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Sinopsis

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Sinopsis
Documental: Piscina Honda

En el Festival de la Subienda en Honda en el 2015, el pescador que ganó, lo hizo por haber sacado del río un
bocachico, una especie originaria de la cuenca del río Magdalena que media trece centímetros a diferencia de
los 30 que fácilmente pudieron haber medido los peces de un par de generaciones atrás.

El río Magdalena, el río más grande y más importante del país es una vena que nos atraviesan desde el centro
hacia el norte recorriendo todos los paisajes que estas geografías presentan. Por esta fuente hídrica no sólo se
extraían hasta 30.000 toneladas de pescado anualmente, sino que se estableció una infraestructura económica
que conectaba al centro del país no solo son sus costas sino con el movimiento marítimo del mundo entero. Hoy
en día, el río Magdalena pareciera ser visto como la cloaca de Colombia.

Esta película muestra el deterioro del río, lo irrecuperable en la naturaleza, la desidia, asumir el abandono como
una práctica inherente a los miles de habitantes que dependen y simultáneamente destruyen el río. Es tratar de
entender lo que pasa en las cabezas de quienes construyen y vislumbran el fin inminente de su entorno y por
consiguiente de sí mismos.

En el puente que conecta a Puerto Bogotá con Honda, un taxista estaciona su vehículo, saca del baúl de su
carro dos bolsas llenas de basura y las arroja al agua mientras el pasajero mira impertérrito pensando en otra
cosa. En un curioso sistema de organización de la basura que va a dar al río, los lugareños han decidido que hay
una zona en el agua para los residuos de los electrodomésticos, en otro, residuos de restaurantes, en otro, los
plásticos. No muy lejos de ahí, hay quienes pescan para darles de comer a los turistas desprevenidos o bien a
sus mismas familias.

Sin embargo, la paradoja más extraordinaria aparece al ver el cuidado que se le presta a otro tipo de agua, al
agua de las piscinas, por ejemplo, que las familias acomodadas, dueñas de casas coloniales, acaparan avi-
damente incluso en épocas de sequía y dan un tratamiento casi ritual, de horarios de sumergirse, horarios de
descanso y horarios de limpieza. Es por esto, que mientras vemos a los niños nadar en aguas donde no hay el
más mínimo rastro de microorganismos, los olores putrefactos del río alcanzan a colarse por las calles de los
barrios populares.

Fernando Ramírez, antiguo pescador, se levanta todos los días a las cuatro de la mañana y hace un recorrido
por los barrios acomodados de Honda para cuidar las piscinas y dejarlas en perfecto estado.

Luis Ber, como lo llaman quienes lo conocen, pescador del río, diariamente sale a pescar para llevar el resul-
tado a la plaza de mercado. Pescar cada vez se le hace mas difícil por el detrimento del río, con resignación
recuerda cómo a la prohibición y castigo de la pesca con pólvora, le precedieron nuevos mecanismos de pesca
aún más dañinos.

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