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REPORTE DE UN CASO: BARBARAWILDER Ate a demi constorio para encontrame .con Barbara Wilder por primera ver la recepeionista 4e la clinica, Marie, me detuvo en el paillo para prevenit- sme de la situacién que prevalciaen la sala de espera. Marie mie explicé que la amiga de Barbara, quien vino a pedir spoyo, dijo muy segura que Barbara estaba bien y que era ‘comin que presentara est tipo de "atagues". Aun con su aviso, la escena dejaria una marca duradera en mi memo- ria; en una esquina distant de la sala de espera, Barbara ‘se reforcia en el suelo en una evidente convulsin. Su ami- ‘8 estaba hincada junto ella, diciéndole palabras tran- uilizantes que tuvieron un poderoso impacto y le ay ron a recobrar el control de i misma. ‘Mientras caminaba a través de Ia sala de espera, con- sideré varias opciones acerca de cémo entraria en esta si- fuacién tan dramitiea. Por un momento me pregunté si ‘debiaregresar a mi consultorio y esperar hasta que Birba- ra se hubiese calmado, pero senti que podria parecer que ‘me intimidaba su conducta. En lugar de hacer eso, acer- ‘qué mis manos hacia ella y, con una voz segura, me pre- senté y la ayudé a levantarse del piso y a sentarse en una sillacercana, Barbara continué teniendo dificultades para respirar, pero gradualmente se recuperé, mientras se sen- {aba entre su amiga y yo, Paocia una nifiaasustada,cuyos 'miedos se contenian por la presencia de los euidadores que estaban sentados junto a ella. Me senté ahi durante cinco ‘minutos y le hablé con amabilidad, en un esfuer2o por ofe- cerle mayor comodidad. Entonces Barbara me mir6 a los ‘00s y dijo “estoy muy apenada por todo este drama, Es- ‘pero que usted comprenda que esta condicién se encven- tra fuera de mi contol". Le die que yo me dabs cuenta de {eso y que también reconocia que dichas acciones podrian ‘ser muy perturbadoras y atemorizantes. Le pedi que me ‘acompatara a mi consultorio. Al principio me progunts si ‘su amiga podia venir con nosotros, pero lo reconsider de ‘inmediato y afirmé "en realidad, creo que debo tratar de hhaceresto yo sola Mientras Barbara caminaba junto a mi, mis ojeadas ‘casionales me hicieron pensar si mi céleulo de su edad setiacorrecto, (Esta mujer podria tener 22 afios de edad? La forma de moverse y de arrastrar sus pies, con la apa- riencia de preocupacion en su car, me hicieron pensar que al menos debia estar ala mitad de sus 30 aos. Me pregun- \é si tendriaalgin problema médico, como arrits, que la ‘obligara a caminar y a mover su cuerpo con tanta rgidez Entre mais caminbamos, mis cuenta me dabe de que su {ensin corporal contaba la historia de un problema inte- rior mas que de un dao fsico. Barbara comenz6 su histo- ria al decirme que ls pasados seis meses habian sido "un verdadero infiemo". Todo comenaé una tarde mientras es- peraba, en un salén muy concurrido dl seropuert, viajar para visitara sus padres, era su primera visita desde que hhabia empezado en su nuevo trabajo. De repente se sintié ssumamente mareada y las palabras en la pina de su no- vela empezaron a bailar frente a sus ojos. Escuché un so- ‘ido rugiente en sus oidos y sinté un repentino dolor pun- zante en su pecho. Su corazén lata acelerado y empez a sentir un sudorfrio y sus manos temblaban de forma in- controlable. Justo ese dia, Barbara habia escuchado acer- ca de la muerte sibita de una mujer joven, debido a una cextrafiacondicion eardiaca. Luchaba por superar la sensa- cin de ahogo en su garganta estaba convencida de que iba a mort. La mujer que estaba junto a ela le apied os prime- +s axils, fo que para Barbara fue un absoluto milagro. Ni ellas mi los médicos que Ia examinaron pudieron en- contraralgin problema fisico. El doctor le dio que tal vez ‘estaba exhausta y que el salén del aeropuerto debia haber ‘estado demasiado aglomerado. Ella pass la noche en el ‘hospital y fue dada de alta la mafiana siguiente. Barbara tuvo que cancelar la visita a sus padres y la slarma ocasionada por ¢t incidente fue disminuyendo gra- ddualmente. Sin embargo, dos semanas después volvié a ‘cur lo mismo. Estaba de compras en Ia plaza comercial ‘buscando un regalo para su compafiera de cuaro, que se casaria unos cuanto dias después. Una vex mis, un exa- ‘men médico mostré que no habia snormalidades fisicas. Barbara empez6 a sospechar que los médicos le estaban ccultando algo acerca de la seriedad de su condicién. Du- rane los siguientes meses pas® de un médico a otro bus- ‘cando en vano a alguien que pudiera diagnosticar su en- fermedad y que le diera la terapiaapropiada. Sin embargo, todo lo que hicieron fue aconsejarle que deseansara. Uno de los médicos le prescribié un tranquilizante suave, pero ‘no alivio sus ataques los cuales se hicieron ain mis inten- 505, ya que se presentaban cada dos semanas, Poco a poco Barbara empez6 a alejarse de situacio- ‘nes en las que estariaatrapada si se presentara un ataqu. Renuncié a su trabajo, debido a que le aterrrizaba la po- sibilidad de tener un ataque en el elevador al subir a su oficina en et piso 26. Con el tiempo, Barbara ge recluy {otalmente, Ni siquera podia caminar ma alli de la puerta sin tener una abrumadora sensacién de miedo, La inica ‘ocasidn en que salié de Ia casa fue cuando su antigua com- paflera de cuart, que ahora estaba casada, Ia llevé de pa- 20 ala tienda de abarrotes. Por sugerencia de su amiga, bbuseé ayuda en la clinica de salud mental. Durante mu- chos ails los demas consideraron a esta joven como un individuo que funcionaba bastante bien. Sin embargo, no se habian dado cuenta que dentro de su oculta vida emo- ional, ella era sumamente insegura y muy dependiente de ‘otros. Cuando se vio confrontada con la desafiantetransi- ‘ign de su vida en su primer trabajo, se encontr atrapada ‘en una ansiedad abrumadora Sarah Tobin, PAD

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