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ANO II. M A D R I D , J U N I O D E 1891. NUM. 3.

ú 1 teniente %

loNSTA el M o n u m e n t o :
De u n cuerpo de planta rectangular, achaflanada, r e s u l -
tando, como consecuencia, de proyección exagonal. L a s nor-
males de los lados m a y o r e s , miden 4 metros 80 centímetros,
y la de los chaflanes 5 metros 10 centímetros.
L a cimentación tiene u n a profundidad de 5 metros, y está
formada de u n a argamasa de c e m e n t o , cal hidráulica y cas-
cote, colocada por tandas y en buenas condiciones de resistencia y d u r a -
ción. Cubre el cimiento u n macizo de ladrillo y p i e d r a , sobre el cual des-
cansa l a basa de la obra exterior.
Como basamento de esta obra exterior, aparece u n a escalinata de m á r -
mol negro veteado de M a n a r í a (Bilbao), que tiene tres peldaños, algunos
de ellos con declivios en su límite inferior. Sigue u n macizo de m á r m o l
rojo de S i g ü e n z a , sobre el cual descansa el pedestal propiamente dicho,
que es de forma cilindrica.
P a r a el pedestal, se h a empleado el mármol g r i s , llamado baldillo de
C a r r a r a , y como puede verse en las l á m i n a s correspondientes, ofrece u n
perfil labrado con sencilla elegancia. Del mismo m á r m o l es el cornisa-
mento superior y el plinto en que descansa la estatua del héroe. L a altura
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t o t a l , sobre el plano del suelo, contada desde la superficie libre del plin-
to, es de 3 metros 80 centímetros.
A d o r n a n el pedestal:
Dos bajo relieves en bronce, adosados á las caras l a t e r a l e s ; estos bajo
relieves van ceñidos al cuerpo cilindrico por dos cañones de época, fundi-
dos, como toda la obra de bronce, en talleres de R o m a : los cañones no li-
m i t a n los cuadros semicilíndricos que forman el adorno de las caras l a t e -
rales, pues como puede v e r s e , vuelven hasta los lados del frente y del
reverso.
E n el frente principal, y sobre gruesa lápida de m á r m o l b l a n c o , e m -
potrada en el macizo, y sujeta por sus lados mayores con las e x t r e m i d a -
des de los bajo relieves, va con hermosas letras doradas y de visible resal-
to, la inscripción siguiente, envuelta en preciosa corona de bronce, cuyos
crespones caen artísticamente sobre el filete del pedestal:

JACINTO

RUIZ

TENIENTE

DE

INFANTERÍA

E n el reverso va otra lápida en iguales condiciones que la del frente,


y con u n a inscripción que dice:

EL

EJÉRCITO

ESPAÑOL

Á UNO DE S U S

HÉROES

II D E M A Y O

M D C C C X C I

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Un gran trofeo de dos banderas cruzadas, deja caer majestuosamente
los pliegues sobre el finísimo tallado, y sus moharras están ceñidas por
artísticas coronas á las bocas de los dos cañones que aparecen en la parte
posterior. Todos estos adornos son de bronce.
L a faja externa del cornisamento superior, lleva un friso de hojas de
laurel y ocho leones, que sostienen en cada chaflán un escudo colocado
en sentido oblicuo. El de la izquierda, según se mira el Monumento, dice
en letras doradas, uPatriotismo»; el de la derecha, « L e a l t a d y respec-
tivamente los opuestos por los vértices, a F o r t a l e z a « , cAbnegaciónn.
L a estatua mide 2 metros 60 centímetros, y se apoya sobre un pedazo
de p u e r t a , entre cuyas astillas se ven trabucos, piedras y cascos de g r a -
nada.
Tal es, descrita en c o n j u n t o , la obra del escultor Mariano B e n -
lliure.

II

Sin pretender actuar de críticos, sólo por el aprendizaje de cuanto han


opinado los maestros de arte y con escasa dosis de propio gusto, vamos
á permitirnos decir algunas palabras de este Monumento que hoy admira
todo el público, como joya que es de la moderna escultura.
Ofrece el Monumento de que nos ocupa, u n a línea general de arrogan-
cia, de novedad y de movilidad asombrosa, que contrasta bizarramente
con el tono severo, que compone sus elementos. Como conjunto, sus pro-
porciones están acopladas al marco que lo ciñe: como aire ó ambiente to-
tal, se amolda á su significación, en medida tan j u s t a y tan admirable,
que el más miope de inteligencia, se percata en u n a ojeada de lo que
aquella obra de mármoles y bronces simboliza y expresa.
Difícilmente podrá sacarse mayor partido en obras que cuenten con
idénticos recursos y tengan análoga significación. Esfuerzo del genio, r e -
flejo de una hazaña viril é inmortal realizada por mozo de alientos y t e -
m e r a r i o , se destaca con el relieve de una creación absolutamente origi-
nal, que á no dudarlo, marca un jalón robusto y firme en el lienacimiento
de la escultura española. Quien no vea en el Monumento que glorifica al
olvidado subalterno de la Infantería más que u n a figura brava y sublime-
mente nerviosa, olvida la rutina á que por punto general veníamos con-
denados, salvo contadísimas excepciones, desde hace bastantes años.
H a y que repetirlo; el Monumento traza una línea de vigoroso progreso

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en el Renacimiento, que personifica con bríos increíbles su joven autor
Mariano B e n l l i u r e , miembro de u n a dinastía de artistas, que parecen con-
centrar en su espíritu el sentimiento, la pasión, el gusto delicado, que
griegos, latinos y árabes, d e r r a m a r o n sobre la sin par Valencia.
P o r tal concepto, y fuera aparte la justicia y la necesidad de u n a vin-
dicación a n h e l a d a , la Nación, el Ejército y el A r m a de Infantería, pueden
mostrarse orgullosos.

III

L a estatua:
Aparece en aquellos instantes soberanos en q u e Ruiz excitaba y s a -
caba á soldados y p u e b l o , para combatir contra las legiones francesas.
Su actitud es realista; pero con ese realismo asombroso, que sabe adop-
tar el arte, cuando lo mueve la inspiración del genio. Seguramente Ruiz
Mendoza no emplearía piadosas razones: el hombre que conduce á la
m u e r t e á sus secuaces; el que rompe por virtud de u n sublime sentimien-
to órdenes superiores; el q u e á su frente ve la m u e r t e del patriota, la sal-
vación de la libertad, la r u p t u r a de un yugo infamante, horizontes de luz,
de bien, de gloria, de patriotismo, mientras que en otro lado vislumbra la
servidumbre, la indignidad, el dolo y aun la m u e r t e como traidor, villa-
no é insurgente, tenía que aparecer descompuesto, febril, airado, con el
corazón devorado por la llama del frenesí patrio, la m i r a d a centelleante,
la boca lanzando' santas interjecciones y el acero presto y amenazador.
Como si Benlliure hubiese presenciado el hecho, así ha tenido la feliz
idea de caracterizarlo.
T a n nerviosa y movida se destaca la figura del héroe, que realmente
parece que le alienta el santo amor á la causa española. Con el a r r a n q u e
del m o m e n t o ; el pie derecho avanzado; la cabeza y el cuerpo inclinados;
alta y crispada la m a n o izquierda, la ropa se h a desceñido, y con la sacu-
dida, ha seguido el i m p u l s o ; la vaina del sable h a saltado en la propia
dirección, y hasta el cabello, combatido por la ráfaga del corajC; toma
análoga é incorrecta forma.
Vista la figura por su perfil izquierdo, es cuando, en nuestro modesto
sentir, ofrece mayor empuje y gallardía. Y es, á no dudarlo, porque desde
ese lado muestre el rostro toda su rabia, y las ropas todo su verdadero
realismo.
E l torso, la nervuda línea apenas oculta por el uniforme, la con t r a c -

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ción violenta de los miembros, singularmente del brazo izquierdo, todo
es v a l i e n t e , a c a b a d o , majestuoso.
N u n c a con más verdad ha podido sintetizarse una obra escultórica,
que cual lo hizo desde las columnas de El Heraldo el conocido artista A u -
relio D a n t í n :
uDifícil es hablar de la ejecución. Los que conocen otras del d i s t i n -
guido artista se forman cabal idea de lo que es la estatua de R u i z ; el
mismo vigor que en todas; los mismos golpes de efecto y el mismo m i -
mero de detalles; lo grandioso y lo p e q u e ñ o ; el n a t u r a l , p a r a concluir,
en su expresión más h e r m o s a : la carne es carne, la ropa, ropa; podría-
mos decir que la estatua es el mismo cuerpo de R u i z , sorprendido por el
artista y metalizado.»

IV

Bajo relieves:
E l de la izquierda, parece u n a de aquellas hermosísimas obras de D o -
natello, que se a d m i r a n en Florencia. T a l es la vida, el vigor, la e x p r e -
sión que ostenta.
R u i z se ve en p r i m e r término con la brava apostura del soldado i l u -
minado. A su voz, con su ejemplo, siguiendo el rabioso blasfemar del
enardecido, le sigue m u c h e d u m b r e abigarrada, llena de ardor frenético.
Uno empuja las ruedas de la c u r e ñ a ; el otro echa el a l m a por los brazos,
forzando el cascabel del cañón. Dos chisperos de la izquierda, m u e s t r a n
en la expresión de sus rostros la homérica acometividad que les a n i m a ,
y el que so halla en primer término, parece como que estruja de rabia el
trabuco que lleva en sus manos. Esparcidos por el s u e l o , escobillones,
maderos, bombas, pistolas, toda esa alfombra que forman los aprestos
de g u e r r a , caídos ó tirados en los instantes sublimes que preceden á toda
epopeya.
N a d a sobra en el c u a d r o : n a d a estorba, nada desentona. Aquellas
bocas entreabiertas parecen e x h a l a r gritos de santa i r a , envueltos en co-
pos de espuma. L a valiente ejecución de los artistas del Renacimiento
italiano se derrocha en este bajo r e l i e v e , que recuerda por su vigor y su
vida al que B e n l l i u r e puso en el pedestal! de D . Diego López de H a r o , re-
presentando la toma de Algeciras, y que sin disputa es u n a de las mejores
joyas labradas por su m a n o .
E n el bajo relieve de la d e r e c h a , se a d m i r a el propio movimiento
y ardor, pero ya con los tintes de la m u e r t e y de la derrota.

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Herido R u i z , e x a n g ü e , rendido por el esfuerzo heroico desarrollado,
patriotas y soldados lo llevan en brazos á lugar más seguro.
Tiene un encanto poético la figura del chispero que lo coje por el brazo
derecho: en su mirada, en la solicitud con que ciñe su cuerpo casi yerto,
adivínase el hombre que presiente en su dolor cuan inniensa es la pérdida

de aquel valeroso caudillo. En sus mejillas quieren ver los ojos las hue-
llas de gruesos lagrimones, salidos del fondo de su alma española.
E l cuerpo de Ruiz Mendoza ^^esa verdaderamente. No hay sino obser-
var cómo se inclinan los que le conducen. E s el realismo ncn su expresión
más hermosai que dice el crítico. El otro chispero de la izquierda, también
es un gallardo ejemplar artístico; por su actitud, entre compungida y
bravucona, parece reflejar el ¡qué importa! de su raza. Los cadáveres que
muerden el polvo, los restos del luctuoso combate, las ruinas esparcidas.

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todo acusa el epílogo del d r a m a sangriento y horrible, que a u n no había
hecho más que iniciarse en las puertas de Monteleón.

Compréndese por lo expuesto, que la opinión pública, por medio de


sus órganos más acreditados y leídos, h a y a colmado de elogios la obra
del joven escultor valenciano.

El pueblo, rudo, sencillo y nada presuntuoso, es quien mejor confir­


ma las obras de a r t e . Si el escultor no sabe interpretar el asunto, si no
anima las figuras, infundiéndolas el sentimiento que les movió á realizar
los hechos que se glorifican, apenas si logrará retener la mirada pública,
y menos aún a r r a n c a r su admiración.
E l Monumento que se eleva en el centro de la plaza del R e y , es de
los que atraen y subyugan; y p r u e b a de lo que decimos, es el hecho de

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138 KEYISTA TÉCNICA

que todo el m u n d o , los doctos como los indoctos, se sientan influidos por
la belleza arrogante y española del heroico Teniente de Infantería.
Holguémonos todos de que el pensamiento iniciado por u n modesto su-
balterno del A r m a h a y a tenido tan espléndido y feliz r e m a t e .
MARIANO J . SEBIÑEZ..
Madrid, Mayo 1

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TELÉMETROS DE PRISMA.-TELÉMEÜRO WELDON

( C o n t i n u a c i ó n ) (1).

Conocidas las propiedades y fundamentos esenciales de los telémetros


de prisma, vamos á ocuparnos en la descripción de uno de ellos, y en
su uso.
E l telémetro "Weldon es verdaderamente u n telémetro de prismas, por-
que no se emplean en él otros órganos p a r a la medida de ángulos. R e -
firiéndonos al instrumento adoptado reglamentariamente para la instruc-
ción en la apreciación de distancias, y para ser utilizado en c a m p a ñ a por
la Infantería inglesa, notaremos que consta de tres p r i s m a s : uno q u e
sirve para medir u n ángulo de 90°, otro para medir el de 88° 5 1 ' 1 5 " , y
u n tercero p a r a el de 74° 5 3 ' 1 5 " . Los dos primeros van en el cuerpo del
i n s t r u m e n t o , asegurados e n t r e dos chapas metálicas circulares. L a s cha-
pas, con los dos prismas, pueden estar colocadas como se representa en
la fig. 10, cuando no se va á usar el i n s t r u m e n t o , cuyo t a m a ñ o resulta el
de un reloj de bolsillo, ó bien pueden girar en la caja a a a , viniendo á
q u e d a r los prismas en la posición indicada en las figs. 11 y 12, p a r a hacer

(1) Véase el número de Abril de este año.

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U S O del telémetro, empleando los dos primeros prismas, ó sean, el prisma
escuadra y el que mide el ángulo de 88° 5 1 ' 1 5 " .
P a r a medir el ángulo de 74° 5 3 ' 1 5 " , sirve u n prisma que va en
el mango c del instrumento, figs. 10, 11 y 12, y que se representa en la
figura 13 en u n a de las posiciones en que puedo usarse. Tanto este prisma,
cuanto el número 2, ó sea el que mide ángulos de 88° 5 1 ' 1 5 " , no pueden
admitir más rayos luminosos q u e
los que, después de la doble refle-
x i ó n , emergen formando con l a j
dirección incidente el ángulo men-
clonado. L a s figuras relativas al
instrumento están todas construi-
das á la mitad del tamaño n a t u r a l .
Se puede usar en la disposición
qne se repesenta por la fig. 11, en
la de la fig. 12, y en la de la 13, al
emplear el tercer prisma. A l usar-
Fig. 10. Fig. U .
lo en la posición correspondiente
á la fig. 11, estando situado el observador frente al vértice del prisma, verá
el objeto doblemente reflejado en el lado del prisma más distante del o b -
jeto, hállese éste á la derecha ó á l a izquierda del observador. Cuando se
use en la forma representada por la fig. 12 se encontrará la imagen en el
lado más próximo ; y siempre que se emplee el prisma n ú m . 3 , colocado
en el mango, la imagen doblemente reflejada se encuentra en la parte más
inmediata al anillo «, y más lejana del objeto observado.
Preciso es, al emplear este instrumento, como cualquiera otro de r e -
flexión , observar cuidadosamente ciertas reglas prácticas, i
costumbre que se adquiero fácilmente después de algunos I
ejercicios; pero que son de capital importancia, pues d e oh- !
servarlas depende el evitar resultados imposibles, que se ;
suelen obtener con éste y con todos los telémetros, a u n
cuando procedan de fábricas ó de constructores notables,
si h a y descuido en su
manejo. Manteniendo el fmmm^mm^

telémetro con la mano w&lk IM™^^^mfHWaWr


Fig. 12. derecha, de modo que el
mango esté cogido por Fig. 13.
los dedos índice y pul-
gar, según se representa en la fig. 14,- quedan por cima y por debajo de
los prismas dos campos de magnitudes iguales, en los que pueden y deben

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escogerse las señales n a t u r a l e s , con q u e h a de coincidir la i m a g e n , doble-
m e n t e reflejada por el prisma, del objeto, cuya distancia á la estación del
observador se quiere determinar, por ejemplo O en la fig. 14.
A l principio conviene ejercitarse en practicar con el i n s t r u m e n t o hasta
adquirir la costumbre de hallar con rapidez la imagen. Manteniendo el
telémetro á poca distancia de los ojos, se obtiene u n campo bastante ex-
tenso, q u e p u e d e a u m e n t a r a ú n con pequeños movimientos de la cabeza ó
del i n s t r u m e n t o . Percibida c l a r a -
m e n t e la imagen, bastan ligeros mo-
vimientos de él p a r a lograr que el
extremo superior d e l a i m a g e n
coincida con la p a r t e superior del
prisma, ó el extremo inferior de ella
con la parte inferior de é l , y , d i r i -
giendo después u n a visual en la
dirección indicada por u n a flecha
marcada en la c h a p a , buscar la se-
ñ a l n a t u r a l , que en el p u n t o de es-
tación determina la dirección de la
base.
P a r a no cometer errores i m p o r -
tantes en la determinación del án-
g u l o , conviene que el objeto d o -
blemente reflejado se encuentre en
posición v e r t i c a l , y que el terreno
presente en el prisma su i n c l i n a -
ción n a t u r a l , de modo que aparez-
ca sensiblemente horizontal, si en
realidad lo e s , ó i n c l i n a d o , si lo
fuera.
Obtenida seguramente la imagen
reflejada, siempre es cosa fácil h a -
cerla coincidir con a l g u n a señal no-
Fig. 14.
table del terreno, que no se encuen-
t r a precisamente en dirección de la
imagen reflejada, sino algo á la derecha ó á la izquierda de ella, como ge-
n e r a l m e n t e sucederá en la práctica.
Si por ejemplo. O' es la imagen de O en la fig. 14, y á la derecha de
O ' , y por la parte superior del prisma se ve la señal notable Z>, siempre
p u e d e efectuarse la coincidencia ó colimación d e - 0 ' con X>, andando recta-

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m e n t e hacia adelante, si D está lejos, ó moviéndose hacia la derecha, si D
está próximo.
Si el objeto notable, piquete, árbol ó señal cualquiera, aparece hacia la
izquierda tal como C, entonces bastará retroceder ó moverse hacia la iz-
quierda, hasta que coincidan la imagen reflejada y la señal.
Todo ello suponiendo que el objeto observado está á la derecha del
observador; si se encontrara á la i z q u i e r d a , serían necesarios m o v i m i e n -
tos inversos en ambos casos.
Conocido el i n s t r u m e n t o perfectamente, y adquirida la práctica n e c e -
saria en la determinación de los á n g u l o s , que con él se fijen, así como en
la medida de distancias á pasos, con c u e r d a s , cintas ó con cualquier otro
procedimiento rápido, p a r a hallar la base en corto t i e m p o ; puede h a c e r -
se uso del instrumento de varios modos, que explicaremos s u m a r i a -
m e n t e . E l manejo detallado y preciso, para usar el telémetro W e l d o n , se
encuentra explicado en el folleto del Ministerio de la G u e r r a inglés
de 1886 Provisional Handbook for the Weldon Piange-finder.
P r i m e r a m e n t e indicaremos que usando el prisma escuadra y el segun-
do prisma, ó sea el que mide el ángulo de 88° 5 1 ' 15", pueden obtenerse

Fig. 15. — Determinación de la distancia, tomando un punto de dirección.


(1.° y 2.0 prisma.)

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^.—Posición del observador.
O. — Objeto cuya distancia al punto A se degea medir.
Z).—Punto de dirección, todo lo distante posible.

Base A B Distancia A O.
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los datos necesarios para resolver el triángulo ^ O ^ d e la fig. 15, resul­


tando la distancia A O — 50 A B.
Siguiendo este método, conviene por punto general medir primero el
ángulo recto, y después el de 88°.
l'uede también emplearse solamente el 2." prisma, como se indica en
la fig. 16, resultando entonces la distancia A O — 25 base A C, empleando
dos observadores, cada uno con su telémetro, ó un solo observador, usan­
do piquetes.

Fig. 16. —Determinación de la distancia, sin punto de dirección. (2.o prisma.)


jl. —Posicióu primera del observador, (l.er piquete.)
O.—Objeto cuya distancia al punto 4 se quiere medir.
J5. — 2 . 0 piquete.
C — 3 . o r piquete.

Base B C = - i - Distancia A O.

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Cuando son dos los observadores, uno de ellos, por ejemplo, el n ú m . 1,
moviéndose hacia su derecha ó su izquierda, t r a t a de conseguir que la
imagen doblemente reflejada del objeto se vea en dirección del n ú m . 2, y
éste, avanzando ó retrocediendo, trata de conseguir que se refleje en lá di-
rección del n ú m . 1; cuando ambos lo h a n conseguido, la distancia b u s c a -
da es veinticinco veces la que media entre ambos observadores.
P o r ú l t i m o , después de emplear el p r i m e r método de los dos ante-
riores, puede hacerse uso del prisma n ú m . 3, para medir la base, según se
representa en las figs. 17 y 18.

F i g . 1 7 . — M e d i c i ó n de la base con el S.cr prisma:

Base ^ B = - ^ Distancia A O (Fig. 15).

£0— AB. A O.
200

E s t e método se debe emplear siempre que la base sea demasiado


l a r g a , ó cuando por la estructura del terreno no sea fácil medirla con
exactitud á pasos, ó empleando el cordón ó la cinta métrica, y el modo de
proceder es el s i g u i e n t e : Suponiendo que sea XO, fig. 18, la distancia
buscada, se hace estación en X, y por medio del prisma escuadra se d e -

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SO

TOMO It 10

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t e r m i n a la dirección XD, tomando el punto D todo lo distante que sM
posible; en A^se fija u n p i q u e t e , y en la dirección DX se d e t e r m i n a el
punto A, en el que haciendo uso del segundo prisma se vea la imagen
de O coincidiendo con D , y se coloca otro piquete en el punto A. Se a s e ­
g u r a al punto A el extremo del cordón ó cinta métrica, hasta encontrar en
la dirección O A un punto B desde el c u a l , usando el 3.er prisma, la ima­
gen reflejada de X se vea en la dirección BAO. L a base AB será

de la distancia XO, por ser la c u a r t a parte de AX. E n efecto, el t r i á n ­


gulo A ' t i e n e el ángulo BAX de 91° 8' 45", por ser suplemento del
correspondiente al 2." prisma ó sean 88° 5 1 ' 15", y el XBA de 74° 53' 15",
ó sean valores de los ángulos de u n triángulo obtnsangulo, cuya base es
la cuarta parte del lado opuesto al ángulo de 74° 5 3 ' 15".
El empleo del 3.ei' prisma ofrece la ventaja de que con él pueden com­
pensarse errores, que se h a y a n cometido al determinar la base. Si, por
ejemplo, se ha tomado u n a base m a y o r que la verdadera, que debiera
ser A C , en lugar de XA, el ángulo BAX d e l triángulo auxiliar ABX
h a b r á a u m e n t a d o , mientras que el otro ángulo, medido por el prisma, re­
sultará invariablemente el mismo, y por consiguiente, la base BA será
menor que la cuarta parte de la base errónea.
Si, por el contrario, se toma u n a base que sea m e n o r que - de la
50
distancia, el ángulo A resultará menor, y la base AB mayor que la
cuarta parte de la p r i m e r a b a s e .
U n a de las condiciones á que debe satisfacer todo telémetro práctico es
la de poder determinar con él las distancias á objetos, que se m u e v a n ó
varíen constantemente de posición. E l Capitán inglés AVillougby Y e r n e r
considera que da resultados satisfactorios el método que se explica con
a y u d a de las dos figs. 19 y 20.
E n ambas se emplea el segundo de los métodos anteriormente explica­
dos: dos observadores que usan el segundo prisma y que miden u n a base,
que sea la veinticinco ava parte de la distancia.
Los observadores se colocan á u n a distancia dada, de 40 m., por ejem­
plo. E l n ú m . 2, gira á la derecha ó á la izquierda, según la posición del
objeto, hasta obtener su imagen reflejada en dirección de la cabeza del
n ú m . 1, permaneciendo luego firme. E l n ú m . 1 se mantiene fijo, y cuando
observa que la imagen reíflejada del objeto movible se aproxima á la di­
rección en que está la cabeza del n ú m . 2 da la voz «á 1.000 m.r ; cuando
está á punto de coincidir con ella d a la de «apunten)), y cuando coincide
la de «fuego)).

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Fig. 19.—Determinación de la distancia á Un objeto movible. (2 observadores,
2.0 prisma).
A y iJ.—Posición de los observadores. O —Objeto movible.
A (núm. 2) refleja O en dirección de B, avanzando ó retrocediendo.
B (núm. 1) refleja O en dirección de A, moviéndose lateralmente.
Base AB~4r Distancia.
¿o
Nota. A' y B' representan la posición de los observadores cuando el objeto
está O'.

S e g u i d a m e n t e avanza dicho observador n ú m . 1 cuatro m., ó lo que es


lo mismo, reduce á 36 la base, que corresponderá á la distancia de 900 m e -
tros, y repite el procedimiento:
D e este modo dicho pueden tomarse las distancias cada 100, ó cada 50
m e t r o s , si se q u i e r e . E n la fig. 20 está aplicado con u n a base AB dQ AQ
metros para 1.000 de distancia, y u n a segunda base 6 de 28 para 700 de
distancia.
L o s métodos explicados son solamente algunos de los que pueden adop-
tarse; pero es evidente que con los elementos del telémetro es posible r e -
solver gran n ú m e r o de problemas de entidad en c a m p a ñ a . P o r ejemplo,
p o d r á ser conveniente ó necesario conocer la distancia q u e h a y e n t r e p u n -
tos, á que no puede llegarse, hasta que lo permita la m a r c h a sucesiva del

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_ ,qoojn¿ÍTjy¿_

Fig. 20.—Medición de la distancia á un objeto movible para romper el fuegcí


cuandu llega á una distancia dada.
O.—Objeto movible.
A y iJ.—Posición de loB observadores (núms. 2 y 1). .
A B.—Base medida, — — m.
25 '
Para apreciar cuando llega el objeto O á 700 m. de b.
Supongamos que la base Ab tiene 28 m. (ó sea de 700 m. El núm. 1 marcha
de JS á &, quedando fijo en este punto.

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El núm. 2 se mueve hacia b u derecha ó su izquierda, conservando la distancia á
que se encuentra de b hasta que O se refleja en dirección del núm. 1 en 6.
Cuando el núm. 1 en b, ve que O se refleja en dirección del núm. 2 en A, da la
voz de fuego.
NOTA. Cuando O se mueve eij la dirección A O para venir al punto O', el n ú ­
mero 2 en A permanece sin moverse; si O se dirige hacia su izquierda, hacia O*, ó
hacia su derecha, hacia O ' , el núm. 2 en ^ se moverá respectivamente hacia su iz­
quierda, hacia A^ ,6 hacia su derecha, hacia A'.

Fig. 2 1 . —Determinación de la distancia entre dos puntos inaccesibles.


.4.—Primera estación del observador. O y P.—Puntos inaccesibles.

60 • 50 ' -"^^^ 60 •

ataque. Sean en la fig. 2 1 , O el objetivo del ataque y P u n p u n t o , que se


debe ocupar, y cuya distancia á O conviene conocer p a r a batir eficazmen­
te el punto O desde P , cuando se ocupe ésto.
Mídase con-el telémetro la distancia AF desde A, marcando el p u n t o
C extremo de la base. Desde el mismo p u n t o ^1 tómese la distancia y\ O,
d e t e r m i n a n d o la base AB al mismo lado á que se e n c u e n t r a C, y m a r ­
qúese su extremo B. L a distancia ác C á B será de la de P á O, lo

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que es evidente por la semejanza de los triángulos ABC y A OP. E l pro-
cedimiento puede repetirse tantas veces cuantos sean los p u n t o s , cuyas
respectivas distancias se quieren determinar, con sólo tener en cuenta q u e
las bases usadas se e n c u e n t r e n al mismo l a d o , á la d e r e c h a , ó á la iz-
quierda, con respecto al punto O. '

Fig. 22.—Medición de la anchura de un río. (2° y 3.or prismas).


A.—Primera estación del observador.
Z>.—Punto de dirección.
Distancia A O
Base AB =

Podíamos fácilmente detallar muchos oíros métodos de operar con el


telémetro W e l d o n , del que puede obtenerse grande y rápido resultado en
m u l t i t u d de casos, como comprenderá bien todo el q u e tenga a l g u n a cos-
t u m b r e de practicar operaciones de topografía. Ya no mencionaremos más
que el siguiente, aplicable á la medición de la a n c h u r a de u n río, ó de la
interrupción de u n p u e n t e volado.
E n la orilla opuesta á la que ocupa el observador, se elige la señal O,
y empleando el segundo prisma se d e t e r m i n a en A la dirección AI), e l i -
giendo u n punto notable 1> del terreno, ó marcándolo por un a y u d a n t e ,
dejando también marcado el punto . 4 ; en la alineación DA se m a r c h a

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hasta encontrar el punto desde el cual, haciendo uso del tercer prisma,
la imagen reflejada de O aparezca coincidiendo con las imágenes directas

áe A j D. L a base A B será — de la distancia A O.


E l modelo del telémetro W e l d o n , cuya descripción hemos hecho
al principio de este artículo, nos es conocido teórica y prácticamente;
lo trajimos nosotros de Inglaterra p a r a la Escuela C e n t r a l de T i r o de
Toledo, cuando existía, y allí lo hemos usado y comprobado la bondad
de los resultados que con él se obtienen. Después, se ha suprimido alguno
de los inconvenientes, que ofrece este modelo, ó se h a introducido alguna
mejora, que puede ser de importancia.
E l inconveniente consiste en la dificultad que se presenta algunas v e -
ces p a r a conseguir la colimación de la imagen doblemente reflejada con la
directa de la señal n a t u r a l , vista por cima ó por debajo del prisma, porque
el borde ó canto de las chapas circulares, entre las que van los prismas,
i n t e r r u m p e la continuidad de la visión, y en los días buenos el sol se r e -
fleja en los bordes, y tales reflejos son perjudiciales para u n a b u e n a obser-
vación.
E l remedio introducido h a sido el de emplear chapas q u e , girando por
medio de bisagras, puedan levantarse ó bajarse, quedando así suprimido el
inconveniente. Al decir de los que han tenido ocasión de usar el i n s t r u -
mento con esta sencilla transformación,
se h a conseguido con ella un perfecciona-
miento e n o r m e .
L a mejora introducida consiste en el
empleo de u n anteojo de Galileo, con lo
que se a u m e n t a la precisión del i n s t r u -
j n e n t o ; el menor intervalo visible entre
dos objetos es por t é r m i n o medio el correspondiente á
u n ángulo de 60 á 70 minutos; de modo que con u n a u -
mento de dos diámetros se pueden ver los medios m i -
nutos y la colimación es más precisa. De esta m a n e r a ,
viendo amplificadas por el anteojo la imagen reflejada
y la d i r e c t a , pueden medirse grandes distancias con
u n a precisión aceptable. L a nueva forma dada al i n s -
trumento se representa en las figs. 2 3 , 24 y 25. L a 23
es u n corte del i n s t r u m e n t o dispuesto p a r a ser emplea-
d o ; la 24 u n plano del m i s m o , y la 25 u n a vista cuando
no so está empleando, indicándose las mismas partes
Fig. 23.
con iguales letras en las tres figuras.

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152 REVISTA TÉCNICA D E INFANTERÍA Y CABALLERÍA

L o s prismas A, B, C j i>, para medir diferentes ángulos, van en u n a


montura E, que puede girar alrededor de la varilla H, fija lateralmente
al pequeño anteojo / , susceptible de moverse dentro del anillo K soste-
nido por el mango L. Cuando el eje F s e coloca sensiblemente paralelo al
eje del anteojo, puede colocarse cualquiera de los prismas delante del ob-
j e t i v o , y mirando por el anteojo se puede conseguir que un objeto s i t u a -
do á la derecha ó á la izquierda del observador, según la posición dada
al prisma, se vea después de reflejado por el prisma, en la dirección de la
señal natural elegida y observada directamente.
Pudiendo el anteojo
con los prismas girar
dentro del anillo y
el eje F al rededor de
la varilla II, la combi-
nación de estos movi-
Fig. 24. mientos permite colo-
car cualquiera de los prismas en la posición deseada con
respecto al eje del anteojo. Cuando no se usa el t e l é -
metro, pueden los prismas colocarse en la posición r e -
presentada en la fig. 2 5 , y pueden también separarse el
anteojo y los prismas del mango, aflojando el tornillo M.
Los prismas del instrumento representado d a n 90° el
J [ ; y los B, C, 7), ángulos que corresponden con el A, á
1 1 . 1
triángulos cuya base es — , ó — - de la d i s t a n -
5 0 ' 20 4 Fig. 26.
cia; pero pueden emplearse los prismas que se deseen.
E l aumento ó amplificación del anteojo debe ser pequeño, á lo sumo de
.8 0 4 d i á m e t r o s , porque con incrementos mayores se disminuye el cam-»
pe, q u e desaparece con ligerísimos movimientos, dificultando la coli-
mación.
MAKIANO GALLARDO.

(Se continuará.)

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n a t t o r í a mi
(Conoluaión.)

u v o l u g a r l a noche del 9 de F e b r e r o ú l t i m o , e n l a
Sociedad Militar de A l d e r s h o t ( i ) , y bajo la presi-
dencia del G e n e r a l Jefe de l a D i v i s i ó n a c a n t o n a d a
en este p u n t o , y c o n presencia d e los Oficiales
pertenecientes á l a m i s m a , u n a conferencia sobre
electricidad y s u v a l o r táctico en las operaciones
de g u e r r a .
E l conferenciante. C o m a n d a n t e d e Ingenieros H i p p i s l e y , e m -
p e z ó s u disertación haciendo u n a reseña histórica d e l uso d e l a
electricidad aplicada á la l u z , en las operaciones de la g u e r r a , des-
de el p r i m e r e n s a y o hecho p o r los franceses en 1855, en el ataque
de K i n b u r n , p o r los aliados, p o c o antes de l a conclusión d e la
g u e r r a de C r i m e a , en d o n d e la e m p l e a r o n p a r a descubrir el p u n t o

(1) Á una hora de tren de Londres, se encuentra este punto, al que pudiéramos
llamar el Carabanchel inglés: es una población militar en su mayor parte, teniendo
en sus inmediaciones un magnífico y extenso campo de instrucción en donde pueden
maniobrar varios miles de hombres de todas Armas. Prometemos á nuestros lec-
tores hacer en tiempo oportuno una descripción de esta Escuela práctica inglesa,
en donde se ha acumulado una inmensa riqueza militar.

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154 ; ' M ! EEVISTA TÉCNICA

atacable. N o conociéndose los d i n a m o s , el m é t o d o q u e a d o p t a r o n


p a r a p r o d u c i r la l u z eléctrica fué t a n caro c o m o e m b a r a z o s o , con-
sistiendo en la aplicación de las primitivas baterías, q u e c o m o es
sabido, son q u e b r a d i z a s y difíciles de t r a n s p o r t a r .
H a s t a el sitio de P a r í s n o se e m p l e a r o n con b u e n éxito las lu-
ces eléctricas: los dos b a n d o s las u s a r o n , pero con resultados
m u y superiores p o r parte de los alemanes, que se sirvieron ele di-
namos. . '
E n los años q u e h a n seguido á la g u e r r a f r a n c o - a l e m a n a , se
h a n efectuado inmensos adelantos en las m á q u i n a s p r o d u c t o r a s ele
l u z eléctrica, los q u e hacen sea aplicable á la g u e r r a , considerán-
dose c o m o imprescindible h o y p o r todas las naciones civilizadas.
L a necesidad de l u z artificial p a r a descubrir al enemigo y el
terreno q u e o c u p a en las operaciones de noche, se manifiesta ori-
g i n a r i a m e n t e en la invención de las bengalas y de las antiguas
b o m b a s de iluminación, q u e hicieron su papel y prestaron servi-
cios excelentes c u a n d o los E j é r c i t o s peleaban en radios m u y r e d u -
cidos, pero q u e en la actualidad serían poco eficaces en las g r a n -
des distancias á q u e se c o m b a t e , y p o r lo t a n t o , forzoso es e m -
plear medios m á s poderosos de iluminación.
L a utilidad especial de la l u z eléctrica estriba, no sólo en su
g r a n brillantez, la q u e , c o m o nadie i g n o r a , es m á s poderosa q u e
cualquier otra artificial, sino t a m b i é n y principalmente, en la p r o -
piedad de q u e el espacio o c u p a d o p o r u n foco luminoso de ésta,
es m u c h o m á s p e q u e ñ o q u e el de c u a l q u i e r a otra l u z del m i s m o
p o d e r iluminante. E s t a p r o p i e d a d facilita el proyectarla sobre el
foco de u n a lente ó espejo, p r o d u c i e n d o p o r esta combinación u n
finísimo h a z de l u z , de r a y o s p r ó x i m a m e n t e paralelos.
C u a n t o m a y o r es u n foco l u m i n o s o , tanto m á s confuso y diver-
gente es el h a z q u e i r r a d i a ; y a u n q u e u n foco p u e d a d a r m á s
l u z q u e otro más p e q u e ñ o , su potencia iluminante á u n a distancia
d e t e r m i n a d a , p u e d e ser m u c h o m e n o r . D e aquí, el q u e la l u z eléc-
trica sea insustituible en la iluminación á distancias considerables.
L a clasificación de las luces debe hacerse p o r sus aplicaciones,
p u d i e n d o dividirse en tres g r u p o s .
De primera.—Para barcos de g u e r r a , defensas de costas, for-
talezas y trabajos s u b m a r i n o s .

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Semi-portitiles.'—Para embarcaciones m e n o r e s , etc.
P o r í á í í Z e s . — P a r a operaciones de g u e r r a , trabajos de m i n a s y
señales.
E n I n g l a t e r r a se h a n hecho g r a n d e s acopios de este material en
sus tres clases, en previsión de tenerlo q u e e m p l e a r en u n a confla-
g r a c i ó n e u r o p e a , y siendo imposible de i m p r o v i s a r en la v í s p e r a
de u n a c a m p a ñ a , c o m o asimismo el conocerlo encontrándose c o m o
se e n c u e n t r a depositado en los almacenes, se i m p o n e la necesidad
de d i f u n d i r su m o d o de funcionar, p a r a n o hacer estériles los sa-
crificios hechos de t i e m p o y de d i n e r o ; siendo este el objeto que
se p r o p u s o el conferenciante.
D e u n a p a r a t o eléctrico m o d e r n o lo suficientemente portátil
p a r a seguir á u n E j é r c i t o en c a m p a ñ a , p u e d e n obtenerse m u y v a -
riadas aplicaciones.
E m p e z a n d o p o r su uso m á s o b v i o , el de sitios, desde luego se
c o m p r e n d e los servicios q u e p o d r á prestar desde el p r i m e r m o -
m e n t o , lo m i s m o al atacante q u e al defensor, en las distintas fases
y circunstancias de estas difíciles manifestaciones de la g u e r r a ,
p u d i e n d o g a r a n t i z a r q u e m u y p r o n t o t e n d r á n la l u z de p r i m e r a
clase todas las fortalezas importantes del m u n d o . E n a p o y o de esta
aseveración d e b e n citarse los siguientes antecedentes.
L o s fabricantes S h u c k e r t de N u r n b e r g , h a n construido y a p a r a
varios países, y entre ellos p a r a los alemanes, u n g r a n n ú m e r o de
poderosos a p a r a t o s , y a u n q u e no h a y detalles del sitio d o n d e los
h a n fijado, es r a z o n a b l e s u p o n e r q u e algunos ele ellos estarán per-
m a n e n t e m e n t e colocados en sus principales p l a z a s fuertes.
L a casa S a u t t e r L e m m o n i e r y C o m p a ñ í a de P a r í s , h a n hecho
lo m i s m o p o r cuenta del G o b i e r n o francés, é igualmente p o r encar-
g o de Bélgica, D i n a m a r c a , Suecia y otros pequeños E s t a d o s .
E n Inglaterra, c o m o a c a b a m o s de decir, se h a n hecho p r e p a r a -
tivos en g r a n d e escala, p a r a la introducción, en las defensas de
m a r y t i e r r a del S u r , d e los focos d e l u z m á s poderosos. P o r lo
tanto, bien se p u e d e a s e g u r a r , sin riesgo de e q u i v o c a r s e , q u e á
cualquier p l a z a fuerte á d o n d e se dirija u n E j é r c i t o con el objeto
de atacarla, la e n c o n t r a r á en posesión de l u z eléctrica con la que
escudriñará los trabajos nocturnos q u e contra ella so c o n s t r u y a n ,
a u m e n t a n d o de este m o d o sus medios de defensa.

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E l estar d o t a d a u n a p l a z a fuerte de estos n u e v o s elementos de-
fensivos, n o i m p l i c a r á , s e g u r a m e n t e , q u e los sitios sean m á s
largos q u e lo f u e r o n c u a n d o los sistemas de i l u m i n a c i ó n eran m á s
imperfectos; p e r o n o cabe d u d a de q u e siguiendo el sistema siem-
pre e m p l e a d o de construir obras d u r a n t e l a noche p a r a hostilizar
desde ellas al defensor d u r a n t e el d í a , se o b t e n d r á el resultado á
costa del sacrificio de m u c h a s vidas.
E n este caso, parece q u e l a desventaja está d e parte del ata-
cante; p e r o no lo será así si á su v e z éste dispone d e u n foco d e
l u z eléctrica, p u e s si l a e m p l e a convenientemente d i s m i n u i r á e n
g r a n parte aquellas v e n t a j a s , n e u t r a l i z a n d o los efectos d e l a del
defensor, p o r q u e se h a visto en las experiencias q u e t u v i e r o n l u g a r
en M ü f o r d H a v e n en 1 8 8 6 , q u e c u a n d o la atmósfera se encuentra
c a r g a d a de v a p o r e s , h u m o ó niebla, el p o d e r penetrante d e las
luces d e u n a f o r t a l e z a , puede- dismuirse de uri modo considerable
empleando el atacante un haz de luz que se cruce en ángulo con el
del defensor. E n el referido l u g a r d e experiencias se d e m o s t r ó d e
m o d o evidente este h e c h o , siendo m u y débiles las luces d e l a
defensa al c r u z a r s e sus hazes con los d e l a t a q u e , c o m o t a m b i é n
que los espacios iluminados en su intersección f o r m a b a n u n a p a n -
talla m á s ó menos o p a c a , s e g ú n la cantidad de h u m o ó niebla q u e
h a b í a en la a t m ó s f e r a . B i e n es v e r d a d q u e las luces se dirigieron
de u n m o d o m u y hábil, obteniéndose p o r esto resultados satisfac-
torios y superiores á los de l a defensa, q u e n o s u p o sacar el mis-
m o partido.
E l sistema q u e se empleó fué el siguiente:
S e p r o y e c t ó u n a l u z sobre l a orilla del área d e f e n d i d a , l a q u e
f o r m a n d o u n a pantalla parcial delante d e l e n e m i g o , dio l u g a r á
que u n barco-torpedo se acercara á las fortificaciones sin ser visto,
acreditándose q u e h u b i e r a p o d i d o hacer g r a n d a ñ o e n las obras
de defensa. O t r a s kices se dirigieron contra la A r t i l l e r í a , y el efec-
to fué el de d e s l u m h r a r á los artilleros, impidiéndoles a p u n t a r sus
cañones con exactitud. L a s luces se l a n z a r o n p o r destellos rápidos
de u n lado á o t r o , p r o d u c i e n d o el efecto de r e l á m p a g o s q u e cega-
b a n a ú n m á s á los artilleros; p u e d e considerarse, p o r lo t a n t o ,
u n a l u z eléctrica bien m a n e j a d a , c o m o u n telón detrás del cual las
operaciones contra el enemigo serán un.secreto p a r a él. E l m o d o

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de conseguir esto es m u y sencillo, a u n q u e se necesita g r a n c u i d a -
d o en el manejo del reflector; basta colocar u n p o d e r o s o foco d e
l u z á l a a l t u r a y enfrente del flanco del enemigo p r o y e c t á n d o l o p o r
t o d o él, l a n z a n d o los hazes d i a g o n a l m e n t e , y n o paralelos á sus lí-
neas, p o r q u e de este m o d o se o b t e n d r á u n a o b s c u r i d a d m a y o r en
el espacio q u e se desea ocultar, á lo q u e c o n t r i b u i r á el d e s l u m b r a -
miento q u e s u f r i r á n los q u e h a y a n de a p u n t a r las piezas. A l u s a r
de este m o d o el p r o y e c t o r , h a y q u e evitar c o n g r a n cuidado q u e
u n destello m a l dirigido p u e d a i l u m i n a r el t e r r e n o q u e se desea h a -
cer invisible. ^
N o solamente c u b r e la l u z eléctrica la construcción de parale-
las ó baterías d e sitio, si el terreno ó la f o r m a d e la fortificación
lo p e r m i t e n , sino q u e t a m b i é n sirve p a r a hacer la p u n t e r í a d e los
cañones q u e h a y a n d e protejer los trabajos, pues el fuego p u e d e
dirigirse c o n casi la m i s m a exactitud q u e d u r a n t e el d í a .
E n L y d d , e n 1886, se a p u n t a r o n las piezas á u n a o b r a i l u m i n a -
d a p o r u n a l u z colocada á 1.200 y a r d a s al flanco d e la posición.
E l perfil d e la o b r a se vio m u y distintamente, y la p u n t e r í a f u é
perfecta.
EJn cuanto al t a m a ñ o y condiciones de los aparatos q u e d e b e n
usarse en los sitios, la práctica aconseja que sean los m á s p o d e -
rosos posibles, siendo el límite m á x i m o el c{ue su peso p e r m i t a
hacerlos trasportables, teniendo en cuenta q u e c o m o u n E j é r c i t o
n o se colocará delante d e u n a p l a z a fuerte sin llevar cañones de
calibres considerables, n o h a y inconveniente en construir a p a r a t o s
m á s pesados, y , p o r consiguiente, m á s poderosos q u e los q u e se
e m p l e a n p a r a otros objetos.
E n vista d e los resultados obtenidos en las m a n i o b r a s últimas,
las opiniones se hallan d i v i d i d a s , existiendo m á s partidarios del
e m p l e o de la l u z e n el a t a q u e q u e en la defensa. S i n e m b a r g o d e
esto, p o d e m o s a s e g u r a r q u e si se hubiesen seguido otros procedi-
mientos e n el empleo d e la l u z , los resultados h u b i e r a n sido bas-
tante m á s ventajosos d e lo q u e f u e r o n ; pues lo sucedido en las
m a n i o b r a s del m e s de J u l i o á la s e g u n d a c o l u m n a de c a m p a ñ a
frente al reducto de N o r t h C a m p , fué q u e a l g u n a s veces se v i e r o n
distintamente los perfiles d e l a o b r a e n d o n d e f u n c i o n a b a u n r e -
flector por impericia de los que lo manejaban, h a b i e n d o m o m e n t o s

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en q u e dirigieron la l u z en dirección opuesta al e n e m i g o , p o r c u y a
r a z ó n era m u y natural se v i e r a n a l g u n a s partes del reducto, c o m o
t a m b i é n el dirigirla p o r ángulos m u y abiertos antes de e m p e z a r
el m o v i m i e n t o de avance; pero todos los testigos presenciales c o n -
cederán q u e al efectuarse éste, el reducto q u e d ó completamente
invisible. E s t o es lo q u e debe o c u r r i r siempre q u e la l u z sea bien
m a n e j a d a , pues todos los p u n t o s inmediatos á ella q u e d a n e n v u e l -
tos en la m á s densa o b s c u r i d a d ; y lo q u e s u c e d e r á , si el a t a -
cante la e m p l e a con igual acierto, es q u e llegarán á c r u z a r s e las
bayonetas sin haberse visto m u t u a m e n t e .
O t r o p u n t o h a y , respecto al asunto q u e nos o c u p a , del m a y o r
interés y d i g n o de ser estudiado con detenimiento, y es el referente
al sistema de a r r a s t r e d e u n material, h a s t a a h o r a desconocido en
los anales de la g u e r r a .
I n g l a t e r r a es el único país en d o n d e se emplean p a r a este obje-
to las mác|uinas de v a p o r , mientras q u e la m a y o r parte de los
E j é r c i t o s del continente h a n a d o p t a d o el arrastre p o r caballos.
L a s razones q u e se t u v i e r o n presentes p a r a la adopción de
aquel sistema f u e r o n : facilidad de transporte, e c o n o m í a , m a y o r v e -
locidad p a r a presentar la l u z en poco t i e m p o en diferentes puntos
ó r e t i r a r l a repentinamBnte; m a y o r e s f u e r z o p a r a el t r a s p o r t e de
los pesos del a p a r a t o , m á q u i n a , etc., en terrenos d u r o s ó en cual-
quier camino u s a d o p a r a el tráfico p o r r u e d a s , p u d i e n d o llevarse
m á q u i n a s m á s poderosas (que en este asunto es lo m á s i m p o r t a n -
te); velocidad superior á 5 millas p o r h o r a ; i m p o r t e del c a r b ó n in-
ferior al de las raciones de los caballos en i g u a l d a d de circunstan-
cias , á m e n o s q u e el t é r m i n o m e d i o de las m a r c h a s pase de 28
millas al d í a ; pues c o m o lo a s i g n a d o á los caballos es tanto p o r
d í a , y p a r a las m á q u i n a s tanto p o r milla, resultará m á s económico
el arrastre a n i m a l , y , p o r ú l t i m o , e c o n o m i z a caballos, haciéndose
independiente el trasporte, c u a n d o p o r causas e x t r a o r d i n a r i a s es-
caseen aquéllos ó h u b i e r a necesidad de t r a s p o r t a r objetos m á s
necesarios.
E n contra de todas estas ventajas h a y , a u n q u e pocos, algunos
inconvenientes de g r a n d e i m p o r t a n c i a , y son: P r i m e r o , q u e es
m u y lenta y desesperante su conducción á través de tierras blan-
das ó pantanosas, c o m o sucedió al atravesar la c a m p i ñ a en Deep

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R o c k H i l l cerca de B a r o s s a el a ñ o p a s a d o ; y s e g u n d o , q u e no se
p u e d e pasar p o r encima de puentes de circunstancias, y en a l g u -
nos casos p o r otros p e r m a n e n t e s .
P o r estas dos r a z o n e s , la locomóvil t u v o cjue c¡uedarse en
B l a c k w a t é r en las citadas m a n i o b r a s , no p u d i e n d o pasar p o r
los puentes i m p r o v i s a d o s p o r el E s t a d o M a y o r y Colegios M i -
litares. S i se h u b i e r a dispuesto de u n material tirado p o r c a b a -
llos, se h u b i e r a conseguido p a s a r , p o r q u e los pesos se r e p a r -
ten en m a y o r n ú m e r o de r u e d a s , y en las m á q u i n a s de v a p o r , es
sabido q u e deben ser m u y pesadas si h a n de a r r a s t r a r g r a n d e s pe-
sos, g r a v i t a n d o estos sobre dos d e sus r u e d a s . T a m b i é n es sabido
que p u e d e exigirse de los caballos u n esfuerzo s u p r e m o en casos
d e t e r m i n a d o s , mientras q u e en estos m i s m o s c a s o s , c o m o p o r
ejemplo, en u n sitio p a n t a n o s o , al atascarse la m á q u i n a é intentar
salir del atolladero, se h u n d e m á s p o r el t r a b a j o de sus r u e d a s ;
es cierto q u e h a y el r e c u r s o de colocar d e b a j o de ellas tablones y
e m p l e a r el cric, p e r o este n o es asunto de m i n u t o s , sino de h o r a s .
R e s u m i e n d o : en vista d e lo e x p u e s t o , es lógico d e d u c i r q u e son
necesarios dos clases de material si la l u z eléctrica h a de seguir
los m o v i m i e n t o s de u n E j é r c i t o ; u n o de tracción de v a p o r , y otro
de tracción a n i m a l , u s a n d o el p r i m e r o hasta d o n d e sea posible,
p o r ser el de m a y o r potencia, y el s e g u n d o en los casos d o n d e no
p u e d a llegar el p r i m e r o .
V e a m o s a h o r a c ó m o son los a d o p t a d o s en otras naciones.
L o s franceses conducen su material en dos carruajes de c u a t r o
r u e d a s , tirado cada u n o p o r c u a t r o caballos. L o s a p a r a t o s son r e -
lativamente ligeros, p e r o la l u z es la m i t a d de la q u e se o b t u v o
en Inglaterra e m p l e a n d o la mác[uina de v a p o r en el año ú l t i m o .
P o s e e n otros tipos p a r a servicios especiales, incluso u n o c o n d u c i -
d o á l o m o , p a r a los países m o n t a ñ o s o s .
E l material a l e m á n t a m b i é n v a en dos c a r r u a j e s , u n o destina-
d o al a p a r a t o g e n e r a d o r , y. otro p a r a el p r o y e c t o r . E s t e material
es m á s ligero y m e j o r q u e el do los franceses.
L o s italianos h a n e n s a y a d o el de las dos naciones anteriores,
d a n d o mejores resultados el ú l t i m o . H a n o r g a n i z a d o siete seccio-
nes portátiles, q u e t r a t a n de elevar á d o c e , habiéndolo usado en
S a a t i y M a s s u a h en 1887-89.

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160 R E V I S T A TÍÉCNICA D E I N F A N T E R Í A Y CABALLERÍA

L o s rusos no h a n hecho g r a n d e s progresos en m a t e r i a de kices


portátiles; p e r o recientemente dos casas c o n s t r u c t o r a s , u n a f r a n -
cesa y l a inglesa de A v e l i n g y P o r t e r de R o c h e s t e r , h a n recibido
órdenes de construir m á q u i n a s d e v a p o r y d i n a m o s parecidos al
m o d e l o inglés, p e r o m á s p e q u e ñ o s .
P a r a t e r m i n a r , dijo el M a y o r H i p p i s l e y .
« N o desconociendo la i m p o r t a n c i a y ventajas q u e p r o p o r c i o n a
el poseer l u z eléctrica p a r a las operaciones de g u e r r a , c o m o sucede
á I n g l a t e r r a , según he t r a t a d o d e d e m o s t r a r , debo hacer constar
q u e en algunos detalles hay naciones q u e están m á s adelantadas
q u e l a nuestra. H e m o s hecho m u c h o s e x p e r i m e n t o s con p r o y e c t o -
res eléctricos en sus distintos g r a d o s d e portatilidad; pero hasta
a h o r a , sólo tenemos u n a p a r t e del m a t e r i a l necesario, y es la m á -
q u i n a de v a p o r y d i n a m o q u e sirvieron en las pasadas m a n i o b r a s .
A u n no h a y n i n g ú n carruaje especial p a r a la conducción del p r o -
y e c t o r , y sostengo q u e p o r m u c h o q u e sea el v a l o r de la tracción
p o r v a p o r , éste n o es suficiente, y q u e necesitamos u n a p a r a t o
m á s ligero a p r o p ó s i t o p a r a trasportarlo p o r caballos. L o m e j o r
q u e p u d i é r a m o s hacer, sería a d o p t a r u n o de los dos tipos del con-
tinente, h a s t a q u e se inventen otros mejores, p u e s t o ' q u e allí h a n
trillado el asunto de m o d o tan completo, y sus producciones s o n
el resultado de años de experiencias, siendo p o r lo tanto los m e -
jores y m á s completos q u e se p u e d e n o b t e n e r . »
D e desear sería q u e e n E s p a ñ a se siguieran estos consejos: las
contingencias de lo p o r v e n i r se presentan m u y o b s c u r a s , y tal v e z
necesitemos mucha, luz p a r a g u i a r nuestros pasos.
A . GUERRILLAS.

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steáii Silre la defensa ie Espala.
(Continuación.)

ECESiTANDO las cscuadras agresoras estar siempre con las


calderas encendidas, y en disposición de combate cuando
se e n c u e n t r a n bloqueando ó maniobrando para la p r o -
teger de la organización, m a r c h a y operaciones de u n
convoy, h a r á n u n inmenso consumo de combustible, que
necesitarán reponer con frecuencia; haciéndose preciso,
ó la compañía constante de numerosos transportes de
carbón, que efectúen el trasbordo en alta m a r , lo que
hace m u y embarazosa su situación, ó la proximidad de u n puerto propio
para q u e , rápidamente y por t u r n o , puedan ir á repostarse del carbón
necesario.
L a s constantes averías que los buques sufren en la navegación y las
más probables en tiempo de g u e r r a , requieren tan imperiosamente como
la circustancia anterior, la proximidad de u n puerto de refugio donde
componerlas; y, por último, como los buques no pueden sostenerse en
aguas determinadas cuando los sorprende a l g u n a tempestad, teniendo,
según sus condiciones m a r i n e r a s , que sujetarse más ó menos al furor de
los vientos y las olas, si no c u e n t a n con u n puerto cercano donde ir á e n -
cerrarse mientras corre el temporal, t e n d r á n que diseminarse por los ma-
TOIIO II. u

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res, expuestos á ser cazados ó echados á pique por los que de los puertos
saldrían en su busca, ó cual nuestra «Invencibles, irán á estrellarse en
las costas enemigas, cayendo sin combatir en nuestro poder.
L a s deducciones que de esto sacamos, son: 1.° que es m u y difícil ó
imposible, cuando media u n a distancia algo considerable, evitar que nues-
tros buques crucen los mares que h a de seguir la invasión; y 2.°, que es
peligrosísima toda operación contra u n a s costas cuando no se tiene sobre
ellas, ó en sus aguas, u n puerto de refugio.
H e m o s dicho que la Nación que nos invadiera por las costas, tendría
que desembarcar u n Ejército suficiente para luchar con el que nosotros le
opondríamos, por que de no serlo, quedaría derrotado y prisionero, si no
podía reembarcarse. L a razón es clara: tan pronto como el Ejército h a des-
embarcado, queda entregado á sus propias fuerzas, y sirviéndole la escua-
dra de base de operaciones, por ella tiene que recibir toda clase de recur-
sos y desalojar los elementos que le sean perjudiciales. No puede a d m i -
tirse que h a y a desembarcado en u n a plaza fuerte, sino en u n a abierta,
a u n q u e tenga b u e n p u e r t o , y como rápidamente caerán sobre ellos las
fuerzas más inmediatas y sucesivamente irán llegando las más lejanas, se
encontrarán que renovando los enemigos el combate en todos los momen-
tos, ellos se e n c u e n t r a n imposibilitados de recibir refuerzos; y teniendo á
su espalda el m a r , ó tienen que sucumbir ó derrotar á sus adversarios, lo
que no podrán conseguir si no son superior en n ú m e r o y elementos, dada
la crítica situación en que se e n c u e n t r a n ; haciendo notar que hemos con-
siderado que el desembarco se hubiese efectuado por completo, no sentir
las tropas ni ganado los efectos del mareo y tomando el Ejército el terreno
suficiente p a r a combatir; pero si suponemos, como casi siempre sucederá,
que las fuerzas llegan cuando el desembarco se está efectuando, la opera-
ción se dificulta i n m e n s a m e n t e y el peligro de los desembarcados a u -
m e n t a en cada m o m e n t o .
Algunos datos de importantes invasiones nos darán m u c h a luz en
nuestro estudio. E n la gloriosa c a m p a ñ a del D u q u e de A l b a para ceñir en
las sienes de F e l i p e I I la corona de P o r t u g a l , llegó á Setubal con cerca
de 20.000 hombres, y aprovechando 6.000 que tenía la escuadra del M a r -
qués de S a n t a Cruz, embarcó algunos más que desembarcaron en la M a -
rina Yieja del Cascaos sin oposición ni contratiempo, volviendo después
la flota por el resto del Ejército. L a escuadra se componía de 60 buques,
de modo que para un Ejército de 24.000 hombres y poco más de 1.000 c a -
ballos, necesitó hacer dos viajes en u n trayecto de 75 á 80 kilómetros.
E n la expedición de Carlos I á T ú n e z , embarcaron en Barcelona con
el E m p e r a d o r á la cabeza 25.000 infantes y 2.000 caballos en 420 buques

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DE mPANTERÍA Y C A B A L L E R Í A 163

de todas clases, concurriendo con sus escuadras el P a p a , los italianos,


P o r t u g a l y E s p a ñ a : desembarcaron en P u e r t o F a r i ñ a , cerca de Cartago,
unas 6 millas al O. de la Goleta, sin oposición de los tunecinos. L a famo-
sa c o n q u i s t a d o Oran, que dirigió el Conde d e M o n t e m a r , se hizo por u n a
expedición compuesta de 27.000 combatientes divididos en 40 batallones,
24 escuadrones y sobre 100 cañones y morteros, a b u n d a n t e m e n t e provista
de provisiones de boca y g u e r r a ; necesitó para su transporte 600 buques,
contando 57 embarcaciones desocupadas, que m a r c h a b a n de respeto, y la
escuadra que se componía de 23 fragatas, galeras y bergantines. E l em-
b a r q u e se efectuó en Alicante, y el desembarco en la playa de las A g u a -
das, cerca de Mazalquivir, sin resistencia ni oposición n i n g u n a .
L a moderna expedición á Crimea, verificada por F r a n c i a , I n g l a t e r r a
y T u r q u í a , se efectuó por 58.000 h o m b r e s , conducidos por 220 transpor-;
tes, escoltados por 80 buques de g u e r r a ; desembarcaron en la playa de
Oldfort cerca de E u p a t o r i a , y no obstante no haber tenido oposición, tar-
daron cinco días en t e r m i n a r la difícil operación del desembarco.
U n a invasión que se dirigiera desde I n g l a t e r r a ó cualquier otra N a -
ción á las costas de E s p a ñ a , que se compusiera de 50.000 h o m b r e s , con
6.000 caballos, 150 piezas de Artillería y todos los repuestos, trenes, pro-
visiones y parques correspondientes, hemos calculado que necesitaría
p r ó x i m a m e n t e 180 vapores del tipo de los trasatlánticos, ó el número e q u i -
valente de otros buques menores, porque no creemos que h a y a Nación que
los pueda r e u n i r fácilmente.
Que u n Ejército de 50.000 combatientes no es suficiente para invadir
á E s p a ñ a , no necesitamos decirlo, porque hasta de los niños es sabido;
pero pudiendo esta invasión tener por objeto a u x i l i a r la operación de u n
Ejército de tierra, la tendremos que estudiar y combatir. H e m o s dicho que
P o r t u g a l puede hacernos g u e r r a aliada con otra Nación, que bien p u d i e r a
ser I n g l a t e r r a ó A l e m a n i a y a u n I t a l i a . D e los 300.000 hombres que p o -
dríamos poner en pie do g u e r r a , 100.000 ó 150.000 entrarían en P o r t u g a l ,
y otros 100.000 los dedicaríamos á g u a r d a r las costas, quedando sin m o v i - .
lizar los 50.000 restantes si las circunstancias no lo e x i g í a n ; pudiera suce-
der que cometiéramos el error diplomático de dejar desembarcar en el
vecino reino u n a expedición antes de declarar la g u e r r a ; pero la segunda
tendría que ser en g u e r r a abierta, y vamos á ir analizando todos sus
pasos.
Siendo como es la escuadra inglesa, m u y superior á la española, dicho
se está que bloquearía nuestras costas, encerrando en el F e r r o l los buques
de g u e r r a que en él estuvieran, y vigilando con igual ó superior número
de buques á los cruceros, que hicieran estación on los puertos accidentales

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164 REVISTA TÉCNICA D E INFANTERÍA Y CABALLERÍA

de F r a n c i a . L a preparación de la expedición requiere mucho tiempo,


grandes preparativos, suspender la mayor parte del comercio, y varios
puertos de donde partir, por no ser fácil la existencia de u n o donde c ó ­
m o d a m e n t e se puedan hacer las operaciones de embarque en tan i n m e n ­
sa flota. L a salida del convoy no puede permanecer reservada por m á s
precauciones q u e el Gobierno tome; el telégrafo llevará la noticia á t o ­
dos los q u e en impedir la marcha se interesen. P o r m u y vigilados q u e
estén los cruceros que hemos apostado en aguas francesas, y por m u y
tupido q u e supongamos el bloqueo del F e r r o l y C á d i z , no nos parece
imposible la salida de algún b u q n e de mueho andar, aprovechando la
obscuridad de la noche, para escapar navegando con luces apagadas. E l
combate lo debe rehusar á toda costa; pero si no tiene otro remedio, lucha
y h u y e en cuanto p u e d a , para poder cumplir su misión importantísima.
(Se continuará.)
JUAN CALERO ORTEGA,

Teniente de Infantería.

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Ilii sifere li siiilaeiée de eeferieiades

(Conclusión.)

III

en. el anterior artículo el procedimiento, á n u e s ­


X P U E S T O

tro modo dé ver más adecuado y conveniente p a r a llegar


á descubrir la ficción"de u n a dolencia, cualquiera que sea
la forma con que ella se r e v i s t a , creemos oportuno hacer
un ligero examen de otros medios repetidamente e n s a y a ­
dos por los peritos, en muchos casos de simulación, a l g u ­
nos de los cuales hemos de rechazar en absoluto, aceptan­
do otros solo en circunstancias excepcionales y con las
restricciones qne tendremos cuidado de a p u n t a r .
E r a m u y común, en otros tiempos, apelar al empleo de remedios dolo­
rosos, de pócimas repugnantes y aun de substancias activas, capaces de pro­
ducir verdaderos trastornos en el individuo, con objeto de que éste c a p i ­
tulara y confesase la impostura. L a cauterización por los fuegos, los m o -
xas, sedales, ortigas, cera en fusión, ligaduras, fustigaciones, e t c . , eran
medios usados con h a r t a frecuencia, y que recomendaban por sus excelen-

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tes resultados los autores clásicos
de los siglos anteriores; asociados
estos bárbaros procedimientos á u n a prolongada die-
ta absoluta, al narcotismo, á la embriaguez j á otros
estados patológicos, artificialmente provocados en el
organismo, fácil es comprender el éxito que de ellos obtenían en
los verdaderos simuladores; pero dada la escasez de recursos cien-
tíficos en aquellas épocas, para el diagnóstico de numerosas enfer-
medades, no es aventurado suponer que serían martirizados m u -
chos desdichados enfermos, por el solo delito de despertar sospechas
de simulación, como asimismo que las consecuencias de medios tan
enérgicos, h a b í a n de s e r , con frecuencia, desastrosas.
No hay p a r a q u é decir que en el día j a m á s son admitidos proce-
dimientos tan crueles y que á nadie ocurre descubrir á u n farsante
por el camino de la mortificación y de la violencia; pero si esta con-
ducta es u n á n i m e m e n t e rechazada hoy por los prácticos, no sucede lo
mismo con el empleo de u n a porción de agentes poderosos, q u e muchos
admiten, ora como medio de investigación en casos dudosos, o r a como tra-
tamiento racional de la supuesta dolencia que puede aclarar más ó m e -
nos pronto el juicio definitivo sobre la m i s m a ; veamos cuáles sean estos
recursos, y la opinión que cada uno de ellos nos merece.
F u n d á n d o s e en la conocida m á x i m a de in vino véritas, se h a recomenda-
do producir la embriaguez en el sujeto sospechoso de simulación, y obser-
varle mientras dure aquélla; es indudable que el hombre ebrio no se halla
en condiciones de sostener con éxito cualquiera superchería, y que d e l a -
tará fácilmente cuanto finja en su estado n o r m a l ; m u l t i t u d de observaciones
comprueban este hecho, y sin ir m á s lejos, los periódicos noticieros han re-
ferido hace m u y poco tiempo, que en u n a linda capital de nuestras provin-
cias vascongadas, aparecieron beodos u n a m a ñ a n a completamente una por-
ción de mendigos, entre los que se encontraban varios que hasta aquel día
eran tenidos por cojos, mancos, ciegos, mudos, etc.; pues bien, todos estos
achaques habían desaparecido como por encanto y no mostraban el m e -
nor vestigio de sus fingidas dolencias, en tanto duró la beneficiosa acción

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alcohólica. P u e d e , por tanto, admitirse que la embriaguez constituya u n
medio eficaz y oportuno para descubrir u n a i m p o s t u r a ; pero en m a n e r a
alguna podemos estar conformes con su adopción por el perito encargado
de observar al supuesto simulador, porque al tomar la iniciativa ó favore-
cer al menos la producción de estado tan degradante en u n sujeto someti-
do á sus cuidados, no quedarían á gran altura su respetabilidad y deco-
ro, por m u y justificables que fueran sus propósitos; esto, aparte de que ni
la embriaguez se d e t e r m i n a contra la voluntad del individuo, ni es fácil
que éste contribuya do u n modo espontáneo á caer en el lazo que sus v i -
gilantes pudieran tenderle. Debemos, pues, rechazar este r e c u r s o , y ú n i -
camente aprovecharle cuando por circunstancias casuales, ajenas á n u e s -
t r a intervención, se nos presente ebrio el sujeto sospechoso, en cuyo caso
será m u y conveniente observar la m a n e r a como se conduce mientras dure
tal estado.
L a anestesia, principalmente la determinada por el cloroformo y el
éter, se h a ensayado por muchos prácticos para resolver algunos casos
m u y dudosos de simulación. Merced á los distintos fenómenos que en cada
u n a de las fases del sueño anestésico se p r o d u c e n , estando por completo
abolida la conciencia, h a n podido descubrirse numerosas ficciones, sobre
todo las del aparato locomotor, como falsas parálisis, contracturas, claudi-
caciones, etc., así como la m u d e z , t a r t a m u d e z , afonía y otras diversas do-
lencias. A pesar de estas ventajas, somos decididamente adversarios del
empleo de este procedimiento, por los peligros que consigo lleva; con razón
h a dicho P l o u r e n s , que es el cloroformo im agente maravilloso y terrible
que quita el dolor y á veces la vida; y en efecto, saben todos los médicos
que no es raro ver sobrevenir d u r a n t e la anestesia clorofórmica, síntomas
de rápida asfixia ó u n síncope ó colapso, casi siempre m o r t a l ; y siquiera
estos gravísimos accidentes se expliquen después por predisposición e s p e -
cial ó lesiones existentes en el individuo, es lo cierto, que de ordinario no
pueden conocerse a priori, siendo, por tanto,
imposible asegurar, en caso alguno, que la c l o -
roformización esté exenta de todo peligro. E s t a
razón nos parece bastante poderosa p a r a des-
echar aquel medio de esclarecer la v e r d a d , má-
xime existiendo siempre tantos otros que, aun-
que menos brillantes, podrán conducirnos á ob-
tener análogos resultados.
Casi el mismo concepto que la aneste-
sia nos merece el narcotismo, r e c o m e n d a -
do también por algunos prácticos para la

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averiguación de algunas afecciones simuladas; el opio, la morfina y demás
medicamentos que dan lugar á la narcosis, son agentes difíciles de mane-
j a r , porque sus efectos varían con la diferente impresionabilidad de los su-
jetos, y á poco que se quiera e x t r e m a r su acción, pueden acarrear fenó-
menos tóxicos y de gravedad para el organismo. P u e d e admitirse el em-
pleo de u n narcótico á dosis prudentes en aquellos casos en que parezca
indicado, como cuando se acusa u n fuerte dolor ó extremo desasosiego
que, á ser cierto, se calmará por aquel medio; asimismo podrá usarse como
hipnótico p a r a favorecer la observación de la incontinencia de orina, del
sonambulismo y demás enfermedades que ofrecen sus manifestaciones d u -
r a n t e el s u e ñ o : pero aun en estas ocasiones se debe proceder con gran
prudencia, r e p e t i m o s , sin buscar otra acción que la p u r a m e n t e medica-
mentosa, ni llegar á los límites del narcotismo, que casi siempre se con-
funden con los del envenenamiento.
No hemos de j u z g a r con t a n t a severidad la adopción de otros recursos
terapéuticos más ó menos molestos, pero exentos de todo peligro, que usa-
dos de un modo racional, pueden descubrir la simulación, constituyendo,
en caso de no h a b e r l a , u n tratamiento apropiado de la dolencia que
se acusa. Hace algunos años tuvimos en observación á u n soldado
que aquejaba con gran frecuencia u n dolor intenso en el muslo, por
e l que se escusaba de cumplir muchos servicios; agotadas todas las
•fricciones y remedios sencillos, y figurándosenos que se t r a t a b a de
u n a ficción, por faltar los síntomas de u n a verdadera ciática, se nos
ocurrió aplicar u n a cantárida al sitio del dolor; pero apenas fué
puesta se la quitó el sujeto, manifestando estar curado, y sin que
volviera después á presentarse en la enfermería. Por medio de la
hidroterajjia se h a n obtenido resultados idénticos:
Derblich refiere haber observado en un Hospital m i -
litar á un soldado que, d u r a n t e algunas semanas, su-
fría varios ataques al día, pero sobre todo d u r a n t e las
visitas, de accesos de tos espasmódica análogos á los
de coqueluche; la cara, d u r a n t e ellos, tomaba u n a co-
loración casi lívida; u n sudor frío b a ñ a b a su frente y
pecho; los ojos parecían salir de sus órbitas, y termi-
n a b a la escena por suspiros penosos y entrecortados,
ó bien por sollozos y vómitos; la ausencia de todo
trastorno orgánico y funcional en los b r o n q u i o s , glo-
tis, cuerdas vocales, e t c . , hacía dudar de que
fueran verdaderos aquellos accesos, pero no
era bastante para asegurar la ficción; después

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de emplear varios tratamientos sin ningún éxito, r e -
currió á las duchas de agua fría aplicadas d u r a n t e j
después del acceso, causándolo tal impresión este remedio, que é f
individuo confesó la farsa, abandonando desde luego sus ejerci-
cios inspiratorios ( 1 ) .
L a s corrientes eléctricasusai&s p r u d e n t e m e n t e , h a n descubierto con fre-
cuencia m u c h a s simulaciones del aparato locomotor, en particular las^rt-
rálisis, retracciones musculares, estados atrofíeos y demás desórdenes que
hoy hace evidente el electro-diagnóstico; cítanse también algunos casos de ^ ^,
falsas incontinencias de orina, tartamudez y sorderas reconocidas por esto
medio, y el D r . Jíewson ( d e Filadelfia) lo ensayó con el mejor éxito en
u n joven que se fingía mudo hacía nueve m e s e s , por cuya causa había
sido admitido en u n a casa de caridad (2).
E n u n a palabra, aun cuando nos repugne el empleo de procedimientos
molestos y dolorosos para el individuo observado, creernos q u e es necesa-
rio r e c u r r i r á ellos cuando, agotados los medios sencillos ordinarios, pue-
dan desvanecer las dudas, á condición de que no ofrezcan peligro alguno
I
y sean convenientes en el caso de que la enfermedad fuera cierta.
H a c e años ensayaron algunos médicos italianos la producción del kij}-
notismo, en ciertas dolencias s i m u l a d a s , con resultados inciertos; se h a
dicho q u e , d u r a n t e este sueño artificial, los enfermos epilépticos y de otras
afecciones nerviosas, presentan los accesos, refiriendo F r a c h i n i la historia
de un soldado sonámbulo en q u e se producía el ataque u n a vez hipnotiza-
do (3). Aparte de ser poco concluyentes las observaciones conocidas hasta
el día, ni el hipnotismo puede ser ensayado en todos los sujetos, ni es t a n
inocente recurso p a r a adoptarlo como simple medio de investigación.
Por último, no nos creeremos autorizados p a r a permitir la adopción
de médi las severas y de castigos disciplinarios como la dieta absoluta,
prisión, trabajos extraordinarios, e t c . ; pues en todo caso h a de referirse
el ser engañados á correr el riesgo de poner en peligro ó torturar al m e -
nos la vida de u n inocente.
H a s t a aquí los princijiales medios de que se dispone en la actualidad
p a r a la averiguación de las enfermedades s i m u l a d a s ; inútil parece añadir

(1) DERBLICU: Des maladies simulées dans Varmée, efe.—Ed. an. por Schmidt, 1 8 8 3 .
(2) A . HKWSON: Archives hclycs de médécine militaire, 1861.
(3) FuANCuiNi: La scelta del soldado.

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que se recurre á los mismos, cuando se trata de la disimulación ú oculta-
ción de u n a dolencia, problema siempre mucho más fácil de resolver, por-
que en la generalidad de los casos, basta un reconocimiento detenido ó una
observación poco prolongada, para asegurarse de la existencia de la afec-
ción. Creemos aquí oportuno recordar la conveniencia de que por los fa-
cultativos se practiquen de vez en cuando minuciosos reconocimientos in-
dividuales en los cuarteles y demás establecimientos análogos, para e v i -
tar que se oculten dolencias que, como las venéreas y las de la piel, se
propagan rápidamente por contagio, y pueden dar lugar á verdaderos es-
tragos en las tropas.
De todo lo expuesto, y aun cuando muchos puntos no están más que
ligeramente esbozados en estos artículos, puede deducirse en buena lógi-
ca, que en el día no es posible el triunfo de la simulación de enfermeda-
des en el Ejército, porque se cuenta con elementos sobrados para descu-
brir toda clase de farsas y ficciones. Esto, no obstante, si el mal ha de es-
tirparse de raiz, se hace indispensable el concurso de otras influencias que
no están á mano del médico ó del perito observador; es necesario que,
perfeccionándose las leyes de reclutamiento, acaben de una vez los arre-
glos y compadrazgos que por desgracia se realizan aun en pequeñas loca-
lidades, dando por resultado que groseras ficciones eximan del servicio á
jóvenes robustos y saludables; es preciso que desaparezca esa r e p u g n a n -
cia á la vida militar que desde la niñez se inculca á tantos individuos , y
que les lleva á inventar toda clase de argucias para burlar la ley; hay que
procurar, por el contrario, que ella sea cumplida por todos, y que lejos de
inspirar temor la profesión do las a r m a s , ésta constituya el más honroso
título que pueda ostentar el ciudadano. No nos cabe duda que hoy m a r -
chamos por el buen camino, y si meditadas reformas perfeccionan g r a -
dualmente nuestra organización militar, mejorando y dignificando de día
en día la situación del soldado, estamos seguros de que en plazo m u y
breve ha de disminuir de u n modo notable, para ir desapareciendo en el
Ejercito, esa antigua llaga constituida por la simulación de enfermedades,
DR. ANTONIO ARAGÓN.

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I'riiteción i t l ánqmil©
y d@ su arco eorrespondkml©»

RESOLUCIÓN GEOMÉTRICA DE ESTE PROBLEMA

PROCEDIMIENTO GRÁFICO D E PÉREZ

que las Academias de Ciencias de Madrid, P a r í s y


'A R E M O S

L o n d r e s tienen acordado no e x a m i n a r n i n g ú n trabajo


que se refiera á la trisección del á n g u l o , c u a d r a t u r a del
círculo y duplicación del c u b o , por h a b e r demostrado la
experiencia de muchos siglos la absoluta imposibilidad
de resolver esos tres problemas geométricos, con la c o n -
dición de no emplear otros i n t r u m e n t o s que la regla y
"v^ el compás.
E n tal concepto, j a m á s se nos hubiera ocurrido intentar resolver n i n -
guno de ellos; pero á veces la necesidad obliga á meditar sobre algo que
origina el descubrimiento de algún detalle i m p o r t a n t e , y eso nos h a
sucedido.
Dedicados á la enseñanza, y explicando ahora la Geometría de texto

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para ingreso en la Academia General Militar, nos encontramos con que
en el párrafo 357 se trata de resolver el problema de la trisección del á n ­
g u l o , aplicando un procedimiento empírico (fundándose en que no se
conoce ningún procedimiento geométrico exacto); pero tan empírico es el
que se emplea, que resulta un poco violenta su admisión para aquellos
alumnos acostumbrados á meditar con detenimiento en el estudio de las
teorías tan magistralmente desarrolladas en todo el curso de la obra,
digna de los mayores elogios.
L a necesidad de satisfacer la aspiración de nuestros alumnos que
deseaban conocer alguna razón justificada del procedimiento empleado,
nos obligó á meditar un r a t o , y acasionó el que en",ontrásemos un medio
s u m a m e n t e sencillo p a r a resolver el p r o b l e m a , en forma, que si no fuera
rigurosamente e x a c t a , al menos lo parece y satisface la n a t u r a l curiosi­
dad del que h a y a de ejecutarlo. P o r ello nos hemos decidido á publicarlo
según nos aconsejan personas competentes en la m a t e r i a ; pero al hacerlo
suplicamos á nuestros lectores se dignen refutar nuestros razonamientos
si los encuentran desacertados, ó apoyándose en alguna base falsa.
P e n s a n d o en el a s u n t o , recordamos haber leído en uno de tantos
artículos publicados sobre.el particular, la idea siguiente:

Fig. 1.»

Si tenemos (fig. 1.") un ángulo ^ l O S < 9 0 " . . . , con el vértice en el


centro de u n a circunferencia, conseguiríamos dividirlo en otros tres igua­
les (ó tomar su tercera p a r t e ) ; si después de prolongar el radio AO, con­
siguiésemos trazar u n a recta q u e , partiendo de B interceptara á diclia
circunferencia y prolongación de radio en dos puntos AT y O ' , tales que
quedase entre ellos un segmento de recta igual al citado radio. Y p a r a
conseguirlo se engolfaba el autor en desarrollos de cálculo que le c o n d u -

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cían á la necesidad de construir la raíz de u n a ecuación d« S.^"" g r a d o , y
después de grandes transformaciones algebraicas, concluía reduciendo el
caso á la aplicación y uso de u n aparato de su invención. E n r e s u m e n :
que no resolvía el problema como se d e s e a , limitándose á usar la regla
y el c o m p á s ; por lo tanto, como dice el texto antes citado, «hoy no se co-
noce ningún procedimiento geométrico exacto.?)
Y esto es lo que necesitamos hacer.
E s indudable que u n a vez vencida la dificultad de trazar la línea BX
en las condiciones d i c h a s , habremos conseguido nuestro objeto: pues si
suponemos resuelto el problema en esta f o r m a , t e n d r í a m o s :
Que los triángulos BOX j 0X0' serían isósceles, por ser BO— OX
— X0 \ como iguales al radio.
E l ángulo AOB, por ser externo del triángulo BOO', es igual á la
suma de los internos (¿> -H c ' ) .
E l ángulo OXB externo del triángulo 0X0 \ es igual á la s u m a de
los internos ( c - ( - c ' ) .
Y de todo podremos d e d u c i r :

a = b -+- c' b' =c -hC


pero .... h =h' pero c —c'
luego a — b' + c'. .. [1] luego 6 ' = : c ' - H c ' = 2 c ' . . . . [2]

y sustituyendo en [1] el valor hallado en [2] p a r a b' resultaría en d e -


finitiva
«= 2c'-)-c'=:3c'

luego el ángulo c ' ó su igual c sería V s del ángulo a q u e era el p r o p u e s -


t o , y el arco XZ también V j del arco AB.
A s í , p u e s , no falta más que ver si h a y algún medio gráfico que p e r -
m i t a trazar la línea BX con la regla y el compás. A h í está la dificultad
declarada imposible de vencer; ahí el verdadero secreto del asunto.
Veamos si podemos trazar dicha recta.

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Fig. 2.»

Si se nos d a , por ejemplo, el ángulo MON (fig. 2 . " ) , prolonguemos


el lado MO más allá del vértice y con un radio arbitrario A<); trácese la
semicircunferencia ABPa. Tomemos sobre la prolongación de MO la
magnitud a 1 igual al radio; y desde 1 hacia circunferencia, marqúense
los puntos 2, 3, 4, 5... que equidisten entre sí tan poco como se quie­
ra. A h o r a , haciendo centro en 1, 2, 3, 4... respectivamente, y con el r a ­
dió constante AO—Ya, trácense los arcos a l ' que resultará tangen­
te á la semicircunferencia, y los h 2', c 3 ' d 4', e 5'... qué resultarán
secantes. -
Claro es que

el punto 1' equidista de O y de 1


— 2' — de O y de 2
— 3' — de O y de 3
— 4' — de O y de 4

Ahora bien; si tomamos u n a regla y hacemos coincidir con 44' uno de


sus bordes, veremos que no pasa por el punto B\ pero si dejándola fija
en 4 la hacemos que vaya á coindir con 3', se acercará á B\ y si fija ya en
3' la llevamos á coincidir con 3, se acercará más á pasando por 3 3'; y
si como en este caso pasa ya por B, tendremos resuelto el problema, pues­
to que uniendo el punto O con 3 ' , resulta el ángulo Z'od en las mismas
condiciones que el c de la fig. 1.".
Si hubiésemos empezado por aplicar el borde de la regla sobre la línea
1,1' y la llevásenujs después á las posiciones sucesivas 2, 2 ' y 3 3 ' , o b ­
tendríamos el mismo resultado.
Como los puntos 1, 2, 3, 4, 5, pueden estar tan próximos como se

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quiera hasta que sus distancias lleguen á convertirse en los elementos
constitutivos de la recta, es evidente que siempre habrá uno de estos p u n ­
tos, y su correspondiente en la semicircunferencia que determinen la
recta que pase por B, sea cual fuero la posición de este punto en el c u a ­
d r a n t e ABP.
E s t á , pues, resuelto el problema con la regla y el compás.
Se nos objetará, sin embargo, que este procedimiento de tanteos, a u n ­
que exacto en teoría, es pesado y supone u n a construcción expuesta á in­
exactitudes en la práctica.
E s cierto, pero vamos á dar como nota final deducida de las razones
expuestas en este estudio, el verdadero procedimiento ó medio práctico de
resolver el problema.
Sea otra vez el ángulo MON (fig. 3."); prolongúese MO y trácese la
semicircunferencia. Sobre el borde de u n a regla DD' (fig. 4."), marqúese
la distancia p^J' igual al radio A O. Coloqúese la regla de modo que p esté
en z, p' sobre la recta OZ' y c o n s e r v a n d o p en la curba y p' en la recta,
córrase la regla por el plano hasta que el mismo borde en que e s t á n y p'
pase por B (lo cual siempre será posible como hemos visto en la fig. 2.").
Trácese entonces la recta BXO', y tendremos la solución ,en el ángulo
Xo'Z, ó eu el que resulte uniendo A c ó n el centro O de la semicircunfe­
rencia, como en la fig. 1."

Fig. 3.»

A u n q u e nuestro procedimiento es aplicable á todos los ángulos infe­


riores á 135°, límite en que coincidirían los puntos 6' y 5 " (fig. 2."), nos
hemos ocupado únicamente do ángulos menores que el recto, por ser el
único problema pendiente de resolución, toda vez que el mismo autor á que

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176 REVISTA TÉCNICA D E INFANTERÍA Y CABALLERÍA

nos referimos trata perfectamente el caso de dividir un (juadrante en tres


partes iguales, en el párrafo 349, 4.° colorario, j en cuanto al arco mayor

mrriwmimmijnmimiiuuiimujijjammnujimujmuunwuiL
J> p

Fig. 4.a
que u n cuadrante, también está bien explicado en dicho texto y en otros
muchos, sobre la base de que pudiera hacerse lo que nosotros creemos
haber conseguido.
D e todos modos, a u n en el caso m á s desfavorable de que, analizado
con detenimiento este trabajo, pudiera haber quien le encontrase algún
detalle que desvirtuara su aspecto de rigurosamente exacto en puridad
geométrica, quedaría siempre la necesidad de admitir que nuestro proce­
dimiento es claro, sencillo y capaz de responder á las exigencias de la
resolución de problemas por procedimientos gráficos.
No abrigamos la pretensión de haber llegado á u n punto que no deje
más allá en el camino emprendido por tantos geómetras ilustres, para
quienes h a sido imposible el feliz término de este problema-, pero sí c r e e ­
mos haber puesto u n a piedra más en esa gran obra que podrá no t e r m i ­
narse nunca, pero que presenta ancho campo á las inteligencias amantes
del trabajo para meditar y ejercitarse, y no somos t a n fatalistas que n e ­
guemos en absoluto la posibilidad de ver el día en que pudiera darse cima
á esta empresa digna de no abandonarse nunca.
FRANCISCO PÉREZ FERNÁNDEZ RUÍZ.

Teniente de Infantería.

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11 Felá iariseal ielike.!

I CANDO se supo e n Madrid la m u e r t e de este ilustre General


alemán, estaba ya impreso el cuaderno de la EEVISTA TÉCNI­
CA D E INFANTERÍA Y CABALLERÍA , c o r r e s p o n d i e n t e al m e s de
Mayo. Su impresión se había anticipado con motivo de la
inauguración de la estatua del T e n i e n t e R u i z , p a r a c o n t r i ­
buir á solemnizar t a n notable acontecimiento con la publica­
ción del retrato y de la biografía de este héroe de n u e s t r a glo­
riosa g u e r r a de la I n d e p e n d e n c i a en las páginas de n u e s t r a Revista,
precisamente en el día mismo, en que al humilde cuanto esforzado Ofi­
cial de Infantería se le hacía completa justicia, perpetuando e n bronce
su recuerdo.
E s t a es la causa de que este ligero estudio de lo que representa en la
historia militar contemporánea el m á s notable Jefe del gran Estado M a ­
yor General del Ejército a l e m á n , se publique con r e t r a s o , y cuando y a
casi todos los periódicos tanto militares como políticos y de noticias, que se
publican en el m u n d o , h a n trazado con más ó menos imparcialidad, los
unos á grandes rasgos, los otros con minuciosidad, la silueta del g r a n d e
TOMO II. 12

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hombre, del egregio personaje que ha perdido Alemania. E n t r e los juicios
que del difunto se han hecho, descuellan en primer término los que han
escrito los Generales franceses Lewal y Thomas, no tan apasionados en
sus apreciaciones respecto al F e l d Mariscal, cuyo nombre irá unido
siempre en F r a n c i a al recuerdo de su vencimiento, como suele ser fre­
cuente entre nuestros vecinos al j u z g a r á enemigos que les han vencido.
Todas estas circunstancias hacen que sea muy desfavorable el m o ­
mento en que vamos á ocuparnos en apreciar esa notable personalidad mi­
litar del presente siglo, porque va á resaltar mucho la inferioridad de
nuestro modesto trabajo, por la comparación con los notables escritos que
acerca del F e l d Mariscal habrán leído ya todos nuestros lectores, sin que
valga la confesión de que nos vamos á concretar á expresar humildes
impresiones nuestras acerca de la vida militar del caudillo experto del
Ejército alemán. Y helas a q u í , expuestas sin ningún género de p r e t e n ­
siones.
Napoleón y Moltke resumen la historia militar del siglo en que vivi­
mos : aquél brilla con esplendente fulgor que deslumhra á quien le con­
templa, al principiar la décima nona centuria del Cristianismo; éste luce
en el último tercio con resplandores que i l u m i n a n , pero que no destellan
con la enérgica fuerza de los rayos del sol al Mediodía y en países m e r i ­
dionales. E s aquel el Oriente y aun el zenit del arte militar contemporá­
neo; éste el ocaso. Napoleón es la inspiración, y la precisión Moltke. El
gran Emperador improvisa la victoria en los campos de batalla; el Jefe de
Estado Mayor alemán la prepara lentamente en su gabinete de estudio, la
elabora, por decirlo así, mediante un trabajo tenaz y perseverante. Crea
el corso la estrategia moderna, y abre nuevos horizontes á la táctica; el
danés entierra á aquella bajo la fatalidad del número y la organización
minuciosa, limita el campo de la táctica al acertado despliegue de n u m e ­
rosas fuerzas en extensa línea de guerrillas y sostenes, en que es impo­
sible otra maniobra que la de avanzar ó retroceder, sin más medio de
renovar las condiciones del combate que la de enviar refuerzos en el
momento oportuno al punto en que las tropas flaquean, paro sin que
después de agotadas las reservas, quepa otro recurso que confiar en la
Providencia. Con un Ejército casi desnudo, privado de recursos, vence
Napoleón en Italia á los enemigos de la primera república francesa;
Moltke asegura el triunfo de la A l e m a n i a , por la conversión del territo­
rio germánico en un inmenso c u a r t e l , y de las naciones germánicas en
Ejércitos con fronteras, que absorben toda la savia del país en h o m ­
bres, inteligencias, energías y recursos, Napoleón es el genio que se
desborda, y que en sus creaciones gigantescas llega con frecuencia á las

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EL FÉLÚ MARISCAL CONDE DÉ MÓLTKÉ

t en Berlín el día 34 de Abril de IHOl.

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cumbres de la sublimidad, en las que el éxito grandioso, sorprendente,
corona con laureles sus fantasías, y que algunas veces se estrella en las
barreras de lo imposible, que en su grandeza de idea, no vio, y rueda al
abismo con sangriento fracaso, mas para levantarse con creciente ánimo,
luchar con titánico esfuerzo y sucumbir con gloria; Moltke es el talento
modesto, calculador y frío, que procura no fiar al azar n a d a , en cuyos
proyectos y planes no entra jamás como dato la inspiración del momento,
y que si no obtiene inconcebibles victorias, no se expone á sufrir d e r r o -
tas, arriesgándose en contiendas sin recursos suficientes. Napoleón in-
funde entusiasmo, idolatría, á su t r o p a ; M o l t k e , respeto y veneración.
La conciencia de su propia g r a n d e z a , impide á Napoleón que se resigne
á figurar en puesto que no sea el p r i m e r o , no ya de su p a í s , sino de E u -
ropa, del mundo e n t e r o ; la modestia de Moltke se da por satisfecha con
ser el servidor distinguido de u n Monarca, y no hace ostentación de sus
méritos por no empañar el brillo de la corona que ciñe su Soberano. V a ¡
unida la ambición al genio, como la sombra al cuerpo, porque lo g i g a n -
tesco, forzosamente ha de proyectar sombras más gigantescas aun en el
espacio, y ha de pesar con inmensa pesadumbre, allí donde fija su robusta
planta; va unida la modestia al talento, porque sólo al genio le es p e r m i - ;
tido ser soberbio, sin temor á caer en el ridículo, y á sucumbir bajo el |
peso de la caricatura. Cuando vuela á los espacios, se admira al águila
que puede remontarse á las más altas regiones de la atmósfera, pero se
compadece al ave, si se empeña en emular con aquélla. Napoleón figurará
en el templo de la inmortalidad, mientras viva la Historia, al lado de Ale-
j a n d r o , Aníbal y Julio César; Moltke aparecerá en segundo término, allí
donde tienen su puesto Epaminondas, Scipión, el U u q u e de Alba, M a u -
ricio de Nassau y T u r e n a .
lieducida á sus verdaderas proporciones, notables pero no excepcio-
nales por lo extraordinarias, la personalidad militar del Eeld Mariscal
germánico, por el parangón con el gran caudillo de las épocas moderna y
contemporánea, procederemos á precisar ligeramente su fisonomía como
General experto. Prescindiremos, por lo pronto, de apreciaciones acerca
de su intervención en la campaña contra Dinamarca, lucha desigual entre
dos colosos, Austria y Prusia y una ^Nación débil por su pequenez, pero
grande por su heroísmo en que toda la gloria es para el animoso vencido,
si bien el triunfo es para los que le aplastan con el peso de sus robusta
corpulencia. Es el único punto obscuro en la vida de Moltke, no en el
concepto militar, sino en el moral, porque mucho debe á la patria adopti-
va el que con ella se h a identificado totalmente, pero siempre es triste
contribuir á la desmembración de la patria nativa: es algo así como a y u -

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dar á la r u i n a de los propios padres, en favor de los padrinos poderosos.
Donde la obra de Moltke empieza á manifestarse en hechos tangibles
y públicos, donde empiezan á dibujarse con firmes trazos los principales
rasgos de su figura militar, donde se manifiestan las cualidades esencia-
les de su entidad como caudillo ilustre es en la guerra de 1866. E n ella el
estratego no brilló á gran altura. H e aquí lo que hemos dicho antes de
ahora (1) al juzgar el plan de campaña debido á Moltke y realizado por
los Ejércitos prusianos al invadir la B o h e m i a :
«Los peligros y dificultades de este plan de campaña, han sido defini-
dos por su mismo autor el General Moltke, al afirmar que u n a línea cen-
tral de operaciones entre dos Ejércitos invasores que avanzan por línea
convergente hacia el corazón del territorio invadido, es ventajosa, si hay
espacio, para ir á batir á uno de los dos á una distancia de algunos días de
marcha y queda tiempo para volver después contra el otro. L a distancia
que mediaba entre las dos grandes masas invasoras era de unos ciento no-
venta kilómetros, que equivalía, por lo menos, á ocho días de marcha; el
punto designado para su unión, dentro del territorio dominado por el ene-
migo, era Gitchín. E r a muy fácil al Ejército austríaco acudir con tiempo
á ocupar la línea central, tan ventajosa, según el testimonio del mismo
General Moltke, para quien la garantía de éxito de tan arriesgado plan
de campaña estaba en las noticias de que, en algunos días, no podrían re-
unir los austríacos el grueso de sus fuerzas en el Norte de Bohemia, y en
la seguridad consiguiente de que los Ejércitos invasores tendrían, en su
favor la superioridad numérica, porque únicamente Cuerpos de Ejército
aislados podrían oponerse á su movimiento de avance. Todos los cálculos
del célebre estratego alemán hubieran resultado fallidos sin el descono-
cimiento on que siempre estuvo el General Bcnedeck de las operaciones
del enemigo; porque el Ejército austríaco pudo llegar á tiempo para sacar
todo el partido posible de su situación central respecto á las dos grandes
masas invasoras, y aún no habiendo sncodido así, por telegrama tuvo (juo
ordenar el R e y de P r u s i a al Príncipe Pederico Carlos, en la m a ñ a n a del
29 de J u n i o , que avanzase rápidamente para librar al segundo Ejército de
la situación difícil en quo se veía, á pesar de una serie de combates vic-
toriosos.n
E x a m i n a d a la campaña desdo el punto de vista táctico, so forma un
juicio más favorable que desde el estratégico, del plan del General Moltke,
porque la separación de las dos grandes masas invasoras las proporcionó
las ventajas tácticas do (pío, desde el momento en que estuvieron scpara-

(1) Curso de Historia Militar.

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das por un solo día de marcha, sin correr ningún peligro estratégico ni
táctico, pudieron combinar un doble ataque al enemigo por el flanco y el
frente que proporciono á los prusianos la brillante victoria de Sadowa.
Mas aun así, en esta campaña, el fusil de aguja falló á favor del orden
abierto, el pleito entre éste y el orden cerrado, y mientras prepondera en
absoluto el orden abierto, las maniobras tácticas quedan, en realidad, re-
ducidas á avanzar y retroceder como hemos dicho más arriba.
Pero las ventajas tácticas en la guerra de Bohemia, fueron conseguidas
y los inconvenientes estratégicos subsanados, gracias á la buena organiza-
ción del Ejército prusiano y á su acertada preparación para la guerra que
hizo posible la rápida concentración y movilización de los Ejércitos de
operaciones, y la prontiud con que las tropas activas fueron reemplazadas
por las de reserva en la ocupación del país conquistado, lo que trajo la
inmensa ventaja de que las fuerzas que operaban, no sufriesen otras mer-
mas que las bajas sufridas en los combates y á consecuencia de las fatigas
de la campaña.
E n la guerra de 1870 y 1871, contra Francia, son también la perfecta
organización de las reservas, la instantánea movilizaciíín de los Ejércitos
de operaciones, y su rápida concentración en el teatro de la campaña, los
que inclinan la balanza en favor de los alemanes, aun antes de venir á las
manos los beligerantes. La superioridad numérica de los alemanes, la d i -
seminación de las tropas francesas, y la falta de enlace y mutuo apoyo en-
t r e sus cuerpos de Ejército, permiten la ejecución fácil de ataques de f r e n -
te combinados con movimientos envolventes, y el lograr siempre ser los
más fuertes en el punto decisivo á los alemanes; y no h a y , por lo tanto,
ocasión á grandes concepciones estratégicas que se distingan por su nove-
dad ni por su extraordinario mérito.
Desde el punto de vista táctico, lo culminante de los procedimientos
seguidos por las tropas a l e m a n a s , se concreta á la concurrencia de unos
Cuerpos de Ejército en apoyo do los que han entablado combate con el
enemigo, en cuanto oyen el fuego de fusilería y cañón que lo denuncia.
E l ceñirse los franceses, contrariando las naturales condiciones de s u s
soldados á una defensiva extremadamente pasiva, favorece mucho á los
alemanes, y no obstante en AVoerth y Gravelotte vieron muy de cerca la
derrota. E n definitiva, no son las extraordinarias concepciones estratégi-
cas ni los grandes aciertos tácticos los que proporcionaron el triunfo á los
alemanes, sino la superioridad moral que les dieron las primeras victorias
y la material que les dio el n ú m e r o , debidas u n a y otra á la mejor prepa-
ración p a r a la guerra, complemento y coronación de u n a buena organi-
zación.

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E n Bohemia, como en F r a n c i a , el a l m a de los Ejércitos vencedores an-
tes de la g u e r r a , en la g u e r r a y después de la g u e r r a , fué el tranquilo y
sosegado general Moltke, por eso, resumiendo los méritos y deficiencias
de las sucesivas campañas de ambas contiendas internacionales, y de los
movimientos y organización que los precedieron, resulta d e t e r m i n a d a de
u n a m a n e r a clara, precisa y concluyente, la personalidad militar del F e l d
Mariscal, en la cual descuellan como más preciado t i m b r e de gloria su ex-
traordinario mérito como organizador, y como secundarias sus cualidades
de estratego y táctico, notables, sin d u d a a l g u n a , pero no excepcionales.
Queda por d e t e r m i n a r si h a creado e s c u e l a , ó si su obra, c o m p l e t a -
mente personal, h a bajado con él al sepulcro. H a s t a que los hechos ha-
blen, no es posible afirmarlo de u n modo t e r m i n a n t e sin incurrir en los
riesgos que lleva consigo el papel de profeta; pero en la organización del
Ejército a l e m á n , han tenido que influir la perseverancia personalísima
del difunto mariscal, y su espíritu era tan esencialmente detallista y me-
tódico, que no desatendía n i n g ú n pormenor ni procedía en n a d a de
ligero.
E l actual E m p e r a d o r de A l e m a n i a , con su carácter absorvente no
atiende las indicaciones de sus consejeros, ni concede á éstos independen-
cia y libertad para la manifestación de sus opiniones, como lo d e m u e s t r a
su facilidad en renovar el personal que desempeña los más altos cargos de
la milicia; el concepto soberbio que tiene de su propio m é r i t o , y la sober-
bia es m a l a cualidad en un Monarca que dispone de la paz de E u r o p a y
con ella del porvenir del moderno imperio germánico, y su precipitación
y afán en introducir reformas é innovaciones poco m e d i t a d a s , bastan p a r a
dar en tierra con el edificio más sólidamente cimentado. P o r eso creemos
que la pérdida de Moltke h a de influir de u n modo extraordinario en los
futuros destinos de A l e m a n i a , y por consiguiente, en los de E u r o p a , más
quo por los grandes méritos del difunto F e l d Mariscal, por no v i s l u m b r a r -
se n i n g ú n sucesor digno de él.
FRANCISCO MARTÍN ARRÚE.

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Í0fí ioiest® iavirri.

¡UANTOS formamos en las filas de la madre Infantería, presencia-


mos desde hace algunos años, pocos, una especie de Renaci-
miento, que acera el ánimo y le da alientos y esperanzas.
Así en lo que atañe á la cultura general, c o m o en lo que
¡guarda relación con el espíritu noble y santo de Arma, tócan-
' s e progresos visibles, que todos, dentro del radio de su iniciativa
' y de su valer, venimos obligados á fomentar y pulir, en el caso
nada probable de que pudiera amenguarse, ó de que influencias
nacidas al calor de pasiones mozas ó de traidoras bastardías, trataran de afear-
lo, llevándolo por derroteros improcedentes.
Obsérvase, poi una ley sociológica fijada en más de un libro, que para esos
movimientos psicológicos y humanos, verdaderos torrentes del espíritu, hay cau-
sas eficientes que los incuban y preparan, que luego, por un simple y circuns-
tancial determinante explotan en el seno de las sociedades en cuyas entrañas
germinaban desde larga fecha. Por la evolución histórico-política, tan magistral-
mente analizada en el artículo publicado por el pundonoroso Troyano, en el
último número de esta Revista, nuestro Ejército venía marchando en correla-
ción y enlace con la sociedad civil de que se nutre. Y ciertamente, al compás
que la cultura tomaba mayor resalte en la vida de la N a c i ó n , verificábase en el
organismo armado un progreso visible, y con él, una aspiración justa y levantada
de concepto y estima, que á la postre, y con cualquier motivo accidental y pa -
sajero, habían de salir á las corrientes mismas de la vida nacional en sus distin-
, tas manifestaciones.

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Más a ú n ; por la inercia intelectual y de clase entronizada en unos; por los
prestigios tradicionales é influencias originarias de otros; por esos desequilibrios
sociales que toman carta de aparente legitimidad, amparados por la incuria y
aun la modestia de los que padecen, observábase también en la particular esfera
del hombre de guerra, una desigualdad de opinión, de beneficios, de respeto, de
aspiraciones, de medios, de vida en fin, que por ley inevitable de la justicia, y
por consecuencia imperiosa d e los fallos secretos de la historia, tenía que s a c u -
dir el statu quo, recabando un estado de derecho que había de abroquelarse
tras la razón, el mérito y el pundonor, santa trinidad e n este ciclo, para todo pa-
triota viril, y mucho más, para todo soldado leal y brioso.
V a para tres lustros, que la Institución armada ha entrado en el palenque de
la cultura moderna, sin los remilgos y recelos que la caracterizaron en épocas
pasadas, en las que pese al saber y á la erudición de sus hombres, vivía por
errores inconcebibles dentro del círculo reducido de su finalidad Al pisar el te-
rreno de la liza, ha venido cubierta con los arreos del estudio, con las joyas de
la virtud y con el empuje que infiltra la conciencia del propio méiito. Y dentro
de la esfera general del Ejército, estas Armas de Infantería y Caballería, s a c u -
diendo la perezosa modestia de luengos años, han tomado puesto en las huestes
del saber, acometiendo y vigorizando el movimiento de cultura, con un brío y
una discreción increíbles, cual puede apreciarse tomando el nivel medio i n t e -
lectual de hoy, las manifestaciones del Arte y de la Ciencia en estos días, y co-
tejándolos con análogos datos de hace dos ó tres lustros, notándose que ese
movimiento es más uniformemente acelerado en el sentido del espíritu y del
aliento, á partir d e época muy reciente.
¿Dónde se halla la razón primordial, eficiente é indudable de este fenómeno
sociológico militar? E n la ruda y fatigosa labor de nuestra constitución política
y en las tendencias y formas de la sociedad civil. ¿ Dónde las causas determi-
nantes de sus manifestaciones concretas y públicas ? Quédese para el discreto
lector el averiguarlo. A cuantos v i v i m o s e n el seno d e las llamadas Armas g e -
nerales, se nos aparece, envuelto con los crespones d e la muerte, un recuerdo
venerando que dio gallardo impulso á la iniciativa y al vigor d e la juventud ins-
crita en las filas de una grey sedienta d e correlativa estima.

Á la evolución que venía operándose en la vida de la sociedad militar, como


á las determinaciones reales de su valía, han cooperado discreta y valerosa-
mente, nombres y a ilustrados por el voto de los doctos, y para los cuales hemos
de guardar siempre, cuantos comenzamos hoy el aprendizaje de la re militari,

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un culto ferviente y una adoración que n o podían amenguar, ni el tiempo c o n
sus olvidos, ni las circunstancias c o n sus vaivenes y torpezas.
Vistiendo el uniforme de la noble Infantería, hállanse á la cabeza de su Re-
nacimiento, Barado, nuestro primer historiador y más insigne maestro, glorifica-
do y a por su Patria y por los doctos europeos; Federico d e Madariaga, inteli-
gencia lúcida y soberana, que se manifiesta lo mismo c o n las formas de la
oratoria grandilocuente, que c o n el gracejo, la profundidad y donosura del es-
critor pulcro y reflexivo; Eugenio d e Olavarría, cuyo maravilloso estro poérico
corre parejas c o n la brillantez de sus ideas, verdaderamente peregrinas y e x o r -
nadas c o n aquella limpia y mágica literatura que usaron los maestros de n u e s -
tras mejores épocas; Perico Berenguer, inteligente erudito en cuyos libros n o se
sabe qué admirar m á s , si lo vasto de sus conocimientos ó la vigorosa seguridad
con que los presenta. Y para n o hacer fatigosa la clasificación, al lado de ellos,
y ocupando su puesto c o n empuje y conciencia, muestra la Infantería e n línea
cerrada á camaradas c o m o Arraiz, Méndez de Alzóla, Mufliz, Padilla, Alvear,
D o n o s o Cortés, Solís, Scheidnagel, Barbasán, Ordax y otros y otros, que suma-
dos al contingente de los que hoy viven fuera d e ella, c o m o Cotarelo, Arias, So-
liveres, Lapoulide, etc., forman, digámoslo a s í , la legión sagrada del progreso
militar del Arma. C o n personalidad propia y eminente, imprimiendo huella
honda y simpática, ocupa uno de los primeros lugares en ese batallar de la
Ciencia, el Teniente D . Modesto Navarro, cuyo retrato aparece en estas p á -
ginas , y cuya silueta nos cabe el honor d e trazar.
Allá va desaliñada y pobre, c o n las inspiraciones del alma, y sin los frenos
de pasiones desconocidas: aUá va abocetada y entusiasta, cual corresponde en
quien le admira como maestro, le quiere como amigo y le guarda culto respe-
tuoso, como prestigiosa ilustración que es d e esta querida Infantería, á la cual
jamás podremos enaltecer c o m o se m e r e c e , dado su abolengo y atendí l a s las
virtudes que la caracterizan.

E s Modesto Navarro un verdadero apóstol de la moderna ciencia militar. L a


razón, abierta por análisis constante, por vigilias penosas y por meditaciones
profundas, se halla siempre iluminada con la luz que próvida le concedió n a t u -
raleza. E n Navarro se reúnen e n grado idéntico las tres facultades de pnsar,
querer y sentir, que los psicólogos aducen como necesarias e n el hombre que se
dedique al estudio y al cuUivo del humano saber.
Piensa c o n discernimiento claro y seguro; quiere c o n el vigor de una v o -
luntad férrea y convencida, y siente c o n el entusiasmo mismo de esos espíritus
tiernos y afectivos e n los cuales graba su sello la impresión que recibe la fanU-

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sía. Del conjunto y de la reunión de tales dotes, habían de nacer, como han na-
cido, obras acabadas y de altos provechos para la cultura sociológicohistórico'
militar del país.
Predomina en nuestro biografiado, no obstante el consorcio de las tres fa-
cultades, la de pensar Castellano viejo, educado en los estudios filosóficos y me-
tafísicos, el hombre ha respondido á su origen y á la educación que recibiera en
su mocedad. Por eso, la discreción, el seso, la vigorosa dialéctica, el don de ver
las cuestiones más abstrusas con la misma lucidez que las de índole simple y
elemental, constituyen su característica y le dan relieve propio y señalado, ante
el cual doblegan su airado ceño, hasta aquellos que tomaron por molestias
lo que sólo era reflejo exacto y puro de una inteligencia madura, fuerte y
honrada.
Tiene además nuestro compañero otro rasgo típico y envidiable. Al nutrirse
la enseñanza militar de la savia producida por las nuevas conquistas del pro-
greso, el estudio de la historia guerrera ha adquirido hermosa amplitud y sobe-
rano y ubérrimo interés. Ya cayeron para siempre aquellas teorías anticuadas»
según las cuales el alumno que mejor y más pronto encontraba la sección de
dos planos ó el corte de un cuerpo ó la fórmula algébric , era el dechado de sa-
ber, y la esperanza de constituir con el tiempo el modelo de Oficiales estimables '
y dignos de loa. Sin abandonar, porque sería suicida, el análisis matemático, j
dándole á sus aplicaciones extensión más práctica que erudita, el conocimiento j
de la filiación histórica y militar de los pueblos que realizaron mayores y más
transcendentales fines sociales y guerreros, de sus leyes, de sus coaquistas y aba-
timientos, de sus mejoras, de su esencia biológica en una palabra, ha tomado
cuerpo y vida, cabiendo á Modesto Navarro parte n o escasa en la capitalísima
reforma.
N o es de olvidar tamaño triunfo, porque hay en él un fondo nacional de
alto influjo. Útil, imperioso, es el conocimiento de los principios que han de re-
gular en el mañana los medios de medir ventajosamente nuestras armas con los
enemigos de la Patria-, pero ¿de qué servirán los principios científicos que e n s e -
ñen el trazado de paralelas, el emplazamiento de baterías y la función de todos
los elementos balísticos si el alma no se siente influida por felonías históricas,
por herencias de raza, por fifiación Anológica y geográfica y cobra alien-
tos para apuntar á Gibraltar ó correr por las vegas vírgenes del septentrión
africano?
Tratándose de una silueta, de un boceto de biografía, claro es que no p o d e -
mos entrar con la extensión debida en el estudio de todas y cada una de las
fases que forman la personalidad del docto escritor y dignísimo soldado. Por
eso, dejando aparte el anáfisis de sus muchas y variadas obras, vamos á decir
cuatro párrafos de su historia, protestando contra las exigencias del tiempo, de

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la idorn idad y del espacio disponibles, porque nada nos halaga y fortalece tan-
to como el mostrar, á los ojos de la opinión en general, esta pléyade de jóvenes
que hoy dan prez y son gala de la valerosa Infantería.
Nació Modesto Navarro en Matapozuelo, provincia de Valladolid, el 4 de
Noviembre de 1853.
Concluido el estudio del bachillerato, se hallaba en Valladolid cursando D e -

recho, cuando en 1874, en la leva de Febrero, fué declarado quinto por su


pueblo.
Un año más tarde, en Febrero del 75, fué declarado Alférez de provinciales,
con destino al de Logroño, encontrándose en esta capital por los días en que la
acometió el cabecilla carlista Férula. En Septiembre de T875, y después de h a -
ber hecho parte de la campaña del Norte, pasó al Ejército de Cuba con el reco-
nocimiento de Alférez de Ejército.

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E n Cuba asistió á varias acciones de guerra, singularmente en el Departa-
mento Oriental, operando contra las partidas de Maceo y Guillermón. E n S e p -
tiembre del 78, regresó á la Península de Teniente con el grado de Capitán.
Destinado á Cazadores de Segorbe, asistió á las Conferencias de Valencia,
y á fin de curso fué recompensado c o n la cruz del Mérito Militar blanca.
En Valencia publicó su notabilísima obra Estudios militares aplicados al caso
hipotético de una lucha con Francia, y allí también emprendió con Barbasan la
publicación de la Revista Estudies militares, en la que vieron la luz entre otros
trabajos de Navarro, la Instrucción intelectual militar. Por aquella obra se le con-
cedió mención honorífica, y fué causa de que se le destinase al Depósito de la
Guerra, como redactor de la Revista militar española. E n esta publicación dio á
luz varios trabajos, y la sesuda y acabada obra Campaña del Moskowa, que fué
recompensada con la cruz de Carlos III. Por aquella época formó parte también
de La España Militar, en cuyo periódico dio á conocer el folleto Inglaterra en
Egipto y el dereclw Internacional.
Al cabo de dos años de estar en el Depósito de la Guerra, pasó como profe-
sor á la Academia General Militar, donde estuvo por espacio de seis años reci-
biendo como recompensa á los cuatro de permanecer en ella, la cruz de Isabel
la Católica.
Durante su estancia en la Academia General Militar, publicó El Ejército en
el Estado (no terminada), y las Notas de historia militar, en colaboración con
Berenguer, escribiendo también un folleto sobre la Escuela práctica de la Acade-
mia General en 1888.
Posteriormente ha servido en el Regimiento del Príncipe, y alternando con
guardias y semanas, fué traduciendo Patrullas independientes de Von der Goltz.
Sirve actualmente en Saboya, con destino en la Junta de Táctica, habiendo
publicado La pólvora sin humo, traducida del francés, y acometiendo la impre-
sión de una serie de folletos sobre Táctica de Infaiitería.
Por las notas de Historia, le dieron otra cruz blanca, obteniendo el título de
Académico correspondiente de la de la Historia. E n el segundo tomo d e la her-
mosa obra de Marselli, dada á conocer por Berenguer, hay un notable apéndi
ce de Navarro.
H a colaborado en el Memorial de Infantería y en otras publicaciones, d e -
biéndosele además otros folletos que no recordamos en este instante.
Navarro es demás de todo esto, un orador que maneja el castellano y la ló-
gica c o m o aquellos vigorosos soldados de la Reconquista española esgrimían la
maza de seis caras; c o n fortaleza y alientos increíbles. H o y que vive en Madrid,
. hemos tenido más de una ocasión en que aplaudirle y honrarle.
Para terminar: conocida la biografía, modificando el calificativo y ensan-
chando el concepto hasta las esferas de la actividad intelectual, bien se puede,

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para los que conocen á fondo el carácter de Navarro y las vicisitudes por que
ha pasado, cerrar esta silueta con los hermosísimos y viriles versos de Calderón
de la Barca, puestos en boca del Capitán de la Infantería española, Alonso
Ladrón:
Estos s o n españoles. A h o r a puedo
h a b l a r e n c a r e c i e n d o estos s o l d a d o s ,
y sin t e m o r , p u e s s u f r e n á pie q u e d o ,
con u n semblante bien ó m a l pagados.
N u n c a la s o m b r a vil v i e r o n d e l m i e d o ,
y a u n q u e soberbios s o n , s o n reportados.
T o d o l o s u f r e n e n c u a l q u i e r asalto,
sólo no sufren qne les hallen alio.

JOSÉ IBAÑEZ MARÍN.

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