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La Sierra Juárez de Rosendo Pérez

a más de medio siglo de su publicación

Hace poco más de medio siglo se publicó por primera vez La Sierra Juárez de Rosendo
Pérez García. Hasta la fecha es la compilación más importante de la historia de los pueblos
de esta región desde la época prehispánica hasta fines del siglo XIX. En esta obra podemos
encontrar una mirada experta de esta región con una perspectiva de larga duración, las
características del medio físico y los personajes políticos más destacados. Cobra mayor
relevancia si se considera que de esta Sierra poco se ha investigado a diferencia de otros
lugares de Oaxaca que han captado la atención de investigadores nacionales y extranjeros.

No obstante, tenemos algo de información reciente. En los años ochenta del siglo
XX, historiadores como el inglés Paul Garner y el oaxaqueño Francisco José Ruiz
Cervantes publicaron libros donde se mencionaba la importancia de la Sierra Juárez durante
la revolución.1 En los años noventa, el investigador estadunidense Patrick McNamara
presentó una investigación sobre la organización armada en el distrito de Ixtlán en el siglo
XIX.2 Si bien estos estudios se nutren de diferentes acervos, toman como referencia los
escritos de Pérez García.

En últimos años, quien escribe esta presentación realizó una tesis de doctorado
sobre esta región y tuvo a Don Rosendo como “autor de cabecera”. Con ello, no sería
exagerado decir que lo escrito por Pérez García ha resistido el paso del tiempo y se
mantiene vigente como fuente de consulta necesaria para conocer sobre la Sierra Juárez y
sus pobladores. La singularidad de este trabajo radica en que Rosendo Pérez combinó
distintas facetas de su vida para hilvanar este escrito. En consideración a eso, en el presente
texto destacó su posición como testigo y participante con un ojo afinado para observar lo
que sucedía a su alrededor y como recopilador de datos e información histórica. En una

1
Paul Garner, La Revolución en la provincia. Soberanía estatal y caudillismo en las montañas de Oaxaca
(1910-1920). México: FCE, 1988. Francisco José Ruiz Cervantes, La revolución en Oaxaca: el movimiento de la
soberanía, 1915-1920. México: FCE, 1986.
2
Patrick J. McNamara, Sons of the Sierra. Juárez, Díaz, and the People of Ixtlán, Oaxaca, 1855-1920. Estados
Unidos: Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2007.

1
segunda parte, pongo énfasis en que esta labor de toda una vida no solo sirve como un
material monográfico, sino que aquí se da una interpretación interesante que vale resaltar.

Participante y observador

Rosendo Pérez, oriundo del municipio de Ixtlán, fue un personaje que le tocó vivir un
momento crucial de la historia del país. En la segunda edición de estos tomos, el historiador
Anselmo Arellanes Meixueiro escribió la “Introducción, una semblanza del autor”, en
donde nos dice que Pérez García nació el veinte de febrero de 1890, inició su formación
docente en Oaxaca y concluyó en la Escuela Normal de Monterrey. A Rosendo Pérez le
tocaron los avatares de la revolución, un periodo clave de Oaxaca porque en ese momento
se mostró la oposición a la intervención de Venustiano Carranza. En ese tiempo, se declaró
la soberanía del estado que se concretó con el proyecto denominado como el Movimiento
de la Soberanía, cuya duración fue de 1915 a 1920.

En los años veinte, nos dice Anselmo Arellanes, Rosendo Pérez fue nombrado
secretario del Consejo Directivo de las Fuerzas Serranas, una organización encabezada por
el también ixtleco y profesor: el general Onofre Jiménez. Después, Pérez García fue
diputado en el XXX Congreso Constitucional del Estado por el Círculo Electoral número
16 correspondiente a Villa Alta. En su faceta profesional, este hombre se distinguió por ser
uno de los maestros rurales que recorrió la Sierra para desarrollar la campaña educativa
ideada por José Vasconcelos y ejecutada por Moisés Sáenz. Una de las zonas que vieron la
llegada de estos proyectos fue la Sierra Juárez con el establecimiento de la Misión Cultural
de Ixtlán en 1932.

En ese contexto se inserta la carrera de Rosendo Pérez quien fue maestro e inspector
de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la zona II de Oaxaca. Con este puesto,
Rosendo Pérez recorrió los municipios y recopiló información del desarrollo de las escuelas
rurales de esta región. Su participación política continuó en la Unión Fraternal de
Ayuntamientos Serranos, una organización creada en 1938 y 1939, en donde impulsó la
iniciativa de construir el “Monumento al soldado serrano”. Con esta estatua se intentaba dar

2
un espacio simbólico para destacar el legado histórico de la participación armada de los
serranos, pero lamentablemente no prosperó.3 El paso de Rosendo Pérez queda registrado
en los expedientes del Archivo Histórico de la SEP que se conservan en el Archivo General
de la Nación (AGN).4 En los años cincuenta, se encuentra que Rosendo Pérez colaboró con
la autoridad municipal de Ixtlán para hacer la transcripción de unos documentos del periodo
colonial. 5

Los elementos anteriormente mencionados nos muestran que este profesor tuvo una
participación en eventos políticos importantes, pero con el interés constante en la
recopilación de datos históricos. De acuerdo con los especialistas que conocieron a
Rosendo Pérez, la información vertida en su libro fue resultado de su experiencia personal
que, a decir por Anselmo Arellanes, se nutrió de la tradición oral de la gente de la región.
Aunado a eso, es probable que su relación con el ayuntamiento de cada municipio, le
posibilitó el acceso a varios archivos municipales.

Hasta aquí se puede apreciar que Rosendo Pérez ofrece una visión de la Sierra
Juárez a partir de su carácter de profesor, inspector y político que visitó cada uno de los
rincones de estos pueblos. En el primer tomo de La Sierra Juárez se observan
consideraciones relacionadas a la topografía, recursos naturales, orografía, hidrografía,
arqueología, demografía, tenencia de la tierra, economía, medios de comunicación y rasgos
culturales de la población zapoteca de este espacio. Puso atención en las subregiones como
la Chinantla y los municipios de San Pedro Yolox, San Pedro Teococuilco, Santa Catarina
Ixtepeji, San Juan Chicomezúchil y la villa de Ixtlán de Juárez. Su conocimiento del
zapoteco, su interacción con la gente y sus registros fotográficos decantaron en el primer
borrador de 1954 que se enriqueció con la revisión de acervos del AGN y del Museo de
Antropología e Historia.

3
Archivo Histórico Municipal de Ixtlán de Juárez (AHMIJ), caja 1939, s/f.
4
Archivo Histórico de la SEP. Escuelas rurales federales (AHSEP-ERF), Oaxaca. Municipios de Quiotepec y
Xiacuí.
5
AHMIJ, caja 1930-1939, #26, 53 f: Expediente número 3 año de 1639.

3
La interpretación política: la Sierra Juárez en el plano estatal

Ahora bien, la labor de Pérez García no se limita a juntar documentos, sino que presenta
una interpretación de las acciones heroicas los serranos y sus conexiones con personajes
claves en la historia del país. En el segundo tomo de La Sierra Juárez, este profesor inicia
con la descripción de la llegada de Porfirio Díaz a Ixtlán en 1855 para formar una milicia
que fue la primera guardia nacional de esta región. A partir de este momento comenzó un
periodo de formación de guerrillas serranas que intervinieron en la Guerra de Reforma y en
la Intervención Francesa. Se destaca la incursión de los serranos en la batalla de La
Carbonera y la proclama política contra Maximiliano de Habsburgo. Añádase a esto, el
papel de los serranos en el Plan de Tuxtepec. Todo lo anterior, según Pérez, generó que en
los serranos tuvieran beneficios y concesiones en los tiempos del gobierno de Díaz.

Desde la perspectiva de Rosendo Pérez se puede ver que la Sierra Juárez fue un
espacio que vivió un proceso opuesto a otros lugares del país como Valle Nacional o
Yucatán. Según esto, la victoria porfirista de 1876 fue también un triunfo para el distrito de
Ixtlán que, de forma singular, se favoreció en años sucesivos. En compensación al
desempeño militar, se entregaron pensiones para algunos de los excombatientes serranos.
Es decir, la participación militar organizada de los serranos de 1855 a 1876 generó que en
décadas siguientes se les dieran ciertas excepciones como la no aplicación del contingente
de sangre. La ley fuga y la ley timbre se aplicaron de forma selectiva y esporádica. El
gobierno estatal no interfirió en la selección de las autoridades municipales. Se dio impulso
para que en el distrito de Ixtlán se estableciera una fábrica de hilados y tejidos, que había
sido pensada para instalarse en los Valles Centrales.

El autor anota algunos de los privilegios como fue la reparación del camino nacional
que conectaba a Ixtlán con la ciudad de Oaxaca. La Secretaría de Fomento y Obras Públicas
comenzó la construcción del puente de Río Grande. Los servicios de comunicación se
mejoraron con la regularización del servicio postal y telegráfico. Los municipios tuvieron
dotaciones de armas y de instrumentos musicales. Las empresas mineras dieron facilidades
a los trabajadores que provenían de Natividad, Capulálpam, Xiacuí para que continuaran

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laborando. Como un acto simbólico, las autoridades estatales devolvieron a la cabecera del
distrito la campana que había empeñado al inicio de la Guerra de Reforma. Los puntos
anteriormente descritos nos ayudan a pensar en que posiblemente la Sierra Juárez fue un
lugar con beneficios durante el régimen porfiriano. A la fecha, esta inquietante idea puede
ser punto de partida de investigaciones, ya sea para corroborar, matizar o refutar.

Otro de los elementos a destacar es la aportación que Rosendo Pérez presenta en el


tercer tomo titulado: Una revolución de ocho meses en la Sierra Juárez. En esa crónica
muestra la polarización del contexto político de 1910 en los municipios de la Sierra Juárez
en donde se ubican a los grupos porfiristas encabezados por los caudillos Fidencio
Hernández y Guillermo Meixueiro. Estos dos personajes eran herederos del poder político y
económico de sus padres Fidencio Hernández y Francisco Meixueiro, ambos encumbrados
no sólo por su participación en la guerra sino por el desarrollo de la minería y la fábrica de
textiles, ya mencionados.

De ahí, Rosendo Pérez expone detalle a detalle el relato de los serranos que
participaron en el Batallón convocado por Benito Juárez Maza y lo que se conoce como “la
revuelta ixtepejana”. Se narra la organización de los ixtepejanos al mando del dirigente
Pedro León para llamar a un levantamiento armado, que devino en la ocupación y saqueo
de Ixtlán en dos ocasiones y el intento de invasión de la ciudad de Oaxaca. En esa narración
se pueden seguir acciones y proclamas de los serranos que lucharon por el poder regional
en 1912; así como los estragos de la guerra en la población.

Conviene hacer algunas precisiones a quien lea estos tres tomos. Quien se adentre a
la lectura de este libro podrá advertir que no se usa un formato académico de referencias, ya
que el autor anuncia en el texto cuando habla de los documentos con fechas y autores.
Claro está que es inevitable pensar en los datos primarios que nutrieron este trabajo. En
algún momento intenté rastrear algún archivo de Rosendo Pérez, pero no se sabe de su
acervo personal ni se conservan los borradores de su libro. Por ello, los tres tomos que se
presentan quedan como un producto de recopilación documental y análisis de esta región.
Ahí hay una mezcla de fuente de información documental, entrevistas y experiencia de

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vida. Si bien Rosendo Pérez se distinguió por su acción política, es indudable que sus
principales armas fueron las letras, el conocimiento y la historia. Gracias a él en la
actualidad tenemos datos e información histórica valiosa de una gran mayoría de los
pueblos serranos que se ofrece en versión digital para que siga siendo “material útil para
futuras generaciones”.

Dra. Tatiana Pérez Ramírez

Fuentes Brotantes, Ciudad de México, febrero de 2020.

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