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Extremismos, caviares

y sensatez

La asunción de la presidencia por Dina Boluarte ha abierto otro capítulo de la vida política
en el que, pensando que existe un vació político a llenar, tres sectores minoritarios quieren
asumir el protagonismo principal: los extremistas de derecha, los extremistas de izquierda
y los caviares.

Los extremistas de derecha, apertrechados en Willax, siguen declamando que el gobierno


de Pedro Castillo fue comunista. Claro que no tienen como prueba ninguna estatización,
ningún recorte del mercado, ninguna nacionalización, ninguna regulación de precios, ni
siquiera en el caso del petróleo al que los liberalísimos gobiernos de la Comunidad
Europea le han puesto un precio tope. Tampoco pueden demostrar su tesis de que el
profesor era manejado desde la embajada del Cuba, por el “Gallo” Zamora presentado
como el más calificado agente de inteligencia de la isla. Ante esta falencia, a lo único que
han atinado es a decir que el nuevo gobierno será más comunista que el anterior.

En la antípoda, los extremistas de izquierda consideran que la sucesión constitucional es


una “traición” de Dina al pobre hoy detenido Castillo. No les entran en la cabeza las
escandalosas revelaciones de Salatiel Marrufo sobre el reparto de los cinco millones de
soles recaudados por la extorsión a una empresaria tramposa y, mucho menos, que la
“disolución” del Congreso, aunque se haya quedado en solo un fiero, constituye una
autoexclusión de la democracia. Este extremismo propone el cierre del Congreso , para
reemplazarlo por una asamblea constituyente.

Entre uno y otro, la caviaridad no quiere quedar olvidada. Una parte aspira a subirse al
primer gabinete ministerial de la apurimeña y otro, al mismo tiempo, perfecciona la grita
de los extremistas de izquierda proponiendo “Adelanto de elecciones, ahora” (¿por quién?,
¿cómo?).

Mientras tanto, en Palacio se ha puesto en marcha una estrategia para dejar en off side a
los extremismos: el diálogo franco, entre rivales políticos. “Conversar no es pactar” dijo
Ramiro Prialé, “tampoco tranzar los principios” añadiríamos nosotros.

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