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ARIEL DERECHO WOLFGANG KUNKEL CCatedritico de Derecho Romano de la Universidad de Munich HISTORIA DEL DERECHO ROMANO Traduccién de la cuarta cdicion alemana \ goss (iia 35612 o0024 EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA ‘Tho original: ROMISCHE RECHTSGESCHICHTE Eine Binitrung 1 edicién: marzo 1966 — (Col, Biblioteca de Ciencia Juridica) cedicién: octubre 1985 1 reimpeesin abil 1989 2! reimpresisn: julio 1991 © 1964: Boiau Verlag Kéln-Graz Derechos exclusives de edicign en castellano reservados para todo e! mundo 1 propiedad de la raduccién: (© 196 y 1991: Editorial Ariel, S.A. (Corcega, 270 - 08008 Barcelona ISBN: 84-344.1502-x Depésito legal: B. 26.407 - 1991 Impreso en Espaiia 1991, — Tallees Grificos HUROPE, S. A. Recaredo, 2 -O8005 Barcelona ‘Ningaa parte dees pubic, includ el ied cuba, puede se reprodcis, slmacen ao transmit en manera lgum i por ingia medio ya eae, quince, mecitice, ion ‘de grabacn ode focopia, sn permis previo de editor. CONSORT! - VITAE - SOCIAEQUE - LABORIS PROLOGO DEL AUTOR A LA EDICION ESPANOLA Esta sucinta introduccién a la historia del Estado romano y de su Derecho comprende la materia de la asignatura “Historia del Derecho romano”, tal como se explica en Universidades alemanas a estudiantes de Derecho. Como lo més importante para jévenes juristas es conocer los factores que determinaron la evolucién del Derecho privado romano, la exposicin de la historia constitucio- nal se limita a sus ineas fundamentales; del Derecho penal se trata mis el proceso que el Derecho material, y s6lo se expone el proceso civil en cuanto aparece imprescindible para una intro- duccién a la técnica de la creacién juridica del pretor. Por lo demés, me he dejado levar por la idea de que lo esencial no es suministrar un saber de detalles, sino exponer lo més plistica- mente posible la concatenacién histérica, El apéndice sobre fuentes y bibliografia no trata de documen- tar la exposicién, sino de dar al lector una idea de la base en que se apoyan nuestros conocimientos y del desarrollo de la investi- gacién. En consecuencia con esta fnalidad he procurado lograr un texto legible y una breve caracterizacién, cuando menos, de las obras fundamentales. El que se citen principalmente libros ¥ monografias en lengua alemana se debe al hecho de que esta obrita iba originariamente destinada a estudiantes alemanes. La edicién espafiola sigue el texto de la cuarta refundicién alemana. Por la traduccién, a mi juicio excelentemente lograda, quedo muy agradecido a mi amigo el profesor Miquel. Woureane Kunxen, Munich, noviembre de 1965, | | ee q SECCION PRIMERA LA EPOCA ARCAICA Hasta la mitad del siglo I a. C, | ] cada afio en mayo, los mojones de los ants ‘confines sir i ss ea esién encerraba una demarcacién que podia recmmerse bmi crate on, todas direcciones en tres horas, y que ePromadamente a la tercera parte del espacio que ocupa b4ke de Andorra, ¥ si hoy dia viven en la excasamente pol Gadorra unas 6.000 personas, dada la sitacién eoondmice de Ip GPoce arcaica romana, la misma extensién tampoco alimentania eq aquel entonces a més de 10.000 0 12.000. {Ex los oscuros primeros siglos de la historia romana, el ‘ono estatal y la poblacién de Roma habian crecido ya EES ee ee 10 LA BPOCA ARCAICA rablemente: en los comienzos del siglo 1v a. C., cuando la ctudad desemperia ya un papel importante en Ia vida politica de la Italia central y la noticia de su asedio por los celtas llega incluso hasta Grecia, Roma poseia 1.500 km?, esto es, algo asi como diez veces su antiguo territorio, pero, con todo, no més de la mitad de Lu. xemburgo. Pero es tinicamente en los siglos rv y m a.C. cuando Roma crece paulatinamente, hasta convertirse en un estado al que, también hoy con nuestros médulos, lamariamos grande; final- mente, Roma termina por dominar toda Italia. La evolucién hacia el gran estado significa al propio tiempo una cesura decisiva en la historia del Derecho romano, pues lleva consigo cambios funda- mentales en Ia situacién econémica y social, que. plantean nuevos problemas al ordenamiento jurfdico. La poblacién de Roma era —cuando menos en su sustrato— de origen latino. Los vinculos que unian a Roma con las demés comunidades latinas, esto es, con sus vecinos del este y sur, eran tua lenguaje comtin, una cultura similar, incluso en el campo del Derecho, y el antiquisimo culto racial al Jupiter latiaris, que tenia su morada en el monte de los albanos, tres horas al sur de Roma. La lengua de los latinos, el latin, que gracias al apogeo politico de Roma iba a convertizse en idioma universal, pertenece al tronco lingiiistico indogerménico y esté, por tanto, emparentado con el gtiego, el celta, el germano y con las lenguas indoirdnicas. Entre estas Ienguas, la que le es més afin es probablemente el celta, mientras que el lenguaje de las razas umbrosabélicas y umbro. samnfticas, que lindan por el nordeste, por el este y por al sudeste con los latinos, muestra una relacién mds estrecha con el griego, Al igual que estos pueblos vecinos, los latinos debieron entrar en Italia en época prehistérica, probablemente en la segunda mitad del segundo milenio antes de C. Se discute de dénde proceden ¥ el camino que siguieron. Los restos arqueolégicos parecen indi- car que los antepasados de los latinos estuvieron asentados, en €poca remota, en el territorio del Danubio que se encuentra al sur de Hungria y Servia. Es posible que a lo largo de su recorrido, y Inego en la propia Italia, recibieran influjos culturales exdticos, Pero, sea lo que fuere, Ia forma mis antigua de la cultura latino. romana que nos es dado conocer presenta ya caracteres esenciales HASTA LA MITAD DEL SIGLO UI A. c, iL que hay que considerar como mediterréneos y, en parte, probe- Blemente incluso como especificamente itilicos. Los influjos culturales exéticos de la primitiva de la historia romana, o sea, después del siglo vr a. C., son, cualitativa y cuantitativamente, més faciles de determinar. Partieron éstos de dos pueblos superiores en cultura: los etruscos y los griegos. Los etruscos, que lindaban inmediatamente con el terzitorio del estado romano, eran un pueblo, de lengua no indogerménica, integrado por numerosos estados ciudades; su estamento dirigente habia emigrado quizd de la parte noroeste del Asia Menor y en la época de mayor esplendor de su poderio (siglo vr a. C:) ejer- cieron un influjo més o menos continuado sobre toda Italia. Su arte, que se trasluce a través de una gran cantidad de hallazgos arqueolégicos, sigue, desde un punto de vista formal, patrones griegos, pero se aparta de ellos de un modo muy caracterfstico. Anilogamente, los etruscos difundieron también ideas griegas en otros sectores de la cultura y, en especial, en materia de religién. Roma estuvo —sobre todo en la segunda mitad del siglo vi a. C— bajo una intensa influencia de sus vecinos etruscos, que por aquel entonces habian establecido también una cabeza de puente en la costa de Campania, al sur del Lacio. El linaje romano de los reyes tarquinos era sin duda de origen etrusco, y una porcién de nobles familias romanas, que florecen ain en-ia época de la repiblica, evan nombres etruscos. En el 4mbito de la cultura, donde mejor se puede captar el influjo etrusco es en la religién romana. En especial se tomé de las ciudades etruscas el culto a los tres dioses del Capitolio (Jipiter, Juno, Minerva); ademés, el templo consagrado a Jupiter el afio 509 a. C. en el Capitolio —lo mismo que las imagenes de madera alli expuestas— fue obra, segim una tradicién digna de crédito, de artistas etruscos, pues también el culto de los romanos, que originariamente no tenfa imagenes, sufrié una profunda transformacién bajo la influencia etrusca. Procedente también de Etruria vino a Roma la costumbre 1, Este desoubrimiento viene a poner en tela de juicio lat seiteradas ten- tativas de antiguas investigaciones de comprender los comienzot del ordens. ‘miento soclal y juridico romano, partiendo de las circunstancias de otros pucblos indogerménicos. 12 LA £POCA’ ARCAICA de examinar las entraias de los animales sacrificados, para hacer presagios sobre él resultado de empresas politicas y militares (en tanto que la observacién del vuelo de las aves, tendente a la misma finalidad, se practicaba probablemente en Roma desde las mas remotas épocas). También se han querido encontrar elementos etruscos en el Derecho de Roma y, en especial, en su ordena- miento estatal; sin embargo, seguimos en este terreno con supo- siciones més 0 menos ciertas, porque no conocemos las institu- ciones correspondientes de los propios etruscos. Lo que se puede dar por seguro es solamente la recepcién de ciertos simbolos de la magistratura romana (infra, El contenido de las instituciones trasluce mucho mejor el influjo griego sobre Roma, aun cuando no esté del todo claro el camino que tomé. No hace més que unos decenios, la investi- gacién crefa todavia en una considerable influencia directa de la cultura griega sobre Roma, como procedente de las colonias grie- ‘gas de la Italia septentrional, esto es, de la poderosa Cumas en la Campania. En cambio, hoy, la opinién dominante se inclina por otorgar a los etruscos el papel de intermediarios, al menos en lo que a la época arcaica se refiere. Asf, la escritura de los romanos, el alfabeto latino, se hace derivar del etrusco, el cual, a su vez, procedia del griego. Los etruscos llevaron probablemente también a Roma los dioses griegos —Apolo, Hermes-Mercurio, Atenea- Minerva, Artemisa-Diana—, cuyo culto tomé carta de naturaleza en Roma en la época arcaica, y en parte incluso en el siglo vra. C. Pero, pese a la cesura que supone el medio semibirbaro de la civilizaciOn etrusca, se trata ya de destellos del espiritu griego, que inciden sobre Roma en la época arcaica de su historia. En el campo del Derecho se percibe un influjo griego hacia la mitad del siglo v a.C. en la ley de las XII Tablas, infujo que pudiera ser mas antiguo incluso, pero la mediacién de los etruscos no puede probarse, dado que no tenemos idea de su vida juridica. Pero todas estas influencias exéticas suponen solamente una recepeién de elementos culturales aislados, que se asimilan con la fuerza de un pueblo joven, el cual los vierte en el molde de las categorias y de las instituciones propias. Sélo mucho més tarde HASTA LA MITAD DEL SIGLO II A. C 13. sufre Roma una helenizacién mucho més profurida, que penetra en la totalidad de la vida espiritual y material. IL Srrvsciéy zcoxésaca ¥ sociat.—La Roma de la época primitiva era una comunidad rural. Es posible que el favorable emplazamiento de la ciudad a orillas del Tiber (tio navegable que, ademés, por aqui era facil de vadear) y al lado de la antiquisima via de la sal (via salaria), en tierras de los sabinos, fomentara muy pronto el desarrollo de la industria y del comercio. Sin em- ‘argo, durante toda la época.arcaica e incluso mucho después, el peso de la vida politica y econdmica gravité sobre la propiedad fundiaria y precisaménte sobre un mimero relativamente pequefio de familias nobles (patricii), los cuales posefan la mayor parte del suelo romano y formaban en calidad de jinetes (equifes) el miicleo del ejército romano. Les separaba de la masa de pueblo una imponente distancia social: la ley de las XII Tablas no permitia matrimonios entre patricios y plebeyos (plebs) (aun cuando, segiin Ja tradicién, ya en el afio 445 a.C. una lex Canuleia vino a cam= biar esta situacién); los plebeyos estuvieron excluidos de los cargos piblicos hasta las Iuchas sociales de los siglos v y 1v a. y no Megaron nunca a tener acceso a al cargos. sacerdoiales, Parece ser que una parte considerable de la plebe se componia originariamente de pequetios labradores independientes, asentados sobre suelo patricio. Pues los mismos propietarios patricios eran labradores y no terratenientes, en el sentido de la moderna e0o- nomfa agraria, Administraban la hacienda con sus hijos y eon unos pocos esclavos y, por ello, sélo podian aprovechar una por cién de lo que posefan. El resto lo daban ‘én precario (precarium) a plebeyos que carecfan de tierra o que tenian poca, entrando éstos asi en el circulo de los vasallos protegidos (clientes), qué debian, por tanto, seguir al sefior en la guerra y en la politics, ‘A cambio, el setior patricio tenia que proteger y ayudar al cliente cuando éste se encontrara en situacién dificil. Da una idea de lo rigurosa que era esta obligacién una norma de las XII Tabla (VIN, 21; infra, p. 33 ss.), que condenaba al destierro al patrono que hubiera sido infiel al cliente. ‘AI parecer, esta vieja forma de clientela desaparecié pronto I EEE uM LA HPOCA ARCAICA yes de suponer que ello se debiera al auge econémico y politico de la plebe, auge que comienza ya en el siglo v a.C. (infra, p. 0 ss.). Pero otras relaciones de proteceién y de fidelidad por el estilo Ias hubo también més tarde y fueron en todo tiempo un rasgo caracteristico de la vida romana. Tuvieron éstas tal influen- cia en la evolucién politica de Roma, que no es posible captar la esencia y la funcién préctica del ordenamiento del estado ro- mano sin conocer estas manifestaciones sociales. Las luchas pol ticas de la época de Cicerén y de César se encuentran atin en esta linea, y Augusto bas6 su potente autoridad, entre otras ideas, en la vieja ‘concepcién romana del vasallaje. Pero es al final de la historia romana cuando, en la relacién entre el dueio del fundo y el colono semilibre encontramos casi la misma configuracién de la relacién de clientela que en la época arcaica. La nobleza patricia (y quizé s6lo ella) estaba dividida en linajes (gentes). Los pertenecientes a un mismo linaje (en la me- dida en que quedaban ain en Roma descendientes del viejo ppatriciado) estaban unidos por un nombre comin (nomen gentile; por ejemplo, Fabius, Cornelius, Julius) y por cultos comunes. Hasta fines de la repiblica existié un derecho de herencia y un derecho de tutela de los gentiles. A no dudar, son éstos tinica- ‘mente residuos de un significado mucho mayor del grupo gen- tilicio en la época primitiva. Hay signos que parecen indicar que las posesiones de los patricios originariamente fueron propiedad de las gentes. Pero, en todo caso, estos grupos gentilicios y su cortejo de clientes constituian unidades muy cerradas y fuertes Y; Por tanto, un poderoso elemento dentro y al lado dei ordena- miento del estado, el cual, por su parte, se fue fortaleciendo paula- tinamente? Parece ser que hasta se dio el caso de que un solo linaje emprendiera por su cuenta campaiias contra los vecinos de Roma (comp, el relato del ocaso de los Fabios en su lucha contra 2 Una difundida doctcina, representada sobre todo por el historiador dtalia 0 del Derecho Purrno Boxravrz ve en las genter una forma de organizacién polities anterior al estado. Segiin esta teorfa la ciudad estado Roma habria sur ‘Bdo de una federacién de gentes. Agut no podemos tomar postura frento a eta teoria. Pero en todo caso se encueutra mis allé de lo histérieamente demostrable fen sentido esti, 4 HASTA LA MITAD DEL SIGLO I A. C. 15 Veyes en Livio 2, 50), ¢ incluso en el siglo 1v se observa cémo en las listas de magistrados hay determinadas familias de mucho poderio, que aparecen una y otra vez con sus secuaces a lo largo de generaciones. La soberanfa absoluta de la nobleza patricia estaba asegurada en tanto la caballeria, que se reclutaba de sus flas, siguiera siendo la verdadera fuerza de combate en las levas romanas. Pero esta situacién cambié cuando se introdujo la Hamada téctica hoplitica, Ja cual, procedente de Grecia, se difundié también por Italia y, segin afirma la investigacién arqueolégica, a fines del siglo vr habia ya en Roma. Los infantes, con sus pesadas arma- duras, formaban ahora el nticleo de las fuerzas de choque. Com- ponian este nicleo los campesinos plebeyos més acomodados. ¥ éstos, que antes en campafia no habfan desempefiado més papel que el de una multitud desorganizada, pasaron ahora a llevar sobre sus hombros el peso de la guerra y, con él, sus éxitos. Lo mismo que habia sucedido unas generaciones antes en las comunidades yriegas, también en Roma so unié a esta transfor- macién militar la revolucién politica: Ja plebe comenzé la lucha por la equiparacién politica contra las familias patricias. Esta lucha, que se prolongé aproximadamente durante un siglo, t miné teéricamente al democratizar, en cierto modo, la repii romana, Pero, en realidad, el cardcter aristocritico de la politica, del estado continué sin interrupciones. Sélo que ahora un ni- mero de familias plebeyas, que habfan logrado riqueza y prestigio politico en el curso del tiempo, se dividian el poder politico con os Iinajes patricios.* La esclavitud desempefé en la época primitive romana un modesto papel, no comparable con las circunstancias de la repi- blica tardfa y del imperio; el siervo comia con su duefio en la misma mesa y del mismo pan, y estaba protegido, en caso de le- siones corporales, con la mitad de la composicién de un hombre libre (XII Tablas, VII, 3); una vez manumitido, tenia la obliga- cién de permanecer fiel a su antiguo amo, como si fuera un cliente, 3. Por lo demis suchas de las familas ploboyas dininguldas proceden de ee nobles do lan comunidades vecinas, la cial cotraron en eszocha rlacén fon in noble romasa basa tomanar por tomar farts de atures c= Boma. 16 LA EPOCA ARCAICA ¥; @ diferencia de épocas posteriores, primitivamente no adquiria la ciudadania. El extranjero, lo mismo que el liberto, en Roma carecia esencialmente de derechos‘ y necesitaba la proteceién de un ciudadano influyente, a no ser que perteneciera a la estirpe comin de los latinos o a otra comunidad a la que se hubiera concedido el commercium, esto es, la equiparacién con los cit- dadanos en el trifico juridico privado. Aunque lo més corriente fuera, sin duda, producir las cosas en la casa propia, no obstante, el cambio de mercancia y dinero s un elemento muy antiguo de la vida econémica itilica. Hubo tun tiempo en que el ganado sirvié para el trueque, segin se desprende de la denominacién del dinero como pecunia (pecus). En su lugar se encuentra, ya desde el afio 1000 a.C., el cobre (aes), al que se le puso muy pronto una marea en sefial de pureza; no obstante, en Roma fue acufiado tan sélo a partir del siglo m, y més que acufiado era fundido en toscas monedas de una libra de peso (as librale). Por lo demés, es muy posible que ya antes estu- ‘vieran en curso-monedas extranjeras (especialmente, monedas griegas). TIL Ex zsrapo.—TI. Los romanos no legaron nunca a desper- sonalizar tanto el{concepto de estado como nosotros. Para ellos, el estado no era un poder abstracto, que aparece frente al individuo ordenando o permitiéndole algo, sino simplemente el conjunto de personas que lo componen, es decir, el estado eran los propios iudadanos. De ahi que no conocieran para él més nombre que el de comunidad de ciudadanos: Populus Romanus siguié siendo la denominacién técnica del estado romano,’ mientras hubo una 4 Ea las XII Tablas (cide p. 99 ss.) al extranfero se le lama hostis; se Je designaba, por tanto, con la misma palabra, que se empleé después para ol gemigo. Mis reciente es In denominacién del extranjero como peregrina, este % el que ha llegado por terra (per adres). 5. Res publica (= ree populi) n0 era una designacién técnica para el estado gemo tal aunque el uso de esta palabra en Joe autores de la reptblica tata de.) é20ca imperial so aproxima con frecuencia al moderno concepto de estado, [ | sli i i ili i ieee inion HASTA LA MITAD DEL SIGLO It A. C. yy tradicién republicana, esto es, hasta bien entrada la época del imperio. De todos modos, en documentos oficiales se solfa citar también al senado, anteponiéndolo al pueblo (SPQR =senatus ‘¢ Romanus); en ello se refleja el inmenso poder que avin tenfa el senado en las épocas republicanas alta y tarda, 2. Las asembleas cfvicas.—La comunidad de ciidadanos que Toa auc era, al propio tiempo, el organismo su premo, al menos en la época republicana. En su asamblea (comile tia, de com-ire, reunirse) se decidia sobre paz y guerra, se elegian los magistrados y se votaban las leyes. El pueblo ene eae constituido en ¥ no como una multitud d Cuando la constitucién republicana alcanza su desarrollo COM» pleto existen tres formas de agrupar a todo el pueblo, las cuales surgieron, sin duda, en distintas épocas y tenfan una naturales muy diversa. Sélo de la més antigua de estas asambleas, Jom comicios por curias (comitia curiata), puede decirse con seguridad que. ya existia,en Ia época monarquica. Es posible que asamblea arranque, en la configuracién histérica, del siglo vi & pero sus comienzos se remontan probablemente mucho mils atria, quizis incluso a la época en que surgié el estado romano, Lot cindadanos se agrupaban aqu{ en curias (curias, segiin es de supo= ner =co-biria, “agrupacién de varones”). Estas curias, en. de 30, de las que cada 10 formaban un “tercio” (tribus) de colectividad, eran, al igual que las fratrias (“hermandades las ciudades griegas, agrupaciones religiosas con cultos y tros propios. Dominaba en ellas la inffuencia de los linajes tricios. Muchos investigadores ereen incluso que los cian ni siquiera a las curias; pero esto es poco Fae aga peas of lees ae la base del ejército, del que dificilmente estarian del todo dos los plebeyos. En un principio, cada tribu escuadrén de caballeria; luego, dos o més, y es posible qué curia originariamente proporcionara una centuria (¢ infantes. Los comitia curiata de la época republicana, en Io 36lo tenfan funciones religiosas y juridicas, como muestri 18 {LA POCA ‘ARCAICA se reunieran bajo la presidencia del pontifex maximus, jefe de la religién del estado (vide p. 21 ss.). Como la constitucién por curias no existia entonces practicamente, los comicios curiados se celebraban sin una participacién efectiva de los ciudadanos. ‘La asamblea s6lo constaba de jacto de 30 lictores, que representaban a cada una de las curias. Es incierto cual fue la competencia de la asamblea por curias en la época mondrquica. Se reunia cuando se tomaban los primeros auspicios para el rey (vide p. 21) y en algunas funciones referentes a ritos. Es probable que ya entonces sus principales funciones fueran de indole religiosa. No se sabe sien algin tiempo tuvo que tomar decisiones especificamente poli- ticas, por ejemplo, sobre ia paz y la guerra. En cambio, la segunda forma de asamblea popular romana tenia propiamente cardcter politico desde un principio; en ella, los ciudadanos se encontraban agrupados por centurias (centuriae). El origen militar de esta asamblea es evidente. Mientras hubo un ejéreito de ciudadanos romanos, los infantes se ordenaban en centurias; por Jo demés, una porcién de ceremonias militares, que siempre fueron propias de esta forma de asamblea militar, confir- ma Ia hipétesis de que, en un principio, los. comitia centuriata no i rcito de hoplitas (supra, p. 15) constituido para el ejercicio de funciones politieas. De ahi, que su origen deba bus- arse en la época inmediatamente anterior a la introduccién de la tictica hoplitica, es decir, a fines del siglo vx 0 comienzos del siglo v a.C. Ademés, parece que las XII Tablas conocen ya los comicios centuriados (tab. IX, 2: comitatus maximus). En la tinica configuracién que conocemos de cerca, en la lamada constitucién serviana (pues, segiin relata la tradicién, su creador fue cl pentiltimo de los reyes, Servio Tulio), Ia distri- ucién por centurias ha perdido ya claramente su cardcter militar y se ha convertido en un- modo de regular el sufragio y los 6. Bajo la presidencia de wn oinsul o de un pretor solamente cuando éstos, f tenor de la eleccién realizada en los comicios centuriados (cide supra) sban {recibir Ia mada lez curiata deimperio, que les otorgaba el derecho formal a Gieretar su poder de mando (Imperium, olde p. 26 ss), especialmente en cam- pala, Este acto puramente formal tenia también con probabilidad un significado Stero y juridico, Puede que surgiera do la cooperacién de la asamblea por eurlas al consagrar al rey (véase lo que sigue). HASTA LA MITAD DEL SIGLO II A. C. 19 tmpuestos. Asi, los ciudadanos se dividian segin su patrimonio en clases, y cada una de éstas constaba de un mimero fjo de, centurias, sin consideracién a la cantidad efectiva de cabezas. De este modo, el total de 193 centurias estaba repartido por clases, de manera que los més pudientes —los jinetes y la primera clase— peseian ya la mayoria absoluta con 98 centurias.* Y es que los vyotos dé los ciudadanos sélo se computaban una vez en cada centuria; la mayoria daba el voto de cada centuria; ahora bien, era la mayoria de las centurias la que decidia el resultado de la yotacién total. Como, ademés, no se lamaba simulténeamente a las centurias, sino por el orden correlativo de las clases, y como Ia votacién s6lo duraba hasta alcanzar una mayorfa, lo normal era que los ciudadanos pobres ni siquiera legaran a ojercitar su derecho de sufragio. Hsta division de los ciudadanos ya no atendia a criterios militares; parece evidente que es consecuencia de un cfleulo aritmético del sufragio politico, dirigido a asegurar a la ‘timocracia el predominio en la forma mis importante de asamblea popular. En los comicios centuriados se ¢legian los magistrados mayores (cénsules, pretores, censores) a propuesta del magistrado que convocaba la asamblea, que era, por regia general, el cénsul; se votaban las leyes (leges, véase infra, p. 40) y se decidia solem- nemente sobre la guerra y la paz. Esta asamblea era la tinica competente en procesos politicos en que hubiera que decidir la aplicacién de la pena capital a un ciudadano (de capite civis). ‘A diferencia de los comicios centuriados, los comitia tributa, tercera y iiltima forma de las asambleas populares romanas, te- nian, ya desde un comienzo, un marcado cardcter civil. En ella se dividfa a los ciudadanos por su pertenencia a circunscripciones del territorio romano, que, al igual que las tres fracciones de ciudadanos de las curias, levaban el nombre de iribus (no se sabe, sin embargo, cudl sea Ja relacién entre ambas instituciones). Originariamente habia 20 circunscripciones; cuatro de ellas, las tribus urbanae, se encontraban en el recinto de la ciudad; las de- mis, que levaban nombres de linajes patricios, en las cercanias 7. De todos modos parece haber cambiado algo esta situaciin en favor do las clases Inferiores en wna reforma posterior de la constituciin de las centue Has (aiendo tan osoaro el momento en que se realiz6 como sus detalles). 1 | 20 ‘LA EPOCA. ARCAICA de Roma (tribus rusticae). Desde el siglo v hasta la mitad del siglo m a.C. ascendié el mimero total de las circunscripciones a 95, a medida que se fueron fundando nuevas tribus risticas sobre el suelo conquistado. No se rebasé este niimero, a pesar de ef territorio del estado romano aumenté luego hasta llegar a abarcar toda Italia (infra, p. 45 ss. y 49). Lo que se hacia ahora era adscribir las comunidades, que entraban en la federacién romana, a una de las tribus existentes, as{ como a las personas que adquirfan la ciudadania:Con ello, Ia divisién por tribus perdié progresivamente su referencia territorial, hasta convertirse, por Ultimo, en una pura distribucién personal de los ciudadanos. En los comicios por tribus, los miembros de cada una de ellas constituian una unidad de sufragio que tenia una funcién pare- cida a Ia centuria en los comicios centuriados: decidfa la n.ayoria de las tribus y no la mayoria de los ciudadanos con sufragio, y como —al menos en la época arcaica*— las numerosas tribus rristicas, que constaban de pocas cabezas, éncerraban la riqueza inmobiliaria, y, en-cambio, las pocas pero'nutridas tribus urbanae contenian la poblacién urbana, que, en su mayor parte, no tenfan inmuebles, el elemento conservador tenfa también asegurado su predominio en esta forma de asamblea cfivica, en que se elegian los magistrados menores y se imponjan penas pecuniarias por infraccién de leyes. z ecptapenaa ae ‘i ‘Los ciudadanos sélo se ordenaban por curias, por centurias y por tribus con el objeto de votar las mociones de ley (rogationes) 6 Jas propuestas electorales del magistrado que presidia Ja asam- blea. Las notificaciones del magistrado y discursos de las perso- nalidades que introducia éste tenfan lugar en una asamblea amorfa (contio). Ahora bien, en todo caso los ciudadanos sélo se reunian si el magistrado competente los convocaba, pues a dife- rencis, por ejemplo, de las democracias griegas, la asamblea no 8. En el afo 312 el censor Apio Claudio, el ciego, hizo insccibir a los cludadanos proletarios (gue hasta eatonces aban estado fuera de las trbus) ea todas las tibus existentes a la sazin (Liv. 9, 46, 10 ss.). Pero los censores poste. ores limitaron Ta inseripeién a las cuatro tibus Sélo con las transfor: rmaciones sociales que siguieron a las guerras pinicas y con la admisiin de nuc- Yor cludadanos cambié la composicién do las tribus risticas, las cuales, no obs taste, siguieron teniendo mejor consideracién que las urbanas. HASTA LA MITAD DEL SIGLO II 4. C. at tenfa el derecho de iniciativa; ella sélo podia aceptar o rechazar Jas propuestas que se le taran. 3. Le —En la época més remota, en el vértice del estado romano habia un rey (rez), a quien correspondia no s6lo Ja jefatura militar y politica, sino también la representacién de Ia ‘comunidad ante los dioses. El poder absoluto de la monarquia poco antes de su caida (que la tradicién sitia en el afio 510 a.C.) se refleja claramente en las atribuciones de los jefes republicanos, que ocuparon su lugar. Los atributos externos heredados por el magistrado republicano muestran una posicién preeminente y un amplio poder de mando: asi, las vestiduras de pirpura, que el magistrado republicano sélo ostentaba el dia del triunfo después de una campaiia victoriosa, y hay que suponer que el rey lag Ievara en todas las;ocasiones solemnes; Inego, los maceros (Iie- ores), los cuales, preparados siempre para ejecutar, con la segur y los haces (fasces), precedian al magistrado; el asiento sobre un elevado estrado (tribunal) y la silla curul, omada de marfil (sella ‘curulis). Los propios romanos estaban convencidos de que estos distintivos del poder regio procedian de los etruscos y algunos indicios permiten suponer que el poder politico de la monarquia, que reflejan estos simbolos, sélo legé a desarrollarse plenamente en la época de los uiltimos reyes etruscos. Cuando se considera no la magistratura republicana, sino el cargo sacerdotal, que sucedié al rey en-el Ambito religioso, quedan de manifiesto otros rasgos més antiguos de la monarquia. El titular (vitalicio) de este cargo se lama rex sacrorum; por tanto, no se trata esencialmente de una institucién distinta de la monarquia, sino de la vieja monarqufa, que se mantuvo en su funcién religiosa mientras hubo un culto estatal romano, ya que sélo. un rey posefa los mégicos que eran imprescindibles para desempefiarla. La forma de constituirse este rex sacrorum trasluce claramente antiquisimas concepciones sobre la proximidad de los dioses y el poder miigico el rey legitimo y, por ello, también se puede aplicar verosiimil: mente a la monarquia romana. El rey no ere ni elegido ni 7 nado por su predecesor, sino revelado por los dioses por de presagios (especialmente, vuelo de las aves). Por eso, on Ii época republicana © imperial existia ain la costumbre de pit 2 LA EPOCA ARCAICA sentar el rex sacrorum a los dioses para que lo confirmaran me- diante presagios en presencia de los comicios curiados, después que el rex sacrorum habia sido “tomado” (captus) por el pontifex maximus, por el jefe de los pontifices, cuyo colegio entendia en materias de Derecho sacral. No es casualidad que la tradicién romana se refera a tales auguria al hablar de Rémulo y Remo (Liv. 1, 6, 4 s.) y de Numa Pompilio (Liv. 1, 18, 6 ss.). El poder real se asentaba, por tanto, sobre un especial carisma de indole magica y religiosa, lo mismo que el antiguo “carisma real” (Ké- nigsheil) germénico, y la funcién religiosa del rey era, en sus origenes, tan esencial como la politica y la militar, y estaba estre- chamente vinculada a ellas. Pero ya durante la época tardia (etrusca) de la monarquia debié de surgix una concepcién més racional del poder politico. De lo contratio, no se comprenderia la cafda de la monarquia, es decir, que se la privara de poder, reduciéndola estrictamente a funciones religiosas. ~€ 4. Las magistraturas de la reptiblica.— Los magistrados anua- les, que tomaron el mando tras la expulsién de los tarquinos, tenian nicamente mando militar y poder politico; no supone un obstéculo a ello el hecho de que la toma de posesién y el desem- pefio de su cargo fueran siempre unidos a actos religiosos (toma de los auspicios). La competencia propiamente religiosa quedé reservada a los sacerdotes, entre los cuales el colegio de los pon- tifices fue ocupando progresivamente el primer plano como ins- tancia suprema en la materia, hasta el punto de que su presidente llegé a estar por encima del rey. Se discute vivamente los pormenores de la primitiva evolucién del cargo supremo de la repiiblica. Frente a la tradicién romana, que hace comenzar la colegialidad del cargo en el primer afio de Ja reptblica (610 a. C.), hoy dia una opinién muy difundida afirma que los jefes, originariamente, no eran dos y que su rango era diferente. Ofrece cierto apoyo a esta apreciacién la circunstancia, entre otras, de que la misma tradicién romana conoce, para los liltimos decenios del siglo v y el principio del siglo xv, un mayor niimero de magistrados colegas (tribuni militum consulari potes- tate), los cuales se alternaban y hubieron de llevar la direccién militar y politica en lugar de los cénsules. De ahi que el régimen sia ecilbeas gb. HASTA LA MITAD DEL SIGLO II A. ©. 3 del consulado, que se convirtié sin duda, tras este periodo, en norma Gja, plantee el problema de si fue verdaderamente una ‘vuelta al ordenamiento mds antiguo, que desde generaciones habia caido en desuso y, por ello, apenas podia estar enraizado en la conciencia politica. Pero frente a tales dudas lama la atencién el que la tradicién undnime, que coincide en afirmar la originaria colegialidad de la magistratura suprema republicana, halle una ase muy firme en los fasti consulares, lista de magistrados mayo- res que se nos ha conservado también a través de inscripciones. El testimonio de esta fuente, la cual en otros aspectos se ha reve- lado cada vez mis como digna de fe, no se puede rebatir convin- centemente con los indicios que tenemos a nuestra disposicién. De ahi que, a pesar de las dudas, siga siendo lo més probable que Ja magistratura suprema romana fuera ya dual al comienzo de la repiblica. Sin embargo, parece que el nombre més antiguo para Jos magistrados que ocupaban este cargo no fue el de consules, sino el de praetores. La ley de las XII Tablas habla del pretor y nodel eénsul (vide p. $3 ss.),-y un viejo texto legal reproducido por Livio (7, 3, 4ss.) llama a cada uno de los supremos magistra- dos praetor maximus. Praetor (de praeire, ir al frente de) designa de forma andloga al alemin “Herzog” (duque) al jefe militar y, con ello, acentia Ia funcién més importante del magistrado en una comunidad primitiva. Sin embargo, no cabe la menor duda de que el poder del pretor tuvo desde el principio una faceta civil, Comprendia materias que Iuego se calificaron de coercitio (poder disciplinario) y iurisdictio (decir derecho), todo lo cual se solia englobar —junto con el mando militar (imperium en sentido estricto}— en el concepto de poder general de mando (imperium fen sentido amplio). A éstos hay que aiadir, como instrumentos de la direceién politica del estado, la facultad de convocar al pueblo en asamblea y proponer leyes para su votacién (ius agendi cum populo) y el derecho a convocar e interrogar al senado (ius agendi cum senatu). feat Sore peiesin ceed, Woricitame a coaegaasaet ater cxiguao do ‘s ‘eck cca a ex a sbtoma, do Soe maiccndo fsodanentaette de Tinmo rang que alo ye fara eee del poder desu car. Br A POCA ARCAICA En campafia (militae), el magistrado dotado de imperium tenia la facultad de aplicar, segin estimara conveniente, penas corpo- rales al ciudadano indisciplinado y podia, incluso, hacerlo eje- catar. En cambio, “en casa” (domi), esto es, dentro de un radio de una milla de Roma, un ciudadano amenazado con pena cor- poral o con la pena de muerte podia “llamar en su ayuda” al pueblo (provocatio ad populum), a no ser que hubiera sido decla- rado culpable anteriormente en un proceso formalmente regular. Es de suponer que este derecho de apelar al pueblo surgiera en las luchas entre patricios y plebeyos y, tras algunas’ vicisitudes, fue reconocido definitivamente el afio300 a.C. por una lex Va. leria.3® Este derecho ponia un limite, dentro de Roma, al poder coercitivo de los magistrados con imperium; los magistrados de igual rang o superior y, sobre todo, los tribunos, a quienes se solia recurrir en tales casos, podian llevarlo a efecto mediante su veto (intercessio). La expresién simbélica de esta limitacién del imperium se encuentra la costumbre de que los lictores del ma- “gistrado'dentro de la ciudad (intra pomerium) slo Wevaban los fasces y no la segur, como fuera del limite de la ciudad. Por lo demis, este poder del magistrado, aparentemente ili titado, estaba coartado por la duracién del cargo, que era slo de un afio (anualidad), y por la existencia de dos (0 més) magis- trados dotados de las mismas atribuciones (colegialidad). La cole- gialidad entre Jos titulares del mando supremo, que ahora se lamaban consules,% se impuso especialmente desde la introduc- cién del régimen del consulado (véase supra), es decir, en todo caso desde principios del siglo rv (leges Licinice Sextiae, 367 2.C). Esta colegialidad conducia a consecuencias singulares y peligrosas: a que el poder supremo se alternase diariamente cuan- 10. La tradiciin romana conoce tres loges Valeriae de provocatione (500, 445 y 200 a. C), do las que sélo la iitima debe de responder a la realidad histérica. La. norma de las XII Tablas citada anteriormente (wspra, p. 19) aobee st procedimiento penal ante los comicios centuriados nada tiene que ver con ol derecho de provocacién, 11. | Monousen interpretaba consules como “colegas”, en tanto hacia derivar ‘esta palabra de consalire (“taltar juntos”); pero es aids probable que tenga rela; cid con consulere, y que designe a los magistrados que por regla general sollan {nterpelar ‘al senado, fide lhe | | HASTA LA MITAD DEL SIGLO HI A. c. 25 do ambos cénsules se encontraban en el mismo teatro de opera~ ciones y al derecho de cada uno de anular con su intercesién las actuaciones del otro (véase supra). Constituye uno de los secretos de la vida estatal romana (véase infra, p. 30) c6mo este sistema no levé a mayores descalabros. Claro que en situaciones criticas se podian eliminar los peligros de la colegialidad nombrando un dictador. Cada c6nsul podia hacerlo. Por su parte, el dictador designaba como ayudante suyo un jefe de caballeria (magister equitum). El dictador tenia el mayor poder militar y civil en el tiempo que se encontraba en su cargo, el cual duraba, a lo sumo, seis meses y acababa en todo caso al cesar en su cargo el cénsul que le habia nombrado; mientras tanto, este’ poder del cénsul es- taba latente (segin Polibio 3, 87, 7) 0 sélo podia ejercitarse en tanto lo permitiera el dictador. Al lado de los dos cénsules, desde las leyes Licinias Sextias del aio 367 a.C. comenzé a actuar un tercer titular del imperium, que ahora ostentaba, él solo, Ia antigua denominacién de praetor. Se"encontraba pospuesto’a los cénsules (minor college consulum), aunque su imperium era completamente igual al consular. Nor- malmente le incumbia a él (y no al cénsul) la iurisdictio; pero en caso de necesidad podia desempefiar otras funciones militares 0 politicas en lugar del cénsul (que hubiera fallecido, estuviera ausente o tuviese otras ocupaciones).. Cuando, a partir de la mitad del siglo mm a. C., comenzaron a aumentar las tareas tanto en ma tela do adminstracién como en lo militar y lo politico, se crearon nuevos pretores, que asumieron en parte la jurisdiccién url y, en parte, la direccién de la guerra y administracién de las Posesiones transmarinas de Roma, mieatras la importancia de estas misiones no exigiera el envio de un cénsul. Es caracteristico de la estructura del estado ciudad republicano y del pensamiento politico de los romanos, el que no se tratara de resolver el cre= ciente nimero de asuntos creando magistraturas especiales, como se hizo luego en el principado, sino que se mantuviera la idea de un imperium unitario y omnicomprensivo. 12, La comstiueién de Ja dictadura se considera por algunos autores mo- demos como la forma més antigua de conducciéa del estado republicano, a la que se recurrié después en épocas de emergencia. BE 26 1A POCA ARCAICA De todos modos, existié también desde antiguo una porcién de magistraturas que no sélo tenian una esfera limitada de aplica- ifn, sino también facultades imperativas més limitadas, Sus titu- Jares posefan, ciertamente, la potestad correspondiente a su campo de actividades (potestas), pero no un poder general de mando (imperium). La més antigua de estas magistraturas es la de los. cuestores. Nacié para la administracién del erario piblico (aera- rium populi Romani) * hacia la mitad del siglo v a. C., quizés a imitacién de las ciudades griegas de Italia, y era primitivamente luna magistratura dual, lo mismo que el consulado. Sin embargo, en el mismo siglo, segin la tradicién, se aiadieron a los dos ‘euestores urbanos otros dos para el servicio de.la guerra, como administradores del erario militar y ayadantes del general; desde el 267 a. C, se eligieron 8 cuestores por aiio, y desde Sila, 20; los nuevos puestos servian a la administracién de Italia y de las pro- vincias (véase p. 94). Mas reciente que Ia cuestura es la magis- tratura de los aediles curules. Tenian a su cargo la policia de calles y mercados juntamente con los ediles plebeyos, los cua- les originariamente fueron magistrados especiales de la plebe (véase p. 32); pero, a diferencia de éstos, ejercian también juris- dicoién en los litigios de mercado y en determinados asuntos de policia. Como magistrados jurisdiccionales, les correspondia, a diferencia de los ediles plebeyos, la silla cural (sella curuilis, véase p-21); su nombre se debe a este cardcter diferencial. Por tiltimo, la censura constitufa una magistratura con esfera especial de funciones. Ambos cSnsules, que solamente se elegian cada cinco afios por 18 meses, tenfan que comprobar y tener al corriente el censo de ciudadanos y, en especial, detérminar la ordenacién de éstos en las clases de la constitucién serviana (sufra, p. 18) y en las tribus (supra, p. 19) y realizar la admisién formal de los ex magistrados en el senado (lectio senatus); ade- mis, concedian a empresarios las obras pitblicas y arrendaban el 1. Segin Técito, ana. 11, 22, el afo 447 a. C. se eligieron los cuestores por el pueblo por vez primera, Es’ probable que estor cuestores del tesoro m0 fengan nada que ver con los quaestores parricdtt (= pesquisidores de atesinator, Jos cuales mencionados ya en la ley de las XII Tablas, debieron tener funcionee sudiciales. HASTA LA MITAD DEL SIGLO mr A. ¢. cd suelo estatal. Esta magistratura gozaba de. un prestigio especial, sobre todo debido a que a la casticacén de Lav ciudadanse ya la lectio'senatus se unia una especie de control moral y jurfdico. Desde la mitad del siglo mm se eligié como censores casi exclusi- vamente ex consules (viri consulares), y la censura se consideraba como la culminacién de una brillante carrera politica. Todas estas magistraturas eran cargos gratuites (honores) que, en parte, exigian aun de su titular considerables gastos personales para el bien comin (e incluso después para diversion de los ciudadanos), gastos que sélo encontraban adecuada compensacién en la parte de botin del general vencedor. Slo tenian sueldo los esbirros de la policfa, mensajeros y escribas, que no eran magis- trados en sentido romano, sino tan sélo érganos auxiliares del gobierno; su prestigio social era tan escaso, que la mayorfa de las veces se empleaban libertos para este cargo. La influencia practica de estos “servidores” del magistrado (apparitores, de apparere, estar a disposicién de, servir) no era, en general, muy grande, ya que el magistrado ejercfa sus funciones personalmente y de pe- labra, siempre que ello fuera posible. En la época del principado surgen por vez primera atisbos de burocracia. 5 El senado.— El tercer elemento de la vida constitucional romana, al lado de las asambleas del pueblo y de las magistra- turas, era el “consejo de los ancianos” (senatus). Existié ya, sin duda, en la época monérquica, aunque es de suponer que por aquel entonces el senado fuera una asamblea de los jefes de la nobleza patricia; luego, en la reptiblica, fue transforméndose pro- gresivamente en un consejo de ex magistrados. El haber revestido una magistratura se convirtié en presupuesto normal para ser admitido en el senado y, al crecer paulatinamente el némero de magistraturas, aumentaron también las posibilidades de tener un asiento en el senado (derecho que era fundamentalmente vitalicio), Cuando en el atio 216 a.C., tras la batalla de Cannas, hubo que completar de nuevo el senado, pues presentaba grandes claros, sélo los ex cénsules y los ex pretores tenfan tal posibilidad; 100 afios después, también la tuvieron los ediles y, desde Sila, los cuestores. El titular de tal expectativa, aunque, en sentido estricto, no se contara entre los senadores (qui in senatu-sunt); no obs. 28 LA S0cA ARCAICA tante, en cuanto hubiera transcurrido el afio de su magistratura, podia tomar parte en las sesiones del senado de modo provisional, ¥ emitir su voto (quibus in senatu sententiam dicere licet). El se- nado se dividia en érdenes, que se correspondian con el rango de las magistraturas que habian revestido los senadores. A tenor de lo, los ex censores (censorii) y los ex cénsules (consularii) ocu- paban la primera clase; seguian los pretorii, los aedilicii, etc. Como el magistrado que presidia solfa preguntar a los senadores por esta jerarquia,"* los “grandes ancianos” eran quienes marca- ban Ia pauta, En el senado se acumulé toda la actividad y expe- riencia de la clase rectora de la vida politica. Era, en medio de los cambios anuales de magistrados, el factor de estabilidad de la vida constitucional romana. Ello explica el inmenso poder de esta corporacién a Jo largo de siglos. Sin tener propiamente poder le- gislativo 0 ejecutivo, conservé durante siglos la direccién efectiva del estado como érgano consultivo permanente (consilium) del * magistrado: Sus consejos (senatus consulta), formalmente no.vincu- lantes, encerraban las decisiones politicas claves, y mediante su derecho a disponer de los recursos financieros de la comunidad, asi como por Ia hébil utilizacién de las limitacines derivadas de la colegialidad y de la anualidad del poder de los magistrados, fue capaz de dobiegar a su voluntad aun a magistrados de ten- dencias contrarias. El periodo de la soberanfa del senado fue la época mis brillante de la historia romana; su decadencia significé al propio tiempo la caida y hundimiento del orden republicano. 6. Resultado de las luchas estameniales. Organos especiales la plebe.— A comienzos de la repiblica, sélo la nobleza pa- tricia tenfa capacidad para revestir las magistraturas y tener asien- to en el senado. Los plebeyos hubieron de combatir duramente por el acceso a las magistraturas en las luchas estamentales de los 14, Desde Anes del siglo mz a. C. basta Sila labo un portavoz oficial del senado (princeps senatus), al que correspondia el derecho a manifestar el pri ‘mero su opinién. Era uno de los mis viejos y prestigiosos consulares. El vltimo figlo anter de Cristo se solla preguntar primero a los cénsules simplemente desig- nados (elegidos para el ao, siguiente, pero que nose encontraban afin on el cargo) —- ‘HASTA LA MITAD DEL SIGLO MI A. C. 29 siglos v y wv a.C. Las alcanzaron gradualmente: Aun después de llegar al consulado (367 a. C.) siguieron algin tiempo sin tener acceso a otras magistraturas. Donde mds tiempo se mantuvo el monopolio de los patricios fue en los cargos sacerdotales: El de pontifex maximus, por ejemplo, fue ocupado por vez primera por un plebeyo el afio 254 a. C.; hubo incluso cargos sacerdotales (sin ninguna trascendencia politica) que quedaron siempre reservados a los patricios (por motivos de culto). Se admitié a los plebeyos en el senado quizds antes de que tuvieran acceso a las magistraturas, pues el haberlas desempefiado primitivamente no era condicién imprescindible para lograr asien- to en el senado. Ademiés, los patricios conservaron —precisamente en el senado— ciertos privilegios, que nunca fueron abolidos, El antiguisimo tratamiento “paires”, juridicamente, s6lo corres pondia a los senadores patricios. Los patres patricios eran los linicos que posefan el derecho de ratificar (auctoritas patrum) acuerdos y elecciones de los comicios; ello suponfa originaria- ‘mente un‘derecho de control muy importante, aunque perdiera trascendencia cuando se pasé a informar en el senado los ppro- yectos de ley y las propuestas electorales, ya antes de que se llevaran a la asamblea del pueblo, para que luego las autorizaran los patres. Por ultimo, un extrafo privilegio de los senadores patricios era la antiqufsima institucién del interregnum, que, sin duda, arranca ya de la época monérquica: Cuando por causa de muerte 0 abdicacién no habia nadie en posesién del imperium, ol poder (los “auspicios”) recafa en los senadores patricios; éstos asumian la regencia (cada uno de ellos, a lo sumo, por cinco dis) con la misién de realizar la eleccién de un nuevo edmsul tan pronto como fuera posible. Este procedimiento se utilizé aiin en la época de Cicerén. Fue s6lo un nimero relativamente pequeiio de familias beyas quien se beneficié (en lo esencial y a largo plazo) de Ia equiparacién politica alcanzada por la plebe, y estas familias lograron egar al consulado y ser reconocidas como coparticippes del poder politico por los'linajes patricios. Formaron con los pit= tricios una nueva nobleza de gobernantes, Ia Hamada nobilitas, Ia iii i i 30 1A EPOCA ARCAICA ‘cual, con el paso del tiempo, se fue haciendo cada vez més im- permeable a los advenedizos (homines novi). Gircunstancia decisiva para el éxito de los plebeyos en la Jucha por el acceso a las magistraturas fue, sin duda, el que poseyeran una eficaz organizacién politica propia. Esta organiza- ‘ci6n quizé respondia en sus comienzos a motivos de indole reli- pe 0s eli. Uo india ol name doo peinere magistrados je Ia plebe: los dos ediles (aediles, de aedes = templo) habrian sido, originariamente, los administradores de los templos plebeyos. ‘Ademés, en las luchas politicas de la plebe no desempefiaron ningéin papel y se les asigné muy pronto funciones estatales de cardcter general (funciones de policia). En cambio, es muy posible que la magistratura de los tribuni plebis, en un principio, estu- viera ya destinada a proteger los intereses de la plebe frente a los linajes gobemantes de los patricios. Una “conjura” (coijuratio) de todos los plebeyos, es decir, un juramento solemne dado por toda la plebe, de que se vengarfa con la muerte cualquier agresién al tribuno, otorgaba a éste la inviolabilidad (sacrosanctites) mien- tras duraba su magistratura. La misién de acudir en ayuda del ciudadano particular, de protegerlo contra las opresiones e injus- ticias (auzili latio), fue siempre la propia de los tribunos de la plebe, La plebe se organizaba conjuntamente en el concilium plebis (concilium, de conkalare = convocare); ordenado por tri- bus. Los acuerdos de esta asamblea, que era convocada y dirigida por los tribunos, y por aquel entonces comprendfa a la mayoria de los ciudadanos, otorgaban a las exigencias de la plebe la fuerza necesaria. ‘Al terminar las Iuchas estamentales siguieron en vida los érga- nos especiales de la plebe y se acoplaron de un modo peculiar a Ja vida constitucional del estado. Los acuerdos del concilium ple- bis (plebis scita) tomaron cardcter vinculante para todo el pue- blo.* En la época romana alta y tardia se convirtieron incluso 15, El asvenso etcalonado do una familia hasta el consulado (y con ello a la aoblezs) no era un acontecimiento inaudito, y sf en cambio, el que una pes sona sin ascendencia senatorial alcanzara el consulado. En un lapso de tempo do 900 afioe esto sucedié Unicamente quince veces. 16. ‘Segin la tradicién esto so reconocié logalmente tres veces (449, 399 y HASTA LA MITAD DEL SIGLO I A. C. 31 ‘en Ja forma normal de legislar. A los tribunos de la plebe (cuyo imero oscilé en un principio, legando luego a 10) se les asigné ‘el derecho de interceder contra las actuaciones oficiales de cual- quier magistrado (a excepcién del dictador): cada uno de ellos podia paralizar, por tanto, la actuacién de cualquier magistrado Erdinario. Los tribunos podian asistir a las sesiones del senado (primero, s6lo en el banco de los tribunos, que se colocaba en la puerta) y, por ultimo, conyocar y dirigir el senado (ius agendi Gum senaiu), La solidaridad de la aristocracia de patricios y ple- beyos y el admirable rigor y sobriedad del pensamiento juridico de los romanos eliminaron durante largo tiempo los riesgos inhe- rentes a la institucién del tribunado de la plebe; més atin, el senado encontr6, precisamente en los tribunos y en su derecho de intercesién, el medio adecuado para imponer su_voluntad frente a magistrados petulantes. Pero cuando en la segunda mitad del siglo x a. C. aparecieron una y otra vez tribunos de la plebe que se situaron frente a la voluntad del senado y persiguieron metas revolucionarias con métodos demagégicos, ello signifies el ‘comienzo de una crisis politica interna, que condujo fnalmente al ocaso de la repéblica. § 2,.—El Derecho civil de la época areaica I. La reostacéy pe 1as XIL Tastas.—El primer hito rela- tivamente fijo de la historia del Derecho romano es la célebre ley de las XII Tablas, en la que los mismos romanos veian el fundamento de toda su vida juridica (fons omnis publict prica- tique iuris, Liv. 3, 34, 6). Se ha dudado, sin razén, de la histori- cidad de esta obra legislativa; * es posible que la fecha tradi- ional, los afios 451-50 a.C., sea también cierta; es digna de crédito la conexién que sefialan los historiadores romanos entre la ley y las incipientes luchas de patricios y plebeyos. La ley fue 296 a. C); pero probablemente blo sea digna de eréito la mis reciente de ‘etas loves (a lez Hortonsia de plebiscits). 7.” Espedaimente por el Mistoriador Mallano Exvons Pass y el historiador feancts del Derecho Eoovan Lisoumer, Ea contra la opinién dominants. Sin trnbargo, algunos autores ailadoe contindan manifestando opiniones, que cuanto ‘Denor 60 aproximan a aquella critica tan radical. 32 EA EPOCA ARCAICA obra de una comisién de diez personas (decemoiri legibus scri- bundis), a quienes se encomendé el poder politico durante el tiempo de su actuacién, suprimiéndose las magistraturas ordi- narias. E] texto de las XII Tablas se nos ha transmitido “nicamente en fragmentos e, incluso éstos, en citas que hace la literatura de fines de la repiblica y comienzos del principado. Sigue en la incertidumbre cudnto se ha perdido y el orden de colocacién de las diversas normas juridicas; los modernos ensayos de recons- truccién, como el de Scndxx. (Legis XII tabularum reliquiae, 1886), segén cuya ordenacién se suele citar hoy dia, son totalmente hipotéticos y, en algunos puntos, incluso improbables. Es posible que algunas de las prescripciones transmitidas como de las XII Ta- las tengan, en realidad, un origen mis reciente y que incluso los fragmentos auténticos hayan sido modernizados al menos en su forma, pues el texto, que se escribié sobre doce tablas de madera, desaparecié pronto (probablemente, en el incendio de los galos, 990'a.C.), y'a fines de la'reptblica lo tinico que se conocia era el texto en una forma més o menos adaptada al latin de la &poca. Por eso, los fragmentos conservados no nos ofrecen, lin- gliisticamente, dificultades insuperables de comprensién, en tanto que dificilmente entenderiamos el latin auténtico’ de las XII Ta blas.#® Lo que muchas veces no esti claro y se discute es la interpretacién juridica de las XII Tablas; en tales casos, el resto de la tradicién indica el camino a seguir, y lo mismo la compara- ‘cién con otros ordenamientos juridicos, especialmente con el Derecho germénico o griego primitivo. Por lo demés, el Derecho griego ejercié una cierta influencia sobre la legislacién de las XII Tablas, teniendo la antigiedad conciencia de ello; asi, por ejemplo, los juristas romanos sefia- laron las coincidencias con el Derecho Atico en el campo de las prescripciones relativas al Derecho de vecindad y al Derecho de haa sido muy tratada y cuya compreasién sigue siendo controvertida. Vide DzssAv 4913; Brows, Fontes, p. 14 (fines del siglo vt a comienzos del siglo ¥ a. C.). ‘Comp. sobre este punto F. Laren y E. Gotomann, Zum Problem d. Forum- inachrift unter dem laple niger (iobethett 27, 1932); alli bibliogratia anterior. i i | i i i i HASTA LA MITAD DEL SIGLO UI A. C. 33 asociaciones (Gayo, D. 10, 1, 13, y D. 47, 22, 4): Sin embargo, Jos influjos sustanciales del Derecho griego se limitan, en lo que podemos ver, singularidades que no merman en modo alguno fa impresién de conjunto de que se trata de una creacién genuina del espiritu romano. Claro que ello no excluye que el impulso para realizar esta obra juridica pueda proceder del contacto con fa cultura griega, y en favor de esta posibilidad parecen hablar ciertos pormenores sobre el nacimiento de la ley, que da la trax dicién, Ia cual, por otra parte, no es digna de fe en su totalidad, UL. Ex. Denecuo ve xas XII Tastas. —Las XII Tablas eran un esquema del Derecho vigente en su época, como reflejan aiin los fragmentos conservados. Las XII Tablas contenian prescripcio- ines sobre el curso del procedimiento judicial, inclusive la ejecu- cin, y sobre materias juridicas, que hoy dia separamos tajan- temente incluyéndolas en el Derecho privado y en el Derecho penal, respectivamente, mientras que el legislador antiguo las vela ain como una unidad. En cambio, no estaba regulada ta. organi- zacién politica del estado ni la constitucién judicial. Por tanto, lo ‘iaico que queria el legislador era recoger el ius civile, es decir, Jas normas que se referfan al ciudadano ; ahora bien, éstas, en la medida de lo posible, de modo exhaustivo. Esta deli- mitacién de la materia coincide plenamente con la finalidad que la tradicién romana sefiala a la legislacién de las XII Tablas: otorgar seguridad al ciudadano medio en el trafico juridico y en la justicia frente a la arbitrariedad de la nobleza patricia. Lo que no se puede decir con certeza es la medida en que el legisiador, al perseguir esta finalidad, realiz6 también reformas de Ia materia juridica, ya que sobre el Derecho anterior a la época de las XII Tablas sdlo son posibles conjeturas. De todos modos, entre las innovaciones hay que incluir algunas prescripciones concretis, que delatan cierta tendencia social. 19. Pero estas coincidencias no prusban, como creyeron Tos zomanos, que precisamente el Derecho itico haya sido el modelo inmediato de las XII Tablas) puss las mismas prescripciones sobre el Derecho de vecindad se encuentran tate bida en el Derecho de la ciudad de Alejandrla que se nos ba conservado ‘un papiro (Pap. Hal. 1, 79 ss, y pudleron encontrarse ‘gualments en lat leyet de las cludades griegas de la italia meridional que no se nod han conserved Jee pnt ae rrr ou LA EPOCA ARCAICA Esquematizar (en los limites ya indicados) todo el ordena- miento juridico, un ordenamiento juridico que, en su mayor parte, hasta entonces no habia sido fijado por escrito,” representaba una gigantesca tarea para las circunstancias de aquella época primi tiva. Incluso en la forma modernizada como han Iegado los frag- mentos hasta nosotros, parece traslucirse a lucha del legislador con el lenguaje, joven y atm indémito, de su pueblo para encon- trar la expresién adecuada a sus prescripeiones. Sus normas son de una concisién extrema, muy uniformes y sencillas en su estruc- tura, A una oracién condicional, que suele deseribir el supuesto de cada norma legal, sigue luego esta misma norma en forma imperativa. Los sujetos que rigen los verbos de las oraciones estén casi siempre elipticos; cambian frecuentemente dentro de un mismo periodo, de modo que el lector tiene que deducir, frase por frase, del sentido de las mismas, a quién se refieren cada vyez# Muchos conceptos, simplemente aludidos por el legislador, y especialmente los términos juridicos empleados por él, eran, sin duda, corrientes para sus contempordneos, pero daban ya lugar a controversias a los juristas de fines de la repéblica y dificultan también la inteligencia del texto de las XII Tablas al modemo historiador del Derecho. Una gran parte de la ley —que constituye en la ordenacién 20, Es de suponer que ya antes de las XII Tablas existieran complicacio- nes de formularios y de normas juridicas, sacras y civiles para su empleo en el seno del colegio de los pontifces (cide supra, p. 21). De estos estatutos, que oe ublicaron posteriomente (al parecer por un pontifer Sex. Papirius, do ahi el ‘nombre ius Papirianum) debe de proceder al menot tna parte de las lamadas por los romanas leges regise. 21, Para dar una idea siguen (traducidas en lo posible literalmente) las proscripciones sobre citacién de la parte contraria ante ef tribunal, citacién que debia ser realizada por el actor personalmente y sin ayuda de Ta autoridad: St in jus vocat, ni if, antestamino. Igitur em copito. Si calotur pedemoe strut, ‘manum endo tacito. 31 morbus acvitasce item exit, fumentum dato. St nolet, ‘arceram ne stemito: Si le cita ante el tribunal, sf no va, deberd invocar testigos, En consecuencia le aprehengerd. Si aduce pretextos se resiste (trata de huir?) chesele Ta mano encima. Si le enfermedad o la edad suponen un impedimento, eberi darle un jumento. Si no lo quiere, no debe prepararse un carruaje. Sobre al significado exacto de in ius, (oide infra, . 87). El sentido de pedem struere era a discutido entre los intérpretes de las XII Tablas de Snes de la repiblica. “La imposicién de la mano” (manus iniectio) es un acto de aprehensién formal ‘por la fuerza, mientras que capere no significa evidentemente mis que “agar”. | | | HASTA LA MITAD DEL SIGLO MI A. C. 35 corriente hoy dia las primeras II Tablas— se refiere al proceso, el cual presenta, al lado de un procedimiento con ceremonias ar- ‘eaicas y rigidamente formalistas (legis actio sacramento), otro tipo de procedimiento més reciente y sencillo, que sélo era ade- cuado para ciertas pretensiones (legis actio per iudicis postulatio- nem). Como es légico, dado el caricter rural de la primitiva so- ciedad romana, en el Derecho privado predominan el Derecho de familia, el Derecho de herencia y el Derecho de vecindad, que era para la vida cotidiana del labrador la parte més importante del Derecho de cosas. En cambio, los fragmentos conservados de Jas XII Tablas hablan pocd de negocios mercantiles y de otros contratos obligatorios y, ademés, no hay que suponer que la ley contuviera mucho sobre ellos, pues este sector del ordenamien- to juridico, evidentemente, estaba atin poco desarrollado. Las XII Tablas conocian una modalidad despiadada de contrato obli- gatorio, en la cual el mutuatario, al recibir el dinero, que se pe- saba ante testigos, pasaba literalmente a poder del acreedor (de ahi que so lamara este negocio .nezum, “encadenamiento”). Si el deudor no podia liberarse a tiempo pagango lo que debia, cafa en la esclavitud por deudas, sin que fuera necesaria una ‘condena judicial. Al lado de esta institucién arcaica, que fue de- rogada hacia fines del siglo wv a. C. (véase p. 40), en las XII Ta- Blas aparece ya una mera promesa de deuda (sponsio) que se perfecciona por el juego de pregunta y respuesta y cuyo cumpli- miento podia ser exigido en el procedimiento simplificado de la legis actio per iudicis postulationem, véase supra). ‘Vamos a entrar ahora algo més detalladamente en el Derecho penal de las XII Tablas, porque de él se trasluce claramente lo que esta ley significa en la historia de la cultura. Aqui se combi- nan también rasgos arcaicos con otros mis avanzados. Al parecer, 22. Las partes debian realizar una apuesta procesal después de haber afis- mado.'su derecho segin un formulario exactamente prefjado: En Iigios de caricter patrimonial cada parte debia depositar en el colegio de los pontiices ‘una suma de dinero. sta iba a parar al estado (empledndose en el culto de ios loses estatales), si ol depositante perdia ol proceso. Si se trataba de una acura ‘én por un delito conminado con Ia pena de muerte, entonces en vez de la suma e dinero se hacia probablemento un juramento solomne. Tanto la suma de dinero como of juramento #0 Taman sccromentum. | | | | : | | pars Sicko + reir he NIE HOT Fe 36 LA £POCA ARCAICA la ley arranca, en amplia medida, de la ley de venganza privada del ofendido. El estado slo imponia penas en ¢asos de alta trai- cién (perduellio) y en ciertos delitos religiosos graves; en otros términos, sélo en los delitos que se dirigieran inmediatamente contra la comunidad. La misma persecucién del asesino (parri- cidas) se dejaba a Ia familia del difunto (a sus agnados). Segin parece, las XII Tablas no contenian ninguna prescripcién expresa sobre la pena del asesino. Sin embargo, una vieja norma, que es de suponer provenga de la época anterior a las XII Tablas, dice que, en caso de homicidio involuntario ("si el venablo se le es- capa a uno de la mano, més que lanzarlo”), el autor tiene que poner a disposicién de los agnados del difunto un macho cabrio.® Este era un sustitutivo de la venganza, segiin atestigua Labeén, uno de los juristas mas destacados de la época de Augusto (infra, p. 122). El macho cabrio debia ser presentado y sacrificado en lugar del autor del delito y de ahi se desprende, de nuevo, que los agnados podian ejercitar la venganza de la sangre sobre el que “hubiera ‘matado conteiehtexaeiile y con délo”." Ahora bien, Ja venganza sélo se permitia cuando la culpabilidad hubiera sido declarada judicialmente. E] que en venganza mataba a una per- sona no condenada era considerado a su vez como asesino. Los fragmentos conservados de las XII Tablas no dicen nada de lo que sucedia cuando el asesino, déndose a la fuga, escapaba a la venganza. Sin embargo, hemos de admitir que la prictica poste- rior de negar agua y fuego al homicida fugitivo, mediante de- creto del magistrado, arranca ya de las XII Tablas (aqua et igni interdictio). La finalidad de esta institucién era privar al fugitivo de cualquier ayuda, incluso de la procedente de sus parientes Y amigos, ‘para de este modo hacerle imposible la permanencia en territorio romano. Asf, lo tnico que podia hacer era huir al extranjero, lo cual no era dificil, dada la escasa extensiin del 28, La norma si telum manu fugit magis quam iecit, ares subicitur se atsibuye en Ie tradieién tanto a las leges rezice (vide n. 20) como a las XII Tablas. 24. Ta tan discatida norma qué hominem Wberum dolo sciens morti duit, porricidas esto, transmitida belo las leges vegiae, dice probablemente que sélo el ‘que mate maliciosa y voluntariamente an hombre libre es asesino (eayendo como ‘conseciénela bajo Ia venganza de la saugre), in i eo es sprints ian ves sls bene ‘HASTA LA MITAD DEL SIGLO UI A. C. aT tertitorio romano en los primeros tiempos de la repiblica. Segiin cuenta el historiador griego Polibio, en el siglo 1a algunas comunidades vecinas a Roma, como las ciudades latinas de Pre- neste y Tibur y la ciudad griega de Napoles, en virtud de sus antiguos tratados de alianza con Roma, gozaban del derecho de admitir al fugitivo, que escapaba asi de la persecucién, si bien no podia pisar nunca més el ager Romanus, teniendo que vivir, por tanto, en lo sucesivo en el destietzo (exilium). A diferencia del asesinato, en que el derecho a vengarse dando muerte era tan evidente que no necesitaba siquiera ser mencio- nado, las XII Tablas prescribian expresamente, para otros muchos delitos, la pena de muerte; en estos casos, la forma de la ejecti- cién reflejaba, mas 0 menos claramente, la indole del delito: el que incendiaba de propésito debia ser quemado; el que hurtaba de noche en las cosechas debia ser ahorcado en el lugar del de- lito en honor a Ceres, diosa de la agricultura; el testigo falso debia ser arrojado al abismo. En realidad no nos encontramos aqui Gon una pena pablica impuesta-al delineuente, sino tan s6lo con un derecho de talién del ofendido contra el autor, cuya estuviera determinada por una sentencia, Este cardcter de Ia pena capital no deja lugar a dudas en el hurto: la victima del hurto podfa incluso dar muerte de propia mano al ladrén, si le sorpren= dia de noche, o de dfa si el ladrén armado ofrecta resistencia; la victima del hurto tenia entonces que lamar a los vecinos a grime des voces (endoplorare = implorare) para que no cupiera la me nor duda de la jurisdiccién del homicidio. Pero en todo eaio podia conducir al ladrén sorprendido in flagranti (fur manifestus) ante el magistrado, el cual se lo adjudicaba sin mas, hecho era evidente. Desde este momento, la victima. podia matar al ladrén, venderlo como esclavo en el extranjer (trans Tiberim, donde comenzaba ya el territorio de Ja ciudad etrusca Veyes), o también aceptar rescate por él. Ahora bien, el ladrén no habia sido sorprendido in flagranti, las XII Tablas negaban la venganza fisica a la yictima del hurto. Lo podia hacer ésta era exigir del Iadrén una i malmente consistia en el doble del valor de la cosa ley establecia también, -para lesiones corporales leves, pena i 38 1A HPOCA ARCAICA sin embargo, en estos casos la ley las Sijaba ya de ante- jor Ja fractura de un hueso (os fractum, VIII, 3), el autor tenia que satisfacer 300 ases si el ofendido era libre, 150 ases si era esclavo; para injurias menos graves atin (iniuria simplemente, VIII, 4), 25 ases. En cambio, en caso de lesiones corporales gra- ‘ves, que inutilizaran un‘ miembro importante, la ley, esencial- mente, sélo admitia una venganza que acarreara un dai fisico equivalente (talio), claro que s6lo bajo el presupuesto de que las partes no se pusieran de acuerdo sobre una composicién y con ello pusieran fin al litigio haciendo las paces (pactum). Las pretensiones por delitos menores, enderezadas a penas pecuniarias, constituyeron el punto de partida para la evolucién del “Derecho pena! privado” del periodo republicano tardio y de Ja época imperial, el cual fue finalmente considerado como una parte del Derecho de obligaciones, arrancando de él, a su vez, el Derecho de los actos ilfcitos en el Cédigo civil alemén y en otras codificaciones de Derecho privado influidas por el Derecho ro- mano. Ahora biéti, en higar de las acciones por’ asésinato y otros delitos graves, dirigidas a la venganza fisica, aparecieron desde el siglo a. C. acciones penales que podia interponer no sélo el ofendido o su gens, sino también cualquiera, y que tenian como fin imponer de oficio una pena al delincuente (véase infra, p. 71). As{ surgié un derecho penal y procesal penal que no era ya una parte del ius civile, sino que se consideraba ahora como ius pu- blicum. Pero esta concepeién publicista del Derecho penal se encontraba atin alejada del todo de la mente del legislador. Para 4, el derecho del ofendido a vengarse era la tmica y natural con- secuencia del delito, y lo que é1 queria tinicamente era limitar a delitos graves Ia venganza en la persona del autor y colocarla bajo el control de los tribunales, aislar al autor declarandolo cul- pable y, de este modo, evitar a la comunidad el riesgo de incur- siones armadas colectivas. De ahi que, en conjunto, el derecho de las XII Tablas presente atin un cardcter muy primitivo. Gierto tipo de delitos de las XII Tablas, que permite entrever la fe ciega de la primitiva Roma en el poder maligno de los con- juros mAgicos, produce también una impresién arcaica y extrafia @ nuestra mentalidad: ‘el hacer’ éxorcismos al frat’ que se en- pees stron cee fa siamenacne ct ne reenable aE a nN ‘HASTA LA MITAD DEL SIGLO II A. C. 39 cuentra sobre el tallo para que las espigas se yuelvan estériles (jrages excantare, VII, 8a); el levarse (pellicere) del campo ajeno al propio las fuerzas misteriosas que hacen crecer las se- millas (VIII, 8) y el murmurar malos encantamientos contra otra a (malum carmen incantare, VILL, 1). Al parecer, la ley con- Hderaba que estos delitos debian expiarse con la muerte. Se ha ido ver también concepciones magicas tras una extrafia pres- xipcién sobre el registro de la casa en Busca del objeto hurtado (WIIL, 15a): El que realizaba la busqueda debia entrar en casa ajena, desnudo, con un plato y una soga (lance licioque). Los or- denamientos juridicos indogerminicos y el antiguo Derecho hebreo conocian también un registro formal de la casa; pero aque- llos extraiios requisitos —para los que atin no existe una explica- cién satisfactoria— se encuentran dnicamente en las XII Tablas. TI. La evowvaids pe. Denecuo pesruts pe Las XII Tastas, — Estuvo determinada durante dos siglos aproximadamente por dos factores: Ia interpretacién de las XII Tablas y la legislacién po- pular, que en un principio intervino raramente en el campo del Derecho privado, y, desde fines del siglo v a.C., en cambio, se fue haciendo algo’ més frecuente. L. La interpretacién de las XII Tablas y del rico repertorio de formularios procesales y negociales que se venia transmitiendo signié siendo hasta comienzos del siglo ux un monopolio celosa- mente custodiado por el ya mencionado (supra, p. 21) colegio de los pontifices (“pontoneros”). Su actividad, que significa el orto de la jurisprudencia romana y deberd valorarse luego bajo este aspecto (infra, p. 106), se desarrollé esencialmente siguiendo los cinones de una interpretacién literal, de acuerdo con el espiritu formalista de la época primitiva; no obstante, supo desenvolver el ordenamiento juridico en importantes puntos. Utilizando hébil- mente el tenor de la ley e imaginando complicados formularios, crearon los medios para satisfacer las nuevas necesidades de la vida juridica, El ejemplo mas conocido de esta actividad creadora de los pontifices quiz sea el formulario para emancipar a un fi- liusfamilias (emancipatio) de la potestad de su padre, fundamen- talmente vitalicia: eran. un satil negocio juridico compuesto de ste Soe oa y basado’en la norma de las XII Tablas de que el padre pierde Ta potestad sobre su hijo si lo vende tres veces (con el fin de que trabaje como siervo en casa ajena). La norma Jegal, cuya iniea finalidad quiz sélo fuera limitar el Iucro ex. cesivo a costa de un hijo de familia, hubo de servir, por tanto, ara legitimar la renuncia voluntaria‘a la patria potestad, desco. nocida para las XII Tablas. Al igual que otras creaciones de la técnica juridica de los pontifices, este complicado formulario se utilizé durante més de medio milenio. 2. Los ciudadanos votaban las leyes a propuesta (rogatio) del magistrado facultado para convocar y dirigir una asamblea popu- lar (dotado del ius agendi cum popiilo o cum plebe, supra, p. 23 ¥ p- 31). De entre las asambelas cfvicas (p. 17 s,), en general, so- lian legislar tinicamente los comicios centuriados. Pero éstos tam. bién perdieron importancia una vez que la lex Hortensia del afio 286 a. C. declaré obligatorios para todos los ciudadanos los acuerdos de la plebe. A partir de entonces, Ia mayoria de las leyes se-votaron en el:concilium: plebis a propuesta del tributo de la plebe. Las leyes decisivas para el desarrollo del Derecho romano Privado y procesal fueron casi siempre plebiscitos. Por lo demés, su miimero es muy escaso en relacién con el total de las leyes populares republicanas: de los cuatro siglos que van de las XII Ta- las al final de la repiblica, sélo conocemos unas 30 leyes que hayan Iegado a tener un significado duradero para la historia del Derecho privado. Ahora bien, parte de ellas introdujo innovacio- nes de importancia. Asi, por ejemplo, la lex Poetelia Papiria de netis* ley comicial propuesta por el cénsul del aiio 326 a. C., la cual suprimié la esclavitud voluntaria por deudas (supra, p. 38), y la lez Aquilia de damno iniuria dato, plebiscito atribuido al afio 286 a.C., el cual, en lugar de las prescripciones casuisticas de las XII Tablas sobre dafios de cosas, introdujo una vasta regula- cién nueva, decisiva para todo el desarrollo ulterior del Derecho 25, Se designa a las leyes populares romanas por el cognomen de su pro- ponents. Un nombre doble (por ejemplo Poetelie Papiria) indica por regia general (gue #0 trata do una ley comicial propuesta conjuntamente por ambos cbnsules an simple nombre (por ejemplo lex Aquila) que estamos ante ‘ibuno. Jictual. Otras leyes de importancia para el proceso, derecho he- pitaitoy derecho de legados, derecho de las donaciones, tute: las y fanza, son ya de la época posterior a las guerras piinicas, e 41 ‘HASTA LA MITAD DEL SIGLO MI A. C. Ninguna de estas leyes nos ha legado directamente y sélo a titulo de excepcién, como en el caso de la lex Aquilia, conocemos su tenor aproximado. Por ello, se discute a menudo el contenido alcance histérico de cada una de las leyes. Por regla general, tampoco podemos conocer su trasfondo politico; donde las fuen- tes dan una motivacién (como en la lex Poetelia Papiria), ésta eviste un caricter anecdético sospechoso. De todos modos, es dlaro que la mayoria de las leyes de Derecho privado obedecian a tendencias politico-sociales (aqui desempefiaba un papel im= portante no sélo la proteccién de los deudores, de las victimas de In-usura, de los incapaces, de los menores, sino también la defensa del bienestar de la familia contra la prodigalidad y Ia disgroga- cién patrimonial por iltima voluntad). Para precaverse contra el arte —cada vez ms sutil— de interpretar el Derecho (supra, p- 99), la"técnica’ y el lenguaje de las leyes pasaron de Ja monte mental sencillez y parquedad de las XII Tablas a una minucio- sidad pedante. Conocemos el resultado de esta evolucién —el estilo legal de fines de la repiblica— a través de una serie de ex: tensas leyes, que se nos han conservado en inscripciones. Entre ellas se encuentra, por ejemplo, la let Acilia repetundarum (122 a.C), una de las numerosas leyes destinadas a proteger a la po- blacién de las provincias de la concusién de los magistrados 10 manos, y Ia lex agraria del aio 111 a.C., que tenia por finalidad terminar con las leyes agrarias de los Gracos (infra, p. 53). SECCION SEGUNDA EL DERECHO DEL PODERIO ROMANO Y EL IMPERIO UNIVERSAL De la mitad del siglo III a. C. hasta la mitad del siglo III d.C. § 3.—Estado, economia y desarrollo social IL. Esrapo crupap = narenio.— El sometimiento de Italia, que puede considerarse acabado enrel aio 265 a. C,, vonvierte a Roma en una de las potencias més fuertes entre los estados de la Anti- giedad; la pugna victoriosa con Cartago, que culmina con las guerras contra Anibal (219 a 201 a.C.), hace a los romanos due- ios de la mitad occidental del mar Mediterréneo. Sélo timida- mente, y forzados por las circunstancias, los romanos incorporan a sus dominios Oriente, donde, desde Alejandro Magno, florecia Ja cultura griega sobre un suelo extrafio, formado por grandes estados, en tanto que la madre patria griega se hundia cada vez mis en el aspecto econémico y cultural. El limite de la domina- cién romana avanzé, en un periodo de apenas ciento cincuenta afios, hasta el Eufrates y el mar Negro, sin necesidad de grandes esfuerzos, y, a pesar de las graves crisis internas del estado 10- mano, Roma era ahora no ya una gran potencia entre otras, sino duefia y sefora de toda la cuenca mediterrénea, sede de culturas, Jo cual significaba para la Antigiiedad el mundo entero. Imperio romano (imperium Romanum) y orbe de la tierra (orbis terrarum, obxoonévn) era ya lo mismo. Considerado juridicamente, este gigantesco imperio constitufa un sistema extraordinariamente complicado, un complejo de alian- | DEL SIGLO II A. C. HASTA ELS. UI D.C. 43 mas y situaciones de dependencia de caricter muy diverso, centro era el estado ciudad Roma. Este sistema fue el resultado de un método politico genial, fruto de una prictica secular, la cual, aunque se adaptaba a la situacién especial del caso con- ereto, obedecia a unos principios determinados. El principal de ellos es: divide et impera; aunque los romanos no lo formularan con este tenor, lo utilizaron, no obstante, de modo insistente en las relaciones més diversas.1 Se destruyeron las unidades politicas, cuya existencia hubiera podido ser peligrosa para la dominacién romana; no se toleraron alianzas de los aliados y siibditos de Roma entre sf, de modo que cada una de las comunidades dependientes sélo se encontraba en relacién juridica con Roma, faltando toda conexién periférica en el sistema romano de alianzas, Partiendo de esta idea, Roma supo separar entre si a los pueblos y comuni- dades del imperio e incluso a las distintas clases de Ia ‘poblacién dentro del estado sometido, manteniendo o creando cuidadosa- mente grados politicos y sociales. Asi, por ejemplo, cuando Au- gusto, eu’el aio 30 2.C., incorporé Egipto al imperio, elevd de nuevo el estrato griego-macedénico, que iba camino de mezelarse con los indigenas, a la categoria de clase cerrada y privilegiada, tanto en el aspecto econémico como en el cultural. La variedad de alianzas y formas de sumisién, que servian a Roma para sefia- lar la posicién juridica de las comunidades y razas dependientes, se basa en el mismo principio; pero de esto trataremos en seguida con mis detenimiento. Otra directriz de la politica imperialista de Roma consistia en dejar que los suibditos, en la medida de lo posible, levaran por si mismos sus asuntos interos: que conser- varan, si ello era factible, la administracién auténoma y el derecho propio, y en materia religiosa Roma ejercié la tolerancia més am- plia; aunque es posible que lo primero sea también debido, en parte, a que al estado ciudad romano (infra, p. 48) le faltaba capacidad para desarrollar la propia organizacién administrativa, A. Algunos autores han combatido esta opiniéa, acentuando en cambio la ‘midad que la dominacién romana supuso para Italia y para muchos teritorios rovineiales que antes se encontraban politicamente disgregados (por ejemplo las alias). Pero una cosa no excluye la otra, y el autor sigue considerando exacta 1s exposiciin dal texto. “4 EL PODERIO ROMANO ¥ EL IMPERIO UNIVERSAL y lo segundo, a la tolerancia del antiguo politeismo, lo cierto es que ambos factores contribuyeron decisivamente a hacer menos gravosa a los sibditos la dominacién romana. Por ultimo, como tercer principio del imperialismo romano puede citarse la tenden- cia a consolidar firmemente los territorios sometidos. Esto reper- cutié en un redondeamiento de las fronteras del imperio, realizado a menudo de modo sistemético, y en la red de carreteras estra- tégicas y de puestos fortificados con que se circundé a Italia en Ja primera época republicana y a las provincias fronterizas del imperio en la época del principado. Para una visién de conjunto de Ja organizacién del imperio romano conviene distinguir entre Italia y el territorio del impe- rio fuera de Italia (provinciae). 1. Hasta comienzos del ultimo siglo antes de Cristo, Talia es- tuvo formada por dos masas territoriales: el territorio estatal di- rectamente romano (ager Romanus) y los territorios de los aliados (soci). 2) El ager Romanus habfa-crecido'muy_por encima de las proporciones del territorio de un estado ciudad; hacia la mitad del siglo mr a.C. (esto es, al comienzo del perfodo que hemos de tratar em esta seccién, comprendia ya un territorio algo menor que Bélgica, que se extendia como una masa cerrada desde la Campania hasta el sur de Etruria, y por el norte hasta el Adrié- tico, atravesando la Italia central. Después de la guerra con Ani- bal, que habfa amenazado seriamente el sistema romano de alian- zas, se anexionaron al ager Romanus numerosos territorios al sur de Italia que hasta entonces habian sido aliados y ahora fueron confiscados para fortalecer Ia dominacién romana; y, finalmente, se anexioné atin al ager Romanus la parte sur de la lanura del Po, de tal modo que més de la mitad de Italia (hasta el Po y sin contar las islas) pertenecia directamente a Roma. Una parte del ager Romanus constaba de territorios pertenecientes a comunida- des originariamente independientes que habjan dejado de existir como estados, pero cuya poblacién habia sido admitida, por otra parte, en agrupaciones de ciudadanos romanos (municipia). De todos modos, la mayoria de las veces estos nuevos ciudadanos no adquirian el-pleno derecho de ciudadania:.sélo fueron equipa- DEL SIGLO UI A. C, HASTA EL S. OI D. C. 45 rados a los ciudadanos antiguos en el campo del Derecho privado y en lo referente a las cargas civiles, careciendo en un principio Je derechos politicos y, en especial, del derecho de voto (civitas sine suffragio): s6lo una vez que estas comunidades hubieron probado su fdelidad y paulatinamente se hubieron latinizado, les fue concedido el pleno derecho de ciudadanfa a casi todas ellas. {Al lado de los munictpia se encontraban sobre el ager Romanus tuna porcién de colonias estatales, que fueron establecidas como puntos de apoyo de la dominacién romana al empezar la politica Ge expansién y luego de nuevo, desde comienzos del siglo m a. C. (terminaron siendo también colonias agricolas); estas colonias fue= ron repobladas con ciudadanos romanos (coloniae civium Roma- norum; véase también supra, b); por lo demés, lo ‘nico que habia era mercados y los lugares donde se reunfan dispersos co Jonos romanos (fora et conciliabula civium Romanorum). En sen= tido juridico, Roma era la Yinica ciudad de todo el territorio del ager Romanus, puesto que tampoco los municipios y colonias de eiudadanos tuvieron hasta ‘nes de la: repéblica -administracién propia, sino solamente ciertos drganos para el desempefio de fun- ciones religiosas y para la administracién del patrimonio ¢0- munal. b) Las comunidades aliadas constituian, por el contrario, sit temas politicos con plena autonom{a: posefan su territorio partict- lar, derecho propio y administracién propia, en la que Roma silo se injerfa excepcionalmente. Su relacién con Roma se basaba en tratados de alianza (foedera), que obligaban a reclutar un ejéreito (con medios y unidades propios), pero no a contribuir direct mente con prestaciones econémicas. Por lo dems, las condiclo= nes establecidas eran distintas para cada una de las comunidades, Los romanos distinguian fundamentalmente entre tratados de alianza “iguales” y “desiguales” (foedera aequa e iniqua), Las comunidades con’ las que Roma habia concertado un foedut dequum. eran soberanas, si las consideramos desde un punto de vista exclusivamente juridico; lo que se manifesta en que, pot cjemplo, un ma; romano que entraba en ef territorio de una de estas ciudades debia despedir a sus lictores, pues quedaba en suspenso su poder de mando. Claro que, en la 46 EL PODER{O ROMANO Y EL, IMPERIO UNIVERSAL tica, incluso un aliado soberano de esta categoria podia estar tan sometido a la influencia de Roma, que su posicién politica apenas sise distinguia de la de una comunidad con foedus iniquum, Estos aliados sin soberanfa reconocian expresamente la soberania romana en su tratado de alianza y estaban, por tanto, obligados juridica mente a seguir las indicaciones del gobierno de Roma. Las comunidades latinas ocupaban una posicién especial entre Jos aliados de Roma. Esta categoria sélo comprendia originaria- mente las ciudades vecinas de Roma (supra, p. 10) y de su mismo tronco étnico, siendo éstas, al propio tiempo, sus aliados mis an- tiguos. Sus ciudadanos estaban equiparados a los romanos no s6lo en el Derecho privado, sino que también. podian votar en las asambleas cfvicas romanas y adquirieron, hasta entrado el siglo m 2.C., la ciudadanfa romana por traslado a Roma. Pero de estas verdaderas ciudades latinas (prisci Latin; latinos antiguos) que- daron muy pocas tras su ultimo levantamiento contra Roma (640 a.C.); 1a mayoria fueron transformadas en municipios. En cambio,.en el curso del sometimiento de Italia crecié considera- Dlemente la importancia de un segundo grupo de comunidades de Derecho latino. Constaba éste de colonias fortificadas, que Roma establecia sobre el territorio conquistado al enemigo con la doble finalidad de cuidar de su exceso de poblacién y de ganar puntos de apoyo tanto militares como politicos. Pero, de todos modos, algunas de las colonias romanas més antiguas —la mayo- ria de ellas muy cercanas a Roma— no fueron organizadas como comunidades estatales aliadas e independientes, sino que siguie- ron disfrutando de la ciudadanfa romana; pertenecian, en conse- cuencia, al ager Romanus y juridicamente no eran otra cosa que parte de la ciudad de Roma (coloniae civitem Romanorum, véase también p. 45). Por el contrario, otras colonias que no habian sido fundadas s6lo por romanos, sino conjuntamente con sus alia- dos latinos, adquirieron, precisamente por ello, el cardcter de es- tados independientes, y esta forma de organizarse se generalizé, puesto que proporcionaba una cohesién interna mis fuerte y una capacidad de ataque mayor a los puntos estratégicos lejanos de Roma y rodeados de enemigos recién sometidos. Quien vivia en tales colonias, lo mismo si era romano como latino antiguo, perdia DEL SIGLO I A. C, HASTA EL 8. I D.C. a su derecho de ciudadania y se convertia en ciudadano de la nueva fomunidad. Ahora bien, éta pasaba a una situacién de alianza gon Roma que se correspondia con la de los demas aliados, sélo que probablemente no se basaba en un tratado especial de alian- 2, sino directamente en el acto de fundacién. Los pertenecientes 4 estas colonias, en relacién con los ciudadanos romanos, gozaban aproximadamente de los mismos derechos que los latinos antiguos; por e0, se les land Latini coloniaris,y, a las colonias, coloniae Zatinae. Cuando la vigorosa pujanza del poderio romano desvalo- riz6 cualquier otra ciudadanfa que no fuera la romana, entonces yolvié la politica colonizadora de Roma a la fundacién de colo- niae civium Romanorum; las grandes colonias agricolas que surgen al final del siglo mz y a principios del siglo m en el norte de Italia {al sur del Po), igualmente las pocas colonias de la época repu- blicana tardia, se mantuvieron dentro de la comunidad de ciuda- danos romanos. 2, Las provincias. —Fuera de Italia, siguié la politica romana Jos mismos métodos que habia mostrado ya su eicacia on cl so- metimiento de ésta. Ahora bien, la situaciin geogréfica de los te- titorios dominados fuera de Italia y las circunstancias que los romanos encontraron all{ determinaron grandes peculiaridades en la organizacién de estos territorios. Mientras que Italia podfa ser gobernada directamente —y, en gran parte, administrada tam- bién— desde Roma (esto es, en tanto perteneciera al ager Roma- rus) se considerd necesaria la presencia constante de un gober- nador romano en las més antiguas posesiones transmarinas (Sicilia, Cércega y Cerdefia, Espaia). Por ello se dividieron en provincias &tas y otras conquistas fuera de Italia (también la parte superior de Italia, que era celta y no contaba como Italia), para cuya administracién fueron enviados al principio magistrados ordin: rios; uno de los cénsules, solamente cuando habia que realizar ciones militares de importancia; en otro caso, pretores, cuyo niimero debié de ser aumentado por esta razén. Cuando crecié- el niéimero de provineias y, al mismo tiempo, aumenté el peso de Jos asuntos de los magistrados que estaban en Roma, entonces se afadié (cuando se hizo la reforma constitucional de Sila), al aio de funciones de los cénsules y'pretores de la ciudad Roma, otro dor, que sélo tenia a su lado una pequetia plantilla de Glabore, dores, debia limitarse fundamentalmente a salvaguardar la sobs, rania romana y la seguridad militar, a Proteger a los ciudada- sos A wos Y @ sus aliados itdlicos y a administrar justicia entre ellos. A los érganos estatales se.les ahorraba incluso la molecig de cobrar los impuestos.correspondientes a la provincia, anes dindose su recaudacién a financieros romanos que se reunian en uum) ¥ que, por ella, estuvieran aproximadamente a la altura de los aliados itélicos. En la época republicana no habia municipios | exentas por privilegio especial lunas pocas (civitates liberae et immunes), si exceptuamaos a las comunidades federadas (para las. que Jo. dicho no tiene aplice, DEL SIGLO MH A.C, HASTA EL §, mI D. & 49 cién). Por lo demés, cada provincia recibja una ley fundamental (les provinciae), dictada para ella por el general que la habla ‘conquistado y por una comisién senatorial. Como al elaborar estas Jeyes se tenfan en cuenta, en la medida de lo posible, las eixcuns- tancias concretas,* podia suceder que los pormenores de la admi- nistracién provincial presentaran, en muchos puntos, caracteristi- cas muy diversas. 3. Defectos de la administracién republicana del imperio. — La organizacién del gigantesco imperio sobre la estrecha base de un estado ciudad, tal como la hemos descrito en Tineas muy generales, constituyé una obra politica tan grandiosa como la po- ppia conquista militar. En cambio, se puso de manifesto cada von ms a Jo largo de los dos ultimos siglos antes de Cristo, que la constitucién del estado ciudad, Roma, habia quedado anticuada, La misma capital, que aleanzé, como centro politico y econémico del imperio universal, las proporciones de una gran ciudad mo. dema, planteaba ahore problemas administrativos quie la magig: tratura Tepublicafaya'no era capaz'de resolver; lievando'los asm. tos directamente de un modo tan primitivo. El resultado cultural més importante de la época republicana, la romanizacién de Tt lia, levada a cabo por la politica romana de repoblaciones y por Ja comunién secular en Ia guerra de Roma y sus aliados ere6 de los dispersos pueblos de la peninsula una unidad nacional de cutio romano y borré la separacién entre romanos Por una parte, y sibditos semiciudadanos y aliados, por otras ‘timo, la romanizacién hubo de conducit a la admisién de los sibditos itilicos a la plena ciudadania romana, medida por la que el gobierno romano no se pudo decidir en el momento adecuado, de modo que tuvo que ser forzada por un san ¥ peligroso levantamiento de los alisdos it Pero, 50 EL PODERIO ROMANO. Y EL, IMPERIO UNIVERSAL politica en la capital tendié a relajarse y, en general, se concedié a los municipios y colonias una cierta autonomia administrativa; la asamblea popular de la ciudad Roma habia perdido su sentido ‘como organizacién politica de todo el pueblo desde que su base mis sélida, los campesinos que vivian lejos de Roma y los habi- tantes de las comunidades rurales, ya no estaban en situacién de poder participar en las mismas dominando, en vez de ellos, la masa de la capital en las asambleas. En la administracién de las provincias se produjeron también graves daiios, ocasionados, en gran parte, por los defectuosos métodos de gobierno del estado ciudad. Sobre todo, quedé patente que el cambio anual de gober- nador era desafortunado, tanto para la administracién como, de modo especial, para el desarrollo de las operaciones militares en las provincias: de abf las continuas derrotas en guerras de las que de antemano no podia caber la menor duda que terminarian felizmente para Roma. Como consecuencia de estos fracasos se fueron creando, cada vez con mayor frecuencia, mandos extraor- dinarios con. plenos poderes, los cuales iban contra la esencia del orden republicano y debieron incitar a ambiciosos generales a obrar por cuenta propia y, por ultimo, a derrocar la constitucién. La falta de un control eficaz sobre la conducta del gobernador en el cargo y el sistema de conceder la recaudacién de los im- puestos favorecian una explotacién sin escripulos de las provin- cias en beneficio privado de las clases superiores romanas y contribuyeron decisivamente @ la decadencia de la moral en la po- Utica y en los negocios. El procedimiento repetundario, el cual, admitido desde principios del siglo m a favor de la poblacién pro- vineial contra’ magistrados concusionarios y regulado repetidas veces por nuevas leyes (leges repetundarum, supra, p. 41), adqui- 156 cada vez més el cardcter de un proceso politico penal? y tam- poco fue capaz de evitar la explotacién de las provincias. Mas bien se fue convirtiendo en un peligroso instrumento en las luchas in- temas por el poder entre la aristocracia senatorial y la aristocra- 3, Comp. el proceso repetundario contra C. Verres (propretor de la provincia de Sicilia, 37 a. C2), que nos es conocido exactamente gracias los discurtos acusatorios de Cieerén. DEL SIGLO I A. C, HASTA EL S, I D.C. 51 cia del dinero (caballeros, infra, p. 52) y en las de la nobleza senatorial entre si, La supresién de las limitaciones que la constitucién del estado ciudad suponia para estructurar la administracién del imperio significd una mejora de este estado de cosas. Pero como, para las ideas politicas de la Antigiedad, un orden estatal libre sdlo era posible dentro de la reducida estructura de un estado comunal ‘cuyos ciudadanos pudieran reunirse siempre para ejercitar perso- nalmente sus derechos, tal reorganizacién del imperio slo era viable con una monarquia. Como forma constitucional en el imperio helénico, la monarquia demostré sus posibilidades en el campo técnico-administrativo. La flosofia griega desde Aristételes Je habia dado una base tedrica y le habia quitado el odio, como forma bérbara de gobierno. El culto al soberano, surgido tanto de ideas orientales como griegas y consustancial a la monarquia helénica, ofrecia el medio de configurar plisticamente la domina- cién romana a la poblacién provincial y, con ello, preparar un fortalecimiento’ interno del imperio. Quedaba, no obstante, por resolver un dificil problema para fundar la monarquia romana: superar las fuerzas de la tradicién republicana, en vigor atin pese a todas las manifestaciones de decadencia, y vencer el orgullo dominador de la burguesia romana. IL, Ex, DESARROLLO ECONSMICO, SOCIAL Y POLITICO INTERIOR DE Roma AL FOWL DE La nePdsuica.—La expansién de la domina- cién romana sobre Italia hasta el siglo mr a. C. habia tenido como consecuencia un fortalecimiento progresivo del campesinado 1o- ‘mano. Roma recibia una y otra vez de los itélicos vencidos gran- des extensiones territoriales, empledndolas para emplazar colonias agricolas (sobre las colonias véase supra, p. 45) 0 entregindolas también en lotes sueltos a los ciudadanos que necesitaban tierras. Claro que cuando al final crecié el ritmo de las conquistas roma- nas, quedé mucha tierra en manos del estado, Una parte de este ager ppublicus fue arrendado en beneficio del erario publico y otza gran parte, en el curso del tiempo, fue comprada a bajo pre- io por ciudadanos capitalistas, especialmente por la nobleza di- gente, u ocupada sin titulo juridico para el cultivo, permitién- 52. EL PODER{O ROMANO Y EL IMPERIO UNIVERSAL dolo técitamente el estado. Es probable que fuera sobre estos terrenos donde fundamentalmente surgieron por vez primera los latifundios donde se empleaban esclavos, siendo su forma de explotacién la mayoria de las veces el pasto, y, a su lado, si el suelo lo permitia, el cultivo de olivares.y de vides, en tanto que el cultivo de cereales, no habiendo méquinas agricolas, era ms ventajoso en minifundios y, por ello, quedaba reservado a labradores y pequefios arrendatarios. Las pérdidas humanas y devastaciones de la guerra con Anibal, que precisamente afecta- ron del modo més grave a la clase campesina; la concurrencia de las posesiones de Sicilia y de Africa, que producian cereales ba- ratos en gran escala y podian enviarlos a Roma por mar més ficilmente que las regiones periféricas de Italia, que no podfan prescindir del transporte por tierra, y la fuerza de atraccién de la ciudad de Roma, que crecla répidamente, determinaron en el siglo m a.C. una decadencia de la clase de los campesinos. Aun- que no se exterminara, en modo alguno, a la forma de explotacién campesina, no obstante el arrendatario-que dependia de un terra- teniente sustituyé al labrador que administraba por si mismo el termufio y se multiplicaron las granjas y plantaciones de los ca- pitalistas de la ciudad Roma. La ciudad Roma, que ya en el si- glo m a.C. se habfa ido incorporando cada vez més al tréfico uni- versal, se convirtié pronto en un centro comercial de primera magnitud y, sobre todo, en el mercado de capitales que domi- naba la totalidad del mundo antiguo. Las fabulosas riquezas que se acumulaban aqu{ gracias a las guerras de los romanos y a la explotacién de las provincias, fueron a parar a manos de dos gru- pos de poblacin relativamente reducidos: la nobleza senatorial y los Hamados “caballeros". Los pertenecientes a familias nobles de la ciudad Roma (nobiles, optim) participaban sélo en secreto en asuntos de dinero (pues no se consideraban adecuados a su clase); su riqueza, que la mayoria de las veces estaba invertida la propiedad fondiaria, era predominantemente heredada o ad- quirida en su actividad politica: procedia del botin de guerra del general o de regalos, mas 0 menos voluntarios, de la poblacién provincial al gobernador, Al lado de estas familias as y muy conocidas-desde siempre se formé, de ciudadanos romanos DEL SIGLO IT A. C, HASTA EL 8, I D. ©. 33 y de ciudadanos-municipales con prestigio, una segunda aristo- cracia de nuevos ricos, de: comerciantes y financieros, los cuales, realizando negocios usurarios con politicos que necesitaban dinero con comunidades provinciales exhaustas, y dedicindose al co- mescio dentro y fuera de Italia, Iucraron sumas enormes y las invirtieron en propiedades inmobiliarias. Se lamé a esta clase de capitalistas caballeros (equites), porque aquellos a quienes su pa- trimonio permitfa servir con montura en la caballeria formaron de antiguo una clase privilegiada en muchos aspectos (vide supra, , 13), Aristocracia senatorial y caballeros como -fuerzas activas y la intranquila masa de proletarios de la gran ciudad, que no tenia mada y crecia de modo incesante, como instrumento y cam- po de resonancia, fueron los factores esenciales de las Iuchas in- femnas, que se iban convirtiendo en tumultuarias y que finalmente eondujeron, con el triunfo de César, al hundimiento de la repi- blica.* IL. La cuss pe ta neréetica:—Las-luchas, que habian de evar a Ia quiebra de la soberanfa del senado y a la instauracién de la monarquia, comenzaron con la amplia legislacién de refor- mas sociales con que los tribunos de la plebe Tasemo y Caro Graco (procedentes de la aristocracia senatorial) trataron’de res- taurar en los afios 133-121 a. C. la base rural del estado romano; la mayor parte del ager publicus, que se encontraba en manos de grandes terratenientes sin titulo juridico, deberia dividirse en par- celas inalienables para ser entregado a los ciudadanos que no tu- vieran nada. Las reformas de los Gracos, implantadas por cauces evolucionarios con ayuda de las masas urbanas, provocaron una reaccién de las clases dirigentes que condujo a la suspensién de las asignaciones ya comenzadas (lex agraria, afio 111 a.C.), qui- tando asi a la empresa todo efecto duradero. La contraposicién, 4. No tuvieron ninguna influencia en la evolucién politica de Ia época republicana tardia las repetidas revueltas de esclavos, cuyo nimero habla creed acrmemente como consecuencia de las guerras de conquista de Roma y por la ‘mta de esclavos intensamente practicads en la mitad oriental del imperlo, ie eneretamente cusndo fueron dedicados en masa al campo o a la industria, ilove ‘ban muchas. veces una existencia,indigna de seres huumanos. Sus levantamlenton Sicilia e Italia meridional fueron reprimidos sangrientamente, ee ll Ce fpovar la primacta del senado y algunos personajes politicos ais- $ ('tiatién de reformas, que traté de asegurar la direccién al se- ue intentaron lograr sus objetivos con ayuda de las exten- $ F810 "cercenando, por ejemplo, las facultades de los tribunos de sas masas del pueblo (los populares), constituyé el elemento do- la plebe, cifiendo cénsules y pretores a los asuntos urbanos de di- minante de la evolucién ulterior. Sélo que pronto no se traté ya Fién politica y administracién de justicia® y prohibiendo que de reformas politicas y sociales —o, en todo caso, esto no era'lo | "°"revistiera de nuevo tuna magistratura antes del transcurso de fundamental sino del poder en el estado. Las luchas politias $$, Sios (iteratio), tampoco pudo contener la crisis de la repi- de aquella época tienen probablemente, en comin, ciertos mé- § fiica Casan, el segundo en quien recay6 la soberania faction tras todos demagégicos con las disputas de los modernos partidos de | tiunfo sobre Pompeyo y el senado, cayé bajo las dagas de los masas, pero, en lo demés, se parecen poco. Sobre todo, no eran faniticos republicanos cuando tenfa ya pensado legar a las vlti- Iuchas de clases, sino fundamentalmente Iuchas porel poder den- mas consecuencias de su posicién. Sdlo su nieto e hijo adoptivo ot EL PODER{O OMANO Y EL. IMPERIO UNIVERSAL. DEL SIGLO TN A, G. HASTA ELS. I D.C. 5 surgida por vez primera en la revolucién de los Gracos, entre los fates, prefirié restaurar el gobiemo de la aristocracia sena- Jefes de la aristocracia romana (los optimates) que trataban de Ler y retirarse voluntariamente de la vida politica. Su amplia tro de Ia aristocracia romana: no es casualidad que ninguno de | © Octavio, hijo de un senador de rango pretorio y de origen mu- Jos grandes politicos populares proceda del bajo pueblo y que los 4 picipal, fue el creador de Ia monarquia romana; se le llama con iis significativos, como los Gracos y César, descendieran. precisa- ‘el nombre honorifico que le otorgé el senado en el afio fundacio- mente de las primeras familias de la nobleza senatorial.’ Ademés, nal del nuevo orden (27 a. C.), Augusto,* y principado a la forma habia programas mis o menos demagégicos, pero no partidos en § constitucional creada por él, monrquica en su esencia (aunque sentido moderno. En su lugar, las miltiples relaciones de fidelidad | fo en sa manifestacién externa): y las amistades politicas, que desde antiguo habfan impreso su sello caracteristico a la sociedad y a la vida del estado romano, constituyeron la verdadera base de la influencia politica. Como meta de estas Iuchas, que fueron conducidas con los medios més taimados y brutales; exterminando lo mejor de la aristocracia ro- mana, se perfla cada vez més claramente la monarquia. Su ins- tauracién constituyé, como ya vinios a otro respecto, una nece- sidad. El camino hacia ella condujo primeramente —pasando por mandos militares extraordinarios y poderes constitucionales extra- ordinarios, por alianzas politicas y sangrientas guerras civiles entre Jos rivales que aspiraban al poder—a que la soberania se con- centrara en manos del més fuerte. Se alcanzé varias veces este estadio previo antes de que se consiguiera establecer Ia monarquia como orden duradero con base juridica: El mismo Sa fue ya sefior absoluto del estado | (desde el aio 82 a. C.); pero fiel a su cuna politica, esto es, a los j IV. Ex, prvcreapo. —Naturaleza del principado.— Como ya hemos insinuado, el creador de la monarquia romana se encontrd ante la dificil tarea de dar cauce adecuado a las tradiciones de Ja época republicana y a la orientacién republicana cuando me- nos de las esferas dirigentes de los ciudadanos romanos. César se habia estrellado en estas fuerzas ideales cuando, con Ia légica que le caracterizaba, quiso ir por un camino que, si juzgamos rectamente, hubiera debido conducir pronto a un orden clara- 6. Sélo on un segundo fo do cargo arumfan estos magisrados Ja aml autracén do Ins provincia, yentnces yu como, Pocoaaer y roto (ede tore, p. 48). Ahora bien, de fre los cbsuls y'petores conservaron su tnpe- ‘Ry mitar atl al el rpibca yt oder colar precdla adel astrado, cuando un cine! hacia su apariién en uaa provincia. rT Mids duradera faeron sts innovaciones en ef campo del Derecho peaal y al proceso (olde infrs D. 7). E"Beta palabra cr intravtble, porque su significado csila entre implica- ions zeligionas ypurameate bumanss. Puede signifear precsaments “santo”, bere igvalmente “exit”, "honorable". El quo lea Ins paginas siguientes com: brenderd por gid la elecclin recayé precsamente. sobre un apelativo. tan ivoco, 5. EI propio C. Mario, a quien gustan presentar como un cabecilla salido do la masa, procedia en realidad del estamento de los eaballeros. 56 EL PODERIO ROMANO Y EL IMPERIO UNIVERSAL, mente monirquico, Aleccionado por el fracaso de su padre adop- tivo, Augusto bused y encontré la solucién del problema en a extraiio compromiso, que dio a su creacién un matiz cambiante que no se puede encajar en conceptos fijos. Considerado desde el punto de vista formal del derecho de la constitueién, Augusto restauré —incluso expresamente y de modo solemne— el orden republicano (28-27 aC.) conmovido hasta sus cimientos por el caos del ultimo siglo antes de Cristo; claro @s que esto lo hizo Augusto reservandose una porcién de faculta. des que, aun concebidas cuidadosa y discretamente, sin embargo tuvieron como consecuencia que él y sus sucesores tuvieran préc- ticamente en sus manos, casi sin limitacién, los resortes del ertado y del imperio, Por tanto, la restauracién de la repéblica signified, en realidad, la creacién de un poder mondrquico, slo que este cién republicana otorgaba al representante del poder mondrquico tuna serie de facultades de gran trascendencia politica, pero estas facultades eran, formalmente consideradas, singularidades hetero. géneas; en su forma de manifestarse estaban determinadas, en lo posible, por el mundo de ideas del derecho constitucional repu- blicano y precisamente por eso no eran adecuadas para expresar constitucionalmente Ja esencia de la nueva monarquia. La creacién de Augusto es tan slo inteligible como un poder Sduciario, pues se encontraba fuera del orden republicano y @- taba llamado a protegerlo y completarlo. Augusto no queria ser considerado como un soberano designado constitucionalmente; él no quiso ser otra cosa que el primer ciudadano (princeps, de ah{ la palabra principado) de una ciudad bre, encontrindoso ast en virtud de su extraordinario prestigio politico (auctoritas) ® al lado. del gobierno republicano para ayudarle a mantener el orden pit ‘ia do ln repsiblica en los ailos 28-27 a, C.) auctoriate omnibus prasstss poten: fatis autem nikilo omplius habui quam ceteri qui. mihi quoque in machine conlegae fuerunt (quoque debe ser entendido como ablative de quisque), DEL SIGLO I A. C. HASTA EL S. II D.C, 37 blico y @ administrar el imperio universal. La carga que se habla mostrado demasiado pesada para los érganos constitucionales del estado ciudad iba a recaer ahora sobre los hombros de una tinica persona, dotada de genio politico y de extraordinarios medios materiales: ésta es la idea del priacipado de Augusto. A esta {idea se debe que los funcionarios de que se rodeé el princeps no fueran —juridicamente considerados— funcionarios estatales, sino sas empleados particulares, y qué la caja con que él Snanciaba Jas actividades de la administracién (el fiscus Gessrt) fueren dos particulares suyos (aunque, como es natural, ingresaban fete aqui la mayoria los ingresos estatales). Forma més cui- dadosa de climinar la libertad republicana y de disfrazar mis efcazmente el nuevo orden no hubiera sido’ posible encontrarla fuera de esta renuncia consciente a permanecer dentro del 4m- bito de la constitucién. : Y¥ aqu{ Augusto pudo'apoyarse en ideas que estaban ya difun- 4didas en la crisis de la repiblica y que se basaban, parte, en una ‘onsideracién’ romAntica del viejo estado romano, y, parte, quizé también en las teorias politicas de la filosofia ica; estas ideas aparecen ante nosotros en los escritos floséficos de Cicerén sobre el estado y es muy interesante ver cSmo los ideales defen- didos por este ‘apasionado republicano habrian de servir para fundamentar la derrocacién del orden del estado libre. Una pro- paganda politica extraordinariamente hibil y activa injert6 la idea del principado en la conciencia de la época; los grandes literatos, como Livio, Horacio y Vi oseoteron cea ind = construcciones ptblicas y fiestas hacian patente la escena y Eefive dal coors seguatay is paieiony ieoion de las monedas romanas lo ponfan ante los ojos de todos. También hay que interpretar como escrito oficial de propaganda el relato de las hazafias de Augusto (res gestae dict Augusti), que después de su muerte se publicé en el senado, perpetudndolo las inscrip- ciones tanto en Roma como en las provincias; este relato se nos ha conservado en su mayor parte (en el lamado Monumentum Anoyranum) y constituye para nosotros la fuente més directa sobre las ideas politicas de Augusto. . Ahora bien, con lo que levamos expuesto queda caracterizada 58 EL PODER{O ROMANO Y EL IMPERIO UNIVERSAL DEL SIGLO MH A. C, HASTA EL 8, UID. c. 59 \inicamente una faceta del principado: su relacién con el estado inceps fue poco a poco ganando terreno a la constitucién Y eon los ciudadanos romanos. El principado muestra otra cara f Po biicana. Asi, en realidad, ya no se podia seguir diciendo, cuando lo consideramos desde el punto de vista de los sibditos $ “EY, antes, que los cdnsules eran quienes dirigian la vida polf de la poblacién provincial. Como es natural, a éstos les era com- ica del estado o que tuvieran incluso mando militar; estas pletamente indiferente In yuxtaposicién de repiblica y princi- $ ones ccreapenaio ‘ahora al princeps. La asignacién de cier- ado, yuxtaposicién que estaba calculada con finura, teniendo f 7. funciones en el campo de a jurisdiccién no pudo reemplazar la ‘en cuenta las ideas y sentimientos de Ja burguesia romana. Si lo f Smpetencia politica de los eénsules y el consulado decayé ripi- que se queria era interesar a la poblacién provincial en el nuevo damente, convirtiéndose en un mero elemento decorativo con el orden —eosa que se intenté bajo Augusto y mas atin en épocas que se sefialaba a los miembros de las primeras familias nobles Posteiores—, habia que ponerles ante los ojos un cuadro ideal J $s ausliares del princeps que lo merecieran. Esta decadencia del principado mucho més sencillo, Tenfan que aprender a vene- se manifestaba también externamente en la costumbre de permitir al princeps isto y humano - mismo afio revi ynsulado vari 1 BPSD coo al Eber ten reenact vor pee do tae periodo anterior, como al portador de la paz y padre del linaje £ jurgs_menores se mantuvieron, en un principio, mejor que el humano, como al gobernante sabio en el sentido de la fllosofia } consulado, pues el princeps no tenia ninguna razén para asumir estatal griega, como al rey divino al viejo estilo oriental. Por e30, J {mismo estas funciones especiales; asi, por ejemplo, la compe- a diferencia de Roma, en las provincias se permitié e incluso se tencia de los pretores en materia civil y criminal siguié teniendo, favorecié desde un principio el culto al emperador en vida. en Iineas generules, la misma amplitud que a fines de la repiblica, Pero como 1a propaganda del principado no era, en modo Pero ahora sus decretos eran susceptibles de apelacién al prin- alguno, una mera frase convencional, sino que tenia sus races en § eps, y éste, desde la mitad del siglo x a.C., podia, en general, concepciones vivas de la poblacién provincial y expresaba el atraer a su tribunal procesos importantes, si lo consideraba opor- niicleo ideal del nuevo orden, el comienzo del principado anuncia } tung, Pero, sobre todo, se desarrollé, primero en el campo de la ya en su duplicidad el contraste, que Tuego domina cada vez} justicia penal, Iuego también para procesos civiles, una jurisdic- més la evolucién politica de los primeros siglos de nuestra era: 4 cijn extraordinaria de funcionarios imperiales, que fue restando es el contraste entre In idea de una soberania universal de la J cada vez més competencia a los tribunales “ordinarios”, dirigidos nacién romana, heredada de Ia época republicana, y la idea de por pretores (comp. infra, p. 71 ss.) 1un imperio universal cosmopolita, en que todas las naciones estan Mientras que las magistraturas siguieron subsistiendo hasta la sometidas sin distincién al mando de un sefior absoluto, época tardia de Roma como pilido reflejo, cada vez més tenue, de 2 Corresponde ahora describir algo més exactamente la rela~ su antiguo esplendor, el segundo factor de la vida constitucional cién del principado con Ia constitucién republicana de Roma. republicana, las asambleas civicas, desaparecié insensiblemente Continuaron existiendo, al igual que antes, los érganos estatales del campo de las realidades politicas poco después de Augusto. de Ia reptiblica: las magistraturas, las asambleas del pueblo y el Durante la época de Tiberio, el pueblo perdié, en favor del senado. Augusto y sus sucesores revistieron de tiempo en tiempo senado, la facultad de elegir los magistrados cuando se trataba el consulado, perteneciendo al senado como senior (princeps se- 4 verdaderamente de seleccionar entre varios candidatos." Segin natus, p. 30, n. 14); de este modo manifestaban su deseo de seguir considerando a los érganos republicanos como los auténticos titu- 11. Por una inscripeién hallada en 1947 —la lamada Tabula Hebana, lares de la soberania estatal. Sin embargo, el poder supremo del ET ee ae ne ee cae ets

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