Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Módulo I
Módulo I
(TLED)
Módulo I
Susana Nothstein
Natalia Bengochea
Mónica García
2
dice explícitamente, pero también –y ello es central– qué dice, qué sugiere
implícitamente. Si nos detenemos en el siguiente fragmento del historiador argentino
José Luis Romero (2013),
José Luis Romero (2013). Breve historia de la Argentina. Argentina: FCE. Nueva edición aumentada y
actualizada 2013.
3
conocimiento. En tal sentido, escribimos para estudiar y apropiarnos de aquello que
aprendemos (resumimos bibliografía, tomamos apuntes…). Por otra parte, cuando
resolvemos exámenes o trabajos prácticos diversos, damos cuenta de la apropiación de
un conocimiento (definimos un concepto, lo ejemplificamos, lo vinculamos con otro) o,
en ocasiones, producimos un determinado conocimiento (aplicamos una perspectiva
teórica o más de una a un caso particular no estudiado, realizamos trabajos de campo o
experimentales y presentamos por escrito no solo los distintos pasos que lo conforman,
sino también los resultados y las conclusiones a las que arribamos).
Lo expuesto hasta aquí nos permite advertir la fuerte vinculación que hay entre
las prácticas de lectura y de escritura, sobre todo en el ámbito académico. Como vemos,
una escritura eficiente requiere también una eficiente lectura. La escritura implica
conocer los rasgos genéricos de los textos que se producen: su estructura, o sea, las
partes que los componen; su estilo o registro, esto es, los modos más adecuados para
decir. Asimismo, es necesario considerar la forma como se construye el destinatario. En
tal sentido, la lectura de textos académicos favorece el acercamiento a las características
de la escritura en el ámbito académico.
4
ACTIVIDAD 1
1.1. Observe atentamente los elementos paratextuales del texto que se presenta a
continuación (retome el concepto de paratexto visto en el Taller Inicial de Lectura y
Escritura) e indique:
a. ¿Cuál es el ámbito de circulación del texto leído: periodístico, académico,
jurídico, otro?
b. ¿Cuál es el propósito comunicativo principal: describir una situación, narrar
un hecho puntual, explicar un concepto, posicionarse frente a un tema u otro
no mencionado?
c. ¿A qué género discursivo pertenece el texto (retome el concepto de género
discursivo visto en el Taller Inicial de Lectura y Escritura)?
Representación política
[1] I. SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO. El concepto de r. política, tanto en sus
implicaciones teóricas como en sus traducciones prácticas, es sin duda uno de los
elementos clave de la historia política moderna. En su nombre se combate la batalla
contra el absolutismo real y sobre ella se insieren las nuevas formas de gobierno político
constitucional, liberal y democrático, que surgieron del descenso del antiguo régimen. A
su alrededor se abrirá más tarde la disputa relativa al cumplimiento de la democracia,
suscitada por aquellos movimientos que polémicamente contraponen a la democracia
representativa la democracia directa y participativa. Sin embargo, si al menos en las
democracias occidentales la opinión corriente está en general de acuerdo en identificar
en las asambleas parlamentarias periódicamente elegidas la expresión concreta de la r. y
en los parlamentarios los ″representantes″, el contenido exacto de este concepto sigue
siendo bastante más controvertido. De este hecho se puede dar una doble explicación.
Antes que nada es necesario tener presente el itinerario histórico de la r. Frente a los
significativos cambios ocurridos en las otras instituciones políticas (en particular en los
ejecutivos) y en todo el sistema político, ella presenta en cambio, aun junto a
innovaciones de importancia (el fin de la r. por capas, el sufragio universal, la presencia
de los partidos de masas), importantes elementos de continuidad que, en casos como el
inglés, se remiten directamente a la experiencia política medieval. Esto implica
necesariamente un cambio en el tiempo de la ″posición relativa″ de la representación. Si
nos detenemos en algunas funciones y en el aspecto exterior, los representantes de hoy
recuerdan mucho a los de ayer y de anteayer, pero si profundizamos el papel que ellos
tienen en el sistema político emergen profundos cambios.
[2] La segunda explicación es de orden semántico. En todas las lenguas europeas el
verbo ″representar″ y el sustantivo se aplican a un universo bastante vasto y diverso de
experiencias empíricas. Dada la polivalencia de la palabra es comprensible por lo tanto
que tratándose de esa particular que es la r. política se llegue automáticamente a evocar
una multiplicidad de significados. Es oportuno por tanto examinar sucintamente cuáles
son las significaciones recabables de las diversas acepciones de la palabra que se
encuentran tanto en la esfera del derecho como en la de la política (los diplomáticos son
″representantes″, el jefe de estado ″representa″ la unidad nacional, etc.), pero también
5
en experiencias bastante más lejanas, como la artística figurativa o la dramática.
Sustituir, actuar en lugar de, en nombre de alguien; cuidar los intereses de alguien;
reproducir, reflejarlas características de alguien o algo; evocar simbólicamente a alguien
o algo; personificar, tales son los principales significados. En la práctica pueden ser
divididos en: a] significados que se refieren a una dimensión de acción –representar es
actuar según determinados cánones de comportamiento en referencia a cuestiones que
conciernen a otra persona; b] significados que remiten en cambio a una dimensión de
reproducción de propiedades y peculiaridades existenciales− representar es poseer
ciertas características que reflejan o evocan las de los sujetos u objetos representados.
Esta distinción es importante ya que saca a la luz las dos polaridades entre las cuales se
puede mover la r. política según las situaciones y su colocación en el sistema político.
[3] Sin embargo estas indicaciones no son de gran utilidad si antes no se identifica
el significado fundamental y esencial de la r. política, su proprium o sea aquello que la
diferencia de las demás experiencias representativas. Más allá de todas las
ambigüedades, este significado emerge con la mayor claridad de una lectura histórica de
las vicisitudes del fenómeno. De ello se observa cómo el régimen político representativo
se opone por un lado a los regímenes absolutistas y autocráticos, es decir desvinculados
del control político de los súbditos, y por el otro a la democracia directa, es decir el
régimen en el cual en teoría debería desaparecer la distinción entre gobernantes y
gobernados. El sentido de la r. política está por lo tanto en la posibilidad de controlar el
poder político atribuido a quien no puede ejercer el poder en persona. Así puede
satisfacerse la exigencia de fondo que desde los primeros e inciertos orígenes rigió la
institución de la r. exigencia expresada por el medieval ″quod omnes tangit ab omnibus
probari debet″. En base a sus finalidades se podría por tanto definir la r. como un
particular ″mecanismo″ político para la realización de una relación y de control
(regular) entre gobernados y gobernantes. Se debe partir de este núcleo para aclarar los
diversos aspectos del fenómeno. ¿En qué relación están las siguientes expresiones:
representantes, función representativa, estructuras de la r., régimen representativo?
¿Cuándo corresponden a estas expresiones no solamente inconsistentes apariencias sino
fenómenos reales de la vida política?
6
de ″razón y juicio″ al servicio del ″bien general″ y no del simple ″querer″ y de los
″prejuicios″ locales.
[7] El tercer modelo –el de la r. espejo− se centra, a diferencia de los dos primeros,
más sobre el efecto de conjunto que sobre el papel de los representantes individuales.
Concibe al organismo representativo como un microcosmos que reproduce fielmente las
características del cuerpo político, según otra imagen recurrente lo compara con un
mapa geográfico que precisamente representa a escala la realidad (en este caso el
territorio) que debe representar.
[8] Sin embargo todos estos modelos, considerados en su forma ″pura″, plantean
algunos grandes problemas. Se puede empezar por el tercero, que presenta una
problemática muy particular. Cuáles ″características″ del cuerpo social merecen ser
reflejadas en el organismo representativo es naturalmente la primera pregunta que se
plantea. Además de las más estrictamente políticas o ideológicas, pueden indicarse las
características socioeconómicas, profesionales, religiosas, culturales, étnicas y raciales,
y hoy también las diferencias de sexo; y la enumeración podría continuar. Los sistemas
electorales proporcionales han sido un eficaz instrumento institucional para realizar una
reproducción bastante fiel de las primeras características. En cuanto a las otras el grado
de representatividad cotejable en las instituciones representativas es en general bastante
bajo. Los representantes tienden a ser diferentes de los representados en relación con
estas otras características, salvo cuando una de ellas se convierte en punto focal de
conflicto político y es asumida como bandera por una organización partidaria. En este
caso por tanto nacen los partidos obreros, agrarios, confesionales, étnicos, feministas;
pero estas caracterizaciones bien marcadas al principio, con el tiempo sufren en general
un fuerte debilitamiento. El hecho es que la representatividad sociológica, en relación
con ciertos perfiles no ″políticos″, choca con el proceso de profesionalización de la vida
política que naturalmente toca también a los representantes limitando fuertemente las
características que pueden asumir. Esta concepción de la r. peca además de estaticidad,
concentrándose totalmente en la cuestión de la fidelidad de la ″reproducción″, descuida
el problema dinámico de la capacidad del órgano representativo de efectuar esa síntesis
de los problemas particulares y de las diversas tendencias presentes en el cuerpo
político, que es el presupuesto de su capacidad de gobernar. Parece por tanto más apta
para un régimen político en el que la r. no ocupa una posición de centralidad, aunque
tenga una función más secundaria de legitimación y de corrección del poder.
[9] Los otros dos modelos del representante como delegado o como fiduciario, no
son más que dos caras de una misma moneda. El primero sin embargo puede vincularse
en parte también al modelo de la r., espejo; responde en efecto a una lógica análoga de
minimización de la distinción representantes-representados, pero llevada a otro nivel, o
sea al de la acción sustitutiva de comportamientos, así como también el de la
reproducción imitativa de características existenciales. Este modelo está ligado a un
régimen de limitada y ocasional participación de los representantes en el proceso
decisional, de manera que su aplicación literal choca, en las condiciones políticas
actuales, contra obstáculos casi insuperables. En primer lugar los representantes, siendo
también actores de las decisiones políticas, necesitan un margen de maniobra
incompatible con la rigidez de un sistema de instrucciones vinculantes. Además, la
atención de los representados frente a la masa de los asuntos públicos es en general baja
y éstos, por otro lado, por su complejidad, presentan no indiferentes dificultades de
comprensión para el público; por tanto en gran parte de los casos faltarían al delegado
las instrucciones o serían gravemente inadecuadas. Si éste es el cuadro general, sin
embargo, en determinadas situaciones, que por su naturaleza lo permiten, el modelo de
7
la r. delegación puede hallar una actuación parcial, y puede nacer en el público la
expectativa de que sea aplicado. Esto sucederá en general para grandes temas políticos
respecto de los cuales pueden configurarse posiciones alternativas nítidas y bien
definidas. Un ejemplo proviene de la tradición política inglesa en la cual los
compromisos asumidos en el momento electoral por los candidatos y por los partidos
sobre ciertos problemas políticos asumen carácter casi formal y vinculante; en estos
casos la sanción electoral positiva corresponde a una ″instrucción″ o ″mandato″. De
todas maneras, en su forma pura también éste sigue siendo un modelo marginal y
excepcional.
[10] La alternativa tradicional a esta concepción de la r. está encarnada por el modelo
del ″fiduciario″. Este modelo se presta en modo particular a variaciones con relación al
tipo de ″centro focal″ preestablecido por la acción del representante. El representante,
en su cuidado autónomo de los intereses, ¿debe tener como punto de referencia a su
colegio electoral, una esfera territorial intermedia, o bien la nación entera, intereses
particulares o bien el interés general? En general la elección de este modelo tiene en su
base justamente la exigencia de superar la fragmentación particularista que
inevitablemente surgirá de la r. ″delegada″; por tanto a ella se acompaña casi siempre la
indicación de la nación como centro focal de la r. (véanse los textos constitucionales
desde la revolución francesa en adelante). El mayor problema que plantea este modelo
es el de la posible no correspondencia de las percepciones que respectivamente tienen
representantes y representados del interés de estos últimos. Tal modelo no ofrece en sí
una solución satisfactoria a una situación similar de discordancia que es en cambio
precisamente uno de los problemas cruciales de la vida política. En efecto, si nos
basamos únicamente en el principio fiduciario, sin dar lugar a un elemento de control
sobre el comportamiento del representante, se acaba por atribuir a éste un poder
arbitrario que contrasta netamente con el que se vio era el sentido de la r. En este punto
podrá hablarse tal vez de gobierno iluminado pero ya no de gobierno representativo.
[11] Un examen atento de la realidad de los sistemas políticos representativos permite
darse cuenta de que ninguno de estos tres modelos encuentra una ejecución completa en
su forma pura. En cambio, podría ser bastante exacto en un nivel descriptivo definir al
representante como un ″fiduciario controlado que en alguna de sus características refleja
la de sus electores″. Del modelo del fiduciario se extrae la indicación de la necesidad de
un cierto margen de autonomía para los representantes que les permita una acción de
respiro más amplio de lo que permitía la presencia del mandato imperativo. El modelo
del delegado nos da en cambio el elemento del vínculo, al que en alguna medida debe
estar también sometido el representante: sin tal elemento resultaría desnaturalizada la
misma función de la r. que es justamente la de garantizar un cierto grado de control de
los ciudadanos sobre el poder político. Por lo demás, al utilizar el término control se
indica un tipo de vínculo menos rígido que aquel implicado por la delegación y por el
mandato, y sobre todo ejercible ex post y en términos globales en lugar de ex ante y en
la forma de instrucciones específicas. Pero un modelo realista y ejecutable no puede
descuidar totalmente ni siquiera ciertos elementos de la r. sociológica, puesto que más
allá de un cierto límite podría ser puesto en crisis todo el edificio representativo,
golpeado en su legitimidad y credibilidad. En efecto, la r.-espejo parece responder a
exigencias de orden simbólico y psicológico que, a ciertos niveles y en ciertas
situaciones, pueden asumir notable importancia. Por ejemplo, los grupos poco
integrados, marginales de un sistema político, tendrán necesidad no sólo de
representantes que ″realicen su interés″, sino también de representantes en los cuales,
8
por sus características personales, ellos puedan identificarse y a través de los cuales
puedan por lo tanto sentirse ″presentes″ en la organización política.
[12] Naturalmente no en todos los sistemas políticos, que también podemos definir
como representativos, las proporciones de estos elementos serán iguales. Sin embargo,
para cada uno de estos elementos existe, aun cuando no es fácilmente determinable, un
valor mínimo característico por debajo del cual la ejecución de la representación
resultaría amenazada en su eficacia práctica o en su significado político o en su
legitimidad psicológica.
[MAURIZIO COTTA]
1.2. Lea el texto y haga anotaciones marginales que sinteticen el contenido de cada
párrafo.
1.3. Revise las respuestas dadas a las consignas a, b y c –resueltas antes de leer el texto–
y haga las correcciones que crea convenientes luego de su lectura.
9
ACTIVIDAD 2
Relea el primer apartado del texto “Significados del concepto” (párrafos [1], [2] y [3]) y
responda las siguientes consignas:
2.2. ¿Por qué es importante para un estudiante de esa disciplina o de otras afines
conocer el valor de este concepto? Fundamenten brevemente.
2.3. Explique el siguiente enunciado del apartado: “el contenido exacto de este concepto
sigue siendo bastante más controvertido. De este hecho se puede dar una doble
explicación”. Para ello, completen previamente el cuadro que sigue:
En el arte y el drama
(dimensión de
reproducción)
10
2.5. Observen nuevamente el apartado. Hay varias palabras y frases en bastardilla.
Expliquen su/s función/es en cada caso.
Considere que escribirá para responder a una pregunta de examen en el marco de una
materia universitaria.
La respuesta de examen
11
importante que en la respuesta se presenten los rasgos del concepto, a través de una
descripción, de indicar función o funciones, de combinar los aspectos anteriormente
mencionados.
Ejemplo:
Explique la noción de posmodernidad según Lyotard.
Jean Lyotard, filósofo francés, introduce el término posmodernidad en su obra La condición
posmoderna (1979). Explica que la condición posmoderna alude a la emancipación de la razón
y de la libertad de los grandes relatos, que resultaban nocivos para el ser humano por buscar la
homogeneización, eliminando la diversidad y la pluralidad. A partir de ello, el filósofo define la
posmodernidad como una etapa de reivindicación de lo individual y de lo local frente a lo
universal. La fragmentación –babelización, en palabras de Lyotard– es un estado positivo, en
tanto señala que permite la liberación del individuo, quien, despojado de las ilusiones de las
utopías, puede vivir libremente y gozar el presente de acuerdo con sus gustos e inclinaciones. El
filósofo considera que la posmodernidad es una edad de la cultura, la era del conocimiento y de
la información, los cuales se constituyen en medios de poder. La posmodernidad, desde su
perspectiva, es la época de desencanto y declinación de los ideales modernos; en particular de la
idea de progreso.
12
no podía competir contra la extranjera, cuyos productos eran más elaborados y económicos.
Desde estos grupos, se intentó sin éxito forzar la voluntad de Cisneros exaltando las ventajas del
libre comercio frente al monopolio y al contrabando que generaba.
Estas tensiones políticas y económicas aumentaron cuando en mayo de 1810 se supo en Buenos
Aires que tropas de Napoleón estaban triunfando en España y que se reconocía la autoridad real
de José Bonaparte. Varios criollos exigieron al virrey Cisneros la convocatoria de un cabildo
abierto para discutir la situación. Esa reunión, ocurrida el 22 de mayo, enfrentó a los españoles,
quienes consideraban que nada debía alterarse, con los criollos, los cuales, imitando la actitud
de conformación de juntas en nombre del rey Fernando VII que se daba en la península,
sostenían que la autoridad del virrey estaba caduca y que este debía ser reemplazado por una
junta que emanara del pueblo. Esta postura fue la triunfante y la que preparó abrió el camino a
la Revolución ocurrida tres días después.
13
educación republicana. Para llegar a los niños de los pueblos, fue necesaria una pedagogía de la
oralidad que afianzara la lengua nacional: la mayoría hablaba dialectos y se pretendía que
dominaran la lengua del estado. Chartier agrega que, para cumplir con el propósito de
generalizar la alfabetización, durante esta etapa, surgieron grupos que procuraron formar a los
niños que se consideraban “retrasados” y que no podían ser educados a partir de los tipos de
escolarización tradicionales.
Para el tercer período, destaca la autora, la misión del maestro ya no es la conciencia espiritual
ni la política, sino la inserción en el mundo laboral. Esta etapa se caracteriza, así, por la
extensión de la escolaridad obligatoria, la cual da lugar a formaciones profesionales específicas.
Afirma que se modifican las funciones de los maestros de cada nivel: el maestro de primaria ya
no prepara para la vida activa, sino para la enseñanza secundaria; la escuela secundaria debe
preparar para el mundo laboral o para la continuación de los estudios en universidades o en
instituciones terciarias.
La investigadora concluye que para cada uno de los desafíos sociales urgentes –salvar el alma,
construir la república e insertarse en el mundo laboral– la respuesta fue siempre la necesidad y
urgencia de educar. Sin embargo, reflexiona que en el último de los modelos el proyecto de
educarse no es extensivo a toda la vida, sino a la vida activa, que se identifica, “confunde”, con
el tiempo de trabajo. Quedan, así, excluidos los grupos de edad económicamente improductivos,
lo que, para Chartier, plantea un problema nuevo en la civilización occidental.
¿Qué es la sociología?
Conceptos básicos
La Sociología es el estudio de la vida social humana, de los grupos y sociedades. Es una
empresa cautivadora y atrayente, al tener como objeto nuestro propio comportamiento como
seres humanos. El ámbito de la sociología es extremadamente amplio y va desde el análisis de
los encuentros efímeros entre individuos en la calle hasta la investigación de los procesos
sociales globales. Un pequeño ejemplo nos acercará a la naturaleza y objetivos de esta
disciplina.
El ámbito de la sociología: un primer ejemplo
¿Ha estado enamorado alguna vez? Es prácticamente seguro que sí. La mayoría de la gente sabe
desde la adolescencia qué es estar enamorado y, para muchos de nosotros, el amor y el romance
aportan algunos de los más intensos sentimientos de nuestra vida. ¿Por qué se enamoran las
personas? La respuesta, a primera vista, parece obvia. El amor expresa una atracción física y
personal que dos individuos sienten el uno por el otro. Hoy en día, podemos ser escépticos ante
la idea de que el amor "es para siempre", pero solemos pensar que enamorarse es una
experiencia que procede de sentimientos humanos universales. Parece del todo natural que una
pareja que se enamora quiera realizarse personal y sexualmente a través de su relación, y quizá
mediante el matrimonio.
14
Sin embargo, esta situación que hoy nos parece evidente es, de hecho, bastante inusual.
Enamorarse no es una experiencia que tenga la mayoría de los habitantes del mundo y, si la
tienen, no suele vincularse al matrimonio. La idea del amor romántico no se extendió en
Occidente hasta fecha bastante reciente y ni siquiera ha existido en la mayoría de las otras
culturas.
Sólo en los tiempos modernos se ha considerado que el amor y la sexualidad estén íntimamente
ligados. John Boswell, historiador del medioevo europeo, ha señalado hasta qué punto nuestra
idea contemporánea del amor romántico es inusual. En la Europa medieval casi nadie se casaba
por amor. De hecho, existía entonces el siguiente dicho: "Amar a la propia esposa con pasión es
adulterio". En aquellos días y durante siglos, los hombres y las mujeres se casaban
principalmente para mantener la propiedad de los bienes familiares o para criar hijos que
trabajaran en sus granjas. Una vez casados, podían llegar a ser buenos amigos, sin embargo, esto
ocurría después de las bodas y no antes. A veces la gente tenía otras relaciones sexuales al
margen del matrimonio, pero éstas apenas inspiraban las emociones que ahora relacionamos con
el amor. El amor romántico se consideraba, en el mejor de los casos, una debilidad y, en el peor,
una especie de enfermedad.
Hoy día nuestra actitud es casi la contraria. Con razón habla Boswell de que "prácticamente
[existe] una obsesión en la moderna cultura industrial" con el amor romántico: Los que están
inmersos en este "mar de amor" suelen darlo por hecho [...] En muy pocas culturas premodernas
o contemporáneas no industrializadas se aceptaría esta idea –que no suscita polémica en
Occidente– de que "el objetivo de un hombre es amar a una mujer y el de una mujer amar a un
hombre". A la mayoría de las personas de todas las épocas y lugares esta valoración del ser
humano les parecería bastante pobre”. (Boswell, 1995, p. xix.)
Por consiguiente, el amor romántico no puede considerarse como parte intrínseca de la vida
humana, sino que, en realidad, esta concepción es fruto de muy diversas influencias sociales e
históricas, que son el objeto de estudio de los sociólogos.
La mayoría de nosotros vemos el mundo según las características que tienen que ver con nuestra
propia vida. La sociología demuestra que es necesario utilizar un punto de vista más amplio para
saber por qué somos como somos y por qué actuamos de la forma en que lo hacemos. Nos
enseña que lo que consideramos natural, inevitable, bueno o verdadero puede no serlo y que las
"cosas dadas" de nuestra vida están influidas por fuerzas históricas y sociales. Para el enfoque
sociológico es fundamental comprender de qué forma sutil, aunque compleja y profunda, la vida
individual refleja las experiencias sociales.
Anthony Giddens (1982). Sociología. Madrid: Alianza, pp. 28-29, 1991.
15
ella/s (delegación de la responsabilidad enunciativa), que se emplee un léxico adecuado
y que se incluyan los conceptos clave.
También es fundamental organizar los conceptos de manera jerárquica, es decir, ir de la
información más importante a las ideas secundarias. Asimismo, que se dé cuenta de lo
solicitado sin hacer desvaríos que entorpezcan la claridad. El análisis de los ejemplos
presentados ilustra sobre la organización del texto (división en párrafos), el orden en
que aparecen las ideas y la vinculación que establecen entre sí.
.
16
ACTIVIDAD 3
3.1. ¿Cuál es la operación discursiva que se realiza en este apartado? ¿Qué elementos
del texto le permitieron responder el interrogante anterior?
3.2. Identifique el dominio o universo, el criterio y los tipos o clases en que se divide el
concepto. Para ello puede ser útil completar el siguiente cuadro que luego podrán
textualizar adecuadamente.
17
Actividad de escritura (segunda parte)
Amplíe el texto que produjo para la primera actividad de escritura. Para ello, explique la
clasificación que Bobbio, Matteucci y Pasquino presentan.
18
BIBLIOGRAFÍA
Arnoux, E. N. de, M. di Stefano y M.C. Pereira (2002). La lectura y la escritura en la
Universidad. Buenos Aires: EUDEBA.
Nogueira; S. (2010). Estrategias de lectura y escritura académicas. Buenos Aires:
Biblos.
Silvestri, A. (1995). Discurso instruccional. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y
Letras y Oficina de Publicaciones del CBC.
19