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¿Qué es el Neoliberalismo?
La pregunta puede parecer algo obvia, de respuesta sencilla. Por lo general es utilizada en
diversos sentidos, pero pisa más fuerte su reduccionismo al campo de estrategias económicas.
En general, es un concepto difuso, que sin dudas, merece su estudio. Desde ya, el
Neoliberalismo implica un conjunto de procesos y estrategias de complejidad, que no son
reductibles únicamente al ámbito económico y que, desde los inicios de los años 80 han
alcanzado una propagación mundial.
La primera etapa comenzó hacia 1947 y se expandió por aproximadamente 30 años, dando
lugar a un elaborado cuerpo doctrinal, a una ortodoxia Neoliberal originaria. Esta etapa tuvo
como tesis básica que el mercado es el mejor instrumento para la asignación de recursos y la
satisfacción de necesidades, mediante un mecanismo de autoregulación, dejando así un
Estado mínimo, rechazando la idea de Estado de Bienestar. Este principio aun perdura, con
algunas variantes, como por ejemplo hablar de un Estado eficaz, en vez de mínimo y, hasta
aceptando algunas variantes en cuanto a las funciones del Estado en lo referido a
redistribución.
• se requeriría una reducción de los costos salariales, una merma en el costo de la fuerza
de trabajo, lo que condujo al
• auspicio de una firme contención del gasto público social” (Ezcurra, A.M).1
A fines de los años 70 el Neoliberalismo alcanzó su etapa estatal, con el inicio de las
administraciones de Tatcher y Reagan, en Gran Bretaña y EEUU respectivamente. En poco
tiempo se extendió por Europa occidental y América Latina.
Pierre Bourdieu señalaba que hay un mundo económico que suele mostrarse como lo racional,
lo real, lo verdadero y que todo lo que vaya por fuera de esa realidad era pasible de sanción.
Uno de los “brazos armados” de supuesta verdad es el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En realidad esto se trata de un programa político, sostenía Bourdieu. Dentro de este programa
que se impone como una realidad científica se desprenden líneas de acción tales como la baja
del costo de la mano de obra, la reducción de los gastos públicos, leyes como la flexibilización
laboral, entre otras decisiones necesarias a aplicar.
Bourdieu plantea que el Neoliberalismo es “un discurso duro, que no es tan duro ni tan difícil
de combatir sino porque tiene para sí todas las fuerzas de un mundo de relaciones de fuerza
que contribuye a hacerlo como es, sobre todo orientando las elecciones económicas de
quienes dominan las relaciones económicas y agregando así su propia fuerza, propiamente
simbólica, a esas relaciones de fuerzas. En nombre de este programa científico de
conocimiento, convertido en programa político de acción, se cumple un inmenso trabajo
político que busca crear las condiciones de realización y de funcionamiento de la "teoría"; un
programa de destrucción metódica de los colectivos”. Cuando se habla de colectivos nos
referimos a las asociaciones de defensa de los trabajadores, a los sindicatos, a las cooperativas
1
Ezcurra, Ana M. (1998).” ¿Qué es el Neoliberalismo?. Evolución y limites de un modelo excluyente”.
Lugar Editorial. Buenos Aires.
y a toda aquella acción que pretenda transformar la utopía de un mercado perfecto y puro,
que defiende los intereses financieros del inversionista privado por sobre la soberanía
económica y política de los estados nacionales.
De esta manera, el fundamento último de todo este orden económico que se autorepresenta
bajo el signo de la libertad es, en efecto, la violencia estructural del desempleo, de la
precariedad y de la amenaza de despido, todo lo cual genera una lucha al más puro estilo de la
supervivencia darwiniana, de todos contra todos. La inseguridad laboral, surgida de la
precariedad y amparada por leyes sancionadas mediante largos y fructíferos lobbies, trae
aparejada una lucha diaria estresante, de todos contra todos, desde los más bajos a los más
altos niveles jerárquicos de empleo. La mano de obra “docilizada”, propia del marco
neoliberal, teme la permanente amenaza del desempleo.
El concepto “Consenso de Washington” como tal fue acuñado por el economista británico John
Williamson en un artículo publicado en 1989, donde enunciaba una serie de medidas de
estabilización y ajuste de las economías respecto a las cuales determinadas instituciones con
sede en Washington —mayormente el FMI y el BM, así como el gobierno y la Reserva Federal
de EE.UU. — parecían tener un consenso sobre su necesidad. En términos generales, ello
implicaba un conjunto de políticas económicas que funcionaban como recetas obligatorias que
debían cumplir los países deudores tales como: la lucha contra el déficit público por la vía de
reducción del gasto, las reformas para reducir la progresividad impositiva, la PRIVATIZACIÓN
de empresas públicas, la liberalización del comercio y de los MERCADOS de capitales a nivel
internacional, la minimización de las condiciones a la entrada de INVERSIÓN EXTRANJERA
DIRECTA y la desregulación de los mercados laborales internos, entre otras
Si bien este consenso constaba de 10 de ítems, dos de ellos son de fundamental peso: la
necesidad de un estado mínimo y la desregulación del mercado.
El neoliberalismo, como fenómeno distinto al liberalismo clásico, surgió como una reacción
teórico-política contra el Estado intervencionista y de bienestar. El objetivo de sus propulsores,
Hayeck y Friedman entre otros, era combatir el keynesianismo y la solidaridad imperantes y
preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y desregulado.
La diferencia principal que se le atribuye con respecto al liberalismo clásico es que en éste se
sacraliza el mercado hasta el punto de considerarlo el motor del progreso humano. En el
liberalismo económico se entiende que el libre comercio y las leyes del mercado deben ser
salvaguardados para que la mano invisible pueda gobernar en interés de todos. El
neoliberalismo, en cambio, va más allá. Las leyes de los países deben plegarse al mercado y no
al revés. El poder político no debe, según ellos, tener influencia alguna en los movimientos de
capital y los negocios de las multinacionales, aunque ello vaya en detrimento del propio país
que lo permite. Así pues, a diferencia del liberalismo, el neoliberalismo rechaza de plano
cualquier política intervencionista y social que regule en lo más mínimo a las transacciones
internacionales. Se opone a cualquier medida proteccionista y exige la privatización de las
empresas públicas como único camino ya que el neoliberalismo presupone que los hechos han
demostrado la invalidez de las medidas intervencionistas y propugna que el interés particular
de cada individuo y su competición con sus vecinos hará que la sociedad se mueva sola hacia el
interés común de ésta. Se puede decir que si el liberalismo es una ideología socioeconómica
permeable a la crítica y abierta a cambios, el neoliberalismo es casi una creencia ciega en unos
dogmas que, por fuerza, han de llevar a la sociedad por el buen camino. De modo que para el
neoliberalismo no hay alternativa posible a su sistema.
La primera consecuencia fue la desarticulación social. Esto significaba que los salarios dejaban
de ser los dinamizadores de la demanda agregada y pasaron a constituir un costo de
producción para las empresas; por lo tanto se mantienen bajos a los fines de garantizar la
rentabilidad y la competitividad en los mercados externos. De esta manera se enfrentan
intereses de los asalariados con los de los capitalistas y resulta ser más importante el nivel de
salarios del trabajador extranjero que el del argentino. Sin duda que la desarticulación social
ha generado una desarticulación sectorial: las empresas de producción local no pueden
competir con los precios de los productos importados (del sudeste asiático, por ejemplo), por
lo que se ven obligadas a cerrar; esto genera la ruptura de toda una estructura montada a su
alrededor.
Esta apertura lleva a pensar entonces lo que implica la tan mencionada idea de globalización
El mundo se globaliza bajo el dominio de los países desarrollados. No existen otras fronteras
que las que separan a los países ricos de los pobres. El discurso ideológico no es otro que el
que deriva de las experiencias de los intercambios en el contexto de los mercados abiertos. El
sistema político se subordina al sistema económico dominado por las grandes corporaciones
internacionales y representadas por líderes políticos a sus servicios, claro ejemplo en el
gobierno de Carlos Ménem en nuestro país.
Las privatizaciones:
La política de privatizaciones transfirió no sólo los activos del estado al control privado –sobre
todo extranjero-, sino que en el mismo acto delegó en ellos la regulación de gran parte del
sistema de precios internos. Esto en la medida en que a través del abastecimiento de los
servicios básicos (gas, electricidad, combustibles, agua, transporte, etc.) se afectaron los costos
medios del resto de los sectores productivos, e impusieron las condiciones de acceso a los
mismos para el conjunto de la población. Un efecto esencialmente similar ejerció la
desregulación del mercado de capitales respecto a las tasas de interés y el financiamiento de la
producción y del propio estado. Si esos factores ejercían una presión desde atrás sobre gran
parte de la producción local, al final de la cadena se limitaba la posibilidad de trasladar ciertos
costos a los consumidores, ya que la apertura comercial con un tipo de cambio bajo (un dólar,
un peso), ejerció una función controladora de precios –la cual había sido eliminada
formalmente como parte de la política de “desregulación” económica- en tanto facilitaba la
importación de bienes terminados baratos que competían en mejores condiciones contra los
fabricados aquí. De esta manera, se achicaron los márgenes de la actividad industrial nacional.
El destino más factible de las industrias locales terminó siendo la desaparición de gran
cantidad de ellas.
El modelo Neoliberal afectó a la educación en nuestro país, A. Puigross señala que “el
argumento central que sostiene a las políticas educativas neoliberales es que los grandes
sistemas escolares son ineficientes, inequitativos y sus productos de baja calidad. De tal
afirmación se deduce que la educación pública ha fracasado y se justifican políticas de
reducción de la responsabilidad del Estado en la educación, presentadas como la única
reforma posible”2. De esta manera, el presupuesto público educativo se vio considerablemente
reducido, impactando en la totalidad del sistema educativo y generando caóticos en todos los
niveles educativos públicos, desde el punto de vista salarial, pasando por cierre de aulas, falta
de presupuesto para su funcionamiento y por sobre todo generando una gran exclusión
educativa y social.
Idéntico derrotero al educativo sufrió el sistema sanitario en nuestro país, así como el de todos
los servicios públicos.
Pero podríamos decir en definitiva que el impacto central del Neoliberalismo “pego” en el
sistema social argentino. Sus consecuencias: la desigualdad, la exclusión y la marginalidad
social.
El Neoliberalismo y la Anomia.
Para Durkheim la anomia surge cuando se carece de un concepto claro de distinción acerca de
lo que significa una conducta aceptable y de aquella que no lo es. Merton modificó el concepto
de anomia de Durkheim, poniendo el acento en las consecuencias de la tensión a la que se ven
expuestos los individuos cuando las normas aceptadas entran en conflicto con la realidad
social.
Si seguimos el modelo mertoniano, la conducta desviada se debe a que los medios legítimos
disponibles no permiten que todos los individuos accedan a la metas, por lo tanto quienes se
ven privados de los medios, quedan inducidos al incumplimiento normativo. Merton plantea
que este desvío conductual es una respuesta normal a las presiones que ejerce el sistema
2
Puigross, A. Nueva Sociedad Nro. 146 Noviembre-Diciembre 1996, pp. 90-101.
sobre los individuos, estableciendo diferentes estrategias de adaptación individual frente a las
metas culturales y a los medios institucionalizados:
Bajo esta hipótesis, concluimos que el efecto devastador producido por el ideario Neoliberal
surgido en la última década del siglo pasado y que América Latina y la Argentina han sufrido en
carne propia, ha generado entre todas las consecuencias sociales mencionadas en otros
pasajes de este texto, también los efectos de la “anomia”.
El economista Thomas Piketty, se plantea hoy si es que hay que dejar que el mercado y su
sistema de precios operen libremente y conformarse con redistribuir mediante impuestos o
transferencias fiscales o bien, intentar modificar en forma estructural el modo en que las
fuerzas del mercado producen la desigualdad. A 20 años del consenso de Washington el
mundo está planteando lo que pregonaba Bourdieu, el Neoliberalismo no puede ser una
verdad real dada como irrefutable. Los cambios están a la vista.
3
Hernadez, R. (2001) “Pobreza sin revolución y capitalismo sin riqueza”. Ed. Arte Ciencia. Tucumán.
Bibliografía:
Hernadez, R. (2001) “Pobreza sin revolución y capitalismo sin riqueza”. Tucumán. Ed. Arte
Ciencia.
Pikkety, T. (2015) “La economía de las desigualdades. Cómo implementar una redistribución
justa y eficaz de las riquezas”. Buenos Aires. Siglo XXI Editores.
Puiggrós, A: “Educación neoliberal y quiebre educativo”. Revista Nueva Sociedad Nro. 146
Noviembre-Diciembre 1996, pp. 90-101.
Svampa M. (2005). “La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo”.
Buenos Aires. Ed. Taurus.