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Publicado por Manuel Lucero | Abr 17, 2020 | Destacadas, Efemérides de la Revolución, Historia,
Nacionales
El 5, 17 y 20 de abril de 1523, hace 497 años, los Caciques Nicarao y Diriangén encabezaron en
Nicaragua la resistencia indígena contra la invasión española. Barricada invita a sus lectores a conocer la
otra historia, la historia de los pueblos orginarios que han luchado para preservar su identidad y su
cultura.
En la historia de los pueblos, se entrecruza la historia oficial, escrita por los colonizadores y perpetuada
por los criollos. Un relato que parte de la conquista, de la llegada de los españoles a estas tierras, como
si antes de esto no hubiera nada. Esta historia ha sido escrita por los cronistas de los gobiernos y por los
oligarcas que han intentado justificar la explotación y discriminación de los pueblos originarios y las
comunidades campesinas.
La otra historia, es la visión de los pueblos indígenas, que han luchado por preservar sus lenguas,
cultura, cosmovisión e identidad, resistiendo a los conquistadores, colonizadores, y los herederos del
poder colonial que fundaron el estado republicano. Resistencia que continuó durante los años de
gobiernos neoliberales y que hoy plantea que la esperanza de la humanidad y de los pueblos, es
construir participativamente, solidariamente, un estado intercultural. Al final es una historia común, en
la que se entrelazan todas. Es la Patria de Todos y Todas, la Nicaragua enriquecida por sus diversas
culturas y lenguas.
La historia oficial dice que fue en 1502 cuando en su último viaje el Almirante Cristóbal Colón navegó
frente a la Costa Caribe de Nicaragua, se documentó que pisó tierra en la bahía que hoy se llama San
Juan de Nicaragua. Veinte años más tarde, Gil González de Ávila camina, junto con sus soldados, a la
orilla del Mar del Sur y descubre el Lago Cocibolca, al que entra a caballo y después de probar el sabor
del agua lo bautizó como Mar Dulce, “porque crece y mengua”. González de Ávila tomó posesión del
lago en nombre de Su Majestad, lo mandó a explorar y sus pilotos comprobaron que tiene salida a la
Mar del Norte y que apenas ésta dista a dos o tres leguas del Mar del Sur, noticia que alegra a estos
conquistadores españoles. Así escribía en un ensayo datado en 1954, el historiador Andrés Vega
Bolaños.
La historia colonial de Nicaragua inicia con la carrera entre los expedicionarios españoles por descubrir
nuevos territorios en la costa de la Mar del Sur. Buscando nuevos territorios, la expedición descubridora
de Gil González Dávila, zarpó del puerto de San Lucas el 19 de septiembre de 1519, con tres navíos y
abundante provisión, gracias al financiamiento de la Corona y los aportes de Andrés Niño, Cristóbal de
Haro y el mismo González Dávila.
Sin embargo, la posesión formal de Nicaragua se consumó hasta el 12 de abril de 1523, cuando Gil
González Dávila, montado en su caballo, acompañado de 15 soldados de a pie y cuatro a caballo, entró
en las aguas del Mar Dulce o Lago de Nicaragua, espada en mano y delante el alférez real levantando la
bandera Real, tomó posesión de toda la costa y mar dulce descubierta y por descubrir, declarando a la
corona española como poseedora.
Los conquistadores fueron recibidos en paz, a su encuentro fueron los ancianos y los principales para
conocer quiénes eran y que pretendían aquellos extraños. Una semana después, al mediodía del día 17
de abril de 1523, el joven cacique Diriangén, al frente de los guerreros chorotegas se enfrentó a los
soldados españoles que exploraban sus territorios. El historiador Jorge Eduardo Arellano, en su obra
Proceso de la conquista de Nicaragua (1970), recrea este encuentro, el bautizo del Cacique Nicaragua, la
actitud rebelde de Diriangén y el combate perdido, pero que significa el inicio de la Resistencia Indígena:
«A los dos días de la llegada de los españoles, se bautizó el cacique Nicaragua con todas sus mujeres y
subditos. A la semana, Gil González se trasladó a la provincia de Nochari y encontró seis pueblos y
alrededor de 12,000 indios de cuyos caciques recibió 33,434 castellanos de oro, esclavos y provisiones.
Como los anteriores, recibieron el bautismo de las manos del P. Agüero. Así estaba, cuando recibió la
visita del cacique Diriangén, precedido de 500 indios cada uno con un pavo o dos, diez con pendones,
diecisiete mujeres cubiertas «de discos de oro de piez a cabeza» y cinco trompeteros. Al proponerle el
capitán español dejarse bautizar, Diriangén respondió que lo resolvería al cabo de tres días. Cumplido
este tiempo, regresó armado y sorprendió a los españoles quienes ganaron el combate».
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Diriangén o Señor de los Dirianes (hombres que viven en los lugares altos), pertenecía a la cultura
chorotega y era el cacique de la tierra de los Dirianes que habitaban el territorio de la Manqueza, que se
extendía desde Diriamba (actualmente en el Departamento de Carazo), hasta el río Ochomogo
(actualmente en el Departamento de Rivas), que era el límite con el señorío del Cacique Nicarao. Tenía
26 años, cuando enfrentó a los invasores españoles y aunque fue derrotado por la superioridad de las
armas europeas, su ejemplo de rebeldía y rechazo al dominio extranjero perdura en el inconsciente
colectivo nicaragüense.
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INDÍGENA
RESISTENCIA INDÍGENA
La heroica resistencia indígena inició con la llegada de los conquistadores españoles que significó un
violento proceso de conquista y colonización de los territorios nicaragüenses, el cual, se enfrentó con un
arraigado carácter militar de la cultura indígena, en la que la guerra se expresaba en un enorme espíritu
de lucha y gran capacidad combativa.
Los ataques de los Caciques Diriangén y Nicaragua contra Gil González constituyeron las primeras
manifestaciones combativas organizadas y desarrolladas en la historia en contra del invasor, expresando
así el espíritu guerrero de los indígenas.
En 1524 el Cacique Diriangén se enfrentó a Gil González organizando aproximadamente cuatro mil
guerreros, quienes atacaron a los españoles obligándolos a abandonar la batalla. El Cacique Diriangén es
considerado un luchador por la libertad, la justicia, el decoro y expresaba su rechazo a la esclavitud y el
vasallaje de los indígenas.
Seis años duró la resistencia liderada por Diriangén y su aguerrido ejército de aborígenes, quienes dieron
una dura batalla contra el exterminio español, muchos de ellos fueron esclavizados y enviados a las
minas en Perú.
Los indígenas, cruelmente esclavizados por los conquistadores españoles, nunca abandonaron el
empeño de mantener su libertad y hacer prevalecer su tenaz resistencia. Durante los siglos XVI al XVIII
en el territorio que comprendía Nicaragua las manifestaciones de resistencia indígena: Sublevación,
motín, sabotaje, emboscadas, ataques, huida, no pago de tributos, negativa de concebir hijos por las
indígenas, entre otras formas de resistencia, fueron empleadas por nuestro pueblo.
La resistencia indígena fue la respuesta natural a la dominación española, impuesta por medio del acero
y la pólvora. El 2 de octubre de 1528, Pedrarias Dávila, nombrado por la corona real española
Gobernador de la Provincia de Nicaragua, en un informe escribió: “En algunos lugares cercanos a las
ciudades de León y Granada hay cierta gobernación de caciques que se llaman Chorotegas que hasta
ahora nunca han querido servir a los cristianos y que además de no querer servir se han alzado y muerto
muchos cristianos y enviándoles a desafiar a ciertos requerimientos, no han querido cumplir”.
En sus ofensivas, los indígenas usaban el grito, los tambores y cantos. Para infundir pavor al enemigo,
parecer más feroces y eliminar los malos presagios, se pintaban y tatuaban sus cuerpos.
Respecto a la combatividad de los indígenas Sutiavas el cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo,
señaló: “Son los más crueles y los más feroces, pero también los más inteligentes y valerosos de cuantos
indios he conocido en la América”.
Entre las sublevaciones indígenas más conocidas de la época colonial, destaca la del partido de Sutiava
en 1681, motivada por el establecimiento de mayores impuestos y trabajos forzosos, los nativos se
sublevaron por varios días desconociendo a las autoridades coloniales, las que solicitaron la intervención
de los religiosos para apaciguar a los sublevados.
Otra sublevación importante fue la de Sébaco, en 1693, en la que los grupos indígenas locales
rechazaron ser utilizados como guerreros en la lucha contra caribes y misquitos. La estratégica ubicación
de este territorio ubicado al centro de la Provincia de Nicaragua, tenía un valor relevante para los
conquistadores, por ser esta una línea de avanzada para ampliar sus dominios.
El rechazo se convirtió en rebelión y los indígenas aniquilaron las posiciones de los conquistadores. No
obstante, no pudieron resistir la contraofensiva y la respuesta de las tropas españolas fue de más
represión.
En el año 1725 se produjo otra sublevación del pueblo de Sutiava y otros poblados indígenas aledaños
como el Laborío, en la ciudad de León; el motivo de la sublevación fue el arrebato de sus cosechas de
maíz y otros productos, por parte de las autoridades españolas. Los sublevados resistieron por mes y
medio antes de ser masacrados por los españoles.
Otra manifestación de rebeldía fue la del Cacique Yarrince, del grupo étnico de los Boacos, quien se
sublevó en 1777, desarrollando una ofensiva desde el Caribe hacia los valles de Chontales y Matagalpa.
Yarrince fue hecho prisionero y posteriormente asesinado. Sus acciones inspiraron a otros a continuar la
lucha por una tierra libre de opresión.
Desde mediados del siglo XVII, la lucha entre españoles y misquitos se había incrementado. En sus
intentos de colonización en el Caribe, los españoles organizaron varias expediciones para penetrar en las
regiones de Taguzgalpa y Tologalpa, sectores que pertenecían a la Costa Caribe de Honduras y Nicaragua
respectivamente, incursiones que fracasaron ante la resistencia indígena.
La ofensiva misquita generalizada ante el ataque de los españoles, les permitió posicionarse como etnia
dominante en la región. Los misquitos jamás fueron sometidos por los conquistadores españoles.
La concentración de grupos indígenas en la región del Pacífico, permitió que el proceso de conquista y
colonización se acentuara principalmente en esta zona, no así en la Costa Caribe donde las condiciones
geográficas, la dispersión de los grupos poblacionales y la bravura de los indígenas no permitieron que
fueran sometidos al dominio español a pesar de la superioridad militar.
Las diversas manifestaciones de lucha de los grupos indígenas por evitar la desarticulación social,
poblacional, territorial y cosmogónica de sus respectivas sociedades, durante el violento proceso de
conquista y colonización española se ha denominado “Resistencia Indígena”.
Estas acciones en defensa de los territorios y la identidad sociocultural de los pueblos indígenas, dieron
muestra de valor y coraje. Expresando con determinación la forma más efectiva de defensa de lo propio,
la resistencia armada.
La heroica resistencia de los pueblos indígenas asentados en los actuales territorios de la República de
Nicaragua, manifestó una arraigada tradición de lucha: inteligente, tenaz, valiente y combativa, la cual
se prolongó en el tiempo, tomó diversas expresiones y mantuvo su firmeza al rechazar siempre la
esclavitud y la sumisión como opción de vida.
Destaca entre las expresiones de la resistencia indígena la creativa “huelga de úteros” desarrollada por
las mujeres indígenas, que consistió en la negativa de las mismas a continuar procreando hijos para no
darle más esclavos al conquistador español.
El doctor Alejandro Dávila Bolaños en su obra “El Güegüense”, reflexiona respecto a la huelga de úteros
y manifiesta: “Singular protesta, única en su género, que nos demuestra el temple y la calidad moral de
las indígenas, que preferían renunciar al instinto primario de perpetuarse en el espacio-tiempo, antes de
traer hijos que vivieran en la indignidad humana”.
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RESISTENCIA INDÍGENA
La heroica resistencia indígena inició con la llegada de los conquistadores españoles que significó un
violento proceso de conquista y colonización de los territorios nicaragüenses, el cual, se enfrentó con un
arraigado carácter militar de la cultura indígena, en la que la guerra se expresaba en un enorme espíritu
de lucha y gran capacidad combativa.
Los ataques de los Caciques Diriangén y Nicaragua contra Gil González constituyeron las primeras
manifestaciones combativas organizadas y desarrolladas en la historia en contra del invasor, expresando
así el espíritu guerrero de los indígenas.
En 1524 el Cacique Diriangén se enfrentó a Gil González organizando aproximadamente cuatro mil
guerreros, quienes atacaron a los españoles obligándolos a abandonar la batalla. El Cacique Diriangén es
considerado un luchador por la libertad, la justicia, el decoro y expresaba su rechazo a la esclavitud y el
vasallaje de los indígenas.
Seis años duró la resistencia liderada por Diriangén y su aguerrido ejército de aborígenes, quienes dieron
una dura batalla contra el exterminio español, muchos de ellos fueron esclavizados y enviados a las
minas en Perú.
Los indígenas, cruelmente esclavizados por los conquistadores españoles, nunca abandonaron el
empeño de mantener su libertad y hacer prevalecer su tenaz resistencia. Durante los siglos XVI al XVIII
en el territorio que comprendía Nicaragua las manifestaciones de resistencia indígena: Sublevación,
motín, sabotaje, emboscadas, ataques, huida, no pago de tributos, negativa de concebir hijos por las
indígenas, entre otras formas de resistencia, fueron empleadas por nuestro pueblo.
La resistencia indígena fue la respuesta natural a la dominación española, impuesta por medio del acero
y la pólvora. El 2 de octubre de 1528, Pedrarias Dávila, nombrado por la corona real española
Gobernador de la Provincia de Nicaragua, en un informe escribió: “En algunos lugares cercanos a las
ciudades de León y Granada hay cierta gobernación de caciques que se llaman Chorotegas que hasta
ahora nunca han querido servir a los cristianos y que además de no querer servir se han alzado y muerto
muchos cristianos y enviándoles a desafiar a ciertos requerimientos, no han querido cumplir”.
En sus ofensivas, los indígenas usaban el grito, los tambores y cantos. Para infundir pavor al enemigo,
parecer más feroces y eliminar los malos presagios, se pintaban y tatuaban sus cuerpos.
Respecto a la combatividad de los indígenas Sutiavas el cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo,
señaló: “Son los más crueles y los más feroces, pero también los más inteligentes y valerosos de cuantos
indios he conocido en la América”.
Entre las sublevaciones indígenas más conocidas de la época colonial, destaca la del partido de Sutiava
en 1681, motivada por el establecimiento de mayores impuestos y trabajos forzosos, los nativos se
sublevaron por varios días desconociendo a las autoridades coloniales, las que solicitaron la intervención
de los religiosos para apaciguar a los sublevados.
Otra sublevación importante fue la de Sébaco, en 1693, en la que los grupos indígenas locales
rechazaron ser utilizados como guerreros en la lucha contra caribes y misquitos. La estratégica ubicación
de este territorio ubicado al centro de la Provincia de Nicaragua, tenía un valor relevante para los
conquistadores, por ser esta una línea de avanzada para ampliar sus dominios.
El rechazo se convirtió en rebelión y los indígenas aniquilaron las posiciones de los conquistadores. No
obstante, no pudieron resistir la contraofensiva y la respuesta de las tropas españolas fue de más
represión.
En el año 1725 se produjo otra sublevación del pueblo de Sutiava y otros poblados indígenas aledaños
como el Laborío, en la ciudad de León; el motivo de la sublevación fue el arrebato de sus cosechas de
maíz y otros productos, por parte de las autoridades españolas. Los sublevados resistieron por mes y
medio antes de ser masacrados por los españoles.
Otra manifestación de rebeldía fue la del Cacique Yarrince, del grupo étnico de los Boacos, quien se
sublevó en 1777, desarrollando una ofensiva desde el Caribe hacia los valles de Chontales y Matagalpa.
Yarrince fue hecho prisionero y posteriormente asesinado. Sus acciones inspiraron a otros a continuar la
lucha por una tierra libre de opresión.
Desde mediados del siglo XVII, la lucha entre españoles y misquitos se había incrementado. En sus
intentos de colonización en el Caribe, los españoles organizaron varias expediciones para penetrar en las
regiones de Taguzgalpa y Tologalpa, sectores que pertenecían a la Costa Caribe de Honduras y Nicaragua
respectivamente, incursiones que fracasaron ante la resistencia indígena.
La ofensiva misquita generalizada ante el ataque de los españoles, les permitió posicionarse como etnia
dominante en la región. Los misquitos jamás fueron sometidos por los conquistadores españoles.
La concentración de grupos indígenas en la región del Pacífico, permitió que el proceso de conquista y
colonización se acentuara principalmente en esta zona, no así en la Costa Caribe donde las condiciones
geográficas, la dispersión de los grupos poblacionales y la bravura de los indígenas no permitieron que
fueran sometidos al dominio español a pesar de la superioridad militar.
Las diversas manifestaciones de lucha de los grupos indígenas por evitar la desarticulación social,
poblacional, territorial y cosmogónica de sus respectivas sociedades, durante el violento proceso de
conquista y colonización española se ha denominado “Resistencia Indígena”.
Estas acciones en defensa de los territorios y la identidad sociocultural de los pueblos indígenas, dieron
muestra de valor y coraje. Expresando con determinación la forma más efectiva de defensa de lo propio,
la resistencia armada.
La heroica resistencia de los pueblos indígenas asentados en los actuales territorios de la República de
Nicaragua, manifestó una arraigada tradición de lucha: inteligente, tenaz, valiente y combativa, la cual
se prolongó en el tiempo, tomó diversas expresiones y mantuvo su firmeza al rechazar siempre la
esclavitud y la sumisión como opción de vida.
Destaca entre las expresiones de la resistencia indígena la creativa “huelga de úteros” desarrollada por
las mujeres indígenas, que consistió en la negativa de las mismas a continuar procreando hijos para no
darle más esclavos al conquistador español.
El doctor Alejandro Dávila Bolaños en su obra “El Güegüense”, reflexiona respecto a la huelga de úteros
y manifiesta: “Singular protesta, única en su género, que nos demuestra el temple y la calidad moral de
las indígenas, que preferían renunciar al instinto primario de perpetuarse en el espacio-tiempo, antes de
traer hijos que vivieran en la indignidad humana”.
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