérica del vo-
cablo, siquiera por su forma y entonacion especiales. EscritavI DOS PALABRAS
sin sujecion 4 ningun plan determinado, solo con arreglo 4 la
inspiracion del momento, carece en realidad de accion, de
fabula propiamente dicha. Ni una aventura, ni un incidente
que pueda justificar poco 6 mucho el titulo de tal novela; y
toda ella consiste en variedad de reflexiones, ora sueltas y
fagitivas, ora intercaladas con descripciones de indole varia
tambien, hasta formar una especie de caprichoso moséico,
segun van acudiendo 4 la mente arrebatada de Childe
Harold en el curso de su viaje. O pinta, 6 declama—apenas
Yefiere; y esto 4 la ligera, en desérden, como de impro-
viso, y en un estilo desigual por extremo, alternativamente
remontado, vulgar, patético, jocoso, melifluo y empapado en
hiel. Es un panorama de lo que el poeta piensa, siente y vé
al mismo tiempo que est& escribiendo—todo merclado,
confundido, al natural, sin combinacion de sombras ni de
colores, contra todas las reglas del arte.
Pero, en cambio, tantas y tales bellezas lo avaloran, de tal
mégia ha sabido revestirlo lord Byron con su rica y esplen-
dorosa fantasia, que desde la primera hasta la altima pagina
tiene vinculada inevitablemente nuestra atencion, sin permi-
tirnos suspender ni un momento su sabross lectura. Por eso,
aun cuando Childe Harold es una figura casi siempre hosca y
tétrica por demas, no puede uno mcnos de simpatizar con él,
de identificarse en cierto modo hasta con sus propios extra-
‘vios, como al influjo de un poder sobrenatural.
Verdad es tambien que, 4 vueltas de ese tédio mortal que
constituye el rasgo m4s caracteristico de lord Byron, 6 de
Childe Harold (porque ambos se confunden efectivamente en
un solo individuo); en medio de la desesperacion que to
abruma tan 4 menudo, que le hace ver todos los objetos por
su lado peor, todavia se muestra capaz de vivas impresiones,
de tiernos y generosos impulsos, de entusiasmo, de verdadero
entusiasmo por las grandes acciones y por las grandes obras
de la Naturaleza y del Arte; y si bien todo ello sucle pasar
como una rifaga, para dejarle caer luego en su habitual
estado, el mismo contraste que asi resulta nos ofrece cabal-
mente un atractivo mas. Enfermo como esta de la vida—queDEL TRADUCTOR. VII
es una enfermedad cruel y sin remedio en este mundo—né
por eso deja Childe Harold de ostentar 4 veces la poderosa
vitalidad, el exquisito temple de su corazon, cuando algun
agente externo viene 4 herir de cierta manera sus fibras deli-
cadas.
“Asi envia un sentido adios 4 su pitria en el momento de
perderla de vista, 4 aquella patria de que voluntariamente se
aleja, porque le parece ya “tan triste como la celda de un
“ eremita;” pero hdcia la cual conserva todavia un resto de
amor, tal vez sin conocerlo y aun 4 pesar suyo—sentimiento
adormecido hasta entonces, né extinto en su alma, y que
revive ahora con Is ausencia ;—que tal suele avenirnos &
todos con el amor de Ja pdtria, amor entrafiable, inmortal.
Las querellas melancélicas del pajecillo y del escudero—de
aquel por la madre carifiosa que no cesaré de suspirar hasta
su vuelta, de este por su mujer y sus hijos pequefiuelos, 4
quienes ha tenido que abandonar y que lloraran sin consuelo
por él—conmueven mis y mas el 4nimo de Childe Harold, al
paso que le hacen sentir doblemente su propia desventura ;
hasta que al fin, por medio de un esfuerzo sobre si mismo,
prueba 4 recobrar su fria calma, y exclama en el acerbo tono
que le es peculiar:
é Quien fia de 1a esposa 6 de Ia amante,
Por mAs que lore, viéndonos partir?
Otros babré que enjuguen al instante
Sus peregrinos ojos de zafir.
No me aflige la dicha ya pasada,
‘MMi del peligro préximo la faz;
Lo més ertel es que no dejo nada
: De arrancarme une légrima capaz.
Y, sin embargo, ; cuanto interes inspira en favor del adusto
Peregrino todo este canto de despedida!
Espafia, la ‘famosa y romantica Espafia,” el heroismo de
sus hijos—4 la sazon empefiados en lucha desigual contra las
- invasoras huestes de Napoleon—exaltan en gran manera la
+ poética imaginacion de lord Byron y le sugieren todo género
de alabanzas. ;Cuanta energia, cuanto fuego atesora estevu DOS PALABRAS
apéstrofe que dirige 4 nuestro pueblo, cuyo mas {infimo indi-
viduo le parece ‘ tan orgulloso como el duque mas encope-
tado!”:
“| Despertad, hijos de Espafia! ;Stis! ; Adelante! La
‘ Caballeria, vuestra antigua deidad, es quien os Ilama; no
“‘ empufia, como entonces, la sedienta lanza, ni hace ondear
“al viento su rojo penacho; sino que vuela por entre el
“humo de inflamados bronces, y habla como el trueno por
“1a boca del cafion rugiente, y 4 cada detonacion os grita:
“