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na,era una nifia despistada. Sus papas le decian siempre que estaba en Jas nubes, que vi- via en la luna, que habitaba en las estrellas. ,Tan despistada era que un dia salié de su casa rumbo a la panaderia para comprar el pan dulce de la cena y se perdio. Cruz6 la calle dando CScdiledauv CUll LaritS saltitos, al llegar a la avenida esperé pacientemente a que el seméforo se pusiera en verde, pasé junto ala panaderia de don Silvestre y se siguié de frente durante un buen rato. Poco a poco, conforme avanzaba, el més intenso. Tanto que no lograba cobijarse con sus propios abrazos. : Justo cuando empezaban a caer los: primeros copos de nieve, legé a un lugar extrafio que | nunca antes habia visitado. | | i | | frio se iba haciendo cada vez més y | | | —ESvaneauo corr vai nS! Toda la gente vestia de verde y llevaba sus im Pparaguas del mismo color, —Pero, nifia —le dijo una sefiora—, gcdmo es Posible que salgas a la calle sin tu resbalagua y sin tu paragotas? —Es que... —traté de decir Ana, pero le castafieteaban tanto los dientes que no Ppudo continuar. —Vamos, 'permeables y vamos —continué la sefiora, y compartié con ella su impermeable y su paraguas—, en la cuadra siguien- te estd mi casa. Desde alli le podrds lamar a que pasen a recogerte. Salir a la te clima, jqué locura! tus papds para calle sin resbalagua, con es- Al llegar a la casa de la sefiora, el semblante de Ana cam- bid. El calor que emanaba de confortable y placentero, des blanquisimas, la chimenea hacia del lugar algo Todo se veia muy limpio: las pare- 1a plata de las charolas brillante, la alfom- bra recién peinadita, los muebles sin una brizna de polvo. Una nifia y un nifio jugaban sobre un tablero un jueg? que ella no conocia, Qué es eso? —2Qué es qué? —Eso que estén —No estamos ademds, —les pregunts, —Se sorprendié el nifio. jugando, y jugando: estamos haciendo la tarea. ePOF qUE no tienes tu resbalagua puesto? {QUE es resbataguar CScCdiledauv Cll carts —Pues qué va a ser: la ropa que uno se pone cuando sale a la nieve. —Ah, quieres decir el impermeable —respondié Ana. —jQué es impermeable? —Pues la ropa que uno se pone cuando sale a la nieve o ala lluvia. Qué es Iluvia? —pregunté la nifia. —Las gotas que caen del cielo cuando... —Dirds el aguabaja. Al escuchar todo eso, la sefiora, que estaba terminando de poner una jarra de leche en la estufa, se acercé a Ana y Wy la miré con extrafieza. —A ver, a ver, a ver: zno sabes lo que es un resbalagua? —Si, sefiora: un impermeable, acabo de enterarme. —jUn impermeable! ;Dénde te ensefiaron esa palabra? —Sélo sé que todo el mundo le dice impermeable a los impermeables. —Cémo te llamas? —Ana —contesté con timidez. —jAna! —gritaron los nifios, que seguian muy extrafia- dos con la presencia de la nifia. —jAna! —repitié la sefiora—. 2Quién puede IHamarse Ana? —Asf{ me llamo, se lo juro. ESUdileauo CUI Lalllot Escaneado con Cams« —No me gustan las mentiras. Para nada. Me caen mal las nifias que andan diciendo mentiras. En este momento le Mamamos por teléfono a tus Papas para que vengan por ti. Y les diré que te traigan tu resbalagua y tu paragotas, Mira que salir a la calle asi... —Si, sefiora, por favor, lldmeles por teléfono. Yo sélo sa- Ifa la panaderia a comprar... —tQué es panaderia, mama? —No sé, qué voy a saber yo todo lo que esta nifia se an- da inventando? —Es el lugar donde venden el pan —explicé Ana. —{La bollera? —Qué es bollera? — Basta! —grité la sefiora—. 2Cual es el ntimero de te- léfono de tu casa? —Es el 2 14 27, —itQué?! 2A quién crees que vas a engafiar? Anda, dime, éa quién crees que vas a engafiar? Los teléfonos tienen ocho ntimeros, no cinco, —Pues ése es el teléfono, mama hizo que me lo aprendic perdia. = 5 Mi Es el tinico que me sé. M ; i me iera de memoria. Por si ™ —Ahora dime otra mentirota: éde dénde vienes? —De Vico. De la Ciudad de Vico, Reptiblica de Vico- CSCdiledauv CUll cate — Vico! Vico queda del otro lado del mar. No me digas que saliste a comprar pan a la bollera y sin més llegaste a Guadaliscorintia. —jGuadialis... qué? —se sorprendié Ana. —Guadaliscorintia. No sé por qué te extrafia estar aqui, si dices que s6lo saliste a la bollera a comprar pan jen Vico!, a mas de diez horas en avidn, comprendes? —No entiendo nada, sefiora. Lo tinico que quiero es re- gresar a mi casa, por favor. —Mira, Ana... ;Ana, qué nombre! —y sus hijos se rieron también—. Ya es muy tarde. Asf que tendrs que dormir Wy) aqui. Ya mafiana veremos cémo comunicarnos con tus pa- pas. Por lo pronto, Consoligarinco y Altragarancarina te ayudaran a sacar el viejo colchén para... —jAsi se Haman sus hijos? Parecen trabalenguas —se sorprendié Ana, que no pudo ocultar la risa que le daban los nombres de los nifios. —No entiendo por qué te dan tanta risa nombres tan sencillos y comunes. jA dormir! Ha sido demasiado por hoy —y Consoligarinco y Altragarancarina llevaron de la mano ala nifia a una habitacidn del piso superior. Ala majiana siguiente, Ana se asusté al despertar en un | cuarto que no reconocia. Alli no estaban sus muiiecas ni sus libros ni el ropero. Tampoco su mamé, que siempre la des- | csvareauo-cun Vallis ‘eo pertaba con una cancién. Y en vez de su pijama de cuadri- tos azules, Ilevaba puesto un horrible camis6n color verde brécoli. Altragarancarina entré a la habitacion: Escaneado con CamS ~~ — Quieres ir a la escuela? Mamé salié y me pidié que te dijera que podias hacer lo que quisieras: ir a la escuela con nosotros 0 quedarte aqui en la casa. —iY qué es mejor? —pregunté Ana. ESUdileaduU CU Lalllot —La escuela es un poco aburrida. Pero quedarte en Ja casa solita es mas aburrido. No hay mucho que hacer. —jMe podrias prestar un resba. . —No es necesario Ilevar resbalagua: ya no esté nevan- do. Aunque sf un taparriba. —Qué es un taparriba? —Esto que llevo puesto —y Altragarancarina sefialé la prenda. —Un suéter! —iQué es suéter? —preguntd Consoligarinco desde la puerta. —Olvidalo —le respondié su hermana—, iquién sabe de dénde sacar esas palabras tan chistosas! Por cierto —se dirigié a Ana—, tendrds que cambiar de nombre. Si lo dices en la escuela, todos se van a burlar. —eQué tal Anatarungarecha? —Propuso Consoligarin- co—. Es un nombre comtin y corriente. —Como dijiste? —Arna-tarrun-ga-re-cha, muy fécil —A-na-ta-run-cha-re-ga —trat6é de repetir Ana. Al fin, la dejaron sola Para que se vistiera con la ropa que Altragarancarina le habja prestado, Toda era verde, verde oe verde oliva, verde claro, verde limén. Hasta las botas " color verde perico; y la diadema, verde semétoro ESUdIedUuV CUI Lal llot Guard6 en la bolsa del vestido las monedas con las que iba a comprar el pan cuando salié de su casa. Luego se vio al espejo: no se reconocia a sf misma vesti- da de esa manera. Sin embargo, se dijo: —La verdad, tengo cara de Ana. Vestida de verde, pero ‘Ana. Aunque no les guste voy a decir mi verdadero nom- bre. Me vale. Ana, Ana, Ana. Al llegar a la escuela, Altragarancarina se encargé de dar el recado a nombre de su mama: que Ilevaba de visi- ta a Anatarungarecha s6lo por un dia. La maestra, no muy contenta, aceptd de mala gana a la nifia y le pidid que entrara al salén de clase. Entonces empezaron los problemas: —No me llamo asi. Mi nombre es Ana, les guste 0 no les guste. Ana, Ana, Ana. Me llamo Ana. As{ me llaman mis pa- pas y mis tios y mis amigos: Ana. Y punto. Y como si hubiera dicho un chiste muy gracioso, todos en el saln se rieron. —Pero qué nifia tan chusca —dijo la maestra—. ZY po- driamos saber por qué te pusieron un nombre tan..., tan..., tan raro? —No es un nombre raro. En Vico mucha gente se llama asi: Ana. Escaneado con Lams CSctdiledauy CUll cath —jEn Vico! No me digas que eres de un pais tan... tan... tan horrible, segtin me han platicado. —Vico no es un pais horrible. En donde vivo tenemos un lago inmenso, hay drboles por todos lados, y gallinas... —jGuacala! —grité un nifio con cara de asco—. Maestra Topolobampacracia, hay ciudades que tengan drboles y gallinas? Ce fi —La verdad, no lo creo. Hace mucho que toda la vegeta- cién y los animales del mundo se mandaron al campo. Aun- que, segtin he lefdo, creo que en ‘Vico, ;qué feo nombre!, toda- via estén atrasados: tienen drboles que ensucian con sus hojas los techos de las casas y gallinas que manchan con su popo- ay cacaciedad las calles. —jGuacala, gudcala! —dije- ron a coro otros cinco nifios. —Basta ya de escuchar las bromas de nuestra invita- da. Abran todos sus librethojas y saquen sus boliplumadoras. —{Qué dijo? —pregunté Ana. —Ah, claro, ti no tienes librethoja ni boliplumadora. Rodriganatuperio, — ESUdiedauv CUI Uallot “Ww préstale a Anatarungarecha lo que necesita para la clase de multiplimaticas. En cuanto Ana recibié de parte del nifio un cuaderno verde cocodrilo y una pluma verde pistache, se paré de su silla y salié a toda prisa del salén. Desde la puerta alcanzé a decir en voz alta: —Me llamo Ana, soy de Vico, uso impermeable y para- guas, escribo en cuadernos, me gustan los arboles y las ga- llinas y no quiero tomar clase de multiplamtitacas. Cuando alcanzé la puerta de salida de la escuela toda- via retumbaban en sus ofdos las carcajadas de los nifios y la maestra. Corrié a todo lo que daban sus pies hasta que ca- y6 rendida. Le dolian las piernas y tenia hambre. Al recuperar el aire noté que estaba sentada sobre una piedra, al lado de una tienda. Decidida, entré a buscar algo de comer y de beber: un dulce, un pan, una galleta, un ju- 80, lo que fuera. Tomé un paquete pequeiio, que al parecer contenfa un panqué. Sacé una moneda y se la entregé al viejito que atendia. —Caray, caray, caray, nunca habia visto en mi larga vi- da una moneda tan rara. ;De dénde la sacaste? —Me la dio mi mama. —2Y para qué te la dio? sPara jugar? —Para comprar el pan. EsScaneado con cams —Ah, qué nifia tan simpatica. Es mds: me gusté tanto tu chiste que hasta te voy a aceptar la moneda a cambio de es- te delicioso pasterrosquivisco. —Gracias, sefior. Y ademis le voy a decir algo: me Ila- mo Ana y soy de Vico. —Ja, ja, ja. jAna! ;Vico! Ja, ja, ja. Pero realmente qué sim- patica eres. Es mas, por haberme hecho refr, toma este re- frescajugarinesco, te lo regalo. Antes de que el viejito se arrepintiera, Ana prefirié salir sin hablar mas. Cruz6 la calle y camin6 una cuadra hasta que se encontré con una banca: un buen sitio donde saciar el t ¢ 2 hambre y la sed. Le quité la envoltura al panqué y abrié el re- Wy’ fresco. No habia dado la primera mordida y el primer trago cuando un sefior que pasaba por allf empezé a gritar: —Policfa, policia! Rapido! jAqui hay una nifia que es- tA comiendo en la calle! jRépido! jPolicia! Ana no podia creer que el sefior se estuviera refiriendo a ella. Estaba realmente furioso. Iba a decirle algo cuando tres policias vestidos de verde botella llegaron corriendo. —Es cierto —dijo uno de ellos—, la nifia est comiendo en la via publica. —Tendremos que arrestarla —continué el policia que tenia cara de pera. —La Ilevaremos a la comisarfa —finaliz6 el tercero. Neauy CUI UaITol —Sélo estoy comiendo —traté de explicar Ana, que la verdad estaba muy sorprendida. —Pues si —intervino el sefior—, nada més estas co- miendo un pasterrosquivisco jen la calle! iQué desfachatez! iQué educacién! jLlévensela pronto, antes de que me dé més asco! —Pero... —quiso decir algo Ana, antes de que uno de los policfas la tomara de un brazo y le dijera: —Nifa, estas arrestada por ingerir alimentos y bebidas en la via puiblica, Y custodiada por los tres uniformados, Ana se encaminé hacia la direccién que ellos le marcaban. Iba asustada, con os ojos a punto de expulsar una lagrima, con el corazén pal- Pitandole a toda velocidad, sin soltar su panqué y su refres- Co, recordando las veces que habia comido galletas y choco- lates en el parque de Vico sin que nadie le dijera nada. El jefe de los policias se enojé atin mas en cuanto sus subordinados le d: fia estaba comiendo y bebiendo en Ia calle, a plena luz del dia, y que ademés no le daba vergiienza hacerlo de los demés, ijeron que la ni- enfrente A Escaneado con Lamst y Se Escaileauv Cull Vallis! — Para qué crees que existen los comedores de las ca. sas, eh, nifia? —Para comer —respondié Ana con una voz apenas au- dible. —Entonces, ¢se puede saber por qué comias en la calle y no en el comedor de tu casa? — Qué tiene de malo hacerlo en la calle? —pregunté sin entender cual era el reclamo del policia. —jQué tiene de malo! ;Qué tiene de malo! ¢Te estas bur- Jando de mi? —Es que tenia hambre —traté de excusarse. —iTenjas hambre! ;Tenias hambre! Para eso existen las horas de comer y para eso existen los comedores. Es asi de sencillo. Tendré que imponerle a tus padres una multa muy alta por lo que has hecho y otra por educarte tan mal. jTe- nias hambre! Ahora dime, ;cémo se llaman tus papas? —Juan Pérez y Lupe Torres. —tConque quieres seguirte burlando de mi? Nadie en todo el mundo puede Iamarse de esa manera tan ridicula. Recuerda que soy la autoridad y debes tenerme respeto. i voy a dar otra oportunidad: gcémo se Iaman tus papas? —Ya le dije, sefior. En Vico son nombres que... —iAh, ah, ah! Ya comprendo. Tu eres la nifia que dice lamarse, ja, ja, Ana, ¢verdad? EStdiledauv CUll cans —Si—contesté con entusiasmo. —Hace unas pocas horas estuvo aqui la sefiora Serapa- tanguaricuara para hablarnos sobre tu caso. Dice que saliste ala bollera a comprar pan y de pronto, jzas!, estabas en el centro de Guadaliscorintia, sin paragotas ni resbalagua. —Si, si, ésa soy yo, y quiero que me ayude a regresar con mis papas. Deben estar muy preocupados. —He perdido mucho de mi valioso tiempo tratando de comunicarme a tu pais. Al fin lo logré hace unos minutos, y ¢quieres saber algo? —Diga, répido. af ? —No tienen reporte de ninguna nifia desaparecida. No hay ningunos papés que estén buscando a su hija. Hablé también con el ministro Refunfuiiatifoideo, para preguntar- le qué hacer en un caso como el tuyo. Y me dio las siguien- tes instrucciones: que la nifia se quede a vivir con la sefiora Serapatanguaricuara y sus hijos hasta que localicemos a sus papas. Y también me dijo que, mientras vivas aqui, tendrés que ser como todos los guadaliscorintios. —~Por qué? —Porque si. Tendras un nombre normal, deberds comer en un comedor y no en Ia calle y aprenderds el himno de Guadaliscorintia para poder cantarlo, como todos, el do- mingo a mediodia. ,Entendido? EStadlledauy GUL Laird La sefiora Serapatanguaricuara re- cibid a Ana de malhumor. —Ya me enteré del ridicu- lo que hiciste en la escuela. Muy mal, muy mal. Y ahora resulta que te en- contraron comiendo en la calle. Se puede sa- ber por qué hiciste algo tan desagradable? ;Tus papds no te ensefiaron que el lugar donde se debe comer es el come- dor? —Pero en Vico... —jSilencio! No vuel- vas a mencionar ese nom- bre tan grosero. El minis- tro Refunfufiatifoideo ha decidido que te quedes con nosotros hasta que tus papas aparezcan, Para ello deberds seguir algunas reglas. En pri- 4 Escaneago Con Ualmnst mer lugar, te llamards Anatarungarecha, que es el nombre més parecido a Ana. —Pero... —En segundo lugar, irds a la escuela, hards la tarea y te portards como una nifia normal. Ahora vete a tu cuarto y di- lea Altragarancarina que te ensefie el himno de Guadaliscorintia. Debes conocerlo muy bien para que el domingo, cuando todos los guadalis- corintios nos reunamos a cantarle a la bandera, ti puedas ESUdiedUuV CUI LalTlot también hacerlo. Y pidele a Consoligarinco mapa, para que te enteres de dénde vives a td tu pafs, ¢Queda claro? —Si, queda claro. Lo que sucede es que no estoy de acuerdo, que te ensejie su hora y dénde es. Aqui sélo se obedece. He dicho, Los siguientes dias fueron muy dificiles para Ana. Tuyo qf que aprender cantidades de Palabras: en vez de mochila te- ‘wy nia que decir bolsaespaldera, los Zapatos se llamaban Suantepi- sos; los guantes, zapatimanos; Ademés tenia que com Punto, irse a dormir a las dientes siete veces al dia, at alimento. Todas las noche; Guadaliscorintia, Por mas Soligarinco y Altrag ban de verla como y las pizzas, salamitortiquesadas, ler a las dos y tres minutos en ocho y veintiuno y lavarse los unque no hubiera probado antes S tenfa que practicar el himno de que quiso hacerse amiga de Con- erancarina fue imposible: ellos no dee una nifia extrana y aburrida. Aburrida ba jugar a sus juegos: lavar sabanas, ba- Ter pisos, limpiar cubiertos Y tejer taparribas, En la “scuela le pasaba lo mismo, L: a maestra Topolo- bampacracia le Pol ae sole a los ejercicios mas dificiles de multip! ‘ d Ss CscCdileauy CUll Udi ilo > maticas. Y sus compafieros se refan de ella cada vez que de- cfa cosas como recreo, saltar a la cuerda, colorear, contar un cuento y comer chocolates. Todo iba de mal en peor hasta que un dia tuvo una co- razonada. Le dijo a la sefiora Serapatanguaricuara: —j{Puedo ir yo por el pan a la bollera? —Esté bien, pero no te tardes. Tienes que estar aqui en punto de las siete veintisiete para que cenemos a tiempo. Cruz6 la calle dando saltitos, al llegar a la avenida espe- 16 pacientemente a que el semaforo se pusiera en verde, pa- s6 junto a la bollera de don Silvestrigandolfo y se siguié de frente durante un buen rato. Poco a poco, conforme avanzaba, el calor le iba enti- biando el cuerpo. A la mitad de una calle se quité el resba- lagua y el taparriba. Al voltear descubrié que estaba en Vi- 0, justo de cara a la panaderia de don Silvestre. Revisé que las monedas siguieran en su bolsa, entré al lugar y compré Pan de dulce recién horneado. Y de alli, a grandes zancadas, directo a su casa. —iAna! Ya estabamos preocupados —le dijo su mama. —Es que no sabes todo lo que me ha pasado. —Te tardaste més de media hora en ira la panaderia y Volver, escaneauy con LamS¢ Cscdiieauy CUI Udll 1S NOTRE Ou remem —jMedia hora? —Mas, casi cuarenta minutos. ;Qué pasé? —Mami, jte puedo pedir un favor? —No estén las cosas como para que pidas favores, —Di mi nombre. —Ana, qué sucede? —Otra vez. —Ana, me estds preocupando. —Una més y ya. —jAna! —Si. Ana, everdad? cstaieadd Con art ‘Ana, gvekad? se impimis en Grits Mon Abia, Fccionumiento Agrin- dlseial La Cruz, Villa det Maré, Queréur, Aputado Postal $12, Que tar, en diciembre de 200. Fine fo de £80 000 ejerpaes a sebeanes pr sin. eScaneauy con VariS¢

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