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1A TRADICION DE LA ESCUELA PRIMARIA EN LA ARGENTINA * GUILLERMO FURLONG, S. J. No es tarea facil exponer en pocas paginas la gloriosa tradicién de Ja Escuela Primaria en Ia Argentina desde Ia Megada de los primeros espafioles a nuestras playas hasta mediados del siglo pasado, ni es tarea menos dificil apreciar a fondo y en todas sus manifestaciones la bondad de aquella ensefianza impartida a nuestra nifiez durante tantos siglos y en localidades tan alejadas unas de otras como Buenos Aires y Cérdoba, ‘Salta y Mendoza, Corrienes y San Juan. Para mayor claridad y precisién, evitando asi el confusionismo tan del agrado de ciertos historiadores aprioristicamente adversos al pasado, distinguiremos cinco periodos o etapas en el desarrollo de nuestra Es- cuela Primaria: 1° —Primeros tiempos de la Conquista o siglo xw1. 2°—Epoca de la colonizacién o siglos xvir y xvm. 3°— A raiz de los sucesos de Mayo: 1810-1820. 4° — Desde Rivadavia hasta Utquiza: 1820-1854. 5° — Desde Urquiza hasta 1884. 19— Primeros tiempos de la Conquista o siglo XVI Por lo que respecta a la tradieién de la Escuela Primaria en los ul- timos decenios del siglo xvr y primeros aios del siglo xv, no puede histéricamente ponerse en duda que: a. —La legislacidn espatiola patrocinaba y dirigia la ensefianza pri- ® El presente trabajo fue publicado por primera vez en el Vol Col. La en~ seilanza nacional, pp. 40-83, Cuadernos de “Esturlios”, Buenos Aires, 1040. —l. b,— Los conquistadores del Rio de la Plata eran por lo generat hombres de excepcional cultura y amantes de ella. ce. — Desde los primeros dias de la Conquista se implartaron escuelas primarias doquier hubo poblacién suficiente. d.—Todo hace creer que la ensefianza impartida fue eficiente, sé- lida y despertadora de socaciones, e. — Era ciertamente cristiana’ y catdlica en la mds plena y absolute aceptacién de estas palabras. @,— El grado de cultura a que ha Negado el pueblo argentino pro- hibe a nuestros publicistas nacionales aceptar y difundir, como todavia hacen algunos escritores adocenados, los viejos y crasfsimos errores de la leyenda negra, hijos en la mayoria de los casos de una lamentable ignorancia de la historia, otras veces, de una mal disimmlada pasién contra Espaiia y sus magnificos métodos de colonizaciém. Es hoy un hecho indubitable, como escribe el profesor Edward Gaylor Bourne, que en sus posesiones de América “asi la Corona como la Iglesia mostrironse solicitas en la educacién de las Colonias, y se dictaron las medidas necesarias para promoyerla en escala tan amplia . como fuese posible y como jamis fue alcanzada en las colonias inglesas”. Desde 1536, que es Ja fecha de la primera real orden sobre la en- setianza en América hasta principios del siglo xrx la Corona y la Iglesia expidieron més de doscientas drdenes y decretos de cardcter general o de indole local relativos a la instruccién de los indigenas y a la ensefianza de los hijos de los espaficles. Bastaria para poner en movimiento toda la ensefanza primaria en los vastos territorios coloniales de Esparia Ja Real Orden que en 1572 dio Felipe II y que pas6 después a formar parte en el Cédigo de Indias (ley 43). Alli se ordena a los virreyes y gobernadores nombrar maes- tras de primeras letras en todas las ciudades de sus jurisdicciones. Veinte aios antes habiase celebrade en Lima un magno Concilio y una de las decisiones de los Prelados que asistieron al mismo se refiere directa y exclusivamente a Ja ensefianza primaria. En su Seccién V, capitulo IV se ordena a todos los clérigos que “tengan por muy enco- mendadas las escuelas de los muchachos... y en ellas se ensefie a leer y eseribir y Io dems” (Odriozola, Documentos literarios del Pert, XI, 283). Es un hecho incontrastable que asi la Corona como la Iglesia, com un magnifico espiritu de solidaridad social, favorecieran siempre y en tqdas partes y promovieran tenaz ¢ inteligentemente la instruccién pri- maria. De viles brulotes han de clasificarse los abundantes asertas como —-R éste: “De la educacién primaria nada dice el Cédigo de las leyes In- dianas, y asi fa nifiez estaba abandonada a una salvaje ignorancia de parte de los poderes piiblicas” (Zenén Bustos, Anales de Ja Universidad, 2° parte, 1767-1778, p. 44). b. — Aunque las leyes no hnbieran existido, habian existido desde los primeros momentos. hombres cultisimos a quienes Ja ensefianza pri- maria no podia ser indiferente. Quienes han fraguado y popularizado la leyenda relativa a la barbarie y rudeza de los conquistadores y colo- nizadores hispanos, han olvidado que esos hombres venian de un pais donde las ciencias y las artes habjan llegado a esplendores inusitados, donde la cultura, aun la filosdfica, era algo tan del pueblo como lo son hoy las noticias policiales, donde la atmosfera estaba impregnada del saber humano y divino, y donde hasta las lavanderas y lacayos se inte- resaban por los grandes problemas del espiritu. Por lo que respecta al Rio de 1a Plata, hubo o pudo haber hombres rudos y analfabetos, pero indiscutiblemente fueron la excepcién, como lo son hoy dia. La mayoria de los Conquistadores y Colonizadores fue- ron cultos y aun cultisimos. Es un hecho que no pocos de ellos traian sus pequefias pero selectas bibliotecas como parte de su modesto mata- lotaje. Mientras sometian a las indiadas, en media de las mayores pri- vaciones, y levantaban las primeras casas de nuestras primeras poble- ciones, descansahan con la lectura de Virgilio, de Erasmo y de Vives. c.--Son bien escasas las noticias que existen sobre las actividades de Jos primeros colonizadores y sobre la ardua y tithnica labor realizada por ellos para organizar la incipiente sociedad cultural. Los mismos Acuerdos Capitulares son en general tan escasos y tan lacénicos, que todo induce a creer que aquellos hombres fueron “grandes en hacellas y parcos en contallas”. Deducir de la carencia de documentos la au- Saar iastruccién primaria es un argumento negativo y por ende anulable. Pero existen suficientes pruebas de que positivamente hubo instruc- cién piiblica desde los principios de nuestra vida social. Asi sabemos que Santa Fe contaba con una escuela primaria, a lo menos, desde 1581, Santiago del Estero desde 1585, Corrientes desde 1603, Cérdoba y Bue- nos Aires ya antes de 1605, Aquellos humildes villorrios que carecian aun de los medios mas imprescindibles para la vide, no carecian de es- euelas, Atm més: consideraban la escucla como algo bisica y fundamen- tal. Cuando Pedro de Vega, el primer macstro de Santa Fe, pretendié ausentarse de esa ciudad, fue general la protesta por el “notorio dafic y perjuicio” que preduciria su ausencia, ya que faltando el tal maestro, Jos hijos de los vecinos “no aprenderdn a leer y escribir”, Se ordend a Vega no ausentarse de la ciudad y se le ordené proseguir con In ense- Hanza “sirviendo a Dios y a la Reptblica so pena de doscientos caste- =p Tlanos” de multa. Este hecho, acaecido a los cuatro afios de fundada la ciudad de Santa Fe y cuando era ella un villorrio despreciable, es de una elocuencia inusitada. d.— Ya a fines del siglo xvi no era un problema Ja ensefianza pri- maria, que existia dondequiera habia un micleo de vecinos, sino la en- sefianza secundaria, que solfa denominarse “Gramdtica”, y la ensefianza universitaria. En veinte aiios el desierto habla Mlorecido de tal suerte que habia hambre y sed de cultura superior. Las escuelas primarias habfan realizado tan espléndidamente su misién formando a Ja nifiez y despertando en ella tan nobles ideales, que urgia la implantaciém de estudios superiores. Por ellos abogaban aquellos cultas Colonizadores, y el Cabildo de Cérdoba en 25 de noviembre de 1602 se empeia en buscar “alguno que lea gramiitica y otras ciencias para que estos hijos de vecinos tengan estudios” (Acuerdas, ed. 1882, IIT, 329). Una en- sefianza primaria que a principios del siglo xvi requirid la existencia de estudios superiores no pudo ser sino eficiente, sélida y despertadora de nobil{simas vocaciones. e.—Tratindose de colonias espafiolas de) siglo xvi y xvut huelga afirmar que toda la instruccién primaria fue neta y absolutamente cris- tiana y catélica. Desconocer o poner en tela de juicio este aserto ¢¢ desconocer toda la fuerza que caracteriz6 al pueblo hispano en aquellos siglos de su grandeza. La ensefianza religiosa era un postulado nece- sario de la ideofogia hisp4nica, tan profunda y ampliamente cristiana. Uno de nuestros historiadores recuerda al maestra Pedro Vega y eseribe que “corresponde pues a Santa Fe el honor de haber tenido cl primer maestro laico que hubo en tierra argentina” (Chanetén, Le instruccién primaria, Bs. As., 1936, p. 269), y el aleance que quiere dar al epiteto es evidente, ya que lo repiquetea siempre que se le ofrece ocasién, dejando asi en los lectores la impresién de que hubo ensefianza Jaica desde los primeros tiempos de la colonizacién hispana. Lo cierto es que este maestro laico tenfa por misién “ensefiar la doctrina cristianz a los nifios de poca edad y a leer y escribir a los demas” y @ este maestro laico el Cabildo te obligé a permanecer en Ja ciudad por “el gran des- servicio que a Dios nuestro se hace en faltar la doctrina cristiana” (Actas del Cabildo Colonial, Santa Fe, 1924, I, 98). Era un maestro Iaico de quien se ocupan y a quien ocupan los Cabildantes de Santa Fe coma si se tratara de un sacerdote. 2°— Epoca de la Colonizacidn o siglos XVII y XVII Los Cabildos y las Iglesias, con aque! magnifico espiritu de soli- “daridad social que’ caracteriz6 toda la vida colonial, se afanaron en la fundacién de escuelas y tuvieron la satisfaccién de ver que salian de —4— sus aulas generaciones viriles y cultas. Por lo que respecta a los siglos Xvi y Xvi podemos consignar que: a.— Las escuelas se multiplicaron de suerte que el analfabetismo fue escaso o nulo. b.—La ensenanza era sdlida y racional, y sus directrices firmes y : ” cc. — Los planes de estudio eran lentemente amplios, pues ade- mds de leer y escribir, comprendian la aritmética, la miisica y el canto, ejercicios de declamacién y ejercicios dramdticos. d.~ En ninguna forma, y en ningtin momento, se conocid otra en- sefianza que la plenamente religiosa, cristiana y catdlica, e.— Casi toda la ensefianza era gratuita y obligatoria. a.—Desde principios del siglo xv hasta principios del siglo xvnt Jas escuelas se multiplicaron de suerte que el analfabetisno fue escaso onulo, Dia a dia se van descubriendo documentos que ponen de ma nifiesto el crecidisimo nimero de escuelas que existian en todos los 4mbitos del pals. En regiones donde se crefa y se aseguraba que nunca hubo escuelas, las hubo en abundancia. El dia en que se conozcan los Newent de Ios viejos Cabildos serén miltiples las sorpresas en este sentido, Pocos y vagos son los datos que acerca de Ia instruccién primaria en Salta nos ofrece el doctor Chanetén y, segin él asevera, “menos tema ofrecen atin los anales pedagégicos de jujuy”, y rubrica su aserto com dos o tres noticias de tan escaso valor que confirman 1o que afios antes, y con rasgos tan tenebrosos, habia estampado el doctor Juan P. Ramos, el Ramos de hace 30 aiios, en su libro sobre la ensefianza primaria en la Repiblica Argentina. Pero, jcudn otra fue la realidad! Jujuy consta de dos zonas 0 regio- nes muy diversas entre sf: Ia del sur donde todo es verdor y la del norte donde todo es triste y desolado. En Ja primera reina Ja vida, mientras que en la segunda, regién de Jas punas, reina la mds desconsoladora aridez. Si en alguna regién del pais no debieron de existir escuclas durante la época colonial, como apenas existen hoy dia, es enesasregiones de Cochinoca, Rinconada y Santa Catalina. Sin embargo, jcudn otra fue la realidad! ‘Cuando el 31 de mayo de 1791 Ilegé el DeAn Funes a “Santa Ca- talina de la Puna” para visitar la villa en nombre del Obispo Videla hallé entre otras instituciones que alli habia dos escuelas: una fundada por el Sr. subdelegado don Juan Bautista de Villegas y la otra por ef —5b— Sr. Cura Presbitero Francisco Javier Eusebio de Mendiolaga. Pudo Fu- mes comprobar que “con no pequefio cuidado” atendian los maestros de dichas escuelas a la educacién de la nifiez. En San Juan de los Cerrillos no habia escuela, pero el 3 de junio de 1791 ordendé Funes su fundacién y nombré por maestro a un tal José Prudencio Hernandez. Como dejé establecido Funes que dicho maestro obrara como obraba el maestro de la Rincbnada, venimos en conoci- miento que también en esta poblacién habia escuela y maestro, y ef mismo Funes alude también a las escuelas existentes en Casavindo, Perico, Tumbaya, Maimara y Cochinoca, Para maestro de Casavindo nombré al indio Antonio Sarapura y para una de las escuelas de Cochi- noce al indio Domingo Vilté, quien tenia su escuela en una de las salas del Cabildo. Si esas eran las magnificas realidades en las punas de Jujuy, donde atin hoy la ensefianza primaria es precaria por las dificultades inherentes a la naturaleza de la Tegién, gno es légico supaner que en la campaiia ‘de Buenos Aires, de Santa Fe, de Mendoza, de Salta, ete, eran todavia mas abundantes las escuelas, aunque de ellas no se tenga datos concre- tos y precisos? No es posible negar el pasado como lo hace el docter Chanetin por la sola raz6n de que el pasado fue abierta y plenamente cristiano. Recuerda el doctor Chanetén que ya en 1602 no era la ensefianza Primaria de letras sino la de “gramética y otras ciencias” la que preocu- paba al Ayuntamiento cordobés. Lo que quiere decir que la primera estaba suficientemente servida, Pero, agrega el mismo historiador, casi vexclusivamente por las érdenes religiosas; lo que por razones obvias limitaba sus beneficios a la poblacién ciudadana. Asi se explica la anti- nomia entre una ciudad de doctores y una campaiia de analfabetos (Obra citada, p. 289). gAcaso cree el doctor Chanetén que habria sido diferente la situa- cién si en vez de religiosos hubiesen sido seculares los maestros de 1602? 4Por qué la influencia de éstos habria Megado hasta la campafia, y no la de aquéllos? gCudles son esas razones obvias que limitaban asi Ja influencia de la ensefianza impartida por las drdenes religiosas? La falta de légica es evidente y penosa, pero mas penoso aim es el querer explicar una antinomia que jams existié. Si el doctor Chanetén se refiere a 1602, ella no existié; entonces no habia atm doctores en la ciudad ni analfabetos en la campatia, estando ésta totalmente despo- blada, Si el doctor Chanetén se refiere a épocas posteriores cuando habia doctores en la ciudad, y poblaciones (aunque misérrimas) en la eampafia, entonces hubo escuclas abundantisimas en la misma, ya que * sabemos que las hubo en Calamuchita, Soconcho, San Ignacio, San José, Reartes, Sauces, Santa Rosa, Concepcidn, Rio Cuarto, Caroya, = Ischilin, Remedios o Rfo Primero, Tulumba, Pozo Hondo, Chaiiar, Los Ranchos, San Francisco (hoy Arroyite), Rio Cuarto, Jestis Maria, Ca- miniaga. Para mayores detalles sobre estas escuelas constltese la citada obra del doctor Chanetén (paginas 292-293). Monseiior Cabrera fue el primero en dar a conocer la existencia de escuelas coloniales en todas estas poblaciones y nosotros somos los Primerosen dar a conocer la existencia de esouelas.en las punas de Jujuy: sonantes documentos que abren vastos horizontes en los anales pedag6- gicos del pais, y que deben hacernos prudentes en afirmaciones aprio- tisticas e infundadas con relacién a la ensefianza primaria durante los siglos xv _y xvi, documentos que nos autorizan, ademAs, a aseverar que Tas eseuelas se multiplicaron de suerte que el analfabetismo fue escaso o nulo. b.—Sobre Ja indole de toda esa ensefianza no es fécil emitir un juicio uniforme, como tampeco es posible hoy dia, ya que las cireuns- tancias, maestros, alumnos, ambiente, etc., son tan desiguales. Hay, sin embargo, un hecho fundamental: el sistema del Ratio Studiorum fue el seguido en todas las escuelas que tuvieron Ios Jesuftas en Buenos Aires, Cordoba, Corrientes, Santiago del Estero, La Rioja, Salta, Santa Fe, Tucumén, Catamarea, Mendoza, San Luis y en las sesenta y una Redueciones. Algunas de éstas como la de Santo Tomé tenfa en sus aulas 900 nifios y nifias, siendo asi que Ia poblacién no era sino de 1.400 almas. Porcentaje admirable, que seria aim hoy dia un ideal para un Ministro de Instruccién Pablica. En todas esas escuelas que eran Jas mis prestigiosas que habla y las mas concurridas, y en no pocas otras regentadas por maestros sali- dos de las escuelas jesufticas, el Ratio Stualtorum con sus directrices flexibles y firmes fue el método sélido y racional que predominé en el Rio de la Plata durante los siglos xv y xvm. Ciertos pedagogos novisimos tienen para el Ratio Studiorum una sonrisa compasiva; pera un historiador como el protestante Bancraft @segura que gracias a él “las escuelas de los Jesuitas eran las mejores que vio el mundo” (History of the United States, Boston 1844, TIT, 120) y otro historiador protestante, el profesor Ranke escrihe: “se legé a comptobar que los nifios ganaban mds con los Jesnitas en scis meses que con otros maestros en dos afios. Hasta padres protestantes Hevaban sus hijos a las escuelas de ellos para que se educaran bien” (History of the Popes, Londres, 1896, I, 416). A estos testimonios podrian agregarse tantos otros, como los de Bacon, Roding, Huber y d'Alembert. Pero juzgue cada uno del Arbol por sus frutos: y frutos de las es- cuelas jesuiticas en Europa fueron Calderén y Tasso, Corneille y Mo- liére; Fontenelle y Goldoni, Bossuet y Justo Lipsio, Galileo y Descartes, Buffon y Muratori, Montesquieu y Malesherbes, Richeliew y Condé, —l7— Tilly y Wallenstein; y en el Rio de la Plata los astrénomos Suarez y Frias, los historiadores Canelas y Castro, el etnélogo y gedgrafo Camafio, el poeta Tejeda, el exégeta Nufiez, el filésofo Mariano Suirez, el juriste. Muriel y tantos otros tristemente desconocides pero no por eso menos beneméritos de Ja cultura rioplatense. ¢.—Hay publicistas que con un absoluto desconceimiento del pa- sado aseveran que todo el programa de las escuelas coloniales era apren- der a leer y a escribir, Aun suponiendo que asi fuera, gno es lo primor- dial en la Escuela el aprender a leer y a escribir? Hoy dia es queja muy general, y al parecer muy fundada, de que los nifios salen de las escuelas, y.aun del bachillerato, sin saber siquiera leer ni escribir co-+ rrectamente. La frondosidad de los programas modernos sofoca Jo esencial. No era ese el caso en las escuelas coloniales donde el leer y escribir, la caligrafia y la ortografia, la lectura y la declamacién eran ejercicios esenciales, a la par del estudio de la religién, A lo menos en todas las escuelas jesuiticas se ensefiaba ademas la aritmética, Ia misica y el canto, y cuanto era. 0 podia ser itil, en la vida social y cultural de la . La urbanidad que Namaban policfa era una disciplina sumamente atendida. Ella es como la flor y el lustre de la moral, y se aprende mas practicindola que Jeyéndola. Millares de papeles coloniales han pasado por nuestras manos, incluso no pocos compuestos por indios, y nos ha sorprendido siempre la perfeccién caligrdfica y la correccién en las expresiones. No estaban dichos papeles escritos por nifios, pero deno- taban la maestria que en sus dias estudiantiles habian adquirido sus autores, Poseemos dos cuadernos caligrificos del siglo xvm, ambos escritas por nifios de escuelas primarias, y nada hallamos en los mo- dernos cuadernos que Jes sea superior. d.—Como es obvio, tratandose de una colonia hispana en los si- glos xvi y xvalr, no se conocié en el Ric de la Plata otra ensefianza que Ja plenamente religiosa, cristiana y catélica, Am més: era una mani- fiesta voluntad de los Monarcas que Ja ensefianza se confiara princi- palmente, en cuanto posible fuera, a maestros sacerdotes. Hablando el Sr. Ernesto Mario Barreda de la escuela que pretendié abrir en Buenos Aires, en 1605, el maestro Francisco de Victoria, ase- vera que su ensefianza era laica, “La ensefianza, escribe dicho publi- cista, que fue laica en un principio, cambié mds tarde su caracter al asumir esta funcién la Compaiifa de Jess”. Aseverar que hubo ensefianza laica en la época colonial es lo mis- mo que hablar de los automéviles y trenes coloniales, y desconocer Jamentablemente el corazén hispanico que palpité en estas regiones durante aquellos gloriosos siglos. it Pero hay algo mas sensible en los asertos del Sr. Barreda: los he- chos consignados por é] estén en pugna con sus asertos. Después de recordar el ofrecimiento que hizo para abrir escuela un tal Francisco de Montesdoca, agrega el Sr. Barreda: “esto ocurria en enero de 1617, y tres meses después retimese el Caildo y el Gobernador y resuelven que para bien de esta repdblica y no haber en ella maestros, tienen tratado y ordenado con el padre provincial de la Compaiiia se deje en esta ciudad un padre religioso que se ocupe de ensefiar a los muchachos a leer, escribir y estudiar (sic) ademds de la doctrina y policia”. “Estos dos tépicos, agrega muy suelto de cuerpo el Sr. Barreda, involucran desde ahora wna veforma de Ja ensefianza: la educacién re- ligiosa, que no ha existido hasta ese momento, y el cultivo de Jas buenas maneras...". Recordemos en primer término que éra inconcebible, era un ab- surdo, una quimera en los dominios espasioles del siglo xvi Ja.ensefianza laica. No es necesaric saber mucha historia para aceptar esta verdad; basta tener sentido comin y conocer un tanto el espiritu hispdnico en aquellos siglos, Pero hay algo mas grave. Seguin el Sr. Barreda los Jesuitas iniciaron su ensefianza tres meses después de encro de 1617; pongamos, pues, abril 17 de dicho afio, asumiendo Ja fecha del acuerdo Capitular a que alude el sefior Barreda. Pongamos también (aunque no sea cierto) que entonces mismo, en abril de 1617, abrieron los Jesuitas su primera es- cuela, Aun concediendo todo esto al sefior Barreda, gresulta acasa exac- to que antes de abril de 1617 la ensefianza era laica y después de esa fecha fue religiosa? El sefior Barreda, por su cuenta, dice que si; ya hemos citedo sus palabras; pero con los documentos que €] mismo men- ciona afirma que no. Con los documentos, decimos, y documentos. co- nocidos del seficr Barreda, pues los cita. Los conocia, pero aprovechd de ellos sdlo lo que podia servir para sus fines. No queremos suponer que hubo ocultacién, falta de probidad. Atribuimos a un descuido el que no viera Io que no queria ver, pero el hecho es singular. Vedmoslo: el Acuerdo Capitular de! 26 de poe de 1616, que es diez meses anterior ala aparicién de los Jesnitas en la ensefianza, nos informa que se “mandé comparecer al maestro de nifios de esta ciudad para que dé cuenta de los nifios que ensemia, al cual se le mandé que asista a la escuela y ensefie a los nifios a leer y escribir y Ja doctrina cristiana” (Acuerdos 1616, pag. 350). Nételo el lector: la doctrina cristiana era una asignatura que debla ensefiar el maestro, segiin Io estipulado con 4) cuando se Je acepté para dirigir la escuela bonaerense en tres de enero de 1615, y ahora en 26 de junio de 1616 se Je Marna al orden por su descuido en enseiarla. Quede, pues, asentada Ia falsia del laicismo en la escuela porteiia anterior a Ja ensefianza jesuitica. Basta comparar fechas. —i9— No menos gracioso es el aserto del sefior Juan Probst. Al ocuparse de los Padres Franciscanos que reemplazaron a los Jesuitas, después de 1767, escribe estas textuales palabras: “no estaba, ciertamente, en Jos propésitos de la metrépoli, émplantar (sic) en Ja ensefianza senci- Tlamente una orden religiosa por otra, sino muy al contrario, estaba resuelto a secularizar la instruceién publica” y cita al efecto el articu- lo 28 de la instruecién para los encargados del extraiiamiento. Leidas estas frases, con Ja cita del documento al pie de la pagina, el lector ingenuo saca la conclusién: en 1767 se introdujo la ensefianza laica, 0 2 lo menos, se puso Ja misma en manos de seculares y no de clérigos 0 religiosos, como hasta entonces. Pero conozea el lector el texto del articulo 28 que dice asi textualmente: “se proveerd en el mismo instante a sustituir los directores y maestros Jesuiticos con eclesidsticos seculares”. El doctor Chanetén se vale de andlogo equivoco, denominando maestro laico al que no era sacerdate o religioso, y dejando en el lector la impresién de que Ja ensefianza del tal era laica, Al ocuparse de la reorganizacién de los estudios cn el Colegio Carolina, a fines del si- glo xv, recuerda una instruccién que se compuso para el mismo y dice que era ella “hasta cierto punto laica (?) —todo lo que podia serlo en la dpoca”, Nada hay en la tal instruccién que sea hasta cierto punto laica y, asSmbrese el lector, en ella se ordena la misa diaria para los estudiantes, la comunién mensual y Ia asistencia a los actos de la Con- gregacién Mariana. Sin duda quiso escribir el doctor Chanetén que esa instraccién era “hasta cierto punto “monacal” —tedo lo que podia serlo en la época. Eso si responde a Ja realidad histérica. €,—Son para hacer reir al mis hipocondriaco lector los asertos relativos a la gratuidad y obligatoriedad de la ensedianza primaria como eonquistas de la Revolucién francesa. Antes de elle, segiin se expresan no pocos publicistas rutinarios, hablase empefiado el Catolicismo en dificultar la ensefianza mediante fuertes erogaciones y s6lo la impartia a los que empefiosamente la solicitaban. Tales usertos son intolerablemente antihistéricos, ya que en Espaiia y_ en todas las regiones de América y ciertamente en el Rio de la Plata, el 85 % de la ensefianza primaria estuvo en manos de los Franciscanos y Jesuitas, y toda la ensefianza impartida por ellos desde principios del siglo xvir hasta fines del siglo xvut fue total y absolutamente gratuita. En algunos casos, mds gratuita que en los tiempos modernos, pues sabemos que hasta se donaban los textos escolares. Y Ia burocracia escolar costaba menos. Compayré, de la escuela histérica a base de prejuicios, escribié en * su Historia de la Pedagogia (ed. inglesa de 1902, p. 258) que “los Je- suitas s6lo educaban a los que retribufan sus esfuerzos”. Las mismas —2— Constituciones de Jos Jesuitas inhibian entonces a que se pidiera retyi- bucién alguna por servicio alguno, y ordenaban “dar gratis lo que gratis se habia recibido” (Art. 28), Nadal al comentar esta constitucién escribia que “el Rector no puede recibir cosa alguna por ensefianza alguna, ni por dar grades, ni por la matricula; los maestros no sola mente no pueden recibir remuneracién alguna, pero ni siquiera regalos © presentes que quisieran hacerles sus alumaos” (Monumenta Pedags- gica, p. 102). Tal era la legislacién jesuitica, y andloga fue la francis- cana, y tal fue la prdctica en las escuelas coloniales, Los religiosos de 8, Francisco mediante limosnas, y los Jesuitas, gracias a las rentas que les producian sus estancias, impartieron durante siglos una ensefianza totalmente gratuita, asi en sus escuelas como en sus calegios y uni- versidades, Incluso no pocas escuelas particulares eran costeadas por los Ca- bildos, y en ellas la enseiianza era también gratuita. El Cabildo de Buenos Aires en 14 de noviembre de 1788 se ocupé de fundar escuelas en la campaiia para que se ensefara a los nifios “a leer, y escribir y los principales rudimentos de nuestra Santa Religién, haciendo que segun sus posibles concurran con alguna ayuda de costa para el Maestro, precisande a que todos hayan de mandar a sus hijos, con la diferencia de que a los pobres no se les haya de Tevar nada”. Este acuerdo no es de 1883 sino de un siglo antes, de 1788, yen él no sélo consta Ja gratuidad absoluta para unos y parcial para otros, segtin sus aleances, pero consta también la obligatoriedad. Esta fue tan general antes de 1810 coma pudo serlo después de 1810. Ya Alfaro ordend que hasta los indios acudieran velis nalis a los Jesuitas, pata que éstos los instrayeran y hasta en Ja Jejana San Luis en 1745 ordenaba el Cabilde que aun los hijos de los que vivian alga alejados de la ciu- dad “concurrana la ciudad a Ja escuela de la Compafiia de esta ciudad Para su mejer cultivo” (Acuerdo del 14 de enero de 1745). #.— Los frutos de ia escuela colonial fueron éptimos. Este es un hecho incuestionable, ya que fue sorprendente la cultura que existié en Jos siglos xvn y xvim: lo comprueba el crecidisimo ninnero de doctores que habia en todas las regiones rioplatenses; lo comprucba el clevado nimero de bibliotecas privadas y aun piblicas que existian en el pais antes de 1810; lo compruehan las obras culturales realizadas por hijos del pais 0 por espafioles que hicieron acd sus estudios; y lo comprueba en fin la misma evolucién del pueblo rioplatense. Las escuelas coloniales despertaron vocaciones y formaron sabijos y formaron literatos, pero ante tado y sobre todo formaron hombres. Es esa la misién primordial de Ja escuela, y Ia escuela colonial realizé plenamente ese ideal. Es necesario reconocer esa realidad o bien borrar de una plumada las més bellas paginas de nuestra historia: las referentes a las invasiones inglesas y a los sucesos de Mayo. a= Las jornadas de 1806 y 1807 pusieron de manifiesto el temple civico y militar de la masa; y Ia situacién polltica de Espafia invadida por Francia y la disposicién del Virrey con Ja formacién de la gloriosa Junta de Mayo, pusieron de manifiesto que la escuela colonial habia prepa- sado una generacién de hombres sobrios, prudentes, equilibrados, se- yenos, valientes y denodados. Tales fueron los frutos de la tan despre- ciada escuela colonial. . 3° A raiz de los sucesos de Mayo: 1810-1820 Reciontemente ha escrito el doctor Ricardo Levene que “la vasta aceién realizada . .. por Sarmiento tiene la trascendencia de una palitica educacional destinada a producir grandes consecuencias eu la sociedad argentina. Asignamos jerarquia historica a esa Iabor, que reanudaba Ja tradicién de Mayo, haciendo de la escuela el organismo propulsor de la vida social, del ideal politico y de la civilizacién. En efecto, la Revolucién de 1810 habla elaborado un concepto imnovador sobre Ta instruccién piblica proclamando Ia necesidad de la educacién general y propagando Ja ensefianza gratuita para los nifios pobres” (Fundacién de Escuelas Pablicas, La Plata, 1939, 2, VIET). Lamentamos tener que disentir totalmente con. los asertos que pre- ceden y lamentamos todavia més tener que manifestar que la verdad historica es diametralmente apuesta a las afirmaciones del doctor Levene. a. — Desde 1806 hasta 1821 Ia enseflanza primaria fue muy precaria. b. — Sélo las Comunidades religiosas contaban con escudlas prima- rias,a las que favorecieron generosamente ast el Cabildo como la Junta, ¢.—El tinico acto concreto y positivo de la Junta en sentido inno- vadar fue un lamentable error. d.—Los ideotes pedagégicos de Belgrano eran los ideules de los hombres de Mayo. ¢,—Que la ensefianza primaria sufrié graves quebrantes entre: 1806 y 1821 es un hecho que la misma Gaceta de Buenos Aires, publi- cacién oficial, corrobora abundantemente. EI 13 de septiembre de 1810 (ed. facs. p. 384) manifestaba la Junta que “la rusticidad de los hijos deshonra la. memoria de Jas grandes accio- nes de los padres. Buenos Aires se halla amenazado de tan terrible suerte; y cuatro aiios de glorias han minado sordamente la ilustracién y virtudes que las prodnjeron... Todos han visto con dolor destruirse aquellos establecimientos . ..” En noviembre 2 de 1810 el Cabildo trata de levantar el nivel de las escuelas, ya que “no era Ja més lisonjera la situacién de las escuelas —2— de esta capital” (ed. facs, p. 579) y al efecto manifiesta la “conveniencia de uniformar la educacién y organizar un método sistemitico ...” y se pide permiso para editar un texto que se habia de repartir gratis a s6lo los nifios pobres. Muy plausibles los deseos y esfuerzos asi del Cabildo como de la Junta, pero las atenciones politicas y las preocupaciones militares rele- ‘on bien pronto al olvido la ensefianza. Entre 1810 y 1821 ef desca- labro educacional fue enorme. “Nada hay més atrasado en el dia que la educacién, y en nada se piensa menos. Es de temer que la generacién siguiente maldiga nuestro culpable abandono” (La Gacefa de Buenos Aires, N° 40, 31 de enero de 1821). “Nuestros hijos no son instrufdes, o son mal instrafdos en leer, escribir y contar. En el pueblo no est generalizada esta ensefianza ial. La campafia carece de ella enteramente. Hombres honm- dos, y de fortuna, ciudadanos capaces de hacer servicios titiles a su patria, no saben leer un papel publico” (La Gaceta de Buenos Aires, N? 41 ‘7 de febrero de 1821). “A excepcién de un corto ninero de nifios que concurren a las escuelas de primeras letras y a las aulas de gramatica latina, lectura y , la muchedumbre o es abandonada al ocio o dedicada a ocu- paciones extraiias a su edad y de tados modos condenados a la igno- rancia” (La Gaceta de Buenos Aires, N? 42, 14 de febrero de 1821). La Revolucién de 1810 no habia elaborade un concepto innovador sobre Ja instruccién piiblica proclamando Ja necesidad de ta educacién general, ya que la educacién general habla existido siempre, incluso femenina, antes por causes diversas la ensegianza degeneré de tal suerte que su situacién en 182] era simplemente vergonzosa. “En Buenos Aires, escribe el sefior Portnoy, desde 1813 a 1816 la instruccién popular es- tuvo abandonada a la accién esponténea del convento de San Francisco, donde los religiosos mantenfan una escuela primaria sumamente con- currida” (p. 47). &.—No hemos de culpar a los hombres de Mayo el desastre de la ensefianza primaria, ya que fue un frato de las circunstancias. Por otra parte consta que apoyaron las escuelas de los religiosos que fueron las que legaron a subsistir por mas tiempo, aunque también decayeron después. En noviembre de 1810 manifestaba el Cabildo a la Junta la nece- sidad.de favorecer las escuelas regentadas por Religiosos, ya que debfan “reputarse entre las escuelas més dtiles y necesarias en los pueblos agi aquellas que subsisten en los conventas de los regulares, ya por su permanencia, coma porque es gratuita la ensefianza que teciben en ellas los nifios pobres”. Antes de pasar el Cabildo dicha nota a Ja Junta, pidié al Dein Funes su parecer sobre la misma. Funes en un todo aplaude Ia iniciativa del Cabildo y a Ja par de éste hace especial hincapié en Ja formacién religiosa. El Cabildo, entre otras cosas, proponia que fueran personas aptas y adecuadas las que ensefiaran “con precisién los puntos de la doctrina cristiana” y e] Dedn Funes, por su parte, manifestaba que “aqui es cuando conviene imbuir @ los nifios en las santas m4ximas de nuestra seligiém, y hacerles conocer el precio de la virtud, y las ventajas que resultan de una conducta moral” (Gaceta de 1810, ed. facs. p, 68). La Junta recibié el oficio del Cabildo tan favorecedor de Ja ense- fianza religiosa y de la ensefanze impartida por Religiosos, y en 29 de noviembre de 1810 aprobaba en un todo Io resuelto por el Cabildo a favor de las escuelas de Religiosos “ofreciéndoles ademas una. particular proteccién del gobierno en todas las pretensiones que promuevan”. Firma esta nota el doctor Moreno, como Secretario (Gaceta de Buenos Aires, ed. faes. p. 663). . ¢.— El tinico acto concreto y positive de la Junta en sentido inno- vador fue un lamentable error. Nos referimos al Contrato Social de Rousseau que Moreno impuso como libro de texto. Al iniciarse las clases en 181 comenzaron maestros y alumnos a leer el libro del filésofo francés, pero pronto cayeron en Ja cuenta de que era enteramente inadecnado. Asf en 5 de febrero de 1811 manifestaron los Cabildantes que el peregrino libro “no era de utilidad a la juventud, y antes biew pudiera ser perjudicial por carecer aquélla de los principios de que debiera estar adornada para entrar a la lectura y estudio de semejante abra; y en vista de todo creyeron initil, superflua y perjudictal” su Jectura. Los Cabildantes de 1811 merecen ciertamente un aplauso de parte de la posteridad, ya que salvaron la escuela argentina del desquicia al que se Ja Ilcvaba inconscientemente. Guiados por el buen sentido, adquirido en la escuela colonial, consideraban ¢! nuevo texto como sim- plemente ininteligible y peligroso. Notemas que no era un sentimiento de “fanatismo” Jo que les in- dujo a desterrar el libro de Rousseau, ya que el mismo Moreno habia quitado del mismo todo lo que padiera ofender el sentimiento cristiano del pueblo argentino, En el prélogo escribié Moreno estas textuales palabras: “como el autor tuve Ja desgracia de delirar en materias reli- + giosas, suprimo el capftulo y principales pasajes, donde ha tratado de ellas”. —u— No es extraiia la actitud de Moreno, ya que la escuela primaria (aunque precaria bajo muchos aspectos entre 1810 y 1823) siguié- siendo total y profundamente religiosa. La Gaceta Ministerial del 19 de enero de 1814 comunicaba a los Jectores que el Cabildo habia “destinade la tarde del 27 para el examen. publico de primeras letras que debe hacerse en la Iglesia de S. Ignacio” y entre las materias del programa hallamos estas lineas: “Doctrina Cris- liana, los fundamentales Misterios de nuestra Catélica Religién” (Ed. facs. p. 14). d.—Si entre los hombres de Mayo hubo alguien que durante toda su vida habla manifestado un profundo interés por la cultura en todas Sus manifestaciones y era coma el pedagogo de la Revolucion, éste fue cl general Belgrano. Se ha dicho con toda raz6n que nunca fue un solda- do, pero fue siempre el més perfecto de los caballeros. El 25 de Mayo de 1813 suscribié Belgrano los 22 articulos del Re- glamento compuesto por él para las escuelas de Tarija, Jujuy, Tucumin y Santiago del Estero, y lo elevé al Supremo Poder Ejecutivo para que se sirviera “con mejores hices enmendarlo y perfeccionarlo, segén esti- me conveniente”, pero el Supremo Poder Ejecutivo lo aprohé en toda su integridad publicAndolo en Ja Gaceta Ministerial del 2 de julio de aquel mismo aio. Es inconcebible cémo nuestros publicistag tratan de arrojar en el olvido o de envolver en el manta del confusionismo el contenida reli- gioso de este Reglamento escrito por Belgrano y aprobado por el Su- premo Gobierno Ejecutivo de 1813. “Se ensefiard en estas escuelas a leer, escribir, y contar: la gramé- tica eastellane, Jos fandamentos de nuestra Sagrada Religién, y la Doc- trina Cristiana por el Catecismo Astete, Fleury, y el compendio de Pouget ...” (Art. 5?). “En los Domingos de Renavacién, y en los dins de rogaciones pu- blicas asistiran los jévenes a la Iglesia presididos de sus Maestros; oirdn la Misa parroquial, tomardn asiento en la banca que se les destine. y acompafiaran la procesién de Ntro. Amo. Todos los Domingos de Qua- resma concurriran en la misma forma a cir la Misa Parroquial, y Jas exhortaciones o platicas doctrinales de su Pastor” (Art. 7). "Todos los dias asistinin los jévenes a Misa, conducidos por sw Maestro: al concluirse la Escuela por a tarde, rezardn Jas Letanias a Ja Virgen, teniendo por Patrona a Nitra. Sra. de las Mercedes. El sdbado a la tarde le rezarén un tercio del Rosario” (Art. 9). “EI tiempe sobrante después de la plana se destinard a que Ican en libro o carta; aprendan la Doctrina Cristiana...” (Art. 11). —5— “Las mafianas de los jueves y tardes de los sabados se destinarin al Estudio de memoria del Catecismo de Astete, que se usa en nuestras Escuelas, y explicarles la Duetrina por el de Ponget” (Art. 13). “El Maestro procurard con su conducta, y en todas sus expresiones y modos inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la Religién, moderacién y dulzura en el trata, sentimientos de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al vicio” (Art. 18). El sefior J. Barcén Olesa, ex inspector escolar, considera a Belgrano como un simple obscurantista y retrégrado cuando en 1813, después de tres afios de Revolucién, escribié semejante Reglamento tan disonan- te, asi opina él, con las ideas entonces dominantes. Pero para gloria de Belgrano, “estudioso y conocedor de idiomas”, “mediante sus estudios (segan el mencionads ex inspector) entraron en su espiritu aires de liberalismo”... ;Camo probar semejante aserto? Nada menos que con una cita de once afios antes y jqué cita! Con relacién a la filosofia positiva o practica (escribe el sefior Barcén} Belgrano se expresa asi: “Esta, pues, es la que nuestros maestros de Filosofia deberfan adoptar para la ensedianza, valiéndose del método analitico con preferencia al sintético, puesto que por aquél se descompone todo el objeto para examinar cada una de sus partes y conocerlas; lo que no sucede en el iiltimo respecto a que quiere componer antes de conocer”, Estas frases de Belgrano escritas once afios antes de escribir el Reglamento prueban, segin el sefior Bareén, que “entraron en su espi- ritu aires de liberalismo", después de escribir dicho Reglamento. La légica queda aqui muy mal parada, pero escichense los comentarios con que el sefior Barcén glosa las citadas palabras de Belgrano. No hay en ellos desperdicios. Son tipicos de un perfecto normalista paranaense de la generacién que juraba por Augusto Compte: "Mediante esta concepeién Belgrano entra de Ileno, tal vez sin sos- pecharlo, en el terreno de las ciencias experimentales, una de cuyas consecuencias es la ley de la evolucién, contraria a los dogmas religiosos” (Belgrano educador, Buenos Aires, 1933, p. 29). Digimoslo sin rebozo porque es un deber decirlo: no es posible encerrar en menor mimero de palabras, mayor nimero de estulticias. 4° — Desde Rivadavia hasta 1853 No es posible sintetizar en pocas paginas las miltiples vicisitudes de Ja ensefianza primaria desde la reforma escolar de 1822 hasta la Constitucién de 1853. La tradicién pedagdgica sufrié serios quebrantos y fue desapareciendo a los embates de Jas tltimas novedades extranje- ras. La escuela colonial una en sus métodos y sistemas, y una en sus planes y programas, tuvo durante mds de dos centurias una cohesion y consistencia magnificas, como fueron magnificos sus frutos. —2— a.~ EI Pbro. Antonio Sdenz, secundado por Rivadavia primero, y por Garcia después, levanta la escuela primaria de su total postracién. Séenz es un digna sucesor del Obispo §. Alberto y un digno precursor de Sarmiento. b.— Desde 1822 hasta 1853 la ensefianza primaria es escuela de experimentacién y de ensayo, mds 9 menos plausibles, ¢. = Sola una nota tradicional permanece sin solucién de continui- dad; su indole religiosa y cristiana, a.—En 8 de febrero de 1822, el Phro. Antonio Sdenz, Rector de la ‘Universidad de Buenos Aires, qued6 al frente del Departamento de Frimeras Letras, sucediendo en esta labor al sabio sacerdote doctor Saturnino Segurola. Fecunda en verdad fue la campafia que realiz6 ‘Saenz en pro de la mayor difusién de Ja ensefianza. Instalé escuelas en Ja Cafiada de Morén y en San Nicolas de los Arroyos, en la Ensenada y en San Fernando, y en 1823 manifestaba Saenz la présima instalacién de escuelas en Cafiada de Ia Cruz, de San Antonio de Areco, Arrecifes, Salto, Rojas, San Pedro, Pergamino, Baradero, Pilar, San Vicente, Ca- fiuelas, Ranchos, Monte, Magdalena y Quilmes. Ni se contenté con trabajar en esta nobilisima labor desde Buenos Aires sino que salié per- sonalmente a la campaiia con el fin de fundar nuevas escuelas. Gabe a Rivadavia y a Garcla la gloria de haber apoyado las iniciativas de S4enz, pero cabe a éste la de haber sido quien levanté de su penosa decadencia Ja escuela primaria bonaerense que fue la mis castigada entre 1810 y 1822. b.— Desde 1822 hasta 1833 el mamero de escuelas aumenta en nti- mero gracias a la mayor poblaciin del pais y a Ios reeursos mas cuantio- sos, pero da pena comprobar su inestabilidad y su desquiciamiento. Por decreto del 8 de febrero de 1822, Rodriguez (o su ministre Rivadavia} pone las escuelas primarias bajo Ja dependencia de la Universidad, cuyo Rector era Séenz, como ya hemos recordado. Las Heras en 3 de diciem- bre de 1825 crea un Director General de Escuelas para representar al prefecto del Departamento de Primeras Letras cuando sea necesario para unificar el sistema de ensefianza. Rivadavia en 26 de abril de 1! funda escuelas para nifias, reanudando asi la tradicién colonial deb tada o desaparecida desde 1806. Dorrego en 7 de enero de 1828 separa de Ja Universidad el Departamento de Primeras Letras y lo pone bajo la direccién de un Inspector General, que habla de depender inmedia- tamente del Ministro Secretario de Gobierno. Por la escasez de fondos publicos de Ja Nacién, apremiada en guerra con cl extranjero, Rosas suprime, a lo menos parcialmente, la gratuidad de la ensefianza primaria, gratuidad que habia existido desde los primeros tiempos de la Colonia. Si las estadisticas publicadas por cl doctor Juan P. Ramos responden a cifras reales y no imaginarias, es indudable que desde 1830 a 1850 la ensefianza primaria fue por extremo precaria. —7— ¢. — La ensefianza primaria que desde 1822 a 1853 pasé por tantas vicisitudes, conservé no obstante su tradicién totalmente cristiama. A ninguno de todos Ios gobernantes desde Rivadavia hasta Urquiza se les ocurrié siquiera debilitar, cuanto menos eliminar, lo que siempre se consideré aqui como fundamento de toda educacién infantil. “Rivadavia, Negado a los primeros puestos del Estado, quiere afian- zar Ja nota catdlica en las escuelas. Pide entonces a su amigo el cand- nigo Chorroarin que le elija una oracién para el comienzo y fin de las clases. Y tardando éste algo en contestarle, Rivadavia que no quiere dejar sin plegarias a los nifios de las escuelas, le comunica que ha esco- gido por su cuenta Ja oracién del Espiritu Santo, tomada de la misa, en latin, que comienza con las palabras: “Ure igne Sancti Spiritus” ... (G. J. Franceschi, Escuela laica o religiosa, Buenos Aires, 1930, p. 11). EI sedior Portnoy citz Ja “Reforma y reorganizacién educacional” rivadaviana y asevera que “es un complemento a su reforma y reorga- nizacién eclesidstica” aunque los hechos todes estan en abierta contra- diccién con tal aserto. Rosas, segan Portnoy, dicté en § de febrero de 1831 un decreto prehibiendo la apertura de eseuelas de primeras letras, sin permiso del gobierno, exigiendo previas fustificaciones necesarias sobre su moralidad, religién y suficiencia. Con lo primero segin aquel publicista, Rosas restringia la ensefianza y con lo segundo trataba de evitar la penetra- cidén del espiritu Jaico, liberal y progfesite (?} en la educacién (p. 97). Cita Portnoy otro decreta andlogo de 1844 (p. 97), y escribe: “cama se ve, el requisito de instruceién suficiente figura en el tltimo término, como cosa del todo secundaria ...”. Pero, gacaso Rodriguez y Rivadavia en 7 de noviembre de 1823 no habian dispuesto “que nadie pueda abrir escuela sin dar el aviso corres- pondiente al prefecto del ramo” (Registro Oficial, 13, N@ 15, p. 171) y en 26 de abril de 1826 no habia dispuesto Rivadavia que “todo el que solicitase regentear alguno de los establecimientos de primeras letras, deberd acreditar previamente su moralidad e inteligencia en el sistema de enseiianza mutua”? Rosas, ademas de exigir “las justificaciones necesarias sobre la mo- talidad, religién y suficiencia” del maestro, ordenaba al Inspector de ensefianza cerrar toda escuela publica establecida por algtin particular cuyo director, maestro y ayudante “no tuviera bien acreditada su mo- ralidad y suficiencia, o no fuera tenido y reputado piiblicamente por catélico o no destinara ahora en adelante el sbado de cada semana a la ensefianza de la doctrina cristiana por el catecismo del Padre Astete, que se ha usado y se usa generalmente en esta ciudad y con especiali- dad en las escuelas del Estado”, — 25 — Cuando en 17 de octubre de 1835 dictése un reglamento para los colegios de huérfanos, se decia en cl articulo 15 que “la ensefianza de estos colegiales se circunscribird a la sana moral, doctrina cristina, lec- tura, escritura, las cuatro reglas de sumar, restar, nvultiplicar y partir, Ja costura, ete..." Urquiza continuéd en un todo la tradicién argentina, ast antes como después de promulgada la Constitucién. Esta, a su vez, y respondiendo en un todo al espiritu nacional, no fue neutral en lo tocante a cues- tiones religiosas: invoca “la proteccién de Dios, fuente de toda razén ¥ justicia’; dispone sostencr “al Culta Catdlico Apostélico Romano”; requiere que el Presidente y Vicepresidente de la Republica pertenez- cana la “comunién Catdlica Apostélica Romana” y presten juramento “por Dios Nuestro Sefior y estos Santos Evangelios”; dispane que el Congreso promueva la conversién de los indios al Catolicismo, etc. No siendo neutral nuestra Constitucién en asunto religioso, antes Ilegando ella a declarar al pais explicitamente catélico, se desprende de la misma que la ensciianza oficial ha de ser catélica. A los dos aiios de promulgada Ja Constitucién, expedia el general Urquiza a 27 de julio de 1855 el siguiente decreto: “El Presidente de la Confederacién Argentina: “Apercibido de ln necesidad de generalizar en la masa del pueblo argentino, las ideas de moral cristiana y el conocimiento de los deberes sociales, santificados por la doctrina del Evangelio, y considerando: que puede servir eficazmente a este fin lx difusién de la obra intitulada “Instrucciones Cristianas”, publicada por primera vez en la ciudad de Sucre, por cl sacerdote argentino, Dr, D, Estanislao Zegada. Decreta: Art. 1? A expensas del Tesoro Nacional y en forma portatil se hard una edicién enumerada ...” Urquiza - Juan M. Gutiérrez. ‘Quince afios mAs tarde publicdse en 1869 una nueva edicién en cuya portada se lee que ha sido costeada “a expensas del general Justo J. ‘Urquiza, Vencedor en Caseros”, 5° — Desde Urquiza hasta 1884 El general Mitre ocupé la presidencia desde octubre de 1862 hasta octubre de 1868, sucediéndole Sarmiento desde 1868 a 1874, Avellaneda desde 1874 a 1880 y Roca desde 1880 hasta 1886. 2. — Durante este largo lapso de tiempo las escuelas aumentan muy contiderablemente y Vegan a dominar en ellas métodos y planes adecua- dog a lag neceslader del pais. =f — ‘b, — La tradicién religiosa de la escuela argentina es no sdlo respe- tada pero hasta favorecida por todos los gobernantes anteriores al ge- neral @.— Buenos Aires que, segin las célebres estadisticas publicadas por el doctor Juan P. Ramos, en 1850rsélo tenia 5 escuelas fiseales y 30 pat culares, Iegé a tener en 1860: 126 escuelas fiseales y 205 particu- lares, cifras que en 1870 se elevaron a 130 y 160 respectivamente, y en 1880 a 132 fiscales. El mimero de alumnos que en toda la Repiiblica era en 1850 sélo de 5.503, ascendié en 1860 a 10.868, en 1870 a 16.542 y en 1880 a 88.724 en solas las escuelas fiscales. b.— La irresistible vocacién educadora de Sarmiento habia iniciado su labor en Buenos Aires desde 1856 y fue obra suya la formacién de la Escuela Superior de la Parroquia dela Catedral al Sur, cuya Comisién Directiva en 22 de febrero de 1859 comunicaba al mismo Sarmiento que “la instruccién moral Religiosa satisface una necesidad que es bien aten- dida en esta clase de establecimientos. Estas ideas inculcadas desde temprano refluyen en el hombre y deciden infaliblemente de su bienes- tar o de su desgracia. Sin un principio moral bien entendido y practicado no hay padres de familie, no hay ciudadanos ni por consigniente estados bien constituidos” (Fundacién de escuelas publicas, Buenos Aires, 1939, p. 39). En 1861 escribe a Sarmiento el sefior Cecilio Giles, desde Junin, y no contento con poner en noticia del sefior Jefe del Departamento Ge- neral de Escuelas, los adelantos realizados por los nifios de la localidad en el estudio de las asignaturas, entre ellas el Catecismo, le solicita que quiera empefiarse ante el Superior Gobierno para la construccién de una Capilla, ya que no tienen los jévenes donde flenar sus obligacio- nes de cristianos (Fundacién de escuelas... p. 109). Muchos publicistas nuestros se han emperiado en ocultar Ja citcular que en 12 de marzo de 1859 remitié Sarmiento a todos los maestros ordendndoles la recitacién del Padrenuestro y del Bendito al abrirse cada dia las clases y ordend4ndoles Ievar los nifios a misa cada jueves en su respectiva parroquia prepatando algunos de ellos para que su- pieran ayudar a misa. Sarmiento reanudaba asi en 1859 la tradicién de Mayo, que no era otra que la tradicién colonial. Siendo Sarmiento presidente de la Republica reedita en 1872 su Catecismo y Io hace texto de las escuelas “adoptado por el Consejo de Instruccién Publica, para la ensefianza moral y religiosa de las eseuelas primarias y aprobado por la autoridad competente”, esto es, por la auto- + ridad eclesidstica, El titulo de esta obrita dice asi: “Catecismo de la Doctrina Cristiana o sea La Conciencia de un nifio, traducido del fran- a: eés por Domingo F. Sarmiento”. Consta de cuatro partes: moral, his- toria. de religién, doctrina cristiana y devocionario. Para Sarmiento, “conocer a Dios, amarlo en si y en sus criaturas y temer ofenderlo, es el norte de la buena conducta del hombre, Hom- bre de bien sélo es el que observa los mandamientes de Dios”. Entre otras recomendaciones a los nifios se halla ésta: “Venera mucho al Sa- cerdacio’. A Sarmiento sucede en la Presidencia de la Republica el doctor Nicolas Avellaneda (1874-1880) y es Sarmiento el Director General de Escuelas durante ese mismo perioda (1875-1881). Nadie ignora con cudnto empefio sostuvo Avellaneda la ensefianza religiosa en las escuelas, siendo en este punto un genvino representante de la tradicién de Mayo, y su defensor denodado. z “Dejemos a Cristo en la escuela. Representa la ley del deber y Ja independencia de la conciencia en la formacién del alma humana. Pre- tende arrojarlo violentamente de su recinto una teoria politica que se propone él aeasallamiento del hombre interior por el Estado mediante Jo que se Tama “ciencia”, La borra en la escuela y queria hacerla des- aparecer en la mente del nific, esa triste secta que se apellida positivista, porque cuenta, pesa, tritura el Atomo y no encuentra a Dios en el fondo de su alquimia. Estos son sus enemigos”. “Sostenemos el mantenimiento de Ja ensefianza religiosa, para no romper, entre otras razones, con el vinculo nacional y con la tradicién eristiana” (Paginas de Avellaneda sobre Educacién publicadas por el Ministerio de Justicia e Instruccién Publica, Buenos Aires, 1937, pp. 47, 53). Esto escribja Avellaneda cn 1883 y en ese mismo afio escribia Sar- miento a la sefiora Victorina Lenior de Navarro esta misiva: “Mi querida sobrina: Con unos libros para la Biblioteca Franklin le mando cincuenta ejemplares de la Conciencia de un nifio y unos pocos de la Vida de Jesucristo,y dos del Por qué, para que sea éste adoptado en las Escuelas. Estos libros los publiqué en Chile hace cuarenta aiios y son hasta ahora todo Jo que Jlega al vulgo en materia de Filosofia y de la Religién. Como ellos circulan en nuestro pais y en Chile, en todas las clases de Ja sociedad, desde casi medio siglo, no hay a quien Je tome de nuevo que su tio ensefia Io que esos libros contienen... Todos se han quedado sorprendidos al saber, verlo y palpar que era y soy el imico propagador del cristianismo en las escuelas. .. a Mi ofieio, mi voeacién es pensar, escribir, ensetiar. . Mi blanco ha- cer de esta parte de América una prolongacién de la otra en libertad, instituciones ¢ igualdad de derechos para todos, para los antiguos co- Jonos y para los que Ilegan. Su affmo. tio. Domingo”. La nefasta ley 1420 es del 8 de julio de 1884 y cinco meses después -eseribia, Sarmiento: “Buenos Aires, Noviembre 21 de 1884, Sefior Dr. Don Segundino J. Navarro. ‘Mi estimado Compadre: Desearfa hablar largo con Ud. y éste seria un motivo mis que lo induzca a venir o por lo menos intentar algo para impulsar Ja ensefianza que va més que en San Juan, de capa caida en todas partes, He mandado imprimir en Alemania con preciosas laminas la “Vida de Jesucristo”, precedida de la indulgencia del Obispo Achaval, y ese librito derramado a profusién seri nuestro iris de paz para las familias y los clérigas, sin meternos en las cuestiones de patronato que pette- necen a la alta politica y sientan mal en la humilde escuela, Démele el parabién al sefior Gobernador por el interés que muestra en Ia difu- sién de la ensefianza. Puede San Juan ponerse a la cabeza de una reaccién saludable con su Gobernador Doncel, con Ja templanza y cordura de nuestro Obispo Achaval, con su educacionista y su Ministro Navarro, y dar mucho brillo a la Provincia, oscura de suyo, y muy buen nombre a los que tan bella y laboriosa obra cmprenden. Tengo con este motivo el placer de suscribirme su affmo. D. F. Sarmiento”. ‘Conclusién La raza de los politicos actidios, de los pseudo-educacionistas ex- plotadores de la ensefianza y de Jos historiadores confusionistas que ponen la historia al servicio de preconceptos, se ha entrado a saco por Ja historia nacional en busca de antecedentes que justifiquen las inno- vaciones antitradicionales de la Escuela Laica, del Monopolio Estatal y de un cierto Totalitarismo Cesarista que desecarfa para siempre nues- tra cultura publica, si legaran a aceptarlo los argentinos. : La desesperacién de esta gente por querer encontrar lo que no -existe y hacer ver negro donde hay blanco, los conduce a Jas més sor- —2— prendentes inducciones, mistificaciones y contradieciones,’tal coma es dable ver en algunos ejemplos citados en estas paginas, que se podrian multiplicar indefinidamente. De prapésito no hemos querido lastrar de polémica ni recargar de documentos esta sencilla monograffa, sino dar el esquema limpio de nuestra tesis, bien manifiesta y sélida ciertamente, y tan vinculada por todas partes con la patente realidad nacional, que resplandece con luz propia a todos Jos ojos no miopes ni cegados por prefuicios, hasta cons- Utuir una desesperacién para quienes molesta que Irs cosas hayan sido como han sido. La Escuela Argentina fue préspera, popular, numerosa, maciza, gra- tuita, moral y catélica desde sus mismos comienzos coloniales. Circuns- tancias externas Ja perjudicaron desde 1910 hasta 1822 ~ y el afan de métodos nuevos Ja. debilité en los aiios posteriores; pero es ciertisimo que aun cuando dejé de ser numerosa, préspera, maciza o gratuita, jams dejé de ser moral y catélica. Et Hamado creador de la Escuela Argentina (en realidad restanrador y propagandista de ella), Sarmiento, Jamés sofié en romper con sus directrices fundamentales, como quisieran embaucarnos; antes las defendié, sostuvo y fomenté acérrimamente, por mas que haya de reconocerse que su ambiciosa mentalidad tacada de los errores del siglo, dejé sembrados en su obra quisticercos ‘imper- ecptibles * que podian evolucionar posteriormente en enfermedad pa- rasitaria, como sucedié de hecho. Faas Tuptura real de nuestra tradicién educativa se yerifica a fin del siglo pasado con la sectaria y antiargentina Ley 1420, que no representa en forma alguna una continuidad sino un positivo viaje en Ja linea his- térica de Ja educacién popular y en las directivas clarisimas y perma- nentes de todos nuestros grandes patricios, No es de nuestra incumbencia inventariar o discutir sus resultados. A otros quede el levantar balance del estado actual de nuestra educacién después de 50 afios de vigencia de aquella innovacién artificial y vio- Jenta, que hora se intentaria sellar y complementar con acumulaciones de todo punto discutibles. El historiador se mueve en el Ambito de los hechos y de su interpretacién inmediate; y su pluma descansa jubilosa cuando ha podido un instante develar de la bruma de la distancia y los Kaleidoscopios de la pasién y el prejuicio, como una visién de aliento y esperanza, el rostro verdadero y puro de la patria. * «hacer de esta parte de América una prolongacién de le otra..." (Carta 4 su sobrina Victorina Lenioy de Navarre). i

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