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2. FUNCION DE LA LITERATURA INFANTIL EN LA FORMACION DEL NINO Las lecturas anteriores nos ayudan a entender que es a la esfera afectiva y a la imaginacin, a las cuales va dirigida la in- fluencia de la obra de arte, como resortes generadores de accién, tanto en el hombre como en el nift. Jesualdo, citando a Ortega y Gasset, comenta al respecto: “Lo afectivo, de este modo, juega un papel esencial en el desa- rrollo psicol6gico del nifio. La maxima virtud de una literatura infantil estd en que acttie sobre los sentimientos, produciendo emociones que se clasifican entre las funciones psiquicas inter- nas mas profundas”. Es importante asentar esta finalidad de la literatura infantil como vacuna espiritual contra esa corriente pedagogizante, que trata de hacer con el tema de arte literario un ejercicio de gramatica, de ortografia, de moral, de historia, de geografia, de economia, o cualesquiera otros que al maestro co- ‘iin, poco imaginativo o poco culto, le parece que son la finali- dad de_la literatura. Se explica este hecho por la influencia de la 6poca y de la cultura materialista y utilitaria que nos sofoca. Co nocidos son los planteamientos de Ortega y Gasset contra esa corriente mecanicista que deforma al hombre actual. Por ello él apel6 con tanto denuedo a la literatura infantil como medio de cultivar en el nifo su sentimiento, su paisaje interior, su esencia misma de ser creador y esponténeo, gozador de las imagenes y del mito. Dice, en su ensayo Biologia y Pedagogiact 1 Ortega y Gasset, Biologia y Pedagogia, en: El Espectador, Madrid, 1949. 4 L mito, la noble imagen fantéstica, es una funcién interna sin la cual la vida psiquica se detendrfa paralit- ca, Ciertamente que no nos proporciona una adaptacién intelectual a la realidad. El mito no encuentra en el mundo externo su objeto adecuado. Pero en cambio suscita en nosotros las corrientes indirectas de los senti- mientos que nutren el pulso vital, mantienen a flote nuestro afin de vivir y aumentan la tensin de los més profundos resortes bioldgicos. EI mito es la hormona psiquica. Un aspecto mas que se ha discutido, en relacién con las fun- cones y la finalidad de la literatura para los nifios, es si existe o ro un compromiso de la literatura con la ensefianza de la moral. El asunto se ha suscitado en ensayos polémicos y en obras de psi- cologia, de pedagogia y de literatura Desde muy temprano, en 1911, Roger Coussinet expres un pensamiento que ha sido muy orientador al respecto. Sefia- laba el peligro de ensefiar la moral con palabras y no activamen- te, por medio del ejemplo; y explicaba: “Hacer por la palabra 0 por el libro o la leccién el medio para ensefiar morales llevar al nifo, poco a poco, a creer que la moral es de las cosas que se di- cen, no de las cosas que se hacen”. Esos libros escritos con inten- cién moralizadora aburren a los nitios, porque les resultan falsas estas historias fabricadas para hacerles creer que todos los nifios, son siempre muy bien portados, nunca se enojan, nunca rompen un plato ni pelean con los hermanitos. Y, peor aun, cuando al fi- nal traen una moraleja explicita. El remachar suele despertar la reaccién contraria, 0, al menos, la rebeldia inconsciente. Y es que esas producciones saturadas de gazmoferias o de una verdad falseada, son olfateadas enseguida por la narcilla acostumbrada a conocer cémo son de verdad, no sélo los nifios, sino también Jos adultos, a veces. Y ademas, jes0s cuentos carecen del encan- to dela imaginacién! La moral se ensefia con el ejemplo, no por Ja prédica, y el nifo la aprende por esos resortes maravillosos de su psiquismo que son la imitacion y el juego. Es necesario distinguir entre los conceptos de moral y de moraleja. 6 El primero se refiere a la formaciéin del cardcter, a la ética personal, ala incorporacién en la conducta de las buenas accio- nes. Es un proceso de formacién, de educacién, de moralidad El segundo término es un asunto de didéctica. La moraleja es tuna manera, un método, que pretende ensefiar buenos compor- tamientos, por medio de las palabras que se agregan a un cuen- to, fabula o apélogo. A veces lo hace con un versito que explici- tamente machaca o reitera lo que se queria enseftar a través del tema contado, recitado o leido Estamos completamente de acuerdo en lo primero; es de- cir, en el valor moral que deben contener los cuentos, leyendas, fabulas, poesias, y todos los ejemplares literarios que se den a los niifos. El buen ejemplo de los personajes y las acciones son im- portantes para la formacién moral, como lo es para la inteligen- cia el valor de los asuntos interesantes, estimulantes y positivos de los temas. Debe quedar claro entonces, que lo que no recomendamos es el método de remachar con palabras, con una cantinela, con ‘una moraleja lo que bellamente comunican el personaje y los he- chos hermosos, bondadosos, tiemos 0 hervicos, que ya los peque- fos han captado directamente en el relato. El impacto, per se, es formativo del cardcter y la buena disposicion. Hay que reconocer la capacidad de apreciacién de los nifios, su sensibilidad y su in- teligencia para captar lo que se les est diciendo por medio del {rozo literario. Con la obra escrita 0 contada sucede lo que a dia- rio se da en el ambiente familiar. sin que nos percatemos, los pe- quefios, como una esponja, absorben todo lo que les rodea; saben captar las situaciones: aprehenden los simbolos,¢ intuyen los va- lores envueltos en el quehacer y el decir de los adultos. Los nifios con madurez emocional saben descubrir dénde esté el valor moral de las situaciones; saben reconocer la justicia yla verdad. Lo que se requiere es presentarles adecuadamente las situaciones para que intuitivamente puedan aprehender los simbolos y apreciar el mensaje. En el ambiente familiar, como en la literatura que les da- ‘mos, no les amarguemos la vida contindoles de barbazules 16 crueles y malvados; ni con madrastras horribles y peligrosas. Esos personajes del siglo XVII son horrendos, heredados de épo- cas pasadas, en que el divorcio no existia y la sociedad lo casti- gaba con el mito. Funcionaba una concepcién de la sociedad muy diferente de la actual, y as se proyectaban en la produccién literaria esas madrastras malvadas. Laliteratura infantil debe adaptarse a las épocas. Hay que desterrar de la literatura para los nifos la crueldad e inmoralidad de Barba Azul, quien no tiene nada bueno que comunicar a los ni- ios; asi como hay que quitarle a la bruja de Blanca Nieves el to- no horrible y feroz que le exagers Disney. Este tuvo aciertos en otros casos. Pero el terror que producia a los nifios aquel pasaje horrible no debe repetirse. Y no es que aboguemos por una literatura blandita y pue- ril; ya lo hemos dicho antes; pero tampoco en el otro extremo de lacrueldad humana en cualesquiera de sus facetas o matices. La ‘moral se comunica con el ejemplo de seres reales o fantésticos que se parecen de veras a los seres nobles y auténticos. Por ser- Jo, resultan hermosos e incitan a imitar su bello ejemplo; como en el Cocori, de Joaquin Gutiérrez, el Corazén, de Edmundo de Amicis, El Principito, de Saint-Exupéry. En vez de moraleja machacona, caben los ejercicios de apreciacién, de interpretacién intuitiva que veremos en el tema de Didactica. El autor de Cocori nos contaba que, cuando le piden en las, escuelas comentar alos nifios esa novelita, él les hace el siguien- te gjercicio de apreciacién ética, con los resultados que recojo. Les dice: {Por qué Cocori estaba tan contento cuando re- sgres6 mama Drusila? Voy a dar tres respuestas. Los chiquitos que estén de acuerdo con la primera, levantan un dedito. Los que estan de acuerdo con la segunda, levantan dos deditos, y los que estan de acuerdo con la tercera, levantan tres: 1. Porque regresaba a casa de mamé Drusila, 2. Porque la rosa se habia convertido en un rosa 3. Por lo que le dijo el negro Cantor de “a linda vida de la rosa...” Pocos levantan un dedo. Pocos mas levantan dos. Y, aunque parezca asombroso, la mayoria, tres. Han cap- tado el verdadero y hondo mensaje de la historia de Cocori. A j6venes y nifios de 14 afios a quienes he lefdo El Princi- pito y he preguntado: —A cual de los duefios de los planetas quiso y admiré el Principito? Siempre acertaron en la respuesta: —Al farolero. —sPor qué? Yen su mayoria captan la idea, y la expresan asf —Porque era el tinico que no era egofsta. Trabajaba para servir alos otros, aunque no estaban. No era materialista ni vi- cioso. Estas han sido algunas de las respuestas, las cuales ponen de manifiesto la penetracién del puiber y del jovencito en la apre- ciacién moral del simbolismo de la obra, sin necesidad de hacer- les prédica o moraleja previa o posterior a la lectura. Basta el breve ejercicio de apreciacién. Ortega y Gasset examiné este tema con gran agudeza psi- colégica, afirmando que el nifio ve el mundo no como es, sino como debe ser, y por eso el nifio purifica a los personajes, cuan- do no son perfectos modelos de moral comiin. “En su alquimia espiritual”, sabe ver lo bueno y admirar lo positivo en ello. “Mi hijo’, dice Ortega, “que tiene una sensibilidad de caba- llerito de la Tabla Redonda, prefiere sin embargo entre sus juegos a aquél en que puede hacer de ladrén. Y es que su alma s6lo de- ja pasar del ladrén real aquellas cualidades de efectos deseables: Ja audacia, a serenidad, el afan de aventuras.” Esta interpreta- cién de Ortega nos aclara por qué el nifio (y también el adulto) no puede dejar de admirar la inteligencia, astucia y gracia en Tio 18 Conejo, Uvieta, Tom Sawyer, el Lazarillo,y los demas ejemplares de picaresca gracia en la literatura folkl6rica y universal La semana pasada llevé a mi nieto de siete afos a ver Ni- no ojos de estrella, de Miguel Rojas, en la Compaitia Nacional de Teatro. El tema: la Primavera. Los buenos: Nino, el duende y el leoncito. Los malos: el zorro y el murciélago, quienes le ro- ban la cajita de miisica a la Primavera. De repente se arma la persecucién con gran emoci6n y participacién oral y explosiva del grupo de chiquillos. De pronto mi pequefto acompaitante asesora al murciélago hacia donde debe correr, en oposicién a los demas nifios. Un tanto desconcertada pregunto con cautela por la razén; y me explica: —Quiero ayudarlo a él porque es mi amigo. —{Ti amigo? -inquiero. —Si, él estaba en la ventanita (la boleteria) cuando fui a comprar las entradas y me regal6 estas lindas postales (los pro- ‘gramas bellamente diseftados). (Claro!, el pequerio habia aisla- do el elemento generoso que habia demostrado previamente el personaje, Por supuesto que el error fue de los adultos; debieron ha- ber puesto a Nino o a sus amigos en la boleteria, y no al “malo”. Se olvidaron de que para los nifios no hay diferencia entre reali- dad y fantasfa, y el que estaba en una y otra situacién para él era el mismo. Le tom6, por supuesto, un rato, para que la obra lo envolviera con su trama, y entonces lo of a coro con los demas defendiendo a la Primavera, a Nino y a sus amigos. El hecho, sin embargo, me llené de emocién ante la pureza del alma infan- til para descubrir lo bueno, a pesar del contexto, y para ser jus- to, agradecido y gentil con aquél que le habia demostrado con el bello obsequio un gesto de amistad. Y es importante notar c6- mo luego evolucioné hacia una nueva actitud, cuando en la si- uiente situacién el personaje demostrd ser “mala gente”. La ‘obra, por si sola, lo fue haciendo evolucionar criticamente, sin ne- cesidad de hacer prédica o seftalarle la moraleja.

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