Está en la página 1de 2
26 Erica Laura Valenti Aftrudi Sin titulo Greta escribis —por firm la itlkima palabra, la que habria de darle fin a la pigina, acabando con el espacio en blanco; ese que a veces nos aterra mirar, especialmente, cuando somes evaluados y corremos al riesgo de que ese vacio se convierta en el reflejo. de nuestra mente. Tenia la sensacion de que se sacaba un peso de encima. Escribie era para ella como vomitar un mae nojo de ideas aprisionadas en algiin lugar de st ser. Precisamente por eso, cada vez que completaba una fase, pirrafo 0 euento se sentia aliviada. Sin em- bargo, todavia no estaba hecho el Gran Final, componente esencial de un slibro con todas las le- tras», como pretendia ser el suyo. Nunea habia escrito un libro —aunque le habria gustado-, plemente... porque no... ésas no son cosas en las que se pueda perder el tiempo... de ninguna mane- 1a... primero esté el estudio, por supuesto; después, atender al marido y a los hijos, ya no olvidarse de los hermanos, los primes, los amigos, y el trabajo. Sus personajes literarios habian sido archivados en la seccién «pasatiempos» junto con aquellas actividades que In gente nunca hace por falta de tiempo y otras tantas excusas razo- ables, De modo que al terminar la pagina 114 de su manuscrito —ese cuaderno que algain dia seria libro, estaba orgullosa de poder hacer lo que ha- bia postergado tantas veces, porque uno no puede escribir y nacla mis. Los escritores, como todos los artistas, se mueren de hambre; se hacen famosos es viven se lle- cuando ya son polvo para que quiei nen los bolillos. Greta era una feliz abuela, viuda, de pelo blanco y anteojos redondos, que usaba para leerles a sus nie- tos algunos fines de semana o en cualquier ocasion en que sus padres no pudieran ocuparse de ellos. En esos momentos era realmente feliz; siempre se habia imaginado en la vejez.como una de-esas abue- litas tiernas rodeadas de nifios escuchando Mencién Qctavo Concurso Literario Gramma, atentamente historias narradas desde una mecedo- a, Por lo tanto, cuando estaba con sus nietos s¢ daba el gusto de ser como siempre pens6 que seria yya la ves, de hacer algo que realmente disfrutaba: contar cuentos. Se desperto asi en ella su antigua in; y fue entonces, a los ochenta afios, cuan- do la anciana comenzé a escribir su primer Gran Libro, el Unico. Tres afios le habia tomado redac: tar 114 piginas; y quién sabe cudnto tiempo mis se tardaria en ponerle fina la ultima oraci6n de la alti ma hoja del Gran Final de su libro, ain sin titulo. Inmediatamente después de aniquilar el espacio en blanco de esa tiltima pagina, se dejé llevar por el deseo de leer el borracior desu libro de principio a fin. Luego cerré el cuaderno en el cual escribia, lo guardé en su mesita de luz, y se fue a la cama muy satisfecha. ‘Con la luz del hacer lo que hal terior: revisar y corregir la reda hasta ese momento. Entonces abrié el cuacerno y lo que vio, lejos de angustiarla o sorprenderla, le pare- i6 gracioso. Era practicamente imposible que todas las paginas desu borrador estuvieran numeradas con el mismo riimero: el 114. Imaginaba divertida a los posibles lectores, que necesitarian un seftalador que, dicho sea de paso, se podria vender junto con el li bro. De todos modos, hay que reconocer que era original: no recordaba haber visto algo ast en toda suvida Se dio cuenta de que habia algo que sin duda tor. naria su obra més exclusiva: todas las carillas del cuadermo tenian el mismo texto; es decir, eran 114 ‘copias manuscritas de la pagina 114 con su conteni- do exacto. Pero jcomo podia estar segura de que realmente hubiera una pigina original y de que las restantes fueran copias? ZY si no eran copias? Se habrian multiplicado de alguna forma? ;Cuall de to- das ellas habia escrito la noche anterior” Mirdndolas esperado, la abuela se decidid a dejado pendiente la noche an- fn de lo esc Narrative a detenidamente una por una observé que parecian haber sido eseritas por su propia mano y con su mis- ma lapicera. Era asombroso que la caligrafia fuera idéntica, como si en lugar de una mano humana, ‘una mecdinica hubiera imixado perfectamente no solo su forma de es no también aquellas mini- mas variaciones en. el trazo de Los grafemas: esta n, que abi parecia unas abi... bueno, se notaba que estaba apuirada, A pesar de que los afios no vienen solos, todavia confiaba en st lucide: yen su buena memoria, y habria jurado que tenia re- dactadas todas las piginas anteriores (de la 1 a la 113), distintas entre si. El libro de Greta estaba compuesto por una cant dad limitada de euentos en los cuales se narraba siempre lo mismo; en otras palabras, habia ura sola historia —una Gran Historia compuesta porel punto de vista de eada uno de los personajes: los principa- les (protagonistas, actores de tos hechos) y los secundarios (testigos, espectndores, auditores). El pri- mer testimonio, de acuerdo con la numeracién inicial del libro, era el de un detective, quien al parcoer {on de cierta flauta doradas luego se sucedian los demas relatos sin un orden 0 criterio particular. La idea era que a través de lo que le iban contando, el detective -yal mismo tiempo el lector descubriera qué habia ocurrido con la faut dornda, Porque para la autora del libro, la realidad eracomo.un ideal, unasineesis de la realidad de cada uno; por lo cual, para conocerla el detective estaba obligndo a tomar como evidencia todas las versiones cexistentes, ineluyend la suya. En consecuencia, ese ideal de realidad era la historia completa, la Gran Historia, la unién de todos esos fragmentos 0 cuen- tos. Debido a que Greta planeaba inclu conclusi6n def detective en lo que ella Hamaba el Final, le preocupaba que su libro no estuviera com pleto. Quiz no se percato de que esto no permitiria que pudiera abordarse desde cualquier testimonio, leerse de cualquier forma y en cualquier orden, como lla queria; esto explica que no se incuietaraal ob- servar el mismo numero de orden en todas las carillas, cuando deseon aera distinto, porque si todo el libro decia lo mismo, no renin sentido leer mis cle una pagina eualquiers investigaba la desapar su contenido. Pero, aho- Mientras reflexionaba intitilmente, arraned del cuademo un montén de hojas vacias que ct no. necesitar mis, Exe dia se le fue tratando de decidir qué hacer con su conjunto de una sola pagina. Ob- viamente, no volveria a escribir las otras por miede de que se convirtieran en la misnaa cada vez que in- tentara cambiar la situacién, y asi para siempre. Otras opciones que analiz6 fueron dejar una sola hoja, o bien conservar el manuscrito como estaba, que era «asi lo misme porque, en cualquier caso, el libro po- ria ser considerado absurdo o sin sentido, incluso por su ereadora. Y ademés, nadie entenderia si tra- tara de explicar a modo de prologo el misterio de la pagina 114. De todos modos, no tiene sentido leer tuna hoja con dos paginas iguales o un conjunto de paginas iguales, que ni siquiera cuentan una historia entera, que son tn fragmento dentro de otro. Pare- cia no éxistir una buena solucién, La mujer sonrié sofiando con un futuro en el cual sus hijos miraban intrigados el extrailo emprendimiento en el que su madre habia malgastado los ultimos aftos de su vida. Seguramente iban a pensar que habia perdido la cordura con la edad y sonceirian con tristeza al re- cordarla (pobre madre, pobre vieja). Curiosamente, eso fue exactamente lo que sucedié un tiempo dex pues de su muerte. La abuela Greta no vivio para resolver el misterio de la multiplicacidn de la pagina 114 y nunea se supo cual fue su causa (quiis porque nadie se interesé en averiguarla). Su obra habria muerto con ella si no fuera porque uno de sus nietos la rescaté y luego la reconstruyoa partic de aquellas piginas gemelas, dine doles un principio y un fin, ¢ incluyéndolas en diferentes relatos. No se sabe si éstos son iguales a los anteriores o si el nuevo autor los desconocia € imagind otras versiones; pero seguramente relatan Ja desaparicidn de cierta flauta dorada a través dela vision de sus personajes. Sin embargo, el nieto no nuimeré las piginas del Nuevo Libro, nile dio titu- lo (quiza sea el deber de alguno de sus descendientes), s6lo nombrd los cuentos. Aun asi, no hay manera de asegurarse de que Lo que sucedio con la pigina 114 no se repita indefinidamente a través de las generaciones de esta familia, transfor mando una y otea ver In Gran Historia original. hasta, quizis, cambiarla completamente. (Brame Aia de 2004

También podría gustarte