Está en la página 1de 58
Direccién Editorial: Rodolfo Hidalgo C. Direccién Literaria: Sergio Tanhnuz ®. Coordinacién: Maria Paz Alegria M. Direcolén de Arte: Carmen Gioria Robles S. Diagremacién: Daniel Moneta M. Produccién: Andrea Carrasco Z. Ilustracion de portada: Maria José Olavarria M. Primera edicién: septiembre de 2010 © Felipe Jordan Jiménez ® Ediciones SM Chile S.A, Coyancura 2283, oficina 203, Providencia, Santiago de Chile, vaenwediciones-sm.cl ATENCION AL CLIENTE ‘Teléfono; 600 381 13 12 ISBN: 978-956-264-810-3, Depésito legal: 192.643 Impresion: Salesianos mpresores General Gana 1485, Santiago. Impreso en Chile / Printed in Chile No ests permilzala wproducién toll partial de etait, su (alamiento informatio, nu ranemision de ninguna forma a por euaiquer media, ya sea dial, alectranico, mecano, por flocopa, por ogi u tts mlodos, ens Petmiso previo y par ascno de os Ulares del copy o1oc 4 Youtefitoss EL BARCO EL misterio de la Cafiada Felipe Jordan Jiménez oy ey vod #aosdap"oorgs ediciones § in ODS A UL «mgs wap M out i ae | ae at PUBUEAD 662] ue i ee apy) ap osniuDg | I Santiago, 1799 La noche era un boquerén frfo, donde solo se podia sentir el gemido del viento entre las ramas de los érboles. Sus continuas réfagas habian apagado las irresolutas Hamas de los pocos faroles encendidos, que de nada ser- vian, en realidad, pues nadie transitaba por Jas calles heladas. De vez en cuando, desde Ja oscuridad de las alturas, se dejaba caer un chubasco repentino sobre la ciudad dormida cuyas casas, trancadas las puertas y postigos, se defendian con el abrigo del adobe y las tejas. de aquella velada invernal. Todo era tinieblas, fio y humedad. Sobre el rfo de escaso caudal, a pesar de las Iuvias recientes, e] pesado puente, mas que verse, se adivinaba entre los diminutos puntos de vacilante luz que marcaban cada uno de sus accesos y que apenas aleanzaban a alumbrar los palidos semblantes de los noche- ros que, farol en mano, resguardaban la niole de cal y canto que unia la ciudad misma con los arrabales del norte, donde un pufiado de so] Uo equapo> as oust 07 “ezeyd ef ap op -vorbur Jp we euosgedujs euNp euN o PerpayeD ef ua estur ap epyLs vy v peparos eye e| ap eqprouras eum exony ‘eombyeno woo res19Ato> ap e104 »| & so8uiaz tis ‘peprea ap arquuoy um outs “o1Saj09 ap sorsueduioo seyeD9S11e sns owroo opniejaz o}1Z0UIs UN equrapIsO> as ou jg anbiod ‘equisn® ay sse 4 ‘opoueyy ‘03 -uoutajduns ‘ez aju08 ej ap oysay 9 wre Ise uvqeureyy 0] saxped sns ojos jonueyy y “soz2appeo ap op -eB1eo woSea oxBau un ap sepuarr sey equadtT eursiur ayranur ef ‘ayuedsed Ja auqos :z0810} ap opeziered ofap of ora anb 07 pEpEMaso ef US ajuiaureaane exorprad as afenaie> ya anb ap say cue aquenuorde epemur eun reype v sezueDye A eurpputa epuaa af as anb oyng je reambsa eed ‘seuade ‘anratayns oduray fo woo ‘oper un & of -oue as 4 o11x9 eLpuay ou anb ap vyuaNd o1p as epmBos ua O19 “operose eiqey o] ‘osndns ‘uatnb e souayap exed sozjeqeo soj ap osed ye asrauodzajut osinb ‘ozeyedwuoo ns anb yen8r Ty quand ja sod vrazze9 epoy v opezue] ayo un ap zepor [a “uprquue) ‘mHUIOS ap sopue opuNs -as un oysn{ “,jyeee “seqo8 Jap arquiou ug! jorrv!,, ‘o110U Jap wBayo9 ns ap saqwo%m soy soy oo ms opey Jap oraysou Ja ‘saoUOyUT, ‘YDOU P| Ud OyEWOUE UN Jod OUTDO: [e}0} OD -uafis [2 ‘oquoe opuend ‘o\sneyuy opus janbe eqeinZne anb jew ajgqisod jap ugpuaaaid ua ‘sosomsaid uexeudisiad as anb opuaney ‘S012 wasey oayl ‘onto $e jute un owro> asopuyn -seire ‘expard ua vxpard ap opurjogar A sviq auos syy osedsex opuesodure> jap opruaa or -aumsyy £ 0822] oprne un “aquaurENqNS sopeugisar uorendeng ‘aquejap 10d aypou eyonur eqep -anb une anb sajopurunue 4,j--eeeranyy w0> Aopep vy eun ey}, srejues oueugns ns vos seuLly ap eze]g v] ap Ouaras Jap ZOA vj OBaIT sf ‘eDULsstp v] 1od vpeBoye ‘oBrequia uig ‘sny -uidsa sopene sns rezymbuey v ‘epeu anb spur 'A sosamy soprzaqe sns rejuapeo e wns rod er -azrauede jos ja £ oquord aseSayy epeSnapew ey anb vxed svxoy sey ap osed Ja optremde outo> Yoysand ns egywurad sat anb enuouome ap son -aur sod0d soj ua zexed ups weyaowr as sazq =woy soy ‘gnb 1od ajuauiezoexa sages urs ‘soy -amnbuy ‘soyany X sejaored ueqeStpiadsap a8 OjOS JeNd Jop PITY SBUL ‘OFJa}U@LTIaD Je OJUNL! “OLLT eq um ap esautord owas “ueqeuide as sese> Amundtegui, los Toro y Zambrano o los Mar- tinez de Rozas, como con los mozos de cua- dra, los empleados fiscales 0 los negros de la servidumbre. “Todos tienen algo interesante que contar”, solia decir'a modo de explicacién. Por su conducta que, mas de una vez, le aca- 1re6 algtin regafio paternal por lo poco apro- piado de sus amistades. Sin embargo, mucho de esa liberal postura frente a los dems, fue- ran quienes fueran, lo debia el muchacho pre- cisamente a las ensefianzas de sus padres, que, aunque la fortuna no les sobraba, hacian de ja caridad cristiana una prdctica constante. El resto era consecuencia de su cardcter alegre y vivaz que lo hacia caer bien donde fuera. No obstante, esa simpatia natural se complemen- taba con la imprudencia propia de un adoles- cente y un affin de aventura que lo llevaban, muchas veces, a extremos inadecuados 0 ries- gosos. En esas ocasiones, toda la familia tem- blaba, ya fuera de indignacién o por temor a perderlo, aunque siempre lograba zafarse bien. de los problemas. —Supieron lo de anoche? —pregunté Manolo con la ansiedad pintada en el rostro. Estaban en clase, supuestamente resolviendo unos ejercicios de geometria. 10 —jLo del puente? —sefialé por lo bajo Pedro, olvidandose del cuaderno que tenia delante—. Si, lo of cuando venfa al colegio... {Qué horroroso! —El padre Severino nos est mirando —advirtié José Miguel, pero Manolo no le hizo caso. —iHorroroso y fantastico! —exclamsé con entusiasmo, —{Por qué parloteais por lo bajo en-vez de hacer vuestra tarea, sefioritos? —El voza- rrén del padre Severino los hizo saltar. El cura se puso de pie bruscamente y pronto estuvo encima de los tres amigos, fulminandolos con una furibunda mirada—. ;Puedo saber qué es més importante que el teorema de Pitagoras para vuestras sefiorias? —Solo comentébamos lo que pasé ano- che en el puente, padre —respondié contrito Manolo. Ah, solo eso, luego pregunt6 con falso interés—: ¥ qué pas6 anoche en el puente? —Uno de los nocheros fue atropellado por un coche... que venia del cementerio—ex plicé Manolo no muy seguro de lo que hacia. —2Y eso distrae vuestras mentes de la —ironiz6 el maestro; WW eb sojouryy giadso aj— eymbrrew ‘eypey— jayewiar ap S030] uvisg! —orpag ompaxsut ouPxa— anO?— quvjd jase 1gn3? —ono Jp oposu0s— pepraa sy— ‘opeSyses 30s esed Jea uozes vu $a esd soUDU Oo] 10g “—eyr9nd e] ap outod yo ue oueur vy opuapiod ‘ojouryy apueley ooyjdlax— oy amnyy sod vay -ozv aur vueyeur anb oxayard of song— ‘JanBipj sof Ane Jo osopnp o8e gfeuas— gsopreqos owns sedeosq?— “osoroyqt8} Opo} opuatpasonar £ opyed asopugiuod “epin8. -a8 ua oxpag osndo as— jon! ssoury?— ‘opouRW, 91991 ourexny ‘mbe ap sououre ,— gopuemeyy spis2 9nd? —o8nue ns v opuemu fans sof oltp— espruos vsa vjsn8 aut oN— “eprjur0} vun sod anByseo sou anb relop v sourea ony —sa09A # oso]n810 Anus 12s erpod aysa anbrod ‘onue ns v sv seu -P]] eYOs OjoURYA— adougd “opmbuexy— ~-opeSnseo ueyqey aut vounpy —o8arBe k penSrpy asof gaqdor— , pepsaa my, opeypnasa Faqey 10d 00s ue} op198 59 oysn{ souayy— U0) — zt 20ypnds9 oun anb of @P pepiva ¥ spap sod opeByses .0s osnl sq? ‘Jo anh of aftp 2y 04 & gunBead 1g —ofoueyy gipuayep as— pepiaa ej altp ojos of— janfad au anb ozamb ou ox! —orpag genbrr0f}— j-"1e8ad v va sou eroype x! 20/91 [e Terquou anb semua? —o8ture ns e jan Sip 9s0{ oypord “31 9[— jaishow sou anb of Jo ua enyy!— “sTIMOsIp any orp anb oy ‘rexrpaut ap soley orad ‘onsoeus ja ouprp PIqel| $2] {,2TBP So SoraseN soNsanA ap 10;op 1 anb wom Bj ust:poun ‘oBel] ont ug, axq “WOU ns B touoY eDey end Te anb vp uoD voUT -ed emp spur ume eA ‘emp ouvur 09 o8yse> un3je nqpar ered xa ueqeyista of sume so} anb ua sauorseso seotun sey sand ‘orBat00 jap Oprusay spur ja ‘oysedsap ns ua ourzanag arped Te teqeradsa soon san soy ‘0121 on0d py ““'OT9YIOD BP OFGeTp Ja uod $0} “font ap ousy] ord un vio anb uasicj}— end) sresuad ws oypeupnur ja oaqder—-~anb ows ‘equsppoe aydunis un any ou ‘asped ‘org— “osajow vind [9 oayjdor— Auappoe ajduns up? zsoyesuasur ‘vyaui098 abriendo la puerta, pero cerrandola de inme- diato—. Viene el cura... jPor aqui! Cuando el padre Severino entré decidi- damente a su despacho, s6lo encontté a Pe- dro esperdndolo. Ante la iracunda mirada del sacerdote, el chico, todo tembloroso y com- pungido, a lo tinico que atiné fue a levan- tar su brazo y sefalar la ventana abierta. Al asomarse, el cura alcanzé a divisar las figu- ras de los dos pr6fugos corriendo sobre el te- jado antes de que se perdieran tras la torre del campanario. Julita y su prima Micaela, recién llega- da de Espaiia apenas un mes atrés, paseaban en coche por la ciudad, recorriendo sus calles y edificios principales para que la forastera Ja fuera conociendo. La chica estaba eviden- temente fastidiada con un cambio tan grande en su vida, pues habia dejado atras las enor- mes ciudades europeas, con su bullente y flo- reciente actividad social y cultural, por seguir a su padre hasta las colonias en América, nin- guna de las cuales se acezcaba siquiera al ni- 14 vel de desarrollo de la mas insignificante villa espafiola. El Santiago del Nuevo Extremo de 1799 era, comparado con su Sevilla natal, un pueblucho insignificante. Aun asi, la cariiio- sa acogida de sus parientes criollos, especial- mente de su prima, st efusividad agotadora al momento de agasajarla y la evidente belleza de un paisaje atin salvaje hicieron mucho mas levadero ese brusco giro en su vida. Distraida y silenciosa, Micaela casi no es- cuchaba lo que Julita le iba diciendo, algo acer- ca de la Catada de San Francisco, por la cual pasaban en esos momentos. La vieja aya que Jas acompaiiaba hacfa un buen rato que dormia pesadamenie, lanzando esporadicos ronquidos por la boca abierta. “Esta parte de la ciudad es fea, no es mas que un basural”, explicé Julita te- pandose la nariz con un paftuelo, al tiempo que ordenaba al cochero: “Bautista, sacanos de aqui, Uévanos al Huelén”. Entonces, el coche enfilé hacia el norte de nuevo y se acercé al pequeno cerro abundante en rocas y escaso en vegetacion que marcaba el limite este de la ciudad, aun- que ya se podian contar numerosas casas mas alld de esa abrupta colina que surgia solitaria en medio del valle. Por fin, después de echarle un vistazo a las fortificaciones del Huelén, que 15 ih geyourau ap eq -ig vj aqes as anb sq? -—exa4o ey ou visaneg anb ered ‘ofeg oy aod ormBard o8any A ejaeory, eppaarp gurepxa— jorsra asvrqepy— “upuny *, ,eLiay ef UpAepazay soya sand ‘nyudsa ap sosueu soy sopemyuaar -uatq,, anbiod ‘oqions eypnur 08u3y A 48 ‘anuaLA. -ns fos ox “aaaqy ef seppedso stur wa oypequ> e eysvy A sozerq stur ua anSxeo ej vuanbad aq “—spurel oysta viqey eoryp ej anb sooueyq sour S@}UIAIp SOT UOd OpUaLTUOs [9 ONAUIONUA as— ef -BvoT{ BUTE ‘eyD09 ua ayVaUE[OS OU A— “peu anb apsap saized sep -0) 8 opeaaT] vy aur eysuneg o1eg —vprpuaid ~tos ByMY 9aqnan— 9s ou ON [ys — -vlajdiad 4 eprpuajo anua oyun8ard— zarqumprases vf v ezuey -09 eye aprep v mbe sipsqumysosy?— “auatauis [a 10d ouptp o] v ooRUOD epEtt ajrequooua o1ared ou euttad ns oxad ‘asop -upi enn{ goyjdeu— epett 0819 3} oN— -aurwinzr soi] uatnb v ‘far Ja peysafeur ns e eitay ap ozepad ajsa. ajiep & eIAIp[eA ap oxpag uop o8ayj opuens ‘nbe ap eperpur ey ap Aaz ‘oouopeumnpayy ues ppp vasanb 0} 0 ‘oyaruwzeye} Kos anbuod “esu0y eypnur e ‘orpur peyrur A ox8au peyur dos anb ob of wrambis pu ‘orjeS urs euye8 ap oaamyy um. ap auara arpeu anb ‘seurope sopesedayue sor sopo} v A ‘uatquie; ejanqe f ofange ef :oSax8e of A aovag Ja epuvw sou axpeur A axped per OP] '—PPOISHY Ns 1ejUOD zapod ap opeyuLIUa varquoy ya omnBjsord— sa spur ou sy— ‘ejnpasout opuartuos ‘eTTN{ zeqes oS -mb— jos s9 ou? gojangemyey ny?— “-eperpur vy axqua Aaz ea ou0| -eunlypTy OfaNqese}Y} Tur OpueNd ‘ed odwiay ounsrypnut avy o1ad ‘erf eurns ‘sorput soy op -eaeye uvy Is onb sa pepiaa ey x —vysand eq -eaay] anb varqy ep tepaaai ap oyund e eared anb aunroua oqutez un ‘0134202 |9 9389)102— _Saigy] Brey SO pepsa P',, :oltp snsaf— geysFMeg ‘sv $9 ON? ‘souauT ye edas of anb ‘eounu opepeye uety ou So1puE S07] jemuntd ‘asrednaoaxd pnb 20d Avy ow org! —esornsaid orpeue ‘eurrd ns ap ojuedsa ap og}sor ja 14 pe /oBrequia wis /eyM{ resuad wis orpuodsar— sorpur soy wesvye 1s 1og— ppSedT py sexoWwT opuarBuy ojunSard— gle sauoue> sose upjsa anb 10g?— -pepnp vy ap ayred vse us ueqep -unge anb sopepjos soy 2 sesed opuara ‘sajoqry SON ap BiquIos ef B OF UM UOKATANyap as “Ins jeaod anbeye um ap aqan auapan yy uerBajord —Enierita... —confirmé Julita sonrien- do aliviada de que su prima no fuera més alla con sus reparos en lo relativo al trato con los sirvientes. —iA Dios gracias...! ~exclamé el coche- ro fustigando al caballo, Finalmente, enfilaron por la calle de las Morjitas hasta la calle del Puente, por donde doblaron para, justamente, cruzar el rio con el fin de comprar flores a los floristas del cemen- terio. Sin embargo, un grupo bastante nume- roso de personas cerraban el paso en el mis- mo acceso del puente, observando ociosos a un destacamento de soldados y a dos 0 tres funcionarios de la Real Audiencia, que reali- zaban lo que parecia una investigacidn. Era media mafiana ya, hora en que las sefioras y sirvientas salfan de compras al mercado, bus- cando provisiones para él almuerzo, por lo que poco a poco el niimero de curiosos fue au- mentando, de modo que muy pronto Julita y su prima se vieron detenidas del todo en me- dio del gentio, cuya mayor parte estaba cons- tituida por comercianies, jornaleros, peones y lacayos. Eran gentes de poca o ninguna edu- cacién, muy animosa y tan dada a la chacota que, répidamente, comenzaron con un bom- 18 bardeo de bromas hacia los encargados de la investigacién por su evidente ineficacia y len- to accionar, para regocijo de la multitud que refa de ellos con ganas. Las primas, en un principio, también ce- Iebraron las burlas, pero pronto cambiarian su actitud frente a la chusma envalentonada por Ja masa. —Sargento —llamé6 el oficial al man- do, conocido ampliamente en gran parte de la ciudad por su caracter duro y prepotente, lo que lo hizo blanco favorito de las puillas de los mas chuscos y osados. —jA su orden, capitan Santa Barbara! —xespondié presuroso el subordinado mien- tras se acercaba. —iDespejad el lugar, estas gentes entor- pecen la investigacién! —orden6 el capitan. —iAh, claro...! jEllos son los torpes que estan investigando y nosotros tenemos la cul- pa de su torpeza! —grité uno por ahi y todos tieron. —iMoveos, hombre! jHaced lo que os dije! —ordené stibitamente molesto el ca- pitén. Luego, cuando el otro se alejé a tra- tar de cumplir la orden, se volvié hacia uno de los funcionarios que lo acompafiaban y le 19 te asrvyidisard sopoy & oso zeypnasa aug, [2 We opurjoy oyanw un ep}, :opuerroye oypeysnw um ap zoa vy odo as ‘sons seu -ap so] aiqos 10d asopupaara ‘saouoig, “ayo Jap sayuednso soy v oyer peur um aesed saaey A offeqed Te ae}EIquoua ap UO -aju vj woo seapard uosaiBova1 soun8e O18, “epeu vy e A seonp sey e opersewrap uereora0e as sopeuStpur spur soy anb otaa visnneg aut ~ioua jap eouasard aprauodurr vj ‘eunys0j sod ‘anbune ‘uoaeapyeo as soumuy soy] ‘emso Anu asopugiiod ‘10]09 ap o1quied es0> vy *o}sau Ja anb opeiay =e spur oun ozue]— jelnag ‘are]TP> ‘Ig!— *ezaqeo ej taped uis ozad ‘ejomben vjavorw orpid ap— jyeur Awe opursnt upjsa sou anb ‘exouas ‘ayfe>!— “pysyneg ‘eysrmeg!— “aypoo a eDeYy SoqeZPUOUIE LOLA[OA as pran[nUT ef ap solo So] A iesa vlata ey v esed af anO?!— jrerese sow euisnyp eysa anb ‘mbe ap soueors ‘eysuneg -egsuneg! j-onur soiq! jr de ‘Ke “hy! — “reqn8 oz1y vy anb oj Topaparre Mis & ajuas vyuLy aA Je O}SNSE as ‘eqesed anb of ap eprpiad 4 epernwsope eqsais emyeurard 0g ns ap guadsap ede eueroue vy ‘osa UZ -osajour Anut ef 0109 -ra1 um ouraraiu— {Sopo} sourezua ise A ope anjo qe zeasng B uvA as ou anb 10g? jxg'— jon oper exed ou’o] -rvznn exed gXnaysuo as ayuand jg! —uem8 “qe owrepar— jrefeqexy anb sowauay ys anb say -1198 souraqey ‘serrouas sns ‘sand ex!— -peprea ey e se8ay] eysey prams0 op ansaureagsneyxa reSgsaaut souragap ‘epa> -ns osa anb zeyta9 sowrerenb 1s ‘aquuaumespaxd ‘oad ‘orur 01138 “ar[eap [ey o10USt ON— jeuedsy ap vzopuvi8 vy rod avfeq | rape uragap anb of see uparenb sos0d A omowiap pe requoAnye ered seprautos £ oon -pd pias opoy oyuord ‘e1aua as vznyua8 wis 1S opmse asa asiaqes agep ou anb ofip so soper -12q08 | &A -—Z0A vj opuvleg omBisord oar] operayye aquawaygisia ‘TeDyo [2 oldumazay Aur of— joresuasut ‘perpen! js aaral— OLa}WEUIE? [ap OT AePUOD UTS 0S9 “-orprontroy im ajuoureapaeid ours “upyrdeo ‘soureStasantit anb vy pysayes PUM So ON —~OIP -rodsai ‘20 v| opuezye ‘sgndsop 4 ‘opipnye ja saruarp anue onidar— zeypourereg?— eqpeurere; 2389 epoy ua sigrerowap SPU ockron ontens? “zaypupg asaeyy -—onmBard hacia los tajamares para ver el supuesto cadé- ver, no pasé un segundo. Hasta los soldados y los funcionarios de justicia no pudieron evitar acudir también a mirar. En tanto el morbo de Ja multitud hacia lo suyo, dos muchachos, el que habia grita~ do y otro, aparecieron de pronto y tomande al caballo del freno, Jo hicieron dar la vuelta en redondo y con una palmada en el anca, lo lar- garon al trote hacia la ciudad de nuevo. An- tes de alejarse demasiado, las nifias vieron a los mozalbetes saludarlas sombrero en mano y una sonrisa en la cara, Bautista grité: “;Gra- cias, sefioritos!” y guid el coche hacia la cuadra de los Ahumada, dejando prontamente atras a la chusma, los soldados y a los astutos chicos que los habian salvado. — Quiénes eran esos? —pregunté Mi- caela aliviada. —No lo sé, pero no vestian como gafia- nes —respondié Julita. —Pero si usted los conoce, nifia Julia —dijo entonces Bautista—. Eran José Miguel y Manolo... —;Eran ellos? ;Qué tonta soy! —lo inte- rrumpié la chica dandose una palmada en la frente, 22 a La Plaza de Armas era un mercado abier- to donde cada dia convergian todo tipo de per- sonas en busca, esencialmente, de productos agricolas para comer, aunque también podian adquirirse otros enseres, como ropa, zapatos o artesanias varias, segiin fuera el caso. Jun- to a los comerciantes, usualmente los mismos productores que acudian desde los predios, huertas y chacras que rodeaban la ciudad, se podfan encontrar también desempleados bus- cando trabajo, apostadores esquilmando ilu- sos, charlatanes vendiendo chucherias intiti- Jes y mendigos varios rogando “una monedita por amor a Dios”. Entre los clientes estaban mayoritariamente las sefioras y sirvientas en procura del almuerzo y la cena, los criados ociosos, las viejas comadreando, uno que otro avaro regateando precios y los soldados fin- giendo resguardar el orden mientras corteja- ban a chinas y criadas coquetonas. No falta- ban las monjas que salian del misticismo de la oracién en la catedral para caer en medio del tréfago mundano y material de Ja oferia y la demanda; o los franciscanos siempre ri- suefios con las damas, pero muy severos con 23 se sopogau rod axduiats ‘reqeyista oy soursad -ue9 0 soqUBIDIaUIOD soUNS TE 10s “SPLUDP SOT ap A (fp oo soy] eNTay ont PEDOISLTE BI ’SOT] -ouD Sop anu “ajuauyvar vqeyrodurr ay orpert vanbrod ours jouedss peur un equiqey anbiod oyun} ow “e1s0ysny ns 0 ‘equsuad ofoxmad je anb op taqus apqisodun exe ‘oypess0q 0 o1igos ‘ose ono 1 oun ua org ‘sedo> sey ap JOpe> Te Op -ueno ua zaa ap Anum vqewose as anb “uoypeU -ag A arSaye fa “ono a A ‘ayuaumesouyye seqreny eqe}ajooa: anb ‘oprexjar £ ouemny 72 :0980) apuvaS odrano asa ap omuap umequisppeN sop uerarauoo anb ap aqueuteprdes eyuano uor -a1p as |p vos opeyexy uerqey anb sosod soy ‘oSxequia us ‘ory A ajueystp eyaa as ardurays vystqernjeu ya ‘exe anb 5920988 OUIOD “yprouede} e] v our2ra9 Anum opepma un uoo vqeises uoned urojo9 ns anb axaurp ja wifes apuop ap reutS -purt 8 eqeune ov anb oxad ‘ono jap oranbnt -ad wssey £ ropnpen ‘oram202 ‘ofedey ap vq -epyo sep anb openaye peur omnluo ‘oquajadaz opadse op oyPaiquioy un ‘opel opeysesap ns ‘ourpjosy exombis ni “erqes arpeu ayoo [ap aad “rey20V09 OF sopor oFINPUODOATES [3 “O10 ap sepauiou ap ouaf] axyoo un 4 jepadsa ojnp -uovonjes un oprpaouod erqey af ‘ox8eyn anb ve spzinb ap pryzta ua ‘anb ‘ejouedse ey ours ‘al -e1A ns eqeuponed anb yj vouyyttg euro YL 19 ou /s9D008a 193 ap svsod v ‘ayuauTEsOLIND, ‘opunut fap semuaop selara sej zed anb sey oo saTeuTIpaur sequary sean ap easng we vouaury v edomg apsap opyen erqey of anb up DeSysoaut ap ofeqen fe oduray ns po vq -eotpap anb ‘sejueyd ue ovedxa vsqemyeur tun vio “peprjear ua ‘anb orad ‘uoisayoid ap 02 -Tpaur ‘umequiappeyy UYyof eqeurey] ag seuojoo ej exed une ‘ores Aur oypiq um epey oy anb of ‘eurpua spur ‘aquepsed -oyfute £ orofuenxd vio ’saony sepor B ‘onb A ‘orpaun offou [p argos 10d ezaqeo eun ap sput sod eyfesaiqos ‘opeszau ap onuas opeanate pp anu ‘anb esonad zai ap ofornjad orz030u Je owod ‘IqIDaI Oo TeIPUABUE ULFTOS SeTUOTOD sei anb saleuosred soy were spur soypmur soo £sosg “Teziounre & ereytaut so] anb ayrons spur 09 oroyleduro> im v opuersng ‘sepesueD sex -afo sns ueqeased ‘orpnyse jap anb eBren! yp ap dyno sod spur ‘onb soramiafuy 0 sazoy20p ‘soz -osoyoad ‘sopeSoqe somyny ’saquerpnysa soy 0 ‘ueyfey vounu anb sesoypraue sey & ze[gey anb up ardutrays anb exuoy esopnp ap seurep sep -ypd sey o copesed o8je ef opeosad un rod ares opersetuap sajieiqo> wequso anb saiopesad soy Para el capitan Santa Barbara era un “enemigo natural”, y para los nifios, un gigante ridiculo del cual podian burlarse impunemente. Pero todos, cual mds, cual menos, lo consideraban una especie de loco que, afortunadamente, no molestaba a nadie. Aun asi, el escocés guardaba en secre- to algo mas que sus monedas. La vieja casona que arrendaba en un predio camino a Valpa- rafso era, efectivamente, un laboratorio, aun- que en el siglo XVIII eso més parecia la gua- rida de un hechicero alquimista que un lugar dedicado a la ciencia, con manojos de hier~ bas y plantas colgados por doquier, cientos de frascos, botellas, vasijas y recipientes de todo tipo, llenos de malolientes infusiones, y lega- jos de papeles cubiertos de polvo amontona- dos por todas partes. Sin embargo, no era lo que estaba a la vista lo més importante de la investigacidn del escocés, sino lo que nadie habia advertido y no se sospechaba siquiera. —Chenopoditim ambrosioides... ;Humm! —susurrd Macklembaum tomando el mano- jo de hojas del canasto del yerbatero, luego alzé la voz y pregunté—: ;Cémo... eh... aqui dicen? ‘ —Paico, mister, paico —respondié 26 Isoldino pronunciando despacio la segunda vez para que el otro entendiera bien. —Paieu... So, it’s a very good thing... eh... Muy buena cosa para... eh... matar... pardsitos... si. Lo levamos, si. Aqui tienes monedas.. —{Matar qué cosa dijo? —-pregunts el yerbatero mirando a Isoldino, al tiempo que guardaba el dinero. —Lombrices en las tripas —dijo este son- riendo—. $i, mi mamacita me daba harto pai- co cuando era chico. Pa’ eso, pa’ eso... je, e. —2Si? jUgh! —Axriscé la nariz el vende- dor e, inconscientemente, se alej6 unos pasos del criado, quien no noté nada y siguié tras el extranjero haciendo compras. Poco después, amo y lacayo salian de la ciudad en una tosca carreta de cuatro ruedas. Al cabo de un par de kilémetros, el escocés se volte6 a mirar el cajén de la carga vacio y pa- recié recordar algo, pues hizo un gesto nervio- 50 y, bajando la voz como si alguien pudiera oftlos aun en el solitario camino, pregunté: —iHlas ti hecho lo quedije... eh... para Jo de anoche? —Of course, patron —Isoldino habia sido marino, de ahi que algo de inglés chapurreaba. 27 62 eounu ‘uozer ewsiu ef Tog “e20d9 ns va sou =ntuo> ue} ‘ssuopHsiadns sej ua sae opueyAe seu01pe1 vo] v| rod opem® sapepran sns.se -sng 8 equindwe oj aub woynuars auauayuen paropard pepiye;uaua rum gli0y as Sopprysa soy “sea sosa v sepesd oreg “eundume we asreman e reat] was ‘eyosory A euroepaut ‘sa4a] operpmse eiqny{ ‘samy souang soy ap eRe BUS Wa Opp -eN‘opedene 4 opeoyguapr as eiqap & epod anb roupoypeur un sod opyautos ‘je} out09 ‘K oxo sambyens owos ofap un 498 ap PTE seuE eqi ou ‘ip ered ‘anb oypay un ua oya1388 092} eqeisn$ 9] on ‘onjs0n ja Tod oweur eum vqesed as ‘osoraraut opanmyaour too ‘anb odway je’a: aroureanadsap ottuos zaypugg asauyy “ereqreg weg otdumasajut of— serago sauozes 10g— “ojar9s uD FOUDTLTEUT Ua a}S{SUT JOpeUIEG -08 ja anb A ‘oprojuawtas Jp ua oprpaans of ap. eiouandastios any oMap 2389 ‘aquNd |p us op -1umn20 of ox@wiuId souTOUO9 anbune :eUapeD eunspu vim ap seu0ge[sa Og ‘ayDoUe ap SOUP -ay sop 80] 10d opuezaduug —sopeBaseaut [2 orpuodsai— uyndeo ‘ugzes vy opuesp)— gorraneyy stpsuiad ow9> K?— -osaans 031194 -eIp ajuowejuarede ays sen voWEID OUeUMY 82 un anb sur fey ou anb ap vpuajaoxa ns v 129 jp euros 109 onmBaxd— jzaypugs asoeur *pepran ¥[ woo vf opep SI9quH? oR? “1p eNO? ouayeur eIOpI ns Ue souODLD -ardun sezasox3 spur sey sauorp arya equmut -mww anb odwan ye ‘ajqzay epemur wu aprez -uep naaa opnd ow & opexojoo seur ume osnd as onsox opunatqns ys sod ap ns ‘grpuarus oy uty aod opueno £ ‘pop opzianb wxqeyaysa amb op Texyiosap ap opuejen ‘ourpjosy e ofajdrad oy cuey un opuemut opanb as eysiremyeu [g peetel ell zed ua vsueasap,, eBreo vy epoy, “yy Si opoy, "futon 4, ogy (399571 ‘Safi 'SaK!— 1 mouy nioh “apaeyxodust s—— habia viajado a Europa, pues sentia un miedo patolégico al mar y, ante tal debilidad, preferia no embarcarse antes que exponerse a ser do- minado por sus emociones. A cambio, cruz6 Ja cordillera y ocupé una plaza en la Real Au- diencia de Santiago, en la que pudo desplegar todas sus habilidades y conocimientos, inves- tigando los no pocos crimenes que se cometian enla ciudad y sus alrededores, la mayoria de Jos cuales habia resuelto brillantemente. —Siguiendo el orden cronolégico de los acontecimientos, dos individuos (lo sé por sus huellas) se allegaron al cementerio a eso de las once de la noche para... —zLas once? Cref escuchar al nochero decir que era la una cuando... —intenté refu- tar el capitan, pero Sanchez no lo dejé. —Capitén, si va a desenterrar un muerto, necesita algo de tiempo para hacerlo —explicé impaciente—. El panteonero asegura haberse acostado a eso de las diez; por lo tanto, deduz- co que nuestros profanadores empezaron su labor cerca de una hora después y la concluye- ron poco antes del episodio del puente. —Pero eso no les da mucho tiempo para Henar un vagén con cadaveres Santa Barba- ra tampoco era tonto. 30 —Cierto, por eso creo que no eran mas de tres cuerpos los que iban en un carretén (y no un vagén) —dijo sonziendo el otro. —Entonces, creéis que el nochero del puente mintid. —Para nada —negé Maese Sanchez—. Péngase en su lugar, capitan: es de noche, ai- lan los perros y le han dicho desde pequerio que eso significa que el diablo esta cerca; por Io tanto, siente miedo, Agregue a eso que su colega es arrollado intencionalmente por un vehiculo oscuro... Es bastante légico que vea Jo que su imaginaci6n quiera mostrarle, y la imaginacién del populacho, me temo, siempre exagera las cosas: tres cuerpos son decenas y un cachero embozada con un paftuelo blanco, la muerte o el diablo. —Por lo menos la plebe ya tiene un cul- pable, maese Sanchez —intervino irénico el capitan—. ,Vos y vuestra razén tenéis uno también? —No, por el momento —replicé sonrien- do el otro—. Pero cuando lo tenga, seré uno que usted podra atrapax, sehtor mio. 31 ee ap eqetary oy & erfop ay ‘eisnlur eyqes anb ‘up “whys esq “eoods ef ap epeMoIsire BITE SpE eT op sepond seypmun eqezres af ‘o8ze9 ns exons anb opeasye Amur sod “Teosy opeajchuna ayuns um amped ns 198 ap oupay [9 “JonByy 9s0f ap % owod epuer ue) era arpeut ns ap ayred tod ey, -norey ns ua}q 1g “wOHE;TAUE euNsum ojopupod -sa vjre}sa ou ese) NS Ue onb ejqes sand ‘asia -eqe anb svat opnd ow ojouepy “edomg ap sopeSayy sayueyisia soy B 1ouOY uta ‘ayuaUTE}SnI ‘ejsay eum “eyTIN{ ap eIouAprsar ey uD vYSay eu ¥ sopeytaur opis uerqey sodns soy £ yg anb ap uorerajua as ye 4 janBy asof ap e] tod oxour aud woresed ‘apre} psa ese © soquune 1aAfoa [e ‘sand ‘efesta4 woo sar109 v ozadwia o8tue ns ‘jouw ap epeaSsap vred ‘ofrequia ws ‘ejreoouro ap erouRtt ey avosng sonuape sns ered uorepaurord as & eraise10j vy rod sopreaqe uoranus as soqure /ognupe osmb sop so] ap oun3uu anbuny, -seyje ap eungye ap equren as anb uoraisndns anb yse ‘euvdsy ap seytsia vsvo ns ua vqrloye eqyn{ ap axped ja anb viqes 3s onbune ‘oppou -opat Bjquy Pj ovodkurey FanSIpy asof “AP efora ns A ey 2 oyun! esyMeg ap ayD0> Ja Le eqE anb vonp vy ea usmb senBps94e ’sandsap ‘“ axpeur ns ap o3Qse9 jap uaiq Woo Tes :aprour ee ng uegednoo ses09 sop ‘owuaMUoU [9 40d “pepyyar wo ovpnur: eqeyodurr aj ou oss ovad ‘opreaypnfiad pred soo ambyend epeypeaoide aysa onb opty, un ap exapuad owrroaag axped ja uo u9!9 [ep ws anb ‘snsaf ap sezueuesusa sv] op uOEZL cows £ emyoay Bf we asrequasuco wpaduut oy ‘amped ns ap 0814889 [9 ‘Sa}0ze Soy 10d s0JOP Te org uen{ teg unas orjaBueag fo 109] ap eq} en, SeNUD{W OFSLT Jo PqEqOS as OTOULYA, u resquemor cuando lo afectaba tan directamen- te como entonces. Sin duda, eso influia en su manera de ver la vida como un continuo desafio, como una prueba tras otra en la que debia demostrar ser mejor que todos los petimetres de pomposos apellidos que Jo miraban en menos, pero solo hasta que lo conocian bien o los derrotaba de alguna manera. Asi habia sucedido con José Miguel: cuando se conocieron, siendo muy ni fos, la mutua antipatia que sintieron los Ile- v6 répidamente a trabarse a golpes en un sitio baldio detras de la catedral. Fue una pelea in- tensa y larga, en la cual no se dieron tregua y que solo el agotamiento pudo detener. Con un ojo en tinta cada uno y moqueando sangre, ha- bian decretado un empate con un apretén de manos que sell6 una amistad que duraria has- ta la muerte. Desde entonces, se les vio siem- pre juntos, en las buenas y en las malas, en lo bueno, lo malo y lo peor, en todas y en ningu- na. Manolo era sinénimo de José Miguel, y vi- ceversa, si de travesuras o locas aventuras se trataba. Solo los diferenciaba el cardcier aitivo de José Miguel, que se consideraba a si mis- mo el mejor, incluso para servir a los demas, 34 contra el de Manolo, més llano y simple, que reconocfa no ser el mejor, pero, por lo mismo, luchaba por serlo. Luego de cumplir, por fin, su castigo, recitandole a su madre casi todo “El sermon de la montaiia”, Manolo salié a dar una vuel- ta por ahi, buscando tomar un poco de aire fresco. Pens6 primero en ir a casa de su amigo pata enterarse de cémo le habia ido con lo del padre Severino, pero, sin saber por qué, sus pasos lo encaminaron hacia el solar de la fa- milia de Julita, por frente del cual pasé miran- do de reojo hacia las ventanas, con la ilusién de vislumbrar, quizas, a la chica desconocida. Pero no se topé con ella, sino con Bautista, que salié por un encargo y aprovecharon de con- versar un rato. —Asi que al seforito le gusta la nifia Mi- caela —se burlé el zambo sonriendo con todos sus albos dientes. —iNo dije eso! —negé de inmediato el chico—. Es decir... yo solo pregunté quién era... jpor José Miguel, si...! El es quien la quiere conocer. —Pues lo hard en la fiesta. Eso es seguro. —Si, seguro... Le yganb omBas “ejquy anb esep anb apuex’ ua vjsoy Buf] “sour soj 2 zaUaFaNIU exed soBan{ sosian Ip A seystreqeyeut ‘e195 ap soseded ap sewape ‘eprurod vy staras A reredard ered senxe sour -op1oeut zarp A sosaupoo sax; ‘apreq Ja vied sooisnur zatp ap vysonbyo eun vpeyexuo9 any upiquiey “sayue sasaux sax vu] v TwoLEqey sepepueit opis werqey sezesseur sedi ‘Sopey -IAU! ejuaNDUID JUL ap v>z—9 So] B EPOLOD euL0y Ue z1qZax ered soysandsip sauoyes sop soy A topawioo ead Jo “uyprel jo ayuoureyajdu09 aeiquinge eaed sejaa ju tse> :e20d9 vso vied peppquaoxe yy ua soueder gojse8 uvqeuins 28 1owoo exed soyeid ap pepaten esuayxa e[ 2 ‘oqoaya Ug “eS04S09 spit eT BIOs ‘epnp uTs ‘orad ‘oSvquLg ua eOy as anb vrounssd vy 19 OU sezinb anb ‘epexeaseur e| exed oysondarp eqey -88 OPO} ‘SOLTWpad19Ut SO] Op a]]¥d B] Wa aUa}IO [2 uarq epediqn ‘eyN[ ap ese> ua ‘aupou eT ap yoo 5 ap sae ove ‘Sgndsop wus Hr oyans ojquip iq IL 9f *vopusrpuayua Koa vx —e3sqneg ap aordwugo vstnuios vy $39 ~uoqua onreduos ojourp— 2°18 “yYy?— “semaseur ap Bun OUS ‘exombyend eysay eum vras ou anbrog— ganb r0g?— ggnb rod saq -vs? ‘oytiouas ‘eDYsnf ap pepnmyrodo my sexp -uay anb aorp sou pepraa us x —oxo Ja onu -HUOD— pepraa sa sorq ap exquyed ej— ‘orprd— jou _ Bue TOU vy ap UOUNTAS {g,! jLOAeZ 10g!— ‘ordumuraqun of ofou -vpy o1ad ‘oquivz ja map v ozuau0>— ,,"""sop -vipes upias soja anbuod ‘epysnf ap pas 4 aq -wey tua onb oj sopemuaaeuarg, — org Zou? ‘eyurey my ¥ uOre}TAUT ou souoNed sosoT] =n 8x0 styy "ep yeUt LoD out of arquEOYy T|— tye? “wisay e] B serpUaa OU Ny OFag— | Afuera, en tanto, los coches ya llenaban Ta calle, haciendo fila en espera de que el due- fio de casa diera inicio a la bienvenida oficial de sus invitados, recibiéndolos en el amplio zagudn de entrada. Era costumbre que los fa- miliares directos del anfitrién fuesen los pri- meros en Hegar, de modo que el resto de los convidados, entre ellos los més importantes como, en este caso, el gobernador, ya encon- traran un ambiente distendido y “armado”, entiéndase gran parte de la concurrencia con algunas copas de mas en el cuerpo. A las ocho en punto, el padre de Julita dio el primer apre- tén de manos y no paré hasta pasadas las nue- ve, hora en que e! tiltimo de los invitados ce- rr6 Ja larga comitiva de politicos, militares, ricos comerciantes, reconocidos prohombres y destacados intelectuales, con sus respecti- vas familias, mas un obispo y tres abades, que Henaron su casa de gente, barullo, risas y, por supuesto, mucha conversacién. Después de la rpida cena frfa, José Mi- guel se paseaba entre el gentio, un poco en- varado con una careta verde y azul que poco le dejaba ver, pero que, segtin la tradicién, no podia quitarse hasta la medianoche. Buscaba 38 afanosamente a Julita, pues suponia que jun- toa ella estaria su prima espaftola, pero no te- nia idea de cémo las reconoceria, puesto que no sabia qué clase de mascaras usaban. No se equivocaba, Julita y Micaela permanecfan jun- tas, ambas ocultas tras mascaras de color rosa y celeste. Pero otra figura, de porte y ropa pa- recida a la de José Miguel, también se pasea- ba un tanto intranquilo, a pesar de la mascara verde y azul que lo convertia en un invitado més, aunque se habia colado por la cocina, gracias a Bautista, quien le proporcioné la ca- reta y le abrié la puerta. El capitén Santa Barbara, uno de los po- cos invitados facilmente reconocibles, puesto que vestia su uniforme de gala, que contrasta- ba horriblemente con su mascara de color lila, Jo que hacia sonreir a muchos al verlo, intenta- ba intitilmente cortejar a una damisela cuando tropezé casualmente con el colado de la careta verdiazul. Fue un topén insignificante, pero, casi ciegos ambos por el adminiculo atado a sus caras, se enredaron mas de la cuenta y,em- pujones van y tirones vienen, tt para alld y Yo para aca, mas el sable inoportuno del mili- tar que decidié meterse también entre ambos, todo termin6 en un colapso por envaramiento 39 le se] uos ose vexed “eyroduy ou ose ‘atg— “sopejuasard uvy sou ou ‘oN— -olip ojos orad ‘epinSas ua ja osuad ’,zeuedsg ap opue’ at sousta 1s “sepspod owig?,, “opreysajou ap ofp ou anb aquemnjad 4 ugping anus of[110} un too ey]9 ojUNZaId— 002009 so?— -epidimsa enSuoy ns aususqeqaur opuaprppeut guider— zou? ‘eysay uei8 anb ‘o8iq— senQr— soa ou? “eysoy uvi8 Any ““eIse “eIsoy WEI) — oftp “e> -zareyoo v20d u0> orad upnzosar eum wo ‘4 roura} aa vajUOD 9Jaqes 9s OANTE TAIPID Ns /oSuequia uig ‘opusiny ayes £ oaquyd ja vues af Ise) apap 0 za0vy wqap anb of ap eapr eu -quyur spun ey Tu eftiay ou A way wUN v opeley -109 vay vounu anb gprosar saauoyug “o8Te eiohp anb opueadsa owoo ‘aquewrely ojopuys -jut gpanb as anb eye # ayuaurepeso 92193" 9 ‘ojos ota ef oyueNd ua “{ , zefaeIT eUTTAd “OUP -uod ap osea um saramg)?,, :eN0 BI v apsE20 bun e gyonose ‘seyja v oyun! eqesed jg anb ua oquawiow ja wa osnf ~ewHid ns v A eMnf e uly sod aaqnosap janSrpy 9so{ v oppnusad wiqey, pepyenseo ey ‘uoyes ono ua ‘oyuey Ug Ov jomp Anut se ojans fe anb ‘paozut ns ’2} -1eq ou 10faut ‘sadioy seouez seso uoD!— sopuatiioo yes ap sazue eyjnd ewy _j eu gzuey ‘soupay soy ap Uoreyeorad as onb soood soy ap off208ax vzed ‘A gambsa oj a8 orad “oyseyptur je rexe8e onrajuy 9 ereqieg vyuieg ourefpxe— j-rauE|OsUT osad0jy!— ‘opeoid oonyp Jo ado? fo orapoaap af— go8uod soj ap arop seouez ap sadz0} sopepjos Sof X?— jupprel ja ue ze8ny ns uaua sop -erpjeur soymbyp so7}! —oypeypmur un ea anb zoa vj 10d opuapouoses ‘upydeo ya gd aumnayur of— jopere) ayaqrezoun YW -reununtay opnd ou ouad ‘ono [a astedmosrp 9 -vayur— “‘anb s9 o1ad “ouss ‘ouoprag— -ojepupose un seu £ rep ou vied ssiauiajuo> opnd ys seu ade viegivg eiueg— zoypesz0g sivise ef anb $0? jadzoy ap stos owg>! js01q BatA!— osooe ns ap redvase wxed upisnpuos Yf opey> -oaorde vjqey eurep ns ‘eurDue sywu ‘anb ous ‘opnorper wa opepanb eiqey ojos ou anbrod ‘os -ouns oanyse oytiosd anb A oppouosar eyqes as anb ‘pydea op ezuanion ef e ajay wpeu any ot oonyp Jap OUsOYDOG [Z “SPWIAP sO} ap ses -I1 se] anja ‘ojans Jo 20d sop Sof od oFp anb miscaras, para no conocer a nadie —sefialé ella sonriendo coqueta. — Ah, si...? —José Miguel también son- rid encaniado—. O sea que soy nadie... —iOh, no quise decir eso! —aclaré pron- tamente Micaela. —Es solo una broma, no te preocupes —se rio él. —Bien, sefior don nadie... ssabéis bailar? —pregunté ella ya en confianza. — glap of eqeBi~> o| anb ug anboy WY [a :9[q 119} 9Ny saruO}UA OU er reQH8 B gzu9Ut0D ‘ope} -snse ‘A guiadsap oypesiog ja ‘oma}yaa [e O13 -aur g1uayur opens oog “ounspe eurayqord ms gnreagy of A oxquaoy um axqos 990]09 of 26 UO: -1.um ap & vroypad yy sod o8ea je ousaye sand ‘aqiany £ oye Anur via anb seisaide opnd ojos ojoury “exau vdeo wun uos opezoquia & 0} ~roxgno ayuowreya|duroo arqutoy oxo ofeq 4 vz -asen vyiand e] 91g” as ‘oray>09 Jap Teuas wun ayue ‘saguojua ‘A oanjap as uOSeA Tq ‘sOsTTHe soyans sns us opipied aquawpe}0} "exoyperI0g vy epurop ofa um ‘ouserau! Jap eyPUazEp Of anb oapigd un ua opewag ‘9 U02U9 Of “08 opuessng eq anb sexep se] e opurjaaar ‘osopuayis £ omedsap eqezueay “onsoans seyn30 esed owod ‘etanyy vj ap 98728 -ajoad exed oye; ‘ezoqeo vy axqos e.ysanis ey -ndvo eun wpeypa vqeagyy £ o18au ap uarquier episaa ‘ayuay ap O1A vounu anb ye ‘oryo09 oXno ‘s0.83u soyjeqs oxens 20d opezy om9s0 ugSea ues8 un ap ‘owaya wa ‘eqeien ag “o8ns0) vires anb vf ap esoyuedsa euadse ey exeiqumye episai3 nur eum] wun anb ered owos auaayns of uot -o1aqu as & egelndua sey anb ory oyuata ys aque worarpad saqnu se] ‘ajueysut asa ua oysn{ —jBautista! ;Qué susto me has dado! —exclam6 el chico abrazando ai zambo—. Pero jqué alegria verte! —Si, si, me doy cuenta de ambas cosas, muchacho impaciente —replicé Bautista son- tiendo—. ;Por qué no me esperaste? No debis- te exponerte asi, cosas malas suceden en estas calles cuando todos duermen... —iNo tienes que decirmelo! —lo inte- rrumpié Manolo temblando—. Acabo de ser testigo de una de esas maldades. —Cémo es eso, muchacho? Y el chico le conté todo lo que habia vis- to poco antes de encontrarse con él. Bautista escuché en silencio y con el cefio fruncido has- ta que Manolo termind. Luego suspird y sin decir nada, comenzé a caminar. —Dénde vas? —pregunté el chico algo confundido. —Vamos, te Hevaré a tu casa, es dema- siado tarde para que estés afuera... —respon- dié el zambo sin mirarlo. —Pero debemos hacer algo —dijo el chi- co—. jAvisemos a la guardia! —Muchacho, somos un criado zambo y un nifto colado en una fiesta sin invitacion ni permiso de sus padres —explicé con sonri- 50 sa triste Bautista—. ;Quién va a tomamos en serio? —Pero... —Escucha, tendriamos que dar muchas explicaciones antes de que alguien quisiera ofr tu historia del vago muerto. —El hombre ha- bl6 rapido y claro—. Eso, sin contar con que el jefe de la guarnicién, si descubre que fuiste ii el que lo dejé en ridiculo en el baile, esta- ria més interesado en tirarte las orejas que en cualquier intriga diabélica. —Pero no puedo quedarme tan tranqui- lo como si no hubiese visto nada —refuté Ma- nolo angustiado. —"Sed déciles como palomas, pero astu- tos como serpientes”, dice el Evangelio — plicé Bautista sonriendo—, Estaremos vigi- antes, atentos a lo que suceda, esperando el momento preciso en que lo que sabemos sea escuchado, —2Tii crees? —Sé paciente, el mal no acostumbra des- cansar y eso lo perderé —aseguré el zambo. Media hora més tarde, ya a salvo en su cama, Manolo dormfa un suejio intranquilo. St eg A oquord ap opuesqua eseqieg vyueg upd -b9 [a OUTAIa]UT— gesa $a vapT aNo?— ‘oquord ap ourumyt as ongor ofn> “TopeSnsen “UT O[Puas— 10}0p ‘eapy ajuesaraTuT— “se8a]02 somny soysanu & vlmoqwue reyasua vied yersayeur soweprpUDy soualw [P Isy ‘—zauye’] JOOP Ja euTOIg ap b1v9 Ts offp— *“-sayeununao zezeysap apuop ou BUOY ODI1D UN wyfEy SOU “UOZeT siatEaE— “ores ANut zayaueg asavul o}02v— oastjoo un sousmsuos anb sowrerrpuay ‘tan, Ip euequo,y vy seyz0dutr ap sayue “oN— soasap aipad A sepauow aprezury ered seu -rY ap ezejg ¥[ Ua eAaNU ayONy eUT)? ged -98 an)? ‘ootpaum [euasie ap sauorpey ‘exe ‘A saypou sey tod afenzreo wa eased as anb orsour -op [a ‘sereaseur ap sajteq s0s0}u9}:0d :pepnid ueaZ ap opemyn ojfis oxanu pe preNua oFI0T] “1a onsonyy ‘Te1ofeur v vA 0189 anb ‘aradsasap ON —soypip sns ap ezepnge ef rod aaurep -tder zejou wsey as anb ‘osana’ A oye upiqurey ‘sour vjuansuI ap sei odod ap aiquioy un ‘soue{nnp soy ap ayal ua oo1paur ‘uoSespu0yW, OBO Ja ODHSpoIEs O10} ua goH|dax aj— zaU -fe7] 10}D0p ‘opursazZord soureysq— -ofeqen onsana z0ey ered steyu0 anb oa vpeu 4 o20d of teqos so ‘ooerjag orazenSe 3s un eurpue 989 $0 OU Ig j1epol! ‘ansesap un sa poy mby —ereo erua uorsnysap ameueued pun ppennd eu ed anb £ sepuoqoo sey ua ime oue un eqeaayy ou anb ‘ozpeur £ o3fe “uaaol 31 -reureanypar oo1paur un Jopanp pp ofanb as— jcrered v sowian apugp oueun on! — “rovra}re aypou vy ‘Sop -ur so] opo} unas ‘pride oop ya zeSUNU ap ered vueuvur ey us ouesduro; Arua opeurey] eiqey | o1oyeULS jap LOPaNp [g “OULU vTap ay ueyqap ‘ojuauresresao0u ‘onb soqox sop we79 sondsap e8nrp ered sepuonaentay 4 oraund sazaAyped o1o¢{ ‘OpTeUS!suOD US BNSA|OUT BOP -eitioy asaiqny as vsombrs 1 zaysuys asoeut ‘seuemias seurA]n sey ap sosaons so] 10d opis saquy ov ac] ‘sarernuis sesoo & sezurd ‘sexsays ‘sojodjease ap wuoDop eum ap spur ood un seu -ade ’sopnur worany osoduey, ‘euedsy ap sop -vSaj] upIDar ‘soon soxjo opueyardsap ‘sol -afa soproumngsut opeuro} uerqey] souOMPET SOT ‘oypary ap ‘ogor wes un 59 ON “sa2uO}UA aso ua eFDOUOD 9] 95 UML WD ‘oxIoD0g onjadrag ep 0 ‘uenf weg ap jeudsozy jap wiSrus ap sau -ofjaqed soy ap sopeqox somisuayn ap e351] BT aquauresojnonatt gsiaar zaysuyg assy casi sin saludar a los doctores a quienes ya conoci Nada, capitan, solo es una broma.. —contestd evasivo Sanchez. —Pues, las bromas no encajan en lo que 9s traigo... Santa Barbara estaba palido y su ‘voz sonaba inquieta al continuar—: Restos hu- manos aparecieron en la Caftada. —;Un cadaver? —pregunt6 maese Sn- chez lanzandose hacia afuera. —Uno? No... a menos de que se trate de un hombre con tres brazos. —jTves brazos! —Bl investigador se de- tuvo perplejo. —Izquierdos... tres brazos izquierdos —confirmé el soldado. —jNo digo yo! Santiago seré pronto el Paris o el Londres de las colonias —exclamé el doctor Mondragén. —(Calla, cabrén! —exclams el director por lo bajo, para evitar que el otro lo oyera. Luego le echo una mirada despectiva y se ale- j6 frunciendo el cefto. Sila profanacién de tumbas en el cemen- terio habia sido dificil de mantener en secreto, 54 Jo de los restos de cadaveres encontrados en la Cafiada de San Francisco, un brazo del Mapo- cho que en ese entonces corria entre la ciudad y la iglesia de San Francisco, fue imposible de silenciar. La noticia corrid como la llama en un reguero de pélvora y se esparcié por la ciudad entera, provocando el comentario obligado de todos y el disgusto del gobernacior, que estaba preparado para enfrentar cualquier cosa, des- de un terremoto hasta una insurreccién indi- gena, pero no un misterio diabélico-policial. Porque, aun para el aristécrata ilustra~ do de la clase alta, educado en Europa y todo 50, él asunto olia de lejos a azufre demonfa- co, aunque no io admitiera abiertamente. Ni hablar, entonces, del ciudadano medio y del vulgo, mucho més impresionables y predis- puestos a la supercherfa y lo sobrenatural para explicarlo todo, especialmente lo nefasto. Re- aparecieron, pues, las consabidas profecias del fin de siglo, reafirmadas por el invierno ex- tremadamente lluvioso, que ya llevaba varios dias de continuos aguaceros, mas o menos in- tensos, pero que recordaba el diluvio univer- sal a los mas crédulos y tremendistas que, a propésito por ignorancia, olvidaban la pro- mesa divina del arcoiris. 55 Lg ““JMYsTq uM o pepe uatg Amur ojfmypno un sp, —o8empuoyy omSrsord— sozeypey & sozesq Soy Qua2za> ON— “ugmuaye opuaruod zaysueg grpd— asanbydxa “r0;30p ‘auesezaytt] $8 O8;j— “opuomey eqzyso anb of uatq Anur viqes sorquioy soarjsadsax sns ap sozeiq $059 oxedas uamb anb sa ’—soysar soy rendnreur ap sandsap souvur sey asopuprdury oorpaut P oftp— ajrean8ase opand ys anb of — ‘WourExd asa ap UDIqUIEY gIeS OAR -isod oye aprouryeuy ‘oBrequis wig “opraajosor ered pepredes ns ap aepnp v eqezedure zayp cupg asavur A spurzaa epeo eqepuesde as o1ra -snut jg “oyred eunSuru we souaur ap eqeure so} aypeu anb sod nr oprpes uerquy apuop ap wt ‘rere soupm nu ‘epeu erqps as ou sapena so] ap serquioy sexy, ‘souaut of 10d ‘sarqutoy soxy ap ojeursase Ja “YoAews vou un ap ours ‘uy anb woo sezinb oprayuauias fa ua sopeqor sodran3 ap equien as ou ed sugpeMis eye eNSaRMS spUT oupnut eysiie eAanu eun eqe3ar8e owiy]n o}sg, “sep SOp ap Sp ou (SoatA OpuL}sa ozezg UN peyton uasstqny $97 ou anb ap orsondins ja ue) soyronuy weqeaayy] anb £ viwases soy v eprarens so, ap uegranb sapepe uo ‘arquioy ap wera sop -epnuo.qxa san sep anb afreinGase opnd ofos 9g ootpeut ya ozed “epanbsng ns exeurumyy anb 08] ajzejaaos uesaipnd anb ap ezuerodsa yj uod ‘epeyed e] Ua SoperjUOsua sozezg sosoUny son so] ereurumexo uoSexpUop JOPOP Je anb operdoy eiqety “une epeu eruay ou orad ‘ojged -jno ayqisod um ev aseaayy oj anb eysid semben> sw8ysaaut ap upye ns uo eqezed ou zayuyg asouun ‘opreprayo uns oxed ‘olqeyp Te ously ssojos ou 4 sefared ua wosepSra aonb ap uy e /soratpou A souaias ap saUEDeA Se] xeunyy vied yeuosiad spur reyejuoo anb oany uopeuiagos ey £ os jap wJsand yj ap sandsap soyfeo se] sod pur v uvjaane as $0204 “01129 -vy omBas exany anb eysvy, s1Jes ou A sesea sns ua asrexreDue ap vapr ej 0D sesoD seno A wprur -o0 aquaroms ap wegeypansade as sazuorpnd souau sey A “edomg 2 vouarasard op ‘ayqisod sofoy spur of afeta ofse] un seaedoad e uosez, -Uaur0D SOLE seUT Sey :seIUtEY seyI9K 10d sep -eu10} seprpatu se] ap seunSie ueqensoutap of ows ‘saaa v opansqe oy ua eqedvs anb uoID -enuis eun xy "eDOUOD Js anb soj ap soypnut e ‘osnjout ‘3 Povo ou anb soy sopo} v aye god seumumes 2 eqedoy as anb soy v‘sempzaa se] eypuaa af anb ye ‘soursea ss ev ezueyUOD -sop U9 eiemut fend epyo anb opuarzy ‘pep -nip bf ap saye> se] Ua OpRISUT as FOUND) Ty —Un médico? —pregunt6 maese Sén- chez dudoso. —O un carnicero, o un embalsamador. —agregé el doctor—. Cualquiera con un mi- nimo de conocimiento de anatomia animal, mi amigo. No se lance usted tan pronto sobre mis colegas.. ne raz6n, pero ya el hecho de que no usaran un hacha, sino un escalpelo, nos permite descartar al noventa por ciento de los sospechosos, que eran casi todos los habitan- tes de la ciudad —concluyé el investigador Manolo no pudo dormir bien desde la noche de la fiesta y por razones muy varia~ das. Por un lado, estaba la escena terrible de la cual fuera testigo y que se repetia constan- temente en su conciencia, sin permitirle estar en paz. consigo mismo, sobre todo después de enterarse de lo de la Caftada. El tenia sobradas razones para dudar del diablo: no podia estar seguro, pero intuia que los restos encontrados pertenecian a los borrachos encerrados en el vagén manejado por sus dos temibles tripu- lantes, que eran hombres de carne y hueso por donde se los mirase. 58 Por otra parte, los ojos verdes de Micae- la tampoco lo dejaban en paz. Era la primera vez que sentia algo asi, de modo que no sabia qué hacer y eso no le gustaba. Manolo siempre se habia dado mafia para enfrentar cualquier cosa, especialmente si era adversa, pero corte- jar a una mujer simplemente lo descolocaba, porque nunca se le pasé por la cabeza que al- gtin dia se enamoraria. Ademés, estaba el pro- blema de que no tenfa muchas oportunidades para acercarse a ella, lo que no ocurria con José Miguel, cuya familia y la de Julita levaban ya muchos aos de amistad, lo que permitié a su amigo visitarla més o menos seguido. Pero fue el propio José Miguel quien, sin querer, vino a darle una mano para solucionar ambos problemas. Cierta tarde, a la salida del colegio, como siempre, se fueron juntos a sus casas. Camina- ban en silencio y ensimismados en sus propios pensamientos, hasta que una voz gruesa y ri- suefia los hizo levantar la cabeza. —Seforitos, qué suerte encontrarlos por aqui! —dijo Bautista animandose y bajando del pescante del coche donde Julita, Micaela y la vieja aya, siempre dormida, aguardaban a una de sus criadas que compraba un encargo 59 ene! mercado—. Nifia Julia, zno esperaba la oportuniciad de darle las gracias a estos clos ca- balleros-por salvarnos de la chusma en el puen- te el atro dia? “En todo dad las gracias, pues es Jo que Dios quiere de vosoiros”, reza el saimo. —Es verdad —concordé Ja chica son- tiendo abiertamente, encantada de poder con- versar con alguien ajeno a su familia—. Pero, primero, hemos de presentar a tu amigo a mi prima, 0 no José Miguel? —Claro... —accedié el muchacho sin mucha conviccién—. Este es mi amigo y com- pafiero Manuel... —Manolo me gusta mas —lo inte- rrumpié, clavando su mirada en Micaela—. Eneantado. —Fillas son julia... —Me gusta que ime digan Julita —inte- rrumpid la chica a su vez—. Ademés, Mano- io y yo ya nos conociamos de antes. Pero ella no te conoce,.. Micaela es mi prima y viene de Espaiia, Es una suerie que seamos colonia es- paiiola entonces —dijo Manolo, sorprendién- dose a sf mismo con su galanterfa. —Muchas gracias... —respondié Micaela sonrojéndose un poco. 60 hora si podemos agradecerles su —continué Julita, pero no aleanzé a —1Ah...? ¢Qué pasa? ;Qué pasa? —in- tervino la anciana aya desperiando, como siempre, despistada. —Que ya hay que irse ~dijo el zamino viendo venit a la criada—. Pero, me imagino que Ia nifia Julia invitaré a los sefioritos a to- mar el el domingo, no? —;Podiemos, seftora? —pidié Julita entue siasmada con la idea clel astuto Bautista. —Pero jqutiénes son? —pregunté la mu jer que no vela bien. —Los jovencitos que nos salvaron del tue multo del puente —respondid répido el zam- bo y le dijo sus nombres. —jAh! [Por supuesto! —exclamé la an- ciana, dando su venia encantada. —Hecho, entonces —declaré Julita—. El domingo, a las cinco, Los dos muchachos se quedaron viendo el coche alejarse calle arriba. Después suspi- razon al unisono, Io que los hizo mirarse sor prendidos y luego refrse con ganas. —Bien, gracias a tu amiga cochero esta- mos invitados a un ridiculo té este domingo 61

También podría gustarte