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La hipótesis del lenguaje del pensamiento es una idea, o familia de ideas, sobre la forma en
que nos representamos el mundo y, por lo mismo, una idea sobre cómo ha de ser explicada
nuestra conducta. Los seres humanos son organismos maravillosamente flexibles. Todos
tratando de abrirse camino en el laberinto de su vida diaria de maneras bien diferentes, como
el empleado que coge el tren de cercanías y sobrevive a su viaje diario a Nueva York, o el
caótico de África. Esta habilidad para adaptarnos a un mundo tan complejo y cambiante está
fundada en nuestras capacidades mentales. Vamos navegando por nuestro mundo físico y
social conforme construimos una representación interna, un mapa interno de ese mundo, y
queremos llegar. Nuestra capacidad de negociación con el medio complejo y variable que nos
rodea está basada en nuestra representación del mundo, tal como creemos que es, y en
nuestra representación del mundo tal como nos gustaría que fuera. En el lenguaje de la
mismos y en los demás-, se trata de las creencias y los deseos de un agente. Su interacción
explica la acción. De este modo, el presidente Truman ordenó bombardear Japón porque
quería terminar la Segunda Guerra Mundial lo más rápidamente posible y creía que dicho
sobre política, fútbol, comida, sobre la mejor manera de educar a los niños, y sobre muchas
más cosas. Nuestro ámbito potencial de opiniones es todavía más rico. Puede que el lector no
se haya formado hasta ahora una opinión sobre los placeres de comer carne de un conejo
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atropellado en la carretera, pero ahora que le incito a ello, seguramente que se la formará
enseguida. Esta riqueza de nuestro campo cognitivo es importante para la hipótesis del
podemos hablar y pensar sobre cualquier tiempo y lugar. Tanto el lenguaje como el
pensamiento son contrafácticos: podemos hablar y pensar sobre cómo podría ser el mundo,
no sólo sobre cómo es de hecho. Y podemos tener representaciones falsas del mundo;
podemos tanto decir como pensar que está plagado de dioses, fantasmas y dragones. Además,
los pensamientos y las oraciones pueden ser infinitamente complejas. Está claro que si las
oraciones son demasiado largas y complejas, dejamos de comprenderlas. Pero esta limitación
no parece que sea intrínseca a nuestro sistema de representación lingüística, sino que es más
difusa y no el resultado de apuntalar los muros del sistema. Lo mismo parece cierto de la
representación mental. Todas estas semejanzas no constituyen una sorpresa. Aunque pueda
haber pensamientos que no podemos expresar, seguro que no hay emisiones de oraciones que
no podamos pensar.
oraciones son estructuras construidas a partir de unidades más básicas, palabras o morfemas.
El significado de una oración -lo que representa- depende del significado de esas palabras
junto con la estructura. Así que cuando aprendemos una lengua, aprendemos las palabras
junto con las recetas para construir con ellas oraciones. Adquirimos así un sistema
representacional de gran poder y flexibilidad, por cuanto que, a partir de esos elementos
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básicos, se puede construir una infinidad de representaciones complejas. Dado que las
representaciones mentales muestran ese mismo tipo de propiedades, podemos inferir que
CONCEPTOS agrupados en estructuras más complejas. Una hipótesis mínima del lenguaje del
representacional es el "mentalés".
Esta versión mínima de la hipótesis del lenguaje del pensamiento deja abiertas
muchas cuestiones importantes. (1) ¿Cuánto hay en el lenguaje del pensamiento que sea
podrían ser estructuras complejas construidas con elementos simples, sin que las estructuras
de pensamiento fueran tan complejas como las del lenguaje natural. Puede que el "mentalés"
éstas tienen probablemente rasgos que reflejan su historia como sistemas de habla. Si es así,
es muy improbable que esos rasgos formen parte del "mentalés". (2) La hipótesis mínima
deja abierta la cuestión sobre la naturaleza de la las unidades básicas. Quizá el inventario de
conceptos sea similar al de palabras simples de una lengua natural. Del mismo modo que hay
palabras para designar a los tigres y a los camiones, también hay conceptos de lo mismo en el
inventario básico con el que se construyen los pensamientos. Ahora bien, la versión mínima
es también compatible con la idea de que las unidades básicas con las que se forman las
complejas no tienen por qué ser los equivalentes semánticos de las palabras. Así, el concepto
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"tigre" podría ser en sí mismo una estructura semántica compleja. (3) La versión mínima deja
abierta la cuestión sobre la relación entre el "mentalés" y las lenguas naturales. Podría ser que
sólo aprendiendo una lengua natural se ponga en marcha el desarrollo del "mentalés". O que
aprender una lengua natural haga progresar y transforme el lenguaje del pensamiento más
rudimentario con el que se empieza. O quizás aprender una lengua natural no es más que
aprender a producir representaciones lingüísticas que son equivalentes a las que ya pueden
Jerry Fodor va más allá de la hipótesis mínima del lenguaje del pensamiento. Fodor
argumenta a favor del "mentalés" a partir no sólo de la psicología intencional sino también de
la psicología cognitiva. Defiende que nuestras mejores explicaciones, y a menudo las únicas,
suficientemente rico como para representar todo un abanico de acciones posibles y de los
posibles resultados de las mismas. Tales agentes deben tener la capacidad de representar no
sólo los estados reales del mundo sino también los estados posibles. Todavía más importante,
formular una hipótesis apropiada sobre los leopardos. Por ello, Fodor considera el "mentalés"
palabras. Cree, por ejemplo, que conceptos como "camión", "elefante" e incluso "reactor" son
conceptos se parece más al desarrollo de los caracteres sexuales secundarios que a aprender
las normas de etiqueta del pub local. Así pues, el "mentalés" es independiente de cualquier
lengua natural que podamos hablar. El poder expresivo del lenguaje natural depende del
tipo de réplica se centra en la inferencia que se hace del lenguaje del pensamiento a partir de
relación entre el perfil intencional de un agente -las creencias y deseos que tenga- y sus
estados internos es posiblemente muy indirecta. Usando una de sus ilustraciones preferidas,
nos pide que consideremos lo que pasa con un ordenador que juegue al ajedrez. Hay
ordenadores que juegan muy bien al ajedrez, por lo que decimos que saben mucho del juego,
que saben, por ejemplo, que el peón que avanza por detrás de la torre es peligroso. Y está
bien considerarlos así, aun cuando no exista ningún estado interno causalmente significativo
que se corresponda con esa creencia. Dennett cree que la relación entre nuestras creencias y
nuestros estados internos con eficacia causal es igualmente indirecta. En mi opinión, este
argumento hay que tomarlo sobre todo como una respuesta a la versión fuerte de Fodor de la
hipótesis del lenguaje del pensamiento. Y lo mismo se puede decir de otras muchas críticas,
por cuanto se centran en la negativa de Fodor a admitir que el aprendizaje pueda aumentar la
capacidad expresiva de nuestros pensamientos. Los Churchland, por ejemplo, consideran esto
como una reducción de la hipótesis misma del lenguaje del pensamiento, pero de ser algo, es
sólo una reducción de la versión fuerte de la misma que sostiene Fodor. Por otra parte, los
- Kim Sterelny
Referencias bibliográficas
Fodor, J. A. (1975). The Language of Thought. Sussex: Harvester Press. [El lenguaje del
Lecturas complementarias
Fodor, J. A. (1990). A Theory of Content and Other Essays. Cambridge, MA: MIT Press.
Loewer, B., y G. Rey, Eds. (1991). Jerry Fodor and His Critics. Oxford: Blackwell, caps.11-
13.