OBSERVAR LA AUTORREFERENCIA
EN EMERGENCIA*
Heinz von Foerster
El orador emerge lentamente detrés de su pupitre. Se eleva poco a poco, queda
como suspendido por un instante, vuelve a bajar y luego comienza su alocuciin
(MED
Como pueden comprobar, he tomado en serio el titulo de esta sesién:
«Autorreferencia y emergencia del observador». Lo he tomado tan en serio
que hasta he mirado «emergencia» en el diccionatio. Qué significa? De
donde viene esta palabra? He sabido por el diccionario de la herencia nor-
teamericana de la lengua inglesa, que «emergencian es una nocién secunda
tla. La nocién primaria es estar sumergido. Quiere decir que estamos pri-
mero en el término «mergen, del cual e-mergemos. Ahora, équé es lo que
«mergen? No ha sido cosa facil de descubrir, pero después de una busqueda
etimol6gica en profundidad, creo que podemos decir que el término «mer.
ge» comprende un estado de rurbiedad indefinido, impersonal y nebuloso en
el cual estamos todos sumergidos, y del que debemos emerger para conver:
timos en aquel que decidimos ser.
Con mi demostracién introductoria de la emergencia cxco no hablar dema-
siado de este proceso milagroso, toda vez que nuestro jurado incluye a los
‘emergeologistas més competentes que nos iluminaran sobre este tera,
De manera mis técnica, por supuesto, deberia hablar de nuestros orado-
res como de ontogenetistas, 0 como prefieran llamarsc: «constructivistas»,
-«constructivistas radicales», «parteros», ete.; donde entonces, si vienen de la
escuela del pensamiento de Prigogine, se los podria llamar los «que van del
ser al devenir». En mi version, si uno no quiere tomarse por alguien que va
de suyo en el cardcter de ser humano, no deberia hablar de si como de un set
humano (human Being), sino como de un ser en devenir, es decir, un «ser devi-
niente».
Esta es, desde luego, la perspectiva de los existencialistas, que partieron
de la significacién de la taiz latina exsivtere: surgit, sobrevenir, aparecer. A mi
iuicio, José Ortega y Gasset lo dice de manera més notable: «El Hombre no
tiene una naturaleza sino ‘una historia... El hombre no ¢s una cosa sino un
drama... Su vida es algo que debe ser clegido, inventado mientras él progre-
sa, yun hombre esta en esa eleccién y en esa invencién, Cada hombre es su
* Este titulo, asi como los de las comunicaciones siguientes, son del director de Ja
compilacisn, ‘150 INTERCAMBIOS TEORICOS
propio autor, y aunque pueda elegic entre ser un autor original o un plagia-
dor, no puede escapar a esta eleccién... Esta condenado a ser libre».
iEfectivamente, estamos condenados a set libres!
De los tres conceptos: «autorreferencia», «emergencia» y »,
Por otta parte, 1s naturaleza regeneradora de este proceso no es muy
sible, porque de un modo semejante a las proposiciones paraddjicas -quc,
cuando se las enfoca de cierta manera, por ejemplo por el aspecto «verda,
dero», presentan el otro aspecto, esto es, «falson, y viceversa-, se puede com.
render «si mismo» como se quiere y el concepto se transforma siempre en
otra cosa. Quienes conocen Jos encanitos de las nuevas inatematicas lamadas
«teoria del caos», pudieron reconocer la naturaleza ilusoria del «si mismo,
el personaje del «atractor cadtico». Temo, sin embargo, que estos nuevos
‘matematicos no logren hacer apreciar sus ideas increibles a un piblico de tera.
peutas familiares
Asi pues, quisiera apelar a un amigo que segtin todas las probabilidades es
conocido por todos nosotros, Ludwig Wittgenstein, para que me ayude a acla.
rar el punto que quiero exponer.
“El castellano no permite verter esta diferencia que si oftece el fancés, entre je, pro
‘pombre personal de primera persona del singular, y mcf, que curyple tambien la misens fore
«ign pronominal pero eon el cardcter de represgntante de la persona ue hable o everibe
ademés, moi se eraplea también como complemento de objeto, como sujeto de verbo ci
infinitive, como sujeto de una oracisn clfatica, ec. Por otra parte, of es también un sus
‘antivo de género mesculino, raducible en castellano pot wel you: [N. defn
BIBLIOTECA-USTA132 INTERCAMBIOS THORICOS
En la proposicién 5.631 de su Tractatus logico-philosopbicus se lee: «Si yo
esctibiera un libro titulado Ef mundo tal conto lo encontré, estaria obligado a
incluir un informe sobre mi cuerpo, y a decir qué partes estaban subordina-
das a mi voluntad y cuéles no lo estaban, etc., siendo éste un método de ais
lar al sujeto o mas bien de mostrar de wna manera notable que no hay suje-
to; porque, solo, él no podria ser mencionado en este libro».
Ahora, siyo, Heinz von Foerster, tuviera que escribir un libro titulado El
nuundo tal conto lo encontré, estaria obligado a incluir un informe sobre mi
cuerpo, ete., pero tambien deberia incluir un informe sobre el aspecto de
los otros gue se me parecen y que pueblan el mundo tal como yo lo encon
1ré. A causa de esto puedo verme a través de los ojos de los demas. El que me
ensend esto fue Victor Frankl, el psicoterapeuta vienés.
‘Conocf al doctor Frankl después de la Segunda Guerra Mundial. Salia del
infierno de los campos de concentracién, era cl tinico superviviente de su
familia, En la Viena de posguerza, conquistada pot los rusos, ocupada enton-
ces por las cuatro potencias aliadas, su presencia y su prctica como terapeuta,
‘como curador de las experiencias trauméticas, tenfan una importancia vital.
Un dia le trajeron a un hombre aquejado de una grave depresién. Su esposa
yl mismo habian estado en campos de exterminio diferentes, y por mila
gro habian sobrevivido y vivian entonces en Viena. Tras unos pocos meses de
‘vida en comtin, ella mutié de una enfermedad contraida en el campo. El hom-
bre queds depresivo. Cesé de comer, ces6 de participar en la vida que le rode-
aba. Sus amigos lo llevaron al consultorio de Frankl y ambos hablaron duran-
te largo tiempo. Finalmente, Frankl le pregunté: «Supongamos que Dios
quiera darme el poder de crear una mujer idéntica a la suya. Usted no podria
onstatar ni sentir ninguna diferencia; la apariencia, la gracia, las conversa-
ciones, los recuerdos, todo scria idéntico a su esposa. éMe pediria usted
(que ereara una mujer asf?». Se hizo un largo silencio. Después, el hombre res-
pondié: «Nos.
Frankl dijo: «Gracias»; y el hombre se fue y comenzé a revivi
Cuando pregunté al doctor Frankl: «éQué sucedis? éQueé hizo usted?»,
contesté: «Durante toda su vida, en la unién de esos dos seres humanos, el
hombre veia a través de los ojos de su mujer. Cuando ella muri, él quedé
Giego. Pero cuando vio que estaba ciego, ipudo ver! ‘Con nosotros es igual!
‘Vemos a través de los ojos del.otro
‘Tes raego que acepten esto como metéfora del tema de nuestra sesién:
-«Autorreferencia y emergencia del observador».
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