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EL ESTADO Y EL PROBLEMA DEL FASCISMO GEORGES BATAILLE Traduccién de Pilar Guillem Gilabert Introduccién de Antonio Campillo PRE-TEXTOS UNIVERSIDAD DE MURCIA Esta coleccién recibe una ayuda de la CONSELLERIA DE CULTURA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA y su publicacién forma parte del PROYECTO DE INVESTIGACION 90-S-90 financiado por la estatal DIGICYT, que retine a profesores de la Universidad de Murcia, Valencia, Salamanca y Sevilla. La reproduccién total o parcial de este libro, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente solicitada, Disefio de la coleccién: PRE-TEXTOS (S.G.E.) 18 edicién: noviembre de 1993 Titulo de la edicién original en lengua francesa: Le probleme de I'Etat y La structure psychologic du fascisme Traduccién: Pilar Guillem Gilabert © Editions Gallimard, 1970 © de la introduccién: Antonio Campillo © de la presente edicién: PRE-TEXTOS, 1993 Luis Santangel, 10 46005 Valencia en colaboracién con: UNIVERSIDAD DE MURCIA IMPRESO EN ESPANA / PRINTED IN SPAIN ISBN: 84-87101-84-4 DEPOSITO LEGAL: V. 3677-1993 T.G. RIPOLL, S.A. — POL. IND. FUENTE DEL JaRRO — CIUTAT DEL FERROL, 19 46988 PATERNA (VALENCIA) EL PROBLEMA DEL ESTADO! En contradiccién con la evolucién del siglo XIX, las tendencias histé- ricas actuales parecen dirigidas en el sentido de la coercién y de la hege- monfa del Estado. Sin prejuzgar el valor diltimo de tal apreciacién —que en lo que sigue podria revelarse ilusoria— es evidente que domina ahora, de forma abrumadora, la comprensién confusa y las interpretaciones diver- gentes de la politica. Algunas coincidencias entre los resultados del fascis- mo y del bolchevismo han creado la perspectiva general de una conciencia hist6rica desconcertada que, bajo nuevas condiciones, se transforma poco a poco en ironfa y se habittia a considerar la muerte. Poco impertan las mediocres aspiraciones del liberalisme actual —que encuentran aqui una salida trégica—: el propio movimiento obrero esta obligado a la guerra contra el Estado. La conciencia obrera se ha desarro- lado en funcién de una disolucién de la autoridad tradicional. La minima 1 El texto que aqui traducimos aparece, con el titule «Le probléme de I'Erat», en las Oeuvres Completes, Editorial Gallimard. Paris, 1970, Vol. I., Premiers crits (1922-1949), pags. 332-336. Inicialmente fue editado en «Le probléme de \'Etat», La Critique sociale, n.° 9, septiembre 1933, pags. 105-107 (Nota del Editor, en adelante N.E. Cuando las notas son del propio Bataille, no se indica nada. Finalmente, cuando las notas del editor hacen referencia a notas del pro- pio Bataille, se las introduce con un *.) esperanza dela revolci se describe come debiiamiento del Estado 3, per contri, el mundo ve decct las fueras revolutionais, al mista tempo que rods fetes viva tom hoy a frm del Estado totalaro. Ta Conctenciarevolucionara que se dspertaen este munde de la couign, € forza consider ela misma bitrcament com wn sae: 26 ha conver, para emplea ls veas frmulas de legen concede eradaycrtonia deiada, La smb ye fit proyecad pot el Sco nombre de Stalin sobre oda experts revolcionra es, junto al heer dela plics alemana alia, la imagen de una humaniad dene ls sits de reblign son hoy palitcamence dedebables, donde ets tos, no son mas que desgarramiento y desdicha. Br esta stuaci6n, cuya miseria ge crauce en cada momento dela actividad, la reaceién del commnisoo oficial a sido de na vulgrdad indcibte’ una cepuera jovial. Verdadera cororas humana, ban septs do fos peores atentadr 1 ls princpis revoluionaies fundamen Como ia expres misma de la atentcdadpralecra Ea nombre de un optimism abyeco,frmalmencecontaiche per les hecos, ha ery tado a ensciar+le que sultan, Nose ta de una pul sbtmcion a In espera, pues ninguna espera eal st liga als afrmaciones eres tos, sno que se trata Cnicamente de une ilezainconesada, de ua incapcidad de actuary desoportar una stuacin espace, El eptimiame es tal veel condcion de toda accl6n, peo, por no hablar de a meni wulga que a menudo esti en su orien, opera puede equiaer a a muerte de a concienia tevluionaia, Ets concen. fia (que rela un stem dado de produccin, con lt flaceneysvles ue implica) es pr su maura mina conic degerade, concen de Un existnca inacepable Es de ods formas incompatible choy bse co las beaterias de un puto de mercertis eile Con ms usc peri actual exaconcenca se ete ys liga oecesaramente al career Exigico de as crcunstancia de ete mode se onduce ua coiencia ev. Tuconaria ala eldady ala angsta de na sitaaciéndesspenda gus «+ neces en fond. Fl optimism que se apo a esa attudFeeiva =I iio, no la alvaguaraia de la pasignsevolucioars En Semejante movimiento de tepliegue tal como por eta pare se produce independintemene de as voluntades- as evindicaiones fundas dela revolucién no sn abandenaas pore canta, son rete 4 das desde su origen, en estrecho contacto con aquello que el movimiense hiseérico rompe y arraja hacia la desgracia. Pero una concepcién renovada to represenca ya ingenuamente las reivindiaciones revlucionarias come un deber en cuyo encasillamiento esté implicada, sine, doloresamente, ‘como tna fuerza perecedera, que inscribiéndose en wn caesciego, pierde el ‘aricter mecinico que asumia en una concepcién fatalista, Come en coda pasisn ansiosa, se libera y auments por la conciencia de la muerte posible. Tin esta toma de conciencia del peligro que se apeoxima a la humani- ad enera desaparece la vieja concepcign geomécrca del porveni. El viejo porvenir regular y honesto cede su sitio ala angustia. Hace dos siglos, la suerte de las seciedades fururas fue descrita conforme a los sueios de los jusistas, con el abjetive inmediato de hacer desaparecer cualquier sombra peligrosa paca las perspectivas de existencia burguesa: en ese momento, cualquier imagen espantosa del deserden y del posible abatimiento fue shuyentada como un especto. En parte al menos, el mavimienco abrero ha asumido equivocadamente el ingenue apocalipss burgués: ha sido casi insensata cargar sobre la materia, sobre la produccién material, las prome- sas mids impactantes, com si a partir de cierto punto necesusiamente esta produccién ne debiera ya parecerse en nada a las otras fuerzas materiales ue, por todas pares, dejan indifereneemence libres las posibilidades del arden y del desorden, del suftimientoy del placer, Actualmente habia que senunciar a coda comprensién de las cosa pure no ver que Ia admirable con- Fanza tanto de Marx, come del eqnjunto del secalisme, ha sido jusificada afectiva y no cieniicamente: la pesbilidad (quizds el deber) e cl jus ‘acim afeciva no a desaparecide de hecho ms queen fechas recientes Pera hoy, cuando la sfectividad revolucionaia no tiene ott slida que 1a daca de fa concen, regres «éta come a su primera amante. Unica- ‘mente en la desdicha se vuelve a encontzr la intensidad dolorosa sin la cual 1a eeselucién fundamental de la Revolucién, el ni Dias mi amas de los obre- 10s sublevades,pierde su brutaidad radical. Desorientados y desunides, los explotades deben hey medire con lex disses (las patria) y con los amos rads imperatives de entre todos aquellos que les han subyugado. Y deben al mismo tiempo sospechar los unos de los ottos, por miedo a que aquellos «que les conducen a la lucha no se conviertan, ast vez en sus ames. Ahora bien, es verosimil que muchas conquistas humanas hayen dependide de una situacién miserable @ desesperada. Desde un punto de > vista prictico, a desesperacién no es més que el comportamiente afectivo ccon mayor valor dinmico. Consticuye el Ginice elemento dinimice pesi- ble -y necesario~ en las cixcunstancias actuabes, cuando los supuestos teé- ricos se cuestionan. Seria imposible, en efecto, tambalearsuficientemente ‘un aparato tebrico que tiene el defecto de ser Ia fe comtin ~y ciega~ de un ‘nimero demasiado elevade de personas, sin recusrir a la justificacion de la desesperacién, sin el beneficio de un estado del espiricu desoriencado y ansioso, En estas condiciones, las soluciones prematuras, los reagrupa- _mientos apresurados sobre férmulas apenas medificads, ¢ incluso la sim- ple creencia en la posiblided de tales reagrupamientes, son otzes tancos obsticules, desde luego desdeBables, para la supervivencia desesperada del ‘movimiento revolucionari. El porvenir no descansa sobre los mintscules cesfuerzos de algunos agrupadores dotades de un eptimisme incorregible: depende por completo de la desorientacién general Noes ni siquiera segure que el trabajo teérico actual pueda sobreps- sar sensiblemente una desorientacién prefunda, convertda en un hecho dominante desde el derrumbamienco del movimiento obrero en Alems- nia. Aunque fuera posible, en efecto, acceder a causas que explicaran la ineficacia al menos provisional de la actividad revelucionaria, no nos esta- ria dada la posibilidad de suprimir © de modificar estas causas; en conse- cuencia, el trabajo que revela tal situacién aparece en primer lugar come vanidad consumada, rT ‘i No obstance, es evidente que el tiempo, es decis, la necesidad del movimiento histérco, sigue siendo capaz de realizar cambios que no pue- den depender directamente de la accién de un partido y, ala espera de tal cambio, sigue siendo necesarie no sucumbir « fuerzas desteuctivas que, hy, tienen contra el movimiento ebrero la iniciarva del ataque. Ahora bien, ha llegado quizas el momento de que aquellos que desde todas partes hablan de «luchar conera el fscismo», tendrian que empezar a comprender ‘que las concepciones que en su espirita acempafian a esta féemula no son ‘menos pueriles que aquéllas de los brajos luchando conera las eempestades, Y como, por otea pare, los acontecimientos imprevisibles y precipita- ‘dos pueden incluso en un tiempo relativamente cercane— retiar los obs- téculos que se openen hoy al éxito de la actividad revelucionaria, sélo la «violencia de la desesperaciéns es lo bastance grande pata fijar la stencién “come es necesario hacerlo desde ahora~ sobre el problema fundamental 6 del Fstado, Frente @ tal problema, existe en los medios revolucionarios tuna mala voluntad desconcertante, una ceguera enfermiza. Contra toda verosimilitad, « numeroses comunistas les parece todavia que el libro de Lenin sigue respondiendo cualquier dificultad posible, lo que prucba suficientemente la mala conciencia de cieges agitados que piensan, en el fondo de sf mismos, que el problema es insoluble y que en consecuencia es necesario negatlo, Deccetar, como ellos hacen, que tras Lenin el mero planteamiento del problema denota un anarguiime pequeiio-burgués, no hace sino revelar atin més esta mala conciencia (no existe humanamente un desprecio lo bastante tajante para responder al emplee de esta vieja argu- cia, insulto insignificance a toda buena fe, insulto a aquel que rechaza cegarse). El problema del Estado se plantea en efecto con una brutalidad sin nombre, con la beutalidad de la policia, come una especie de desafio a toda esperanza. Asi como ya no se puede negar su existencia, tampoco cabe seguit amparindose en principies pures (come lo han heche ingenua~ ‘mente los anarquistas). Las dificultades sociales no se resuelven con prin- cipios, sino con fuerzas. Es evidente que sélo una experiencia histérica podria rendir la certeza de que pueden componerse y organizarse fuerzas Sociales contrarias a la soberania del Estado socialista dictatorial. Pero no ‘es menos evidente que tal Estado, disponiendo de los medios de subsis- tencia de cada patticipante, dispone asi de un poder de coaccién que debe encontrar st limitacién desde dentro 0 desde fuera: ahora bien, coda limi- tacién exterior es inconcebible si no es posible ninguna existencia social, ‘ni ninguna fuerza independience del Bstado. Instituciones democriticas ~realizables y ademés exigibles dentro de tun partido proletario~ pueden dar per el concrario una limicacién interna Pere el principio de la democracia, desacreditado por la politica liberal, ro puede convertirse en una fuerza viva mas que en funcién de la angustia pprovocada en las clases ebreras por el nacimiento de los tzes Estados todo- poderoses. Con Ia condicién de que esta angustia se integre como una fuerza austnama, basada en el odio a la autoridad del Estado. En este sentido, es necesario decir actualmente ~frente a tres socieda- des serviles- que ningtin porvenir humane que merezca este nombre puede esperarse si no es desde la angustia liberadora de les proletaros. LA ESTRUCTURA PSICOLOGICA DEL FASCISMO! E| marxismo, tras afirmar que en iltima instancia la infraestructura de una sociedad determina 0 condiciona la superestructura, no ha intentado ninguna eluci- dacitn general de las modalidades propias de la formacién de la sociedad religiosa y politica. Igualmente ha admitido la posibilidad de reacciones de la superestructu- va, pero tampoco aqui ha pasado de la afirmacién al andlisis cientifico. Este ar- ticwlo significa, en el caso del fascisme, un ensayo de representacién rigurosa (si no completa) de la superestructura social y sus relaciones con la infraestructura econ6- mica. No se trata, sin embargo, mds que de un fragmento perteneciente a un con- junto relativamente importante, lo que explica un gran numero de lagunas, y concretamente la ausencia de toda consideracién sobre el método.? Incluso ha sido 1 aLa structure psycologique du fascisme», La critique sociale, n° 10, noviembre 1933, pags. 159-165, y n° 11, marzo 1934, pégs. 205-211 (N.E.) (Pruebas corregidas: 2 VI ffos. 133-185, paginadas de 2 a 54. Més un fragmento de manuscrito: 7 Aa ffos. 161-163, paginados de 23 a 25, que presenta las varian- tes que iran sefialando las notas del editor). 2 Aqui reside evidencemente el principal defecto de esta exposicién, que no dejara de extrafiar a los que no estén familizarizados ni con la sociologia francesa ni con la filosoffa alemana moderna (fenomenolegia), ni con el psicoanilisis. A titulo indicative, no obstante, se puede insistir en el hecho de que las siguientes des- cripciones se refieren a experiencias vividas y que el método psicolégico adoptado excluye cualquier recurso a la abstraccién. necerario renunciar aqui a ofrecer la justificacin general de um punto de vste ruevny limitarse a la expasiién de los becbas. Por el contrari, la simple expesi- cia de La estructura del fascism ha necesitado come inireduscién ama descricion cde conjunto dela estructura secial Ni que decir tiene que el andlisis de la superesructura supane et desarrallo Prova del dela infracsructura, etudiade por el merxismo, 1. LA PARTE HOMOGENEA DB LA SOCIEDAD? La descripcién psicolégica de la sociedad debe empezar por la parce ‘mis accesible al conocimienco ~en apariencia, la parte fundamental cuyo caricter significative es la honegeneidad tendencial. Homegentidad sigaifi- ca agut conmensurabilidad de los elementos y conciencia de esta conmen- surabilidad (las relaciones humanss pueden mantenerse por una reduccién a reglas fijas basadas sobre la conciencia de la identidad posible entre per- sonas y situaciones definides; en principio, toda violencia estd excluida del curse de exiseencia que conlleva) 1a base de la bumogeneidad social es la produccién > La sociedad home- ‘6m 05 la sociedad productiva, es decir, la sociedad iil, Tede elemento intel queda excluide no de la sociedad toral, sino de su parte homagénee En esta parce, cada elemento debe ser ticil para otto sin que a actividad » Bn el margen: define sacologiasagrada = heteologa CConecimiento de a diferenciacin socal medianc la instacia homogénea Empezar por el plano del capitulo a propésca de los astersces en nota, opener la vider del amo, el tabuj del exclave y referencia a Hegel (NE). “Las plagraslomogénes,feeroénoy sus drivades se subrayan cada vez que se toman en un sencido particular ests exposicién. 9 Las formas mis cabales y mds expeesivas de la bomoenided secial son las ciencias y las cécnicas. Las leyesfundadas por lis cienciasextablecen relaciones de identi- dlad entre los diferentes elementos den munde manipulade y medible. Ea ‘cuanco ls técnicas, que srven deeransicién ene la preduccién y ls ciencis, se oponen a las prcicas dela religign y de la magia en Int civiliaciones poce (NE). 24 Bn el margen: «En realidad la sieacign masoquista se encuenta en el hecho de dar motets (NE), 2 Coneecién: «Lexi de Las fermas miserables que sven de obj al ace cul 0 sive paca cargarlas de un sentida exci, Pc tra pare, er mies lene tas on recta: a] moms tengo gue ls elementesmisrablesy, a, adm tealza sn pera perfect, de la misma manera que en la ascess. Ese die eacibn. (NED, ue exclasign de Le misria y de los eesentimientos 2% En efect parca cualquier ele- mento beterogéver, Sea inmmundo o noble, las modalidades de esta separacién, no dejan de cambiar siguiende la naturalesa ge cada elemento apartade, Sélo el rechazo de las formas miserables tiene, para la sociedad homogéna, tun valor constante fundemencal (en efecto, el minimo recurso a las reser” vas de energia representadas por estas formas exige una operacin tan peli- ‘grosa para ellas come la subversi6n); pero el acto de exclusién de las formas miserables asecia necesariamente las formas bomgénea y las format imperativas, por le que éstas dltimas no pueden volver a ser rechazadas pura y simplemente. De hecho, la sociedad Aomegénee utiliza las fuerzas imperativas libres contra los elementos més incompacibles con ella. Coan- ddo debe clegir en el dominio que ha excluido el objeto mismo de su actividad (Ia existencia?® para 1 al servicio de la cual debe situarse necesa- riamente), la eleccién no puede dejar de dirigirse hacia fuereas cuya pric- tica ha mostrado que accuaban, en principio, en el sentide més favorable, 1a incapacidad de la sociedad bomogénee para encontrar en s{ misma una razén de ser y de accuar, le hace depender de las fuerzas imperativas, del mismo modo que la hestlidad sédica de los saberanos contra la pobla- cin miserable les acerca a cualquier formacién que arpira a mancenerla en laopresi6n, De estas modalidades de la exclusiGn de la persona real resulta una situacién compleja: siendo el rey el objeto en el cual la sociedad hemogé- nea ha encontrado su razén de set, el mantenimiento de esta relacin exige que el rey se comporce de tal manera que la saciedad homogénea pueda exist para d. Esta exigencia descansa en primer lugar sobre la hetorigeni- dad fundamental del rey, garantizada por numerosas prohibiciones de con- tacto (tabties), pero es imposible mantener esta hetrozencided en estado libre. En ningcin caso la beteregeneidad puede recibir su ley desde fuera, pero su movimiento espentineo puede fijase, al menos tendencialmente, dde una vez por codas. Asi, la pusién destruccora (el sadism) propia de la instancia imperativa puede dirigise ya sea conta las seciedades extranje- ras, 0 contra las clases miserables, contra el conjunto de les elementos ‘externes o internos hostiles a la bamegencidad. %6 Coreeccin: «La exten ny soe» (NB). 4 De tal situacién resulta el poder real histérice. Un rol decerminante fen cuanto a su funcién pasitiva esté reservade al principio mismo de la unificacién realmence operada en un cenjunte de individues cuya eleccién afecriva descansa sobre un objeto betergénes tinico. La comunidad de di- reccién tiene por sf misma un valor consticutive: presupone ~vagamence, cs cierto~ el caricter imperative del objeto. La unién, principio de la bomegenidad, 20 es mAs que un hecho tendencial, incapaz de encontrar en sf misme un motive para exigit y para imponer su existencia y, en la ‘mayoris de las circunstancias, el recurso a una exigencia comada desde fuera tiene el valor de una necesided primaria. Ahora bien, el debr ser ‘puro, el imperative moral, exige el ser paras, es decir, el mode especifico de Ia existencia heteropénea. Pero precisamence esta existencia escapa, en Io ‘que concierne asi misma, al principio del deber ser y no puede en ningin caso suberdinirsele: accede inmediatamente al ser (en otras términes, se produce come valor siende 0 ne siendo y jamés come valor que debe ser). La forma compleja en la que desembocz la resolucién de esta incompati- bilidad apoya el deber ser de la existencia bumegénea en existencias bee rogéneas. Asi, la heterogneidad?” imperativa no representa solamente una fexgmento Aa fos. 161-163 da aqui un texto deren: was a hecerogencidad superior no rpreere alamete wna lmitacién en racién a wna hecerogeneidad no diferenciada: supone add og nadia dela err Fandamental. La cstrucura® propia de ln bunogumcidad ~ciertamente alcerada~ ha penetrad profundamente en la forma btrogna. De alguna maners, la homaenidad se ha ‘ruete existencia para if nepindese a sf misma: el proceso ha requeride la hegacign formal del principe esencial de utildad y de subeedinacin incondi- ‘ional a una existencia heterogénen particular, est Gkima ha desenpedade el tel de un tater, pero de un ter que abserbe lo que se spoya en €,centnan- do su propa exeencia mientras sbeorbe el sperte bomen (l mode precio de alteracién dela estructura deteregéne apacecersen a descripcién del ecto con lana riquesay una caridad de formas noeabes, pero, desde ahera, se le puede ‘lac & una exposicin necesariamente oxcra un valor significative acecando I situiciones tales concreas de los esquemas 4 las que coresponden. As, imple limiacién de bwmpencided coctesponde ala existencia de les désporas ‘que se an dado histéricamente come medio lees, mientas que la melifica- ‘an de esac se represen bajo forma seahads oc lt tenes descries ‘come notables, Napolegn [ex probablemeate el soberane en quien laesractura 2s forma diferenciada de la beerogencidad vage: supone, por afadidura, la modificacién de estructura de las dos partes en contacto, bemegénee beterogévea. Por una parte, Ia formacién hemagérea proxima a la instancia real, el Estado, toma de esta instancia su caricter imperative. Con ello el Estado parece acceder a lz existencia para sf realizando el frie y desnudo debe ser dc\ conjunto de la sociedad bomogénea. Pero, en realidad, el Bs- tado no es sino la forma abstracta, degradada, del deber ser viviente exi~ en tiltima instancia, como atraccién afectiva y como instancia real no es mis que la bemogeneidad vaga convertida en coaccién. Por otra parte, este medo mediador de formacién que caracteriza al Estado, pene- {ra por reaccién en la existencia imperariva: pero, en el curso de esta incroyeccién, la forma propia de la homogeneidad se convierce, esta vez realmence, en existencia para sf negéndese ella misma: se absorbe en la ‘beteropeneidad y se destruye en tanto que estrictamente honogénea por el hecho de que, convercida en negacién del principio de la utilidad, recha- 22 cualquier subordinacién. Aunque penetrado profundamente por la razén de Estado, el rey no se idencifice con esta Giltima: mantiene {nregeo el caricter tajante propio de la superioridad divina, Escapa al principio ‘especifico de la homogencidad, « la compensacién de les derechos y de los deberes que constituye la ley formal del Estado: les derechos del rey sen incondicienales. Es pricticamente inicil mostrar agu‘ que la posibilidad de tales for- rmaciones afectivas ha conllevado esa servidumbre infinita que degrada la ‘mayorfa de las formas de vida humana (much ms que los abuses de fuerza, de hecho ellos mismos reductibles a formaciones imperativas, en ‘erage ba modificade més profundamente en sence banaéne lo cual india suficienremente que cal praceso deja itacto el caricter de herepeidad sgude y bisice dl clemento que es sbjeto- El hecho de que la heopnied propia de Napeleén sea la de un jefe de eircivo mis que lade un rey no acer ‘laleance de este sjemple) Site represen le soerante tal by. fora endenial..(p. 353) * Bn el margen, una lave que te refere sexe final de § con esta advertencia: Desa rola: el proceso d lugar a dos formas, hay medificacién de extructuts en dos paces home(génea) y hetere(génes). rey > deber y honoc. Administacién) > Estado)» (NE). 26 tanco que la fuerza en juego es necesariamente social). Si considerames ahora la soberania bajo su forma tendencial, tal come ha sido histérica- mente vivide por los sujeras responsables desu valor de aruccio, ¢ inde pendientemente de una realidad particular, su naturaleza aparece, hhumanamente, como la més neble -clevida hasca la majested~, pure incluso en medio de la orgia, fuera del alcance de las imperfecciones hhumanas. Consrituye aquella fegién formalmente exenta de incrigas de incereses a la que se remice el sujeco oprimido buscando una satsfaceién vacta pero pura (en este sentido la consteucién de la natursleza ral por encima de una realidad inconfesable recuerda las ficciones justiicadoras de la vida eterna). Bn ante que forma tendencial, realiza el ideal de la sociedad y del curso de las cosas (en el espiricu del sibdito esta fancidn se expresa ingenuamente: si! rey super...) Al mise tiempo, cs autoridad estricca. Por encima de la sociedad bomegénea come por encima de la poblacién miserable o de la jerarquta arstocrética que emana de ella, exige de manera sangrienta la represin de lo que lees conteario y se con- fande en su forma tajante con ls fundamences heterogencos dela ley. Asi, sala ver la posbilidad y a exigencia de la unidad colecrva; en la 6rbiea real es donde se claboran el Estado y sus funciones de coucign y de adap- tacién; en provecho de la grandeza real se desarrella la reduccign ‘anegénea, como simultinea destruc y Fundacion. Situdndose come principio de la asociaién de elementos innumerables, el poder real se dirige espantineamente en tanto fuera imperativa y des- ccuctiva, contra cualquier otra forma imperativa que pudiera oponérsele. Ast se manifesta, en Gltima insanci, la tendencia Fundamental y el principio de toda auorided: la reduccién a la unidad personal, la individualizacién del poder. Mientras que la existencia miserable se produce necesuriamente ‘como multitud y la sociedad homegénea come reduccién a una medida comin, la instancia imperativa, el fundamento dela opresién, se desarrolla necesariamente en el sentido de una reduccin a la unidad bajo a forma de un ser human que exclave la pesbilidad misma de un semejane; en eros ‘érmines, come ura forma radical de la exchsién que exige una aides. 24 Bal margen: «en celacin con el rensltade buscade servidembre-economis= (WED. VIL, LA CONCENTRACION TENDENCIAL? Esta tendencia a la concentcacién apareee en contradiccién, ciertax mente, con la coexistencia de diferentes daminios del poder: el dominio de la soberania real es diferente del poder militar y de la autoridad reli- siosa, Pero, precisamente, la constatacién de esta coexistencia induce a fijar la arencién en el caricter compuesto del poder real, en el cual es facil eencontrar los clemences constitutives de los otros dos pederes: el militar y-eleeligioso..° ‘Asi, la soberanta real no debe considerarse como un elemento simple que posee un origen auténome, como el jército 0 la organizacién religio- sa: es exactamente (y de hecho tinicamente) la cencentracién realizada de estes des elemences fermades en dos direcciones diferentes. El conseante reaacimience de los poderes militares y feligiosos en estado pure nunca ha modificade el principie de su concentracién tendencial baje la forma de luna soberanfa nica: ai siquiera el rechaze formal del cristianismo ha impedido -para emplear la terminologia simbélica vulgar que la cruz y ‘el sable se arrastren por las escaleras del crono. Considersda histéricamente, Ia realizacién de esta concentracién ha ppodido ser espontinea - el jefe del eército consigue hacerse consagrar rey por la fuerza, @ el rey consagrado se apodera del poder militar (en Japéo, cl emperader, en fechas recientes, ha asumido esta Giltima forma, aunque su iniciativa propia ne haya jugado un papel determinante)-. Pero siem- ‘pre, incluso en el caso de la realeza usurpada, la posibilidad de la reunién. cde los poderes ha dependide de las afinidades fundamentales de étos y sobre todo de su concentracién cendencial Ta consideracién de los principios que rigen estos heches tiene evi- ‘dentemente un alcance capital en el momento en que el fascisme renueva 2 Enel margen:«y sabe code culminada en un régimen militar» (N-E). Freud en Prolog cllasivee ade da “si” ha etudiado precisamente las dos funciones, militar (eécio) y eligios (iglesia) en tlacén con la farm impe- ratva incensiente) de la psicolegin individual que 6 lms idee dl yo sper sn Si nos remitimes al conjunto de acrcamients esableidos en la presente ‘xposicigo, eta obra publiceda en alemin desde 1921, aparece come una iteo- ‘daccién evencial la comprensign de fascisme. Es la existencia histérica y redine una vex més la aucoridad militar y religiosa para realizar una opresi6n cocal (a este respecte, es posible afitmar —sin, adelancar un juicio politice— que cualquier realizacién ilimitada de las formas imperativas tiene el sentide de una negacién de la humanidad en tanto que valor dependiente del juego de sus epesiciones internas). Come <1 bonapartisme, el fascisme (que significa etimolégicamente reunién, cn ‘atracién) no es mds que una reactivacién aguda de la instancia soberana Jarente, pero con un caricteren cierte mode purificade porque las milicias ‘que susticuyen al ejército en la constitucién del poder tienen inmediata- mente este poder por objeto. VILL. EL BJERCITO Y LOS JEFES MILITARES En principio -funcionalmente el ejércite existe en razén de la guerca y su estructura psicoldgica se puede reducir al ejercicie de su funcién. su canicter imperative ne emana ditectamente de la importancia social ligada a la posesion del poder material de las armas: es la orgenizacién interna del ejércico ~la disciplina y la jerarquia~ lo que hace de él la socie- dad noble por excelencia Evidentemente, la nebleca de las armas supone, en primer lugar, una incensa hetergenidad!: la disciplina e jerarquta ne son en s{ mismas més ‘que formas, ne les fundamentas de la herrozeneidad:;‘inicamente la sangre vertida, la matanza y la muerte respenden bisicamente a la naturaleza de las armas, Pero el horror ambigue de la guerra no posee tedavia més que tuna hetergencidad baja (si acaso indiferenciada). La direccin elevada, exal- tance de las arma, supene la unificacién afectiva necesaria para sa cohe- sin, es decie, para su valor eficaz. TE caricter afecrive de esta unificacién se manifiesta baje la forma de adhesin del soldado al jefe del ejército: implica que cada soldade consi- Bl jefe, en tanto que es impers- tivo, es la encarnacién de esta negacién vielenea. Su naturaleza(ntima, la raturaleza de su gloria, se constieuye en un acto imperative que anula sl populache infame (que constiuyeeleérito) en cane que el del mismo ‘modo que anula a carniceriaen ante que al). En psicologia social, esta negacién imperativa se presenta en general como el caricter propio de a ain; en ots términes, toda accién social, afirmada toma necesariamente la forma psicolégica unificada de la shea nia Toda forma inferior, toda igoomina,siendo por definicién scialmen- te pasiva se transforma en su contrari por el simple hecho de pasar a la accién. Una carniceria es innoble como resultado inert, pero el valor te rogéuninpoble as estableido, desplazéndese sobre la acién social que lo hha determinado, se vuelve noble (accién de matar y nobleza han estado aseciadas por vincules histércos indfecibles): basta con que le accién se afirme efectivamente como tal, para que asuma libremente el curiceer imperative que la constituye. Precisamente esta operacién —el hecho de asumie cam tuda libertad el caricter imperativo de Ia accién- es lo propio del jefe. Aqui se hace po- sible considerar explicitamente el rol desempefado por la unificacién (a individvalizacién) en las modificaciones de estructura que caracterizan a i beterapencidad superior. El ejército somecido al impulse imperative =a partir de elementos informes y miserables~ organiza y realiza una forma internamente omogéna, mediante la negaciGn del caricter desor- dlenado de sus elementos: en efecto, la masa que constituye el ejércico pasa de une existencia agotada y absilica a un orden geométrice depurado, del 91 Bn el margen: sata negacign ex may impoctante mantenedla> (NE), estado amorfo a la rigides agresiva.5? Fsta masa negada, en realidad, ha ‘dejado de ser ella misma para convertise afectivamente en una propiedad del jefe y en una parte del propio jefe (vafectivamentes se refiere aut a comportamiences psicol6gicas simples, come la orden de firmes 0 el pase ‘acompasads), Una tropa en posicién de firmes esté, de alguna manera, absorbida en la existencia de la orden y, as, absocbida en la negacién de ‘misma, El firmes puede considerarse andlogamente como un movimiento ‘x6pico (un tipo de geotrepisme negativo) que eleva, no solamente al jefe sino al conjunte de hombres que responden a su orden, ala forma regular (geométrica) de la soberania imperative. Ast la infamia implicica de les soldados no es més que une infamia basica que, bajo el uniforme, se transforma en su contrario, en orden y en esplender. El modo de la Ieterogeidad sure explicitamente una aiteracién profunda, cuande logra la bonagentided incensa sin que la beterepncided fundamental decrezca. El ejército en medio de la poblacién subsiste con una manera de ser fe ‘enteramente sre, pero con na maneta soberana de ser ligada a la do- ‘minacién, al cardcter imperative y tajance del jefe, comunicade a sus soldados. ‘Ast, a diteccién dominante del ejército, desligade de sus fundamen- 10s afectives (infamia y carniceria), depende de la heerogenidad concraria del honor y del deter encarnades en la persona del jefe (si se tata de un jefe ro subordinado a una instancia real © a una idea, el deber se encarna en su persona del mismo mode que en el caso del rey). El honor y el deber, ‘expresidos simbélicamente por la geometria de los desfiles, son formas tendenciales que sitian la exiscencia militar por encima de la existencia ‘umagénee, come imperative y come razén de ser pura. Estas formas, bajo su aspecte propiamente militar, al tener un alcance limitade a cierto plan de acciones, son compatibles con crimenes infinitamente ruines, pero bas- tap pra afirmar el elevado valor del efcite y para hacer dela domia- cién interna que caracteriza su estructura une de les elementos Fandamentales de la autoridad psicolégica suprema instituida por encima dela sociedad oprimida. 5 Bn el margen: sconducis la gain de los hombres al principio de economia» WED. aL Sin embargo, el poder del jefe del ejércico sélo tiene por resultado inmediato una hemogeneidad interna independience de la bomogeneidad social, mientras que el poder real especificg no existe més que en relacién «con la sociedad bvmogénes, La integracién dél poder militar en un poder social supene, por tanto, un cambio de estructura: supone la adquisici de las modalidades propias del poder real, en relacién con la administea- cién del Estado, eal como han sido descritas al hablar de este poder. IX. EL PODER RELIGIOSO De manera implicica y vaga, se admite que la detentacién del poder ilar ha podido set suficiente para ejercer una dominacién general. Sin embargo, si se excepttian ls colonizaciones, que extienden tin poder ya fundado, es dificil encontrar ejemplos de dominaciones duraderas exclu vamente milieres. De hecho, la fuerza armada simple, material, no puede fandar ningii: poder: depende en primer lugar de la acracci6n interna ejercida por el jefe (el dinero es insuficience pera cealizat un ejécivo). ¥ cuando éste quiere ucliar la fuerea de Ia que dispone para dominar a la sociedad, codavia debe adquiri ls elementos de una atraciéa externa (de tuna atraccinreligioa lida para toda la poblacién entera). Es cierto que estos tltimoselementas estén a veces a disposcién de la fuera. Sin embargo, la araccién militar como origen del poder real pro- buablemente no tiene un valor primordial en relacién con la atracién reli siosa. En la medida en que se pueda formula un juico vilido acerca de Jos periodos humanos pasados, se ve con cierta claridad que la eligién, y no el efrcito, es el oxigen de la aucridad social. Por otc pare, la inro- duccién de la herencia significa regularmente el predominio del peder teligioso que puede mantener su principio de sangre, mientras que el poder militar depende en primer lugar dl valor personal Desgraciadamente, es dificil dar un significado explicto a lo que, en Ja sangre 0 en los aspectos reales, es propiamente rligioso; aqui accede- mos de plene a la forma desnuda ¢ilimitada de la brenda indiferen- ciada, antes de que una direccién todavia vaga fje un aspecto captable Gsuscepeible de see explictado). Esta direccién existe, pero las modifica ciones de estructura que introduce dan lugar, en cualquier aso, a una pro- 2 _yeccién libre de formas afectivas generales, tales como Ia angustia @ la ateaccién sagrada. Por ocra parte, las modificaciones de estructura no son las que se transmiten inmediatamente, a cravés de la relaci6n fisilégica de la herencia, 0 de los ritos en las consagraciones, sine que le que se transite es una heirogencidad fundamental El significado (implicico) del carécter real puramente religieso no puede alcanzarse mis que en la medida en que aparece su comunidad de origen y de estructura con una naturaleza divina. En una répida expesi- cién, no es posible aclarar el conjunte de movimientas afectives a les que debe referirse la fundacién de aucosidades miticas (que desemboca en la instancia dtima de una supeema autoridad ficricia). Pero un mere acerca- _miento posee en sf un valer significative suficiente, A la estructura comin dle las dos formaciones cezresponden hechos inequivoces (identificaciones con el dias, genealogias miticas, culro imperial romano o sintefsta, teoria ctistiana del derecho divine). En conjunto, el rey se considera de una u ‘otra forma la emanacién de la nacuraleza divina, siendo asi que el princi- ppio de la emanacién conlleva el de identidad cuando se trata de elementos baterogénes Las notables medificaciones estructurales que caracterizan la evolu- ccién de Ia representacién de lo divine ~a partir de la vielencia libre ¢ irrespensable~ no hacen mas que explicitar las modificaciones que carac- terizan la formacién de la nacuraleza real. En ambos cases, la posicién de la soberania ditige la alteracién de la estructura beterogévea. En ambos casos, se asiste a una concentracién de los acribuces y de las fuerzas: pero, fen lo que concierne a Dios, al representar fuerzas que sélo estin reunidas fen una existencia ficicia (sin la limicacién ligeda a la necesidad de reali- zarse) se puede llegar a formas més perfectas, a esquemas més puramente 1égicos. BI Ser supremo de los teéloges y de los filésofes representa Ia intro- yyeccién més profunda de la estructura propia de a humegencidad en la exis- tencia besorgénea: asi, Dios realiza la forma soberana por excelencia en sa aspecto ceolégico. Sin embargo, esta posibilidad de cumplimiento implica 10 opuesco al carécter ficticio de la existencia divina cuya naturaleza heere- _génse, al no poseer el valor limitativo de la realided, puede ser eludida en luna concepcién fileséfica (teducida a una afirmacién formal de ning modo vivida). En el orden de la especulacién intelectual libre, la idea B puede susticui a Dios como existencia y como poder supremas, lo que implica en cierea medida la revelacién de una beroencidad relaciva de la Idea (cal como sucede cuando Hegel eleva Idea por encima del simple ses. \X. EL FASCISM COMO FORMA SOBERANA DE LA HETEROGENEIDAD sta agitacin de fancasmas ~aparentemente anacrénicos- se conside- rarfa indtl si, ante nuestros ojos, el fascisme ne hubiera eecogide y seconstiuido completamente ~partiende, por asf decitl, del vacio~ el proceso de fundacién del poder tal como acaba de ser descrico. Hasta nuestros dis, no existia més que un solo ejemplo histérico de formacién busca de un poder coral, a la vez militar y religieso, pero fundamencal- mente eal, sin apayarseen nada establecido ances que él el Califa islé- rico. El Isiam, forma comparable al fascismo por su débil riqueza humana, ai siquiera podia recurtir a una patria, y menes todavia a un Estado consttuido. Pere hay que eeconocer que el Estado existence ne ha pars los movimientes facistas més quc una conguista, y luego un medio oun marco,” y que la integracién de la patra no cambia el exque- sa de su formacién. Al igual que el Islam naciense, el fascismo representa Ja constiucién de un poder heterogéneo total que encuentra su oxigen smanifiesto en una efervescencia actual TI poder fascista se caracteriza, en primer lugar, porque su fundacién es ala vex eeligiosa y militar, sin que estes elementes habitualmente dis- tintos puedan separarse: se presenta asi, desde la base, como una concen sracin acabeda, BI aspecto predominante es el militar, desde luego, Las relaciones afectivas que asecian estrechamente al caudillo cen el miembro del parti- do (cal como ya han side descritas) son, en principio, andlogas a las que tunen al jefe con sus seldades. La persona imperativa del caudillo llega a negat el aspecto revelucionarie fundamental de la efervescencia absorhida por él: la revelucién afirmada come un principio es, al mismo tiempo, > EL Bsade italiane moderne e de hecho, en gran medida, ceacba del fascism M Fandamentalmente negada desde la dominacién interna ejercida militar- mente sobre las milicias. Pero esta dominacién interna no se subordina directamente a actos de guerra reales © posibles: se sitia esencialmente come términe medio para una deminacién externa sobre la sociedad y el Estade, como cérmine medio para un valor imperative total. Asi, se implican simulténeamence las cualidades propias de las des dominacienes (interna y externa, militar y religiosa): por una parte, las cualidades que enotan la bomagenidad incroyectada, tales como deber, disciplina y orden cconsumades y, por otr, las cualidades que denocan la beteregencidad esen- cial, violencia imperativa y posicién de la persona del jefe come ebjere srascendente de la afectividad colectiva, Pero el valor religioso de jefe es realmente el valor fundamental (si ne formal) del fascisme, que da la actividad de les milicianes su tonalidad afectiva propia, distinta de la del soldade en general, El jefe en cuanto tales solo la emanacién de un prin- cipio: el de la exiseencia gloriosa de una patria elevada a valor de una fuer- ‘a divina (que, superior a cualquier consideracién imaginable, exige ne solamente la pasién sine el éxcasis de sus pacticipantes). Encarnada en la persona del jefe en Alemania se ha empleado a veces el témino propia- mente religioso de profeca) la patria desempefia asf el misme rol que, para cl Islam, Ald encarnado en la persona de Mahoma o del califa.+3° El fascismo aparece enconces, antes que nada, come concentracién y, por asi decitlo, come condensacién de poder'® (significacién indiceda, cfectivamente, en el valor etimolégice del cérmino). Por otra parte, este significade general debe aceptarse en varias direcciones. En iltima instan~ cia se efectia la reunién completa de las fueroas imperativas, pere el pro= Cali significa on ol sentideeximalégice de ls palabrs Igeroiote (que asp el ugar ala entero es Ingutenienceeaviade de Dies Un manusriefeagmentaro (VAs fas. 155-159) empieza con estas mismas pala aos inédive (ct Up 161) NE. ign de supeiaridad, evidencemence en relacién con un complejo de Toferirida Intent semejante complejo Gene eelacinesigualmente profundss {<0 Alemania; por ev, incline si el facisme se desatola lteriar- mente en regione: que hin alcanzade na soberania enter y la cocienca de 1 ex cancebible que hays padide serenalgin memente el pro- 1 experfice de tle piss, 3” ceso no desactiva ninguna fraccién social. En eposicién fundamental con dl secialisme, el fascisme se caracteriza po la reunién de clases. Noes que Jas clases conscients de su unidad se hayan.adherido al régimen, sine que clementos expresives de cada clase han representada un papel en los pro- fandos movimientes de adbesién que han desembocado en la toma del poder. Aqui el tipo especifice de la reunién ha tomade la forma, por lo dlemés, de la afectividad propiamente militar, es decir, los clemencas representatives de las clases explotadas han quedade includes en el con- junto del proceso afectve tnicamence por la negacién de su propia natu raleza (del mismo mode que la naturaleza social de un reclute resulta negada por los unifermesy los desiles). Este proceso que agita de abajo a arriba las diferentes fcmaciones sociales debe comprenderse como un pro- ceso fundamental cuye esquema esti necesatiamente dado en a formacién misma del jefe, que extre su profundo valor significativo del hecho de haber vivido el estado de absndeno y de miseria del proletariado, Pevo, al ‘gual que en Ia organizacién militar, el valor afectivo propio de la exsten- : la des- cripcién general dela regién hecerogénea implica ademés que se presente _generalmente como un elemento constitutivo de Ia estructura del conjun= fo que incluye no sélo las formas imperativas y las formas miserables sino también las formas subversivas Estas formas subversivas no son otras que las formas inferiores cransformadss pars la lucha contra las formas sobera~ nas. La necesidad propia de las formas subversivas exige que lo que es bajo sea alro, que lo que es alco sea bajo, y en esta exigencia se expresa la natu- raleza de la subsersén, Ba el caso de que las Formas soberanas de Ia socie~ ddad estén inmovilizadas y atadas, los diversos elementos arrojados a la beteropentidad por la descomposicién social sélo pueden unitse a las forma- ciones resultantes de la activacién de las clases oprimidas: estn necesaria- mente condenades a la subversién, La fraccién de la burguesfa que ha 40 tomado conciencia de su incompatibilidad con los marcos sociales estable

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