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Maquiavelo

Con Maquiavelo la teoría política se emancipa de los valores morales y


religiosos, constituyéndose como una disciplina independiente que teoriza
sobre la adquisición y conservación del poder.

Naturaleza y política

Para Maquiavelo el mundo está gobernado por un azar ciego y sin propósitos.
No hay una teleología, un fin oculto. Dichos fines son una invención de la
imaginación, pues ni siquiera en la condición humana se puede hablar de una
finalidad propia.

El sentido de la política es contrarrestar el desorden natural. La naturaleza


es irregular y no cesa de moverse; el estado busca estabilidad y actúa con
regularidad, de acuerdo con leyes capaces de garantizar un equilibrio. Al no
existir duración, ni permanencia en lo real, sino, puro azar, el político debe
subsanar esta deficiencia ontológica fabricando estabilidad.

El dominio del político concierne a la acción política. Sólo el artificio humano


puede oponer su fuerza al caos natural. Frente al cambio incesante de la
naturaleza, se levanta la consistencia de un orden político que recurre a
cualquier medio para garantizar estabilidad en la sociedad de los hombres. El
estado es la gran construcción de la humanidad (su obra suprema).
El político inventa lo que la naturaleza no puede producir

Maquiavelo entiende que no se puede teorizar sobre el gobierno, eludiendo el


dato empírico. Hay que recurrir a la observación sistemáticamente,
aprovechando lo que nos muestra la experiencia y la historia. Dicho de otro
modo, cualquier hipótesis ha de ser verificada y si los hechos la desmienten,
tendremos que rechazarla. La filosofía política no puede discurrir sobre
repúblicas o principados que jamás existieron. Su objeto no es la utopía, sino
la posibilidad. La teoría afirma que nada más eficaz “para defender y
mantener el poder que ser amado” y “nada más contrario que ser temido”.
Sería perfecto que el gobernante produjese ambos sentimientos, pero ante
la dificultad de conseguirlo “es mucho más seguro ser temido que amado,
cuando haya de faltar una de las dos cosas”. Esta tesis procede de las
experiencias, por ejemplo.

La Virtud

Para Maquiavelo, la virtud no se identifica con la caridad y el respeto a la ley,


sino con la excelencia y la fuerza que permiten dominar las contingencias y el
conjunto de variables atribuibles al azar. La verdadera virtud consistirá en
intentar contrarrestar su influencia.

La virtud se proyecta sobre el mundo inmediato, buscando el éxito y la


eficacia. Es una cualidad activa que no retrocede ante la crueldad o el
disimulo. No tiene otro objetivo que la realización de sus fines, neutralizando
en lo posible la influencia de la adversidad. “La virtud es vigor y salud, astucia
y energía, capacidad de previsión, de planificar, de constreñir. Es sobre todo
una voluntad que sirve de dique de contención ante el total desbordamiento
de los acontecimientos, que imprima una norma, por desgracia, siempre parcial
y caduca al caos, que construya con tenacidad indefectible un orden dentro
de un mundo que se desmorona y se disgrega de forma permanente”.

Es innegable que el hombre está sujeto a la fortuna, pero la virtud reside en


no aceptar pasivamente sus disposiciones. Virtuoso es el que lucha contra los
acontecimientos, procurando dominarlos y esforzándose en imponer su
voluntad.
La condición humana

La verdad efectiva es que las visiones utópicas sobre el ser humano y la


política falsifican hipócritamente la realidad. La historia nos muestra una y
otra vez que la esencia del ser humano no varía de una época a otra. Con
independencia del momento histórico y el régimen político, el corazón humano
propende a la codicia y él ansia de poder, y es inútil extirpar esas pasiones,
pues forman parte de nuestra naturaleza. El ser humano no es ni bueno ni
malo, pues la experiencia demuestra que puede actuar de un modo u otro, pero
de cara al gobierno del estado, el príncipe debe elaborar sus previsiones,
presuponiendo la maldad humana.

La humanidad se divide en príncipes y súbditos. Los príncipes aspiran al poder


y los súbditos a la seguridad. Esta forma de estratificación se repite en todas
las edades y en todos los pueblos: la historia atraviesa períodos de decadencia
seguidos de etapas de esplendor y la virtud del pueblo y sus gobernantes
puede alterar este proceso.

Filosofía política

La política ocupa el centro de las especulaciones filosóficas de Maquiavelo.


Su mayor preocupación es cómo crear y conservar el poder político.
Maquiavelo resalta la importancia de la experiencia para el arte de gobernar.
Las mejores enseñanzas se obtienen de la observación atenta de la realidad
y no de improbables utopías que sólo existen en la cabeza de la gente. Hay
que hacer un estudia comparativo de las causas y los efectos acaecidos en la
historia, para obtener un conjunto de reglas Prácticas, cuya eficacia permita
su aplicación generalizada

“El Príncipe”

La virtud del príncipe reside en su habilidad para llevar a cabo sus fines,
consciente de que la política se basa en el juego de fuerzas producido por las
pasiones humanas. La política no puede estar sujeta a los principios
establecidos por el dogma religioso. Por el contrario, es la religión la que ha
de estar sometida al poder político, pues su influencia puede ser beneficiosa
para fortalecer la cohesión social. El príncipe nunca debe olvidar que los
deseos más universales de la naturaleza humana son la protección de su vida
y su hacienda. Un hombre olvida con más facilidad la pérdida de sus
progenitores que de su patrimonio. Por eso, la prudencia aconseja al
gobernante que es preferible el asesinato a la extracción de los bienes.
Le gobierno no puede basarse en la voluntad general, pues “la plebe tiende
por naturaleza a alegrarse del mal”. Además, “una multitud sin jefe no es útil
para nada”. “Es necesario que haya un hombre solo que establezca la forma
de gobierno y de cuya mente dependa toda organización”. La depravación de
la naturaleza humana y la incapacidad de la masa para gobernarse a sí misma
justifican sobradamente la crueldad con que debe actuar un príncipe para
imponer La Paz y obediencia entre sus súbditos. Afín de cuentas, los castigos
ejemplares mantienen el orden con más eficacia que la benevolencia.

La guerra, sus instituciones y su disciplina, son el único objeto que merece los
pensamientos y la aplicación de un príncipe, y de ello hará su oficio, pues ése
es el verdadero oficio de cualquiera que gobierne. Si puede, no debe
apartarse del bien, pero debe saber emplear el mal cuando sea necesario. En
cualquier caso, no se puede juzgar su conducta conforme a principios
extrínsecos, pues el príncipe es origen y causa de toda ley moral.

La moral es algo privado, que pertenece al orden subjetivo, hay que prescindir
de distinciones o reparos Morales. “La política por la política”, establece la
autonomía de una disciplina libre de especulaciones de orden ético o religioso
y con un objeto propio específico. La actividad política se justifica por sí
misma y no tiene otros límites que sus posibilidades de éxito en su tarea de
erradicar de la convivencia el caos y la anarquía. El príncipe no debe temer a
las posiciones extremas, pues, aunque lo ideal sería que sus súbditos le amasen
y temieren, es preferible que le teman a que dejen de respetar su autoridad.

República, monarquía y milicia obligatoria

El ideal político de Maquiavelo no es el príncipe de su famosa obra homónima,


sino la república romana, basada en la libertad y las buenas costumbres. La
política de urgencia enunciada en “el príncipe” sólo responde a la necesidad
de un momento histórico y no se puede interpretar como un modelo definitivo,
si no hay disturbios que lo impidan, es preferible la república a la monarquía,
pues el interés general está mejor resguardado por la intervención del pueblo
en el gobierno que por el despotismo de príncipes hereditarios y absolutos,
sin otra preocupación que sus intereses privados.

Según Maquiavelo, el primer paso hacia la Paz social es la creación de un


ejército de ciudadanos. La milicia obligatoria es necesidad primordial para el
estado. Sólo así se comprometían a defender su estado.

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