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FE DE ERRATAS
El presente libro es la continuación de otro que lleva por título: El fin de
los tiempos. Una explicación para todos;[1] el cual fue escrito por el mismo
autor y publicado por la editorial Faro de Gracia en el año 2008 (primera
edición) y, luego, en el 2016 (segunda edición). Queremos agradecer al
Señor por el esfuerzo que esta editorial ha hecho en beneficio de nuestro
pueblo hispanohablante a través de los años al hacer accesible literatura
bíblica a la que nunca antes habíamos tenido acceso y con la mejor
calidad.
Al tratarse de una «segunda parte», es necesario empezar este libro con
algunas consideraciones preliminares que creemos necesarias para que el
lector pueda obtener el mayor provecho de este volumen. Esa es la razón
por la que presentamos esta «Fe de Erratas», la cual ha sido elaborada con
permiso del autor y en un espíritu humilde para ayudar al lector a aclarar
ciertos términos que hemos traducido ligeramente diferente, mejorar su
comprensión de algunos argumentos que pueden haberse perdido por
causa de algunas palabras cambiadas y algunos párrafos que
inintencionalmente fueron omitidos en la traducción del primer libro.
Rogamos amablemente al lector que considere las siguientes erratas en el
primer libro, para su beneficio en la lectura de este segundo.
û Página 10, párrafo 1, dice: «En contraste con el premilenarismo, [el
postmilenarismo] cree que esta gran edad de oro es producida por
medios espirituales antes del regreso de Cristo».
ü Debe decir: «En contraste con el amilenarismo, [el postmilenarismo] sí
cree en una gran edad de oro de bendición espiritual y material
sobre la tierra antes del estado eterno. En contraste con el
premilenarismo, [el postmilenarismo] cree que esta gran edad de oro
es producida por medios espirituales antes del regreso de Cristo».
û Página 68, párrafo 2, dice: «En 2 Pedro 3:3 el texto hace de los nuevos
cielos y la nueva tierra una expectativa que aguardamos…».
ü Debe decir: «En 2 Pedro 3:13 el texto hace de los nuevos cielos y la
nueva tierra una expectativa que aguardamos…».
û Página 192, último párrafo que se extiende hasta la página 193, dice:
«Hay un contraste en Marcos 8:38 y 9:1 entre “el Hijo del
Hombre… cuando venga en la gloria de su Padre con los santos
ángeles” y “visto el reino de Dios”».
ü Debe decir: «Hay un contraste en Marcos 8:38 y 9:1 entre “el Hijo del
Hombre […] cuando venga en la gloria de su Padre con los santos
ángeles” y “hayan visto el reino de Dios venido con poder”. Hay
también un contraste en Lucas 9:26 y 27 entre “el Hijo del Hombre
cuando venga […] en la [gloria] del Padre, y de los santos ángeles”
y “hasta que vean el reino de Dios”».
û Página 218, párrafo 3, dice: «Es la venida que concierne a los discípulos
de Cristo (v. 22, cf. vv. 32‑35)».
ü Debe decir: «Es la venida que concierne a los discípulos de Cristo (v.
22, cf. vv. 31‑35)».
û Página 258, párrafo 4, dice: «Sólo dos de los sesenta y nueve usos de
este adjetivo no son traducidos como eterno o un sinónimo en la
RV60. El primero es 2 Timoteo 1:9 donde aparece como “los
tiempos de los siglos” y se utiliza con respecto al propósito de
elección eterno de Dios: “quien nos salvó y llamó con llamamiento
santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y
la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de
los siglos.” Obviamente aquí se refiere a la eternidad pasada».
ü Debe decir: «Solo dos de los sesenta y nueve usos de este adjetivo no
son traducidos como “eterno” o un sinónimo de “eterno” en la
NASB,[2] y deberían ser traducidos de esta forma también. En
Romanos 16:25, es traducido como “long ages past” {[por] largos
siglos}: “Now to Him who is able to establish you according to my
gospel and the preaching of Jesus Christ, according to the revelation
of the mystery which has been kept secret for long ages past” {Y a
Aquel que puede afirmarlos conforme a mi evangelio y a la
predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que ha
sido mantenido en secreto por largos siglos} (Cursivas añadidas).
Sin embargo, el texto griego en cuestión puede ser traducido como
for times eternal {por tiempos eternales}. Esta es una traducción
perfectamente inteligible que nos informa que, desde la eternidad,
Dios había mantenido el evangelio en secreto. El uso contextual del
mismo adjetivo (“eterno”) en el próximo versículo nos recomienda
aún más esta traducción. Allí tiene que ser traducido como “eterno”.
Romanos 16:26 dice: “pero que ahora ha sido manifestado, y por
las Escrituras de los profetas, conforme al mandamiento del Dios
eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para [guiarlas a] la
obediencia de la fe”. La idea parece ser que el Dios eterno, debido a
Su plan eterno, mantuvo este asunto en secreto desde tiempos
eternos».
Capítulo 1:
¿Es la escatología opcional en
las Santas Escrituras?
Se ha popularizado la idea de que todo el tema de la escatología bíblica
tiene poca o ninguna relevancia para la fe cristiana. Lo que usted crea de la
escatología es ― según se dice— completamente opcional. El
panmilenarismo (la postura del que cree ser un experto y dice que al final
todo «saldrá bien»)[9] ha crecido mucho en popularidad.
En verdad, hay algunos debates acerca de la profecía que tienen poco o
nada que ver con las Escrituras o la fe cristiana. Cuando digo esto, pienso
― por ejemplo— en los debates interminables que, como hombre joven, oí
sin querer acerca de EE. UU. o Rusia en la profecía y la nacionalidad del
anticristo. Hay algunos debates acerca de la profecía que son dignos de
tener en cuenta e involucran temas importantes ― por ejemplo, la relación
de la Segunda Venida de Cristo con la Tribulación y el Milenio—, pero
aun así son debates entre cristianos. Son importantes, pero no constituyen
razón alguna para cuestionar la fe de alguien. No obstante, hay algunos
temas proféticos que están en el corazón de la fe cristiana. La Segunda
Venida, el Juicio y la Resurrección son profecía y son esenciales para la fe
cristiana.
Sin embargo, decir o incluso estar de acuerdo con esto es una cosa, {y
otra es} ¿cómo podemos probar que algunos temas proféticos son
fundamentales y esenciales, es decir, que están en el corazón de la fe
cristiana? En este capítulo, pretendo argumentar a favor de la tesis de que
la Segunda Venida de Cristo (corporal y pública) literal, junto con los
acontecimientos de la Resurrección y el Juicio que están inmediatamente
asociados a esta, son temas que están en el corazón de la fe cristiana. Un
desacuerdo fundamental acerca de estos temas no debe ser considerado
como poco importante; sino como desacuerdos acerca de lo esencial que,
si no se corrigen, deberían conducir a una ruptura del compañerismo
cristiano con quienes nieguen estas cosas.
Dos fuentes pueden darnos luz en este tema de qué es y qué no es
fundamental en la profecía. Primero miraremos a las Escrituras mismas.
Luego miraremos la luz de la Escritura reflejada en la historia de la Iglesia.
Los grandes credos y confesiones de la Iglesia nos ayudan a evaluar lo que
es verdaderamente fundamental para la fe cristiana.
Ι. ¿Qué temas proféticos son centrales y fundamentales según la
Biblia?
Introducción: Lo central y lo periférico
Todo lo que la Biblia enseña es importante, pero no todo lo que la Biblia
enseña es igualmente importante o vital para la fe cristiana. He aquí una
ilustración extremista y simplona de esto. La Biblia enseña que hay un
solo Dios y que Jesús es Su Hijo eterno. La Biblia también enseña que
hubo un gigante con 24 dedos ― seis en cada una de sus manos y pies (2
Sam. 21:20). Pero, nadie duda cuál doctrina es más central o importante
para el mensaje del cristianismo.
Por supuesto, esto no quiere decir que negar que hubo un gigante con
24 dedos no sea significativo. Si esta negación se basa en una negación de
la autoridad bíblica, tendría muchas consecuencias. Sin embargo, estas
importantes consecuencias no se basan en la centralidad de los gigantes de
24 dedos para el mensaje cristiano; sino, más bien, en la naturaleza
fundamental de la autoridad bíblica.
Más allá de toda duda, lo que hace que algunas enseñanzas de la Biblia
sean más centrales que otras es una distinción hecha por la Biblia misma.
Esta enseña claramente que algunas de sus enseñanzas son más básicas
para el cristianismo que otras. Nótense los siguientes pasajes:
Mateo 22:36‑40 ―(36)Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la
ley? (37)Y Él le dijo: AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO
TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU
MENTE. (38)Este es el grande y el primer mandamiento. (39)Y el
segundo es semejante a este: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A
TI MISMO. (40)De estos dos mandamientos dependen toda la ley y
los profetas. (Cursivas añadidas)
Hebreos 5:11‑6:2 ―[5] (11) Acerca de esto tenemos mucho que
decir, y es difícil de explicar, puesto que os habéis hecho tardos para
oír. (12)Pues aunque ya debierais ser maestros, otra vez tenéis
necesidad de que alguien os enseñe los principios elementales de los
oráculos de Dios, y habéis llegado a tener necesidad de leche y no
de alimento sólido. (13)Porque todo el que toma solo leche, no está
acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. (14)Pero el
alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen
los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal. [6] (1)Por
tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo,
avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento
del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios, (2)de la
enseñanza sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la
resurrección de los muertos y del juicio eterno.
Estos pasajes no indican que los temas secundarios o menos centrales sean
poco importantes u opcionales. En Mateo 22:40, toda la Ley y los Profetas
se derivan de los dos grandes mandamientos. Uno no puede decir que el
resto de la Ley y los Profetas son de poca importancia, ni mucho menos.
En Hebreos 5:11‑6:2, las demás enseñanzas están asociadas a la madurez
y tienen que ver con un entendimiento más profundo de la obra de Cristo
como sacerdote. Nadie debería pensar que el sacerdocio melquisedeño[10]
de Cristo es opcional o poco importante. No obstante, en ambos pasajes
hay un claro reconocimiento de que algunas cosas son más centrales o
básicas que otras para el mensaje cristiano. Las demás verdades son más
periféricas o tienen más que ver con la superestructura de la doctrina
cristiana.
Esto se puede ilustrar claramente con los debates entre cristianos acerca
de la relación que tiene la Segunda Venida de Cristo con la Tribulación y
el Milenio. Oculto en las diferencias calurosamente debatidas acerca de la
relación que tiene la Venida de Cristo con la Tribulación, hay una gran
verdad unificadora. Los cristianos debaten si la Venida de Cristo es
pretribulacional, postribulacional, mesotribulacional, o pre–ira, pero no
disienten en que la futura Venida de Cristo es una realidad. Los cristianos
disputan con entusiasmo en cuanto al Milenio. Debaten si la Venida de
Cristo es posmilenaria, premilenaria, o amilenaria, pero no disputan si
Cristo realmente regresa. Por tanto, aunque estas posturas disienten entre sí
enfáticamente en cuanto a la relación que tiene la Segunda Venida con la
Tribulación y el Milenio, aun así ― oculto en todo este desacuerdo—, hay
una grandiosa confesión {común} de temas centrales. Todas las posturas
acerca de la Tribulación y el Milenio sostienen en común la doctrina de la
Segunda Venida. Es la verdad central con la que todos estamos de acuerdo.
Α. La centralidad de la Segunda Venida de Cristo para el Juicio
1. El regreso de Cristo es un acontecimiento literal, histórico y
físico
En la mentalidad moderna y científica hay una tendencia a espiritualizar o
entender figuradamente todas las cosas religiosas y espirituales. Es
importante notar en tal ambiente que el regreso de Cristo, claramente, no
es (tan solo) un acontecimiento espiritual y, con certeza, no es un
acontecimiento figurado. Es una expectativa literal, histórica y física. Los
siguientes argumentos apoyan esta afirmación:
Es corporal como Su partida (Hch. 1:11).
Así como Su partida significa Su ausencia física de la tierra, así Su
regreso significa Su regreso físico (Hch. 3:20‑21).
Su regreso es descrito como uno que incluye un determinado y claro
orden de acontecimientos: en primer lugar, Su descenso del Cielo;
en segundo lugar, la resurrección de los creyentes muertos y; en
tercer lugar, la transformación de los creyentes que estén vivos (1
Tes. 4:14‑17).
El regreso de Cristo es el acontecimiento fundamental en una serie
de eventos que la Biblia describe como literales, históricos y físicos.
Es como la creación física del mundo, el diluvio universal, la
resurrección corporal de Cristo, la resurrección corporal de todos los
muertos, la destrucción física del mundo y la renovación de la
creación física (Gén. 1:1‑2:3; 2 Ped. 3:5‑7; Jua. 20‑21; Jua.
5:28‑29; 2 Ped. 3:10‑12; Rom. 8:19‑23).
Por todas estas razones, tenemos que pensar acerca del regreso de
Cristo como un acontecimiento literal, histórico y físico que tendrá lugar
en el futuro. Cuando algunos en nuestros días (autodenominados
«preteristas totales») niegan tal Segunda Venida, hacen caso omiso no solo
de muchos textos explícitos del Nuevo Testamento, sino de todo el tenor
de la Biblia.
2. El regreso de Cristo es un acontecimiento público, universal y
visible
Otro énfasis principal del N. T. es que el regreso de Cristo no será secreto,
sino universalmente visible y público. En teoría, sería posible pensar
acerca de un regreso físico que fuera secreto, pero la Biblia enseña por
doquier que el día de la humillación de Cristo pasó y el día de Su gloria ha
llegado. Por tanto, sería inconcebible que Su regreso pasara desapercibido.
Esta consideración general es confirmada por varios pasajes
neotestamentarios explícitos: Mateo 24:26‑31; Lucas 17:22‑25; 1
Tesalonicenses 4:16‑17; 2 Tesalonicense 1:5‑10; Tito 2:13.
3. La negación de este regreso de Cristo es una doctrina
condenable
Indudablemente, esta es ― en parte— la razón por la que Pedro describe a
aquellos que niegan la Segunda Venida de Cristo como burladores (2
Ped. 3:3‑4; Jud. v. 18). Describir a alguien como un burlador es marcarlo
no simplemente como un no–cristiano, sino como un incrédulo de la peor
clase. Aunque no se use la misma palabra, el mismo concepto está presente
en el Libro de Proverbios cuando contrasta al simple con el escarnecedor
(Pro. 1:22; 9:7‑8; 15:12; 19:25; 21:11; 21:24). Por tanto, cuando Pedro
identifica a aquellos que niegan la Segunda Venida como burladores, deja
claro que los tales se han apartado de la fe cristiana y que la Segunda
Venida de Cristo es una doctrina cristiana central.
En el libro de Apocalipsis, Juan pronuncia una maldición similar contra
quienes rechazan la verdad de la Segunda Venida. Por supuesto, hay varios
pasajes debatibles en el libro de Apocalipsis, pero su mensaje central es
claro: que Jesús ha de regresar para juzgar al mundo (Apo. 1:7; 21:12;
21:20). Ciertamente, este mensaje claro y central del libro de Apocalipsis
tiene que estar en mente cuando Juan pronuncia la maldición contra
quienes quiten del mensaje que él había recibido de Jesús (Apo.
22:18‑19). El temible carácter de esta maldición deja claro, entonces, cuán
central para la fe cristiana es el regreso de Cristo a este mundo.
Β. La centralidad de la resurrección corporal de los creyentes
La Biblia enseña que, como parte del Juicio final, todos los hombres
resucitarán de entre los muertos literal y corporalmente. Los tres
testimonios clásicos para esto son Daniel 12:2; Juan 5:28, 29; Hechos
24:15. De especial importancia resulta la promesa de la resurrección del
pueblo de Cristo. Esta promesa está estrechamente vinculada en muchos
lugares al regreso corporal de Cristo (1 Cor. 15:23; 1 Tes. 4:13‑17; 2
Tes. 2:1). Como el regreso de Cristo, esta es una doctrina que es enseñada
literalmente docenas de veces en la Biblia.
En 1 Corintios 15, Pablo defiende en todo el capítulo la doctrina de la
resurrección corporal de los creyentes. Deja claro que él piensa que la
negación de la resurrección de los creyentes es una negación del
mismísimo evangelio de Cristo (1 Cor. 15:12‑19). El evangelio de Cristo
es la base misma de nuestra salvación; así que, negar la resurrección es
colocarnos fuera de la esfera de la salvación. Es el evangelio por el cual
podemos ser salvos (1 Cor. 15:1‑2).
Por tanto, la resurrección está estrechamente vinculada a la resurrección
de Cristo. Su resurrección es el modelo y arquetipo de la nuestra. Como la
Suya fue corporal y dejó un sepulcro vacío, solo este tipo de resurrección
es la que califica como la Resurrección en el sentido bíblico del término.
En la Biblia, resurrección significa un sepulcro vacío (Mat. 27:52; 28:6;
Jua. 5:28‑29).
En 2 Timoteo 2:16‑19 hay aún más evidencia de la naturaleza central
que tiene la doctrina de la resurrección para la fe cristiana:
(16)
Evita las palabrerías vacías [y] profanas, porque [los dados a
ellas], conducirán más y más a la impiedad, (17)y su palabra se
extenderá como gangrena; entre los cuales están Himeneo y Fileto,
(18)
que se han desviado de la verdad diciendo que la resurrección ya
tuvo lugar, trastornando así la fe de algunos. (19)No obstante, el
sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El
Señor conoce a los que son suyos, y: Que se aparte de la iniquidad
todo aquel que menciona el nombre del Señor.
En este pasaje se menciona un error doctrinal; uno que concierne a la
resurrección. Era la enseñanza de que la resurrección ya había tenido
lugar. Ahora bien, podríamos pensar que esto no era algo tan serio. Podría
decirse que quienes enseñaban este error solo estaban equivocados en
cuanto al momento de la resurrección, pero no negaban su realidad. Sin
embargo, hay varias cosas en este pasaje que indican que esto era una
desviación doctrinal muy seria y fundamental:
En el versículo 16, este error es descrito como palabrerías vacías y
profanas[11]. Las palabras usadas se traducen literalmente como
«impías» e «insensatas».[12] Confróntese con el uso de la misma raíz,
traducida en los siguientes pasajes como «impíos»[13] (1 Tim. 1:9;
6:20; Heb. 12:16) donde estas palabras marcan a personas como no–
salvas.
En el versículo 16, se dice que esto conduce a la impiedad.
Confróntese con Romanos 1:18; Judas v. 15.
En el versículo 17, se compara con la gangrena. (La palabra gangrena
se deriva del vocablo griego original). He aquí una definición de esta
palabra: enfermedad que implica la inflamación aguda y posiblemente
una propagación de úlceras cancerígenas que carcomen la carne y los
huesos ― «úlceras, gangrena, cáncer».
En el versículo 17, se menciona a Himeneo como uno de los culpables
por la propagación de este error. Probablemente es el mismo Himeneo
del que se habla en 1 Timoteo 1:19‑20, quien sufrió el naufragio de su
fe y blasfemó.
En el versículo 18, se dice que Himeneo y Fileto se habían «desviado»
de la verdad al enseñar este error. La palabra griega traducida como «se
han desviado» se usa {también} en 1 Timoteo 6:21 para {describir} a
aquellos que se desviaron de la fe en pos de la herejía temprana del
gnosticismo.
En el versículo 18, se dice que este error trastornó la fe de algunos. La
traducción de la NASB[14] es inadecuada, mientras que la traducción de
la antigua KJV[15] es correcta. La palabra significa volcar {como dice la
KJV}.[16] La fe de quienes aceptaron este error no fue simplemente
inquietada {como dice la NASB}; fue volcada. Esta es la palabra que se
usa en Juan 2:15 ― «Y haciendo un azote de cuerdas, echó a todos
fuera del templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas
de los cambistas y volcó las mesas» (Cursivas añadidas).
En el versículo 19 ― finalmente— este error es contrastado con el
sólido fundamento de Dios. El contraste implica que esta falsa doctrina
era una negación de una verdad central y fundamental de la fe cristiana.
Podemos pensar de manera superficial que enseñar que la resurrección
ya ha tomado lugar sería un tema menor en comparación. La realidad es
que Pablo lo considera una desviación de una verdad central de la fe
cristiana; y esto, por supuesto, porque decir que la resurrección ya ocurrió
fuerza a uno a redefinir drásticamente lo que la resurrección significa. Por
esta razón, la resurrección está clasificada como una de las enseñanzas
básicas o elementales de la fe cristiana en Hebreos 6:1. Por lo tanto, la
resurrección del cuerpo es una doctrina central y fundamental de la fe
cristiana.
Capítulo 2:
¿Es la escatología opcional en
la historia de la Iglesia?
ΙΙ. ¿Qué temas proféticos son centrales y fundamentales según los
credos?
Algunos pueden preguntarse si es legítimo acudir a lo que los credos y las
confesiones históricas de la Iglesia dicen en cuanto a si una doctrina dada
es central o secundaria para la fe cristiana. ¿Acaso no creemos en sola
Scriptura? Sí que creemos. ¿Estamos atribuyendo algún tipo de autoridad
divina a los credos? No lo estamos haciendo.
Permítame decírselo de otra manera. Nosotros, los cristianos del siglo
XXI, no tenemos derecho a ignorar 2000 años de historia de la Iglesia.
Todos los cristianos y maestros cristianos que vivieron durante esos
milenios y lo que pensaron tienen que ser respetados cuando nos hacemos
una idea de qué es el cristianismo; en especial, cuando por 2000 años ellos
han estado confesando lo que piensan que son el cristianismo y la doctrina
cristiana fundamental. Pensar que tenemos derecho a ignorar su testimonio
manifiesta gran ignorancia o pura arrogancia, y quizá ambas cosas.
Además, tenemos que recordar que Jesús prometió dar tanto Su Espíritu
como los dones de pastores–maestros a la Iglesia para guiarla a la verdad
(Mat. 28:20; Efe. 4:11‑13). Ignorar las lecciones de la historia de la
Iglesia acerca de lo que es central y fundamental para la fe cristiana sería
irrespetar y despreciar estos dones del Cristo resucitado.
Desande conmigo el camino de la historia de la Iglesia y vea usted
mismo si esta pensó que la profecía era completamente opcional y
secundaria. Quizá descubra que hubo ciertas verdades proféticas que la
Iglesia consideró como fundamentales para ser cristiano. En este recorrido
quiero que note cuatro períodos.
Α. La controversia fundamentalista–modernista
Aproximadamente a inicios del siglo XIX, un liberalismo anti–
sobrenaturalista hasta la médula había infectado la enseñanza de muchas
denominaciones cristianas. Bajo la influencia de esta enseñanza, muchas
doctrinas cristianas ortodoxas fueron puestas en tela de juicio. El
Movimiento Fundamentalista surgió como un esfuerzo por combatir este
aluvión de errores. Fue liderado, en parte, por hombres como Charles
Hodge, B. B. Warfield y J. Gresham Machen del Princeton Theological
Seminary. Durante esta controversia, los fundamentalistas se pusieron de
acuerdo acerca de los fundamentos de la fe e insistieron en estos. Un tema
que a menudo, si no siempre, se incluía en la lista de estos fundamentos
era la Segunda Venida literal de Cristo. Al interior de EE. UU. usted
podía detectar una iglesia fiel a estos fundamentos por el letrero al frente
de esta que simplemente decía: «¡El Libro! ¡La Sangre! ¡La Esperanza
Bienaventurada!».
Β. Las confesiones de la época posterior a la Reforma
Después de la Reforma y la ruptura protestante del catolicismo romano
ocurridas en el siglo XVI, hubo un período en el cual la perspicacia
doctrinal y los avances de la Reforma cristalizaron en las grandes
confesiones reformadas. Los bautistas reformados, como el autor,
sostienen una de aquellas grandes confesiones de la Reforma ― La
confesión bautista de fe de 1689.
Sin embargo, esta confesión es la nieta de la más grande y conocida de
todas las confesiones de la Reforma ― La confesión de fe de Westminster.
Esta confesión abuela fue escrita por los presbiterianos en la década de
1640. Fue adaptada por los puritanos congregacionalistas que produjeron
La declaración de fe de Saboya de 1658. La de Saboya fue a su vez la
madre de La confesión bautista de 1689. Esta última fue principalmente
una adaptación y modificación de la Declaración de Saboya. No obstante,
La confesión bautista de 1689 todavía se parece mucho a su abuela ― La
confesión de Westminster.
Ahora bien, le cuento todo esto para que usted pueda apreciar algo que
bien viene al caso. Aunque estas tres confesiones difieren entre sí en
algunos puntos, aun así ― en cuanto al tema de la profecía o la
escatología—, estas tres confesiones son virtualmente idénticas. Por tanto,
cuando cito la confesión de 1689, el lenguaje es sustancialmente idéntico
al de las otras dos confesiones. No hubo desacuerdo alguno en cuanto a
qué clasificaba como verdad cristiana fundamental con respecto al futuro.
Estas grandes confesiones de la Reforma enseñaron a una voz la Segunda
Venida corporal de Cristo y la Resurrección corporal de los muertos.
Capítulo 31, párrafos 2 y 3:
2. En el último día, los santos que se encuentren vivos no dormirán,
sino que serán transformados; y todos los muertos serán resucitados
con sus mismos cuerpos, y no con otros {cuerpos}; aunque con
diferentes cualidades, estos serán unidos otra vez a sus almas para
siempre.
3. Los cuerpos de los injustos, por el poder de Cristo, serán
resucitados para deshonra; los cuerpos de los justos, por Su Espíritu,
{serán resucitados} para honra, y serán hechos en conformidad al
propio cuerpo glorioso de Cristo.
Capítulo 32:
l. Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia,
por medio de Jesucristo, a quien el Padre ha dado todo poder y
juicio; día en el cual no solo los ángeles apóstatas serán juzgados,
sino que también todas las personas que han vivido sobre la tierra
comparecerán ante el tribunal de Cristo; para dar cuenta de sus
pensamientos, palabras y acciones, y para recibir conforme a lo que
hayan hecho estando en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
2. El fin para el cual Dios estableció este día es la manifestación de
la gloria de Su misericordia en la salvación eterna de los elegidos; y
{la manifestación} de Su justicia en la condenación eterna de los
reprobados, quienes son malvados y desobedientes; porque entonces
irán los justos a la vida eterna, y recibirán esa plenitud de gozo y
gloria, con recompensa eterna, en la presencia del Señor; pero los
malvados, quienes no conocen a Dios ni obedecen al evangelio de
Jesucristo, serán arrojados a los tormentos eternos, y sufrirán el
castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y
de la gloria de Su poder.
3. Así como Cristo quiere que estemos ciertamente persuadidos de
que habrá un día de juicio, tanto para disuadir a todos los hombres
de pecar, como para mayor consuelo de los piadosos en su
adversidad; así {también} quiere que los hombres no sepan cuándo
será ese día, para que se desprendan de toda seguridad carnal y
estén siempre velando porque no saben a qué hora vendrá el Señor;
y estén siempre preparados para decir: ― Ven Señor Jesús, ven
pronto. Amén.
C. El credo atanasiano
Es probable que el llamado Credo Atanasiano no fuera un credo ni hubiera
sido escrito por Atanasio, sino un himno en la tradición teológica de
Agustín de Hipona. No obstante, llegó a tener gran influencia en la Iglesia
occidental de inicios de la Edad Media, principalmente por su testimonio
de la plena deidad de Cristo; pero eso no era todo lo que abarcaba. Este
representa la postura de la Iglesia durante la Edad Media, no solo acerca de
la Trinidad, sino {también} sobre los temas que trata en sus últimas
declaraciones:
39.Ascendió al cielo, se sentó a la diestra del Padre, Dios,
Todopoderoso;
40.De donde vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.
41.Y a Su venida todos los hombres resucitarán con sus cuerpos;
42.Y darán cuenta por sus propias obras.
43.Y los que hicieron lo bueno irán a la vida eterna, y los que
hicieron lo malo, al fuego eterno.
44.Esta es la fe católica, quien no la crea fiel y firmemente, no puede
ser salvo.[17]
Queda claro que la Segunda Venida de Cristo y la Resurrección
corporal eran vistas como doctrinas centrales y esenciales en aquel
entonces.
D. El Credo de los Apóstoles
El llamado Credo de los Apóstoles no fue escrito por los apóstoles; pero
fue uno de los primeros credos escritos de la Iglesia y da testimonio de la
condición de la enseñanza cristiana en el segundo y tercer siglos. Afirma la
Segunda Venida de Cristo y la Resurrección de la carne:[18]
1. Creo en Dios el Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra.
2. Creo en Jesucristo, Su unigénito Hijo, nuestro Señor,
3. Quien fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen
María,
4. Padeció bajo Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió al infierno,
5. Al tercer día resucitó de entre los muertos,
6. Subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios el Padre
Todopoderoso.
7. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
8. Creo en el Espíritu Santo,
9. Creo en la santa iglesia católica, la comunión de los santos,
10. El perdón de los pecados,
11. La resurrección del cuerpo,
12. Y la vida eterna. Amén.
E. Conclusión
He citado estos cuatro credos de la Iglesia como testigos de la naturaleza
central y fundamental de las doctrinas proféticas en cuestión. Sin embargo,
usted debería percatarse de que en toda la historia de la Iglesia ortodoxa no
hay una sola voz discordante. Ningún credo de la Iglesia cristiana ortodoxa
niega o pone en duda estas doctrinas. Dondequiera que se mencionan son
afirmadas, y afirmadas como centrales y fundamentales.
Lecciones conclusivas:
Varias lecciones prácticas para la fe cristiana fluyen del carácter central y
fundamental de la Segunda Venida, la Resurrección del cuerpo y el Juicio
Final.
En primer lugar, no deberíamos pensar que la escatología o la profecía
es poco importante y poco práctica. Aunque cada tema debatido por los
hombres no es igualmente central o importante, la escatología es esencial
para la fe cristiana.
En segundo lugar, deberíamos aprender que lo literal y lo corporal son
importantes para los cristianos. Hay un tipo de espiritualidad que no es
cristiana en lo absoluto. Nuestros cuerpos y nuestro mundo están incluidos
en la redención lograda por Cristo. Por esto, tenemos que glorificar a Dios
en nuestros cuerpos y, por tanto, no debemos tener una mentalidad tan
celestial que no sirvamos para nada terrenal. La redención se trata de la
salvación de criaturas físicas y literales, y de su hogar físico y literal.
En tercer lugar, el regreso corporal a este mundo del mismo Jesús que
entró al cielo y la resurrección corporal de los muertos que deja sepulcros
vacíos son doctrinas cristianas fundamentales, centrales y esenciales. Son
una parte esencial de la fe cristiana.
En cuarto lugar, las posturas escatológicas que niegan estas verdades
centrales, según el lenguaje de la confesión, everten o trastornan el
fundamento de la doctrina cristiana. Tales posturas no son variantes
doctrinales insignificantes, no son errores menores, son herejía o doctrina
condenable. La confesión bautista de Londres de 1689 (26:2) nos recuerda
que los errores que everten o trastornan el fundamento de la doctrina
cristiana destruyen la profesión de fe de una persona:
Todos los que, en todo el mundo, profesan la fe del evangelio y
obediencia a Dios por medio de Cristo, conforme al mismo
{evangelio}, que no destruyen su propia profesión por algún error
que everta el fundamento o conductas contrarias a la santidad, son y
pueden ser llamados santos visibles; y de los tales deben estar
constituidas todas las congregaciones locales.
Las posturas liberales que convierten el reino de Dios en un ideal en
evolución de una sociedad humana perfecta tienen que ser clasificadas
como errores que everten o trastornan el fundamento. El liberalismo, a
menudo, niega lo sobrenatural por completo y, por tanto, toda la estructura
de la escatología bíblica. También merece esta etiqueta el hiperpreterismo
que niega un regreso futuro de Cristo y la resurrección futura del mismo
cuerpo que murió.
En quinto lugar, doy por sentado que cualquiera que sea la
interpretación correcta de los pasajes proféticos que consideraremos en
este libro, estos no pueden enseñar y no significan nada que contradiga las
verdades centrales sacadas a la luz en este capítulo. Esto contradeciría el
principio hermenéutico conocido como «la analogía de la fe», el cual será
analizado en el próximo capítulo.
En sexto lugar, con quienes estén dentro de los límites de la ortodoxia
cristiana, según se define en este capítulo, tenemos que ser cuidadosos
para evitar palabras y actitudes que sean una negación práctica del amor
cristiano especial que debemos a todos los creyentes. Antes bien, todo lo
que decimos tiene que caracterizarse por la moderación, la bondad, el
respeto y el amor que debemos a los demás creyentes. Esto no significa
que no podamos decir con denuedo lo que pensamos que la Biblia enseña.
Sin embargo, esto sí quiere decir que tal denuedo tiene que estar marcado
por la mansedumbre y el respeto que debemos a todos los hombres (1
Ped. 3:15) y especialmente a los creyentes (Jua. 13:34‑35).
SECCIÓN 2:
SOLA SCRIPTURA Y
LA INTERPRETACIÓN BÍBLICA
Capítulo 3:
Los fundamentos de sola Scriptura
La importancia que tiene la hermenéutica (o la interpretación bíblica) para
el estudio de la escatología se ha enfatizado tantas veces que no necesito
hacer aquí muchos comentarios al respecto. El método adecuado para
interpretar la Escritura ha sido un punto crucial en debates escatológicos
entre el dispensacionalismo y el amilenarismo durante un par de siglos. En
realidad, creo que ambas partes están más de acuerdo de lo que piensan
― al menos en principio— en cuanto a la forma de leer la Biblia. Por
ejemplo, creo que la espiritualización (propiamente dicha) tiene que ser
rechazada. Sé que los dispensacionalistas están dispuestos a admitir que
hay lenguaje figurado en la Biblia. El problema es que en la práctica real y
en los resultados doctrinales las diferencias son aún dramáticas. Así que es
necesario colocar en la sección introductoria de un libro como este
(enfocado en la interpretación de pasajes proféticos principales) un
capítulo que analice la hermenéutica.
Muchos de los que están en el lado dispensacionalista de las cosas están
firmemente comprometidos (como el autor) con las grandes doctrinas de la
Reforma. Quizá, entonces, nos sirva de ayuda recordar que una de las
grandes solas de la Reforma tiene enormes implicaciones para la forma en
que interpretamos la Biblia. Por supuesto, me refiero a sola Scriptura.
Permítame hacer un intento por presentar en este capítulo las importantes
implicaciones hermenéuticas de este gran principio bíblico de la Reforma.
Su tema será «La relevancia de sola Scriptura para la interpretación de
la Escritura». Consideraremos este tema siguiendo este bosquejo:
I. La pregunta histórica
II. La afirmación confesional
III. El fundamento de la Escritura
IV. Las implicaciones hermenéuticas
I. La pregunta histórica
¿Quién es el árbitro final en el establecimiento del significado de la
Escritura? Esta era la gran pregunta que se debatía al momento de la
Reforma.[19] El Catolicismo Romano dijo que la Iglesia era el juez final en
el establecimiento del significado de la Escritura. Su argumento parecía
irrefutable. Como la Iglesia autenticaba la Escritura, también la
interpretaba para el cristiano, quien no es apto para interpretarla por sí
mismo. Por tanto, el Catolicismo Romano rechaza lo que denomina
«interpretación privada». Esta postura implica también que la Escritura
está tan carente de perspicuidad que no es inteligible para los cristianos
ordinarios.
Por supuesto, los protestantes no estuvieron de acuerdo. Rechazaron la
idea de que las Escrituras dependieran de la Iglesia para su autenticación, y
(con Calvino al frente) sostuvieron, por el contrario, que las Escrituras se
autenticaban solas.[20] Como las Escrituras se autenticaban solas, estas
también eran su propio intérprete. Por tanto, los protestantes sostuvieron
que las Escrituras, siendo la Palabra de Dios, no eran tan oscuras como
para que la Iglesia tuviera que interpretarlas para el cristiano. Dios no
habló entre dientes ni tartamudeó cuando inspiró las Escrituras. Las
cuestiones podían ser resueltas al consultar la Escritura misma allí donde
esta hablaba más claramente. Por lo tanto, la Escritura, en vez de la Iglesia,
era capaz de ejercer como la autoridad final en todas las cuestiones
religiosas.
II. La afirmación confesional
El tema de sola Scriptura y la interpretación de la Escritura sale a relucir
en los párrafos 9‑10 del primer capítulo, tanto de la Confesión de
Westminster como de la Confesión bautista de 1689.
Estos párrafos tienen como tema en común el carácter concluyente de la
Escritura:
Su carácter concluyente, párrafos 9 y 10
A. Para la interpretación de la Escritura en particular, pár. 9
B. Para las cuestiones religiosas en general, pár. 10
He aquí lo que dicen estos dos párrafos:
9. La regla infalible de interpretación de la Escritura es la propia
Escritura; y, por lo tanto, cuando surge alguna duda acerca del
verdadero y pleno significado de cualquier pasaje bíblico
(significado que no es múltiple, sino uno solo), debe buscarse en
otros pasajes que hablen más claramente.
10. El juez supremo por el que deben decidirse todas las
controversias religiosas, y por el que deben examinarse todos los
decretos de los concilios, las opiniones de escritores antiguos, las
doctrinas de hombres y espíritus privados, y en cuya sentencia
debemos descansar, no puede ser otro que la Santa Escritura
entregada por el Espíritu; en dicha Escritura, así entregada, está en
última instancia la resolución de nuestra fe.
III. El fundamento de la Escritura
El carácter concluyente de la Escritura sigue a las declaraciones
confesionales sobre su autoridad y claridad. Como la Escritura es
generalmente clara, pero no igualmente clara en todas sus partes, y como
es divinamente autoritativa, la regla infalible para interpretar la Escritura
es la propia Escritura. Si surge una duda acerca de un pasaje, otros pasajes
que hablen más claramente pueden arrojar luz. Como la Escritura es tanto
autoritativa como inteligible, esta no depende de la Iglesia. Por el
contrario, es la autoridad para la Iglesia.
Los originales de las declaraciones confesionales anteriormente
mencionadas citan ordinariamente los siguientes testimonios bíblicos a su
favor:
2 Pedro 1:20‑21 ― (20)Pero ante todo sabed esto, que ninguna
profecía de la Escritura es [asunto] de interpretación personal,
(21)
pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad
humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron
de parte de Dios.
Hechos 15:15‑16 ― (15)Y con esto concuerdan las palabras de los
profetas, tal como está escrito: (16)DESPUÉS DE ESTO VOLVERÉ,
Y REEDIFICARÉ EL TABERNÁCULO DE DAVID QUE HA
CAÍDO. Y REEDIFICARÉ SUS RUINAS, Y LO LEVANTARÉ
DE NUEVO...
Mateo 22:29, 31 ― (29)Pero Jesús respondió y les dijo: Estáis
equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios
[...] (31)Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído
lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo...
Efesios 2:20 ― edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo Cristo Jesús mismo la [piedra] angular,
Hechos 28:23 ― Y habiéndole fijado un día, vinieron en gran
número adonde él posaba, y desde la mañana hasta la tarde les
explicaba testificando fielmente sobre el reino de Dios, y
procurando persuadirlos acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés
como por los profetas.
Como respaldo aún mayor a estas ideas, se puede citar otros pasajes solo
para ilustrar la base bíblica obvia de estas declaraciones:
Isaías 8:19-20 ― (19)Y cuando os digan: Consultad a los médium y
a los adivinos que susurran y murmuran, [decid:] ¿No debe un
pueblo consultar a su Dios? [...] (20)¡A la ley y al testimonio! Si no
hablan conforme a esta palabra, es porque no hay para ellos
amanecer.
Juan 10:33-36 ― (33)Los judíos le contestaron: [...] porque tú, siendo
hombre, te haces Dios. (34)Jesús les respondió: ¿No está escrito en
vuestra ley: «YO DIJE: SOIS DIOSES»? (35)Si a aquellos, a quienes
vino la palabra de Dios, los llamó dioses (y la Escritura no se puede
violar), (36)¿a quién el Padre santificó y envió al mundo, vosotros
decís: «Blasfemas», porque dije: «Yo soy el Hijo de Dios»?
IV. Las implicaciones hermenéuticas
Cuando tomamos sola Scriptura en serio, varios principios de
interpretación de la Escritura se tornan claros. En el próximo capítulo
consideraremos seis de estos :
A. La interpretación histórico–gramatical
B. La interpretación teológica
C.La interpretación mediante la analogía de la fe
D. La interpretación contextual
E. La interpretación según el género literario
F. La interpretación Cristocéntrica
Capítulo 4:
Las aplicaciones de sola Scriptura
Capítulo 5:
Victoria para la Iglesia
― La primera promesa
Introducción:
¡La Victoriosa Iglesia de Guerra! Soy bien consciente que la frase con la
que he modificado la palabra iglesia en la oración anterior hace que las
cejas se levanten y surjan preguntas. Explicaré lo que quiero decir con la
Iglesia de guerra en este capítulo. Pido al lector que tenga paciencia
conmigo hasta que llegue a esa parte de mi tema. Pero es necesario
explicar ahora mismo la palabra victoriosa que describe la Iglesia. La tesis
de la Primera Parte de este libro es que los cristianos deben ser mucho más
optimistas acerca del futuro de la Iglesia que lo que han sido enseñados.
Durante la mayor parte del siglo XX, los cristianos evangélicos han
sido dominados por posturas pesimistas acerca del futuro de la Iglesia. La
Biblia de estudio más popular durante la mayor parte de aquel siglo enseñó
a los cristianos a esperar la apostasía de la Iglesia profesante.[26] Esta Biblia
de estudio fue fruto de un movimiento que enseñó a los cristianos que
creen en la Escritura a abandonar sus iglesias, reunirse en pequeños grupos
de compañerismo y esperar el regreso del Señor.[27] Un axioma de su
sistema de pensamiento era que cada dispensación terminaba en fracaso
― incluyendo la Dispensación de la Iglesia. La tendencia directa de
semejantes posturas fue matar todo celo emprendedor por la Iglesia. ¿Para
qué dar brillo a un barco que se hunde?
Tales posturas no dejan de causar asombro a la luz de la enseñanza del
Señor. Quizá la predicción más conocida y, ciertamente, más fundamental
que el Señor pronunció alguna vez con relación a Su Iglesia fue la que se
encuentra en Mateo 16:17‑18. Este pasaje, que es la Predicción de Cristo
de la victoria de Su Iglesia de guerra, muestra cuán absoluta y
asombrosamente la enseñanza de nuestro Señor contrasta con dichas
posturas. Pretendo explicar la significación {importancia} de esta
maravillosa predicción bajo tres encabezamientos en este capítulo y el
próximo:
I. Sus premisas
II. Sus promesas
III. Sus propósitos
Ι. Sus premisas
No es mi propósito proveer una exposición exhaustiva del pasaje en el que
esta predicción ocurre, pero sí necesito decirle brevemente cuáles creo que
son las respuestas a dos preguntas importantes acerca de este pasaje. A
menos que conteste a estas preguntas, el lector puede (1) distraerse de lo
que estoy diciendo acerca del texto, y (2) no apreciar la aplicación de la
predicción de Cristo para nosotros, Su Iglesia. Antes de comenzar, aquí
está el texto de Mateo 16, versículos 15‑18:
(15)
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (16)Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (17)Y
Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Jonás, porque [esto] no te [lo] reveló carne ni sangre, sino mi Padre
que está en los cielos. (18)Yo también te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.
A. ¿En qué sentido se dice que Pedro es la roca de la Iglesia?
El Catolicismo Romano nunca se cansa de citar este pasaje para probar que
el Papa de Roma es, de algún modo, el vicario de Cristo en la tierra y la
cabeza de Su Iglesia. Este uso del texto presupone dos cosas sin base en
absoluto. Presupone que Pedro tuvo sucesores que heredaron su posición
como la roca de la Iglesia. Sin embargo, Pedro fue un apóstol y no tuvo
tales sucesores. El uso del texto por parte de Roma presupone también que
los sucesores de Pedro son aquellos que luego se autodenominaron obispos
de Roma. La Biblia guarda aún más silencio en cuanto a esta idea.
La pretensión de Roma presupone además que hay obispos de este tipo,
en el sentido en que Roma cree en ellos. Sin embargo, la Biblia es clara,
«obispo» es simplemente otro nombre para «anciano» o «pastor» (Hch.
20:17‑28; 1 Ped. 5:1‑2). Según la enseñanza de la Escritura, no existe en
la Iglesia el oficio de un obispo que gobierne sobre oficiales eclesiásticos
semejantes y muchas iglesias. El mismísimo entendimiento que Roma
tiene de los obispos es contrario a la enseñanza de la Palabra de Dios.
Entonces, ¿en qué sentido se dice en nuestro texto que Pedro es la roca
de la Iglesia? La respuesta breve es simplemente esta: de él se dice que es
la roca de la Iglesia confesional y apostólicamente. Permítame explicar:
De él se dice que es la roca de la Iglesia en un sentido confesional.
Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Pedro había acabado de confesar
aquella verdad que es el basamento, base o fundamento de la Iglesia de
Cristo ― la verdad de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente
(Mat. 16:16). Este fundamento de la Iglesia de Cristo es reafirmado en 1
Corintios 3:11 ― «Pues nadie puede poner otro fundamento que el que
ya está puesto, el cual es Jesucristo».
De él se dice que es la roca de la Iglesia en un sentido apostólico. Jesús
confió Su evangelio a un selecto grupo de hombres a quienes dio una dote
especial del Espíritu de Dios para enseñar infaliblemente ese evangelio a
Su Iglesia y asegurarse que esta no fuera descarriada por Satanás. Pedro no
fue el único escogido para esto. El fundamento o la roca de la Iglesia
― según la Escritura— no es Pedro únicamente, sino todos los apóstoles.
Así que Pablo se refiere a Mateo 16:18 cuando habla de la Iglesia en
Efesios 2:20 ― «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo Cristo Jesús mismo la [piedra] angular».
B. ¿De qué Iglesia habla Jesús?
Pero, ¿de qué iglesia está hablando Cristo de la cual Pedro es la roca con el
resto de los apóstoles de Cristo? La Iglesia o asamblea de la que Cristo
está hablando es claramente la que llamamos «la Iglesia universal». Esta es
la única Iglesia que será edificada entre todas las naciones hasta el fin del
mundo como Jesús allí predice.
Sin embargo, no debemos pensar que su edificación es algo
completamente místico e invisible porque Jesús está hablando de la Iglesia
universal. En las Escrituras, la Iglesia universal es inseparable de la iglesia
local. Esta última es la expresión designada y visible de la Iglesia
universal. Una iglesia en particular es la manifestación local del cuerpo
único y universal de Cristo.
Esto es obvio por la manera en que Jesús habla de la Iglesia justo la
próxima vez que la palabra se usa en Mateo. En el capítulo 18, versículo
17, la palabra «iglesia» se refiere a la iglesia local.[28] La iglesia local allí
aludida también posee las llaves del reino que fueron mencionadas y dadas
a Pedro en Mateo 16:19.
Además, esto es obvio por la manera en que la iglesia local es descrita
en cualquier otra parte del Nuevo Testamento. Por ejemplo, 1 Timoteo fue
escrita para que Timoteo pudiera saber cómo ordenar las reuniones de la
iglesia en Éfeso y conducir su ministerio allí. Sin embargo, Pablo describe
esa iglesia como una expresión local de la Iglesia universal. 1 Timoteo
3:15 dice ― «(15)[te escribo] para que sepas cómo debe conducirse uno en
la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la
verdad». Indudablemente, la iglesia local en Éfeso no era todas estas cosas
por sí sola, sino como una expresión de la Iglesia universal; la cual
encuentra su expresión designada y visible en las iglesias locales. Por lo
tanto, la edificación de la Iglesia universal significa la edificación de miles
y millones de iglesias locales. Significa la creación de iglesias locales
mediante el discipulado, el bautismo y la enseñanza ordenados en la Gran
Comisión. Así que la predicción de Mateo 16:18 tiene muchísimo que ver
con iglesias locales como aquellas de las que usted y yo somos parte.
II. Sus promesas
La predicción de Cristo contiene dos promesas. Considere una a la vez.
A. La primera promesa: «Edificaré mi iglesia».
1. Su carácter problemático
Un problema nos confronta inmediatamente en nuestro estudio de la
primera promesa. ¿Qué es lo que posiblemente quiso decir Jesús cuando
habla de edificar Su Iglesia? Aunque no nos parezca extraño, este lenguaje
es muy peculiar. No nos parece extraño porque estamos familiarizados con
la edificación de iglesias en el sentido de construir edificios para las
iglesias. Por supuesto, esto de ningún modo es de lo que Jesús está
hablando. Tampoco nos parece peculiar porque Sus palabras nos resultan
muy familiares. Pero si se pone en el lugar de los discípulos, sentirá lo
extraño de este lenguaje. La Escritura, en ninguna parte de todo el Antiguo
Testamento, habla de la edificación de una iglesia. Una iglesia es una
asamblea o reunión. ¿Qué es lo que posiblemente pudo haber querido decir
Jesús con este lenguaje?
Aunque el Antiguo Testamento en ninguna parte habla de la edificación
de una iglesia, sí habla de la edificación de algo que estaba muy
estrechamente relacionado con la Iglesia y con aquello de lo que Jesús
estaba hablando en nuestro texto. El Antiguo Testamento habla de la
edificación del reino del Mesías:
Salmo 89:4 ― Estableceré tu descendencia para siempre, y
edificaré tu trono por todas las generaciones...
Esta idea de la edificación del reino del Mesías nos sale al paso en muchos
puntos en las profecías del Antiguo Testamento. He aquí dos de las más
conocidas:
Isaías 9:7 ― El aumento de [su] soberanía y de la paz no tendrán
fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y
sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para
siempre. El celo del SEÑOR de los ejércitos hará esto.
Daniel 2:44 ― En los días de estos reyes, el Dios del cielo
levantará un reino que jamás será destruido, y [este] reino no será
entregado a otro pueblo; desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos
reinos, y él permanecerá para siempre.
Ahora bien, dije que todo este asunto de la edificación del reino del
Mesías está estrechamente relacionado con Mateo 16:18. ¿Por qué?
Porque el versículo siguiente promete a Pedro (la roca de la Iglesia) las
llaves del reino:
Mateo 16:19 ― Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo
que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la
tierra, será desatado en los cielos.
De este modo, Jesús asocia estrechamente la Iglesia y el reino. Es en la
edificación de la Iglesia a lo largo de esta edad que el trono del Mesías es
edificado para todas las generaciones. El aumento de Su soberanía y de la
paz no tendrán fin debido a que el Mesías está sentado sobre el trono de
David, y reina sobre Su reino porque la Iglesia está siendo edificada en
toda la tierra. La piedra cortada sin ayuda de manos que crece y llena toda
la tierra es el reino del Mesías. Por tanto, el antiguo compositor de himnos
tuvo razón al enseñar a la Iglesia a cantar:
2. Su carácter personal
Lo sorprendente de esta primera promesa es cómo Jesús se hace
personalmente responsable por su cumplimiento. Hace la promesa muy
personalmente: ― ¡Edificaré mi Iglesia! Dice sin rodeos: ― Es mi
Iglesia, y yo la edificaré. No dice que la Iglesia será edificada, sino
― ¡Edificaré «mi Iglesia»! Las palabras «mi Iglesia» indican el interés
personal que Él tiene en la Iglesia. La palabra «edificaré» indica Su
compromiso personal con su edificación y presupone Su capacidad para
edificarla por gracia todopoderosa. Esto me recuerda Apocalipsis 5,
cuando nadie puede tomar el libro y abrirlo. No se halla a nadie que pueda
cumplir con los propósitos redentores de Dios hasta que viene Aquel que
es ― al mismo tiempo— el león de la tribu de Judá y el cordero inmolado
y viviente, que tiene siete cuernos y siete ojos.
Capítulo 6:
Victoria para la Iglesia
― La segunda promesa
B. La segunda promesa: «Las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella».
1. ¿Qué significa «las puertas del Hades»?
El «Hades» en la Biblia se refiere figuradamente al lugar de la muerte o al
sepulcro. También describe el lugar de castigo para los malvados después
de la muerte por causa del pecado. La Muerte y el Hades son los últimos y
peores enemigos del pueblo de Cristo. Recuerde 1 Corintios 15:25‑26
― «(25)Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos
debajo de sus pies. (26)[Y] el último enemigo que será abolido es la
muerte». «[L]as puertas del Hades» en Mateo 16:18, significa todo lo que
se opone a la edificación de la Iglesia de Cristo. «[E]l último» y peor
«enemigo» en 1 Corintios 15:26, significa y representa a todos los
enemigos del reino de Cristo.
2. ¿Se representa la Iglesia a la ofensiva o a la defensiva?
Esta es una de las preguntas más apremiantes con respecto a la
interpretación de Mateo 16:18. A primera vista, la referencia a «las
puertas del Hades» hace pensar que la Iglesia está a la ofensiva sitiando la
ciudad del Hades con sus poderosos ejércitos. En un examen más
minucioso, muchos cristianos notan la manera en que el verbo es traducido
en esta frase. Varias versiones lo traducen como «prevalecerán», y otras
como «vencerán». Esto suena a que las Puertas del Hades están a la
ofensiva, intentando derribar y prevalecer en contra de la Iglesia, pero no
pueden aplastarla completamente. ¿Cuál es la suposición correcta? ¿Se
representa la Iglesia a la ofensiva en contra del Hades o a la defensiva?
Por mucho tiempo estuve indeciso acerca de esta pregunta. Pero hace
unos pocos años, experimenté algo de avance en mi entendimiento del
texto. Ahora creo que la Iglesia es representada definitivamente a la
ofensiva. Por supuesto, si es cierto, las implicaciones escatológicas de esto
son transcendentales.
Creo que la Iglesia es representada a la ofensiva por dos razones:
En primer lugar, la Iglesia es representada allí como una Iglesia de
guerra. Este lenguaje suena extraño, y puede preguntarse qué significa. Es
posible que nunca antes haya escuchado si quiera de la terminología
relacionada con una «Iglesia de guerra». Permítame explicar lo que quiero
decir con esto.
La versión griega del Antiguo Testamento usada por los primeros
discípulos de Cristo (la Septuaginta) habla muchas veces de la iglesia
(ekklesia) de Israel. Este último se convirtió en la nación del pacto de Dios
en lo que se llamó «el día de la asamblea (iglesia)» {paréntesis añadidos}
en el Monte Sinaí (Deu. 9:10; 18:16). Israel a menudo se reunía como una
iglesia para adorar (1 Rey. 18:14; 2 Cró. 29:28). Sin embargo, el
término «iglesia» se usa también para designar «asambleas» con el
propósito de ir a la guerra. Cuando Israel se reunió para hacer guerra
contra sus enemigos, esto también fue llamado una «iglesia». ¡Era una
asamblea de guerra o iglesia de guerra! Hay referencias a iglesias de
guerra en Jueces 20:2; 21:5, 8; 1 Samuel 17:47; Salmo 149:1 (cf. v. 6).
Estoy aseverando que Jesús concibió Su Iglesia allí en Mateo 16:18 como
una iglesia de guerra peleando a las puertas del Hades. He aquí algunos de
los textos a los que acabo de referirme que confirman la idea de una iglesia
de guerra en el Antiguo Testamento:
Jueces 20:2 ― Y los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de
Israel, tomaron su puesto en la asamblea (iglesia) del pueblo de
Dios, cuatrocientos mil soldados de a pie que sacaban espada.
{Paréntesis añadidos}
Jueces 21:5 ― Después los hijos de Israel dijeron: ¿Quién de entre
todas las tribus de Israel no subió a la asamblea (iglesia) del
SEÑOR? Porque habían hecho gran juramento en cuanto a todo
aquel que no subiera al SEÑOR en Mizpa, diciendo: Ciertamente se
le dará muerte. {Paréntesis añadidos}
Salmo 149:1, 6 ― (1)¡Aleluya! Cantad al SEÑOR un cántico
nuevo: su alabanza en la congregación (iglesia) de los santos [...] (6)
[Sean] los loores de Dios en su boca, y una espada de dos filos en su
mano... {Paréntesis añadidos}
En segundo lugar, aunque la palabra traducida como «prevalecerán» o
«vencerán» nos sugiere naturalmente que el Hades está a la ofensiva en
contra de la Iglesia, esta es una falsa impresión. Dicha palabra (el verbo,
katischuo) no se refiere necesariamente a la guerra ofensiva. A veces se
refiere al reforzamiento o fortificación de obras defensivas, como las
puertas de una ciudad. En tales casos, simplemente significa ser fuerte o
fortalecer. En otras palabras, a veces se refiere al reforzamiento de
fortificaciones defensivas, como muros y puertas. Es claro que así es como
se usa en Mateo 16:18, donde Jesús está hablando de las puertas del
Hades. En consecuencia, debería traducirse como: Las Puertas del Hades
no resistirán frente a la Iglesia de guerra de Cristo. Permítame mostrarle
dos lugares donde este significado es ilustrado. Cuando aparece el mismo
verbo usado en Mateo 16:18, se resaltó con letra cursiva:
2 Crónicas 26:9 ― Uzías edificó además torres en Jerusalén en la
puerta del Ángulo, en la puerta del Valle y en la esquina [de la
muralla,] y las fortificó.
2 Crónicas 32:5 ― Y él cobró ánimo y reedificó toda la muralla
que había sido derribada y levantó torres en ella, [edificó] otra
muralla exterior, fortificó el Milo [en] la ciudad de David, e hizo
armas arrojadizas y escudos en gran cantidad.
En Mateo 16:18, la Iglesia de guerra es representada definitivamente
asaltando las fortificaciones de la ciudad del Hades. Las Puertas del Hades
son enormes, fortificadas y reforzadas por todas las partes que al maligno
se le puede ocurrir; pero no pueden resistir y, de hecho, no resisten. Se
desmoronan y caen ante la arremetida de la Iglesia de Cristo. Esto es
ciertamente lo que Jesús está enseñando allí. Realmente no cabe duda. ¡La
única pregunta es si lo creeremos y actuaremos a la luz de esto!
Conclusión:
La Iglesia es representada a la ofensiva en las dos promesas que componen
la gran predicción de Cristo. La Iglesia está siendo edificada. Esto habla
del avance universal del reino de Cristo. Las puertas del Hades no
resistirán frente a la Iglesia. Esto habla del desmoronamiento de las
defensas de la Ciudad del Hades como símbolo del desmoronamiento de
todos los enemigos de Cristo que se oponen a la arremetida de la Iglesia.
ΙΙΙ. Sus propósitos
Aquí llegamos a la aplicación de la predicción de Cristo. Pregunto, ¿por
qué Jesús dijo esto a Pedro y los demás apóstoles? Creo que se nota
perfectamente que Jesús tiene que haber dicho tales cosas a Pedro para
alentarlo. Dijo estas cosas a Pedro el impetuoso, Pedro el débil, Pedro el
temeroso. Jesús sabía que un día Pedro necesitaría el ánimo que allí le
estaba infundiendo.
Una feliz ilustración de esto puede ser tomada del Señor de los Anillos.
Recuerde cómo, en el último libro y en la última película, Aragorn y el
remanente de los ejércitos que defendió Gondor deciden asaltar las Puertas
Negras de Mordor. Eran portones enormes que protegían la entrada del
propio reino de Sauron, la tierra de Mordor. Las puertas están custodiadas
por troles enormes. Detrás de estos están las hordas de Mordor que suman
decenas de miles y superan en número a las pequeñas fuerzas que
acompañan a Aragorn y Gandalf a la entrada en su asalto a las Puertas
Negras. Aragorn se acerca a las puertas y reclama que el Señor de Mordor
salga para que reciba justicia y juicio sobre su cabeza. Esto fue algo
extraordinariamente valiente y atrevido por parte de Aragorn.
Pero es más valiente y atrevido que la Iglesia ― pequeña y débil como
es— asalte las Puertas del Hades. Por eso Jesús llama roca al impetuoso,
débil, insípido y temeroso Pedro; y le dice esta predicción y le da estas
promesas. Pedro es el epítome perfecto de todos nosotros, los cristianos, en
nuestra debilidad y cobardía ante las amenazas del enemigo.
¿Qué ánimo Jesús nos da en estas promesas?
No debemos albergar ― tenemos que rechazar enfáticamente— las
posturas pesimistas acerca del futuro de la Iglesia. Las posturas
francamente pesimistas acerca del futuro de la Iglesia que empañan la
mayoría de las posturas evangélicas acerca de este tema son contrarias a la
predicción más fundamental de su futuro, la predicción que se encuentra
en Mateo 16. Esta promesa, desde mi punto de vista, no implica ningún
tipo de posturas optimistas acerca del futuro del mundo usualmente
asociadas con el posmilenarismo; pero, sí demanda posturas optimistas
acerca de la expansión y el progreso de la Iglesia. Por tanto, si hemos de
ser bíblicos, tenemos que rechazar lo que ha sido llamado
pesimilenarismo. Y en nuestro rechazo de escatologías pesimistas, más
bien tenemos que fortalecer nuestras débiles manos y luchar por el bien y
la gloria de la Iglesia. Tenemos que cantar y hacerlo en serio:
1. Tu reino amo, ¡oh Dios!, tu casa de oración,
Y al pueblo que en Jesús halló completa redención...
3. Por ella mi oración, mis lágrimas, mi amor.
Solicitud, cuidado, afán por ella son, Señor.[31]
No debemos tener temor de tomar acción con denuedo en contra de los
enemigos de la Iglesia de Cristo. Tenemos que recordar que esta es una
Iglesia de guerra; lo cual significa que la Iglesia de Cristo es una Iglesia
misionera —que lleva la batalla a donde está el enemigo. Una iglesia que
no es misionera, no es una iglesia verdadera.
Desde sus primeros siglos, la Iglesia confesó que era misionera cuando
confesó su fe en la Iglesia católica. Soy bien consciente que muchos temen
a la palabra católica. Sin embargo, es una palabra buena cuando se usa
apropiadamente. Simplemente significa universal. Dice que la Iglesia de
Cristo es y será universal tanto geográfica como cronológicamente. ¿Qué
quiere decir esto? Cristo (y la Iglesia a favor de Cristo) no puede tolerar
rival alguno de Cristo en ninguna parte, en tiempo o espacio, en la historia
o en el mundo. Tales reclamos exclusivos acerca de Cristo y la Iglesia son
un terrible escándalo para el relativismo y la tolerancia de nuestra época.
No obstante, la Iglesia nunca puede transigir con las Puertas del Hades ni
pedir una tregua con el reino de la oscuridad sin dejar de ser la Iglesia. La
guerra por el control católico de todo tiempo y espacio tiene que continuar
hasta que Cristo no tenga rivales.
No debemos olvidar que la Iglesia universal expresada en iglesias
locales es la beneficiaria específica de las promesas de Cristo. Si quiere
esforzarse en el centro de los propósitos de Dios y con el total apoyo de las
promesas de Cristo, tiene que esforzarse en, con y por la Iglesia de Cristo.
No estoy diciendo que Dios nunca bendiga las organizaciones
paraeclesiásticas. Creo que lo hace a pesar de sus deficiencias. Lo que
estoy diciendo es que esta promesa es dada a la Iglesia universal expresada
en iglesias locales.
No debemos estar sorprendidos por encontrarnos en una guerra y en
necesidad de las promesas de Cristo en nuestro servicio a Su Iglesia. A
veces somos sacudidos al percatarnos que estamos en una guerra. A veces
nos sentimos cansados y asustados por la tensión constante de la batalla.
Podemos incluso llegar a traumatizarnos y desorientarnos. En esos
momentos tenemos que recordar las promesas de Cristo.
Cuando sentimos nuestra debilidad y necesidad abrumadoras, tenemos
que recordar el interés personal de Cristo en Su Iglesia y el compromiso
personal que Cristo tiene con su victoria. No somos capaces de asaltar las
«Puertas Negras» del Hades con nuestras fuerzas, pero nunca debemos
olvidar los términos de la promesa de Cristo: edificaré Mi Iglesia ― Es Mi
Iglesia y Yo la edificaré. Eso es lo que Él dice, nunca debemos olvidarlo.
Nunca debemos olvidar que es la Iglesia de Cristo y no la nuestra. Aunque
pasemos nuestras vidas esforzándonos por nuestra iglesia, no es nuestra
iglesia. Nunca debemos olvidar que solo Él puede edificarla. Tenemos que
trabajar por la Iglesia, pero nunca debemos olvidar que no podemos lograr
nada por nosotros mismos. Esto requiere una doble humildad. Necesitamos
la humildad para no convertirla en «nuestra iglesia». Necesitamos la
humildad para rehusarnos a pensar que la podemos edificar. Solo Cristo
puede edificarla. En todos nuestros esfuerzos, se requiere que devolvamos
constantemente la Iglesia a Cristo y colapsemos constantemente a Sus pies
en dependencia.
SECCIÓN 2:
EL CRECIMIENTO DE LA SEMILLA DE MOSTAZA (LUC.
13:10‑21)
Capítulo 7:
La semilla de mostaza
en crecimiento (1)
Son pocas las cuestiones en la escatología que tienen mayor importancia
práctica que el tema de qué podemos esperar de la Iglesia durante la edad
del evangelio. La perspectiva que uno tenga de este asunto influirá
profundamente en sus actitudes hacia la Iglesia, sus esperanzas en la
Iglesia, y sus esfuerzos por la Iglesia. Sin embargo, esto no solo es un tema
sumamente importante, es también uno que se debate acaloradamente.
Quienes sostienen posturas más negativas acerca de lo que podemos
esperar de la Iglesia en el futuro, durante esta edad, son llamados
pesimilenaristas. Quienes sostienen posturas más positivas y optimistas
acerca de lo que podemos esperar terrenalmente de la Iglesia son a veces
catalogados como liberales y evolucionistas.
Quizá la declaración clásica del crecimiento y progreso de la Iglesia
durante esta edad se encuentre en la parábola que refirió nuestro Señor
conocida como «El grano de mostaza y la levadura». Consideraremos el
relato de esta parábola en Lucas 13:10‑21
― (10)[Jesús] estaba enseñando en una de las sinagogas un día de
reposo, (11)y había [allí] una mujer que durante dieciocho años había
tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y
de ninguna manera se podía enderezar. (12)Cuando Jesús la vio, la
llamó y le dijo: Mujer, has quedado libre de tu enfermedad. (13)Y
puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a
Dios. (14)Pero el oficial de la sinagoga, indignado porque Jesús había
sanado en día de reposo, reaccionó diciendo a la multitud: Hay seis
días en los cuales se debe trabajar; venid, pues, en esos [días] y sed
sanados, y no en día de reposo. (15)Entonces el Señor le respondió, y
dijo: Hipócritas, ¿no desata cada uno de vosotros su buey o su asno
del pesebre en día de reposo y lo lleva a beber? (16)Y esta, que es hija
de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho
largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en día de
reposo? (17)Y al decir Él esto, todos sus adversarios se avergonzaban,
pero toda la multitud se regocijaba por todas las cosas gloriosas
hechas por Él. (18)Entonces decía: ¿A qué es semejante el reino de
Dios y con qué lo compararé? (19)Es semejante a un grano de
mostaza que un hombre tomó y echó en su huerto; y creció y se hizo
árbol, y LAS AVES DEL CIELO ANIDARON EN SUS RAMAS.
(20)
Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios? (21)Es
semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres
medidas de harina hasta que todo quedó fermentado.
Lucas 13:10-21 contiene una de las tres versiones del relato que hace
Jesús de la parábola de la semilla de mostaza. Las otras dos versiones se
encuentran en Mateo 13:31‑32 y Marcos 4:30‑32. La versión de Lucas
(por razones que daré más adelante) destaca la idea del crecimiento,
progreso o avance del reino bajo una luz particularmente clara.
I. El tema de la parábola
Es obvio que el propósito de Jesús en esta parábola es ilustrar a sus
discípulos aún más en cuanto al tema del reino de Dios (v. 18). Por lo
tanto, tenemos que comenzar por considerar lo que nuestro Señor quiere
decir con «el reino de Dios». Se han escrito extensos volúmenes de
exégesis sobre este tema bíblico que tiene una importancia enorme.[32] Un
capítulo anterior presentó su significado al lector. Sin embargo, es
necesario explicar su relevancia específica en este momento. Lo haré
dando una definición de la frase y luego explicando sus cuatro partes
fundamentales.
¿Qué es el reino de Dios? Es el largamente profetizado(a) reinado de
Dios(b) ― poderosamente presente en el mundo a través de la Palabra de
Dios— que produce hijos de Dios;(c) y está estrechamente asociado con la
Iglesia de Dios;(d) y se revela en última instancia en la destrucción de los
malvados, la revelación en gloria del Redentor, y la gloria de un mundo
redimido y una raza redimida.(e)
a) La venida del reino es la esencia temática de la profecía del A. T.
Isaías 52:7 dice: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que
trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas
nuevas de gozo, del que anuncia la salvación, [y] dice a Sión: Tu Dios
reina!». Daniel 2:44 profetiza: «En los días de estos reyes, el Dios del
cielo levantará un reino que jamás será destruido, y [este] reino no será
entregado a otro pueblo; desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos
reinos, y él permanecerá para siempre». Daniel 7:13‑14 añade:
«(13)Seguí mirando en las visiones nocturnas, y he aquí, con las nubes
del cielo venía uno como un Hijo de Hombre, que se dirigió al Anciano
de Días y fue presentado ante Él. (14)Y le fue dado dominio, gloria y
reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su
dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no
será destruido».
b) El reino de Dios es el reinado de Dios. Salmo 103:19 declara: «El
SEÑOR ha establecido su trono en los cielos, y su reino domina sobre
todo». En primer lugar, el reino no es un pedazo de propiedad
inmobiliaria ― como el Reino de Inglaterra o Mónaco. Es el regio
poder y autoridad del rey. A menudo, esta palabra se traduce mejor en
la Biblia como «reinado» o «soberanía». Aunque a veces designa un
área sobre la cual un rey reina, este es un significado secundario y
derivado.
c) El reino de Dios está presente poderosamente en el mundo a través de
la Palabra de Dios porque la parábola de la semilla de mostaza está
estrechamente conectada con parábolas, tanto en Mateo como en
Marcos, que comparan el reino de Dios con una semilla. En esas
parábolas, la semilla se identifica como la Palabra de Dios que produce
hijos de Dios (Mat. 13 ― nótese especialmente los vv. 19 y 38; y
Mar. 4:26‑32).
d) Como ya se ha mostrado, el Reino ― en primer lugar— no es un área
sobre la cual Dios gobierna, sino el reinado de Dios mismo. Por lo
tanto, igualar simplemente el Reino y la Iglesia está mal. La Iglesia no
es el reinado de Dios, aunque a veces puede ser el área sobre la cual
Dios reina. Por otro lado, no ver la estrecha relación que hay entre el
Reino y la Iglesia está mal también. Esta relación se manifiesta
intencionalmente en el primer y clásico pasaje que trata de la Iglesia en
el Nuevo Testamento (Mat. 16:17‑19). Pedro, quien es aquí
identificado en cierto sentido como la roca o el fundamento de la
Iglesia de Cristo, hace uso como tal de «las llaves del reino de los
cielos». En Mateo 18:15‑20, la primera mención de la iglesia local en
el Nuevo Testamento, el atar y desatar mediante el uso de estas llaves
es ejercido por la asamblea local. Así que hay una estrecha relación
entre el Reino de Dios y la Iglesia, tanto en su dimensión universal
como local.
e) La última parte de mi definición del reino incorpora algo muy
importante acerca este. No solo se revela al presente en la Iglesia, sino
también en el futuro de una nueva manera que comprende el regreso
del Rey, el Juicio de los malvados y la gloria de Su pueblo en una tierra
redimida. Si desea, puede verlo en Mateo 13:37‑43, donde se explica
otra parábola del reino ― la de la cizaña.
Algo debería quedar claro. El Reino de Dios no es meramente un ideal
impreciso o una realidad futura. Está estrechamente asociado con ― y
está en operación en— la Palabra del Reino, los Hijos del Reino y la
Iglesia, la cual hace uso de las Llaves del Reino. Todo esto significa que
hay una aplicación directa de esta parábola para la Iglesia y lo que puede
esperarse de esta en el futuro, durante la edad del evangelio.
II. El simbolismo de la parábola
Los símbolos que Jesús usa en esta parábola provienen de cosas comunes
en la Palestina agrícola. La más pequeña de las semillas en los huertos
comunes en la Palestina del primer siglo era la semilla de mostaza. Por
esto se dice en Mateo 13:32 que «de todas las semillas es la más
pequeña».[33] Esta, la más pequeña de todas las semillas en los huertos, era
proverbial por su poder germinativo ― su capacidad de crecer. Aunque al
principio del verano era la semilla más pequeña, a finales de esta misma
estación del año se convertía ― bien podía decirse— en la mayor de las
hortalizas alcanzando alturas de 8, 10 e incluso 15 pies.[34] Por tanto,
llegaba a dominar visiblemente sobre las demás hortalizas. En otoño,
cuando sus ramas se ponían rígidas, ocasionalmente las aves incluso
hacían nidos en la planta de mostaza, que ahora sería del tamaño de un
árbol pequeño.
III. La sustancia de la parábola
¿Hasta qué punto es el reino de Dios como una semilla de mostaza? Los
temas que Jesús enfatiza al relatar esta parábola indican al menos tres
aspectos en los cuales el reino de Dios es semejante a la semilla de
mostaza. En primer lugar, aparece al principio como la cosa más pequeña,
débil e insignificante (Mar. 4:31; Mat. 13:32 ― «de todas las semillas es
la más pequeña»). En segundo lugar, tiene un maravilloso poder para
germinar, crecer y multiplicarse (Luc. 13:19 y nótese el presente durativo
en los tres tiempos gramaticales en Mar. 4:32). En tercer lugar, dominará
finalmente todo el mundo. Observe la referencia a «LAS AVES DEL
CIELO» en Lucas 13:19 y los pasajes paralelos. Esta es una alusión a dos
pasajes del Antiguo Testamento (Eze. 17:22‑24; Dan. 4:21‑22), y quizá
incluso una cita de estos. En estos dos pasajes, las aves del cielo son las
naciones del mundo que hallan reposo bajo la autoridad de un reino
universal. Por tanto, Jesús está afirmando que el conocimiento del Señor
proclamado en el evangelio del reino dominará el mundo. Así que la
profecía de Isaías 11:9 se cumplirá a través del evangelio: «...porque la
tierra estará llena del conocimiento del SEÑOR como las aguas cubren el
mar».
Realmente no hay duda de que en estos tres puntos hemos captado la
esencia de la analogía entre la semilla de mostaza y el reino de Dios; pero
si se necesita aún más confirmación, examinemos nuestro próximo punto y
la tendremos.
IV. El escenario de la parábola
Hay una conexión deliberada entre la parábola de la semilla de mostaza y
su contexto o escenario en el Evangelio de Lucas. En Lucas 13, el
versículo 18 comienza así: «Entonces[35] decía...». El incidente «en una de
las sinagogas un día de reposo» (Luc. 13:10) proveyó la introducción y el
indicio apropiados al significado de la parábola de la semilla de mostaza.
El reino apareció en la sinagoga aquel día como la más pequeña, débil e
insignificante de las cosas ― «de todas las semillas es la más pequeña».
Nada pudo haber parecido más insignificante y ordinario que la aparición
del joven carpintero judío, convertido en rabí, procedente de Galilea de los
Gentiles, aquel día de reposo en la mañana. Nada pudo haberse parecido
menos al séquito del rey cuando está haciendo su entrada que el
heterogéneo grupo de seguidores que vino con Él ese día a la sinagoga.
Pero, esta semilla de mostaza manifiesta aquí un poder maravilloso para
germinar, crecer y multiplicarse. La Palabra del Reino en los labios de
Jesús manifiesta un potencial nunca visto para libertar a los que están en
cautiverio (v. 12), para humillar y traer convicción a los que se oponen
(v. 17a), y para alentar a Sus amigos (v. 17b). Este poder dominará
finalmente todo el mundo. Este es el punto del «Entonces decía...» al
comienzo del versículo 18. En la parábola de la semilla de mostaza, Jesús
está declarando a sus seguidores que lo que habían acabado de ver era y
sería característico del reino de Dios en su totalidad hasta el fin de los
tiempos. Siempre será como esa semilla de mostaza, siempre vendrá en
aparente debilidad; pero sorprenderá con su maravilloso poder
germinativo. Y finalmente ― para parafrasear a Jesús— el reino
representado ahora por Mí y mis despreciados seguidores dominará el
mundo. Esto, y nada menos que esto, es la asombrosa aseveración de Jesús
de Nazaret en la parábola de la semilla de mostaza.
Capítulo 8:
La semilla de mostaza
en crecimiento (2)
V. La fundamentación de la parábola
He afirmado que Jesús está enfatizando el crecimiento del reino en la
parábola de la semilla de mostaza. George Eldon Ladd limita el significado
de la parábola al contraste entre el modesto comienzo del reino y su gran
consumación, y rechaza que allí se enseñe el proceso o crecimiento del
reino. Sugiere que la idea de proceso implica evolución.[36] Sin embargo, la
idea de crecimiento no implica evolución ni requiere posmilenarismo,
como algunos piensan. Puede haber progreso sin posmilenarismo. El
cuadro de siembra y cosecha presente en muchas de las parábolas del reino
en Mateo 13 presupone la idea de un proceso de maduración; pero es
notable que ese proceso por sí mismo nunca hará que venga la siega. Tiene
que ocurrir la intervención directa del Segador. Tampoco se necesita la
teoría evolucionista. La actividad directa de Dios y Su poderosa Palabra
dan tanto el crecimiento como la cosecha. No es un proceso evolutivo
natural o inmanente, sino una acción del Dios trascendente a través de Su
Palabra que trae consigo el avance y, finalmente, el triunfo del Reino.[37]
Hay varios argumentos que confirman la presencia de la idea de
crecimiento en la parábola de la semilla de mostaza:
a) «La parábola del sembrador» misma, que aparece en el contexto
cercano de la parábola de «El grano de mostaza y la levadura» en
Mateo 13, implica el poder germinativo ― la sorprendente fertilidad
de la Palabra— cuando dice que la semilla produce a treinta, a sesenta
y a ciento por uno.[38]
b) La aparición paralela de la parábola de «El grano de mostaza» en
Marcos 4:30‑32 le da un énfasis más claro a la idea de crecimiento por
su uso de tres tiempos verbales presentes durativos en el v. 32 ― «sin
embargo, después de sembrado, crece y llega a ser más grande que
todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que LAS AVES DEL
CIELO pueden ANIDAR BAJO SU SOMBRA» {Cursivas añadidas}.
Estos tiempos verbales en presente enfatizan la idea de duración y
proceso.
c) El contexto de la aparición de la parábola en Marcos 4:30‑32 indica la
idea de crecimiento. De hecho, «La parábola del crecimiento de la
semilla» que se encuentra en 4:26‑29 parece enfatizarlo: «(26)Jesús decía
también: “El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la
tierra, (27)y se acuesta de noche y se levanta de día, y la semilla brota y
crece; cómo, él no lo sabe. (28)La tierra produce fruto por sí misma;
primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la
espiga. (29)Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz,
porque ha llegado [el tiempo de] la siega”». El término que se
encuentra en el v. 28, traducido como «por sí misma», sugiere
explícitamente la idea de crecimiento. No hay intervención divina
externa alguna que cause el crecimiento. Este ocurre mediante un
proceso interno oculto («por sí misma»). Finalmente, el énfasis
minucioso en las tres etapas de crecimiento en el mismo v. 28 acentúa
la idea de crecimiento («“...primero la hoja, luego la espiga, y después
el grano maduro en la espiga...”»).
d) Como hemos visto, el contexto de la parábola de «El grano de mostaza
y la levadura» en Lucas 13 enfatiza también el proceso continuo que
tiene lugar al presente. Recuerde la conexión entre los vv. 10‑17 y los
vv. 18‑20, marcada por la conjunción «entonces» (gr. οὖν). Estos
versículos enfatizan el poder de la palabra de Jesús en el presente para
sanar a los enfermos, humillar a Sus enemigos y alegrar a la multitud
con la Palabra de salvación.
e) En otro lugar del Nuevo Testamento hay evidencia a favor de la idea de
expansión de la semilla del evangelio durante la edad actual.
Colosenses 1:6, 10 y 11 es un ejemplo claro de esta evidencia:
...(6)que ha llegado hasta ustedes. Así como en todo el mundo está
dando fruto constantemente y creciendo, así [lo ha estado haciendo]
también en ustedes, desde el día que oyeron y comprendieron la
gracia de Dios en verdad […] (10)para que anden como es digno del
Señor, haciendo en todo, lo que [le] agrada, dando fruto en toda
buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios; (11)Rogamos
que ustedes sean fortalecidos con todo poder según la potencia de
Su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo...
Tanto el v. 6 como el v. 10 usan los mismos verbos que se encuentran
en «La parábola del sembrador» y «La parábola del grano de mostaza»
para enfatizar la idea de crecimiento. Probablemente, esto significa que
Colosenses 1:6‑11 es una especie de comentario inspirado de estas
parábolas que confirma la presencia de la idea de crecimiento en las
mismas.[39]
VI. La salvaguarda de la parábola
Dos malas interpretaciones serias han plagado la historia de la exposición
de estas parábolas. Ambas tienen que ser tratadas de manera específica,
para que la exposición anterior no sea mal interpretada.
f) El dispensacionalismo
Muchos expositores dispensacionalistas (entre ellos el escritor de la {título
oficial} La Santa Biblia: Edición anotada por Scofield original) ven en las
parábolas gemelas del grano de mostaza y la levadura una profecía de la
corrupción progresiva de la iglesia cristiana profesante.[40] La «levadura»
― dicen— equivale a una influencia maligna. Sugieren, además, que la
transformación de una legumbre en árbol indica una distorsión monstruosa
del reino.
Uno apenas sabe por dónde comenzar a tratar los absurdos involucrados
en semejante interpretación. Dos cosas manifiestan suficientemente su
absurdo. En primer lugar, la conexión de esta parábola en el Evangelio de
Lucas es un incidente que, como hemos visto, está lleno del triunfo de la
Palabra de Cristo. La conjunción «entonces», que introduce la parábola del
grano de mostaza allí, declara que este incidente ilustra el significado de la
parábola. ¡Es imposible explicar cómo las parábolas de la levadura y del
grano de mostaza pueden ser vistas en este contexto como una predicción
de la corrupción progresiva de la Iglesia cristiana!
En segundo lugar, una simple lectura del pasaje, como Scofield lo
interpreta, también refuta dicha conclusión. Lucas 13:18‑21, según su
interpretación, tiene que ser entendido de la siguiente manera:
(18)
Entonces decía: ¿A qué es semejante el reino de Dios y con qué
lo compararé? (19)Es semejante a un grano de mostaza que un
hombre tomó y echó en su huerto; y creció y se hizo una
monstruosidad, y LAS AVES DEL CIELO ANIDARON EN SUS
RAMAS. (20)Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios?
(21)
Es semejante a una influencia maligna que opera lentamente, que
una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo
quedó influenciado malignamente. {Cursivas añadidas}
Es imposible concebir una interpretación que entienda peor y frustre
aún más el verdadero significado y aplicación de esta parábola. De una
parábola que tiene la intención específica de alentar a los discípulos de
Cristo sobre la base del poder de la Palabra de Dios y el triunfo de la
Iglesia de Dios, tales intérpretes deducen una enseñanza bien calculada
para crear pesimismo y matar todo celo por la obra de la edificación de la
Iglesia de Cristo.
g) El posmilenarismo
Los posmilenaristas ven en estas parábolas una profecía del triunfo total
del evangelio en el mundo, en el cual el cristianismo triunfa política,
externa, económica y espiritualmente:
El posmilenarismo es la fe en que Cristo, a través de Su pueblo,
logrará y pondrá en vigor las gloriosas profecías de Isaías y todas
las Escrituras, que Él vencerá a todos Sus enemigos a través de Su
pueblo del pacto, y que ejercerá Su poder y Reino en todo el mundo
y sobre todos los hombres y naciones, para que, en fe o en derrota,
toda rodilla se doble ante Él y toda lengua confiese a Dios (Rom.
14:11; Flp. 2:11) [...] ¿Cómo ha de venir el Reino de Cristo? La
Escritura es nuevamente muy terminante y explícita. La paz y
prosperidad gloriosas del reinado de Cristo serán logradas SOLO
cuando las personas obedezcan la ley del pacto.[41]
Lo que se necesita es una visión de la historia que garantice a los
cristianos la victoria visible y externa, en el tiempo y en la tierra,
como un preludio, una garantía,[42] de la victoria absoluta y eterna
que los cristianos confían que les espera después del día del Juicio...
[43]
Capítulo 9:
El trigo y la cizaña (1)
Introducción:
En los dos capítulos anteriores hemos examinado promesas para la Iglesia
que son maravillosas y poderosas. Son tan maravillosas y enfáticas que en
el capítulo anterior consideré necesario proteger esas promesas de la idea
de que el crecimiento de la Iglesia tendría como resultado una gran edad
de oro de rectitud, paz y prosperidad antes del regreso de Jesús. Esta idea
se conoce tradicionalmente como posmilenarismo. Sobrenfatizar la clase
de predicciones que han sido examinadas en los últimos capítulos ha
conducido a menudo al posmilenarismo. En mi primer libro acerca del fin
de los tiempos he presentado argumentos serios en contra de esta
perspectiva de la escatología bíblica. Sin embargo, mi problema con el
posmilenarismo no es por tomar en serio las promesas para la Iglesia; sino
por las deducciones humanas que se extraen de estas promesas. Como
medida preventiva contra tal «lógica», este capítulo y el próximo tienen
por objeto proveer el marco de referencia para un enfoque más equilibrado
del futuro de la Iglesia y del mundo. Para esto se considerará la enseñanza
de la parábola del trigo y la cizaña. Los capítulos posteriores examinarán
Mateo 24, pasaje que provee un concepto más oscuro de lo que podemos
esperar en cuanto a la Iglesia en este mundo, y una transición hacia el tema
de lo que podemos esperar en cuanto al Israel étnico en el futuro. Las
palabras del Señor en Mateo 24 (también registradas en Mar. 13 y Luc.
21) arrojan luz sobre el futuro de la Iglesia y también sobre el futuro del
Israel étnico.
La parábola del trigo y la cizaña (o «La parábola de la cizaña» como ha
sido llamada tradicionalmente) solo se encuentra en Mateo 13:
(24)
[Jesús] les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos
puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su
campo. (25)Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y
sembró cizaña entre el trigo, y se fue. (26)Cuando el trigo brotó y
produjo grano, entonces apareció también la cizaña. (27)Y los siervos
del dueño fueron y le dijeron: «Señor, ¿no sembraste buena semilla
en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?». (28)Él les dijo: «Un
enemigo ha hecho esto». Y los siervos le dijeron*: «¿Quieres, pues,
que vayamos y la recojamos?». (29)Pero él dijo*: «No, no sea que al
recoger la cizaña, arranquéis el trigo junto con ella. (30)Dejad que
ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a
los segadores: “Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para
quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero”» [...] (36)Entonces
dejó a la multitud y entró en la casa. Y se le acercaron sus
discípulos, diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del
campo. (37)Y respondiendo Él, dijo: El que siembra la buena semilla
es el Hijo del Hombre, (38)y el campo es el mundo; y la buena
semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno;
(39)
y el enemigo que la sembró es el diablo, y la siega es el fin del
mundo, y los segadores son los ángeles. (40)Por tanto, así como la
cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será
en el fin del mundo. (41)El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y
recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los
que hacen iniquidad; (42)y los echarán en el horno de fuego; allí será
el llanto y el crujir de dientes. (43)Entonces LOS JUSTOS
RESPLANDECERÁN COMO EL SOL en el reino de su Padre. El
que tiene oídos, que oiga.
Como se ha dicho, «La parábola de la cizaña» ofrece una vista
panorámica abarcadora y profunda en cuanto a qué podemos esperar de la
Iglesia en la presente edad del evangelio. Para apreciar todo este panorama
necesitamos considerar la enseñanza de esta parábola a través de tres
lentes:
I. Lo que «La parábola de la cizaña» enseña en común con las
demás parábolas del Reino en Mateo 13.
II. Lo que «La parábola de la cizaña» contribuye peculiarmente a
la enseñanza de las parábolas del Reino en Mateo 13.
III. Lo que «La parábola de la cizaña» enseña acerca de lo que
podemos esperar del Reino en la edad del evangelio.
I. Lo que «La parábola de la cizaña» enseña en común con las
demás parábolas del Reino en Mateo 13
Las parábolas de Mateo 13 tienen un énfasis común porque todas tratan la
misma cuestión que surgió por la situación histórica en la cual Jesús y Sus
discípulos se encontraban. Los judíos en general concebían la venida del
reino como una liberación gloriosa de todos sus problemas. Las
expectativas políticas y temporales permearon el concepto que tenían los
judíos de su venida (Jua. 6:15; Hch. 5:35‑39). Hasta los judíos con una
expectativa menos carnal (como Juan el Bautista) veían la venida del reino
como algo que implicaba el juicio de los malvados con poder irresistible
(Mat. 3:2‑12). Fue en tal contexto que Jesús vino predicando la cercanía y,
luego, la venida real del reino (Mat. 4:17; 12:28, 29).
Juan el Bautista gustosamente abrazó a Jesús como Aquel que
introduciría la gloriosa e irresistible venida del reino (Jua. 1:29); pero
cuando Jesús continuó predicando la cercanía del reino e incluso la
presencia misma del reino (Mat. 12:28 y sig.) sin la venida del Juicio de
los malvados y la consumación gloriosa, Juan el Bautista comenzó a
dudar. Cuando Juan fue arrestado y encarcelado, el problema se agudizó.
¿Cómo podía haber venido ya el reino en Jesús mientras que Juan se
estaba pudriendo en la prisión de Herodes? ¡La cárcel era el último lugar
en el que Juan esperaba estar después de la venida del reino! Por tanto,
leemos en Mateo 11:
(2)
Y al oír Juan en la cárcel de las obras de Cristo, mandó por medio
de sus discípulos (3)a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, o
esperaremos a otro? (4)Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y contad a
Juan lo que oís y veis: (5)los CIEGOS RECIBEN LA VISTA y los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos son resucitados y a los POBRES SE LES ANUNCIA EL
EVANGELIO. (6)Y bienaventurado es el que no se escandaliza de
mí [...] (11)En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha
levantado [nadie] mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más
pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.
Una de las cosas más difíciles que Jesús dijo alguna vez se
encuentra en estos versículos. ¿Cómo pudo decir Jesús que el
más pequeño en el reino de los cielos era mayor que Juan? El
versículo 11, al hablar de «el más pequeño en el reino» como
mayor que Juan el Bautista, se refiere a Juan en su calidad
distintiva de profeta. Ese es el sentido en el que Juan está siendo
valorado en este contexto, como queda claro en los versículos
12‑14:
(12)
Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los
cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza.
(13)
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. (14)Y si
queréis aceptar[lo], él es Elías, el que había de venir.
Los profetas se caracterizaban por su proclamación de los misterios del
reino. Es precisamente respecto a esto que Jesús clasifica a Juan como el
más pequeño en el reino. Es en su calidad de profeta ― como el último y
el mayor de los profetas del Antiguo Testamento— que Jesús se está
refiriendo a Juan. Por lo tanto, es en cuanto a la comprensión de los
misterios relacionados con la venida del reino que el más pequeño en el
reino es mayor que Juan.
Para entenderlo tenemos que confrontar un fenómeno bíblico que puede
sorprendernos. Los profetas y la profecía del Antiguo Testamento tenían lo
que podemos llamar una «perspectiva plana» del futuro. En otras palabras,
los profetas recibieron una percepción poco profunda del futuro. Por tanto,
a veces, acontecimientos que estaban muy separados entre sí en un tiempo
futuro pueden encontrarse predichos y entremezclados en los escritos de
los profetas. Considere, por ejemplo, la profecía de Miqueas sobre el exilio
de Israel hacia Babilonia y su posterior liberación (Miq. 4:9 y sig.), y
cómo esto está estrechamente conectado con las profecías sobre el
nacimiento y la gloria del Mesías (Miq. 5:2 y sig.). Por esta causa, el
Nuevo Testamento enseña con claridad que los mismos profetas a veces no
entendían claramente las cosas que estaban profetizando (1 Ped. 1:10‑12).
De Mateo 11:2‑6, aprendemos que un hombre piadoso y creyente como
el gran profeta Juan el Bautista luchó con la aparente inconsistencia de la
predicación de Jesús acerca del reino y lo que el Antiguo Testamento
mismo había conducido a los judíos a esperar (Dan. 2:44). Entonces,
¿podemos pensar que los discípulos de Jesús serían inmunes a las mismas
dudas? ¡No! Tendrían que enfrentar la misma pregunta. ¿Cómo podía estar
presente el todoconquistador y glorioso Reino escatológico de Dios en
Este que había sido carpintero en otro tiempo y Sus seguidores galileos?[44]
En otras palabras, el tema que tratan las parábolas del reino en Mateo 13
es cómo el reino podía estar presente en Jesús, Su predicación y Sus
discípulos.[45]
El énfasis común de estas parábolas es la respuesta a esta pregunta de
cómo el glorioso reino de Dios podía estar presente realmente en Jesús y
Sus seguidores. Dicha respuesta es el tema de estas parábolas. ¿Cuál es la
respuesta? Que el reino ha venido y está presente de una forma inesperada
por los judíos, pero esta forma presente anticipa y está vinculada a su
gloriosa y futura consumación. En otras palabras, el tema de estas
parábolas es que la venida del reino tiene dos etapas. Se desarrolla en dos
etapas. Viene de una forma inesperada por los judíos (e incluso Juan el
Bautista), antes de venir en su gloriosa forma final.[46]
II. Lo que «La parábola de la cizaña» contribuye peculiarmente a
la enseñanza de las parábolas del Reino en Mateo 13
Esta parábola amplía una verdad que se deduce de la parábola del
sembrador. Si el reino está presente como una siembra, entonces el reino
de Dios viene en dos etapas. Si ha de venir como la siega escatológica,
entonces, por esa misma razón, tiene que venir primero como un tiempo de
siembra. Hasta el tiempo de la siega, los hombres buenos y malos
coexistirían en el mundo incluso durante el tiempo del reino y después de
la venida del reino. No hay nada sorprendente o misterioso en la idea de
que el bien y el mal coexistan en el mundo. Siempre ha sido así. ¡Que
continúen coexistiendo con los justos después de la venida del reino es
realmente lo sorprendente!
Estos eran pensamientos verdaderamente extraordinarios que
confrontaban la mente judía de aquellos días. Para los judíos, la venida del
reino significaba la destrucción de los malvados, pero Jesús enseña que la
venida del reino no significa la destrucción inmediata de los malvados. Por
eso a estas parábolas se les llama «misterios». Esto, en gran medida, es el
misterio del reino. El Mesías viene primero como sembrador y luego como
segador. No es Su voluntad que los malvados sean inmediatamente
destruidos. Eso tiene que esperar a que el reino venga como la siega.[47]
Capítulo 10:
El trigo y la cizaña (2)
La clave para sostener que tanto el bien como el mal crecen juntos es
distinguir cuidadosamente entre la Iglesia y el mundo. Tenemos que
recordar que «el campo» en la parábola es «el mundo», no la Iglesia. La
prosperidad, el crecimiento y progreso de la Iglesia ― prometido en
Mateo 16:18 y Lucas 13:10‑21— no significa la conversión del mundo en
términos posmilenaristas clásicos. Podemos tener radiantes esperanzas
acerca del progreso del evangelio y el crecimiento de la Iglesia sin caer en
semejantes extremos posmilenaristas. Podemos tener perspectivas realistas
de la creciente impiedad del mundo y el avance del misterio de la
iniquidad sin negar el éxito seguro de la misión mundial de la Iglesia.
Las palabras de John Murray con respecto a lo que podemos esperar de
la Iglesia durante esta edad constituyen una conclusión adecuada para esta
parte de nuestros estudios. Al referirse al período entre las dos venidas
{lit. advenimientos} de Cristo, dice: «...la historia del interadvenimiento
se caracteriza por la tribulación, turbación, contienda, perplejidad, guerras
y rumores de guerras. Sin embargo, contemporáneo con esto está la
propagación universal de la Iglesia».[50]
SECCIÓN 4:
LA TRIBULACIÓN DURANTE ESTA EDAD (MAT. 24:1‑36)
Capítulo 11:
Tribulación y triunfo (1)
Introducción:
Hasta ahora he intentado enfatizar pasajes que han sido bastante obviados
y enseñan muy claramente el crecimiento y la propagación de la Iglesia
que Cristo prometió. Es cierto que esta historia tiene otra cara. También
habrá tribulación para la Iglesia.
Hay un pasaje que a menudo se identifica con este aspecto de lo que
podemos esperar para la Iglesia; es Mateo 24:1‑36. Estas palabras de
nuestro Señor no solo se encuentran en Mateo 24, sino además en Marcos
13 y Lucas 21. Esto ha sido tema de gran debate. Así que la naturaleza
exacta de lo que estas palabras enseñan acerca de la tribulación de la
Iglesia también es debatido.
Hay al menos cuatro formas principales en las que este pasaje ha sido
interpretado. La primera y más familiar en nuestros días es la
interpretación futurista. Esta perspectiva ve la Gran Tribulación y la
Venida de Cristo de las que se habla en este pasaje en el futuro, y
enfocadas en los judíos durante la Gran Tribulación final, antes que Cristo
regrese.[51] La segunda forma de interpretarlo ― creciendo en popularidad
hoy— es la perspectiva preterista[52] que ve la Gran Tribulación y la
Venida de Cristo de las que se habla en este pasaje en el pasado, y {ya}
cumplidas en la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. Esta
perspectiva, a menudo sostenida por los posmilenaristas, no ve en este
pasaje referencia alguna a ninguna tribulación de la Iglesia en el presente.
Se piensa que habla exclusivamente de las tribulaciones de los judíos hasta
la destrucción de Jerusalén, incluyendo dicho suceso. La tercera forma de
interpretarlo ― bastante popular también— es la perspectiva del doble
cumplimiento que ve la Gran Tribulación y la Venida de Cristo cumplidas
tanto en la destrucción de Jerusalén como en una futura Tribulación y la
futura Venida de Cristo. Por tanto, la Tribulación es vista en su segundo
cumplimiento como la Tribulación de la Iglesia.[53] La cuarta perspectiva
es ― a falta de una mejor descripción— la perspectiva de John Murray.
Él considera que la Gran Tribulación que se menciona en el pasaje {ya} se
cumplió, pero la Venida de Cristo que se menciona está aún en el futuro.
Ve estos dos acontecimientos siendo contrastados en el pasaje.[54] Esta es la
perspectiva del autor. Localiza la Tribulación de la que se habla en este
pasaje primariamente en las tribulaciones de los judíos hasta la destrucción
de Jerusalén, incluyendo dicho suceso; pero también encuentra en este
pasaje descripciones de las aflicciones que se extenderán a los discípulos
de Cristo durante todo el período del interadvenimiento. No ve este pasaje
enfocado en una Gran Tribulación de la Iglesia en el fin del mundo.
No es mi propósito tratar de hacer algún tipo de refutación extensa de
las tres perspectivas que considero erróneas. Sin embargo, cada una de
estas parece presentar a primera vista ciertas dificultades que son serias.
Permítame proveer una breve refutación de cada una de estas perspectivas
rivales del pasaje señalando las objeciones más serias a cada una.
La perspectiva futurista, al aplicar este pasaje al fin del mundo, no
logra darle el peso debido a la referencia obvia en los vv. 15‑28 a las
circunstancias históricas de la destrucción de Jerusalén en el 70 d. C.
Simplemente no se puede negar que en el pasaje paralelo (Lucas 21), el
lenguaje usado describe los acontecimientos que conducen a la destrucción
de Jerusalén en el 70 d. C. Desde mi punto de vista, sostener que estos
pasajes paralelos se refieren a acontecimientos diferentes es forzado.
Tampoco logra dar el peso debido a la enseñanza de Jesús de que Su
regreso no es inminente al momento de esta tribulación (Mat. 24:23‑27).
La perspectiva futurista presupone que la Segunda Venida ya ha
comenzado a ocurrir o está por hacerlo durante la Gran Tribulación futura.
La perspectiva preterista tiene un problema similar con lo que parece
ser una clara referencia a la Venida de Cristo en gloria en los vv. 29‑31.
Aunque la perspectiva preterista explica este lenguaje a través de la
similitud de los términos del lenguaje figurado utilizados para los juicios
históricos en el Antiguo Testamento, se enreda en varias dificultades al
hacerlo. En primer lugar, si un lenguaje tal como el que tenemos en este
pasaje puede ser explicado sin requerir una Segunda Venida de Cristo en
gloria, parece difícil encontrar algún lenguaje en el Nuevo Testamento al
que no se le pueda dar la misma explicación. Por lo tanto, la interpretación
preterista pone en peligro la doctrina ortodoxa de la Segunda Venida y está
corriendo el riesgo de justificar exegéticamente a su gemelo malvado ― el
Hiperpreterismo. En segundo lugar, la referencia al fin del mundo en
Mateo 24 se refiere claramente, en un pasaje paralelo, a algo más que el
fin de la dispensación judía. Cuando los discípulos preguntaron por «la
consumación de [este] siglo» en el versículo 3, esta pregunta establece la
agenda para la respuesta de Jesús a sus preguntas en el resto del pasaje. El
lenguaje que usan es precisamente el mismo que Jesús usó en Mateo
13:39, 40, 49 y 28:20. Cuando Él habla de «el fin» en lenguaje paralelo en
los versículos 6, 13, 14, está respondiendo a la pregunta que le hicieron
acerca de «la consumación de [este] siglo». El problema con la
interpretación preterista es que los comentarios de Jesús acerca del fin del
mundo o la consumación de este «siglo» no pueden ser explicados
adecuadamente sin bordear el Hiperpreterismo total. Una vez más, la
interpretación preterista conduce directamente al Hiperpreterismo (Luc.
20:34‑36). Finalmente, me parece que hay una refutación directa de la
perspectiva preterista en Lucas 21. Allí, en los versículos 24‑27, hay una
descripción de la destrucción de Jerusalén y los acontecimientos que le
siguen, incluyendo el exilio de los judíos a todas las naciones y los tiempos
de los gentiles. Cristo regresa solo después de estos acontecimientos. Esto
no puede significar una venida de Cristo en el 70 d. C. en la destrucción
de Jerusalén.
La perspectiva del doble cumplimiento nos compele a usar un lenguaje
idéntico para hacer alusión a dos acontecimientos completamente
diferentes. Esto crea increíbles dificultades exegéticas. De hecho,
Hendriksen admite que es imposible desentrañar el lenguaje y distinguir
qué se refiere a cada acontecimiento.[55]
La postura del doble cumplimiento intenta explicarlo mediante la
perspectiva plana de la profecía veterotestamentaria que consideramos en
un capítulo anterior. Esto significa que hay una especie de cumplimiento
doble de muchas profecías del Antiguo Testamento. He reconocido que los
profetas del Antiguo Testamento se caracterizaban por tener una
perspectiva profética plana con respecto a la venida del reino, que ahora se
despliega en la venida de Cristo y el reino en dos etapas. Pero no estoy
convencido en absoluto de que esto sea lo mismo que la postura del doble
cumplimiento de Mateo 24.
En primer lugar, la venida de Cristo sobre las nubes del cielo puede
referirse tanto a Su ascensión como a Su Segunda Venida porque ambos
son aspectos de Su exaltación (única). Esto es diferente a tener que
encontrar de alguna manera un cumplimiento pasado y también uno futuro
del siguiente pasaje:
Mateo 24:16‑20 ― (16)entonces los que estén en Judea, huyan a los
montes; (17)el que esté en la azotea, no baje a sacar las cosas de su
casa; (18)y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
(19)
Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en
aquellos días! (20)Orad para que vuestra huida no suceda en invierno,
ni en día de reposo.
En segundo lugar, aunque fuera lo mismo, hemos visto que la
perspectiva profética plana se ha echado a un lado ahora que el reino ha
venido. El más pequeño en el reino ahora es mayor que Juan el Bautista en
este sentido (Mat. 11:11). Si dejamos que la perspectiva del doble
cumplimiento invada la interpretación de la profecía neotestamentaria,
¿cómo podemos saber con seguridad que no hay una tercera o cuarta
venida de Cristo después de la segunda?
En tercer lugar, la perspectiva del doble cumplimiento corre el riesgo de
trastornar el buen juicio hermenéutico de la Confesión bautista de fe de
1689 que dice en el Capítulo 1, párrafo 9, que el verdadero y pleno
significado de cualquier pasaje bíblico no es múltiple, sino uno solo.
En cuarto lugar, ¿cómo tratará la perspectiva del doble cumplimiento
con el lenguaje directo de Lucas 21? Es bastante claro que no hay ningún
doble cumplimiento del pasaje paralelo allí. Lucas 21 trata
cronológicamente con el sufrimiento de los discípulos de Cristo a manos
de los judíos (vv. 16‑19), el cerco puesto a Jerusalén por los ejércitos (v.
20), la necesidad de huir urgentemente de Jerusalén antes de su
destrucción (vv. 21‑23), la conquista y destrucción físicas de Jerusalén y
sus habitantes (v. 24a), el exilio de los judíos a todas las naciones (v.
24b), los tiempos de los gentiles (v. 24c) y, finalmente, la Segunda Venida
de Cristo (vv. 25‑27).
Pero la mejor refutación de las perspectivas deficientes de Mateo 24 es
la presentación de la perspectiva adecuada. Estas perspectivas erróneas
serán refutadas mejor simplemente al presentar la interpretación del
profesor Murray mencionada anteriormente. La siguiente exposición está
muy en deuda con el excelente tratamiento que él hizo de este pasaje. Este
es el bosquejo de Mateo 24:1‑36 que Murray provee:
Tema: El período del interadvenimiento y la Venida de Cristo (Mat.
24 y 25)
Introducción: Las preguntas de los discípulos (vv. 1‑3)
I. Las peculiaridades sobresalientes que caracterizan este
período (vv. 4‑14)
II. La Gran Tribulación durante este período (vv. 15‑28)
III. La Segunda Venida que pone fin a este período (vv. 29‑33)
Conclusión: La distinción que hace el Señor (vv. 34‑36)
Capítulo 12:
Tribulación y triunfo (2)
Examinemos ahora la enseñanza de Mateo 24:1‑36 siguiendo el bosquejo
especificado al final del capítulo anterior.
Introducción: Las preguntas de los discípulos (vv. 1‑3)
Mateo 24:1‑3 ― (1)Cuando salió Jesús del templo, y se iba, se le
acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
(2)
Mas respondiendo Él, les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os
digo: no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada. (3)Y
estando Él sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los
discípulos en privado, diciendo: Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y
cuál [será] la señal de tu venida y de la consumación de [este] siglo?
Las palabras del Señor en el monte de los Olivos son la respuesta a las
preguntas de los discípulos que se encuentran en el v. 3. Según Murray:
«...muy probablemente deberíamos considerar que los discípulos estaban
pensando que la destrucción del Templo y la venida ( parousia )
coincidían...». En otras palabras, por sus preguntas, parece evidente que
los discípulos presuponían que la destrucción del Templo no podía
significar otra cosa que el fin del mundo. Como veremos, esta confusión
no podía quedar, ni quedó, sin ser corregida.
I. Las peculiaridades sobresalientes que caracterizan este período
(vv. 4‑14)
Mateo 24:4‑14 ― (4)Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie
os engañe. (5)Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: «Yo
soy el Cristo», y engañarán a muchos. (6)Y habréis de oír de guerras
y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es
necesario que [todo esto] suceda; pero todavía no es el fin. (7)Porque
se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en
diferentes lugares habrá hambre y terremotos. (8)Pero todo esto [es
solo el] comienzo de dolores. (9)Entonces os entregarán a
tribulación, y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por
causa de mi nombre. (10)Muchos tropezarán entonces [y caerán], y
se traicionarán unos a otros, y unos a otros se odiarán. (11)Y se
levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán. (12)Y
debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará.
(13)
Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo. (14)Y este
evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio
a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.
Estos versículos dan una visión general de todo el período del
interadvenimiento (período entre la primera y segunda venida de Cristo).
La mención del fin en los versículos 6, 13 y 14, en contraste con el
versículo 3, muestra que la perspectiva de Cristo allí se extiende hasta la
consumación misma de este «siglo» y Su propia Segunda Venida. Por lo
tanto, queda claro por estos versículos que la edad del evangelio se
caracterizará por la tribulación. Las guerras, hambrunas, los terremotos, la
tribulación, apostasía, persecución, las religiones falsas, el aumento de la
anarquía y la disminución del afecto por Cristo serán la experiencia de la
Iglesia de Cristo a lo largo de la edad.
II. La Gran Tribulación durante este período (vv. 15‑28)
Mateo 24:15‑28 ― (15)Por tanto, cuando veáis la ABOMINACIÓN
DE LA DESOLACIÓN, de que se habló por medio del profeta
Daniel, colocada en el lugar santo (el que lea, que entienda),
(16)
entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; (17)el que
esté en la azotea, no baje a sacar las cosas de su casa; (18)y el que
esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. (19)Pero, ¡ay de las
que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días!
(20)
Orad para que vuestra huida no suceda en invierno, ni en día de
reposo, (21)porque habrá entonces una gran tribulación, tal como no
ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni
acontecerá jamás. (22)Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se
salvaría; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán
acortados. (23)Entonces si alguno os dice: «Mirad, aquí [está] el
Cristo», o «Allí [está]», no [le] creáis. (24)Porque se levantarán falsos
Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios,
para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos. (25)Ved que os
lo he dicho de antemano. (26)Por tanto, si os dicen: «Mirad, Él está
en el desierto», no vayáis; [o] «Mirad, Él está en las habitaciones
interiores», no [les] creáis. (27)Porque así como el relámpago sale del
oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo
del Hombre. (28)Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.
Después de ofrecer un panorama general, los versículos 15‑28 enfocan el
acontecimiento de mayor preocupación para los discípulos judíos de Jesús,
la destrucción de Jerusalén y el Templo. Murray observa: «En el versículo
15 no es tan evidente como en Lucas 21:20 que Jesús está tratando con la
destrucción de Jerusalén. En este último pasaje, la referencia es explícita:
“Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su
desolación está cerca”». Todo el lenguaje del pasaje describe claramente
los acontecimientos que atañen a la destrucción de Jerusalén y da
advertencias pertinentes a los discípulos judíos de Jesús del primer siglo.
En particular, se tiene que notar la advertencia en contra de creer que
una aparición inminente o secreta del Mesías ha de asociarse con estos
acontecimientos; lo cual deja claro que lo que está en perspectiva no es un
período justo antes de la consumación de este «siglo».
Algunos han hallado una objeción en las fuertes palabras de Mateo
24:21 y 22 a la interpretación que estoy defendiendo. Muchos han sentido
que tal lenguaje solo podría describir la llamada Gran Tribulación en la
consumación de este «siglo».
Esta objeción fuerza el lenguaje hasta un punto literal risible que el
Señor nunca tuvo en mente, e ignora la posibilidad de que Él hubiera
usado la hipérbole legítima. (Para encontrar ejemplos de hipérboles
véase Mat. 5:29; 23:24; Jua. 12:19; Luc. 14:26; Mar. 9:23).
También se ve forzado a ignorar la referencia evidente que hace el resto
del pasaje a los acontecimientos del año 70 d. C.
A menos que se adopte una perspectiva estrictamente futurista, uno
(digamos un defensor de la perspectiva del doble cumplimiento) se ve
forzado a conceder que algún cumplimiento de esta horrenda predicción
tiene que haber ocurrido en el 70 d. C.
Esta interpretación también revela ignorancia de la masiva y horrenda
masacre de los judíos en ese momento. Se recomienda una lectura del
relato de Josefo.[56]
Esta objeción tampoco aprecia las ramificaciones pactuales de este
acontecimiento para los judíos. En dicho suceso, la ira de Dios vino
sobre ellos hasta el extremo (1 Tes. 2:16).
III. La Segunda Venida que pone fin a este período (vv. 29‑33)
Mateo 24:29‑33 ― (29)Pero inmediatamente después de la
tribulación de esos días, EL SOL SE OSCURECERÁ, LA LUNA
NO DARÁ SU LUZ, LAS ESTRELLAS CAERÁN del cielo y las
potencias de los cielos serán sacudidas. (30)Entonces aparecerá en el
cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces todas las tribus de la
tierra harán duelo, y verán al HIJO DEL HOMBRE QUE VIENE
SOBRE LAS NUBES DEL CIELO con poder y gran gloria. (31)Y Él
enviará a sus ángeles con UNA GRAN TROMPETA y REUNIRÁN
a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de los cielos
hasta el otro. (32)Y de la higuera aprended la parábola: cuando su
rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está
cerca. (33)Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas,
sabed que Él está cerca, a las puertas.
La perspectiva del profesor Murray confronta una de sus principales
dificultades en esta sección de Mateo 24. Él lo reconoce y dice:
Cuando llegamos al versículo 29, encontramos alguna dificultad;
pues «la tribulación de esos días» podría parecer referirse a la «gran
tribulación» del versículo 21 que es particularmente asociada con la
desolación de Jerusalén. ¿Cómo podría decirse que, inmediatamente
después del año 70 d. C., tomaron lugar los acontecimientos
especificados en los versículos 29‑31?
Para enunciar el problema con otras palabras, el versículo 29 parece
decir que, inmediatamente después de la destrucción de Jerusalén, ocurre
la Venida de Cristo en gloria. ¿Cómo entonces los versículos 15‑28
pueden referirse a una destrucción de Jerusalén que ocurrió en el 70 d. C.
y el versículo 29 referirse a la Venida futura de Cristo en gloria?
Muy apropiadamente, Murray encuentra de nuevo la solución en el
pasaje paralelo en Lucas 21. Él muestra que Lucas inserta las palabras de
Jesús, no registradas por Mateo, que ayudan a aclarar el significado
maravillosamente. He aquí las palabras que Lucas inserta entre lo que
aparece registrado en Mateo 24:28 y Mateo 24:29.
Lucas 21:24 ― y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos
a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta
que los tiempos de los gentiles se cumplan.
Estas palabras dejan muy claro que «la tribulación de esos días»
mencionada en Mateo 24:29 no solo incluye la caída de los judíos a filo
de espada, sino también que serán llevados al cautiverio, los tiempos de los
gentiles, y ― por tanto— todo el período del interadvenimiento. Los
comentarios de Murray en este punto son extremadamente útiles:
Lucas incluye un comentario hecho por Jesús que no está insertado
en la versión de Mateo y corresponde a lo que precede a Mateo
24:29 y, por tanto, tiene que ser insertado. El comentario en Lucas
21:24 es que «Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los
tiempos de los gentiles se cumplan». Entonces, en vista de este
elemento, es evidente que la descripción que hace nuestro Señor se
extendió mucho más allá de la destrucción de Jerusalén y los
acontecimientos que se asocian inmediatamente con esto. Por lo
tanto, el período al que se hace referencia con «esos días», en
Mateo 24:29, tiene que ser considerado como los días que se
extienden hasta el umbral de lo que se especifica en los versículos
29‑31. Pero, aparte de Lucas 21:24, aun con base en el propio relato
de Mateo, sería razonable interpretar la expresión «la tribulación de
esos días» de manera inclusiva y no restrictiva. «[E]sos días»
podrían ser interpretados apropiadamente como los días que
preceden aquello de lo cual Jesús entonces comienza a hablar, los
días descritos ya en los versículos 4‑14; y «la tribulación», no
exclusivamente como la «gran tribulación» del versículo 21, sino
como aquella que, según la primera parte del pasaje, es representada
como característica del período del interadvenimiento como un
todo.[57]
IV. Conclusión {de la exposición de Mateo 24:1‑36}: La
distinción que hace el Señor (vv. 34‑36)
Mateo 24:34‑36 ― (34)En verdad os digo que no pasará esta
generación hasta que todo esto suceda. (35)El cielo y la tierra
pasarán, mas mis palabras no pasarán. (36)Pero de aquel día y hora
nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el
Padre.
Murray comienza su tratamiento de estos versículos con una extensa
interpretación del significado de «generación» en el versículo 34.
Argumenta que es «totalmente insostenible» hacer que esta palabra
signifique «raza» en vez de «generación». Usa tres argumentos. En primer
lugar, sostiene que en la Septuaginta (la versión griega del Antiguo
Testamento que era usada en el tiempo de Cristo) esta palabra griega
traduce una palabra hebrea que significa generación y no raza. En segundo
lugar, sostiene que si Jesús hubiera tenido la intención de decir raza, otra
palabra griega más clara estaba disponible. En tercer lugar, argumenta que
el significado de la palabra «generación» en el Nuevo Testamento es
«claramente, la generación viviente o las generaciones que se suceden».
En particular, Murray nota en este punto el uso claramente paralelo de
«generación» en el contexto cercano (Mat. 23:36). Obsérvese esta
declaración en su contexto. Parece, sin lugar a duda, que este uso paralelo
se refiere a la generación viviente de judíos en aquel entonces:
(34)
Por tanto, mirad, yo os envío profetas, sabios y escribas: de ellos,
a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los azotaréis en
vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, (35)para
que recaiga sobre vosotros [la culpa de] toda la sangre justa
derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la
sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien asesinasteis entre el
templo y el altar. (36)En verdad os digo que todo esto vendrá sobre
esta generación. (37)¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas
y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar
a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no
quisiste! (38)He aquí, vuestra casa se os deja desierta. {Cursivas
añadidas}
Con este entendimiento de la palabra «generación», necesario en el
versículo 34, Murray responde entonces a la pregunta obvia que surge del
versículo:
¿Cómo, pues, hemos de responder a la pregunta planteada por los
acontecimientos especificados en el contexto precedente,
especialmente en los versículos 29‑31, que no ocurrieron en la
generación de la cual nuestro Señor habló?[58]
La respuesta de Murray a esta pregunta es que hay un contraste
intencional entre la destrucción de Jerusalén y la venida de Cristo en gloria
en los vv. 34‑36. Mateo 24:34‑36 se entiende mal a menudo porque las
personas no aprecian el contraste que Jesús tiene en mente en estos
versículos. El v. 34 tiene que ser contrastado con el v. 36 o el significado
completo del pasaje será el incorrecto.
Es evidente que hay un contraste intencional en estos versículos por las
tres cosas que allí se resaltan. En primer lugar, no debe ser pasado por alto
que, en Mateo 24, el v. 36 comienza con la palabra «Pero». Esta
conjunción en griego se usa comúnmente para introducir un pensamiento
contrastante.
En segundo lugar, no debe ser pasado por alto el contraste entre los dos
pronombres demostrativos diferentes usados en los versículos 34 y 36
respectivamente. «[E]sta» es el pronombre demostrativo inmediato usado
para designar algo relativamente cercano. Se usa apropiadamente para
describir la ocurrencia relativamente inmediata de todas las cosas
asociadas con la destrucción del Templo y Jerusalén. Es muy usado en
todo el pasaje («...esta generación» [cursivas añadidas] en Mat. 23:36;
«¿cuándo sucederá esto...?» [cursivas añadidas] en Mat. 24:3; «Pero todo
esto...» [cursivas añadidas] en Mat. 24:8; «...cuando veáis todas estas
cosas...» [cursivas añadidas] en Mat. 24:33). «[A]quel» es el pronombre
demostrativo lejano usado para designar algo que queda relativamente
distante. Se usa apropiadamente para designar el día y la hora de la Venida
de Cristo en gloria.[59]
En tercer lugar, tampoco debe ser pasado por alto el contraste en cuanto
a las señales de los tiempos. Como Murray muestra, «esta generación» es
claramente una referencia a la generación viviente de judíos en aquel
entonces. Se da así una señal del tiempo aproximado para la destrucción
del Templo y Jerusalén. Cuando Jesús dice que «nadie sabe»
― incluyéndose a Sí mismo— el día y hora de Su regreso, hay una
distinción evidente que se introduce en cuanto a las señales de los tiempos
entre la destrucción de Jerusalén y la Segunda Venida de Cristo. No se da
señal del tiempo de ninguna clase para la Segunda Venida. (Hay señales,
pero no hay ninguna señal del tiempo de la Segunda Venida).
Hay algunos otros factores que tienden a apoyar este entendimiento del
contraste en Mateo 24:34‑36. En primer lugar, Mateo 23:36 es a simple
vista un texto paralelo. Note la recurrencia de la frase «todo esto» y
también «esta generación». Sin embargo, el significado de Mateo 23:36 es
claro en su contexto. El Templo judío de aquellos días y aquella
generación viviente de judíos experimentarían la ira de Dios acumulada
(v. 37). «[E]sta generación» se refiere con claridad a la generación
viviente de judíos. «[T]odo esto» se refiere claramente a todo lo que está
relacionado con la destrucción del Templo y Jerusalén, no la Segunda
Venida de Cristo. Así que este pasaje paralelo confirma exactamente el
significado que hemos dado a Mateo 24:34‑36.
En segundo lugar, esta interpretación de Mateo 24:34‑36 encaja bien
con Mateo 24:3. Allí los discípulos de Jesús asocian claramente la
destrucción del Templo y la Segunda Venida. Era necesario aclarar esta
confusión para que los discípulos de Jesús no fueran vulnerables a un
terrible desencanto. Mateo 24:34‑36 es una clara respuesta a esta
confusión. Es la única respuesta que el pasaje contiene. Nótese que el v.
34 trata con «todo esto» que se mencionan en el v. 3, mientras el v. 36
trata con el tema de la señal del tiempo de la Venida de Cristo en gloria.
En tercer lugar, la interpretación de Mateo 24:34‑36 que ofrece John
Murray es confirmada por el hecho de que el cumplimiento mismo
concuerda maravillosamente con esta perspectiva. Es un hecho que el
Templo y Jerusalén fueron destruidos en los días de aquella generación
viviente de judíos. La Biblia asocia 40 años con el período de una
generación. Por ejemplo, este es precisamente el período de tiempo que
tardó una generación de judíos en extinguirse en el desierto (Núm. 32:13).
En el año 70 d. C., exactamente 40 años después del año 30 d. C.
― cuando Jesús pronunció esta profecía—, Jerusalén y el Templo fueron
destruidos luego de un prolongado asedio por ejércitos romanos.
Conclusión {del capítulo}:
Estas palabras en Mateo 24 confirman ciertamente la perspectiva de que la
experiencia de la Iglesia durante esta edad será de tribulación. Los vv.
4‑14 resumen el transcurso de este período en términos de guerra,
calamidad, tribulación y apostasía. No hay nada que indique la cesación de
alguna de estas cosas antes de lo que Jesús llama «el fin». Los vv. 15‑28
destacan la destrucción de Jerusalén y su secuela para los judíos. Hemos
visto que la frase usada en el v. 29, «la tribulación de esos días», no solo
se refiere a la destrucción de Jerusalén, sino a la dispersión continua de los
judíos por todas las naciones hasta que se cumplan los tiempos de los
gentiles (Luc. 21:21‑24). Inmediatamente después de «la tribulación de
esos días», Jesús regresa en gloria. Así que Jesús no da ninguna esperanza
de cesación de la tribulación para los judíos antes de la Segunda Venida.
Lo que puede esperarse terrenalmente, tanto para el Israel espiritual como
para el Israel físico, es tribulación. Este pensamiento nos conduce al tema
de la Parte 2, a saber, lo que la Biblia enseña acerca de qué podemos
esperar para los judíos.
Por supuesto, no debe olvidarse que Jesús también habla de la
predicación del evangelio a todas las naciones antes del fin (v. 14). Por
tanto, la tribulación no debe ser vista como algo que frustra la propagación
del evangelio o el crecimiento de la Iglesia. Podemos concluir con las
palabras de Murray citadas al inicio de este estudio. En su exposición de
este pasaje, John Murray concluye: «...que la historia del
interadvenimiento se caracteriza por la tribulación, turbación, contienda,
perplejidad, guerras y rumores de guerras. Sin embargo, contemporáneo
con esto está la propagación universal de la Iglesia».[60]
PARTE 2: LO QUE PODEMOS ESPERAR PARA LOS
JUDÍOS EN EL FUTURO
SECCIÓN 1:
¿QUIÉN ES EL ISRAEL DE DIOS EN GÁLATAS 6:16?
Capítulo 13:
¡Suplanta… ¿qué?!
Introducción: El suplantacionismo y la teología del reemplazo
Fue hace solo unos años atrás al participar de un coloquio doctoral cuando
oí por primera vez las designaciones «suplantacionismo» y «teología del
reemplazo». Había escrito un libro de escatología y leído muchísimo al
respecto, y no tuve ni idea de lo que esas designaciones significaban.
Desde entonces se han vuelto casi omnipresentes en la continua polémica
en contra de cualquier escuela de pensamiento escatológico que no acepte
la distinción entre la Iglesia e Israel como la formulan los
dispensacionalistas. John MacArthur ha desempeñado un papel
protagónico en la propagación de estos términos en el debate escatológico.
Por tanto, los términos «suplantacionismo»[61] y «teología del
reemplazo» son esenciales para el debate entre MacArthur y el
amilenarismo. La importancia fundamental de estos términos demanda que
sean definidos clara y cuidadosamente. Varios centenares de referencias en
Internet revelaron que «suplantacionismo» y «teología del reemplazo» son
prácticamente sinónimos y se usan en una amplia variedad de contextos y
debates. Permítame ofrecer tres observaciones con respecto a estos
términos.
En primer lugar, permítame aclarar un asunto de ortografía que puede
ser confuso para algunos {en relación con el término «suplantacionismo»
en inglés}. Encontré supercessionism {con c después de super–} y
también supersessionism {con s después de super–} como variantes
ortográficas de la misma palabra o concepto. La confusión parece tener su
origen en que la raíz latina sedere también se escribe cedere en francés
antiguo. De esta raíz se deriva el verbo inglés supersede {suplantar,
reemplazar, sustituir, superar}; por esto {cuando hagamos referencia al
término «suplantacionismo» en inglés}, escribiremos supersessionism
{con s después de super–}.
En segundo lugar, permítame señalar la variedad de formas y contextos
en los que se usa esta terminología. Usualmente ( ― no siempre— he visto
usarla con referencia al Islam como suplantacionista), la referencia está
relacionada de algún modo con la idea de que el cristianismo suplanta al
judaísmo. Hoy las iglesias con una inclinación liberal rechazan el
suplantacionismo por considerarlo antisemítico. Quienes tienen una
inclinación dispensacionalista, rechazan el suplantacionismo porque este
se opone a la idea de una futura restauración de Israel y afirma el
reemplazo de Israel por la Iglesia en los propósitos de Dios. El
cristianismo conservador, especialmente el calvinista (el presbiterianismo
en particular), es visto por muchos como suplantacionista. El catolicismo
romano es visto como suplantacionista de un modo similar porque
reemplaza las ceremonias sacerdotales judías por ceremonias sacerdotales
cristianas.
En tercer lugar, permítame aseverar que, por naturaleza, esta
terminología es peyorativa en gran manera. Al menos tres observaciones
me llevan a esta conclusión. Para empezar, mi investigación reveló que el
suplantacionismo ― según se usa comúnmente— transmite la postura
teológicamente extremista y hermenéuticamente insensible de que la
Iglesia ha reemplazado, simplemente y a como dé lugar, a Israel en las
promesas y propósitos de Dios. Además, la acusación de antisemitismo
asociada con la acusación de suplantacionismo sugiere aún más que esta
terminología tiene un tono peyorativo. Finalmente, mi propia experiencia y
estudio me han demostrado que los defensores del amilenarismo o la
teología del pacto no usan esta terminología para describir su propia
postura. En cambio, queda claro que quienes se oponen a nuestra postura
son los que han desarrollado y usado casi exclusivamente los términos
«suplantacionismo», «teología del reemplazo» y sus derivados. Entonces,
ser identificado como suplantacionista tiene connotaciones negativas
similares a otras etiquetas como «sabatario del domingo» y «puritano
rigorista».
Por estas razones, pienso que es mejor que los amilenaristas rechacen
esta terminología. Quizá algunos amilenaristas se hayan identificado
imprudentemente como suplantacionistas. Es más probable que hayan
dejado que otros los caractericen con estos términos sin pensar del todo en
su significado o implicaciones. Sin embargo, hablando a título personal, no
estoy persuadido de que esta sea una descripción adecuada o precisa de mi
postura teológica o exegética. En el contexto del debate entre la teología
del pacto y el dispensacionalismo, pienso que es extremadamente
imprudente e impreciso que los mismos que sostienen mi postura la
describan como suplantacionismo o teología del reemplazo. Además del
tono peyorativo mencionado anteriormente, esta terminología también
tiene connotaciones lingüísticas que ― pienso— simplemente tergiversan
nuestras posturas. Un vistazo a un tesauro proveerá los sinónimos
«suplantar», «reemplazar» y «desplazar» para la palabra supersede.[62]
Decir que la Iglesia suplanta, reemplaza o desplaza a Israel no representa
de forma precisa mi postura como amilenarista. El suplantacionismo y la
teología del reemplazo, por igual, llevan más allá la distorsión ya presente
en términos como «suplantar» y «reemplazo». Describen mi postura como
un sistema completo y riguroso erigido a partir de los aspectos no
provechosos de estas palabras.
No obstante, permítame matizar mi rechazo a esta terminología. Por
supuesto, podría decir que la Iglesia suplanta a Israel haciendo una gran
cantidad de salvedades. Otro de los sinónimos de supersede, según el
tesauro de mi computadora, es surpass {sobrepasar}. Ciertamente pienso
que la Iglesia como el Nuevo Israel sobrepasa al Antiguo Israel. Sin
embargo, mi punto es que, así como la mariposa sobrepasa a la oruga de la
que proviene, así la Iglesia como el Nuevo Israel sobrepasa al Antiguo
Israel. La mariposa no reemplaza exactamente a la oruga; es la oruga en
una nueva fase de existencia. De la misma manera, decir que la Iglesia
reemplaza a Israel es olvidar que la Iglesia es Israel en una fase de
existencia nuevamente reformada y expandida. En pocas palabras, la
terminología relacionada con la teología del reemplazo o el
suplantacionismo oculta el hecho bíblico de que la Iglesia es en realidad la
continuación de Israel. Argumentaré más adelante que hay una
continuidad genética e incluso física entre Israel y la Iglesia que es
esencial para la postura bíblica. Argumentaré que tal continuidad es
consistente con la teología del pacto y que no es representada
adecuadamente por términos como «suplantacionismo» y «teología del
reemplazo».
Capítulo 14:
Gálatas 6:16
I. El pasaje clásico
A. Las afirmaciones de MacArthur
Para ara nada debería ser una sorpresa cuando digo que una de las
diferencias claves entre MacArthur y los amilenaristas es nuestra creencia
de que la Iglesia (para tomar prestado el muy debatido y ahora famoso
lenguaje de Gál. 6:16) es el «Israel de Dios». Más tarde, preguntaremos si
tal aseveración en verdad requiere una hermenéutica «espiritualizadora» y
si merece la acusación de espiritualizar o alegorizar las Escrituras. Este
asunto hermenéutico es una segunda diferencia evidente que tenemos con
MacArthur. Sin embargo, lo que está en perspectiva aquí es que la Iglesia
es el Israel de Dios, no la explicación de ese hecho. En otras palabras, en
este capítulo y los que le siguen inmediatamente, afirmaré e intentaré
probar lo que la mayoría de los premilenaristas, amilenaristas y
posmilenaristas han dado por supuesto históricamente ― que la Iglesia es
el Israel de Dios.
En mi libro de escatología, titulado con algo de audacia {título oficial}
El fin de los tiempos: Una explicación para todos,[63] gasté una cantidad
considerable de energía y derramé mucha tinta tratando de proveer un
tratamiento equilibrado de la relación que existe entre la Iglesia e Israel.
Me esforcé para mostrar tanto la unidad de la Iglesia e Israel como la
superioridad de la Iglesia sobre Israel. De manera similar, también intenté
cumplir las dos misiones mencionadas en el párrafo anterior: (1)
demostrar que la Iglesia es el Israel de Dios; y, (2) demostrar cómo se
puede decir eso sin afirmar que el Nuevo Testamento sostiene una
hermenéutica espiritualizadora. Finalmente, proporcioné un resumen de la
vasta evidencia neotestamentaria que afirma que la Iglesia es el Israel de
Dios. Como esa obra es accesible fácilmente, no voy a revisar y ampliar
todo ese material probatorio en nuestro presente análisis.
Más bien, deseo centrarme en algunos pasajes claves y proveer un
tratamiento algo más detallado de estos a la luz de las afirmaciones hechas
por MacArthur en su manifiesto. ¿Cuáles son las afirmaciones de
MacArthur? La siguiente cita las representa adecuadamente:
La Biblia llama a Dios «El Dios de Israel» más de 200 veces ― el
Dios de Israel. Hay más de 2000 referencias a Israel en la Escritura.
Ni una de estas significa otra cosa sino Israel. Ni una de estas,
incluyendo Romanos 9:6 y Gálatas 6:16, que son los únicos dos
pasajes a los que acuden los amilenaristas para intentar
convencernos de que estos pasajes anulan los otros 2000. No hay
dificultad alguna en interpretar que estos últimos pasajes
simplemente se refieren a judíos que eran creyentes ― «el Israel de
Dios». «Israel» siempre significa Israel; nunca significa otra cosa
sino Israel. Los setenta y tres usos neotestamentarios de «Israel»
siempre significan Israel.[64]
Esta es una de esas escandalosas declaraciones que podrían usarse para
hacer que MacArthur parezca y suene ridículo. Realmente deseo evitar
hacerlo. Quiero darle el crédito a MacArthur por saber que nosotros en
realidad acudimos a «tropecientos millones» de pasajes para probar que la
Iglesia es el Israel de Dios ― no a dos solamente. No deseo tomar en
serio la falta de lógica que suena arminiana y que MacArthur parece usar
allí —«Todos» siempre significa todos y nunca significa otra cosa sino
todos. A esto, claro está, la respuesta apropiada es ― Pero, ¿qué significa
«todos»? MacArthur ciertamente suena igual, ¿verdad? ― «“Israel”
siempre significa Israel y nunca significa otra cosa sino Israel». A esto, la
respuesta apropiada es ― Pero, ¿qué significa «Israel»?
No le atribuyo semejante razonamiento a MacArthur ―aunque sería
fácil hacerlo. No obstante, semejantes declaraciones sí que son «carne
roja» para el premilenarista fiel y necesitan cocinarse un rato. He aquí lo
que pienso que él está diciendo ― si asamos caritativamente la «carne
roja» que encontramos allí. Lo resumiré en varias aseveraciones: (1) Cada
referencia bíblica a Israel es una referencia al Israel étnico o nacional. (2)
La aseveración de que la Iglesia es Israel es dudosa porque es apoyada
solo por dos pasajes. Por el contrario, una multitud de pasajes claramente
se refieren al Israel étnico. (3) Los dos pasajes que se usan para apoyar la
idea de que la Iglesia es el Israel de Dios pueden interpretarse fácilmente
en conformidad con todos los usos claros de «Israel» como el Israel étnico
o nacional.
Permítame hacer tres contraobservaciones breves en respuesta a estas
aseveraciones.
En primer lugar, MacArthur parece adoptar un tipo de hermenéutica de
gobierno por mayoría en su entendimiento del término «Israel». En otras
palabras, él insinúa que si la inmensa mayoría de los usos bíblicos de una
palabra tienen cierto significado, entonces tenemos que presuponer que
todos estos usos tienen que tener ese significado. Ahora bien, con toda
benevolencia, permítame decir que presupongo que MacArthur sabe más,
y que normalmente supera esto en su exégesis de la Escritura. No obstante,
se supone que su audiencia se percate que es dudoso en extremo o incluso
imposible que dos de las setenta y tres apariciones neotestamentarias de
«Israel» podrían tener un significado diferente al de los setenta y uno
restantes. Pero probemos esta implicación. Tome la palabra bíblica para
cielo. Usualmente se refiere al cielo físico donde las aves vuelan y donde
moran las estrellas. Sin embargo, una minoría de las veces, cielo se refiere
con claridad al cielo de Dios. De modo semejante, tome la palabra bíblica
seol como otro ejemplo. Usualmente se refiere a la sepultura o lo que está
físicamente abajo; pero, una minoría de las veces, se refiere claramente a
lo que llamamos «infierno». Tome también la palabra bíblica para muerte.
Usualmente, y casi exclusivamente, se refiere a la muerte física. No
obstante, en muy pocos casos (comparativamente), se refiere a la muerte
eterna (la segunda muerte en el lago de fuego ―Apo. 2:11), o a la muerte
espiritual (la depravación e incapacidad total en el pecado ―Efe. 2:1‑3).
Finalmente, tome la palabra hebrea Elohim, que aparece mucho más de
2200 veces en el Antiguo Testamento. Elohim casi siempre se refiere al
Dios verdadero o a los dioses falsos. No obstante, hay algunos casos
famosos en los cuales no significa ni puede significar «dios». Por el
contrario, en tales casos, tiene que significar un gobernante humano (Sal.
82:6), o un ángel poderoso (Sal. 8:5). A la luz de esta realidad, no debería
haber nada de sorprendente en particular (por la manera en que la Biblia
usa las palabras) si descubriéramos que 2 de los 73 usos de «Israel» en el
Nuevo Testamento pudieran referirse en realidad a la Iglesia.[65]
Sin embargo, no sea que se me malentienda, permítame señalar lo que
es obvio. La postura de los amilenaristas no es que «Israel» siempre se
refiere a la Iglesia en el Nuevo Testamento. Concedemos que, de hecho, en
la inmensa mayoría de los casos sí se refiere al Israel étnico. Señalé en el
capítulo anterior que un gran número, y quizá una mayoría de los
amilenaristas y posmilenaristas, reconocen libremente una referencia al
Israel étnico en Romanos 11 . Nuestra postura simplemente es (y solo
demanda) que hay buena y necesaria razón para pensar en un pequeño
número de casos en los que el término «Israel» tiene la connotación de la
Iglesia.
En segundo lugar, reconozco que Romanos 9:6 y especialmente
Gálatas 6:16 sí son los dos pasajes clásicos que ilustran este modo de
empleo del término «Israel». No son los únicos pasajes, pero son los dos
textos clásicos. No obstante, sostengo que hay varias cosas reflejadas en
otros usos bíblicos de «Israel» que apoyan la descripción de la Iglesia
como el nuevo y verdadero Israel de Dios.
Finalmente, el argumento de MacArthur ignora un hecho simple.
Quienes afirman la postura histórica de que la Iglesia es el Israel de Dios
defienden su punto de vista no solo por el uso de «Israel» en Romanos 9:6
y Gálatas 6:16, sino también por el uso de los sinónimos bíblicos de
«Israel». Debería reconocerse (y la mayoría lo reconoce) que los términos
y frases como «simiente de Abraham», «circuncisión», el único «olivo», y
«judío» ― para nombrar solo unos pocos— son sustancialmente
sinónimos del término «Israel» o paralelos a este. Si a la Iglesia se le llama
la «simiente de Abraham», es descrita como «la verdadera circuncisión»,
es explicada como el único «olivo», y se hace referencia a esta como los
verdaderos «judíos», parece visiblemente absurdo sostener que esto es
insignificante para el presente debate. Simplemente está mal que
MacArthur ignore el uso de los sinónimos bíblicos de «Israel» cuando la
mayor parte de la defensa de sus oponentes se basa precisamente en el uso
de tales sinónimos. Además, semejante indiferencia representa mal la
verdadera amplitud de la evidencia bíblica que está a favor de ver la
Iglesia como el Israel de Dios.
B. La exposición del pasaje
Mientras leo el debate entre los dispensacionalistas y quienes ellos llaman
suplantacionistas, enfrento una sensación casi de desesperanza para
publicar el verdadero significado de Gálatas 6:16. La causa de esta
desesperación incipiente no es que piense que el texto no es claro. Ha sido
indiscutiblemente claro para mí desde que me topé con él en la universidad
mientras reexaminaba el dispensacionalismo en el cual había sido criado
desde niño. Mi «desesperación» se debe más bien a la creatividad con la
que los dispensacionalistas han defendido tercamente la idea de que la
frase «Israel de Dios» en el texto no puede referirse a la Iglesia.
¿Qué, pues, puedo añadir a los volúmenes que ya se han escrito sobre
este texto en contra del dispensacionalismo? Quizá nada; pero, escrito está:
«La exposición de tus palabras imparte luz» {Sal. 119:130}. Entonces,
permítame volver a intentar dejar claro a mis hermanos dispensacionalistas
que el Israel de Dios es y tiene que ser una referencia a la Iglesia de Cristo.
Dos cosas pueden ayudarme en esta tarea.
En primer lugar, deseo evitar atacar un espantapájaros. Mucho de lo que
ya he escrito acerca del manifiesto milenarista de MacArthur ha sido una
objeción ampliada, y espero que amable y respetuosa, en contra de esto
mismo {atacar espantapájaros} en el mensaje de MacArthur. Él ha
demolido exitosamente un espantapájaros en su mensaje. Sin embargo, no
ha demolido la verdadera postura amilenarista. No deseo que se me culpe
de lo mismo. Por lo tanto, permítame citar del sitio web de alguien que
pienso representa la postura de MacArthur y el Master’s Seminary.
Michael J. Vlach es profesor de teología en el Master’s Seminary en Sun
Valley, California. Es también fundador y presidente de
< TheologicalStudies.org > , un sitio web de avanzada dedicado a proveer
artículos, noticias e información de calidad relacionados con la teología
cristiana. Vlach trata específicamente con el problema de Gálatas 6:16 en
su sitio web:
Gálatas 6:16 ― Pablo se está refiriendo a los judíos cristianos en
su mención del «Israel de Dios». Él reprendió duramente a los
judaizantes quienes decían que la circuncisión era necesaria para la
salvación, pero reconoce a aquellos judíos en Galacia que no habían
seguido a los judaizantes en su error. Estos judíos cristianos son el
verdadero «Israel de Dios». Ronald E. Diprose: «Gálatas 6:16 es un
fundamento insuficiente para basar un concepto teológico innovador
como es entender que la Iglesia es el nuevo y/o verdadero Israel».[66]
Esta cita es significativa porque Vlach, al igual que MacArthur, cita a
Ronald Diprose para apoyar su llamada «postura antisuplantacionista».
Recuerde lo que MacArthur dijo en su mensaje:
Para su lectura, sugiero {trad. no oficial} Israel y la Iglesia[67] por
Ronald Diprose. Debemos tener algunas copias en la librería. La
primera vez que se publicó estaba en italiano. Era una disertación
doctoral. No tiene conexión alguna con el dispensacionalismo
tradicional. Es una obra realmente buena sobre la teología del
reemplazo.
La asociación de Vlach con The Master’s Seminary y la cita de Diprose
provee muchísima razón para pensar que Vlach está representando la
postura de MacArthur respecto a Gálatas 6:16. De todos modos, realmente
no hay ninguna otra postura que alguien que defienda la perspectiva de
Vlach pudiera adoptar referente a este pasaje. Por tanto, espero que al citar
la exégesis de Vlach y Diprose evite atacar un espantapájaros.
La segunda ayuda a la que apelaré para progresar en definir «Israel de
Dios» es el contexto del pasaje en cuestión. Me apego (y espero que cada
uno de los involucrados en este debate se apegue) a la idea de que el
verdadero significado de una palabra, frase u oración es su significado
dentro de su contexto. En este sentido, el contexto es el rey en la
interpretación bíblica. El contexto es el que tiene que determinar, y sí que
determina, el significado específico de una palabra. Dentro del campo
semántico de un vocablo, el contexto es el que determina el matiz
específico que le atribuimos a una palabra o frase en cualquier caso. La
aplicación de este principio a Gálatas 6:16 es bastante sencilla en realidad.
Aunque reconocemos que «Israel» podría significar, y en algunos
contextos sí significa, la nación física o el pueblo étnico de Israel, la
pregunta es si este es su significado en Gálatas 6:16.[68] Por ejemplo,
reconocí en un capítulo anterior que el significado de «Israel» en
Romanos 11 es, de hecho, étnico o nacional. Sin embargo, la pregunta
sigue en pie ―si este es su significado allí en Gálatas 6:16. Mi respuesta
es ―absolutamente no.
En Gálatas 6:16, «Israel» no se refiere exclusivamente a los judíos
étnicos, sino a toda la Iglesia de Cristo.[69] El contexto es el que demanda
esta aseveración. Pero, permítame anticipar la objeción de Diprose citada
por Vlach. Diprose escribe: «Gálatas 6:16 es un fundamento insuficiente
para basar un concepto teológico innovador como es entender que la
Iglesia es el nuevo y/o verdadero Israel». Diprose considera que mi
entendimiento del «Israel de Dios» es innovador. MacArthur incluso dice
que solo Romanos 9:6 y el pasaje que estamos estudiando ahora son
citados como prueba de que esta frase es una referencia a la Iglesia. En el
resto del libro, mostraré que tal referencia no se basa solo en Gálatas 6:16;
ni en Romanos 9:6 solamente. Más bien, esta postura tiene una base
mucho más amplia tanto en los otros usos de «Israel» en el Nuevo
Testamento como en el hecho de que los diversos sinónimos de «Israel» se
usan para hacer referencia a la Iglesia. Por tanto, aunque solamente
examino el contexto inmediato de Gálatas 6:16 en mi siguiente
interpretación, estoy seguro de que esta contará con el respaldo del
contexto más amplio del Nuevo Testamento mismo.
Para empezar, permítame declarar mi método interpretativo para
Gálatas 6:16. La frase en cuestión, «Israel de Dios», aparece casi al final
de la carta en el versículo 16. Además, no parece haber nada significativo
para nuestro debate en el resto de la carta después del uso de esta frase. Por
lo tanto, mi estrategia para interpretar esta frase clave será leer
cuidadosamente la carta de atrás hacia delante. Al hacerlo así, veremos
cómo el contexto inmediato y distante de la carta arroja luz sobre lo que
Pablo quiere decir con «Israel de Dios».
Cuando utilizamos esta estrategia de leer la epístola de atrás hacia
delante, una sorprendente observación salta a la vista. En el contexto
inmediatamente precedente a Gálatas 6:16, Pablo está sosteniendo una
polémica en contra de quienes estaban obligando a los gálatas a
circuncidarse (Gál. 6:12). Pablo prosigue esta polémica afirmando que
quienes hacen esto no guardan la ley ellos mismos (Gál. 6:13). Él
entonces asevera que el verdadero gloriarse del cristiano es la crucifixión
de Cristo, no la circuncisión de su carne (Gál. 6:14). Después de esto,
Pablo enfáticamente declara que, en Jesucristo, ni la circuncisión ni la
incircuncisión importan, sino una nueva creación (Gál. 6:15). Ahora bien,
en este contexto, ¿acaso no sería sorprendente ―por no decir más— que
Pablo termine su polémica haciendo referencia a un subgrupo de cristianos
que se distinguen precisamente por su circuncisión? ―Piénselo. Pablo
acaba de decir que la circuncisión de nada vale en Cristo. Pero ahora,
según la interpretación dispensacionalista, en el mismísimo versículo
siguiente, Pablo supuestamente hace distinción entre cristianos judíos y
gentiles al otorgar exclusivamente a los cristianos judíos el título
honorífico de «Israel de Dios». Y lo hace solamente con base en la
circuncisión de estos últimos en contraste con la incircuncisión de los
cristianos gentiles. Esto sería algo sorprendente y, ciertamente, antinatural
en extremo en el actuar de Pablo ―especialmente en este contexto. Es
más, no debemos pasar por alto la relación paralela entre las frases «nueva
creación» e «Israel de Dios». La Iglesia es descrita como una nueva
creación.[70] Es la nueva creación ―no la circuncisión ni la incircuncisión
— lo que hace a un hombre ser miembro del Israel de Dios. Entonces,
hacer que la circuncisión física sea un requisito previo necesario para la
membresía en el Israel de Dios ignora el contexto más cercano.
Mientras continuamos leyendo la epístola cuidadosamente de atrás
hacia delante, Gálatas 5:1‑12 nos recuerda que la polémica en contra de
quienes practican la circuncisión está presente en toda la carta dirigida a
estas iglesias de mayoría gentil. Algunas declaraciones de muestra
tomadas del pasaje demostrarán este punto:
Gálatas 5:2 ― Mirad, yo, Pablo, os digo que si os dejáis
circuncidar, Cristo de nada os aprovechará.
Gálatas 5:3 ― Y otra vez testifico a todo hombre que se
circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley.
Gálatas 5:6 ― Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la
incircuncisión significan nada, sino la fe que obra por amor.
Gálatas 5:11 ― Pero yo, hermanos, si todavía predico la
circuncisión, ¿por qué soy perseguido aún? En tal caso, el escándalo
de la cruz ha sido abolido.
¿Qué relevancia tienen estos versículos para Gálatas 6:16? En primer
lugar, note el paralelo entre 5:6 y 6:15. Una vez más, se asevera
enfáticamente la total insignificancia de la circuncisión física con respecto
a Cristo Jesús. Es la fe que obra por el amor, en vez de la circuncisión, la
que marca a los beneficiarios de las bendiciones del pacto de Dios en
Cristo. En segundo lugar, y notable también en el contexto de 5:1‑12, es el
rechazo positivo de Pablo a que se circuncidaran. Circuncidarse en el
contexto de Gálatas significa que Cristo de nada os aprovechará. Por
supuesto, en otros contextos, Pablo podría tomar a alguien como Timoteo
y circuncidarlo; pero, en el contexto gálata, esto era un asunto
completamente diferente. Y, arriesgándome a señalar aquello que es obvio,
Gálatas 6:16 no está en otro contexto. Por lo tanto, en este contexto,
atribuir exclusivamente la frase «Israel de Dios» a los cristianos judíos es
insinuar que solo la circuncisión haría a un cristiano miembro del Israel de
Dios. De nuevo, esto es contrario a toda la idea central del argumento de
Pablo.
En realidad, hay solo dos posibilidades disponibles para la postura
dispensacionalista. O es significativo ser miembro del Israel de Dios, o no
lo es. Si es insignificante, ¿por qué Pablo se molesta en mencionarlo? ¿Por
qué Pablo confiere un título tan honorífico a los cristianos judíos en
contraste con los cristianos gentiles si tal membresía es insignificante? Por
otro lado, si es significativo formar parte del Israel de Dios, nos quedamos
con una conclusión sorprendente. Justo al final de su carta, Pablo
implícitamente estaría promoviendo la circuncisión física. Pues, en la
interpretación dispensacionalista, uno no puede ser miembro del Israel de
Dios sin la circuncisión. Es imposible pensar que Pablo haría esto
precisamente en la Epístola a los Gálatas.
Mientras continuamos leyendo Gálatas cuidadosamente de atrás hacia
delante, nos encontramos con 4:21‑31. Como resultado, tropezamos con
más problemas aún para la interpretación dispensacionalista. En Gálatas
4:28, Pablo describe a los gálatas gentiles como «hijos de la promesa» (un
hecho bastante significativo para la interpretación de Romanos 9:6, como
se verá). Él también deja claro la naturaleza de la promesa. Esta es la
promesa del pacto para la Jerusalén de arriba, la cual es libre y madre de
todos los cristianos incluyendo a los gálatas que eran gentiles (Gál. 4:25-
26). Ahora bien, no forma parte de nuestro propósito debatir la naturaleza
de la hermenéutica de Pablo en este punto. Sin embargo, hay algo que
claramente viene al caso. Excluir a los cristianos gentiles del Israel de Dios
en 6:16 es paralelo a excluirlos de ser hijos de la promesa en 4:28. De
hecho, los dispensacionalistas hacen exactamente lo mismo en Romanos
9:6. No obstante, Pablo lo deja claro como el agua en este texto. Es
imposible evitar la conclusión de que los cristianos gentiles son
merecedores de la descripción de «hijos de la promesa» e hijos de la
verdadera Jerusalén. La clase de distinción que el dispensacionalismo
atribuye a la frase «Israel de Dios» es totalmente ajena a Pablo.
Yendo más allá, nuestro viaje de atrás hacia delante a través de Gálatas
nos lleva a 3:29. Con este texto, encontramos la aseveración de que todos
los que son de Cristo, linaje de Abraham son. En este contexto, Pablo
enfatiza que las distinciones entre judío y griego son insignificantes con
respecto a este asunto (3:28). No puede haber duda (y, ciertamente,
muchos dispensacionalistas no niegan) que la simiente de Abraham
incluye a todos los cristianos. Esto puede no parecerles inconsistente o
extraño, pero a nosotros sí. ¿Realmente tenemos que decir que los
cristianos gentiles no son parte del Israel de Dios, pero sí son del linaje de
Abraham? ¿En qué extraña distinción dispensacionalista entre Abraham e
Israel se basa semejante contraste? Más allá encontramos una aseveración
similar en Gálatas 3:7, donde los cristianos gentiles son llamados «hijos
de Abraham». Otra vez preguntamos: ¿Sobre qué base tenemos que
interpretar una frase como «Israel de Dios» con literalidad estricta e
inflexible? Sin embargo, hemos de creer que no debemos interpretar frases
como «hijos de Abraham» o «simiente de Abraham» con una
hermenéutica literalista similar. Esto es aún más inexplicable y arbitrario a
la luz de la constante equivalencia en el Antiguo Testamento entre la
simiente de Abraham, la simiente de Isaac y el Israel nacional. Además,
permítame añadir que los primeros dos capítulos de Gálatas son
consistentes con todo esto también. Pues, en los primeros dos capítulos
vemos el inicio de la polémica de Pablo en contra de los que practican la
circuncisión.
A la luz del contexto de Gálatas 6:16 en la carta, considerada en su
totalidad, hay motivos más que suficientes para rechazar el entendimiento
dispensacionalista de la frase «Israel de Dios». En cambio, deberíamos
considerar que es semánticamente paralela a «hijos de Abraham», «linaje
de Abraham», «hijos de la promesa» y ser hijos de la Jerusalén de arriba.
En ninguna de estas frases se pone en duda que los cristianos gentiles están
incluidos. No debe haber tal duda acerca del Israel de Dios en Gálatas
6:16. La única razón por la que MacArthur y sus hermanos
dispensacionalistas excluyen a los gentiles del Israel de Dios en 6:16 es las
restricciones doctrinales del sistema dispensacionalista ― no las
restricciones exegéticas de la Escritura. Toda la carta es una polémica en
contra de los judaizantes, quienes insistían en la necesidad de la
circuncisión física para el cristianismo auténtico y la verdadera membresía
en el pueblo de Dios. Por lo tanto, cuando los dispensacionalistas
argumentan que la circuncisión física es necesaria para la membresía en el
Israel de Dios no están en sintonía con el argumento de la epístola entera.
Capítulo 15:
¡El significado de «kai»!
C. Efesios 2:12-19
He reconocido, y por este medio lo vuelvo a hacer, que 1 Corintios 10:18
y 12:2 insinúan sugerentemente, en vez de declarar abierta y
explícitamente, que la Iglesia es el «Nuevo Israel» de Dios. No obstante, 1
Corintios 10:18 cuenta, al menos desde mi perspectiva, como un uso más
de «Israel» en referencia a la Iglesia. Sin embargo, lo que es más
importante, estoy convencido de que el argumento de Vlach fracasa
completamente cuando se aplica a Efesios 2:12‑19. Este pasaje es el más
explícito y crucial para evaluar la negación dispensacionalista de que la
Iglesia es el Israel de Dios.
El uso de «Israel» en Efesios 2:12 solo puede ser considerado como
una referencia explícita a la Iglesia. Sé que esto es una declaración fuerte.
Ahora tengo que sustentarla. Pero primero pienso que será útil citar el
pasaje comenzando desde el versículo 11:
(11)
Recordad, pues, que en otro tiempo vosotros los gentiles en la
carne, llamados incircuncisión por la tal llamada circuncisión, hecha
por manos en la carne, (12)[recordad] que en ese tiempo estabais
separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a
los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el
mundo. (13)Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo
estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo.
(14)
Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos [pueblos] hizo
uno, derribando la pared intermedia de separación, (15)aboliendo en
su carne la enemistad, la ley de [los] mandamientos [expresados] en
ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre,
estableciendo [así] la paz, (16)y para reconciliar con Dios a los dos en
un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la
enemistad. (17)Y VINO Y ANUNCIO PAZ A VOSOTROS QUE
ESTABAIS LEJOS, Y PAZ A LOS QUE ESTABAN CERCA;
(18)
porque por medio de El los unos y los otros tenemos nuestra
entrada al Padre en un mismo Espíritu. (19)Así pues, ya no sois
extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y
sois de la familia de Dios.
El versículo 11 comienza con varios comentarios acerca de la circuncisión
en la carne que no deben pasarse por alto en nuestro examen del pasaje.
Pablo describe a sus lectores en el versículo 11 como «gentiles en la
carne». Esta descripción es significativa en dos sentidos. En primer lugar,
es claro que Pablo en este pasaje se ocupa del contraste entre los gentiles
étnicos y el Israel étnico. En segundo lugar, esta frase insinúa con fuerza
que Pablo considera a los gentiles creyentes a quienes se está dirigiendo
como gentiles solo «en la carne». Es decir, la frase «en la carne» sugiere
que según (o en cuanto a) el Espíritu no eran gentiles, sino judíos o
israelitas (recuerde 1 Cor. 10:18 y 12:2). Esta sugerencia cobra aún más
fuerza por la manera en que Pablo enfatiza que los israelitas étnicos
incrédulos son solo llamados o denominados «circuncisión», del mismo
modo que ellos solo llaman o nombran a los gentiles creyentes
«incircuncisión». No hay razón alguna para andar en nimiedades con la
traducción de la frase «tal llamada» en el versículo 11. Eso es
precisamente lo que Pablo quiso decir. En otras palabras, el versículo
entero insinúa que juzgar la judaicidad o gentilidad de alguien por la
circuncisión física es un error. Además, por implicación, los gentiles
creyentes son la verdadera circuncisión (Flp. 3:3; Rom. 2:25‑29), y los
judíos incrédulos no pueden ser «la circuncisión» ni «Israel» en absoluto,
espiritualmente hablando.
Al pasar al versículo 12, encontramos la primera mitad de un contraste
temporal que concluye en el versículo 13. En el pasado, los gentiles
estaban separados o excluidos de cinco cosas que se mencionan en el
versículo 12: «...separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel,
extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el
mundo». Estaban sin Cristo, sin la ciudadanía de Israel, sin los pactos de la
promesa, sin esperanza y sin Dios. El versículo 13 expone la segunda
mitad de este contraste temporal. En este tiempo, los gentiles creyentes
han sido acercados a, o han sido hechos partícipes en, todas las cosas de
las que habían sido excluidos anteriormente: «Pero ahora en Cristo Jesús,
vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la
sangre de Cristo». No debería ser necesario decir, aunque con frecuencia
los dispensacionalistas lo pasan por alto, que la aseveración del versículo
13 tiene que entenderse de acuerdo con el contexto establecido por el
versículo 12. En otras palabras, cuando el versículo 13 dice que los
gentiles creyentes han sido acercados, surge la pregunta: ¿acercados a qué?
Esta pregunta no puede ni debe ser contestada de la nada o según nuestra
imaginación. Tiene que ser contestada con base en el contexto. Cuando es
consultado, el contexto suple una respuesta obvia. Los gentiles han sido
acercados a todas las cosas de las que habían sido excluidos anteriormente;
y ¿cuáles son esas cosas? Según el versículo 12, habían sido excluidos de
Cristo, de la ciudadanía de Israel, de los pactos de la promesa, de la
esperanza, y de Dios. Espero que la significación {importancia} de esta
conclusión sea obvia. Por si no lo es, permítame precisarla. Los gentiles
han sido acercados a, o en otras palabras, han sido hechos partícipes en «la
ciudadanía de Israel». Ahora bien, si han sido acercados a ― han sido
hechos partícipes en— la ciudadanía de Israel, esto quiere decir (a mí me
resulta claro) que son israelitas. Así como los estadounidenses son
ciudadanos de los Estados Unidos, también los israelitas son ciudadanos
de Israel.
Pablo continúa edificando sobre esta unidad en los versículos 14‑18.
Note el énfasis en la nueva unidad entre los gentiles creyentes y los
israelitas creyentes. La pared intermedia ha sido derribada. En la Iglesia de
Cristo hay «un solo hombre nuevo» {Efe. 2:15 [RVA–2015]}. La única
carne de Cristo fue partida para reconciliarnos en la única cruz de Cristo.
En consecuencia, hay un solo cuerpo de Cristo.
La culminación del argumento de Pablo, que comenzó en el versículo
12, se encuentra en el versículo 19. El lenguaje usado en el versículo 19
hace recordar el lenguaje y los conceptos en el versículo 12 que se
refieren a la ciudadanía de Israel. La principal reminiscencia se encuentra
en la frase «conciudadanos de los santos». ¿Cómo nos hace recordar esta
frase los elementos encontrados en el versículo 12? Note que la frase «la
ciudadanía de Israel» en el versículo 12 es τῆς πολιτείας τοῦ Ἰσραὴλ en el
texto griego. En el versículo 19, el elemento que sirve de reminiscencia se
hace notar en el uso de la misma raíz que se encuentra en la palabra
traducida como «ciudadanía» ( πολιτείας ). Esta raíz aparece en la frase
que es traducida como «conciudadanos» ( συμπολῖται ) en el versículo 19.
Ahora bien, cuando Pablo dice que los creyentes gentiles son
conciudadanos con los santos, estos santos ― según el contexto— son
claramente santos judíos. Entonces, cuando Pablo dice que los gentiles
efesios son con–ciudadanos, presupone que son de la misma nacionalidad
{lit. ciudadanía} de los santos judíos. En otras palabras, son ciudadanos de
Israel. Por tanto, Pablo asevera directamente allí que los creyentes gentiles
son ciudadanos {lit. son de la ciudadanía} de Israel y ya no extranjeros. De
hecho, él usa dos palabras adicionales que afirman sólidamente esta nueva
realidad de una manera muy explícita. Dice que los creyentes gentiles ya
no son «extraños ni extranjeros». Estas palabras se refieren al estatus de
los gentiles que vivían en la tierra {en Israel}, pero no les era permitido
ingresar a la congregación (QAHAL) o ciudadanía de Israel. El término
«extraño» a menudo significaba alguien de afuera de la congregación de
Israel (Rut 2:10; Lam. 5:2; Efe. 2:12). La palabra «extranjero» se usaba
también con frecuencia de un modo similar (Éxo. 12:45; Lev. 22:10;
25:6, 45, 47; Núm. 35:15; Deu. 14:21; 2 Sam. 1:13). Entonces, los
creyentes gentiles son representados allí ingresando a la ciudadanía o
congregación (QAHAL) de Israel. Ya no ocupan el estatus de extraños y
extranjeros que están excluidos de la asamblea y la nación de Dios.
En resumen, me parece que estas son razones poderosas y convincentes
para reclamar que en Efesios 2:11‑19 hay evidencia explícita a favor de la
membresía de creyentes gentiles físicamente incircuncisos en el Nuevo
Israel de Dios. Sin embargo, parece que los intérpretes dispensacionalistas
tienen su propia opinión acerca de la enseñanza de este pasaje. No he visto
que los argumentos específicos que he presentado hayan sido tratados,
pero he visto comentarios de Efesios 2:11‑19 que manifiestan una
concientización de las dificultades que este pasaje representa para la
distinción dispensacionalista entre Israel y la Iglesia. Otra vez recurro a
Vlach para evitar tergiversar a los «antisuplantacionistas»:
Efesios 2:11‑22 demuestra que los gentiles que solían estar alejados
de Dios ahora han sido hechos cercanos a Dios por causa de Cristo.
Así que el estatus soteriológico de los gentiles creyentes ha
cambiado. Ahora tienen parte con Israel en los pactos y promesas de
Israel, pero no se convierten en Israel.
Los gentiles creyentes no pueden ser incorporados a Israel porque
Pablo dice que ahora son parte de una nueva estructura ― el nuevo
hombre.
Howard Taylor: «La lógica superficial ha seguido argumentando
que no hay más singularidad para el Israel judío y físico. Como se
dice que Cristo ha derribado la pared entre el judío y el gentil [Efe.
2:11‑18], la elección de Israel se terminó. Pero esta no es la lógica
del Nuevo Testamento. Aunque hay un solo camino de salvación
tanto para el judío como para el gentil, el Nuevo Testamento enseña
que el pueblo judío todavía tiene un lugar único en la resolución
histórica de la redención del mundo hecha por Dios en Cristo».[92]
Permítame repasar estos párrafos uno a uno. En el primero, Vlach admite
que este pasaje enseña un cambio de estatus soteriológico para los
creyentes gentiles. Ahora ellos participan con Israel en los pactos y
promesas de Israel. Sin embargo, él niega que en verdad ellos se
conviertan en Israel. Pero nuestro estudio del pasaje ha demostrado que
esta interpretación no está a la altura del contenido de estos versículos. En
primer lugar, el pasaje no solo enseña que los gentiles participan en los
pactos de Israel, sino que también participan en la ciudadanía de Israel.
Esta es la aseveración directa que hacen tanto los versículos 12‑13 como
el 19. De modo similar, tal membresía en Israel es la sugerencia inmediata
del versículo 11, donde se insinúa que los gentiles creyentes cuentan
como la verdadera circuncisión (cf. Flp. 3:3; Rom. 2:25‑29). En otras
palabras, insinúa directamente que los gentiles creyentes se convierten en
israelitas. En segundo lugar, el pasaje no admite el tipo de distinción que el
dispensacionalismo modificado asevera, a saber, que la Iglesia tiene parte
en las bendiciones de Israel sin tener parte en Israel mismo. Como hemos
visto, dentro de la Iglesia no hay distinción alguna entre judíos y gentiles.
De hecho, tal distinción es imposible. Por el contrario, hay completa
unidad entre ambos por el carácter de la obra redentora de Cristo.
Pero esto nos lleva al segundo párrafo. Vlach argumenta allí que la
Iglesia no puede ser el Antiguo Israel porque la Iglesia es un nuevo
hombre. Sin embargo, esta declaración no hace mella. Los amilenaristas
no están argumentando que los gentiles creyentes se convierten en
ciudadanos del Antiguo Israel. Estamos afirmando que los gentiles
creyentes se convierten en ciudadanos de un Nuevo Israel. Pero no hay
contradicción lógica alguna entre la Iglesia como un Nuevo Israel y la
Iglesia como un Nuevo Hombre. De hecho, esto es exactamente lo que el
pasaje enseña. Hay un Nuevo Israel (reformado y expandido) constituido
por hombres nuevos. El Nuevo Hombre es un israelita espiritual. El Nuevo
Hombre es aquel que es incorporado en la (nueva, reformada y expandida)
ciudadanía de Israel por medio de la obra redentora de Aquel que es la
encarnación del Nuevo Israel, Jesucristo mismo.
Finalmente, citando a Taylor, Vlach argumenta en el tercer párrafo que
la Iglesia no puede ser Israel porque queda para este último un lugar
especial en el despliegue de la historia de la redención. En mis
comentarios anteriores también yo he reconocido que es así. Realmente, es
cierto que el evangelio es para el judío primeramente y también para el
griego (como dice Pablo en Romanos). Realmente, es cierto que el Israel
étnico tiene un lugar en el propósito de Dios. Romanos 11 predice que
Dios se comprometió a salvar un remanente de judíos creyentes de cada
generación. El Antiguo Israel ― el Israel étnico— ocupa un lugar
estratégico en los propósitos de Dios. Sin embargo, esto no quiere decir
que la Iglesia no sea el Nuevo Israel de Dios que está compuesto tanto por
el remanente de judíos creyentes como por los gentiles creyentes que son
injertados al único olivo de las promesas pactuales y del pueblo pactual de
Dios.
Para concluir, hay un lugar distinto para los israelitas étnicos antes de la
salvación; pero no lo hay para ellos después de esta. Las categorías
verdadera circuncisión, verdaderos judíos e Israel de Dios
― posconversión— incluyen a cada creyente en Cristo. Hay ciertamente
un elemento ausente en los tres párrafos de Vlach que no debe ser pasado
por alto. No se hace corolario alguno de la sólida exégesis que he hecho de
este pasaje. No se da explicación alguna al hecho de que el pasaje afirma
en varios lugares diferentes, y de manera explícita, que ahora los gentiles
creyentes son parte del Israel de Dios ― la ciudadanía de Israel.
Capítulo 19:
La verdad literal de que
la Iglesia es Israel
Conclusión: ¿Por qué esta interpretación de Gálatas 6:16 no es
suplantacionismo?
A. ¿Cómo puede concluir la interpretación «literal» que la
Iglesia es Israel?
MacArthur afirma que los amilenaristas creen en el suplantacionismo o la
teología del reemplazo. Ese es el comienzo de su línea de razonamiento.
Concluye que tenemos que creer, y que sí creemos, en una hermenéutica
espiritualizadora o alegorizadora al creer en la teología del reemplazo,
donde la Iglesia simplemente reemplaza a Israel en el plan de Dios.
He aquí mi contraargumento. En primer lugar, he aseverado que los
amilenaristas hoy no creen (o al menos no tienen que creer) en la teología
del reemplazo; o, en otras palabras, no necesitan aseverar, y en la mayoría
de los casos no aseveran, que la Iglesia simplemente reemplace a Israel.
Recientemente descubrí que mi postura sobre este tema es corroborada por
O. Palmer Robertson en su maravilloso libro {trad. no oficial} El Israel
de Dios. Recomiendo muchísimo este libro a todos mis lectores y
especialmente a mis hermanos dispensacionalistas. Permítame darle un par
de exquisitas declaraciones que él hace:
De aquí en adelante, no es que la Iglesia tome el lugar de Israel, sino
que un renovado Israel de Dios está siendo formado mediante la
conformación de la Iglesia. Este reino llegará más allá de los límites
del Israel del antiguo pacto. Aunque Jesús comienza con el Israel de
antaño, no dejará que Su reino sea limitado por las fronteras de este.
[93]
Capítulo 22:
Reductio ad absurdum
Introducción:
Dudo que muchos tengan a Ezequiel 40‑48 en la lista de los primeros diez
pasajes proféticos más interesantes a debatir. Dudo que sea obvio para la
mayoría la razón por la que comienzo esta sección, acerca de lo que
podemos esperar para los judíos en el futuro, con un tratamiento de
Ezequiel 40‑48; así que permítame explicar.
Podría parecer que hay otros pasajes más importantes o interesantes con
los que pudiera empezar esta parte del libro. Para explicar mi elección
permítame decir que, por varias razones, la interpretación de este pasaje ha
cobrado una importancia apremiante en los debates de escatología en la
actualidad. La reciente defensa que hizo John MacArthur del
premilenarismo dispensacionalista (en su sermón de apertura en la
«Conferencia de pastores» de 2007) ha centrado la atención escatológica
en el futuro de Israel y especialmente en una forma de interpretación literal
que insiste en la restauración de Israel en la tierra y el Templo en Jerusalén
como parte de un futuro orden en el Milenio. Él se identifica
estrechamente con Barry Horner en esta defensa del enfoque del
premilenarismo dispensacionalista en el futuro del Israel físico. La
contraportada del libro de Horner contiene la siguiente promoción escrita
por MacArthur:
Esto es, por mucho, el mejor tratamiento del futuro de Israel que he
encontrado. Es un grato antídoto a la apatía y confusión
generalizadas que han nublado esta cuestión profética vital. Lo
encontré claro, persuasivo, completamente bíblico y difícil de dejar
de leer.[103]
La insistencia de MacArthur y Horner en la centralidad del Israel étnico
en el futuro del mundo y la necesidad de una interpretación sumamente
literal del Antiguo Testamento enfatizan necesariamente la profecía en
Ezequiel 40-48 sobre la restauración del Templo. Este pasaje es uno de los
ejes de la escatología que ellos sostienen. Muchísimo depende de si su
forma de interpretación literal puede proveer un enfoque adecuado del
pasaje. Por otra parte, para mi postura, mucho depende también de si una
interpretación figurada de dicho pasaje puede ser vindicada. La forma y el
carácter de la escatología que uno sostenga serán inmensamente afectados
según se interprete este pasaje.
Antes de proceder, tengo que hacer notar la conexión obvia que tiene
este capítulo con el anterior y la transición que tendrá lugar con el tema del
presente capítulo. Aunque Mateo 24 es importante para nuestro
entendimiento de lo que podemos esperar para la Iglesia en el futuro,
también se enfoca muchísimo en lo que podemos esperar para los judíos y
su Templo. En la interpretación que he presentado se predice tanto la
disolución de la nación judía como la completa destrucción del Templo en
el año 70 d. C. Edmund Clowney argumenta que Mateo 24 y los pasajes
que le siguen no sugieren una reedificación de un Templo terrenal:
Pero Jesús no dice nada acerca de una reconstrucción del Templo.
Su alusión a la abominación de la desolación y al tiempo de
tribulación en la profecía de Daniel (Dan. 11:31; 12:11, cf. 12:1)
no sugiere ningún otro Templo terrenal.[104]
Desde mi punto de vista, Clowney está en lo correcto. Antes del regreso
de Jesús en gloria no hay indicación alguna de la reconstrucción del
Templo (ni parece haber lugar alguno para ello). Por supuesto, los
dispensacionalistas pueden argumentar que el Templo puede ser
reedificado después que el Señor regrese. Sin embargo, esto substituye una
dificultad por otra. En otras palabras, plantea la dificultad adicional de
cómo esto encaja con el juicio (al parecer) general que ocurre al regreso de
Cristo (Mat. 25:31‑46).[105]
Pero si el Templo terrenal no ha de ser reedificado en Jerusalén, ¿qué
deberíamos hacer entonces con Ezequiel 40‑48?
I. La interpretación (literalista) frustrada
A. «Reductio ad absurdum»
Horner es consciente de que sus oponentes creen que los apóstoles y el
Nuevo Testamento interpretan el Antiguo Testamento diferente a como él
lo hace. Intenta explicar la evidencia presentada que respalda este método
de interpretación del Antiguo Testamento presentándolo como una
acomodación excepcional del Antiguo Testamento que no es inconsistente
con el enfoque literal que él apoya. Por lo tanto, insiste en que tiene que
llevarse a cabo una hermenéutica literal de manera rigurosa. Cuando se
hace así, argumenta que el resultado es una interpretación que ve un futuro
territorial distintivo para el Israel étnico en la tierra prometida con un
Templo reedificado y la adoración del Templo renovada. Es necesario
examinar estas afirmaciones.
Reductio ad absurdum es una forma de argumento lógico. Esta forma
de argumento critica la postura de un oponente mostrando que, en realidad,
lleva a conclusiones que son absurdas o imposibles. Este es mi primer y
uno de mis mayores problemas con el literalismo al estilo Horner. Su tipo
de enfoque literal del Antiguo Testamento lleva a conclusiones que son
absurdas e imposibles.
Nótese ahora que he dicho «el literalismo al estilo Horner» y «[s]u tipo
de enfoque literal». No me opongo a una interpretación literal de la
Escritura correctamente definida y correctamente matizada. Me opongo a
lo que Horner y sus seguidores creen que es la interpretación literal.
Y me opongo, en primer lugar, porque conduce a toda clase de
conclusiones absurdas. Una de las formas ― no la única— de determinar
si un pasaje debe interpretarse de un modo literal o figurado es preguntar si
una interpretación prosaica (no figurada) conduce a conclusiones que sean
inconsistentes con la enseñanza clara en cualquier otro lugar de la
Escritura. Si lo hace, entonces tal método de interpretación del pasaje en
cuestión no puede ser correcto. Esta «enseñanza clara en cualquier otro
lugar de la Escritura» a veces es llamada «la analogía de la fe».
Entonces, ¿a qué conclusiones conduce el literalismo de Horner? Es
bien sabido que Ezequiel 40‑48 predice que habrá sacrificios por el
pecado en el Templo reedificado. La contestación de los intérpretes
literalistas de que estos sacrificios son simplemente «conmemoraciones»
es bien conocida también. Sin embargo, la realidad es que la restauración
de una forma de adoración veterotestamentaria va mucho más allá si se
adopta una interpretación literal de Ezequiel 40‑48. He aquí algunas de las
cosas con las que Horner y los literalistas están comprometidos o, al
menos, tienen que estar comprometidos.
La mención de David en Ezequiel debe interpretarse literalmente.
Como Moisés y Elías, él tendrá gran prominencia en el Milenio. Es el
príncipe que se menciona en Ezequiel 45:22 que tiene hijos literales y
ofrece ofrendas literales por su propio pecado en el Templo del Milenio.
[106]
Capítulo 24:
Todo Israel siendo salvo (1)
Uno de los pasajes más interesantes y debatidos en la historia de la
profecía neotestamentaria es Romanos 11. El movimiento sionista del
siglo XX, que culminó en el establecimiento del Estado de Israel en
Palestina en 1948, ha aumentado aún más el interés por este pasaje. Un
intérprete de Romanos 11 ha dicho: «…pocos se atreven a negar la
probabilidad de una providencia especial para con el Israel étnico en los
días del tiempo del fin».[115]
A pesar de este comentario, se sigue abogando por varias
interpretaciones del significado de Romanos 11 y, especialmente, la frase
«todo Israel» que se encuentra en el versículo 26. Incluso, dejando a un
lado la interpretación que será defendida a continuación, la opinión
exegética está dividida por lo menos en dos campamentos. La que a
menudo se considera como la perspectiva reformada tradicional argumenta
que «todo Israel» es una referencia a todos los elegidos sin importar su
nacionalidad. En el campamento opuesto están los que ven «todo Israel»
como una referencia al Israel étnico, el cual ― dicen ellos— será salvo en
un gran suceso futuro. Dentro de esta última postura, podría identificarse
una plétora de variaciones según como se entienda el medio de esta
salvación de «todo Israel» (¿Será el medio de salvación la predicación del
evangelio o la Segunda Venida de Cristo?), y según como se estime
precisamente cuántos israelitas étnicos estarán involucrados (¿Serán salvos
todos los israelitas que vivan en ese momento, todos los israelitas que han
vivido alguna vez, o simplemente la mayoría de los israelitas que vivan
durante ese período futuro?).
A menudo nos damos el lujo de permitir que una tradición teológica
confiable nos guíe cuando consideramos pasajes difíciles y debatidos
como Romanos 11. Por ejemplo, quienes vienen de una tradición
teológica reformada conocen que Hebreos 6:1‑8 no enseña que quienes
son verdaderamente salvos pueden finalmente caer de la gracia, sino que
más bien enseña la Perseverancia de los Santos. Sin embargo, en el caso de
Romanos 11, hasta la tradición reformada está dividida. John Murray[116] y
muchos otros escritores reformados favorecen la postura de que Romanos
11 enseña una futura conversión nacional de Israel. Otros conocidos
escritores reformados se oponen a esta perspectiva. Por lo tanto, no hay
nada mejor que una revisión cuidadosa del pasaje.
Dos interpretaciones de Romanos 11 me han ayudado grandemente a
estudiar este pasaje: {trad. no oficial} Israel en la profecía, de William
Hendriksen, especialmente el capítulo 3, es un estudio muy útil;[117] y un
artículo titulado {trad. no oficial} «¿Hay un futuro distintivo para el Israel
étnico en Romanos 11?»,[118] en el que O. Palmer Robertson provee lo
que para mí ha sido la exposición más útil de Romanos 11. El siguiente
tratamiento está muy en deuda con su artículo; del cual provienen todas las
abundantes citas de Robertson, a menos que se indique una fuente
diferente.
La pregunta que tiene que ser contestada cuando llegamos a Romanos
11 es la que Robertson plantea: ¿Hay un futuro distintivo para el Israel
étnico? Para decirlo de otro modo, ¿enseña Romanos 11 la futura
conversión nacional de Israel? Robertson está en lo correcto cuando dice
que dos asuntos tienen que ser examinados para contestar a esta pregunta:
Después, debemos examinar :
I. La evidencia de que Romanos 11 habla de la intención que
Dios tiene actualmente con el Israel étnico
II. Las posibles referencias en Romanos 11 a la intención que
Dios tiene de tratar distintivamente con el Israel étnico en
el futuro
I. La evidencia de que Romanos 11 habla de la intención que
Dios tiene actualmente con el Israel étnico
Allí Robertson reúne la evidencia de que Romanos 11 está hablando de la
intención que Dios tiene actualmente con el Israel étnico. La relevancia de
dicha evidencia es que esta socava la idea de que el tema de Romanos 11
es cómo Dios tratará con Israel en el futuro. Ahora escuche a Robertson:
La mayoría de los comentaristas son muy conscientes de las
referencias en Romanos 11 a la actual actividad salvadora de Dios
entre los judíos. Sin embargo, la incidencia de estas referencias, así
como su significación para el tema general del capítulo, por lo
general se pasan por alto.[119]
Robertson demuestra entonces que, en todo el capítulo, Pablo hace
referencia continuamente a los tratos de Dios con los judíos en el presente.
Los versículos 1‑10 constituyen la primera parte del capítulo {Rom.
11}, el cual comienza con la pregunta: «¿Acaso ha desechado Dios a su
pueblo?». Pablo contesta no hablando de los planes futuros de Dios para
los judíos, sino de Sus tratos con ellos en el presente. Note la respuesta a
esta pregunta en el versículo 1: «...yo también soy israelita...». Observe
también el énfasis del versículo 5: «Y de la misma manera, también ha
quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de la
gracia [de Dios]». La solución de Pablo al problema de la incredulidad
judía no es una futura conversión nacional de Israel, sino la salvación del
remanente elegido en el presente. En el remanente, la nación es salva y las
promesas de Dios se cumplen. Si el argumento de Pablo allí es apropiado,
no parece haber mucha razón para que él añada la idea de una futura
conversión de Israel a fin de responder al problema de la incredulidad
judía.
Los versículos 11‑16 constituyen la segunda parte del capítulo. Allí
también se encuentra el énfasis en los tratos de Dios con los judíos en el
presente. Note Romanos 11:13‑14
― (13)Pero a vosotros hablo, gentiles. Entonces, puesto que yo soy
apóstol de los gentiles, honro mi ministerio, (14)si en alguna manera
puedo causar celos a mis compatriotas y salvar a algunos de ellos.
Los versículos 17‑24 constituyen la tercera parte del capítulo. Allí
tampoco hay razón alguna para posponer el injerto de los judíos hasta
alguna fecha futura. El injerto del judío incrédulo ocurre cuando no
permanece en su incredulidad.
Los versículos 25‑32 constituyen la cuarta parte del capítulo. Esta es la
última parte de dicho capítulo antes que Pablo llegue a su doxología en los
versículos 33‑36. El énfasis allí sigue estando en el trato de Dios con los
judíos en el presente. Los versículos 30 y 31 enfatizan que el tiempo del
que Pablo está hablando es «ahora» al usar esta palabra tres veces:
(30)
Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a
Dios, pero ahora se os ha mostrado misericordia por razón de la
desobediencia de ellos, (31)así también ahora estos han sido
desobedientes, para que por la misericordia mostrada a vosotros,
también a ellos ahora les sea mostrada misericordia. (Cursivas
añadidas)
La conclusión de Robertson es la más apropiada:
Se puede reiterar el punto señalado originalmente. Las referencias
en Romanos 11 a la intención que Dios tiene actualmente con Israel
tienen incidencia y son tremendamente significativas para el tema
general del capítulo. Dichas referencias no excluyen necesariamente
referencias paralelas a algún propósito futuro de Dios con Israel. Sin
embargo, advierten al exégeta que no debe suponer con demasiada
precipitación que Romanos 11 en su totalidad habla del futuro
distintivo de Israel. Además, la presencia de referencias al papel
actual de Israel en cada sección principal del capítulo indica que el
exégeta tiene que tomar en cuenta la significación {importancia}
que tiene este papel actual de Israel, independientemente de la
sección particular del capítulo en cuestión.[120]
Para resumir, las referencias de Pablo a los tratos actuales de Dios con
Israel permean Romanos 11. Están presentes en cada parte del capítulo.
Los intérpretes han descuidado este hecho a menudo. Este descuido
plantea la interrogante de si los mismos intérpretes habrán entendido mal
las supuestas referencias a una futura conversión nacional de Israel. Ahora
dirigiremos nuestra atención a estas referencias.
Capítulo 25:
Todo Israel siendo salvo (2)