Está en la página 1de 9

LIBROS

l2ll

Michel Foucau/t así que los mortales, en efecto, no solemos re-


signarnos fácilmente al sinsentido de un cese
par Michel Foucau/t escandaloso : por ello buscamos algún signifi-
justo Serna cado que nos apacigüe con nuestra condición
finita , que dé alguna justificación a lo que no
parece tenerla. En el caso de Foucault, por
ejemplo, el sida sirvió para entender lo que ca-
rece de sentido, sirvió para hacer causa común
Toda palabra que le concierne resuena en él has-
ta el extremo, y es esta resonancia lo que teme, hasta el
frente a la gravedad pública y privada de una
punto de rehuir medrosamente todo discurso que puedan enfermedad real y metafórica que por enton -
hacer y del cual sea el sujeto. La palabra de los otros, elo- ces se agigantaba y amenazaba como nueva
giosa o no, está marcada en su origen por la resonancia
plaga. Pero sirvió también para que muchos de
que pueda llegar a tener. Él sólo, porque conoce el pun-
to de partida, puede medir el esfuerzo que tiene que los que le sobrevivieron se interrogaran sobre
hacer para leer un texto si éste habla de él. la existencia del filósofo, sobre la
El vínculo con el mundo es conquistado Jo stp Auw ni Bt'rm údn justeza de sus elecciones, sobre la
siempre así a partir de un miedo.
Fouca ul c temeridad de sus últimos años y so-
Roland Bar·thes un il·lu strat rad ica l?
par Roland Bar·thes bre la relación que podía haber en-
tre obra y vida .
Algo parecido les había su-
cedido a otros maltres apenser pa-
l. El lunes 25 de junio de risinos , autores que se convirtie-
1984, en la cúspide de su notoriedad, ron en tutela y guía de varias
cuando la obra del filósofo alcanza- generaciones, en norte y dirección,
ba el apogeo que seguía a una cri- y a los que, después, se les descu-
Josep Antoni Bermúdez, brió públicamente en toda su hu-
sis de creatividad, cuando su fama
Foucault un il-lustrat radical?.
rebasaba fronteras y se extendía por Valencia, Universitat de Valéncia, manidad, en su debilidad y gran-
2003, 298 págs. deza personales. Roland Barthes y
Norteamérica, moría Michel Fou-
cault. Su fallecimiento conmovió a una multitud Louis Althusser, por ejemplo. Que una furgo-
creciente, a numerosos lectores y simpatizan- neta absurda acabara con la vida de Roland
tes que se sentían afines a su obra o, al menos, Barthes, que un imprevisto accidente de tráfi-
espoleados por sus ideas. Aquel acontecimiento co, que un golpe dado por un vehículo, apa-
aciago se vio envuelto en inexactitudes, en ru- gara la voz de quien había sido interlocutor
mores, en medias palabras, como si ese hecho y maestro de una generación, resultó inexpli-
fortuito, ese escándalo que es siempre la muer- cable y odioso. Que, además, esto sucediese
te le diera un sign ificado retrospectivo a lo di- sin que ninguna señal lo anunciase, sin la pre-
cho y a lo hecho por el pensador. «La muerte de monición cierta de lo que iba a ocurrir, no fue
Foucault cayó sobre nosotros de forma tan rá- fácil de aceptar, como nos recordaba Louis-
pida e inesperada -anotaba Ji.irgen Habermas Jean Calvet en la sentida biografía que le de-
en una necrológica- que uno no puede evitar dicara años después. ¿Había alguna lección que
el pensar en que aquí todavía se documenta la extraer de ese hecho fortuito y desgraciado?
vida y la teoría de un filósofo en el aconteci- ¿Resumía una vida, por ser metáfora de algo ?
miento y en la contingencia brutal de su muer- También el caso de Louis Althusser se convir-
te repentina». La muerte siempre es repentina, tió, efectivamente, en un caso. Un malestar psí-
siempre llega antes de lo previsto, siempre li- quico antiguo, una patología mental, un esta-
quida lo que aún estaba por desarrollarse, en do transitorio de enajenación, no sé, llevaron
este caso a los cincuenta y siete años. Tanto es al filósofo francés a estrangular a su esposa
Hélene en 1980. Él quiso hacerse cargo de sí fos hayan hecho suyas, la muerte de Foucault
mismo arrostrando con las consecuencias de y su propia vida sólo son en principio un da-
su acto, pero la justicia y la psiquiatría fran- to externo, extratextual, sin correlato inme-
cesas declararon a Louis Althu sser incapaz, diato y visible en su obra. Y, sin embargo, di-
no procesable. Desde entonces tuvo que lle- cho esto, me corrijo, me enmiendo: su escritura
var una vida de silencio, de muerte civil-co- es irreparable y paradójicamente autobiográ-
mo admite con amargura en El porvenir es lar- fica , concebida como experiencia directa pa-
go-, un retraimiento forzado hasta su definitiva ra así poder desgarrarse, para ocultarse, para
desaparición en 1990. impedirse ser siempre el mismo. «No estoy in-
El fallecimiento de Michel Foucault fue teresado en el estatuto académico de lo que
tan doloroso, tan inexplicable y tan escandaloso hago», le decía a Stephen Riggins en 1982,
como el de Barthes o el de Hélene Althusser, y «porque aquello que me preocupa es mi pro-
muchos de sus contemporáneos no se resignaron pia transformación . Ésa es la razón por la que
a aceptar ese sinsentido. Para inculparlo o para cuando me dicen : "Pensaba tal cosa hace al-
exculparlo, para apiadarse o para enrabietarse, gunos años y ahora dice algo distinto" , mi res-
lo cie1to es que la muerte de Foucault dio origen puesta es "¿Cree que he trabajado tanto todos
a comentarios, a fabulaciones, e incluso a una li- estos años para decir lo mismo y no haber cam-
teratura ad hoc que sirvió para leer la vida del fi- biado?". Esta transformación de uno mismo
lósofo, para hacer de la suya una vida escrita, por el propio conocimiento es, en mi opinión,
apasionante, oculta, dañada y gozosa; una vida algo cercano a la experiencia estética. ¿Para
en la que la amistad, la honestidad intelectual o qué tendría que trabajar un pintor si no per-
la homosexualidad y su expresión sadomaso- siguiera transformarse con su propia pintura?».
quista habrían sido sus hilos conductores, la cla- Esa condición, esa mixtura entre obra y vida,
ve con la que reescribir los acontecimientos y su y esa sucesión de obras que modifican la vi-
sentido. Pero de ser así, ¿qué operación metafó- da , justificarían, pues, las laboriosas y con-
rica era ésta que explicaba una existencia por la trovertidas reconstrucciones de sus exégetas.
índole concreta de su muerte? ¿No era una re- Foucault dio suficientes pistas sobre ese he-
construcción retrospectiva que forzaba la cohe- cho, y justamente por eso los biógrafos se aba-
rencia de un sujeto que justamente se había em- lanzan desde entonces con el fin de aclarar
peñado en des-subjetivarse? Desde entonces, las la relación que pueda predicarse entre ideas,
biografías de Foucault se han sucedido, inclu- existencia y muerte.
so las novelas que fantasean y recrean su ago- ¿Cómo podemos tomarnos ahora esos
nía: volúmenes, en fin, que desconciertan a sus acontecimientos de 1984? La mejor manera es,
lectores y que se suman uno tras otro forman- probablemente, la de aceptar aquella muerte
do un género floreciente, confirmando la in- -como todas las muertes-, hacer el duelo, le-
evitabilidad del conflicto de interpretaciones y erla, sin más, al modo antimetafísico que pro-
la propensión metafórica, simbólica, de las vi- pugnara el propio Foucault: «Como un suceso
das ejemplares. Son éstos unos libros que han intempestivo en el que se manifiestan la fuer-
servido, además, para que sus autores se ene- za y la crueldad del tiempo; el poder de lo fác-
misten entre sí, para que se reprochen o se di- tico -añadía Habermas en su necrológica-, que
rijan acusaciones de plagio, de falsedad, de ma- supera sin sentido y sin triunfo el sentido di-
ledicencia. Hablo de las interesantes obras de fícilmente establecido de cualquier vida hu-
Didier Eribon, de David Macey, de James Mi- mana». No hay trascendenci a que nos alivie,
ller o también de Hervé Guibert. no hay historia que sirva de justificación o pro-
Ahora bien, más allá de esas explicacio- longación de nosotros mismos, no hay orden y
nes ajustadas a la verdad o no que sus biógra- dirección que dé coherencia global al itinera-
LIB ROS

l23l

rio que seguimos, no hay metafísica que atem- pensador: alguien que se compromete intervi-
pere nuestros miedos y nuestro cese. Foucault niendo en las esferas de subjetivación y de su-
-insistía Habermas tomándose en serio algu- jeción de los individuos. A pesar de proceder
nas palabras del pensador muerto- prolonga de una tesis doctoral, esta obra se ha despren-
y corrige la tarea reveladora de Kant, de esa dido, sin embargo, del armazón pesadamente
tradición que llega hasta hoy y que nos obliga académico que suele ser común en tantos li-
a aceptar las consecuencias de nuestra inde- bros de semejante origen. Se lee con agilidad,
terminación, las consecuencias de una historia incluso con gusto, aunque el autor se obstine
sin metafísica. «Para Foucault la experiencia a veces en repetir lo que ya dejó claro de an-
de lo finito se ha convertido en el aguijón filo- temano, o aunque incurra en algún didactismo
sófico. Foucault -concluía Habermas- ha ob- innecesario. No es rigurosamente cierto que
servado el poder de la contingencia». una tesis doctoral sólo sea el simple traslado
de huesos de un cementerio a otro, aun cuan-
2. Han pasado veinte años de aquella do la investigación tenga por objeto la obra de
muerte y la influencia del filósofo francés no un muerto. Menos todavía lo es en el caso de
decae. Tanto es así, que aún hoy muchos to- este libro, en el que la depuración del acade-
man sus palabras como oráculo, predicción o micismo vivifica al muerto , aunque eso -se-
radiografía de nosotros mi smos, de nuestro gún veremos después- también puede ocasio-
presente. La literatura secundaria sobre Fou- nar problemas, serios problemas.
cault sigue creciendo, y su eco y sus efectos La tarea que se propone Bermúdez no es
pueden apreciarse en numerosos idiomas, en sencilla, puesto que su relectura del filósofo le
francés, por supuesto, pero también en inglés, obliga a abordar una obra original e incómo-
en alemán, en castellano o en catalán, por ejem- da, profunda e irritante, de estilo expresivo y
plo. Editado por Publicacions de la Universi- caracterizada por una fortísima presencia del
tat de Valencia, acaba de aparecer Foucault: yo, la huella de un yo que cambia: una obra,
un il·lustrat radical ?, un ensayo filosófico que en fin, de la que son deudores numerosos co-
firma Josep Antoni Bermúdez, basado en la te- mentarios y adhesiones, analistas y biógrafos
sis con la que logró el grado de doctor. Su tex- más o menos avezados, y avalistas, seguido-
to tiene tres partes. En la primera, el autor pre- res, exégetas y hermeneutas esforzadamente
senta las principales aportaciones del filósofo, fieles . Bermúdez no siempre escapa a las re-
como pensador sobre objetos externos cuyo des del lenguaje foucaultiano, y así juzga al fi-
desvelamiento es propiamente una debelación ; lósofo con sus propias categorías o lo parafra-
pero también lo presenta como lector de sí mis- sea con su mi smo léxico. Se obliga a emplear,
mo . Inspirándose, en efecto, en Roger Char- en efecto, un vocabulario obstinadamente fou-
tier, el historiador que examinara las relectu- caultiano y con ello pone a prueba el instru-
ras que el propio Foucault se hiciera, trata de mental analizado. ¿Es correcto hacerlo así? En
reconstruir los itinerarios posibles, los des- otros comentaristas, este modo de operar reve-
plazamientos de interés y que le sirvieron pa- laba pereza o vicio de lenguaje, si podemos de-
ra 1-esignijicar una y otra vez su obra. En la se- cirlo así, puesto que, lejos de ser precisión fi-
gunda parte, Bermúdez defiende a Foucault lológica, era simple comunión o mera fidelidad.
como ilustrado frente a sus críticos, principal- En Bermúdez, hay adhesión a Foucault, qué du-
mente frente a Jürgen Habermas, del lado so- da cabe, pero hay también cierta experimen-
cialdemócrata, y en menor medida frente a Jo- tación aplicada sobre el objeto mismo de su ad-
sé Guilherme Merquior, del lado liberal. En la hesión y hay metarreflexividad. Por hacerlo así,
tercera parte muestra la condición de intelec- por no ser sólo un calco obediente, nos las ve-
tual específico (y no universal) que tendría el mos con una radiografía atrevida, amplia, eru-
dita, arriesgada en algunos pasajes, acomoda- ilustrado. ¿Es así? ¿Podemos dar por bueno
ticia y académica en otros, pero retórica siem- ese dictamen? Teniendo presentes las limita-
pre: es el ensayo que refleja a un lector aman- ciones de mi condición, que arriba confesaba,
te de la escritura y cuidadoso de la expresión, me propongo decir algo sobre Foucault y so-
del significante y de les mots. bre Bermúdez, y lo haré como historiador y
¿Pero quién les habla ahora? ¿Quién juz- como lector.
ga la calidad de este ensayo filosófico ? Ad-
mitirán los lectores que, en principio, mi con- 3. ¿Hay alguna lección provechosa en el
dición de historiador no me avala y que es filósofo que pueda servirnos a quienes profe-
dudosa, pues, mi competencia : más aún, que samos la disciplina histórica? Deberíamos pre-
es muy incómoda mi ubicación. Permítanme guntarnos de qué modo ha sido leído y de qué
justificarme. Por un lado , me aventuro co- modo podemos leerlo aún hoy. Y deberíamos
mentando un libro rico, exhaustivo, incluso interrogarnos también por qué ha sido tan in-
prolijo, sobre un tema del que no soy experto, fluyente entre las nuevas generaciones de his-
pero del que leo sin parar y del que no consi- toriadores y por qué su nombre es - veinte años
go desprenderme desde que hace casi treinta después de su muerte- tan inevitable, para bien
años me deslumbrara la introducción de Las y para mal , entre la historiografía de vanguar-
palabras y las cosas. Por otro, me atrevo a ha- dia. No aspiro a resolver esto y no creo que Jo-
blar de Foucault porque tratando de este fi- sep Antoni Bermúdez lo pretenda tampoco. Ya
lósofo no está de más tener a un historiador casi es imposible agotar las lecturas, las inter-
como lector, a uno de esos caballeros de la pretaciones y los comentarios de que ha sido
exactitud como jocosamente nos calificara el objeto: la literatura sobre Foucault es oceáni-
pensador francés. La tesis que en el ensayo de ca y, en efecto, a una y otra parte del Atlántico
Bermúdez se defiende, la concepción de Fou- se multiplican las obras sobre su obra, los his-
cault como ilustrado radical, se sostiene con- toriadores que recuerdan la pertinencia de sus
tra el diagnóstico de Jürgen Habermas, que categorías, que alaban su vigencia o que, por
juzgaba al francés como neoconservador, co- el contrario, rechazan las consecuencias es-
mo inspirador de los posmodernos: ese hecho cépticas de su visión. No aspiro a ser exhaus-
me resulta muy incómodo, puesto que me obli- tivo, sino a dar con la razón o razones que jus-
ga a contrastar a Foucault con el filósofo ale- tifican esa celebridad intempestiva. Ha pasado
mán, un filósofo que , perdónenme el atrevi- mucho tiempo desde su desaparición -insisto:
miento, no me interesa especialmente, sobre repentina, escandalosa, carente de sentido, co-
todo por su estilo, por su expresión, por su mo- mo todas-, y esa misma distancia nos permi-
do de enunciar las cosas . Hace unos años, en te evitar los diagnósticos expeditivos, las con-
una entrevista a Jon Elster que se le hiciera en denas circunstanciales o las celebraciones
la revista Metode, el interpelante le pregunta- apresuradas de su vida, de su fallecimiento y
ba sobre su colega Jürgen Habermas. La res- de su obra. Decía Emil Cioran que no debe-
puesta de Elster fue muy ingeniosa y acetta- ríamos escribir sobre lo que no hubiéramos re-
da , una respuesta que hago mía: Habermas leído. Yo he cumplido con ese dictum , he leí-
-decía el sociólogo escandinavo- plantea los do y releído a Michel Foucault, el Foucault
asuntos centrales de nuestro tiempo, pero en que se pronunció sobre la Ilustración, y, ade-
el lenguaje más inadecuado. Así, citando al fi- más, lo he hecho paralelamente a la lectura del
lósofo alemán , empieza Josep Antoni Bermú- ensayo de Bermúdez.
dez y todo el libro es una defensa e ilustración De la publicación de sus libros más afa-
de la tesis que lo contraría, que contraría su mados se cumplen ya muchos años, y si ori-
diagnóstico: Foucault, en fin , aparece como ginariamente el éxito de Foucault pudo ser cir-
LIBROS

l25l

cunstancial, catapultado por las modas pari si- bituales del conocimiento y la crítica de su
nas que entonces dominaban , su actualidad complicidad in sti tucional. El discurso fou-
editorial y la permanente reimpresión de la que caultiano nos retaba, en efecto, a fuerza de ase-
son objeto merecen algún comentario. ¿Q ué mejarse al nuestro, a fuerza de adoptar un es-
hay en esos textos para que hoy se sigan le- tilo propio, pero un estilo, al fin, que contenía
yendo? ¿Qué hay en esos volúmenes para que, en su misma expresión convenciones y recur-
muchos años después, aún susciten interés, in- sos característicos de hi storiador empleados
quietud o controversia entre historiadores o fi- con otros fines. Eso nos aproxima, nos asemeja,
lósofos ? Los tratos que Michel Foucault tuvo pero también nos incomoda y nos inquieta.
con la historiografía son variados, y todos sus Hay, como decía Nietzsche en Así habló Za-
textos, que tienen una vertiente histórica evi- ratustra , un abismo que saltar entre las cosas
dente, nos interpelan a los profesionales de la semejantes. Entre el discurso foucaultiano y la
historia. Por un lado, su obra prolonga la crí- escritura académica de la historia hay víncu-
tica kantiana: el sapere aude era una evalu a- los evidentes y proximidades sorprendentes,
ción de lo hecho en el pasado o de lo no he- pero hay tambi én un abismo , distancias in-
cho, de lo que faltaba por hacer. Foucault franqueables y hay, en fin, diferencias de pro-
examinará el lastre de la Ilustración, el poder cedimiento. Por eso, por esa semejanza in-
pastoral o la gubernamentalización o la suje- quietante, es por lo que -co mo se reconoce
ción que la razón moderna facultó. Hay, pues, frecuentemente- la obra reciente que más ha
un escrutinio de la historia y de sus objetos: marcado a los hi storiadores franceses no es
la locura, la ciencia, la medicina, la punición, la de uno de sus pares, es la de un filósofo , es
la sexualidad. Por otro lado, su obra ahonda y la de Michel Foucault. Dicha influencia, que
desarrolla el ataque nietzscheano a la idea de se debe a la publicación de sus obras mayores,
sentido histórico y a las nociones mismas que ha sido ambivalente y sólo ha podido aceptar-
le han dado soporte (origen, continuidad, et- se con reservas e incluso con la inquietud ca-
cétera). Por eso, lleva a cabo la crítica a la con- racterística que provoca un enfoque que se adi-
cepción del devenir que se funda en alguna vina familiar y lej ano.
suerte de razón o hilo rojo que dispensaría sig-
nificado global, universal. Finalmente, sus re- 4 . De estas cosas da cuenta suficiente y
flexiones lo son sobre determinados univer- fundada Josep Antoni Bermúdez, evaluando las
sales tomados por evidentes, constitutivos de consecuencias del pensamiento foucaultiano.
esa metafísica del ser que Heidegger comba- Pero en este ensayo hay algunas decisiones que
te, sobre los a prioris que nos constituyen, so- el autor adopta y que se revelan muy critica-
bre a prioris observados históricamente y cu- bles, al menos si nuestro fin es conocer mejor
ya naturalidad se desvanece a fuerza de al pensador francés. Quisiera discutir esas op-
apreciar sus cambios, transformaciones y des- ciones erróneas: una es de índole filológico-
plazamientos. Esa mirada se basaría en una documental, la otra, de naturaleza biográfica.
concepción di screta de la hi storia, una con- Primero. Para analizar su legado, Ber-
cepción en la que la idea misma de continui- múdez adopta una decisión llamativa, incluso
dad es abolida al tomarse como engañosa, pro- temeraria: no toma las obras mayores del fi-
pia de la racionalidad retrospectiva con que lósofo, esas que le catapultaron a la fama, si-
las sociedades se contemplan y se apaciguan. no que se vale de ese otro Foucault menor, cir-
Esas ideas, interesantes e inquietantes, fueron cunstancial, autor de paratextos con los que
y se tomaron como una interpelación a los his- prolongaba sus textos y sus tesis. Bermúdez
toriadores, un a interpelación incómod a y rica lo juzga «més subtil». Es decir, se centra en
que requería la reordenación de los objetos ha- Dits et écrits , los cuatro volúmenes editados
en 1994 por Daniel Defert, Fran~ois Ewald y que sería la obra de Michel Foucault, esa no-
Jacques Lagrange y que recogen sus artículos , ción que siempre había rechazado para sí mis-
sus ensayos breves, las entrevistas en las que mo, sino únicamente poner a disposición de
Foucault se explica. Con ello, según creo, Ber- todos textos difícilmente accesibles en razón,
múdez aspira a rehacer un Michel Foucault en particular, de la diversidad de sus lugares
par Michel Foucault. Me parece muy intere- de publicación». Y, sin embargo, los editores
sante ese reto que el autor se plantea, pero no crean obra diez años después de su muerte
creo que salga completamente airoso del mis- (como Obras esenciales se ha traducido su ver-
mo. De hecho una y otra vez recurre a las obras sión abreviada al castellano), una obra que Fou-
mayores , con lo que incumple su propio pro- cault no alumbró y que aparece en 1994 en un
grama, justamente porque no tenía más reme- sello de gran prestigio, Gallimard, y en una co-
dio que incumplido: porque no se justifica la lección, «Bibliotheque des Sciences Humai-
separación del paratexto del texto que lo ori- nes» , fundada por Piene Nora, y que había ser-
gina, como si aquél fuera un comentario más vido para consagrarle junto a los otros maitres
sutil de lo que en el libro mayor estaría pro- apenser parisinos . Algo parecido hace, por su
lija o abstrusamente dicho. Por otra parte, da- parte, el propio Josep Antoni Bermúdez en otro
do que quería basarse en Dits et écrits, habría libro que le debemos y que es parejo o parasi-
que haber hecho un escrutinio documental, fi- tario del que ahora analizamos. Se trata de Fou-
lológico-histórico, que pusiera de relieve qué cault vist per Foucault, una compilación de
tipo de operación mercantil-editorial hay de- textos procedentes de los Dits et écrits que tra-
trás de esta compilación. ¿Quiénes son Defert, duce al catalán y que publica en Bromera co-
Ewald y Lagrange? ¿Qué implicaciones per- mo si fuera un apéndice documental de su te-
sonales se libran con esta interesantísima e im- sis. La operación de selección que lleva cabo
prescindible edición? ¿No son los Dits et écrits es, en gran parte, antifoucaultiana -como él
la conversión de do cumentos en un monu- mismo reconoce-, una recreación, pero no es
mento, por decirlo con el filósofo francés? ¿No ése el auténtico problema. La cuestión es efec-
son la conversión de Foucault en autor de obra tivamente otra: de nuevo, las interesantes glo-
completa y póstuma? La posteridad, como ve- sas que Josep Antoni Bermúdez añade en di-
mos, acaba dando sentido, coherencia y orden cho volumen nada dicen de la operación
a aquello que no lo tenía, y la memoria, el mo- editorial que hay detrás de los Dits et écrits y,
numento o la fidelidad asean al muerto. por tanto, no nos informan de la naturaleza de
¿No fue Foucault quien examinó crítica- los paratextos del propio filósofo y de aque-
mente las nociones de autor, de obra, de obras llos otros que Defert, Ewald y Lagrange agre-
completas? Pues bien, Bermúdez acepta acrí- garon en 1994.
ticamente la evidencia, el a priori, de Dits et Hay una historia cultural, incluso de ins-
écrits, unos volúmenes ideados después de la piración foucaultiana, que trabaja de modo
muerte del filósofo . «Así, somos plenamente bien distinto. Hay que estudiar las ideas, los
conscientes de cuáles son nuestras responsa- enunciados, los discursos dentro de los textos
bilidades», decían en la introducción Daniel que los producen o en los que se insertan. Es
Defert, Fran~ois Ewald y J acques Lagrange. ésta una historia cultural que tiene afinida-
«Estos volúmenes reúnen textos que Michel des con algunos de los avances que ha expe-
Foucault había dej ado dispersos en vida. Sa- rimentado la teoría textual en las últimas dé-
bemos que, a pesar de nuestro escrúpulo de in- cadas (la teoría de la recepción alemana, el
tervenir lo menos posible, hemos producido, nuevo historicismo norteamericano, etcétera),
bajo el nombre de Michel Foucault, algo in- y que se propone estudiar la cultura como pro-
édito. No hemos querido contribuir a crear eso ceso de creación y difusión de signos y signi-
LIB ROS

ficados. Es ésta, en fin, una historia cultural zados o no revisados o no verificados en vida
que toma la filosofía como el objeto de un de Michel Foucault. Como no quieren rehacer
complejo proceso de comunicación, como un al pensador, Daniel Defert, Franr;ois Ewald y
producto en el que intervienen un contexto, un Jacques Lagrange se imponen como exigencia
autor, una voz que da forma, trama y discur- «una intervención mínima», de acuerdo con
so a un objeto, un artefacto material llamado «Un orden puramente cronológico de publica-
libro, algunos mediadores que lanzan o con- ción (y no de escritura, que nos habría obliga-
dicionan su lectura y su recepción, y unos des- do a conjeturar)», y, por tanto, «los textos no
tinatarios. Precisemos . El pensamiento es re- se ordenan por género o por tema». Además,
sultado de un acto de creación por parte de un cada texto se identificará con un número, ins-
emisor, es realidad interior y exterior, pero es crito en el margen, cosa que permite indicar su
también una tradición, un código, un sistema lugar en el orden así definido, concluyen los
verbal en prosa regido por reglas que el au- editores franceses . Bermúdez, que se basa en
tor toma en préstamo, un sistema cerrado, con- los Dits et écrits para reconstruir a Foucault,
sumado que no se prolonga ni revive. Es un cita de este modo. Parece una decisión sensa-
texto, pero es también un libro , un objeto, en- ta, pero, a la postre, se revela como una opción
torno y circunstancia, una industria cultural, extravagante: al citar por número y no por tí-
un mercado y una audiencia. El volumen exi- tulo de la entrevista o artículo, al no dar pis-
ge, en fin, un receptor que lo actualice, que lo tas cronológicas, su lector no siempre averi-
lea de acuerdo con su propio esquema here- guará a qué texto se refiere, obligándole, pues,
dado, de acuerdo con las instrucciones que dic- a seguir su ensayo con los cuatro volúmenes de
tó el autor y que quedaron insertas en el dis- Dits et écrits aliado. Felizmente, en el volu-
curso o de acuerdo con las pistas y reclamos men documental que ha realizado para Ero-
que los editores pusieron en las introduccio- mera, en Foucault vist per Foucault, Josep An-
nes, en las solapas, en las fajas , en las cubier- toni Bermúdez respeta los epígrafes, de modo
tas y en las contracubiertas. Pero esa recep- que es posible saber en todo momento qué pie-
ción suele ir más allá de los códigos implícitos za del filósofo está reproducida.
o explícitos que están en la literalidad de lo Segundo. Las biografías de Foucault, esas
escrito, puesto que el lector usa esas palabras, sobre las que antes me pronunciaba, se echan
las interpreta de acuerdo con su intuición, su en falta en el libro de Bermúdez, como se echa
enciclopedia y sus necesidades. en falta una cronología, repitiendo con ello un
Justamente por eso, se echa en falta en la vicio muy común entre los comentaristas aca-
obra de Bermúdez un análisis propiamente fou- démicos de la gran filosofía, que suelen sepa-
caultiano de los Dits et écrits, de su justifica- rar tajantemente vida y obra. Si las ideas son
ción editorial. «Estos cuatro volúmenes -lee- perdurables, si los logros del pensamiento son
mos nuevamente en la introducción de Daniel memorables, esas obras rebasan el cuerpo mor-
Defert, Franr;ois Ewald y Jacques Lagrange- tal, rebasan el contexto en que se alumbraron,
reúnen, a excepción de los libros, todos los tex- nos dicen . Su verdad -se insiste- no puede re-
tos de Michel Foucault publicados en Francia ducirse al avatar personal o circunstancial en
o en el extranjero: prefacios, introducciones, que fueron pensadas, porque, de aceptarse esa
presentaciones, entrevistas, artículos, confe- posibilidad, la verdad del discurso sería extra-
rencias . Se pretende la exhaustividad, pero res- textual y estaríamos en un tris de recaer en una
petando la cláusula testamentaria establecida forma u otra de determinismo. Reparemos en
por Foucault: "ninguna publicación póstuma"». el destino que se le ha reservado a la biografía
Precisamente por eso, añaden los editores fran- de Michel Foucault, y que ha provocado esa
ceses, quedan excluidos los textos no autori- controversia entre sus biógrafos a que antes al u-
día. Hay, en efecto, una interesante y dura li- miento, pero suelen entenderse preferentemente
za entre Didier Eribon, David Macey y James como una sucesión de sistemas, como una su-
Miller por hacerse con la mejor explicación y cesión de doctrinas que escapan al yo mortal
aleación entre existencia y obra. Se trata una que las expresó. Hay, sin embargo, algo de am-
liza paradójica, dado que el propio biografiado putación en esta operación descontextualiza-
optó por multiplicar sus vidas, por ocultarse en dora, porque el significado o la verdad de aque-
sus libros, por camuflarse violentado la noción llas palabras están efectivamente en la misma
misma de sujeto, de autor y de obra; se trata de expresión, pero ésta tiene siempre un escena-
una controversia áspera e incluso reduccionis- rio, un soporte material o físico que es un re-
ta en la medida en que algún biógrafo ha que- pertorio de códigos de actualización y de in-
rido erigirse en neurótico defensor y celoso terpretación. La causa de la obra filosófica no
guardián del personaje, como los albaceas de es la vida, el malhumor o las alegrías de la vi-
Wittgenstein, y algún otro ha pretendido «acla- da, en la medida en que el pensador aspira a
rar» el enigma del pensador reduciendo la obra rebasar ese límite; la explicación de una doc-
a un prurito sexual. trina no está en el contexto de su alumbra-
Sin embargo, aunque nos desagraden miento, en la medida en que esa especulación
esos reduccionismos y esos excesos o tutelas aspira a la universalidad.
post mortem, aunque ninguna biografía sea de- Pero la obra y la doctrina son produc-
finitiva (lo definitivo, como dijo Borges, só- tos contingentes y se deben a un ser lastrado
lo pertenece a la religión y al cansancio), no por la finitud, por unos límites sobre los que
debemos inferir de ello la impertinencia o la puede callar, pero de los que obra y doctrina
irrelevancia de lo biográfico. Lo biográfico si- son deliberadamente o no su oposición, su su-
gue siendo necesario en la filosofía, porque peración, su sublimación, su quintaesencia, su
arroja luz sobre los sistemas de pensamiento emblema o su condensación. Hay en ello una
y porque aclara -ahora así- las intenciones del empresa titánica que consiste en hacer algo
autor y de la obra (si acepto esta distinción de nuevo, algo original, algo nunca visto , con-
Umberto Eco), y porque aclara los usos de los tando para ello con materiales viejos , recono-
lectores, de los exégetas y de los comentaris- cibles, ya empleados, los propios de la tradi-
tas. Por tanto, queriendo oponerse a los deter- ción y los propios de la vida personal. Sabemos
minismos que reducen el texto y las ideas que que no hay interpretación universal e incon-
encierra, la interpretación filosófica podría in- creta, sino que depende de un contexto. Entre
currir en el vicio contrario, en una suerte de otras perspectivas, la dimensión pragmática
idealismo que excluyera lo orgánico, lo con- del lenguaje -sobre la que tanto se ha insisti-
tingente, la carne, la muerte que se avecina , do en el siglo xx a partir, por ejemplo, de Witt-
que siempre es temprana. No someter la obra genstein-, la historia efectual que postulara
a la vida es, desde luego , un modo de guar- Gadamer, la misma teoría de la recepción o la
dar respeto, de conceder hondura a lo que efec- semiótica, nos han insistido en las condicio-
tivamente la tiene, un modo de evitar el re- nes decisivas de la expresión y de su com-
duccionismo sociológico, ya que el significado prensión , de la comunicación . Si aceptamos
o la verdad de unas palabras están en la mis- esa evidencia para la interpretación , ¿segui-
ma expresión y no fuera de ella. Por eso, tan remos obstinándonos en la creación increada
frecuentemente las exégesis de los profesores por temor al sociologismo? Ya Nietzsche intu-
de filosofía excluyen o limitan al máximo las ía todo esto y él mismo nos lo advirtió explí-
alusiones a la vida, a la historia concreta y a citamente. «Poco a poco -decía en un célebre
las circunstancias irrepetibles en que se con- pasaje de Más allá del bien y de/mal- se me
cibieron . Hay, en efecto, historias del pensa- ha ido manifestando qué es lo que ha sido has-
LIBROS

1291

ta ahora toda gran filo sofía: a saber, la auto- Referencias bibliográficas


confesión de su autor y una especie de memoi- ALTHUSSER, LOUIS, El porvenir es largo, Bat-celona, Des-
res no queridas y no advertidas». En el filóso- tino, 1992.
fo , añadía, «nada , absolutamente nada es BARTHES, ROLAND, Roland Barthes por Roland Barthes,
impersonal; y es especialmente su moral la que Barcelona, Kairós, 1978.
BLANCHOT, MAURICE, Michel Foucault tal y como yo lo ima-
proporciona un decidido y decisivo testimonio
gino, Valencia, Pt·e-textos, 1997.
de quién es él -es decir, de en qué orden je-
CALVET, LOUIS-jEAN, Roland Barthes, biografía, Bat-celona,
rárquico se encuentran recíprocamente situa- Gedisa, 1992.
dos los instintos más íntimos de su naturaleza». CHARTIER, RoGER, Foucault lector de Foucault, Valencia,
Exactamente eso es lo que se propuso Michel Eutopías, 1996, vol. 118.
Foucault y por dicha razón confesaba en 1983: Eco, UMBERTO, Lector in fabula , Bat·celona, Lumen, 1986
«la idea del bias como material para una obra ERIBON, DIDIER, Michel Foucault ( 1926-1984) , Barcelo-
na, Anagrama, 1992.
de arte estética es algo que me fascina». Obra
- Michel Foucault y sus contemporáneos, Buenos Aires,
y vida eran, pues, en él indisolubles y, justa-
Nueva Visión , 1995 .
mente por eso se revela también desacertado FOUCAULT, MICHEL, Dits et écrits, 1954-1988, Pan's, Ga-
el silencio de Bermúdez sobre esa existencia lli mat·d, 1994, 4 vo ls.
de que Foucault se hizo cargo, sobre esa muer- - Entre filosofía y literatura. Obras esenciales, Barce lo-
te que al final destruyó arte y artificio , y que na, Paidós, 1999, vol. l.

sus biógrafos, mejor o peor, reconstruyen de - De lenguaje y literatura. Obras esenciales, Barcelona,
Paidós, 1999, vol. 11.
manera tentativa.
- Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, Bar-
celona, Paidós, 1999 , vol. 111.
-Sobre la Ilustración, Madrid,Tecnos, 2003.
Justo Serna es profesor de Historia Contemporánea
de la Universitat de Valéncia. GUIBERT, HERVÉ, Al amigo que no me salvó la vida, Bar-
celona,Tusquets, 199 1.
HABERMAS, jüRGEN, El discurso f¡losóf¡co de la moderni-
dad, Madrid,Taurus, 1989.
- Ensayos políticos, Barcelona, Pen ínsul a, 2000.
MACEY. DAVID, Las vidas de Michel Foucault, Madrid, Cá-
tedra, 1995.
MERQUIOR, JosÉ GUILHERME, Foucault o el nihilismo de la
cátedra, Ciudad de México, FCE, 1988.
MILLER, jAM ES, La pasión de Michel Foucault, Santiago
de Chile, Andrés Bello, 1994.
NIETZSCHE, FREIDRICH, Más al/á del bien y del mal, Ma-
drid, Alianza, 1992.

También podría gustarte