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"PROGRAMA ITNIITER9ITARIO DE

ESTUDIOS DE GENERO " - U. N. A. M.

Celia Amorós
Directora

COORD1N7An4 DE "1
004:-;49
HUiVIDADES
10 palabras clave
PROGRAMA UNIVERSITARIO
DE ESTUDIOS DE GENERO
sobre
"CENTRO DE INFORMACION
1 DOCUMENTACION"
Mujer
HQ1201
D54 1 1
UNAM 853
PUEG

Avda. de Pamplona, 41
31200 ESTELLA (Navarra)
1995
bt s
COORDINAION DE i11A61.k53
HUMANIDADES

PROGRAMA UNIVERSITARIO
DE ESTUDIOS DE GENERO
"CENTRO DE INFORMACION
ks. Y DOCUMENTACION"
Contenido

Presentación 7
Celia Amorós
Patriarcado 21
Alicia H. Puleo
Género 55
Rosa Cobo Bedia
Diferencia 85
María Luisa Cavana
Igualdad 119
Angeles Jiménez Perona
Autonomía 151
Teresa López Pardina
Ilustración
Cristina Molina Petit
Feminismos 217
Ana de Miguel
Cubierta y dibujos: Mariano Sinués. División sexual del trabajo
© Editorial Verbo Divino, 1995. Printed in Spain. Fo- Ana Amorós
tocomposición y fotomecánica: Serinte, Marcelo Cela-
yeta, 75. 31014 Pamplona. Impresión: Gráficas Lizarra, Acción positiva 2-9-7
S. L., Ctra. de Tafalla, km, 1. 31200 Estella (Navarra). Raquel Osborne
Depósito Legal: NA. 408-1995.
ISBN: 84 8169 049 X. Pactos entre mujeres 331
Luisa Posada Kubissa
Presentación

Causará sin duda la extrañeza de muchos


lectores la selección misma de las «palabras
clave» que aquí se ha llevado a cabo en torno a
la voz «mujer». No es precisamente la que ca-
bría esperar de una aproximación tópica y
convencional al tema; en tal caso nos hubiéra-
mos encontrado con «maternidad», «amor»,
«matrimonio», etc. Es decir, la mujer habría si-
do asumida como peculiaridad referida de mo-
do adjetivo, dentro del género humano, al po-
lo sustantivo que sería el varón. Obsérvese,
por otra parte, que la voz, presuntamente si-
métrica, «varón» no se presenta nunca como
peculiaridad cuyo desglose significativo se
cumpliría mediante conceptos referenciales, es
decir, que remiten a la relación con otros y se
agotan en ella, tales como «padre», «marido»,
«enamorado», etc. No requiere un tratamiento
específico de tal índole porque sin más se da por
supuesto que «varón» se identifica con lo gené-
ricamente humano y, por tanto, no procedería.
En estas condiciones, un tratamiento te-
mático igualitario para la voz «mujer» hubiera
podido consistir en negarse a darle tratamien-
to específico alguno y considerarla subsumida
en lo genéricamente humano al mismo título
que el varón, lo que, en la práctica, habría sido
equivalente a negarse a aceptar el amable en-
cargo de la editorial invalidando su sentido.
Ahora bien, semejante actitud daría por hecho
que vivimos ya en un mundo donde los sexos
son iguales y su tratamiento simétrico, en el
8 / Celia Amarás Presentación I 9

que, por tanto, lo designado por la voz «mu- queda por ello mismo despojada de legitimi-
jer» ya no sería un problema. Nada más lejos dad la noción de femininidad como construc-
de la realidad, y por ello, precisamente, hemos ción normativa supuestamente derivada sin
aceptado con mucho gusto el encargo. Claro mediaciones de las características biológicas.
está que lo aceptamos como lo que somos, es Caben diferentes construcciones e interpreta-
decir, como feministas —así lo asumen quienes ciones culturales de las mismas, que tanto la
han tenido la gentileza de proponernos que antropología y la sociología del género como
nos hagamos cargo del tema—, lo cual implica la «historia de las mujeres» —nuevo ámbito de
un determinado enfoque de la cuestión, por lo estudios surgido de la necesidad de investiga-
pronto el partir de la base de que el referente ción retrospectiva de la problemática de un
extralingüístico de la voz «mujer» no es para nuevo sujeto emergente como son las muje-
nada una realidad obvia ni unívoca. La vamos res— están poniendo de manifiesto.
a tratar, pues, como una rúbrica que apunta a
un universo de significaciones movedizo, con- Las ideas de «mujer» y de diferencia han
flictivo, con dimensiones en múltiples frentes. ido históricamente tan unidas como los nom-
Pero el que la «mujer» no sea algo obvio no bres de Daoíz y Velarde. «Mujer» parece suge-
significa en absoluto que su realidad sea enig- rir de inmediato «diferencia». ¿Diferencia de
mática ni tenga que ver en especial con el mis- qué o de quién? Diferencia de quien, al au-
terio: no hay aquí más misterio que el interés toinstituirse en sujeto, objetiva y define a
de algunos en verter tinta de calamar sobre el quien pone enfrente como lo «diferente».
análisis que puede visibilizar y esclarecer con Nunca ha sido el blanco «diferente», sino el
qué tipo de fenómenos nos las habernos en el negro. Podría decirse que, obviamente, tam-
caso de eso que se llama la «mujer». Con fenó- bién el blanco es diferente para el negro o el
menos que, en una primera aproximación, tie- varón para la mujer. Así sería, efectivamente, si
nen que ver con el sistema de las relaciones je- éstos, a efectos de poder social y cultural, es-
rárquicas en la sociedad: de ahí la pertinencia tuvieran en condiciones de adoptar la posición
de tratar ante todo los estudios feministas so- de sujetos, es decir, de definir y de nombrar: es
bre el patriarcado como ensayos de totaliza- sabido que quien tiene el poder es quien da
ción de las relaciones de poder en cuanto se nombres a las cosas (y a las personas). Pero
estructuran en torno a la diferencia de los se-
donde las situaciones de poder son jerárquicas,
xos. /
por definición no se da tal reversibilidad: así,
Ahora bien, hablar de los «sexos» conlleva lo «diferente» queda bloqueado en el lugar del
siempre el peligro de sugerir un naturalismo desigual. De ahí que estimemos como paradó-
biologicista, con el consiguiente corolario de jicos los intentos del llamado «feminismo de la
que, y sobre todo en el caso de la «mujer», diferencia» de partir de la misma, en una rede-
«anatomía es destino». Por esta razón, el femi- finición magnificadora, como plataforma para
nismo ha enfatizado la noción de género como la constitución de una nueva identidad femeni-
construcción e interpretación cultural de la di- na. Con la pretensión de que una identidad tal
ferencia sexual a efectos no sólo descriptivos, escaparía de la inferiorización secularmente
sino valorativos y polémicos. Pues si, como adjudicada, a la vez que esquivaría la indesea-
decía Simone de Beauvoir, «la mujer no nace, bilidad de una homologación con la identidad
se hace», y otro tanto cabría decir del varón, del varón que, para esta orientación del femi-
Presentación I 11
10 / Celia Amorós

han dado a sí mismos son los iguales, que sólo


nismo, vendría implicada por las posiciones
la comparten y se autosubsumen bajo la mis-
del feminismo igualitarista. ma en la medida en que conjuntamente la han
Si el concepto de «diferencia» se ha asocia- pactado a título de miembros equipotentes de
do siempre con el de «mujer» —tanto desde ac- un cuerpo cívico: el espacio público es así el
titudes no feministas y misóginas como desde autos por excelencia. Definida siempre por el
las posiciones del «feminismo de la diferencia» otro y en función de los intereses de los otros,
a que nos hemos referido—, el de igualdad se dura ha sido siempre la batalla de la «mujer»
ha relacionado con él sólo de forma polémica, por la autonomía. Como decía Mary Wollsto-
ora denegadora, ora reivindicativa. Sólo en el necraft, la autora de Vindicación de los dere-
feminismo, desde su tradición ilustrada, se chos de la mujer (1792), polemizando con
plantea la vinculación de la «mujer» a la idea Rousseau que quería una Sofía subordinada,
de igualdad esencial entre todos los seres hu- tutorizada de por vida: «a la mujer se le enseña
manos a título de vindicación. Ha de hacerlo a a actuar bajo luz indirecta, cosa que cabe espe-
título de tal al constatar que no se admite que rar cuando la razón se utiliza de segunda ma-
la abstracción de diferencias tales como las de no». También Kant, quien definió las Luces
cuna, linaje —adscripciones estamentales por como el acceso de la humanidad a su mayoría
tanto— se extienda por analogía —analogía que de edad, consideró a la «mujer» como eterna
debería ser el parámetro que midiera la cohe- menor. Con razón, pues, dice Cristina Molina
rencia de la propia abstracción— a la diferencia que las mujeres son el ámbito que las Luces no
sexual. Dicho de otro modo, si la idea de quisieron iluminar. Sin embargo, el feminismo
igualdad se construye estimando como no per- como cuerpo coherente y articulado de vindi-
tinentes a efectos de la definición del sujeto caciones se constituye precisamente —hemos
humano como tal, así como de los derechos tenido ocasión de verlo en relación con las
que le son inherentes, determinaciones como ideas de igualdad y autonomía— en base a las
las derivadas de azares del nacimiento, ¿por premisas ilustradas por mor de sus virtualida-
qué, interpelan las mujeres, se consideran mo- des universalizadoras. Virtualidades que las
tivos para excluirlas a ellas características bio- mujeres se aplican a explotar lógicamente en su
lógicas tales como su sexo? La idea de igual- favor durante la Revolución francesa mediante
dad es, pues, polémica y abstracta: dará un el expediente de la resignificación, es decir, de
juego discursivo y práctico sin precedentes, la utilización semántica de la carga connotativa,
tanto en el nivel ontológico como en los ámbi- fuertemente impregnada de valoraciones, de
tos ético y político. ciertos términos para desplazar sus referentes al
Las vindicaciones feministas de igualdad nivel que a ellas les concierne: así, afirmarán
han ido históricamente unidas a las peticiones que se las trata como «Tercer Estado dentro del
de autonomía por parte de las mujeres. Lo que Tercer Estado», que los varones se comportan
no es de extrañar en la medida en que existen como aristocracia masculina al reservarse todos
relaciones lógico-orgánicas entre ambas ideas: los derechos y excluirlas de la ciudadanía, lo
quienes son iguales entre sí son autónomos al que equivale a monopolizar los tan denostados
menos en el sentido de que ninguno de ellos «privilegios».
tendría razón alguna para dejarse tutorizar o El nervio emancipatorio de la Ilustración
heteronormar por el otro. Y, justamente, quie- ha inspirado las ideas y animado los movi-
nes no se rigen sino por una ley que ellos se
12 / Celia Amorós Presentación / 13

mientos feministas igualitarios, el sufragismo una redundancia. El acceso de las mujeres al


y los que se reclaman de un modo u otro here- espacio público como «minoría consistente»
deros de esa tradición. Y hablamos de feminis- —en expresión de Mayte Gallego— y no, en el
mos en plural porque el panorama histórico y mejor de los casos, como anomalía cósmica
actual que el fenómeno presenta es tal por la pasa de este modo por la promoción entre las
diversidad de sus orientaciones ideológicas, así propias mujeres de una cultura política del
como por la variedad de sus formas organiza- pacto, pues, parafraseando a Beauvoir, «la mu-
tivas, que hacerlo en singular sería inadecuado. jer —ahora como sujeto activo de lucha colecti-
La aportación de Ana de Miguel da de este va y no como producto pasivo de "heterode-
modo cuenta de forma pormenorizada de la signación"— no nace, sino que se hace». Se
riqueza y la complejidad de la situación. Com- hace de modo no esencialista, ni naturalista,
plejidad que responde, justamente, a que nada pues mal se haría de ese modo lo que no es
está más lejos de la univocidad y la simplici- una esencia. Se hace por pacto en torno a obje-
dad que lo que el persistente uso del término tivos emancipatorios.
«mujer» parece sugerir: existimos las mujeres,
realidad múltiple donde las haya, cuya consti- Ahora bien, si, tal como venimos insistien-
tución en sujeto político plantea graves pro- do en ello, la realidad de las mujeres es tan va-
blemas, lejos de poder darse por supuesta co- riada y polimorfa, ¿por qué y sobre qué bases
mo lo han creído algunos planteamientos comunes de opresión vendrían a constituirse
unilaterales o esencialistas. La constitución de en sujeto político? ¿En torno a qué ejes vindi-
este sujeto, ineludible para la lucha reivindica- cativos se articularía su pacto? Para responder,
tiva, ha encontrado la fórmula más eficaz y aun sólo parcialmente, a tan pertinente pre-
adecuada para su instrumentación en los pac- gunta es tópico de obligada referencia un fe-
tos entre mujereySi nunca hemos constituido nómeno que puede ser considerado un univer-
una fuerza política ni hemos ejercido poder sal cultural: la división sexual del trabajo.
relevante alguno en el espacio público ha sido Desde las sociedades etnológicas hasta nues-
justamente por nuestra dispersión atomizada tras complejas sociedades industriales puede
en los espacios privados. No es inocente ni ba- constatarse el hecho de la asignación diferen-
nal que la idea de una reunión exclusiva de cial de funciones según el sexo. Lo universal
mujeres haya sido siempre estigmatizada hasta aquí es el hecho mismo de la diferencialidad
en el lenguaje cotidiano: desde su ridiculiza- en la asignación, pero no, como hace ya mu-
ción —como en la expresión inglesa que se tra- cho tiempo lo puso de manifiesto la antropo-
duciría por «reunión de gallinas»— hasta su logía, los contenidos de las diversas funciones:
tratamiento como algo defectivo —un varón se de una sociedad a otra o según distintas épocas
dirige a una reunión de catorce mujeres di- históricas puede variar enormemente lo que se
ciéndoles: «estáis muy solitas»—, pasando por atribuye como cometido propio de un sexo
su percepción paranoica como aquelarre o determinado. Obviamente, pues, no depende
conspiración de brujas. Por el contrario, el de la biología. Lo que no varía, por el contra-
pacto entre varones se encuentra en la base, rio, es la respectiva adjudicación de valor a las
tanto del imaginario político del contrato so- tareas que se consideran propias del sexo mas-
cial como de la representación normalizada de culino o del sexo femenino: las que realizan
lo que es una relación plena y recíproca entre los varones son siempre las más prestigiosas.
sujetos: así, «pacto entre caballeros» es casi Incluso tareas idénticas, si son realizadas por
14 / Celia Amorós Presentación / 15

varones, ven realzado su valor social, y cuando pues, con «acción positiva» como otra de nues-
las desempeñan las mujeres, son devaluadas. tras «diez palabras clave».
Así, no sería exagerado definir la división se- Celia Amorós,
xual del trabajo como un complejo dispositivo noviembre 1994.
de devaluación del trabajo femenino y recono-
cimiento magnificador del masculino. Si hu-
biera que dar alguna definición universal de
«mujer», quizá podría decirse que «es un x tal
perteneciente a un conjunto cuyas actividades,
sean las que fueren, resultan comparativamen-
te desvalorizadas de forma sistemática en rela-
ción a las que llevan a cabo los varones». De
ahí también el efecto «política de tierra que-
mada»: es sabido que cuando un ámbito labo-
ral se feminiza, eo ipso se devalúa (a la inversa,
tiende a ser acaparado por varones en la medi-
da en que se prestigia).
En estas condiciones, ¿como lograr la
igualdad? Sabemos hace tiempo que no basta
con remover los obstáculos legales y partir de
una abstracta igualdad «formal» de oportuni-
dades. Ser mujer es estar siempre, real o vir-
tualmente al menos, en un bache geológico
con respecto a cualesquiera de los niveles de la
pirámide social. Las mujeres como colectivo a
escala mundial —siempre hay que recordar «la
feminización de la pobreza»— tenemos, siendo
más del 50%, el 10% de la renta y de los pues-
tos de responsabilidad. El tratamiento de la
discriminación, de este modo, ha de ser home-
ostático: con discriminación (de signo contra-
rio). Es lo que se ha llamado las acciones posi-
tivas, de las que el sistema de cuotas —tan
discutido al principio, pero cada vez más acep-
tado, en la medida en que ha colaborado eficaz-
mente a generar una sensibilidad que percibe
como anormal la ausencia de representación fe-
menina «consistente» en cualquier espacio pú-
blico— sería quizá el ejemplo más inmediato.
«Mujer» es algo cuya inferiorización histórica
y social hay que compensar. Tiene que ver,
Autoras

Ana Amorós
Licenciada en Filosofía y Letras y en Ciencias Políti-
cas y Sociología por la Universidad Complutense de
Madrid. Ha desarrollado su labor docente como cate-
drática de enseñanza secundaria y ha sido asesora del
Gabinete de la Secretaría de Estado de Educación. Ha
colaborado en publicaciones de investigación socio-
lógica y antropológica relacionadas con temas educa-
tivos y de incorporación de la mujer a la actividad
económica, participando como ponente en el IV
Congreso Español de Sociología celebrado en Ma-
drid en 1992 y en el Seminario permanente Feminis-
mo e Ilustración, del Instituto de Investigaciones Fe-
ministas de la Universidad Complutense de Madrid.
Ha realizado numerosas traducciones sobre estos te-
mas, la última de las cuales ha sido: De la educación
de las damas de Poulain de la Barre (Cátedra, Madrid
1994).
Celia Amorós
Catedrática de Filosofía en la Universidad Complu-
tense de Madrid. Entre sus numerosas publicacio-
nes, citaremos: Hacia una crítica de la razón patriar-
cal (Anthropos, Barcelona, la ed. 1985, r ed. 1992);
SOren Kierkegaard o la subjetividad del caballero
(Anthropos, Barcelona 1987); Mujer. Participación,
cultura política y Estado (Estudios e Investigaciones
Latinoamericanas, Ed. de la Flor, Buenos Aires
1990); «Notas para una teoría nominalista del pa-
triarcado» (Asparkía. Investigació feminista, n. 1,
Castellón, Publicacions de la Universitat Jaume I,
1992). En su calidad de directora de Feminismo e
Ilustración e Historia de la teoría feminista ha coor-
dinado las Actas que recogen el trabajo realizado en
estos seminarios del Instituto de Investigaciones Fe-
ministas de la Universidad Complutense de Madrid.
María Luisa Cavana
Doctora en Filosofía. Miembro del Instituto de In-
vestigaciones Feministas de la Universidad Complu-
18 / Autoras Autoras / 19

tense de Madrid. Especializada en la Ilustración ale ción con el Ministerio de Educación y Ciencia, pu-
mana, ha publicado diversos artículos, entre los que blica «Filosofía existencialista: la Mujer como la
citaremos: «Sobre el mejoramiento civil de las muje- Otra», en La filosofía contemporánea desde una
res: Theodor Gottlieb von Hippel o las contradic- perspectiva no androcéntrica (Secretaría de Estado
ciones de la Ilustración» (Agora, n. 10, 1991) y «La de Educación, MEC, Madrid 1993). Es especialista
polaridad sexual de los valores: Simmel y Ortega y en la obra de Simone de Beauvoir. Entre los artícu-
Gasset», en La filosofía contemporánea desde una los de los que es autora, destacaremos: «El feminis-
perspectiva no androcéntrica (Secretaría de Estado mo de Simone de Beauvoir» (C. Amorós [coord.],
de Educación, MEC, Madrid 1993). Es autora del Historia de la teoría feminista Instituto de Investi-
libro Der Konflikt zwischen dem Begriff des Indi- gaciones Feministas, UCM-CAM, Madrid 1994) y
viduums und der Geschlechtertheorie bei George «En torno a la crítica de Michéle Le Doeuf a El se-
Simmel und Ortega y Gasset (Centaurus-Ver- gundo sexo» (Mujeres, Zaragoza, diciembre 1990).
lagsgesellschaft, Pfaffenweiler 1991).
Ana de Miguel
Rosa Cobo Bedia Profesora titular de Sociología en la Universidad de
Profesora titular de Sociología en la Universidad de la La Coruña. Miembro del Instituto de Investigacio-
Coruña. Miembro del Instituto de Investigaciones nes Feministas de la Universidad Complutense de
Feministas de la Universidad Complutense de Ma- Madrid. Entre sus publicaciones, mencionaremos:
drid. Es autora de diversos artículos sobre pensa- Cómo leer a John Stuart Mill (Júcar, Gijón 1994) y
miento social y político, entre los que destacan: «La Marxismo y feminismo en Alejandra Kollontai (Insti-
construcción social de la mujer en Mary Wollstone- tuto de Investigaciones Feministas, UCM, Madrid
craft» (C. Amorós [coord.], Historia de la teoría fe- 1993). De su colaboración con el Ministerio de Edu-
minista, Instituto de Investigaciones Feministas, cación y Ciencia, destaca: «La igualdad de los sexos
UCM-CAM, Madrid 1992). Entre los libros que ha en clave utilitarista: John Stuart Mill y Harriet Tay-
publicado, mencionaremos: Las mujeres españolas: lo lor», en La filosofía contemporánea desde una pers-
privado y lo público (coautora con Pepa Cruz, CIS, pectiva no androcéntrica (Secretaría de Estado de
Madrid 1991) y Los límites de la democracia radical. Educación, MEC, Madrid 1993). Recordaremos, asi-
Un estudio sobre Jean Jacques Rousseau (Cátedra, mismo, «El conflicto clase-sexo-género en la tradi-
Madrid 1995). Ha colaborado con el Ministerio de ción socialista» (C. Amorós [coord.], Historia de la
Educación y Ciencia en la preparación de material no teoría feminista, Instituto de Investigaciones Femi-
androcéntrico para la enseñanza secundaria. nistas UCM-CAM, Madrid 1992).
Angeles Jiménez Perona Cristina Molina Petit
Profesora asociada de Filosofía en la Universidad Doctora en Filosofía. Ha colaborado con el Minis-
Complutense de Madrid. Miembro del Instituto de terio de Educación y Ciencia en la preparación de
Investigaciones Feministas de esta misma Universi- material no androcéntrico para la enseñanza secun-
dad. Es autora del libro Entre el liberalismo y la so- daria. Es asesora del Instituto Canario de la Mujer
cialdemocracia. Popper y la «sociedad abierta» (Anth- y miembro del Instituto de Investigaciones Femi-
ropos, Barcelona 1993) y de diversos artículos, entre nistas de la Universidad Complutense de Madrid.
los que recordaremos: «Maquiavelo y la constitución Actualmente realiza una investigación para el Insti-
del poder político»; «Las conceptualizaciones de la tuto de la Mujer (Ministerio de Asuntos Sociales)
ciudadanía y la polémica en torno a la admisión de sobre el tema «Mujer y poder político». Entre sus
mujeres en las asambleas»; «Estado de Naturaleza y trabajos, destacaremos: Dialéctica feminista de la
Familia. Hobbes: Per Perversam Rationem»; «Sobre Ilustración (Anthropos, Barcelona 1994) y «Lo fe-
incoherencias ilustradas: una fisura sintomática en la menino como metáfora en la racionalidad postmo-
universalidad» (C. Amorós [coord.], Actas del semi- derna» (Isegoría. Revista de filosofía moral y políti-
nario Feminismo e Ilustración, Instituto de Investiga- ca, n. 6, Instituto de Filosofía, CSIC, Madrid 1992).
ciones Feministas, UCM-CAM, Madrid 1992).
Raquel Osborne
Teresa López Pardina Profesora del Departamento de Sociología de la
Catedrática de Filosofía en el Instituto «Leonardo Universidad Nacional de Educación a Distancia.
da Vinci» de Majadahonda. A partir de su colabora. Ha colaborado con el Ministerio de Educación y
20 /Autoras

Ciencia en la preparación de material pedagógico


sobre la igualdad de oportunidades entre los sexos.
Dirige, junto con Alicia H. Puleo, el seminario Gé-
nero y discursos sobre la sexualidad, del Instituto de
Investigaciones Feministas de la Universidad Com-
plutense. Entre sus libros, destacaremos: Las muje-
res en la encrucijada de la sexualidad (Lasal, Barce-
lona 1989); Mujer, sexo y poder (editado con Marisa
Patriarcado
Calderón, CSIC-Forum de Política Feminista-Co- Alicia H. Puleo
misión antiagresiones, Madrid 1991); Las prostitu-
tas: una voz propia (Icaria, Barcelona 1991); Sexua-
lidad y sexismo (en colaboración con Josep-Vicent
Marqués, UNED, Madrid 1991) y La construcción
sexual de la realidad (Anthropos, Barcelona 1994).
Luisa Posada Kubissa 1. Caracterización
Doctora en Filosofía. Es miembro del Instituto de
Investigaciones Feministas de la Universidad Com- La vigésima primera edición del dicciona-
plutense de Madrid. Entre sus últimos artículos, des- rio de la Real Academia Española, publicada
tacaremos: «Cuando la razón práctica no es tan pura en 1992, da las siguientes definiciones: «Pa-
(Aportaciones e implicaciones de la hermenéutica fe- triarcado: Dignidad de patriarca. Territorio de
minista alemana actual a propósito de Kant)» (Isego- la jurisdicción de un patriarca. Gobierno o au-
ría. Revista de filosofía moral y política, n. 6, Institu-
to de Filosofía, CSIC, Madrid 1992); «Kant: de la toridad del patriarca. SocioL Organización so-
dualidad teórica a la desigualdad práctica» (C. Amo- cial primitiva en que la autoridad es ejercida
rós [coord.], Actas del seminario Feminismo e Ilus- por un varón jefe de cada familia, extendién-
tración, Instituto de Investigaciones Feministas, dose este poder a los parientes aun lejanos de
UCM-CAM, Madrid 1992); «Marqués de Sade: un un mismo linaje. Período de tiempo en que
gran reserva francés contra el vino de mesa rousseau-
niano» (ER. Revista de Filosofía, n. 16, Universidad predomina este sistema». La quinta acepción
de Sevilla, Sevilla 1994). que nos ofrece de patriarca dice: «Fig. Persona
que por su edad y sabiduría ejerce autoridad
Alicia H. Puleo en una familia o en una colectividad». En el
Doctora en Filosofía. Profesora asociada de Etica y preámbulo de esta nueva edición se advierte
Filosofía política en la Universidad de Valladolid.
Miembro del Instituto de Investigaciones Feminis- que en ella las definiciones modificadas y acep-
tas de la Universidad Complutense de Madrid. Co- ciones añadidas alcanzan la cifra de 12.000.
labora con el Ministerio de Educación y Ciencia en Entre éstas, evidentemente, no se hallan las de
la preparación de material no androcéntrico para la patriarcado, ya que, como acabamos de ver, no
enseñanza secundaria. Dirige, junto con Raquel Os- se recoge la nueva significación del término
borne, el seminario Género y discursos sobre la se- patriarcado de uso común desde los años se-
xualidad, del Instituto de Investigaciones ya citado.
Entre sus libros, destacamos: Dialéctica de la sexua- tenta de nuestro siglo: la generada por la teoría
lidad. Género y sexo en la filosofía contemporánea feminista, la cual, con este término, alude a la
(Cátedra, Madrid 1992); Condorcet, De Gouges, hegemonía masculina en las sociedades anti-
De Lamben, La Ilustración olvidada. La polémica guas y modernas. Según esta nueva concep-
de los sexos en el siglo XVIII (Anthropos, Barcelo-
na 1993); Cómo leer a Schopenhauer (Júcar, Gijón ción, el patriarcado no es el gobierno de ancia-
1991); Conceptualizaciones de la sexualidad e iden- nos bondadosos cuya autoridad proviene de su
tidad femenina (Instituto de Investigaciones Femi- sabiduría, sino una situación de dominación y,
nistas, UCM-CAM, Madrid 1995). para algunas corrientes, de explotación.
22 / Alicia H. Puleo ■ Patriarcado / 23

Esta ausencia no debe provocar gran sor- racionalismo cartesiano del siglo XVII, en
presa, ya que entra en la lógica del silencia- nombre de la capacidad de razonar compartida
miento de teorías que critican la hegemonía por ambos sexos en nuestra especie, el filósofo
masculina y el androcentrismo cultural que de Poulain de la Barre había criticado «el más
éste deriva. arraigado de los prejuicios» y había reclamado
Como señala Amelia Valcárcel 1, el con- educación y oportunidades iguales para hom-
cepto de patriarcado sufrió ya una evolución a bres y mujeres (ver artículos Género, Autono-
partir del siglo XIX en el pensamiento antro- mía e Igualdad). Pero la utilización del término
pológico e histórico. Tanto el jurista suizo Ba- patriarcado en este sentido crítico comienza en
chofen como el antropólogo americano Lewis el siglo XIX y se establece en la teoría feminista
Morgan plantearon la hipótesis de un matriar- de los años setenta de nuestro siglo.
cado originario que habría sido reemplazado Serán las feministas radicales (ver artículo
por el patriarcado. Este, por tanto, aparecía Feminismos) quienes se valgan del término pa-
como el sistema jerárquico que reemplazó al triarcado como pieza clave de sus análisis de la
primitivo estado natural. Al hilo del surgi- realidad. Con él denuncian una situación siste-
miento de las reivindicaciones de igualdad de mática de dominación masculina en la que los
derechos de las mujeres, de los cambios socia-
hombres particulares aparecen como agentes
les ligados a la democracia y a la industrializa-
ción, y de una reflexión histórica que denun- activos de la opresión sufrida por las mujeres.
ciaba la injusticia y la opresión, el patriarcado Según este enfoque, los hombres tienen intere-
deja de ser considerado por algunos teóricos ses específicos que les llevan a ocupar ese pa-
como el pacífico y sabio gobierno de los an- pel: la sexualidad (en tanto obtención de pla-
cianos (significado aún presente en la defini- cer) y la reproducción (producción de hijos)
ción ya citada del término), para convertirse aparecen como dos elementos clave de la suje-
en un sistema de dominación y explotación ción femenina. Pero no por ello las primeras
que habría sustituido al antiguo matriarcado radicales americanas de los años setenta igno-
de las primitivas sociedades igualitaristas que raron otros aspectos de la dominación patriar-
no conocían la propiedad privada. Tal es la in- cal, tales como el laboral (explotación del tra-
terpretación de Engels en El origen de la fami- bajo doméstico no pagado), extracción de
lia, la propiedad privada y el Estado (1884). apoyo emocional que refuerza el ego masculi-
no, etc.
No era ésta la primera vez que se denun-
ciaba la hegemonía masculina en la sociedad Kate Millet, en Sexual Politics (1970), una
como una usurpación. Ya algunos represen- de las obras fundacionales del neofeminismo,
tantes de la Ilustración sofística del siglo V a. define el patriarcado como una política sexual
C. habían extendido el concepto de isonomía ejercida fundamentalmente por el colectivo de
(igualdad de los ciudadanos ante la ley) a la to- varones sobre el colectivo de mujeres. A su
talidad de los seres humanos, llegando así a vez, al término «política» le asigna el sentido
considerar injusta la situación de subordina- de «conjunto de estratagemas destinadas a
ción de las mujeres y de los esclavos. Con el mantener un sistema». Esta acepción amplia
de «política» (no ya el sentido estrecho de ac-
' A. Valcárcel, Sexo y filosofía. Sobre «mujer» y «po- tividades de los políticos) era deudora de las
der», Anthropos, Barcelona 1991, 137-138. teorías de la Escuela de Frankfurt —La dialécti-
24 / Alicia H. Puleo Patriarcado I 25

ca de la Ilustración de Horkheimer y Adorno consideradas un segundo nacimiento. Ayuno,


había ejercido gran influencia en los plantea- aislamiento, agresiones, sufrimientos físicos y,
mientos de la Nueva Izquierda, en la que mili- en algunas culturas 2, relaciones homoeróticas
taban primeramente algunas de las feministas con quienes los inician sirven de examen de
de la «segunda ola»—. El lema del neofeminis- ingreso al mundo masculino y de testimonio
mo: «lo personal es político» deriva de esta de que el niño ha abandonado el ámbito feme-
concepción amplia de «política». El patriarca- nino materno inferior.
do será concebido como una política de domi- No todas las teóricas feministas utilizan el
nación presente en los actos aparentemente término patriarcado. Algunas prefieren usar
más privados y personales. De esta manera, se «sistema de género-sexo» (Gayle Rubin), alu-
rompe con la dicotomía de las esferas privada diendo con ello a cualquier organización, no
y pública diseñada por el liberalismo (ver ar- necesariamente opresiva ni jerárquica, de los
tículo Ilustración). La asignación del ámbito géneros. Otras, como las radicales materialis-
privado a las mujeres y del ámbito público a tas francesas, consideran que la existencia mis-
los varones aparece, entonces, como parte de ma de los géneros (ver artículo Género) —en
una política en el sentido weberiano de Herr- tanto construcción cultural en torno al sexo
schaft (dominación y subordinación). biológico— formá parte de la estructura pa-
«Lo personal es político» dará lugar en los triarcal.
años setenta a un tipo particular de militancia Celia Amorós 3 considera patriarcado y
antipatriarcal: los grupos de autoconciencia en sistema de género-sexo como sinónimos, ya
los que las participantes discuten sus propias que, sostiene, un sistema igualitario no produ-
vivencias y descubren, de esta manera, que lo ciría la marca de género. Esta es el signo de la
que habían considerado problemas personales pertenencia a un grupo social con determina-
o acontecimientos debidos al azar eran expe- das características y funciones. La socializa-
riencias comunes a todas las mujeres y fruto ción de género tiende a inducir una identidad
de un sistema opresor. Cuestiones tales como sexuada, determina un rango distinto para
la autoestima, los desengaños amorosos, las hombres y mujeres y prescribe un rol sexual
relaciones afectivas en el seno de la pareja y de (desde los gestos hasta las actividades sexuales
la familia fueron examinadas bajo una nueva y laborales, pasando por la moda, las diversio-
óptica a partir del concepto de patriarcado. nes,Leat ca.n).
Patriarcado significa etimológicamente antropología se ha referido al monopo-
«gobierno de los padres», y las teóricas femi- lio masculino del poder político en el patriar-
nistas que han utilizado este término señala- cado con el nombre de «complejo de suprema-
ron que la dominación de las mujeres estaba cía masculina». Su afirmación de que «son los
acompañada de la subordinación del varón jo- cabecillas y no las cabecillas los que dominan
ven al adulto (Millet, 1970). En algunas socie- tanto la redistribución igualitaria como la es-
dades preindustriales, esta separación y dife-
renciación de jerarquías se manifiesta en un H. G. Herdt (ed.), Homosexualidad ritual en Mela-
grado extremo con las ceremonias de inicia- nesia, Master en Sexualidad Humana, UNED/Fundación
ción. El púber es aceptado en el grupo de los Universidad Empresa, Madrid 1993.
varones adultos sólo tras una serie de pruebas, C. Amorós, «Notas para una teoría nominalista del
patriarcado», Asparkía, Universitat Jaume I, Castellón
en algunos casos sumamente duras, que son (1992) 41-58.
26 / Alicia H. Puteo Patriarcado / 27

tratificada» 4 se cumple todavía en nuestras so- práctico, es decir, que se constituye en y me-
ciedades occidentales. Tanto las tribus con sis- diante un sistema de prácticas reales y simbóli-
temas de redistribución igualitaria pre-clasista cas y toma su consistencia de estas prácticas» 5.
que no conocen apenas la propiedad privada El patriarcado no es una esencia, es una orga-
como las sociedades estamentales o de clases nización social o conjunto de prácticas que
(estratificadas) son dirigidas por varones. Un crean el ámbito material y cultural que les es
rápido recorrido de los periódicos y los tele- propio y que favorece su continuidad. Para su
diarios nos convencerá de que el poder econó- estudio, diferentes enfoques han atendido,
mico, el poder político y el control armamen- pues, a diversos niveles de la realidad social 6:
tístico siguen siendo un asunto de hombres. las teorías macroestructurales se ocupan en es-
También el poder religioso sigue estando en pecial de sus aspectos económicos (división
manos masculinas, como lo demuestra la opo- sexual del trabajo, trabajo doméstico y trabajo
sición férrea que despiertan las 'reivindicacio- asalariado, producción y reproducción); la
nes de sacerdocio femenino en las grandes reli- teoría medioestructural analiza las estructuras
giones, y particularmente en las autoridades de organización laborales y la influencia que
vaticanas actuales. éstas tienen en la conducta de los empleados
La universalidad y la longevidad son, co- (posibilidad de ascenso en puestos ocupados
mo lo señalara Kate Millet, las mayores armas por varones y 'ascenso bloqueado en puestos
del patriarcado. Todas las sociedades conoci- ocupados por mujeres con el consecuente re-
das del presente y del pasado muestran una or- fuerzo de los estereotipos de sexo); la teoría
ganización patriarcal. Por ello, no hay mode- microestructural observa las interacciones en-
los alternativos existentes en la realidad con tre hombres y mujeres en la vida diaria, con
los que puedan establecerse comparaciones y a especial atención en los matrimonios (teorías
partir de los cuales se realicen críticas. ¿Cómo del intercambio que afirman que el menor ac-
sería una sociedad no patriarcal? ¿Qué signifi- ceso a los recursos de las mujeres frente a los
caría en ella ser hombre o mujer? Hombre y hombres genera una conducta de compensa-
mujer ¿serían categorías significativas? ción en la pareja: se prodiga deferencia y satis-
facciones a los maridos para equilibrar la ma-
Considerar que el patriarcado es una polí- yor aportación económica de éstos); las teorías
tica significa que no hay un fundamento onto- de la socialización centran su interés en los
lógico que lo legitime y explique. No hay castigos y recompensas a partir de los cuales el
esencias masculinas y femeninas eternas que mundo de los adultos impone modelos y con-
estén en la base de la división sexual del traba- ductas de género a los niños (medios de comu-
jo (ver artículo correspondiente) o en las con- nicación, educación, moda, etc.) o en la pre-
ductas que se consideran correctas para cada sión social en torno a la imitación de los pares
sexo. En palabras de Celia Amorós, esta cons- durante la infancia y la adolescencia.
tatación conduce a una teoría nominalista del
patriarcado en la que éste es «un conjunto El concepto feminista de patriarcado ha

A. c.
6Para una exposición breve de estos distintos enfo-
4 Ver M. Harris, Introducción a la antropología gene- ques y sus conclusiones, ver J. Saltzman, Equidad y géne-
ral, Trad. Juan Oliver Sánchez Fernández, Alianza Uni- ro. Una teoría integrada de estabilidad y cambio, Trad.
versidad, Madrid 1992, 503. María Coy, Cátedra, Madrid 1992, cap. I.
28 / Alicia H. Puleo Patriarcado / 29

sufrido fuertes críticas desde su utilización por tintos de dominación total de la humanidad en
parte de feministas radicales como Millet o Fi- el futuro. 1984 de George Orwell describía un
restone. Desde el marxismo, se le ha imputado mundo de pesadilla en el que un gobierno to-
el poner demasiado énfasis en la sexualidad en talitario ejercía un control total sobre la pobla-
detrimento del análisis del tipo de producción, ción a través de la constante vigilancia y el
y en culpar a los hombres en vez de al sistema adoctrinamiento. Cuando este último se reve-
social. Por su parte, los postmodernos han visto laba• insuficiente, apelaba a técnicas de tortura
en el feminismo que se servía de él un resabio y a la eliminación física de los opositores al ré-
de ideología «fundamentalista» y trasnochada. gimen. En Un mundo feliz, Aldous Huxley
Según algunos pensadores postmodernos, el pintaba, por el contrario, una dominación to-
patriarcado ya no existe, y hemos llegado a la tal a través del modelado de los deseos de los
sociedad transexual en la que cada individuo habitantes. Si 1984 se inspiraba en el totalita-
elige el sexo y el modo de vida que más le atrae. rismo stalinista, Un mundo feliz surgía de la
Tal es el punto de vista de Lipovetski, por ejem- imaginación de un escritor que llevaba al lími-
plo. Algunas feministas socialistas han califica- te algo ya presente en la sociedad de masas do-
do a este concepto de «abstracto» y «ahistóri- minada por la publicidad y los medios de co-
co», ya que apunta a lo que hay de común y municación. Mientras que, en un caso, el
no a las variaciones de la hegemonía masculina poder utilizaba la coerción desnuda, en el otro
en las distintas sociedades y épocas históricas, empleaba técnicas mucho más sofisticadas.
así como en los diversos sistemas económicos Los habitantes de ese mundo se consideraban
y políticos. felices porque sus deseos coincidían con lo
Pero, como señala A. Jónasdóttir, el con- que de ellos se esperaba. Las funciones socia-
cepto de patriarcado posee un grado adecuado les y los intereses individuales formaban una
de abstracción para «el nivel más general de la armonía perfecta. La violencia se tornaba in-
teoría» 7. En este sentido, es similar al concep- necesaria gracias a la manipulación de las pul-
to de «sociedad de clases». No debemos espe- siones y los afectos. Esta breve alusión a las
rar de él que nos explique los detalles concre- dos conocidas utopías puede servir de intro-
tos de cómo funciona una sociedad patriarcal ducción al tema que aquí nos interesa: la dife-
dada. Sólo facilita el marco previo adecuado renciación entre patriarcados basados en la
para saber cómo interrogar a la realidad social coerción y patriarcados fundados en el con-
de que se trate en cada caso. sentimiento.
Esta distinción no es más que un esquema
orientativo y no puede ser considerada como
2. Patriarcados de coerción absoluta. Todo sistema patriarcal se basa en la
y patriarcados de consentimiento coerción y en el consentimiento. Ambos ele-
Dos famosas novelas del siglo XX descri- mentos están presentes a la vez. Las sociedades
bierón .en clave de ficción dos tipos muy dis- de mayor violencia represiva patriarcal tienen
altos niveles de aceptación de sus normas por
el solo efecto de la socialización, esto es, sin
tener que apelar al recurso extremo de la vio-
' A. Jónasdóttir, El poder del amor. ¿Le importa el
sexo a la democracia?, Trad. Carmen Martínez Gimeno, lencia. Y, en cambio, si bien en las sociedades
Cátedra, Madrid 1993, 323. occidentales actuales la ley prohibe la discri-
30 / Alicia H. Palio Patriarcado /31

minación por razones de sexo, no por ello el del control de su propio cuerpo. Así, Kate Mil-
colectivo femenino deja de sufrir la coerción let se refirió a esta prohibición como política
de un mercado laboral que le es desfavorable de violencia contra las mujeres, que implica, en
(ver División sexual del trabajo) y que con sus muchos casos, una condena a muerte (en parti-
salarios más bajos y sus empleos menos presti- cular de las mujeres de clases desfavorecidas),
giosos (o más «bloqueados» en cuanto a posi- ya que los abortos clandestinos realizados en
bilidades de ascenso) obliga a entrar en una di- condiciones precarias pueden producir no sólo
námica de subordinación en el seno del esterilidad, sino hasta un desenlace fatal para la
matrimonio. Por otra parte, aunque está pena- intervenida.
lizada la violencia contra las mujeres, le resulta Sin embargo, a pesar de estas observacio-
muy difícil a una esposa denunciar los malos nes, es posible establecer una distinción entre
tratos y conseguir una sanción real para el aquellos patriarcados que estipulan por medio
agresor. Las violadas pueden llegar a ser juzga- de leyes o normas consuetudinarias sanciona-
das por su conducta social y sexual, como se das con la violencia aquello que está permitido
desprende de la reciente absolución de dos y prohibido a las mujeres, y los patriarcados
procesados por un caso de violación en base a: occidentales contemporáneos que incitan a los
«las circunstancias personales de la ofendida... roles sexuales a través de imágenes atractivas y
una chica casada, aunque separada y, por ello, poderosos mitos vehiculados en gran parte por
con experiencia sexual, que mantiene una vida los medios de comunicación. En este último
licenciosa y desordenada, como revela el care- tipo de patriarcado nos encontramos ante la
cer de domicilio fijo, encontrándose sola en igualdad formal de hombres y mujeres: gracias
una discoteca... y que se presta a viajar en el a los movimientos sufragista y feminista, las
vehículo de unos desconocidos como eran los democracias progresaron hacia el reconoci-
procesados, ¿haciéndolo entre ambos en el miento de la igualdad ante la ley. Esta enorme
asiento delantero y poniéndose así sin la me- transformación ha llevado a Elisabeth Badin-
nor oposición en disposición de ser usada se- ter a afirmar, con un optimismo excesivo y po-
xualmente» 8. La violencia sexual contra las co fundado, la muerte del patriarcado 9. Si
mujeres sigue existiendo en las sociedades oc- comparamos la situación europea actual con la
cidentales contemporáneas y funciona como del siglo XIX, advertiremos una clara diferen-
un toque de queda para el colectivo femenino. cia y una evolución desde un tipo de patriar-
Limita sus desplazamientos, confirmando la cado al otro. En el siglo pasado, las mujeres no
asignación de los espacios doméstico y público podían disponer de sus bienes (incluso de
según el sexo. aquellos que poseían antes del matrimonio),
La prohibición total del aborto o una le- contratar o negociar sin permiso del marido.
gislación restrictiva con respecto a él han de Carecían de derecho de voto. De acuerdo al
ser consideradas como violencia y coerción Código napoleónico, de gran influencia en nu-
contra las mujeres, las cuales se ven despojadas merosos países europeos y americanos, la es-
posa debía obediencia al marido, y éste tenía

Sentencia absolutoria, Pontevedra, 27-2-1989, cita-


da en J. V. Marqués, R. Osborne, Sexualidad y sexismo.
9 Ver L'un est l'autre, Odile Jacob, París 1986 (hay
UNED / Fundación Universidad Empresa, Madrid 1991,
260. edición castellana).
32 / Alicia H. Puleo Patriarcado / 33

por misión protegerla. Sólo a él correspondía


la patria potestad sobre los hijos. El adulterio
femenino era castigado con la cárcel. En cam-
bio, el masculino era tolerado y sólo podía ser
denunciado si el marido llevaba una concubina
a vivir bajo el techo conyugal. El asesinato de
la esposa adúltera y de su amante por el mari-
do era considerado «excusable» y sólo recibía
una sanción leve.
La educación primaria femenina era dife-
rente de la masculina: la costura y el bordado
eran elementos centrales. Por otro lado, aun-
que estudiaran, las mujeres tenían prohibido el
ejercicio de las profesiones liberales (abogacía,
medicina, etc.) o el acceso al cargo de juez. Pa-
ra justificar esta exclusión se aducía la falta de
fuerza física, la coquetería o la indiscreción
propias de la naturaleza femenina. Ya en nues-
tro siglriasta las vísperas de la Segunda Gue-
rra (y hasta 1965 en Francia y 1975 en Espa-
ña), la mujer debía pedir al marido permiso
para ejercer una profesión. Tampoco podía
realizar los trámites de sus documentos de
identidad o presentarse al examen para obte-
ner el permiso de conducir sin la aprobación
del marido. En España, hasta 1975 no se supri-
mió la exigencia de permiso del marido para
trabajar, disponer de los bienes, aceptar heren-
cias, comparecer en juicios, contratar, etc.
También en 1975, se sustituyó el deber de obe-
diencia de la esposa por el deber de respeto y
protección recíprocos. Sin embargo, el hom-
bre conservó la patria potestad sobre los hijos
hasta el año 1981.
Un ejemplo actual de patriarcado de coer-
ción lo encontramos en algunos países islámi-
cos que han incrementado en las últimas déca-
das el celo con respecto a las normas coránicas
y a la Sunna (o tradición). En Arabia Saudita,
Irán y Pakistán, por ejemplo, las mujeres con-
denadas por adulterio son lapidadas. La opi-
nión pública y la ley aprueban la violencia físi-
34 / Alicia H. Puteo Patriarcado / 35

ca del marido sobre la esposa dentro del ma- «esencias» masculina y femenina '°. En algunas
trimonio. El analfabetismo y el enclaustra- culturas se llega a eliminar o limitar el placer
miento femeninos son moneda corriente. Esta erótico femenino con las prácticas de amputa-
situación, en vez de mostrar signos de mejora, ción del clítoris (escisión) y la infibulación o
se encamina a un recrudecimiento por el auge ablación de clítoris y labios menores y mayo-
del integrismo, entre cuyos planteamientos res. Más de cien millones de mujeres en el
principales se encuentra el de retornar a los mundo (musulmanas, cristianas y animistas)
antiguos valores y normas con respecto al co- son todavía hoy sometidas a estas mutilaciones
lectivo femenino. Así, en Argelia, varias muje- sexuales rituales, según un informe de la OMS
res, entre ellas algunas adolescentes, han sido de 1994. Son mujeres del Africa negra sub-sa-
asesinadas por la guerrilla integrista durante el hariana, Africa del Este y el Oriente Próximo.
año 1994 por no llevar el velo islámico en la Aunque los padres que hoy someten a sus hi-
calle. Nos encontramos aquí ante una situa- jas a estas prácticas ni siquiera saben cuál es su
ción compleja de interacción de diferentes in- sentido preciso, el objetivo final es purificar,
tereses y sistemas: por un lado, los movimien- ya que, como se explicaba antaño, las mujeres
tos integristas utilizan como reclamo la tienen una sexualidad peligrosa, desenfrenada.
llamada a un patriarcado reforzado que tiene Por ello, la escisión y la infibulación contribu-
sus atractivos para el colectivo masculino; por yen a la fidelidad conyugal.
otro, podemos considerar que es el mismo pa- Como destaca Colette Guillaumin ", las
triarcado (en tanto sistema de pactos) el que mujeres en tanto colectivo dominado han sido
activa un lenguaje religioso y político para ase- apropiadas por los hombres y rebajadas al ran-
gurar su continuidad amenazada por las trans-
formaciones modernas. go de objeto sexual. Que la mujer es sexualidad
y nada más que sexualidad no es un discurso
que nos sea desconocido. Pero, por ello justa-
En cuanto a la sexualidad femenina, siem- mente, a la mujer no se le permite tener sexua-
pre objeto de control y manipulación en todo lidad en tanto sujeto autónomo, sino sólo ser
patriarcado, la diferencia entre la coerción y el sexualidad debidamente controlada. La «espe-
consentimiento se ofrece en múltiples ejem-
plos. En todas las sociedades conocidas, el co- cialización» femenina de «madres» y «prostitu-
lectivo masculino goza de mayor libertad se- tas» constituye una organización del trabajo
xual. Este fenómeno dio origen a lo que se sexual según las necesidades de la apropiación
suele llamar la doble moral sexual: una para privada en el matrimonio y de la apropiación
hombres y otra para mujeres. Además, como colectiva en la prostitución (recordemos el elo-
ya hemos señalado, son los varones quienes a cuente nombre de «mujer pública»).
través de su hegemonía política y religiosa La llamada «revolución sexual» de los años
controlan el ritmo de embarazos de las muje-
res con diversas normativas sobre prácticas
anticonceptivas y aborto, así como por medio o Para un tratamiento de la conceptualización de la
de concepciones populares o supuestamente sexualidad en A. Schopenhauer, G. gataille y otros filó-
científicas sobre lo que deben ser las prácticas sofos, ver A. H. Puleo, Dialéctica de la sexualidad. Gé-
nero y sexo en la filosofía contemporánea, Cátedra, Ma-
sexuales normales. Hasta en la filosofía se ha drid 1992.
desarrollado un discurso sobre la sexualidad Ver Guillaumin, Sexe, race et pratique du pou-
que legitima los roles tradicionales apelando a voir, Caté-Femmes, París 1992.
36 / Alicia H. Puleo Patriarcado / 37

sesenta y setenta podría proporcionar un ben las mujeres de los hombres. Pero este pro-
ejemplo del patriarcado de consentimiento. ceso no es meramente «psicológico» (en el
Sin ignorar ni minusvalorar lo que significó en sentido de algo que suceda sólo en la mente),
cuanto a libertad y reconocimiento del dere- sino material: se trata de un traspaso de ener-
cho al placer para las mujeres, también debe- gía material. De esta manera, la hegemonía
mos observar que mantuvo un discurso cons- masculina no deriva de impedimentos legales o
truido en torno a valores masculinos de religiosos, sino de la propia dinámica de las in-
sexualidad «correcta» (desapego emocional, versiones afectivas, de las necesidades e intere-
múltiples partenaires, frecuencia alta, coito- ses de ambos sexos socializados de manera
centrismo...). La liberación de las mujeres ten- muy diferente. Así, aun en los casos en que no
día a ser reducida a alcanzar esos parámetros. hay dependencia económica femenina, sigue
Quizá una de las caracterizaciones más su- habiendo patriarcado.
gerentes del patriarcado contemporáneo de
consentimiento sea la de la nórdica Anna Jó-
nasdóttir, quien en El poder del amor. ¿Le im- 3. Algunas hipótesis
porta el sexo a la democracia? recoge la tesis de sobre el origen del patriarcado
Firestone sobre la importancia del amor en el
mantenimiento del patriarcado. Firestone ha- Pueden aventurarse dos hipótesis sobre la
bía señalado ya en 1970 que «la cultura (mas- existencia del patriarcado: o bien éste ha sido
culina) era (y sigue siendo) parásita y se ali- el modo de organizarse de todas las sociedades
menta de la energía emocional de las mujeres humanas desde el origen de la especie, o bien
sin reciprocidad» 12. Jónasdóttir diferencia en ha surgido en un momento histórico particu-
el amor dos elementos: el éxtasis o placer de la lar, suplantando un orden matriarcal y/o igua-
relación sexual y los cuidados materiales y litario. Comenzaremos por esta segunda posi-
afectivos hacia la pareja y los hijos. El amor bilidad, pasando revista a algunas de las formas
aparece, así, como un poder humano alienable que tomó en la narración mítica y en la investi-
con poder causal. En el patriarcado contempo- gación científica.
ráneo, el amor es un pilar de la dominación
masculina, ya que, estadísticamente, la inver- Numerosos pueblos poseen mitos que ex-
plican el origen del patriarcado como la susti-
sión amorosa de la mujer es mayor: da más de
lo que suele recibir. Las mujeres están general- tución del orden primigenio matriarcal por un
mente «subalimentadas» en cuanto a amor se orden masculino más adecuado, instaurado a
refiere. Esto acarrea consecuencias en el ámbi- menudo por un héroe civilizador. Así, algunos
to público. Los hombres salen a él con un re- mitos aborígenes del Amazonas evocan la va-
conocimiento y una autoridad mayores gene- gina dentada de la mujer todopoderosa primi-
rados por ese «plus» de amor que reciben. tiva que el héroe vence al arrancar esos peli-
Esta relación desigual entre los sexos también grosos dientes (mitos cuna y guajiro). Otros
se extiende más allá de la pareja: los hombres afirman que sólo la mujer poseía las técnicas
reciben más apoyo psicológico por parte de las de cazar y pescar y los poderes mágicos de fe-
mujeres que trabajan con ellos que el que reci- cundación. Los varones eran desdichados y es-
taban oprimidos. Por ello decidieron arrebatar
12 S. Firestone, La dialéctica del sexo, Kairós, Barce-
ese saber y ese poder con engaños. Lo consi-
lona 1976, 160. guieron al descubrir los genitales femeninos y
38 / Alicia H. Puteo Patriarcado I 39

dejar embarazada a la mujer otrora poderosa zadas por la familia extensa, la vida social se
(mitos letuama y macuna) 13 . Este tipo de mi- complicó y se diversificaron las funciones de
tos ha estimulado en algunas feministas la hi- los sexos. Las mujeres permanecían en el ho-
pótesis de un matriarcado originario. Sin em- gar para ocuparse de los hijos, y los hombres,
bargo, parece más plausible que funcionen co- más robustos, realizaban sus tareas en el exte-
mo justificaciones del orden patriarcal existen- rior. Cuando los hermanos desposeídos y des-
te: la mala administración del saber, la injusticia contentos se organizaron en bandas de pillaje,
del estado matriarcal originario legitima la ex- y sobrevino un estado de guerra y dominación
clusión presente. Si las mujeres tienen prohibi- general, la subordinación de las mujeres se
das determinadas actividades ligadas al poder acentuó. El gobierno de los Estados surgidos
(uso de las armas, conocimiento de objetos de la guerra excluyó al colectivo femenino de
mágicos, etc.) es porque cuando poseyeron los puestos de poder porque no había partici-
otro status no fueron dignas de él. Observe- pado en las actividades bélicas. Señalemos que
mos que, sin alusión alguna a un matriarcado esta reconstrucción histórica hipotética que
originario, la culpa que afectó al colectivo fe- vincula guerra y poder masculino no deja de
menino en el cristianismo a causa de las narra- tener su interés. Investigaciones antropológi-
ciones bíblicas de la caída tuvo la misma fun- cas actuales apuntan a.la relación entre el gra-
ción legitimadora del orden patriarcal 14 . La do de actividad bélica en los pueblos preindus-
interpretación de algunos Padres de la Iglesia triales y la situación de opresión de las
y más tarde de los inquisidores no se hará es- mujeres. En las sociedades preindustriales con
perar: la mujer no es más que sexualidad, y gran actividad bélica se necesitan guerreros
por ella entró el mal en el mundo. fuertes y no conviene una tasa demográfica al-
ta, ya que la supervivencia del grupo depende
El cartesiano feminista Poulain de la Barre de recursos naturales escasos (límite ecológi-
intentó ya en el siglo XVII esbozar una hipó- co). Acorde con ello, suelen encontrarse ritos
tesis sobre el origen de la dominación masculi- de iniciación masculina destinados a crear
na. En una obra de 1673, este filósofo imagina hombres «duros», existen modelos de femini-
una aurora de la humanidad en la que hombres dad pasiva, se practica el infanticidio femenino
y mujeres eran «simples e inocentes» 15 y se directo o por descuido sistemático y la poliga-
ocupaban por igual del cultivo de la tierra y de mia tiende a generar tensiones y rivalidad en-
la caza. Pero al sentirse más fuertes y más tre los varones para conseguir esposas (lo cual
grandes, y al estar desprovistos de los incon- incentiva la agresividad del colectivo masculi-
venientes del embarazo, los hombres estable- no). Por el contrario, las sociedades preindus-
cieron poco a poco la dependencia femenina. triales con baja actividad bélica tienen general-
Cuando las primitivas parejas fueron reempla- mente un mayor grado de igualdad sexual.
Ya hemos hecho alusión a las teorías del
" Ver M. Palma, La mujer es puro cuento. Femini- matriarcado primitivo de Bachofen, Morgan y
dad aborigen y mestiza, Tercer Mundo, Bogotá 1992. Engels en el apartado dedicado 'a la caracteri-
" Ver E. García Estébanez, ¿Es cristiano ser mujer? zación del patriarcado. Precisaremos ahora al-
La condición servil de la mujer según la Biblia y la Igle-
sia, Siglo XXI, Madrid 1992.
gunos de los aspectos de la teoría de Engels,
" F. Poulain de la Barre, De l'égalité des deux sexes, muy influyente en numerosos estudios de ins-
Fayard, París 1984, 21. piración marxista. Lewis Morgan había obser-
40 I Alicia H. Puleo Patriarcado / 41

vado un sistema de filiación por vía materna cha, que no era sino la lucha de clases (ver Fe-
entre los indios iroqueses de América del minismos).
Norte. Esta constatación le había llevado a su-
Actualmente, las teorías de los sistemas
poner un matriarcado originario o comunismo
duales desarrollados por feministas socialistas
sexual ligado al período de caza (Ancient so- como Zillah Eisenstein y Heidi Hartmann
ciety, 1877). Esta hipótesis es recogida por En-
gels, quien establece, de acuerdo con los prin- consideran al patriarcado y al capitalismo co-
mo sistemas que conviven, se adaptan y se sos-
cipios del materialismo histórico, una relación tienen mutuamente. Como ejemplo de esta
entre modo de producción y organización fa- adaptación, Hartmann recuerda el pacto entre
miliar y social. La agricultura y la ganadería sindicalistas y patronos en el siglo pasado, por
habrían inaugurado una nueva época de la hu- el cual, en vez de instituir retribuciones iguales
manidad en la que fue posible la acumulación para ambos sexos, se estableció el salario fami-
de bienes y la herencia de los mismos. Con la liar que favorecía el orden patriarcal en los
propiedad privada surgen la esclavitud, el ma- matrimonios del proletariado. El patriarcado
trimonio monogámico y la dominación de la es un sistema milenario que va adaptándose a
mujer, a la que se exigirá la monogamia para cada nueva estructura económica y política
asegurar la paternidad legítima (no así al mari- (es «metaestable»). Sin negar la existencia de
do, a quien se disculpan las relaciones extra- antagonismos de clase entre los hombres, es
matrimoniales). necesario reconocer que también hay entre
ellos, a pesar de los intereses contrapuestos,
La teoría de Engels ha recibido numerosas acuerdos tácitos o explícitos que permiten la
críticas. Recordaremos solamente aquí que, continuidad de la hegemonía masculina. A la
como ya hemos señalado, también en los pue- luz de estas observaciones, puede compren-
blos que no conocen apenas la propiedad pri- derse la definición de Celia Amorós que dice:
vada existe una jerarquía entre los sexos. Sin «El patriarcado es el conjunto metaestable
embargo, ha de reconocerse también que la de pactos, asimismo metaestables, entre los va-
antropología percibe un empeoramiento en la rones, por el cual se constituye el colectivo de
situación del colectivo femenino con el paso éstos como género-sexo y, correlativamente, el
de una economía cazadora-recolectora a otra de las mujeres» 16.
de agricultura y ganadería. En esta última, ge- En la actualidad, prácticamente todos los
neralmente los varones se apropian de la dis- a ntropólogos están de acuerdo en negar la
tribución de los bienes, aunque las mujeres existencia de un matriarcado primitivo. Tal hi-
participen en su producción. En todo caso, la pótesis había sido establecida, por una parte, a
hipótesis engelsiana tuvo la virtud de evitar partir de la confusión entre matrilinealidad (lí-
explicaciones biologicistas y esencialistas del nea genealógica fijada por vía materna) y ma-
patriarcado. No obstante, su efecto perverso triarcado (poder en manos de las mujeres).
consistió en ligar tan estrechamente propiedad Conviene, sin embargo, precisar que en las so-
privada y patriarcado, que desde el marxismo ciedades matrilineales y matrilocales (en las
se calificó al sufragismo, y más tarde al neofe- que el marido va a vivir con los parientes de su
minismo de los años setenta de nuestro siglo, mujer) la situación del colectivo femenino es
como movimientos «burgueses» que dividían
y confundían con respecto a la verdadera lu- C. Amorós, a. c., 52.
42 / Alicia H. Paleo Patriarcado 43

menos opresiva que en las sociedades patrili- triarcado era presentado como una desviación
neales y patrilocales (al vivir con la suegra y con respecto a la naturaleza.
demás parientes del marido, la mujer pierde
los apoyos de su propia familia de origen). Pe- Hoy, el desarrollo de la teoría feminista no
ro en ambos tipos de organización son los va- necesita este argumento para autojustificarse.
rones adultos quienes detentan la autoridad Las investigaciones antropológicas parecen re-
familiar: en un caso, el padre (patrilineal, pa- velar la universalidad del patriarcado en el
trilocal) y, en el otro, el hermano de la madre tiempo y en el espacio con mayor o menor in-
(matrilineal, matrilocal). Un estudio posterior tensidad según el tipo de organización socio-
más detenido de la sociedad iroquesa que ins- e conómica; por tanto, como destaca Amelia
piró la hipótesis del matriarcado a Lewis Mor- Valcárcel:
gan reveló que el poder de las ancianas se limi- «La emancipación de las mujeres quizá sea,
taba a elegir representantes masculinos para el sociobiológicamente, la alteración de rango
Consejo (en el cual ellas no podían participar), más fuerte que quepa concebir. Nos arroja sin
e incluso esos representantes podían ser veta- remedio en brazos de la ética, es decir, de la in-
dos por los hombres. vención, de la difícil universalidad, de la razón
en su sentido más ilustrado. Y entonces la teoría
La otra razón que había llevado a la hipó- política reaparece» ".
tesis de un matriarcado originario eran las
imágenes religiosas que daban testimonio de Repasemos ahora otras hipótesis sobre las
cultos arcaicos a una diosa madre, deidad su- causas del patriarcado. Las teorías bio-beha-
plantada más tarde por divinidades masculi- vioristas han resaltado el papel clave de la caza
en el proceso de hominización. Esta es la tesis
nas. Pero este dato puede ser interpretado, jus-
tamente, en el sentido de una exaltación de las de Men in Groups de Lionel Tiger (1971),
propiedades reproductoras de las mujeres, que quien sostiene que la fraternidad viril nace del
encierra a éstas en una única función de ma- compartir peligros, éxitos y estrategias en las
dres. Como ya señalara Simone de Beauvoir actividades cinegéticas. La organización social
en El segundo sexo, estas deidades probable- patriarcal provendría, según esta teoría, de esta
mente corresponden a un período en que los especialización creciente de los machos homí-
hombres temían y veneraban la fertilidad de la nidos. Cuando se produce el paso gradual de
Madre Tierra, pero esto no significa que las la sociedad primática a la paleosociedad (los
mujeres detentaran el poder: los ídolos pueden pr imates habrían sido impulsados probable-
haber sido derrocados por los mismos que los mente por la sequía a dejar el bosque e ir a la
elevaron al rango de objeto de veneración. sabana), comienza el proceso de hominización
consistente en la postura erguida y el enfrenta-
A pesar de las evidencias antropológicas, miento del pulgar a los demás dedos. En este
muchas feministas se aferraron, e incluso algu- proceso se debilita el principio de dominación-
nas pocas aún hoy se mantienen fieles, al mito jerarquía propio de los primates en beneficio
del matriarcado originario. La causa de esta de una actitud de colaboración y concertación
adhesión es simple: la lucha contra el patriar- para las actividades cinegéticas. Se introduce
cado aparecía como lucha contra un poder ile- así un principio cooperativo-socialista de or-
gítimo impuesto por la fuerza en los albores ganización. La competencia y agresividad de
de la humanidad. El feminismo adquiría, así, el
prestigio de un retorno a los orígenes, y el pa- 17 A. Valcárcel, o. c., 67 (el subrayado es nuestro).
44 / Alicia H. Pule o Patriarcado / 45

las relaciones entre los machos adultos se debi- dar a luz la causa de su subordinación. Las
lita, afirmándose los lazos de amistad masculi- mujeres fueron reducidas a la creación natural
na y la conservación creciente de los lazos (reproducción), mientras que los hombres se
afectivos de la infancia entre individuos adul- dedicaron a crear a través de la tecnología y
tos. Pero, paralelamente, aparece una «bio-cla- los símbolos. Estas hipótesis han recibido nu-
se» o primera clase social, la de los hombres, merosas críticas. En respuesta a E. Ardener,
que monopoliza las actividades de la caza y su Nicole Claude Mathieu 20 señala los peligros
tecnología, dejando a las mujeres la recolec- de deriva biologicista de una antropología que
ción. El paso de cuadrúpedos a bípedos dificul- se centre únicamente en el «simbolismo pro-
ta el desplazamiento de las mujeres con la cría fundo» de los sistemas de dominación: que la
colgada en la espalda durante las expediciones maternidad acerque a las mujeres a los proce-
de caza (solución adoptada por las cuadrillas de sos naturales es un argumento biológico. Ade-
babuinos que recorren la sabana). Las mujeres más afirma que la supuesta autoinclusión de
se hacen más sedentarias, y la clase de los hom- las mujeres en la naturaleza no es sino una ge-
bres adultos las convierte en «menores sociales, neralización estadística que a los ojos de los
políticos, económicos y culturales» ". científicos se convierte en propiedad natural.
Desde la antropología estructuralista y su Mathieu no se muestra tan segura de este he-
concepción de la mente humana como un sis- cho y se pregunta por qué son dejados de lado
tema de categorías binarias y opuestas, se ha los testimonios etnográficos de algunos colec-
insistido en las asociaciones universales entre tivos femeninos que ven en los hombres a la
mujer y naturaleza por un lado y hombre y naturaleza destructora de la labor civilizada de
cultura por otro. Por sus funciones reproduc- las mujeres. Otra de las críticas dirigidas a
toras y por características biológicas como la Ortner ha sido la de etnocentrismo, ya que
menstruación, las mujeres son asimiladas a lo universalizaba principios y actitudes propios
natural, mientras que los varones son identifi- de la cultura occidental y, en particular, corres-
cados a lo cultural. Edwin Ardener afirmó esta pondientes a la cultura de la modernidad euro-
identificación y más tarde Sherry Ortner 19 de- pea: la superioridad de la cultura sobre la na-
sarrolló la idea hacia mediados de los años se- turaleza y el afán de dominio sobre ésta. En
tenta señalando que todas las culturas conside- ese sentido, Carol MacCormack 21 recuerda
ran a la mujer como parte de algo que menos- que, a la inversa de la cultura europea, para
precian: la naturaleza, concebida como aquello muchas sociedades, particularmente las toté-
inferior que hay que dominar. Por tanto, las micas, lo verdaderamente eterno es el linaje,
mujeres son despreciadas y dominadas. De mientras que los productos de la cultura y la
manera similar a de Beauvoir, Ortner ve en el técnica son perecederos. Maurice Bloch y Jean
mismo cuerpo femenino y su posibilidad de

20 «Homme-culture et femme-nature?», en L'anato-


18 Ver E. Morin, El paradigma perdido: el paraíso ol- miepolitique, Caté-Femmes, París 1992. El artículo fue
vidado. Ensayo de bioantropología, Trad. Doménec Ber publicado por primera vez en 1978.
gadá, Kairós, Barcelona 1978, 80. 21 «Nature, culture and gender: a critique», en C.
S. Ortner, «Is female to male as nature is to cultu- MacCormack, M. Strathern (eds.), Nature, culture and
re?», en M. Rosaldo, L. Lamphere, Woman, culture and gender, Cambridge University Press, Nueva York 1980,
society, Stanford University Press, Stanford 1974. 1-24.
46/ Alicia H. Puleo Patriarcado / 47

Bloch insisten en la necesidad de reconocer tensa, hermanos y hermanas llevan adelante


que los conceptos de cultura y naturaleza que tal cometido, multiplicándose así las figuras
maneja la antropología son producto de un protectoras que están junto al niño. A pesar
proceso social e histórico, y lo demuestran de ello, estas sociedades son también patriar-
con un examen de estas categorías en el siglo cales.
XVIII. Inspirándose en parte en los planteamien-
Otra teoría relevante en el estudio del pa- tos postfreudianos y en algunos datos de la
triarcado es la de la antropóloga Michelle Ro- biología, XY. De la identidad masculina, obra
saldo 23, quien sugirió que, a pesar de las múlti- de Elisabeth Badinter que alcanzó las caracte-
ples diferencias entre las culturas, las mujeres rísticas de un best-seller, como casi todas las
son, por su capacidad reproductora y sus ta- salidas de su pluma, explica a nivel divulgativo
reas en la crianza de los niños, relegadas al ám- las bases del patriarcado en clave biológico-
bito doméstico, mientras que los hombres se psicologista. Las dificultades de afirmación del
reservan el ámbito público. Doméstico y pú- cromosoma Y frente al X en los primeros días
blico son esferas jerarquizadas. Lo público es de vida del feto serían el primer acto de un
considerado superior y en sus instituciones se drama: el de la afirmación de la identidad viril.
toman decisiones que afectan a lo privado (o Badinter describe esta última como frágil y
conjunto de actividades desarrolladas en torno amenazada desde la concepción. Tras el naci-
al grupo madre-hijo). miento, llegará la tarea de separarse de la ma-
dre y forjarse una identidad de sexo contrario.
La teoría postfreudiana, en especial con la El establecimiento del patriarcado correspon-
obra de Nancy Chodorow 24, esbozó otra ex- dería, según Badinter, a un esfuerzo por con-
plicación. Dado que son las madres las encar- trarrestar la debilidad de la constitución mas-
gadas casi con exclusividad de la crianza de los culina. La división sexual del trabajo, los
hijos, los niños, para afirmar su identidad mas- rangos sexuales y la exclusión de las mujeres
culina, se ven obligados a establecer distancias de los puestos de prestigio apuntalarían la
y hasta a desarrollar agresividad con respecto a siempre vacilante identidad masculina. Esta
la primera figura femenina que conocen. La debilidad innata se habría agravado con los
misoginia patriarcal provendría de esta etapa cambios generados por el movimiento femi-
de afirmación del ego masculino. Una de las nista. El hombre actual se encuentra desorien-
objeciones recibidas por esta hipótesis fue que tado ante mujeres que han invadido sus terre-
en algunos pueblos no sólo la madre se ocupa nos tradicionales. La solución propuesta por
de los hijos, sino que, dentro de la familia ex- Badinter es la participación del padre en los
cuidados y la educación de los hijos, de mane-
ra de proveer a éstos de una imagen paterna
desde el comienzo. Más allá de la sensatez,
«Women and the dialectics of nature in eighteenth- pertinencia y sentido común expresados por
century French thought», en C. MacCormack, M. Stra- esta última propuesta, la explicación del origen
thern (eds.), o. c., 25-41. del patriarcado dada por Badinter no es muy
23 M. Rosaldo, «Woman, culture and society: a theo- convincente. En el mismo sentido deberíamos
retical overview», en M. Rosaldo, L. Lamphere (eds.), explicar la esclavitud de los negros por un sen-
Women, culture and society, Stanford 1974.
timiento de inferioridad y por una debilidad
24 N. Chodorov, El ejercicio de la maternidad, Trad.
Oscar Molina Sierralta, Gedisa, Barcelona 1984. congénita de los blancos.
48 / Alicia H. Puleo Patriarcado I 49

Por su parte, la etóloga Sarah Blaffer Hrdy ", término medio, más corpulentos que las muje-
a partir de sus estudios con primates, destaca una res), lo cual significa que en sus orígenes fue
serie de datos que, considera, invalidan todas polígina. Y, por cierto, aún en la actualidad,
las teorías explicativas del patriarcado que muchos pueblos practican la poliginia. Se des-
buscan su causa en fenómenos exclusivamente velaría, así, el misterio de la organización so-
humanos como la acumulación de excedentes cial más primitiva. Pero cabe preguntarse por
y su intercambio, la distinción naturaleza-cul- qué ese patriarcado rudimentario se reforzó e
tura, la cooperación masculina para la caza institucionalizó hasta alcanzar las dimensiones
mayor o la formación de la identidad personal monstruosas de opresión y sometimiento de
en la infancia a partir de la relación con la ma- algunas civilizaciones y períodos históricos
dre. Estos datos son los siguientes. Según el ti- humanos. Intentaremos resumir la respuesta
po de adaptación ecológica (sedentarismo y que Blaffer apuntaba con datos de la etología
nutrición a partir de frutas estacionales o no- y la antropóloga Paola Tabet recoge y desarro-
madismo), las hembras primates manifiestan lla con investigaciones etnológicas.
tolerancia o intolerancia entre ellas. Las espe- Las observaciones de Blaffer Hrdy sobre
cies arborícolas suelen ser monogámicas, y la vida sexual de las hembras primates refutan
machos y hembras muestran agresividad hacia algunos tópicos de los estudios pioneros de la
individuos de su mismo sexo que intentan en- etología. Según éstos, las hembras primates
trar en su territorio. Las demás especies de eran selectivas y no promiscuas. Las investiga-
primates, mucho más numerosas, son polígi- ciones de Blaffer muestran que las chimpan-
nas (un macho acapara varias hembras) y, con- cés, por ejemplo, llegan a copular, en período
secuentemente, dimórficas. Este dimorfismo de celo, entre 30 y 50 veces por día, y que no
consiste en un mayor tamaño de los machos se limitan al macho dominante, sino que, en
con respecto a las hembras. Su origen reside en los días que preceden y siguen a la ovulación,
la competencia entre machos por el acceso a lo hacen con los jóvenes y los subordinados.
las hembras. A diferencia de las especies mo- Esta conducta parece estar relacionada con la
nogámicas, en las políginas existe la domina- tendencia de los machos adultos al infantici-
ción de los machos. Dada la simplicidad de ta- dio. Cuando un macho accede al control de un
les sociedades comparadas con las humanas, la grupo tras derrocar a otro, suele matar a las
dominación se reduce a lo que en etología se crías de su antecesor, para, de esta forma, cor-
define como tal: capacidad de un animal de tar el amamantamiento y acelerar la ovulación
apartar a otro de un recurso deseado (por de las hembras para reproducirse a su vez. La
ejemplo de una charca de agua o de una fruta). conducta sexual promiscua de las hembras
En definitiva, estaríamos ante el patriarcado siembra la incertidumbre de la paternidad, li-
reducido a su mínima expresión. Por lo demás, mitando el peligro para las crías y favorecien-
machos y hembras viven su vida independien- do, así, la propia reproducción de los genes de
te y atienden individualmente a sus propias la hembra implicada. Pero esta incertidumbre
necesidades de subsistencia. Nuestra especie es tiene sus límites, ya que el estro o período en
dimórfica (todavía hoy los hombres son, por que se produce la ovulación se manifiesta con
señales externas: hinchazón, olores y colores
específicos en los genitales. En el proceso de
25 The Woman that Never Evolved, Harvard Univer- hominización, desaparece el estro. Los machos
sity Press, Cambridge 1981.
50 I Alicia H. Puteo Patriarcado I 51

ya no cuentan con signos que faciliten el reco- lado, en América del Norte y en la Unión Eu-
nocimiento del momento más adecuado para ropea se han llevado a cabo en los últimos
fertilizar a una hembra. Esta evolución de la años políticas de acción positiva (ver Acción
biología femenina sería un éxito reproductivo positiva) para alcanzar la igualdad de oportu-
de las hembras. Pero, con la mayor compleji- nidades entre los sexos. En este sentido, parece
dad de la organización social homínida, la ven- haber un consenso sobre la injusticia de la or-
taja reproductiva, las posibilidades de supervi- ganización patriarcal y la necesidad de adoptar
vencia de la prole provienen también de un medidas destinadas a combatirla o, al menos,
mayor acceso a los recursos al establecer unio- limar sus asperezas más evidentes.
nes con grupos más poderosos. La hiperginia o Sin embargo, algunas teóricas feministas
alianza con una familia superior conduce a las han dado la voz de alarma sobre lo que consi-
familias que ceden sus hijas a controlar la se- deran una nueva adaptación del patriarcado
xualidad de éstas con vistas a asegurar la pater- (recordemos que su carácter es metaestable) a
nidad del esposo 26 . El generalizado control de las actuales condiciones socioeconómicas y a
la sexualidad femenina habría sido la respuesta los avances conseguidos por el feminismo.
cultural a la desaparición del estro y a la incer- Danielle Juteau-Lee y Nicole Laurin, partien-
tidumbre de la paternidad que esta desapari- do de las teorías de Colette Guillaumin sobre e
ción produjo. Control de la sexualidad, limita- el sexage en tanto apropiación colectiva e in- S
ción de la autonomía y apropiación del dividual de las mujeres, señalan que podría-
cuerpo, de los productos del cuerpo y de la mos estar en presencia de una evolución del
fuerza de trabajo de las mujeres por los hom- patriarcado por la que desaparecería poco a
bres son las características del patriarcado, en poco la apropiación individual (matrimonio), 7
especial del patriarcado de coerción. que sería reemplazada por una forma de tran-
sición que llaman «apropiación privada se-
rial». Esta monogamia serial tendría para los
4. Transformaciones en curso hombres las mismas ventajas que el matrimo-
nio, pero no aportaría los mismos beneficios
Nos recuerda Gerda Lerner que la noción que éste a las mujeres. Mientras que el matri-
de patriarcado no implica la afirmación de que monio daba seguridad jurídica y económica a
las mujeres no tienen ningún tipo de poder o las esposas, la monogamia serial conduce a la
se hallan totalmente privadas de derechos y re- feminización de la pobreza, ya que las mujeres
cursos. Como ya hemos señalado, las socieda- deben tener un trabajo asalariado y, además,
des occidentales contemporáneas han experi- ocuparse de las tareas domésticas y de sus hi-
mentado una importante evolución. Por otro jos (o los de parejas anteriores del hombre).
Según estas autoras, el patriarcado mostraba
" S. Blaffer Hrdy sigue aquí los estudios de la antro- hasta hace unas décadas una configuración si-
póloga Mildred Dickemann sobre la hiperginia en la anti- milar a una jaula con compartimientos estan-
gua China, en la Europa medieval y en el norte de la In- cos. Una mujer tenía diferentes opciones exclu-
dia antes de la colonización británica. Dickemann insiste yentes: monja, madre, ama de casa, solterona,
en el interés de la familia de la novia por alcanzar la pros-
peridad a través de un buen casamiento o un concubinato prostituta. No se podía circular continuamente
conveniente: M. Dickemann, «Paternal confidence and de uno a otro de estos compartimientos. Hoy,
dowry competition: a bio-cultural analysis of purdah», el patriarcado tendría más bien la forma de
en R. D. Alexander, D. W. Tinkle (dirs.), Natural Selec-
tion and Social Behavior, Chiron, Nueva York 1981. una jaula para ardillas, con una rueda que da
52 / Alicia H. Puleo Patriarcado / 53

la falsa impresión de avanzar cuando, en reali- miento sexual, etc.). El feminismo forma parte,
dad, se pasa de una posición a otra sin llegar a como otros movimientos sociales, de la índole
ninguna parte. Esta sería la metáfora perfecta reflexiva de la modernidad 27. En virtud de este
del patriarcado de consentimiento: cuando la carácter reflexivo, se produce un continuo
mujer cree obrar en libertad, en realidad está examen y una modificación de las prácticas so-
obedeciendo nuevas consignas sociales. Aho- ciales en base a la información ofrecida por di-
ra, todas las mujeres pueden (y se sugiere que cho examen. Por ello, esperamos que sus aná-
deben) ser todo al mismo tiempo: madres asa- lisis y sus denuncias contribuyan a que en el
lariadas con doble jornada (incluso las estéri- futuro no haya ni compartimientos estancos ni
les gracias a las nuevas técnicas reproducti- rueda de ardillas, sino una sociedad de iguales
vas), monjas que aportan la fuerza de trabajo a (lo cual no significa «clónicos»: ver Igualdad)
la colectividad (a través de las nuevas formas en la que florezcan las diferencias individuales,
de asociacionismo, en las que, por lo general, más allá de las máscaras impuestas por los ro-
las mujeres ocupan las bases y no los cuadros les de sexo. Ese tiempo marcará el final del pa-
dirigentes) y hasta prostitutas, ya que las re- triarcado.
vistas femeninas aconsejan cómo comportarse
sexualmente para agradar a la pareja. Esta
multiplicidad de funciones implica un enorme Bibliografía
gasto de energía para las mujeres y un gran
ahorro para el colectivo masculino que ya no Amorós, C., Hacia una crítica de la razón patriarcal,
Anthropos, Barcelona, 1a ed. 1985, r ed. 1992.
es responsable del mantenimiento de la espo-
sa. El Estado, a través de subsidios, compensa Amorós, C., «Notas para una teoría nominalista del
este abandono masculino de las cargas familia- patriarcado», Asparkía. Investigació feminista,
n. 1, Publicacions de la Universitat Jaume I, Caste-
res. llón (1992).
Ahora bien, aunque debemos tener en Faludi, S., Reacción. La guerra no declarada contra la
cuenta este tipo de análisis, no debemos ex- mujer moderna, Anagrama, Barcelona 1993.
traer de él la sensación de que el patriarcado es Guillaumin, C., Sexe, race et pratique du pouvoir, Ca-
una realidad invencible que acecha inelucta- té-Femmes, París 1992.
blemente tras las aparentes libertades conse- Jónasdóttir, A., El poder del amor. ¿Le importa el sexo
guidas. Si analizamos críticamente el que lla- a la democracia?, Cátedra, Madrid 1993.
máramos «patriarcado de consentimiento», no Lerner, Gs, La creación del patriarcado, Trad. Mónica
es para expresar la más mínima nostalgia por el -íussell, Crítica, Barcelona 1990.
«patriarcado de coerción» o para minimizar Millet, K., Política sexual, Trad. Ana María Bravo Gar-
los progresos alcanzados gracias al feminismo. cía, Aguilar, México 1969.
Estamos en una situación de transición en la Molina Petit, C., Dialéctica feminista de la Ilustración,
que puede haber un empeoramiento de las Anthropos, Barcelona 1994.
condiciones en algún aspecto (por ejemplo el
Rosaldo, M. Z., Lamphere, L., Women, culture and so-
fenómeno de feminización de la pobreza a ciety, Stanford University Press, Stanford 1974.
causa de las familias monoparentales encabe-
zadas por mujeres), pero una mejora en mu-
chos otros (mayor autonomía con respecto a 27 Sobre las ciencias sociales y los movimientos socia-

los hombres de la familia, desaparición pro- les como un aspecto de la índole reflexiva de la moderni-
dad, ver A. Giddens, Consecuencias de la modernidad,
gresiva de los estigmas ligados al comporta- Trad. Ana Lizón Ramón, Alianza, Madrid 1993.
54 / Alicia H. Pulen

Saltzman, J., Equidad y género. Una teoría integrada


de estabilidad y cambio, Cátedra, Madrid 1992.
Valcárcel, A., Sexo y filosofía. Sobre «mujer» y «po-
der», Anthropos, Barcelona 1991.

Género
Rosa Cobo Bedia

1. Introducción
El concepto de género es la categoría cen-
tral de la teoría feminista. La noción de género
surge a partir de la idea de que lo «femenino»
y lo «masculino» no son hechos naturales o
biológicos, sino construcciones culturales.
Como señala Seyla Benhabib, la existencia so-
cio-histórica de los géneros —que ella denomi-
na el sistema género-sexo— es el modo esencial
en que la realidad social se organiza, se divide
simbólicamente y se vive empíricamente '. Di-
cho de otra forma, a lo largo de la historia to-
das las sociedades se han construido a partir
de las diferencias anatómicas entre los sexos,
convirtiendo esa diferencia en desigualdad so-
cial y política.
El primer propósito de los estudios de gé-
nero o de la teoría feminista es desmontar el
prejuicio de que la biología determina lo «fe-
menino», mientras que lo cultural o humano
es una creación masculina. Los estudios de gé-
nero surgen a partir de la década de los setenta
en EE.UU. a consecuencia del resurgir del
movimiento feminista.

' S. Benhabib, «El otro generalizado y el otro con-


creto: la controversia Kohlberg-Gilligan y la teoría femi-
nista», en S. Benhabib y D. Comell, Teoría feminista y
teoría crítica, Alfons el Magnánim, Valencia 1990, 125.
56 / Rosa Cobo Bedia - Género / 57

En España, la recepción de esta corriente de los años setenta. La génesis de esta noción
teórica es posterior a esa década. La introduc- se remonta al siglo XVII con el pensamiento
ción de la teoría feminista en la Academia Es- de Poulain de la Barre. Este autor, de filiación
pañola se produce en los ochenta: «Los estu- cartesiana, publicó tres textos en los años
dios sobre la mujer siguen formalmente ausen- 1673, 1674 y 1675 en los que polemizaba con
tes de la universidad española hasta el comienzo los partidarios de la inferioridad de las muje-
de los años 80 (...). Es a través de otras áreas, res 3. La idea central de Poulain de la Barre es
como la sociología de la familia o la sociología que la desigualdad social entre hombres y mu-
de la educación, donde se producen algunas jeres no es consecuencia de la desigualdad na-
investigaciones sobre la mujer, se elaboran bi- tural, sino que, por el contrario, es la propia
bliografías (...). Otras áreas del análisis socio- desigualdad social y política la que produce
lógico desde las que se ha prestado una mayor teorías que postulan la inferioridad de la natu-
atención en los últimos años a la mujer han si- raleza femenina.
do la educación, la salud y la participación po-
lítica» 2. En filosofía, uno de los primeros tex- Como señala Amelia Valcárcel, el descubri-
tos feministas que se publican en nuestro país miento de que el género es una construcción
es Hacia una crítica de la razón patriarcal, de social se termina de consolidar en la Ilustra-
la filósofa Celia Amorós. Este libro, y en ge- ción. En el siglo XVIII, los individuos descu-
neral toda su obra, se ha constituido en uno de bren individual y colectivamente que la desi-
los referentes más importantes de la teoría fe- gualdad no es un hecho natural, sino histórico.
minista española. Por otra parte, el reconoci- El Discurso sobre el origen y fundamento de la
miento académico es ligeramente posterior a la desigualdad entre los hombres de Jean Jacques
aparición del movimiento feminista en nuestro Rousseau 4 constituye una impugnación radical
país, ya que éste se produce a partir de 1975. de la desigualdad social, política y económica.
Pero esta impugnación no es asumida solamen-
El estudio del género se ha incorporado en te por los varones; también las mujeres toman
las dos últimas décadas a todas las ciencias so- conciencia de su propia situación de opresión.
ciales. Si el género es una construcción cultu-
ral, por fuerza ha de ser objeto de estudio de
las ciencias sociales. La introducción del análi-
sis feminista en las ciencias sociales ha traído Francois Poulain de la Barre publicó en 1673: De
l'égalité des deux sexes (Sobre la igualdad de los dos se-
consigo no sólo la redefinición de muchos de xos); en 1674: De l'éducation des clames pour la conduite
sus conceptos, sino también la crisis de sus pa- de l'esprit dans les sciences et dans les moeurs (Sobre la
radigmas. educación de las damas para la conducta del espíritu en las
ciencias y en las costumbres); y en 1675: De l'excellence
des hommes contre l'égalité des sexes (Sobre la excelencia
2. Raíces históricas de los hombres contra la igualdad de los sexos). El propó-
sito del primer texto es demostrar la igualdad natural en-
del concepto de género tre varones y mujeres por encima de las costumbres y los
prejuicios sociales. El objetivo del segundo es mostrar có-
El concepto de género, sin embargo, tiene mo se puede combatir la desigualdad de los sexos a través
unas raíces históricas más profundas que las de la educación. El tercero pretende desmontar racional-
mente, en clave irónica, los prejuicios de los partidarios
de la inferioridad de las mujeres.
2 I. Alberdi y M. A. García de León, «Sociología de Cf. J. J. Rousseau, Discurso sobre el origen y funda-
la mujer», en S. Giner y L. Moreno (comp.), Sociología en mento de la desigualdad entre los hombres, en Escritos de
España, CSIC, Madrid 1990, 245-251; 247-248. combate, Trad. Salustiano Masó, Alfaguara, Madrid 1979.
58 / Rosa Cobo Bedia Género / 59

Como pone de manifiesto Alicia H Puleo 5, la El siglo XIX es un siglo ambivalente y


Ilustración es testigo de una intensa polémica complicado para las mujeres y para el feminis-
en torno a los sexos: D'Alembert, Condorcet, mo. Por una parte, después de haber sido aca-
Madame de Lambert, Théroigne de Méricourt llados los gritos de rebelión de las mujeres fe-
y Olympe de Gouges, entre otros, defendieron ministas de la Revolución francesa, las concep-
la igualdad entre los sexos y refutaron las opi- tualizaciones de Rousseau sobre lo femenino
niones contrarias de quienes sostenían la infe- prenden en la misoginia romántica. Por otra,
rioridad natural de las mujeres. este siglo presencia una de las luchas más du-
ras de las mujeres en favor del sufragio. Si, de
El ilustrado más antiilustrado en la con- un lado, la misoginia romántica tematiza a las
ceptualización de la naturaleza femenina es mujeres como inferiores a los varones (Hegel,
Jean Jacques Rousseau, quien, al tiempo que se Schopenhauer, Nietzsche, etc.), de otro, Stuart
erige en el defensor más radical de la igualdad
Mill, con su importante obra, La sujeción de la
política y económica, también se convierte en
mujer, contribuye a desmontar ideológicamen-
el teórico de la feminidad. El ginebrino es uno te los prejuicios sobre la inferioridad de las
de los más firmes pilares teóricos en la cons-
mujeres'.
trucción de lo «femenino», al asignar a las mu-
jeres una tarea «natural», la de esposa y madre, Tras la consecución del voto, de nuevo el
y un espacio «natural» adecuado, el domésti- silencio hasta el año 1949 en que Simone de
co. Así como Rousseau cree firmemente que la Beauvoir publica El segundo sexo. La autora
especie humana está dividida en dos sexos, así francesa se aproxima lúcidamente al concepto
también cree que la sociedad debe estar dividi- de género: «No se nace mujer; se llega a serlo.
da en dos espacios. Por ello asigna el espacio Ningún destino biológico, psíquico o econó-
público a los varones y el privado y doméstico mico define la figura que reviste en el seno de
a las mujeres. la sociedad la hembra humana; es el conjunto
de la civilización el que elabora ese producto...
Desde la propia Ilustración, Mary Wolls- al que se califica de femenino» 8. Este libro no
tonecraft, escritora feminista inglesa pertene- sólo precede en más de veinte años a todos los
ciente al círculo de los radicales, denuncia el estudios de género que se realizan en EE.UU.
pensamiento patriarcal de Rousseau 6 y de a partir de los años setenta, sino que muchos
cuantos escritores han conceptualizado a las de éstos se reclaman de la tradición feminista
mujeres como seres artificiales, débiles e infe- ilustrada de Simone de Beauvoir. Este es el ca-
riores a los varones. so de uno de los textos más paradigmáticos de
esos años: La política sexual de Kate Millet 9.

Cf. Condorcet, de Gouges, de Lambert y otros, en Cf. Ana de Miguel, «El feminismo y el progreso de
A. H. Puleo (ed.), La Ilustración olvidada. La polémica la humanidad: democracia y feminismo en la obra de J. S.
de los sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Barcelona Mill», en C. Amorós (coord.), Actas del seminario perma-
1993. nente Feminismo e Ilustración 1988-1992, Instituto de In-
Mary Wollstonecraft refutó las-concepciones edu- vestigaciones Feministas. Universidad Complutense de
cativas rousseaunianas en un libro paradigmático, Vindi- Madrid, Madrid 1992, 291-302.
cación de los derechos de la mujer (Debate, Madrid 1977), s S. de Beauvoir, El segundo sexo, Aguilar, Madrid
que constituye uno de los textos fundacionales del femi- 1981, 247.
nismo y a partir del cual este último no podrá desvincu- 9 Cf. K. Millet, La política sexual, Aguilar, Madrid
larse de la Ilustración. 1975.
60 / Rosa Cobo Bedia Género / 61

3. Teoría feminista: estudio del género varón, y que toma al varón como su destinata-
rio en la medida en que es identificado como
El objetivo de la teoría feminista es poner
el género en su capacidad de elevarse a la auto-
de manifiesto que las tareas asignadas históri-
conciencia» ". El impacto social y político del
camente a las mujeres no tienen su origen en la movimiento feminista, junto a su potencia teó-
naturaleza, sino en la sociedad. La idea de la rica crítica, hace posible que el género se con-
jerarquización de los sexos y de la división se- vierta en objeto de investigación de diversas
xual del trabajo es fuertemente cuestionada ciencias. En efecto, ninguna de las grandes co-
por el feminismo. A partir de esta constata- rrientes teóricas (marxismo, funcionalismo,
ción, los estudios de género se orientan en dos estructuralismo...) ha dado cuenta de la opre-
direcciones: en primer lugar, analizan crítica- sión de las mujeres. Por ello, la consecuencia
mente las construcciones teóricas patriarcales más notable que provoca la aparición de la
y extraen de la historia las voces silenciadas teoría feminista es una crisis de paradigmas:
que defendieron la igualdad entre los sexos y «Cuando las mujeres entran a formar parte del
la emancipación de las mujeres; en segundo lu- cuadro, ya sea como objetos de investigación
gar, la teoría feminista, al aportar una nueva en las ciencias sociales o como investigadoras,
forma de interrogar la realidad, acuña nuevas se tambalean los paradigmas establecidos. Se
categorías analíticas con el fin de explicar as- cuestiona la definición del ámbito de objetos del
pectos de la realidad que no habían sido teni- paradigma de investigación, así como sus unida-
dos en cuenta antes de que se desvelase el as- des de medida, sus métodos de verificación, la
pecto social de los géneros. supuesta neutralidad de su terminología teórica
Al mismo tiempo, la noción de que los gé- o las pretensiones de universalidad de sus mode-
neros son construcciones culturales tiene una los y metáforas» ". Como señala Guillaumin,
dimensión política que culmina en la idea, en constituirse en objeto de investigación es, en
palabras de Kate Millet, de que «lo personal es este caso, el resultado de convertirse en sujeto
político». Politizar el espacio privado (aquello histórico.
que el pensamiento social y político patriarcal La introducción de los estudios de género
había designado como ámbito de la naturale- supone una redefinición de todos los grandes
za) ha sido la tarea política central del movi- temas de las ciencias sociales. El género se tor-
miento feminista. Esta dimensión del feminis- na en una categoría de análisis que recorre to-
mo ha abierto el espacio de la política a dos los ámbitos y niveles de la sociedad. De
problemas nuevos, al introducir en ese ámbito este modo, la teoría feminista abre un espacio
cuestiones como el aborto, los malos tratos, el teórico nuevo en la medida en que desvela y
control de la natalidad, la reproducción, etc. cuestiona tanto los mecanismos de poder pa-
La primera denuncia de la teoría feminista triarcales más profundos como los discursos
es el sesgo androcéntrico y patriarcal de los teóricos que pretenden legitimar el dominio
discursos teóricos. El análisis que realiza Celia patriarcal. La teoría feminista impugna tanto
Amorós del discurso filosófico como un dis-
curso patriarcal es válido para todas las cien- 10 C. Amorós, Hacia una crítica de la razón patriar-
cias sociales: «El discurso .filosófico es un dis- cal, Anthropos, Barcelona 1985,23-24.
curso patriarcal, elaborado desde la perspecti- " S. Benhabib, «Una revisión del debate sobre las
mujeres y la teoría moral», Isegoría. Revista de filosofía
va privilegiada a la vez que distorsionada del moral y política 6 (1992) 38.
62 / Rosa Cobo Bedia Género 63

las conceptualizaciones de lo femenino como consistido en argumentar la desfundamenta-


la escasez de poder de las mujeres en las socie- ción de los genéricos a base de mostrar la ile-
dades patriarcales. El discurso feminista es in- gitimidad de su formación o lo ideológico de
terdisciplinar porque el dominio masculino su uso» ". Celia Amorós examina críticamente
opera en todos los ámbitos. Sin embargo, el una construcción teórica cuyo objeto apunta a
discurso feminista no sólo está orientado a la la legitimación de la inferioridad de las muje-
crítica de los discursos patriarcales, sino, sobre res: la asociación conceptual de la mujer a la
todo, a la destrucción del sistema de domina- naturaleza y del varón a la cultura. Señala que,
ción masculino. Por ello, uno de los mayores al conceptualizar a las mujeres como naturale-
empeños de la teoría feminista es la construc- za, se las excluye de la individualidad. Los va-
ción de una teoría del poder. rones son conceptualizados por la ideología
patriarcal como individuos por ser creadores
de la cultura y capaces de elevarse a la abstrac-
4. Política feminista: ción. En cambio, lo femenino es tematizado
la construcción de por el patriarcado como una masa inseparable
una teoría del poder e incapaz de producir individualidades '4.
Los estudios de género, por tanto, brotan El patriarcado ha mantenido a las mujeres
apartadas del poder. -El poder no se tiene, se
de la idea de que el género es una construcción
cultural que se ha plasmado históricamente en ejerce: no es una esencia o una sustancia; es
forma de dominación masculina y sujeción fe- una red de relaciones debido a su naturaleza
menina. Esta jerarquización sexual se ha mate- «dispersa». El poder nunca es de los indivi-
rializado en sistemas sociales y políticos pa- duos, sino de los grupos. Desde esta perspecti-
triarcales. Como se ha visto anteriormente, el va, el patriarcado no es otra cosa que un siste-
concepto de patriarcado es el primer macro- ma de pactos interclasistas entre los varones.
concepto que acuña la teoría feminista. Heidi El poder, al ser un sistema de relaciones, se
Hartmann explica el patriarcado como el con- implanta en el espacio de los iguales, enten-
junto de relaciones sociales entre los varones, diendo por espacio de los iguales una red de
relaciones que, si bien son jerárquicas, estable- fuerzas políticas constituidas por quienes ejer-
cen vínculos de interdependencia y solidaridad cen el poder y se reconocen a sí mismos como
entre ellos para dominar a las mujeres 12 . sus titulares legítimos, teniendo en cuenta que,
junto a ellos, existe un conjunto de posibles ti-
Ahora bien, para que la noción de patriar- tulares que aguardan su turno ante la posibili-
cado haya sido acuñada por la teoría feminista, dad de un relevo 15 . Los iguales existen en tan-
previamente ha tenido que realizar la misma to tienen algo que repartirse: su dominio y
«operación» que comenzaron Poulain de la hegemonía sobre las mujeres. Es la propia dis-
Barre y M. Wollstonecraft: la desnaturaliza- tribución de ese poder lo que produce el prin-
ción del sexo. En efecto, «la mayor parte de la
teoría feminista resurgida en los setenta ha o A. Valcárcel, Sexo y filosofía. Sobre «mujer» y «po-
der», 105.
14 Amorós, o. c., 48.
12 Cf. H. Hartmann, «Un matrimonio mal avenido»: 15 C Amorós, «Espacio de los iguales, espacio de las

hacia una unión más progresiva entre marxismo y femi- idénticas. Notas sobre poder y principio de individua-
nismo», Zona Abierta, n. 24 (1980). don», Arbor (nov.-dic., 1987) 113-127; 121.
64 / Rosa Cobo Bedia ' Género / 65

cipio de individuación, constituyendo el espa- uno de los dos momentos precisos para acabar
cio de los iguales. Por el contrario, en el caso con el sistema de dominación patriarcal. El
de las mujeres no existe la posibilidad de re- otro momento implicaría la reconstrucción de
partirse el poder, porque éste es inexistente. un genérico a través de pactos. Los pactos en-
Sin poder, no existe individuación. La ausencia tre mujeres, la ocupación paritaria del espacio
de ambos da lugar al espacio de las idénticas: público y la democratización del ámbito priva-
«En el espacio de las idénticas, todo es ano- do pueden homologar a las mujeres con los
mía y reversibilidad: todas pueden de todo y su- varones y situarlas en una posición de equi-
plir en todo, siempre que sea de forma interina e dad.
intermitente, sin que se fijen turnos ni rangos sus-
tantivos ni se pongan condiciones de reciproci-
dad...» '6. 5. Género y sociología
El patriarcado, por tanto, es un «conjunto Los estudios de género han modificado el
metaestable de pactos... entre los varones, por pensamiento social y político al introducir la
el cual se constituye el colectivo de éstos como variable sexo como nueva categoría de análisis.
género-sexo y, correlativamente, el de las mu- Hasta que esta variable se hizo visible en el
jeres....» 17. El espacio «natural» donde se reali- pensamiento social y político, la sociedad ha
zan los pactos patriarcales es el de la política, sido analizada y estudiada desde diversos en-
porque ésta constituye el campo de juramento foques y con diferentes aparatos conceptuales,
de los iniciados, el ámbito del contrato social, pero ni uno ni otro han generado una teoría
el lugar donde los varones toman conciencia capaz de explicar la opresión de las mujeres.
de su poder como grupo y se reconocen como Las primeras reflexiones que se realizan desde
iguales a través de los pactos. Ahora bien, el estas disciplinas parten de la impotencia teóri-
contenido de los pactos patriarcales —en cuan-
to producen el entramado de unión entre los ca para analizar la desigualdad entre los sexos.
El objeto de la sociología del género es anali-
varones y sobre los que reposan los otros pac-
zar y explicar comportamientos individuales y
tos— son las mujeres.
colectivos en relación a la sociedad, así como
Frente a un sistema de dominación tan re- los mecanismos ideológicos y sociales de opre-
sistente como es el patriarcado, la reivindica- sión patriarcal.
ción de la individualidad «es un momento
irrenunciable e imposible de obviar para la de. Una sociedad dividida simbólica y empíri-
construcción de una identidad colonizada» '8, camente en dos géneros significa que su estra-
Esta conquista de la individualidad sería sólo tificación económico-política y el reparto de
sus roles responde a esta división por género.
Al mismo tiempo, toda sociedad construida
" C. Amorós, o. c., 121. sobre una profunda desigualdad gener:a meca-
" C. Amorós, «Violencia contra las mujeres y pactos nismos ideológicos —definiciones sexuales—
patriarcales», en V. Maquieira y C. Sánchez (comp.), Vio-
lencia y sociedad patriarcal, Pablo Iglesias, Madrid 1990, que justifican y legitiman esa desigualdad.
39-53; 49. Cuando se quiere observar cómo se articula
" C. Amorós, «El nuevo aspecto de la polis», La bal- una sociedad dividida en géneros, se debe mi-
sa de la medusa 19-20 (1991) 119-135; 134. Esto es lo que rar a sus definiciones sexuales, al reparto de
Celia Amorós denomina la vertiente nominalista del fe-
minismo. sus roles y a sus formas de estratificación.
66 / Rosa Cobo Be'dia Género / 67

a) Definiciones sociales, nes feministas pueden endurecer o aflojar las


roles y estratificación definiciones sociales y pueden llegar a hacer
según el género explícitos aspectos coercitivos del patriarcado
que se hallaban latentes. La reproducción de
El primer mecanismo ideológico, burdo estas definiciones sexuales y su continuo rea-
pero muy eficaz, que apunta a la reproducción juste son posibles por el papel que desempe-
y reforzamiento de la desigualdad por género ñan las élites masculinas. Los individuos de la
es el estereotipo. Este puede definirse como élite definen el mundo y están en una posición
un conjunto de ideas simples, pero fuertemen- que les permite imponer esas definiciones so-
te arraigadas en la conciencia, que escapan al bre los demás grupos dominados 21. Las defini-
control de la razón. Los estereotipos de géne- ciones sexuales no sólo se ocupan de señalar
ro varían según las épocas y las culturas, pero naturalezas o esencias específicas para cada se-
algunos temas son constantes. En efecto, inde- xo. Esa primera división también se ha pro-
pendientemente de la realidad de las diferen- yectado a la sociedad en forma de ámbitos di-
cias sexuales, suelen existir creencias de que
vididos por cada sexo. El espacio público es el
los sexos son diferentes en cuanto a una serie espacio del reconocimiento, de lo que es so-
de caracteres variados. Estas creencias consti-
cialmente valorado y, por tanto, de la visibili-
tuyen estereotipos sexuales cuando son com- dad.
partidos por colectividades 19 . Por ejemplo, la
idea de que las mujeres son intuitivas mientras Las valoraciones sociales están jerarquiza-
que los varones son racionales es ilustrativa de das porque están jerarquizados los géneros. Si
esta categoría: el trabajo de las mujeres no es considerado
s ocialmente relevante es porque las mujeres
«La mentalidad patriarcal ha forjado todo un
conjunto de juicios sobre la mujer, que cumplen
no constituyen un colectivo valorado por la
este mismo propósito. Y tales creencias se hallan sociedad. Las definiciones sociales son las de-
tan arraigadas en nuestra conciencia que condi- finiciones de las élites dominantes, porque só-
cionan nuestra forma de pensar hasta un punto tal lo se define desde el ejercicio del poder. La ca-
que muy pocos de nosotros estamos dispuestos a rencia de poder político o económico lleva
reconocerlo» 20 consigo la imposibilidad de la definición so-
cial, en este caso sexual: «Hay que tener po-
Ahora bien, los estereotipos han de ser en-
der para decidir acerca de lo valioso. Podría
marcados en el contexto de las definiciones so-
ocurrir que los que tienen el poder lo tengan
ciales del sexo. Las definiciones sociales son
porque han podido decidir acerca de lo valio-
creencias, valores, estereotipos y normas am.
pliamente compartidos por los miembros d e so, o que los que deciden acerca de lo valioso,
una sociedad y formados a lo largo del tiempo, de lo socialmente valorado, lo hagan así por-
que son quienes tienen poder. Pero, tanto en
Las definiciones sociales patriarcales varían en
función de la situación del patriarcado. L as una hipótesis como en la otra, para implantar
definiciones alternativas de lo valioso, de lo
crisis políticas o económicas o las vindicacio-
digno de ser socialmente valorado, hay que

19 J. Saltzman, Equidad y género. Una teoría integra-


da de estabilidad y cambio, Cátedra, Madrid 1992, 433.
20 K. Millet, o. c., 62. 2i J. Saltzman, o. c., 43-44.
68 / Rosa Cobo Bedia E Género / 69

poder hacerlo» 22 . Pero si las élites patriarcales y social. La estratificación de los sexos signifi-
se ocupan de mantener y reconstruir las viejas ca una distribución desigual de los recursos.
definiciones y de construir otras nuevas, los Estos incluyen, tanto dinero, bienes materia-
varones individualmente poseen el poder de la les, ocio, cuidado de la salud y nutrición y se-
microdefinición, es decir, el poder de definir guridad física, como autonomía personal, pa-
la realidad o la situación hacia la que se orien- peles que confieren prestigio y oportunidades
tan las personas que interactúan. de educación y formación, entre otros. Ahora
bien, subyacente a todos los sistemas de estra-
También la sociología del género ha anali-
tificación está la desigualdad de poder y auto-
zado los roles sexuales desde la perspectiva de ridad, que son en sí mismos recursos escasos y
su jerarquización. La asimetría y la jerarquía
apreciados 23 . Como señala J. Saltzman, no
entre los roles sexuales es la que existe en los conviene olvidar que
géneros, puesto que el concepto de género se
ha construido críticamente sobre el de rol se- «los sistemas de estratificación de los sexos están
xual. Varones y mujeres desempeñan diferen- interrelacionados con todas las demás institucio-
tes tareas y ocupan esferas distintas de la so- nes y procesos sociales» 24 .
ciedad. Aunque existen diferencias en los roles En esta dirección, pensemos, por ejempló,
masculino y femenino en las diferentes cultu- en los análisis que realizan Nancy Frazer y
ras, no existe ninguna sociedad en la que las Linda Gordon respecto a los diseños de los
mujeres posean más poder que los varones. En programas del Estado de bienestar en EE.UU.,
todas las culturas, las mujeres se dedican pri- es decir, sobre las aportaciones económicas del
mordialmente al cuidado de los hijos y del ho- Estado a la «Seguridad Social» y a la «Asisten-
gar, mientras que las actividades políticas, eco- cia Pública». La tesis que sostienen estas teóri-
nómicas y militares suelen ser patrimonio de cas feministas norteamericanas es que la distri-
los varones. En las sociedades industriales, pe- bución de los presupuestos públicos para pen-
se a que un porcentaje apreciable de mujeres siones y subsidios está impregnada de andro-
trabajan fuera del hogar, la mayoría de ellas centrismo.
compaginan ese trabajo con el de ama de casa,
La doble jornada laboral es el destino de las Frazer y Gordon llaman la atención sobre la
mujeres que realizan un trabajo extradomésti- construcción estratificada y generizada de los
co en las sociedades occidentales. subsidios sociales. Este análisis reposa en el
prestigio del trabajo asalariado (mayoritaria-
Finalmente, una mirada analítica feministgl mente realizado por varones) y en el despresti-
sobre nuestra sociedad nos muestra una socie- gio del trabajo no retribuido (mayoritariamente
dad escindida entre quienes tienen el poder realizado por mujeres). La dualidad trabajo asa-
—varones— y quienes no lo tienen o tienen muy lariado-trabajo no retribuido reposa sobre la di-
poco —las mujeres—. En efecto, la estratifica- cotomía contrato versus caridad 25. En otras pa-
ción por género no sólo señala la desigual dis-
tribución salarial de varones y mujeres, sino
también el diferente reparto del poder político " J. Saltzman, o. c., 36-37.
24j. Saltzman, o. c., 20.
n C. Amorós, «Mujer y participación política», en j. 25 N. Frazer y L. Gordon, «Contrato versus caridad:

Astelarra (comp.), Participación política de las mujeres, una reconsideración de la relación entre ciudadanía civil y
CIS/Siglo XXI, Madrid 1990, 107-115; 112. ciudadanía social», Isegoría, n. 6 (1992) 66-82; 78.
70 / Rosa Cobo Bedia , Género 71

labras, estas autoras señalan, refiriéndose a b) Patriarcado y coerción


EE.UU., que el trabajo asalariado, originado a
partir de un contrato de trabajo, significa que La sociología feminista no se conforma
los trabajadores —que en su mayoría han sido con radiografiar críticamente la sociedad. No
varones—, cuando no han podido trabajar, sea señala sólo los «lugares» de la discriminación.
por razones de jubilación o de enfermedad, se También reflexiona acerca de los mecanismos
que permiten la reproducción del sistema pa-
ven legal y legítimamente protegidos por la «Se- triarcal. En efecto, la sociología del género no
guridad Social». En cambio, los trabajadores
que han desempeñado trabajos no remunerados, deja de preguntarse por qué el sistema de do-
es decir, trabajos que no han tenido un origen minación patriarcal es universal, es decir, por-
contractual —y desempeñados en su mayoría por qué es común a todas las culturas desde el ori-
mujeres— son «protegidos» caritativamente por gen de los tiempos hasta nuestro presente:
el Estado en la forma de «Asistencia Pública». «Tal vez la mayor arma psicológica del patriar-
cado consista, simplemente, en su universali-
La traducción de este problema a nuestro dad y longevidad. Apenas existen otras formas
país es que las pensiones contributivas, por te- políticas con las que se pudiera contrastar o
ner un origen contractual, se otorgan mayori- con relación a las cuales se pudiera impugnar.
tariamente a varones, mientras que las pensio- Si bien cabe decir lo mismo de las clases socia-
nes no contributivas, asignadas a personas que les, el patriarcado se halla más fuertemente en-
han desempeñado trabajos no retribuidos, co- raizado que éstas, merced a su fructuoso hábi-
rresponden mayoritariamente a mujeres. to de apoyarse en la naturaleza» 27. Desde la
Cuando ha existido contrato de trabajo, la sociología, Saltzman señala dos enfoques teó-
pensión aparece como devolución legítima del ricos que apuntan a los mecanismos de repro-
Estado, mientras que cuando el trabajo no ha ducción del sistema patriarcal. El primero de
sido remunerado, la pensión del Estado tiene un ellos enfatiza el aspecto coercitivo y represivo
carácter caritativo. Como subrayan las autoras: de los sistemas de los sexos, mientras que el
segundo explica la dominación masculina a
«En suma, la mitología cultural de la ciudada- partir de la idea de consenso.
nía civil está en una relación tensa, a veces contra-
dictoria, con la ciudadanía social. Esto no es en Las teorías que enfatizan los elementos
ningún lugar más cierto que en los EE.UU., donde coercitivos —económicos, políticos, ideológi-
la ciudadanía civil sigue en gran medida configura- cos y/o físicos— en la dominación femenina
, da por las nociones de "contrato" e "independen- parten de planteamientos de nivel macro, mi-
cia», mientras que el beneficio social se ha cons- cro y medio. Las teorías marxistas feministas
truido de modo que remite a la "caridad" y la "de- afirman la existencia de apoyo mutuo de los
pendencia". Lo que echamos de menos es un len- sistemas capitalista y patriarcal en el sosteni-
guaje público capaz de expresar ideas que escapen a miento de la opresión femenina. Eisenstein o
estas oposiciones dicotómicas: especialmente ideas
como solidaridad, reciprocidad no contractual e in- Hartmann comparten esta perspectiva centra-
terdependencia, que son fundamentales para I da en el macronivel. Saltzman señala que:
construcción de una ciudadanía social humana» ". «Las marxistas feministas se ocupan funda-
mentalmente de sociedades totales, es decir, que

"N. Frazer y L. Gordon, a. c., 80. 27 K. Millet, o. c., 77.


72 / Rosa Cobo Bedia Género / 73

sus análisis se centran en el macronivel. Arguyen todo caso, puede decirse que la violencia for-
que la estructura económica de las sociedades es el
ma parte del núcleo estructural del patriarca-
fenómeno más importante para la comprensión de
la situación de desventaja femenina en las socieda- do:
des contemporáneas» 28• «No estamos acostumbrados a asociar el pa-
triarcado con la fuerza. Su sistema socializador es
Las teorías medioestructurales, por su par- tan perfecto, la aceptación general de sus valores
te, defienden que las diferencias entre las actitu- tan firme y su historia en la sociedad humana tan
des y conductas de hombres y mujeres tienen larga y universal, que apenas necesita el respaldo
su génesis en el ejercicio de papeles sociales di- de la violencia. Por lo común, sus brutalidades pa-
ferentes y desiguales. A su vez, las diferencias sadas nos parecen prácticas exóticas o "primiti-
producidas de este modo incrementan la proba- vas», y las actuales, extravíos individuales, patoló-
bilidad de que los papeles sean distribuidos je- gicos o excepcionales, que carecen de significado
rárquicamente en razón del sexo, con la consi- colectivo. Y, sin embargo, al igual que otras ideo-
guiente desventaja para las mujeres. Rosabeth logías dominantes, tales como el racismo y el colo-
Kanter y E. Schur sostienen esta teoría. nialismo, la sociedad patriarcal ejercería un con-
trol insuficiente, e incluso ineficaz, de no contar
Asimismo, las teorías microestructurales con el apoyo de la fuerza, que no sólo constituye
enfatizan aspectos represivos en la dominación una medida de emergencia, sino también un ins-
patriarcal. Este enfoque pone de manifiesto la trumento de intimidación constante» ".
forma en que la desigualdad de los sexos, gene-
rada en los niveles medio y macro, genera desi-
c) Patriarcado y consenso
gualdad en las interacciones directas entre va-
rones y mujeres. La principal orientación Las teorías de la voluntariedad o del con-
teórica que se usa para este tipo de explicación senso estudian las razones que inducen a las
es la Teoría del intercambio. mujeres a desear aquello que exige de ellas el
patriarcado. Estos enfoques parten de la exis-
Todas estas teorías sostienen que la desi- tencia de la dominación masculina, y a partir
gualdad entre los sexos se mantiene sobre todo de ese hecho exploran los efectos psico-sociales
porque los hombres cuentan con los medios que esa dominación produce en las mujeres.
políticos, económicos, ideológicos y físicos
para que subsista, independientemente de lo La teoría feminista neofreudiana sostiene
que las mujeres puedan desear. Desde luego, que el aprendizaje para sentirse varón o mujer
ejemplos no faltan en este sentido. Los malos es una experiencia muy temprana que deriva
tratos, el acoso sexual o las violaciones ponen del apego del niño por sus padres. Nancy Cho-
de manifiesto aspectos represivos del sistema dorow afirma que los niños tienden a sentirse
patriarcal. La expulsión de las mujeres del vinculados emocionalmente a la madre, ya que
mercado laboral en épocas de crisis o de ex- ella suele ejercer la influencia dominante en los
pansión económica, o la expulsión de las mu- primeros momentos de la vida. Este apego tie-
jeres de cualquier instancia de poder —como n e que romperse en un momento dado para
está sucediendo en la actualidad en los países q ue el niño logre un sentido de sí mismo. Cho-
del Este— señalan otras formas de violencia. En dorow argumenta que el proceso de ruptura
ocurre de distinta manera para los niños que

28J. Saltzman, o. c., 26. 29 K. Millet, o. c., 58.


74 / Rosa Cobo Bedia 1 Género / 75

para las niñas. A diferencia de los niños, las ni- «Los aspectos de aprendizaje temprano del
ñas permanecen más tiempo vinculadas a la género de los niños son casi con toda seguridad
madre. Dado que no se produce una ruptura inconscientes. Preceden a la fase en la que los ni-
radical con la madre, es más probable que su ños son capaces de etiquetarse a sí mismos como
identidad se mezcle con otros: primero su ma- "niño" o "niña". Una serie de claves preverbales
dre y después un hombre. Desde la perspectiva constituyen el desarrollo inicial de la conciencia
del género. Los adultos varones y mujeres suelen
de Chodorow, ello tiende a crear las caracterís- tratar a los niños de distinto modo (...). Cuando
ticas de sensibilidad y compasión emocional en tienen alrededor de dos años, los niños entienden
la mujer. La identidad masculina se forma a de modo parcial lo que significapl género. Saben si
través de la separación; así, los hombres, poste- son "niños" o "niñas", y pueden clasificar correc-
riormente en su vida y de un modo inconscien- tamente a los demás» 32
te, sienten que su identidad corre peligro si es-
tablecen relaciones emocionales estrechas con Los juguetes, los libros, la ocupación del
otros. Sin embargo, las mujeres sienten lo espacio, la televisión, la familia, las influencias
opuesto: la ausencia de una relación estrecha de la escuela y del grupo de pares constituyen,
con otra persona supone una amenaza para- su entre otros, las bases fundamentales de la re-
autoestima 30. producción de la desigualdad de los sexos, por
lo que deben ser precisamente aspectos esencia-
También las Teorías de la socialización (in- les a modificar si se quiere eliminar el sistema
teraccionismo simbólico, etc.) se inscriben en patriarcal. Todos estos elementos conforman
las perspectivas del consenso, al centrar su jerarquizadamente las identidades genéricas.
atención en la forma en que las personas, cuan- Como señala Kate Millet, la socialización ge-
do son niños, adoptan normas socialmente de- nerizada produce dos culturas y dos formas de
finidas para su sexo. Por otro lado, los enfo- sentir radicalmente diferentes. La socialización
ques que centran su análisis en la vida cotidiana implica que cada género tiene que haber inte-
(etnometodología, etc.) se ocupan de los proce- riorizado las pautas necesarias para saber qué
sos por medio de los cuales los adultos buscan tiene que pensar o hacer para satisfacer las ex-
la confirmación actual de su propia identidad pectativas de género 33.
sexuada y recrean las definiciones sociales del
sexo. Goffmann defiende que tanto los varones Por su parte, las ideologías sexuales son
como las mujeres necesitan a miembros del útiles para legitimar las diferencias que la so-
otro sexo para dar validez a sus identidades se- ciedad asigna a varones y mujeres. Además,
xuales m. «las ideologías sexuales son más estables y resis-
Las bases de las teorías del consenso o de la, tentes al cambio, porque lo normal es que estén
voluntariedad son los procesos de socialización integradas en sistemas de creencias más amplios,
sobre todo en las religiones y en visiones sociopo-
y sexualización y las ideologías sexuales. líticas y culturales del mundo que abarcan todos
La sexualización es el proceso primordial los aspectos» ".
de reproducción del sistema patriarcal:

" A. Giddens, Sociología, Alianza Editorial, Madrid " A. Giddens, o. c., 195.
1992, 199-200. " K. Millet, o. c., 41.
" J. Saltzman, o. c., 30-33. 34 J. Saltzman, o. c., 82-83.
76 / Rosa Cobo Bedia Género / 77

Las ideologías sexuales se inscribirían en lo


que Hanna F. Pitkin denomina metapolítica 55 .
La metapolítica incluiría las conceptualizacio-
nes sobre los temas políticos, la naturaleza del
individuo y la sociedad, etc. Las ideologías se-
xuales, por tanto, tematizan al varón como una
identidad autosuficiente y a la mujer como una
identidad defectiva. Las ideologías sexuales in-
cluyen la idea de que el varón es el titular nomi-
nal o potencial de todo posible poder y la mu-
jer la expresión del no-poder. Las ideologías
sexuales representan a los varones como los
responsables de la protección de las mujeres —la
versión central es la del padre proveedor de la
familia— y a éstas les asigna el papel de la sumi-
sión a la autoridad masculina. Asimismo pres-
criben la heterosexualidad como la sexualidad
normal frente a otras posibilidades sexuales.

d) Hacia una teoría


del cambio social y sexual
Janet Saltzman subraya una insuficiencia
analítica en la sociología del género. En efecto,
ésta ha investigado mucho sobre cómo se re-
produce el sistema de género-sexo, pero ha
descuidado sobre cómo han cambiado, pueden
o podrían cambiar los sexos 36 . La autora pone
de manifiesto que los sistemas patriarcales pue-
den seguir dos procesos opuestos: la estratifi-
cación de los sexos puede aumentar o dismi-
nuir.
La respuesta que ofrece Saltzman es la si-
guiente: «la clave del juego es poder: social, de
definición, económico y político» 37. Para ello
es imprescindible un movimiento feminista

" H. F. Pitkin, El concepto de representación, Centro


de Estudios Constitucionales, Madrid 1985, 159.
" J. Saltzman, o. c., 21-22.
37J. Saltzman, Entrevista aparecida en la revista Muje-
res, Instituto de la Mujer, Madrid, n. 11, 28-29.
Género / 79
78 / Rosa Cobo Bedia

su más directa predecesora, Simone de Beau-


fuerte que se despliegue en todos los frentes voir.
posibles: partidos, cultura, religión, medios de
comunicación... y la entrada de las mujeres en Victoria Sau se aproxima a la idea de género:
las élites dominantes. Ambos objetivos pueden 1) Sólo hay dos géneros en la especie humana. 2)
constituir una palanca importante en la dismi- El género es vinculante. Lo masculino depende
nución de la estratificación de los sexos, puesto de lo femenino y viceversa. 3) Los géneros están
que jerarquizados. El masculino es el dominante y el
femenino el dominado. Es el masculino el que
«decir que un sistema de desigualdad entre los se- debe diferenciarse del femenino para que se
xos existe es fundamentalmente otra forma de decir mantenga la relación de poder. 4) La estructura
que, en millones de interacciones diarias entre las
gentes, las mujeres se encuentran en desventaja y
de los géneros es invariable en el tiempo y en el
son infravaloradas repetida y sistemáticamente con espacio en el seno de la sociedad patriarcal. Esto
respecto a los hombres, en una amplia variedad de quiere decir que las características anteriores se
contextos distintos» ". mantienen constantes a pesar de los cambios, de
las reformas y de las diferentes sociedades 41.
Ahora bien, como señala Delphy, la línea
6. Hacia la superación de división entre lo natural y lo cultural no ha
de los géneros sido trazada por los estudiosos del género en el
A lo largo de estas páginas se ha tematiza- mismo lugar. El debate por tanto está abierto 42.
do el concepto de género como una construc- Linda Nicholson, por su parte, señala que la
ción cultural frente al concepto de sexo, que categoría de género no es culturalmente neutra:
ha sido reducido a términos puramente bioló- «La categoría de género contiene muchos su-
gicos. La teoría feminista ha vinculado el sexo puestos específicos de su tiempo. Así, utilizarla
a la biología y a la naturaleza, y el género a la interculturalmente es también estructurar
cultura y a la sociedad. Se ha otorgado al sexo nuestra comprensión de acuerdo con la visión
del mundo de finales del siglo XX» 43. Algunas
el atributo de la invariabilidad y al género el de teóricas feministas están investigando en la di-
la maleabilidad. Christine Delphy explica que
rección de redefinir las relaciones entre el sexo
el género ha sido representado como un conte- y el género, teniendo en cuenta que el énfasis
nido y el sexo como un continente 39. Asimis- en las diferencias de género o en su superación
mo, Linda Nicholson abunda en esta dirección no son sólo posiciones teóricas, sino también
cuando señala que «lo biológico tiene cierta fi- políticas.
jeza y lo cultural un alto grado de variabili-
dad» 40. El énfasis en los aspectos sociales y Pese a las críticas que ha suscitado la con-
culturales del género pertenece al núcleo con- ceptualización del género como una construc-
ceptual del feminismo de los años setenta y de ción cultural, ningún feminismo ha negado la
enorme rentabilidad política que ha tenido para

"J. Saltzman, Equidad y género, 18.


"C. Delphy, «Penser le genre: quels problémes?», en 41v. Sau, Diccionario ideológico feminista, Icaria, Bar-
M. C. Hurtig, M. Kail, H. Rouch (eds.), Sexe et genre. De celona 1990, 136-137.
la hiérarchie entre les sexes, CNRS, París 1991, 89-101; 92. 42 C. Delphy, a. c., 92.
"L. Nicholson, «La genealogía del sexo», Hiparquía, " L. Nicholson, a. c., 30.
vol. V, n. 1 (julio 1992) 30.
80 / Rosa Cobo Bedia Género / 81

las mujeres: «Defender la distinción entre lo Delphy pone el dedo en la llaga al afirmar
biológico y lo cultural ha sido correctamente que, si bien los géneros han surgido indisolu-
percibido como crucial en la agenda política fe- blemente unidos a su jerarquización y división,
minista» 44. La tarea que se ha dado a sí misma la todo el feminismo quiere eliminar la asimetría
teoría feminista de distinguir aquello que es bio- y la jerarquización, pero una parte de éste se
lógico de lo que es natural ha tenido una gran niega a la eliminación de la división. La conclu-
trascendencia política, puesto que ha trasladado sión de esta socióloga es que sin jerarquización
el problema de la dominación de las mujeres al no puede haber división de géneros. Por su
territorio de la voluntad y de la responsabilidad parte, Celia Amorós señala que el género es la
humana. Dicho de otro modo: si se descubren construcción misma de la jerarquización pa-
las conexiones entre las conceptualizaciones de triarcal 46.
lo «femenino» y la fuerte situación de desigual- El intento de redefinición de la relación en-
dad de las mujeres en las sociedades patriarcales, tre sexo y género por parte de la teoría feminis-
se abre el camino al cuestionamiento moral y ta transcurre por caminos diversos, a veces in-
político de esa dominación. cluso opuestos. Todas las posiciones
Delphy 45 señala que esta conceptualiza- comparten la crítica a la jerarquización de los
ción del género se apoya en dos tipos de razo- géneros, pero a partir de ahí se abre el debate e
namiento: 1) El sexo biológico engendra una incluso la disputa. Mientras el feminismo post-
mínima división del trabajo. 2) La categoría de moderno reclama el derecho a la diferencia, el
sexo está destinada a ser receptáculo de clasi- feminismo de tradición ilustrada aboga por la
ficaciones. En este razonamiento está presente superación de los géneros.
el postulado de la necesidad humana universal
de establecer clasificaciones, independiente-
mente de y antes de toda organización social: Bibliografía
el género permanecerá porque es práctico para Alberdi, I. y García de León, M. A., «Sociología de la
clasificar a las gentes. La versión más conocida mujer», en S. Giner y L. Moreno (comp.), Sociolo-
de esta clasificación es la de Lévi-Strauss que gía en España, CSIC, Madrid 1990.
funda toda su interpretación del parentesco y Amorós, C., Hacia una crítica de la razón patriarcal,
de las sociedades humanas sobre un deseo Anthrópos, Barcelona 1985.
irreprimible y presocial del ser humano de di-
Amorós, C., «Espacio de los iguales, espacio de las
vidir todo en dos. idénticas. Notas sobre poder y principio de indivi-
En la actualidad, esta tesis de que las cosas duación», Arbor (1987) 113-127.
no se distinguen más que oponiéndose es criti- Amorós, C., «Violencia contra las mujeres y pactos pa-
cada por feministas como Luce Irigaray y por triarcales», en V. Maquieira y C. Sánchez (comp.),
filósofos como Derrida, aunque ambos la con- Violencia y sociedad patriarcal, Pablo Iglesias, Ma-
firman al determinar la necesidad de la diferen- drid 1991.
cia. De este modo, la diferencia sería constitu- Amorós, C., «El nuevo aspecto de la polis», La balsa
tiva de los géneros. de la medusa 19-20 (1991). 119-135.

L. Nicholson, a. c., 30. " C. Amorós, «Notas para una teoría nominalista del
45 C. Delphy, a. c., 93 y s. patriarcado», Asparkía, n. 1 (1992) 41-58.
82 / Rosa Cobo Bedia ■ Género / 83

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Diferencia
María Luisa Cavana

1. Introducción
El concepto de diferencia referido a los gé-
neros, como muy bien indica la socióloga C.
Guillaumin ', es a la vez heterogéneo y ambiguo.
Heterogéneo, porque incluye por una parte to-
dos los fenómenos anatómicos y fisiológicos y
por otra los socio-mentales. Ambiguo, porque la
diferencia es a la vez una manifestación de falsa
conciencia, y de máscara de una conciencia real
reprimida.
Vamos a distinguir entre tres maneras de
entender y analizar el concepto diferencia de
géneros: desde el punto de vista patriarcal, des-
de el punto de vista del llamado «feminismo de
la diferencia», y desde un punto de vista femi-
nista-materialista.
La perspectiva patriarcal y androcéntrica
toma al varón como lo humano por excelencia
y, partiendo de esta premisa, la diferencia de
género es definida necesariamente como algo
n egativo e inferior. Esta perspectiva ha domi-
nado la antropología desde el comienzo del
pensamiento filosófico hasta el siglo XX. Los
primeros escritos feministas han tenido como
objetivo la crítica y la superación de este con-
cepto negativo de diferencia (ver Igualdad).

' Cf. C. Guillaumin, Sexe, race et pratique du pou-


voir..L'idée de nature, París 1992, 84.
86 / María Luisa Canana 1 Diferencia / 87

En nuestro siglo han surgido otro tipo de vez teorías que no incluyen a la mujer dentro
conceptualizaciones de la diferencia no negati- de la especie humana 2. La determinación de la
vas, que han sido desarrolladas por el «femi- mujer como inferior al hombre en cuerpo, al-
nismo de la diferencia» en sus distintas ma y espíritu constituye una constante en la
versiones. Este tipo de feminismo, en lugar de historia de la antropología androcéntrica.
criticar el concepto de diferencia tan acentua- El autor que ha sido decisivo dentro de la
do en el pensamiento patriarcal, se ha centrado concepción negativa de la diferencia de sexos
precisamente en la diferencia sexual para, a es Aristóteles.
partir de ahí, establecer un programa de libe-
ración de las mujeres hacia su auténtica identi- Según este filósofo, la diferencia de sexos
dad, dejando fuera o en segundo plano la proviene de la diferente participación en la re-
referencia al varón. producción y de su distinta forma: ambos sexos
son origen de la reproducción, lo masculino en-
El análisis de la diferencia desde un femi- gendra en lo otro, mientras que lo femenino en-
nismo materialista parte de la realidad empíri- gendra en sí mismo. Aristóteles parece
ca de la diferencia de las mujeres, es decir, de desconocer los ovarios cuando afirma que el
su explotación por parte de los varones, y re- útero es lo equivalente a los testículos y al
chaza la búsqueda de la diferencia -de la místi- miembro masculino, y la sangre menstrual y el
ca de la feminidad- por parte de algunas semen son la materia de la generación. La san-
mujeres como una expresión más de la impo- gre aporta la materia (hyle), mientras que el es-
tencia que caracteriza al género femenino. perma forma (demiourgón). La única fuente de
la vida en la reproducción es el semen: éste
aporta el alma o la vida, mientras que lo feme-
2. La concepción androcéntrica nino es el origen de la materia. Lo masculino
representa según Aristóteles el poder (dyna-
de la diferencia sexual mis) y lo femenino la carencia (adynamis). La
a) La diferencia como inferioridad sangre menstrual es semen, pero incompleto,
le falta la fuente de la vida. El cuerpo (soma)
En las teorías antropológicas de la Edad -en un embrión- procede de la madre, mien-
Antigua, de la Patrística y la Escolástica se tras que el alma (psyché) y la esencia son origi-
considera al varón como prototipo de ser hu- nados por el padre.
mano completo y perfecto, de tal modo que De Aristóteles es también la idea de que la
ser mujer, con la diferencia que conlleva del mujer es un hombre mutilado, es decir, una
ser varón, es considerado indefectiblemente deformación de nacimiento. La feminidad es
como un modo de ser incompleto y deficiente. vista, pues, como una mutilación natural. Esta
mutilación es un monstruo, pero de algún mo-
Este punto de vista androcéntrico implica,
pues, que la diferencia sexual es entendida ne-
cesariamente como una desigualdad de valo- 2 Un buen ejemplo de esto lo constituye la polémica
res, y que todo lo propio de las mujeres sea desatada en torno al escrito de Valens Acidalius, apareci-
interpretado como falta de ser. Como conse- do de forma anónima en 1595 con el título: Disputatio
nova contra mulieres, qua probatur eas homines non esse
cuencia de esta perspectiva androcéntrica, se (Nueva disputa contra las mujeres para probar que no
han dado en el curso de la historia una y otra son seres humanos).
88 / María,Luisa Cavana Diferencia / 89

do necesario para la conservación de la espe- abre nuevas posibilidades de desarrollo a las


cie. Es decir, que, según la biología del estagiri- mujeres, y aparecen atisbos de lo que poste-
ta, lo femenino es siempre privación y defecto riormente se llamaría la «querelle des fem-
de lo masculino, en relación con la potencia, mes», es decir, la discusión en torno a la
con su origen y con su forma ': igualdad de facultades, tanto en el plano moral
como en el intelectual de las mujeres con res-
Masculino Femenino pecto a los varones. El tema de la supuesta in-
1 fuera / exteriorización dentro / interiorización ferioridad femenina es rebatido por mujeres
forma / movimiento (alma) materia(cuerpo)
poder = semen vivo incapacidad = semen impuro letradas como Christine de Pisan y por algu-
2 semen fuerte semen débil
nos autores aislados, por ejemplo Agrippa de
sangre caliente sangre fría Nettesheim.
3 forma según su imagen varón mutilado, monstruo Posteriormente, con el racionalismo carte-
La concepción de los opuestos materia/ siano, en la figura de Poulain de la Barre, se
forma lleva implícita una relación jerárquica pone en entredicho la tesis de la inferioridad
de actividad / pasividad, dentro de la cual lo femenina. Partiendo de un dualismo estricto
activo es más digno que lo pasivo, y el origen de las dos sustancias, se sigue la afirmación:
más digno que la materia. «el entendimiento no tiene sexo», y se inaugu-
ran las bases del discurso de la igualdad de am-
La jerarquía entre lo femenino y lo mascu- bos sexos, que será desarrollado por autores y
lino no se reduce a la biología, sino que tiene autoras ilustrados '.
importantes consecuencias dentro de la vida El tema que nos ocupa nos obliga a cen-
política: la relación varón / mujer viene expre- trarnos no en este discurso igualitario y eman-
sada por la desigualdad. Aristóteles escribe en cipatorio, sino precisamente en el fenómeno
la Política: «Lo masculino está por naturaleza contrapuesto a esta tendencia y que aparece
más dotado para mandar y dirigir que la mu- también en la época ilustrada, aproximada-
jer» (1259 b, 1-3). De tal modo que el lugar mente a mediados del siglo XVIII. Esta co-
asignado a la mujer es la casa y la reproduc- rriente consiste en una delimitación y un gran
ción, se la excluye de la pertenencia a la polis, énfasis en la diferencia de los sexos. Aparte de
de todos los derechos que esto implica, y se la otros factores socioeconómicos 5 que aparecen
coloca bajo la autoridad del marido. La rela- en esa época, es evidente que la teorización an-
ción ideal entre marido y mujer es comparada drocéntrica de los «caracteres sexuales», de lo
por Aristóteles con la aristocracia, con la re- femenino y lo masculino, debe ser interpreta-
gencia de los mejores. da como una reacción a las reivindicaciones
ilustradas desde los presupuestos de la univer-
b) El esencialismo de la diferencia
Figuras fundamentales en este contexto son:
Esta concepción androcéntrica de lo feme- Christian Thomasius, Condorcet, Th. G. v. Hippel, D.
nino como diferencia = inferioridad se mantiene Chr. Leporin, M. Wollstonecraft, por citar sólo algunas
durante toda la Edad Media. El Renacimiento de ellas.
Cf. K. Hausen, Die Polarisierung der «Geschlechts-
charaktere». Eine Spiegelung der Dissoziation von
' Cf. K. Fietze, Spiegel der Vernunft. Theorien zum Erwerbs- und Famzlienleben, en W. Conze (ed.),
Menschsein der Frau in der Anthropologie des 15..A., Sozialgeschichte der Familie in der Neuzeit Europas:
Paderborn 1991, 41. Neue Forschungen, Stuttgart 1976.
90 / María Luisa Cavana
Diferencia / 91

salidad de la razón, y que, proporcionalmente hacia el interior son propios de la mujer (...). La
a la inmensa fuerza argumentativa de las luces, mujer está limitada a un pequeño círculo, tiene
desarrolla una gran virulencia y emocionalidad más paciencia y constancia en pequeños trabajos.
en sus tesis principales, que intentaré resumir El varón tiene que producir por medio de su tra-
brevemente. bajo, la mujer tiene que conservar; el varón con
La llamada teoría de los sexos, o polaridad violencia, la mujer con bondad o astucia. Aquél
pertenece a la ruidosa vida pública, ésta al círculo
sexual, se desarrolla desde mediados del siglo silencioso del hogar» 7.
XVIII hasta comienzos del siglo XX, y alcan-
za en esta última etapa su punto culminante. También encontramos en otro diccionario
posterior en el artículo sobre «características
Las conceptualizaciones de los sexos en sexuales» que lo masculino es principalmente
esa época manifiestan un cambio significativo lo individual, mientras que lo femenino es lo
en torno a una idea central: la polaridad com- universal; lo individual a su vez es caracteriza-
plementaria de dos tipos completamente dife- do como «independencia, ser uno mismo,
rentes de seres humanos, cuyas características fuerza y energía»; la universalidad, por el con-
giran en torno a las categorías centrales activi- trario, como «dependencia, indeterminación,
dad / conquista del mundo y pasividad / con- simbiosis, entrega» 8.
servación del mundo 6 .
Las definiciones del «carácter sexual» pre-
El concepto de «carácter sexual» es enton- sentan una mezcla de biología, determinación
ces utilizado en general para designar cualida- y esencia, y tienen como objetivo «fijar» o
des sexuales psicológicas que se correspon- promover —con métodos educativos— la su-
derían con las fisiológicas. El «carácter sexual» puesta diferencia «natural» entre los sexos.
vendría a definir la naturaleza o el ser del va- Según este programa, el varón es predestinado
rón y la mujer. por la naturaleza a la esfera pública, y la mujer
Las definiciones de los sexos que aparecen a la casa. El varón produce en la sociedad,
en los diccionarios del siglo XIX son un buen mientras que la mujer reproduce en el hogar.
Las características sexuales en las que mayor
ejemplo para ilustrar esta teoría. Por ejemplo,
si tomamos la palabra «carácter sexual» énfasis se pone son en el varón la actividad y la
(Geschlechtscharakter) en un diccionario ale- racionalidad, y en la mujer la pasividad y la
emocionalidad.
mán de 1815:
Lo novedoso de estas definiciones es, como
«En la forma del varón se manifiesta más la
idea de fuerza, en la forma de la mujer más la idea ha señalado K. Hausen, su extensión a todo el
de la belleza... La mente masculina es creadora, género de varones y mujeres; las definiciones
proyectada lejos de sí y más predispuesta a elabo- anteriores se referían siempre a los estamentos
rar objetos abstractos (...). Entre las pasiones y los sociales, y a las virtudes propias de cada clase,
afectos, los más rápidos y centrífugos correspon- en lugar de tomar como una categoría superior
den al varón, mientras que los lentos y dirigidos a ésta el sexo.

7 Conversations-Lexikon oder Handworterbuch für


Cf. H. Bennent, Galanterie und Verachtung. Eine die gebildeten Stande, Bd. 4, 3. Aufl., Leipzig/ Altenburg
philosophie-geschichtliche Untersuchung zur Stellung der 1815, 211, citado según K. Hausen, o. c., 366.
Frau in Gesellschaft und Kultur, Francfort /Nueva York
1985, 10. J. Meyer, Das grosse Conversations-Lexikon, 1.
Abt., 12. Bd., Hildburghausen 1848, 742.
92 / María Luisa Cavana Diferencia / 93

Jean Jacques Rousseau ocupa un lugar liadas en la mujer que en el varón ya desde el
fundamental entre los defensores de la teoría nacimiento» 9. También Schopenhauer afirma
de la complementaridad sexual. En su Emilio que «el lugar correcto y natural de la mujer es
describe un plan educativo para la mujer que el de un ser subordinado» '°, y el mayor repre-
tiene como objetivo complementar al varón sentante de este tipo de misoginia de princi-
emocionalmente y en el campo de actividades, pios de siglo es Otto Weininger con su libro
cuya influencia en los planes de estudios de las Sexo y carácter, publicado por primera vez en
niñas se puede rastrear hasta bien entrado el 1903, y que en sólo dos años conoció cinco
siglo XX. ediciones. Weininger muestra una posición ex-
trema dentro de la teoría de los sexos; según
La teoría de la polaridad sexual experi-
él, todas las cualidades positivas son masculi-
menta a finales del XVIII y principios del XIX
nas, mientras que la mujer sólo es definida en
un auge espectacular, como muestra la enorme
función de determinaciones negativas. Del
cantidad de publicaciones dedicadas a la dife-
modo siguiente:
rencia esencial de ambos sexos. En el transcur-
so del siglo pasado, la polarización de los — la mujer es «alógica»
caracteres sexuales se fue asentando cada vez — la mujer es «inmoral»
más entre la burguesía, en donde la diferencia — la mujer no tiene «alma»
real entre los ámbitos público y privado se — la mujer no tiene «yo»
perfilaba con mayor fuerza. La sociedad in- — el varón es «algo» - la mujer no es «nada»
dustrial y la enorme diferencia en la educación — el varón es «voluntad» - la mujer es «ins-
recibida por ambos sexos logra que los dos tinto»
«caracteres» sexuales cada vez sean más con- — la mujer es «un ser sexual» - el varón,
trapuestos. De este modo, a finales del XIX se «algo por encima de esto», etc. ".
alcanza el punto culminante de la elaboración
teórica de la diferencia sexual; este fenómeno Frente a esta posición, en la cual lo mascu-
puede explicarse como reacción a las reivindi- lino y lo femenino se contraponen como posi-
caciones del movimiento de mujeres que surge tivo y negativo, y la mujer es caracterizada por
con fuerza en esa época, que cuestionan y ata- la «falta», por aquello de lo que carece, la teo-
can la tesis de la determinación femenina ex- ría de la complementaridad sexual propiamen-
clusivamente para el ámbito doméstico. En te dicha presenta un tipo de determinación
este contexto encontramos tanto posiciones femenina diferente. Autores como Georg
que afirman claramente la inferioridad de la Simmel, Max Scheler, Ortega y Gasset,
mujer como aquellas que sostienen que la dife- Ludwig Klages, Karl Scheffler y otros parecen
rencia no tiene por qué ser entendida como in- tratar el tema de la diferencia fundamental de
ferioridad, sino como complemento del varón. los sexos, es decir, de la diferencia femenina,
Insignes defensores de la inferioridad de la
9 P. Móbius, Über den physiologischen Schwachsinn
mujer son por ejemplo Paul Mobius con su des Weibes, Halle 1907, 24.
obra sobre la «debilidad mental fisiológica de 1, Cf. A. Schopenhauer, Samtliche Werke, Bd. 6,
la mujer», en la cual afirma «que está probado 50. 660i.nin
1850,
Leipzig f1.80
que partes del cerebro fundamentales para la Weininger,
ger, Geschlecht und Charakter. Eine
vida intelectual —las circunvoluciones del ló- prinzipielle Untersuchung, Munich 1980, 194, 239, 240,
bulo frontal y parietal— están menos desarro- 387, 395, 413. Hay también traducción al español: Sexo y
carácter, Península, Barcelona 1985.
94 / María*Luisa Cavarla Diferencia / 95

dado que el punto de referencia de lo humano que de alguna forma son necesarios: la emo-
es siempre el varón, de otro modo: lo femeni- cionalidad, la impresión de totalidad, la «uni-
no adquiere una cualidad propia —no mera. dad con la naturaleza». El punto de referencia
mente una privación como en los otros es claramente androcéntrico y hace que des-
autores— y un sistema propio de valores 12. cartemos como ilusoria la pretendida igualdad
jerárquica de la diferencia.
Los escritos de estos autores, por ejemplo
el término «cultura femenina» de Simmel, pa. Es fundamental que no perdamos de vista
recen en un primer momento apuntar a una que esta teoría se desarrolla, recordemos la ci-
diferenciación «igualitaria» de los sexos, como ta de Simmel, a partir de la división del trabajo
si defendieran que lo masculino y lo femenino en público y privado, y exclusivamente tenien-
son instancias absolutamente contrapuestas, do en cuenta las ventajas para el varón, porque
pero no por ello es una mejor o superior a la en caso contrario es fácil caer en las redes de la
otra. Pero cuando se analizan minuciosamente «esencia de la feminidad», proclamada por es-
los textos, aparece claramente la jerarquía se- tos autores como una instancia autónoma in-
xual y quién está supeditado a quién. Por dependiente de su relación con el varón y de
ejemplo en la siguiente cita de la Sociología de las que difícilmente se puede escapar. Veamos
Simmel: un ejemplo de esta seducción teórica:
«En cuanto a la formación de su espíritu y a «Toda la profundidad y la belleza del ser fe-
su actividad, a la afirmación de su personalidad y menino, por la cual aparece al espíritu masculino
en relación con el medio, el varón nos aparece a lo como su salvación y su reconciliación, está basada
largo de nuestra cultura como el ser superior y, en esta uniformidad, en esta conexión inmediata
más allá de la diferencia de rango, ambos sexos de la personalidad con cada una de sus expresio-
son tan esencialmente distintos que sólo pueden nes, en esta indivisibilidad del yo, que sólo cono-
estar determinados a complementarse el uno al ce un todo o nada. La maravillosa relación que
otro: la existencia femenina tiene su sentido e todavía parece tener el alma femenina con la uni-
clusivamente en aquello que el varón no quiere, o dad intacta de la naturaleza y que separa la fór-
no puede, ser o hacer; el sentido de la vida de mula de su ser del varón diferenciado, múltiple y
aquélla no está referido a una relación de igual. objetivo, precisamente esta relación la separa del
dad, sino de desigualdad, y en esta relación se trabajo de nuestra cultura que está basado en la
consumen sin dejar resto» ". especialización objetiva» ".
Pocas veces expresa Simmel con tal since- Esta dimensión del ser femenino como al-
ridad lo que en realidad significa la famosa go unitario, no especializado, en relación di-
«complementaridad»: mientras el varón perso- recta con la «naturaleza», tiene una expresión
nifica todas las cualidades propiamente huma- muy concreta en el trabajo doméstico, el único
nas (individualidad, actividad, inteligencia ámbito —según Simmel— en el que la feminidad
desarrollo de sus facultades, creatividad etc.), puede desarrollarse armónicamente. La casa
la mujer se limitaría a rellenar los «huecos» «es la gran aportación cultural de la mujer» , el
que no encajan dentro de lo masculino, pero

1 4 G. Simmel, Weibliche Kultur (1902), en H. J.


u Cf. S. Bovenschen, Die imaginierte Weiblichk ei Dahme / K. Chr. Kohnke (eds.), Schriften zur
Francfort 1979, 76. Philosophie und Soziologie der Geschlechter, Francfort
" G. Simmel, Soziologie, Leipzig 1908, 443. 1985, 162.
96 / María Luisa Cavana Diferencia / 97

lugar en donde se expresan sus «intereses, sus


facultades, su modo de sentir, su intelectuali-
dad y su ritmo» 15. Es decir, que el «ser-mu-
jer», tal y como lo entiende este autor, viene
definido por la dependencia —económica, emo-
cional— del varón, puesto que las mujeres sólo
pueden trabajar en casa, y por la entrega : al
marido, a los hijos, al hogar. Una mujer que
no realice su «destino» conforme a su supuesta
esencia femenina, y pretenda estudiar o traba-
jar «como un varón» —pues toda especializa-
ción según la teoría de la polaridad sexual es
masculina—, se «desnaturaliza», es infiel a su
ser femenino. Estos autores plantean a las mu-
jeres un dilema de difícil solución dentro de
sus términos: o bien son mujeres auténticas y
renuncian a toda forma de realización personal
y de desarrollo de sus facultades, es decir, re-
nuncian a su humanidad y se conforman con
ser meras reproductoras, o bien, si eligen desa-
rrollarse profesionalmente, tienen que renun-
ciar a su ser mujer, por ser la especialización
incompatible con su feminidad.
Para resolver este dilema, es necesario re-
visar la falsa premisa de la que parten todos es-
tos autores: la identificación de lo masculino
con lo humano en general. La autora Gisela
Breitling ha analizado cómo el androcentris-
mo se basa en una doble falacia, en dos falsas
premisas que se podrían formular del siguiente
modo:
—todo lo humano en general es masculino,
y
—todo lo masculino es humano en general.
Desde este punto de vista absoluto mas-
culino, lo femenino, la diferencia, significa
quedar fuera del universo humano.

15 G. Simmel, I bíd., 170-171.


98 / Mara Luisa Cavana Diferencia / 99

Y sin embargo es evidente que lo humano a) Luce Irigaray


en general está formado por ambos sexos, y y la diferencia sexual
que características humanas, como por ejem- La filósofa y psicoanalista Luce Irigaray
plo el desarrollo de las facultades, la proyec- relaciona el concepto de diferencia de Deleu-
ción profesional, etc., no son exclusivas del ze, Derrida y otros, con la teoría de su maes-
varón, sino de ambos sexos, al igual que inte- tro Jacques Lacan sobre la constitución del
reses y puntos de vista estrictamente masculi- orden simbólico occidental por medio de la
nos no tienen por qué ser generalizados como exclusión de las mujeres.
los únicos, como lo universal, tal y como la in-
Su libro Speculum. Espejo del otro sexo,
vestigación feminista está poniendo de mani-
publicado en 1974, en el que hace una crítica
fiesto en estos últimos años.
minuciosa del psicoanálisis y la filosofía, le su-
puso la expulsión de la «Ecole Freudienne» de
Lacan. Irigaray muestra en este trabajo lo que
3. La afirmación positiva filósofos como Platón, Descartes, Hegel y
de la diferencia Freud tienen en común: el orden de lo igual y
Del mismo modo que los misóginos del su identificación con lo masculino, así como la
XIX afirmaban poder probar científicamente utilización del pensar lógico racional como un
la superioridad masculina partiendo del tama- criterio absoluto, de tal modo que no hay lu-
ño del cerebro y de la fuerza muscular, hoy en gar para las diferencias.
día son las mujeres las que quieren hacernos Posteriormente, en 1977 Irigaray desarro-
creer que sólo afirmando las diferencias se po- lla las tesis de Speculum en su libro Ese sexo
drá conseguir la «libertad femenina». Las con- que no es uno, en el cual sostiene que puede
secuencias de la teoría de la diferencia —como haber un hablar no masculino, que debe hacer-
muy bien observa la autora Claudia Pinl— se se visible en el análisis del discurso patriarcal.
parecen a las derivadas de la teoría de la pola- Irigaray recurre a un plano más profundo de
ridad sexual: estabilizan el poder de los varo- emociones que sirve como base del orden sim-
nes sobre las mujeres 16 bólico del discurso patriarcal, y que ella desig-
El concepto moderno de diferencia proce- na como la causa de los distintos roles del
de de la escuela filosófica del postestructuralis- varón y la mujer.
mo francés. Gilles Deleuze, por ejemplo, El objetivo de su análisis es desarrollar un
quiere «arrancar la diferencia de su estado de hablar femenino, aunque no se trata de un len-
maldición» 17, quiere apoyar a lo «no idéntico», guaje completamente nuevo, sino de terminar
a lo especial concreto, en su autonomía, en con la práctica habitual del lenguaje que hasta
contraposición con la tradición filosófica occi- ahora ha impedido una identificación femeni-
dental que subordina lo especial a lo general. na 18.
En sus últimos trabajos, Irigaray desarrolla
la ética de la diferencia sexual. Parte de la idea
de que el sistema patriarcal no está basado,
16 Cf. C. Pinl, Vom kleinen zurn grossen Unterschied,
Hamburgo 1982, 10.
" Cf. U. Meyer, Einführung in die feministische
17 G. Deleuze, Différence et répétition (1968), París
1993, 44 Philosophie, Aquisgrán 1992, 159.
100 / Maríh Luisa Cavana t Diferencia / 101

como suele suponerse, sobre la heterosexualidad, En su obra Etica de la diferencia sexual,


sino sobre la homosexualidad de los varones, Irigaray trata entre otros el problema de la re-
que no es practicada abiertamente, sino por me- lación madre-hija, de los derechos de las muje-
dio del intercambio de mujeres y por la media- res y del amor. Por medio de la introducción
ción del cuerpo femenino. Por esta razón, el que de una genealogía materna deberá conservarse
las mujeres se adapten a las prácticas patriarcales la tradición materna y así conseguirse una re-
no les ofrece ninguna posibilidad de solución 19 . novación de la relación madre-hija.
La crítica de Irigaray muestra que la tec- El problema de la diferencia sexual aparece
nología moderna genera una sociedad mono- claramente cuando se trata de definir lo que es
sexual masculina y niega la diferencia sexual y la «feminidad». En los escritos de Irigaray en-
los aspectos específicamente femeninos. Por contramos una «reconstrucción» de lo femeni-
esto propone a las mujeres como tarea el aca- no que no se ha liberado de las representacio-
bar con este callejón sin salida. nes patriarcales 21. Así, según nuestra autora,
Según Irigaray, las mujeres no deben parti- las mujeres mantienen por medio de su sexua-
cipar en las estrategias de poder fálicas porque lidad, del ciclo, del embarazo y los cambios
los varones sólo les dejan pequeñas parcelas de hormonales «una relación indisoluble de su
poder que ellos mismos no pueden o no les in- cuerpo con el universo» 22 .
teresa abarcar; además, esta forma de adapta- El mito de la cercanía de la mujer con la
ción tiene para la mujer consecuencias naturaleza ha sido desde hace siglos uno de los
negativas, dado que pierde su peculiaridad y principales supuestos de la ideología patriar-
su sexualidad. cal. Irigaray constata que las mujeres sienten,
Por esta razón, la posición de Irigaray es piensan, hablan y actúan de otra manera que
acentuar la diferencia sexual y desarrollar una los varones, pero no explica de dónde proce-
economía, una religión, una genealogía, una den esas diferencias, si se trata del resultado de
lengua y un orden simbólico propiamente fe- la dominación patriarcal, o si tiene algo que
meninos, donde la identidad sexual pueda ser ver con las hormonas femeninas.
representada. Sobre esta base deberá surgir un En sus trabajos, Irigaray no se queda en el
nuevo estilo de relaciones colectivas, cuyo ob- a nálisisde la diferencia sexual a un nivel mera-
jetivo consiste en la transformación de la rela- mente filosófico. En un buen número de en-
ción espacio-tiempo, en la superación de la trevistas y de conferencias desarrolla los
dicotomía alma / cuerpo y el reconocimiento rasgos de una «política de la diferencia», que
mutuo de la identidad específica femenina y presenta en un programa de seis puntos con
masculina. Irigaray ve en estos objetivos la po- vistas a conseguir una legislación más justa.
sibilidad de un nuevo orden socio-cultural
frente al actual dominio de la tecnocracia y la
racionalidad 20 . 1. Whitford (ed.), The Irigaray Reader, Oxford 1991,
192, citado según U. Meyer, o. c., 161.
21 Sobre este punto, véase el interesante artículo de
19 Cf. L. Irigaray, Neuer K6rper, neue Imagination, Luisa Posada Kubissa, «Kant: ¿Un pensador para la dife-
Alternative Zeitschrift für Literatur und Diskussion 8/9, rencia?», Hiparquia, vol. VI, n. 1 (septiembre 1993).
124. n L. Irigaray, Die Zeit der Differenz. Für eine fried-
20 Cf. L. Irigaray, Women-Amongst-Themsekes, en liche Revolution, Francfort-Nueva York 1991, 47.
102 / María Luisa Cavana Diferencia / 103

Irigaray exige unas leyes, un código civil y unido al concepto de affidamento, que se basa
una constitución orientados a los sexos 23, y en el principio de la similitud y diferencia en-
critica las ideas de la Revolución francesa, so- tre mujeres y que problematiza su interacción.
bre todo la idea de igualdad y de los derechos Este concepto de diferencia sexual ha sido
humanos. Aunque las mujeres consiguieron en postulado por feministas milanesas que pre-
nombre de la igualdad algunos derechos, se- tenden de este modo contrarrestar la desvalo-
gún Irigaray es un arma de doble filo porque rización de las mujeres en el patriarcado, y
las mujeres no son en el mismo modo que los tienen como objetivo el descubrimiento de los
varones libres y su integridad física está cons- valores femeninos 26. Los objetivos de esta po-
tantemente amenazada (violación, prohibición sición podrían resumirse en los siguientes
de abortar). El igualitarismo nunca conseguirá puntos: las mujeres deben desarrollar una nue-
hacer justicia a las mujeres, «porque varones y va confianza en sí mismas, fortalecer la solida-
mujeres no son iguales» 24 . ridad entre ellas y reconocer su multiplicidad.
Estas ideas fueron tomadas por el grupo de fi-
Los derechos que realmente liberen a las
lósofas «Diotima», que se constituyó en Vero-
mujeres no pueden hacer abstracción de la rea-
na en 1983, y posteriormente desarrolladas.
lidad corporal, por eso tienen que ser específi-
cos para cada sexo: En su libro Non credere di avere dei diritti
«aunque un sexo se pueda identificar con otro sub-
(No creas tener derechos), las feministas de la
jetivamente, objetivamente no le es posible. Esto librería de mujeres de Milán describen la
significa concretamente que un cuerpo posee obje- genealogía del movimiento de mujeres italiano
tivamente particularidades sexuales que se resisten y del affidamento. Un impulso importante pa-
a una igualación o identificación subjetiva» ". ra estas autoras fueron las feministas francesas
del grupo «psych et po» («Psychanalyse et Po-
Según Irigaray, la incorporación de la mu- litigue») que, a diferencia de otros grupos de
jer al mundo «masculino» del trabajo lleva
mujeres, no rechazaban completamente las es-
consigo una pérdida de la identidad femenina, tructuras internas de poder, sino que acepta-
es decir, que ella también pone a las mujeres en ban una dirigente con autoridad y carisma 27 .
un dilema parecido al formulado por Simmel,
en el que la «feminidad» sólo se puede preser- Para este grupo milanés es imprescindible
var en el ámbito doméstico desarrollar nuevas relaciones entre las mujeres,
a las cuales ellas quieren dar sentido y valor.
Para ello crearon el concepto de affidamento,
b) El feminismo italiano.
que puede traducirse como «dar seguridad»:
El «affidamento«
las mujeres tienen que reconocerse entre ellas
Uno de los desarrollos más importantes y, por medio de maestras, comunicarse unas a
del feminismo de la diferencia lo encontramos otras la capacidad de determinar por ellas mis-
mas sus vidas y de dar más relevancia a los
23 Cf. C. Pinl, o. c., 20.
24 L. Irigaray, Über die Notwendigkeit geschlechts-
differenzierter Rechte, en U. Gerhard / M. Jansen (eds.), 26 Cf. U. I. Meyer, Einführung in die ferrzinistische

Differenz und Gleichheit. Menschenrechte haben (k)ein Phdosophie, 152.


Geschlecht, Francfort 1990, 343. 27 Cf. Libreria delle donne di Milano, Wie weibliche
25 Ibíd. Freiheit entsteht, Berlín 1989, 12.
104 / María Luisa Cavana Diferencia / 105

contextos femeninos. El concepto de affida- cia entre las mujeres como una base para acep-
mento significa una solidaridad activa entre las tar la diferencia de los sexos. El primer paso
mujeres y una lucha conjunta contra los meca- dentro del trabajo político es el hacer visible la
nismos patriarcales. simbología dominante y poner de manifiesto
su carácter masculino. El segundo paso es
El affidamento es entendido como una otorgar legitimidad al sexo femenino y ayudar
alianza entre una mujer mayor y una joven, en a las mujeres a participar activamente en la so-
la cual la maestra representa una superioridad ciedad. Para ello es necesario trabajar en el or-
en saber y en experiencia con respecto a la jo- den simbólico para desarrollar nuevas figuras,
ven. Esta superioridad es una diferencia irre- como por ejemplo la figura de la madre sim-
ducible, ya que significa un ser-mujer que no bólica. Sólo la relación con la madre simbólica
es ni subordinado ni equiparado al ser-varón. permite a las mujeres una relación con el mun-
«Podemos ver y nombrar la diferencia, ya que do «como mujeres», dado que la madre real,
partimos de la base de que las deficiencias que que podría ser «la primera mediadora y la más
experimenta una mujer en relación con otra le natural», en la realidad a menudo no lo es
llevan al origen de la superioridad femenina, que «porque su papel está determinado por las re-
ella también puede alcanzar y que precisamente laciones con los varones, está atemorizada por
reconoce en esta experiencia de la falta» 28 , la autoridad del marido, o completamente ab-
De este modo, se entiende la relación entre am- sorbida por el amor al hijo varón» 30.
bas mujeres como una relación horizontal en-
tre hermanas, que deberá sustituir el tipo de La madre simbólica es la figura del origen,
relación vertical y autoritario propio del pa- lleva el símbolo del género femenino y puede
triarcado. conseguir que otras mujeres vayan más allá de
sus planes y sus proyectos.
La maestra apoya a la otra mujer en la bús-
queda de su propia identidad, pero para ello Las milanesas critican con razón la idea de
las maestras tienen que ser reconocidas como las mujeres como meras víctimas, porque una
autoridad femenina positiva. «El espíritu fe- mujer no puede reconocerse en la imagen de
menino sin un marco simbólico es miedoso. Se víctima impotente.
encuentra a merced de acontecimientos ines-
perados (...). Una mujer no adquiere seguridad Las feministas italianas —siguiendo a Iriga-
ni por medio de leyes, ni por medio de dere- ray— buscan el punto de partida del sujeto fe-
chos. Una mujer llega a ser invulnerable cuan- menino en el cuerpo, es decir, precisamente
do crea partiendo de sí misma su existencia y allí donde el patriarcado encuentra el motivo
consigue estabilidad dentro de un contexto so- para la opresión. Estas autoras, sin embargo,
cial femenino» 29. no dejan claro lo que significa el radical «ser
distinto de la mujer» basado en el cuerpo.
La teoría del affidamento está basada so-
bre dos ejes principales: la relación dialéctica El affidamento, como indica C. Pinl, es un
entre las mujeres y un proyecto político. Las concepto extrañamente abstracto, y los análisis
milanesas ven el reconocimiento de la diferen- de las milanesas permanecen a un nivel repre-
sentativo-ideal, mientras que la opresión real y
concreta apenas es tomada en cuenta, ya que el
28 Cf. Libreria delle donne di Milano, Wie weibliche
Freiheit entsteht, 130.
29 Ibíd., 25. Ibíd., 180.
106 / María Cavana Diferencia / 107

punto fundamental es la multiplicidad femeni- años, Gilligan observa que para el varón es
na. Están en contra de las leyes que preconi- evidente que Heinz tiene que robar para salvar
zan la igualdad porque éstas no tematizan esta a su mujer; la niña se plantea otras posibles so-
variedad de modelos de vida femeninos, y ade- luciones: pedir un crédito, por ejemplo. ¿Qué
más les parece más perjudicial que positivo pa- pasaría si roba el medicamento y va a la cárcel?
ra las mujeres. La diputada Romana Bianchi, Sería peor para la mujer.
por ejemplo, afirma que la igualdad «sólo es Lo que para Kohlberg y sus colegas mas-
posible pagando el precio de la pérdida de culinos es una falta de juicio moral, es inter-
identidad» 31 . Por ello proponen una política pretado por Gilligan de otro modo: mientras
de la diferencia, de los dos sujetos: «una de- que los varones son movidos principalmente
mocracia de mujeres y varones», que significa: por principios, piensan en conceptos de dere-
escuelas, partidos, parlamentos separados se- chos y deberes, y adoptan una «perspectiva de
gún los sexos, así como la valoración positiva la justicia», las mujeres parten de su interés
del trabajo productivo y reproductivo de la personal y se orientan en las relaciones perso-
mujer. nales, en la responsabilidad frente a otros y, en
general, en la perspectiva del cuidado (care).
c) La otra voz. La moral femenina Esta diferencia en el pensamiento moral entre
hombres y mujeres, que Gilligan observa tan-
La idea de que varones y mujeres tienen to en niños / as como en adultos, no tiene que
diferentes conceptos morales es defendida por considerarse como deficiente al compararlo
primera vez por la psicóloga Carol Gilligan al con el masculino. Se trata más bien de otro ti-
hilo de unas investigaciones que realizó junto po de visión de los problemas morales que tie-
con Lawrence Kohlberg sobre el desarrollo de ne la misma legitimidad que la conceptuali-
la capacidad de juicio moral de niños y jóve- zación masculina.
nes. A Gilligan le llamó la atención que, den- El concepto tradicional de moral se basa
tro de una escala de uno a seis para determinar precisamente en que hay un solo canon de
el desarrollo del juicio moral —desde la obe- principios y reglas que valen para todos, y esta
diencia a reglas dadas hasta llegar a un punto idea de una ética universalmente válida es la
de vista dirigido hacia la justicia—, las mujeres, expresión de la hegemonía patriarcal, según
a diferencia de los hombres, raras veces alcan- afirman las representantes de este modelo filo-
zaban puntuaciones altas. Esto se ve claramen- sófico de la diferencia siguiendo a Luce
te en el llamado «Dilema-Heinz»: para salvar Irigaray. Por ello consideran la «otra voz» 32
la vida de su mujer, que se encuentra grave- como una moral igualmente valiosa que la
mente enferma, Heinz necesita un medica- «perspectiva de la justicia», como otra verdad
mento especialmente caro. Heinz no tiene el igualmente válida.
dinero necesario para comprarlo, pero podría Según Gilligan, ambas perspectivas, la de la
robarlo, dado que el farmacéutico no está dis- justicia y la del cuidado, son igualmente necesa-
puesto a rebajárselo o regalárselo. Una vez rias, pero se excluyen entre sí. A la pregunta de
planteado este dilema a niños y niñas de once si esta otra perspectiva, la del cuidado, está uni-

" Cf. R. Bianchi, Conferencia ofrecida en las jorna-


das «Frauenpolitik» en Francfort (25 / 26.1.1992), citada " El título que lleva la obra de Gilligan es In a
según C. Pinl, o. c., 38. Different Voice, publicada por primera vez en 1982.
108 / María Luisa Cavana Diferencia / 109

da al sexo biológico femenino, responde n prenderlos y a liberarles de sus cargas, pero es-
Gilligan y sus seguidoras con bastantes repa- to ocurre desde una posición de inferioridad.
ros. En sus trabajos anteriores parecía más Perdonar al varón significa en este contexto
bien partir de un determinismo biológico, pe- reconocer el poder del más fuerte.
ro en la actualidad pone de relieve que tanto
varones como mujeres, en principio, puede n La autora Sandra Harding observó al com-
adoptar ambas posiciones, pero en la realidad r parar la «otra voz» con los comportamientos
son los varones los que prefieren la perspecti- morales de africanos un sorprendente parale-
va de la justicia y las mujeres la del cuidado. lismo. Parece ser que las concepciones morales
Gilligan encuentra la explicación a este fenó- dependen menos del género y de la cultura
meno en la relación temprana con la madre, si- que de las relaciones de poder. En Africa, por
guiendo la teoría de las relaciones objetuales ejemplo, a causa de la colonización, la empatía
de Nancy Chodorow. Según esta teoría, el pri- y la capacidad de comprender al otro siempre
mer objeto de amor es, tanto para el niño co- fueron una estrategia de supervivencia de los
mo para la niña, la madre, con la cual se grupos oprimidos, ya que éstos tenían que po-
establece una fuerte relación. La niña puede der predecir lo que ocurría en los pensamien-
mantener esta relación e identificarse con ella, tos de los dominantes para poderse proteger a
lo cual, por otra parte, es deseado socialmente: tiempo 34.
la niña debe llegar a ser como la madre. Pero La aparente autonomía de la «otra voz» es
para el varón es imposible esta vía, dado que un eco del dominio patriarcal, pero que no pa-
una identificación con la madre no es compati- rece molestar a las que defienden esta crítica al
ble con la identidad masculina y es vista por el universalismo moral, que tampoco parecen
varón como una amenaza. El niño comprende darse cuenta de que la moral «femenina» se
que se tiene que distanciar de la madre si quie- concentra exclusivamente en la familia. De este
re «ser un hombre». modo, la «otra voz» es una moral de relación
Gilligan se queda en estas afirmaciones sin que beneficia a los varones. Esta tendencia de
investigar las relaciones de poder que determi- las mujeres de apoyar y proteger al individuo
masculino al ofrecerle en la familia un espacio
nan estos comportamientos. Y, sin embargo, de humanidad lo llama Christina Thürmer-
no se puede hablar de la formación de las
Rohr la participación directa (Mit-Tiiterschaft)
identidades femenina y masculina y de la so- de las mujeres en el desarrollo destructivo del
cialización de los individuos sin discutir las re- poder de los varones 35.
laciones de dominancia y sumisión entre los
sexos 33. La moral del cuidado obliga a las mu- La autora Ute Annecke muestra igualmen-
jeres a someterse a un modelo asimétrico: las te cómo esta moral del cuidado no sólo está li-
mujeres se comportan con sensibilidad, empa- mitada a la propia familia, y dirigida en general
tía y con actitudes de cuidado hacia los varo-
nes, mientras que éstos muestran comporta- 34 Cf. S. Harding, Die auffiillige Übereinstimmung
mientos arbitrarios, irresponsables y violentos feministischer und(faf rikanischer Moralvorstellungen. Eine
hacia las mujeres. Las mujeres están siempre Herausforderung ür feministische TheorienbiTdung, en
dispuestas a perdonar a los varones, a com- Nunner-Winkler ed.), Weibliche Moral. Die Kontroverse
yon eine geschlechtsspezifische Ethik, Francfort M. 1991,
162.
" Cf. Chr. Thürmer-Rohr, Vagabundinnen.
" Cf. C. Pinl, o. c., 48. Feministischen Essays, Berlín 1987, 38.
110 / María Luisa Cavana Diferencia / 111

hacia los varones, sino que también impide el relevo y salvarnos a todos de la catástrofe
una buena relación entre las mujeres, que en la ecológica. Este pensamiento está también bas-
sociedad patriarcal deben comportarse de un tante extendido entre las mujeres 37.
modo «insolidario, falso, sin comprensión A comienzos de los años ochenta se reu-
mutua, intrigante y rígido» 36 . nieron mujeres pertenecientes al movimiento
Pero, sobre todo, la ética del cuidado fra- New-Age con mujeres pacifistas, ecologistas
casa cuando se trata de la relación de la mujer radicales y con mujeres del movimiento femi-
consigo misma: cuando el sentimiento, la res- nista-espiritual para luchar contra el rearme y
ponsabilidad, el cuidado, el no hacer daño se la amenaza ecológica. Lo que las diferenciaba
aplica a sí misma, fracasa, puesto que está con- de sus colegas masculinos era, aparte de, en
siderado como egoísta para una mujer desear ocasiones, una mayor muestra de creatividad
algo para ella misma. en las estrategias de resistencia, el que no pu-
dieran resistir la tentación de ver un «sentido
La ética del cuidado pone de relieve sólo
más profundo» en estas acciones a partir de la
un tipo de comportamiento que tradicional-
supuesta mayor proximidad de las mujeres con
mente ha sido asignado a las mujeres y rechaza
la naturaleza y con la vida partiendo de «la sa-
la independencia, la autonomía, el ser para sí:
biduría del cuerpo femenino». Precisamente
comportamientos igualmente humanos y que
contra las armas nucleares se vuelve a afirmar
no excluyen los del cuidado. Es el patriarcado
como en los tiempos matriarcales que «la san-
quien ha separado estos dos tipos de compor-
gre de la mujer debe ser reconocida como ver-
tamiento y ha asignado uno a cada género den-
dadero poder» ".
tro de la jerarquía de poder entre varones y
mujeres. La fijación permanente de las mujeres De este modo se declaraba el feminismo
en las relaciones y en la proximidad significa -la variante ecológica de éste- como el reme-
inferioridad, y significa también el posponer o dio milagroso: «El feminismo (ecológico) pue-
negar sus propios intereses y deseos, y hacerlo de acabar con la mentira de que la cultura sea
no de vez en cuando, sino de un modo esen- lo contrario de la naturaleza». El feminismo
cial, como parte de la identidad femenina. radical, llamado también «feminismo raciona-
lista», es considerado como una parte de la vi-
sión del mundo patriarcal, ya que suponen que
d) El ecofeminismo
sólo le interesa la participación -sin variar na-
En las últimas décadas se observa una ten- da- en la posición de poder de los varones, y
dencia de no pocos pensadores a reconocer de por lo mismo lo consideran una traición a la
repente en las mujeres el sujeto revoluciona- ecología y al movimiento de mujeres.
rio, a la vista de las grandes catástrofes origi-
nadas por el varón. Dado que las mujeres no
han tenido ni mucho menos la misma partici- 3' Cf. C. PM1, o. c., 55; ver también C. Merchant, The
pación que los varones en la economía des- Death of Nature. Women, Ecology and the Scientific
tructiva del crecimiento, podrían tomar ahora Revolution, 1980.
" Cf. Ch. Spretnak, Frauen und ganzheitliches Den-
ken. (Ther die Wurzeln einer neuen Lebenskonzeption, en
" Cf. U. Annecke, Das Echo patriarchaler Ergiin- R. Lutz (ed.), Frauen-Zukünfte. Ganzheitliche ferninisti-
zungsmoral zwischen Frauen, Beitrage zur feministischen sche Ansatze, Erfahrungen und Lebenskonzepte. Oko-
Theorie und Praxis, n. 28 (1990) 65. Log-Buch 3, Weinheim / Basilea 1984, 15.
112 /María Luisa Cavana Diferencia / 113

«El feminismo racionalista es el caballo de «las mujeres originariamente no se entendían a sí


Troya del movimiento de mujeres. La mentalidad mismas como propietarias de sus cuerpos o de la
de querer estar presentes significa la capitulación naturaleza, sino que cooperaban con la producti-
ante una cultura que traiciona la naturaleza. En este vidad de sus cuerpos y de la naturaleza en la pro-
sentido, esta mentalidad es misógina y antiecológi- ducción de la vida» 40.
ca. El rechazar la biología, reconocer la androginia
El ámbito de la subsistencia, que incluye la
y valorar positivamente lo que han creado los hom-
bres son formas de un odio proyectado hacia sí productividad corporal biológica de las muje-
misma» ". res, es también el ámbito en el cual coinciden
trabajo y felicidad: la mujer es ahí activamente
El ecofeminismo ha sido influenciado por creativa, crea y conserva la vida de un modo
el movimiento espiritual, y también por un te- inmediato 41.
ma de la teoría feminista centrado en la pro-
ducción de subsistencia, es decir, una Este estado, sin embargo, no se conseguirá
producción que va dirigida a las necesidades mientras las mujeres sigan siendo cómplices de
inmediatas de los seres humanos y no a la me- los varones y se aprovechen de su explotación
diación del mercado. Esto se refiere en el de la naturaleza y del Tercer Mundo; o mien-
Tercer Mundo y en las sociedades agrarias a la tras las mujeres sigan luchando por la igualdad
con los explotadores, es decir, buscando una
producción de alimentos; en las sociedades in-
emancipación basada en el dominio sobre la
dustriales, más bien a su compra y su prepara-
ción; es decir, que' en nuestras sociedades el naturaleza y el Tercer Mundo. La lógica de es-
trabajo de subsistencia se reduce al trabajo ta emancipación es antiecológica porque está
necesariamente unida a la idea de progreso y
doméstico y la educación de los niños, lo que
tradicionalmente ha sido trabajo de mujeres y de crecimiento industrial.
una de las premisas fundamentales del capita- La idea de una sociedad ecofeminista asen-
lismo patriarcal. Según las ecofeministas, el tada sobre la base de la subsistencia sostiene,
trabajo de subsistencia debe seguir siendo fe- de un modo más o menos fuerte, el papel tra-
menino. ¿Por qué precisamente las mujeres? dicional de la mujer, y la mayoría de las auto-
No se trata de una división del trabajo que se ras no tratan en absoluto la cuestión de cómo
ha consolidado a lo largo de la historia, según podría este tipo de sociedad hacer a las muje-
la autora Maria Mies: las mujeres «como pro- res más libres.
ductoras de nuevas vidas» tienen otra relación Como ya hemos mencionado, las ideas de
con la naturaleza que los varones, «que no la Ilustración, de la igualdad y de la emancipa-
producen nada nuevo a partir de sus cuer- ción de la mujer se identifican prácticamente
pos». A causa del proceso de civilización pa- con el capitalismo industrial, el colonialismo,
triarcal, las mujeres no son conscientes de su la explotación del Tercer Mundo y la destruc-
productividad, pero ésta sigue existiendo. En ción de la naturaleza, pero con ello rechazan
contraposición a los varones que utilizan su en bloque toda la tradición de pensamiento de
cuerpo y la naturaleza de un modo instru-,
mental.
40 Cf. M. Mies, Gesellschaftliche Ursprünge der gesch-
lechtlichen Arbeitsteilung, en C. Werlhof / M. Mies / V.
Bennhold-Thomsen, Frauen die letzte Kolonie, Reinbek
" Cf. Y. King, Feminismus und Revolte. Was uns eint 1983, 164.
und trennt, en R. Lutz (ed.), o. c., 91. 41 Cf. C. Pinl, o. c., 59.
114 / María Luisa Cavana Diferencia / 115

occidente, incluida la idea de los derechos hu- 4. El análisis materialista


manos, mientras que se idealizan sociedades de la diferencia
no europeas y preindustriales, en las que su- La socióloga C. Guillaumin hace un análi-
puestamente sis muy interesante en su libro Sexe, race et
«las formas de producción y la posición de las pratique du pouvoir. L'idée de nature sobre el
mujeres están más en concordancia con la natura- concepto diferencia, en el que distingue varios
leza» 42 niveles inseparables, porque unos dependen de
Según el ecofeminismo, el patriarcado es, otros, pero que son distintos en el análisis. La di-
en realidad, una invención —o una consecuen- ferencia es en primer lugar una realidad empírica
cia— del capitalismo y del colonialismo del va- -se manifiesta en la vida concreta de un modo
rón blanco. Autoras como Maria Mies afirman material—, también es una forma lógica, es decir,
que en las sociedades agrarias las mujeres tie- una forma de razonar, y por último es una acti-
nen mucha más libertad que en las industria- tud política, en tanto en cuanto se presenta como
les, en las que su papel de subsistencia s e un proyecto o una reivindicación 45
reduce al trabajo doméstico. En esta distinción vemos reflejados los dis-
La filósofa Cornelia Klinger critica, con tintos conceptos y versiones de la diferencia
razón, la premisa de globalización que exige el q ue hemos tratado en las secciones anteriores,
ecofeminismo, no sólo porque es muy dudoso de tal modo que el análisis de Guillaumin pa-
que «todos» los oprimidos, tanto varones co- rece idóneo para cerrar este capítulo con una
mo mujeres, en el Tercer Mundo tengan los visión crítica y a la vez de conjunto de este
mismos intereses, sin,sY porque la globalización concepto complejo.
supone para el feminismo un peligro de inmo- Según Guillaumin no se puede hablar de
vilización: diferencia como si esto ocurriera en un mundo
«Si cada exigencia de las mujeres de cambio y neutro; de hecho, se trata de la «diferencia de
de mejora de su estado y de su situación tiene que las mujeres», y la diferencia de las mujeres
ser examinada en primer lugar en relación con el consiste en —esta es la tesis principal de nuestra
medio ambiente y en segundo lugar con la con- autora— ser un grupo social que está «apropia-
cordancia con los intereses del Tercer Mundo an- do» en tanto que grupo:
tes de ser propuesta, entonces está claro que no «cada varón —no solamente los padres o los espo-
quedarán muchas exigencias que hacer» ". sos— tiene "derechos" sobre todas las mujeres, dere-
chos que sólo dejan de serlo ante la apropiación
Ahora bien, dicho esto, es necesario señalar privada de un hombre determinado. De tal modo
el interés y la importancia de los análisis filosó- que ninguna mujer tiene la propiedad de ella misma
ficos de una autora como V. Plummwood y su por haber escapado a la apropiación privada» ".
propuesta de un ecofeminismo crítico que evite
Partiendo de esta idea de diferencia como
el esencialismo que aquí hemos comentado ". no ser libres, de pertenecer como grupo a un
colectivo de varones, y que Guillaumin obser-
" Cf. C. Pinl, o. c., 61-62. va en multitud de signos que nos recuerdan
43 Cf. C. Klinger, Abschied von der Emanzipationslo-
gik? Die Gründe ihn zu fordern, zu feiern oder zu fürch-
ten, Kommune (1/1988) 51. " Cf. C. Guillaumin, Sexe, race et pratique du pou-
oir. L'idée de nature, Cote-Femmes, París 1992, 84.
" V. Plummwood, Feminism and the Mastery of
Nature, Routledge, Londres 1993. 46 Ibíd., 85 (la traducción es nuestra).
116 / María Luisa Cavana Diferencia / 117

continuamente esta situación (las prendas de trumentos para la supervivencia o el lujo de la cla-
vestir, el uso del espacio, las cargas y trabajos se dominante, los varones. En esta relación no
diversos), la autora se plantea la pregunta de hay elección» 48.
cómo es posible que algunos grupos reivindi- Nadie nos va a quitar el derecho a la dife-
quen «el derecho a la diferencia», cuando no rencia, afirma Guillaumin:
existe igualdad de derechos real, y el derecho a
«no nos quitarán ni de los niños, ni de las personas
la diferencia no significa otra cosa que el dere- mayores, ni de ocuparnos de la ropa, ni de la casa,
cho a seguir perteneciendo a la clase oprimida ni de hacer la comida, ni de escuchar los problemas
de la especie humana. amorosos o profesionales de los hombres... No,
Guillaumin afirma que esta reclamación de decididamente es un miedo imaginario, nunca nos
la diferencia se basa en una confusión de lo quitarán aquello que nos hace diferentes, no perda-
que «diferencia» y «derecho» significan. La di- mos el tiempo en pedir lo que ya tenemos» 49.
ferencia siempre se piensa en relación con un Guillaumin alerta contra el peligro de la
punto fijo que es considerado como el referen- «mística de la diferencia» que nos impide ver
te. La diferencia significa, pues, la distancia al la relación de subordinación en la que estamos
referente, es decir, se enuncia una regla, una inmersas.
norma: un absoluto es la medida y el origen a
partir del cual se determina el resto. Por tanto La crítica de esta autora como represen-
no se trata de una acción recíproca, sino del tante de un feminismo materialista al concepto
origen de una definición, y como tal es' «un ac- de diferencia no debe ser tomado como la últi-
to de dependencia y de dominación» 47. ma palabra con respecto a nuestro tema. Pero
Por su parte, un derecho también es defi- la cuestión de las relaciones de poder entre los
nido siempre como una relación a algo, un de- géneros no puede dejarse de lado al tratar la
recho se refiere a una instancia de poder; de diferencia, si no queremos caer —como hemos
hecho, un miembro del grupo dominante evi- visto que ocurre en algunas autoras— en una
dentemente nunca reclamará «el derecho a la mística engañosa e irreal de lo «femenino».
diferencia», porque, en primer lugar, sus prácti-
cas son la norma de la sociedad y, en segundo Bibliografía
lugar, porque se considera como individuo den-
tro de su grupo, y ejerce esta distinción sin pe- Bennent, H., Galanterie und Verachtung. Eine philo-
dir permiso a nadie: la individualidad, en efecto, sophie-geschichtliche Untersuchung zur Stellung
es una práctica de la posición dominante. der Frau in Gesellschaft und Kultur, Francfort-N.
York 1985.
Hablar del «derecho a» define por tanto
una posición de subordinación. Pero, más aún, Bovenschen, S., Die imaginierte Weiblichkeit,
no se trata de elegir —como parece que se for- Francfort 1979.
mula a veces— dentro de una alternativa ser-di- Breitling, G., Der verborgene Eros, Francfort 1990.
ferente o ser-igual, ya que estamos en un lugar Cavana, M. L., Der Konflikt zwischen dem Begriff des
determinado. Individuums und der Geschlechtertheorie bei G.
«La dicotomía aparente nos esconde una rela- Simmel und Ortega y Gasset, Pfaffenweiler 1991.
ción que hace de nosotras, las mujeres, útiles, ins-
" Ibíd., 99.
" Ibíd., 98. " Ibíd., 103.
118 / María Luisa Cavana

Chodorow, N., El ejercicio de la maternidad, Gedisa,


Barcelona 1984.
Diotima, Il pensiero della dzfferenza sessuale, Milán
1987.
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Angeles Jiménez Perona
Gilligan, C., In a Different Voice, Cambridge 1982.
TradUcción castellana de J. J. Utrilla: La moral y la
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México 1985.
Guillaumin, C., Sexe, race et pratique du pouvoir.
L'idée de nature, París 1992. 1 Concepto normativo
versus concepto descriptivo
Irigaray, L., Speculum. Espéculo de la otra mujer, Trad.
B. Alberdi Alonso, Saltés, Madrid 1978. Aunque intuitivamente creemos saber a
qué nos referimos cuando utilizamos el térmi-
Irigaray, L., Ese sexo que no es uno, Trad. Sylvia no igualdad, una reflexión pormenorizada nos
Tubert, Saltés, Madrid 1981.
muestra la dificultad que entraña el intento de
Libreria delle donne di Milano, No creas tener dere- ofrecer una definición clara del término. Lejos
chos, Horas y Horas, Madrid, 1991. de tener un sólo significado, se trata de una
Lonzi, C., Escupamos sobre Hegel. La mujer clitórica y voz polisémica que ha sido utilizada en distin-
la mujer vaginal, Madrid 1981. tos contextos y tradiciones de pensamiento,
cada de una de las cuales la ha cargado con
Merchant, C., The Death of Nature. Women, Ecology nuevos y diferentes matices, en ocasiones
and the Scientific Revolution, 1980. incluso contradictorios.
Meyer, U. I., Einfürung in die feministische
El origen lejano del concepto está en la
Philosophie, Aquisgrán 1992.
Grecia clásica y su origen más cercano en la Re-
Pinl, C., Vom kleinen zum grossen Unterschied, volución francesa. En ambos contextos, el tér-
Hamburgo 1993. mino es polémico y controvertido, y aparece en
Rossanda, R., Las otras, Trad. Aura Arriola, Barcelona debates relacionados con los campos de la polí-
1982. tica, la economía, la sociedad, campos estos
que tienen como el otro polo del debate la
Vegetti Finzi, S., El niño de la noche, Cátedra, Madrid
naturaleza, que en último extremo actúa como
1993.
eje conceptual de la discusión, pues del postu-
Violi, P., El infinito singular, Cátedra, Madrid 1991. lado de una desigualdad natural (signifique
esto lo que se quiera significar con ello en cada
momento) se sigue directa y necesariamente la
justificación de la desigualdad política, econó-
mica y social; y en el caso de la igualdad por
naturaleza, se sigue la igualdad en los otros
campos y, en consecuencia, dada una serie de
desigualdades fácticas incontrovertibles e inne-
120 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 121

gables, la igualdad natural se convierte en nor- concepto referido a una pura situación de
ma moral y guía de acciones, esto es, serán hecho, pues descubrimos que también confi-
morales las acciones que conducen a la igual- gura una determinada ética. La desigualdad,
dad e inmorales las que perseveran en las por tanto, no es sólo un hecho, es también una
situaciones de desigualdad. teoría con la cual se enfocan determinados
En cualquier caso, el debate parte de una hechos.
desigualdad o de una igualdad fáctica para lue- Hasta ahora hemos intentado romper el
go elevarla a norma o criticarla, y este es un encantamiento que produce el concepto de
primer problema del concepto de igualdad, a igualdad como concepto en apariencia claro y
saber: mostrar esa efectiva igualdad o desigual- distinto, presentándolo más bien como abs-
dad. Esta primera dificultad hace del concepto tracto y oscuro. Sin embargo, vamos a intentar
de igualdad algo sumamente abstracto. La clarificarlo viendo sus rasgos distintivos y su
situación es paradójica, pues se parte de la relación con otros conceptos que están empa-
igualdad o de la desigualdad como un hecho, rentandos con él.
pero es un hecho que resulta sumamente com-
plicado de ver y hacer ver, con lo cual, por así La red categorial a la que se liga el concep-
decirlo, la teoría se adueña del supuesto hecho, to de igualdad tiene como puntos clave, entre
o bien la teoría intenta compensar la falta de otros, el de libertad, el de naturaleza y el de
evidencia del hecho postulado. De forma que ciudadanía. Esta red data fundamentalmente
de la producción filosófica de los siglos XVII
todos los conceptos anexos al de igualdad, y XVIII. En este contexto histórico hay dos
empezando por el de naturaleza, acaban sien- teorías fundamentales que combinan el men-
do construcciones teóricas, y lo único que se cionado haz de conceptos. Una primera teoría
ve con claridad es que, lejos de la primera situaría como concepto matriz la libertad, y de
impresión, la igualdad es un concepto históri- él hace depender la igualdad; la otra gran teo-
camente construido y normativo, que hay que ría daría prioridad a la igualdad, y supeditaría
situar en el plano del deber ser y dentro de a ella la libertad. La primera de estas teorías se
una ética. encuentra en la tradición denominada «libe-
Nótese la asimetría aparente que hay entre ral», la segunda alude a la tradición democráti-
igualdad y desigualdad. Mientras que la igual- ca o radical. Representantes de ambos son,
dad fáctica es difícilmente detectable, la desi- respectivamente, Kant y Rousseau.
gualdad se nos «impone» incluso aunque no
tengamos un concepto claro de igualdad que
actúe como referente. Pero quizá nos hayamos 2. Una definición material
precipitado al plantear el problema en unos de igualdad
términos tan simplistas. Ciertamente, durante Se suele pensar que el gran teórico de la
siglos se vienen dando desigualdades que sólo Igualdad en esa etapa de la historia fue Rous-
se imponen como evidencias cuando una con- seau. Desde luego, algo hay de cierto en ello.
ciencia crítica las desvela como tales. Y para Ante la quiebra del Estado y de la organiza-
ello siempre ha sido necesario, al menos, un ción social anterior al período revolucionario,
concepto mínimo de igualdad, por oscuro que Rousseau reaccionó proponiendo un modelo
éste sea. Y de esta forma venimos a parar al alternativo, cuyo punto de partida era precisa-
hecho de que tampoco la desigualdad es un mente la igualdad económica y política. Junto
122 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 123

con este concepto material de igualdad anuda propiedades, lo cual no significa la desapari-
un concepto de libertad entendida como auto- ción de la propiedad privada, sino sólo de las
nomía total, cuyo único límite es la imposibili- grandes propiedades y las grandes fortunas.
dad del sujeto libre de imponerse su propia En segundo lugar, la otra vía de recuperación
esclavitud, esto es, su propia consideració n de la igualdad pasa por el establecimiento de
como propiedad enajenable. El concebir la un pacto social legítimo, esto es, un pacto
libertad como autonomía total implica la no social producto de la «voluntad general». El
dependencia ni sujeción por razones políticas concepto de voluntad general no es la volun-
ni económicas, o lo que es lo mismo, este con- tad de la mayoría, ni el producto de la suma
cepto de libertad tiene como condición previa mecánica de las voluntades individuales. La
de posibilidad la igualdad, pues si no hay «voluntad de todos» puede ser simplemente la
redistribución de bienes y propiedades y suma física de los deseos particulares de los
ausencia de sujeción a instituciones de poder individuos que circunstancialmente se han
político, entonces no hay autonomía alguna: aunado, pero esta unión no implica necesaria-
«Si se indaga en qué consiste precisamente el mente atender a los verdaderos intereses de la
bien mayor de todos, que debe ser el fin de colectividad o del Estado. En cambio, la
todo sistema de legislación, se encontrará que «voluntad general» presupone una actitud
se reduce a dos objetos principales, la libertad deliberada de la razón y una firme determina-
y la igualdad. La libertad, porque toda depen- ción de conseguir el bien común; es, pues, una
dencia particular es otro tanto de fuerza que se única voluntad que recoge el compromiso
le quita al cuerpo del Estado; la igualdad, por colectivo de todos los individuos para lograr
que la libertad no puede subsistir sin ella» un bien social igualmente colectivo. Fruto de
Además, es inconcebible para Rousseau qu la voluntad general es el pacto social y la con-
un individuo pueda ser libre, al tiempo qu
otro esté sometido por carecer de los biene siguiente instauración de un nuevo modelo
necesarios para su subsistencia viéndose obli político regido por unas leyes que obligan a
gado a esclavizarse. La libertad, antes que u todos en la medida en que todos son sus crea-
fenómeno individual, es colectivo: sólo se e dores. De esta manera, los sujetos del pacto
libre si todos son libres y, para ello, debe habe renacen como ciudadanos «iguales» en el espa-
igualdad. De modo que tenemos aquí un con cio político que ellos generan mediante el con-
cepto ilustrado de igualdad que es material trato social. Desde un punto de vista
que se vincula con el campo político y el eco simbólico, esta generación del espacio político
nómico desde una óptica universalista. igualitario ha sido estudiada como una manio-
bra iniciática explicable desde categorías
En las críticas que vierte contra su contex antropológicas 2. En efecto, el nuevo espacio
to social y político sitúa como origen del mal político es generado por una fratría, esto es,
(social, político, moral y racional) la desigual por un grupo de sujetos que se tratan mutua-
dad. Las soluciones que propone para instan mente como hermanos, y que, reconociéndose
rar la igualdad son fundamentalmente de dos unos a otros como seres autónomos e iguales,
tipos: en primer lugar, un reparto de bienes Y sellan un pacto de respeto mutuo. La igualdad

' J. J. Rousseau, Del contrato social. Discursos, Cf. C. Amorós, «El nuevo aspecto de la polis», La
Alianza Editorial, Madrid 1980, 57. balsa de la medusa 19-20 (1991) 119-135.
124 / Angeles Jiménez Perona ■ Igualdad 125

aquí se tiñe de fraternidad, pero de fraternidad que se funda el Estado (es decir, una condición
entre varones, pues el contrato nace del apar- de posibilidad del Estado y no un producto de
tamiento de las mujeres y adquiere unidad él); se trata, a su juicio, de un derecho univer-
gracias al autorreconocimiento de los varones sal de todo ser humano en tanto que tal, y del
soberanos frente a las mujeres, que sirven de principio matriz de las otras dos condiciones
elemento de contraste y afirmación de la igual- de posibilidad o principios a priori del Estado,
dad de los iguales. a saber: la igualdad y la autonomía. De modo
que, como vemos, Kant invierte la relación
que había establecido Rousseau entre libertad
3. Una definición formal e igualdad, puesto que para Kant la libertad es
el principio prioritario.
de igualdad
Kant, por su parte, en sus escritos de filo- Por otro lado, la igualdad va a ser definida
sofía política y de la historia, maneja dos con- por Kant como la coacción que el derecho
ceptos de libertad. El primero es similar al ejerce sobre todos los individuos de manera
rousseauniano: se trata del concepto democrá- uniforme a fin de respetar su libertad. Se trata,
tico de libertad según el cual un individuo no pues, del concepto de igualdad ante la ley, un
se somete más que a aquel marco legal de cuya concepto meramente formal y por eso compa-
creación ha sido partícipe. Kant define esta tible con la desigualdad material; un concepto
libertad como «la facultad de no obedecer nin- que impugna la herencia de la posición social
guna ley exterior sino en tanto en cuanto he (no de los bienes materiales) alegando que no
podido darle mi consentimiento» 3. Pero hay, caben privilegios innatos a este respecto y que
sin embargo, una diferencia profunda entre coloca en su lugar la defensa del ascenso en la
Kant y Rousseau, pues el primero maneja tam- escala social gracias al talento, la aplicación o
bién otro concepto de libertad y otro concep- la suerte de cada individuo 5. Esta definición
to distinto de igualdad. En efecto, junto al jurídica y formal de la igualdad es también
concepto democrático de libertad convive en universalista, aunque como veremos sólo en
la obra de Kant un concepto liberal de liber- principio.
tad, un concepto individualista de libertad
según el cual la libertad se entiende negativa-
mente como la capacidad de acción que tiene 4. Igualdad, universalidad
un individuo siempre y cuando no interfiera y exclusión
en la capacidad de acción de otro 4 . Este últi- La diferencia de planteamiento entre Kant
mo concepto de libertad, también llamada y Rousseau (el formalismo que uno defiende y
libertad negativa o libertad sin constreñimien- el otro no) no les impide a ambos quebrar el
to, es la que invoca continuamente cuando se universalismo del que hacen gala, pues ya se
refiere al derecho como fuente de la vida polí- trate de una igualdad puramente formal o ya
tica. Por otro lado, considera Kant que la se trate de la igualdad más radical rousseaunia-
libertad es uno de los principios a priori en los na, en ambos casos va a ser restringida. El pa-
radigma igualitarista que defiende el pensa-
' I. Kant, La paz perpetua, Tecnos, Madrid 1985, 16. miento del siglo XVIII es al mismo tiempo
Cf. I. Kant, «En torno al tópico: "Tal vez eso sea
correcto en teoría, pero no sirve para la práctica", en
Teoría y práctica, Tecnos, Madrid 1986, 27. Cf. I. Kant, «En torno al tópico...», 29-30.
Igualdad / 127
126 / Angeles Jiménez Perona

su ámbito de referencia a las mujeres y, por


universalista y excluyente. Esta paradoja se otro, también deja fuera a los varones no pro-
explica porque el universalismo es preciso pietarios. Recordemos, en efecto, que Kant
para quebrar los privilegios articuladores del opera con un concepto puramente formal de
Antiguo Régimen, pero no hay un interés de
igualdad que no requiere el reparto equitativo
crear un nuevo espacio político en el que, efec-
tivamente, todos los miembros de la sociedad de bienes y propiedades ni siquiera entre los
varones 7.
sean tratados por igual. Así, pues, desaparecen
los privilegios de sangre, pero se reconstruyen En todo caso, conviene hacer notar que el
nuevos privilegios. procedimiento por el que se excluye a las
En el caso de Rousseau, la igualdad en- mujeres de un paradigma pretendidamente
cuentra su límite en el privilegio sexual. En el universalista de igualdad no pasa por funda-
Emilio muestra Rousseau su ideal de ciudada- mentar dicha exclusión en una animalización
no, esto es, su modelo de poblador del nuevo del colectivo excluido. Como dirá Kant, las
espacio político producto del contrato social, mujeres forman parte del género humano,
y en el capítulo V de este libro presenta a pero son «otra clase de hombres»; poseen
Sofía, el modelo de compañera del ciudadano. razón, pero no deben usarla igual que los
El juicio sobre Sofía no puede ser más claro: varones, ni desarrollarla en la misma direc-
ella no es ciudadana, a causa de una «manifies- ción. Esto significa que no quedan reducidas a
ta» inferioridad natural que le impide instruir- la mera animalidad, pero tampoco adquieren
se para desarrollar las tareas características de el reconocimiento del estatuto pleno de suje-
lo que a partir de este momento será el nuevo tos. Su función social se desarrolla en el espa-
espacio público y político. Las mujeres, cio privado doméstico como reproductoras
advierte Rousseau, no están capacitadas para físicas y simbólicas de los ciudadanos. Son las
reproductoras de aquellos que son iguales, sin
"la búsqueda de verdades abstractas y especulati- serlo ellas mismas.
vas (...). Todas las reflexiones de las mujeres deben
tender, en lo que no atañe de modo inmediato a Aunque este fue el pensamiento predomi-
sus deberes, al estudio de los hombres o a los nante desde el siglo XVIII, en esta misma épo-
conocimientos agradables que sólo tienen el gusto ca encontramos también otro concepto de
por el objeto; porque, en lo tocante a las obras de igualdad, asimismo ilustrado, más coherente
genio, éstas superan su capacidad (...). La mujer, con el principio de universalidad. Las obras de
que es débil y que no ve nada fuera de sí misma, Condorcet y Olympe de Gouges constituyen
aprecia y juzga los móviles que puede poner en un buen ejemplo de reflexión sobre un con-
práctica para suplir su debilidad, y esos móviles cepto de igualdad no excluyente. Se trata de
son las pasiones del hombre» 6 una idea de igualdad que hunde sus raíces en
Kant es fiel seguidor de Rousseau a este el cartesianismo, y cuyo antecedente histórico
respecto, aunque a decir verdad su concepto de para el feminismo se encuentra en las obras de
igualdad es más restringido que el rousseau- Poulain de la Barre. Estamos ante una igual-
niano, puesto que, por un lado, deja fuera de dad ontológica que toma pie en el dualismo
cartesiano mente-cuerpo, y en la tesis igual-
mente cartesiana de que el espíritu o la mente

6 J. J. Rousseau, Emilio, o De la educación, Alianza Cf. I. Kant, «En torno al tópico...», 34.
Editorial, Madrid 1990, 525.
128 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 129

no tiene sexo. Si a ello unimos la idea de que el templa la necesidad de que el nuevo orden
rasgo distintivo de la especie es la razón, político desarrolle medidas de intervención
entonces las diferencias corporales no son más para paliar las desigualdades sociales debidas
que diferencias recíprocas (tan diferente es una al desequilibrado reparto de la riqueza, así
mujer de un varón como un varón de una como las desigualdades de instrucción 9. Y
mujer) irrelevantes para cuestiones políticas de estas medidas de intervención, por supuesto,
derechos. En este contexto de pensamiento se afectarían también a las mujeres. Condorcet,
refuerza la idea de la igualdad como idea pues, opera con un concepto de igualdad uni-
construida y de carácter político que toma pie versalista y material cuyo campo de aplicación
en un iusnaturalismo. Un ejemplo de igualdad es fundamentalmente el espacio público. Ese
iusnaturalista lo encontramos en el siguiente mismo concepto de igualdad extendido al
texto de Condorcet: «Queremos una constitu- ámbito privado-doméstico es desarrollado por
ción cuyos principios estén únicamente funda- O. de Gouges en el apéndice que sobre el
dos en los derechos naturales del hombre, matrimonio incluye en su Declaración de los
anteriores a las instituciones sociales. A estos derechos de la mujer y de la ciudadana'''.
derechos los llamamos "naturales" porque
derivan de la naturaleza del hombre; o sea que, El modelo de igualdad que se instauró en
a partir del momento en que existe un ser sen- occidente siguió, en lo esencial, las pautas
sible capaz de razonar y de tener ideas mora- marcadas por la reflexión kantiana. Sin embar-
les, resulta, por una consecuencia evidente, go, en el siglo XIX hubo dos grandes intentos
necesaria, que debe gozar de estos derechos», de romper los filtros de exclusión. El marxis-
y como las mujeres tienen estas cualidades, en mo vino a impugnar el filtro económico de
consecuencia «deben, pues, tener absoluta- exclusión de la igualdad, recuperando de este
mente los mismos (derechos) y, sin embargo, modo algo del espíritu rousseauniano. Sin
jamás en ninguna constitución llamada libre embargo, quedaba pendiente el filtro de exclu-
ejercieron las mujeres el derecho de ciudada- sión en razón de género. El movimiento sufra-
nos» 8. Nos encontramos, por tanto, ante la gista, que se desarrolló en el mismo período
idea de una igualdad natural que arranca de un histórico que el marxismo, tomando la cues-
rasgo ontológico común a todos los miembros tión del voto de las mujeres como bandera y
de la especie, idea esta que sirve de fundamen- utilizando argumentos similares a los del femi-
to para un concepto político de igualdad que nismo ilustrado, impulsó una reivindicación
no conoce exclusión en lo que atañe al disfrute política de igualdad de mayor calado. A pesar
de derechos. Un concepto de igualdad que no de las acusaciones que ciertas corrientes del
es puramente formal, dado que, además de marxismo les hicieron de feminismo burgués y
reclamar para las mujeres el derecho a la ciu- liberal, el concepto de igualdad con el que
dadanía política, esto es, a la posibilidad de operaban no era estrictamente formal. Prueba
elegir o ser elegidas para cargos políticos, con- de ello es la importancia que otorgaban a la

Condorcet, «Cartas de un burgués de Newhaven a 9 Cf. Condorcet, Bosquejo de un cuadro histórico de los
un ciudadano de Virginia»: Condorcet, de Gouges, de progresos del espíritu humano, Editora Nacional, Madrid
Lambert y otros, en A. H. Puleo (ed.), La Ilustración 1980, 230. Sobre una instrucción igualitaria, cf. Condorcet,
olvidada, Anthropos, Barcelona 1993, 94-95. También Escritos pedagógicos, Espasa Calpe, Madrid 1922.
«Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudada- 10 En A. H. Puleo (ed.), La Ilustración olvidada, 153
nía», Ibíd., 101. y ss.
130 / Angeles Jiménez Perona ■ Igualdad / 131

necesidad de una misma educación para com- mediatamente a través de la lucha de clases, lo
pensar las lagunas que deja la pura igualdad cual, como es obvio, no excluye para el femi-
formal y jurídica de oportunidades. nismo contemporáneo la necesidad de realizar
análisis interactivos en los que se tengan en
Sin embargo, la gran diferencia en el con- cuenta las discriminaciones que también por
cepto de igualdad con respecto a las mujeres clase sufren las mujeres, así como las que
manejado por las sufragistas y por el marxis- sufren por raza, religión u opción sexual. Así,
mo del XIX radica en la causa de la desigual- pues, el feminismo contemporáneo que persi-
dad para cada una de las dos líneas de gue una igualdad sin filtros de exclusión no es
pensamiento. Mientras que para las sufragistas n ecesariamente liberal y formalista (aunque
la causa de la desigualdad estaba en lo que haya grupos que sí lo sean), sino que, al igual
actualmente denominamos estructura de que el feminismo del período ilustrado (aun-
dominación patriarcal, la cual se había sobre- q ue con un talante más crítico), reivindica una
puesto a la diferencia sexual biológica, en el igualdad tanto formal como material, y ello en
marxismo (Engels sería un buen ejemplo) la todos los aspectos que conforman las relacio-
causa de la desigualdad alude a la estructura- nes humanas.
ción social y económica del modo de produc-
ción capitalista " (ver artículo Feminismos).
Esta diferencia de origen entre el movi- 5. Igualdad y semejanza
miento sufragista y el marxismo se ha mante- En todos los casos vistos se trata de un
nido a lo largo de las difíciles y tormentosas concepto de igualdad obviamente relacional,
relaciones entre feminismo y marxismo ", comparativo, rasgo que ya poseía el concepto
pues mientras el segundo, por regla general, ha en sus orígenes, como por ejemplo se ve en el
demandado el apoyo de las mujeres para la siguiente texto de Aristóteles: «Los unos se
consecución de la igualdad de clase, argumen- sublevan por aspirar a la igualdad si creen que,
tando que la igualdad sexual acontecería auto- siendo iguales, tienen menos que otros que
máticamente tras el logro de la igualdad de tienen más que ellos; los otros, por aspirar a la
clase, el primero ha acabado dando la razón en desigualdad y a la supremacía, si creen que,
cierto modo al movimiento sufragista en su siendo desiguales, no tienen más, sino igual o
idea, no explícita, sobre la necesidad de luchar menos (estas aspiraciones pueden ser justas o
por una igualdad específica para las mujeres. in justas). Los inferiores se sublevan para ser
Para alcanzar la igualdad entre los sexos iguales, y los iguales para ser superiores» ". El
hay que luchar por ella inmediatamente, y no texto de Aristóteles nos interesa en la medida
en que ejemplifica perfectamente el problema
" Cf. los trabajos de Ana de Miguel, en C. Amorós que aquí nos ocupa. En el texto es evidente
(coord.), Actas del seminario Historia de la teoría femi- que se refiere a la igualdad económica como
nista, Instituto de Investigaciones Feministas, Univer-
sidad Complutense, Madrid 1994. aspiración de los que se consideran iguales en
12 Cf. H. I. Hartmann, «Un matrimonio mal avenido: algún sentido a serlo en todos los sentidos:
hacia una unión más progresiva entre marxismo y femi- porque todos son iguales en lo que hace a su
nismo», Zona Abierta 24 (1980) 85-113; B.Weinbaum, El
curioso noviazgo entre feminismo y socialismo, Siglo XXI,
Madrid 1984; C. Amorós, Hacia una crítica de la razón
patriarcal, Anthropos, Barcelona 1985, especialmente la '3 Aristóteles, Política, Centro de Estudios Constitu-
parte III. cionales, Madrid 1983, 1302 a, 24-30.
132 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 133

situación de ciudadanos, quieren serlo también epistemológico lo semejante conoce a lo seme-


en lo que hace, por ejemplo, al patrimonio. jante. En efecto, el plano intelectual supremo,
Dicho de otra manera, si alguien es griego, que es no-sensible, sólo puede ser captado por
varón y libre, entonces es ciudadano igual a unas facultades cognoscitivas de naturaleza
los demás griegos, varones y libres. Y esta igualmente no sensible, mientras que los estra-
igualdad que relaciona a unos ciudadanos con tos más bajos de la realidad, la realidad sensi-
otros se refiere a algo concreto, precisamente ble, están también al alcance de aquellas partes
al hecho de que todos son ciudadanos y, en del alma que están asimismo contaminadas por
consecuencia, todos pueden participar en la lo sensible. Por esto los animales pueden ver y
vida judicial y deliberativa de la polis. Y este es oler la realidad, pero no examinarla intelec-
el punto de partida para reivindicar la igual- tualmente. El animal, pues, es lo absolutamen-
dad también en lo que hace al patrimonio. Los te desemejante frente al ser humano. El ani-
que se consideran iguales comparan sus situa- mal, en efecto, se caracteriza por carecer de
ciones con aquellos a los que consideran igua- logos (en el doble sentido de razón y de pala-
les, más exactamente, con aquellos con los que bra). Pero dentro de los seres humanos o, al
se quieren considerar iguales. La igualdad, menos, dentro de aquellos seres con figura
pues, aparece aquí como «igualdad a», en la a ntropomórfica, hay un conjunto que está
medida en que los que quieren acceder al para- también privado de logos, no en el sentido de
digma de la igualdad quieren ser semejantes en ser animales, pero sí que son como los anima-
todos los aspectos (por serlo ya en alguno) al les en cuanto que están privados de aquella
grupo que actúa como elemento de referencia. característica que hace a los seres humanos
Hay, pues, un proceso de identificación con seres humanos. Como es evidente, nos esta-
ese grupo que actúa como punto de referencia. mos refiriendo a los esclavos, seres ontológica-
Este aspecto del concepto de igualdad que mente desemejantes y, en consecuencia, políti-
hace de ella una «igualdad a» es característico camente desiguales. Como explica H. Arendt ",
del mundo antiguo; también lo es entenderla en el mundo griego hay dos esferas radical-
como isonomía (igualdad en lo que hace a las m ente separadas: de un lado, el ámbito de la
leyes) o como isegoría (reciprocidad en la necesidad; de otro lado, el ámbito de la liber-
capacidad de ser interlocutores en el ágora o tad. El primero de ellos es el espacio domésti-
ámbito del logos). Por otro lado, casi con una- co donde tiene lugar la reproducción biológica
nimidad, se tendía a pensar la igualdad como y material de la vida, el segundo es el ámbito
una relación de concordia (homónoia), de de la polis y de sus instituciones. De acuerdo
amistad (philía), por la que lo semejante busca con la ideología profunda del mundo griego,
lo semejante y se aleja de lo no-semejante 14 sólo se posee el estatuto de ser humano en
Con este planteamiento, lo no-semejante que- sentido estricto en el ámbito de la polis. Este es
da totalmente preterido en las relaciones d e el territorio del logos, mientras que el domésti-
igualdad, pues lo igual sólo es pensable entre co es el ámbito de la bia o, lo que es lo mismo,
lo semejante, del mismo modo que en el plano el ámbito de la fuerza o coerción que la necesi-
dad de reproducción de la vida ejerce sobre los

14 Cf. W. K. C. Guthrie, Historia de la filosofía grie- " H. Arendt, La condición humana, Paidós, Barce-
ga, Gredos, Madrid 1988, III, 152 y ss. lona 1993, 43.
134 / Angeles Jiménez Perona Igualdad I 135

habitantes de ese espacio y de la que necesita c onstrucción de un modelo alternativo de


liberarse el ser humano para serlo plenamente, semejanza donde sus propias desemejanzas
esto es, para entrar en el reino de la libertad, quedaran recogidas como diferencias, del mis-
que no es otro que la polis. Esta es la razón mo tipo que las diferencias individuales que
profunda de la existencia de la esclavitud en pudieran existir entre, por ejemplo, Cármides
Grecia y de su defensa por parte de la mayoría y Sócrates, el primero de los cuales destacaba
de pensadores e intelectuales, y no tanto el por su belleza, mientras que el segundo por su
hecho de que la explotación sistemática de fealdad y su sabiduría.
esclavos podía permitir la obtención de ingen-
tes beneficios económicos 16 . En resumen, la
igualdad como relación de semejanza sola- 6. Igualdad y exclusión
mente tiene cabida en el ámbito de la libertad,
mientras que el ámbito de la necesidad es lo Esta breve mención al mundo antiguo nos
absolutamente desemejante. Como se puede ha servido para mostrar cómo la igualdad es
apreciar, en Aristóteles la igualdad es la cara desde sus orígenes un concepto relacional,
de una moneda cuya cruz es el privilegio, dado comparativo; y, al hilo de ello, hemos visto
que es una élite la que disfruta de la igualdad. que esa relación de comparación generaba una
definición de la igualdad como «igualdad a»,
Y junto con los esclavos, configurando el esto es, como concepto que hace referencia a
ámbito de la necesidad, estaban las mujeres. un proceso de asimilación a un modelo previa-
No es de extrañar que algunos representantes mente existente que no es puesto en cuestión
de la Ilustración sofística, en su intento de uni- en lo que tiene de excluyente. Pero también
versalizar el concepto de igualdad, lo desliga- hemos visto despuntar la posibilidad de inte-
ran del concepto de semejanza, al menos en el lección de la igualdad como concepto relacio-
sentido antes aludido de ese concepto. Y así, na l de equivalencia, entendiendo por ello
por ejemplo, en uno de los textos de Antifonte «tener el mismo valor, no ser considerado ni
el sofista 17, donde iguala «por naturaleza» a por debajo ni por encima de otro» ". A este
bárbaros y helenos, se emplea un concepto de respecto, hemos apuntado cómo ciertos secto-
igualdad entendido como una relación de res de la sofística intentaron romper con el
semejanza distinta a la vista hasta ahora. No se modelo excluyente de igualdad por lo que tie-
trata de una identificación con un modelo pre- ne de excluyente, de salvaguarda de privile-
viamente existente, sino de una semejanza gios, esto es, en lo que tiene de igualdad para
recíproca que se establece por encima de y sin y dentro de un grupo determinado.
olvidar las desemejanzas. La igualdad así En realidad, la historia del concepto de
entendida permitiría incluir a esclavos y muje- igualdad es la historia de la lucha por separar-
res, en tanto que son lo desemejante, en el lo del privilegio y doblarlo de universalidad.
ámbito de la igualdad, y gracias no a una iden- El caso de algunos y algunas pensadores y
tificación con el modelo dominante, sino a la pensadoras de la Revolución es, como ya
hemos visto, evidente a este respecto.
16 H. Arendt, o. c., 100.
17 A. Battegazzore y M. Untersteiner, Sofisti. Testi-
monianze e frammenti, La Nuova Italia, Florencia 1967, 18 I. Santa Cruz, «Sobre el concepto de igualdad:
vol IV, B, col. II. algunas observaciones», Isegoría 6 (1992) 147.
136 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 137

Este intento de ensanchar los márgenes de nas Iglesias protestantes (por no hablar del
la igualdad no sólo se ha dado en el campo del catolicismo romano) el que las mujeres puedan
pensamiento o de la lucha política, sino tam- ser pastoras, algo que casa perfectamente con
bién en otros órdenes simbólicos tan decisivos la idea del sacerdocio de todos y todas los ver-
como pueda serlo la religión. A este respecto, daderos y verdaderas creyentes, pero que den-
parece obligado hacer alguna mención a la tro de la teología protestante también fue
Reforma protestante, pues en sus reflexiones limitado mediante la doctrina de la predestina-
teológicas sobre las relaciones entre el ser ción aplicada al papel social que los sujetos
humano y la divinidad se abre paso un concep- deben desarrollar dentro de sus respectivas
to de igualdad más amplio que el defendido co munidades. Y así la igualdad de principio,
hasta entonces por las jerarquías eclesiásticas. pues también las mujeres son verdaderas cre-
Lo decisivo a este respecto es la idea de que la yentes, se quiebra al introducir este género de
comunicación entre Dios y sus criaturas huma- r eflexiones, pues resulta que las mujeres están
nas no necesita mediación alguna, lo cual lleva sujetas a una Beruf (oficio vocacional) que
a la conocida tesis reformista del sacerdocio de define esencialistamente a las mujeres como
todos los verdaderos creyentes. Esta idea, a su esposas idóneas. En el luteranismo, la Beruf
vez, tiene en su trasfondo la tesis luterana de la guarda conexión con una idea de conservación
desigualdad como un mal radical. Ahora bien, de la organización social, y así contribuyó,
la teología reformista no está exenta de ambi- tanto a la formación de un proletariado humil-
güedades a este respecto, pues todo el protes- de y paciente, sin poder de resistencia ante el
tantismo no milenarista sostenía que esa tesis ca pitalismo que comenzaba a imponerse,
sólo era válida con respecto al reino de Dios, y cuanto a la pervivencia del sometimiento de
no en el mundo terrenal. Es cierto que esto las mujeres (un grupo también humilde y
paciente) a los dictados del espacio privado
puede recordar el tópico de que todos somos
doméstico que asimismo surge en estos
iguales porque todos somos hijos de Dios. Sin
momentos en su configuración moderna (ver
embargo, en manos de los reformistas protes-
artículo Ilustración).
tantes esta idea vaga y general adquiere una
interesante concreción, la de la inadmisibilidad Quizá resulte interesante señalar la desau-
de una casta sacerdotal privilegiada. De este torización y represión de la que fueron objeto
modo la Iglesia deja de ser una jerarquía de las sectas protestantes que, frente a las corrien-
administradores de sacramentos de la salvación tes luteranas y calvinistas, consideraron que el
y se convierte en una simple comunidad de camino de salvación no pasaba tanto por el
creyentes, en principio sin desigualdades esen- ascetismo reforzador de desigualdades en este
ciales entre sus miembros. Tal rechazo del cle- mundo, cuanto por la instauración del reino
ricalismo y de la teocracia es reconocido como de Dios (el milenio de Cristo) en la tierra, ins-
una de las raíces de la moderna emancipación tauración esta que implicaría la más radical
del ser humano racional como sujeto autóno- igualdad, al menos en el plano económico 19 .
mo y autoconstituido. La idea de privilegio, Por lo que respecta a la igualdad entre los
pues, pierde terreno ante la idea de igualdad.
Pero también en esta perspectiva la igual-
dad aparece limitada por consideraciones de " E. Bloch, Thomas Münzer, teólogo de la revolu-
género. Todavía hoy causa problemas en algu- ción, Madrid 1968.
138 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 139

sexos en la sectas milenaristas, hay constancia dades, bienes, etc., suelen depender de un cri-
de la participación masiva de mujeres 20. Incluso terio de sangre y de estirpe. Sin embargo,
había movimientos de este tipo integrados casi cuando entra en juego un paradigma de igual-
exclusivamente por mujeres que anunciaban el
milenio de Eva, esto es, la segunda venida de dad, si no se quiere universalizar (que sería lo
Jesucristo al mundo, pero en forma de mujer, o bligado y lo coherente con el mismo concep-
dado que su primera venida para redimir a la to de igualdad), hay que crear criterios de
exclusión de los no-iguales. Y la generación de
especie humana no había tenido el resultado
tales criterios pasa por una esencialización.
buscado por no haber alcanzado todavía a las
mujeres. En estas sectas, Así, en el Mundo Antiguo veíamos que
tanto esclavos como mujeres constituyen la
«las mujeres defendieron la universalización radi-
cal de la subjetividad religiosa, que el protestantis- esfera de lo ontológicamente desemejante, en la
mo oficial había restringido al padre pastor, la medida en que tanto unos como otras poseen
extensión de la autonomía y responsabilidad ple- un alma deficiente con respecto al modelo
nas del sujeto individual y de la hermenéutica humano por excelencia representado por el
bíblicas, esto es, del sacerdorcio a la mujer» ". varón griego y libre. La razón de esa deficien-
cia en el caso de los esclavos tomaba pie, a jui-
cio de Aristóteles, en su carencia de facultad
7. Igualdad, naturaleza, deliberativa; en el caso de las mujeres, la cues-
esencialismo tión es que, aun teniendo esa facultad, en ellas
está desprovista de autoridad para sancionar.
Nótese que, en todos las casos vistos hasta Esto hace que mujeres libres y esclavos y
el momento, aun en los más favorables a la esclavas integren el grupo de los que son man-
igualdad, ésta acaba rompiéndose (salvo en los dados «por naturaleza», según dice Aristó-
planteamientos similares a lo que luego se teles, por su propio interés, frente a aquellos
denominará «feminismo») mediante una ma- que son capaces de prever con su mente y, en
niobra de esencialización del ser de las muje- esta medida, son «por naturaleza» jefes y
res. En los contextos sociales donde el señores de la polis 22.
paradigma de la igualdad no es el predomi-
nante, las normas de reparto de poder, dignj_ En la modernidad, la asociación entre
igualdad y naturaleza es fundamental. En el
caso de Condorcet, O. de Gouges y el iguali-
" Las causas de ello eran de cariz económico: el nue- tarismo feminista de la época, la igualdad tiene
vo orden capitalista que se estaba fraguando en aq uel relación con la naturaleza a través del derecho
entonces había desplazado a muchas mujeres de los traba-
jos extradomésticos que venían desempeñando tradicio- natural, y aquí la naturaleza es un concepto
nalmente, y esto las había dejado en una situación social y positivo que se entiende como fuente de dere-
económica insostenible. Sobre esta cuestión, cf. S, chos carente de prejuicios, incluido el sexista.
Rowbotham, La mujer ignorada por la historia, Debate,
Madrid 1980. También H. R. Trevor-Roper, En estos pensadores y pensadoras, la naturale-
Reforma y cambio social, Argos Vergara, Barcelona 1985,
21 T. J. Padilla, «La Reforma protestante como inicio
del replanteamiento de la situación de la mujer», en c.
22 Aristóteles, Política, 1252 a/b. Sobre estas cuestio-
Amorós (coord.), Actas del seminario permanente nes, cf. S. Mas y A. J. Perona, «Observaciones sobre la
Feminismo e Ilustración, 1988-1992, Instituto de Investi-
gaciones Feministas, Universidad Complutense, Madrid relación entre ciudadanía y patriarcado en Aristóteles»,
en V.V.A.A, Conceptualización de lo femenino en la filo-
1992, 53.
sofía antigua, Siglo XXI, Madrid 1994, 81-89.
140 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 141

za es el origen y fundamento de la plena igual-


dad que debe regir en el espacio político,
social y doméstico. Este mismo concepto
positivo de naturaleza también es utilizado
por Kant y por Rousseau para impugnar los
privilegios aristocráticos e instaurar sus res-
pectivos conceptos de igualdad. Sin embargo,
también hay otros dos sentidos fundamentales
del concepto de naturaleza, un concepto pura-
mente negativo que la asocia a lo animal, a lo
incivilizado, a lo no político, y, por último, un
tercer concepto de naturaleza que va cargado
de tintes teleológicos y que afecta exclusiva-
mente a las mujeres haciendo de ellas seres
intermedios entre lo meramente animal (el
concepto negativo de naturaleza) y lo plena-
mente humano (el concepto de lo político vin-
culado al derecho natural). Este concepto lo
utilizan, por ejemplo, Rousseau y Kant para
asignar a las mujeres el papel social, ya visto
antes, de reproductoras de la ciudadanía, un
papel que no se dobla de visibilidad pública.
De este modo, por seguir con el ejemplo de
Kant, no se afirma de las mujeres que carezcan
de razón por naturaleza, no son asimiladas a
los animales; para Kant, las mujeres forman
parte del género humano con todas sus facul-
tades. En esto hay igualdad ontológica nato.
ral. Sin embargo, esa igualdad queda
disminuida cuando se atiende a la función que
cada sexo cumple y debe cumplir, según Kant,
teniendo en cuenta la teleología natural, que
afecta fundamentalmente a la ética y a la polí-
tica. Así, la exclusión de la igualdad aparece
cuando se atiende a la función que por natura-
leza cumple cada sexo. Para no dejar lugar a la
duda, en su Antropología en sentido pragmáti- Í ,t
co expone Kant cuál fue el fin de la naturaleza
al instituir la feminidad: en primer lugar, la
conservación de la especie, lo cual conlleva
que las mujeres sean dependientes por natura-
leza de la protección masculina, incluso en lo
intelectual y en lo político; en segundo lugar,
142 / Angeles Jiménez Perona ■ Igualdad / 143

para preservar la cultura social y el refina- naturales, motivos que tienen algo de realidad
miento de las costumbres, así como para pre- sólo porque no gozan de esos derechos?» 25.
parar y exhortar a la moralidad, si bien esta
tarea no coincide con la moralidad misma, esto
es, las mujeres no pueden acceder al conoci- 8. Igualdad, universalidad,
miento de los principios morales 23 . O mejor ciudadanía
expresado, aunque la naturaleza las ha dotado Páginas arriba se ha dicho que la igualdad
con la facultad necesaria (la razón) para adqui- se entiende como una relación de equivalencia,
rir cualquier tipo de conocimiento, ellas no en el sentido de que los sujetos tienen el mis-
deben desarrollar ese uso de la razón, pues de mo valor, y precisamente por ello son «igua-
hacerlo irían contra el plan de la naturaleza, les». Ahora es preciso resaltar que equiva-
cuyo fin último es nada menos que instaurar lencia no quiere decir identidad, sino más bien
una paz eterna cosmopolita. De modo que las homologación, juzgar con el mismo baremo o
que él llama «mujeres doctas» (las que desa- medir con el mismo rasero a sujetos diferen-
rrollan la razón) son en realidad monstruos tes. En efecto, no es lo mismo desigualdad que
que se han salido de su papel y que ponen en diferencia. La igualdad admite diferencias, pero
peligro la consecución de la paz eterna 24 . no, como es obvio, desigualdades. Mientras
Este ideológico argumento que apela a la q ue la desigualdad supone discriminación y
naturaleza para fijar una desigualdad dentro privilegio, la diferencia implica desemejanza
de un paradigma igualitarista es reforzado, en recíproca o diversidad entre cosas de una mis-
todas las teorías modernas que excluyen a las ma especie, lo cual permite distinguirlas unas
mujeres, con la idea de la necesidad de u na de otras, sin que ello implique necesariamente
educación diferencial para ellas, una educación discriminaciones ni privilegios de ningún tipo,
adecuada a las funciones que estos pensadores ni ontológicos, ni políticos. Es decir, la dife-
consideran propias del sexo femenino. El rencia puede ser y de hecho ha sido utilizada
ejemplo paradigmático a este respecto es el ya como punto de apoyo para la desigualdad,
citado capítulo V del Emilio de Rousseau. pero esto es algo que carece de fundamento.
Del hecho diferencial de tener uno u otro
Precisamente los y las igualitaristas más sexo, de ser de una u otra raza, de tener más o
radicales impugnan ese esencialismo por falaz, menos fuerza física, etc., no se sigue lógica-
esto es, por colocar como causa natural justifi- mente la necesidad de un trato desigual de los
cadora de la exclusión lo que es efecto de una sujetos así diferenciados.
exclusión histórica. Así lo expresa, por ejem-
Sustentar la desigualdad sobre la diferencia
plo, Condorcet: hace que ésta deje de ser un término recíproco
«¿Es justo, entonces, alegar, para continuar para pasar a ser unívoco. Y así, en vez de reco-
negando a las mujeres .el goce de sus derechos nocer que varones y mujeres son diferentes
entre sí (de forma similar a como los varones
se diferencian unos de otros y las mujeres unas
23 Cf. Antropología en sentido pragmático, Revista de de otras), se pasa a pensar que las mujeres son
Occidente, Madrid 1985, 204-205.
24 Cf. sobre las «mujeres doctas» su juicio sobre
Mme. de Chatelet como un monstruo al que sólo le falta- 25 Condorcet, «Sobre la admisión de las mujeres al
ba una buena barba, en Lo bello y lo sublime, Espasa derecho de ciudadanía», en A. H. Puleo (ed.), La Ilustra-
Calpe, Madrid 1984, 45. ción olvidada, 103.
144 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 145

lo enteramente diferente frente al prototipo de Desde el «feminismo de la igualdad», la


humanidad que está representado por los maniobra patriarcal se puede desmontar, o bien
varones. Esta es la maniobra clásica de todo renunciando a los valores «femeninos» hetero-
patriarcado: convertir lo masculino y los.valo- designados e intentando sumarse a los valores
res asociados a ello en paradigma de lo neutro dominantes haciendo que éstos amplíen mecá-
y lo humano en general (en el lugar de la nicamente su campo referencial, o bien reivin-
igualdad), siendo lo femenino y los valores dicando un concepto de igualdad que recoja
que se asocien a ello lo enteramente otro y cualquier valor concebible como propio de
particular. cualquier individuo de la especie al margen del
El hecho de que desde la modernidad las sexo (y de otras diferencias). Esta segunda
mujeres hayan reivindicado para sí los mismos posibilidad permite, por un lado, no dejar al
derechos que iban consiguiendo los varones ha genérico femenino carente de identidad, sino
creado la confusión teórica entre «igualdad a» que se toma la identidad heterodesignada
como punto de partida irrenunciable para las
e «igualdad entre», de modo que en la toma de
conciencia de este problema desde dentro del demandas igualitaristas, como lugar de arran-
propio feminismo se ha constatado el peligro que para efectuar tantas resignificaciones (tan-
de que las mujeres acabemos fagocitadas por el to en el modelo de «feminidad», como en el de
modelo de ser humano representado por los «masculinidad» y en el de humanidad) como
se consideren necesarias con vistas al logro de
varones, con la consiguiente pérdida de identi-
dad para nosotras. La complejidad del proble- la igualdad recíproca; por otro lado, esta
ma se acentúa si tenemos en cuenta que esa segunda posibilidad permite que la igualdad
identidad es fruto de una heterodesignación reivindicada sea «una igualdad entre», esto es,
patriarcal 26 , pero, por otro lado, esta es la ahuyentar el peligro de asimilación mecánica
al modelo dominante, pues se trata de ir cons-
situación real de las mujeres como colectivo.
Si, como se acaba de mencionar, la estrategia truyendo un modelo alternativo no sesgado
del patriarcado ha sido siempre reducir los desde el sistema de dominación género-sexo.
Lo cual permitiría, tanto que valores definidos
valores humanos a los propios de los varones
típicamente como masculinos fueran adopta-
y, en consecuencia, presentar los valores mas-
culinos como neutros y modélicos (válidos dos por mujeres, cuanto viceversa. Pero para
universalmente), la estrategia clásica de las llevar adelante este modelo teórico desiderati-
mujeres feministas ha sido desmontar tal vo no es suficiente con la buena intención de
la teoría, sino que también es preciso articular
maniobra apelando a la igualdad o, en nuestro
siglo, reivindicando su diferencia como mode- estrategias de poder coherentes. Es decir, la
lo normativo alternativo. La primera opción es igualdad es en gran medida lucha por la igual-
la del «feminismo de la igualdad», la segunda dad, y para luchar hacen falta medios de lucha;
(en la que no entraremos por ser tema de otro dicho directamente: es necesario el ejercicio
del poder por parte de los desiguales y que se
artículo: véase Diferencia) es la del «feminis-
les reconozca tal ejercicio del poder.
mo de la diferencia».
El problema es que las mujeres carecen de
poder por carecer de reconocimiento como
26 Para el concepto de heterodesignación, cf. A. iguales, y viceversa, es decir, hay un círculo
Valcárcel, Sexo y filosofía. Sobre «mujer» y «poder», vicioso que sólo se rompe teniendo en cuenta
Anthropos, Barcelona 1991.
146 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 147

que el poder se dice de muchas maneras y que establece una relación recíproca de equivalencia
la resistencia o la propia toma de conciencia entre individuos que son diferentes.
como desiguales es ya un acto de poder 27. Esta
El problema, entonces, sería cómo organi-
vinculación de la «igualdad entre» con el
zar de forma estructurada una sociedad de
poder añade otro rasgo característico al con-
individuos al mismo tiempo iguales y diferen-
cepto que ahora nos ocupa, la equipotencia.
tes, de forma que tal estructuración no sea de
Esta palabra hay que entenderla referida a una
dominación. A este respecto, J. Freeman 31 ya
«situación ideal en la cual hubiera un tipo de
señaló hace unos años la necesidad de articular
interacción en la cual ambos sujetos, bien sean
individuos o colectivos, fueran afectados sólo la igualdad con ciertas formas de estructura-
ción social, para evitar el peligro de ineficacia
en la misma medida en que pudieran, a su vez,
y de impotencia política, un peligro que siem-
afectar; esta sería una situación ideal de equili-
pre ha acechado a los grupos del movimiento
brio donde, por tanto, nadie prevalecería
feminista en su afán de no reproducir el mode-
sobre nadie, ni nadie podría oprimir a nadie,
lo de estructuración dominante. Así, pues,
puesto que tendría tanta capacidad de afectar
habría que articular la «igualdad entre», o
al otro como de verse afectado» 28. En este sen-
igualdad como reciprocidad con cierta estruc-
tido sólo pueden llamarse iguales quienes tie-
turación jerárquica de la sociedad, sin que ello
nen la misma capacidad de poder. La igualdad
signifique reproducir el modelo de estructura-
así entendida implica también reconocimiento
ción jerárquica dominante. En su texto,
de la capacidad de poder del otro, pues como
Freeman apuntaba a una radicalización de los
ya apuntó Hegel en su dialéctica del amo y el
métodos democráticos: estricto control de la
esclavo, ser algo implica ser reconocido como
tal por el otro. De este modo, la igualdad es autoridad, distribución de la misma entre el
mayor número posible de personas, rotación
un relación recíproca que los individuos se
en el ejercicio del poder atendiendo sólo a la
conceden mutuamente. En este punto, la
capacidad, el interés y la responsabilidad de
igualdad como equipotencia es también igual-
cada individuo, difusión universal de la infor-
dad como equipolencia, esto es, la igualdad
mación y acceso igualitario a los recursos y a
«frente a ése, éste y aquél» 29. Por otra parte, la
las condiciones para su obtención. A todo lo
igualdad «así entendida deja espacio a la indi-
cual habría que añadir que condición de posi-
vidualidad, pues «el espacio de los iguales es el
bilidad de la mencionada radicalización sería
espacio de las diferencias de individuos: tú
que la «igualdad entre» los diferentes indivi-
eres tú y yo soy yo porque somos iguales, y
duos se entendiera también como equifonía, es
porque somos iguales somos diferentes, es decir,
cada cual acota su terreno» 30. La igualdad, pues, decir, como
«la posibilidad de emitir una voz que sea escucha-
da y considerada como portadora de significado y
27 Cf. A. Valcárcel, o. c., 93 y SS. de verdad, y goce, en consecuencia, de credibili-
28 C. Amorós, Mujeres, feminismo y poder, Forum de dad» ".
Política Feminista, Madrid 1989, 7-8.
29 A. Valcárcel, Del miedo a la igualdad, Crítica,
Barcelona 1993, 12.
3° C. Amorós, Mujeres, feminismo y poder, 13. " J. Freeman, La tiranía de la falta de estructuras,
También de la misma autora, «Espacio de los iguales, Forum de Política Feminista, Madrid 1989, 31-49.
espacio de las idénticas. Notas sobre poder y principio de 32 I. Santa Cruz, «Sobre el concepto de igualdad:
individuación», Arbor 503-504 (nov./dic., 1987) 113-127. algunas observaciones», Isegoría 6 (1992) 147.
148 / Angeles Jiménez Perona Igualdad / 149

Esta propuesta sigue a la tradición ilustra- necesidades, intereses y deseos de los indivi-
da feminista en la concepción de la igualdad; duos iguales. En todo caso, este es un tema
la igualdad, aquí, va asociada a la ciudadanía, abierto sobre el que hay que seguir investigan-
entendiendo este término en el sentido más do, pero que quizá tenga como clave el pensar
amplio posible. Habitualmente se suele asociar la igualdad como un modelo general de rela-
ciudadanía con los derechos políticos y, efecti- ción recíproca entre individuos que se recono-
vamente, hay un concepto político-formal de cen mutuamente sus diferencias.
ciudadanía, a saber: el derecho a ejercer el
poder político, bien directamente, o bien indi-
rectamente mediante el voto. Pero hay otras Bibliografía
dos acepciones de la ciudadanía que han de ser Amorós, C. (coord.), Actas del seminario permanente
tenidas en cuenta en el presente contexto: por Feminismo e Ilustración, 1988-1992, Instituto de
un lado, la ciudadanía civil, que evoca las Investigaciones Feministas, Universidad Com-
libertades individuales, tales como el derecho a plutense, Madrid 1992.
la propiedad, el derecho a disponer de sí mis- Amorós, C. (coord.), Actas del seminario. Historia de
mo, la libertad de expresión, etc.; por otro la teoría feminista, Instituto de Investigaciones
lado, no hay que olvidar la dimensión social Feministas, Universidad Complutense, Madrid
de la ciudadanía, referida a derechos sociales 1994.
relacionados con los ideales de participación Amorós, C., «Espacio de los iguales, espacio de las
igualitaria en la vida pública a través del uso de idénticas. Notas sobre poder y principio de indivi-
los bienes y servicios públicos, como hospita- duación», Arbor 503-504 (nov./dic., 1987) 113-
les, parques y, por supuesto, centros de educa- 127.
ción ". Condorcet, de Gouges, de Lamben y otros, en A. H.
El logro de la igualdad entendida como Puleo (ed.), La Ilustración olvidada, Anthropos,
Barcelona 1993.
reciprocidad exige el disfrute pleno y universal
de la ciudadanía en las tres acepciones que aca- Guthrie, W. K. C., Historia de la filosofía griega,
Gredos, Madrid 1988, vol. III.
bamos de señalar. Esta sería su salvaguarda
frente al peligro de reproducir estructuras Kant, I., «En torno al tópico: "Tal vez eso sea correcto
jerárquicas de dominación. Por otro lado, en teoría, pero no sirve para la práctica", en Teoría
y práctica, Tecnos, Madrid 1986.
pensar en una organización social y unos
modos de vida complejos que articularan las Rousseau, J. J., Del contrato social. Discursos, Alianza
relaciones entre ciudadanos y ciudadanas en el Editorial, Madrid 1980.
pleno sentido de la palabra nos obliga a defen- Santa Cruz, I., «Sobre el concepto de igualdad: algunas
der que la igualdad (doblada de salvaguardas observaciones», Isegoría 6 (1992) 145-152.
democráticas y en su convivencia con la inevi- Valcárcel, A., Del miedo a la igualdad, Crítica, Barce-
table estructuración jerárquica) 34 es algo que lona 1993.
se construye continuamente al hilo de las

33 Cf. N. Fraser y L. Gordon, «Contrato versus cari-


dad: una reconsideración de la relación entre ciudadanía
civil y ciudadanía social», Isegoría 6 (1992) 65-82.
34 Cf. A. Valcárcel, Del miedo a la igualdad, 11-12.
Autonomía
Teresa López Pardina

1. Definición y encuadre histórico


del concepto de autonomía
Siguiendo a Ferrater Mora ', podemos defi-
nir autonomía como «el hecho de que una reali-
dad esté regida por una ley propia, distinta de
otras leyes, pero no forzosamente incompatible
con ellas». Esta definición, aplicada a las muje-
res como género, va a expresar lo que en este
capítulo entendemos por la voz autonomía.
No se precisa demasiada perspicacia para
percatarse de que, en relación con nuestra defi-
nición, la autonomía es todavía un estado por
alcanzar para la inmensa mayoría de las muje-
res del siglo XX, si bien desde las primeras
peticiones públicas, a finales del siglo XVIII,
hasta la época actual, se han dado pasos muy
importantes en esta dirección por las mujeres
de cultura occidental.
Nuestro capítulo va a situarse en una pers-
pectiva histórica y va a centrarse en la cultura
occidental para ir señalando los logros que se
han producido hasta llegar a la descripción del
estado actual de la cuestión.
Aunque desde la antigüedad clásica hubo
en la historia de nuestra cultura peticiones

1 Diccionario de filosofía, I, Sudamericana, Buenos


iiii Aires 1965, 161.
Autonomía / 153
152 / Teresa López Pardina

más o menos explícitas de autonomía para las cionario antes de ser proscrito y encarcelado,
mujeres, siempre fueron autores aislados quie- intentó implantar leyes que mejorasen la situa-
nes las hicieron, o movimientos culturales que ción de las mujeres 2 . Poniendo en juego la
no tuvieron continuidad. Ya en la modernidad, noción de derecho natural, redactó en 1790 una
el cartesiano Poulain de la Barre, apoyado en la propuesta de extensión del derecho de ciuda-
concepción racionalista de los seres humanos, danía a las mujeres, incluyendo el reconoci-
según la cual la razón es lo que les define, y la miento de su capacidad para ejercer funciones
razón no tiene sexo, se pregunta por qué a las públicas. La aptitud para la ciudadanía es un
mujeres se les excluye de tantas actividades y derecho que se sigue de que las mujeres, al
puestos de poder. Y hace una reivindicación igual que los hombres, «son seres sensibles sus-
exhaustiva de libertad y autonomía para ellas ceptibles de adquirir ideas morales y de razo-
que hoy todavía, tres siglos después, no hemos nar con esas ideas» 3. Y la capacidad para ejer-
logrado hacer realidad. Pero Poulain de la cer funciones públicas obedece a las mismas
Barre es un filósofo que escribe en solitario. razones. Sale al paso Condorcet de algunas
Habremos de esperar a la Revolución francesa objeciones que se podrían hacer a este segundo
para ver aparecer reivindicaciones de autono- derecho que defiende: que las mujeres no tie-
mía formuladas como una exigencia social y nen el sentido de la justicia, a lo que responde
política. que es la educación la causa de esa diferencia;
que las mujeres se hallan en dependencia de sus
Los ilustrados que reivindican autonomía
maridos, a lo que responde que jamás una
para las mujeres lo hacen pidiendo la igualdad
injusticia puede ser motivo para cometer otra;
de derechos con los hombres y se fundamentan
que ejercerían una influencia temible sobre los
teóricamente en dos presupuestos: primero, la
hombres, a lo que responde que esta influencia
concepción iusnaturalista del derecho, que pro-
cede de Grocio, y, segundo, la afirmación de la es mucho más temible en el secreto que en la
filosofía de la Ilustración, según la cual todos discusión pública; que las funciones públicas
los seres humanos son iguales por naturaleza. las apartarían de las tareas que la naturaleza
parece haberles reservado, a lo que responde
que ello no es razón para negar un derecho,
que ello no puede ser fundamento de una
2. Las primeras peticiones públicas exclusión legal. Además, piensa que los varo-
de autonomía: Revolución francesa nes no pueden representar a las mujeres, pues
e Ilustración sus intereses son distintos, como lo prueba el
Las primeras peticiones de autonomía sur- hecho de que han elaborado leyes opresivas y
gen de la pluma de unos pocos ilustrados y de
algunas mujeres, cuyo papel en el proceso 'Cf. A. Jiménez Perona, «Las conceptualizaciones de
revolucionario, al igual que el de las que parti- la ciudadanía y la polémica en torno a la admisión de las
ciparon a través de la acción, la historia acadé- mujeres en las asambleas», en C. Amorós (coord.), Actas
del seminario permanente, Feminismo e Ilustración, 1988-
mica ha tendido a silenciar. Uno de los prime- 1992, Instituto de Investigaciones Feministas. Univer-
ros y principales defensores de los derechos d e sidad Complutense, Madrid 1992.
las mujeres fue el marqués de Condorcet. Condorcet, «Sobre la admisión de las mujeres en el
derecho de ciudadanía»: Condorcet, de Gouges, de
Desde su posición de hombre público, que Lamben, en A. Puleo (ed.), La Ilustración olvidada,
detentó diversos cargos en el período revolu- Anthropos, Barcelona 1993, 101.
154 / Teresa López Pardina Autonomía / 155

discriminatorias contra ellas 4. Convencido de de que la mujer conserve su autoridad en el


que la razón de la desigualdad y de la discrimi- matrimonio, ya que éste es un contrato, esto es,
nación entre los sexos estaba en la inferior edu- una convención entre personas de igual condi-
cación que recibía la mujer, elaboró un proyec- ción. El abate Mallet, autor del artículo Mujer
to de instrucción pública igualitaria. Como según la antropología, denuncia como prejui-
ilustrado, piensa que la educación hace más cios tanto la concepción médica de la mujer
libre al ser humano y, así, afirma la necesidad como un hombre que no ha llegado a término
de que sea universal e igual para ambos sexos; —sostenida por los anatomistas de la época—
las mujeres tienen derecho a una instrucción como la superior valoración de la excelencia de
plena porque tienen por naturaleza los mismos los hombres, producto de «las costumbres de
derechos que los varones. La desigualdad entre los pueblos antiguos, los sistemas políticos y
el hombre y la mujer que se observa en las las religiones» 5.
sociedades no es consecuencia de una diferen- D'Alembert polemiza con Rousseau y le
cia natural, sino del prejuicio y de la imperfec- señala que todas las diferencias en inferioridad
ción de las instituciones sociales. Con ello sale que encuentra en la mujer no son sino el pro-
al paso del típico argumento según el cual a las ducto de una educación «funesta, yo diría casi
mujeres no habría que otorgarles determinados homicida, que les prescribimos, sin permitirles
derechos o libertades porque no estarían capa- tener otra», y propone para las mujeres una
citadas para hacer uso de ellas. Si no están educación «viril», esto es, igual a la que se
capacitadas, argumenta Condorcet, no es por- imparte a los hombres, la cual les permitirá
que sean inferiores por naturaleza, sino porque crear obras de genio lo mismo que a ellos y
no han recibido la misma educación que los posibilitará el que el amor entre los dos sexos
hombres. Lo que Condorcet reivindica es la llegue a ser «como la amistad más dulce y ver-
igualdad entre los sexos, primer paso hacia la dadera» 6.
autonomía, pues mientras hay desigualdad hay
jerarquía, y en la jerarquía entre los sexos siem- Los Cuadernos de quejas y reclamaciones,
pre estuvo la mujer en el estrato inferior. redactados por mujeres para ser llevados a la
reunión de los Estados Generales convocada
Algunos colaboradores de la Enciclopedia, por Luis XVI (1789), son otro exponente de la
y el propio d'Alembert —codirector de la obra necesidad de autonomía sentida entonces por
junto con Diderot—, comparten las mismas ellas. Especialmente los redactados por bur-
ideas. Así, el caballero de Jaucourt, autor de la guesas ilustradas se apoyan en la idea de igual-
voz Mujer según el derecho natural, basándose, dad al pedir que las leyes sean uniformes para
como Condorcet, en el iusnaturalismo del uno y otro sexo, la educación la misma, la
XVII y distinguiendo escrupulosamente lo que representación política directa y no por procu-
procede de las leyes positivas de lo que corres- ración, los derechos de herencia iguales para
ponde al derecho natural, afirma que la autori- varones y mujeres, el divorcio legal, pues lo
dad que el marido posee sobre la mujer no es entienden como una manera de devolver la dig-
un derecho originario y defiende la posibilidad nidad al matrimonio, dados los abusos de auto-

Reproducido en o. c., 41.


4Condorcet, «Cartas de un burgués de Newhaven a Ambas citas de «Carta de d'Alembert a J. J. Rous-
un ciudadano de Virginia» (1787), reproducido en o. c., 95. seau», en Condorcet, o. c., 74 y 76.
156 / Teresa López Pardina Autonomía / 157

ridad de los maridos y el doble código con res- de mujeres, entre los cuales cabe destacar la
pecto al adulterio. «Sociedad de ciudadanas republicanas revolu-
Théroigne de Méricourt defiende el dere- cionarias», con Claire Lacombe al frente.
cho de las mujeres a formar parte del ejército, También los clubes femeninos fueron cerrados
y ella misma participa activamente como ama- en 1793.
zona en las jornadas de octubre que trajeron a Si bien todas las reclamaciones de autono-
Luis XVI y a su familia de Versalles a París. Su mía que se hicieron durante la Revolución esta-
argumento es que armarse las mujeres es un ban inspiradas en principios ilustrados, no
derecho con cuyo ejercicio demostrarán a los todas las ideas ilustradas eran emancipatorias
hombres que no son inferiores a ellos «ni en para las mujeres. Como se ha señalado ', el dis-
virtudes, ni en coraje», que es razonable prepa- curso de la Ilustración es ambiguo también
rarse para defender sus derechos y que también para el feminismo. Junto al principio de igual-
las mujeres son merecedoras de la corona cívi- dad, y los ideales emancipatorios que propicia,
ca y del honor de morir por una libertad que hay en la Ilustración francesa una corriente de
seguramente aprecian más que ellos porque la pensamiento materialista y determinista que
tienen en menor grado. interpreta la naturaleza en términos de ley, la
Las reivindicaciones feministas revolucio- vida psíquica como efecto de lo fisiológico y la
narias culminan en la Declaración de los dere- diferencia sexual como una diferencia de natu-
chos de la mujer y de la ciudadana de Olympe raleza biológica que predetermina el destino de
de Gouges (1791). El texto, paralelo a la unos y otras como individuos. En Diderot,
Declaración de los derechos del hombre, y con director de la Enciclopedia, encontramos esta
el mismo número de artículos, denuncia la falsa ambigüedad del discurso ilustrado con respec-
universalidad de ésta al usar el término hombre to a las mujeres. Por una parte, compadece a las
con el significado real de varón y, al mismo mujeres por el estado en que se encuentran de
tiempo, proclama explícitamente los mismos sometimiento a los prejuicios y explica su infe-
derechos para la mujer fundándose en el prin- rioridad con respecto a los hombres por razo-
cipio de igualdad natural de todos los seres nes de cultura, como lo son el peso de la tradi-
humanos. Así, por ejemplo, el artículo X, de ción, la religión y la educación que reciben.
redacción paralela a su homónimo de la Piensa, en consecuencia, que hay que cambiar
las leyes para terminar con esta situación de
Declaración de los derechos del hombre, inser-
ta en su parte central: «La mujer tiene el dere- desigualdad. Pero, por otro lado, aporta una
cho de subir al cadalso; debe tener también explicación fisiológica a la diferencia de carac-
igualmente el de subir a la tribuna». Tal pro- teres masculino y femenino, su teoría del cuer-
yecto de leyes igualitarias nunca fue puesto en po humano, según la cual las mujeres son orga-
vigor, pero Olympe de Gouges fue guillotina- nismos en los que el corazón predomina sobre
el cerebro y en ellas el útero no es solamente un
da en 1793.
órgano de reproducción, sino que determina
Estos años de la Revolución constituyen el
primer momento histórico en que las propias
mujeres hacen la defensa de sus derechos, y la
hacen también, además de por los cauces indi- ' C. Amorós, «El feminismo: senda no transitada de
a Ilustración», Isegoría, n. 1 (mayo 1990) 139-150, y
cados, a través de los clubes políticos mixtos y Condorcet, en o. c.
158 / Teresa López Pardina Autonomía / 159

también la actividad del cerebro y afecta a la En el período inmediatamente posterior a


personalidad 8. la Revolución sigue la controversia entre estas
dos tendencias heredadas de la Ilustración 9. La
De modo que, en la Revolución, surgen polémica se sucede en los términos• reclusión
dos discursos opuestos con respecto a la mujer, de las mujeres al espacio de lo privado, a la
apoyados ambos en la noción de estado de familia, y consiguiente negación de su autono-
naturaleza: un discurso culturalista que, conti- mía; reivindicación de la autonomía desde
nuando en la línea del racionalismo del XVII, planteamientos igualitaristas. Los defensores
toma la naturaleza humana en el sentido de de la primera postura se apoyan en Rousseau y
naturaleza racional y afirma la igualdad entre en las teorías biologicistas; los defensores de la
los sexos; y un discurso cientificista, biologí_ segunda se apoyan en el concepto de igualdad
cista, que, sobre la base de una antropología de todos los seres humanos. Entre los primeros
materialista y monista, ve en la diferencia
sexual la clave de la desigualdad entre hombres se dan posturas tan claramente regresivas como
la de Sylvain Maréchal, quien publicó en 1801
y mujeres. El pensamiento socio-político de un Proyecto de ley que prohíba aprender a leer
Rousseau reforzará, desde su propia vertiente, a las mujeres, en el que se alega que sería
este último discurso. Y asignará a la mujer el inconveniente para ambos sexos el que las
espacio privado de la familia, en cuyo seno mujeres sepan leer, porque justamente les asig-
tiene como la más alta función la de educadora na el lugar privado que Rousseau había desti-
de los hijos. Ella no es ciudadana, sino sola- nado a Sofía. En la misma línea, pero apoyán-
mente la guardiana del espacio de lo privado; dose en un determinismo cientificista, están las
está sometida al varón, su esposo, que es el ver- teorías de los médicos-filósofos de la época,
dadero mediador, como cabeza de familia, como Cabanis, Moreau de la Sarthe y Virey.
entre el ámbito de lo privado y el de lo públi- Señala Fraisse 1° que éstos tratan de eludir la
co. La diferente educación que Rousseau pro-
alternativa dualismo-materialismo y sustituirla
pone en su Emilio para hombres y mujeres por una articulación entre el cuerpo y la fun-
(Emilio y Sofía) responde a sus ideas sobre el ción. Piensan que en la mujer la existencia del
ciudadano y sobre la familia; sobre el ámbito útero y su función de la reproducción condi-
de lo público, en el cual sus teorías políticas ciona todo su ser, tanto en sus aspectos físicos
iban mucho más allá en el sentido de la demo- como morales. Sostienen también la tesis de
cracia que los nacientes Estados burgueses de que su destino de reproductora hace a la mujer
su tiempo, y sobre el ámbito de lo privado, en más débil, no sólo en lo físico, sino también en
el cual no fue ciertamente un innovador, sino lo mental. Tanto Cabanis como Virey rechazan
que se dedicó a reforzar y legitimar el modelo que las mujeres puedan tener la fuerza de la
ascendiente de familia, donde el papel de la razón y les atribuyen solamente la agudeza de
mujer se centra en la maternidad y la educación ingenio antes del periodo de fecundidad. Para
de los hijos, la obediencia al marido y la sinli todos ellos, el cerebro femenino es sexuado.
sión social, y en cuyo seno se apagan todas las
reivindicaciones de autonomía surgidas de lo
ideales igualitarios ilustrados.
9 Cf. A. Puleo, Presentación, en G. Fraisse, Musa de
la razón, Cátedra, Madrid 1992.
'° G. Fraisse, Musa de la razón. Traducción y presen-
Cf. Condorcet, en o. c. tación de Alicia H. Puleo, Cátedra, Madrid 1992.
160 / Teresa López Pardina Autonomía / 161

Pero, ¿qué ocurre cuando una mujer privilegia res, y achaca todas las desigualdades existentes
la actividad cerebral? Según la expresión de a la falta de mejor instrucción. Los hombres
estos autores, «sale» de su sexo, se viriliza. y solamente son superiores en fuerza física; todas
esta expresión significa salir del espacio do- las demás inferioridades de las mujeres, y su
méstico, una auténtica «desviación» del orden estupidez, son debidas a la ignorancia.
natural, pues, como escribe Cabanis: «La natu- Arremete contra Rousseau y sus preceptos
raleza de las cosas y la experiencia prueban para la educación de la mujer y critica el matri-
igualmente que si la debilidad de los músculos monio por la dependencia en que esta institu-
de la mujer le impide ascender al gimnasio y al ción coloca a las mujeres con respecto a los
hipódromo, las cualidades de su mente y el maridos. Reivindica para ellas el derecho de
papel que debe tener en la vida le prohíben ciudadanía y la autonomía con respecto al
quizá aún más imperiosamente ofrecerse en marido afirmando que, de lo contrario, no
espectáculo en el liceo y en el pórtico» ". Lo podrán desempeñar las labores propias de su
que estos autores niegan a las mujeres bajo este estado, que son las de criar y educar a los hijos.
ropaje retórico-culturalista es, evidentemente, Wollstonecraft en este punto piensa, como
el derecho de ciudadanía. Rousseau, que la tarea de criar y educar a los
Los argumentos en favor de la igualdad hijos es la más propia de la mujer; su concep-
son, sin embargo, menos radicales. Por ejem- ción de la autonomía tiene este límite, aunque
plo, Mme. de Staél se queja de lo sensibles que ella no lo expresa en estos términos 12 . Sin
son las mujeres a la opinión pública, pero hace embargo, cree imprescindible para llevar a
una defensa muy tímida de que se las instruya. cabo correctamente tal tarea que las mujeres no
Da la razón al discurso masculino al afirma r dependan de los maridos, ni en los aspectos
que para una mujer es más importante el amor civiles, ni en los económicos, y recomienda
que la celebridad, y está de acuerdo con que, en el caso de no encontrar un marido ade-
Rousseau en excluir a la mujer del ámbito de lo cuado, tengan profesiones que les proporcio-
público. Pide libertad para las mujeres, pero no nen independencia, tales como las de médico,
busca la emancipación colectiva. Constant e abogado, gerente de una granja, etc.
Pipelet pide igual instrucción, argumenta que Aún no mediado el siglo XIX, el feminis-
el estudio puede hacer tan felices a las mujeres mo anglosajón cobra un nuevo impulso con las
como a los hombres y pide para ellas el poder luchas de las sufragistas norteamericanas,
social, pero no el político. Esto es, reconoce seguidas poco después por las inglesas. Las rei-
que son iguales, pero acepta que las mujeres vindicaciones de las primeras toman como
sean excluidas del poder. apoyatura la Biblia: «Todos los hombres y
Más fuertes son los argumentos de la ingle- mujeres son creados iguales (...) están dotados
sa Mary Wollstonecraft, la auténtica seguidora por un creador de ciertos derechos inalienables
de los ideales emancipatorios de la Ilustración entre los que figuran la vida, la libertad y la
en las Islas británicas. Wollstonecraft, como los persecución de la felicidad (...) siempre que
ilustrados más radicales, parte de la afirmación cualquier forma de gobierno destruya estos
de la igualdad natural entre hombres y muje fines, los que sufran por ello tienen el derecho

12 Cf. Vindicación de los derechos de la mujer (1792),


" G. Fraisse, o. c., 102-103. Debate, Madrid 1977.
162 / Teresa López Pardina Autonomía I 163

a negarle su lealtad» (Declaración de Séneca el Parlamento, en el momento en que se estaba


Falls, julio de 1848, redactada por Lucrecia discutiendo la reforma del sufragio, una peti-
Mott y Elizabeth Cady Stanton). Volvemos ción firmada por 1.500 mujeres exigiendo la
con las reivindicaciones de estas mujeres a la inclusión del voto femenino. Empieza así una
reclamación de la igualdad total de derechos larga lucha, jalonada de acciones colectivas
medio siglo después de la Revolución, a una continuas, protagonizada por mujeres de la
denuncia de la situación de las mujeres similar clase media y de ideología liberal. El movi-
a la de entonces: carecen del derecho de voto, miento involucra, junto con la del voto, reivin-
han de someterse a leyes que ellas no han ela- dicaciones económicas tales como la del dere-
borado, se les niegan los derechos más elemen- cho a disponer de sus bienes para las mujeres
tales reconocidos a los hombres más margina- casadas, mejoras en la educación, reformas
dos de la sociedad; si son casadas, carecen de morales en relación con el alcoholismo y la
derechos civiles: no son dueñas ni del salario prostitución —prácticas masculinas que reper-
que ganan, deben obediencia total a sus espo- cutían en la explotación de la mujer—, derecho
sos, quienes pueden privarlas de libertad e a acceder a la vida profesional.
infligirles castigos. Si se divorcian, no tienen la
tutela de los hijos. Si son viudas o solteras, sus Las ideas de J. Stuart Mill, y de su esposa
posibles fortunas están grabadas con impues- Taylor Mill, tuvieron una influencia enorme
en los movimientos sufragistas anglosajones.
tos destinados a un gobierno que no defiend e
sus intereses. Casi todas las profesiones les Desde su filosofía utilitarista liberal, Stuart
están vedadas, y por las que ejercen cobran Mill plantea la autonomía de la mujer basándo-
mucho menos que los varones. No pueden se en los principios de igualdad y libertad, y
recibir educación; en la Iglesia se les excluye de señalando que estos principios no rigen para
todo ministerio; están sometidas a un código ella ". El matrimonio es una institución para-
moral diferente y mucho más exigente que el digmática en cuanto reveladora de la flagrante
de los hombres. Todas estas carencias han de desigualdad y falta de libertad a que se reduce
a la mujer. En La sujeción de la mujer escribe
transformarse en logros tras el reconocimiento
de los derechos correspondientes. Las sufragis- Stuart Mill: «El principio que regula las actua-
tas insisten, sobre todo, en la igualdad en el les relaciones sociales entre los dos sexos
matrimonio, en el derecho al trabajo y a una -subordinación legal de un sexo a otro— es
remuneración igual, y en el derecho a la educa- injusto en sí mismo y es actualmente uno de los
ción y a los cargos públicos. En 1900 ya había principales obstáculos para el progreso de la
sido conseguido el sufragio en cuatro Estados humanidad». Igualdad significa, para Mill, la
de la Federación; en 1920 fue ratificado por aceptación de una naturaleza igual en todos los
todos los Estados de la Unión. individuos humanos, sean hombres o mujeres
-principio ilustrado y empirista que Mill toma
de Hume—. Libertad significa, en primer térmi-
no, libertad individual, posibilidad de elección
3. Aportaciones desde el utilitarismo para los individuos humanos y, en segundo tér-
El sufragismo inglés surge paralelo al nor- mino, libertad social, que surge de la unión de
teamericano, aunque se suele datar su aparición
histórica en el año 1866, cuando el filósofo y
" Véase A. de Miguel, Cómo leer a J. Stuart Mill,
diputado liberal John Stuart Mill presentó ante úcar, Madrid-Gijón 1994.
164 / Teresa López Pardina Autonomía / 165

las libertades individuales. ¿Por qué la mujer taña a los varones; el segundo, un trabajo
está subordinada? ¿Por qué no hay igualdad digno. Stuart Mill piensa, con todo, que el tra-
entre los sexos? Porque es un sentimiento bajo más digno para la mujer es el de ocuparse
arraigado en la sociedad, responde Mill, y se del hogar mientras el marido aporta el susten-
propone luchar con la razón contra la costum- to. La posición de su esposa Harriet es, en este
bre y el prejuicio, como habían hecho los ilus- punto, más radical: reivindica trabajo y sueldo
trados. No vale, sostiene Mill, el argumento para la mujer casada o, al menos, derecho a
«naturalista» que, asimilando naturaleza a cos- poseer una parte de los ingresos de la familia.
tumbre, consiste en sostener que es una cos- No considera que la esfera propia de la mujer
tumbre universal y, como siempre ha sido así, sea solamente el matrimonio y la familia, sino
una derogación de tal costumbre sería antina- que: «para todos los seres humanos la esfera
tural. Precisamente la sujeción de la mujer con- propia es la más ancha y más alta que puedan
siste en impedirle, mediante la ley, la costum- conseguir» 15, para lo cual se requiere completa
bre y la educación, que desarrolle sus propias libertad de elección. Ella reivindicará la igual-
potencialidades individuales, se muestre igual dad en todos los derechos políticos, civiles y
al hombre y sea autónoma. Porque solamente sociales, la participación a la par en la elabora-
si ambos son individuos autónomos, esto es, ción y administración de las leyes, el derecho al G.
libres, puede haber una relación igualitaria, sufragio universal, por supuesto, y una educa-
esto es, justa. La libertad es, para Mill, un prin- ción que posibilite la integración de las mujeres
cipio consagrado en el mundo moderno. A en el mundo de los hombres. z
diferencia de épocas pasadas, en la modernidad ri
ya la sociedad no condiciona a los hombres,
ahora «los hombres son libres para emplear las
facultades y aprovechar las circunstancias 4. Aportaciones
favorables que se les ofrezcan para labrarse la desde el marxismo
suerte que les parezca más deseable» ". Y la La filosofía marxista y su puesta en prácti-
libertad de cada uno, piensa Mill como buen ca a comienzos del siglo XX en la Unión
utilitarista, mejora la del conjunto. Soviética aportan nuevas perspectivas a la
La libertad individual es la base para que lucha feminista por la emancipación y la auto-
nomía. Desde el punto de vista filosófico,
las mujeres decidan, y la igualdad legal en el
contrato matrimonial es la solución para que Engels ofrece una explicación del origen de la
tal institución deje de ser una justificación del opresión de la mujer y su solución teórica. La
dominio de un ser humano sobre otro. LO que subordinación de la mujer al hombre tuvo su
combate Mill es la injusta subordinación de la origen en la lejana Edad del Bronce, cuando,
mujer al hombre en todos los aspectos de la gracias a los nuevos instrumentos de metal, la
vida, y lo que reivindica es su autonomía a tra- agricultura se hizo extensiva y aparecieron la
vés del ejercicio de la libertad y del reconoci- propiedad privada, la esclavitud, el derecho
miento de la igualdad con el hombre. El primer paterno en sustitución del materno y el consi-
paso para la autonomía es una educación pari-

H. Taylor Mill, La emancipación de la mujer, en J.


" J. S. Mill y H. Taylor Mill, Ensayos sobre la igual• s. Mill y H. Taylor Mill, Ensayos sobre la igualdad sexual,
dad sexual, Península, Barcelona 1973, 173. 126.
166 / Teresa López Pardina Autonomía / 167

guiente sometimiento de la mujer al varón; e n mujer libre y autónoma, que responde a una
una palabra, el patriarcado. La igualdad no nueva psicología, opuesta a la de la mujer anti-
podrá restablecerse hasta que los dos sexos gua. A la mujer nueva no le domina el senti-
sean jurídicamente iguales, pero para esto se miento como a la antigua; por el contrario, es
precisa que la mujer acceda en igualdad de con- dueña de sus sentimientos y de sus pasiones,
diciones a la industria pública, lo cual no ha sabe que su vida no se reduce a ellos, y no es
sido posible hasta el surgimiento de la gran tampoco posesiva en el amor. Exige respeto
industria moderna. Así, pues, la suerte de la para su propia libertad sentimental y admite tal
mujer y la del socialismo están estrechamente libertad en los demás. Valora su independencia
emparentadas; cuando se llegue a la sociedad y la aprecia tanto más cuanto sus intereses más
socialista en todo el mundo, ya no será cues- so brepasan los límites de la familia, del hogar y
tión de hombres y mujeres, sino de trabajado- del amor. Plantea exigencias al hombre; quiere
res en pie de igualdad entre ellos. Sin embargo, que se respete su personalidad y pide ser com-
en la realidad las cosas han resultado ser más prendida. Tiene también una actitud nueva
complejas, y la historia ha puesto de manifies- ante el trabajo, lo valora como algo propio y,
to que el origen de la opresión de la mujer no en la medida en que el trabajo le ha permitido
obedece solamente a causas económicas, como emanciparse de la tutela masculina, rompe
pensó Engels. Ya en los primeros años de la ta mbién sus compromisos con la estricta moral
implantación del socialismo en la URSS, las sexual que regía para ella, lo mismo que hace el
primeras feministas socialistas comenzaron a hombre. El rasgo característico de la mujer
tomar conciencia de que la autonomía de las nueva es la afirmación de su individualidad
mujeres no se conseguía solamente con la revo- autónoma, cuyas virtudes no tienen nada que
lución proletaria, entendida en este sentido ver con las de la mujer antigua; son virtudes
reductivamente económico, cuya defensa en- qu e hasta el momento se consideraban patri-
contramos también en otros teóricos como monio del hombre: actividad, firmeza, deci-
Plejanov y Kautski. Así, Alejandra Kollontai sión, dureza, las cuales son engendradas por las
(1872-1952) 16 señala que la abolición de la pro- condiciones de la lucha por la existencia, simi-
piedad privada y la incorporación de la mujer a lares a las del hombre trabajador. Ahora bien,
la producción son factores necesarios, pero no la mujer nueva no es posible sin el hombre
suficientes, para su autonomía. Ha de surgir de nuevo. Kollontai no piensa que las relaciones
esta nueva forma de organización social una entre los sexos hayan de ser producto mecáni-
nueva concepción del hombre, de la mujer y de co de la infraestructura; piensa que es preciso
las relaciones entre los sexos. La conciencia de una voluntad de cambio hacia formas más
independencia y la necesidad de autonomía van libres de relación. En ello se apoya su concep-
abriéndose paso en la mujer con su incorpora- ción del amor libre, consistente en que hombre
ción al trabajo asalariado en las últimas fases y mujer ejercen la libertad de unirse o separar-
del capitalismo, y se afianzarán con el socialis- se sin reclamar derechos de propiedad sobre el
mo dando paso a un nuevo tipo de mujer, la cariño del otro. La unión libre se cimenta sobre
que Kollontai denomina mujer nueva, una el mutuo respeto de la individualidad y la liber-
tad del otro.
16 Ver A. de Miguel, Marxismo y feminismo en Para Kollontai, como para todas las femi-
Kollontai, Instituto de Investigaciones Feminista nistas marxistas posteriores, la lucha por la
Universidad Complutense, Madrid 1993.
168 / Teresa López Pardina Autonomía / 169

emancipación proletaria y la lucha por la eman- Según la filosofía existencial, el ser humano
cipación de la mujer se funden porque la prime- es libertad o, lo que es lo mismo, pura trascen-
ra desencadena la segunda. De modo que las dencia. Es decir, que continuamente está pro-
luchas de sus contemporáneas sufragistas, yectando realizarse a través de los más variados
tachadas de feministas «burguesas», son califi- objetivos. De ahí la afirmación de que el ser
cadas por las socialistas como reivindicación de humano es existencia más que esencia, proyec-
una igualdad solamente formal, el derecho al to de ser más que propiamente ser, siempre ina-
voto, no una igualdad efectiva. En este sentido, cabado, siempre trascendiendo lo que es y, en
es significativo que la reivindicación de sociali- cuanto culmina su proyecto, proyectando nue-
zación del trabajo doméstico y del cuidado y vas metas a través de las cuales seguir realizán-
atención a los niños a través de guarderías fue- dose como libertad. El no ejercer la trascen-
ron las socialistas las primeras en formularlas dencia que como ser humano le corresponde a
en atención a la función social de reproducto- cada cual significa una «caída» en la inmanen-
ras que desempeñan las mujeres (la 1 cia, una degradación de la libertad en factici-
Internacional había acordado la protección dad, un descenso de estatuto ontológico; signi-
legal de la madre). Para el feminismo de inspi- fica acercarse a la quietud de los seres fijos,
ración marxista, siempre la lucha de clases es cosificarse, ser objeto y no sujeto. Cualquier
prioritaria sobre la lucha de sexos. Piensan que ser humano puede elegir no realizarse como
las diferencias que separan a una mujer propie- trascendencia; entonces su caída en la inma-
taria de su asalariada son siempre mayores de nencia es una falta moral en el contexto de la
lo que las puede unir su condición de mujeres ética ontológica existencial. Pero, cuando la
en una sociedad donde dominan los hombres. inmanencia es producida, y no elegida, enton-
En esto, como veremos, la historia ha desmen- ces es frustración y opresión, no falta.
tido al feminismo socialista.
Beauvoir pone de manifiesto que, si bien vivir
en la inmanencia es elegido individualmente
por muchas mujeres, los dispositivos de la
5. El impacto de El segundo sexo sociedad patriarcal las condicionan colectiva-
mente a una situación de opresión que les
de Simone de Beauvoir
impide realizarse como seres libres y trascen-
Tras la pausa del período entre guerras, la dentes —es decir, autónomos—, que las relega a
publicación, en 1949, de El segundo sexo por la la inmanencia.
filósofa existencialista Simone de Beauvoir
relanzará el feminismo de la segunda mitad del Así, pues, la situación de la mujer en este
siglo. El ensayo de Beauvoir constituye un hito mundo masculino, regido por los valores y el
en la historia de la teoría feminista y en el plan- poder de los hombres, es una situación de
teamiento de la autonomía. Partiendo de los degradación ontológica y moral. ¿Cómo ha lle-
presupuestos de la filosofía existencial, gado a ser así? ¿Cómo ha podido producirse tal
Beauvoir analiza la condición de la mujer desde situación? Beauvoir reconoce las diferencias
una perspectiva totalizadora: su diagnóstico es biológicas hombre-mujer, pero señala que no
que la mujer es una existente degradada porque es en el terreno de la biología donde se juega el
las posibilidades de realizarse como el ser tras- destino de los humanos, sino en el ámbito
cendente que es le están cercenadas por la humano, que es un ámbito fundamentalmente
situación de opresión en que se encuentra. histórico y cultural. De modo que, aunque la
170 / Teresa López Pardina Autonomía 171

mujer tenga un cuerpo más débil, más frágil, dad, es una construccián cultural de los hom-
más condicionado a la servidumbre de la espe- bres. Las diferencias hombre-mujer no tienen,
cie que el del hombre, sus posibilidades de pues, origen biológico, ni psicológico, sino que
autonomía individual dependen de la situación su origen es cultural. La feminidad, como la
económica y social. Una sociedad no es una virilidad, es un estereotipo cultural que hay
especie, y si bien en las sociedades animales que aprender o, dicho en lenguaje actual, el
hay una división de funciones hembra-macho género es una construcción cultural sobre el
en relación con la reproducción, en la sociedad sexo. La mujer pasa por la extraña experiencia
humana la especie se realiza como existencia y de sentirse, como individua, sujeto absoluto,
se trasciende hacia el mundo y el porvenir. El con su autonomía y su trascendencia y, sin
sujeto o sujeta no toma conciencia de sí mismo embargo, descubrir en sí la inferioridad al
como cuerpo físico, sino como ser sometido a hacer el aprendizaje del papel que se le otorga
leyes, normas, tabúes; se autoestima en rela- en el mundo; por la extraña experiencia de con-
ción con ciertos valores y busca, a través de siderarse a sí misma como la misma y descu-
ellos, su realización. Investigando si el motivo brirse, sin embargo, como la otra.
de la dependencia pudiese ser psicológico, pasa
a considerar las tesis del psicoanálisis, discipli- Porque, en efecto, es como la otra como
na que, de entrada, le merece respeto por haber aparece la mujer conceptualizada y tratada en
considerado los factores psicológicos como los mitos, como ha sido considerada histórica-
hechos humanos, pero con la que también es mente desde los tiempos más remotos y como
muy crítica y de la cual pone en cuestión algu- es también implícitamente designada en la cul-
nos de los presupuestos fundamentales, tales tura de nuestros días. Asumiendo la idea hege-
como el falocentrismo y la envidia del pene. liana de que las relaciones entre los humanos
Beauvoir argumenta que la niña envidia el son constitutivamente conflictivas, de que el
pene, no por ser pene, sino por la importancia r econocimiento como iguales va precedido de
que se le da en el entorno y porque quienes lo una lucha por dominar al otro, Beauvoir pien-
poseen tienen más poder. Piensa también que el sa —en diálogo y discusión con Engels, cuyo
narcisismo de la mujer es un rasgo de carácter economicismo considera reductivista— que el
inducido por la cultura patriarcal, que comien- origen de la dominación de la mujer por el
za a cultivarse en la niña poniéndole una muñe- varón se remonta a la lejana Edad de los meta-
ca en las manos en la época en que los niños se les, cuando, gracias al progreso técnico que
enorgullecen de su pene. Así, mientras el niño éstos suponen, la agricultura se hace extensiva,
encuentra su alter-ego en el pene, que es parte aparece la propiedad privada y la división del
de su cuerpo, y se busca en él como sujeto trabajo; los varones, físicamente dotados de
autónomo, la niña encuentra su alter-ego en u n más fuerza, se lanzan a expediciones guerreras
objeto, la muñeca, y comienza a aprender que de mayor envergadura, someten a otros como
para agradar hay que hacerse objeto, ser relati- esclavos y relegan a la mujer al hogar y a la
vo, ser-para-otro; este es el primer paso en la reproducción. De modo que el deseo origina-
claudicación de su autonomía que la cultura y rio de toda conciencia humana de dominar al
la sociedad le exigen. Beauvoir recorre todas semejante lo realizan los varones sobre las
las etapas de la vida de la mujer y va mostran- mujeres aprovechando una coyuntura histórica
do cómo el pretendido carácter femenino, con favorable. Y esa es la razón de la dominación,
sus rasgos de sumisión, dependencia y pasivi- una razón ontológica —no sólo económica,
172 / Teresa López Pardina Autonomía / 173

como pensaba Engels— reforzada por unas cir- Pese a que las condiciones sociales e histó-
cunstancias históricas propicias. El varón pone ricas han variado mucho desde que se originó
por encima del valor de la vida la guerra y la la desigualdad, ésta persiste. ¿Cómo puede ser
muerte, y la mujer queda encargada de repro- así? Porque la voluntad de dominación del
ducir la vida. ¿Por qué la mujer no consiguió hombre continúa y porque la lucha colectiva
hacer de la maternidad un trono? Porque no se ha afianzado. Ahora bien, en las socieda-
reproducir la vida no fue reconocido como un des postindustriales occidentales, piensa Beau-
valor. La humanidad otorgó la superioridad, voir, la lucha por la emancipación es posible,
«no al sexo que engendra, sino al que mata». aunque han de cumplirse dos condiciones para
Así, la mujer ha llegado a ser una suerte de sier- que sea eficaz: que las mujeres hayan logrado
va para el varón. Beauvoir parangona las rela- individualmente la independencia económica y
ciones entre los sexos con las de las figuras que la lucha se plantee colectivamente. «El
hegelianas del señor y el siervo. Estas figuras feminismo —declaró— es una forma de vida
representan dos modos de ser, el de la domina- individual y una forma de lucha colectiva».
ción y el de la servidumbre; son también un La influencia del ensayo de Beauvoir, del
paradigma de la desigualdad en el reconoci- que se editaron en lengua inglesa dos millones
miento entre conciencias, una de las «salidas» de ejemplares en los años cincuenta, fue mate-
posibles de la constitutiva conflictividad de los rializándose en las décadas siguientes; en los
humanos. El amo, que se atribuye la humani- Estados Unidos, durante los años sesenta, con
dad como propia, es el mismo; el esclavo, que la obra de B. Friedan, y en todo occidente, en
es heterodesignado desde la posición del amo, la década de los setenta, cuando el feminismo
es el otro. El amo lo es porque ha arriesgado la sale a la calle al mismo tiempo que los movi-
vida en el combate, la ha negado como valor al mientos emancipatorios y contraculturales
poner otros valores por encima de ella; mien- surgidos en torno a mayo del 68.
tras que el esclavo ha temido arriesgar la vida
en el combate, ha temido la muerte, ha preferi-
do la vida a la libertad y ha elegido la esclavi-
1 6. El «problema
tud. Y como resultado de estas actitudes, el
amo es plena conciencia autónoma porque es que no tiene nombre»
reconocido por el siervo, mientras que el escla- La mística de la feminidad de B. Friedan
vo se reconoce como conciencia en la concien- constituye otro jalón importante en la reivindi-
cia libre del amo, a la cual contempla como su cación de la autonomía, especialmente en el
propia esencia, como su ideal; él propiament e mundo anglosajón. Mucho menos radical que
no tiene identidad. Lo mismo la mujer en la Beauvoir, de quien se declara deudora, Friedan,
ideología patriarcal: se reconoce en el varón. desde un planteamiento ideológico liberal, rei-
Lo que ella es lo es siempre con referencia a un vindica para las mujeres la autonomía personal,
varón, que es su padre, esposo, hijo o amante. situándose en una línea de continuidad con sus
Esto es, su identidad le viene concedida en predecesoras de inspiración ilustrada que fue-
cuanto se reconoce como vasalla del hombre, ron las sufragistas norteamericanas e inglesas.
en cuanto se define por su relación con él. Y Analiza Friedan el sentimiento de malestar y
esta relación es siempre asimétrica y de desi- frustración de las mujeres norteamericanas de
gualdad. los años cincuenta, dedicadas por entero al
Autonomía / 175
174 / Teresa López Pardina

hogar y los hijos, que han asumido consciente- conformista, necesitada de apoyo, tímida e
mente esa dedicación como su destino. infantil, rasgos todos cuyo cultivo a través de la
educación y cuyo fomento a través de la ideo-
Las consultas de los psicólogos y las sec- logía dominante impiden a las mujeres llegar a
ciones de cartas de las revistas femeninas están ser seres adultos. En Estados Unidos, la místi-
abarrotadas de casos de mujeres que padecen ca de la feminidad inculcada desde el Estado
los mismos síntomas: la insatisfacción radical, supuso un retroceso en la autonomía de las
la depresión profunda y la frustración, que son mujeres después de la II guerra mundial. ¿Qué
presa del «problema que no tiene nombre». hacer para recuperar la autonomía? La solu-
Las mujeres amas de casa que disponen de todo ción que propone Friedan es: primero, tomar
tipo de artilugios domésticos para realizar su conciencia de la propia situación; segundo,
trabajo, que no tienen agobios económicos organizarse un plan de vida tal que haga com-
para sacar adelante a sus hijos y su hogar, se patible combinar matrimonio, familia y profe-
sienten, sin embargo, vacías, despersonaliza- sión. Para lo cual hay que comenzar: a) por
das, sin identidad. El «problema que no tiene considerar las labores domésticas como lo que
nombre» es provocado justamente por la ideo- son, tareas ineludibles que hay que realizar lo
logía de la feminidad, lo que Friedan denomina más rápidamente posible para ganar tiempo
la «mística de la feminidad», según la cual lo para actividades creativas; b) mirar el matrimo-
femenino sería la esencia de las mujeres, y el nio sin idealizarlo y, junto a esto, llevar a cabo
tipo de vida al que por esencia estarían inclina- un trabajo creador, profesional (Friedan los
das sería el ejercicio de la maternidad y todas hace sinónimos), que ha de ser remunerado y,
las tareas y actividades relacionadas con la preferentemente, fuera del hogar.
reproducción. Se ha criticado a Friedan, con razón, por-
Ahora bien, la existencia del «problema que no pone en cuestión el patriarcado como
que no tiene nombre» era el detonante más sistema de organización social. Su enfoque psi-
claro de la falsedad de tal ideología. A saber: la cológico del problema le lleva a proponer solu-
dedicación profesional a marido, hijos y hogar ciones en el plano individual; su enfoque libe-
no llena la vida de una mujer, que es un ser ral-formal no le permite afrontar problemas
humano y, por tanto, libre; que se quiere autó- como el de que la igualdad de oportunidades
noma como cualquier ser humano y que nece- no basta para alcanzar la igualdad real y menos
sita trascenderse para desarrollarse como tal. la autonomía. Al no cuestionar ni el modelo de
Friedan examina la personalidad de las mujeres familia, ni el modelo de sociedad, no cuestiona
que han asumido esta mística de la feminidad tampoco la ideología-marco que las hace posi-
en función de los estudios de Maslow sobre la bles y permite la coexistencia de la igualdad
relación entre sexualidad y nivel de ego, y formal de oportunidades —en el discurso sobre
muestra que las mujeres más «femeninas» lo que es la mujer y sus posibilidades—, con una
según esta ideología son las que menos se auto- diferencia real en detrimento de la autonomía
estiman, las que tienen un concepto más pobre de la mujer.
de sí mismas, las que más se minusvaloran, las
de personalidad más débil y dependiente. La crítica al patriarcado es uno de los
Friedan es también muy crítica con el psicoa- ingredientes principales en las reivindicaciones
nálisis freudiano por su afirmación de que es de autonomía del llamado neofeminismo de los
parte de la esencia de lo femenino el ser pasiva, años setenta. Beauvoir ya había advertido en El
176 / Teresa López Pardina Autonomía / 177

segundo sexo —y antes J. Stuart Mill— que el si no había militado antes era porque los gru-
matrimonio era peligroso para las mujeres en la pos que luchaban por la liberación de las muje-
sociedad patriarcal y que el modelo de familia res eran reformistas, mientras que el nuevo
debía cambiar. Estas cuestiones se replantean a feminismo es radical.
través de grupos feministas y, por tanto, como
reivindicaciones colectivas, en la década de los
setenta en Europa y en Estados Unidos. Van
unidas a la lucha por la despenalización del 7. Estrategias de lucha
aborto y de los anticonceptivos y a la propues- contra la opresión de género
ta de formas de emparejamiento no heterose- En Estados Unidos, en 1969, Kate Millet
xual. Porque, si bien es cierto que en esta déca- publica su obra más importante: Política
da ya existían los anticonceptivos y el aborto sexual. Situada en una línea que desarrolla
estaba despenalizado en muchos países, pocas algunos de los planteamientos de Beauvoir, de
mujeres hacían uso de estos recursos (en quien Millet se dice continuadora, esta obra
Francia, solamente el 7% de las mujeres usaban expresa las teorías que animan el movimiento
métodos anticonceptivos en 1972, y se había feminista radical 18 en el que milita su autora.
llevado a cabo una verdadera antipropaganda Política sexual es, sobre todo, una denuncia del
de ellos) 17. patriarcado y sus trampas. Millet parte de la
Las mujeres salen a la calle a reivindicar su afirmación de que el sexo tiene una dimensión
autonomía en Europa y en Estados Unidos, política si entendemos por política «el conjun-
denunciando la injusticia de la discriminación to de relaciones y compromisos estructurados
que sufren. Aun en el seno de grupos de de acuerdo con el poder, en virtud de los cua-
izquierda se detectan manipulaciones de poder les un grupo de personas queda bajo el control
por parte de los varones. Es el momento en el de otro grupo» 19. Según esta definición, el sexo
que la lucha por la autonomía reviste la forma es una categoría social impregnada de política,
de lucha contra el patriarcado y en el que se porque las relaciones entre los sexos siempre
separan analíticamente los conceptos de capita- han sido y aún son relaciones de poder sancio-
lismo y patriarcado y sus referentes reales. Es nadas por un orden social en el que «apenas se
el tiempo en que se llega a la formulación de discute la prioridad natural del macho sobre la
que la lucha de clases no es suficiente para hembra», en el cual «se ha alcanzado una inge-
lograr la emancipación de la mujer, porque ésta niosísima forma de "colonización interior ",
no queda incluida en aquélla, sino que son dos más resistente que cualquier tipo de segrega-
planos de lucha paralelos: mujeres y hombres ción, y más uniforme, rigurosa y tenaz que la
contra la explotación capitalista, y mujeres uni- estratificación de las clases» ". El patriarcado es
das contra la explotación de los varones. Es el principal oponente y peligro para la autono-
cuando Simone de Beauvoir se hace militante mía de la mujer. En los patriarcados contem-
—en el seno del M. L. F. francés— y declara que

II Ver el artículo Feminismos.


" Declaraciones de S. de Beauvoir, en «Réponse á
quelques femmes et á un homme», Le Nouvel 19 Política sexual, Aguilar, México 1969, 33.
Observateur 6 (marzo 1972) 40. 20 Ibíd., 33.
178 / Teresa López Pardina Autonomía / 179

poráneos todavía se sigue considerando a la patriarcales no es sólo lucha contra los valores
mujer un objeto poseído por el varón, en cuan- capitalistas. Este es un descubrimiento de los
to que en la mayoría de los países lleva su ape- años setenta. Y en ello coinciden las feministas
llido, está obligada a residir en su domicilio, al radicales norteamericanas, las feministas ingle-
cuidado del hogar y al consorcio sexual a cam- sas, como Eva Figes, y las francesas del M. L. F.
bio de protección económica. Además, el tra- con Beauvoir a la cabeza 22 . En torno a la libe-
bajo del hogar no recibe retribución, los suel- ración de la opresión patriarcal se plantean las
dos por el trabajo fuera del hogar son inferio- reivindicaciones de autonomía de las mujeres.
res a los de los varones de la misma categoría y Quedan como fondo los viejos tiempos de la
formación; la mayoría de los empleos a los que reivindicación del voto, del derecho de ciuda-
la mujer, de hecho, accede —aunque legalmente danía; se ha conseguido la igualdad formal en
todos le están abiertos—, son de tipo servil casi todos los terrenos, pero aún estamos lejos
(enfermera, asistente social, profesora de niños, de haber llegado a una igualdad efectiva 23 . La
abogada). Las mujeres no participan directa- década de los setenta representa la toma de
mente en la tecnología —están aún muy alejadas conciencia de una carencia de autonomía real
de la alta tecnología—, ni en la producción; por en diversos frentes:
ejemplo, cuando intervienen en la producción
de artículos de consumo, no suelen controlar, En el trabajo: Las mujeres que desempeñan
ni siquiera comprender, el proceso de produc- trabajos tradicionalmente masculinos son
ción. Si saber es poder, el patriarcado procura excepciones y se las considera más como sím-
que la mujer no esté presente, o lo esté muy bolos que como representativas de lo que la
escasamente, en los altos círculos del saber. mujer normal es capaz de alcanzar. La mayoría
de las mujeres no tiene un trabajo fuera del
Para Millet, la consecución de la autonomía hogar. Las que lo tienen, son peor pagadas que
de la mujer pasa por la eliminación del patriar- los varones por un puesto laboral igual,
cado; la contradicción principal no es la de las mediante la argucia legal de la calificación dife-
clases, sino la del género, como también lo pro- rente. A las que trabajan sólo en el hogar, no se
claman las feministas radicales alemanas y fran- les reconoce ni legal ni económicamente su
cesas del otro lado del océano. Así lo expresa labor. Las que trabajan fuera del hogar están,
también Simone de Beauvoir, en 1972, a A. además, sometidas a la llamada «doble jorna-
Schwarzer: la lucha de clases, como tal, no da»: a realizar un trabajo remunerado fuera de
emancipa a las mujeres; suprimir el capitalismo la casa y un trabajo doméstico en el hogar 24 . La
es ya un paso, pero no es obtener la autonomía, solución que proponía Simone de Beauvoir a
porque suprimir el capitalismo no es suprimir este problema consistía, no ya —como se tendía
la tradición patriarcal. Hay que suprimir tam- a hacer por entonces en los países socialistas y
bién el matrimonio y la familia en su forma en los llamados Estados de bienestar— en mul-
patriarcal, hay que buscar nuevas formas de tiplicar los servicios públicos de guarderías,
organizar la vida 21. restaurantes, lavanderías, etc., sino en lograr
Así, pues, la lucha contra los valores
n Ver el artículo Patriarcado.

21 En A. Schwarzer, Simone de Beauvoir aujourd'hui.


"Ver el artículo Igualdad.
Six entretiene, Mercure de France, París 1983. "Ver el artículo División sexual del trabajo..
180 / Teresa López Pardina Autonomía I 181

que el trabajo doméstico fuese compartido por hombres se hacen más agresivos; hacen una
todos los miembros de la familia. ¿Por qué? lectura de las libertades femeninas desde sus
Porque lo primero condena forzosamente a intereses y piensan que si la regulación de la
algunas personas al oficio exclusivo de lavan- natalidad y el aborto son legales no hay ya nin-
dero, barrendero, planchador, lo cual no es una guna razón para que las mujeres, liberadas de
situación deseable, mientras que su propuesta esas cargas, rechacen sus propuestas sexuales.
borra la etiqueta de humillantes a tales tareas, Muchas de ellas aprenden técnicas de defensa
ya que lo que descalifica una tarea son las con- personal como un medio de lucha contra las
diciones en que se lleva a cabo, no lo que es la agresiones.
tarea como tal.
Los movimientos feministas radicales ame-
En la familia: La familia, como institución ricanos y europeos declaran la guerra entre los
patriarcal, sigue en pie y, por tanto, la mujer sexos. ¿Qué significa esto? Una actitud de vio-
sigue supeditada al varón, condicionada a la lencia contra la opresión en todas sus formas;
reproducción y al cuidado del hogar. En este una actitud de no integración en la sociedad,
punto, las vías de emancipación son la despe- sino de destrucción de sus leyes y valores. Las
nalización de los anticonceptivos y del aborto, más radicales preconizan una separación total
de manera que se puedan evitar los embarazos de los sexos para no caer en las trampas de la
no deseados. En todos los países donde estos dominación masculina, lo cual aboca al lesbia-
derechos no están reconocidos, o lo están de nismo. Otras piensan que, viviendo en una
un modo restringido, los movimientos femi- época en que las relaciones entre los sexos son
nistas de la década luchan por su obtención. tan difíciles, hay que estar muy en guardia para
Las mujeres comienzan a valorar altamente su no caer en los engaños de la feminidad tradi-
profesión y a desconfiar del matrimonio, insti- cional, diciéndose una a sí misma, por ejemplo,
tución en la que poco ganan y en la que pueden que con su compañero hace una excepción.
perderlo todo, dado que la maternidad es una Hay feministas que, apoyándose en las investi-
manera eficaz de retener a la mujer en el hogar gaciones de Masters y Johnson, sostienen que
y de hacerla renunciar a su autonomía. el orgasmo vaginal es un mito y un arma para
En las relaciones entre los sexos: Junto con someter a la mujer al dominio masculino; la
el descubrimiento de que la causa de las muje- consecuencia más radical de esta postura es
res no se confunde con la causa del socialismo, también el rechazo total del varón y la preco-
se pone de manifiesto que los intereses femeni- nización de la homosexualidad. Otras, sin
nos son diferentes y contrapuestos a los mas- embargo, piensan, como Beauvoir, que no es
culinos. En otras palabras, el sistema patriarcal bueno que las mujeres se encierren en un
y la autonomía de las mujeres son valores con- gueto, que no es positivo rechazar de plano las
trapuestos. Los hombres no van a colaborar r elaciones con los hombres, sino que prefieren
espontáneamente en la liberación de las muje- «guardarles un lugar en su vida y en su cama».
res, puesto que eso sería ir contra sus propios Se pone de manifiesto la idea de que libertad
intereses. Se produce en esta década un aumen- sexual no equivale a desenfreno sexual, como
to de las agresiones masculinas contra las muje- tienden a interpretar los varones. Lo primero
res. Al mismo tiempo que ellas luchan por su supone unas relaciones de igualdad con la pare-
liberación sexual y consiguen la despenaliza- ja y una autonomía de elección; lo segundo es
ción de los anticonceptivos y del aborto, los el razonamiento que se hacen los varones,
182 / Teresa López Pardina Autonomía / 183

según el cual mujer liberada es «mujer siempre dad y la autonomía como pobres logros que
disponible a satisfacer los deseos... de ellos». Se hacen a la mujer infeliz. La reacción ha sido
plantean nuevas formas de relación amorosa más patente en Estados Unidos, donde se ha
más libres e igualitarias que, a la vez que ponen visto reforzada por los mandatos conservado-
en cuestión las instituciones tradicionales de res de los presidentes Reagan y Bush (1981-
matrimonio y familia, propugnan la mutua 1989 y 1989-1993), pero también en Europa se
autonomía de los componentes de la pareja. Al ha hecho notar, animada en el plano teórico en
mismo tiempo, cada vez de una forma más algunos casos por la corriente de pensamiento
generalizada, toma cuerpo la idea de que el llamada postmodernismo.
cambio no puede ser sólo individual, esto es,
que la consecución de la autonomía de las No obstante, en términos generales, se
mujeres implica una transformación de la puede afirmar que los puntos básicos de las rei-
sociedad. vindicaciones de los años setenta siguen en pie
para los movimientos feministas de los países
Si la década de los setenta fue una década occidentales y están presentes en las propues-
en la que las reivindicaciones de autonomía tas, modificaciones de legislación y decisiones
tomaron la forma de subversión de los valores de los organismos internacionales, defendidos
establecidos, la de los ochenta lo ha sido de allí por las mujeres que nos representan. La
consolidación de los logros formales obtenidos lucha por la autonomía sigue teniendo hoy el
en los setenta y de prosecución de la lucha en mismo horizonte que en los setenta y se avan-
la misma línea con vistas a hacer efectivos los za lentamente en esa dirección con el conven-
cambios en todos los planos: político, jurídico, cimiento de que esta es la etapa más difícil y de
laboral y de la vida cotidiana. En Europa, las duración imprevisible, porque, aunque los
mujeres han seguido luchando por su autono- objetivos están claros para las mujeres concien-
mía a través de cambios en la legislación en los ciadas, lo que se requiere para alcanzarlos es un
organismos internacionales y nacionales, plan- cambio de mentalidad, como ya se decía enton-
teando, por ejemplo, la cuestión de las cuotas ces. Ha habido logros innegables, pero la
de participación política, del acceso a todo tipo mayoría de ellos son desarrollo de aquellos
de trabajos, de la exigencia de paridad en los objetivos. Así, por ejemplo, en Estados
salarios, etc. Por otra parte, en el terreno teóri- Unidos, a pesar del retroceso político de los
co, las investigaciones feministas han tomado ochenta, que supuso el vaciar de contenido
un impulso notable a partir de los setenta; decisiones legales importantes para la mujer
ahora ya no son sólo fruto del trabajo de per- trabajadora, aumento de la discriminación
sonalidades aisladas, sino de grupos organiza- sexual en el trabajo, limitación del derecho al
dos de investigación, cuyos trabajos son cono- aborto, propagación a través de la prensa, TV y
cidos internacionalmente. cine de modelos de mujer tradicional, y deni-
No obstante, junto a todo esto, ha habido gración del tipo de mujer independiente y
en los ochenta y comienzos de los noventa un autónoma, la concienciación de las mujeres
movimiento reactivo que presenta el feminis- sigue avanzando. Estudios de opinión realiza-
mo como algo pasado y superado 25, y la igual- dos durante los años 85 y 86 mostraban que el
objetivo principal para las mujeres ya no era el
matrimonio. El 60% de las mujeres solteras
opinaban que eran bastante más felices que sus
25 Ver el artículo Feminismos.
184 / Teresa López Pardina Autonomía / 185

amigas casadas, y las mujeres entre veinte y


treinta años mostraban una preferencia cada
vez mayor por la soltería; en lugar de casarse,
preferían vivir con el hombre que amaban. y
esta opinión era corroborada por la encuesta
hecha por el gobierno federal también en el 86,
cuyos resultados mostraban que un tercio de
las mujeres solteras habían vivido con un hom-
bre durante un período de su vida 26. También
se detectó en esta década una correlación entre
un mayor nivel de ingresos de las mujeres y el
rechazo del matrimonio. Por el contrario, los
hombres tenían muchos más deseos de casarse,
Y no es extraño, pues los estudios psicológicos
muestran que el matrimonio —en las actuales
condiciones de la sociedad patriarcal— es más
beneficioso para los hombres que para las
mujeres en cuanto a salud mental y supervi-
vencia. Igualmente, la ruptura del matrimonio
afecta más a los hombres que a las mujeres,
quienes consideran —en mayor porcentaje que
los hombres— que su vida es más feliz después
de divorciarse (80% y 50%, respectivamente,
ocho años después, según un estudio de 1982) 27.
Durante este período aumentaron en Estados
Unidos las demandas por discriminación
sexual en el trabajo, pese a que el gobierno
Reagan redujo a la mitad el presupuesto para
sufragar la discriminación, mientras que las
denuncias por acoso sexual se duplicaron en
los ochenta con relación a la década anterior 28.
Durante esta misma época en Europa se ha
conseguido la despenalización del aborto en
casi todos los países y casi sin restricciones. Sin
embargo, aún no se ha conseguido la igualdad
laboral. En algunos países, como España, la ley

"S. Faludi, Reacción. La guerra no declarada contra


la mujer moderna, Anagrama, Barcelona 1993, 42-43.
27 iba., 54.

"Ibíd., 446.
186 / Teresa López Pardina Autonomía / 187

la reconoce; pero, en la práctica, no siempre se tas de participación están aún muy bajas en el
cumple la ley. El salario medio del conjunto de mundo. Todavía hay dos países donde las
las mujeres españolas se encuentra alrededor de mujeres no tienen derecho al voto en los asun-
20 puntos por debajo del de los hombres, y tos ciudadanos (Bahrein y Kuwait), mientras
nuestro país es uno de los que tiene mayor que la media mundial de participación en el
índice de desempleo femenino de Europa poder —medida a través de la participación en
(27,7% frente al 12,2% comunitario y al 18% los órganos de gobierno— es de un 11%. En
de los varones españoles) 29. La Unión Euro- gran medida, las responsabilidades parlamenta-
pea, por su parte, todavía no ha reconocido rias o gubernamentales de las mujeres se refie-
plenamente la igualdad de los sexos desde el ren a temas sociales, familiares o sanitarios 30.
punto de vista laboral: en noviembre del 93, el En algunos países más avanzados en este terre-
Reino Unido se opuso a que fuera aceptada no, como Noruega, está comenzando a hacerse
una directiva —reconocida en nuestro país- notar el poder de las mujeres en la práctica
sobre derecho al permiso de maternidad indis- política por el tipo de política social que se
tintamente al padre o a la madre, y sobre inver- desarrolla prioritariamente; se ha observado
sión de la carga de la prueba en los casos de dis- que las mujeres tienen un voto diferente a los
criminación sexual en el trabajo. En marzo del hombres; las mujeres suelen votar a quienes
94, con ocasión del Día Internacional de la buscan el desarrollo de lo que se ha dado en lla-
Mujer, la OMS ha hecho público un comunica- mar el «Estado providencia», mientras que los
do en el que se afirma que la mujer que trabaja hombres generalmente votan a quienes buscan
fuera del hogar dedica tres horas diarias más de el desarrollo de la libre empresa y de los nego-
trabajo a la casa, mientras que los hombres cios. Se observa que, en los gobiernos donde
dedican solamente un cuarto de hora más. son mayoría las mujeres, el trabajador indus-
La lucha contra el sexismo, iniciada en los trial deja de ser el protagonista privilegiado de
setenta en todos los frentes, continúa también las reformas sociales y se desarrolla más la polí-
en el terreno cultural y social. En España, y en tica del Estado providencia: cuidado de los
otros países europeos, se hacen estudios y se niños, atención a las mujeres y a la gente de
elaboran materiales educativos en los que desa- edad, horarios flexibles, etc ".
parece la discriminación por razón del sexo. En Así, pues, en el momento actual, la lucha
el campo de la publicidad aún existe mucha por la autonomía se centra en logros concretos
discriminación, todavía la mujer aparece como ya señalados programáticamente hace veinte
un ser relativo, secundario, más objeto que años, pero todavía no consolidados en muchos
sujeto en relación con el varón, y los tímidos países de occidente. Y, para terminar, nos
gestos de las instituciones —como, en España, el queda por volver sobre la observación que
Instituto de la Mujer— por evitarlo son clara- hacíamos al principio: nos hemos ocupado de
mente insuficientes.
En cuanto a la participación en el poder,
" Diario El País, 15 de marzo de 1992.
estamos en la fase de la lucha por la participa.
ción en todos los niveles. Sin embargo, las cuo- 31Cf. Consejo de Europa, Seminario sobre«La demo-
cracia paritaria. 40 años de actividad del Consejo de
Europa». Informe sobre el papel de las mujeres en la cons-
tr ucción de la democracia en Europa: teoría y práctica.
Presentado por Mme. Marit Halvorsen. Universidad de
" Diario El Mundo, 9 de marzo de 1994. Oslo, Estrasburgo 1989.
188 / Teresa López Pardina

la autonomía de las mujeres en los países de


cultura occidental, pero no hay que olvidar que
en el llamado «Tercer Mundo» y en los países
islámicos están todavía más lejos de alcanzar la
autonomía, hasta el punto de que la mayoría de
ellas ni siquiera se lo plantea. Ilustración
Cristina Molina Petit
Bibliografía
Beauvoir, S. de, El segundo sexo, Aguilar, Buenos
Aires 1981.
Condorcet, de Gouges, de Lambert y otros, en A. H.
Puleo (ed.), La Ilustración olvidada. La polémica 1. La Ilustración como
de los sexos en el siglo XVIII. Presentación de C. condición de posibilidad
Amorós, Anthropos, Madrid 1993. de las reivindicaciones de igualdad
Faludi, S., Reacción. La guerra no declarada contra la El feminismo como teoría articulada en
mujer moderna, Anagrama, Barcelona 1993.
to rno a la crítica de la situación de inferioridad
Figes, E., Actitudes patriarcales: las mujeres en la de la mujer es un producto ilustrado, y los pri-
sociedad, Alianza bolsillo, Madrid 1972. meros movimientos de mujeres en lucha, dis-
Fraisse, G., Musa de la razón. Traducción y presenta- puestas a cambiar su situación, se organizan
ción de A. H. Puleo, Cátedra, Madrid 1993. bajo las banderas de la Revolución francesa.
Friedan, B., La mística de la feminidad. Traducción y Feminismo e Ilustración aparecen, pues, como
prólogo de Ldí Alvarez, Júcar, Madrid 1974. fenómenos implicados en su teoría y en su his-
Hernes, H. M., El poder de las mujeres y el Estado del toria.
bienestar. Prólogo de Lidia Falcón, Vindicación
feminista, Madrid 1990. La filosofía de la Ilustración, que se presen-
Miguel, A. de, Cómo leer a J. Stuart Mill, Júcar, ta en los albores del siglo XVIII como la etapa
Madrid-Gijón 1994. de madurez de la razón después de una infan-
cia ligada al mito, a las tutorías de la tradición
Miguel, A. de, Marxismo y feminismo en A. Kollontai,
Instituto de Investigaciones Feministas, Univer- o al despotismo de las autoridades y a los pre-
sidad Complutense de Madrid, Madrid 1993. juicios, favorece el nacimiento del feminismo,
que apelará a esta misma razón para tratar de
Millet, K., Política sexual, Aguilar, México 1969.
deshacer los mitos que se cernían sobre la
mujer, confinándola a un único destino de
esposa, madre o complemento del varón sin
más «razones» que la apelación a la «tradi-
ción» o a la «naturaleza».
La Ilustración es un fenómeno complejo
que se presta a diferentes lecturas: Ilustración
puede referirse, simplemente, a una actitud
antidogmática, o invocar el método cientifista
que toma la física y la matemática como mode-
190 / Cristina Molina Petit Y Ilustración / 191

lo epistemológico. La Ilustración propiamente En efecto, el pensar de una forma autónoma y


dicha es aquel período de la historia de la filo- el guiarsepor este pensamiento es el ingredien-
sofía que marca el fin de la metafísica clásica, te necesario de todo filosofar.
pero se habla también de «ilustraciones» o de La Ilustración inaugura el pensamiento de
épocas más o menos «ilustradas». No vamos a la modernidad tal y como se entiende hoy. El
entrar en toda esta complejidad, ni vamos a proyecto filosófico de racionalización implica
aludir a todas las interpretaciones a las que se un «desencantamiento» del mundo. La cultura
ha prestado este fenómeno, sino sólo a aquellas se convierte en profana con el desmoronamien-
que tengan relación con el feminismo. Al hilo to de las imágenes religiosas y del prestigio de
de nuestro particular interés, destacaremos la autoridad, basada en un origen divino. Las
aquellos ejes en los que la Ilustración se pre- sociedades empiezan a regirse, no ya por cues-
senta, tanto como un proceso de racionaliza- tiones de autoridad o de verdad revelada, sino
ción creciente (en el sentido de Max Weber, por por abstracciones como la ley y el mercado, o
ejemplo), cuanto como un proyecto de eman- por principios deducidos racionalmente y uni-
cipación (en la línea que va de Kant a j, versalmente aceptados.
Habermas).
El feminismo se inscribe de un modo natu-
Kant resume en su ensayo de 1784, Qué es ral dentro de este proceso de racionalización y
Ilustración, lo que significa esta filosofía para el urgencia emancipatoria que representa el
hombre: nada más y nada menos que la deci-
movimiento ilustrado. El feminismo no puede
sión de hacer uso de la propia razón con ente- entenderse sino como un racionalismo (Amelia
ra libertad y responsabilidad: «Sapere aud e, Valcárcel, 1991). Ya Descartes había dicho que
¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he el intelecto, al ser independiente del cuerpo, no
aquí el lema de la Ilustración» 1. Se trata de que tenía sexo, y así, un cartesiano como Poulain
el ser humano asuma su condición de tal por- de la Barre pudo sacar las consecuencias «femi-
que la razón, en la Era de las Luces, está consi- nistas» de tal afirmación en su obra De l'égali-
derada como lo específicamente humano, lo té des sexes.
que nos distingue de los otros seres vivos, y lo
que posibilita la comunicación y la igualdad Las apelaciones a la racionalidad y al «buen
entre todos los humanos en la medida en que sentido» son constantes en el discurso feminis-
todos la compartimos. ta. Como fenómeno ilustrado, el feminismo
hace sus primeras reivindicaciones teóricas en
Los ilustrados entienden la Era de las Luces
nombre de la universalidad de la razón. La
como la coronación del proyecto filosófico
obra de Mary Wollstonecraft, Reivindicación
mismo en el sentido en que lo expresará Agnes
de los derechos de la mujer, publicada en 1792,
Heller en nuestra contemporaneidad de acuer-
se esfuerza en atacar los prejuicios sociales de
do al espíritu kantiano: «La filosofía es una
invitación a pensar... la filosofía, utopía racio- la época que hurtaban a la mujer los derechos
nal, es siempre la utopía de un modo de vida» 2, humanos proclamados por el nuevo orden bur-
gués. Pero también fue la Ilustración la época
propicia para que las mujeres se organizaran en
1 I. Kant, «Qué es Ilustración», en Filosofía de la his-
grupos de cara a la acción con un interés libe-
toria, FCE, Madrid 1985, 25. rador.
2 A. Heller, Por una filosofía radical, El Viejo Topo,

Barcelona, 22. La participación de las mujeres en la


192 / Cristina Molina Petit Ilustración / 193

Revolución francesa tiene una historia (muchas Paule M. Duhet reivindica la presencia femeni-
veces silenciada) y una leyenda: «Las mujeres na en la Revolución (Las mujeres y la Revo-
estuvieron a la vanguardia de nuestra Revo- lución, 1971), y Alicia Puleo ha recogido el tes-
lución», escribe el historiador Michelet (1845) timonio de estas mujeres en una compilación
en su obra Las mujeres y la Revolución 3. Las de textos de esta Ilustración olvidada (Condor-
mujeres van constituyéndose en grupos con cet, en o. c.).
cierta cohesión, luchando al lado de los hom- Señala Celia Amorós que «los movimien-
bres. «La participación colectiva de las mujeres tos feministas y de mujeres en la Revolución
en la Revolución francesa se consolida a partir francesa constituyeron, no un fenómeno que se
de la convocatoria de los Estados Generales... produce "además", sino que representa un ele-
De momento, las mujeres no figuran más que mento constitutivo del propio procéso revolu-
como meras comparsas, espejo, cuanto más, de cionario». Y es que «... ciertamente no ha habi-
las reacciones más inmediatas y más espontá- do revoluciones en la historia sin su correspon-
neas de los grupos sociales a los que pertene- diente radicalización feminista...» 5. Las muje-
cen...» 4. Pero además de aquellas que funcio- res asimilarán rápidamente los slogans ilustra-
naron como «meras comparsas», hubo podero- dos para atacar el Anden Régime y se los apro-
sas individualidades, heroínas de la lucha calle- piarán en un intento de impugnar el régimen de
jera o de la pluma, que pagaron con la muerte su jeción de lo femenino que privilegia al varón,
o la ignominia su protagonismo: Théroigne de con un privilegio más desfasado que aquellos
Méricourt que arengaba a las mujeres para de la nobleza que los revolucionarios atacaban.
constituir una legión femenina acaba encerrada Porque en buena lógica -piensan las mujeres-,
en el manicomio de La Salpetriére; Olympe de si se trata de atacar los privilegios de nacimien-
Gouges no cosechará más que sarcasmos cuan- to que hacen a unos príncipes y a otros escla-
do aparece encabezando un pequeño grupo vos, por la misma regla de tres pueden atacarse
armado, y cuando toma la pluma para escribir los privilegios de sexo que hacen a unos libres
la Declaración de los derechos de la mujer y la y a otras sujetas.
ciudadana no corre mejor suerte: en 1793 fue
guillotinada, cinco días antes que Madame Lo cierto es que, en puridad, no puede ni
Roland. siquiera hablarse de Ilustración si las mujeres
quedan fuera de Las Luces. Porque la razón
Olympe de Gouges, Théroigne de ilustrada, o se predica universalmente de toda
Méricourt, Mademoiselle Jodin, entre otras, la especie, o no es ilustrada, no es lo céntrica-
son nombres propios que se destacan «en mente humano (como defiende la Ilustración),
medio de ese trasfondo de calceteras y pesca- sino lo céntricamente... varonil.
deras» (Duhet, 1971), mujeres que creyeron en
la Revolución, que comulgaron con el espíritu Lo que exige el feminismo desde sus inicios
de Las Luces y cuya lucha y escritos han sido, esesta necesaria universalización de los princi-
sin embargo, silenciados y ocultados como si la pios ilustrados: igualdad para todos, varones y
historia pudiera escribirse sin las mujeres. mujeres; racionalidad en todos los órdenes del
discurso (sin apelaciones a lo «natural» o a la

Referencia tomada de P. M. Duhet, Las mujeres y la


Revolución (1789-1794), Península, Barcelona 1974, 9. Prólogo a la obra en edición de A. H. Puleo, La
P. M. Duhet, o. c., 40. Ilustración olvidada, Anthropos, Barcelona 1993.
194 / Cristina Molina Petit Ilustración / 195

autoridad cuando de lo femenino se trata); sión del ámbito de lo público. A la mujer se la


derecho de ciudadanía también para la mitad adscribe —en virtud precisamente de sus carac-
de la especie. terísticas biológicas— al ámbito de lo privado-
Ilustración y feminismo aparecen pues, doméstico, donde la racionalidad no alcanza,
desde sus orígenes, como movimientos pro- donde no se da ningún pacto social que justifi-
fundamente implicados. El feminismo repre- que el poder o la autoridad del varón sobre
senta una radicalización de la Ilustración en la ella, donde la ley no entra para corregir desma-
medida en que exige que la razón ilustrada lo nes, donde se supone que reina el imperio del
sea tout court, que la universalidad sea tomada sentimiento. Se diría que lo privado es un
en serio, que la racionalidad se predique de ámbito sometido al antiguo derecho divino de
toda la especie. Pide más luces, en una palabra. los príncipes en una situación precontractualis-
Pero, salvo honrosas excepciones como Con- ta y preilustrada.
dorcet, los ilustrados pretenden que la univer- La esfera de lo privado va a constituirse en
salización no incluye a lo femenino y que allí el reducto opaco a Las Luces, y en ella se situa-
donde las diferencias de nacimiento o raza no rá a la mujer frente al ámbito de lo público,
eran pertinentes para defender la desigualdad sí espacio de los iguales, donde reina la racionali-
que es pertinente la diferencia de sexo. Los dad y donde se celebran pactos libremente
ilustrados convierten en pertinentes las dife- contratados. La dicotomía de lo público y lo
rencias de sexo, justificando una desigualdad privado y la adscripción de la mujer al ámbito
manifiesta, por el procedimiento de naturali- de lo privado-doméstico es un punto clave,
zar esas diferencias, lo cual consiguen haciendo entonces, para entender el apartamiento de lo
derivar tales diferencias de características bio- femenino del proyecto y de las promesas de la
lógicas. No importa el que la apelación a lo Ilustración.
natural sea un procedimiento criticado en la
epistemología ilustrada, porque, como afirma
Alicia H. Puleo, el discurso de la Ilustración no 2. Justificaciones ilustradas
es unitario en cuanto a las diferencias genéricas de la desigualdad
se refiere: se mueve entre explicaciones cultu- entre los sexos: la dicotomía
ralistas (achacando las diferencias varón-mujer público-privado: J. Locke
al peso de la educación y las tradiciones) y las y J. J. Rousseau
meramente biologicistas (convencidos de que la
fisiología determina los afectos, pensamientos La dicotomía público-privado no es, por
y acciones) 6 . Desde una explicación biologicis- supuesto, una creación ilustrada. Ya Aristóteles
ta, a la mujer se la define a partir de su función distinguía los ámbitos de la economía domésti-
maternal, aplicándole en todos los aspectos de ca frente a los de la economía política, corres-
su ser y su estar las características que se pien- pondiendo a la mujer y al esclavo los papeles
san apropiadas para tal función (domesticidad, de agentes en la marcha de la economía domés-
dulzura, pasividad, ser para otro). tica, donde se realizaban los trabajos de mante-
nimiento del cuerpo en la esfera de la necesidad
Por otra parte, la desigualdad de lo femeni- (anankaia), trabajos que hay que tener resuel-
no se justifica por el procedimiento de exclu- tos para la entrada en la vida pública o política,
que precisa del ocio (skolé) como condición de
6 Cf. A. H. Puleo, o. c., 14. posibilidad.
196 / Cristina Molina Petit Ilustración 197

El Liberalismo —práctica política de la sus libertades originarias con miras a un bien


Ilustración, si bien no la única posible— institu- común, delegando los contratantes sus capaci-
cionaliza la dicotomía de lo público-privado en dades legislativas y ejecutivas en unos gober-
la medida en que la distinción entre las activi- nantes electos. La teoría del contractualismo
dades y competencias de ambos espacios es lo q uiere explicar al tiempo la libertad del ser
que conforma el principio de vida sociopolíti- humano y las obligaciones del ciudadano para
co en un entendimiento liberal. con el Estado o cuerpo político. Ahora bien,
Es indudable que los contenidos concep- este convenio o pacto social se contrata exclusi-
tuales de lo público y lo privado evolucionan vamente en los asuntos públicos, de modo que
dentro del propio marco del pensamiento ilus- lo que explica racionalmente es el nacimiento
trado-liberal. Lo «privado», en un principio se de lo público. La esfera de lo privado-familiar
refiere al reino de la necesidad, al ámbito de lo y la mujer que por ella se define permanecen
doméstico, con un sentido de «privación». regidas por una suerte de ley divina o natural.
Poco a poco, y bajo la ideología liberal que Es decir, se justifica el poder político en la esfe-
valora la propiedad y las pertenencias por enci- ra de lo público, criticando las antiguas teorías
ma de todo, el término «privado» va a despo- patriarcalistas que hacían del gobernante un
jarse de su primario sentido peyorativo para jefe por decreto divino. Pero no se explica ni se
significar lo «propio» frente a lo «común» (H. critica el poder del padre en la esfera de lo pri-
Arendt). Más tarde, bajo el espíritu romántico vado-familiar, poder que se intenta legitimar
lo «privado» irá adquiriendo connotaciones de desde las mismas instancias naturalistas que se
«intimidad», y en el siglo XIX ya Stuart Mill habían rechazado para explicar el pacto social y
recogerá en el sentido de lo «privado» su pro- justificar el poder. Así, Carole Pateman acusa a
fundo individualismo y lo definirá desde la los teóricos contractualistas de silenciar un
capacidad de sustentar las propias opiniones aspecto del pacto original, a saber, aquel que da
frente a la opinión pública o de las masas. Pero al varón poder sobre la mujer, pacto al que la
en cuanto a la mujer se refiere, estas redefini- autora australiana denomina contrato sexual.
ciones que valoran lo privado no han tenido El pacto original por el cual los hombres
lugar. Aquí lo «privado» sigue significando el convienen en unir sus intereses crea a la vez la
ámbito de lo doméstico, el lugar de la necesi- familia y la sociedad, pero sus historias son
dad. Porque la mujer es apartada de la propie- bien distintas, dice Pateman; si el contrato
dad —principio liberal de individualidad y ciu- social es una historia de libertad, el contrato
dadanía—, y siendo la artífice de la intimidad sexual es una historia de sujeción. Ambas histo-
del hogar, nunca será el sujeto que disfrute de rias dan cuenta de la génesis del poder, pero la
ella. Como dirá en nuestro siglo Virginia historia del contrato sexual es despachada por
Woolf, ni siquiera tiene «una habitación pro- los teóricos en unas pocas líneas que ocultan su
pia». verdadero contenido 7.
El pensamiento político ilustrado va a ela- Veámoslo brevemente en los ejemplos clá-
borar la teoría del contractualismo para expli- sicos de J. Locke y J. J. Rousseau en sus expli-
car la génesis de la esfera de lo público y la jus-
tificación del poder político. El contractualis-
mo habla de un convenio o pacto social que ' Cf. C. Pateman, The Sexual Contract, Stanford
celebran los hombres renunciando a parte de University Press, Stanford, California 1988.
198 / Cristina Molina Petit Ilustración / 199

caciones contrapuestas sobre el nacimiento y puede aceptar la justificación del poder políti-
legitimación de la esfera de lo público frente a co desde la revelación que iguala los poderes de
la de lo privado-doméstico donde sitúan a la Dios, del padre y del rey. Tal argumento natu-
mujer. ralista y con apelaciones a la teología se halla
lejos de la racionalidad predicada por Locke,
para quien «el entendimiento es lo que coloca a
a) John Locke (1632-1704) los hombres por encima de los seres sensibles».
Las ideas políticas de Locke están expues- Según Locke, el poder político no viene de
tas en su obra Dos tratados sobre el Gobierno Dios, sino que está basado en el consentimien-
Civil (1698) 8. El primero de dichos tratados, to de los gobernados, y el alcance del poder
de carácter polémico, es un ataque a las afirma- viene dado por el cumplimiento de los intere-
ciones que Sir Robert Filmer expusiera en ses de la comunidad gobernada que delega en
Patriarcha acerca de la legitimidad del derecho los gobernantes esta tarea de velar por ellos.
divino de los reyes. Para Filmer, toda autoridad Los tales intereses se resumen en la salvaguar-
terrena, paternal o monárquica, tiene su justifi- dia de la propiedad. El gobierno liberal de
cación natural en la autoridad divina: «El Locke es un gobierno garante:
Príncipe, a quien se debe llamar el Padre de la «...Tenemos, pues, que la finalidad máxima y
Nación, debe ser el más querido y venerado de principal que buscan los hombres al reunirse en
los padres como establecido entre nosotros y Estados o comunidades, sometiéndose a un gobier-
enviado por Dios», dice el autor en Patriarcha. no, es la de salvaguardar sus bienes; esa salvaguar-
Y es que el poder paternal y el poder político dia es muy incompleta en estado de naturaleza» 9.
son, según Filmer, de la misma especie, ambos
El ciudadano de Locke es el individuo que
naturales y absolutos, fundamentados en el
poder divino que le concedió a Adán el domi- ha pactado libremente con sus semejantes
constituyendo una sociedad para conseguir
nio sobre la creación. No hay, pues, un princi-
ventajas mayores que las que tenía en un hipo-
pio de conveniencia para justificar la autoridad
tético estadio anterior de naturaleza. Es decir,
en la teoría de Filmer: los humanos no pactan nunca se pacta para involucionar en una suje-
su unión ni delegan su poder para alcanzar
ción: ningún contrato puede hacer renunciar al
algún fin de su interés. No existe para Filmer
ser humano a la prerrogativa de su propia
ningún estado anterior a la obediencia ni
soberanía:
siquiera como hipótesis: la sujeción —y la suje-
ción al poder patriarcal concretamente— apare- «...El hombre no puede hacerse esclavo de
ce consustancial al ser humano como verdad otro hombre por un contrato o por su propio con-
revelada. sentimiento, ni puede tampoco someterse al poder
arbitrario y absoluto de otro» 10.
Locke, de acuerdo al espíritu ilustrado, no
La sociedad política se forma, pues, a par-
tir de un contrato por el que el hombre pacta
s Aquí se maneja el Segundo tratado, que la versión libremente con otros hombres para conseguir
castellana titula Ensayo sobre el Gobierno Civil en la edi-
ción de Aguilar, México 1983. Las referencias al Primer
tratado han sido tomadas, principalmente, del art. de L.
Clark, «Woman and Locke», en The Sexism of Social and J. Locke, Ensayo sobre el Gobierno Civil, 93.
Political Theory, University of Toronto Press, Toronto
1979. 1° Ibíd., 20.
200 / Cristina Molina.Petit Ilustración / 201

ventajas y delega la protección de sus intereses dad contractual, se supone que los pactantes
en los gobernantes. han determinado su unión voluntaria para
mejor lograr sus intereses, sin que uno de los
Pero Locke distingue la sociedad política dos se sienta por ello sometido al otro. Pero
de la sociedad conyugal y familiar, y en ésta Locke especifica quién ostenta la autoridad, y
continúa con la tradición absolutista y patriar- ello no por consenso, sino porque sí, por
cal de Filmer. Aquí el Locke defensor a ultran- «naturaleza».
za de la autonomía del individuo que «ni puede
ni debe someterse a otro» se nos descubre pos- Con relación a la autoridad sobre los hijos,
tulando la sujeción natural de la mujer al mari- Locke emplea el término «parental» para signi-
do; y el Locke innovador que se enfrentara ficar que ambos, padre y madre, se reparten el
decidido a los principios más arraigados en su derecho de actuar sobre la prole, sometiéndo-
época —como en el caso de las leyes sobre la los a una autoridad que no es sino temporal:
propiedad, por ejemplo "— acepta sin vacilar el «hasta que hayan aprendido a servirse de su
statu quo de la sociedad conyugal; y el que ape- razón». El gobierno de los padres es entonces
lara al estado social-civil como superación d el natural, pero no por ello excede, en modo algu-
estado natural defiende en la sociedad conyu- no, las finalidades y la jurisdicción del gobier-
gal una desigualdad que ni siquiera se daba en no político. Continúa así Locke con su ataque
aquel estado presocial de naturaleza. Para ello a las teorías del paterfamilias como dueño
no duda en situar esta singular sociedad —la absoluto de los hijos por designio divino.
familiar— en una esfera separada y aparte de la Ahora bien, en lo que se refiere a la sociedad
vida social y política, en una suerte de estadio conyugal, la autoridad la detenta, sin discusión,
ahistórico, independiente de cualquier grupo el marido, alegando precisamente un designio
social. La familia, y la mujer que por ella se divino que hizo a la mujer menos hábil y más
define, son, en fin, otra cosa. débil:
«...Pero siendo necesario que el derecho de
La sociedad familiar en Locke está com- decidir en último término (es decir, de gobernar)
puesta por la sociedad conyugal, la paterno- esté colocado en una sola persona, va a parar, natu-
filial y los servidores de la casa. Reflejando la ralmente, al hombre como más capaz y más fuerte
nueva realidad de la sociedad burguesa con la (abler and stronger)» 12 .
separación establecida entre la casa y el merca-
do del trabajo, Locke considera la sociedad La desigualdad entre los sexos —mayor
familiar como algo separado y aparte de la capacidad y fuerza en el varón— la convierte
sociedad política. Locke, así, en una desventaja social y la rein-
terpreta como una jerarquización entre las dos
La sociedad conyugal, según Locke, se partes del contrato conyugal. Téngase en cuen-
establece por un contrato entre el varón y la ta que el autor del Segundo tratado ya había
mujer en orden a la procreación y a la ayuda expuesto que la desigualdad entre los hombres
mutua de los cónyuges. Como en toda socie- no implicaba en modo alguno «subordinación
y sometimiento», a menos que el Señor así lo
" Locke defendió el derecho inalienable a la propie-
dad frente a la tradición que sostenía que todas las tierras
pertenecían a la Corona, y el soberano podía disponer de
ellas cuando lo deseara. 12 Ibíd., 61.
202 / Cristina Molina Petit 1 Ilustración / 203

hubiera dispuesto 13. O sea, que el sometimien- móvil que llevó a los hombres a entrar en sociedad,
to de la mujer en la sociedad conyugal es nada
se presupone y se requiere para ello que los hom-
menos que un designio divino.
bres puedan poseer...» 15
La importancia extrema que reviste la pro-
¿Qué sentido tiene el que Locke, apasiona-
piedad en el pensamiento de Locke es, enton-
do defensor de la igualdad entre los hombres y
ces, la razón principal por la que el contrato
de la autonomía del individuo, se muestre par-
conyugal se pacta en tales condiciones de des-
tidario de un contrato donde una de las partes
ventaja para la mujer. Es absolutamente nece-
pacta nada menos que su sujeción (como es el
sario en la teoría política lockeana que el pater-
caso del contrato conyugal)? ¿No había afir-
familias pueda disponer, sin discusión y sin
mado en otra parte que la autonomía no era
injerencias, de la propiedad que ha ganado con
negociable? 14.
su trabajo y que la pueda legar a quien quiera
Una clave para esclarecer esta aparente de entre sus herederos. Y es, precisamente, esta
contradicción («aparente», porque desde el capacidad de disponer de la propiedad lo que
punto de vista de la razón patriarcal ésta no es confiere el auténtico poder al padre dentro de
una situación contradictoria) nos la da la auto-
la familia, poder que se asemeja demasiado al
ra Lorenne Clark a partir de la importancia que del monarca absoluto, semejanza que Locke
otorga Locke a la propiedad como fuente de negará tajantemente alegando la temporalidad
autonomía, ciudadanía y prestigio (según el del poder parental. Pero teniendo el padre en
entendimiento liberal). sus manos el arma de la propiedad y su dispo-

sición en la herencia, no se trata, al fin, de


Nos hemos referido anteriormente al
aquella autoridad «parental» temporal, sino de
hecho de que Locke estableciera como fin pri-
la paternal absolutista desde el momento en
mordial de la sociedad la salvaguardia de la
que sólo el padre puede
propiedad de los ciudadanos, lo que ha hecho,

precisamente, que los individuos se decidan a «otorgar sus bienes a quien le plazca... puede dis-
abandonar aquel primitivo estado de naturale- poner de ella (la herencia) con mano más parsimo-
za para convertirse en ciudadanos unidos por niosa o más liberal según que uno u otro hijo se
intereses comunes. En este sentido puede decir haya acomodado mejor a su manera de ser o a la
Hanna Arendt que la sociedad liberal se resu-
voluntad o al humor de aquél» 16.
me en ser una «república de propietarios». La
En la sociedad familiar, el padre, pues, a
propiedad para Locke tiene tal peso en la socie-
través del control de la propiedad, compra la
dad que ni el propio poder político tendría la
obediencia del hijo, pero también... sujeta a la
prerrogativa de expropiar o desposeer al legíti-
mujer.
mo propietario:
En efecto, la mujer no puede disponer de
«...El poder supremo no puede arrebatar nin-
la propiedad familiar a no ser que el paterfami-
guna parte de sus propiedades a un hombre sin el Has muera y se tema por la pérdida del patri-
consentimiento de éste. Siendo la salvaguardia de la
monio. Realmente, el contrato conyugal se
propiedad la finalidad del gobierno, y siendo éste el
resuelve en Locke en un pacto, no tanto para

13 J. Locke, o. c., 5. 15 J. Locke, o. c., 105.


14 Véase la nota 10. lbíd., 54.
204 / Cristina Molina Petit Ilustración / 205

atender al interés común de los cónyuges,


cuanto para proteger y acrecentar el patrimo-
nio del padre. Locke es bastante explícito al
respecto cuando afirma que el contrato matri-
monial acaba, no cuando el interés común cesa,
sino «una vez asegurada la procreación y pro-
veído la herencia» '7.
El papel de la mujer en este singular con-
trato que establece la sociedad conyugal loc-
keana se resuelve en aportar los hijos que acre-
cienten y hereden la propiedad paterna, y ello
a cambio de su manutención y al precio de su
sujeción. El problema no estriba aquí en que la
capacidad reproductora de la mujer la aísle en
una esfera privada lejos de los privilegios de
autonomía y libertad que da la sociedad civil.
Lo importante está en haberla apartado de la
propiedad y su disposición, principio liberal de
autonomía y prestigio. La sujeción de la mujer
queda redefinida desde el liberalismo lockeano
al situarla entre los desposeídos, pero no como
una condición temporal, sino como un estado
definitorio y definitivo.
A causa de su desposeimiento, la mujer ha
de permanecer en la esfera privada de la fami-
lia, fuera del mundo del mercado y sujeta a
alguien que la provea en sus necesidades. Es,
precisamente, este desposeimiento de la mujer
lo que da al marido el poder despótico sobre
ella. Porque ya lo dice explícitamente el autor
de los Dos tratados:
«...El poder paternal no existe sino donde la
minoría de edad hace al niño incapaz de cuidar
por sí mismo de su propiedad; el poder político,
allí donde los hombres pueden disponer de sus
propiedades; y el poder despótico no existe sino
sobre aquellos hombres que no tienen ninguna
propiedad» 11 (la cursiva es nuestra).

'7 J. Locke, o. c., 60.


" J. Locke, o. c., 133.
206 / Cristina Molina Petit Ilustración / 207

Locke justifica el pacto de sujeción (el con- La obra de Rousseau va a ser, en este senti-
trato sexual, que diría C. Pateman) por derecho do, una crítica a la cultura y a la sociedad de su
divino, por naturaleza que hizo a la mujer más tiempo, pero no desde unas anti-luces, aunque
débil y por el mecanismo de desposeerla. Sin lo parezca cuando propone el modelo del buen
propiedad, la mujer no tiene, de acuerdo al salvaje, sino en nombre de lo que él considera
espíritu liberal, estatuto de individualidad, no un verdadero progreso: el progreso moral que
es autónoma, no puede contratar libremente. convierte a los individuos en ciudadanos libres.
No hay, pues, un rechazo de la cultura, pues el
El interés de Locke en apartar a la mujer de propio Rousseau reconoce que, sin ella, el pro-
la propiedad puede entenderse si se considera ceso de racionalización y humanización no
la fundamental función femenina dentro del hubiera sido posible.
matrimonio: cuidar y acrecentar la propiedad
paterna y producir herederos, y en ningún Para Rousseau —como para Freud—, en el
modo competir con el varón. Podríamos decir principio fue el instinto, la libertad sin límites.
que la verdadera función de la mujer en la esfe- La razón nace con la demanda de organización
ra privada sería la de producir las condiciones que requiere la sociedad. Pero ello arrastra la
para que el varón entre en la esfera de lo públi- infelicidad por la corrupción de aquella liber-
co. tad primigenia que se movía por el puro instin-
to. Pero si para ambos —Rousseau y Freud— la
sociedad empieza con la inhibición de la liber-
tad y la carga de represión e infelicidad que ello
b) J. J. Rousseau (1712-1778) arrrastra, en Rousseau cabe pensar que este
proceso de racionalización-socialización po-
No vamos, evidentemente, a entrar aquí en dría darse de otra manera (cosa que no admiti-
los muchos aspectos de un pensador tan com- ría Freud en su pesimismo estructural). La
plejo como Rousseau, sino simplemente seña- obra El contrato social responde, de hecho, a la
lar unas líneas interpretativas para tratar de ilu- búsqueda de unas condiciones para que la
minar el apartamiento de la mujer de lo públi- sociedad reprima lo menos posible aquella
co y cómo lo justifica, dentro de su teoría, el libertad y autonomía primigenias. Esta socie-
autor de El contrato social 19 . Desde este parti- dad se dará cuando se resuelva la tensión entre
cular interés, haremos hincapié en el Rousseau el individuo y el poder a través de una volun-
ilustrado, no en el romántico, que también lo tad general que es la suma de todas las volun-
es. Presentaremos a Rousseau como un ilustra- tades. El contrato social va en busca de los
do desengañado del nuevo orden burgués que principios bajo los cuales una sociedad no sea
no se ajusta a las promesas revolucionarias de represiva y un gobierno pueda ser declarado
libertad, igualdad e individualismo, sino que legítimo.
más bien «no parece sino mostrar a primera
vista más que la violencia de los poderosos y la El pacto social no pretende restablecer el
opresión de los débiles», como se queja en el «estado de naturaleza» ni las condiciones de
Discurso sobre el origen de la desigualdad. igualdad primigenia en una suerte de retroceso
a las cavernas, sino que Rousseau aspira a una
nueva igualdad moral y legitimada racional-
mente. A través del «pacto social», que hace
19 Ver el artículo Género. posible la reunión de los hombres en socieda-
208 / Cristina Molina Petit Ilustración / 209

des, cada individuo hace dejación por igual de sus fundamentos respectivos? Por ser el padre
sus derechos como individuo para pasar a ser físicamente más fuerte que sus hijos... el poder
una persona pública, un ciudadano. paterno parece con razón establecido por la
naturaleza...» 20.
La consecuencia inmediata del pacto es la
transformación del individuo en ciudadano, Así como el gobernante ha de moverse por
que ya no se rige por sus pasiones ni por sus el interés general, el padre se guía —dice
intereses particulares, sino por el interés gene- Rousseau— por los intereses particulares de la
ral de la comunidad. familia (naturalmente, él decide lo que esos
«intereses particulares» sean). La virtud que se
El interés general se expresa en Rousseau le exige al padre no es la de la justicia, como al
por el concepto de voluntad general, facultad magistrado, sino la sabiduría de dejarse guiar
que hace posible el pacto social, pero que es por el sentimiento, modelo éste que sería nefas-
también el resultado del pacto en cuanto enti- to para la sociedad civil, según reconoce el
dad supraindividual que se alza sobre los inte- mismo Rousseau:
reses particulares. En tanto que voz unánime,
la voluntad general va a ser la única instancia «...Si la voz de la naturaleza es el mejor conse-
jo que pueda escuchar el padre para cumplir bien
de poder legítimo.
sus deberes, para el magistrado es un falso guía que
El Estado para Rousseau no va a ser más trata sin cesar de separarle de sus obligaciones y
que el cuerpo social en activo que delega en que, tarde o temprano, le arrastra a su perdición y
unos gobernantes cuyas obligaciones se resu- a la del Estado... La única virtud que el padre de
men en hacer converger las voluntades particu- familia necesita consiste en guardarse de la depra-
vación e impedir que se corrompan sus inclinacio-
lares de los súbditos en la voluntad general. y
nes naturales...» 21.
para lograrlo, el magistrado ha de cultivar la
virtud de la justicia, que es la habilidad de con_ La mujer, adscrita a la esfera de la familia,
formar los intereses particulares hacia el ansia- no puede ser sujeto de ciudadanía abandonan-
do interés general. do la esfera de lo privado. Es como si estuvie-
ra, por tanto, en el estadio pre-social, pero sin
Frente a la sociedad política, Rousseau dis- gozar de aquella libertad sin límites del buen
tingue la sociedad familiar, que es, según el
autor de El contrato..., la más antigua de todas salvaje porque su condición «natural» es la
su jeción. Rousseau piensa que en la propia
las sociedades y la única natural (observemos naturaleza de la mujer está el deseo de ser sub-
que «sociedad» y «naturaleza» son términos
yugada. Sin embargo, curiosamente, también
contradictorios en Rousseau en la medida en sostiene que hay que educarlas para el yugo
que lo «natural» antecede y se opone a lo desde muy pequeñas, como recomienda en su
«social»).
obra, Emilio, o De la educación.
Las reglas que rigen la familia no tienen
nada que ver con las que rigen la sociedad civil. Podríamos preguntarnos por qué la mujer,
En la familia impera la ley del más fuerte. La si se ha quedado en una suerte de estadio pre-
autoridad paterna está establecida por natura-
leza. Aquí no hay contrato ni acuerdo:
" J. J. Rousseau, Discurso sobre la economía política,
«...¿Cómo podría el gobierno del Estado Tecnos, Madrid 1985, 4.
asemejarse al de la familia, siendo tan diferentes Ibíd., 6.
210 / Cristina Molina Petit Ilustración / 211

social, no goza de aquella libertad sin límites Una vez conceptualizado lo «femenino»
propia del salvaje y por qué hay que refrenarla como pasión y naturaleza, fuera de la razón, la
sometiéndola a una educación restrictiva como exclusión de la vida pública, del contrato, se da,
recomienda el autor del Emilio en la parte pues, en Rousseau en base a este miedo a la
dedicada a la educación de Sofía, la compañera influencia femenina sobre el varón, influencia
ideal del héroe rousseauniano. La respuesta es que puede arrastrarle a la regresión. A la mujer
que la mujer está considerada como pasión se la sujeta alegando su natural pasional que la
frente a la racionalidad, deseo sin límites frente hace naturalmente apropiada para la sujeción
a la saludable mesura, y todo ello es peligroso (aunque haya que educarlas en el yugo como a
para el ciudadano que ha de moverse en todo Sofía), y ello en aras del interés social: la suje-
momento por las luces de la razón. ción convierte a las mujeres en madres que
Para Rousseau —como para los Padres de la críen ciudadanos virtuosos y en esposas que
Iglesia—, la mujer personifica el mal, el mal ilus- atiendan las necesidades de afección del mari-
trado que es la pasión, el instinto en cuanto lo do. Así, la mujer es, una vez más, la condición
«otro» de la razón. La Ilustración puede enten- de posibilidad para que el varón entre en lo
derse también como un miedo a la regresión, al público. Sin la mujer en la esfera doméstica que
estadio anterior a la sociedad y al contrato, a lo atienda las necesidades de afección y deseo, no
primitivo, a las no-luces. De ahí el interés de los podría existir el hombre público dirigido por la
ilustrados por la educación, por forjar ciudada- razón. Sin la esposa que atendiera las necesida-
nos capaces de resistir al mal, a un mal que es el des de manutención, no podrían existir ni el
deseo, la pasión, con su poder de encadenar al ciudadano ni el negociante. Sin la Sofía domés-
hombre. Y si esto otro de la razón-pasión, tica y servil, no existiría el Emilio libre y autó-
deseo, naturaleza, instinto... no puede extirpar. nomo.
se, al menos puede domeñarse a través de la
razón. La mujer es para Rousseau como aque-
lla Circe tentadora que convertía en cerdos a
los hombres, haciéndoles regresar al instinto, al 3. Dialéctica feminista
estadio pre-cívico de la Ilustración
Entonces, con el fin de domeñar a la mujer Hemos visto que el feminismo es un pro-
y de minimizar su influencia, el Rousseau ilus- ducto ilustrado, tanto en sus raíces históricas
trado la encierra en el ámbito de lo privado- cuanto en sus pretensiones reivindicativas.
doméstico, y para conjurar el peligro que Parece ser, en efecto, que las reivindicaciones
representa la capacidad femenina de encadena r feministas no pueden plantearse adecuadamen-
al varón al instinto, sitúa el ideal de lo femeni- te sino a partir de los presupuestos de la Ilus-
no en ser madre y esposa virtuosa del ciudada- tración, como serían la universalidad de la ra-
no, situaciones ambas donde la mujer ha repri- zón, la exigencia de igualdad, la liberación de
mido su sexualidad o la ha sublimado al servi- los prejuicios, la urgencia de la emancipación...
cio de los otros: «...modestia y virtud son lo Pero también se nos ha mostrado que la
más preciado para mí», hace decir Rousseau a Ilustración no cumple sus promesas en cuanto
la joven heroína de La nueva Eloísa, una vez al ámbito de la mujer se refiere: lo femenino
que abandona a su amante y se casa con quien queda fuera de ella como aquel sector que Las
su padre le señalara. Luces no quieren iluminar. Apartada de la
212 / Cristina Molina Petit Ilustración / 213

racionalidad, del contrato social, de lo «públi- podría subsanarse aplicando correctamente los
co», de las prerrogativas de ciudadanía, la principios y el espíritu de la Ilustración, o bien
mujer sigue siendo definida como pasión, e entiende que la razón ilustrada es «per se»
naturaleza, deseo... aquel refugio de lo origin azón patriarcal, dominadora de lo femenino,
rio previo al ámbito propiamente humano de 1 igual que la práctica política de la Ilustración,
lo social-civil. 1 Liberalismo, no es concebible sin la exclu-
sión de la mujer del ámbito de lo público 22 .
Las relaciones entre Ilustración y femini
mo son —y han sido—, en fin, unas relaciones En primer lugar, hemos de aceptar, desde
complejas que podríamos definir en términos un punto de vista realista, que ningún tipo de
de una dialéctica. Y nos referimos a dialéctica racionalidad es inocente o pura en sus prácti-
en sus dos acepciones: la primera en el sentido as, aunque lo pretendan sus intenciones. En
moderno y aceptado del término como luch este sentido, la racionalidad ilustrada tiene una
tensión, dinámica de atracción-repulsión (que historia de prácticas de dominación junto a una
puede culminar en una síntesis aquietadora historia de ideales —y prácticas— de emancipa-
como en Hegel, o bien mantenerse como tal ión intelectual y moral.
«lucha» alimentándose de su propia dinámica El descubrimiento de la cara dominadora y
tensional como en la dialéctica negativa que epresora de la razón ilustrada es el principal
propugna Adorno). Y por la segunda acepción, lanco de ataque a la Ilustración y tiene su pri-
tomamos el término dialéctica en su sentido era formulación teórica en la obra de Adorno
original platónico como diálogo, un diálogo Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración
permanente y abierto que en este caso han de (1944). La tesis de la Dialéctica... expresa la
sostener los dos polos, Ilustración y feminis dinámica de la razón ilustrada que evoluciona
mo, sin dejar nunca la cuestión por zanjada, un irremisiblemente hacia su autodestrucción y,
mantener la posibilidad de «seguir hablando» en lugar de representar una vía de liberación
como diría Rorty. para el ser humano, le empuja en la moderni-
Ilustración y feminismo mantienen una dad hacia una nueva suerte de barbarie. Para
relación dialéctica porque en muchos aspectos los autores, si bien la modernidad celebra el
se implican y en otros parecen oponerse abier poder de la razón con el triunfo de la ciencia
tamente. Lo cierto es que la razón ilustrada se natural y la fe compartida, en que el avance
ha configurado como razón patriarcal atenta a científico correría parejo al avance moral y
los intereses y a las prácticas de dominación de social, esta razón, concebida como razón ins-
un sistema de poder masculino. Hemos visto trumental que se aplica al cálculo científico de
que la teoría política ilustrado-liberal está pro lo útil, al propio tiempo que conquista la natu-
fundamente marcada por el sesgo sexista que raleza se convierte en expoliadora del mundo
imprime la dicotomía de las dos esferas y el natural, dominadora del hombre por el hom-
confinamiento de la mujer a lo privado. bre y represora de la propia subjetividad.
Ante estas consideraciones y constatacio
nes, el feminismo puede adoptar diferentes
posturas: o bien se supone que la discrimina n Postura esta última defendida por Iris M. Young,

ción de la mujer es un accidente, una aberra por ejemplo en el art. "Imparcialidad y lo cívico público',
en S. Benhabid y D. Cornell (eds.), Teoría feminista y teo-
ción, un punto ciego en la razón ilustrada que ría crítica, Alfons el Magnánim, Valencia 1990, 89-117.
214 / Cristina Molina Pe.tit Ilustración 215

Podríamos leer esta dialéctica en clave puestos ilustrados, creemos que los puntos cie-
feminista y decir aquí que la razón ilustrada gos de la razón ilustrada-patriarcal pueden ser
que, en un principio, representa la promesa de iluminados desde la propia Ilustración con más
liberación para todos los seres humanos en Ilustración (como diría Madame Stael). Des-
cuanto razón universal, se trastrueca en su cubrir, en fin, que la universalidad que predi-
opuesto como razón patriarcal, consumando y can los ilustrados no es más que una falsa uni-
justificando la sujeción de la mujer, una vez versalidad (S. Benhabib), que cuando dice
definido lo femenino como naturaleza. «todos» no se refiere a todo el género humano,
sino a todos los varones; que las dicotomías
Adorno y Horkheimer señalan el carácter están moralmente jerarquizadas con un interés
excluyente de la razón ilustrada en tanto queda dominador, que se utilizan mecanismos con-
reducida a su aspecto tecnológico-instrumen- ceptuales discriminatorios... Pero la razón ilus-
tal, dejando fuera fines y valores, sentimientos trada tiene suficientes virtualidades críticas y
y deseos, y permaneciendo atenta sólo al domi- autocríticas para emprender la tarea de extirpar
nio de la naturaleza y de los seres humanos. estos elementos de «sinrazón patriarcal» (Celia
Ahora bien, esto otro de la razón, que la racio- Amorós), y el feminismo le presta unas armas
nalidad tecnológica ha excluido e intenta. de excepción para ello. El feminismo, de
do dominar (naturaleza, deseo, pasión), ha sido hecho, ha sido la primera impugnación a la
considerado siempre como el ámbito de lo fe- Ilustración desde la propia Ilustración.
menino, es otra forma de nombrar lo «femeni- Y es que no vemos otro marco adecuado
no». Para los autores de la Dialéctica..., la rela- que el de la modernidad ilustrada para plantear
ción alienada que mantiene el varón con la mu- el análisis feminista y para posibilitar una prác-
jer es el modelo de la falsa relación que la racio- tica emancipatoria. En cualquier caso, la ten-
nalidad instrumental mantiene con la na- s ión dialéctica existe como tal tensión y como
turaleza 23 . Yendo más allá, consideramos que un diálogo permanente que han de mantener
la razón tecnológica se configura antes como Ilustración y feminismo. Diálogo que, por
patriarcal y se aplica a la exclusión de lo feme- parte del feminismo, ilustre constantemente a
nino con el afán dominador de una racionali- la Ilustración y le evite las recaídas en las «sin-
dad excluyente y totalizante que sólo da cate- razones de la razón patriarcal» (Celia
goría de sujeto de conocimiento —imparcial, Amorós). Y que, por parte de la Ilustración,
claro y distinto— al sujeto masculino, como mantenga al feminismo en los marcos de uni-
sólo posibilita el contrato social entre varones versalidad y humanismo propios del espíritu
por el mismo procedimiento de dicotomizar y ilustrado y la prevenga de adentrarse en los
excluir. caminos de los premodernismos o postmoder-
nismos, de difícil tránsito para la teoría y la
Pero estos procedimientos no son propios práctica política del feminismo.
de la razón ilustrada, sino de la razón patriar-
cal. Así como Adorno y Horkheimer hacen
una crítica de la razón tecnológica desde preso-
Bibliografía
Amorós, C. (coord.), Actas del seminario permanente
" Cf. T. Adorno y M. Horkheimer, Dialectic o
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216 / Cristina Molina Petit

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Madrid 1978.
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Península, Barcelona 1974. Que el feminismo ha existido siempre pue-
Eisenstein, Z., The Radical Future of Liberal Femi_ de afirmarse en diferentes sentidos. En el sen-
nism, Logman, Nueva York 1981. tido más amplio del término, siempre que las
Ginzo, A., La Ilustración francesa entre Voltaire y mujeres, individual o colectivamente, se han
Rousseau, Cincel, Madrid 1985. quejado de su injusto y amargo destino bajo el
Kant, I., «Qué es Ilustración», en Filosofía de la histo patriarcado y han reivindicado una situación
ria. FCE, Madrid 1985. diferente, una vida mejor. Sin embargo, en este
Molina, C., Dialéctica feminista de la Ilustración, libro abordamos el feminismo de una forma
Anthropos, Barcelona 1994. más específica: trataremos los distintos mo-
mentos históricos en que las mujeres han lle-
gado a articular, tanto en la teoría como en la
práctica, un conjunto coherente de reivindica-
ciones y se han organizado para conseguirlas '.
En este recorrido histórico por la historia
del movimiento feminista dividiremos la expo-
sición en tres grandes bloques: el feminismo
premoderno, en que se recogen las primeras
manifestaciones de «polémicas feministas»; el
feminismo moderno, que arranca con la obra
de Poulain de la Barre y los movimientos de
mujeres y feministas de la Revolución france-
sa, para resurgir con fuerza en los grandes mo-
vimientos sociales del siglo XIX, y, por último,
el feminismo contemporáneo, en que se analiza

Como ponen de relieve las recientes historias de las


mujeres, éstas han tenido casi siempre un importante pro-
tagonismo en las revueltas y movimientos sociales. Sin
embargo, si la participación de las mujeres no es cons-
ciente de la discriminación sexual, no puede considerarse
feminista.
218 / Ana de Miguel Feminismos / 219

el neofeminismo de los años sesenta-setenta y res 3. La importancia de la educación generó


las últimas tendencias. numerosos tratados pedagógicos y abrió un
debate sobre la naturaleza y deberes de los
1. Feminismo premoderno sexos. Un importante precedente y un hito en la
polémica feminista había sido la obra de Chris-
El proceso de recuperación histórica de la
tine de Pisan, La ciudad de las damas (1405). Pi-
memoria feminista no ha hecho más que co- san ataca el discurso de la inferioridad de las
menzar. Cada día que pasa, las investigaciones
mujeres y ofrece una alternativa a su situación.
añaden nombres nuevos a la genealogía del fe-
Pero como certeramente indica Alicia H. Pu-
minismo, y aparecen nuevos datos en torno a
la larga lucha por la igualdad sexual. En gene- leo, no hay que confundir estas obras reivindi-
cativas con un género apologético también
ral puede afirmarse que ha sido en los perío-
dos de ilustración y en los momentos de tran- cultivado en el Renacimiento y destinado a
agradar a las damas mecenas. Este género utili-
sición hacia formas sociales más justas y
za un discurso de la excelencia en que elogia la
liberadoras cuando ha surgido con más fuerza
superioridad de las mujeres —«el vicio es mas-
la polémica feminista.
culino, la virtud femenina»— y confecciona ca-
Es posible rastrear signos de esta polémica tálogos de mujeres excepcionales. Así por
en los mismos principios de nuestro pasado ejemplo el tratado que Agrippa de Nettesheim
clásico. La Ilustración sofística produjo el dedica a la regente de los Países Bajos en 1510,
pensamiento de la igualdad entre los sexos, De nobilitate et praecellentia foeminei sexus 4.
aunque, como señala Valcárcel, ha sobrevivido A pesar de las diferencias entre los tratados,
mucho mejor la reacción patriarcal que generó: habrá que esperar al siglo XVII para la formu-
«las chanzas bifrontes de Aristófanes, la Políti- lación de la igualdad.
ca de Aristóteles, la recogida de Platón» 2. Con
La cultura y la educación eran entonces un
tan ilustres precedentes, la historia occidental
bien demasiado escaso y, lógicamente, fueron
fue tejiendo minuciosamente —desde la reli-
de otra índole las acciones que involucraron a
gión, la ley y la ciencia— el discurso y la prácti-
más mujeres y provocaron mayor represión: la
ca que afirmaba la inferioridad de la mujer res- relación de las mujeres con numerosas herejías
pecto al varón. Discurso que parecía dividir en
como las milenaristas. Guillermine de Bohe-
dos la especie humana: dos cuerpos, dos razo- mia, a fines del siglo XIII, afirmaba que la re-
nes, dos morales, dos leyes.
dención de Cristo no había alcanzado a la mu-
El Renacimiento trajo consigo un nuevo jer, y que Eva aún no había sido salvada. Creó
paradigma humano, el de autonomía, pero no
se extendió a las mujeres. El solapamiento de
lo humano con los varones permite la aparien-
cia de universalidad del «ideal de hombre re- Cf. J. Kelly, «¿Tuvieron las mujeres Renacimien-
to?», en J. S. Amelang y M. Nash (eds.), Historia y géne-
nacentista». Sin embargo el culto renacentista ro: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea,
a la gracia, la belleza, el ingenio y la inteligen- Alfons el Magnánim, Valencia 1990, 93-126, y A. I-1.■ Pu-
cia sí tuvo alguna consecuencia para las muje- leo, «El paradigma renacentista de autonomía», en C.
Amorós (coord.), Actas del seminario permanente Femi-
nismo e Ilustración, Instituto de Investigaciones Feminis-
tas, Universidad Complutense de Madrid, Madrid 1992,
A. Valcárcel, «¿Es el feminismo una teoría políti- 39-46.
ca?», Desde el feminismo, n. 1 (1986) 7. 4 Cf. A. H. Puleo, a. c., 43-44.
220 / Ana de Miguel Feminismos / 221

una iglesia de mujeres a la que acudían tanto fiar el derecho de su marido a gobernar la con-
mujeres del pueblo como burguesas y aristó- ciencia de ella, o bien indicarle dónde debía
cratas. La secta fue denunciada por la inquisi- rendir culto. Los espíritus tenían poca consi-
ción a comienzos del siglo XIV. Aunque las deración por el respeto debido al patriarcado
posiciones de las doctrinas heréticas sobre la terrenal; sólo reconocían el poder de Dios» 6.
naturaleza y la posición de la mujer eran muy Entonces se las acusó de pactar con el demo-
confusas, les conferían una dignidad y un esca- nio. Las frecuentes acusaciones de brujería
pe emocional e intelectual que difícilmente po- contra las mujeres individualistas a lo largo de
dían encontrar en otro espacio público 5. El estos siglos, y su consiguiente quema, fue el
movimiento de renovación religiosa que fue la justo contrapeso «divino» a quienes desafia-
Reforma protestante significó la posibilidad de ban el poder patriarcal.
un cambio en el estado de la polémica. Al afir-
mar la primacía de la conciencia-individuo y el En la Francia del siglo XVII, los salones
sacerdocio universal de todos los verdaderos comenzaban su andadura como espacio públi-
creyentes frente a la relación jerárquica con co capaz de generar nuevas normas y valores
Dios, abría de par en par las puertas al interro- sociales. En los salones, las mujeres tenían una
gante femenino: ¿por qué nosotras no? Para- notable presencia y protagonizaron el movi-
dójicamente, el protestantismo acabó reforzan- miento literario y social conocido como pre-
do la autoridad patriarcal, ya que se necesitaba ciosismo. Las preciosas, que declaran preferir
un sustituto para la debilitada autoridad del sa- la aristocracia del espíritu a la de la sangre, re-
cerdote y del rey. Por mucho que la Reforma vitalizaron la lengua francesa e impusieron
supusiese una mayor dignificación del papel de nuevos estilos amorosos; establecieron pues
la mujer-esposa-compañera, el padre se con- sus normas en un terreno en el que las mujeres
vertía en el nuevo e inapelable intérprete de las rara vez habían decidido. Para Oliva Blanco, la
Escrituras, dios-rey del hogar. Sin embargo, y especificidad de la aportación de los salones
como ya sucediera con las herejías medievales del XVII al feminismo radica en que «gracias a
y renacentistas, la propia lógica de estas tesis ellos la "querelle féministe" deja de ser coto
llevó a la formación de grupos más radicales. privado de teólogos y moralistas y pasa a ser
Especialmente en Inglaterra, la pujanza del un tema de opinión pública» 7. Sin embargo,
movimiento puritano, ya a mediados del XVII, tal y como sucedía con la Ilustración sofística,
dio lugar a algunas sectas que, como los cuá- seguramente hoy se conoce mejor la reacción
queros, desafiaron claramente la prohibición patriarcal a este fenómeno, reacción bien sim-
del apóstol Pablo. Estas sectas incluyeron a las bolizada en obras tan espeluznantemente mi-
mujeres como predicadoras y admitían que el sóginas como Las mujeres sabias de Moliere y
espíritu pudiese expresarse a través de ellas. Al- La culta latiniparla de Quevedo.
gunas mujeres encontraron una interesante vía
para desplegar su individualidad: «El espíritu
podía inducir a una mujer al celibato, o a desa-
6 S. Rowbotham, La mujer ignorada por la historia,
Debate, Madrid 1980, 19.
' O. Blanco, «La "querelle féministe" en el siglo
S. Rowbotham, Feminismo y Revolución, Debate, XVII», en C. Amorós (coord.), Actas del seminario per-
Madrid 1978, 15-26. manente Feminismo e Ilustración, 77.
Feminismos / 223
222 / Ana de Miguel

torio —tal y como sucedió en la susodicha


2. Feminismo moderno Francia revolucionaria y en todas las democra-
a) Las raíces ilustradas cias del XIX y buena parte del XX—, la deman-
y la Revolución francesa da de universalidad que caracteriza a la razón
Diferentes autoras, como Geneviéve Frais- ilustrad-á—puede ser utilizada para irracionali-
se y Celia Amorós, han coincidido en señalar zar sus usos interesados e ilegítimos, en este
la obra del filósofo cartesiano Poulain de la caso patriarcales. En este sentido afirma que el
Barre y los movimientos de mujeres y feminis- feminismo supone la efectiva radicalización del
tas que tuvieron lugar durante la Revolución proyecto igualitario ilustrado. La razón ilus-
francesa como dos momentos clave —teórico trada, razón fundamentalmente crítica, posee
uno, práctico el otro— en la articulación del fe- la capacidad de volver sobre sí misma y detec-
minismo moderno. Así, el texto de Poulain ti- tar sus propias contradicciones 9. Y así la utili-
tulado Sobre la igualdad de los sexos y publi- zaron las mujeres de la Revolución francesa
cado en 1673 —en pleno auge del movimiento cuando observaron con estupor cómo el nue-
de preciosas— sería la primera obra feminista vo Estado revolucionario no encontraba con-
que se centra explícitamente en fundamentar la tradicción alguna en pregonar a los cuatro
demanda de igualdad sexual. Fraisse ha señala- vientos la igualdad universal y dejar sin dere-
do que con esta obra estaríamos asistiendo a chos civiles y políticos a todas las mujeres.
un verdadero cambio en el estatuto epistemo- En la Revolución francesa veremos apare-
lógico de la controversia o «guerra entre los cer no sólo el fuerte protagonismo de las mu-
sexos»: «la comparación entre el hombre y la jeres en los sucesos revolucionarios, sino la
mujer abandona el centro del debate, y se hace aparición de las más contundentes demandas
posible una reflexión sobre la igualdad» 8. Por de igualdad sexual. La convocatoria de los Es-
su parte, Amorós encuadra la obra de Poulain tados Generales por parte de Luis XVI se
en el contexto más amplio de la Ilustración. constituyó en el prólogo de la revolución. Los
Aun reconociendo el carácter pionero y espe- tres Estados —nobleza, clero y pueblo— se reu-
cífico de la obra, ésta forma parte de un conti- nieron a redactar sus quejas para presentarlas
nuo feminista que se caracteriza por radicali- al rey. Las mujeres quedaron excluidas, y co-
zar o universalizar la lógica de la razón, menzaron a redactar sus propios «cahiers de
racionalista primero e ilustrada después. Asi- doléances». Con ellos, las mujeres, que se au-
mismo, mantiene que el feminismo como cuer- todenominaron «el tercer Estado del tercer
po coherente de vindicaciones y como proyec- Estado», mostraron su clara conciencia de _co-
to político capaz de constituir un sujeto lectivo oprimido y del carácter «interestamen-
revolucionario colectivo sólo puede articularse tal» de su opresión'''.
teóricamente a partir de las premisas ilustra-
das: premisas que afirman que todos los hom-
9 De Celia Amorós sobre Poulain de la Barre: «El fe-
bres nacen libres e iguales y, por tanto, con los minismo como exis emancipatoria» y «Cartesianismo y
mismos derechos. Aun cuando las mujeres feminismo. Olvidos de la razón, razones de los olvidos»,
queden inicialmente fuera del proyecto iguala- los dos en Actas del seminario..., 85-104. Sus tesis sobre la
relación entre feminismo e Ilustración están sintetizadas
e n «El feminismo: senda no transitada de la Ilustración»,
Isegoría, n. 1 (1990) 139-150; véase también Ilustración de
Cristina Molina en esta misma obra. .
G. Fraisse, Musa de la razón, Cátedra, Madrid I° Algunos de estos cuadernos están traducidos en la
1991, 194.
224 / Ana de Miguel Feminismos / 225

Tres meses después de la toma de la Basti- derechos de la mujer y la ciudadana, en 1791.


lla, las mujeres parisinas protagonizaron la Su autora fue Olympe de Gouges, una mujer
crucial marcha hacia Versalles, y trasladaron al del pueblo y de tendencias políticas modera-
rey a París, donde le sería más difícil evadir los das, que dedicó la declaración a la reina María
graves problemas del pueblo. Como comenta Antonieta, con quien finalmente compartiría
Paule-Marie Duhet en su obra Las mujeres y un mismo destino bajo la guillotina. Este es su
la Revolución, una vez que las mujeres habían veredicto sobre el hombre: «Extraño, ciego,
sentado el precedente de iniciar un movimien- hinchado de ciencias y degenerado, en este si-
to popular armado, no iban a cejar en su afán glo de luces y de sagacidad, en la ignorancia
de no ser retiradas de la vida política ". Pronto más crasa, quiere mandar como un déspota so-
se formaron clubes de mujeres, en los que bre un sexo que recibió todas las facultades in-
plasmaron efectivamente su voluntad de parti- telectuales y pretende gozar de la revolución y
cipación. Uno de los más importantes y radi- reclamar sus derechos a la igualdad, para de-
cales fue el dirigido por Claire Lecombe y cirlo de una vez por todas» 12 . En 1792, la in-
Pauline Léon: la Société Républicaine Révolu- glesa Mary Wollstonecraft redactará en pocas
tionnaire. Impulsadas por su auténtico prota- semanas la célebre Vindicación de los derechos
gonismo y el reconocimiento público del mis- de la mujer. Las mujeres habían comenzado
mo, otras mujeres como Théroigne de e xponiendo sus reivindicaciones en los cua-
Méricourt no dudaron en defender y ejercer el dernos de quejas y terminan afirmando orgu-
derecho a formar parte del ejército. llosamente sus derechos. La transformación
Sin embargo, pronto se comprobó que una respecto a los siglos anteriores, como acerta-
cosa era que la República agradeciese y conde- damente ha sintetizado Fraisse, significa el pa-
corase a las mujeres por los servicios prestados so del gesto individual al movimiento colecti-
y otra que estuviese dispuesta a reconocerles vo: la querella es llevada a la plaza pública y
otra función que la de madres y esposas (de toma la forma de un debate democrático: se
los ciudadanos). En consecuencia, fue desesti- convierte por vez primera de forma explícita
mada la petición de Condorcet de que la nueva en una cuestión política ".
República educase igualmente a las mujeres y Sin embargo, la Revolución francesa supu-
los varones, y la misma suerte corrió uno de so una amarga, y seguramente inesperada, de-
los mejores alegatos feministas de la época, su rrota para el feminismo. Los clubes de mujeres
escrito de 1790, Sobre la admisión de las muje- fueron cerrados por los jacobinos en 1793, y
res al derecho de ciudadanía. en 1794 se prohibió explícitamente la presen-
Seguramente uno de los momentos más lú- cia de mujeres en cualquier tipo de actividad
cidos en la paulatina toma de conciencia femi- política. Las que se habían significado en su
nista de las mujeres está en la Declaración de participación política, fuese cual fuese su ads-
cripción ideológica, compartieron el mismo fi-
nal: la guillotina o el exilio. Las más lúgubres
antología La Ilustración olvidada, realizada por A. H.
Puleo, Anthropos, Barcelona 1993. También de esta mis-
ma autora, «Una cristalización político-social de los idea-
les ilustrados: los "Cahiers de doléance" de 1789», en C.
Amorós (coord.), Actas del seminario..., 147-153. 12 0. de Gouges, «Los derechos de la mujer», en A.
" P. M. Duhet, Las mujeres y la Revolución (1789- H. Puleo (ed.), La Ilustración olvidada, 155.
1794), Península, Barcelona 1974, 44. G. Fraisse, o. c., 191.
226 / Ana de Miguel Feminismos / 227

predicciones se habían cumplido ampliamente:


las mujeres no podían subir a la tribuna, pero
sí al cadalso. ¿Cuál era su falta? La prensa re-
volucionaria de la época lo explica muy clara-
mente: habían transgredido las leyes de la na-
turaleza abjurando de su destino de madres y
esposas, queriendo ser «hombres de Estado».
El nuevo código civil napoleónico, cuya extra-
ordinaria influencia ha llegado prácticamente a
nuestros días, se encargaría de plasmar legal-
mente dicha «ley natural».

b) Feminismo decimonónico
En el siglo XIX, el siglo de los grandes
movimientos sociales emancipatorios, el femi-
nismo aparece, por primera vez, como un mo-
vimiento social de carácter internacional, con
una identidad autónoma teórica y organizati-
va. Además, ocupará un lugar importante en el
seno de los otros grandes movimientos socia-
les, los diferentes socialismos y el anarquismo.
POR LE
Estos movimientos heredaron en buena
medida las demandas igualitarias de la Ilustra-
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ción, pero surgieron para dar respuesta a los
acuciantes problemas que estaban generando
la revolución industrial y el capitalismo. El de-
sarrollo de las democracias censitarias y el de-
cisivo hecho de la industrialización suscitaron
enormes expectativas respecto al progreso de
la humanidad, y se llegó a pensar que el fin de
la escasez material estaba cercano. Sin embar-
go, estas esperanzas chocaron frontalmente
con la realidad. Por un lado, a las mujeres se
les negaban los derechos civiles y políticos
más básicos, segando de sus vidas cualquier
atisbo de autonomía personal. Por otro, el
proletariado —y lógicamente las mujeres prole-
tarias— quedaba totalmente al margen de la ri-
queza producida por la industria, y su situa-
ción de degradación y miseria se convirtió en
uno de los hechos más sangrantes del nuevo
228 / Ana de Miguel Feminismos / 229

orden social. Estas contradicciones fueron el En los Estados Unidos, el movimiento su-
caldo del cultivo de las teorías emancipadoras fragista estuvo inicialmente muy relacionado
y los movimientos sociales del XIX. con el movimiento abolicionista. Gran núme-
ro de mujeres unieron sus fuerzas para comba-
tir en la lucha contra la esclavitud y, como se-
• El movimiento sufragista ñala Seyla Rowbotham, no sólo aprendieron a
Como se señala habitualmente, el capitalis- organizarse, sino a observar las similitudes de
mo alteró las relaciones entre los sexos. El su situación con la de esclavitud 14. En 1848, en
nuevo sistema económico incorporó masiva- el Estado de Nueva York, se aprobó la Decla-
mente a las mujeres proletarias al trabajo in- ración de Séneca Falls, uno de los textos fun-
dustrial —mano de obra más barata y sumisa dacionales del sufragismo 15 . Los argumentos
que los varones—, pero, en la burguesía, la clase que se utilizan para vindicar la igualdad de los
social ascendente, se dio el fenómeno contra- sexos son de corte ilustrado: aPéliñ a ta leyiii-
rio. Las mujeres quedaron enclaustradas en un 11 -aT como fuente de derechos para toda la es-
hogar que era, cada vez más, símbolo del sta- pecie humana, y a la razón y al buen sentido
tus y éxito laboral del varón. Las mujeres, ma- de la humanidad como armas contra el prejui-
cio y la costumbre. También cabe señalar de 3
yormente las de la burguesía media, experi-
mentaban con creciente indignación su nuevo la importancia del trasfondo individua-
situación de propiedad legal de sus maridos y lista de la religión protestante; como ha seña-
su marginación de la educación y las profesio- lado Richard Evans: «La creencia protestante
nes liberales, marginación que, en muchas oca- en el derecho de todos los hombres y mujeres a
siones, las conducía inevitablemente, si no trabajar individualmente por su propia salvación
contraían matrimonio, a la pobreza. proporcionaría una seguridad indispensable, y a
menudo realmente una auténtica inspiración, a
En este contexto, las mujeres comenzaron muchas, si no a casi todas las luchadoras de las
a organizarse en torno a la reivindicación del campañas feministas del siglo XIX» 16 . Elizabeth
derecho al sufragio, lo que explica su denomi- Cady Stanton, la autora de La Biblia de las mu-
nación como sufragistas. Esto no debe enten- jeres, y Susan B. Anthony fueron dos de las
derse nunca en el sentido de que esa fuese su más significadas sufragistas norteamericanas.
única reivindicación. Muy al contrario, las su-
fragistas luchaban por la igualdad en todos los En Europa, el movimiento sufragista in-
terrenos apelando a la auténtica universaliza- glés fue el más potente y radical. Desde 1866,
ción de los valores democráticos y liberales. en que el diputado John Stuart Mill, autor de
Sin embargo, y desde un punto de vista estra- La sujeción de la mujer, presentó la primera
tégico, consideraban que, una vez conseguido petición a favor del voto femenino en el Parla-
el voto y el acceso al parlamento, podrían co- mento, no dejaron de sucederse iniciativas po-
menzar a cambiar el resto de las leyes e institu-
ciones. Además, el voto era un medio de unir a
mujeres de opiniones políticas muy diferentes. 14 S. Rowbotham, La mujer ignorada por la historia, 68.

Su movimiento era de carácter interclasista, 15 El texto de la Declaración está recogido en la Anto-


pues consideraban que todas las mujeres sufrían logía del feminismo de Amalia Martín-Gamero, Alianza
Editorial, Madrid 1975.
en cuanto mujeres, e independientemente de su 16 R. J. Evans, Las feministas, Siglo XXI, Madrid
clase social, discriminaciones semejantes. 1980, 15.
230 / Ana de Miguel Feminismos / 231

líticas. Sin embargo, los esfuerzos dirigidos a veces no fueron suficientemente críticos con la
convencer y persuadir a los políticos de la legi- división sexual del trabajo. Aun así, su rechazo
timidad de los derechos políticos de las muje- de la sujeción de las mujeres tuvo gran impac-
res provocaban burlas e indiferencia. En con- to social, y la tesis de Fourier de que la situa-
secuencia, el movimiento sufragista dirigió su ción de las mujeres era el indicador clave del
estrategia a acciones más radicales. Aunque, nivel de progreso y civilización de una socie-
como bien ha matizado Rowbotham: «las tác- dad fue literalmente asumida por el socialismo
ticas militantes de la Unión habían nacido de posterior 18.
la desesperación, después de años de paciente
Flora Tristán en su obra Unión obrera
constitucionalismo» '7. Las sufragistas fueron
(1843) dedica un capítulo a exponer la situa-
encarceladas, protagonizaron huelgas de ham- ción de las mujeres. Tristán mantiene que «to-
bre y alguna encontró la muerte defendiend o
das las desgracias del mundo provienen del ol-
su máxima: «votos para las mujeres». Tendría
vido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho
que pasar la primera guerra mundial y llegar el
de los derechos naturales e imprescriptibles
año 1928 para que las mujeres inglesas pudie-
del ser mujer» 19 . En sus proyectos de reforma,
sen votar en igualdad de condiciones.
la educación de las mujeres resulta crucial para
el progreso de las clases trabajadoras, aunque,
• El feminismo socialista eso sí, debido a la influencia que como ma-
El socialismo como corriente de pensa- dres, hijas, esposas, etc..., tienen sobre los va-
miento siempre ha tenido en cuenta la situa- rones. Para Tristán, las mujeres «lo son todo
ción de las mujeres a la hora de analizar la so- en la vida del obrero», lo que no deja de supo-
ciedad y de proyectar el futuro. Esto no ner una acrítica asunción de la división sexual
significa que el socialismo sea necesariament e del trabajo. Desde otro punto de vista, entre
feminista, sino que en el siglo XIX comenzaba los seguidores de Saint-Simon y Owen cundió
a resultar difícil abanderar proyectos igualita- la idea de que el poder espiritual de los varo-
rios radicales sin tener en cuenta a la mitad de nes se había agotado y la salvación de la socie-
la humanidad. dad sólo podía proceder de lo «femenino». En
algunos grupos incluso se inició la búsqueda
Los socialistas utópicos fueron los prime- de un nuevo mesías femenino 20 .
ros en abordar el tema de la mujer. El nervio
de su pensamiento, como el de todo socialis- Tal vez la aportación más específica del so-
mo, arranca de la miserable situación econó- cialismo utópico resida en la gran importancia
q ue concedían a la transformación de la insti-
mica y social en que vivía la clase trabajadora.
En general proponen la vuelta a pequeñas co- tución familiar. Condenaban la doble moral y
munidades en que pueda existir cierta autoges- consideraban el celibato y el matrimonio indi-
tión —los falansterios de Fourier— y se desarro- soluble como instituciones represoras y causa
lle la cooperación humana en un régimen d e
igualdad que afecta también a los sexos. Sin " C. Fourier, Teorz'a de los cuatro movimientos, Ba-
embargo, y a pesar de reconocer la necesidad rral, Barcelona 1974, 167.
19 F. Tristán, Unión obrera, Fontamara, Barcelona
de independencia económica de las mujeres, a
1977, 125.
2° Cf. N. Campillo, «Las sansimonianas: un grupo fe-

minista paradigmático», en C. Amorós (coord.), Actas del


" S. Rowbotham, o. c., 115. seminario permanente..., 313-324.
232 / Ana de Miguel Feminismos / 233

de injusticia e infelicidad. De hecho, como se- «No se crea que todos los socialistas sean
ñalara en su día John Stuart Mill, a ellos cabe emancipadores de la mujer; los hay para quienes
el honor de haber abordado sin prejuicios te- la mujer emancipada es tan antipática como el so-
mas con los que no se atrevían otros reforma- cialismo para los capitalistas» 21.
dores sociales de la época. Por otro lado, el socialismo insistía en las
diferencias que separaban a las mujeres de las
distintas clases sociales. Así, aunque las socia-
• Socialismo marxista listas apoyaban tácticamente las demandas de
A mediados del siglo XIX comenzó a im- las sufragistas, también las consideraban ene-
ponerse en el movimiento obrero el socialis- migas de clase y las acusaban de olvidar la si-
mo de inspiración marxista o «científico». El tuación de las proletarias, lo que provocaba la
marxismo articuló la llamada «cuestión feme- desunión de los movimientos. Además, la rela-
nina» en su teoría general de la historia y ofre- tivamente poderosa infraestructura con que
Ció una nueva explicación del origen de la co ntaban las feministas burguesas y la fuerza
opresión de las mujeres y una nueva estrategia de su mensaje calaba en las obreras llevándolas
para su emancipación. Tal y como desarrolló a su lado. Lógicamente, una de las tareas de las
Friedrich Engels en El origen de la familia, la socialistas fue la de romper esa alianza. Ale-
propiedad privada y el Estado, obra publicada jandra Kollontai, bolchevique y feminista, re-
en 1884, el origen de la sujeción de las mujeres lata en sus Memorias algunas de sus estrategias
no estaría en causas biológicas —la capacidad desde la clandestinidad. En diciembre de 1908
reproductora o la constitución física—, sino so- tuvo lugar en San Petersburgo, y convocado
ciales. En concreto, en la aparición de la pro- por las feministas «burguesas», el Primer Con-
piedad privada y la exclusión de las mujeres greso Femenino de todas las Rusias. Kollontai
de la esfera de la producción social. En conse- no pudo asistir, porque pesaba una orden de
cuencia, de este análisis se sigue que la eman- detención contra ella, pero pudo preparar la
cipación de las mujeres irá ligada a su retorno intervención de un grupo de obreras. Estas to-
a la producción y a la independencia económi- maron la palabra para señalar la especificidad
de la problemática de las mujeres trabajadoras,
ca.
y cuando se propuso la creación de un centro
Este análisis, por el que se apoyaba la in- femenino interclasista, abandonaron ostento-
corporación de las mujeres a la producción, no samente el congreso 22 .
dejó de tener numerosos detractores en el pro- Sin embargo, y a pesar de sus lógicos en-
pio ámbito socialista. Se utilizaban diferentes frentamientos con las «sufragistas», existen
argumentos para oponerse al trabajo asalaria- numerosos testimonios del dilema que se les
do de las mujeres: la necesidad de proteger a presentaba a las mujeres socialistas. Aunque
las obreras de la sobreexplotación de que eran
objeto, el elevado índice de abortos y mortali- suscribían la tesis de que la emancipación de
las mujeres era imposible en el capitalismo
dad infantil, el aumento del desempleo mascu- -explotación laboral, desempleo crónico, do-
lino, el descenso de los salarios... Pero como
señaló Auguste Bebel en su célebre obra La
mujer y el socialismo, también se debía a que, a 2 A. Bebel, La mujer y el socialismo,
Júcar, Madrid
pesar de la teoría, no todos los socialistas apo- 1980, 117.
yaban la igualdad de los sexos: 22 Cf. A. Kollontai, Memorias, Debate, Madrid 1979.
234 / Ana de Miguel 1
Feminismos / 235

ble jornada, etc.—, eran conscientes de que para ca de la igualdad entre los sexos, e incluso cabe
sus camaradas y para la dirección del partido destacar que un anarquista de la talla de Pierre
la «cuestión femenina» no era precisament e j. Proudhon (1809-1865) mantuvo tranquila-
prioritaria. Más bien se la consideraba una me- mente posturas antigualitarias extremas. Estas
ra cuestión de superestructura, que se solucio- son sus palabras:
naría automáticamente con la socialización de
los medios de producción, y, en el peor de los «Por mi parte, puedo decir que, cuanto más
casos, «una desviación peligrosa hacia el femi- pienso en ello, menos me explico el destino de la
nismo». Esto no impidió que las mujeres so- mujer fuera de la familia y el hogar. Cortesana o
cialistas se organizaran dentro de sus propios ama de llaves (ama de llaves digo, y no criada); yo
partidos; se reunían para discutir sus proble- no veo término medio» n.
mas específicos y crearon, a pesar de que la ley Sin embargo, el anarquismo como movi-
les prohibía afiliarse a partidos, diferentes or- miento social contó con numerosas mujeres
ganizaciones femeninas. Los cimientos de un que contribuyeron a la lucha por la igualdad.
movimiento socialista femenino realmente Una de las ideas más recurrentes entre las
fuerte fueron puestos por la alemana Clara anarquistas —en consonancia con su individua-
Zetkin (1854-1933), quien dirigió la revista f e- lismo— era la de que las mujeres se liberarían
menina Die Gliechheit (Igualdad) y llegó a or- gracias a su «propia fuerza» y esfuerzo indivi-
ganizar una Conferencia Internacional de Mu- dual. Así lo expresó, ya entrado el siglo XX,
jeres en 1907. Emma Goldman (1869-1940), para quien poco
El socialismo marxista también prestó vale el acceso al trabajo asalariado si las muje-
atención a la crítica de la familia y la doble res no son capaces de vencer todo el peso de la
moral, y relacionó la explotación económica y ideología tradicional en su interior. Así, el én-
sexual de la mujer. En este sentido es impres- fasis puesto en vivir de acuerdo con las pro-
cindible remitirse a la obra que Kollontai es- pias convicciones propició auténticas revolu-
cribe ya a principios del siglo XX. Kollontai ciones en la vida cotidiana de mujeres que,
puso en un primer plano teórico la igualdad o rgullosas, se autodesignaban «mujeres li-
sexual y mostró su interrelación con el triunfo bres». Consideraban que la libertad es el prin-
de la revolución socialista. Pero también fue cipio rector de todo y que las relaciones entre
ella misma, ministra durante sólo seis meses en los sexos han de ser absolutamente libres. Su
el primer gobierno de Lenin, quien dio la voz rebelión contra la jerarquización, la autoridad,
de alarma sobre el rumbo preocupante que iba y el Estado, les llevaba, por un lado y frente a
tomando la revolución feminista en la Unión las sufragistas, a minimizar la importancia del
Soviética. La igualdad de los sexos se había es- voto y las reformas institucionales; por otro,
tablecido por decreto, pero no se tomaban me- veían como un peligro enorme lo que a su jui-
didas específicas, tal y como ella postulaba, c io proponían los comunistas: la regulación
contra lo que hoy llamaríamos la ideología pa- por parte del Estado de la procreación, la edu-
triarcal. cación y el cuidado de los niños.

• Movimiento anarquista
El anarquismo no articuló con tanta preci- " P. J. Proudhon, Sistema de las contradicciones eco-
sión teórica como el socialismo la problemáti- n ómicas o filosofía de la miseria, vol. 2, Júcar, Madrid
1974, 175.
236 / Ana de Miguel - Feminismos / 237

3. Feminismo contemporáneo justamente, el de nombrarlo. Friedan, en su


también voluminosa obra, La mística de la fe-
a) Neofeminismo: minidad (1963), analizó la profunda insatisfac-
los años sesenta y setenta ción de las mujeres norteamericanas consigo
mismas y su vida, y su traducción en proble-
La consecución del voto y todas las refor- mas personales y diversas patologías autodes-
mas que trajo consigo habían dejado relativa. tructivas: ansiedad, depresión, alcoholismo 24 .
mente tranquilas a las mujeres; sus demandas Sin embargo el problema es para ella un pro-
habían sido satisfechas, vivían en una sociedad blema político: «la mística de la feminidad»
legalmente casi-igualitaria y la calma parecía -reacción patriarcal contra el sufragismo y la
reinar en la mayoría de los hogares. Sin embar- incorporación de las mujeres a la esfera pública
go, debía ser una calma un tanto enrarecida, durante la segunda guerra mundial— identifica
pues se acercaba un nuevo despertar de este mo- mujer con madre y esposa, con lo que cercena
vimiento social. La obra de Simone de Beauvoir toda posibilidad de realización personal y cul-
es la referencia fundamental del cambio que se pabiliza a todas aquellas que no son felices vi-
avecina. Tanto su vida como su obra son para- viendo solamente para los demás.
digmáticas de las razones de un nuevo resurgir
del movimiento. Tal y como ha contado la pro- b) Feminismo liberal
pia Simone, hasta que emprendió la redacción
de El segundo sexo apenas había sido conscien- Betty Friedan contribuyó a fundar en 1966
te de sufrir discriminación alguna por el hecho la que ha llegado a ser una de las organizacio-
de ser una mujer. La joven filósofa, al igual que nes feministas más poderosas de Estados Uni-
su compañero Jean-Paul Sartre, había realizado dos, y sin duda la máxima representante del
una brillante carrera académica, e inmediata- feminismo liberal, la Organización Nacional
mente después ingresó por oposición —también para las Mujeres (Now). El feminismo liberal
como él— a la carrera docente. ¿Dónde estaba se caracteriza, por definir la situación de las
pues la desigualdad, la opresión? Iniciar la con- mujeres como una de desigualdad —y no de
tundente respuesta del feminismo contemporá- opresión o explotación— y por postular la re-
neo a este interrogante es la impresionante la- forma del sistema hasta lograr la igualdad en-
bor llevada a cabo en los dos tomos de El tre los sexos. Las liberales comenzaron defi-
segundo sexo (1949). Al mismo tiempo que niendo el problema principal de las mujeres
pionera, Simone de Beauvoir constituye un como su exclusión de la esfera pública, y pro-
brillante ejemplo de cómo la teoría feminista pugnaban reformas relacionadas con la inclu-
supone una transformación revolucionaria de s ión de las mismas en el mercado laboral.
nuestra comprensión de la realidad. Y es que También desde el principio tuvieron una sec-
no hay que infravalorar las dificultades que ex- ción destinada a formar y promover a las mu-
perimentaron las mujeres para descubrir y ex- jeres para ocupar cargos políticos. Pero bien
presar los términos de su opresión en la época pronto la influencia del feminismo radical em-
de la «igualdad legal». Esta dificultad fue retra-
tada con infinita precisión por la norteamerica- 24 Cf. A. J. Perona, «El feminismo americano de
na Betty Friedan: el problema de las mujeres post-guerra: B. Friedan», en C. Amorós (coord.), Actas
era el «problema que no tiene nombre», y el del seminario Historia de la teoría feminista, Instituto de
Investigaciones Feministas, Universidad Complutense,
objeto de la teoría y la práctica feminista fue, Madrid 1994.
238 / Ana de Miguel Feminismos / 239

pujó a las más jóvenes hacia la izquierda. Ante grandes partidos, sino en forjar nuevas formas
el malestar y el miedo de los sectores más con- de vida —que prefigurasen la utopía comunita-
servadores, Betty Friedan declara que: «En el ria de un futuro que divisaban a la vuelta de la
futuro, la gente que piensa que NOW es dema- esquina— y, cómo no, al hombre nuevo. Y tal y
siado activista tendrá menos peso que la ju- como hemos venido observando hasta ahora a
ventud» 25. Así, terminaron abrazando la tesis lo largo de la historia, muchas mujeres entra-
de que lo personal es político —cuando Friedan ron a formar parte de este movimiento de
había llegado a quejarse de que las radicales emancipación.
convertían la lucha política en una «guerra de En buena medida, la génesis del Movi-
dormitorio»— y la organización de grupos de miento de Liberación de la Mujer hay que
autoconciencia, dos estandartes básicos del fe- buscarla en su creciente descontento con el pa-
minismo radical y que inicialmente rechaza- pel que jugaban en aquél. Así describe Robin
ban. Más tarde, con el declive del feminismo Morgan lo que fue una experiencia generaliza-
radical en América, el reciclado «feminismo li- da de las mujeres: «Comoquiera que creíamos
beral» cobró un importante protagonismo
estar metidas en la lucha por construir una
hasta haber llegado a convertirse, a juicio de nueva sociedad, fue para nosotras un lento
Echols, «en la voz del feminismo como movi- despertar y una deprimente constatación des-
miento político» 26. cubrir que realizábamos el mismo trabajo en el
Sin embargo, fue al feminismo radical, ca- Movimiento que fuera de él: pasando a máqui-
racterizado por su aversión al liberalismo, a na los discursos de los varones, haciendo café
quien correspondió el verdadero protagonis- pero no política, siendo auxiliares de los hom-
mo en las décadas de los sesenta y setenta. bres, cuya política, supuestamente, reemplaza-
ría al viejo orden» 22. De nuevo fue a través del
c) Surgimiento del feminismo radical: activismo político junto a los varones, como
«feministas políticas» y «feministas» en su día las sufragistas en la lucha contra el
Los sesenta fueron años de intensa agita- a bolicionismo, como las mujeres tomaron
ción política. Las contradicciones de un siste- conciencia de la peculiaridad de su opresión.
ma que tiene su legitimación en la universali- Puesto que el hombre nuevo se hacía esperar
dad de sus principios, pero que en realidad es demasiado, la mujer nueva —de la que tanto
sexista, racista, clasista e imperialista, motiva- hablara Kollontai a principios de siglo— deci-
ron la formación de la llamada Nueva Izquier- dió comenzar a reunirse por su cuenta. La pri-
da y diversos movimientos sociales radicales mera decisión política del feminismo fue la de
como el movimiento antirracista, el estudian- organizarse de forma autónoma, separarse de
til, el pacifista y, claro está, el feminista La ca- los varones, decisión con la que se constituyó
racterística distintiva de todos ellos fue su el Movimiento de Liberación de la Mujer. Tal
marcado carácter contracultural: no estaban y como señala Echols, si bien todas estaban de
interesados en la política reformista de los acuerdo en la necesidad de separarse de los va-
rones, disentían respecto a la naturaleza y el
fin de la separación. Así se produjo la primera
25 A. Echols, Daring to Be Bad. Radical Feminism in gran escisión dentro del feminismo radical: la
America (1967-1975), University of Minnesota Press,
Minneápolis 1989, 4.
26 A. Echols, o. c., 11. " 0. c., 23 (la traducción es nuestra).
240 / Ana de Miguel Feminismos 241

que dividió a las feministas en «políticas» y la mujer es definida en términos del varón, las
«feministas». Todas ellas forman inicialmente políticas no podían dejar de ver a los varones
parte del feminismo radical por su posición como víctimas del sistema y de enfatizar el no
antisistema y por su afán de distanciarse del enfrentamiento con éstos. Además, volviendo
feminismo liberal, pero sus diferencias son una al caso concreto de Estados Unidos, las políti-
referencia fundamental para entender el femi- cas escondían un miedo que ha pesado siempre
nismo de la época. sobre las mujeres de izquierda: el de que los
compañeros varones, depositarios del poder
En un principio, las «políticas» fueron ma- simbólico para dar o quitar denominaciones de
yoría, pero a partir del 68 muchas fueron ha- origen «progresista», interpretasen un movi-
ciéndose más feministas, para, finalment e, miento sólo de mujeres como reaccionario o li-
quedar en minoría. Para las «políticas», la beral. De hecho, es muy aleccionador reparar
opresión de las mujeres deriva del capitalismo en que, a la hora de buscar «denominación», el
o del Sistema (con mayúsculas), por lo que los término «feminista» fue inicialmente repudia-
grupos de liberación debían permanecer co- do por algunas radicales. El problema estaba en
nectados y comprometidos con el Movimien- q ue lo asociaban con la que consideraban la
to; en realidad consideraban el feminismo un primera ola de feminismo, el movimiento sufra-
ala más de la izquierda. Suele considerarse que gista, al que despreciaban como burgués y re-
a ellas, a su experiencia y a sus conexiones se formista. Sulamith Firestone, indiscutible teóri-
debieron muchos de los éxitos organizativos ca y discutida líder de varios grupos radicales,
del feminismo, pero lógicamente también traían fue la primera en atreverse a reivindicar el su-
su servidumbre ideológica. fragismo afirmando que era un movimiento ra-
Las «feministas» se manifestaban contra la dical y que «su historia había sido enterrada
subordinación a la izquierda, ya que identifi- por razones políticas» 28.
caban a los varones como los beneficiarios de Finalmente llegó la separación, y el nom-
su dominación. No eran, ni mucho menos, an- bre de feminismo radical pasó a designar úni-
tiizquierda, pero sí muy críticas con su recalci- camente a los grupos y las posiciones teóricas
trante sexismo y la tópica interpretación del de las «feministas».
feminismo en un abanico de posibilidades que
iba de su mera consideración como cuestión d) Feminismo radical
periférica a la más peligrosa calificación de
contrarrevolucionario. El feminismo radical norteamericano se
desarrolló entre los años 1967 y 1975, y a pe-
Las interminables y acaloradas discusiones sar de la rica heterogeneidad teórica y práctica
en torno-a cuál era la contradicción o el enemigo de los grupos en que se organizó, parte de
principal caracterizaron el desarrollo del neo- unos planteamientos comunes. Respecto a los
feminismo no sólo en Estados Unidos, sino fundamentos teóricos, hay que citar dos obras
también en Europa y España. La lógica de los fundamentales: Política sexual de Kate Millet y
debates siempre ha sido similar: mientras las La dialéctica de la sexualidad de Sulamith Fi-
más feministas pugnan por hacer entender a las restone, publicadas en el año 1970. Armadas
políticas que la opresión de las mujeres no es
simplemente una consecuencia del Sistema, si-
no un sistema especifico de dominación en que 28 0. c., 54.
242 / Ana de Miguel Feminismos / 243

de las herramientas teóricas del marxismo, el en que cada mujer del grupo explicase las for-
psicoanálisis y el anticolonialismo, estas obras mas en que experimentaba y sentía su opre-
acuñaron conceptos fundamentales para el sión. El propósito de estos grupos era «des-
análisis feminista como el de patriarcado, gé- pertar la conciencia latente que... todas las
nero y casta sexual. El patriarcado se defin e mujeres tenemos sobre nuestra opresión», pa-
como un sistema de dominación sexual que se ra propiciar «la reinterpretación política de la
concibe, además, como el sistema básico de propia vida» y poner las bases para su trans-
dominación sobre el que se levantan el resto formación. Con la autoconciencia también se
de las dominaciones, como la de clase y raza. pretendía que las mujeres de los grupos se
El género expresa la construcción social de la convirtieran en las auténticas expertas en su
feminidad y la casta sexual alude a la común opresión: estaban construyendo la teoría desde
experiencia de opresión vivida por todas las la experiencia personal y no desde el filtro de
mujeres 29 . Las radicales identificaron como ideologías previas. Otra función importante de
centros de la dominación patriarcal esferas de estos grupos fue la de contribuir a la revalori-
la vida que hasta entonces se consideraba n zación de la palabra y las experiencias de un
«privadas». A ellas corresponde el mérito de colectivo sistemáticamente inferiorizado y hu-
haber revolucionado la teoría política al anali- millado a lo largo de la historia. Así lo ha se-
zar las relaciones de poder que estructuran la ñalado Valcárcel comentando algunas de las
familia y la sexualidad; lo sintetizaron en un obras clásicas del feminismo: «el movimiento
slogan: «lo personal es político». Considera- feminista debe tanto a estas obras escritas co-
ban que los varones, todos los varones y no mo a una singular organización: los grupos de
sólo una élite, reciben beneficios económicos, encuentro, en que sólo mujeres desgranaban,
sexuales y psicológicos del sistema patriarcal, turbada y parsimoniosamente, semana a sema-
pero en general acentuaban la dimensión psi- na, la serie de sus humillaciones, que intentan
cológica de la opresión. Así lo refleja el mani- comprender como parte de una estructura teo-
fiesto fundacional de las New York Radical rizarle» ". Sin embargo los diferentes grupos
Feminist (1969), Politics of the Ego, donde se de radicales variaban en su apreciación de esta
afirma: estrategia. Según la durísima apreciación de
«Pensamos que el fin de la dominación mas- Mehrhof, miembro de las Redstockings
culina es obtener satisfacción psicológica para su (1969): «la autoconciencia tiene la habilidad de
ego, y que sólo secundariamente esto se manifies- organizar gran número de mujeres, pero de
ta en las relaciones económicas» ". organizarlas para nada» 32 . Hubo acalorados
debates internos, y finalmente autoconciencia-
Una de las aportaciones más significativas activismo se configuraron como opciones
del movimiento feminista radical fue la orga-
nización en grupos de autoconciencia. Esta opuestas.
práctica comenzó en el New York Radical alo- El activismo de los grupos radicales fue, en
men (1967), y fue Sarachild quien le dio el más de un sentido, espectacular. Espectacula-
nombre de «consciousness-raising». Consistía res por multitudinarias fueron las manifesta-

" A. Valcárcel, Sexo y filosofía, Anthropos, Barcelo-


29 Cf. en esta misma obra Género y Patriarcado. na 1991, 45.
30 A. Echols, o. c., 187. 32 A. Echols, o. c., 140.
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ciones y marchas de mujeres, pero aún más lo cho así lo hacían frecuentemente, comenzar a
eran los lúcidos actos de protesta y sabotaje cuestionar el manifiesto fundacional. El resul-
que ponían en evidencia el carácter de objeto y tado era un estado de permanente debate in-
mercancía de la mujer en el patriarcado. Con terno, enriquecedor para las nuevas, pero tre-
actos como la quema pública de sujetadores y mendamente cansino para las veteranas. El
corsés, el sabotaje de comisiones de expertos igualitarismo se traducía en que mujeres sin la
sobre el aborto formadas por ¡catorce varones más mínima experiencia política y recién llega-
y una mujer (monja)!, o la simbólica negativa das al feminismo se encontraban en la situa-
de la carismática Ti-Grace Atkinson a dejarse ción de poder criticar duramente por «elitista»
fotografiar en público al lado de un varón, las a una líder con la experiencia militante y la po-
radicales consiguieron que la voz del feminis- tencia teórica de Sulamith Firestone. Incluso
mo entrase en todos y cada uno de los ya no se llegó a recelar de las teóricas sospechando
tan tranquilos hogares americanos. Otras acti- que instrumentaban el movimiento para ha-
vidades no tan espectaculares, pero de conse- cerse famosas. El caso es que la mayor parte de
cuencias enormemente beneficiosas para las las líderes fueron expulsadas de los grupos que
mujeres, fueron la creación de centros alterna- habían fundado. Jo Freeman supo reflejar esta
tivos de ayuda y autoayuda. Las feministas no experiencia personal en su obra La tiranía de
sólo crearon espacios propios para estudiar y la falta de estructuras 33 .
organizarse, sino que desarrollaron una salud Echols ha señalado esta negación de la di-
y ginecología no patriarcales, animando a las versidad de las mujeres como una de las causas
mujeres a conocer su propio cuerpo. También del declive del feminismo radical. La tesis de la
se fundaron guarderías, centros para mujeres hermandad o sororidad de todas las mujeres
maltratadas, centros de defensa personal y un unidas por una experiencia común también se
largo etcétera. vio amenazada por la polémica aparición den-
tro de los grupos de la cuestión de la clase y
Tal y como se desprende de los grupos de
autoconciencia, otra característica común d e del lesbianismo. Pero, en última instancia, fue-
ron las agónicas disensiones internas, más el
los grupos radicales fue el exigente impulso
igualitarista y antijerárquico: ninguna mujer lógico desgaste de un movimiento de estas ca-
racterísticas, lo que trajo a mediados de los se-
está por encima de otra. En realidad, las líde-
res estaban mal vistas, y una de las constantes tenta el fin del activismo del feminismo radi-
organizativas era poner reglas que evitasen el cal.
predominio de las más dotadas o preparadas.
Así es frecuente escuchar a las líderes del mo- e) Feminismo y socialismo:
vimiento, que sin duda existían, o a quienes la nueva alianza
eventualmente actuaban como portavoces, Tal y como hemos observado, el feminis-
«pedir perdón a nuestras hermanas por hablar mo iba decantándose como la lucha contra el
por ellas». Esta forma de entender la igualdad patriarcado, un sistema de dominación sexual,
trajo muchos problemas a los grupos: uno de y el socialismo como la lucha contra el sistema
los más importantes fue el problema de admi-
sión de las nuevas militantes. Las nuevas tenían
que aceptar la línea ideológica y estratégica del " J. Freeman, La tiranía de la falta de estructuras,
grupo, pero una vez dentro ya podían, y de he- Forum de Política Feminista, Madrid.
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capitalista o de clases. Sin embargo, numerosas Nota aparte merece el Partido Feminista,
obras de la década de los setenta declaran ser ya que no encaja en ninguna de las tendencias
intentos de conciliar teóricamente feminismo y e xaminadas hasta ahora. Este partido estuvo
socialismo y defienden la complementariedad muy influido por la teórica francesa Christine
de sus análisis. Así lo hicieron, entre otras mu- Delphy, la autora de Por un feminismo mate-
chas, Seyla Rowbotham, Roberta Hamilton, rialista y El enemigo principal. Su propuesta es
Zillah Eisenstein y Juliet Michell. Las feminis- un feminismo radical que interpreta con el
tas socialistas han llegado a reconocer que las aparato conceptual marxista la explotación de
categorías analíticas del marxismo son «ciegas la mujer en «el modo de producción domésti-
al sexo» y que la «cuestión femenina» nunca co». El varón se apropia la plusvalía que gene-
fue la «cuestión feminista» 34, pero también ra este trabajo —bienes y servicios e hijos—, y se
consideraban que el feminismo es ciego para la considera a la mujer como una clase social en
historia y para las experiencias de muchas mu- el sentido marxista, es decir, ocupando un lu-
jeres trabajadoras, emigrantes o de color. De gar homogéneo en este modo de producción.
ahí que sigan buscando una alianza más pro- Entre sus propuestas prácticas destaca la peti-
gresiva entre los análisis de clase, género y ra- ción de salario para el ama de casa.
za. Pero en esta renovada alianza, el género y
el patriarcado son las categorías que vertebran
sus análisis de la totalidad social. g) Feminismos de la diferencia
Según el exhaustivo e influyente análisis de
f) Nota sobre el movimiento Echols, el feminismo radical norteamericano
de liberación de la mujer en España. habría evolucionado hacia un nuevo tipo de
En nuestro país, el resurgir del feminismo feminismo para el que utiliza el nombre de fe-
tuvo que esperar al fin de la dictadura. Tal co- minismo cultural. La evolución radica en el
mo relata Scanlon, el «catalizador» fue la de- paso de una concepción constructivista del gé-
claración por la ONU de 1975 como Año In- nero, a una concepción esencialista. Pero la di-
ternacional de la Mujer. La representació n ferencia fundamental está en que mientras el
oficial de España estaba a cargo de la Sección feminismo radical —y también el feminismo so-
Femenina, pero las feministas dieron la réplica cialista y el liberal— luchan por la superación
celebrando el mismo año en Madrid, y de for- de los géneros, el feminismo cultural parece
ma clandestina, las Primeras Jornadas por la querer afianzarse en la diferencia. En Europa,
Liberación de la Mujer. En general, el feminis- especialmente en Francia e Italia, también han
mo español reprodujo las mismas tendencias surgido al hilo de diferentes escisiones o di-
ideológicas y acaloradas discusiones que el fe- sensiones dentro del movimiento feminista de
minismo americano y europeo, y también evo- los setenta, feminismos que se autoproclaman
lucionó de la unidad a la fragmentación ". defensores de la diferencia sexual. De ahí su
designación como feminismos de la diferencia
frente a los igualitarios.
" Cf. H. Hartmann, «Un matrimonio mal avenido:
hacia una unión más progresiva entre marxismo y femi-
nismo», Zona Abierta (1980) 85-113. • Feminismo cultural
" G. M. Scanlon, «El movimiento feminista en Espa-
ña (1900-1985)», en J. Astelarra (coord.), Participación El feminismo cultural norteamericano en-
política de las mujeres, Siglo XXI, Madrid 1990, 95-96. globa, según la tipología de Echols, a las dis-
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tintas corrientes que igualan la liberación de tamente otro. Instalado en dicha otredad, pero
las mujeres con el desarrollo y la preservación tomando prestada la herramienta del psicoaná-
de una contracultura femenina: vivir en un lisis, utiliza la exploración del inconsciente co-
mundo de__mujeres para mujeres 36 . Esta con- mo medio privilegiado de reconstrucción de
tracultura exalta el «principio femenino» y sus una identidad propia, exclusivamente femeni-
valores y denigra lo «masculino». Raquel Os- na. Entre sus representantes destacan Annie
borne ha sintetizado algunas de las caracterís- Leclerc, Héléne Cixous y, sobre todo, Luce
ticas que se atribuyen a un principio y otro. Irigaray. Su estilo, realmente críptico si no se
Los hombres representan la cultura, las muje- posee determinada formación filosófica, o in-
res la naturaleza. Ser naturaleza y poseer la ca- cluso determinadas claves culturales específi-
pacidad de ser madres comporta la posesión camente francesas, no debe hacernos pensar en
de las cualidades positivas, que inclinan en ex- un movimiento sin incidencia alguna en la
clusiva a las mujeres a la salvación del planeta, práctica. El grupo «Psychanalyse et Politique»
ya que son moralmente superiores a los varo- surgió en los setenta y es un referente ineludi-
nes. La sexualidad masculina es agresiva y po- ble del feminismo francés. Desde el mismo se
tencialmente letal, la femenina difusa, tierna y criticaba duramente al feminismo igualitario
orientada a las relaciones interpersonales. Por por considerar que es reformista, asimila las
último, se deriva la opresión de la mujer de la mujeres a los varones y, en última instancia, no
supresión de la esencia femenina. De todo ello logra salir del paradigma de dominación mas-
se concluye la política de acentuar las diferen- culina. Sus partidarias protagonizaron duros
cias entre los sexos, se condena la heterosexua- enfrentamientos con el «feminismo», algunos
lidad por su connivencia con el mundo mascu- tan llamativos como asistir a manifestaciones
lino y se acude al lesbianismo como única con pancartas de «Fuera el feminismo», e in-
alternativa de no contaminación ". Esta visión cluso acudieron a los tribunales reivindicando
netamente dicotómica de las naturalezas hu- su carácter de legítimas representantes del mo-
manas ha cuajado en otros movimientos como vimiento de liberación de la mujer. Tal y como
el ecofeminismo de Mary Daly y el surgimien- relata Rosa M. Magdá:
to de un polémico frente antipornografía y an- «Las batallas personales, la defensa radical o
tiprostitución. no de la homosexualidad y las diversas posturas
con los partidos políticos han sido también pun-
tos de litigio para un movimiento excesivamente
• Feminismo francés de la diferencia cerrado sobre sí mismo, que plaga sus textos de
referencias ocultas y que, lejos de la acogedora so-
El feminismo francés de la diferencia parte lidaridad, parece muchas veces convenirse en un
de la constatación de la mujer como lo absolu- campo minado» ".

36 Sin embargo, es preciso señalar que algunas de las


feministas consideradas culturales, como es el caso d e
Kathleen Barry, no se sienten en absoluto identificadas
con la etiqueta de feminismo cultural y se consideran fe- " Cf. R. M. Rodríguez, «El feminismo francés de la
ministas radicales. diferencia», en C. Amorós (coord.), Actas del seminario
" R. Osborne, La construcción sexual de la realidad, Historia de la teoría feminista, Instituto de Investigacio-
Cátedra, Madrid 1993, 41. nes Feministas, Universidad Complutense, Madrid 1994.
250 / Ana de Miguel Feminismos / 251

• Feminismo italiano ve que las leyes den valor a las mujeres si éstas
de la diferencia de hecho no lo tienen. A cambio parecen pro-
Sus primeras manifestaciones surgen en poner trasladarse al plano simbólico y que sea
1965, ligadas al grupo DEMAU. Otro hito im- en ese plano donde se produzca la efectiva li-
portante será la publicación en 1970 del mani- beración de la mujer, del «deseo femenino».
fiesto de Rivolta femminile y el escrito de Ligada a esta liberación, muy volcada en la au-
Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel ". Las toestima femenina, están diversas prácticas en-
italianas, muy influidas por las tesis de las tre mujeres, como el affidamento, concepto de
francesas sobre la necesidad de crear una iden- difícil traducción, en que el reconocimiento de
tidad propia y la experiencia de los grupos de la autoridad femenina juega un papel determi-
autoconciencia de las americanas, siempre nante. Lo que sí se afirma con claridad es que
mostraron su disidencia respecto a las posicio- para la mujer no hay libertad ni pensamiento
nes mayoritarias del feminismo italiano. Así lo sin el pensamiento de la diferencia sexual. Es
hicieron en el debate en torno a la ley del la determinación ontológica fundamental.
aborto, en que defendían la despenalización
frente a la legalización, finalmente aprobada
en 1977, y posteriormente en la propuesta de h) Ultimas tendencias
ley sobre la violencia sexual. Esta propuesta, Tras las manifestaciones de fuerza y vitali-
iniciada por el MLD, la UDI y otros grupos del dad del feminismo y otros movimientos socia-
movimiento de liberación, reivindicaba, entre les y políticos en los años setenta, la década de
otras cosas, que la violación pudiese ser perse- los ochenta parece que pasará a la historia co-
guida de oficio, aun contra la voluntad de la mo una década especialmente conservadora. De
víctima, para evitar las frecuentes situaciones hecho, el triunfo de carismáticos líderes ultra-
en que las presiones sobre ésta terminaban con conservadores en países como Inglaterra y Esta-
la retirada de la demanda. En este caso, como dos Unidos, cierto agotamiento de las ideologías
en el del aborto, se considera «lo más inacep- que surgieron en el XIX, más el sorprendente
table» que las mujeres «ofreciesen ese sufri- derrumbamiento de los Estados socialistas, die-
miento concreto a la intervención y la tutela ron paso a los eternos profetas del fin de los
del Estado, diciendo actuar en nombre de to- conflictos sociales y de la historia. En este con-
das las mujeres» 4°. Mantienen que la ley del texto, nuestra pregunta es la siguiente: ¿puede
hombre nunca es neutral, y la idea de resolver entonces hablarse de un declive del feminismo
a través de leyes y reformas generales la situa- contemporáneo?, y la respuesta es un rotundo
ción de las mujeres es descabellada. Critican al no. Sólo un análisis insuficiente de los diferen-
feminismo reivindicativo por victimista y por tes frentes y niveles sociales en que se desarro-
no respetar la diversidad de la experiencia de lla la lucha feminista puede cuestionar su vi-
las mujeres. Además plantean que de nada sir- gencia y vitalidad. Yasmine Ergas ha sinte-
tizado bien la realidad de los ochenta:
«Si bien la era de los gestos grandilocuentes y
" La historia de este feminismo está contada detalla- las manifestaciones masivas que tanto habían lla-
damente en el libro No creas tener derechos, del colectivo
Librería de Mujeres de Milán, Horas y Horas, Madrid mado la atención de los medios de comunicación
1991. parecían tocar a su fin, a menudo dejaban detrás
40 O. c., 81. de sí nuevas formas de organización política fe-
252 / Ana de Miguel Feminismos 253

menina, una mayor visibilidad de las mujeres y de dible labor de los grupos feministas de base,
sus problemas en la esfera pública y animados de- que siguen su continuada tarea de conciencia-
bates entre las propias feministas, así como entre ción, reflexión y activismo, ha tomado progre-
éstas e interlocutores externos. En otras palabras,
sivamente fuerza lo que ya se denomina femi-
la muerte, al menos aparente, del feminismo como
movimiento social organizado no implicaba ni la nismo institucional. Este feminismo reviste
desaparición de las feministas como agentes polí- diferentes formas en los distintos países occi-
ticos, ni la del feminismo como un conjunto de dentales: desde los pactos interclasistas de mu-
prácticas discursivas contestadas, pero siempre en jeres a la nórdica 42 —donde se ha podido llegar
desarrollo» 4'. a hablar de feminismo de Estado—, a la forma-
ción de Lobbys o grupos de presión a la ame-
Efectivamente, el feminismo no ha desapa_
ricana, hasta la creación de ministerios o insti-
recido, pero sí ha conocido profundas trans-
tutos interministeriales de la mujer, como es el
formaciones. En estas transformaciones han
caso en nuestro país, donde en 1983 se creó
influido tanto los enormes éxitos cosechados
como organismo autónomo el Instituto de la
—si consideramos lo que fue el pasado y lo que
Mujer. A pesar de estas diferencias, los femi-
es el presente de las mujeres— como la profun-
nismos institucionales tienen algo en común: el
da conciencia de lo que queda por hacer, si decidido abandono de la apuesta por situarse
comparamos la situación de varones y mujeres fuera del sistema y por no aceptar sino cam-
en la actualidad. Los éxitos cosechados han bios radicales. Un resultado notable de estas
provocado una aparente, tal vez real, merma políticas ha sido el hecho, realmente impensa-
en la capacidad de movilización de las mujeres
ble hace sólo dos décadas, de que mujeres de-
en torno a las reivindicaciones feministas, por
más que, paradójicamente, éstas tengan más claradamente feministas lleguen a ocupar im-
portantes puestos en los partidos políticos y
apoyo que nunca en la población femenina.
en el Estado. Ahora bien, no puede pensarse
Por ejemplo, el consenso entre las mujeres so- que este abandono de la «demonización» del
bre las demandas de igual salario, medidas
poder no reciba duras críticas desde otros sec-
frente a la violencia, o una política de guarde-
tores del feminismo, y no haya supuesto inclu-
rías públicas es, prácticamente, total. Pero re- so un cambio lento y difícil para todo un co-
sulta difícil, por no decir imposible, congregar lectivo que, aparte de su vocación radical, ha
bajo estas reivindicaciones manifestaciones si-
sido «socializado en el no poder». En este
milares a las que se producían alrededor de la
contexto institucional también cabe destacar la
defensa del aborto en los años setenta. (De he-
proliferación en las universidades de centros
cho, sólo la posible puesta en cuestión del de- de investigaciones feministas. En la década de
recho al propio cuerpo en la América bushiana
los ochenta, la teoría feminista no sólo ha des-
ha sido capaz de concitar de nuevo marchas de
plegado una vitalidad impresionante, sino que
cientos de miles de personas). Sin embargo,
ha conseguido dar a su interpretación de la
como decíamos, esto no implica un repliegue
realidad un status académico.
en la constante lucha por conseguir las reivin-
dicaciones feministas. Aparte de la imprescin- En definitiva, los grupos de base, el femi-
nismo institucional y la pujanza de la teoría fe-
minista, más la paulatina incorporación de las
41 Y. Ergas, «El sujeto mujer: el feminismo de los
años sesenta-ochenta», en Duby y Perrot (dirs.), Historia
de las mujeres, Taurus, Madrid 1993, V, 560. 42 Cf. en este mismo libro Pactos entre mujeres.
254 / Ana de Miguel Feminismos / 255

mujeres a puestos de poder no estrictament e res. Esta diversidad afecta a las variables que
políticos —administración, judicaturas, cáte- interactitian con la de género, como son el país,
dras...— y a tareas emblemáticamente varoniles la raza, la etnicidad, y la preferencia sexual, y
—ejército y policía—, han ido creando un poso en concreto ha sido especialmente notable la
feminista que simbólicamente cerraremos con aportación realizada por mujeres negras. Sin
la Declaración de Atenas de 1992. En esta De- embargo, aun reconociendo la simultaneidad
claración, las mujeres han mostrado su claro de opresiones y que estos desarrollos enrique-
deseo de firmar un nuevo contrato social y es- cen enormemente al feminismo, cabe hacerse
tablecer de una vez por todas una democracia la siguiente pregunta: «¿Dónde debemos dete-
paritaria. Ahora bien, esta firme voluntad de nernos en buena lógica?, ¿cómo podemos jus-
avance, y el recuento de todo lo conseguido tificar generalizaciones sobre las mujeres afro-
no significa que la igualdad sexual esté a la a mericanas, las mujeres del Tercer Mundo, o
vuelta de la esquina. Tal y como ha reflejado las mujeres lesbianas?» 44 . Efectivamente, lle-
Susan Faludi en su obra Reacción: la guerra no vando esta lógica a su extremo, tendríamos
declarada contra la mujer moderna, el patriar- que concluir que es imposible generalizar la
cado, como todo sistema de dominación fir- experiencia de cada mujer concreta. Tal vez sea
memente asentado, cuenta con numerosos re- pertinente concluir con unas palabras de Celia
cursos para perpetuarse. El mensaje reactivo Amorós a propósito de otro debate. Señala es-
de «la igualdad ya está conseguida» y «el femi- ta autora que tan importante como la desmiti-
nismo es un anacronismo que empobrece la ficación y disolución analítica de totalidades
vida de la mujer» parece haber calado en las ontológicas es no perder, al menos como idea
nuevas generaciones. Como consecuencia, las reguladora, la coherencia totalizadora que ha
mujeres jóvenes, incapaces de traducir de for- de tener todo proyecto emancipatorio con ca-
ma política la opresión, parecen volver a re- pacidad de movilización. Y, en la práctica,
producir en patologías personales antes desco- postula
nocidas —anorexia, bulimia— el problema que «la capacidad de cada sujeto individual de consti-
se empeña «en no tener nombre». tuirse en núcleo de síntesis de sus diversas "posi-
Terminaremos esta exposición con una re- ciones de sujeto", orientándolas al cambio del sis-
ferencia al problema del sujeto de la lucha fe- tema» ".
minista. En algunos textos se ha acuñado ya el
término de «feminismo de tercera ola» para
referirse al feminismo de los ochenta, que se
centra en el tema de la diversidad de las muje-
res 43. Este feminismo se caracteriza por criti-
car el uso monolítico de la categoría mujer y
se centra en las implicaciones prácticas y teóri-
cas de la diversidad de situaciones de las muje-

" Esta designación proviene del feminismo norteame- " P. Madoo y J. Niebrugge-Brantley, «Teoría femi-
ricano y no habla de diversidad, sino de diferencias entre nista contemporánea», en G. Ritzer, Teoría sociológica
las mujeres. Hemos optado por usar la palabra diversidad contemporánea, MacGraw Hill, Madrid 1992, 392.
para evitar equívocos con el feminismo de la diferencia, " C. Amorós, Crítica de la razón patriarcal, Anthro-
que en Norteamérica se denomina feminismo cultural. pos, Barcelona 1985, 322.
División sexual
del trabajo
Ana Amorós

Se entiende por división sexual del trabajo


el reparto social de tareas en función del sexo.
En todas las sociedades que se conocen,
desde la prehistoria a los tiempos actuales, los
antropólogos e historiadores han encontrado
que los hombres y las mujeres realizan traba-
jos de distinto tip9. La separación entre las ta-
reas que se atribuyen a hombres y mujeres es
más o menos rígida, según el tipo de sociedad.
Factores demográficos, económicos, tecnoló-
gicos y políticos, así como de índole cultural e
ideológica, inciden en esta división del trabajo
por sexos.
Por encima de todas las diferencias que pue-
dan existir entre las diversas sociedades, puede
constatarse una distinta apreciación social de lo
q ue constituyen las labores femeninas y las
masculinas. Ello se corresponde con el hecho,
de validez prácticamente universal, de que las
mujeres tienen mayor responsabilidad que los
hombres en el cuidado y crianza de los hijos y
en las ocupaciones domésticas, mientras que los
hombres se dedican más a las tareas extrado-
mésticas, que comprenden desde el ámbito eco-1
nómico y político hasta el religioso y cultural.
No resulta difícil constatar empíricamente
que _la división de tareas tiene lugar no sólo
entre trabajo doméstico y extradoméstico,
258 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 259

no también en el interior de cada uno de estos como Kathleen Gough, aun reconociendo que
ámbitos. Ello permite hacer la generalización la familia constituye el armazón básico de la
siguiente: existe división sexual del trabajo, en sociedad desde los tiempos anteriores a la apa-
definición de J. Saltzman, «en la medida en rición del Estado, ponen en cuestión su uni-
que las actividades laborales de hombres versalidad y consideran la posibilidad de que
mujeres en una sociedad -tanto dentró_coz pueda llegar a perder su sentido en sociedades
fuera del hogar y la familia- están segregadas avanzadas, siendo posible, por tanto, llegar a
en función del sexo». Ahora bien, la medida é concebirse su desaparición, y junto con ella la
que cada uno de los sexos participa de las,—,acti- división sexual del trabajo.
Vidades que la siiciedad asigna básicamente -J En cualquier caso, la familia nuclear, for-
ótro varía en el tiempo y en el espacio. mada por la pareja de cónyuges y su descen-
La división sexual del trabajo se traduce en dencia, que es lo que se entiende por familia
la mayor parte de las sociedades en una izar- comúnmente en nuestra sociedad, dista mucho
ciuización en cuanto a la valoración so 'al de ser un fenómeno universal, por más que
eoTómica otorgada a las funciones que unas muy extendido. La familia es diversa, y todos
otros desempeñan,
. valoración que se realiza en los antropólogos distinguen diferentes tipos de
perjuicio de las mujeres, y que se traduce en familia. La división sexual del trabajo se en-
una manifiesta desigualdad entre ambos sexos. cuentra ligada a la división de funciones den-
tro de la familia y de los roles sociales -y no
tanto biológicos- asociados al sexo. Por otro
1. Los orígenes de la lado, no todas las familias cumplen, en las dis-
división sexual del trabajo tintas sociedades, las mismas funciones.
La cuestión -tan a menudo debatida- de Hay que situar el concepto de familia -con
los orígenes de la división sexual del trabajo frecuencia confundida con el grupo domésti-
no tiene una respuesta única. Es posible, sin co- y, por ende, de la división sexual del traba-
embargo, rastrear los factores, a la vez causa y jo, en una sociedad y en un contexto histórico
consecuencia, de una división sexual del traba- determinados. La gran diversidad existente li-
jo que se remonta a la prehistoria humana. mita este breve análisis de la división sexual del
La división sexual del trabajo se encuentra trabajo a su consideración en formaciones so-
íntimamente ligada a la especialización de fun- ciales históricas muy amplias, para detenerse
ciones en el seno de la familia, lo cual remite a en las sociedades actuales, lo que puede ofrecer
la polémica sobre los orígenes de la familia y una perspectiva general de los cambios produ-
su pretendida universalidad. Las teorías etno- cidos y de las tendencias previsibles, a medio y
lógicas más extendidas sobre la familia suelen a largo plazo, en lo que algunos llaman la «mo-
atribuirle un carácter universal, aunque no to- derna división sexual del trabajo».
dos los autores convienen en ello. Donde sí
parece haber acuerdo generalizado es sobre la
universalidad del parentesco institucionaliza- 2. La división sexual del trabajo
do, a excepción de algunas sociedades muy en las sociedades primitivas
simples, como la horda, constituida por gru- La definición social sexuada de las tareas
pos informales de individuos asociados para la es ideológicamente estereotipada en todas las
caza y la recolección. Algunos antropólogos, sociedades. Sin embargo, el tipo de tareas que
260 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 261

se distribuyen entre los hombres y las mujeres


puede variar sustancialmente, en función de
los factores, socioeconómicos y culturales, que
inciden en la adscripción del trabajo en fun-
ción del sexo. Esta división subyace a la repar-
tición del trabajo estratificada socialmente. En
los diferentes períodos históricos y en las dis-
tintas formaciones sociales, la situación en el
sistema de producción, la clase social de perte-
nencia y el status que se ocupa en la sociedad
determinan en gran parte la adscripción de
unos u otros varones, y unas u otras mujeres, a
determinadas tareas.
La teoría etnológica clásica distingue dos
formas principales de organización social, re-
lacionadas con el modo de explotación de los
recursos: las sociedades basadas en la caza y la
recolección, y las sociedades basadas en la
agricultura de cereales.
El primer tipo de sociedad no requier e
mayor organización social: los hombres se es-
pecializan en la caza, mientras las mujeres lo
hacen en la recolección, sin que ello deba su-
poner jerarquización entre los trabajos que
hay que realizar para procurarse el sustento.
Estas sociedades están caracterizadas por la
movilidad y un escaso crecimiento demográfi-
co en un sistema de recursos limitado.
Una economía agrícola, por el contrario, se
basa en el sedentarismo, con el desarrollo de
comunidades domésticas que practican un sis-
tema de intercambio de productos. Ello requie-
re la producción de un excedente, y permite
asimismo un mayor crecimiento demográfico.
En este tipo de sociedad, dotada de una es-
tructura jerárquica fundada en la autoridad de
los ancianos sobre los jóvenes, con el fin de
asegurar el control de la producción y de la re-
producción ordenada del grupo —lo que impli-
ca el control de las mujeres y de la descenden-
cia—, la familia se convierte en la célula básica.
División sexual del trabajo / 263
262 / Ana Amorós

El desarrollo paralelo de una ideología en tor- nales en el modo de producción feudal, y es la


no a los mitos y ritos de la fecundidad y el cul- misma que se mantiene en nuestros días en las
to a los antepasados responde a la necesidad sociedades basadas en economías agrícolas de
de asegurar la continuidad del grupo y el cre- s ubsistencia en buena parte de los países del
cimiento demográfico. Tercer Mundo.
El reparto sexual de las tareas tiene que ver
con la organización de la producción y, sobre
todo, con el control de la reproducción. Al ser 3. La división sexual del trabajo
las mujeres quienes aseguran ésta, se convier- en las sociedades industriales
ten en un medio de riqueza irremplazable y en La revolución industrial supone, para las
objeto de intercambio entre comunidades ho- mujeres de las clases necesitadas, la salida al
mólogas, que establecen de este modo lazos trabajo extradoméstico, sin que ello signifique
estables de solidaridad mutua. La organización el abandono del doméstico. Estas mujeres tie-
de la movilidad ordenada de las mujeres entre nen, por el contrario, que ocuparse de ambos
los grupos trae aparejado su sometimiento, ya para contribuir, junto a sus maridos e hijos, a
que son los hombres los que toman el control conseguir los escasos recursos que permitan a
social de la reproducción, mediante la redistri- las familias proletarias subsistir, en las durísi-
bución intracomunitaria de los alimentos, los mas condiciones que la historia y la literatura
niños y las mujeres (Meillassoux, 1977). Los del pasado siglo han descrito.
hombres se apropian, además de la descenden-
cia, del producto del trabajo de las mujeres, lo Los talleres, las fábricas textiles y las minas,
que constituye para la teoría marxista la pri- en los comienzos de la revolución industrial, y
mera forma de explotación conocida. también el servicio doméstico, son los princi-
pales destinos para las mujeres —solteras o casa-
A medida que avanza el desarrollo tecno- das— pobres, mientras que las mujeres de las
lógico en las sociedades agrarias —necesitadas clases medias permanecen, al casarse, íntegra-
de la producción de un excedente de bienes in-
mente dedicadas al papel de amas de casa y ma-
tercambiables—, se va afianzando la segrega-
dres de familia. Algunas mujeres solteras o viu-
ción de los sexos. Son los hombres quienes das, generalmente de estratos sociales «venidos
atienden primordialmente a la producción
a menos» —pues el trabajo de la mujer sólo se
agrícola y al pastoreo —casi en exclusiva este
plantea en circunstancias de verdadera necesi-
último—, destinados ambos al intercambio,
dad económica— comienzan a incorporarse a
mientras que las mujeres quedan confinadas al
trabajos de oficina, al pequeño comercio o al
cuidado de los hijos y a la preparación de ali- servicio doméstico cualificado en familias aco-
mentos, trabajo que pueden combinar con la modadas, como institutrices de los niños o «se-
dedicación a la horticultura, cuyo producto
ñoritas de compañía» de las jóvenes.
está destinado básicamente al consumo fami-
liar, en las proximidades de la vivienda, y la El nivel educativo de las mujeres, aunque
ayuda en los campos en las épocas de cosecha en proporción mucho menor que el de los va-
(Saltzman, 1992). rones, y generalmente limitado a las clases pri-
En líneas generales, ésta continúa siendo vilegiadas, fue aumentando paulatinamente, de
hasta la revolución industrial la división sexual manera que algunas de ellas llegaron a formar
del trabajo en las sociedades agrarias tradicio- parte de círculos literarios y culturales de élite,
264 / Ana Amorós División sexual del trabajo 265

e incluso a entrar en la universidad ya en los hombres. En el terreno ideológico significa la


años finales del siglo XIX y primeros del XX. puesta en cuestión del predominio masculino
El acceso a la educación es seguramente el en una división sexual del trabajo jerarquiza-
da, fuertemente anclada en las costumbres y
factor que más influye en la primera toma de e n la tradición, y que las mismas mujeres
conciencia a nivel colectivo de la discrimina- aceptaban como dada por la naturaleza.
ción sexual de las mujeres. En Inglaterra y los
Estados Unidos, algunas mujeres, generalmen- Han sido factores económicos y demo-
te pertenecientes a las élites económicas e inte- gráficos (y también políticos, como las dos
lectuales, dedicadas a ejercer tareas de tipo fi- Guerras Mundiales, sobre todo para Europa
lantrópico, comienzan a tomar conciencia de y los Estados Unidos de América) los que
su situación de discriminación con respecto a han favorecido la entrada masiva de las muje-
sus maridos, padres o hermanos, e inician las res en la actividad extradoméstica remunera-
primeras movilizaciones de mujeres. Es lo que da que se ha producido en el presente siglo,
se conoce como movimiento sufragista, por la singularmente en los países industriales avan-
activa lucha sostenida para obtener el derecho zados, hecho que constituye, sin lugar a du-
al voto de la mujer (véase el artículo Feminis- das, el más importante factor de cambio en la
mos). dirección de una mayor igualdad entre los se-
xos.
Pese al importante avance que supuso el
reconocimiento de este derecho, que en la ma- En los últimos veinte años, las tasas de ac-
yoría de países «democráticos» no tuvo lugar tividad femenina no han hecho sino aumentar
hasta bien entrado el siglo XX, la incidencia de e n casi todas las regiones del mundo, si bien
estos movimientos —socialmente reducidos a no en la misma proporción, como muestra el
una pequeña élite— sobre la situación de las gráfico 1 (ver p. 266).
mujeres fue escasa, manteniéndose intacta la El incremento de la participación femenina
división sexual del trabajo. Como dicen Duby en la actividad económica es un fenómeno de
y Perrot en la Historia de las mujeres, el traba- alcance universal, aunque persisten importan-
jo de las mujeres campesinas en el siglo XIX tes diferencias regionales. En los países indus-
—que constituía todavía entonces el grueso de trializados ascendió desde un 36,7% en 1950 al
la actividad femenina— «se ve permanentemen- 41% en 1985. Según indican las estimaciones,
te subestimado, ya que sólo se repara en la en el año 2000 se mantendría este porcentaje si
profesión del jefe de familia». continuasen las actuales tendencias, y supera-
No hay que olvidar, sin embargo, el valor ría el 45% si hombres y mujeres tuvieran igual
simbólico que tienen las reivindicaciones de acceso a la actividad económica en el año 2025
las primeras mujeres feministas y su lucha por (Benería, 1991). Pero, como muestra el estudio
la igualdad de derechos, así como la subver- de las Naciones Unidas sobre la situación de la
sión que este movimiento supone de las ideas mujer en el mundo, la disparidad todavía exis-
tradicionales acerca de lo que era propio o tente entre la participación femenina y la mas-
impropio de las mujeres, abriendo de esta for- culina en algunas regiones es acusadísima (ver
ma las primeras brechas en la incorporación p. 267)
de las mujeres a tareas que hasta entonces ha- A la hora de interpretar los datos sobre la
bían permanecido un coto cerrado de los participación femenina en la fuerza de trabajo,
266 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 267

Gráfico 1. Tasas de actividad femenina en diferentes Gráfico 2. Participación en la actividad económica


regiones económicas, 1970 y 1990 por sexos en 1990
Porcentaje activas 100
70

60 80

50
60

40
o
30
20
20

10 AmeN Eur Urss AfrS AfrN Amel AsiaO


Regiones económicas
o ~Mujeres / Hombres
Urss Asia° AmeN AfrS Eur Ame AfrN
Fuente: Naciones Unidas, Situación de la mujer en el mundo, 1992.
Regiones económicas Eur: e porcentaje de activas comprende, además de Europa, Japón,
1111• 1970 1990 Australia y Nueva Zelanda.
Fuente: Naciones Unidas, Situación de la mujer en el mundo, 1992. AsiaO: los datos se refieren a Asia oriental.
Eur: el porcentaje de activas comprende, además de Europa, Japón, AfrS: los datos se refieren a Africa subsahariana.
Australia y Nueva Zelanda.
Asia0: los datos se refieren a Asia oriental.
AfrS: los datos se refieren a Africa subsahariana.

a) Factores económicos
y demográficos
hay que tener en cuenta que ésta puede en- El extraordinario crecimiento de la activi-
contrarse subestimada. Sin entrar en la polé- dad femenina es, en gran medida, consecuencia
mica de si el trabajo doméstico debe conside- de cambios acaecidos en la estructura econó-
rarse productivo y ser incluido en la mica, y en particular de la gran expansión del
contribución al producto nacional bruto, lo sector terciario o de servicios —en el que las
que modificaría de manera radical las cifras, mujeres tienen una alta participación— a costa
parece claro que la actividad femenina se halla del agrícola y el industrial. Las actividades de
infravalorada en las estadísticas, debido a que servicios, como -la sanidad y la educación, la
se registran como inactivas muchas mujeres burocracia, la banca, las ventas, las comunica-
que trabajan en el sector informal de la econo- ciones, la hostelería y el turismo son las que
mía, y es bien sabido que la participación de la más han crecido, sobre todo en los países de
mujer en el trabajo "oculto", que comprende economía desarrollada. El cuadro 1 expresa la
diversas formas de subcontratación y de em- tendencia al aumento de la concentración fe-
pleo marginal, es mucho más elevada que la menina en el sector de servicios en las diferen-
del hombre. tes regiones económicas (ver p. 268).
268 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 269

Cuadro 1 en la fuerza de trabajo experimentado en los


Porcentaje de mujeres últimos veinte años, incluso en coyunturas
que trabajan en el sector de servicios económicas adversas.
en 1970 y 1980 La representación gráfica de la actividad
femenina presenta una discontinuidad caracte-
Grandes regiones económicas 1970 1980 rística: desciende —en algunos países drástica-
mente— entre los 30 y los 45 años, edades en
Países industrializados con que las mujeres se ocupan de la procreación y
economía de mercado 63,2% 62,5% el cuidado de los hijos pequeños, y vuelve a
aumentar, aunque en forma más suave, al pro-
Países con planificación ducirse la reincorporación al mercado laboral
económica centralizada 38,6% 45,4% de mujeres casadas con hijos adolescentes o
mayores.
Países en vías de desarrollo 13,9% 17,4%
Actualmente, sin embargo, puede obser-
Fuente: OIT, Mujer y trabajo, 1988. varse en algunos países una clara tendencia a la
disminución de la caída de la actividad en esas
edades, e incluso a la similitud entre el com-
En los países industrializados con econo- portamiento de la actividad femenina y la mas-
mía de mercado, en 1990, las tasas de actividad culina, cuya representación gráfica toma la
femenina en el sector de servicios superan el forma característica de una campana, donde
50% en casi todos los países de la OCDE, y al- las edades centrales —25/45 años— correspon-
canzan más del 70% en Estados Unidos y Ca- den al período de máxima actividad laboral.
nadá, manteniéndose en torno al 60-65% en la El gráfico 3 ilustra, con los ejemplos del
mayoría de ellos (0cDE, 1992). En todas las re- Reino Unido y Dinamarca, ambos comporta-
giones económicas, aun en aquellas en que el mientos, de discontinuidad y continuidad res-
sector terciario está menos desarrollado, las ta- pectivamente, en la actividad femenina para
sas de actividad de las mujeres en el sector de esos grupos de edad (ver p. 270)
servicios crecen más deprisa que las de los
hombres. El número de mujeres casadas con estu-
dios medios y superiores que ejercen una pro-
El crecimiento de la economía y de la ofer- fesión se acerca mucho al de las solteras y se-
ta de trabajo en este sector en expansión ha fa- paradas, cuyo comportamiento se asemeja al
vorecido el acceso, no sólo de las mujeres solte- de los varones, con edades y nivel de estudios
ras, sino también de las casadas, sobre todo con similares. El llamado «coste de oportunidad»
hijos mayores, a la actividad extradoméstica. determina que estas mujeres se incorporen al
De hecho, las tres cuartas partes de las mujeres empleo por dos razones: las posibilidades de
que trabajan lo hacen en el sector terciario. encontrar un empleo son mucho más altas,
La caída de la fecundidad y la creciente tanto para hombres como para mujeres, a ma-
tendencia a la continuidad en el Trabajo de las yor nivel de formación y cualificación, y la de-
mujeres, aun después del matrimonio y la ma- dicación al trabajo doméstico resulta menos
ternidad, son dos factores clave que explican el rentable que en el pasado para obtener los bie-
gran incremento de la participación femenina nes que pueden conseguirse en el mercado.
270 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 271

Cada vez son más las mujeres que traba-


Gráfico 3. Tasas de actividad (%) de las mujeres jan, aun casadas y con hijos menores, en los
por grupos de edad de 7 años países desarrollados, americanos y europeos
(en algunos de ellos, como los países escandi-
Reino Unido navos, las mujeres representan cerca del 50%
de la fuerza de trabajo total). No sucede lo
mismo, sin embargo, en otros países económi-
camente avanzados, como Japón, donde el
gran peso que tiene la ideología conservadora
tradicional constituye un obstáculo para que
las mujeres continúen trabajando después del
matrimonio y la maternidad.

b) Factores culturales e ideológicos


Este tipo de factores intervienen, a veces
decisivamente, en la exclusión de la población
femenina de la actividad económica remunera-
da. Es el caso, por ejemplo, de países islámicos,
donde la escasa participación de las mujeres en
Edades la fuerza de trabajo remunerada se explica por
la enorme influencia ejercida por los sectores
religiosos más conservadores, que las relega al
ámbito doméstico y las excluye del público.
Dinamarca
Pero, además de ello, hasta en las socieda-
100 des más avanzadas y liberales puede observar-
se que la distinción en la primitiva división se-
xual del trabajo, entre las tareas del ámbito
80
doméstico, asignado a las mujeres, y el trabajo
exterior a éste, asignado a los hombres, tras
60 ciende al ámbito económico extradoméstico
cuando las mujeres se incorporan a él, y tradi-
40
cionalmente siguen atribuyéndose a las muje
res parcelas de trabajo distintas de aquellas
que los hombres tienen asignadas.
20
Se definen convencionalmente las tareas
198 H-1977
«propias» de uno y otro sexo, considerándose
015 22 29 36 43 50 57 64
que hay trabajos remunerados «femeninos»,
cuyo ejercicio es adecuado para las mujeres,
Edades mientras que otros son impropios de ellas. Es-
tos trabajos no son, sin embargo, como con
Fuente: Eurostat, Las mujeres en la Comunidad Europea, 1992.
frecuencia se ha argumentado de forma pater-
272 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 273

nalista, 1 menos duros de realizar (las tareas profesiones manuales o no manuales. Además,
del c " ado de los enfermos, los niños y los las mujeres registran mayores índices de de-
ancianos, que llevan a cabo mayoritariamente sempleo que los hombres y padecen en mayor
las mujeres, son un buen ejemplo de ello), sino medida que ellos condiciones de subcontrata-
que se trata de trabajos ideológicamente aso- ción y de precariedad en el trabajo. Algunos
ciados con los que las mujeres realizan en el autores señalan la tendencia a la «feminización
ámbito doméstico y continúan considerándo- de la pobreza», que, sobre todo en países del
se, en buena medida, una prolongación de éste: Tercer Mundo, conduce a las mujeres a la mar-
el magisterio y la enfermería constituyen el ginalidad económica y social (Muñoz D'Albo-
paradigma de ellos, así como la dedicación a ra, 1988).
las tareas asistenciales. Además, el trabajo que
hacen las mujeres obtiene un escaso reconoci- 4. El empleo femenino en
miento: como ya señalaba Simone de Beau- los distintos sectores de actividad
voir, las profesiones ligadas al «cuidado» están
mal retribuidas y gozan de escaso prestigio so- En los países industriales avanzados, la
cial. distribución por sectores del empleo femenino
responde en líneas generales al modelo que
La necesidad de operar con grandes gene- presenta el gráfico para el conjunto de países
ralizaciones no debe hacer perder de vista las que forman la Europa comunitaria.
diferencias existentes en la actual división se-
xual del trabajo entre países en diferentes gra El trabajo de las mujeres se concentra en el
as de desarróllo y pertenecientes a tradicio- sector terciario, y dentro de éste en un escaso
nes culturales diversas. Existen sin duda número de ramas. Una de las ramas de activi-
marcadas diferencias socioeconómicas, étnicas dad que concentra a más mujeres es la admi-
y religiosas, así como políticas y legislativas. nistrativa, sobre todo en el sector público de la
No obstante, pueden hacerse con carácter ge- economía, en los niveles medios e inferiores.
neral dos constataciones universalmente 6= No es de extrañar que así sea, si se piensa que
tendidas: 1) la tendencia a la ocupación feme- comprende en muchos países sectores como la
nina en las -actividadesterciarias_ yj) el sanidad y la educación, y otros servicios socia-
mantenimiento de la segregación en la estruc- les que han adquirido, sobre todo en los lla-
tura ocupacional, que se manifiesta principal- mados Estados del Bienestar, un enorme y cre-
-Mente en la concentración de las mujeres en un ciente desarrollo. Además, la administración,
determinado número de trabajos, menos di- que en algunos países se nutre principalmente
Versificados que para los hombres. Estos tra- por funcionarios, y no suele practicar la discri-
IáTos son, por regla general, los que requieren, minación sexual en la selección de su personal
o a los que se les otorga, un nivel menor de —cualquiera que sea el sistema de acceso a los
cualificación y por los cuales las mujeres per- puestos de trabajo—, abarca muchas actividades
ciben un salario globalmente menor (entre un de oficina subalternas (secretarias, auxilia-
60% y un 80% de las remuneraciones que re- res...), tradicionalmente ocupadas por muje-
ciben los hombres por término medio). res, al tiempo que permite jornadas de trabajo
reducidas.
Los trabajos mayoritariamente desempe-
ñados por mujeres suelen considerarse de ran- Además de la rama administrativa, en el
go inferior, y a menudo subalterno, se trate de sector público y también en el privado (más
274 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 275

no de obra —en este caso básicamente femeni-


Gráfico 4. Empleo por sexo y sectores na— con el consiguiente abaratamiento de los
Comunidad Europea, 1988 costes de producción.
Dentro de la agricultura, sector en retroce-
Industria so en la mayor parte de las economías desarro-
20%
lladas, las mujeres se ubican sobre todo en el
Agricultura sector agroalimentario, en tareas de clasifica-
1
11'
, 7%
ción, envase y almacenamiento, que se acercan
más al trabajo en cadena de la fábrica que al
.4~1: "Ii11111/
Servicios puramente agrícola. No obstante, el estereoti-
73%
po sexual permanece en la división del trabajo
Mujeres correspondiente a esta actividad. La labor de
supervisión y control de los productos, así co-
mo del personal, aunque mayoritariamente fe-
Industria
menino, recae en los hombres (raramente se
41% encuentran mujeres capataces, por ejemplo).
Agricultura
8% En los países industrializados de menor
desarrollo económico (como los países del sur
de la Comunidad Europea: España, Portugal y
Grecia, y en Irlanda) se mantiene también el
Servicios
51% trabajo femenino en la agricultura en forma de
Hombres las llamadas «ayudas familiares», de difícil
Fuente: Eurostat, Retrato social de Europa, 1991.
cuantificación, dada la imposibilidad práctica
de separar las tareas domésticas que estas mu-
jeres realizan de la colaboración que prestan a
la familia en la producción de bienes para el
intercambio (ayuda en la cosecha, preparación
del 60% de los empleos administrativos en la de productos para el mercado y venta de los
Comunidad Europea están ocupados por mu- mismos).
jeres), unas pocas actividades del sector tercia- En los países dependientes, como señala
rio, como son sobre todo el servicio domésti- Muñoz D'Albora (1988), la modernización de
co, el pequeño comercio y la hostelería, la economía ha permitido también una mayor
absorben prácticamente los dos tercios del em- presencia de las mujeres en el trabajo remune-
pleo femenino. rado y su concentración en el sector de servi-
Por su parte, la industria ocupa a mujeres cios, aunque la ocupación en este sector de las
sólo en unas pocas ramas: la textil, el juguete y actividades menos cualificadas, y peor remu-
la madera todavía emplean mucha mano de neradas, y la tendencia al subempleo y al tra-
obra femenina, aunque, en los países occiden- bajo sumergido, han hecho acentuarse, con la
tales, se trata de ramas en decadencia, debido a crisis económica, los rasgos de marginalidad
la fuerte competencia de países del Pacífico, del trabajo femenino, de forma que el empleo
donde existe una fuerte explotación de la ma- por cuenta propia en el sector no estructurado
276 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 277

jugar un papel importante en la modificación


Gráfico 5. Porcentaje de mujeres económicamente de la división sexual del trabajo, tanto domes-
activas en agricultura, 1980
lo como extradoméstico. Este factor es el au-
mento general del nivel educativo, y particu-
100 larmente el de las mujeres —que partían de
grados más bajos—, así como el de cualificacio-
80
nes profesionales.
60
Aunque el analfabetismo femenino conti-
núa superando al masculino a nivel mundial,
40 las tasas de participación de las mujeres en to-
dos los niveles de la educación no cesan de au-
20 mentar.

O Cuadro 2
P.des AfrN AfrS Amel. AsiaS
Tasas brutas femeninas de escolaridad
Fuente: Naciones Unidas, Situación de la mujer en el mundo, 1992. por grados de enseñanza
en 1970 y 1990 (porcentajes)
de la economía es un recurso frecuente en la
búsqueda de subsistencia para las mujeres de Primer Segundo Tercer
las regiones subdesarrolladas. Grado Grado Grado
El proceso de terciarización de la econo-
mía ha afectado al empleo de las mujeres de 1970 1990 1970 1990 1970 1990
forma desigual en las regiones poco desarro- Total mundial 80,8 92,3 31,5 46,7 6,5 11,9
lladas: si en América Latina ha tenido lugar a
costa de las actividades agrícolas y artesanas Países desarrollados 100 100 76,2 93,8 19,3 36,5
tradicionales, en gran parte de Africa y Asia la
mayoría de las mujeres continúan dedicándose Países en desarrollo 73,5 90,4 17,8 37,5 1,8 6,5
a la agricultura, que constituye la base de su
economía de subsistencia. Suelen responsabili- Fuente: Unesco, Informe mundial sobre la educación, 1991.
zarse de algunas tareas específicas, de acuerdo
con la división sexual del trabajo tradicional, Si en el pasado el confinamiento de las mu-
que incluye, además de la preparación de ali- jeres en el hogar, su relegación a tareas subal-
mentos, el tejido y la artesanía doméstica y, en ternas escasamente remuneradas y su exclu-
muchos lugares de Africa, el acarreo del agua. sión de los puestos de poder y de responsabili- ,
dad podía verse justificada por la ausencia de
cualificaciones, hoy día difícilmente puede
5. Nivel educativo y orientación afirmarse lo mismo, al menos en lo que res-
profesional de las mujeres pecta a la mayor parte de los países industriali-
zados.
En el último cuarto de siglo existe un fac-
tor de gran peso que, sin duda, está llamado a En muchos de ellos, como lo muestra el
278 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 279

masculinas (electricidad, mecánica...). En los


Gráfico 6. Acceso de las mujeres estudios secundarios de régimen general, las
a la enseñanza superior
jóvenes se orientan más hacia las humanidades
Comunidad Europea que hacia las ciencias y las matemáticas, a pe-
sar de que sus resultados escolares suelen ser
60
iguales o mejores que los de sus compañeros
masculinos en todas las materias. En la univer-
50
sidad, la proporción de mujeres en carreras
técnicas y científicas es todavía baja, sobre to-
40 do en las más especializadas y de sectores pun-
ta, como algunas ingenierías. No obstante,
30 puede observarse una evolución de las orienta-
ciones en las carreras en el sentido de un pro-
20 1 gresivo acercamiento entre los sexos. Es el ca-
so de Estados Unidos, citado por Baudelot y
10
1 Establet —a partir de datos del US Department
of Education—, donde la diferencia entre un
o E12 B DK D GR E 1 36,5% de hombres frente a sólo 4,4% mujeres
F IR I L NL P 16
q ue elegían opciones técnicas en el bachillera-
Europa de los 12
X1977 1987 to en 1970 se había reducido en el año 1985 a
un 56,3% y un 32,8% respectivamente.
Fuente: Eurostat, Retrato social de Europa, 1991. Cualquiera que sea su nivel de instrucción,
las jóvenes se comportan, en cuanto a su
orientación profesional, de una forma diferen-
gráfico 6 para la Europa de los 12, la presencia ciada respecto a los jóvenes: las mujeres mues-
de las mujeres alcanza e incluso supera el 50% tran una clara preferencia por lo que Baudelot
en todos los niveles educativos, incluida la y Establet llaman «universos de relación,
educación universitaria, aunque se reparte de mientras que los hombres lo hacen hacia los
forma desigual en los diferentes estudios y ca- trabajos y profesiones organizados según nor-
rreras. mas más impersonales».
La orientación de las jóvenes hacia carreras Por otra parte, como señalan estos mismos
y profesiones tradicionalmente femeninas con- autores, la noción de cualificación tiene mu-
tinúa siendo una constante que se puede gene- cho que ver con la estimación que se hace de
ralizar en todos ellos. En la formación profe- su valor social, y en el caso del trabajo de las
sional, dentro de la cual representan un mujeres está vigente el postulado de que sus
número sensiblemente menor que el de los cualificaciones y profesionalización son algo 1
chicos, unas pocas ramas (administrativa, sani- innecesario y no rentable económicamente. La
taria, hostelería y turismo, peluquería..) con- idea de que el trabajo femenino es prescindible
centran el 90% de las alumnas, quedando está asentada todavía con mucha firmeza: es
prácticamente excluida su presencia de las más u n argumento frecuentemente escuchado,
técnicas, como la automoción o las comunica- cuando se habla de desempleo (masculino),
ciones y de las tradicionalmente consideradas que «las mujeres quitan el trabajo a los hom-
280 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 281

bres» para referirse al hecho de que las muje- gozaban anteriormente? La profesión médica_
res ocupan los puestos de trabajo que —no se es un buen ejemplo de ello. Cuando su ejerci-
sabe por qué razón— estarían reservados a los cio- deja de ser mayoritariamente liberal para
hombres. Se pretende ignorar que los índices integrar como asalariados a gran parte de sus
de desempleo femenino son, en casi todos los miembros en la medicina hospitalaria, el nú-
países —y no sólo en períodos de recesión eco- mero de mujeres que ingresan en esta profe-
nómica— muy superiores a los masculinos, y sión es tan elevado que en muchos países su-
que el empleo a tiempo parcial, la contratación pera ya el 50%.
temporal y diferentes formas de subempleo y Otro tanto podría decirse de la enseñanza.
trabajo en la llamada «economía sumergida» En países como Francia o España, cuanto más
afectan en mayor medida a las mujeres que a bajo es el nivel de la enseñanza, mayor nume-
los hombres. r o de mujeres lo integran: en la educación
El concepto de cualificación es un concep- preescolar, las mujeres representan más del
to definido socialmente y, con frecuencia, el 95%, en la educación primaria en torno al
trabajo que realizan las mujeres se considera 60%, en la secundaria alcanzan el 50%, para
poco cualificado precisamente porque lo ha- descender en la universidad hasta un 30%, y
cen las mujeres. Los empleadores, e incluso al- dentro de este porcentaje, la inmensa mayoría
gunos sindicatos, han considerado el trabajo se encuentra en los escalones inferiores y me-
femenino menos cualificado, al clasificar en dios del profesorado, siendo muy escasas las
ocasiones de modo diferente una idéntica tarea mujeres que acceden al nivel de la cátedra. Su-
según que ésta fuera realizada por hombres o cede además que, pese a su abrumadora ma-
por mujeres, y otorgarle en el segundo caso un yoría en determinados niveles de la enseñan-
estatuto inferior, lo que ha tenido como conse- za, las mujeres cuentan con una escasa ,
cuencia el reforzamiento del estereotipo del r epresentación en los puestos de responsabili-
trabajo femenino devaluado (Shirley Dex, dad, como es el caso de los cargos directivos
1985). Si, por el contrario, se examina la situa- escolares, ocupados de forma desproporcio-
ción de los hombres en profesiones feminiza- nada por hombres.
das, como es el caso de la enseñanza y de la sa-
nidad, se observa una clara tendencia a la
ocupación no proporcional en favor de los 6. Segregación horizontal
hombres de los cargos gerenciales, de supervi- y segregación vertical en el empleo
sión y dirección. La persistencia de los estereotipos en las
Ante la degradación que sufren los secto- o rientaciones se corresponde con la segrega-
res de actividad feminizados, tanto en lo que ción en el empleo que sufren las mujeres. A
respecta á—las condiciones de trabajo y de sala- pesar de los grandes cambios operados en la
rio, como al prestigio social de los mismos y estructura del empleo y la importancia de las
las posibilidades de promoción, cabe plantear- cualificaciones, la segregación por sexos se
se esta doble pregunta: ¿se degradan cuando mantiene en dos formas: 1) las mujeres se con-
llegan a estar ocupados mayoritariamente por centran en un determinado número de profe-
mujeres, o bien cuando las mujeres acceden a siones, lo que da lugar a la llamada segregación
ellos es porque han perdido parte de su presti- horizontal; 2) en la estructura ocupacional se
gio y de las recompensas económicas de que sitúan en los escalones más bajos y tienen una
282 /Ana Amorós División sexual del trabajo / 283

escasa presencia en puestos de élite, fenómeno femeninas, como el servicio doméstico, la lim-
( que se conoce como segregación vertical. Las pieza, la hostelería y el pequeño comercio.
mujeres continúan encontrando mayores difi- Con un nivel de instrucción medio, obtienen
cultades que los varones para acceder a puestos empleo en sectores de ventas del gran comer-
de responsabilidad en la jerarquía profesional, cio, o realizan tareas de tipo administrativo,
por no hablar de su escasísima representación como el secretariado, la banca, los seguros y
en los puestos de organización y poder políti- empresas de servicios. Con un nivel de ense-
cos, a excepción de los países nórdicos, que ñanza superior se dirigen a profesiones tercia-
impulsan la igualdad de oportunidades me- rizadas modernas, y algunas consiguen situarse
diante la práctica de la discriminación positiva, en grados medios y altos de la administración
con la reserva de cuotas para la participación pública.
femenina en este ámbito (véanse los artículos
Acción positiva y Pactos entre mujeres). La concentración sectorial de las mujeres
da ffigar a la constitución de sectores de activi-
Como se indicaba anteriormente, la pre- dad totalmente feminizados, tal como los ele-
sencia de las mujeres no es uniforme en los vados porcentajes de mujeres registrados en
distintos sectores de la actividad. Las mujeres determinadas ocupaciones —como el servicio
están tradicionalmente excluidas de los secto- do méstico, la sanidad y ciertos niveles de la
res de la industria y el transporte, que requie- enseñanza— muestran en el cuadro.
-i.en fuerza física u horarios prolongados de -
trabajo, y también —lo que es más significalVo
d-é la carga ideológica que so_pprta la _división
sexual del trabajo— de aquellos cuya imagen sé Cuadro 3
asocia con las ocupaciones consideradas mas- La concentración sectorial
culinas, como la electricidad o la automoción, del empleo femenino
aunque no requieran especial resistencia o Comunidad Europea, 1987
fuerza física (que, por otra parte, con el desa-
rrollo tecnológico se ha convertido en un ele- Servicio doméstico 92,0%
nlento cada vez menos importante). En la gran
industria existe una prohibición tácita para las Sanidad 72,8%
mujeres, y su presencia en este sector queda
reducida en gran número de países a la indus- Enseñanza 62,5%
tria de consumo automatizada (Baudelot y Es-
tablet, 1992). Industrias textil, cuero y vestido, pequeño
57,3%
comercio, hostelería, servicios personales
Es el nivel de instrucción el que determina
principalmente las diferencias en las oportuni- Banca y seguros, servicios a las empresas,
dades de empleo, aunque con mayor frecuen- limpieza pública, investigación, servicios 44,2%
cia que los hombres las mujeres se encuentran culturales
en posesión de calificaciones superiores a las
requeridas para el puesto que ocupan. En el Agricultura 36,7%
sector de servicios se encuentra la mayor parte 36,4%
Aministración y comunicaciones
de las mujeres activas y, dentro de éste, las me-
nos instruidas ocupan ramas tradicionalment e Fuente: Eurostat, Las mujeres en la Comunidad Europea, 1992.
284 / Ana Amorós División sexual del trabajo 285

7. La persistencia de ramas de los servicios (Baudelot y Establet,


los estereotipos de género
La transformación del peso relativo de los 1992).
Para explicar la persistencia de los estereo-
diferentes sectores económicos en favor del tipos en la división sexual del trabajo, los dos
terciario, que ha favorecido la incorporación autores citados resaltan, junto a ese postulado,
masiva de las mujeres al empleo, y el especta- el hecho de que, pese a las transformaciones
cular aumento de las cualificaciones femeninas operadas, que han permitido a la mujer el ac-
son factores que —junto con la caída de la fe- ceso a la escuela y al empleo remunerado, no
cundidad— deberían haber resultado decisivos se ha suprimido por ello el reparto entre los
para la modificación de la distribución del tra- sexos de las tareas domésticas en el seno de la
bajo entre los sexos en el sentido de una equi- familia. En expresión suya, se produce «una
paración mayor. Sin embargo, no se han tra- interiorización de los roles de sexo por parte
ducido en cambios notables en lo que s e de los empleadores conforme a la división se-
refiere a la composición por sexo de las dife- xual del trabajo tradicional», reforzada por el
rentes ramas de la actividad. hecho de que, al ser la mujer quien continúa
atendiendo principalmente las tareas domésti-
if El mercado de trabajo se muestra mucho das, queda automáticamente excluida de traba-
más inflexible y difícil de cambiar que la es- jos que requieren jornadas prolongadas o una
tructura de la formación y de las cualificacio- total dedicación, como exige la mayoría de los
nes. La contratación de mano de obra arrastra puestos de responsabilidad elevados, y éstos
una fuerte inercia que tiene como consecuen- siguen, por tanto, ocupados de manera des-
cia un enorme despilfarro de recursos huma- proporcionada por hombres.
nos: la infrautilización del capital femenino, de
la que insistentemente se lamentan organismos Las oportunidades de empleo de las muje-
económicos internacionales —como la OCDE o res están, pues, limitadas por los estereotipos y
la Comunidad Europea—, que cuentan entre normas sociales. El realismo a la hora de hacer
sus objetivos la igualdad de oportunidades pa- las opciones profesionales refuerza el mecanis-
ra ambos sexos. mo de la división sexual del trabajo, orientan-
La noción de cualificación, en definición
do mayoritariamente a las mujeres hacia los
s ectores tradicionales feminizados.
de Naville, es «una relación entre ciertas ope_
raciones técnicas y la estimación que se hace Para Saltzman, la división sexual del traba-
de su valor social». En el caso de las mujeres, jo es la variable cuyo cambio puede, con ma-
esta estimación se construye en torno al pos- -yor facilidad, modificar el sistema de estratifi-
tulado, tanto social como filosófico, de lo in- cación social por sexos, ya que contribuye en
necesario de la profesionalización y de la cua- gran medida al cambio en las definiciones se-
lificación femenina, y por tanto de su escasa xuales sociales, con la reducción de la ventaja
rentabilidad económica. La práctica de este de los hombres que ocupan una situación de
postulado —a pesar de su escaso fundamento, poder —producto, a su vez, del desequilibrio
considerando los niveles de cualificación al- en favor suyo de la división sexual del trabajo—
canzados por las mujeres— explicaría que los q ue les permite_devaluar el trabajo que reali-
empresarios continúen vetando a las mujeres zan las mujeres, así como asignarles el trabajó
en la industria en general y en determinadas devaluado. Este cambio tendría que producir-
286 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 287

"se tanto en el reparto de los roles extradomés- El total de horas que hombres y mujeres
ticos, disponiendo de las mismas condiciones dedican al trabajo por semana, sumando traba-
de trabajo y de salario, y de unas condiciones jo doméstico y actividad remunerada, es supe-
equitativas de acceso a los puestos de élite rior en casi todas las regiones para estas últi-
—dada la segregación horizontal y vertical exis- mas.
tente—, como en la distribución del trabajo do- La carga de las tareas domésticas sigue re-
méstico entre los dos sexos, pues ambos aspec- cayendo, como ha venido tradicionalmente su-
tos van indisolublemente unidos. cediendo, casi exclusivamente sobre el sexo fe-
menino. Las transformaciones en la división
8. La división sexual del trabajo del trabajo en el ámbito doméstico se operan a
en el ámbito doméstico un ritmo mucho más lento que en el del traba-
jo remunerado. Así lo demuestran numerosos
El trabajo doméstico constituye la mayor estudios y encuestas en profundidad realizadas
parte del «trabajo invisible» realizado por las en diferentes países industrializados. En Fran-
mujeres. Las estimaciones que se han hecho cia, por ejemplo, donde las mujeres, incluidas
acerca de la aportación económica que la las casadas, se hallan incorporadas a la activi-
cuantificación de este trabajo supondría se han dad en una gran proporción desde hace varios
llegado a cifrar en torno a un 40% del produc- lustros, la dedicación media al hogar por parte
to nacional bruto del conjunto de países in- de las amas de casa es de unas 44 horas sema-
dustrializados (Naciones Unidas, 1991). Las nales, y de unas 35 por parte de las mujeres ac-
mujeres cuya actividad consiste en el trabajo tivas. Esta dedicación aumenta en proporción
casero no se consideran económicamente acti- al número de hijos, y se eleva a 8/9 horas dia-
vas, aunque el total de horas que dedican a ello rias para las primeras y a 5/6 para las segun-
se sitúa entre las 35 y las 65 semanales. das, como media. Cifras similares a éstas se
ven corroboradas por otros trabajos, referidos
Cuadro 4 a diferentes países del mundo desarrollado'.
Número total de horas de trabajo Además, cuando los hombres realizan al-
a la semana por sexos, 1988 gunas tareas domésticas, la asignación de éstas
no es homogénea, sino que se produce una
Hombres Mujere «especialización», que resulta generalmente
desfavorable para las mujeres, tanto en canti-
Europa occidental 44 49 dad como en calidad. De un estudio, también
realizado en Francia, se deduce que, entre 15
América Norte - Australia 50 49
tareas domésticas, sólo en 2 de ellas participan
URSS y Europa Oriental 64 59 el 75% de los Vombres; 8- de' ellas son desem-
periadas por las mujeres en más del 90% de los
América Latina y Caribe 55 59 casos, y de las 7 que se consideran comparti-
Asia y Pacifico 49 62
Africa 54 66 ' Para el caso español, véase el estudio de M. A. Du-
rán, De puertas adentro. Instituto de la Mujer, Madrid
Fuente: Naciones Unidas, Situación de la mujer en el mundo, 1992. 1987.
288 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 289

das, en un 70% de los casos las llevan a cabo éste resulta más rentable que la dedicación ex-
-exclusivamente las mujeres. Son éstas quienes clusiva al hogar).
suelen ocuparse de las más duras, y de las que Además, se han producido grandes cam-
deben realizarse a diario, como la preparación bios en los hábitos de consumo de las familias
de los alimentos, la limpieza y el cuidado de y las pautas de comportamiento, así como en
los niños -y a veces de los ancianos-, mientras los valores, sobre todo entre los jóvenes: el
que los hombres se ocupan de tareas más es- trabajo en el hogar está dejando de valorarse
porádicas, como el bricolage doméstico, el socialmente de forma positiva, y la gran mayo-
cuidado del coche y del jardín, o las relaciones ría de las mujeres jóvenes aspiran a conseguir
con la comunidad de vecinos. Algunos colabo- un trabajo remunerado fuera del hogar.
ran en la compra a gran escala el fin de semana
y realizan otras tareas -la cocina, por ejemplo- En todos los niveles socioeconómicos, la
sólo en ocasiones, como hobby en su tiempo cooperación de los maridos es mayor cuando
libre. la esposa tiene un empleo remunerado, y tam-
bién se produce mayor ayuda asalariada al tra-
En España, el análisis de la «Encuesta so- bajo del hogar. Señala Durán, en su estudio del
bre Desigualdad Familiar y Doméstica» (CIS, caso español, que en los hogares de menor ni-
1984) revelaba como dato más sobresalient e vel de estudios, menor cualificación profesio-
que, de 32 tareas, 28 eran desempeñadas ma- nal y menores ingresos, los varones comparten
yoritariamente por las mujeres y sólo 2 por los menos con las mujeres el cuidado de los hijos.
maridos (citado por Durán, 1987). La participación de los maridos y de asalaria-
El cambio de los hábitos en las sociedades dos en las tareas domésticas es mayor en los
avanzadas ha hecho modificarse, aunque no en niveles socioeconómicos más elevados y tam-
profundidad, el reparto intradoméstico del bién en los hogares más jóvenes.
trabajo. Es muy difícil, por otra parte, estable- Puede, por tanto, afirmarse que cuanto
cer generalizaciones, pues influyen en este re- más activa profesionalmente es la mujer fuera
parto, así como en el grado de asunción de las del hogar, más comparte el marido las tareas
tareas domésticas por los hombres, factores domésticas, y más aún cuanto más alta es la ti-
demográficos (número de hijos de la familia, la tulación de ambos. El antiguo modelo de divi-
edad del matrimonio, o la existencia de un cre- sión de tareas se encuentra, sin embargo, fuer-
ciente número de familias monoparentales); el temente anclado todavía, a pesar de la
nivel económico y social de la familia (que contradicción que su mantenimiento supone
contribuye decisivamente a que se recurra en con el elevado desarrollo de las cualificaciones
mayor o menor medida al trabajo doméstico femeninas. El estereotipo sexual está de tal
asalariado); culturales, como las tradiciones y forma interiorizado que llega a formar parte
costumbres de cada país (en los países del nor- de las identidades masculina y femenina, y re- ,
te de Europa, por ejemplo, es mayor la contri- sulta, por tanto, muy difícil de modificar.
bución del hombre a las tareas del hogar que
en los mediterráneos); y, sobre todo, influye el La permanencia de los roles de sexo en el
nivel educativo (el cual incide, a su vez, en la seno de la familia provoca desigualdades, pues
incorporación de las mujeres a la actividad ex- mientras que al hombre suele beneficiarle estar
tradoméstica, ya que es más probable encon- casado para su desarrollo profesional, a la mu-
trar empleo con un nivel de formación alto, y jer suele perjudicarle, al planteársele un con-
290 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 291

flicto entre la actividad profesional y las res- La tendencia al alza de esta modalidad de
ponsabilidades familiares. Además, la mayor empleo es una constante en todos los países
dificultad de las mujeres en el acceso a puestos desarrollados. Con escasas excepciones, los es-
de trabajo bien remunerados y la desigualdad tudios sobre las tendencias del empleo femeni-
de remuneraciones todavía existente en el mer- no indican un elevado crecimiento del empleo
cado de trabajo, en perjuicio de las mujeres (en a tiempo parcial de las mujeres. De hecho, más
el conjunto de los países de la Comunidad Eu- de tres cuartas partes de los trabajadores a
ropea, por ejemplo, pese a la legislación sobre tiempo parcial en el conjunto de los países de
igualdad de remuneraciones, el salario femeni- la OCDE son mujeres,
no se cuantifica en torno a un 80% del salario
masculino), induce a éstas con frecuencia a sa-
crificar su desarrollo profesional en benefThin Cuadro 5
("The—Ins—maridós. Con ello, el estereotipo ciélá Empleo a tiempo parcial
división de tareas, intra y ----extradomEsiiai,—s7 de mujeres y hombres (Y0 del empleo total)
reftierza: la—rifulergiftre ilria—s-éi--1 e y proporción de mujeres en el empleo
nes, cretivadas de la asunción de la parte prin- a tiempo parcial en 1980 y 1990
cipal de las cargas domésticas, que se manifies-
, tan en la búsqueda de la cercanía del trabajo al
domicilio y de horarios reducidos, compati- Empleo
Empleo a tiempo parcial femenino a
bles con los horarios del colegio de los hijos, % del empleo total tiempo
I la «doble jornada» y, en muchos casos, las parcial
\ propias limitaciones autoimpuestas. % del empleo
total a
Hombres tiempo
Mujeres
9. El trabajo a tiempo parcial parcial

Las estadísticas y estudios sobre el empleo 1990 1980 1990 1980 1990 1980
femenino indican una tendencia creciente de Alemania 30,7 27,6 2,3 1,5 89,6 91,6
las mujeres, sobre todo de las casadas, a em-
Dinamarca 40,1 46,3 9,4 5,2 78,0 86,9
plearse a tiempo parcial.
Francia 23,8 17,1 3,5 2,4 83,1 82,1
La cuestión del trabajo a tiempo parcial re-
sulta muy controvertida, tanto por considera- Países Bajos 61,7 44,0 15,8 5,5 70,4 76,4
ciones de índole económica, como por las im- Reino Unido 43,6 39,0 5,0 1,9 87,0 92,8
plicaciones ideológicas que pueden derivarse
Fuente: OCDE en áiffres, 1992.
de su aplicación mayoritaria a las mujeres, en
la medida que presupone una determinad a
concepción del lugar de la mujer en el merca- En lo que afecta a la división sexual de las
do laboral y de su status social: al permitir si- tareas, el empleo femenino a tiempo parcial
multanear el papel tradicional de la mujer co- merece una detenida reflexión. Son muchos
mo esposa y madre de familia con el trabajo los teóricos que lo defienden, y más en la si-
fuera del hogar, la división sexual~bajó2 tuación de profunda crisis que sufren las eco-
los estereotipos crejéiiero permanecen inalte-
_ nomías de los países capitalistas avanzados, ya
que permite una mayor flexibilidad en la con-
292 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 293

tratación y un mejor reparto de las horas tra- De este modo, el trabajo a tiempo parcial,
bajadas. El peligro es que, como todos los in- los horarios flexibles, la cercanía al hogar, el
dicadores señalan, afecta mayoritariamente a mayor «tiempo libre» para las mujeres se con-
las mujeres casadas, a quienes permite compa- vierten en mecanismos de autorrefuerzo para
ginar trabajo doméstico y extradoméstico. De la continación de su relegación al ámbito
este modo, la responsabilidad de las tareas do- hiístico y álas tareas del cuidado, y paraaT
mésticas y el cuidado de los hijos siguen reca- permanencia de las diferencias salariales y de
yendo casi íntegramente en las mujeres, que en status, en detrimento de una distribución
el mejor de los casos han de conformarse con equitativa entre los sexos del trabajo dentro y
una discreta «ayuda» de sus maridos, y contar fuera del hogar.
con la colaboración, cuando pueden permitír-
selo, de otras mujeres, se trate de familiares o
de asistencia asalariada. 10. La división sexual del trabajo
El empleo a tiempo parcial de las mujeres en la perspectiva del cambio
tiene otras consecuencias negativas para ellas Una serie de factores, difíciles de enumerar
en el ámbito de la promoción profesional y de debido a su compleTidadiferenférlil si-
las remuneraciones, así como en los tipos de ciones
tua sociales en que se produce la dtvz-
trabajo a los que pueden acceder. Suele traer -
szón sexual del trabajo, operan contra el cama
aparejado un estatuto inferior, que se traduce 17gr—upos de presión,- religiones e ideologías
en peores condiciones de empleo, menos vaca- conservadoras, dificultad de cambiar los este-
ciones pagadas, menor formación, menores reotipos sociales y los prejuicios antifeministas
pensiones y prestaciones sociales, y sobre todo fuertemente anclados en muchas sociedades.
mayor precariedad, puesto que se consideran
trabajadores «periféricos», de los que se puede El feminismo que se reclama de la igualdad
más fácilmente prescindir. Además, esta moda- alerta sobre el retorno de ideologías conserva-
lidad de trabajo suele estar ligada a empleos doras —que predican la vuelta al hogar y a los
subalternos y poco cualificados (S. Washing- hijos y la «contraliberación» de la mujer—, pe-
ton, 1992). ro también frente al llamado «feminismo de la
diferencia», sobre los peligros que entraña la
Además de contribuir a la perpetuación de
exaltación de los «valores femeninos», la per-
los roles domésticos, y de las consecuencias
vivencia de los estereotipos bajo la máscara de
antes descritas sobre el empleo remunerado, el la «diferencia». Estas ideologías suponen un
trabajo a tiempo parcial de las mujeres supone retroceso en el camino de la emancipación fe-
su marginación de los puestos de responsabili-
menina y en la conquista de la igualdad,
dad y de poder, que exigen una dedicación que ambas confluyen en la recuperación de la
plena. El salario que perciben las mujeres por vieja estrategia, con nueva envoltura, de super-
su trabajo a tiempo parcial se considera «com- valorar «lo que hacen las mujeres», que es, fa
plementario» del salario del marido —en detri-
manera más segura de que lo sigan haciendo y
mento del interés por la promoción y el desa- de que se perpetúe la desigualdad.
rrollo profesionales— y, por tanto, no
imprescindible, aunque de hecho en muchos La división sexual del trabajo y el poder de
casos sea necesario para mantener el poder ad- los recursos en manos masculinas son dos pro-
quisitivo de la familia. cesos que se autorrefuerzan. El problema es,
294 / Ana Amorós División sexual del trabajo / 295

sobre todo, que la división sexual del trabajo Benería, L., «La globalización de la economía y el tra-
se manifiesta en términos jerárquicos, y ello es bajo de las mujeres», Revista de Economía y So-
así por el superior poder masculino, pues, co- ciología del Trabajo, n. 13/14 (septiembre-diciem-
mo dice Celia Amorós, quien tiene el poder bre 1991).
define lo que es valioso. Lo verdaderament e Dex, S., La división sexual del trabajo. Revoluciones
irnportante no es tanto que se asuman tareas conceptuales en las ciencias sociales, Ministerio de
idénticas, como que las que se realizan, tanto Trabajo y Seguridad Social, Madrid 1985.
dentro como fuera del hogar, no se definan en Duby, G. y Perrot, M., Historia de las mujeres, Altea,
función del sexo, ni de manera discriminatoria Taurus, Alfaguara, Madrid 1990-1992
para las mujeres, sino por diferencias indivi-
Durán, M. A., De puertas adentro, Instituto de la Mu-
duales entre iguales. Para ello es condición ne- jer, Madrid 1987.
cesaria que el poder de los recursos deje de es-
tar monopolizado por un solo sexo. Eurostat, Retrato social de Europa, Oficina Estadística
de las Comunidades Europeas, CECA-CEE-
En una perspectiva de cambio en la divi- CEEA, Bruselas/Luxemburgo 1991.
sión sexual del trabajo, hay que insistir en el
— Les femmes dans la Communauté européenne,
hecho de que la entrada masiva de las mujeres 1992.
en la actividad extradoméstica remunerada ha
constituido uno de los factores de cambio so- Meillassoux, C., Mujeres, graneros y capitales, Siglo
cial más decisivos de los operados en el siglo XXI, Madrid 1977.
XX en las sociedades industriales avanzadas, Muñoz D'Albora, A., «Fuerza de trabajo femenina:
por sus muchas implicaciones para la transfor- evolución y tendencias», en Mundo de mujer,
mación de la familia, las ideologías, los valores CEM, Santiago de Chile 1988.
y los hábitos sociales. Naciones Unidas, La mujer. Retos hasta el año 2000,
El cambio en la división sexual del trabajo Nueva York 1991.
generador de recursos es el factor que más — Situación de la mujer en el mundo. Tendencias y
puede contribuir al cambio en los roles desem- estadísticas (1970-1990), Nueva York 1992.
peñados tradicionalmente por uno u otro se- OCDE, Empleo y desempleo de las mujeres en los paí-
xo, y en la percepción, social que de ello se ten- ses de la OCDE, Ministerio de Asuntos Sociales,
la, Es la modificación de la división sexual del Instituto de la Mujer, Madrid 1988.
trabajo —con el reparto equitativo de, las tareas
en el ámbito doméstico y extradoméstico— lo - OCDE en chiffres. Statistiques sur les pays mem-
bres, Supplément á L'Observateur de l'OCDE,
que hará que las definiciones sociales sexuales n. 176 (juin-juillet 1992).
varíen, más que a la inversa como sugiere
Saltzman, y lo que, en último término, condu- OIT, Mujer y Trabajo, Ministerio de Cultura, Institu-
cirá a la supresión de la estratificación social to de la Mujer, Madrid 1988.
por sexos. Saltzman, J., Equidad y género, Cátedra, Madrid
1992.
UNESCO, Informe mundial sobre la educación, 1991.
Bibliografía
Washington, S., «Femmes et marché de travail»,
Baudelot, Ch. y Establet, R., Allez les filies!, Seuil, Pa- L'Observateur de l'OCDE 176 (juin-juillet,
rís 1992. 1992).
Acción positiva
Raquel Osborne

1. Introducción
Acción positiva e igualdad son conceptos
que se hallan indisolublemente ligados. Las
acciones positivas desarrollan el principio de
igualdad, y la igualdad constituye su funda-
mento. Una de las herramientas para la conse-
cución del objetivo de la igualdad entre los
sexos es la acción positiva o discriminación
pósitiva.
¿En qué consisten las acciones positivas?
En el establecimiento de medidas temporales
que, con el fin de lograr la iguádaTa de oportu-
nidades en la práctica, permitan mentalizar alas
personas o corregir aquellas situaciones que son
el resultado de prácticas o de sistemas sociales
discriminatorios. Es decir, sepLeteride
i combatir
las discriminaciones indirectas que no resultan
nedéVáriamente de actitudes discriminatorias
adoptadas de forma intencionada, sino que pro-
vienen básicamente de hábitos sociales. De las
actitudes, comportamientos y estructuras fun-
dadas sobre la idea de un reparto tradicional de
los papeles entre las mujeres y los varones en la
sociedad se derivan efectos perjudiciales para
las mujeres, que las acciones positivas buscan
eliminar o compensar'.

' J. I. Casas, Guía Didáctica, Ministerio de Asuntos


Sociales, Instituto de la Mujer, A-2 y A-5.
298 /Raquel Osborne Acción positiva / 299

Con estas premisas, cualquier ámbito de la y de ciertos aspectos de la educación y de la


vida puede ser susceptible de una acción positi- formación. El género pasó de constituir una
va, aunque su campo de actuación „se ha cen- diferencia cultural a representar una desigual-
trado prioritariamente en tres grandes áreas: aF dad objetiva, a ser reconceptualizado como
"floral, la educativa y la de la participación una relación de poder y desigualdad 3 . El ciclo
.p_
Uítica. Varios son los factores que, según vital (life cycle) de las mujeres (actividad pro-
Helga María Hernes, han concurrido para que ductiva, hijas/os pequeños-actividad no pro-
estas políticas hayan visto la luz: el desarrollo ductiva, hijas/os mayores-reincorporación al
económico en una sociedad de consumo en la mercado laboral) se consideraba como natu-
que las mujeres se han incorporado de forma ralmente divergente de los varones y una
masiva al mercado de trabajo; los movimientos fuente «lógica» de desigualdad. Actualmente
de mujeres que esta situación y el feminismo se trata de sincronizarlos, a fin de lograr que
han propiciado; y unas políticas gubernamen- mujeres y varones sean socialmente iguales 4 .
tales y/o legislativas orientadas a la consecu- ¿Qué diferencias de género resultan legiti-
ción de los objetivos ya mencionados 2.
mables en un marco de igualdad? ¿En qué
Ppr medio de las accionespositivas se situaciones o bajo qué condiciones mujeres y
intenta que las mujeres consigan combinar varones deben ser tratados de manera diferen-
reproducción, trabajo remunerado y vida te? Ante todo cabe decir que las desigualdades
pública, evitando tener que tomar decisiones sociales entre los géneros no hallan su funda-
más difíciles que las que habitualmente enfren- mento en ninguna diferencia ontológica. Que
tan los varones en estos terrenos, así como que las diferencias biológicas comporten desigual-
amplíen su capacidad de elección relativa a.,sus dad social es un producto del sistema de géne-
opciones vitales. Se aspira, por otra parte, a ro-sexo o del patriarcado, como se prefiera
proporcionar facilidades para que los varones denominarlo. Hecha esta aclaración, podemos
se incorporen con más asiduidad a la esfera responder a la pregunta formulada al modo en
familiar, a la cual sólo dedican con frecuencia que lo hace Celia Amorós, que en su caso
un tiempo marginal en comparación con el que refiere su análisis al espacio de la democracia
dedican a los otros ámbitos de la vida. representativa, es decir, al de la participación
Junto a estos factores objetivos y subjeti- política: será posible hacer abstracción del
vos, de circunstancias e intencionalidades, sexo-género de los sujetos del pacto político
debemos contar con la introducción, por parte cuando constatemos que tal sistema es irrele-
del feminismo, de una herramienta conceptual vante para el principio de la representación.
de gran capacidad analítica y transformadora Para ello propone un sencillo test: a pesar de
de la realidad, a saber, la categoría de género. que las mujeres constituimos por lo menos el
Aunque este aspecto de la cuestión se debate 50% de la población, nos hallamos lejos de
en otro capítulo del presente libro, conviene encontrarnos representadas en parecida pro-
reseñar aquí que la utilización de esta catego- porción, y mucho menos si ascendemos en la
ría dio visibilidad a la discriminación femenina jerarquía de puestos en los que se adoptan las
y se convirtió en relevante para combatirla en decisiones relevantes para las mujeres; de esta
las áreas de la política, del mercado de trabajo

H. M. Hernes, El poder de las mujeres y el Estado 3 Ibíd., 38.


de Bienestar, Vindicación feminista, Madrid 1990, 43. Ibíd., 30-31.
300 /Raquel Osborne Acción positiva /301

forma se comprueba que el sistema patriarcal tative target) porque «esta expresión parece
sí resulta relevante. Amorós concluye que «la suscitar reacciones menos emocionales» 6 .
democracia representativa no es representativa Seggn la definición del «Cornité.,_para la
de una sociedad de individuos no discrimina-
igualdad. entre hombres y mujeres» del Consejo
dos por el sexo en cuanto sujetos de la volun- del_P_ropa, por acción positiPAW entiende «una
tad política y del contrato social» 5. Si estas estrategia destinada a establecer la igualdad.de
son las circunstacias, sí aparecen justificadas opof nulidades por medio de unas medidas
las medidas de acción positiva orientadas a (temporales) que permitan contrastar o corregir
corregir estas desigualdades. aquellas discriminaciones que son el resultado
de _practicas o de sistemas sociales» '. Es decir,
se trata de un instrumento que des- arrolla el
2. Terminología principio de la igualdad de oportunidades en
El término tiene_ su_origen en Jos_Estados todas aquellas áreas en las que las actitudes
Unidos, donde, como se comenta más adelan- sociales, los comportamientos, las estructuras o
i,e, las acciones positiVáS (positiVe action) o los prejuicios suponen una traba para el logro
afirmativas (affirmative action) fueron inclui- de dicha igualdad. Una acción positiva tiende a
das en la legislación en fecha tan temprana corregir las desigualdades de hecho y, como se
como 1965. Su objetivo era el de cambiar las refleja en el decreto-ley que las aprobó en los
formas de empleo discriminatorias hacia los Estados Unidos en los años sesenta,
grupos minoritarios. «lejos de comprometer el principio de la igualdad,
En Europa, el término consagrado para constituye una parte esencial del programa para
corregir las desigualdades de hecho que sufren llevar a cabo este principio» 8.
las mujeres en todos los ámbitos de la vida es Como se señala en el análisis jurídico efec-
el de acción positiva. Pero convendría precisar tuado por Eliane Vogel-Polky, con el plantea-
algo más a qué nos estamos refiriendo con tal miento de las acciones positivas se rebasa el
concepto, toda vez que casi cada quien que se marco de la prohibición de discriminaciones y
ocupa del tema realiza alguna precisión al res- «se consideran como lícitas y necesarias ciertas
pecto. El motivo de estas puntualiiaciones medidas destinadas, preferentemente, a grupos
reside, con frecuencia, en la conciencia de la especiales, a fin de remediar las desigualdades
resistencia que una acción discriminatoria a que de hecho afectan a sus oportunidades en
favor de la mujer convoca, ya que la necesidad distintos campos» 9. Nos estamos refiriendo,
o la justicia de las acciones positivas para las
mujeres dista de ser algo aceptado o reconoci-
do en los diferentes ámbitos de decisión y en H. Horburger, Quantitative Targets in Favour of
la opinión pública. Por ejemplo, Hortense Women in the EC Memberstates: Current Discussion and
Practical Examples, Commission of the European
Horburger comenta que hay empresas que, Communities, octubre de 1987, 2.
aunque ya están usando «cuotas» para la pro- ' J. I. Casas, o. c., A-3.
moción de mujeres, tienden a preferir la g I. Bianca, Un programa de acción positiva,
expresión de «objetivo cuantitativo» (quanti- Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer, Madrid.
E. Vogel-Polky, Las acciones positivas y los obstácu-
los legislativos y constitucionales que dificultan su realiza-
C. Amorós, «Espacio de los iguales, espacio de las ción en los Estados miembros del Consejo de Europa,
idénticas. Notas sobre poder y principio de individua- Comité Europeo para la igualdad entre mujeres y hom-
ción», Arbor (nov. dic., 1987) 114-115. bres del Consejo de Europa, Estrasburgo 1989, 10.
302 /Raquel Osborne 1 Acción positiva / 303

en realidad, a discriminaciones positivas, aun- teccionistas que se consideran legítimas en el


que por pudor se utiliza el término de accio- caso de la mujer son las que guardan relación
nes positivas '°. Y de discriminación se debería con la situación de embarazo de la mujer traba-
hablar, bien positiva o bien inversa (reverse jadora 15.
discrimination), términos que introducen la
idea de derogación del principio de no discri- Para la mayoría de las autoras, el principal
minación por medio de un instrumento que criterio a la hora de decidirse por una u otra
pretende llevar a la práctica el principio de terminología ha sido el de evitar aquella que
igualdad ". Sin embargo, Andrée Michel reco- induce a pensar que estas medidas son excep-
mienda evitar el uso de conceptos como ciones a la ley de igualdad con el fin de favore-
«medidas preferenciales» o «medidas priorita- cer a un grupo determinado en detrimento de
rias», que connotan la idea de derogación del otro que lo merece en igual medida. El objeti-
principio de igualdad de los sexos, cuando en vo, como sabemos, es el opuesto: la obtención
realidad lo que se intenta es «proteger» a un de una igualdad de los resultados en relación
sector de la población particularmente vulne- con los principios proclamados ". Incluso las
rable a la discriminación 12 . propias Michel y Vogel, que cuestionan la ter-
minología al uso, utilizan en sus escritos el tér-
Desde el punto de vista jurídico puede mino más aceptado en Europa, el de acción
resultar más conveniente el uso de, por ejem- positiva.
plo, quantitative targets en vez de «cuotas».
Estas últimas, cuando son concebidas como
porcentajes fijos (cuotas imperativas, como 3. Justificación
alguien las ha denominado) ", encuentran
problemas constitucionales en algunos países, Hasta los años 70 —con la honrosa excep-
cosa que no sucede con los quantitative tar- ción de los Estados Unidos—, la opinión genera-
gets, a causa de que constituyen finalidades lizada en el mundo occidental sostenía que la
(aims) y no sirven como base para la reclama- igualdad entre los sexos se había conseguido.
ción en los tribunales de derechos individuales H. La paulatina constatación de que tal objetivo se
Por otra parte, esta mención a la protección no hallaba lejos de ser alcanzado contribuyó a que
debe crear confusión entre medidas proteccio- en los años ochenta comenzara a ser aceptada la
nistas —que tradicionalmente han comportado necesidad de las acciones positivas, entendidas
mayores discriminaciones hacia la mujer— y las como un instrumento en el logro de la igualdad
aquí analizadas. Hoy las únicas medidas pro- de oportunidades. Con ello se revolucionaron
las ideas dominantes hasta entonces acerca de la
suficiencia del reconocimiento de la igualdad en
l° Ibíd., 10. las Constituciones y las leyes para su consecu-
"1 A. Michel, «Aspects juridiques des actions positi- ción en la práctica.
ves», ponencia presentada en el I Congreso Internacional
sobre la acción positiva para las mujeres, Bilbao, 27-29 de
junio de 1990, 15.
12 Ibíd., 15. 15 M. N. Bris Barrio, «La legislación laboral española.
" M. Giannakou-Koutsikou, Rapport fait au nom de Acción positiva y marco constitucional. El principio de
la commission des droits de la femme sur les femmes dans igualdad», ponencia presentada en el seminario Mujer e
les centres de décision, Documents de Séance, Parlement igualdad de oportunidades en el trabajo, UIMP, Palacio
Européen, 1988-1989, 14. ce la Magdalena, 7-11 de septiembre de 1987, 85.
14 H. Horburger, o. c., 47. 16 A. Michel, o. c., 15.
304 /Raquel Osborne Acción positiva / 305

Diversos son los argumentos en contra y a


favor del trato preferencial a grupos particu-
larmente desfavorecidos en las diversas áreas y
niveles de la política, la sociedad, la economía,
la familia y la cultura. Los que se oponen a
estas políticas suelen girar en torno a la meri-
tocracia y simbolizan, como se indica en el
apartado jurídico, una mentalidad liberal clási-
ca, para la que sólo es legítimo hablar de igual-
dad de oportunidades que no entorpezca la
libre concurrencia ni la elección individual.
Parecería que nuestras sociedades se rigen
siempre y en todas las áreas por estos criterios,
y sólo programas como las acciones positivas
entorpecen tan idílico panorama. Pero, como
señala Richard Wasserstrom, es bien sabido
que quien decide acerca de la elección o con-
tratación de personas mostrará su preferencia
por la perpetuación dentro de las instituciones
de aquellas cuyas actitudes, atributos y formas
de actuación se asemejan a las de quienes efec-
túan la selección. Se valoran, por tanto, facto-
res que no designan necesariamente a la
persona más cualificada, sino a la más afín. Las
acciones positivas tenderían a corregir este
defecto 17.
Parece como si este sector no hubiera
tomado aún en cuenta la cuestión del género
en cuanto categoría socio-legal relevante, que
va más allá e ilumina las limitaciones y los
condicionamientos de las mujeres, individual-
mente consideradas. Encontramos un ejemplo
de esta mentalidad en el relato de Berit As
acerca de las leyes aprobadas por el Parla-
mento noruego. Dicha institución aprobó sin
empacho, a finales de los años setenta, una ley
sobre la igualdad de oportunidades que fue
rechazada por el partido dirigido por esta
feminista, tras comprobar que los estudios

'7 R. A. Wasserstrom, Philosophy and Social Issues,


University of Notre Dame Press, Indiana 1980, 70-71.
306 /Raquel Osborne 1 Acción positiva / 307

realizados indicaban que, con el paso del tiem- como elemento de opresión del rol del ciuda-
po, una política de este tipo no hace sino dano.
ahondar las diferencias entre los grupos que
compiten, pues siempre gana el más fuerte. El Hernes comenta que el modelo político de
mismo Parlamento rechazó una ley contra la ciudadanía que maneja Habermas es el tradi-
discriminación de la mujer, cuya aprobación cional masculino, logrado a través del mercado
hubiera significado el cumplimiento de las en cuanto a lo económico, y por mediación de
recomendaciones de las Naciones Unidas y los sindicatos y los partidos (Parlamentos) en
hubiera implicado la aceptación de las accio- cuanto a lo político. Las mujeres de los países
nes positivas '$. nórdicos han llegado a ser ciudadanas gracias a
los diferentes vínculos establecidos con el
En su relato sobre la adquisición de poder Estado como empleadas, usuarias, contribu-
por parte de las mujeres en los Estados de yentes y participantes en la vida pública. Ello
Bienestar de los países nórdicos, Hernes "ana- ha sido posible por el «feminismo de Estado»,
liza tres tipos de razones que han ayudado a resultado de una alianza entre este último y las
legitimar la participación y representación mujeres, agrupadas en un «bloque de género»
política de las mujeres: a) la democrática, a (ver Pactos entre mujeres). Concluye Hernes
saber, que todas las mujeres poseen los mis- que el poder de las mujeres como ciudadanas
mos derechos que cualquier otro grupo social es sinónimo de influencia en el sector público.
a este respecto; b) que las mujeres suponen un Ello ha sido posible porque, en aquel entorno,
novedoso recurso en la vida política, savia las políticas estatales han impulsado a la mujer
nueva, útiles por la innovación de experiencia a la esfera pública desde el momento en que se
que aportan; c) el derecho de las mujeres a la han hecho cargo de la «reproducción»; se ha
expresión de sus diferencias y reivindicaciones integrado la política social y el mercado de
con respecto a la política al uso; ésta es la más
trabajo, ya que se ha entendido la atención a
próxima al feminismo.
los menores, a los enfermos, a los minusváli-
Los regímenes socialdemócratas de aque- dos y a los viejos como un asunto de interés
llos países han efectuado una combinación o público y no sólo de interés social; el trabajo
un reconocimiento de los tres argumentos, y familiar se ha integrado al sector público en
de esta manera son los que más han favorecido vez de comercializarse como en el resto de
la participación de las mujeres en la vida Europa. De ahí que estas políticas hayan
pública. De ahí que Hernes critique a Jürgen fomentado el papel de las mujeres como clien-
Habermas 20 porque, en su opinión, sólo con- tas, agentes y demandantes del Estado.
templa al Estado en cuanto colonizador de lo
que él denomina el «mundo vital» (el mundo En suma, de esta forma se ha logrado rom-
de la creatividad, el que no pertenece al merca- per, en parte, la sinonimia, no sólo real sino
do, sino a la familia y a la sociedad civil) y ideológica, entre la mujer y la familia, cosa que
favorece a las mujeres. Según este feminismo,
Habermas no ha tenido en cuenta estos facto-
's B. Ás, «Which Positive Actions... at this Time in res, posiblemente por contemplar la familia
History?», ponencia presentada en el I Congreso
Internacional sobre la acción positiva para las mujeres, o. c. , 3. como refugio, como entorno «privado» frente
19 H. M. Hernes, o. c., cap. I. a lo «público», devorador de la intimidad. Está
20 Ibíd., cap. VI. claro que muchas mujeres (al menos de los
308 /Raquel Osborne Acción positiva / 309

países nórdicos, y todas aquellas que deman- los datos que muestran la infrarrepresentación
dan acciones positivas) no ven este tema de la de las mujeres en las posiciones más altas de
misma manera. las jerarquías políticas, universitarias o labora-
les, a pesar del alto número de participantes en
Argumentos de justicia social se contrapo-
todas estas esferas —el recientemente mencio-
nen a los que hacen hincapié en la «meritocra- nado «techo de cristal» que no logran traspa-
cia», al considerar la igualdad de género como sar las mujeres que llegan a un determinado
un objetivo más importante en un momento nivel—; b) dar a conocer el resultado de los
dado que «recompensar a la persona mejor sondeos en los que la opinión pública aparece
cualificada en cada caso particular» 21. ¿Que como más favorecedora de las mujeres en car-
quizá por medio de este mecanismo no se esti- gos políticos que los propios partidos respon-
mule darwinianamente a los más competen- sables de tales políticas 24; c) desmentir los
tes?, se pregunta Celia Amorós al referirse, en estereotipos vigentes, como que las mujeres no
su caso, al sistema de cuotas. Ella misma res- se preocupan de su carrera profesional, tienen
ponde que «nadie podrá negar en serio y de altas tasas de absentismo, no merecen ninguna
buena fe que las burocracias y los aparatos de inversión en ellas porque abandonarán el tra-
los partidos tienden a seleccionar mediocres bajo —para casarse, tener descendencia o cam-
más bien que a potenciar brillantes personalida- biar de residencia si su marido se traslada—, no
des que le hagan competencia al líder: no sea- son «aptas» para cierto tipo de trabajos 25, o no
mos tan elitistas, pues, cuando de mujeres se se puede contar con un número suficiente de
i7 trata» 22. Para que un sistema sea realmente mujeres cualificadas para acceder a los niveles
igualitario, ha de dar cabida a las mediocres, superiores de la jerarquía. De esta forma, se
añade; deberíamos, pues, contar, en frase de rompe con el mecanismo que acusa a la vícti-
Amelia Valcárcel, con el derecho a no ser exce- ma del mal que padece 26 . Se señala, por lo
lentes. Con todo, sería erróneo pensar que los demás, la favorable intervención de las muje-
tratamientos preferenciales no tienen en cuenta
las calificaciones mínimas necesarias para cubrir
la parcela de que se trate. Por otra parte, la M. Sineau, Vías y medios de mejorar la situación
insuperabilidad de un «techo de cristal» para las de las mujeres en la vida política, Comité Europeo para la
mujeres refrenda lo que señala Wasserstrom: igualdad entre hombres y mujeres, Estrasburgo 1989, 34.
cuanto más alta sea la posición disputada en 25 Diversos estudios recientes parecen demostrar la
falsedad de la idea de un mayor absentismo laboral por
términos de prestigio o poder, menos central parte de las trabajadoras. Ver P. Carrasquer, «El absentis-
resultan las «meras» consideraciones relativas a mo laboral de las trabajadoras: una aproximación empíri-
ca», comunicación presentada al IV Congreso de la
la persona más cualificada 23 : otros aspectos Federación Española de Sociología, Madrid, 24-26 de sep-
«extracurriculares» entran en juego. tiembre de 1992. Un estudio realizado por el Instituto de
la Mujer sobre el absentismo laboral muestra que,
Las asociaciones de mujeres utilizan diver- «excluidas las bajas por maternidad, que se deben valorar
sas estrategias para convencer de la necesidad considerando el bien social que comportan (...), son más
de las acciones positivas: a) dar publicidad a frecuentes las ausencias no justificadas del puesto de tra-
bajo por parte de los varones que de las mujeres», El País,
15 de enero de 1993.
26 Una forma de rebatir esta argumentación es la de
21 H. M. Hernes, o. c., 35. la «estrategia de las listas», acción que consiste en confec-
cionar listas de mujeres cualificadas, dispuestas a aceptar
n C. Amorós, o. c., 118. un nombramiento o a postular una candidatura en unas
23 R. A. Wasserstrom, o. c., 68. elecciones: M. Sineau, o. c., 33.
310 /Raquel Osborne Acción positiva / 311

res en el mundo de la ciencia en cuanto a la manifiesta como muy retrasado en cuanto a la


ampliación de las preguntas planteadas y, por penetración de estos argumentos en el seno de
ende, de los problemas por resolver. Se destaca las empresas. El Instituto de la Mujer puso en
su aportación en la sensibilización social y las práctica el Programa de Acceso y Promoción
reformas legales en cuestiones como las agre- de Mujeres a Puestos de Dirección en las
siones sexuales o el aborto. La inclusión de las Empresas entre 1987 y 1990, que pretendía
mujeres en todas las áreas de la vida supone la sensibilizar al personal directivo para que pro-
creación de modelos (role models) que imitar moviera acciones positivas en el seno de las
para las que vienen detrás, aparte de que su empresas. A la hora de evaluar dicho progra-
presencia en áreas tradicionalmente vedadas ma, se comprobó que las motivaciones de
para ellas contribuye a normalizar lo que antes mejora de la gestión de los recursos humanos
era visto como excepcional. que pueden llevar a tomar medidas para pro-
Algunos argumentos de corte utilitarista se mocionar a las mujeres se hallan aún fuera de
orientan al mundo de la empresa y destacan las los planteamientos de los empresarios españo-
ventajas para el mismo de realizar acciones les. La única motivación real que movía a las
positivas: mejor gestión de los recursos huma- empresas era su necesidad de una buena ima-
nos gracias a la utilización de la capacidad gen y de mantener unas aceptables relaciones
profesional real y potencial de las mujeres, así con el Ejecutivo 28.
como la mejora de la imagen pública de las
empresas al manifestar una preocupación por
los cambios sociales y por las reivindicaciones 4. El desarrollo socio-jurídico
del sector femenino. de las acciones positivas
Otro tipo de consideraciones extraeconó- Tomamos como punto de partida la
micas también entran en juego, como son el Revolución francesa, a partir de la cual se
problema demográfico que Europa enfrenta comienza a admitir en las sociedades moder-
desde hace unos años y que supone —y conti- nas el principio de igualdad ante la ley. Mas
nuará suponiendo en un futuro próximo— la esta igualdad no lo era a secas, sino que se
disminución de su población junto al envejeci- organizó con una serie de mediaciones, a
miento de la misma. Ante esta situación, saber, la clase social, la propiedad, las relacio-
gobiernos y empresas han orientado sus accio- nes o, cómo no, el sexo, constituyéndose los
nes positivas hacia las mujeres, a fin de incre- que alguien ha denominado «conjuntos identi-
mentar su presencia en el mercado de trabajo tarios» 29. Los grupos así establecidos funcio-
con vistas a reducir los efectos negativos de los naban de una manera cerrada, vetándose el
cambios demográficos 27. acceso de aquellos que resultaban excluidos.
Una vía posible de transformación de este
A pesar de estos datos, el caso español se estado de cosas hubiera podido ser la de la
jurisprudencia, pero durante más de un siglo
27 J. Foster, «Extract from the speech: Experience
with positive action in the public and private sectors in
the European Community», Seminar on Women and the
Completion of the Internal Market, Dublín, 16 de febrero 28 «Lo que realmente quieren las mujeres directivas»,
de 1990, 5-6. No sé cómo se compaginan estos criterios Mujeres, n. 99 (3"- trimestre de 1992) 18.
con las abultadas cifras de paro que se viven actualmente 29 E. Vogel, o. c., 4. Este texto de Vogel será la prin-
en Europa. cipal fuente de inspiración de este apartado.
312 /Raquel Osborne Acción positiva / 313

tras la Revolución francesa se desconfió de con los «derechos humanos», que afectan a
esta vía, toda vez que se consideraba que la «todos los miembros de la familia humana»
ley, al ser emanación de la voluntad general, por igual, sin distinción, entre otras, de sexo,
no podía equivocarse. Se puede hablar, pues, lo cual significa que no pueden depender de
de igualdad formal ante la ley, insuficiente, las realizaciones individuales. El principio que
como ha podido comprobarse con el tiempo, subyace a estas formulaciones es el de no-dis-
para asegurar la igualdad entre los sexos. criminación. Pero en los derechos humanos
"A-1k- Posteriormente surgirá el concepto de hemos de considerar los de primera genera-
igualdad de oportunidades, inspirado en un ción —derechos negativos en relación con el
individualismo de corte liberal que incluirá Estado, al cual se le pide que se abstenga de
tanto la libertad de elección como la libre intervenir en la esfera privada de los indivi-
competencia entre los individuos. Se busca duos: libertad de conciencia, de religión, etc.—,
contrarrestar los efectos indeseables de la y los de naturaleza socioeconómica o de
estratificación social y lograr así el asenta- segunda generación, en los que se invierte la
miento de la igualdad de condiciones del punto dinámica, ya que el Estado se compromete
de partida, a fin de que cada individuo tenga la activamente en el logro de la igualdad de gru-
oportunidad de acceder a los derechos que la pos que se hallan en desventaja —las mujeres,
ley le concede. En este caso se ha reemplazado los minusválidos, los inmigrantes— en sectores
la noción de igualdad formal «estática» por específicos —empleo y participación política,
una «tendencia hacia la igualdad». entre otros—. Se da un paso más allá respecto
Sin embargo, se ha podido comprobar que de la «mera» prohibición de las discriminacio-
una sociedad desigual reproduce la desigual- nes y se posibilita el ejercicio de la discrimina-
dad aunque hable de igualdad '°. Si entre diver- ción positiva.
sos grupos existe una diferencia en cuanto a El antecedente más claro que tenemos de
los recursos, el poder de los amigos, el tiempo legislación en un sólo país es el de los Estados
disponible, los modelos de socialización y el Unidos. A causa de la presión ejercida por el
control de la propiedad, el resultado abocará a movimiento de los derechos civiles a favor de
que el grupo más fuerte gane la competición. la minoría negra, se aprobó en 1965 un decre-
Con el tiempo, la distancia entre los diferentes to-ley que obligaba a las empresas públicas, y
grupos se agrandará 31, lo cual es un resultado a las privadas que tuvieran contratos con el
perverso en relación con el principio que se Estado, a la puesta en marcha de las acciones
aspiraba alcanzar. Pero ello no nos debe extra- positivas.
ñar si tenemos en cuenta que sólo se está tra-
tando aquí de igualdad como punto de partida La inclusión de la discriminación sexual
y no de garantizar la igualdad en los resulta- sólo se consiguió dos años después, en 1967.
dos. Los organismos encargados de su seguimiento
Si abordamos la igualdad desde la perspec- poseen no sólo carácter consultivo, sino ejecu-
tiva de los resultados, se verá su íntima ligazón tivo, es decir, que pueden imponer sanciones
—rescisión de contratos a las empresas priva-
das, por ejemplo— a las empresas recalcitran-
30 M. Lamas, «Las mujeres y las políticas públicas»,
tes. Su acción ha sido eficaz gracias a la fuerte
FEM, año 14, n. 86 (febrero 1990) 7-14. presión del poderoso movimiento feminista
B. As, o. c., 3. estadounidense. Dicha presión ha logrado
314 /Raquel Osborne Acción positiva / 315

ampliar su ámbito de actuación a otros sectores por cuanto se promueven principios resoluto-
de la vida pública —enseñanza, vida política— a rios que conllevarían obligaciones por parte de
partir de 1972, y no ceñirse exclusivamente a la los Estados contractuales.
vida profesional de las mujeres. Se puede con- El artículo 4 de la Convención resulta cla-
cluir que ve para lo que aquí se está comentando, y reza
«la política de no discriminación de igualdad de así:
oportunidades llevada a cabo por la legislación
norteamericana se interpenetró con la política de «La adopción por los Estados miembros de
la obligación de resultados al instaurar las acciones medidas temporales especiales con el fin de acele-
positivas con vistas a concretar por medio de rar la instauración de una igualdad de hecho entre
medidas especiales la igualdad de mujeres y varo- los hombres y las mujeres no es considerada
nes» 32. como un acto de discriminación tal y como queda
definido en la presente Convención, pero en nin-
En la esfera internacional podemos apreciar gún caso debe tener como consecuencia el mante-
tres fases en cuanto a la evolución de los dere- nimiento de normas desiguales o diferentes; estas
chos humanos. En la primera se aprueban la medidas deben ser suprimidas en cuanto hayan
Carta de las Naciones Unidas y la Declaración sido conseguidos los objetivos en materia de
Universal de los Derechos Humanos. En la igualdad de oportunidades y de tratamiento».
segunda se afirma la igualdad de derechos entre «La adopción por los Estados miembros de
mujeres y varones en una serie de convenciones medidas especiales, incluidas las medidas previstas
internacionales. En la tercera se adoptan nor- en la presente Convención, que se proponen la
mativas que se refieren únicamente a la mujer protección de la maternidad, no es considerada
como categoría socio-legal. como un acto de discriminación».

Pues bien, en el marco de este último tipo Por primera vez, un documento de tal
se inscribe la Convención para la eliminación envergadura proclama que las discriminacio-
de todas las formas de discriminación contra la nes positivas, siempre que posean un carácter
mujer, aprobada por la ONU en 1979 y que temporal y se emprendan bajo la invocación
entró en vigor en 1981. Este documento repre- del principio de igualdad, no vulneran el prin-
sentó un hito en la historia jurídica de la mujer cipio de no discriminación, sino más bien lo
hacia la igualdad y constituye la obligada refe- reafirman. Por otra parte, su carácter de nor-
rencia internacional cuando de acciones positi- ma ejecutiva obligaría a los Estados signatarios
vas se trata. «a adoptar medidas especiales transitorias con
el fin de acelerar la instauración de una igual-
La universalidad constituye un rasgo fun- dad de hecho entre hombres y mujeres» 33. De
damental de esta Convención, ya que abarca
lo que se deduce que ninguna legislación parti-
todos los ámbitos en los que pueda existir dis-
criminación, como son el político, el civil, el cular debería poder oponerse a los principios
social, el económico y el cultural. Asimismo, proclamados por la Convención. Por añadidu-
se aborda la cuestión, no sólo en sus aspectos ra, por tratarse de un tratado relativo a los
programáticos, estáticos, de proclamación del derechos humanos, los individuos de los dife-
principio de la igualdad entre mujeres y varo- rentes países signatarios pueden invocarlo, y a
nes, sino que se hace de una manera dinámica,

32 A. Michel, o. c., 4. " E. Vogel, o. c., 16.


316 /Raquel Osborne 1 Acción positiva / 317

menudo así lo hacen, «para forzar la inercia nes, la Comunidad prevé la financiación de
estatal» 34 . proyectos encaminados a la obtención de la
igualdad, entre ellos las acciones positivas.
Se puede afirmar, finalmente, que la rele- Diversas recomendaciones a lo largo de los
vancia de esta Convención dependerá del tipo años han incidido en la misma línea, entre las
de derechos al que hagamos alusión. Será que se pueden citar la recomendación del.
menor en el caso de los derechos civiles —aque- Consejo de la Comunidad en 1984 y los suce-
llos que implican la abstención del Estado— y sivos Programas de Acción para la igualdad de
mayor en el caso de los derechos sociales, que oportunidades.
requieren, por el contrario, una intervención
del Estado. En cuanto a los derechos políticos, Según Andrée Michel ", desde el punto de
la doctrina considera que pertenecen a la pri- vista jurídico se pueden clasificar las legisla-
mera categoría, la de los derechos civiles. Se ciones nacionales relativas a la acción positiva
sabe que amparan esencialmente el derecho de en cuatro modelos:
elección, el derecho de elegibilidad y el dere- —legislaciones en las que las acciones posi-
cho de acceso a la función pública. En la medi- tivas son obligatorias porque se hallan integra-
da en que estos dos últimos derechos sólo das en las leyes de no discriminación e
garanticen la posibilidad de ser elegido o de igualdad de los sexos (Suecia, Noruega);
ser funcionario público, es decir, una igualdad —legislación en la que las acciones positi-
de oportunidades, se prestan igualmente a ser vas son consideradas como una parte integran-
llevados a la práctica por acciones positivas te de las leyes de no discriminación y de
(tales como las «cuotas»...). igualdad, pero no son obligatorias (Francia);
Si nos ceñimos al ámbito de la Comunidad —legislación en la que las acciones positi-
europea, sólo otro documento, la Directiva del vas son consideradas como excepciones a las
Consejo de las Comunidades Europeas, de 9 leyes de no discriminación y de igualdad entre
de febrero de 1976, se refiere explícitamente a los sexos (Gran Bretaña); y finalmente,
las acciones positivas. En su artículo 2/4 se —legislaciones de países que ignoran las
declara que acciones positivas en el terreno jurídico, pero
«la presente directiva no representa obstáculo en los que la práctica social impulsa el desa-
alguno a las medidas encaminadas a la promoción rrollo de numerosos programas de acciones
de la igualdad de oportunidades entre los hom- positivas (Alemania y Países Bajos).
bres y las mujeres, en particular aquellas que
remedian las desigualdades de hecho que afectan a Como es de suponer, una cosa es la legisla-
las mujeres en los dominios previstos en el artícu- ción y otra el resultado en la práctica, como se
lo primero, párrafo 1». apunta en el cuarto modelo mencionado. Cuan-
do se examina más de cerca la situación con-
El ámbito de dicha intervención es limita- creta de los diversos países europeos, se llega a
do, ya que se ciñe al acceso al empleo, a la for- las siguientes conclusiones:
mación, a la promoción profesional y a las
condiciones de trabajo. Para contribuir a —Dondequiera que existe un poderoso
movimiento de mujeres, las acciones positivas
impulsar la puesta en práctica de dichas accio-

" /bíd., 19. " A. Michel, o. c., 16.


318 /Raquel Osborne Acción positiva / 319

se suceden con independencia de la legislación. que supuso un notable retroceso con respecto
Así comprobamos su multiplicación en países a los logros de la II República. En aquel perío-
en los que los dos factores se aúnan, como por do, la Constitución reguló que el sexo no
ejemplo en Suecia y en Noruega, pero prolife- debía constituir el fundamento de ningún pri-
ran igualmente en Holanda o en Alemania, vilegio (art. 25) y que el matrimonio se hallaba
países en los que las leyes no ayudan; la razón fundado sobre la igualdad de derechos para los
principal es la ya apuntada: la presencia de un dos sexos (art. 43). Se reconoció a la mujer el
importante movimiento feminista. derecho al voto, se promulgó una ley de
divorcio, el matrimonio civil y la inscripción
—No obstante, la legislación no es baladí; como legítimos de los hijos habidos fuera del
numerosos analistas coinciden en que si las matrimonio. Asimismo, se reconoció la capa-
acciones positivas no se hallan legitimadas al cidad jurídica de la mujer, se reguló el aborto
más alto nivel jurídico, sufren el riesgo de ver- eugenésico, se suprimió el delito de adulterio,
se anuladas por los tribunales, como ha sucedi- se prohibieron las cláusulas contractuales que
do en algún caso en Alemania, por no contarse preveían las licencias obligatorias de las muje-
en este país con una legislación a nivel federal. res por causa de matrimonio y se instauraron
—En última instancia, estos programas no vías para promover el acceso de la mujer a
resultarán eficaces si no se acompañan de todos los empleos.
medidas sociales encaminadas a paliar la divi- Durante la dictadura, todos estos logros
sión tradicional de roles en todos los terrenos fueron suprimidos, y la situación de la mujer
de la vida familiar y social, y no sólo en el experimentó un retroceso cuyas consecuencias
ámbito laboral, como puede ser la del reparto aún sufrimos hoy en día. Durante aquellos
de las tareas domésticas y parentales. años, y entre otras muchas discriminaciones,
las mujeres españolas han tenido vedado el
5. La historia socio-legal acceso a numerosas profesiones, a la enseñan-
en España za mixta y a la coeducación (al igual que los
varones en estos dos últimos casos); a la mujer
En España concurren algunos factores his- se le premiaba con una dote si al contraer
tóricos que le confieren ciertos rasgos específi- matrimonio abandonaba su puesto de trabajo;
cos con respecto a la mayoría de los países del se la consideraba incapacitada para administrar
entorno europeo 36 . sus propios bienes; no ostentaba la patria
La situación de desigualdad formal se pro- potestad de los hijos, a pesar de ser su exclusi-
longó en nuestro país hasta fechas harto va cuidadora y, hasta fecha tan reciente como
recientes a causa de la dictadura franquista, 1983, algunas modalidades de la contracepción
persistieron como delito en el Código penal '.
36 En esta sección me basaré sobre todo en el texto de A raíz del fin de la dictadura y del adveni-
Natividad Bris ya citado y en el de Cristina Alberdi, miento de la democracia, contamos con dos
«Evaluación de la política comunitaria en materia de importantes textos jurídicos que representan
igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres»,
ponencia presentada al seminario Evaluación de la políti- la principal apoyatura legal de las acciones
ca comunitaria en materia de igualdad de oportunidades.
Perspectivas futuras en relación con 1992, Ministerio de
Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, Comisión de las
Comunidades Europeas, Seminario Presidencia Española, 37 Colectivo de asociaciones feministas, «Ni un paso
Toledo 1989. atrás», El País, 3 de mayo de 1993.
320 /Raquel Osborne # Acción positiva / 321

positivas: la Constitución de 1978 y el Esta- leyés en el ámbito de las relaciones familiares


tuto de los trabajadores de 1980. modificaron en 1981 y 1982 numerosos artícu-
los del Código civil relativos a los bienes
La Constitución pasa por ser una de las matrimoniales, a la responsabilidad sobre los
que más favorablemente se pronuncian a favor hijos comunes y a la filiación, posibilitando la
de la igualdad de la mujer en nuestro contexto investigación de la paternidad, la igualdad de
político, debido sobre todo a dos razones: a su los cónyuges dentro del matrimonio, y la más
reciente hechura y al período de transición conocida de todas, la ley de Divorcio.
política entre la dictadura y la democracia en
el que fue discutida y aprobada, período de Con posterioridad, España suscribe diver-
gran vivacidad política y agitación social. sos tratados internacionales: en 1984 la
El artículo 14 señala que «los españoles Convención de no discriminación de la mujer
son iguales ante la ley sin que pueda prevale- aprobada por la ONU en 1979 y que ya ha
cer discriminación alguna por razón de... sido comentada, y en 1986 el Tratado de adhe-
sexo...». El artículo 9.2 amplía estas facultades sión de España a la Comunidad europea. Al
al indicar que «corresponde a los poderes hacerlo, España asume de paso toda la legisla-
públicos promover las condiciones para que la ción ya elaborada por la CE, en particular las
libertad y la igualdad del individuo y de los cinco Directivas aprobadas por la Comunidad
grupos en que se integra sean reales y efecti- como desarrollo del artículo 119 del Tratado
vas; remover los obstáculos que impidan o de Roma que establece la igualdad de trato de
dificulten su plenitud y facilitar la participa- mujeres y hombres en el ámbito laboral y que
ción de todos los ciudadanos en la vida políti- incluye la protección de la maternidad.
ca, económica, cultural y social». Por aña- Ya hemos comentado que el enunciado de
didura, se establece que «cualquier ciudadano la Constitución española permite el desarrollo
podrá recabar la tutela de las libertades y dere- de las acciones positivas, pero no está de más
chos reconocidos en el artículo 14... ante los el examen de la jurisprudencia creada por el
Tribunales Ordinarios...» (art. 53.1). Tribunal Constitucional en torno a este tema.
Otros mandatos constitucionales procla- Destaca por su claridad la sentencia 3/83 de 14
man también la igualdad de los cónyuges den- de febrero: «Como ya ha declarado este
tro del matrimonio (art. 32.1), la igualdad de Tribunal en reiteradas ocasiones, el precepto
los hijos ante la ley, cualquiera que sea su filia- constitucional que consagra la igualdad entre
ción (art. 39.2), y el derecho de todos los espa- todos los españoles no establece un principio
ñoles al trabajo y a una remuneración en la de igualdad absoluta que pueda omitir tomar
que no pueda darse discriminación por razón en consideración la existencia de razones obje-
de sexo (art. 35.1). tivas que razonablemente justifiquen la desi-
Con posterioridad, numerosas leyes desa- gualdad de tratamiento legal. Y mucho menos
rrollaron los diversos principios constitucio- que excluya la propia necesidad del estableci-
nales, destacando a nuestros efectos el miento de un trato desigual que recaiga sobre
Estatuto de los trabajadores, que estableció supuestos de hecho que en sí mismos son desi-
con claridad el principio de no discriminación guales y tengan por función precisamente con-
por razón de sexo (art. 4), de no discrimina- tribuir al restablecimiento o promoción de la
ción en las relaciones laborales (art. 17) y de igualdad real, ya que en tal caso la diferencia
igualdad de remuneraciones (art. 28). Otras de régimen jurídico no sólo no se opone a
322 /Raquel Osborne Acción positiva / 323

dicho principio, sino que constituye instru- forma encubierta impide el acceso de las muje-
mento ineludible para su debida efectividad» res al mercado de trabajo en condiciones de
(cursiva nuestra). Diversas sentencias, antes y igualdad con los varones. Si dos de las formas
después de la aquí extractada, confirman esta más señaladas de discriminación femenina en
doctrina. el mercado laboral se producen vía la segrega-
Otra medida relevante para el logro de la ción laboral y la concentración en unos pocos
eficacia en las legislaciones sobre la igualdad es empleos, la discriminación indirecta puede
la de la inversión de la carga de la prueba, por adoptar múltiples formas.
medio de la cual se pretende que cuando una Podrá ser detectada en el acceso al empleo
mujer presenta una denuncia por discrimina- cuando las condiciones o requisitos de dicho
ción no sea ella quien tenga que aportar las acceso no se hallen plenamente justificados
pruebas, sino que sea la parte demandada la para la tarea que se va a desempeñar (fuerza,
que tenga que demostrar que no se ha produ- talla, constitución física, disponibilidad para
cido discriminación por razón de sexo. En viajar, trabajo a turnos), o cuando al terminar
España contamos ya, al menos desde 1981, un proceso de selección la desviación de apro-
con varias sentencias que asientan legalmente badas/os mujeres y varones sea significativa, lo
este principio, que todavía no se ha convertido cual podría ser indicativo de algún sesgo en el
en doctrina comunitaria (octubre de 1993) a modo de efectuar las pruebas o en las tomas de
causa de la negativa del Reino Unido ". En decisión 39 . Cuando nos referimos a los sala-
resumen, del análisis de la jurisprudencia del rios, la discriminación indirecta se apoya en
Tribunal Constitucional podemos concluir, sin numerosos convenios colectivos por medio
ser exhaustivos, lo siguiente: del establecimiento de actividades y categorías
—que no se considera que existe discrimi- específicas para mujeres; por ejemplo, en el
nación cuando el tratamiento diferenciado se sector de artes gráficas había hasta hace cinco
aplica a supuestos de hecho también diferen- años una escala de «oficios complementarios
tes; femeninos». Desapareció el calificativo de
«femeninos», pero las mujeres siguen en esa
—que el trato diferencial no sólo no es dis- escala en la que los sueldos son inferiores a los
criminatorio, sino que es una exigencia que de los varones 4°. En este sentido, sería necesa-
viene impuesta al legislador para conseguir la rio que el principio de igualdad de remunera-
efectividad del valor de la igualdad, constitu- ción se ampliara para incluir la noción de
cionalmente consagrado; y que trabajos de «igual valor». Otras formas de dis-
—debe ser el demandado el que aporte las criminación indirecta son las relativas a las
pruebas de la no existencia de violación del condiciones de empleo, en las que criterios
principio de igualdad en los supuestos de dis- como la antigüedad —más difícil de lograr para
criminación por razón de sexo. las mujeres a causa de su discontinuidad labo-
ral— juegan , en contra de las mismas a la hora
Existe otro aspecto debatido a nivel espa-
ñol y europeo, pero que todavía no ha hallado
su traducción jurídica, como es el de la discri- 39 De sobra son conocidos los experimentos en los

minación indirecta, que es aquella que de una que un mismo texto es evaluado más favorablemente si es
presentado como efectuado por un varón que si quien lo
firma es una mujer.
39 El País, 1 de octubre de 1993. 40 El País, 30 de abril de 1989.
324 /Raquel Osborne Acción positiva / 325

de las promociones y los ascensos, correlacio- de las políticas de igualdad y, por ende, de las
nados negativamente con los embarazos y con acciones positivas —la incorporación de las
la maternidad en general, cuestiones estas últi- mujeres al mundo laboral y un movimiento
mas causantes a menudo de despidos no decla- feminista fuerte— han concurrido de manera
rados. mucho más endeble que en la mayoría de los
países con una mayor tradición democrática y
mayores cotas económicas.
6. Situación actual en España ¿Cuáles son algunos datos sobre la situa-
Si comparamos España con otros países ción española?
europeos, queda de manifiesto que las institu- Nuestra peculiar historia reciente, con la
ciones centrales —Instituto de la Mujer—, auto- subsiguiente ideología ultraconservadora y los
nómicas o locales, pero en cualquier caso escasos y tardíos servicios sociales y asisten-
oficiales, han sido las verdaderas protagonistas ciales con que hemos contado, ha condiciona-
de la promoción y puesta en marcha de las do muy claramente la estructura familiar,
acciones positivas, en ausencia de otros órga- fuertemente jerarquizada, en la que se ha con-
nos, como los sindicatos, cuyo rol en este cedido una desmesurada importancia a la pro-
terreno ha sido secundario, si no marginal 41 . ducción de bienes y servicios destinados al
Con todo, recientes documentos sindicales consumo familiar (trabajo doméstico) o al
demuestran una creciente sensibilidad por el mercado (ayuda familiar) 43. En los últimos
tema por parte de los sindicatos 42. Todo ello se años se ha producido un espectacular incre-
explica por la carencia de un movimiento mento en el empleo femenino, cuya tasa de
feminista fuerte, su desmovilización a partir de ocupación ha pasado del 23,30% en 1970 al
los años ochenta, y la institucionalización de 34,5% en 1993 (en Europa el 42,4%); las
una parte importante del mismo en los orga- mujeres ya no abandonan el mercado de traba-
nismos del Estado a raíz del triunfo electoral jo en las edades de tener hijas/os (de 25 a 40
socialista en 1982, triunfo revalidado en las años), y entre los 20 y los 43 años la tasa de
elecciones de 1993. La legislación española, actividad es ya similar al promedio europeo 44.
por circunstancias comentadas con anteriori- Por añadidura, las mujeres constituyen más de
dad, ha resultado más avanzada en esta materia la mitad del estudiantado universitario (el
que la de otros países de nuestro entorno. Por 56,75%) y el 50% del electorado. Pero no
el contrario, los otros dos factores que Hernes todos los datos son positivos: la mujer percibe
comentaba como necesarios para el fomento un salario inferior en un 25% al de los varones
que realizan trabajos equivalentes 45; la tasa de
mujeres paradas asciende al 28,6% (frente al
41 L. Battistoni, R. Ammasari, C. Cattan, M. Cevoli, 18,6% en Europa), lo cual significa que consti-
M. T. Palleschi, «Valutazione delle azioni formative e
delle analisi orlanizzative condotte in Europa nelPambi-
to delle azioni positive», Observatorio ISFOL, n. 6
43 J. I. Casas y M. A. Sallé, «Perspectivas laborales de
(noviembre-diciembre de 1989) 11-51, esp. 13-14.
la mujer en España», Papers, n. 30 (1988) 109-118, esp.
42 Véanse: Comisiones Obreras, un espacio para hom-
110-111.
bres y mujeres, Secretaría de la mujer de CC.00., 1'
Conferencia, Madrid, 17 y 18 de junio de 1993. Plan " El País, 28 de septiembre de 1993. La mujer en
Sindicalpara la igualdad. UGT, Sindicato para la igual- cifras, Ministerio de Asuntos sociales, Instituto de la
dad, 4a Conferencia de la mujer, 8, 9 y 10 de noviembre Mujer, Madrid 1992.
de 1993. " Ibíd.
326 /Raquel Osborne Acción positiva / 327

tuyen el 47% del total de paradas/os; no poseen tratación laboral, relanzada a partir de 1984-
más que el 6% de representación en las insti- 1985 ". Los contratos temporales, los trabajos
tuciones del Estado; la representación por par- a tiempo parcial y los empleos irregulares se
tidos políticos no pasa, en el caso más hallan encarnados primordialmente en muje-
favorable, del 14%; en el sector privado, el res.
porcentaje de cargos directivos no supera el
5% 46 en una universidad como la Complu-
y, Por estos motivos, en una época de crisis
tense, el número de catedráticas no superaba como la actual las mujeres corren el riesgo de
en 1993 el 4,5%, frente al 16,8% de los varo- ser las principales víctimas de las reformas
nes en la misma situación 47 . Como la fuerte estructurales del mercado de trabajo. La
incorporación de las mujeres al mundo de lo comentada precariedad en el empleo y la
público no ha producido su correlato en un reducción del déficit público mediante recor-
nuevo reparto de las tareas domésticas entre tes en el empleo estatal y en los servicios
los componentes de la familia, la tensión deri- sociales pueden tener nefastas consecuencias
vada de la doble jornada laboral de la mujer se para las mujeres. El Estado es el principal
ha resuelto en buena parte a través de un des- empleador de trabajadoras en toda Europa, y
censo vertical de las tasas de fecundidad y los servicios que se recortan son precisamente
nupcialidad. Por tanto, la distribución de aquellos que han liberado a las mujeres de
roles, uno de los factores que analizábamos determinadas cargas familiares. Unido a esto,
como necesario para la efectividad a medio el tipo de formación recibida por las mujeres y
plazo de las políticas de igualdad y, más en el papel familiar que todavía desempeñan pue-
concreto, de las acciones positivas, no se ha den obligarles a aceptar mayoritariamente
transformado en una medida significativa. empleos parciales y, por tanto, a cobrar la
mitad del salario que un varón 49.
Si «rellenamos» algunos de estos datos,
tampoco tendremos demasiadas razones para ¿Cómo se- promueven las acciones positi-
el optimismo. El paro es fundamentalmente vas en España? Como ya hemos comentado
juvenil, es decir, se produce en los tramos de anteriormente, el papel de las instancias oficia- 6o 11.--
edad donde se concentra la mayor y más cuali- les, favorecido por un marco legislativo ade-
ficada oferta de mano de obra femenina. Por cuado, es clave para la impulsión y promoción
otra parte, el incremento de la tasa de empleo de estas políticas. El movimiento feminista,
femenino, favorecida por una mejora de la que trabaja con frecuencia en coordinación
coyuntura económica durante una parte de la con el «feminismo de Estado», y que de esta
década de los ochenta, se ha producido en manera conforma activamente el «bloque de
muy alta medida utilizando los canales de pre- género» impulsado por los «pactos entre
carización brindados por la reforma de la con- mujeres» (ver Pactos entre mujeres), se halla
asimismo implicado de formas diversas: por el
trabajo de investigación y difusión individual
" El País, 14 de mayo de 1993.
efectuado por sus miembros o, de una forma
47 A. Almarcha y C. González, «Participación y dis-
más institucionalizada, en los seminarios de
criminación en la Universidad Complutense», ponencia estudios feministas o de la mujer de las diver-
presentada en el Seminario Internacional «Género y tra-
yectoria profesional del profesorado universitario»,
Universidad Complutense, Madrid, 7-8 de octubre de " J. I. Casas y M. A. Sallé, o. c., 117.
1993. 49
El País, 28 de septiembre de 1993.
328 /Raquel Osborne Acción positiva / 329

sas universidades españolas; por medio de su las mujeres están infrarrepresentadas» ".
participación activa en iniciativas internacio-
Con las acciones positivas se intenta, en
nales, como se vio por ejemplo en la primera
suma, invertir la tendencia hacia la desigualdad
Cumbre Europea «Mujeres en el poder», que
que los principios de igualdad de oportunida-
produjo el importante documento conocido
des, sin actuaciones correctoras, generan. Se ✓✓
como la Declaración de Atenas, que consagra-
pretende con ellas ofrecer un trato discrimina-
ba la necesidad de la obtención de la «demo-
torio en sentido positivo a quienes en la prác-
cracia paritaria» 50; o a través de su inclusión
tica padecen desigualdades, porque: ¿sería
en plataformas de acción de organizaciones no
gubernamentales en un plano internacional, justo tratar igual a quienes se ven tratadas
como la Red Europea de Mujeres, con la fina- como desiguales? En estas páginas hemos tra-
lidad de efectuar el seguimiento a los Progra- tado de responder negativamente a esta pre-
mas de Acción de la Comunidad Europea. gunta. Las acciones positivas se hallan, pues,
en las manos de todas y todos.
La vía por la que se canalizan las líneas de
actuación del principal organismo oficial dedi-
cado a estos menesteres, el Instituto de la
Mujer, son los Planes de Igualdad de Oportu-
nidades, el segundo de los cuales se encuentra
vigente hasta 1995. Un logro del Primer Plan
fue la consecución de la igualdad jurídica entre
mujeres y varones. En el Segundo Plan se
reconoce la insuficiencia de las leyes en la con-
secución de la igualdad real y se prevén medi-
das para paliar las insuficiencias detectadas. Se
intenta profundizar en la adaptación del orde-
namiento jurídico al principio de igualdad y
no discriminación por razón de sexo, en apli-
cación de los principios constitucionales que
ya conocemos, con el compromiso institucio-
nal de aplicación de políticas de acción positi-
va. Estas acciones serán aplicadas en los
ámbitos de la educación, formación, empleo y

sanidad, en los que se ha visto la «necesidad de
impulsar acciones positivas como medidas
correctoras de aspectos concretos en los que

" Con el acuerdo, como objetivo prioritario, de que


«la participación de mujeres y de hombres en puestos de
representación política no fuera superior a un 60% ni
inferior a un 40%»: Ana María Ruiz Talle, «El voto de 51 II Plan para la Igualdad de Oportunidades de las
las mujeres (democracia paritaria y elecciones)», El País, Mujeres (1993-1995), Ministerio de Asuntos Sociales,
26 de abril de 1993. Instituto de la Mujer.
Pactos entre mujeres
Luisa Posada Kubissa

1. Patriarcado y sororidad
(o la sororidad como revulsivo
contra el patriarcado)
El término patriarcado puede definirse
brevemente como ese entramado de pactos
que pone el control de la sociedad en manos
masculinas. De este modo, el poder recae en
los hombres, poder que, en nuestras actuales
sociedades desarrolladas, pasa por los núcleos
relacionados con la política y la economía. Y,
con ello, las mujeres quedan excluidas de todo
el ámbito de las decisiones que afectan a las
sociedades en las que viven (véanse Género y
Patriarcado).
Aun cuando resulta inadecuado para nues-
tros intereses aquí realizar una retrospectiva
histórica sobre el desarrollo del patriarcado,
basta una somera mirada hacia la historia del
pensamiento o de la razón que lo ha arropado
(y que, por tanto, permite hablar de una razón
también patriarcal) para obtener conclusiones
evidentes:
«La sociedad codificada por los hombres
decreta que la mujer es inferior (...). No han sido
una inmutable esencia ni una culpa elegida las que
las han destinado a la inmanencia, a la inferioridad
que se les ha impuesto» '.

' S. de Beauvoir, El segundo sexo, 2, Trad. Pablo


Palant, Siglo Veinte, Buenos Aires 1968, 526.
332 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 333

Pretender que la relación patriarcal es algo por lo menos finales del XVIII, los filósofos
natural, por lo que no requiere legitimación, es han encontrado siempre necesario legar a su
una trampa que ha de ser desvelada (al modo mundo contemporáneo y al de la posteridad
como, desde otro terreno, Marx denunció la las mismas afirmaciones acerca de la mujer,
ideología que intenta sostener la existencia de hechas siempre desde su consideración como
la propiedad privada como una supuesta ley o un status marginal» 4. Este discurso teórico,
derecho natural). Incluso pensadores tan críti- que se constituye sobre el orden puramente
cos y socialmente avanzados como fueron simbólico, encuentra lógicamente su traduc-
muchos ilustrados caen en el espejismo de ción en el orden práctico / político del devenir
imponer, cuando se trata del tema de la rela- cotidiano y configura las relaciones socio-
ción entre los sexos, «(...) las estructuras de la sexuales como patriarcales, dividiendo la uni-
razón patriarcal» pretendiendo hacerlas pasar dad del ser humano, que se convierte así, por
como las de la razón tout court 2 (al respecto, arte de «birlibirloque», de especie única en
véase aquí Ilustración). una suerte de «doblete genérico», donde el
sexo masculino dominante ocupa el espacio
El sesgo patriarcal y, por tanto, parcial (o completo de los individuos-ciudadanos (véan-
no-universal) que la historia de nuestra cultura se Patriarcado e Ilustración, en lo relativo a
toda manifiesta permite afirmar, desde las «pactos patriarcales»).
investigaciones feministas más actuales, que
«la posición de la mujer "sabia" en la sociedad Si se plantea la necesidad de desvelar y
primitiva hasta la imposición de la cultura desmontar este estado de cosas, para orientar-
civilizada (30.000-5.000 a. C.)» es la historia de se Hacia una crítica de la razón patriarcal 5,
la progresiva pérdida de cualquier mínimo parece una tarea ineludible reconocer al enfer-
poder femenino y la sustitución de la «huma- mo antes de diagnosticarle y ponerle el debido
nidad» por la «masculinidad» 3. correctivo terapéutico. O, en otras palabras, la
crítica feminista a la impostura patriarcal pasa,
Tal situación se refleja como eje central por el conocimiento de los mecanismos sobre
que recorre todo el desarrollo intelectual, los que pivota el propio patriarcado (los lla-
comúnmente conocido como nuestro legado mados «pactos patriarcales»). Pero, además, el
cultural. Y, como no podía ser de otro modo, objetivo radica en reconocer, a partir de los
sus implicaciones en la historia del saber y del «diagnósticos», aquellos correctivos que este
pensar sobre los sexos / géneros adquieren los sistema patriarcal necesita para quienes, no
perfiles de una auténtica definición de «qué es sólo lo sufren, sino que además han generado
eso de ser mujer» por aquellos que evidente- su capacidad de respuesta a partir de su ubica-
mente no lo son: «Desde la antigüedad hasta ción marginal y sometida en el mismo; es
decir, para las mujeres. Entre aquellas que el
patriarcado ha condenado a «(...) la falta de par-
ticipación (...) en el juego político (...)», lo cual
2 C. Amorós, Hacia una crítica de la razón patriarcal
(Colección Pensamiento crítico/Pensamiento utópico
15), Anthropos, Barcelona 1985, 103.
E. W. Tielsch, «Die Philosophin: Geschichte und C. Klinger, «Das Bild der Frau in der Philosophie
Ungeschichte ihres Berufes seit der Antike», en und die Reflexionen von Frauen auf die Philosophie», en
H. Bendkowski y B. Weisshaupt (eds.), Was K. Hausery H. Nowotny (eds.), Wie mannlich ist die
Philosophinen denken. Eine Dokumentation, Zürich Wissenschaft?, Suhrkamp, Francfort M. 1986, 64.
1983, 310-311. Título de la obra referida en la nota 2.
334 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 335

«se explica si conocemos que la construcción turación de relaciones genéricas (englobado en


social de Género se remonta a tiempos prehistóri- las más amplias y complejas estructuras socia-
cos» 6. les, pero adaptándose asombrosamente a todas
La conciencia femenina de su sometimien- ellas),
to dentro de la estructura patriarcal y la «sigue siendo el poder de los padres: un sistema
revuelta ante el mismo recibe un nombre ini- familiar, social y político, en el que los hombres
cial: «sororidad». Y con su análisis, abordamos por la fuerza, por la presión directa, o a través de
el segundo aspecto de las presentes considera- rituales, tradiciones, leyes o lenguaje, costumbres,
ciones que quieren mostrar cómo la idea de etiquetas, educación y la división del trabajo
«sororidad», fructificada y asumida a partir de determinan qué parte corresponde jugar o no
la llamada «segunda ola de feminismo» (véase jugar a las mujeres y en qué medida la mujer ha de
estar siempre sometida al hombre» 8.
Feminismos), supone un producto del propio
patriarcado, pero esta vez con el peligro añadi- El «patriarcado de la razón» 9, como
do que podríamos llamar el «síndrome de muchas teóricas feministas han analizado,
Frankenstein»: que el producto se vuelve con- pierde ya en la modernidad todo pudor e ins-
tra su creador (porque precisamente le obliga a tala así definitivamente «sus reales». Y con
ser «producto», lo que, en la mayoría de los ello, la razón misma y los filósofos en general
casos, provoca la propia pérdida de sí como ejercitan una suerte de «naturalismo sociológi-
conciencia, pero conlleva también el peligro de co», que en el tema de los sexos conlleva un
desalienarse y convertirse en una criatura peli- sentimiento de inferioridad hacia las mujeres
grosa para su propio creador). (y en ellas mismas), en tanto objetos de some-
Ser producto en el tema de las relaciones timiento como algo dado «per naturam»:
entre los géneros (estructuradas a partir de la «La mujer está hecha para someterse al hom-
diferencia entre los sexos) implica saberse un 1 bre, incluso para soportar sus injusticias. Nunca
ser designado «desde fuera» («heterodesigna- podréis reducir a los muchachos al mismo punto;
do»), o heterónomamente designado 7, por las en ellos se exalta el sentido interior, que se revuel-
ve contra la injusticia, pues la naturaleza no los
conceptualizaciones, los valores y los catálo- formó para tolerarla» ".
gos de virtudes diseñados por otros. Y sin
necesidad ni posibilidad de realizar aquí un Pero ese «sentido interno» (...) contra la
recorrido histórico, sí podemos afirmar que el «injusticia» también lo comparten las mujeres
patriarcado, en tanto designación externa acer- con la especie humana toda. Y así, el término
ca de qué es eso de «ser mujer» y cuál es su francés sororité (de uso infrecuente en su ver-
ámbito propio, así como en tanto que estruc- sión castellana y de hecho ausente en los dic-

6
B. Nordstrom, «Política y sistema social de A. Rich, «The kingdom of the Fathers», Partisan
Género», en J. Astelarra (comp.), Participación política de review 3 (1946) 173, 17; con ciertas correcciones aparece
las mujeres (col. Monografías 7), CIS, Madrid 1990, 23- como capítulo en Woman Born, 1976.
38; 25. 9 G. Lloyd, Das Patriarchat der Vernunft:
'En este sentido, véase A. Valcárcel, Sexo y filosofía. «Mdnnlich» und «Weiblich» in der westlichen
Sobre «mujer» y «poder»; en concreto: cap. VI, «La Philosophie, Daedalus Verlag, Bielefeld 1985.
mujer, Las figuras de la heteronomía», 105-120, J. J. Rousseau, Emilio o De la educación, libro V,
Anthropos, Barcelona 1991. Bruguera, Barcelona 1971, 551.
336 /Luisa Posada Kubissa ■Pactos entre mujeres / 337

cionarios de la lengua española) aparece con supuesta una «guerra eterna» entre los sexos
toda la fuerza de su raíz etimológica: «Sor» —cosa que, por cierto, Kant suscribiría plena-
(definida oficialmente como «hermana», casi mente—, resulta que las mujeres formarán una
siempre en relación con el ámbito religioso), «legión», un «espíritu de cuerpo», en defi-
hermana efectivamente a las mujeres en la con- nitiva: una «masonería». Y visto así, y aten-
ciencia y el rechazo del papel que les ha toca- diendo a las connotaciones contrarias ya
do jugar en el guión patriarcal. Antes de entrar apuntadas entre «sororidad» y «fraternidad»,
en detalle en qué se dice (qué decimos) al habrá que convenir que la definición de la pri-
hablar de «sororidad», quizá convenga recor- mera («sororidad») resulta por afinidad con el
dar a Simone de Beauvoir, cuando suscribe a término «fraternidad», en tanto que «grupo»:
su vez las palabras de Laforgue: «No, la mujer grupo, más o menos organizado, con mayor o
no es nuestra hermana; por medio de la pereza menor conciencia de su marginación o de su
y la corrupción hemos hecho de ella un ser condición desigual («a la baja», claro está),
aparte, desconocido, que no tiene más arma que pero cuyos «recelos» lo hacen, si no temible, sí
su sexo, lo que no sólo significa guerra eterna, al menos tan misterioso e imprevisible como
sino también una guerra malsana .—adorando u una logia clandestina.
odiando, pero no compañera ideal, sino un ser La «sororidad», como suceso histórico, ha
que forma legión con espíritu de cuerpo, de debido ser al menos tan antigua en su existen-
masonería— y los recelos de una pequeña clase cia como la «fraternidad», si bien no se retoma
esclava» ". Esta cita de Beauvoir-Laforgue se políticamente hasta la segunda ola del feminis-
convierte en doblemente pertinente, puesto mo (véase Feminismos). Ya en el libreto de la
que aclara por negación lo que luego puede ópera turca de Mozart, El rapto del serrallo,
retomar por afinidad: efectivamente, se dice aparece la figura de una mujer, Blonde —criada
con toda claridad que «la mujer no es nuestra de Konstanze, presas ambas en el harén orien-
hermana». Y ello significa que ha quedado tal del poderoso Selim—, que encarna una pro-
excluida del ámbito de la fraternidad, ámbito to-conciencia de «sororidad», o al menos de
masculino por definición, en el que se fraguan solidaridad femenina. Se trata de un personaje
los pactos que sirven para perpetuar la desi- que expresa explícitamente un individuo pen-
gualdad genérica y que constituye el reverso sante y políticamente crítico: aparte de llamar
del término que vamos rastreando aquí: la a las mujeres turcas a la rebelión, concluye por
sororidad. exclamar que «(...) la mujer es la mujer donde
Por tanto, podemos conceder que, al sea», y apela a su no-sometimiento 12 .
menos en una primera aproximación, ya sabe- El feminismo de los setenta insistía en la
mos algo del asunto: que «sororidad» no es opresión común sufrida por todas las mujeres,
sino la «otra cara» (quizá oculta, como la de la más allá de las diferencias de clase, raza, reli-
luna, o más bien ocultada) de la «hermandad gión o cultura. Todas las mujeres eran herma-
de los iguales» (varones) o «fraternidad». Por
otro lado, la cita de Beauvoir-Laforgue consti-
tuye una definición no explícita de algo así
como la «sororidad», y esta vez por sinonimia: " W. A. Mozart, Konstanze y Belmonte o el rapto del
serrallo, ópera en tres actos, ver libreto de J. G. Stephanie
el Joven, aquí en versión de Chr. F. Bretzner, Stuttgart
" S. de Beauvoir, o. c., 2, 525. 1949, 23.
338 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 339

nas bajo una misma dominación y una espe- orden puramente simbólico por el mero hecho
ranza de lucha. de ser mujer. Cabe imaginar que la «sorori-
Desde algunas posiciones feministas actua- dad», plasmada en la acción y en la participa-
ción políticas, ha sido el fermento de los pactos
les se reclama «superar la sororidad como entre mujeres hoy posibles. Pactos que entien-
modelo de relación entre mujeres», y se pro- den que, más allá de que «en tanto que se nace
pone como alternativa reconocer la «autori-
mujer, se está determinada para toda la vida
dad», que establece una «jerarquía» entre las por esta circunstancia a un orden simbólico-
propias mujeres (si bien, se nos dice, evitando social establecido por los hombres» 15, es posi-
toda semejanza con el modelo masculino del ble entrar en una práctica política y
mismo corte). Este modelo permitiría «registrar desveladora. Qué duda cabe que los pactos
y saber vivir el sentido de superioridad de otra establecidos entre la «fraternidad» de los igua-
mujer, apoyándose en ella como en una palanca les —esto es, de los hombres / ciudadanos—
para la liberación de los propios deseos». Pero, incluyen esa óptica patriarcal, que convierte a
desde estas posiciones del llamado affidamen- las mujeres en parte de los objetos pactados:
to italiano (véase Feminismos y Diferencia) efectivamente, el paradigma de una «mujer»
también se reconoce que «la manifestación relegada al espacio privado-doméstico no es
más positiva de un igualitarismo feminista es otra cosa que la condición para que el hombre /
la sororidad» ". ¿Qué se entiende aquí por ciudadano pueda dedicarse de lleno a las tareas
«sororidad»? Veamos cómo se define: que exige el ámbito público (político, laboral,
«Desde su nacimiento, la política de las muje-
etc.). De este modo, el contrato establecido
res ha realizado una operación que sólo ahora se por la sociedad (y, en particular, desde la
está haciendo evidente: separar la autoridad del modernidad) convierte a las mujeres en un
poder y hacer orden simbólico, estando este últi- objeto más, cuya ubicación en el entramado
mo, quizá inevitablemente, dominado por la sínte- social y cuyo modelo de comportamiento que-
sis del poder» ". da como fruto de un pacto masculino (con lo
cual se revela el carácter de objeto reificado,
Con ello parece que por fin se nos sitúa la que adquiere el colectivo femenino en estos
«sororidad» en algún lugar: dentro del «orden trámites patriarcales, y que permite hablar de
simbólico» generado a espaldas del «orden las mujeres como de un objeto de transacción
social». Pero cabe objetar que tal ausencia o intercambio de los propios pactos patriarca-
femenina en el orden práctico / político puede les). Con ello se relega al conjunto de las
ser algo distinto de una opción voluntaria: se mujeres «al espacio de las idénticas, de la
trata, más bien, de a quién, por consenso de indiscernibilidad», a ese espacio en el que «no
otros, se le deja elegir entre «lo que hay y lo se produce lo que en filosofía llamamos prin-
que sigue habiendo» (esto es, entre «lentejas y
lentejas»); algo así como una adscripción al
15 L. Balestrini, M. G. Campari, T. Sattler (Libreria
dele donne di Milano, «Nicht glauben Rechte zu haben.
Wie weiblich Freiheit ensteht» («Non credere di avere dei
13 L. Muraro, «Sobre la autoridad femenina», en diritti...»), ponencia presentada al V Congreso
F. Birulés (comp.), Filosofía y género. Identidades feme- Internacional de la Asociación «Die Philosophin» y reco-
ninas (Biblioteca de estudios contemporáneos), Pamiela, gida en A. Deuber-Mankowsky, U. Ramming, E. Walesca
Pamplona 1992, 53-63; aquí 55, 56 y 54, respectivamente. Tielsch (comp.), 1789/1989. Die Revolution hat nicht
14 Ibíd., 62. stattgefunden, Diskord, Tubinga 1989, 253-260; 254.
A
1

340 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 341

cipio de individuación» 16 . De este modo, las como es el caso de Adrienne Rich:


mujeres devienen en una identidad / totalidad «En este mundo, es de suma importancia /
amorfa, que se mueve sin individualidades en contar con un apoyo/ que no pueda ser minado: /
el espacio privado, por así decirlo, «como una así escribió / una mujer, algo valiente y algo buena /
sola mujer». que luchó contra aquello que apenas comprendía. /
Sin embargo es posible aceptar la com- Pocos hombres en torno podrían o harían más; /
por ello se la calificó de arpía, de puta y de fiera» ".
prensión de la «sororidad» como una progre-
siva conciencia que, desde lo simbólico, llega a
plasmarse en las posiciones políticas donde las
«hermanas» la construyen «entre individuas, 2. Pactos entre mujeres
que libre y mutuamente se la conceden» 17 . y a) La consolidación de la idea
desde esta perspectiva pasaría de ser un «misti- de pacto patriarcal
cismo inadecuado» 18 a convertirse en el cami- (o la definición de una exclusión)
no hacia la pelea política feminista por el
reconocimiento de la igualdad e, incluso, con- Como venimos viendo hasta aquí, mal que
tra la mutilación de la más urgente reivindica- bien definir la «sororidad» pasa por aceptar
ésta como resultante de los paradigmas mascu-
ción de sí como subjetividad individualizada. linos, en particular de aquellos que en la
En este sentido, la conciencia común que modernidad confieren a las mujeres un valor
han ido tejiendo las mujeres sobre la necesidad de objeto transaccional en la relación contrac-
de «hermanarse» con otras mujeres confiere al tual que se impone en ese momento como
término «sororidad» ese eco positivo, también perspectiva sociológica (véase Ilustración;
históricamente detectable, de irse poniendo también Patriarcado). De este modo —recorde-
del lado de la «otra» (y no del «otro», del mos las palabras de Rousseau—, los pensadores
«hermano») para cuestionar y modificar su de finales del siglo XVII y, sobre todo, los del
puesto de relegación diseñado por el dominio XVIII (el «Siglo de las Luces»), ante el tema
patriarcal. de la diversidad de los sexos, optan por relegar
al «bello sexo» (en terminología kantiana) fue-
Estas afirmaciones precedentes nos cata- ra del espacio de los iguales / ciudadanos /
pultan ya sin remedio al tema nuclear de este individuos. Y así las mujeres permanecen den-
artículo: Pactos entre mujeres. Quizá valga la tro de una aletargada existencia en su espacio
pena concluir este primer acercamiento recor- (el privado), alejadas del ámbito de lo público
dando que también la poesía de algunas muje- (y político): cabría decir que, desde un estricto
res ha recogido esa noción de «sororidad», sentido de individualidad y de sujeto, más que
en una aletargada existencia, las mujeres son
ubicadas en la inexistencia de lo puramente
16 C. Amorós, curso sobre Mujer y crítica política abstracto (como la «mujer»).
(Buenos Aires, 28, 29 y 30 de julio de 1987), version gra-
bada y posteriormente publicada en Estudios e Pero tal pacto de exclusión / reclusión de
Investigaciones Latinoamericanas (EIL), Buenos Aires
1990, 10 y 9, respectivamente.
"7 A. Valcárcel, o. c. (Colección Pensamiento críti-
co/Pensamiento utópico), Anthropos, Barcelona 1991, " A. Rich, Antología poética (1951-1981), Selección y
151. traducción de M. Díaz-Diocaretz, Visor libros, Madrid
" C. Amorós, o. c., Buenos Aires 1990, 95. 1986, 32.
342 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 343

las mujeres (exclusión del ámbito cívico /


reclusión al ámbito doméstico y privado) tiene
que producir lógicamente alguna reacción por
parte del «sujeto» (las mujeres) pactado como
objeto. Porque «el sujeto nunca puede vivirse
a sí mismo completamente como objeto, por
mucho que sea hecho objeto por otro» 2°. El
peligro de permanecer en una «sororidad» que
no traspasa el ámbito de lo simbólico y de
conciencia de la exclusión de los pactos
patriarcales germina en una posición feminis-
ta, que se autocomplace en la trampa de la
auto-estima genérica: la «mujer» como esencia
de todas las virtudes, en definitiva catalogadas
como tales por los pensadores masculinos Tal
posición inmoviliza, no ya la pelea por el reco-
nocimiento de la igualdad entre los sexos (más
allá de las evidentes diferencias biológicas),
sino que además puede mutilar algo mucho
más urgente: la reivindicación de sí misma
como individualidad diferenciada.
Desde aquellas mujeres que intentaron por
vía de los ideales de la Ilustración participar
del quehacer humano y social —y a quienes,
por cierto, la historia oficial ha negado, o sim-
plemente ha nombrado de pasada (como
Emilie de Chátelet, Lady Montagu, von
Knigge, y otras muchas en torno al siglo ilus-
trado)—, hasta las más conocidas protagonistas
1
del movimiento sufragista inglés (véase
Feminismos), podemos trazar una línea genea-
lógica de aquellas mujeres que, parafraseando
de nuevo una investigación reciente, se conce-
den «libre y mutuamente» el rango de «indivi-

1
duas» 21 . Estas mujeres traspasan sin duda el
umbral de la pura conciencia común de su
marginación, convirtiendo la sororidad, ya

20 Como nos recuerda C. Amorós, a partir de S. de


Beauvoir, en su curso sobre Mujer y crítica política,
Buenos Aires 1990, 93.
21 A. Valcárcel, o. c., 151.
344 /Luisa Posada Kubissa . 1 Pactos entre mujeres / 345

tempranamente, en acciones intelectuales y política, que configura aquí el apartado


políticas que rechazan y delatan la ideología siguiente.
de los pactos patriarcales.
Si, simplificando mucho, acudimos al con- b) Mujeres y política
cepto de «pacto», recogido de uno de sus teó- (o necesidad de los pactos
ricos por excelencia, obtenemos la siguiente entre mujeres)
definición: «Antes del pacto de asociación sólo
existían voluntades individuales. Pero el acto Desde que Mary Wollstonecraft (1759-
asociativo tiene un carácter sintético por el 1797) reivindicara los «Derechos de la mujer»
cual todas las voluntades se transforman en frente a los denominados «Derechos del hom-
una sola voluntad general» 22. Y tal acepción de bre», o Margaret Fuller (1810-1850) intentara
«pacto», en términos generales, se retorna nada aplicar el radicalismo americano desde una
menos que de las entrañas conceptuales de visión feminista, hasta llegar a los más conoci-
Jean Jacques Rousseau. Si convenimos con dos episodios sufragistas en su lucha por el
Carole Pateman en que «el contrato social derecho al voto, hay toda una relación de
presupone el contrato sexual, y la libertad civil nombres y acontecimientos que avalan el cre-
el derecho patriarcal» 23 , entonces parece claro ciente interés político y participativo por parte
que ese pacto social, que «crea la moderna fra- de las mujeres, que van tomando posiciones
ternidad patriarcal» 24, no funcionaría sin esa frente a su situación de inferioridad legal y
previa organización socio-sexual. Como ya cotidiana respecto a la de los hombres. Recor-
investigó Kate Millet 25, pionera en el tema de daremos brevemente que, tras la Convención
la teorización del patriarcado, la fraternidad de Séneca Falls y su consiguiente declaración
patriarcal, al entronizar la categoría de objeto de 1843, se desata la actividad feminista en
contractual y la consiguiente exclusión del favor del voto femenino: surgen las primeras
mismo (que no es otra que la de las mujeres), formas del pacto entre mujeres, de un pacto
provocó una respuesta revulsiva a finales del político y estratégicamente orientado. Así,
XVIII y, en particular, en el siglo XIX. Por así Harriet y John Stuart Mill, las hermanas
decirlo, este revulsivo consolidó el paso de las Pankhurst y, en fin, toda la acción política que
mujeres de la noción y la conciencia a la desde las inglesas se extiende a otros países
conllevan una red de negociaciones, acuerdos
acción política. Por ello debe servirnos como y disensiones que caracterizan a toda actividad
inicio de la relación (difícil) entre mujeres y
contractual (al menos cuando se pacta en clave
política). En Francia, la «Société pour
22 R. Cobo Bedia, «Crisis de legitimación patriarcal l'Amélioration du Sort de la Femme», con
en Rousseau», en C. Amorós (coord.), Actas del semina- Marie Deraisme y Louise Michel (aproxima-
rio permanente Feminismo e Ilustración, 1988-1992, damente alrededor del año 1876), refleja tam-
Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad
Complutense de Madrid, en colaboración con la bién este movimiento de las mujeres «hacia
Dirección General de la Mujer de la Comunidad dentro de lo público» o, si se prefiere, «hacia
Autónoma de Madrid, Madrid 1992, 121. fuera de lo privado»; en cualquier caso, hacia
23 C. Pateman, The Sexual Contract, Stanford
University Press, Standford, California 1988, X.
una participación práctico-política. También
" Ibíd., 3.
algunas figuras de nuestra extraña Ilustración,
25 K. Millet, Política sexual. Trad. Ana M. Bravo
como Concepción Arenal (1820-1893), testi-
García, Aguilar, México 1969. monian la insistencia de las mujeres por «hur-
346 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 347

gar» esta vez en la «cosa pública», y no sólo clasista e, incluso, inter-ideológico entre muje-
entre los cacharros de la-cocina. res políticas. Y que tal pacto entre ellas res-
pondiera a una convicción prioritaria: la de
La noción «pactos», desde la perspectiva frenar la desigualdad genérica, que somete y
política, adquiere en el caso de las mujeres una rebaja a la mujer a un «status», si no de inexis-
acepción que carece de univocidad o, al tencia, sí de marginalidad. ¿Por qué suponer-
menos, de la univocidad presente en la cita ya lo? Tal hipótesis tiene una constatación
apuntada de Rousseau (véase nota 22). Porque histórica y ha devenido en algo empíricamente
tal univocidad e, incluso, claridad universali- contrastable, tanto en los pactos más cotidia-
zadora se difuminan si le aplicamos una mira- nos como en los que realizan los propios gru-
da feminista: aquí, la hermenéutica, las pos y asociaciones feministas entre sí (incluso
herramientas conceptuales de interpretación para el simple hecho de organizar una mani-
del feminismo muestran toda su capacidad crí- festación o cualquier otra actividad pública),
tica, al desvelar la fórmula rousseauniana como, ya a escala «macro-política», en alianzas
como equívoca, confusa y, por demás, parcial políticas que, como el caso escandinavo (y, en
en lugar de universal. Revertido al terreno particular, el noruego), pasaremos a considerar
(teórico, práctico y político) de la relación aquí en el apartado siguiente. Como se verá,
entre los sexos, la aparente neutralidad de este en tal ejemplo paradigmático la relación políti-
discurso contractualista toma partido y escon- ca / poder, por un lado, y mujeres, por otro, se
de que las mujeres, carentes del rango de logró invertir en favor de los intereses de estas
voluntades individuales, se someten a la últimas. Y ello fue posible desde el plantea-
voluntad general de quienes, como ciudada- miento feminista unitario de sacarle el mayor
nos, participan del «acto asociativo». Y, a la beneficio posible al Estado (Padre) Benefactor.
vez, a la voluntad individual de quien, como
poseedor de la misma, las desposee de tal cosa, Lo que una alianza política entre mujeres
convirtiéndolas en una amorfa colectividad sin puede dar de sí, tanto como la utilidad y nece-
elementos, esa «la mujer», con la que se las sidad de establecerla, pasa hoy necesariamente
define genéricamente y, a la vez, se las anula de por nuevos parámetros socio-políticos que, si
facto (como «individuos»). bien diferenciados en cada país, incluso entre
los de la propia Europa, presentan denomina-
La lógica consecuencia de lo dicho será dores comunes inesquivables a la hora de tener
que, «(...) generalizando, podríamos decir que en cuenta el nuevo terreno sobre el que se jue-
las mujeres como grupo tienden a tener menos ga. Así, el «modelo de sororidad del siglo
acceso al poder y a los recursos controlados XIX» jugó un papel indiscutible a la hora de
por el Estado» 26. Pero, supongamos que, más mantener los lazos y evitar en algo el aisla-
allá de las reticencias (culturales) de las muje- miento de las mujeres, cuando los «lazos de
res ante la política y/o el Estado (patriarcal, hermandad» impusieron ya de manera defini-
por definición), fuera posible un pacto inter- tiva el modelo de la familia nuclear sobre el de
la familia extensa 27. Posiblemente fue esa vía
26 S. Rowbotham, «Mujeres y Estado. Una experien-
cia basada en el G.L.C. (Greater London Council) como 27 Véase C. Lasser, «Let us be sisters forever: The
guía para la acción y las estrategias futuras», en J. sororal model of nintheenth-century female friendship»,
Astelarra (comp.), Participación política de las mujeres Journal of Women in Culture and Society, vol. 14, n. 1
(col. Monografías 109), CIS, Madrid 1990, 281-296; 281. (1988) 158-181.
348 /Luisa Posada Kubissa . 1 Pactos entre mujeres / 349

de escape contra el aislamiento total la que en el terreno de la práctica democrática su


permitió que las mujeres no desaparecieran del reflejo en tanto que paridad parlamentaria; y
todo del mapa político, de modo tal que el «(...) la proporción de mujeres que se presentan
feminismo se convirtió en una fuerza «profana no aumenta, o incluso disminuye (máxime
e iconoclasta», que «mira los pactos patriarca- cuando hay que destacar como una «victoria»
les y descubre sus trucos»; que implica «la la episódica nominación de Edith Cresson para
intrusión de las mujeres en el espacio iniciático el cargo de Primera Ministra en Francia)» ".
(de la política)»; y que lo hace, además, con- Sin duda, la política de nuestras sociedades
vencido de que europeas es hoy una profesión que «(...)
«el poder de una mujer individual está, pues, con- requiere de una dedicación en tiempo y ener-
dicionado al de las mujeres como genérico» 28 gía bastante alta», para la cual «la socialización
de las mujeres, combinada con sus responsabi-
Esta unidad de las mujeres en su genérico lidades domésticas, son un impedimento para
colectivo (= mujer), si bien no pretende tener la competencia en el poder político» 32 . Luego
un fundamento ontológico, real e incuestiona- parece claro que habrá que pensar en qué
ble —pues quién duda ya de la individualidad estrategias políticas e, incluso, en qué modelos
como único reducto del ser radicalmente algo / políticos son los más adecuados para que las
alguien—, sí permite una práctica feminista que mujeres tengan acceso, a pesar de su situación
vaya conquistando terreno para esos sujetos (o «deficitaria» socialmente en este terreno, a la
«sujetas») negadas en la historia que son las arena del poder público. Y ahí están las múlti-
mujeres. El simple hecho de reconocer tal cosa ples declaraciones de los más altos organismos
es ya una práctica política contractual: exige la políticos europeos que proclaman, no ya la
«genericidad reconstruida por pacto» para participación de las mujeres en la política, sino
poder construir «desde dentro», desde las pro- incluso el favorecimiento de esto, es decir, las
pias mujeres, un nosotras sujeto con identidad llamadas acciones o discriminaciones positivas
propia 29. en su favor (véase Acción positiva) 33. Porque
Pero la relación entre mujeres y política, e las cifras están ahí: entre 1975 y 1985, Dina-
incluso la conveniencia de entrar en esta últi-
ma, de facturación patriarcal, resulta espinosa
y cuestionable hasta para algunas tendencias " F. Collin, «La parité: une autre démocratie pour la
del feminismo actual 30. Sin embargo, tal cues- France: Elle ne s'use que si on s'en sert», Misogynies.
tionamiento se produce en unas sociedades Cahiers du gni; n. 47 (1993) 137-141; 137.
europeas, donde todavía la igualdad no tiene 32 J. Astelarra, «Las mujeres y la política», en
J. Astelarra (comp.), Participación política de las mujeres
(col. Monografías 109), CIS, Madrid 1990, 7-22; 17.
" Así la Recomendación del Consejo de las
Comunidades Europeas del 13 de diciembre de 1984,
28 C. Amorós, «El nuevo aspecto de la polis», La bal- relativa a la promoción de acciones positivas en favor de
sa de la medusa, n. 19-20 (1991) 119-135; 133, 135. las mujeres (84/635/CEE); o las Resoluciones de la
Conferencia de Nairobi, del 15 al 26 de julio de 1985 (con
29 C. Amorós, Ibíd., 135.
157 países representados): véase «Estrategias de Nairobi
3° Libreria delle donne di Milano, Non credere di orientadas hacia el futuro para el adelanto de la mujer»,
avere dei diritti. Come nasce la libertó femminile nelle Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer (Serie docu-
idee e nelle vicende di un gruppo di donne, Rosenberg y mentos 4), Madrid 1987 (en particular los párrafos 86-92,
Sellier, Turín 1987 (Trad. castellana: No creas tener dere- sobre: 3. Igualdad en la participación y en la adopción de
chos, Horas y Horas, Madrid 1991). decisiones).
350 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 351

marca encabezaba la lista de los países con «(...) que las mujeres resuelvan el conflicto
mayor representación político-parlamentaria interior que supone su resocialización y que ocu-
femenina, por encima de los Países Bajos, pen el puesto que les corresponde en esta nueva
Luxemburgo, Alemania (entonces República sociedad» ".
Federal Alemana), Bélgica, Irlanda y, por
supuesto, Portugal, Italia o España ". Y si c) Pactos políticos entre mujeres:
atendemos a los informes del Servicio de la experiencia concreta del feminismo
Información de Mujeres de Bruselas, encon- político escandinavo.
tramos que los países escandinavos presentan (El caso noruego)
en general las cifras más elevadas de participa-
ción de las mujeres en el terreno político, Hablar de la experiencia del feminismo
laboral, en las organizaciones políticas y sindi- escandinavo supone partir de un contexto
cales, en las universidades, en la educación, social fundado en el Estado Benefactor. Con
etc. ". lo cual el feminismo que manejamos en este
caso concreto podría denominarse «feminismo
Por tanto, cabe preguntarse, al margen estatal», como así lo han hecho algunas de sus
ahora de la polémica relación entre mujeres y protagonistas y teóricas ". Por tanto, en estas
política, qué ha hecho posible que en estos sociedades el Estado es un medio primordial,
países sí se haya dado tal cosa sin que (al si bien no el único, para el acceso de las muje-
menos los hechos así lo avalan) el mundo haya res al poder político.
sufrido ningún traumático cataclismo. Sin
duda, además del modelo político, habrá que Ya en 1990, la 'noruega Berit As afirmaba
rastrear los pactos entre mujeres que evidente- rotundamente que «(...) por supuesto, la
mente subyacen (y posibilitan) un proceso de democracia no puede funcionar a menos que
actividad política y feminista tan asombrosa- haya un 50% de mujeres en todos los puestos
mente eficaz. A concentrarnos en este aspecto de poder, en todas partes» 38. Y, a continua-
dedicaremos el apartado siguiente, que necesa- ción, transmitía las asombrosas cifras de un
riamente habrá de sintetizar y comprimir en 40% de mujeres parlamentarias y ocho minis-
una breve relación lo que podría entenderse tras (de un total de dieciocho ministerios), así
como una experiencia cronológicamente más como la existencia de una Primera Ministra en
extensa y, sin duda, como un refrendo de la su país. Y, sin dudarlo, ante la cuestión de si la
necesidad de los pactos entre mujeres para el participación de las mujeres en las esferas del
feminismo (sobre lo que este apartado 2 ha poder político podría suponer también su
querido reflexionar). Cosa que, en definitiva,
puede resumirse como:
36 A. de Miguel Alvarez, Marxismo y Feminismo en
Alejandra Kollontai, Instituto de Investigaciones
Feministas, Universidad Complutense de Madrid, en
" C. Ortiz Corulla, La participación política de las colaboración con la Dirección General de la Mujer de la
mujeres en la democracia (1976-1986) (Serie Estudios 7), Comunidad Autónoma de Madrid, Madrid 1993, 74.
Ministerio de Cultura, Instituto de la Mujer, Madrid " Véase, en particular, H. M. Hernes, El poder de las
1987, 132. mujeres y el Estado del Bienestar, Trad. M. C. Apreda,
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para la Igualdad de Oportunidades: ligestillingsradet). 201-207; 201.
352 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 353

integración igualitaria a otros niveles más coti- será que las mujeres noruegas, y escandinavas
dianos, esta feminista noruega contestaba en general, gocen de un nivel de vida alto o, al
rotundamente que sí 39. Una actitud semejante menos, más elevado que en otros países de la
la encontramos entre feministas (políticas y órbita europea. Ahora bien, tal bienestar no
teóricas) de las Corporaciones en los cinco asegura a las mujeres la posibilidad de influir
países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, en el poder y el control políticos de manera
Islandia, Noruega y Suecia). En todos ellos, la automática. De ahí que en estos Estados la
presencia de las mujeres pasa por una estruc- lucha feminista también se haya seguido
tura política corporativa, esto es, por un pro- librando mediante el desarrollo de estrategias
grama que, a partir de la Segunda Guerra y planteamientos específicos por parte de las
Mundial, obligó a pactar entre todos los parti- mujeres. Podría, incluso, plantearse que, dadas
dos un modelo de Estado en el que los conse- las condiciones de bienestar apuntadas y la
jos, juntas y comités de interés público no sólo práctica inexistencia de las diferencias de clase,
cooperan con el Estado mismo, sino que cons- la desigualdad entre hombres y mujeres se
tituyen «la base representativa del sistema, hace todavía más patente.
(que) se ha convertido en un aspecto impor-
tante de la democracia», de modo tal que «(...) La radical diferencia entre el entramado
el sistema abarca a varios miles de personas en social e institucional de las sociedades escandi-
cada país» 40. Estas personas que conforman el navas y la nuestra no justifica «per se» los
amplio sistema de comités, juntas y consejos logros de las feministas noruegas en el terreno
públicos son de alguna manera «(...) la élite político. Muy al contrario, el peligro de un sis-
político-estratégica de los administradores, los tema corporativo como el descrito, cuyo obje-
jefes de organizaciones y los políticos. Los tivo prioritario es la defensa del interés
miembros de los comités «representan» los público, consiste en que la mujer pase a cum-
intereses colectivos y a las asociaciones más plir el papel asistencial por excelencia: a ocu-
explícitamente que las representaciones elegi- parse de todo aquello que tenga que ver con el
das democráticamente» 41. Pues bien, a partir servicio o la ayuda social (la «ética de los cui-
de tales estructuras hay que entender qué se dados»), convertida así en ciudadana (por tan-
propuso y cómo desarrolló el feminismo to en la esfera pública), pero esta vez
escandinavo sus propias alianzas y tácticas ciudadana en un Estado tutelar. O, dicho de
políticas. Lo haremos atendiendo en concreto otro modo, que en lugar de sufrir el patriarca-
al caso noruego. do como reclusión al ámbito privado, lo padez-
Partiendo (recordémoslo) de un Estado ca como servidora de/para el ámbito público.
benefactor, hay que suponer, ya de entrada, un El problema político para un «feminismo
escaso índice de desigualdad social en estas de Estado» radica en que sus reivindicaciones
sociedades, así como también la existencia de no pueden quedarse en los logros de un mayor
un sistema de seguridad y protección sociales bienestar para las mujeres, sino en una redefi-
muy desarrollado. Consecuencia lógica de esto nición del concepto de ciudadanía que, como
indica Hernes, apunta hacia la participación
" B. Ás, o. c., 206. directa y activa en el poder político. Vayamos,
" H. M. Herpes, o. c., 80. tal como promete el enunciado de este aparta-
41 Ibíd., 81. do, a un caso práctico: ¿cómo lograron las
354 /Luisa Posada Kubissci Pactos entre mujeres / 355

noruegas hacerse con un espacio de poder presentar mujeres en sus cabezas de listas elec-
político cercano a la paridad? 42 . torales ante el riesgo de perder una gran parte
de votantes. Y así este tipo de política de
En primer lugar hay que aclarar que los acción o discriminación positiva (véase Acción
mecanismos políticos noruegos tienen la parti- positiva) consiguió que los más relevantes par-
cularidad del Estado corporativo, ya comenta- tidos del país, tales como el Partido
do para todos los países escandinavos. Las Laboralista y el Partido Socialdemócrata,
estructuras mínimas de poder son los llamados hubieran de contar con una vicepresidenta o
«Consejos de comunidad», de los que el país una mujer como líder. De todo este proceso se
noruego cuenta con 460. A la par, tales unida- llega a la elección de la Primera Ministra, por
des de poder coexisten con un sistema electo- un lado, y a la admisión implícita por cada
ral para sus 18 condados y para el Parlamento partido de una cláusula que exige al menos un
nacional. Pues bien, desde esas primeras célu- 40% de representación femenina en su organi-
las de la organización política es desde donde zación, por otro. Además, el modelo noruego
las mujeres noruegas se propusieron imponer- se extendió también a otros países, como
se en la vida pública. Dado que las candidatu- Suiza, donde, con la misma estrategia del pac-
ras a los Consejos permiten legalmente tachar to, /pipiaron la presencia de mujeres en la polí-
nombres de los partidos que las presentan, así tica en Lugano por las mismas fechas. Bien,
como añadir otros nuevos, las mujeres femi- dicho esto, hay que añadir que las feministas
nistas de diversos partidos, con la natural dife- noruegas no se conforman todavía con esos
rencia ideológica, decidieron pactar para resultados. Y, a pesar de tener una afiliación
forzar su entrada en dichos Consejos. De sindical de un 60% de mujeres, se plantean
modo que las mujeres del Partido Laboralista, también por qué no tener una representación
las del Partido Socialista, las del Partido liberal semejante en los órganos de poder. Así, su
e, incluso, las del Christian's People Party uti- mensaje sería:
lizaron la estrategia de tachar nombres de can-
didatos masculinos en sus papeletas e incluir «Trabajad juntas, desde las comunistas a la
los de aquellas mujeres que aparecían en las izquierda, hasta las conservadoras a la derecha,
listas, aun cuando fueran de otro partido. Con para que podamos conseguir ese 50 % al que tene-
mos derecho» ".
este pacto entre mujeres, las noruegas obtuvie-
ron en la primera mitad de los años setenta Si bien hemos expuesto escuetamente el
una amplia mayoría en tres Consejos de caso noruego como ejemplo paradigmático de
comunidad; y, entre ellos, nada menos que en un pacto político y efectivo entre mujeres, ello
el de la capital, Oslo. no quiere decir que se piense aquí ingenua-
mente que tal modelo es exportable, sin más, a
En 1975, las disposiciones de la ley electo-
ral fueron alteradas de modo tal que esa vía de otras situaciones sociales. Sin embargo, sí nos
interesa el llamamiento a la alianza femenina
intrusión femenina masiva pudiera ser atajada.
Pero, aun así, y a pesar de la lógica irritación que el caso descrito supone, por cuanto ahon-
de las mujeres del Parlamento, los partidos se da en la necesidad de la participación política
vieron forzados en las elecciones de 1976 a para las mujeres, por un lado, y, por otro,
refrenda las peculiaridades de tal participa-
42 Véase, enparticular, el informe de B. As, en
J. Astelarra (comp.), o. c., 201-214. B. As, o. c., 207.
356 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 357

ción: no se trataría de «entrar», simple y llana- tico, la óptica más neoliberal frente al feminis-
mente, en las esferas del poder patriarcal, sino mo estatal. La cuestión podría formularse como
de hacerlo desde la perspectiva y la apuesta sigue: la dependencia de las mujeres ¿cambia
propias de una postura feminista. Postura que, porque éstas se subordinen a un «patriarcado
incluso, se salta las barreras ideológicas, no público»? Pero también las propias protagonis-
olvida que es participación política y se some- tas del Estado del Bienestar plantean sus críti-
te a una alianza crítica contra el poder patriar- cas, a la vista sobre todo de la conciencia que
cal entre las mujeres, aun desde dentro del tienen acerca de la crisis de tal Estado 45: «El
juego del propio poder. Estado del Bienestar como lo conocemos en
Escandinavia ha socavado y desviado la tradi-
Recordemos que, al hablar de las escandi- cional línea divisoria entre las esferas pública y
navas, nos estamos remitiendo al llamado privada, entre el Estado, la familia, el mercado
Estado del Bienestar. Y, en este sentido, tam-
y la sociedad civil, como esferas distintas y
bién es justo recoger las críticas que, desde el
separadas»; pero «la gran cantidad de trabajo
propio feminismo en un contexto diferente, se no remunerado (...) es una parte integral de la
han hecho a esa estrecha vinculación con el moderna mezcla del bienestar». Y este «traba-
Estado que tal modelo exige. Así, como nos jo no remunerado», de interés social o «traba-
recuerda Seyla Rowbotham, cabe tomar en jo asistencial» recae primordialmente sobre las
cuenta la crítica de una feminista norteameri- mujeres, cuyos «(...) presupuestos para el
cana, Kathy Ferguson, quien desde la expe- tiempo (de la mujer) están divididos entre los
riencia del feminismo laboral norteamericano diferentes tipos de tareas asistenciales remune-
con la Administración reflexiona: «Toda origi-
radas y no remuneradas, sobre una jornada
nalidad en el pensamiento o en la acción diaria y de acuerdo con sus ciclos vitales. El
requiere nuestro enraizamiento en una exis- efecto acumulativo, negativo, de esta fragmen-
tencia compartida; pero cuanto más firmemen-
tación sobre el ciclo vital reduce su categoría
te anclado está uno en la burocracia, menos
económica a su mínimo nivel. Cerca de tres
posibilidades existen de pensar de un modo cuartos de los que reciben las pensiones más
diferente, de actuar de un modo diferente, o
bajas en Suecia y Noruega son mujeres» 46. Sin
de comenzar de nuevo en cualquier dirección. embargo, esta feminista escandinava sigue
En un entorno burocrático, los requerimientos pensando que la solución no pasa por una pri-
de la creatividad —es decir, el contacto con vatización de corte neoliberal de los sectores
otras personas— se ven asfixiados, el proceso
públicos asistenciales (como salud, educación,
mismo de la autocreación se ve amenazado. etc...), sino por la conversión de las tareas asis-
Los individuos, tanto burócratas como clien-
tenciales en un sentido de «cultura asisten-
tes, acaban viéndose a sí mismos y a los demás cial», fundamentada en la «solidaridad entre
como objetos de la administración» 44 . Es- generaciones y entre mujeres y hombres», y en
tamos, por tanto, ante el eterno dilema del el reconocimiento de tales tareas como traba-
«individuo / Estado», esta vez «mujeres /
jos públicos que han de ser gratificados 47. De
Estado», o llevado al terreno del modelo polí-

" Véase en S. Rowbotham, «Mujeres y Estado. Una " Así, véase H. M. Hernes, o. c., en particular el cap. V.
experiencia basada en el G.L.C. (Greater London
Council) como guía para la acción y las estrategias futu- " Ibíd., 124 y 129.
ras», en J. Astelarra (comp.), o. c., 281-296; 292-293. 47 Ibíd., 135 y 136.
358 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 359

modo que la igualdad del reparto de estos ser- dinada en distintos sistemas históricos y socia-
vicios públicos, para esta investigadora, debe les) produce como revulsivo la conciencia de
evitar el peligro de que recaigan de manera la opresión por parte de sus víctimas, las muje-
automática sobre las mujeres. Y ello pasa de res. Esta primera reacción o «sororidad» per-
nuevo por mite en un segundo momento que las mujeres,
«(...) las posibles coaliciones entre las mujeres excluidas de la idea de «pacto» definida por el
políticas, profesionales y clientes. Dicho desarro- patriarcado, decidan, desde una posición femi-
llo ha sido observado en todos los países escandi- nista, «tomar al asalto» el terreno de la política
navos y podrían conducir a la consolidación de que se les ha vedado. Y tal decisión exige
"los intereses de la mujer»» ". estrategias y modelos políticos que pasan por
la necesidad de pactar entre ellas. El desarrollo
Estamos, pues, ante un «feminismo esta- de una experiencia de alianza política entre las
tal», que defiende su posibilidad de desarrollo feministas escandinavas (y, concretamente, el
a partir de la vinculación con el Estado. Y, no caso noruego) nos catapulta ahora, y de hecho
sin considerar los peligros y las críticas de tal ya hemos entrado en materia, a realizar una
concepción, entramos ya en el terreno de la breve reflexión, no ya del ejemplo práctico
reflexión política que, sin duda, habría que
propuesto, sino a partir del mismo. Nos halla-
dejar aquí como puerta abierta a todo tipo de mos, por tanto, al final de un recorrido que,
posturas controvertidas. Para la autora femi- por fuerza, ha de ser sucinto y puede servirnos
nista que venimos tomando como modelo de
a modo de conclusión (se entiende de conclu-
la teoría del «feminismo público» o «estatal»,
sión de este artículo sobre Pactos entre muje-
la cosa parece bien clara cuando concluye:
res, y no de «dar carpetazo» a la polémica o al
«Muchos creían que socavarían los modelos tema en sí).
de equidad y objetividad si se introducían en la
esfera pública. La ideología feminista presupone, Los planteamientos recogidos de la expe-
entonces, un sistema político que traduzca los riencia política del «feminismo estatal» norue-
valores de compasión y asistencia en principios go nos llevan a replantearnos conceptos
políticos de justicia e igualdad que, alternativa- fundamentales, tales como el de Estado o, con
mente, pueden inspirar a las políticas sociales y a mayor precisión, el del Estado en su relación
las diversas formas de organización social (...). La con el ciudadano. El concepto de ciudadanía
expresión más clara de una nueva solidaridad entre
los sexos (...) está representada por una igual parti- parte de un reparto de papeles en la sociedad
cipación en la cultura de la asistencia y en la cultu- que, o bien son excluyentes entre sí, o bien
ra de más trabajo tradicional por parte de los simplemente no aparecen como tales: se invisi-
hombres y de las mujeres» ". bilizan. En esta no-existencia o invisibilidad,
las mujeres han venido desarrollando trabajos
no reconocidos como tales, en todo lo que se
3. Algunas reflexiones para concluir refiere al ámbito doméstico (esposas, crianza
de los hijos, etc.), así como en lo que hace a la
Retomemos el hilo seguido hasta aquí: prestación de servicios asistenciales (que en su
hemos visto cómo la relación patriarcal (encar- mayoría se han designado como «beneficen-
cia»). La noción de trabajador ha venido sien-
48H. M. Hernes, o. c., 129. do hasta ahora la connotación de un sujeto
49 Ibíd., 136 y 137. masculino, portador del salario familiar y que,
360 /Luisa Posada Kubissa Pactos entre mujeres / 361

lanzado al terreno de la vida pública / laboral, que ninguna persona, acción o aspecto de la
precisa de una segunda persona que desarrolle vida individual puede ser condenado a la pri-
las tareas para las que este sujeto (el auténtico vacidad» 50. También dentro del ámbito germa-
«trabajador» de la familia) no tiene tiempo. no, otras teóricas feministas apuntan esta
Desde un punto de vista feminista, podemos misma necesidad, no ya de ampliar, sino de
revalorizar ese trabajo no reconocido que volver a definir la ciudadanía en términos que
recae sobre las mujeres. O también (en la línea incluyan la emancipación definitiva de las
de Herpes) convertirlo en un trabajo compar- mujeres:
tido y remunerado para ambos sexos.
«Si existe un camino para salir de este círcu-
Se opte por una u otra cosa, lo que sí pare- lo, no consistirá en señalar las debilidades del
ce deducirse de la experiencia histórica es que concepto de emancipación tal como tradicional-
ese paso del sector femenino de la esfera priva- mente se ha acuñado, sino antes bien en la asun-
da-doméstica a la pública-laboral (y política) ción y la recepción seria de sus fuerzas. Estas
no es algo que la organización patriarcal haya residen en la crítica a las relaciones existentes y en
acometido, ni vaya a acometer como propio. un concepto de emancipación que tienda hacia la
Sin la conciliación, la negociación, en fin, sin integración (...)» 51
los pactos entre las mujeres mismas, difícil- Sin duda, las posiciones son divergentes
mente puede el patriarcado asumir algo que, dentro del feminismo, tanto en lo que hace al
en definitiva, va contra él mismo. modelo político adecuado (ahí las posturas
La relación entre las mujeres y el Estado neoliberales hasta el «feminismo estatal»),
—esa totalidad jurídica cuya estructura de como en el seno de la propia teorización femi-
dominio es también patriarcalmente engendra- nista (que va desde la defensa de la igualdad,
da— resulta particularmente conflictiva, por hasta los llamados hoy «feminismos de la dife-
cuanto su participación en él implica volver a rencia» (véanse Igualdad y Diferencia, respec-
conceptualizar, desde parámetros no-patriar- tivamente). Esto, sin embargo, no hace otra
cales, qué es y quiénes son los ciudadanos y cosa que atestiguar hasta qué punto el pensa-
las ciudadanas. Esta necesidad de redefinición miento, la acción y la orientación del feminis-
que hallamos en la obra de las investigadoras mo siguen estando hoy vivos. Si convenimos
escandinavas (de la propia Hernes, pero tam- en que «las feministas ya no pueden resistir al
bién de Berit As o de Bitte Nordstrom), se patriarcado como fenómeno universal, pero sí
encuentra también en el pensamiento actual de ante ejemplos concretos de patriarcado, pue-
teóricas de la órbita norteamericana: «En lugar den oponerse a estructuras patriarcales con-
de definir lo privado como lo que excluye a lo
público, debería comprenderse lo privado
—desde el más absoluto sentido de una rama de
la teoría liberal— como la parte del vivir y el " I. M. Young, «Impartiality and the Civic Public.
hacer propios o ajenos, que todo individuo Some Implications of Feminist Critiques of Moral and
Political Theory», en S. Benhabib y L. Cornell (ed. e
tiene el derecho a cerrar a los demás (...). De introd.), Feminism as Critique , Minneápolis 1988, 74.
este pensamiento se derivan dos principios: a) S1 C. Klinger, «Modernisierungsorientiertes oder tra-
que ninguna institución o praxis social debería ditions orientiertes Emanzipationskonzept? Zwei
excluirse a priori como instrumento adecuado Befreiungsbewegungen —Ein Dilema», en M. Andreas-
Grisebach/B. Weisshaupt (eds.), Was Philosophinnen
de la discusión y la expresión públicas; y b) denken, II, Zürich 1986, 71-96; 92.
362 ¡Luisa Posada Kubissa
1 Pactos entre mujeres / 363

cretas» 52, entonces tendremos también que As, B., «El papel político de las mujeres», en
conceder que tales resistencias parciales (que J. Astelarra (comp.), Participación política de las
no coyunturales) exigen aún más claramente la mujeres, CIS, Madrid 1990.
voluntad de pacto entre las mujeres para lle- Astelarra, J., «Las mujeres y la política», en J. Astelarra
varlas a cabo. Esto es lo que el presente artícu- (comp.), Participación política de las mujeres, CIS,
lo ha tratado de mostrar, aun a sabiendas de las Madrid 1990.
múltiples complejidades y matizaciones que Balestrini, L., Campari, M., Sattler, T., «Nicht glauben
han tenido que quedar aquí, por fuerza, de Rechte zu haben» (ponencia presentada al
lado. Quizá quepa concluir con una reivindi- V Congreso Internacional de la Asociación «Die
cación como la que sigue, que permitiera plan- Philosophin»), en A. Deuber-Mankowsky, U.
tearnos si no es, en gran medida, la aceptación Ramming y E. Wallesca Tielsch (comp.),
de lo utópico (pero posible) el acuerdo o pacto 1789/1989. Die Revolution hat nicht stattgefun-
prioritario que debería presidir toda iniciativa den, Diskord, Tubinga 1989.
feminista, aun por concreta o coyuntural que Beauvoir, S. de, El segundo sexo, 2, Trad. Pablo Palant,
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para el futuro, que el de una política democrática (julio 1991).
radical que promueva también los valores de la Cobo Bedia, R., «Crisis de legitimación patriarcal en
ecología, el antimilitarismo y la solidaridad entre Rousseau», en C. Amorós (coord.), Actas del
los pueblos? (...). De hecho, nosotras, como muje- seminario permanente Feminismo e Ilustración,
res, tenemos mucho que perder, entregando la 1988-1992, Instituto de Investigaciones Feministas
esperanza utópica a algo totalmente distinto» ". de la Universidad Complutense de Madrid, en
colaboración con la Dirección General de la Mujer
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Indice general

Presentación 7
Celia Amorós
Patriarcado 21
Alicia H. Puleo
1. Caracterización 21
2. Patriarcados de coerción y patriarcados
de consentimiento 28
3. Algunas hipótesis sobre el origen del
patriarcado 37
4. Transformaciones en curso 50
Género 55
Rosa Cobo Bedia
1. Introducción 55
2. Raíces históricas del concepto de gé-
nero 56
3. Teoría feminista: estudio del género 60
4. Política feminista: la construcción de
una teoría del poder 62
5. Género y sociología 65
6. Hacia la superación de los géneros 78
Diferencia 85
María Luisa Cavana
1. Introducción 85
2. La concepción androcéntrica de la dife-
rencia sexual 86
3. La afirmación positiva de la diferen-
cia 98
4. El análisis materialista de la diferen-
cia 115
368 /Indice general Indice general / 369

Igualdad 119 División sexual del trabajo 257


Angeles Jiménez Perona Ana Amorós
1. Concepto normativo versus concepto 1. Los orígenes de la división sexual del
trabajo 258
descriptivo 119
2. Una definición material de igualdad 121 2. La división sexual del trabajo en las so-
ciedades primitivas 259
3. Una definición formal de igualdad 124
4. Igualdad, universalidad y exclusión 125 3. La división sexual del trabajo en las so-
ciedades industriales 263
5. Igualdad y semejanza 131
6. Igualdad y exclusión 135 4. El empleo femenino en los distintos
sectores de actividad 273
7. Igualdad, naturaleza, esencialismo 138
8. Igualdad, universalidad, ciudadanía 143 5. Nivel educativo y orientación profesio-
nal de las mujeres 276
Autonomía 151 6. Segregación horizontal y segregación
Teresa López Pardina vertical en el empleo 281
1. Definición y encuadre histórico del con- 7. La persistencia de los estereotipos de
género 284
cepto de autonomía 151
2. Las primeras peticiones públicas de au- 8. La división sexual del trabajo en el ám-
bito doméstico 286
tonomía: Revolución francesa e Ilustra-
9. El trabajo a tiempo parcial 290
ción 152
3. Aportaciones desde el utilitarismo 162 10. La división sexual del trabajo en la pers-
pectiva del cambio 293
4. Aportaciones desde el marxismo 165
5. El impacto de El segundo sexo de Simo-
Acción positiva 297
ne de Beauvoir 168
6. El «problema que no tiene nombre» 173 Raquel Osborne
7. Estrategias de lucha contra la opresión 1. Introducción 297
de género 177 2. Terminología 300
3. Justificación 303
Ilustración 189 4. El desarrollo socio-jurídico de las accio-
Cristina Molina Petit nes positivas 311
1. La Ilustración como condición de po- 5. La historia socio-legal en España 318
sibilidad de las reivindicaciones de i- 6. Situación actual en España 324
gualdad 189
2. Justificaciones ilustradas de la desigual- Pactos entre mujeres 331
dad entre los sexos: la dicotomía públi- Luisa Posada Kubissa
co-privado: J. Locke y J. J. Rousseau 195 1. Patriarcado y sororidad 331
3. Dialéctica feminista de la Ilustración 211 2. Pactos entre mujeres 341
3. Algunas reflexiones para concluir 358
Feminismos 217
Ana de Miguel
1. Feminismo premoderno 218
2. Feminismo moderno 222
3. Feminismo contemporáneo 236
371

Colección
10 PALABRAS CLAVE EN/SOBRE

1. Psiquiatría
José Luis Ayuso (dir.)
2. Religión
Andrés Torres Queiruga (dir.)
3. Superdotados
Luz Pérez (dir.)
4. Bioética
Javier Gafo
5. Diez mujeres escriben teología
Mercedes Navarro (dir.)
6. Parapsicología
José María Pilón (dir.)
7. Etica
Adela Cortina (dir.)
8. Mujer
Celia Amorós (dir.)
9. Prehistoria
Joaquín González Echegaray (dir.)
Causará sin duda la extrañeza de
muchos lectores la selección misma
de las «palabras clave» que aquí se
ha llevado a cabo en torno a la voz
«mujer». No es precisamente la que
cabría esperar de una aproximación
tópica y convencional al tema; en
tal caso nos hubiéramos encon-
trado con «maternidad», «amor»,
«matrimonio», etc. Es decir, la mu-
jer habría sido asumida como pecu-
liaridad referida de modo adjetivo,
dentro del género humano, al polo
sustantivo que sería el varón. Ob-
sérvese que la voz, presuntamente
simétrica, «varón» no se presenta
nunca como «padre», «marido»,
«enamorado», etc. (no requiere un
tratamiento específiCo de tal índole
porque sin más se da por supuesto
que «varón» se identifica con lo ge-
néricamente humano). A partir de
la conciencia de esta asimetría, he-
mos elegido palabras que aluden,
tanto a la construcción social de los
textos y a su devenir histórico co-
mo al surgimiento de las vindica-
ciones feministas de igualdad y au-
tonomía y a las formas actuales de
las mismas.

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