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“Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene
de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad” (2Timoteo 2:15)
Dios ha puesto en nuestras manos sus tesoros, tanto materiales como espirituales.
Él espera que cada uno de nosotros seamos buenos administradores de esas
riquezas. La Palabra de Dios es uno de esos tesoros que se nos ha sido otorgado, la
Biblia dice que la Palabra de Dios es más deseable que el oro y la plata (Salmo
19:10), debemos pues de valorar la Palabra de Dios y administrarla correctamente
en nuestras vidas.
Ser guiados por alguien capacitado en el estudio de las escrituras, y que evidencia
ser honesto y celoso de la verdad de Dios es siempre un buen camino, pero
sobretodo tenemos que buscar la ayuda del Espíritu Santo quien nos guiará
siempre a toda verdad.
La escritura dice: “Yo pongo la mirada en los pobres y humildes de espíritu, y en los
que tiemblan al escuchar mi palabra” (Isaías 66:2) ¿Dónde está ese temor, ese
respeto por la Palabra de Dios? Muchos lo están perdiendo, ya no tienen el
cuidado, la humildad y el celo de verificar si lo que creen o enseñan está conforme
con lo que los cristianos hemos creído por generaciones. Hoy en día existe la
tendencia en muchos hermanos nuestros, de buscar ideas novedosas, énfasis
nuevos y extravagantes, interpretaciones forzadas, con la intensión de hacer nuevo
el mensaje; pero lo único que logran al final es pervertir el evangelio. ¡CUIDADO!
¡DEBEMOS DE LEER LA PALABRA DE DIOS BAJO LA GUÍA DEL ESPÍRITU Y A LA LUZ
DE LAS VERDADES SÓLIDAS QUE EL PUEBLO DE DIOS HA CONFESADO EN ESTOS
DOS MIL AÑOS DE EXISTENCIA!
Los fariseos y maestros de la ley sabían la Palabra de Dios pero no la vivían. Jesús
los llamaba hipócritas, porque no practicaban lo que enseñaban. Todos podemos
caer en este mismo error; fácilmente nos podemos volver religiosos, moralistas o
biblíolatras, dejando de lado lo más importante de todo, que es practicar la Palabra
de Dios.
Tener una Biblia, leerla, enseñarla, NO ASEGURA NADA, solo viviéndola es cuando
verdaderamente nos hacemos cristianos genuinos y sinceros
No podemos usar la escritura para someter o imponer a los demás a una forma de
conducta, como si eso fuera el evangelio. NO, tratar de vivir las normas del
evangelio sin la experiencia de la conversión no produce liberación sino solo
esclavitud, religión y legalismo. NO HAGAMOS ESO, NO IMPONGAMOS LOS
VALORES DEL REINO A AQUELLOS QUE NO SON CAPACES DE ENTENDERLO Y
VIVIRLO. DEBEMOS MÁS BIEN GUIARLOS A EXPERIMENTAR A DIOS, A RECIBIR LA
PAZ DEL PERDÓN Y LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU EN SU VIDA, LUEGO EL PROPIO
ESPÍRITU SE ENCARGARÁ, A TRAVÉS DE LA PALABRA, DE TRANSFORMAR SU
CONDUCTA CONFORME AL EVANGELIO.
"Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que
quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad" (Santiago 3:1).