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SALA PENAL
RESULTANDO
I.1. Antecedentes.
Por Sentencia 24/2019 de 12 de junio (fs. 177 a 184), el Tribunal de Sentencia Tercero de la
Capital del Tribunal Departamental de Justicia de Chuquisaca, declaró a Martha Beatríz Illanes
Virgo, absuelta de culpa y pena de la comisión de los delitos de Falso Testimonio y Falsedad
Ideológica, previstos y sancionados por los arts. 169 y 199 del CP, ordenando la cesación de las
medidas cautelares impuestas en su contra.
Refiere la existencia de defecto absoluto en el Auto de Vista que vulnera el derecho al debido
proceso en su vertiente de legalidad y debida fundamentación por inobservancia del art. 199
del CP, referido al delito de Falsedad Ideológica y el art. 44 de la misma norma
correspondiente al concurso ideal de delitos; y, en el ámbito de los presupuestos de
flexibilización, refiere la existencia del hecho generador del defecto, haciendo una relación de
los antecedentes del proceso; de afirmar que en su recurso de apelación restringida denunció:
1) Inobservancia y errónea aplicación de la Ley sustantiva con relación a los arts. 169 y 199 del
CP, en razón a la incorrecta subsunción de los referidos tipos penales; 2) Insuficiente
fundamentación de la Sentencia al momento de subsumir el hecho a los delitos de Falso
Testimonio y Falsedad Ideológica; 3) Incongruencia entre la acusación y la Sentencia en razón a
que declara absuelta a la imputada de la comisión del delito de Falsedad Ideológica bajo el
argumento de que el acta de audiencia de firmas no causó una situación definitiva sobre la
efectividad de un documento privado, sin considerar que esos hechos jamás fueron acusados
por las dos acusaciones; 4) La nulidad de la Sentencia por violación al debido proceso en su
vertiente de legalidad, causando defecto absoluto de conformidad al art. 169 inc. 3) del CPP,
con relación a la aplicación de los arts. 1300 del Código Civil (CC), 306 parágrafo I, numeral 2)
inc. a) y 157.I y II del Código Procesal Civil (CPC).
Respecto de lo señalado, refiere que si bien el Auto de Vista declara parcialmente procedente
su recurso de apelación restringida, sobre las denuncias declaradas improcedentes señala que,
existió defecto absoluto en la resolución del Tribunal de alzada debido a que incurrió en
vulneración a su derecho al debido proceso en su vertiente de legalidad y debida
fundamentación al no observar los arts. 199 y 44 del CP. El Auto de Vista al resolver el primer
punto de su apelación restringida incurre en una confusión e incongruencia al asumir que el
hecho de que la imputada haya declarado una falsedad en el proceso de reconocimiento de
firmas sería completamente diferente al hecho acusado de hacer insertar declaraciones falsas
en un instrumento público (Acta de audiencia de reconocimiento de firmas), motivo por el cual
no habría cometido el delito de Falsedad ideológica; sin embargo, de la lectura del primer
motivo de su apelación restringida y de las acusaciones Fiscal y particular, resulta que se acusó
como hecho, que Martha Illanes declaró una falsedad en el proceso de reconocimiento de
firmas y ello constituía por una parte, declarar una falsedad; y por otra, el hacer insertar
declaraciones falsas en un instrumento público que sería el acta de audiencia de
reconocimiento de firmas, en el cual la acusada hizo insertar una declaración falsa (que la
firma del documento privado que se le exhibió no era suya, cuando en realidad si era de su
autoría).
Con relación al art. 44 del CP, denuncia su inobservancia siendo que en su apelación hubiera
explicado la existencia del delito de Falsedad Ideológica, sumado a ello el Falso Testimonio, lo
que llevaría a una situación de inobservancia de la citada norma sustantiva, ante la evidente
existencia de dos delitos que emergen del mismo hecho.
Finalmente, señala que cumple con señalar el resultado dañoso emergente del defecto y las
consecuencias procesales cuya relevancia tuvo connotación de orden constitucional porque, al
no aplicar las normas sustantivas de manera correcta se incurrió en inseguridad jurídica y en
lugar de aplicar el concurso ideal de delitos se benefició al imputado con una pena ínfima, lo
cual genera la vulneración de la tutela judicial efectiva y la seguridad jurídica como elementos
del debido proceso.
Hace referencia a la Sentencia por la cual fue absuelta de la comisión de los delitos de Falsedad
Ideológica y Falso Testimonio, previstos y sancionados por los arts. 199 y 169 del CP, además
de una transcripción del Auto de Vista al resolver el primer, segundo, tercer y cuarto motivo de
la apelación restringida interpuesta por la acusación particular, para luego señalar que existió
violación al principio de legalidad en su vertiente de interpretación restrictiva de normas
materiales y formales; además, de vulneración al principio de legalidad en su vertiente de
taxatividad penal, principio de reprochabilidad penal y falta de fundamentación sobre los
elementos subjetivos del tipo penal por el cual fue condenada, y para ello denuncia:
Por los motivos expuestos, señala que el Auto de Vista vulnera lo previsto por el art. 116 de la
CPE y el principio de tipicidad en su vertiente de legalidad y taxatividad vinculado al principio
de culpabilidad.
Refiere que como tercer motivo se reclama la ausencia total de fundamentación en cuanto a la
concurrencia de los elementos subjetivos (Dolo volitivo) del tipo penal por el cual se le
condena y sobre el principio de culpabilidad; al respecto, previa transcripción de la resolución
del primer motivo y sub motivo tercero, refiere que la imputada no concurrió al acto
preparatorio como demandada, debido a que se demostró que ese era un acto preparatorio
que no puede ser considerado como dentro de un proceso mismo; pese a ello se advierte del
Auto de Vista que al resolver este motivo careció de fundamentación respecto del dolo, en
relación al art. 14 del CP y el elemento volitivo del dolo, aspecto que se encontraría ausente en
la resolución del Tribunal de alzada; de la misma manera, señala que existe fundamentación
insuficiente en el Auto de Vista al resolver este punto con relación a la reprochabilidad penal;
aclarando que los Vocales debieron establecer el por qué su conducta fue reprochable y para
ello se debió observar la existencia de prueba que acredite prueba que hubiera estado frente a
una autoridad judicial en un proceso judicial o administrativo, declarando falsedades para
hacerle ingresar en error en desmedro de la administración de justicia. Motivos por los cuales
señala que se infringió lo previsto en los arts. 124 del CPP, 22 y 115.I de la CPE.
I.1.2. Petitorio.
La acusadora particular Elsa Antonia Torres Durán, solicita se declare la nulidad parcial del
Auto de Vista impugnado, sólo respecto a los fundamentos del delito de Falsedad Ideológica,
dejando incólume respecto al delito de Falso Testimonio.
Por su parte, la imputada Martha Beatriz Illanes Virgo, solicita se deje sin efecto el Auto de
Vista impugnado, ordenando se emita nueva resolución.
Mediante Auto Supremo 199/2020-RA de 18 de febrero, de fs. 292 a 296 este Tribunal ante la
concurrencia de los presupuestos de flexibilización admitió los recursos de casación
formulados por la acusadora particular Elsa Antonia Torres Durán; y, la imputada Martha
Beatriz Illanes Virgo; respectivamente, para el análisis de fondo de los motivos identificados
precedentemente.
II.1. De la Sentencia.
Por Sentencia 24/2019 de 12 de junio, el Tribunal de Sentencia Tercero del Tribunal
Departamental de Justicia de Chuquisaca, declaró a Martha Beatríz Illanes Virgo, absuelta de
culpa y pena de la comisión de los delitos de Falso Testimonio y Falsedad Ideológica, bajo las
siguientes conclusiones:
Se tiene acreditado que Elsa Antonia Torres Durán, por memorial de 29 de marzo de 2016,
interpuso en contra de Martha Beatriz Illanes Virgo (imputada), diligencia preliminar de
reconocimiento de firmas y rúbricas, por ante el Juzgado Público Civil Séptimo de la Capital,
solicitando que se convoque a la acusada para que reconozca si la firma estampada en el
documento privado manuscrito el 7 de agosto de 2014 le corresponde.
Del informe Complementario del investigador asignado al caso de 5 de marzo de 2018, que
informa que recibida la declaración del Juez Público Séptimo en lo Civil y Comercial Rilbert
Aviles, que refirió ante el investigador que el reconocimiento de firmas es una diligencia
preparatoria de un futuro proceso, por lo que, no está normado procedimentalmente el
interrogatorio por las partes y tampoco tomarse el juramento al no estar previsto, al no ser un
proceso propiamente dicho, ni ser una declaración, por lo que, no está previsto la toma de
juramento, simplemente se le exhibe el documento y se les pregunta si la firma le corresponde
o no, que no existe un protocolo para este tipo de actuados sobre reconocimiento de firmas.
La Secretaria del Juzgado Público Séptimo en lo Civil y Comercial, Rosmery Daza, declaró ante
el Tribunal, afirmando que fue ella quien le tomó el juramento a la ahora imputada, que en
ningún momento ingresó a despacho del Juez. Ratifica que en el Código Civil no está normado
que la Secretaria tome o reciba el juramento a la convocada para el reconocimiento de firmas,
si no se la hace por una práctica habitual.
El tipo penal de Falso Testimonio, de acuerdo a la descripción del art. 169 del CP, se configura
cuando el testigo, perito, intérprete, traductor o cualquier otro que fuere interrogado en un
proceso judicial o administrativo, que afirmare una falsedad o negare o callare la verdad, en
todo o parte de lo que supiere sobre el hecho o lo que a éste concierne. De acuerdo a los
hechos descritos en la acusación fiscal y particular, la imputada, no tenía la calidad de testigo,
perito, intérprete, traductor o cualquier otro. Por el principio de taxatividad, legalidad y
certeza, no podría considerársela “cualquier otro”, considerando que la imputada, concurrió
en calidad de futura demandada, le tomó el juramento cuando no se encuentra previsto como
requisito previo y fue interrogada por la Secretaria de Juzgado y no por la autoridad
jurisdiccional. El Código Civil (CC), ni el Código Procesal Civil (CPC), establecen expresamente
como requisito el juramento ni promesa de decir la verdad para el reconocimiento de firmas.
Notificada con la Sentencia, Elsa Antonia Torres Duran formula recurso de apelación
restringida, bajo los siguientes fundamentos:
Inobservancia y errónea aplicación de la Ley sustantiva; en relación al: i) Art. 1300 del CC, que
se constituye en el núcleo y la razón esencial para la absolución del delito de Falso Testimonio
a favor de la imputada, pues de los hechos establecidos en la Sentencia se acusó a la imputada
por la comisión de los delitos de Falso Testimonio y Falsedad Ideológica en razón a que la
misma dentro de un proceso preliminar civil de reconocimiento de firmas, declaró bajo
juramento, que la firma que contenía un documento privado que se le exhibió no le
correspondía, extremo que fue desmentido por la pericia grafológica realizada por el IDIF, que
determinó que la firma de dicho documento sí correspondía a la imputada, demostrándose
que la misma había mentido al ser interrogada dentro de un proceso judicial, ante un
funcionario judicial y estando bajo juramento; no obstante, la Sentencia dentro de la
conclusión 11, y dentro de la fundamentación jurídica, concluyó que la conducta de la
imputada no se acomodaba al delito de Falso Testimonio porque la persona que es convocada
dentro de un proceso preliminar de reconocimiento de firmas no está obligada a decir la
verdad; toda vez, que ni el Código Civil, ni el Código Procesal Civil establecen como requisito el
juramento, ni promesa u obligación de decir la verdad para el reconocimiento de firmas,
argumento que constituye un error judicial que no puede ser convalidado; toda vez, que la
norma sustantiva civil sí establece de manera expresa como requisito y como obligación
jurídica de obligatorio cumplimiento, la obligación de confesar o negar formalmente si una
determinada firma corresponde a una persona conforme prevé el art. 1300 del CC,
encontrándose cumplido el requisito de formalidad y solemnidad ya que, al proceso preliminar
civil de reconocimiento de firmas al que asistió la imputada y declaró falso, se le tomó
juramento conforme lo refieren las conclusiones 2 y 11 de la Sentencia y la declaración
testifical de la Secretaria del Juzgado 7mo en lo Civil, Rosmery Daza y la certificación de 7 de
junio de 2017, que acreditan que se le tomó juramento en cumplimiento a lo establecido por
el art. 94.I núm. 10) de la LOJ que permite a la Secretaria a tomar dicho juramento, lo que
evidencia la inobservancia de la ley sustantiva civil que vulnera el principio de legalidad y
tipicidad como elemento integrante del debido proceso, al referir que no existe una obligación
jurídica de decir la verdad en –este- tipo de procesos civiles, cuando el reconocimiento de
firmas no es un acto cualquiera sin formalidades o solemnidades como concluyó erradamente
el Tribunal de mérito. ii) Inobservancia del art. 306.I núm. 2) inc. a) del CPC, que refiere que
quien deba realizar un reconocimiento de firmas judicial está obligado a reconocer
formalmente si es de su letra o firma; no obstante, la Sentencia concluyó que la imputada, no
tenía la obligación jurídica de decir la verdad, ya que, el Código Civil ni el Código Procesal Civil,
exigen la obligación de decir la verdad o establecen como requisito el juramento o promesa de
decir la verdad en el reconocimiento de firmas, inobservancia que vulnera el debido proceso
en su elemento principio de legalidad y seguridad jurídica; iii) Inobservancia o errónea
aplicación de la norma penal sustantiva, art. 169 del CP. En virtud a la inobservancia de los
arts. 1300 del CC, 306.I, núm. 2) inc. a) y 151.I y II del CPC, el Tribunal de mérito incurrió en
errónea aplicación del art. 169 del CP que regula el delito de Falso Testimonio, que delimita
quienes pueden ser los sujetos activos del delito, en el caso la imputada se acomodaría como
sujeto activo en la calidad “cualquier otro”, sin embargo, para el Tribunal de mérito no tendría
dicha calidad ya que el sujeto activo no debe formar parte del proceso y la imputada era
demandada y no tenía la obligación de decir la verdad y que además no está previsto el
juramento para el reconocimiento de firmas, argumento equivocado e ilegal, ya que, de los
hechos establecidos se evidenció que la conducta de la imputada se adecuó al tipo penal de
Falso Testimonio al cumplirse los siguientes elementos constitutivos “cualquier otro” ya que, la
imputada fue interrogada dentro de un proceso judicial, donde negó la verdad, cumpliéndose
todos los elementos del tipo penal. iv) Inobservancia y errónea aplicación del art. 199 del CP,
aspecto que no fue considerado por el Tribunal de mérito, pese a que quedaron demostrados
de las conclusiones 1º a la 9º de la Sentencia que la imputada dentro del proceso preliminar de
reconocimiento de firmas y rúbricas, estando bajo juramento de manera dolosa hizo insertar
(a la Secretaria del Juzgado Civil Nº 7), declaraciones falsas en un instrumento público (acta de
audiencia de reconocimiento de firmas), ya que, bajo juramento negó que la firma que
contenía el documento privado que se le exhibió fuera suya, declaración que se demostró fue
falsa en razón a que la pericia grafológica acreditó que dicha firma sí corresponde a la mano
caligráfica de la imputada, extremo que le causó perjuicio económico, en razón a que tuvo que
pagar la pericia e impidió que por más de un año y cuatro meses pueda hacer valer sus
derechos civiles en un proceso ejecutivo; no obstante, el Tribunal de sentencia hizo referencia
a un solo elemento del delito respecto a que no existiría perjuicio, ya que, el documento
privado manuscrito no habría causado perjuicio a su persona, aspecto que no fue acusado,
sino más bien el “acta de audiencia” que contiene una declaración falsa por la conducta de la
imputada, concurriendo en la conducta de la imputada todos los elementos constitutivos del
tipo penal.
Insuficiente fundamentación jurídica de la Sentencia; toda vez, que incumplió con su deber de
realizar adecuadamente el trabajo de subsunción del hecho a los tipos penales acusados, ya
que, no explica por qué la conducta de la imputada no se adecuó a los delitos de Falso
Testimonio y Falsedad Ideológica.
Nulidad de la Sentencia por violación del debido proceso en la vertiente de legalidad, causando
defecto absoluto previsto por el art. 169 inc. 3) del CPP, puesto que, actuó en forma ilegal,
yendo en contra de la Convención Americana de Derechos Humanos art. 8, además de los arts.
115.II, 119.I y 180.I de la CPE, al no haber realizado una aplicación objetiva de la Ley aplicable
al caso concreto, toda vez, que ha ignorado normas sustantivas y adjetivas, como los arts. 1300
del CC, 306.I núm. 2) inc. a); y, 157.I y II del CPC, que refieren que la persona ante quien se
opone un documento privado a efectos de que reconozca su firma o rúbrica se encuentra
obligado a confesar de manera formal y solemne si dicha firma le corresponde o no, requisito
de formalidad que se encuentra cumplido, ya que, en el proceso preliminar de reconocimiento
de firma, se le tomó juramento a la imputada y estaba obligada a decir la verdad, extremo que
evidencia la vulneración del principio de legalidad, que emerge en la sanción no solo de pagar
las costas de la pericia, sino también la comisión de los delitos de Falso Testimonio por haber
declarado en falso dentro de un proceso judicial civil, como en Falsedad Ideológica al hacer
insertar a un funcionario público declaraciones falsas en un instrumento público verdadero,
como lo es el acta de reconocimiento de firmas, causándole un perjuicio económico y procesal.
Respecto al primer motivo, vinculado a la inobservancia del art. 1300 del CC; de la revisión de
la conclusión 11 de la Sentencia, resulta llamativa la interpretación que el Tribunal de mérito
efectúa sobre la configuración del delito de Falso Testimonio, al cuestionar la situación de la
acusada dentro de la demanda preliminar y poner en tela de juicio el juramento realizado por
la misma ante la Secretaria del Juzgado, sobre la veracidad de la firma estampada en el
documento privado, cuando el art. 1300.I del CC ciertamente y de manera inequívoca
manifiesta la “obligatoriedad”, que tiene aquél al que se le opone un documento privado de
“confesar”, si es su letra y firma, no resultando trascendente si tenía la calidad de perito,
testigo, intérprete, etc., sino la que configura el ilícito, es la conducta desplegada por la
acusada al falsear la verdad, al negar que su firma fuere la estampada en el documento
privado, extremo que fue puesto en evidencia por medio del peritaje ordenado por el Juez que
conoció la medida preparatoria, adecuándose su actuar a los elementos objetivos y subjetivos
del tipo penal previsto por el art. 169 del CP, pues conforme lo advirtió el Tribunal de sentencia
de la compulsa de todo el acerbo probatorio, la misma al ser convocada para reconocer su
firma en documento civil que dio origen al proceso penal, convocada en un proceso civil de
reconocimiento de firmas previsto por ley, negó que era de ella y siendo sometida a peritaje
caligráfico, se determinó que si era su firma, y conforme establece la norma civil acusada de
inobservada prevé la obligación de confesar o decir la verdad; consiguientemente, se concluye
que la Sentencia incurrió en el defecto reclamado, pues la acusada adecuó su accionar a los
elementos objetivos y subjetivos del tipo penal previsto por el art. 169 del CP, pues estando en
la calidad de “cualquier otro”, en este caso demandada para reconocer su firma en un
“proceso judicial”, de naturaleza civil “afirmó una falsedad”, como que la firma estampada en
el documento que se le exhibió en el proceso civil no era suya, “negando y ocultando en todo”,
el hecho que dicho documento contenía, haciendo con pleno conocimiento de que lo que
hacía no era verdad (dolo), con el fin de perjudicar a la ahora víctima.
En cuanto a la inobservancia del art. 306.I núm. 2) inc. a) del CPP, advierte que la citada
disposición, establece lo que la impugnante reclama y que está vinculada al art. 1300 del CC,
no dando el Tribunal de mérito correcta aplicación e interpretación, al considerar de manera
errónea que en el acto reclamado, no resulta necesario decir la verdad como requisito para el
reconocimiento de firmas, también ha transgredido el debido proceso en sus vertientes de
legalidad y seguridad jurídica, al haberse determinado en el punto anterior, que tal conclusión
resulta equivocada y al margen de la norma, en sentido que el art. 306-I-2-a) del CPP, tiene
estrecha concordancia con el art. 1300 del CC, lo que hace de igual manera al acogimiento de
este sub motivo.
Con relación a la inobservancia y errónea aplicación de la norma sustantiva del art. 199 del CP,
el Tribunal de mérito si bien resulta evidente la incoherencia advertida por la apelante, toda
vez, que en las acusaciones no atribuye la comisión del ilícito a la acusada en base a un
documento privado, cuando la tipificación establece que la conducta se manifieste mediante
un instrumento público, en este caso el acta de reconocimiento de firmas; sin embargo, el sub
motivo está ligado a la errónea interpretación del art. 199 del CP, previsto como defecto del
art. 370 núm. 1) del CPP, y no a una supuesta violación al principio de congruencia previsto por
el art. 362 del CPP y como defecto en el núm. 11) del art. 370 del referido código,
consiguientemente no corresponde atender esta sub reclamación, sino analizar si el Tribunal
de mérito incurrió en la errónea interpretación y aplicación del art. 199 del CP, teniéndose al
respecto que conforme correctamente lo concluye el Tribunal de mérito, la imputada no ha
adecuado su conducta a dicho ilícito, pues no ha insertado en un instrumento público
verdadero, declaraciones falsas y tampoco ha hecho insertar declaraciones falsas, sino que,
conforme lo ha constatado el Tribunal de mérito, ha declarado una falsedad, consistente en
que la firma estampada en el documento privado que se le exhibió en el proceso civil de
reconocimiento de firmas, no era su firma y por ese hecho, adecuó su conducta al delito de
Falso Testimonio, por lo que el motivo deviene en improcedente.
Sintetizada la denuncia se tiene que la recurrente reclama que el Auto de Vista impugnado
incurrió en falta de fundamentación, en relación al primer agravio de apelación, al no observar
los arts. 199 y 44 del CP, asumiendo que la acusada adecuó su conducta al tipo penal de
Falsedad Ideológica y en consecuencia demostrado este extremo, correspondía aplicar el
concurso ideal y la pena correspondiente.
Antes de ingresar al análisis del presente recurso, corresponde precisar que entre los
componentes que rige el debido proceso como garantía constitucional de protección del
Estado a las personas, se encuentra la fundamentación de las resoluciones judiciales, que a lo
largo de la jurisprudencia ha sido ampliamente desarrollada, este Tribunal en forma continua y
coherente, ha manifestado que las resoluciones emitidas por las autoridades jurisdiccionales
para ser válidas deben estar debidamente fundamentadas, así el Auto Supremo 353/2013-RRC
de 27 de diciembre, respecto a esta temática estableció: “La Constitución Política del Estado,
reconoce y garantiza el debido proceso en sus arts. 115.II y 117.I y 180.I; siendo así que la
citada garantía contiene entre uno de sus elementos la exigencia de la fundamentación y
motivación de las resoluciones, lo que significa que el juzgador al emitir el fallo debe resolver
los puntos denunciados, mediante el conjunto de razonamientos de hecho y de derecho en los
que apoya su decisión; además, esta expresión pública de las razones justificadas de la decisión
judicial, garantiza también el derecho a la publicidad otorgado a las partes como a la sociedad
en general respecto a la información de la resolución; fallo que debe ser: expreso, claro,
completo, legítimo y lógico; exigencia que también se halla establecida en el art. 124 del CPP.
Asimismo, para una fundamentación o motivación no se precisa que esta sea extensa o
redundante de argumentos y cita de normas legales, sino ser clara, concisa y responder todos
los puntos denunciados”.
El tipo penal tiene al igual que la categoría dogmática de la conducta, un aspecto objetivo y un
aspecto subjetivo. En la teoría del delito también se entiende que lo objetivo es todo lo
externo material, o sea todo aquello que es susceptible de ser percibido por los sentidos o
dicho en palabras más coloquiales lo que ocurre fuera de la mente del sujeto; en lo que
respecta a lo subjetivo en la teoría del delito se entiende también que es todo aquello que
ocurre dentro de la mente del sujeto o sea el tránsito mental del sujeto al realizar la conducta.
Entonces cuando hablamos de tipo objetivo y tipo subjetivo, nos referimos a las exigencias
objetivas y subjetivas que el tipo le hace a la conducta mundo real para que esta pueda ser
denominada como típica.
Ahora bien, a efectos de resolver el motivo, es importante partir del tipo penal Falsedad
Ideológica que se encuentra inserto en el título IV, delitos contra la fe pública del Código Penal,
art. 199, que señala: “El que insertare o hiciere insertar en un instrumento público verdadero
declaraciones falsas concernientes a un hecho que el documento deba probar, de modo que
pueda resultar perjuicio, será sancionado con privación de libertad de uno (1) a seis (6) años.
De donde se concluye, que los verbos rectores del ilícito son el de “insertar” o “hacer insertar”
en un instrumento público declaraciones falsas concernientes a un hecho que el documento
deba probar y que pueda resultar perjuicio; al respecto el Auto Supremo 276/2014-RRC de 27
de junio, señaló que la Falsedad Ideológica requiere una acción de insertar o de hacer insertar,
en la primera situación es eventualmente la concurrencia de un funcionario o notario y en la
segunda el sujeto activo puede ser cualquier persona natural, que con motivo del
otorgamiento o formalización de un documento público o privado haga constar declaraciones
falsas concernientes a un hecho que el documento deba probar y que pueda resultar perjuicio;
es decir, una redacción de un documento haciendo constar declaraciones distintas a las
realmente hechas.
Respecto al elemento perjuicio, el citado tratadista (paginas 445-446) señala: “El reclamo
típico de la posibilidad de perjuicio, como vimos, nos dice que para la falsedad documental no
basta que se incluya una mentira en el documento, sino que es imprescindible que esa mentira
tenga aptitud para producir perjuicio. Y, claro está, en un documento público la mentira que
lleva en sí ese germen, es la que recae sobre algo que el documento tiene que acreditar como
verdadero según su específica finalidad jurídica y que, por dicha funcionalidad, es oponible a
terceros, salvo que se destruya su fe. Éste y no otro es el sentido de la limitación típica
expresada por la ley mediante la cláusula que exige que la falsedad insertada concierna a un
hecho que el documento deba probar.
Lo expuesto puede resumirse así: sólo sobre aquello que el documento prueba con efectos
jurídicamente propios de documento público, puede considerarse la falsedad ideológica
punible según el art. 293. Al fin, ésa será la medida de la posibilidad de perjuicio asignable a
esta falsedad, que no podrá extenderse a otros factores o componentes del documento, ni
reducirse a lo que las partes hayan tratado de otorgarle, al margen de su destino jurídico de él.
Es más, no toda mentira que recaiga sobre un elemento esencial del documento según su
destino importará lo típico, sino únicamente aquella que deforme tal esencialidad según ese
destino”.
En cuanto a la consumación (página 447), señala: “El delito se consume cuando el documento
público queda perfeccionado como tal, con todos los signos de autenticidad que las leyes y
reglamentos requieren (firmas, sello, etc.)”.
En ese contexto, se tiene que el delito de Falsedad Ideológica, se configura en el momento que
una persona inserta o hace insertar declaraciones falsas en un instrumento público, ya que,
son los únicos dotados de fe pública respecto de los hechos en ellos referidos como ocurridos,
cuyo perjuicio puede extenderse a terceros que nada hayan tenido que ver con el documento,
atacando de ese modo la fe pública, sirviéndose el autor de los signos de autenticidad
formalmente verdaderos para hacer pasar, como tales, hechos relatados en el documento que
no lo son.
Efectuadas las referidas precisiones corresponde ingresar al análisis del presente motivo; en
cuyo mérito, resulta necesario destacar conforme se precisó en los antecedentes procesales
vinculados al recurso, que ante la emisión de la Sentencia absolutoria por los delitos de Falso
Testimonio y Falsedad Ideológica, el Ministerio Público; además de la acusadora particular
formuló recurso de apelación restringida, alegando como primer agravio: la inobservancia y
errónea aplicación de la Ley sustantiva; entre otros aspectos la: Inobservancia y errónea
aplicación del art. 199 del CP, arguyendo, que no fue considerado por el Tribunal de mérito,
pese a que quedaron demostrados de las conclusiones 1º a la 9º de la Sentencia, que la
acusada dentro del proceso preliminar de reconocimiento de firmas y rúbricas, estando bajo
juramento de manera dolosa hizo insertar (a la Secretaria del Juzgado Civil Nº 7), declaraciones
falsas en un instrumento público (acta de audiencia de reconocimiento de firmas), ya que, bajo
juramento negó que la firma que contenía el documento privado que se le exhibió fuera suya,
declaración que se demostró fue falsa en razón a que la pericia grafológica acreditó que dicha
firma sí corresponde a la mano caligráfica de la acusada, extremo que le causó perjuicio
económico, en razón a que tuvo que pagar la pericia e impidió que por más de un año y cuatro
meses pueda hacer valer sus derechos civiles en un proceso ejecutivo; no obstante, el Tribunal
de sentencia hizo referencia sólo a que no existía perjuicio, ya que, el documento privado
manuscrito no habría causado perjuicio a su persona, aspecto que no fue acusado, sino más
bien el “acta de audiencia” que contiene una declaración falsa por la conducta de la imputada,
concurriendo en la conducta de la imputada todos los elementos constitutivos del tipo penal.
Sobre la problemática planteada el Auto de Vista abrió su competencia -señalando- que si bien
resultaba evidente la incoherencia advertida por la apelante, toda vez, que en las acusaciones
no atribuyó la comisión del ilícito a la acusada en base a un documento privado, cuando la
tipificación establece que la conducta se manifieste mediante un instrumento público, en este
caso el acta de reconocimiento de firmas, conforme correctamente lo concluyó el Tribunal de
mérito, la imputada no adecuó su conducta al ilícito previsto por el art. 199 del CP, pues no
insertó en un instrumento público verdadero, declaraciones falsas y tampoco hizo insertar
declaraciones falsas, sino que, conforme lo constató el Tribunal de mérito, declaró una
falsedad, consistente en que la firma estampada en el documento privado que se le exhibió en
el proceso civil de reconocimiento de firmas, no era su firma. Añadiendo el Auto de Vista a
tiempo de resolver el agravio referente a la violación de los arts. 342 y 362 del CPP, que si bien
el A quo, hizo referencia a que la acusada no causó perjuicio en la víctima, esa alegación de
ninguna manera constituía un hecho para condenarla, sino para establecer que no se
demostró el perjuicio exigido como elemento objetivo de la Falsedad Ideológica, argumentos
por los que desestimó el reclamo.
Por los argumentos expuestos, se concluye que el Auto de Vista impugnado, si bien efectuó
una fundamentación que no resulta abundante respecto a la no concurrencia del art. 199 del
CP, en la conducta de la acusada; resulta suficiente, clara, concisa, considerando todos los
aspectos reclamados, que permite comprender el porqué de la decisión asumida, lo que
evidencia que el Tribunal de alzada ajustó su actividad jurisdiccional a lo previsto por el art.
124 del CPP; en cuyo mérito, tampoco se advierte la inobservancia del art. 44 del CP, que alega
el recurrente; por lo que, el recurso sujeto a análisis deviene en infundado.
Sintetizada la denuncia, se tiene que la recurrente reclama que el Auto de Vista impugnado
vulneró el principio de legalidad en su vertiente de taxatividad penal y falta de
fundamentación sobre los elementos del tipo penal de Falso Testimonio por el que fue
condenada; siendo necesario abordar la temática planteada, previas consideraciones al
principio citado y a la configuración del delito referido en el marco descriptivo penal.
Sobre el particular, es conveniente recordar que el principio de legalidad es uno de los ejes
vertebrales de un Estado y principio fundamental del derecho público, que a partir de una
concepción genérica debe entenderse en sentido de que las actuaciones tanto de los poderes
público o instituciones de la administración pública como de los particulares, deben ser
desarrolladas y estar enmarcadas en la Norma Suprema y las leyes. En este sentido, la SCP
0009/2016 de 14 de enero, sostuvo que: «...el Estado Plurinacional de Bolivia, constituido en
un Estado de Derecho, a través de todos sus estamentos, se subordina a la Ley Fundamental
en el ejercicio del poder público y es respetuoso de las leyes que conforman el plexo jurídico
que rige a la sociedad, donde, el principio de legalidad se erige como un principio fundamental,
por cuanto compone el cimiento de la seguridad jurídica que sostiene al Estado.
Sobre éste principio el Auto Supremo 047/2012-RRC de 23 de marzo, expresó que: “El art.
180.I de la Constitución Política del Estado (CPE), entre los principios en los que se fundamenta
la jurisdicción ordinaria reconoce al principio de legalidad, que se constituye en un principio
fundamental del Derecho Público, conforme al cual todo ejercicio del poder público está
sometido a la voluntad de la ley y no a la voluntad de las personas; en esa lógica este principio
impone límites al ejercicio del poder tanto al momento de configurar los hechos punibles
como al de establecer las penas o medidas de seguridad, descartando la arbitrariedad y el
exceso en el cumplimiento de la tarea de la represión penal.
Este principio en materia penal, se basa en la máxima nullum rimen, nulla poena sine previa
lege, lo que significa, que para que una conducta sea calificada como delito debe ser descrita
con anterioridad a la realización de esa conducta, y el castigo impuesto debe estar especificado
también de manera previa por la ley; la legalidad penal es un límite a la potestad punitiva del
Estado, en el sentido que sólo pueden castigarse las conductas expresamente descritas como
delitos en una ley. Este principio obliga a los juzgadores a someterse a la voluntad de la ley y
en esa sumisión deben emitir resoluciones realizando una tarea objetiva de subsunción que
evidencien ecuánimemente, el encuadramiento perfecto sin lugar a dudas de las conductas
antijurídicas en el marco descriptivo de la Ley Penal”.
Por tanto, el principio de taxatividad exige precisión a la hora de formular los supuestos de
hecho de las normas penales. Y esta precisión viene dada por dos vías diferenciadas:
Se pretende reducir la imprecisión de los conceptos que se utilizan para fijar comportamientos
que se van a considerar como prohibidos, por considerarse que los mismos dan lugar a una
conducta delictiva.
Si hacemos referencia ahora a la justificación del principio de taxatividad hay que decir que
esta justificación se busca desde el ideal ilustrado de certeza del Derecho, que considera que
sólo las leyes precisas pueden ser conocidas correctamente por sus destinatarios, evitando de
este modo las conductas consideradas prohibidas. Si las leyes no son precisas, se considera
que las personas van a tener mayores problemas a la hora de trazar sus planes de vida, y saber
qué comportamientos pueden realizar y aquellos que no, incumpliendo muchas veces por
desconocimiento dichas leyes.
Se plantea que para legislar en materia penal se exige cierta precisión que se concreta en dos
aspectos: a) la conducta prohibida ha de describirse con claridad y exhaustivamente en lo
sustancial, diferenciando una de otra adecuadamente, de modo que puedan individualizarse
sin dudas; b) en la misma forma ha de precisarse la pena que corresponderá aplicar. Así se
consigue que el ciudadano tenga la posibilidad en el más alto grado posible de prever las
consecuencias legales de sus acciones. Ello también se traduce en seguridad jurídica, toda vez
que el ciudadano conoce con anticipación las conductas prohibidas o como hemos dicho antes,
los límites impuestos a su libertad de comportamiento; asimismo se erige en garantía legal ya
que el Estado no puede amenazar a las personas con otras penas que las que han sido
previamente determinadas como consecuencia de la comisión de esas conductas delictivas.
Así, la formulación legal de los tipos penales se descompone en términos típicos que pueden
ser clasificados en descriptivos, normativos y teoréticos o cognoscitivos. Todos, con
independencia de sus diferencias, tienen como base común y brújula de referencia valorativa
el bien jurídico a cuya protección propende el tipo; cualquier distanciamiento de esa guía
implicaría que la labor en aras de la determinación de su sentido, contenido y alcance, no
fructifique. La complejidad viene dada por la necesidad de dotar de contenido cada uno de
estos términos cuyo sentido y alcance se determina en virtud de un ejercicio intelectual que en
ocasiones requiere recurrir a la sensibilidad externa o interna, proceder a efectuar juicios de
valor a los que el sentido del término remite manifiestamente o es necesario el auxilio del
conocimiento teórico. En los términos descriptivos la interpretación ha de recurrir a la
experiencia externa encontrándose la referencia en el mundo exterior, o la experiencia
interna, perteneciendo en este caso, al ámbito anímico. Mientras que los términos normativos
son aquellos cuyo significado se establece mediante el recurso a un juicio de valor que puede
venir impuesto al intérprete en el propio contexto de la ley o por la remisión de esta a otros
órdenes normativos. En el primer caso estaríamos en presencia de términos normativos ya
valorados.
El legislador no puede describir siempre con toda exactitud y hasta sus más íntimos detalles los
comportamientos que estime deban ser castigados como delito. Ello supondría una
exasperación del mencionado principio de legalidad, que llevado hasta sus últimas
consecuencias, desembocaría en un casuismo abrumador que de todos modos, siempre
dejaría algún supuesto de hecho fuera de la descripción legal. Pero también es cierto que cada
vez es más difícil que el destinatario de la norma pueda construirse un juicio lo más preciso de
la conducta prohibida u ordenada en sede penal. Dogmas como el de la coacción psicológica
de Feuerbach van perdiendo validez en la misma medida en que los tipos penales resultan
menos inteligibles, incluso para los operadores del Derecho, razón por la que los tipos penales
cerrados deben entenderse como la regla a la hora de su configuración y aquellas modalidades
técnicas (normas en blanco, tipos abiertos, etc.) que puedan entrar en duelo con la legalidad y
seguridad jurídica, la excepción. Los llamados tipos abiertos son aquellos en los cuales la ley
describe sólo parte de las características de la conducta prohibida, reenviando al tribunal la
tarea de completar las restantes. Se caracterizan por la circunstancia de que los elementos
fundamentales de la ilicitud del hecho no están totalmente enunciados en la ley. Por
consiguiente, en estos casos se requiere una decisión sobre la antijuridicidad que tiene lugar
mediante un juicio judicial autónomo de valor, dirigido a completar el tipo.
Con respecto a los tipos penales en blanco, Muñoz Conde, su definición está enmarcada en
que las fronteras de la conducta punible son absolutamente difusas, con el consiguiente
perjuicio de la seguridad jurídica. Ello obedece a que el legislador ha empleado en su
formulación términos típicos igualmente difusos, abiertos, flexibles o indeterminados,
legitimando al tribunal para que determine su contenido, sentido y alcance. Se dice que en los
clásicos tipos abiertos resulta imposible la determinación del comportamiento prohibido u
ordenado con el empleo exclusivo del texto legal.
Sin embargo, muchas veces resultan necesarios pues aunque se esfuerce el legislador por ceñir
la conducta que individualiza un tipo penal es imposible lograrlo del todo al verse obligado a
formular referencias o pautas generales con las que se cierra el tipo; se deja entonces a la
prudencia del juez la aplicación de la ley a ciertos casos particulares que siendo conformes a la
mente del legislador no se expresan literalmente en sus palabras porque las leyes no se
pueden hacer de modo que comprendan todos los casos que pueden suceder. Cobo del Rosal
estudia el caso de manera muy particular y denomina esta técnica legislativa como tipos
penales abiertos o necesitados de complementación. Al respecto expresa que “son aquellos
donde la Ley no efectúa enteramente por sí esta delimitación de la conducta prohibida,
remitiendo al ulterior criterio del juez llevarlos a cabo”. Y los diferencia con los tipos cerrados
al determinar que estamos ante ellos en aquellos casos en que “la Ley delimita nítida y
exactamente, con la precisión posible, mediante el empleo de cláusulas descriptivas o de
cláusulas normativas de contenido concretamente determinado, el elenco de hechos a los que
vincula el desvalor típico, esto es, la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico penalmente
relevante”. Para el autor esto sucede, normalmente, porque se emplean en la formulación
típica cláusulas normativas de contenido difuso, con los inconvenientes que desde el punto de
vista del principio de legalidad fueron señalados en su momento. Se produce una especie de
reenvíos a través de vocablos que encierran una valoración a la pura decisión judicial, y por
ello se enfrentan al principio de legalidad. Es indudable que tales vocablos difusos o abiertos se
emplean con una fuerte tendencia actual en los códigos penales. En el nuestro, por ejemplo, lo
encontramos cuando en las descripciones típicas se usan términos como: sin autorización,
indebidamente, legítimamente, graves perjuicios, considerable valor, cualquier otro, el que.
Como se aprecia, en estos tipos con elementos normativos se debe actuar cautelosamente,
pues en ellos es necesaria una concreta afirmación de la antijuridicidad, ya que fácilmente
puede depender de ello que ante la identidad material de la conducta, el hecho sea lícito o
ilícito.
Inspirados en los razonamientos expuestos consideramos que los tipos abiertos serán
compatibles con las exigencias del principio de legalidad penal siempre que el legislador
observe en su empleo las siguientes cautelas: a) Su utilización debe ser imprescindible para la
tutela del bien jurídico que se desea proteger dada su naturaleza y la variabilidad o dinamismo
de los comportamientos humanos que lo ponen en riesgo. b) El legislador dejará establecido
en la figura de delito el núcleo duro de la conducta típica siempre de forma taxativa. Asimismo,
en lo posible deberá dotar al juez de una guía para completar el tipo, es decir, que permita
determinar el contenido, sentido y alcance del término abierto, a través de interpretaciones
auténticas, ya sea contextuales o posteriores. c) El juez ha de completar el juicio de
antijuridicidad con fiel apego a las exigencias de lex scripta, praevia, certa y stricta, el auxilio de
las interpretaciones auténticas y en su defecto de la del supremo órgano de justicia.
Finalmente, amén de los riesgos atribuidos, podemos afirmar que los tipos abiertos
constituyen una modalidad técnico-legislativa que utiliza el legislador ante el insuficiente
esfuerzo de agrupar en una figura de delito todas las variantes de conductas antijurídicas
lesivas de un bien jurídico penal. En estos supuestos no le queda otra opción que describir la
conducta prohibida haciendo uso de elementos normativos que conminan al intérprete a
determinar su contenido, sentido y alcance, pero no recurriendo a una norma extrapenal
complementaria como en el caso de las normas penales en blanco, sino mediante un juicio
valorativo. De este modo se deja abierta al juez, intérprete y aplicador de la norma, la esfera
de la antijuridicidad para ir más allá de lo valorado por el legislador. Por tanto, por el peligro
que ello puede implicar, al igual que las normas en blanco, estos han de utilizarse en principio,
con carácter excepcional. Es corolario que los tipos penales abiertos son una modalidad de
técnica legislativa creada por los legisladores, sin embargo es necesario no hacer un uso
indiscriminado de la misma, ya que impone retos al Derecho Penal y al propio legislador, quien
al crear leyes debe velar por la legalidad. Con independencia de que la necesidad lo obligue a
hacer uso de esta técnica, debe tratar de mermar en lo posible el daño que pueda ocasionar
por el quebranto de las exigencias del principio de legalidad en menoscabo de la seguridad
jurídica, estableciendo las pautas para su utilización y justificación, concretando el tipo penal y
prohibiendo la interpretación extensiva que va más allá de la letra y el espíritu de la ley.
III.3.2.3 Los delitos especiales como una restricción del círculo de posibles autores del delito
por medio de una serie de elementos exigidos por el tipo
En relación con los conceptos que definen los delitos especiales como una restricción del
círculo de posibles autores del delito por medio de una serie de elementos exigidos por el tipo,
pueden ser formuladas, a su vez, dos observaciones: una primera, referida al objeto de la
restricción contenida por los delitos especiales; una segunda, referida a los elementos legales
por medio de los cuales se practica la referida restricción. En lo referente a la observación
relativa al objeto de la restricción operada por la ley en los delitos especiales, es preciso
señalar que la mayor parte de las definiciones de delito especial que se incluyen en la clase de
definiciones que ahora nos ocupan se caracterizan por atribuirles una restricción del círculo de
autores o sujetos activos del delito. Muestra de ello son, por ejemplo, las definiciones de
JESCHECK / WEIGEND, KÜHL, MATT, y STRATENWERTH. También las definiciones propuestas
en España por MIR PUIG, LUZÓN PEÑA, BUSTOS RAMÍREZ / HORMAZÁBAL MALAREE,
RODRÍGUEZ MOURULLO, deben ser entendidas como referencias a los delitos especiales como
una restricción del círculo de posibles autores del delito. En efecto, a pesar de que MIR
comienza definiendo los delitos especiales como aquellos delitos “de los que no pueden ser
sujetos quienes posean ciertas condiciones especiales que requiere la ley (así, la de
funcionario)”, el autor aclara—en la distinción entre delitos especiales propios y delitos
especiales impropios— posteriormente que los delitos especiales no constituyen en realidad
una restricción del círculo de todos los “sujetos” del delito, sino, de entre estos, únicamente
del círculo de sus autores.
El autor CEREZO MIR señala que en ciertos casos, el Código penal exige ciertos requisitos para
poder ser sujeto activo del delito doloso. Esta modalidad delictiva recibe el nombre de delitos
especiales. LUZÓN PEÑA, por su parte, a pesar de definir los delitos especiales como aquellos
delitos “que exigen una especial condición, relaciones o cualificación en el sujeto activo”, se
refiere en realidad a este último como sinónimo del autor del delito. La confirmación de este
extremo se encuentra en la equiparación realizada por LUZÓN entre ambos términos en la
propia rúbrica del apartado en que se incluye su concepto de delito especial (“Clases de delitos
(tipos) según la estructura del tipo” (...) “Según los elementos del tipo objetivo” (...) “Por el
autor o sujeto activo”), así como en los presupuestos de los que el autor parte y en la
soluciones que propone en materia de delitos especiales. BUSTOS RAMÍREZ / HORMAZÁBAL
MALAREE definen los delitos especiales como aquéllos que, en contra de los que sucede con
los delitos comunes —“delitos con sujeto activo o pasivo (¿) innominados”—, “requieren una
especificación del sujeto activo”. De entre estas definiciones de delito especial, se estima
ampliamente preferibles aquéllas que se refieren a esta constelación delictiva como una
limitación del círculo de autores o de sujetos activos frente a las que se refieren a los meros
sujetos del delito.
Del mismo modo, también es preciso destacar que las definiciones que mencionan
expresamente la presencia en los delitos especiales de elementos legales delimitadores de la
esfera de autores obvian por completo la circunstancia de que esta delimitación no siempre se
produce como consecuencia de la presencia de aquellos elementos. Así las cosas, si bien es
cierto que en los delitos especiales, la ley suele concretar el “quien” típico exigiendo que la
comisión de un determinado delito a título de autoría quede limitada, por ejemplo, al “padre”,
al “esposo”, al “profesional“, al “funcionario”, al “juez”, a un “hombre”, a una “mujer” o a un
“enfermo contagioso”, también lo es que, en algunas ocasiones, la delimitación del círculo de
autores del delito puede derivarse no ya de una concreción del “quien” del delito —que
permanecería, de este modo, intacto—, sino de la propia descripción de la acción típica del
supuesto de hecho del enunciado jurídico-penal.
A efectos de resolver la temática planteada, resulta pertinente partir del tipo penal de Falso
Testimonio, que se encuentra previsto por el art. 169 del CP, que señala “El testigo, perito,
intérprete, traductor o cualquier otro que fuere interrogado en un proceso judicial o
administrativo, que afirmare una falsedad o negare o callare la verdad, en todo o parte de lo
que supiere sobre el hecho o lo que a éste concierne, incurrirá en reclusión de uno (1) a quince
(15) meses.
Si el falso testimonio fuere cometido en juicio criminal, en perjuicio del inculpado, la pena será
de privación de libertad de uno (1) a tres (3) años.
Del marco descriptivo penal se puede sostener que éste delito es cometido por aquella
persona que convocada a prestar una declaración en un proceso judicial o administrativo se
aparta de la verdad ya sea mintiendo en lo que sabe o negando o callando esa verdad, a partir
de la idea central de que el decir la verdad es un deber moral que hace posible el
cumplimiento de una vida social basada en la confianza mutua; siendo admisible la reacción
penal cuando dicha conducta lesiona concretos bienes jurídicos, individuales o colectivos, cuya
salvaguarda es indispensable para una sana y pacífica convivencia.
El doctrinario Muñoz Conde, en su obra Derecho Penal, Parte Especial, página 889, refiere: “ En
los casos en los que el sujeto no está obligado a declarar (arts. 416 a 418 LEcrim.) y en general
en todos aquellos en los que está obligado a guardar secreto, habrá una causa de atipicidad”.
El Autor Jorge José Valda Daza, en su libro Derecho Penal Boliviano Comentado, páginas 699 a
702, señala que: “El delito de falso testimonio sanciona a aquellas personas que faltan a la
verdad mediante una declaración oral en juicio. El falso testimonio tiene por finalidad exhortar
mediante la amenaza de la sanción a todas aquellas personas que deban informar, declarar o
manifestar algo de lo que saben en juicio y de lo que manifiestan pueda depender la decisión
que adopte un juez o un tribunal, sea en materia penal o en cualquier otra rama del derecho,
claro que si se trata de privar la libertad de un inocente se agrava la sanción criminal.
Precisado el tema sobre quienes pueden cometer el tipo penal de Falso Testimonio, a los fines
de la resolución del presente recurso corresponde establecer que de acuerdo a la
configuración del tipo penal sujeto a análisis, el falso testimonio debe ser prestado en un
proceso judicial que corresponda a cualquier tipo de proceso, sea penal, civil, laboral, familiar
e incluido el administrativo, por lo que corresponde analizar si la diligencia preparatoria de
reconocimiento de firmas y rúbricas tiene la naturaleza de proceso judicial o administrativo
que exige el tipo penal previsto por el art. 169 del CP.
Sobre las medidas o diligencias preparatorias, Gonzalo Castellanos Trigo (Análisis Doctrinal del
Nuevo Código Procesal Civil, Comentado, concordado y anotado, Tomo IV, 2014, página 26)
señala: “Con carácter previo a la interposición de la demanda, todo proceso podrá prepararse
por quien pretendiere demandar o por quien, con fundamento, previere que será demandado;
por lo tanto, todo litigante actual o futuro puede preparar el inicio de un proceso o de su
defensa con el objeto de tener el mayor de los éxitos en la contienda judicial.
Las medidas preparatorias tienen por objeto asegurar a las partes la posibilidad de plantear sus
alegaciones en la forma más precisa y eficaz, es decir, persiguen la determinación de la
legitimación procesal de quienes han de intervenir en el proceso, o la comprobación de ciertas
circunstancias cuyo conocimiento es imprescindible, o manifiestamente ventajoso desde el
punto de vista de la economía procesal, para fundar una eventual presentación en el proceso
en forma correcta y precisa, como así para asegurar con mayor eficacia la pretensión jurídica
que ha de discutirse en la causa”. (Las negrillas nos corresponden).
Ahora bien, el art. 306 del Código Procesal Civil (CPC), señala: “(Enunciación) I. Además de
otras de la misma naturaleza, podrán solicitarse como medidas preparatorias: (…) 2. El
reconocimiento de firmas y rúbricas será judicial y notarial…”. De donde se concluye que, el
reconocimiento de firmas y rúbricas judicial (cuyo objeto es que se declare la efectividad del
documento privado, para que adquiera la calidad de documento público que haga plena fe
probatoria), concierne a una medida que tiene una naturaleza preparatoria para la iniciación
de un futuro proceso, donde se discutirá un derecho; es decir, que dicha medida preparatoria,
no constituye un proceso judicial como tal, sino una encaminada a facilitar su iniciación,
teniendo como objeto asegurar a las partes la posibilidad de plantear sus alegaciones en la
forma más eficaz y precisa, siendo menester precisar que además persiguen la determinación
de la legitimación procesal de quienes han de intervenir en el proceso o la comprobación de
ciertas circunstancias cuyo conocimiento es imprescindible o manifiestamente ventajoso
desde el punto de vista de la economía procesal, para fundar una eventual presentación a
juicio y si bien éstas medidas tienen como característica su bilateralidad y por ende sujetas a
control por una autoridad judicial, no son un proceso en sí.
De los argumentos expuestos por el Tribunal de alzada al emitir el Auto de Vista impugnado,
evidentemente como arguye la recurrente, ciertamente, debió considerarse al resolver que
entre las distintas clasificaciones de los tipos penales defendidas por la doctrina, a aquélla que
distingue entre delitos comunes y delitos especiales. De acuerdo con esta clasificación, son
delitos comunes aquellos delitos de los que cualquier sujeto puede ser autor, mientras que
son, en cambio, especiales aquellos que sólo pueden ser cometidos, a título de autoría, por un
círculo limitado de sujetos.
A la vista de las anteriores definiciones, es posible afirmar que tales enunciados tienen en
común, como clase de concepto de delito especial, con dos características esenciales:
proceden a configurar los delitos especiales como una restricción del círculo de posibles
autores del delito por medio de una serie de elementos exigidos por el tipo; y no hacen
referencia alguna, en cambio, al fundamento sobre el que descansa esta restricción legal del
círculo de autores y en los de la materia, la descripción del tipo penal de Falso Testimonio, se
circunscribe a aquellos sujetos mentados en el tipo penal o al cualquier otro (siempre y cuando
tenga en el análisis las mismas condiciones) que los descritos y no cabe otra posibilidad; así
como deben concurrir las exigencias legales del tipo penal en análisis, bajo los principios de
legalidad y taxatividad.
En los de materia, no cabe duda que el origen para el proceso penal fue la diligencia
preparatoria de reconocimiento de firmas y rúbricas intentada por la ahora acusadora
particular contra la ahora imputada por ante el Juzgado Público Civil Séptimo, solicitando que
se convoque a la acusada para que reconozca si la firma estampada en el documento privado
le corresponde, conforme prevé el art. 306.I núm. 2, inc. a) del CPC, que señala: “Cuando se
trate de personas naturales, aquella a quien se opone un documento privado está obligada a
reconocer o negar formalmente si es de su letra o firma”, es así que se apersonó al Juzgado la
ahora acusada, manifestando que la firma estampada no le correspondía; en cuyo mérito, a
petición de la ahora acusadora particular se dispuso la pericia grafológica que determinó que
la firma y rúbrica impresa en el documento privado correspondía y era de autoría de la ahora
imputada, por lo que, el Juez otorgó la efectividad y autenticidad a dicho documento privado;
hecho que evidencia que en la conducta de la imputada no concurren los elementos
constitutivos del tipo penal previsto por el art. 169 del CP, que castiga al “testigo, perito,
intérprete, traductor o cualquier otro que fuere interrogado en un proceso judicial o
administrativo, que afirmare una falsedad o negare o callare la verdad, en todo o parte de lo
que supiere sobre el hecho o lo a éste concierne”, pues por una parte, la ahora imputada no
fue interrogada en un proceso judicial o administrativo, que exige el tipo penal, ya que,
conforme se precisó antes de ingresar al análisis del presente recurso, el reconocimiento de
firmas y rúbricas judicial (cuyo objeto es que se declare la efectividad del documento privado,
para que adquiera la calidad de documento público que haga plena fe probatoria), concierne a
una medida que tiene una naturaleza preparatoria para la iniciación de un futuro proceso,
donde se discutirá un derecho; es decir, que dicha medida preparatoria, no constituye un
proceso judicial de naturaleza civil como concluyó el Tribunal de alzada, pues dicha medida
preparatoria es previa a un proceso; y, por otra parte, la ahora imputada en dicha medida
preparatoria concurrió en calidad de futura demandada, sin cumplir la exigencia normativa
referida a la condición de testigo, perito, intérprete, traductor o cualquier otro, pues ésta
última condición, debe entenderse en cumplimiento de un deber en las mismas condiciones
que los sujetos terceros mencionados, no recayendo dicha condición en los sujetos de un
proceso, lógicamente cuando no son convocados como testigos.
La conclusión precedente evidencia que, el Tribunal de Alzada al subsumir la conducta de la
imputada al tipo penal previsto por el art. 169 del CP, vulneró el principio de legalidad, puesto
que, si bien de los hechos probados en Sentencia puede directamente emitir nueva sentencia,
no obstante, no realizó una correcta subsunción de los hechos al tipo penal, por el que emitió
sentencia condenatoria; por el contrario, pasó por alto que en materia penal deben prevalecer
los principios de legalidad y taxatividad; en ese contexto, el delito de Falso Testimonio se
configura en el momento que el testigo, perito, intérprete, traductor o cualquier otro afirmare
una falsedad, negare la verdad o callare la verdad en un proceso judicial o administrativo,
presupuestos que conforme ya se advirtió, no concurren en el presente caso, pues la medida
preparatoria de reconocimiento de firmas y rúbricas en el que la ahora imputada manifestó
que la firma no le correspondía, no puede considerarse una declaración falsa en su condición
de “cualquier otro”, en un proceso judicial, como concluyó el Tribunal de, por lo que, el
presente recurso deviene en fundado.
POR TANTO
La Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia, con la facultad conferida por el art. 419 del CPP,
declara: INFUNDADO el recurso de casación interpuesto por Elsa Antonio Torres Durán,
cursante de fs. 265 a 270 vta.; y, FUNDADO el recurso de casación interpuesto por Martha
Beatriz Illanes Virgo, cursante de fs. 273 a 282; con los fundamentos expuestos
precedentemente; en consecuencia, DEJA SIN EFECTO el Auto de Vista 21/2020 de 14 de
enero, cursante de fs. 238 a 244 vta., disponiendo que la Sala Penal Segunda del Tribunal
Departamental de Justicia de Chuquisaca de manera inmediata, sin espera de turno y previo
sorteo, dicte nuevo Auto de Vista en conformidad a la doctrina legal establecida.
A efectos de lo previsto por el art. 420 del CPP, hágase conocer mediante fotocopias
legalizadas del presente Auto Supremo a todos los Tribunales Departamentales de Justicia del
Estado Plurinacional, para que por intermedio de sus Presidentes pongan en conocimiento de
los Jueces en materia Penal de su jurisdicción.
En aplicación del art. 17.IV de la LOJ, por Secretaría de Sala, comuníquese el presente Auto
Supremo y remítase antecedentes al Consejo de la Magistratura a los fines de ley.