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24.05.2021 MILLÁN GTZ ANA EX Psicología 3er.

Parcial
Síntesis de los capítulos de libro de Oliver Sacks: El hombre que confundió a su mujer con su sombrero.
En este libro, el autor cuenta historias médicas de pacientes que parecían irremediables y atrapados a fondo en
enfermedades neurológicas, y también narra más a fondo sobre enfermedades neuropsicológicas de las que
padece un paciente de otro capítulo. Se trata de casos de personas, padeciendo agnosias, impedimentos en la
vista y memoria, autismo, o enfermedades que reaparecen tras años de haber sido olvidadas, pero que a pesar
de todo esto, siguieron siendo personas bastante capaces de mantener una vida normal, dotadas e inteligentes,
artísticas incluso.
El primer capítulo cuenta la historia con la que se tituló el libro, Sacks nos muestra el caso del doctor P. quien
era maestro de música, pero desafortunadamente padecía de agnosias visuales, las cuales le impedían
reconocer caras y formas de las cosas. Sacks encontró que, cuando le pidió al paciente que le describiera el
plano de un edificio, solo pudo describir lo que veía de su lado derecho, y cuando se le pidió que “entrara al
edificio” por la entrada sur, ahora pudo describir los edificios que había omitido anteriormente, porque esta
vez le quedaban de su lado derecho. Así, Sacks concluyo que el doctor tenía problemas del lado izquierdo,
ambos interna y externamente, y estos le afectaban su imaginación y memoria visual. A su esposa,
curiosamente, solo la reconocía por el sonido de su voz, ya que su cara le parecía totalmente desconocida.
Para hacer sus tareas, el doctor debía estar tarareando mientras hacia las cosas, y si se le interrumpía, salía de
ritmo y se detenía totalmente. El nombre del caso llegó a raíz de que, en visita a la clínica de Sacks, el doctor
P. intentó ponerse su sombrero, y en su lugar, le tomó de la mano a su esposa, queriendo usar su mano de
sombrero. Esto, como mencione antes, fue a cause de su agnosia visual, caracterizada por una incapacidad
cerebral para reconocer o comprender estímulos visuales. Sin embargo, aunque no podía reconocer la
forma literal de las cosas, el doctor P. era un músico maravilloso y un pintor abstracto, su condición nunca le
impidió de seguir siendo maestro de música.
El segundo capítulo, el marinero perdido, nos introduce a Jimmie G. un hombre de 49 que, externamente, no
mostraba ninguna señal de que hubiera algo mal en su funcionamiento cognitivo. Tras contarle a Sacks que él
había estado en la marina a los 17, trabajo en submarinos, fue reclutado en la militar, poco a poco comenzó a
narrarle a Sacks sus memorias en tiempo presente, como si siguiera viviendo en sus memorias de hacer dos
décadas. Después de contarle a Sacks su vida, el salió del cuarto y volvió minutos después, al volver a entrar a
la habitación, Jimmie no lo reconoció. Sacks, tras más preguntas, concluyó que sus memorias de corto plazo
se veían eliminadas de su cerebro, solo parecía recordar datos de hace mucho tiempo, y cuando pasaban más
de diez minutos de haberle mencionado algo, Jimmie olvidaba haberle contado. Como mencione ya, sus
memorias eran de cuando estuvo en la marina a los 17 de un par de años después, Jimmie estaba seguro que
seguía de esa edad, y cuando se veía en el espejo, no reconocía al señor de mayor edad que lo veía de regreso.
“Si bien lo «fijaba» brevemente una tarea o un rompecabezas, un juego o un cálculo, por el estímulo
puramente mental, se desmoronaba en cuanto terminaba esa tarea, en el abismo de su nada, su amnesia.”
Sacks escribió en el libro. Su condición es conocida como síndrome de Korsakoff, cuyo rasgo
característico es que provoca en el paciente una pérdida grave de la memoria episódica o de las
experiencias vividas, tiene profunda amnesia que se remonta hasta su vida en 1945.
En el tercer capítulo, “La dama desencarnada” nos hablan del caso de Christina, una joven de 26 años que
estuvo bajo cirugía para la extracción de piedras en la vesícula. Unas noches antes de la cirugía, tuvo un sueño
en el cual no se podía mantener de pie, y las manos le resultaban torpes, sin poder sostener nada en ellas. La
siguiente mañana, su sueño se volvió realidad, su doctor lo llamo “histeria de angustia”, diciendo que los
suyos eran síntomas normales de una persona que iba a pasar bajo una cirugía invasiva y que no era nada de
qué preocuparse. Llegando el día de la cirugía, su condición empeoró, Sacks se imaginó que sus mecanismos
de control de tono y movimiento, de alguna manera, habían sido atrofiados. Sacks comenzó a dudar si esta era
una ocasión como si los lóbulos parietales no recibiesen la información habitual de los sentidos. Tras pruebas,
descubrieron que los lóbulos si funcionaban, el problema era que no tenían con que funcionar. Los doctores
dijeron que perdió toda propiocepción, que no tenía sensibilidad de músculos y que esta era la primera vez
que alguno de ellos veía un caso como este. Por la tarde, Christina estaba inmóvil, se veía afectada por sus
raíces sensitivas de los nervios craneales, concluyeron en que ella era un caso raro de polineuritis sensorial,
su cuerpo no se reconocía a sí mismo. Actuaba como por cuenta propia.
Capitulo cuatro comienza con la historia de “el hombre que se cayó de la cama”. Era un paciente nuevo que
era alegre, majo, bueno, pero cuando se quedó adormilado se cayó de la cama y había empezado a gritar y no
permitía que le volviesen a acostar. Cuando llego Sacks, hablo con él y el paciente le explico que alguna
enfermera le había puesto una pierna en su cama para gastarle una broma pero que cuando la fue a sacar de su
cama con su brazo y pierna buena el también cayó, al final el doctor Sacks le dijo que se dejara acostar otra
vez. Lo que tenía el paciente era una excelente perdida completa de conciencia de una extremidad
hemipléjica.
Comenzamos el capitulo cinco, con “manos”. Madeleine tenía 60 años, era ciega y nunca en su vida había
podido usar las manos. Sacks para que las utilizase, dijo a las enfermeras que pusieran la comida un poco
fuera de su alcance para que moviera las manos, poco a poco las fue utilizando y empezó a reconocer cosas y
con el paso del tiempo empezó a modelar bustos de personas. Un año después Sacks se encontró con otro
paciente con el caso parecido al de Madeleine, lo único que este paciente no tenía tanta destreza como ella,
pero él podía hacer pequeños juguetes de madera. Estos casos de agnosia suelen ser raros, son más frecuentes
la agnosia adquirida. Decían que tenía también parálisis cerebral unida a un trastorno profundo de la visión.
Su agnosia del desarrollo, táctil o somatosensorial se puede definir como una incapacidad para identificar
objetos a través del tacto, basándose en aspectos como su textura o en su tamaño, a pesar de que no se
den alteraciones de tipo sensorial. Otro nombre para este tipo de trastorno es “estereognosia”.
Tenemos el capítulo seis, “fantasmas”. Empieza con la distinción de varios tipos de fantasmas que hizo el
señor Weir Mitchell; éste dijo que había muchísimos tipos y citó los más importantes como: espectros
sensoriales, unos que eran muy reales, dolorosos, también habían indolorosos, otros que parecían réplicas de
lo perdido…. Más tarde cuenta algunas historias que han sucedido y que contienen en ellas “objetos
fantasmas” como la del dedo (un marinero perdió un dedo y su dedo le persiguió muchos años hasta que a
este paciente contrajo una neuropatía diabética sensorial grave y perdió la sensación de poseer dedos n ese
momento el dedo fantasma desapareció), fantasmas posicionales, cuenta la historia de Charles D. que se caía
muy a menudo porque sentía que su pierna (bueno la que le habían puesto) cada vez era más larga y luego
corta, delgada y luego ancha y sino fijaba la vista en los pies se caía, y contó muchas historias de pacientes a
los que le sucedían cosas con sus miembros fantasmas. El síndrome del miembro fantasma es la
percepción de sensaciones de que un miembro amputado todavía está conectado al cuerpo y está
funcionando con el resto de este; se solía creer que esto se debía a que el cerebro seguía recibiendo mensajes
de los nervios que originalmente llevaban los impulsos desde el miembro perdido.
Con el inicio del capítulo siete con “A nivel”, nos cuenta que un señor llamado MacGregor se inclinaba hacia
el lado izquierdo, pero él no se daba cuenta, este señor fue a la clínica St. Dunstan's y fue atendido por el Dr.
Sacks, entre los dos vieron el problema y hablaron sobre el nivel que tiene el cerebro, del que carecía el Sr.
MacGregor porque tenía Parkinson y esta enfermedad afectó a dicho nivel, a este señor se le ocurrió ponerse
un nivel fuera del cuerpo y cerca de la vista para poder ver cuando se inclinaba y corregirlo, y él y el Dr.
Sacks se pusieron a trabajar en esas “gafas con nivel”, el experimento funcionó perfectamente, al principio era
algo incómodo pero luego ya miraba el nivel automáticamente. Más tarde, muchos otros pacientes que tenían
Parkinson las usaban. La enfermedad de Parkinson es una enfermedad progresiva del sistema nervioso
que afecta el movimiento.
Siguiente capítulo vemos “¡Vista a la derecha!” Trata de la señora S. que no sentía el lado izquierdo de su
cuerpo ni de su rostro, ella sólo comía la mitad del plato de comida o sólo se maquillaba la mitad derecha de
su cara (padecía de heminegligencia) pero esto se acabó cuando a la señora S. se le ocurrió ponerse una silla
de ruedas giratoria y dar vueltas hasta encontrar la parte izquierda, después el Dr. Sacks le puso una cámara
de video para que viese el lado izquierdo de su cara como si fuese el lado derecho pero no resultó porque era
muy incómodo debido a que la señora S. no sentía nada en su lado izquierdo. La heminegligencia consiste en
la dificultad que presenta el individuo para orientarse, actuar o responder a estímulos o acciones que
ocurren en el lado contralateral a una lesión hemisférica, que no es debida a trastornos elementales
sensoriales o motores.
Y en el capítulo nueve, titulado “El Discurso del presidente”. Un buen día, el presidente fue a dar un discurso
en la clínica donde estaban todos los afásicos (personas que sufren trastornos en el lóbulo temporal
izquierdo), éstos no paraban de reírse, y es que a una persona que padece de afasia no se le puede mentir con
palabras porque no las entienden, ellos se fían de los gestos, del tono de voz… para entender lo que se les está
diciendo, y el presidente mentía tanto con sus palabras (ya que es muy fácil) pero con los gestos no les podía
mentir (porque resulta muy difícil ya que salen sin ser “pensados”). En el libro hace la comparación entre un
perro y un afásico, dice que en este caso los dos son muy parecidos porque ninguno entiende de palabras y se
guían por los gestos. Más tarde nos habla de lo pacientes con agnosia total (pacientes, que tienen trastornado
el lóbulo temporal derecho, totalmente opuestos a los que padecen afasia porque carecen del sentido de la
expresión y del tono, pero que conservan la capacidad de entender las palabras) que en el discurso sólo podían
fijarse en los movimientos del presidente, y aquí el caso de Emily D. que estaba perdiendo la vista muy
rápidamente y no podía concentrarse tanto como antes en los movimientos, ella propuso que los que hablasen
con ella lo hiciesen en prosa, el presidente no hablaba en prosa, por tanto, no convenció a Emily. La afasia es
un trastorno del lenguaje a consecuencia de una lesión cerebral que puede afectar a la lectura, la
escritura, la expresión o la comprensión.
Comenzamos el capítulo diez con “Ray, el ticquer ingenioso” Un día llegó Ray a la consulta, padecía el
síndrome de Tourette desde que tenía cuatro años y ahora tenía veinticuatro años, había ido al colegio, a la
universidad, estaba casado, tenía amigos. Sus múltiples tics de extrema videncia hicieron que le despidiesen
de varios trabajos y había puesto en peligro su matrimonio. Ray tenía mucha sensibilidad musical. El
síndrome constituía una ventaja en diversos juegos, él se sentía libre cuando cantaba, cuando nadaba… El Dr.
Sacks le recetó un cuarto de miligramo de Haldol tres veces al día. Ray volvió a la semana con el ojo morado
y la nariz rota, el Haldol lo había desequilibrado por completo, alterando su velocidad, su ritmo, sus reflejos
increíblemente rápidos. Ray dice que los que padecen Tourette no son libres, porque cuando padeces este
síndrome es como ir borracho todos los días y si tomas Haldol pues es ir ebrio siempre. Él dice que las
personas “normales” tenemos un equilibrio natural, y ellos han de sacar el máximo partido de un equilibrio
artificial.
El capítulo once habla de la historia de “La enfermedad de cupido”. Natasha K. era una señora de tercera edad
en sus 90 años de vida, pero a pesar de esta edad, Natasha cuenta sentirse rejuvenecida tan solo llegar a los
88. De repente se sentía eufórica, sin dolor alguno, era feliz, y a sus amigas les preocupo tan rápido cambio de
personalidad. Natasha le cuenta al Dr. Sacks que padecía de la enfermedad de cupido, o sífilis. Aquella
enfermedad, estando dormida por más de 70 años, regreso a la vida de Natasha y en su fluido espinal, el Dr.
Sacks determino que efectivamente, era neurosifilis lo que la hacía sentirse de esta manera. La paciente no
estaba totalmente de acuerdo con verse tratada su enfermedad, ya que dice que antes de su llegada, tenía
mucho tiempo sin sentirse tan bien, pero al mismo tiempo no quería que esta enfermedad progresara a algo
peor y más dañino que un cambio de personalidad. Decidieron administrarle penicilina, lo que extraería las
espiroquetas, pero el cambio que estas habían causado no se vería revertido. Ahora la señora K. tiene ambas
cosas, disfruta de una desinhibición suave, una liberación del pensamiento y el impulso, sin nada que
amenace su control de sí misma y sin el peligro de una mayor lesión del córtex.
Capitulo doce nos presenta “Una cuestión de identidad”. El señor William Thomson estaba en la consulta,
confundió al Dr. Sacks con Ton Pitkins, luego con Hymie y después con Manners, hasta que al final se dio
cuenta que estaba en una consulta y no en su tienda como había creído hasta ahora; le preguntó al Dr. Sacks si
estaba loco y qué hacia allí. El Dr. Sacks le dijo que tenía un pequeño trastorno en la memoria y
dificultades para recordar e identificar a la gente y él le dijo que era cierto porque confundía a personas
con otras. El Sr. Thomson identificaba a mucha gente en poco tiempo para intentar acertar, no tenía
inseguridad en sí mismo. Solía estar desorientado porque pasados unos segundos ya no se acordaba dónde ni
con quién estaba. Experimentaba un sueño de situaciones, imágenes y gentes en perpetuo cambio,
transformación y mutación continuas. William vivía en un mundo fático, estable, plenamente normal. El don
de William era su perdición, sólo si callase un momento podía penetrar la realidad en él. William está tan
condenado que no sabe que está condenado, porque lo dañado no es simplemente una facultad sino la
ciudadela misma, el yo, el alma. El Sr. Thomson vaga muchas veces por el jardín, y en esa tranquilidad que
dan las flores encuentra la suya, la presencia de otras personas le excita y le inquieta, esa presencia hace
que busque y elabore una identidad rápidamente; estar en el jardín solo le ofrece una comunión muda y
profunda con la propia naturaleza y también la sensación renovada de estar en el mundo, de ser real.
Con el inicio del capítulo trece, vemos la historia de la Señora B. en “Si, padre-hermana”. La Sra. B. le dijo al
Dr. Sacks que parecía un cura (padre) por la barba, una hermana por la bata blanca y un médico por el
estetoscopio, el Dr. Sacks se quedó muy extrañado con eso y le preguntó si lo miraba a él en absoluto y ella
contestó que no. Conocía la diferencia entre padre/ hermana/médico y también entre izquierda/derecha, pero
decía que no significaba nada para ella, el Dr. Sacks le preguntó que si ese “no significar nada…” le
molestaba y ella le contestó que no. El Dr. Sacks trataba al año a muchos pacientes con fenomenología
similar, pero con las etiologías más diversas. Una vez se acordó de un paciente que examinó en 1981, este
paciente hablaba muy rápido, se contradecía. La esquizofrenia la «boba-feliz» es la más maligna y a su vez
la más increíble, nadie se recupera y regresa para contar cómo es y cómo se vive con ella. En todos los
casos de esos pacientes hay un caos, deja de haber un «centro» de la mente.
Inicia el capítulo catorce contando “Los poseídos”, anécdota del síndrome de Tourette. En el capítulo diez el
Dr. Sacks hablaba del síndrome de Tourette que tenía Ray, en ese capítulo nos decía que algunas personas
pueden estar hasta poseídos por este síndrome, estas personas apenas serían capaces de integrar una identidad
real en medio de la presión y el caos tremendos de los impulsos de Tourette. En este capítulo vamos a hablar
del síndrome de Tourette, pero en una forma más avanzada, más fuerte, es el síndrome de supertourette.
Esta forma del síndrome cuando posee a una persona desintegra su personalidad y la conduce a una forma
extraña, fantasmagórica, pantomímica y con frecuencia imitativa de «psicosis» o frenesí. A estas personas no
se les podía ver en una clínica porque allí no se podía observar un trastorno que, aunque de origen orgánico,
se expresa en impulso, imitación, personificación, reacción, interacción, llevados a un extremo y a un grado
casi increíbles; la clínica es adecuada para una neurología sistemática y científica, reducida a tareas y pruebas
fijadas. La víctima del supertourettismo se ve obligada a luchar para sobrevivir…para convertirse en
un individuo, y sobrevivir como tal, frente a un impulso constante.
Capítulo quince; “Reminiscencia”. A la señora O'C., un poco sorda pero con lo demás en perfecto estado, una
noche le pasó algo muy extraño, en enero de 1979, soñó clara y nostálgicamente con su infancia en Irlanda,
con las canciones que allí cantaban y con la música que bailaban, cuando despertó seguí escuchando la
música y creyó que alguien se había dejado alguna radio encendida pero después de comprobar todas las
radios se dio cuenta de que no había ninguna encendida, después pensó que eran los empastes porque había
oído rumores de que los empastes emitían sonidos, se quejó a la enfermera y ésta le dijo que a sus empastes
no les pasaba nada, más tarde pensó que qué radio iba a poner las canciones que a ella le gustaban y nada más
y se preguntó si la radio estaría en su cabeza. El Dr. Sacks quiso hacer un electroencefalograma para prestar
atención a los lóbulos temporales del cerebro, todavía no podía hacerlo, en el periodo de espera se atenuó la
música, disminuyó de intensidad, y era menos persistente. Cuando puede hacer el electroencefalograma sólo
oía fragmentos breves y esporádicos. Le instalaron y le aplicaron los electrodos en la cabeza y el Dr. Sacks le
pidió que levantase el dedo índice de la mano derecha cada vez que la oyese. En dos horas levantó el dedo
tres veces y cada vez que lo hacía las plumas del electroencefalograma resonaban y transcribían picos y olas
agudas en los lóbulos temporales del cerebro. El término que el Dr. Sacks utilizaba para esto era nostalgia
incontinente. El Dr. Sacks no trató ningún caso similar hasta junio del año pasado en que examinó a la señora
O'M. que había estado ingresada en la misma institución, tenía poco más de ochenta años, estaba un poco
sorda, era inteligente y despierta.

Capítulo dieciséis con “Nostalgia incontinente”. El doctor Sacks llegó a calificar a la L-Dopa como “una
especie de máquina del tiempo extraña y personal”. El Dr. Sacks se puso a escribir la historia de una paciente
que se llamaba Rose R. y pensó menos en términos de “reminiscencia” y más en términos de “obstrucción”
esta señora no había pasado nunca del año 1926; pronto se acordó en los términos que escribía Harold Pinter
describiendo a “Deborah” en =A kind of Alaska=, que contaba lo siguiente: Uno de los efectos de la L-Dopa
administrada en los pacientes postencefalíticos, es la reactivación de síntomas y pautas de conducta
presentes en una etapa muy anterior a la enfermedad, pero “perdidas” después. Hemos comprobado el
retorno y la reactivación de recuerdos, sueños “olvidados”. Después ponía el ejemplo de una señora
mayor, de sesenta y tres años, que tenía parkinsonismo postencefalíticos progresivo desde los dieciocho años,
llevaba hospitalizada desde los veinticuatro años en un estado de “trance” oculogírico casi continuo. La
reminiscencia forzada parecía ser una excitación, mientras que la reminiscencia incontinentemente nostálgica
de la vejez y a veces de la embriaguez, parece más próxima a una desinhibición y un descubrimiento de estos
arcaicos. Estos estados pueden “liberar” recuerdo, y todos ellos pueden conducir a una reexperimentación y
una representación del pasado.

“Un pasaje a la India” en el capítulo diecisiete. Bhagawhandi P., una muchacha india de diecinueve años,
tiene un tumor (un astrocitoma) maligno en el cerebro. El tumor se había manifestado cuando tenía siete años,
pero era de escasa malignidad y estaba bien delimitado, eso permitió una resección y una recuperación
completa y que Bhagawhandi hiciese vida normal. Esta tregua duró diez años, ella sabía que tenía una
“bomba de tiempo” en la cabeza. El tumor volvió a aparecer a los dieciocho años, pero más expansivo y más
maligno. No era posible extirparlo. Se efectuó una descompresión para permitir que se expandiera,
ingresó en la clínica con debilidad y parálisis del lado izquierdo, con ataques esporádicos y otros
problemas. Ella parecía aceptar el destino que le esperaba, aun así, quería relacionarse, disfrutar y
experimentar mientras pudiese. El tumor iba creciendo y avanzando hacia el lóbulo temporal; le administraron
esteroides para reducir el edema cerebral, los ataques se hicieron más frecuentes y más extraños. Una
“psicosis de esteroides” suele ser desorganizada y agitada, mientras que Bhagawhandi estaba siempre
lúcida, tranquila y serena. Había una especie de fantasmagoría, los fantasmas eran recuerdos. Se producían
con conciencia y juicio normales, no estaban “hipercateterizados” o cargados de impulsos apasionados.
Los sueños, las visiones, se hicieron más frecuentes, más profundos. Ocupaban la mayor parte del día, la
veían arrebatada pero siempre con una sonrisa dulce y misteriosa. Si alguien le preguntaba algo, ella
respondía inmediatamente, con lucidez y cortesía, pero las enfermeras de allí tenían la sensación de que
estaba en otro mundo. El Dr. Sacks también opinaba lo mismo, pero no quería indagar, aunque sentía mucha
curiosidad.

Con el capítulo dieciocho, tenemos la anécdota de “El perro bajo la piel”. Stephen D. un chico de veintidós
años que estudia medicina y consume drogas, un día soñó que era un perro y que estaba en un mundo
increíblemente rico y significativo en olores. Al despertar, se encontró en un mundo así, con esas
cualidades, él decía que era como si hasta ahora hubiese estado ciego a todos los colores y ahora se
encontraba en un mundo lleno de color, se había potenciado la visión cromática y también la
percepción visual eidética y de la memoria. Pero lo que realmente se había transformado en este nuevo
mundo fue la exaltación del olfato, Stephen contó que él había soñado que era un perro y que cuando despertó
se encontró en un mundo infinitamente fragante, también dijo que entró en una tienda de perfumes y que cada
uno le parecía único, evocador, en definitiva, cada perfume era un mundo. Stephen podía distinguir a todas
sus amistades y a los pacientes por su fragancia, por su olor; entraban en la clínica, olfateaba como los
perros y podía identificar a los veinte pacientes que había allí. Podía oler las emociones de los demás,
identificar las calles, las tiendas, y todo ello por el olor. Después de tres semanas, cesó esa extraña
transformación, sus sentido volvieron a la normalidad, Stephen se alegraba de haber vuelto pero también
decía que era una pérdida tremenda, ahora ve a lo que los seres humanos hemos renunciado por ser civilizados
y humanos, dice que necesitamos lo “primitivo”, a veces, siente nostalgia por aquel mundo de olor, aquel
mundo fragante, tan vívido, tan real, dice que era como una visita a otro mundo, a un mundo de percepción
pura, rico, vivo, autosuficiente, pleno, quiere volver de vez en cuando.

Capítulo diecinueve inicia con la historia de “Asesinato”. Donald mató a su novia estando bajo la influencia
del PCP. No tenía ningún recuerdo del hecho. Los detalles del asesinato, expuestos en el informe forense,
fueron ocultados al público y al propio Donald. No queda ningún recuerdo y puede que no hubiese ninguna
intención de violencia, a los que los cometen no se les considera ni responsables ni culpables, pero no por ello
comprometen menos su propia seguridad y la ajena. Estuvo cuatro años en un hospital psiquiátrico, tenía
dudas de si era delincuente o loco, él decía, con tristeza, que no estaba en condiciones de vivir en sociedad. Le
interesaban las plantas desde siempre, por tanto, se hizo cargo de un terreno olvidado y desatendido y creó
jardines de flores, de plantas aromáticas y de todo tipo. Con ello, perecía que había encontrado una especie de
austero equilibrio. Las relaciones humanas y las pasiones humanas habían sido reemplazadas por una calma
extraña. Tras cinco años empezó a salir bajo palabra, se compró una bici, por la cual precipitó el segundo acto
de su extraña historia. El asesinato, antes perdido para la memoria, se alcanzaba ahora ante él con gran
intensidad, Donald veía continuamente el asesinato. Se trataba de “reminiscencia” auténtica e incontrolable,
ahora conocía los detalles del asesinato revelados por el informe pero que no se habían revelado en el juicio ni
tampoco a él. Todo lo perdido u olvidado era recuperado e insoportable. Donald intentó suicidarse tres veces.
Los recuerdos tenían una carga psicótica, provocaban en Donald ideas continuas de suicidio. Ninguno
de los médicos había oído o leído nada parecido hasta entonces. Él no era impulsivo, grosero e indiscriminado
pero los recuerdos y los sentimientos del asesinato lo obsesionaban y lo atormentaban. Con los
electroencefalogramas se comprobó que tenía una agitación incesante, una epilepsia profunda, en
ambos lóbulos temporales.

Al llegar al capítulo veinte, se nos presenta “Las visiones de Hildegard” Hildegard de Bingen, una moja,
experimentó innumerables “visiones” desde pequeña hasta el final de su vida, ha dejado imágenes y relatos de
dichas visiones, son molestosos e ilustran variedades del aura visual. Los fenómenos más característicos
como un punto o un grupo de puntos de luz que chispean y se mueven y suelen considerarse estrellas; y
figuras circulares con formas de fortificación definidas que irradian en algunos casos de un área
coloreada. Hildegard escribió que las visiones las contempla despierta, alerta y con los ojos del espíritu y los
oídos interiores, las percibe abiertamente y de acuerdo con la voluntad de Dios. En una visión las estrellas
caen y se apagan en el océano y esto para ella significa “la caída de los ángeles” ella lo comenta así: una
multitud innumerable de estrellas fugaces siguen hacia el sur, y de pronto fueron arrojadas al abismo asique
no pude verlas más, ésta es la interpretación alegórica de Hildegard. La interpretación de los médicos es que
experimentó un chaparrón de fosfenos que cruzaron el campo visual, tras lo cual se produjo un
escotoma negativo. Dice que la luz que ve no está localizada, por ello la llama “la nube de la luz viva” los
escritos, las palabras, las virtudes y las obras de los hombres brillan en ella ante Hildegard, a veces ve dentro
de esa luz otra a la que llama “la nube de la luz viva en sí” cuando la contempla se borran de su
memoria todas las tristezas y los pesares.

El capítulo veintiuno narra la anécdota “Rebeca”. Como dice su título, la historia es sobre una muchacha,
joven de 19 años. Cuenta su abuela que aun que Rebeca fuera mayor de edad, se comportaba como niña
pequeña aun, sin poder abrir puertas con llave, mal coordinada y sin sentido de espacio. Pero, al momento que
Rebeca bailaba, estos impedimentos desaparecían. Rebeca tenía una fisura palatina parcial, los dedos
cortos y gruesos, una miopía degenerativa grave, era muy tímida y retraída, ella tenía la sensación de
tener una imagen ridícula. Sentía un profundo amor hacia su abuela, le gustaba la naturaleza, los cuentos,
los relatos y la poesía, aunque no sabía leer, pero su abuela se los leía ya que a ella le encantaba leer. Su
abuela decía que Rebeca tiene hambre de cuentos y relatos. La naturaleza es hermosa pero muda, por ello,
Rebeca necesitaba que le representasen el mundo en imágenes verbales, en lenguaje. No tiene dificultad para
seguir las metáforas y los símbolos. El lenguaje del sentimiento, de lo concreto, de la imagen y el símbolo
forma un mundo que ella ama y en el que puede entrar. Rebeca con su falta de estructura esquemática (la
urdimbre y la trama, el tejido de la alfombra), podría descomponerse realmente sin un dibujo (la estructura
escénica o narrativa de la alfombra). Rebeca dijo que a ella lo que le gustaba era el teatro así que el Dr. Sacks
la sacó de donde estaba y la metió en un grupo de teatro especial, éste le encantó consiguió integrarla. Ahora
Rebeca se convertía, con cada papel, en una persona completa, equilibrada, desenvuelta, con estilo, si una
persona viese ahora a Rebeca en el escenario no llegaría nunca a imaginar que se trata de una deficiente
mental.

Continuando, el capitulo veintidós, “Un Grove ambulante” Martin A., un hombre de sesenta y un años,
ingresó a finales de 1983 tras contraer parkinsonismo y no poder cuidarse por sí mismo. En la infancia había
tenido una meningitis casi mortal y eso le produjo retraso mental, impulsividad, ataques y cierto
espasmodismo en un lado del cuerpo. Martin vivió con sus padres hasta que ellos fallecieron, después trabajó
donde pudo porque en poco tiempo que estuviese trabajando lo despedían por su lentitud, su tendencia a la
ensoñación o su incompetencia habría tenido una vida mucho más dura de no ser por su sensibilidad musical
y sus notables dotes musicales, no hubiese tenido alegría. Se sabía de memoria el Diccionario de música y
músicos de Grove, la inmensa edición en nueve volúmenes publicada en 1954, era un “Grove ambulante”.
Cuando su padre enfermó estaba siempre en casa, Martin le acompañaba mientras él le leía en voz ata dicho
diccionario que tenía seis mil páginas, escuchaban la colección de discos de su padre, repasaban y cantaban
las partituras, todo lo que le leyó le quedó impreso en su memoria así que cuando el “oía” el Grove en la voz
de su padre lo recordaba con emoción. Estas hipertrofias prodigiosas de la memoria eidética parecen
desalojar a veces al yo real, o competir con él, e impiden su desarrollo. Tenía dificultades de adaptación,
su hermana dijo que había algo que le corroía y que le estaba destruyendo. Martin tenía dotes musicales
“raras” si se las desplazaba de su marco justo y natural. Lo fundamental para Martin había sido siempre el
espíritu de la música, sobre todo religiosa. Martin se convirtió en un hombre distinto, se recuperó a sí mismo,
se integró, volvió a hacerse real, el niño rencoroso y el retardado estigmatizado desaparecieron al igual que el
eidético impersonal, sin emociones, irritante. Reapareció la persona real, un hombre digno y decente,
respetado y estimado ahora por todos.

El penúltimo capítulo, “Los gemelos” cuenta de manera extensa la historia de dos de este tipo. Dos gemelos
que son autistas, tienen una gran capacidad para los números. Son capaces de averiguar el día en que cayo
cualquier fecha de cualquier año. Conocían perfectamente el calendario y además tenían una gran capacidad
memorística para memorizar números de bastantes cifras. Lo más extraño de todo esto es que estos gemelos
no eran capaces de realizar simples operaciones, como una suma, una resta, una multiplicación...
También podían lograr adivinar el tiempo meteorológico o los acontecimientos de cualquier día.

Y, por último, el capítulo veinticuatro habla del “Artista autista”. Trata de un joven de veintiún años, llamado
José, al que todos catalogaban de retrasado mental. Tenía un aspecto frágil y estaba muy delgado. Un día el
Doctor Sacks empieza a tratarlo y le deja su reloj de bolsillo para que él lo dibuje, ante la despectiva mirada
de un hombre que le llama idiota y le menos precia solo por el simple hecho de ser autista. José dibujo el reloj
introduciendo todos los rasgos, incluso los pequeños detalles como todos los minutos y el circulito interior de
los segundos. Lo único que le sorprendió Sacks fue que dibujo la ruedecilla estriada y la presilla trapezoidal
del reloj (que sirve para engancharlo a una cadena) amplificadas y que cada número tenía una medida, un
estilo. El objeto dibujado simbolizaba su "sentimiento". Una compañera de Sacks, había tratado a José años
atrás y había escrito sobre el autismo en general, diciendo que un número muy reducido de niños autistas son
capaces de descodificar el lenguaje escrito. No obstante, también hay niños autistas que tienen una
extraordinaria habilidad para resolver rompecabezas o desmontar juguetes mecánicos. Durante quince años
apenas salió de su casa, porque su madre no se atrevía a sacarlo debido a los ataques que le daban. Lo cierto
es que José desapareció del mundo y hubiera seguido así de no haber hecho una visita al hospital, a causa de
un arrebato, el cual le hizo romper objetos y herirse. José fue trasladado a un pabellón más tranquilo y
sosegado en el que había un número excepcional de especialistas. Sacks fue a visitarlo, y pasearon por el
jardín, no hizo falta ni que le diera la pluma José empezó a observar las flores que había bajo sus pies y dibujo
su propia planta. Un autista, un retrasado mental con un don para lo concreto, es capaz de dibujar un
pez o una flor con una fidelidad increíble, pero también puede dibujar uno que sea su personificación.
El autismo es una discapacidad del desarrollo que puede provocar problemas sociales,
comunicacionales y conductuales significativos.

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