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por Graciela Montes Tercera edicién ampliada y actualizada yey Rreroretny’ (Are onteae SoM ERM EI golpe ‘Algunaé personas picnsan que de las cosas malas Y ttistes ¢s mejor olvidarse. Otras personas eree- mos que recordar es bueno: que hay cosas malas y wistes que, sino van a volver a suceders es pre- ‘isamente por exo por le que nos acordamos de elles porque no las eAeaeteslfuasiCe mueits oe Es el caso de la historia que vamos a contar faut leo, gocieactionime eae ee neni aie cared ete ec venes y muchos de lo: que vin leyenda ets pletias nisighiemtablameaa No es una lntstoria ell de concan porque sae t10s mismos fuimas los protagonistas, porque lo ‘Gace e fas, porque son cosas que vimae con muciros. ojos, que vivimos en nuestro cuerpo. Es natural ‘que duela recordarlas. EL 24 de marzo de 1976 hubo un golpe de Esta- do, Un golpe de Estado es eso: una trompada a la democracia. Un grupo de personas, que tienen el poder de las armas, ocupan por la fucrza el gobierno de un pais. Toman presos a todos: al Presid inte wiles dipuains ota eats gobernadores, a los representantes que el pueblo habia clegido oon su vato, y ocupan su lugar. Se convierten en dictadores. A los amigos los nom- bran intendentes, jueces, ministtos, secretarios. asi todo queda en familia. Se sienten poderosos yy gobietnan sin renditle cuenta a nadie. nde a s les conviene Aungue, por supuesto, como no les gusta que los vean como a ogtos, siempre explican por qué dicron el golpe. Por lo general dicen que es pata “poner orden” en un “pais desordenado”. Dicen que hace falta “mano dura” para “poner las cosas en st lugar”, Sélo que ponen las cosas donde a ellos les conviene. Como no creen en la demo- ctacia, tampoco creen en fa opinién de las per- sonas, Son tan soberbios que consideran que los Xinicos que saben lo que le hace falta al pais son ellos y nadie mas que ellos. Pero como en reali- dad no saben, y tampoco tienen costumbre de pensar ni de reflexionar demasiado, terminan haciendo estropicios y siempre pero siempre de. jan al pais peor de cémo estaba, En esos casos, las Fuerzas Armada, que recibie- ron las armas para defender 2 los ciudadanos en caso de ataques extranjeros, las usan para golpe- ar la democtacia, Y ciertos grupos de civiles, los ‘que no tienen ningiin interés en los gobiernos democriticos, los incitan, los apoyan y los aplauden En la Argentina hubo varios golpes de Estado antes del que vamos a contar aqut, En 1930, cuando un general del Ejército, Uriburu, derro- 6 al presidente Yrigoyen: en 1943, cuando un grupo de oficiales derrocé al presidente Castillo y nombré en su lugar al general Ramirez; en 1955, cuando la Marina y parte del Ejército, con el general Lonardi a la cabeza, derrocaron al presidente Perén; en 1962, cuando derroca- ron al presidente Frondizis en 1966, cuando el =e 04 » ‘general Ongania usurpé ef lugar del presidente i 0 golpes en 36 afios! No fueron to- dos iguales, ni se produjeron en iguales citcuns- tancias, pero todos desconocieron la Constit var al general Videla, que era el pre- sidente de la Junta, ¥ esos vivas a Videla, aun- Que no parc, también sition per refora Sitacom eel mae Goa isn za de ‘moda todos saltaban y obligaban a los demés a saltag aunque’ po taviesen ganas, pexiquc: JS, el cantito, “el que no salta es un holandés” —el lilkimo partide habia sido contra Holands-, es decison “enemig ‘Acveces las petsonas no somos capaces de levan- tar avs pata mirar a nue alrededor y nos qusdainen enbobatos con meso propio om bligo. Y muchos argentinos hicieron eso, no pu- ddieron ver ni pensar més alli de su propio om- bligo. La plata dulce que se volvié amarga Tero el esoramo de Eeado 20 fue la Sinica “méquina del terror” que aplicroh lea galplc. Le otra fuc la demolicién de la eco- pada DS 65 3 ppd cl nistro de Videla, José Alfredo. Martinez de Hoz. ‘Cuando un pais tiene sus fabri- cet bievas| cuada prtuce eatf ctive, ce natural quis haya fallen Lob expan yor ‘obteros discuten por fos stil. dos, hay huelgas, quejas, intere- ses contrapuestos. Pero el golpe ttiendo a a paralizarlo todo, a dejar a todo el mundo bien quietito y ea po- sicién de firmes. Pretendia de- cretar el fin de los conflictos, con lo que decre- taba, ademas, el fin de la economia, porque una Fabrica quieca es una Fabrica muerta, Al principio a algunos les parecié una especie de fiesta porque Martinez de Hor se las ingenié pa- za que empezara a fluir el dinero, Para es0 “ine ternacionalizs": pidié dinero prestado al exte~ del 24 de marzo estaba decidido ' 09 Jueves a jueves, cubierta la cabeza con un pafuclo blanco, daban vueltas a la pirdmide que hay en la Plaza de Mayo, para exigir la atencidn de los asesinos. rior y levanté las bareras dela Aduana. De gol- pe y porrazo el pais se llené de productos im. pportados: desde un reloj a una licuadora, de un Paraguas a un auto, todo venia de afuera, y mu- hos argentinos se entusiasmaban con la nove: dad, que les parecié diverida ‘También entrd dinero, pero los capitalistas que lo trajeron no lo trafan para producir, para consteuir nuevas fibricas, emplear obreros y hacer creer el pas, sino pata expecular en ls llamadas “mesas de dinero", donde se jugaba con la plata como se juega en una ruleta, La Argentina se convirtié en el paraiso de los fi- nancistas, se compraban y se vendian délates a la salida del mercado, en la pucrea de las escue- las, en cada esquina: algunos estaban convenci- dos de que se iban a enriquecer con los plazos fijos de los bancos, y otros ponian el sueldo a plazo fijo para que no sc les hiciera humo antes de llegar afin de mes. Como el délar era bara ‘0, muchos vajaban al exterior y volvian carga dos de televisores, equipos de audio, filmado- 1a, calculadoras y hasta heladeras. Era la época de la “plata dulce", como se la llamaba enton- «es, ott0 modo més de mirarse el ombligo, En esos primeros af de la dicaduta no se po- dia decie que no hubiese dinero. El dinero cite culaba copiosamente y a gran velocidad, pero terminé acumulado en unos pocos boillos. Y ‘nunca sirvié para poner en marcha la economia, Para ctear riqueza, sino, justamente, para ani- aquilal Poco después se vio que toda esa aparente abun- dancia no era sino cartén pintado, La plata dul- ce se esfumé. Vinieron los tiempos duros. Mu: chos empresarios cerraron sus fibricas porqu no podian competir con los arciculos extranje- 10s. Y los argentinos tomamos conciencia, de pronto, de que debfamos tanto pero tanto dine 10 a los bancos extranjeros que casi ni podiamos decimnos duefios de lo que era nuestro. Fueron épocas muy trstes. La mayor parte de la ‘gente se encerraba en su casa y tataba de desen. tenderse de todo. No se reunia con ottos, no participaba, no daba opiniones. Entre atrrados y desilusionados, hacfan de cuenta que el pals no era cucstin de ellos. Estaba prohibido hacer politica, adem. La censura mandaba. No ha- bia protestas, ni arengas, ni huelga. Todo pare- La gesta de los pafiuelos blancos Pero muy pronto algo empe2é a moverse. Los primeros en reaccionar fueron los que se animaron a hablar en voz alta del terror secte- 10, y a exigir que los desaparecidos volvieran a aparecer, y vivos, como se los habian llevado de las casas: las voces del reclamo, A mediados de 1977 ya resonaban con fuerza En primer lugar, las madres de los sccuestra- dos. Durante todos esos afios habian peregri- nado de un lado al otto en busca de sus hijos y ahora cambiaban de estrategia, hacfan piiblico su reclamo, se mostraban, pedian cuentas, “manifestaban’, algo que parecia olvidado en la Argentina, Jueves a jueves, cubierta la cabeza con un pafuelo blanco, daban vueltas ala pird- mide que hay en la Plaza de Mayo, para exigit Ja arencién de los asesinas. Simplemence esta- ban alli, no faltaban nunca, y su presencia era una terrible forma de denuncia Fueron muy valientes ~reclamar era peligrosi- simo en esos tiempos, pero su valentia fue te- compensada ampliamente: no sélo en la Ar- gentina sino en el mundo entero los pafiuelos Blancos de las Madres de Plaza de Mayo ter minaron siendo un simbolo, la sefial de que Jas que estaban debajo de ellos iban a defender fervorosamente los derechos humanos, esos derechos que todos tenemos por el solo hecho de ser personas y que nadie, ningtin golpista, ningiin torturador, ningiin asesino, tiene dere- cho a quitarnos. Hubo, ademas de la de las Madres, otras orga nizaciones, algunas antiguas y orras nuevas, que se hicieron oft. En especial, Ia Asamblea Perma- nente por los Derechos Humanos (A.PD.H.), de la que formaron parte muchos de los aboga- dos que tenian a su cargo esos famosos habeas corpus, algunos politicos, intelectuales... Pero tambien el Movimiento Ecuménico por los De- rechos Humanos (M.E.D.H.), el Centro de Es- tudios Legales y Sociales (C-E.L.S.), el Servic cio Paz y Justicia, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, y otras dos organiza- ciones que, como la de Madres de Plaza de Mayo, estaban vinculadas con la desaparicién de personas: Familiares de Detenidos-Desapa- recidos y Abuelas de Plaza de Mayo, que recla- maba especialmente por la restitucién de los nitios nacidos en los campos de detencién y tortura Por ese entonces ya se comenzaba a hablar en todo el mundo del terror argentino. En Fran- cia hubo varias marchas por los desaparecidos. Y, para colmo, en 1980, la Academia Sueca le dio el Premio Nobel de la Paz. a Adolfo Pérez Esquivel, un argentino cristiano miembro del Servicio Paz y Justicia y gran defensor de los derechos humanes. ‘Todo eso perjudicaba mucho al gobierno, que contraatacaba diciendo que eran puras menti- ras y “propaganda antiargentina’: ¢cém: atrevfan esos extranjeros a criticarnos, a pedi nos cuentas? Incluso mand6 imprimir unos cartelitos que decfan “los argentinos somos derechos y humanos” —les parecia un buen, chiste-, y muchos bobos se sintieron “patri tas” pegindolos en las vidrieras y los parabri sas de sus autos, como quien pega los colores del club, De manera que se podrla decir que, hacia 1981, cinco aos después del golpe, los gol- pistas ya no estaban pasando por sus mejores momentos. Los defensores de los derechos humanos los acosaban implacablemente. El mundo comenzaba a mirarlos con sospecha. Muchos de los empresarios que los habian apoyado en los primeros afios, © que al menos los habjan dejado hacer sin decir ni mu, estar ban atravesando momentos dificiles y comen- zaban a pasarse al bando de los cuestionado- res, La Iglesia, ances muy callada ~salvo por tunos pocos obispos y algunos sacerdotes—, también comenzaba a pedir cuentas. Y la gen- te iba saliendo poco 2 poco de su pardlisis y sentia nuevos deseos de participar. La politica iba dejando de ser mala palabra: por ese en- tonces murié Ricardo Balbin, un viejo politi co radical, y su entierro termind siendo una gran manifestacién popular, la primera des- pués de muchos afios. La ultima baraj Los asuntos no andaban bien para la patota go- bernante, La sociedad empezaba a mostrarse, ya demostrat, de paso, que no era un cuartel sino otra cosa, bastante diferente, Se empezs 4 pensar, entonces, en cud podia ser el modo de devolverles el gobierno alos civiles sin dar marcha atrds ni deshacer el modelo de pals domesticado que habian construido en esos afios. Pero Ia salida no les resultaba facil. Se hablaba incluso de una huelga general de pro- peg Hubo algunos cambios en la Junta Militar; al general Videla lo reemplazé el general Viola y a Viola, al poco tiempo, otro general: Galtier Y Galtier’ fue el que, con su disparatado plan de invadir las Malvinas, ayud6 a derrumbas, muy a eu pesse, por supuest todo el edifico de esa monstruosa dictadura, Las islas Malvinas eran, y siguen siendo, legit- mamente nuestras, pero ahora, después de la triste aventura de Galtieri, estamos mucho mds lejos que antes de recuperarlas. Como Quien juega a la guerra, mandé un ejército de muchachos, soldados de 18 afios, mal pertre- chados y mal entrenados, para luchar contra tun ejército poderaso, profesional y bien equi- pedo. ¥ fe mandarlos al muere. Ni siquiera se cocupé de que cuviesen el abrigo necesario para hacer frente al fio y ala Ilavia, Pero al comienzo’ todo parecié funcionarle bien, Las tropas desembarcaron y el general Menéndez se hizo cargo del gobierno de un puerto que se llamaria, a partir de entonces, ya no més Stanley sino Argentino. Hubo algunas victorias, El entusiasmo belicisa se contagié a toda la poblacién. Politicos, artistas, gremialis tas, intelectuales, empresarios, deportistas, muchisimos argentinos declaraban su apoyo a la causa, e incluso hubo grandes grupos que se a Plaza de Mayo para vivar al El gobierno, entretanto, se ‘ocupaba de alimentar el tiunfalismo eon pat- tes de guerra exaltados... y muchas veces men- tirosos. Hasta que ya no pudo disimular mas ta reali dad: los ingleses triunfaban y las tropas argen- tinas habfan Tenido que rendirse. Quedaban, ftra ver, muchos muertos, soldados, mucha- chos. Mis muertos para cerrar esta etapa negra de nuestra historia, Esa derrota fue ef final para los golpistas. Gal- tierieuvo que renunciar de inmediato y se hi 20 cargo del gobierno otro gencral, Bignone. Frente a ese poder ya quebrado la ciudadania fue ganando mds y mas confianza. Se mulipl- caron las manifestaciones, algunas realmente sigantescas, como la Marcha por la Vida que convocaron las organizaciones de derechos hu- manos en octubre de 1982 y la Marcha por la Democracia un par de meses mais tarde. Y, lo que era ain mds grave para el gobierno, lo ‘culto empezaba a salir ala luz, Se daban a co- nocer los horrores secretos, Las revstas y os pe riddicos se habian quitado por fin la mordaza y haan revelaciones tan espantosas que ya nadie podria seguir haciéndose el desentensido, Como quien juega a la guerra, mandé un ejército de muchachos, soldados de 18 afios, mal pertrechados y mal entrenados, para luchar contra un ejército poderoso, profesional y bien equipado. Y fue mandarlos al muere. Cara a cara y en voz alta Y recomenzé la democracia. Se convocé a elec- ciones, hubo otra ver. campafas politicas, pan- ceartas, pintadas, Tuvimos que hacer memoria para recordar lo que era una urna, cémo se cle= gia un diputado, un senador, un presidente. Volviamos a ser nosotros mismos, a disentir, a pensar de maneras diferentes. A pelear, a dis- ‘cutie. Volviamos a set una sociedad viva y co- menzdbamos el largo aprendizaje de convivir con el adversatio, de tolerar las diferencias. Raiil Alfonsin, el presidente electo, hizo lo que los golpistas tanto habian temido que se hicie- 1a; mand6 revisar el pasado. La CONADEP se ocupé de recoger testimo- nios de ex desaparecidos y de muchas otras personas que algo habian visto w ofdo y podfan ayudar a develar esos horribles secretos. Y el habfa hecho lo suyo para que la gran méquina del terror funcionase con eficiencia. Sin em- bargo ellos -los subordinados- se defendian diciendo que sélo habfan obedecido érdenes, 4que sélo se los podia acusar de “buenos traba- jadores", muy obedientes. Y presionaban al gobierno para que los protegiese de los juicios que se les venfan encima El mismo Alfonsin que habla hecho juicio a Jos comandantes tetminé cediendo a esas pre- siones. Consider que, para reconciliarse con las Fuerzas Armadas, convenia aliviar la situa- cin de todos estos criminales “obedientes”, y dicts dos leyes para protegerlos: la de Punto Final, en 1986, y la de Obediencia Debida, en 1987. - Tres afios después, en 1990, el sucesor de Al- fonsin en el gobierno, Carlos Menem, hizo al- go atin peor: indulté a los comandantes, les perdoné la pena. Pero esté clato que ninguna ley injusta, ningdn Volvfamos a ser una sociedad viva y comenzabamos el largo aprendizaje de convivir con el adversario, de tolerar las diferencias. propio Poder Ejecutivo, en nombre de la co- ‘munidad, les hizo juicio a los comandantes del Proceso, acusindolos de haber secucstrado, torturado y asesinado a miles de personas. Co- mo en cualquier juicio, los fiscales presentaron las pruchas, los testigos contaron sus historias y los defensores trataron de justificar a sus de fendidos. El lunes 9 de diciembre de 1985, después de siete meses y medio, el juez Ledn Arslanian Fue un gran dia, uno de los pocos casos en que la ciudadania sintié que oda castigar a sus verdugos. Pero los comandantes no hablan sido los sii «05; estaban ademas los cientos y cientos de se- cucstradores y rorturadores. Cada uno de ellos indulto, puede borrar la memoria. De un mo- do u otto el pasado vuelve. Ningin decreto puede cerrar la historia. Dia a dia aparecen ‘nuevos testigos. Se conocen nuevos datos. Se Feconstruye con mds precisién el funciona- nto de un campo de tortura. Se identifican los huesos de un N.N. Un criminal “arrepenti- do” se muestra dispuesto a confesar su partici- pacién en los “vuclos de la muerte”, sobre el rorturador, radicado en México, es re- jo por los torturados. Se encuentran nuevos caminos legales para procesar a los cul- ables y se abren juicios en Espafia, en Italia, ‘en Alemania, Se multiplican los pedidos inter- nacionales de capeura. Dentro del pais tam- bien se reabren los “juicios de la verdad”, a pe- sar de las leyes de Juicio Final y Obedien Debida. Videla y Masserd,liberados por el in- dulto de Menem, vuelven a la cércel acusados del secuestro sistematico de los nifios nacidos cn cautivero. También caen presos Suérez Mar son y Acosta, Abuelas de Plaza de Mayo recu- pera a muchos de sus nietos, hijos de desapare- idos, que habfan sido despojados de su iden- tidad al nacer y que ahora, décadas después, podian volver a encontrarse con su gente, El juicio a Pinochet en Chile sirve para aclarar ‘muchos secretos del Plan Céndor y de la oscu. ra complicidad entre gobiernos que permitié Ia inscalaci6n del tertorismo de Estado en los paises latinoamericanos. Muchas son las cosas que se van sabiendo. a historia no se borra. Una y otra ver reapare~ ce. Y una y otra vez volveremos a contarla para evitar que se repita, para que el pozo del terror ‘no vuelva a tragarnos. Seguiremos teniendo problemas. Los tene- mos, y muy graves. La injusticia planetaria, La deuda externa, La pobreza, La desocupa- ign. Las mafias. Los poderosos que no quie- ren perder poder aunque para eso haya que aplastar a otros. Los violentos que hablan de aniquilar a cualquiera que piense diferente. Los que se miran el ombligo. Los obsecuen- tes. Los corruptos que sélo piensan en Henat- se los bolsillos. Todo sigue ahi. Pero estamos vivos, y podemos discutir lo que nos pasa cara acara yen vor alta, Wn

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