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Si Jesiis pasé por la vida haciendo el bien y es la Palabra definitiva de un Dios que da vida a cuantos creen en El, no hay otra manera de afrontar la vida para un cristiano que tener su misma mirada ante los acontecimien- tos de cada dia Ver la vida con los ojos de Jestis es hacer de la propia vida un proyecto de salvacién, es hacer de Jestis el Seftor de la propia vida y aprender de su mirada y de sus encuentros con las personas, para orientar los propios valores, la propia mirada y la calidad de las relaciones que entablamos con los demas Te ofrecemos aqui un conjunto ordenado y orgdnico de materiales que pueden servir para [as reflexiones de [as misiones u otros encuentros de varios dias. EI cema viene dado por las baisquedas de la Pastoral Juvenil Salesiana en los diver- sos ambientes y niveles. La profundidad con que se puede tratar los temas dependerd de Ia animacién que se haga y de los destinatarios. No todos tienen la misma dinamica, pero es impor- tante poder tratarlos segdm la secuencia. De mas esta decir que podran enriquecer- se con los aportes de cada grupo; esto es solo una “base”. Ademas, habra que buscar la forma de in- tegrar las reflexiones con las oraciones y la eucaristia del dia, y vincularlas con los acontecimientos de [a misién. MIRAREL MUNDO CON LOS OJOS DE JESUS PRIMER ENCUENTRO Se inicia con el siguiente canto: Dame tus ojos quiero ver dame tus palabras quiero hablar dame tu parecer... Dame tus pies yo quiero ir dame tus deseos para sentir dame tu parecer... Dame lo que necesito para ser como tu Dame tu voz dame tu aliento toma mi tiempo es para ti dame el camino que debo seguir dame tus sueffos tus anhelos tus pensamientos tu sentir dame tu vida para vivir. Déjame ver lo q tu vez dame de tu gracia, tu poder dame tu corazén... L Déjame ver en tu interior pata ser cambiado por tu amor dame tu corazén Dame lo que necesito para ser como tli Dame tu voz dame tu aliento toma mi tiempo es para ti dame el camino que debo seguir dame tus suefios tus anhelos tus pensamientos tu sentir dame tu vida para vivir Dame tus ojos quiero ver... dame tu parecer... Jestis Adridn Romero La cancién se puede escuchar en: http://www. youtube.com/watch? feature=player_detailpage&v=fnwtPLHmS6A Los anteojos de Dios por Mamerto Menapace. El cuento trata de un difunto. Anima bendita camino del cielo donde esperaba encontrarse con Tata Dios para el juicio sin trampas y a verdad desnuda. Y no era para menos, porque en la con- ciencia a més de llevar muchas cosas negras, tenfa muy pocas positivas que hacer valer. Busca ba ansiosamente aquellos recuerdos de buenas acciones que habia hecho en sus largos afios de usurero. Habia encontrado en los bolsillos del alma unos pocos recibos "Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por lo viejo. Fuera de eso, bien poca mds. Pertenecia a los la- drones de levita y galera, de quienes comenté un poeta: "No dijo malas palabras, ni realiz6 co- sas buenas", Parece que en el cielo las primeras se perdonan y las segundas se exigen. Todo esto ahora lo veia clarito. Pero ya era tarde. La cercania del juicio de Tata Dios lo tenia a muy mal traer. Se acercé despacito ala entrada principal, y se extrafio mucho al ver que alli no habia que hacer cola. O bien no habfa demasiados clientes o quiz los trémites se real zaban sin complicaciones. Quedé realmente desconcertado cuando se percaté no sélo de que no se hacia cola sino que las puertas esta- ban abiertas de par en par, y ademés no habia nadie arlas. Golpes las manos y grité el Ave Marfa Purisima. Pero nadie le respondié. Miré hacia adentro, y quedé maravillado de la cantidad de cosas lindas que se distinguian. Pero no vio a ninguno. Ni angel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se animé un poco mas y la curiosi- dad lo llevé a cruzar el umbral de las puertas celestiales. Y nada. Se enconird perfectamente dentro del paraiso sin que nadie se lo impidiera, ~\Caramba — se dijo — parece que aqui deber ser todos gente muy honrada! ;Miré que dejar todo abierto y sin guardia que vigile! Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo que vela se fue adentrando por los pa- tios de la Gloria. Realmente una preciosura. Era para pasarse alli una eternidad mirando, porque a cada momento uno descubria realidades asombrosas y bellas. De patio en patio, de jardin en jardin y de sala en sala se fue internando en las mansiones celes- tiales, hasta que desembocs en lo que tendria que ser la oficina de Tata Dios. Por supuesto, estaba abierta también ella de par en par. Titubes un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todo termina por inspirar confianza. Asi que penetré en la sala ocupada en su centro por el es- critorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la tentacién — santa tentacién al fin — de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fue ponérselos y caer en éxtasis. ;Qué maravilla! Se veia todo clarito y patente. Con L 50s anteojos se lograba ver la realidad profunda de todo y de todos sin la menor dificultad. Pudo mirar profundo de las intenciones de los politicos, las auténticas razones de los econo mistas, las tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad. Todo estaba patente a los anteojos de Dios, como afirma la Biblia. Entonces se le ocurrié una idea. Trataria de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situacisn privilegiada. No le resulto dificil conseguirlo. Pero lo agarré en un mal momento. En ese preciso instante su colega esta estafando a una pobre mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaria de hundirla en la miseria por sécula seculorum. (En el cielo todavia se entiende latin). ¥ al ver con meridiana claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subid al corazén un profundo deseo de justicia. Nunca le habia pasado en la tie- rra. Pero, claro, ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacer justicia, que sin pensar en otra cosa, buscé a tientas debajo de la mesa del banquito de Tata Dios, y revoledndo- lo por sobre su cabeza lo lanz6 a la tierra con una tremenda punterfa. Con semejante teleobje- tivo el tiro fue certero. El banquito le pegé un formidable golpe a su socio, tumbéndolo allf mismo. En ese momento se sintié en el cielo una gran algarabia. Era Tata Dios que retornaba con sus angelitos, sus santas virgenes, confesores y mértires, luego de un dia de picnic realizado en los collados eternos. La alegria de todos se expresaba hasta por los poros del alma, haciendo una batahola celestial. Nuestro amigo se sobresalto. Como era pura alma, el alma no se le fue a los pies, sino que se traté de esconder detrds del armario de las indulgencias. Pero ustedes comprenderds que la cosa no le sirvié de nada. Porque a los ojos de Dios todo estd patente. Asi que fue no mas en- trar y llamarlo a su presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy buen humor, como siempre. Simplemente le pregunté qué estaba haciendo. La pobre alma traté de explicar balbuceando que habia entrado ala gloria, porque estando la puerta abierta nadie la habia respondide y el queria pedir permiso, pero no sabia a quign. -No, no — le dijo Tata Dios — no te pregunto eso. Todo esta muy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito donde apoyo los pies. Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata Dios, el pobre tipo fue animado y le conté que habia entrado en su despacho, habia visto el escritorio y encima los anteojos, y que no habia resistido la tentacién de colocarselos para echarle una miradita al mundo. Que le pedia perdén por el atrevimiento. -No, no — volvid a decirle Tata Dios — Todo eso est muy bien. No hay nada que perdona. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de mirar el mundo camo yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo mas. Qué pasd con mi banquito donde apoyo los pies? Ahora siel dnima bendita se encontré animada del todo, Le conté a Tata Dios en forma apasio- nada que habia estado observando a su socio justamente cuando cometia una tremenda injus- ticia y que le habia subido al alma un gran deseo de justicia, y que sin pensar en nada habia ma- noteado el banquito y se lo habia arrojado por el lomo. ~iAh, no! — volvid a decirle Tata Dios. Ahi te equivocaste. No te diste cuenta de que si bien te habia puesto mis anteojos, te faltaba tener mi coraz6n. Imaginate que si yo cada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarian los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No m’hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, sino se esta bien seguro de tener también mi corazén. Sdlo tiene derecho a juzgar, el que tiene el poder de sal- ver. -Volvete ahora a la tierra. Y en penitencia, du- rante cinco afios reza todo los dias esta jacula- toria: "Jesus, manso y humilde de corazén da- me un corazdn semejante al tuyo", Yel hombre se desperté todo transpirado, ob- servando por la ventana entreabierta que el sol ya habia salido y que afuera cantaban los pajart tos. Hay historias que parecen suefios. Y suefios que podrian cambiar la historia. Antes de ponerte a pensar, hacele un espa- cio a Jestis, repitiendo varias veces y lenta- mente la oracién que le “enseiié” Dios al protagonista: "“Jestis, manso y humilde de corazén dame un corazén semejante al tuyo". cTe ha sucedido alguna vez una situacién semejante a la del protagonista? Jestis nos advierte sobre "ver la pelusa en el ojo ajeno y no la viga en el propio".

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