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Erica Laura Valenti Aftrudi
Sin titulo
Greta escribis —por firm la itlkima palabra, la que
habria de darle fin a la pigina, acabando con el
espacio en blanco; ese que a veces nos aterra mirar,
especialmente, cuando somes evaluados y corremos
al riesgo de que ese vacio se convierta en el reflejo.
de nuestra mente.
Tenia la sensacion de que se sacaba un peso de
encima. Escribie era para ella como vomitar un mae
nojo de ideas aprisionadas en algiin lugar de st ser.
Precisamente por eso, cada vez que completaba una
fase, pirrafo 0 euento se sentia aliviada. Sin em-
bargo, todavia no estaba hecho el Gran Final,
componente esencial de un slibro con todas las le-
tras», como pretendia ser el suyo. Nunea habia
escrito un libro —aunque le habria gustado-,
plemente... porque no... ésas no son cosas en las
que se pueda perder el tiempo... de ninguna mane-
1a... primero esté el estudio, por supuesto; después,
atender al marido y a los hijos, ya no olvidarse de
los hermanos, los primes, los amigos,
y el trabajo. Sus personajes literarios
habian sido archivados en la seccién «pasatiempos»
junto con aquellas actividades que In gente nunca
hace por falta de tiempo y otras tantas excusas razo-
ables, De modo que al terminar la pagina 114 de
su manuscrito —ese cuaderno que algain dia seria
libro, estaba orgullosa de poder hacer lo que ha-
bia postergado tantas veces, porque uno no puede
escribir y nacla mis. Los escritores, como todos los
artistas, se mueren de hambre; se hacen famosos
es viven se lle-
cuando ya son polvo para que quiei
nen los bolillos.
Greta era una feliz abuela, viuda, de pelo blanco y
anteojos redondos, que usaba para leerles a sus nie-
tos algunos fines de semana o en cualquier ocasion
en que sus padres no pudieran ocuparse de ellos.
En esos momentos era realmente feliz; siempre se
habia imaginado en la vejez.como una de-esas abue-
litas tiernas rodeadas de nifios escuchando
Mencién Qctavo Concurso Literario Gramma,
atentamente historias narradas desde una mecedo-
a, Por lo tanto, cuando estaba con sus nietos s¢
daba el gusto de ser como siempre pens6 que seria
yya la ves, de hacer algo que realmente disfrutaba:
contar cuentos. Se desperto asi en ella su antigua
in; y fue entonces, a los ochenta afios, cuan-
do la anciana comenzé a escribir su primer Gran
Libro, el Unico. Tres afios le habia tomado redac:
tar 114 piginas; y quién sabe cudnto tiempo mis se
tardaria en ponerle fina la ultima oraci6n de la alti
ma hoja del Gran Final de su libro, ain sin titulo.
Inmediatamente después de aniquilar el espacio
en blanco de esa tiltima pagina, se dejé llevar por
el deseo de leer el borracior desu libro de principio
a fin. Luego cerré el cuaderno en el cual escribia,
lo guardé en su mesita de luz, y se fue a la cama
muy satisfecha.
‘Con la luz del
hacer lo que hal
terior: revisar y corregir la reda
hasta ese momento. Entonces abrié el cuacerno y lo
que vio, lejos de angustiarla o sorprenderla, le pare-
i6 gracioso. Era practicamente imposible que todas
las paginas desu borrador estuvieran numeradas con
el mismo riimero: el 114. Imaginaba divertida a los
posibles lectores, que necesitarian un seftalador que,
dicho sea de paso, se podria vender junto con el li
bro. De todos modos, hay que reconocer que era
original: no recordaba haber visto algo ast en toda
suvida
Se dio cuenta de que habia algo que sin duda tor.
naria su obra més exclusiva: todas las carillas del
cuadermo tenian el mismo texto; es decir, eran 114
‘copias manuscritas de la pagina 114 con su conteni-
do exacto. Pero jcomo podia estar segura de que
realmente hubiera una pigina original y de que las
restantes fueran copias? ZY si no eran copias? Se
habrian multiplicado de alguna forma? ;Cuall de to-
das ellas habia escrito la noche anterior” Mirdndolas
esperado, la abuela se decidid a
dejado pendiente la noche an-
fn de lo escNarrative
a
detenidamente una por una observé que parecian
haber sido eseritas por su propia mano y con su mis-
ma lapicera. Era asombroso que la caligrafia fuera
idéntica, como si en lugar de una mano humana,
‘una mecdinica hubiera imixado perfectamente no solo
su forma de es no también aquellas mini-
mas variaciones en. el trazo de Los grafemas: esta
n, que abi parecia unas abi... bueno, se notaba
que estaba apuirada, A pesar de que los afios no
vienen solos, todavia confiaba en st lucide: yen
su buena memoria, y habria jurado que tenia re-
dactadas todas las piginas anteriores (de la 1 a la
113), distintas entre si.
El libro de Greta estaba compuesto por una cant
dad limitada de euentos en los cuales se narraba
siempre lo mismo; en otras palabras, habia ura sola
historia —una Gran Historia compuesta porel punto
de vista de eada uno de los personajes: los principa-
les (protagonistas, actores de tos hechos) y los
secundarios (testigos, espectndores, auditores). El pri-
mer testimonio, de acuerdo con la numeracién inicial
del libro, era el de un detective, quien al parcoer
{on de cierta flauta doradas
luego se sucedian los demas relatos sin un orden 0
criterio particular. La idea era que a través de lo que
le iban contando, el detective -yal mismo tiempo el
lector descubriera qué habia ocurrido con la faut
dornda, Porque para la autora del libro, la realidad
eracomo.un ideal, unasineesis de la realidad de cada
uno; por lo cual, para conocerla el detective estaba
obligndo a tomar como evidencia todas las versiones
cexistentes, ineluyend la suya. En consecuencia, ese
ideal de realidad era la historia completa, la Gran
Historia, la unién de todos esos fragmentos 0 cuen-
tos. Debido a que Greta planeaba inclu
conclusi6n def detective en lo que ella Hamaba el
Final, le preocupaba que su libro no estuviera com
pleto. Quiz no se percato de que esto no permitiria
que pudiera abordarse desde cualquier testimonio,
leerse de cualquier forma y en cualquier orden, como
lla queria; esto explica que no se incuietaraal ob-
servar el mismo numero de orden en todas las
carillas, cuando deseon
aera distinto, porque si todo el libro decia lo mismo,
no renin sentido leer mis cle una pagina eualquiers
investigaba la desapar
su contenido. Pero, aho-
Mientras reflexionaba intitilmente, arraned del
cuademo un montén de hojas vacias que ct
no.
necesitar mis, Exe dia se le fue tratando de decidir
qué hacer con su conjunto de una sola pagina. Ob-
viamente, no volveria a escribir las otras por miede
de que se convirtieran en la misnaa cada vez que in-
tentara cambiar la situacién, y asi para siempre. Otras
opciones que analiz6 fueron dejar una sola hoja, o
bien conservar el manuscrito como estaba, que era
«asi lo misme porque, en cualquier caso, el libro po-
ria ser considerado absurdo o sin sentido, incluso
por su ereadora. Y ademés, nadie entenderia si tra-
tara de explicar a modo de prologo el misterio de la
pagina 114. De todos modos, no tiene sentido leer
tuna hoja con dos paginas iguales o un conjunto de
paginas iguales, que ni siquiera cuentan una historia
entera, que son tn fragmento dentro de otro. Pare-
cia no éxistir una buena solucién, La mujer sonrié
sofiando con un futuro en el cual sus hijos miraban
intrigados el extrailo emprendimiento en el que su
madre habia malgastado los ultimos aftos de su vida.
Seguramente iban a pensar que habia perdido la
cordura con la edad y sonceirian con tristeza al re-
cordarla (pobre madre, pobre vieja). Curiosamente,
eso fue exactamente lo que sucedié un tiempo dex
pues de su muerte.
La abuela Greta no vivio para resolver el misterio
de la multiplicacidn de la pagina 114 y nunea se supo
cual fue su causa (quiis porque nadie se interesé en
averiguarla). Su obra habria muerto con ella si no
fuera porque uno de sus nietos la rescaté y luego la
reconstruyoa partic de aquellas piginas gemelas, dine
doles un principio y un fin, ¢ incluyéndolas en
diferentes relatos. No se sabe si éstos son iguales a
los anteriores o si el nuevo autor los desconocia €
imagind otras versiones; pero seguramente relatan
Ja desaparicidn de cierta flauta dorada a través dela
vision de sus personajes. Sin embargo, el nieto no
nuimeré las piginas del Nuevo Libro, nile dio titu-
lo (quiza sea el deber de alguno de sus
descendientes), s6lo nombrd los cuentos. Aun asi,
no hay manera de asegurarse de que Lo que sucedio
con la pigina 114 no se repita indefinidamente a
través de las generaciones de esta familia, transfor
mando una y otea ver In Gran Historia original.
hasta, quizis, cambiarla completamente.
(Brame Aia de 2004