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EL REMOLINO

Por Ricardo Estrada

        Altas las galerías de nichos. Lápidas de mármol renegrido. Rótulos en


cuadrados de lata. Unos hombres blanquean los paredones. Cabecean el clavel,
el áster y los crisantemos en floreros de cemento, en floreros de azulejos, en botes
haciendo de floreros. Una abeja con pringas de polen zumba entre la corola de un
cartucho. Un pajarito de copete picotea la tierra de una jardinera. Las enredaderas
y las trepadoras se enredan y trepan por los nombres, las fechas y las cruces. El
llantén, la ortiga y la flor de muerto acurrucados al pie de los mausoleos, en las
hendiduras de las tumbas y en los rincones de los muros envejecidos de líquenes
y musgos. El viento arrastrándose. Arriba, se mecen las araucarias graves y
oscuras. En volteretas las hojas secas. Hojas de eucalipto. Hojas de sauce llorón.
Hojas de manzanote. Por la avenida de cipreses, un burujo de papel, a toda
carrera, rasca el suelo de verdín reseco y puntos brillantes. Briznas de heno.
Agujas de pino. Plumas de pájaro. El viento, de barrida, se topa con un montón de
ripio. Argamasa reseca. Pedazos de ladrillo tayuyo. Pedazos de madera aún
tallada y descolorida. Terrones. Piedras. Restos de coronas y guirnaldas. Se topa
el viento con el montón de ripio y de allí se levanta el remolino de polvo. Se eleva.
Se envuelve en sí mismo, amarillento y brillante. La tolvanera lleva briznas de
heno, briznas de madera, briznas de flores, polvo de ladrillo tayuyo, polvo de
argamasa, polvo de huesos. (Entre el montón de ripio, una lata con letras negras y
abolladas: E. P. D. Cleto Apolinario Monterroso R. 27 de septiembre de 1889-19
de fro. 1940. Un cariñoso recuerdo de J. A.) El remolino de polvo, en espiral de
trompo, por la avenida de cipreses. Un hombre que trae una escalera al hombro
da la vuelta y se resguarda del remolino detrás del tronco de una araucaria. El
remolino sortea los árboles y pasa saltando un montón de coronas y flores secas.
Entonces se le agregan semillas de azulinas, margaritas y agapantos, esporas de
culantrillo, polen de azucena, polen de nomeolvides, polen de siemprevivas. El
remolino de polvo, lejos del crujido de la caja de muerto, en vuelo de polen,
briznas y semillas.
               

El olor del pan recién salido del horno dora el canto de los gallos. Campanas de  la
Recolección. Campanas del Santuario. Campanas de Santa Catalina.
-Tan-talán-tan. Tan-talán-tan. Tan-talán-tan.
-(Ya están repicando que venía después de la primera misa me dijo pero mejor
voy ahora otra vez no vaya a ser que se le haya olvidado) Más allá, las campanas
de San José, las de la Merced, las de Capuchinas, las de las Beatas, las del
Calvario. Olor de pan francés. Olor de pan desabrido. Olor de pan de manteca. -
Tuluc-tuluc -pasa haciendo la leche en los tarros a lomos de mula. Leche de por
San José Pinula, de por Puerta Parada, de por San Pedro Pinula. Un viejo hurga
en la basura con su bastón. Canastadas de pan francés con su crujidito tostado.
Todavía vienen roncando los camiones cargados de carbón humedecido por las
nubes de San Lucas. Canasta das de pan desabrido, con sus pirujos, con sus
bocones de cachetes tibios, con sus conchas y cachos retorcidos de la risa y
palomas de alas apretadas. -Tilín-tilín-tilín -la campanita del rebaño de cabras. Las
cabras vienen regando chibolitas por las calles y rompen la fila de los barrenderos.
Canastadas de pan dulce -enganchados como patitos de barro, rayadas, shecas,
cemitas y pan de culebra. Culebreando las carretillas verdes de los barrenderos en
el lagrimón de un borracho echado y encogido en el borde de la acera. Canasta
das de pan de manteca -cubiletes, hojaldras, roscas, molletes saltones con su
nube de harina y azúcar, tortas con pajaritos sacudiéndose las alas, pan de
yemas, champurradas, batidas y chambergas. El anís, el azúcar y el ajonjolí van
entre la neblina y se topan con el lechero.

Adormilados los ángeles y los santos. Las tres últimas Avemarías aún revuelan
por los altares y se esconden en una hornacina desocupada. En la sacristía,
dorado y blancor. Sobre un sillón, desmadejados, la casulla, la estola, el cíngulo y
el alba.
-Sí, se lo suplico, padre. Pero se lo suplico mucho.
-No tenga cuidado. Por allá llegaré. Y ya le dije: un platillo con un poco de algodón
en rama, migaja de pan, una palanganita con agua, una candela encendida…
-(Un platillo con un poco de algodón en rama migaja de pan una palanganita con
agua) Camionetas amarillas, azul y blanco, naranja y rojo. Camionetas
trastumbonas, de afuera, con indios y tanates, con redes y manojones de flores.
-(Un platillo con un poco de algodón en rama migaja de pan)
Pasa frente a tiendas, carnicerías, talleres de modas, zapaterías. Automóviles y
camiones con los vidrios empañados. Comedores, fondas y herrerías. Funeraria El
Recuerdo, Iglesia Evangélica Jesús viene, Tienda La Concepción -Cervezas
yaguas frías. Se sirven desayunos-almuerzos y comidas. U n tumulto de perros y
ladridos en la esquina. La perra, retozona, corre con la cola erguida. Carretilleros
con redes de repollos, acelgas, aguacates y naranjas. Dos jalando y tres
empujando. Indios sololatecos con redes de cebollas. Indios con la serpiente roja
de la faja, apretadito el paso, bajo el peso de los bultos de verduras hechos con
tujas.
-(Un platillo con un poco de algodón) Nabos, remolachas, coliflores. El sastre ya le
puso fuego a la plancha de hierro frente a su puerta. Chisporrotea el carbón. Una
palanganada de agua, plateando, salta la acera desde otra puerta. El carpintero
está barriendo el frente de su carpintería.
-(Otra vez estos chuchos) Arde un montoncito de trozos y viruta debajo del bote
que cuelga de un trebejo. El humo de la viruta de cedro busca el olor del pan que
pasó por la calle. Peones con piochas y palas a seguir abriendo zanjas. -A mí me
da veinte de francés y quince de pan de manteca. -¿Tiene ocote?
-Seis huevos, por favor.
-Que está bien malo el pobre, dicen.
Albañiles encalados de ayer con sus cajas de herramientas: la cuchara, el
cernidor, el martillo, el nivel, la plomada.
-Mi pan me lo dio sin ganancia.
-Que anoche entró en agonía.
-Figúrese, por Dios.
-Allí va la pobre.
-Déme de ese bien tostadito. Camionadas de barrenderos. Mulas alegres con
trotecillo rápido, jalando las carretas de la basura. Por el boquete del cajón
asoman la cara sucia los patojos con su brin al hombro.
-Que bebía mucho, dicen.
-Que fue congestión.
-No, que fue derrame.
-Dios se apiade de él.
-(Un platillo con un poco de algodón en rama migaja de pan una palanganita con
agua una candela encendida pobre viejito qué andará buscando entre la basura ya
asomaron otra vez estos chuchos)
-Entró en la otra tienda.
-Un francés de a dos y una candela de cera. Sí, una de a diez. . . Camionetas
llenas de trabajadores y empleados. Camionetas con colegiales. Un muchachito
descalzo va a la escuela con sus cuadernos bajo el brazo.
-Pax huic domui.
-Et omnibus habitantibus in ea.

El gor-gor viene ronroneando desde una cama. Sobre una cómoda, santos de
bulto y en estampas, cestos de costura, un tecolote de alcancía. Frascos y tarros
de medicinas. Ramitas de laurel y romero. Manojos de ramos contra las
tempestades. Dos candeleros con churrigueras de cera. Recostado en la pared,
un cuadro. En el cuadro, un enfermo macilento y agónico, con un pañuelo
amarrado a la cabeza. Frente a la cama, un sacerdote orando; al lado derecho, un
ángel con los brazos extendidos hacia el enfermo; del lado izquierdo, el demonio -
peludo, con sus cachos, con su cola, con sus alas de murciélago, tirando de la
sábana del enfermo. Chisporrotea la vela encendida. En un platillo está el migajón
de pan; en otro, el algodón en rama. En la palanganita de agua juguetea la llama.
-Gor... gor... gor... gor... gor... gor. .. grrr... grr... gr... sssss... gr... gor. .. ggggg...
El sacerdote le aproxima un crucifijo a los labios entreabiertos y resecos. Sube y
baja el gor-gor. Los párpados violáceos, en parpadeo delgado. La mano derecha
rascando sobre la sábana que recubre el colchón; después, por debajo de la
almohada. Rasca y rasca. El frío de la nariz contra el frío del crucifijo. -Asperges
me, Domine, hyssopo, et mundabor; lavabis me, et super nivem dealbabor…

-" … quede extinguido en ti todo poder del diablo por la imposición de nuestras
manos y por la invocación de todos los Santos…" Del hisopo saltan las gotas del
agua bendita y rocían la cama, la cabeza, la cara, las manos.
-(Siento la llovizna ya está lloviznando lloviznaba sobre los árboles sobre tu
cabeza y la mía el agua resbalaba por mis ramas y tenías el cabello lleno de
estrellas donde bebían gorriones admirados entonces era mayo y tus ojos eran
dos cenzontles tibios escondidos en la tarde la llovizna bajaba por el recodo de la
siesta y la 'merienda sobre la hierba y las calles y los tejados parecíamos dos
temblores de romero salpicados de geranios la pelusilla de tus brazos nidada de
agua clara resbalaba junto a mi boca te protegía del agua bajo mi brazo pero
antes habíamos jugado con marzo y abril en el río cuando entrabas corriendo en
las pozas mansas me salpicaba tu risa ahora casi de tierra quiero esconderme en
tus ojos humedecidos) El sacerdote humedece su dedo pulgar derecho en la
tibieza y santidad del óleo, y, haciendo la señal de la cruz sobre los ojos, unge en
el murmullo de la fórmula sacramental.
-"Por esta santa unción y su benignísima misericordia, te perdone el Señor todo lo
que has pecado con la vista…."
- (Veo dos libélulas de aretes entre la caída de tu cabello castaño en junio te
ponías un vestido nuevo con dos duraznos debajo de un suspiro veo tu beso sobre
mis ojos mis ojos miraban tu lunar azul en la garganta en lo que la tarde picoteaba
naranjas veía tus muslos de diecisiete años con caricia de brizna de canela se me
metía en los ojos entre ceja y ceja adivinarte toda aquí un lunar y otro en tu fruta
de canícula) De los ojos, el dedo pulgar del sacerdote va a las orejas pálidas que
asoman entre el pelo crecido y sudoroso. -"Por esta santa unción y su benignísima
misericordia, te perdone el Señor todo lo que has pecado con el oído…"
-(Oigo tu voz tu, palabra tu aliento y tu quejido en una cascada arrullo oía por mi
corazón tus pasos que te acercaban al repique de las campanas en domingo el
viento hacía rezar a los árboles. en un parque que poblaba tu risa oía el viento que
jugaba con tu falda ahora oigo caer la niebla que traerá tu distancia siempre quise
oírte recogida en el cuenco de mi oreja como campánula dorada y sonando
cantabas y mi oído era una puerta melancólica entreabierta cuando te alejabas)
-"Por esta santa unción..." Tiembla la llama de la vela. El sacerdote unge la boca
 -" … te perdone el Señor todo lo que has pecado con la boca…"
-(Beso tu boca y bebo en el ángulo lila de tu párpado mis labios y mis dientes y mi
lengua te conocen por tierna y labio por caricia y silencio mientras te recorría mi
sed alucinada hasta morderte mi beso de entonces despertaba tu cuerpo
esfuminado en el deseo era el tiempo de saborear la menta escondida y las mieles
arrebatadas a los pájaros de boca en roca pronunciaba tu nombre de roca en boca
mi beso y tu beso encontrándose en los recodos de cualquier tiempo) Entre el
humo del incienso chisporrotea la llama de la vela. Afilada la nariz con unas gotitas
sobre las aletas heladas. -"Por esta santa unción te perdone el Señor todo lo
que…" Va a toser. Tose. El gor-gor vuelve con el sube y baja del pecho y las
sábanas. -"…todo lo que has pecado por el olfato." Entonces le unge la nariz. . -
(Siento tu olor membrillomanzanarrosa rosa y almohada madrugando junto a los
pinos que tenían nidos a los pies para el arrullo piedra de río limpio tabaco de tu
cabello mi nariz aleteando te recorría los hombros y la nuca juntos olíamos el
pericón y el anís en el llano cuando condimentabas la tarde con tomillo olían los
caminos a estar juntos cuando pasabas debajo de las gravileas salías con aroma
de estrellas blancas huelo tu tiempo de muchacha me gustaba estar oliendo tus
duraznos debajo de un suspiro) La mano derecha rasca por debajo de la
almohada; después, va sobre el pecho, y luego va extendiéndose a lo largo del
cuerpo. Allí se queda, entrecerrada. El sacerdote unge ahora las manos. Palmas
frías, entre blancas y azuladas.

-"Por esta santa unción te perdone el Señor todo lo que has pecado con las
manos. . ." Poco a poco las manos se vuelven con el cuenco hacia abajo. Los
dedos recogidos. -(Tu cara cabía entre mis manos y después mis dedos
caminando se hundían entre tu pelo con las horquetas que hacían mis pulgares
con las palmas de mis manos te sostenía por las axilas cuando jugabas a negarte
jugábamos andares andares cuando niños trenzando nuestros dedos para el arco
del río de niños y niñas y nubes y canciones más tarde tal vez aún lo sientes te
recorría toda torpe y palpitante cuando te me perdías pues quería saber si era
cierto que estabas a mi lado) -"Por esta santa unción te perdone el Señor todo lo
que has pecado con los pies. . ." - (No me cansaba de buscarte mis pies iban
detrás de las huellas de los tuyos mi madre me hacía cosquillas en las plantas
pronto será octubre noviembre y diciembre buscándome el borde de las uñas te
sentía tan distante y cada paso mío era sobre todas las peñas y gradas me
cubrías los pies con arena he caminado tanto déjame sentarme a la orilla de ti
misma nos descalzábamos para caminar sobre la hierba ahora voy caminando
despacio mi madre me regañaba por romper tantos zapatos para que no me
lastimen lo frío ese musgo y esas nubes porque voy con los pies por delante esta
forma extraña de caminar y no caminar las plantas de mis pies subterráneos me
gustaría descansar junto a ti quitarnos los zapatos otra vez y restregar mis pies
contra los tuyos a dónde voy a pie sobre espigas de niebla)

-Et lux perpetua luceat eis.

Sus ojos no alcanzan a distinguir los nombres de las lápidas y de los rótulos
negros en los cuadros de lata. Entonces se hace sombra con la palma de la mano,
horizontal, sobre las cejas. En la boca del nicho hay una hilera de ladrillos
esperando. Ve hacia todos lados con el ramo de azucenas y gladiolos blancos
entre los brazos. Al dar unos pasos para distinguir mejor, tropieza con los pedazos
de argamasa de un montón de ripio. Entre el montón de ripio, una lata con letras
negras y abolladas. Se pone a hacer cuentas con los dedos. Los dedos no le
alcanzan para los rosarios de tiempo. Se persigna desde su frente llena de
arrugas. El viento le agita un mechón gris en la huella del primer movimiento de la
señal de la cruz. Sus ojos viajan como dos pájaros desconcertados del montón de
ripio al boquete del nicho. Un sollozo subiéndole le derrota los ojos. Allí viene el
hombre de la escalera; la ve, pero mejor regresa, haciéndose el desentendido, y
cruza al llegar a la esquina de la galería de nichos. Ella mira otra vez la boca del
nicho donde hay una hilera de ladrillos nuevos. Da la vuelta y empieza a caminar,
apretujando las azucenas y los gladiolos blancos. El remolino de polvo asoma por
la avenida de cipreses y manzanotes. El remolino de polvo, remolineando, detrás
de ella, en vuelo de polen, briznas y semillas. En un esguince, el remolino pasa
alborotándole el cabello y jugueteándole la falda.
-( …mis dedos caminando se hundían entre tu pelo… el viento que jugaba con tu
falda)

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