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| | | «ACOMPANAR» ly Cuadernos i de acompaiamiento del hombre interior | [eee | BURGOS, 1992 P, TOMAS ALVAREZ, OCD Dr. Teologia e Historia de la 1 Director Revista «MONTE CARMELO» ATENCION A LO INTERIOR Para cuanto dimensién espiritual del hombre, me he fijado como punto de referencia la palabra de dos grandes maestros del mundo interior: Juan de la Cruz y Teresa de Jesus. Del Santo es la consigna que va a servir de eslogan a nuestra semana: «atencién a lo interiors. La formula ét en unos versos sencillos, de conceptos cruzados: alvido / moria / atoncién / amor. «Oivido de la creado / memoria det creador / atencién a lo interior / y estarse amando al Ama- do». De momento, retengamos las cuatro pinceladas de ese cuadro: una consigna negativa: «no sucumbir a lo exterior». get Y tres positivas: memoria, atencién y amor. En el fondo de la memoria, el recuerdo de Dios. En la mirada de la mente 9 de la conciencia, atencién a la propia vertiente interior. Y en la voluntad, amor distendido, proloigado, suavements derramado del anfora del corazén: estarse amando al Amado. “Santa Teresa, mas elemental y esta vez més figurativa, retrocede a posiciones basicas: «Castillo interior del alman 88 @1 titulo de su ultimo libro. En él condensa y cincela su analisis del hombre, cuya alma es castillo, engastado como una gema en el foso del cuerpo, y alzado como una atalaya sobre la llanura del mundo, pero cuya ultima razon de ser 8 la interioridad, no le actividad batallera: moradas que lo estructuran por dentro, vida misteriosa que se vive en elles, Persona 0 personas que lo habitan, y que se entreveran en Mutua comunién hasta celebrar un simbélico matrimonio, como el de animus y énima en la célebre parabola de Paul Claudel. Esa doble palabra de los dos maestros fia ia pista de reflexion que vamos a seguir. Primero, preguntamos por la terioridad: qué es 0 en qué consiste ase nuestro mundo Interior. Y segundo, «atencién y rumbo» a él: cémo discer- hiro, cultivarlo, desarroliario. Este segundo tema sera ob- eto de las sucesivas reflexiones de estos dias, LO INTERIOR HUMANO Antes de hablar de la intetioridad terminal cristiana, Fegresemos a posiciones previas. Ni la interioridad, ni la atencién a lo interior son conceptos de : Forman parte del patrimonio de ideas que acompafian al hombre, probablemente desde siempre. A medida que esas ideas se vuelven filosofia, reafloran en la acuciante «pre- gunta del hombre por el hombre»: qué es el hombre y en Qué se diferencia del animal, zen Io de fuera 0 en lo de dentro?, zy qué es «lo de dentro»? Para no divagar en superficie, me i de la historia de la fllosofia, Sécrates ama al joven Alcibia- des. Nos lo cuenta otro joven, Platén, en el didlogo que lleva el nombre del joven primero. Alcibiades, en giena juventud, fs todo hermosura y arrogancia. Ambiciona no séio la sa- biduria de Sécrates, sino tlegar cuanto a mano el mando de la ciudad de Atenas, Por todo ello, Sé- crates lo ama con amor apasionado. Hasta provocar rumo- Tes y maledicencia. Ani ge sitda el episodio central del «didiogo», Sécrates convence al joven de que no podra gobernar a los atenienses sin conocerios. Y no podra co- ocer a los otfos si no se conoce a si mismo. Y a si mismo no se conoce si conoce sblo su cuerpo. El cuerpo no es Alcibiades. Para conocerte —Ie dice— tienes que conocer tu alma, Tu alma es una centelia de divinidad que se ha instalado en tu cuerpo. Luego cuando Sécrates ama a Al- cibiades, no ame el envase de su cuerpo, ama a esa par- tecita de divinidad que es ia fuente de toda la belleza y la i6n y el poder de Alcibiades. No es por tanto superficial —prosigue el diaiogo— sino importante y determinante el oraculo de Delfos: «condcete a ti mismon, Conocerse a si mismo es, en ultima instancia, conocer esa semilla de orden divino 0 de vida divina que arde dentro y es diversa en cada hombre, Es posible que la psicologia y ia filosofia modemas se queden mas acé en la respuesta al eterno interrogante por el hombre. A nosotros esa intuicién del fdsofo griego nos sive para dos cosas: at Tous Avanex para recordar que la intetioridad del hombre tiene algo que ver con el cuerpo, y algo que ver con lo divino, Es luna zona 0 un «ambito» colocado entre las dos esferas, de lo fisico y lo trascendente. Y 2."): pero esa visién de la interioridad humana nos copduce sélo al umbral del concepto cristiano de interiori- dad. Para llegar 2 éste, hay que dar un ulterior paso de gigante. Veamos. QUE ES «LO INTERIOR CRISTIANO» «Hombre interior» es —como recordaréis todes— una expresién de San Pablo. Mas que simple expresi6n, una de sus basicas «categorias» cristianas, Para él, «el hombre interior» esté construido con los tipicos materiales cristia nos: gracia, Cristo, Espiritu Santo, vida nueva en el Espiritu, tensién existencial hacia la meta de la parusia, etc. Ya antes que en Pablo, la interioridad cristiana aparece en el evangelio, como parte esencial de la ensefanza de Jesés. Sigamos, pues, este orden; primero el evangelio (ios sinépticos y san Juan), luego las carias del Apéstol. a) En los Sindpticos, la interioridad esta designada antonomasticamente con la palabra y la imagen del «co- razén» (kardia). Corazén del hombre, corazén de los di cipulos, corazén de Judas, corazén de Jest... Jestis habla del «corazén ciego» de los fariseos (Mt6, 52), dela «dureza del corazén» (Mc 10, 5), de la «incredulidad del corazon» (Mc 16, 14), de la «ceguera de! corazén» (Mc 3, 5). Contrapone el cofazén a los labios: las palabras de la boca, 2 los sentimientos del corazén («este pueblo me honra con los labios, pero su corazén esté lejos... Mt 15, 18). En la parabola del sembrador, el corazén acoge la semilia de la palabra para que dé fruto, 0 sino, el diablo se la arrebata del corazén (Mt 13, 19). Los fariseos estan volcados hacia lo de fuera: ritos, lavados de manos, cum- plimientos formalistas, y no caen en la cuenta de que «no es lo que entra en la boca lo que mancha ai hombre, sino to que sale del corazén». «Maestro, 2no sabes que los fariseos se han escandalizadd al oir esas palabras?...». «eTampoco vosotros lo entendéis? ZNo entendéis que todo lo que entra en la boca pasa al vientre y sevexpulsa fuera? En cambio, lo que sale de la boca, viene del corazén y eso sigue mancha al hombre. Del corazén salen los designios perversos, los homicidios, los adulterios, inmoralidades, robos, testimonios falsos, calumnias... Eso es lo que man- cha al hambre. Comer sin lavarse las manos, no» (Mt 15, 11-20), Ala vez, una de las bienaventuranzas de Jesiis es para los «limpios de corazén» (Mt 5, 8). El mismo Jesus tiene «corazén de mansedumbre y humildad» (Mt 11, 29) «Aprended de mi». Como el suyo, asi debera ser el corazon del discipulo. Es decir, que la interioridad humana del evangelio no es fisica. Ni es fisico ef «corazdn» que le sirve de soporte; en éI anidan fos bienes y los males del hombre: planes, du- rezas, violencia radical, radical limpieza, radical configura- ién con la interioridad de Cristo. Uno de los Sinépticos, Lucas, nos habla del corazén de Maria, El corazon de ella es el depésito interior del misterio exterior. Maria lleva al corazén las cosas, las guarda en el corazén, en el corazén retiene lo que no comprende; hasta que se le traspase de dolor lo mas hondo del corazén, el alma misma, para poner de manifiesto «el corazén de mu- chos otros» (Luc 2, 19; 2, 35; 2, 51). Después de Jesis, Ella es el gran modelo de interioridad cristiana. eet >) Mas alla de los Sinépticos, ¢/ cuarto evangelista ahade un tasgo determinante @ la interioridad cristiana, Es su idea de la «morada interior». Su teologia del «méneiny. Visién profunda del misterio de Dios en el hombre. Jesus eid en el Padre'y el Padre en Jesus. «Estar env es morar, habitar, instalarse.,. 1 Padre y Jesis se habitan mutua- mente. Y eso mismo ocurre al verdadero. discipulo de Jesus respecto del Maestro y de Dios. El discipulo esté en Cristo como el sarmiento en la vid, Pero a la vez Cristo esta en él, Io habita por dentro, a la manera que el mismo Jestis esta en el seno eterno del Padre, Sin metaforas, El mismo verbo «ménein» es usado en paralelo en los dos casos: misterio Ge la vida trinitaria de Dios, misterio de la vida nueva del Giscipulo. Y prolongads en la ultima recomendacién de Jess: «permaneced en mi amor» (15, 18); «quien no per- manezca en mi, sera echado fuera» (15, 6). «Que mis pa- labras permanezcan en vosctros»(8, 31). Y entre esas palabras, una excepcional, la que contiene su gran promesa: «si uno me ama y guarda mis manda- mientos, vendremos a él y haremos morada en él» (14, 24) Sin recurrir ala metéfora del corazén (Juan la utliza es clerto— al hablar de Judas: «ya el diablo habia matido en el corazén de Judas...», 13, 2), Jesds afiema en directo una realidad que nos traslada de plano a la estera del misterio. El interior de! hombre no queda configurade tnicamente por componentes de orden ético y psicolégico, sino por el en- treveramiento de las personas. La persona de Cristo pasa a formar parte de Ia interioridad del creyente; 6! queda en «quien come mi care y bebe mi sangre» (6, 57); él esta- reside en «quien da mucho fruto...» (15, 5). «Qui manet in caritate in Deo manet et Deus in illo» (1Jn 4, 16). El Espiritu de Jesus «estara en vosotros» (14, 17: 15, 4...). ©) También san Pablo hablaré normalmente de cora- z6n, morada, hombre interior, para designar la interioridad del cristiano. Renacido en Cristo, el cristiano es nueva creacién, nueva creatura, hombre interior; tiene cuerpo de carne, pero ya no es hombre carnal (sarkikés, sarkinos) sino espiritual, rehecho segin el Espiritu, capaz de recibir las mociones del Espiritu, para vivr segin ef Espiritu de Jesus, — Estructuralmente, el cristiano es templo de Dios: «gno lo sabéis, que sois templo da Dios y que el Espiritu de Dios habita en vosotros?» (1Cor 3, 16); — oes en su totalidad, incluso en su cuerpo y en los miembros externos: «Sabéis muy bien que vuestros miembros son templo det Espiritu Santo, que est en vosotros. No os pertenecéis. Habéis sido comprados a alto precio. Glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo» (1Cor 6, 19-20); — pero en lo interior esté habitado por el Espiritu, ha bitado por Cristo: «Dios os marco, y por prenda y sefial puso a su Espiritu en vuestros corazones» (2Cor 1, 22); — su vida humana tiene ahora una nueva dimension interior», en la que él vive su vida «interior» (Col 3, 2; Gal 2, 20-21); — en sus entrafias el Espiritu de Dios ha derramado el para que pueda orar dirigiéndose al Padre con palabra de hijo que clama «abba, Padre...» (Rom 8, 15; Gal 4,8); — posee una iiturgia interior que le permite cantar a Dios dentro de si—en su corazén— himnos, salmos. y canticos inspirados...(Ef. 5, 19); zt — por eso, a cada cristiano Pablo lo exhorta: «glorificad yllevad a Dios en vuestros cuerpos...» (1Cor 15, 20); — en la carta a los de Efeso, les hablard de las di- mensiones de la intericridad, en términos misterio- sos, que han impresionado siempre a los misticos. He aqui ese breve pasaje: «Por esta razén (yo, Pa- blo) doblo las rodillas pidiéndole que os refuerce en su espiritu, de suerte que Cristo habite en lo hondo de vosotros por la fe, y que arraigados en el amor podais comprender qué es Ia ancho y lo largo, lo alto y lo profundo, y para que conozcais el amor de Cristo que os lleve a la plenitud de Dios» (3, 14-16); Anchura y largura, altura y hondura.son algo asi como las cuatro dimensiones de la interioridad cristiana, Tras ese recorrido, podemos hacer un balance. Al cris- tiano de las primeras comunidades, lo no de hoy, que preguntasen al evangelio o a Pablo por 1 misterio de si mismos 0 de su interioridad, se les da una respuesta que parte del cuerpo y se despliega en tres pla- nos: 4.* ef cuerpo es santo, es templo de Dios, envase de la interioridad; 2.° ef espiritu, el corazén, lo interior del hombre, sede ‘en que anida todo el torbellino de sentimientos, pensa- mientos, amores, proyectos, pero que a su vez es él reci- piente de algo que lo rebasa; 3.° el Espiritu, Cristo, Dios en persona, su amor, su vida derramada y creciente dentro. No sélo una centella de la divinidad —como aseguraba Sécrates a Alciblades—: es el Espiritu de la divinidad, la persona de Dios, absoluta- mente capaz de donarse y entreverarse en ei espiritu hu- mano, segiin el modela de unién realizado en Jestis: per- sona divina presente en el hombre. He ahi la novedad absoluta: el cristiano ya no podra pensar en lo profundo de si mismo, sin sentirse implicado en lo divine, con una implicacién multiple, de realidades, de vidas y de personas. ENTONCES, ZEN QUE CONSISTE «LA VIDA INTERIOR»? Ante ese atrevido paisale del hombre nuevo, creado a imagen de Jesus, se impone ante todo una pausa de lencio. Y un interrogante estremecedor. Todo eso es dato de fe: pertenece al orden de verdades sdlidas, incuestio- nables para el creyente. Pero es vida? En el plano de la vida del cristiano, gtodo eso es real, 0 es utopia? Cuando Pablo escribe a los neo-cristianos de Efeso: «trabajais para construir en vosotros une morada de Dios en el Espiritu» (Ef 2, 22), 4se lo entienden? Si Pablo se lo repite hoy al cris- tiano de la calle, 0 al sacerdote o al monje, podemos res- Ponderle con un si: creo que realmente eso es lo mas hondo de mi vida, y se convierte en una de mis convicciones de- terminantes...? Pienso que en el fondo, el problema de la «vida interior» para el cristiano es radical y primordial. Se identifica con la pregunta por su ser mismo de cristiano: zhasta qué punto y en qué plano de la vida vive é! su relacién con Cristo? Si ‘ser cristiano» es personalizar esa relacién con Cristo, 26! ia realiza s6lo como una referencia al Cristo extemo de la historia, o ademds como una vinculacién al Cristo interior de su fe y de su vida? Problema de siempre en la evangelizacién y en la ca- tequesis dei cristiano adulto. Ya para los Padres de la Iglo- oet | I I iciacién cristiana consistia fundamentalmente en cambiar la mentalidad del neéfito, de pagana en cristiana, para que una vez bautizado y eucaristizado, vaya por la calle con conciencia de «cristéforor © de «pneumatéforo» Las famosas catequesis mistagégicas de san Cirilo de Jerysalén se fundan en la preocupacién basica de que lo que el cristiano cree y recibe por los sacramentos llegue impregnar su vida e informar y remodelar su conducta Exactamente lo mismo para el creyente de hoy: todo el problema de la Iniciacién profunda en la fe consiste en un eto ensamblaje de los tres planos de la existencia: el teo- logal, el psicoldgico y el ético o de la accién; que sus con- vicciones de fe sean en él determinantes psicolégicos y resortes de accién, Y aqui comlenzan las consignas conetetas. Es clisico y escultéreo ei lema de san Agustin: «redeamus ad corn, regresemos al corazén, De nuevo el corazén como simbolo y Sede de Ia interioridad. Agustin tiene la experiencia per- sonal y pastoral de que vagamos fuera del corazén. No corazén © sin Interioridad, Pero desdoblados hacia afuera y amarrados con tan fuertes ataduras a la exterioridad, que Ro Nos sueltan, ni nos dejan empalmes vives con lo que dsbiera ser centro orbital de nuestro ser. En el pensamiento agustiniano se sobreponen dos afir- maciones: somos lo que somos por dentro; pero vivimos alienados, en la medida en que lo de fuera desplaza nuestro centro interior y se nos constituye en centro de atencién y de atraccién, de accion y de movimiento. Es el mismo andlisis que subyace al simbolo del castillo interior de santa Teresa: el hombre es un castillo bien en- samblado, engastado como una gema en el foso del cuerpo, erguido en alto sobre el paisaje de las cosas y de la historia, y habitado por dos «castellanos», el alma y el Sefior del ATENCION A LO WNTERIOR castillo, Sélo que en la mayoria de los casos el alma se traslada a «las adefueras», se enajena del castillo, y cuando vuelve a él lo abarrota de baratijas. Y, extrariamente, cuanto mas se hunde en lo de fuera, mas se incapacita para pe- netrar a fondo en las moradas de dentro, hasta el punto de quedar condenada a vivir de por vida en periferia, entrando, a lo sumo, en las moradas de la corteza interior, mante- niendo inexpioradas e irredentas las moradas profundas de simismo, y consiguientemente mudas las cuerdas mas de- icadas del arpa interior. Para Teresa de Jesiis, lo primero para vivir en el castillo es «entrar en éi». Superar psicolégicamente esa misteriosa barrera que hace de diafragma entre lo interior y lo exterior, y que decide entre exteriorizarse o interiorizarse, que sitta al hombre en a alternativa de los dos platillos de la balanza, sentido y espiritu: ser y vivir en la esfera de lo sensorial- tu y planear la vida desde lo 0, © ser en el espi al. &Cémo hacer para «entrar»? Para Teresa de Jest, fa puerta del castillo, puerta de ingreso en la interioridad, es la ofacién. Y la oracién de entrada en ia doble sen Zacién 0 concientizacién a as propias realidades interiores ya la comunicacién con Dios en e! propio interior. Una psicéloga tan profunda y tan critica como Edith ‘Stein quedé desconcertada al leer esa afirmacién de la au- tora de! Castillo: «zque sélo la oracién posibilita la entrada del hombre en la propia alma? Y nosotros los psicélogos Eno entramos en ella? En fin de cuentas, {no es el alma el Litimo objeto de estudio de Ia psicologia?». Pensando ia cosa a fondo, Edith llega a convencerse de las razones de la M. Teresa. Es verdad que el psicdlogo puede asomarse a la interioridad y escrutarla, pero solo para analizarla desde fuera, no para vivir dentro de ella. La | TET Interioridad de! hombre —piensa Edith— tiene algo de sacro © de religioso, y sélo una actitud religiosa introduce en la morada interior. Los analisis del psicdlogo no abren el dia- logo con el Sefior que habita dentro. Podemos fijar asi los jalones de ese proceso de entrada, el aredeamus ad cor: — Conviccién de fa existencia del Ambito interior, de las realidades interiores, y de la posibilidad de pautar la vida desde elias. — Segundo paso: la oracién. Comunién con Io interior y con Dios. — Hay un tercer paso: «la constante actitud de biis- quedan; el «zadénde te escondiste, Amado?». Bas- taria leer el comentario de san Juan a esa primera estrofa de su Céntico Espiritual, Pero prefiero subrayar la adjetivacion de esa busqueda «constante actitud de busqueda». La vida no se hace de Puntos sino de lineas. Es el resultado de constantes com- Plejas: «constantes de conviecién», «constantes de ten- sion», «constantes de atencion e intencién», «de accién & interaccion», Constantes y niveles: a qué nivel vivo y en qué nivel busco. Desde qué hondure comienza fray Juan de la Cruz sus verses wadénde te escondiste»: con gemido; con Glamor; tras habérsele abierto la herida en lo hondo. Es lo que éi mismo ha tratado de condensar en la con- signa lineal: «atencién a lo interior». Tensién de bésqueda y atencién de mirada quedarian fundidas en una de las estrofas centrales de! Cantiso: «Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entranas dibujados». El «regreso al corazon» y la «biisqued= en |2s propias entrafias» son dos simbolos coincidentes. LA META DE LA VIDA INTERIOR Es de san Pablo la idea fundamental de que el hombre interior crece, Toda vida es proceso de desarrollo y creci- miento. Para el Apéstol, la medida del crecimienta es la configuracién y union a Cristo. Hasta llegar a la plenitud de la estatura de Cristo en nosotros, Cristo crece en el cris tiano, El cristiano crece en Cristo. Hasta dar la talla de la propia medida de configuracion a El (Ef 4, 13-15). ‘Obviamente, no se trata de talla exteriog. Para el Apés- ‘a accién, toda la labor de construccién del cuerpo mis- tico en los otros es indice del propio crecimiento interior. Pero el verdadero crecimiento se realiza en la interioridad, Por la gracia. Los misticos han hablado de ahondamiento en lo profundo de! hombre interior. Me limito a tocar el tema de refilon, En el Castillo interior, santa Teresa habla de la «septima morada», zona central del castillo, hondén del alma, aespiritu del alma». Ambito donde acontecen los hechos salvificos del proceso espiritual ‘San Juan de la Cruz, en la Llama, habla del «centro del alma»: «de mi alma en el mas profundo centro», Es ahi donde la llama del Espiritu Santo hiere con sus lenguas de fuego para purificar lo mas recéndito del ser humano y preparar la morada definitiva de Cristo: ula fiesta del Espiritu Santo en el alma. Retengamos sélo el dato central. Mientras la psicologia habla del yo profundo, come ultimo soporte de la persona, para el ctistiano Io ultimo de lo profunde de si mismo no queda confinado en el yo, sino que implica la persona del Otro. Lo profundo esté reservado. Como el sancta sanctorum del templo de Dios que es el alma de todo bautizado. zet EL ESPEJISMO DE LA INTERIORIDAD Merodear en toro a si mismo, o bien alojarse en «las adefiieras del castillo», segiin exprosién de santa Teresa, fs la manera frivola de estar fuera de si, y vaciar de con- tenido la propia interioridad. «Derramarlan segin otra fina expfesion de la Santa. Es ése, sin duda el riesgo de fondo. Con todo, el hombre de hoy siente con no menos fuerza y no menos realismo el peligro opuesto, El de la fuga hacia 1 interiorismo. Interiorismo e intimismo son el repliegue hacia una falsa interioridad que es mero subrogado de lo interior y puro espejismo de lo espiritual. Los recelos mas insistentes provienen de tres direccio- nes: a) del tipo de cultura en que vivimos y que ha revo- lucionado el mundo del sentido y de lo sensible: fo ecolé- ico, las realidades terrestres, el habitat humano... «Rebe- lion del sentido»; b) la psicologia con su deteccién de los legues oscuros y los procesos involutivos del alma humana, inoculéndonos constantemente la duda de si Nuestro sentido de trascendencia va més alla de una simple sublimacién de los instintos del sentido y del yo; c) y la teologia, con la neta jjacién de fronteras entre el Dios trascendente de nuestra interioridad y las técnicas religio- sas para pasar de lo psicoidgico a lo teologal Voy @ detenerme un momento sélo en esta tercera angulacién del problema. Recordemos la consigna agus niana: «regresemos al corazény. Ahl nos. encontraremos con el Dios que éI en vano ha buscado fuera, y que esta dentro cintimior intimo meo», «mas dentro que lo més dentro de mi mismo». Dentro se producira el hecho decisivo de la comunién y comunicacién con él. Santa Teresa des- dobla esa consigna: «alma, buscarte has en mi, y a mi buscarme has en ti», glosada en unos versos maravillosos. Asi pues, el hito terminal de la interiorizacion es «comunicar» realmente y personaimente con Dios. Decirle 16, Sefor, Santo, sdivame, acogeme, lléname, pasa por mi vida... Todo el problema consiste en la verdad 0 en el realismo abjetivo de esa alteridad en la comunicacién. Lo sabemos: ya en lo interhumano la verdad de la comunicacién de persona a persona es terreno minad. Escribia Ortega y Gasset, con el maxi posible: «Slo coincidimos en lo mas externo y tfivial; conforme se trata de mas finas materias, de las mas nuestras, que més nos importan, la incomprensién crece, de suerte que las zonas mas delicadas y més ultimas de nuestro ser Permanecen fatalmente herméticas para el préjimo. A veces, como la fiera prisionera, damos saltos en nuestra prisién —que es nuestro ser mismo, con ansia de evadirnos. y transmigrar al elma amiga o al alma amada—; pero un destino, tal vez inquebrantable, nos fo impide. Las almas, come astros mudos, ruedan las unas sobre las otras, pero siempre las unas fuera de las otras condenadas a perpetua soledad radical. Al menos, poco puede estimarse a la per- sona que no ha descendido alguna vez a ese fondo Ultimo de si misma, donde se encuentra irremediablemente sol (ideas y creencias). 10 pesimismo Pienso que a una persona tan clarividente y comuni- cativa como santa Teresa le causaria horror ese panorama de Ortega. Con todo, el interrogante queda ahi: no es tan {facil el didlogo de persona a persona, Y cuando el proyecto de didlogo Io trasladamos al plano religioso —hombre- Dios—, los recelos se agigantan. Dios ha hablado al hom- bre; pero cuanta sordere humana. Otro tanto ocurre a la inversa: el hombre necesita a Dios: hablarle y amario, de- cirie si a lo que sea su voluntad en la vida, etc. Decirselo on un si que no puede ser sino interior y profundo. Pero cuantos celajes y afagazas y trucos nos enredan en lo interior. El espiritu humano es un sutil prestidigitador, capaz Ge darse a si mismo el espectaculo de estar al habla con Dios, mientras en realidad esta a la escucha de si mismo, en un camuflado festin de autocomplacencia. Es el espe- imo. San Juan de la Cruz escribe: «espantome yo mucho de lo que pasa en estes tiempos y es que cualquiera alma de Por ahi con cuatro maravedis de consideracién, si siente algunas locuciones de éstas en algin recogimiento, luego to bautizan todo por de Dios, y suponen que es asi, dicien- do: “Dijome Dios", “respondiéme Dios’; y no sera asi, sino gue, como habemos dicho, ellos las mas veces se lo dicen» (28 29, 4). Todo eso no es una declaracién de bancarrota. Sino una voz de alerta sobre el propio espiritu. Punto de partida da Gos lareas que trataremos largamente esta semana: ne- cesidad de discemimiento, y recurso a la conduccién o al acompafiamiento espiritual. Os remito alas lecciones de los préximos dias, Pero no renuncio a anticipar las tres 0 cuatro Pautas que se desprenden de lo dicho: 1° Existe, de hecho, una falsa interioridad religiosa, Surge cada vez que el regreso a si mismo termina en si mismo. 2." El esfuerzo por discernir y autenticar Io interior es bsico: es un normal gesto de higiene, que acompafa la vida del espiritu, 3." Dos criterios para discemir y autenticar lo interior son: los sanos empalmes con el mundo exterior y la libe- Facién del propio egoismo. Es decir: — La interioridad no es fuga de lo exterior, sino recu- Peracién del centro interior para sanear, afianzar y culminar la visién, el amor, el servicio a lo de fuera, Pensad en san Pablo o en santa Teresa, En M y desis — El egoismo es, en lo espiritual, io que el autismo en la comunicacién humana: una retorsién del espiritu De ahi que san Juan de la Cruz exija toda una serie de purificaciones. En definitiva, sera la vida la que discieme la vida 7 4° Necesidad, en ultima instancia, de dejarse juzgar y discernir por otros. LA APERTURA AL CASTILLO INTERIOR DE LOS OTROS Es casi inverosimil ja postura que adopta una mistica como santa Teresa al escribir Ia ultima palabra de su Cas- tile interior. Ha descrito ya, en cuatro capitulos maravillosos el paisaje de sus sépiimas moradas: qué es lo que ocurre al cristiano cuando llega a la plenitud de vida en Cristo. Pese a sus esfuerzos de anonimato y camuflaje, no ha podido ocultar al lector que esas séptimas moradas son las de su propio castillo, y que de hecho ella no sélo ha expe- rimentado el cumplimiento de la gran promensa evangel «vendremos y haremos morada», sino que ha llegado al hondén de su interior, ahora misteriosamente desplegado en dos planos complementarios: alma y 0: mientras su alma esta abierta a lo exterior y lanzada a la maxima actividad de su vida, su espiritu se mantiene vuelto © B15 un permanente cara a cara con Dios. vet Pero apenas cesa el recorride de esa su titima morada, toda la preocupacién se concentra en la convicoién de que el suyo esta rodeado de otros castillos. Castillos de sus lectores. Castillos fuera de sus carmelos. E! mundo entero constelado de castillos interiores. Y cada castillo es el en- vase misterioso de otra interioridad, de otro y otro mundo inferior, interioridades originales, inéditas, quizas sin estre- nar, pero radicalmente vocacionadas a colmarse, incluso a servir de convocatoria @ un universo Humano totalmente nuevo, de hombres con hondo calado y de cristianos cons- clientes de su condicién y dotacién interior. Es precisamente ése el angular visual de todos los mis- tlcos cristianos. No introvertidos ni fagocitados por la propia vida Interior. Sino sensibles a la dignidad de cada persona y.a su vocacién de trascendencia. La (propia experiencia interior hace de resorte impulsor para desempefiar la misién profética de proclamar a cada hombre que no esté hueco por dentro, que en lo hondo de su ser y a lo largo de su trayectoria existencial alguien lo espera en lo mas hondo de la propia morada interior.

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