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El pequeño baúl de mi abuelo Nicho

Mi abuelo como cariñosamente le llamaban sus amistades y


familiares, fue un luchador, en vida tuvo muchas cualidades:
trabajador, honrado, inteligente y muy noble. Desde
temprana edad, con tan solo 15 años, quedó huérfano de
madre y sin un padre que lo reconociera. Tuvo que viajar
desde Montijo, su ciudad natal, hacia la capital a forjarse un
futuro. Su escasez de recursos económicos y su orfandad le
impidieron estudiar, solo pudo terminar la escuela primaria.
Nunca estuvo desamparado, siempre tuvo ángeles que lo
protegían y ayudaban, y claro, la bendición de Dios. Empezó
a trabajar desde muy joven en una empresa prestigiosa, en la
cual pensiono después de más de 40 años de trabajo. Con
apenas 19 años encontró a la mujer que lo acompaño
durante 54 años, mi abuela Inés, de esa unión nacieron sus 5
hijas. Durante su vida laboral, sus deseos de superación y de
mejor sus condiciones de vida, lo llevaron a tomar la decisión
de aceptar una oportunidad de trabajo en la sucursal de esta
empresa en Aguadulce. Llego a ser chofer vendedor y luego
que enfermo como consecuencia de la diabetes, trabajo en el
departamento de contabilidad, hasta que se pensiono. El
tenía un baúl donde guardaba tos sus recuerdos; mi abuelo
enferma y luego fallece. Un día se encuentra el baúl con fotos,
recortes de periódicos, documentos, entre otras cosas, y una
tarjeta deteriorada por el tiempo, que yo le había entregado
un día del padre cuando tenía 10 años, que decía Gracias por
todo abuelo Nicho, por criarme con valores, por quererme y
cuidarme como tu hija, te quiero Mucho Feliz día del Padre.

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