Está en la página 1de 19

REFERENCIA:

https://www.gestiopolis.com/problem
as-sociales-ciencia-tecnologia-frente-
reto-desarrollo-sustentable/

Problemas sociales de la ciencia y la


tecnología frente al reto del
desarrollo sustentable
Resumen
El desarrollo científico y tecnológico es una de los factores más influyentes
sobre la sociedad contemporánea. La globalización mundial, polarizadora de la
riqueza y el poder, sería impensable sin el avance de las fuerzas productivas que
la ciencia y la tecnología han hecho posibles.

En los momentos actuales abordar la relación naturaleza – sociedad, como


procesos que interaccionan, tiene una importancia significativa, se trata de explicar
el comportamiento de la humanidad ante los retos de la Revolución Científica
Técnica, que si bien ha constituido un gran salto en la acumulación de saberes
humanos, también ha propiciado la acelerada destrucción y apropiación
irracional del medio ambiente.

A las puertas del siglo XXI el nivel de desarrollo nunca antes alcanzado por la
ciencia y la tecnología está marcando transformaciones tan significativas en la
sociedad actual como lo hicieron en su momento las dos revoluciones industriales,
de ahí la denominación de tercera revolución industrial al cambio cualitativo y la
interrelación ciencia-técnica-tecnología-producción y el papel protagónico de la
ciencia y su conversión en fuerza productiva directa, proceso que identificamos
como Revolución Científica Técnica.

SPONSORED ∙ 0:02
El resultado histórico que ha devenido del desarrollo conocido hasta el presente
no ha conducido sino, a un marcado deterioro del medio ambiente, a
consecuencias de una insensata y despiadada intervención humana sobre los
sistemas ambientales de nuestro entorno planetario. Se hace necesario entonces
realizar un análisis de la relación ciencia-tecnología-sociedad y como esta ha
repercutido en el actual desarrollo de la humanidad y el papel que le corresponde
asumir en el marco del nuevo paradigma del desarrollo sustentable, teniendo en
cuenta la compleja relación entre los avances en la ciencia y las tecnologías
científicas en los albores del tercer milenio y el desarrollo sostenible, como la vía
mas sensata para salvar la vida en el planeta.

Introducción
La ciencia y la tecnología han aportado incuestionables resultados a la
Humanidad, sin embargo a más de veinte siglos de civilización del planeta, el ser
humano afronta la inexcusable necesidad de rectificar estilos y formas de
desarrollo económico, que de continuar su desenfrenado ritmo, amenazan agotar
para siempre recursos inapreciables del patrimonio universal, y lo que es peor,
comprometer la existencia misma de las futuras generaciones de seres humanos
(Clark, 1998).

Sobre el particular, Castro, F(1992), señaló que “los portentosos avances de la


ciencia y la tecnología se multiplican diariamente, pero sus beneficios no llegan a
la mayoría de la Humanidad, y siguen estando en lo fundamental al servicio de un
consumismo irracional que derrocha los recursos limitados y amenaza gravemente
la vida en el planeta”.

El desarrollo científico y tecnológico es una de los factores más influyentes sobre


la sociedad contemporánea. La globalización mundial, polarizadora de la riqueza y
el poder, sería impensable sin el avance de las fuerzas productivas que la ciencia
y la tecnología han hecho posibles. Así también es inobjetable, que en los
momentos actuales abordar la relación naturaleza – sociedad, como procesos que
interaccionan, tiene una importancia significativa, se trata de explicar el
comportamiento de la humanidad ante los retos de la Revolución Científica
Técnica, que si bien ha constituido un gran salto en la acumulación de saberes
humanos, también ha propiciado la acelerada destrucción y apropiación irracional
del medio ambiente, con la consecuente derivación hacia problemas tales como:
aumento poblacional, salud, vivienda, educación, alimentos e incluso conflictos
armados.

La situación global de la protección del medio ambiente se caracteriza por el


carácter global y la urgencia que ha adquirido el debate ecológico en la
contemporaneidad, manifestándose éste por todo un amplio espectro de rasgos
que gravitan negativamente en todos los confines de la sociedad y la economía
planetarias, en tanto que ha surgido un nuevo debate ético: el motivado por los
cambios ambientales que a escalas global y local afectan a toda la Humanidad.
Pueden citarse diversos hechos harto elocuentes de tan relevante estado de
cosas, como son entre otros: la internacionalización que ha adquirido el fenómeno
ambiental, el grado de concienciación alcanzado sobre los problemas ecológicos
globales, el surgimiento de un fuerte movimiento de organizaciones no
gubernamentales (ONGs) de corte ambientalista, así como los compromisos
formales de muchos estados y gobiernos en hacer reversible el deterioro del
entorno al más corto plazo de tiempo posible.

Sin lugar a equívocos, ante tal desafío el planeta se divide entre dos grandes
grupos de países, de una parte una minoría industrializada, poderosa y rica, con
un alto desarrollo de la ciencia y la tecnología y una mayoría atrasada, pobre y
desposeída, con un incipiente desarrollo científico técnico, dotadas ambas con
marcadas diferencias en el nivel de vida, pero semejantes al compartir una baja
calidad de vida. Recordemos que más del 90 % de la capacidad científica y
tecnológica mundial está en manos de un reducido grupo de países y algunos
centenares de grandes corporaciones transnacionales. Tal proceso de
concentración es parte del proceso de marginalización que la actual globalización
reserva para numerosos grupos humanos y países. La ciencia y la tecnología son
parte de la dinámica de concentración de riqueza y poder.

Es precisamente en el seno de los países poderosos donde se encuentra el origen


de la pobreza ambiental predominante en el mundo de hoy, al imponer a la
Humanidad los actuales patrones de desarrollo, donde ha predominado la
ignorancia ambiental, junto a la avaricia, el egoísmo y la necedad propias de la
especie humana.

Mientras que de una parte, la minoría de la Humanidad se aísla en un ambiente de


consumismo, artificial enajenado y pobre en sus componentes sociales y
ecológicos, la otra parte minoritaria, subsiste en precarias condiciones de vida,
matizada por la agonía que representa el círculo vicioso donde se opta por la
pobreza, el hambre, la insalubridad, el analfabetismo, el deterioro ambiental y
otras secuelas derivadas del estilo de desarrollo impuesto desde el Norte del
mundo.

Son diversos los problemas ocasionados por el ser humano al medio ambiente,
pues de hecho se asiste a una profunda crisis ambiental, originada por la especie
biológica más poderosa, que ha crecido en población de forma desmedida en los
últimos lustros (de 160 millones de habitantes en 1950, a 500 millones en el 2000);
ha realizado un uso irracional de los recursos y condiciones naturales, al
sobrepasar las capacidades de renovación de los mismos; ha ejecutado una
despiadada deforestación (dos millones de kilómetros cuadrados, a un ritmo anual
de cincuenta mil kilómetros cuadrados); ha erosionado y desertificado los suelos
(un total de dos millones de kilómetros cuadrados, equivalente al 10 % del suelo
fértil); ha lacerado los sistemas costeros por las incongruentes construcciones, la
contaminación de las aguas y los derrames de hidrocarburos; ha generado una
dañina contaminación ambiental a consecuencias de la proliferación y disposición
inadecuada de productos químicos, tóxicos, radioactivos y peligrosos en sentido
general; así como ha deteriorado la calidad de vida urbana, producto del creciente
desabastecimiento y la contaminación de aguas, las dificultades con la disposición
final de los residuos sólidos, la polución de la atmósfera, los riesgos de accidentes
industriales y las lluvias ácidas entre otros males (PNUMA, 1997).

Si a todo ello se suma la degradación del ambiente social y económico en que se


desenvuelve la vida humana (miseria, hambre, desempleo, insalubridad,
analfabetismo, violencia, drogadicción, prostitución, deuda externa y otros flagelos,
no cabe dudas de que nos encontramos ante los perversos tributos que el actual
orden político, económico, social y ecológico, que el ser humano ha impuesto a
todos los inquilinos de La Tierra.

En consecuencia, por la magnitud y la urgencia del asunto que convoca a la


Humanidad en su conjunto a la solución de esta problemática , el objetivo del
presente trabajo esta dirigido a valorar algunos de los principales problemas
sociales derivados de la ciencia, la técnica y la tecnología, que sustentan los hasta
ahora conocidos modelos de desarrollo y la complejidad que enfrenta la propia
Humanidad para enfrentar su solución, frente al reto que le impone el nuevo
paradigma del desarrollo sustentable.

Desarrollo
El actual desarrollo y el medio ambiente
Sin lugar a equívocos, las formaciones socioeconómicas prevalecientes durante la
evolución del desarrollo de la Humanidad, incluidos el capitalismo y el socialismo,
no han logrado ofrecer una solución al deterioro ecológico ancestral y a la
creciente crisis ambiental de nuestros tiempos. De una parte las posiciones
afiliadas al capitalismo mantienen supeditadas las acciones de beneficio ambiental
a la maximización de las ganancias económicas y a los resortes del mercado, con
una extrema desigualdad e injusticia social, mientras que las percepciones de
corte socialista están dominadas por un marcado humanismo, pero con
limitaciones en cuanto a las concepciones ecológicas y al crecimiento económico.

El resultado histórico que ha devenido del desarrollo conocido hasta el presente


no ha conducido sino, a un marcado deterioro del medio ambiente, a
consecuencias de una insensata y despiadada intervención humana sobre los
sistemas ambientales de nuestro entorno planetario, poniendo en peligro la
existencia de los sistemas sustentadores de vida en La Tierra, que a su vez
colocan en riesgo de desaparición a la propia especie humana.

El siglo XX, que ha sido un siglo intensamente industrial y tecnológico, proporciona


una perspectiva impresionante de lo conseguido en términos de evolución
tecnológica. La magia soñada en otras épocas se ha hecho realidad ante los ojos
de los habitantes del siglo, ya sea en términos de volar como las aves,
comunicarse a distancia, producir y controlar la energía, dominar la materia a
través de sus interrelaciones químicas y producir así nuevos productos y
materiales, crear alimentos sin límite con bastante independencia del sol y de la
lluvia, curar las enfermedades y extender la vida de las personas, dominar las
inclemencias del tiempo, y acercarse al infinito en todas las direcciones. Hemos
creado un mundo artificial del que dependemos inevitablemente para vivir. Un
mundo al que se ha llegado con el concurso de tres habilidades o cualidades
específicas del hombre, sin las cuales no sería tal: la habilidad ya mencionada, de
crear artefactos multiplicadores de sus capacidades físicas; la habilidad de fijarse
objetivos externos a él mismo y alcanzarlos; y la habilidad de multiplicarse,
expandirse y colonizar todos los espacios posibles, incluidos los más lejanos y
adversos. Es decir, hemos creado un mundo artificial pero profundamente
humano, ya que ha surgido del hombre mismo dando libertad a su naturaleza más
profunda y a sus características más genuinas. El único problema es que la
tecnología, una vez fuera de la mente del hombre, es decir, una vez hecha
realidad física, y una vez puesta al servicio de los intereses de unos y de otros,
adquiere autonomía, se rebela y causa, o puede causar, estragos sin límite en la
vida del hombre. Entre otros, y para empezar, puede afectar a lo que hemos dado
en llamar “humano”, un término y concepto, siempre en los primeros lugares de la
actividad de reflexión de los hombres, que atrae de nuevo con fuerza en la
actualidad, el interés de todos: pensadores, intelectuales y políticos. Puede que,
además de la naturalidad de la tecnología, es decir, de su generación espontánea
desde el interior del hombre, la sociedad tecnológica actual haya surgido de la
enorme utilidad que proporciona vía de crecimiento económico, acumulación de
riqueza y dominio y preeminencia de unos sobre otros.

A las puertas del siglo XXI el nivel de desarrollo nunca antes alcanzado por la
ciencia y la tecnología está marcando transformaciones tan significativas en la
sociedad actual como lo hicieron en su momento las dos revoluciones industriales,
de ahí la denominación de tercera revolución industrial al cambio cualitativo y la
interrelación ciencia-técnica-tecnología-producción y el papel protagónico de la
ciencia y su conversión en fuerza productiva directa, proceso que identificamos
como Revolución Científica Técnica.

En el ámbito social se aprecia el elevado costo del desarrollo que gravita sobre el
capital humano, la insuficiente valoración del impacto social en el proceso de
desarrollo, la incipiente cultura ambiental en cuanto a gestión participativa, la
insuficiente sensibilización humana sobre los problemas del ambiente y la escasa
utilización de las elevadas potencialidades humanas para resarcir los efectos
negativos sobre el ambiente.

Los componentes más sensibles que alertaron sobre el deterioro del medio
ambiente, se refieren a los efectos nefastos de los actuales estilos de desarrollo,
sobre las aguas, el aire atmosférico, los suelos, la diversidad biológica, los
cambios climáticos y las condiciones culturales, curativas, éticas y estéticas de la
naturaleza.
En tal compleja situación se ha originado por lo tanto una nueva crisis, la
ambiental, que se añade a tantas otras propias de estos tiempos, como son entre
otras la económica, la financiera y las guerras y que con diferente connotación a
éstas últimas, amenaza a más largo plazo con el exterminio de la especie
humana.

En la actualidad la Humanidad asiste a la crisis de la era del desarrollismo


industrial, dado el acusado declive que muestran sus efectos sobre los sistemas
sustentadores de la vida en el Planeta y sobre la propia subsistencia del ser
humano. Resulta evidente reconocer que la tecnología y la eficiencia económica
comienzan a rendirse ante las respuestas y reacciones de los sistemas biofísicos,
a su transformación desmedida, y al hecho de que no se respeta la lógica propia
de las leyes de la Naturaleza (Jiménez Herrero, 1995).

Si bien señala Clark (1998), que se experimenta un “abismo creciente entre el


avance de la ciencia y de la tecnología mismas y el ritmo y alcance del progreso
social”, se aprecia además la profundización de tales contradicciones con respecto
al medio ambiente, donde habita el ser humano y del cual depende para su propia
existencia.

Incuestionablemente, los actuales patrones de desarrollo y consumo se perciben


ante el conocimiento científico contemporáneo, como absolutamente insostenibles
en términos ecológicos y no pueden por tanto servir de referencia futura a los que
pretenden desarrollarse (Clark, 1998).

En consecuencia parte de la Humanidad se ha dedicado a la búsqueda de un


paradigma alternativo de desarrollo a los actuales y fracasados modelos
existentes, que no son más que el resultado de la interacción multilateral de la
sociedad, la ciencia y la tecnología, lo que a su vez ha propiciado el surgimiento
de un nuevo paradigma científico, dados los nuevos retos que tal problemática le
impone a la ciencia y a los propios científicos de estos tiempos. Al respecto, se
precisa que un nuevo paradigma ofrezca una visión alternativa a la realidad actual,
en consonancia con la búsqueda de una solución de esa contradicción.

El paradigma del desarrollo sustentable


Hasta la década de los años ochenta, varios conceptos de desarrollo ya incluían
en su contenido el propio beneficio de la naturaleza y el uso racional de sus
recursos, esto no resultaba suficiente para demostrar la imperiosidad de tomar en
serio la extensión de su denominación. Así se hizo evidente la necesidad de
buscar un nuevo termino para catalogar al desarrollo en un espectro emergente y
todo abarcador, o lo que es lo mismo el medio ambiente.

Por lo tanto surgieron numerosos acercamientos conceptuales al propósito


señalado, hasta la final aparición del nuevo apellido sostenible o sustentable que
se la ha adjudicado al término, con el ánimo de ponderar su faceta ambiental y
plasmarlo posteriormente por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo (1987), en el informe Nuestro Futuro Común o documento antecedente
a la que resultó ser la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo, efectuada en Río de Janeiro, Brasil en junio de 1992.

Con independencia de unas u otras definiciones, los contenidos más sensatos que
se han brindado sobre desarrollo sustentable, apuntan hacia la consecución de un
crecimiento con eficiencia económica, garantizando el progreso y la equidad social
por medio de la solución de las necesidades básicas de la población y la
salvaguardia de las culturas, sobre la base del funcionamiento y la eficiencia
ecológica de los sistemas biofísicos.

En todo caso, el nuevo paradigma de la sustentabilidad presupone alcanzar una


armonía entre todos los atributos que corresponden al desarrollo, a saber, sus
aristas referentes a la economía, la sociedad, la naturaleza, la cultura y la
tecnología, donde la dimensión ambiental formase parte integral del proceso de
desarrollo.

De otro modo se interpreta que al desarrollo sustentable, le resultan inherentes: la


posible única opción viable para salvaguardar a la Humanidad, la adopción de una
nueva ética humana para con la naturaleza, un motivo de solidaridad
intergeneracional, una teoría humanista y progresista, el sentido de
responsabilidad por salvar las condiciones que sustentan la vida en el planeta, un
móvil para la paz y la estabilidad mundial, una alternativa sensata a los modelos
existentes de desarrollo y la globalización de la solidaridad ambiental.

El emergente paradigma de la sustentabilidad constituye una teoría impecable,


sensata y aparentemente ideal para salvar a la especie humana del holocausto
ambiental, pero ciertamente enfrenta los obstáculos propios de no ofrecer una
guía metodológica y práctica viable, consistir en una quimera para implementar en
el mundo actual, la imposibilidad de tomar como meta para el futuro e
ideológicamente por representar una nueva fórmula de dependencia y receta de
neocolonialismo para el Tercer Mundo.

Ante tan compleja encrucijada, las interrogantes divagan sobre las alternativas
destinadas a aceptar, rechazar o tomar como referente la teoría de la
sustentabilidad. Lo último parece ser lo más sensato, en tanto no existan las
mínimas condiciones subjetivas para contar con la elevada dosis de altruismo que
requiere la implementación tácita del desarrollo sustentable.

Entre las exigencias que el nuevo paradigma del desarrollo sustentable le impone
a la ciencia y a la técnica actual, se impone reorientar las nuevas tecnologías,
hacia la sustitución de recursos naturales y a la prevención de la contaminación
ambiental, desarrollando programas pertinentes y coherentes que propicien la
educación ambiental, contribuyan a mitigar las desigualdades entre ricos y pobres
y propicien la búsqueda de la calidad de vida en lugar del nivel de vida de la
población.
Si para alcanzar los niveles de desarrollo que hoy ostenta la Humanidad, ha sido
necesario transitar por procesos históricos matizados por las revoluciones
industriales y científico – técnica, no resulta descabellado afirmar, que para
acceder al desarrollo sustentable, habrá que transitar por una revolución
ambiental; que a diferencia de sus precedentes, obedecerá a la evolución
ambiental del pensamiento humano, debido a lo cual sólo sería alcanzable a un
imprevisible lapso de tiempo, en tanto que desaparezcan las condiciones que han
propiciado el actual anti-desarrollo, que prevalecerá aún por mucho tiempo en el
planeta.

Inexorablemente, saltar de la actual pre-historia del desarrollo humano a una era


ambiental, donde se instaure el desarrollo sustentable, implica rebasar un
complejo, difícil y dilatado proceso de revolución en la conciencia humana, que
destierre todo signo de egoísmo y se apodere de una elevada dosis de altruismo,
para encarar exitosamente el derrotero que conduce a prolongar la estancia del
Homo sapiens sobre La Tierra.

Los cambios hacia la sustentabilidad presuponen poner en funcionamiento la


capacidad de la sociedad para apelar a otras alternativas (industriales,
tecnológicas, biotecnologías, etc.), capaces de complementar las exigencias y las
necesidades humanas, a introducir los mas novedosos avances científicos y
tecnológicos en materia de desarrollo sostenible.

Conscientes de la abismal ignorancia que atesora el ser humano sobre su


ambiente y de su incapacidad actual para enfrentar un desarrollo sustentable, pero
esperanzados en que más temprano que tarde la sensibilidad por su ambiente y
propia existencia propicien un cambio hacia lo ambiental, entonces cabe predecir
que sólo en un muy prolongado lapso de tiempo imposible de determinar, la
Humanidad podrá aspirar a ese anhelado desarrollo sustentable.

Ciencia, Tecnología y Sostenibilidad


De los grupos serios, responsables y preocupados, participantes del mundo
avanzado tecnológicamente hablando, se podrían identificar dos posicionamientos
enfrentados: los optimistas en relación con el desarrollo tecnológico y los
pesimistas. Los primeros, aún reconociendo los efectos colaterales no deseables
de la tecnología, argumentan que el desarrollo tecnológico es imprescindible para
mantener a la población mundial y para hacer crecer el nivel de vida de la
población. Sin la tecnología el mundo volvería a la barbarie y al subdesarrollo y
muchos habitantes del planeta simplemente desaparecerían. La respuesta a
nuestros problemas es más tecnología, ya que si la tecnología nos ha traído hasta
aquí y nos enfrentamos a grandes problemas por ello, es la tecnología y el
desarrollo científico, lo que nos tiene que sacar de esta situación comprometida
actual.

Los pesimistas, por otra parte, son partidarios de actuar sobre el mundo actual,
simplificando los estilos de vida, descentralizando las actividades productivas,
volviendo a los cultivos naturales sin fertilizantes ni otros productos químicos,
patrocinando el uso de energías alternativas y difundiendo en el mundo la idea de
un desarrollo sostenible que proteja nuestro medio ambiente y la biodiversidad de
la naturaleza. Sin dejar por ello, lógicamente, de alimentar a la población mundial y
conseguir un nivel de vida aceptable para todos. Este grupo es, por supuesto,
enemigo de la energía nuclear, del petróleo y de otras energías peligrosas y
contaminantes, y se opone, como cabría esperar, a los productos transgénicos y a
la manipulación de los genes en general.

Hoy, sin embargo, existe la conciencia generalizada de no poder ir mucho más


lejos sin control del desarrollo tecnológico y sin fuerte atención a la protección del
medio ambiente. Las nuevas tecnologías, por otra parte, especialmente las
relacionadas con la vida y la genética, se manifiestan más amenazantes que
nunca, aunque también en esto hay confrontación y diversidad de opiniones.

El reforzamiento de la capacidad científica ha sido establecido como una de las


piezas claves del desarrollo sostenible. La Agenda 21 enfatiza la necesidad de
“reforzar las bases científicas para llevar a cabo una gestión sostenible.”

El Informe de la Secretaría General, preparado por el Consejo Social y Económico


de las Naciones Unidas (UNSEC, 1998), en referencia al capítulo 35, ‘Ciencia para
el Desarrollo Sostenible’ de la Agenda 21, expone que:

“Habida cuenta de la creciente importancia que tienen las ciencias en relación con
las cuestiones del medio ambiente y el desarrollo, es necesario aumentar y
fortalecer la capacidad científica de todos los países, especialmente de los países
en desarrollo, a fin de que participen plenamente en la iniciación de las actividades
de investigación y desarrollo científicos en pro del desarrollo sostenible. Hay
muchas maneras de aumentar la capacidad científica y tecnológica. Algunas de
las más importantes son las siguientes: enseñanza y capacitación en materia de
ciencia y tecnología, prestación de asistencia a los países en desarrollo para
mejorar las infraestructuras de investigación y desarrollo que permitirían a los
científicos trabajar en forma más productiva; concesión de incentivos para alentar
las actividades de investigación y desarrollo y mayor utilización de los resultados
de estas actividades en los sectores productivos de la economía.

Es necesario hacer especial hincapié en que los países en desarrollo fortalezcan


su propia capacidad para estudiar su base de recursos y sus sistemas ecológicos
respectivos y para ordenarlos mejor con objeto de hacer frente a los problemas en
los planos nacional, regional y mundial”.

A lo que se añade en párrafos sucesivos que la “…investigación necesita llegar a


ser más pro-activa y centrarse en la prevención e identificación temprana de los
problemas emergentes así como en las oportunidades, más que en su actual
enfoque en el que los problemas se afrontan una vez que se han agudizado.”

Al tenor de esta exposición se plantea la pregunta, qué tipos de problemas son los
más críticos para el desarrollo sostenible y cómo la ciencia se puede movilizar
mejor para darles respuesta. Los retos que afronta la ciencia en la búsqueda de la
sostenibilidad no son solamente de tipo técnico; así, los aspectos empíricos y de
metodología científica son retos fundamentales en el logro de un mejor
entendimiento de nuestro medio natural y de los sistemas complejos del planeta.
Finalmente, existen también aspectos de tipo moral y de procedimiento en la
definición del rol del conocimiento científico y de las innovaciones que afectan a la
gobernabilidad de los riesgos ambientales y tecnológicos, en relación a una
gestión sostenible de los ecosistemas y a una comunicación efectiva de la
información científica, en el logro de esos fines.

Los avances científicos están abriendo nuevos dominios en la innovación de


potencial tecnológico, con potenciales consecuencias para la salud humana, la
oferta energética, la producción de alimentos y la ingeniería ambiental. Estos
campos de conocimiento avanzado conllevan muchas esperanzas para la
humanidad, pero al mismo tiempo, ciencia y tecnología traen nuevos azares a la
sociedad y nuevos retos para asegurar la calidad.

Los recursos financieros destinados al desarrollo sostenible siguen siendo


extremadamente limitados, y muchas veces condicionados; el acceso de las
naciones más pobres a las tecnologías ambientalmente idóneas continúa siendo
sumamente restringido; no se han registrado modificaciones sustanciales en los
patrones insostenibles de funcionamiento socioeconómico global; y
consecuentemente, se han agravado muchos de los problemas ambientales
locales, regionales y globales que afectan a la humanidad.

En lo referido a la transferencia internacional de tecnologías ambientalmente


idóneas, el requerimiento de un mayor acceso de los países subdesarrollados a
los nuevos adelantos tecnológicos continúa chocando con las nuevas estrategias
corporativas y las actuales políticas comerciales de los países industrializados,
que tienden a imponer normas más estrictas y uniformes para la protección de la
propiedad intelectual; como se refleja en los resultados de la Ronda Uruguay y en
las directivas de la Organización Mundial de Comercio.

Hasta el momento, a nivel internacional, se ha avanzado preferentemente en el


desarrollo de tecnologías ambientales de fase final, destinadas a controlar la
contaminación una vez que esta se ha producido; en lugar de dar mayor prioridad
a aquellas tecnologías limpias orientadas a reducir sustancialmente la
contaminación, desde las primeras fases del ciclo productivo, o a eliminarla
cuando sea posible y que, por tanto, suponen cambios significativos en los
patrones de producción y consumo. Según algunas estimaciones, el mercado
global de las tecnologías ambientales a finales de los años 90 era del orden de los
500 mil millones de dólares; y la mayor parte de este monto correspondía al
comercio de tecnologías de fase final.

Una característica de los nuevos dominios de las innovaciones científicas es su


intervención en procesos biológicos complejos y ecosistemas, donde asegurar la
calidad en términos de resultados es casi imposible. Esta dificultad requiere cierta
reflexión, durante mucho tiempo se ha reconocido que las actividades de
producción industrial, consumo y agricultura intensiva podían producir efectos
indeseables o negativos en ecosistemas y en la calidad ambiental. Lo que se ha
enfatizado, más recientemente, es que algunas de esas consecuencias adversas
pueden tener un horizonte temporal de muy largo plazo, efectos irreversibles y una
muy difícil gestión.

En estos momentos, debemos aceptar e internalizar la preocupación de que las


intervenciones científicas en procesos naturales complejos pueden constituir una
fuente propia de generación de problemas, que afecten no solamente al medio
natural sino también a la salud, al sustento de la población y las perspectivas
económicas. Estos hechos son claramente observables en los riesgos que
conllevan la industria nuclear y las aplicaciones de biotecnología basadas en
ingeniería genética; observándose también en el complicado y frágil sistema de
producción de comida y comunicación de los que dependen las sociedades
modernas. Así, muchos de los logros en el proceso de incremento de la
productividad dentro de la industria agro-alimentaria dependen de una permanente
utilización de pesticidas químicos, fertilizantes, semillas híbridas o genéticamente
modificadas. Estos desarrollos tecnológicos pueden afectar sobremanera la
vulnerabilidad de los sistemas de producción alimentaria ante cambios
tecnológicos, naturales o económicos. La producción intensiva está también, en
muchas regiones, produciendo negativas consecuencias para la calidad de las
aguas y suelos, viéndose afectadas sus productividades a largo plazo.

Los problemas complejos como la salud, el medio ambiente, entre otros, han
demostrado los límites de la capacidad de la ciencia de predecir y controlar. Un
testimonio son los problemas globales como el cambio climático. Se observa que
antiguas enfermedades que se consideraban extinguidas reaparecen y se
multiplica el número de nuevas enfermedades; se producen accidentes nucleares;
el caso de las vacas locas demuestra la vulnerabilidad de los controles
tecnocientíficos y los desastres ecológicos ocurren a diario. Todos estos ejemplos
son también el resultado de los procesos de industrialización que la tecnología ha
hecho posibles. La Revolución Verde es un claro ejemplo de destrucción
ambiental asociada al avance tecnológico.

Las actividades industriales y agrícolas provocan cambios en los ciclos biológicos,


químicos y geológicos que perturban los sistemas naturales. Asistimos a la
desaparición de especies, contaminación del aire y del agua, el agujero en la capa
de ozono, sequías y exceso de lluvia, inundaciones, huracanes, tsunami, entre
otros.

Se observan un montón de paradojas: los plaguicidas crean plagas, los


antibióticos hacen surgir nuevos agentes patógenos, los hospitales son focos de
infección, el desarrollo agrícola aumenta la brecha entre ricos y pobres. Se abre
paso la convicción de una nueva conciencia de la ciencia, sistémica y humanista,
que asimila la incertidumbre y los compromisos con los valores. La comprensión
de la complejidad se abre paso.
Los problemas ambientales, entre otros, plantean a la ciencia y la sociedad
problemas nuevos. El ideal de la ciencia libre de valores; la ingenua idea de que a
partir de los hechos científicos es posible extraer conclusiones inapelables y de
ellas deducir acciones y políticas incontestables, está en buena medida
descartada. Ahora se admite que la ciencia y las políticas que en ella se asientan,
se vinculan estrechamente con los valores que guían las decisiones; en muchos
casos carecemos de respuestas únicas y completas y en consecuencia, es preciso
aprender a lidiar con la complejidad, la incertidumbre, el riesgo. En materia
ambiental con frecuencia no es posible explicar y predecir sobre la base de teorías
probadas; frecuentemente sólo es posible tener modelos matemáticos,
simulaciones por computadora, soluciones aproximadas. A este tipo de práctica
científica, envuelta en valores en conflicto, incertidumbre y riesgos, algunos
autores prefieren denominarla “ciencia post-normal”, en alusión a una época en
que la norma para la práctica científica podía ser la solución rutinaria de
problemas sin considerar cuestiones éticas, políticas o metodológicas complejas
(Funtowicz y Ravetz, 1997).

Una lección a aprender es que la relación entre los avances en la ciencia y las
tecnologías científicas, por un lado, y el desarrollo sostenible por otro, es
compleja, ambigua y presenta múltiples facetas. Simplemente, el reconocimiento
de los límites ecológicos en términos de producción y consumo económicamente
sostenibles conllevan que “más output” no es lo mismo que “buen output”, así, no
necesariamente más conocimiento científico expresado en innovaciones
científicas tendrá como resultado una sociedad más sostenible.

Ante todo esto se deben plantear importantes cambios en la relación existente


entre los problemas afrontados por la ciencia y las soluciones científicas que sean
necesarias. Algunos de estos cambios son:

 La Ciencia no debe ofrecer el ‘beneficio’ de nuevos descubrimientos y


aplicaciones, como un tipo de valor añadido para la inversión.
 En cambio, debe jugar el papel de intentar rellenar un déficit de
conocimiento ante el crecimiento de la preocupación por problemas como la
contaminación de las aguas, desechos radiactivos, disminución de recursos
renovables, cambio climático, otros aspectos de la contaminación
atmosférica y efectos en los hábitat terrestres y acuáticos.
 Cada vez más, los análisis se desarrollan con el fin de contribuir a
respuestas políticas o tecnológicas. A este respecto, se puede hablar de
una actividad científica diseñada con el fin de servir a los fines del
desarrollo sostenible.
 Sin embargo, esta “ciencia para la sostenibilidad” tendría que ser una
ciencia orientada a problemas, así como generadora de curiosidad o
dirigida a un objetivo; dirigirse a los problemas claves para la sostenibilidad,
sin considerar su capacidad para encontrar una solución tradicional. Estas
cuestiones incluyen complejos y difíciles problemas, sin olvidar aquellos en
los que nuestro conocimiento esta afectado por la incertidumbre, la
ignorancia y el conflicto de valores.
Una de las implicaciones que se deducen es que dentro de las prioridades de la
ciencia se debe analizar si la ciencia puede contribuir efectivamente al desarrollo
sostenible. Este es un mensaje que se tiene que comunicar a sí misma la
comunidad científica; la práctica científica no esta básicamente libre de valores,
pero tiene que encontrar sus justificaciones en referencia a las preocupaciones
sociales prevalecientes. El objeto del ámbito científico, en este nuevo contexto,
podría bien ser el de impulsar el proceso de resolución social del problema,
incluyendo la participación y el aprendizaje mutuo entre los agentes involucrados,
en vez de la búsqueda de soluciones definitivas o implementaciones tecnológicas.

En este sentido, las orientaciones normativas de desarrollo sostenible deben guiar


el trabajo científico hacia innovaciones tecnológicas que respeten los valores
fundamentales de sostenibilidad, tales como la resistencia de los ecosistemas
locales, la mitigación de los impactos provocados por el cambio climático, la
eficiencia energética, la seguridad alimenticia impulsando, al mismo tiempo, la
capacidad de las poblaciones locales de influir en los procesos de resolución de
problemas. Una parte importante de las ideas aquí sugeridas, es el diseño e
implementación de procesos de acuerdos sociales para asegurar la calidad del
conocimiento científico y de las implementaciones tecnológicas. Esto nos dirige al
resurgir de nuevas instituciones sociales que desarrollen la función de asegurar la
calidad. En este estilo de ciencia, el conocimiento de un lugar específico y los
recursos de las comunidades locales necesitarán ser integradas de forma
complementaria al conocimiento universal de la práctica científica tradicional.

La Ciencia en el contexto de la complejidad ambiental


El gran éxito de la ciencia europea moderna fue la simplificación de la
complejidad. El conocimiento abstracto, normalizado, dominó los particulares
éxitos y procesos naturales. Sabemos ahora que por este éxito se pagó un precio.
¿Cuál fue este precio?

La creencia de los fundadores de la ciencia moderna fue que la ignorancia sería


conquistada por el poder de la razón. La incertidumbre era resultado de las
pasiones humanas. La tarea de la ciencia era la creación de un Método que
asegurara la separación entre la razón y la pasión. Su objetivo era el descubrir los
puros hechos duros, no contaminados por sistemas de valores blandos.

El incipiente método científico incluía los siguientes supuestos: el sistema de la


naturaleza podía ser dividido en componentes aislados casi estables, y los objetos
de estudio podían ser separados del sujeto que los estudiaba. Eso ha dado como
resultado una ciencia dividida en disciplinas (que es la base del sistema
universitario) y el mito de una ciencia neutral, libre de valores, que legitima a los
expertos. Al mismo tiempo que Europa conquistaba nuevos mundos, la ciencia
moderna conquistaba a la Naturaleza: ambas conquistas están interrelacionadas.

El éxito de la ciencia dio al Estado moderno un modelo legitimador en la toma de


decisiones racionales. El descubrimiento de los hechos verdaderos llevaba a
tomar las acciones correctas. En otras palabras, lo Verdadero conducía al Bien. La
racionalidad se convirtió en sinónimo de racionalidad científica y el conocimiento
fue sinónimo de conocimiento científico. Otras formas de conocimiento y otras
apelaciones a la racionalidad, como el conocimiento práctico agrícola, medicinal o
artesanal, fueron considerados de segunda categoría.

El sistema científico recientemente ha dado a la sociedad moderna una nueva


comprensión de la noción de peligro, etiquetando las situaciones de peligro como
riesgos sometidos a una evaluación probabilística cuantitativa. La gestión de los
riesgos corresponde a los «sistemas expertos», es decir, a la ciencia, a la
tecnología basada en la ciencia, y a los expertos científicos. Se trata de un
mecanismo diseñado para que parezca puramente racional, pero la pasión está
implícitamente presente en los juicios de valor que disimulan o se imponen sobre
las muchas incertidumbres científicas. Es la pasión y no la razón, la que da el
contexto de confianza que hace falta para que la gestión del riesgo pueda
funcionar bien. Algunos episodios recientes, como la enfermedad de las vacas
locas (BSE), muestran que el mecanismo que permite traducir el peligro en riesgo
es ahora frágil, poniéndose en cuestión los métodos que permiten plasmar lo
desconocido en términos cuantitativos o de control. Los intentos de los
funcionarios para tranquilizar al público sirven sobre todo para confirmar que
existe un peligro. El supuesto tradicional de que la ciencia sólo puede llegar a lo
Verdadero, está ahora en entredicho.

Más por lo general, se difunde el sentimiento de que el sistema científico (incluida


la tecnología basada en la ciencia) es responsable de muchos de los problemas
que percibimos en el ambiente natural y en nuestra salud. La sociedad percibe
también la conexión entre ese sistema científico y una ciencia económica que
privilegia el crecimiento económico como la única forma de desarrollo, olvidándose
de las cuestiones de equidad y justicia, y que adopta un despreocupado optimismo
tecnológico. Así pues, el Bien que deriva de la ciencia, también está en entredicho.

Si éste es actualmente el estado de la cuestión, podemos preguntarnos lo


siguiente. ¿Sí la ciencia y la tecnología han creado esas patologías en nuestro
sistema industrial, serán esas mismas ciencia y tecnología las que contribuirán a
solucionarlas? Si la respuesta es negativa, ¿cuál sería la tarea de una nueva
ciencia?

Claramente esa tarea no puede ser solamente el avance del conocimiento


impulsado por una mezcla de curiosidad científica de los científicos y de ganancia
económica o política de los patrocinadores de la investigación. Esa nueva ciencia
se dirigirá, más bien, a resolver problemas de salud en la escala individual
humana, de las comunidades, y del ambiente natural. Para lograr esto, su método
será necesariamente como antaño, una cierta simplificación de la complejidad,
pero eso debe hacerse ahora en el contexto de una incertidumbre irreducible e
incluso aceptando la ignorancia. Los supuestos básicos de la ciencia moderna
deben modificarse para poder desarrollar una ciencia nueva, dirigida a los
problemas. Para hacer frente a esas nuevas cuestiones, la ciencia dividida en
disciplinas tiene que convertirse en ciencia transdisciplinaria, y la razón debe
reconciliarse con la pasión.

El sistema científico moderno y su modelo de toma de decisiones no puede por sí


mismo dar respuestas completas a los problemas de salud individuales, sociales o
ambientales. La salud sólo puede entenderse y abarcarse como un concepto
sistémico que incluye una pluralidad de perspectivas legítimas.

El nuevo paradigma del desarrollo sustentable requiere de una democratización de


la ciencia, una ciencia más humanista, más cuidadosa del medio ambiente, de
más amplio acceso a diferentes grupos sociales y países; en suma la ampliación
de los seres humanos que participa y se beneficia del desarrollo científico y
tecnológico, la contribución de la ciencia y la tecnología al desarrollo social
equitativo, sustentable, que incorpore la justicia social como una prioridad
esencial. Esto requiere:

 La ampliación del conjunto de seres humanos que se benefician


directamente de los avances de la investigación científica y tecnológica, la
cual deberá privilegiar los problemas de la población afectada por la
pobreza.
 La expansión del acceso a la ciencia, entendida como un componente
central de la cultura.
 El control social de la ciencia y la tecnología y su orientación a partir de
opciones morales y políticas colectivas y explícitas. Todo ello enfatiza la
importancia de la educación y la popularización de la ciencia y la tecnología
para el conjunto de la sociedad.

La búsqueda de un desarrollo sostenible requiere integrar factores económicos,


sociales, culturales, políticos, ecológicos; exige tomar en cuenta dimensiones
locales y globales y sus interrelaciones; obliga a considerar la equidad
intrageneracional e intergeneracional. Estos problemas no sólo exigen un enfoque
interdisciplinario, sino cambios en la metodología de la ciencia y las vías para la
construcción de consensos.

La complejidad de los objetos y la metodología que sintoniza con ella, obliga


también a considerar el concepto de calidad de la investigación y los métodos para
estimarla. El método habitual de estimación de la calidad es la “evaluación por
pares, es decir, el juicio de los expertos sobre las contribuciones de sus
semejantes. Sin embargo, en los sistemas socioecológicos, el conocimiento del
contexto específico que se investiga, la experiencia práctica de los actores, la
memoria de una colectividad pueden ser fundamentales para los nuevos desafíos
al conocimiento. Y ese saber puede no pertenecer a los expertos.

La naturaleza práctica y compleja de los problemas a emprender obliga a la


superación del enfoque disciplinario y abre paso a la transdisciplinariedad, que es
la forma privilegiada y atributo del conocimiento. El absolutismo y la arrogancia
disciplinaria cede paso a un diálogo más abierto y participativo. De algún modo
ello supone una cierta democratización, llamémosle interna. Como sabemos, las
disciplinas científicas no representan solamente espacios cognitivos diferenciados
sino también zonas que traducen intereses y distribuyen poder. El diálogo
transdisciplinario es una forma de ejercicio comunicativo que para ser efectivo
tiene que ser participativo y puede ayudar a superar las clásicas dicotomías entre
“ciencias duras” y ciencias blandas”, ente otras denominaciones que apenas
disimulan la arrogancia disciplinaria.

Esto puede ejemplificarse con el caso de un debate sobre el manejo integrado de


una zona costera que ha soportado en alto grado la degradación que el turismo
hotelero y los cruceros puede generar. Mi observación participante en diálogos de
esta naturaleza donde grupos organizados de la sociedad civil (ecologistas,
pescadores, buzos), empresarios y representantes del poder público presentan
sus argumentos y buscan respuestas a preguntas sobre las causas y
consecuencias de los deterioros ambientales, me sugiere la conveniencia de
acompañar la legitimidad de las diferentes perspectivas e intereses (“la zona
costera es de todos”) con una capacidad comunicativa que la racionalidad fundada
en la educación puede respaldar.

Los problemas que enfrentamos son también responsabilidad de la propia ciencia,


con sus enfoques mecanicistas, su determinismo estrecho, la reducción del todo a
las partes, la formación hiperespecializada, la incapacidad de apreciar lo particular
a nombre de las leyes generales, el exceso de empirismo, sus métodos, sus
prioridades. Y también cierta dosis de prepotencia que conduce a sobre valorar el
conocimiento experto en detrimento de los saberes y juicios de los legos, a veces
también poseedores de información útil para la toma de decisiones en asuntos de
interés social (en campos como la agricultura, la salud, el medio ambiente, existen
numerosos ejemplos al respecto).

El carácter social de la ciencia debe ser orientado hacia la sostenibilidad social y


ambiental, como prioridad. La práctica científica y tecnológica debe ayudarnos a
lidiar con el riesgo y la incertidumbre, reconociendo que la capacidad de
predicción y control de la ciencia, es necesario lidiar convenientemente con la
complejidad inherente a la naturaleza y la sociedad.

Para ello parece muy importante romper con la dicotomía ciencia/valor, promover
la integración transdisciplinaria, así como el encuentro fecundo ente las ciencias
naturales y sociales, entre la ciencia y la tecnología, entre las tecnologías físicas y
las tecnologías sociales.

Una ciencia orientada a la sostenibilidad debe extenderse a todo el cuerpo social,


promoviendo la cultura científica y tecnológica de la población. Será esencial
lograr una efectiva participación pública en ciencia y tecnología, de modo que la
población pueda efectivamente influir en el curso de la ciencia.

La ciencia se concibe como un “bien compartido solidariamente en beneficio de


todos los pueblos”. El derecho a la educación, en particular la científica, se
considera necesaria para la “plena realización del ser humano”. La práctica
científica debe fundarse en un “amplio debate público” y los sistemas tradicionales
y locales de conocimiento deben ser reconocidos. La práctica científica regulada
por normas éticas apropiadas debe basarse en un amplio debate público.

Conclusiones
Ante la encrucijada que se enfrenta la Humanidad, de reconocer o desconocer el
peligro ambiental que se cierne sobre la propia especie humana, no cabe dudas
en calificar como desacertado, toda manifestación de desarrollo que hasta el
presente haya tenido cabida en La Tierra, al negar como factor común dentro del
desarrollo, la inclusión de la complejidad y diversidad ambiental, en sus
componentes naturales, sociales, económicos, culturales y tecnológicos.

En tanto que las definiciones precedentes de desarrollo hayan incluido o no


términos inherentes a la protección ambiental, lo cierto es que las actuaciones
humanas bajo los modelos conocidos de desarrollo, no cubren pertinentemente
todo el espectro de necesidades del desarrollo y en consecuencia, se puede
afirmar que jamás haya existido desarrollo sobre la faz del planeta, de acuerdo a
la concepción más certera que se conoce bajo el paradigma de la sustentabilidad.

Conocida la amplia interpretación que la ciencia contemporánea le ofrece al nuevo


paradigma de la sustentabilidad, se hace necesario la aspiración a un nuevo
modelo de desarrollo, basada en la reinserción armónica del ser humano en su
medio ambiente, como alternativa a la responsabilidad social de los científicos en
el contexto y tiempo que le corresponde vivir.

Objetivamente los modelos de desarrollo prevalecientes hasta el presente,


muestran evidentes enfoques antropocéntricos, productivistas y reduccionistas, al
negar lo inhumano y ponderar la ignorancia y arrogancia humanas, para imponer
una verdadera tiranía sobre el ambiente, que implora a salvar al Homo sapiens, en
menoscabo de las propias bases que sustentan a la vida humana. Cualquier
intento de proteger al ser humano y no a su entorno que lo incluye, pues tributará
a la aceleración de la extinción de ésta especie, única capaz de propiciar su propia
desaparición sobre la faz de La Tierra.

Aspirar a la sustentabilidad no implica aplicar a una meta tangible, ni cuantificable,


para alcanzar a corto plazo, sino se trata de una posibilidad de mantener un
equilibrio dinámico – evolutivo y armónico entre los factores que integran los
componentes del nuevo paradigma: la economía, la sociedad y la naturaleza.

La gravedad de los problemas ambientales inserta a los científicos en una


dinámica social que necesita replantear su perspectiva de desarrollo, urge la
demanda de reelaborar el papel de la ciencia ante la situación de deterioro, en la
necesidad de reivindicar la tradición ecológica y los aportes que puede ofrecer al
análisis critico de la protección de ese medio en notable depauperación.
Hoy emerge la necesidad de un saber ambiental donde la concientización de la
complejidad del medio se convierta en un punto de partida para asumir su
dimensión, se vuelve impostergable el replantear las coordenadas de la ciencia,
con la intención de que la vida y el propio lenguaje puedan ajustarse a las nuevas
problemáticas que la degradación ambiental presenta, vinculando el mundo
científico y académico a una práctica cotidiana que urge ser transformada.

El desarrollo sustentable en tanto que hoy se presenta como una utopía


inalcanzable, ha llegado a erigirse en una alternativa que requiere de una
sensibilización del ser humano y de su necesaria educación y capacitación, para
poner en práctica la búsqueda de soluciones propias e imaginativas ante la
armonía que precisa alcanzar con la extrema complejidad ambiental, y sólo así
propiciar el necesario cambio en la sociedad humana, conscientes de su tributo a
ese anhelado y posible cambio, hacia un mundo mejor.

Referencias Bibliográficas
 Castro, F. (1992): Informe presentado en la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Ed. Granma, La Habana, pp 12
 Clark, I. (1998): Ciencia, tecnología y sociedad: Desafíos éticos. En
Tecnología y Sociedad, Tomo II, Ed. Grupo de Estudios Sociales de la
Tecnología (GEST), La Habana, pp. 1 – 10.
 Jiménez Herrero, L. (1995): El desarrollo sostenible como proceso de
cambio. UNED, Colección Monografías, Madrid, 77 pp.
 Funtowicz, S y Ravetz, J. (1997): “Problemas ambientales, ciencia post-
normal y comunidades de evaluadores extendidas”. En: Ciencia, Tecnología
y Sociedad. Lecturas Seleccionadas, Editorial Ariel, Barcelona.

Bibliografía
 Castro, Díaz-Balart, Fidel. Ciencia, tecnología, sociedad e innovación.
 .____________________, Cuba. Amanecer del Tercer Milenio.
 Funtaviez Silvio y De Marchy Bruna, Aprender a Aprender la Complejidad
Ambiental. Seminario Febrero 1999, Universidad de México.
 Jaula Botet Jose A, Algunos problemas sociales de la protección del medio
ambiente frente al reto del desarrollo sustentable. Revista Guayana
Sustentable Nro4, Educación Productividad y Vida, Editorial Universidad
Católica Andrés Bello, Caracas 2003
 _______________, Sobre el reto de la Universidad ante la protección del
medio ambiente y el desarrollo sustentable. Revista Guayana Sustentable
Nro6, Educación Productividad y Vida, Editorial Universidad Católica
Andrés Bello Caracas 2003
 Matías Rodríguez Mayra, El desarrollo Científico Tecnológico, un problema
social a enfrentar en la actualidad. Revista Avances Nro 2, CITMA, Abril
2002.
 Núñez Jover Jorge, La Ciencia y la Tecnología como procesos sociales.
 _______________,Democratización de la Ciencia y Geopolítica del saber.
 _______________, Ciencia y bienestar Humano, del Programa Ilustrado al
Programa Social. Conferencia por el XV aniversario del CESBH de la UH
Septiembre 2005.
 Pichs Madruga Ramon, Medio ambiente y desarrollo. Balance de los
últimos 10 años ,Revista Temas de Economía Mundial Nro 3 La Habana,
Junio 2003
 López Bombino Luis R, El saber ético de ayer a hoy Tomo I y II. Editorial
Félix Varela C de la Habana 2004
 Romero Pacheco E. V, La Relación Naturaleza Sociedad a través de la
integración de las ciencias naturales. Universidad Pedagógica Frank País
García

Etiquetas:  ciencia tecnología y gestión tecnológica   desarrollo económico   desarrollo


humano   gestión ambiental y desarrollo sostenible   responsabilidad social
empresarial   tecnologías de información y comunicación

Cita esta página


 APA
 MLA
 CHICAGO
 ICONTEC

González León Celestino. (2008, noviembre 26). Problemas sociales de la ciencia y la


tecnología frente al reto del desarrollo sustentable. Recuperado de
https://www.gestiopolis.com/problemas-sociales-ciencia-tecnologia-frente-reto-desarrollo-
sustentable/
Copiar

Escrito por:
C
Celestino González León
Licenciado en Educación. Especialidad de Física y Astronomía. Cuba.

También podría gustarte