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COCIENDO HABAS

DNDA: 976270

Autor:   Claudia Patricia Itkin     DNI: 13.735.745


               claudia_itkin@yahoo.com.ar
               Tel: 011-4855-9853/ 15-6137-4407
 
Género: Comedia  Estilo: Realista, trágico
 
Sinopsis: Dicen que en todas las familias se cuecen habas ¿Pero, cuáles serían las consecuencias, si salieran juntas a
la luz, aquellas cosas que nos esforzamos en ocultar?  Cociendo Habas, expone la perturbación de la cómoda y negada
rutina de la familia Quesada, interrumpida por la secreta estrategia de un intruso, abocado a recuperar a su amado y la
fortuita secuela dramática, resultante de la interacción entre los personajes. ¿Es posible ignorar la realidad, cuando
deja de vestirse de seda? ¿Existe un límite, el cual no estamos dispuestos a cruzar para mantener intacto nuestro Status
quo? ¿O somos capaces de invertir toda la energía que requiera, asegurarnos la continuidad de una sana neurosis
familiar? A estos y otros interrogantes deberán enfrentarse los integrantes de esta ordinaria célula social.
 
Personajes:   4 masculinos, 3 femeninos
 
Antonio: Es el padre y soberano, de la familia Quesada. Todo gira a su alrededor. Es solvente desde lo económico, pero muy
básico tanto emocional como intelectualmente. Grandilocuente en lo gestual y vanidoso. Su lema es: “Haz lo que yo digo pero no
lo que yo hago” Sibarita, le gusta la buena vida, el vino, las mujeres, la caza pequeña y pescar. Es celoso y posesivo. Ama a su
mujer, a pesar de que casi la ignora.
Graciela: Esposa de Antonio, madre de Rosario y Andrea e hija de Don Simón. Es dual, se siente atrapada entre sus roles, pero es
incapaz y le da vértigo cambiar. Se hace cargo sin chistar de aquello que se espera de ella, en particular de los deseos de su
marido, a quien no sabe si ama o necesita
 
Don Simón: El abuelo, padre de Graciela, enviudó hace un año. Se hubiese muerto de tristeza, si su yerno a quien idolatra, no lo
hubiese llevado a vivir con él. Es sordo, tiene problemas cognitivos y de retención de esfínteres
 
Rosario: Hija mayor, buena alumna, buen carácter, compradora y extrovertida, pero… muy ligera de cascos y superficial. Intenta
sentar cabeza, esta de novia con Leandro y desea casarse con él.
 
Andrea: Hija menor, rebelde, se droga, usa pines y tatuajes, siempre viste de negro. Es lesbiana Muy inteligente y se caracteriza
por su sigilo, observación y comentarios sarcásticos.
 
Leandro: Es el novio de Rosario, recién graduado en medicina. Tímido   Permanentemente hace méritos para congraciarse con sus
futuros suegros, ex-pareja del intruso. Lo abruma su conflictiva sexual
 
Manuel: El intruso. Es homosexual, seductor nato Muy culto con gran prestancia, manipulador. Se siente como sapo de otro pozo
en este entorno familiar, pero disimula para lograr su objetivo: sacar a su pareja (Leandro) de allí. Su verdadero nombre es
Joaquín
 
Living comedor de una gran cabaña de madera, solitaria junto al lago. Tiene adornos simples y estampados de flores. La puerta principal lateral y adelante,
está precedida por un porche con una hamaca, enmarcado con árboles. Sobre la misma pared, pero más atrás se ve una ventana, desde donde se vislumbra
un pequeño muelle al lago – su iluminación orienta el horario- La sala tiene un juego de sillones de roble, escudando una chimenea de leños con sus
atizadores y en el centro de los mismos, una mesa ratona sobre una alfombra de oso. Las paredes están adornadas con trofeos de caza y pesca disecados.
Cerca de la puerta que conduce a la cocina y dependencias hay una mesa con dos largos taburetes y en ambas cabeceras, una silla simple y otra con brazos.
En la pared opuesta, a la de entrada, sube una  escalera al piso alto y debajo de la misma un sillón de un cuerpo plegadizo, que se hace cama.
 
1er.Acto                                                                                                                        Mañana temprano
 
 
La mesa esta puesta para el desayuno, Leandro sentado, unta una tostada, tiene el pelo revuelto y Don Simón a su lado, lo mira confuso. Antonio baja las
escaleras con equipo de pesca, impecable.
 
Antonio:      Buen día caballeros (Se dirige hasta la ventana). ¿Listos para nuestra excursión al lago? Hoy es un día peronista Fija que clareaba,
después de la tormenta de anoche.
 
Abuelo:        ¿Listos para que cosa?
 
Antonio:      Para ir a pescar Don Simón.
 
Leandro:    ¡Que hermoso es este lugar y que apartado!, no he visto otra propiedad en varios        kilómetros.
 
Abuelo:       ¿Nos vamos a pasear? ¿Adonde?
 
Antonio:   Dije a pescar, PESCAR (con mímica - pausa) “Hogar dulce hogar” Una observación muy inteligente. Elegí el terreno con muchísimo
cuidado. No quise  que ruidos molestos, espantaran a los animales.
 
Leandro:      (Mira las paredes) - ¿Y que caza?
 
Antonio:      Patos.
 
Leandro:     Ahhhhhhhh…  
 
Se escucha la voz de Graciela, desde la cocina.
 
Graciela:     ¡Platos!, me olvidé, los platos de plástico. Ojalá quede alguno.
 
Antonio:      (Por lo bajo) Nos quedamos sin platos, cuando practicaba tiro.  
 
Abuelo:     ¿Dijiste que te ibas a pescar, hijo?, suerte, que tengas buen pique. Nos vemos más tarde ¿eh? (se para, para irse).
 
Leandro:     ¿Adonde va Abuelo? (lo sujeta)
 
Abuelo:       Voy a acostarme otro ratito.
 
Antonio:      Pero no Don Simón, ¿No quiere venir?
 
Abuelo:        ¿Adonde?
 
Antonio:       A pescar.
 
Abuelo:      No, te agradezco querido, pero yo prefiero dormir, no se porqué Gracielita me    despertó tan temprano.
 
Antonio:      Esta es una salida de hombres, usted viene con nosotros.
 
Abuelo:        ¿Mi hija no va?
 
Antonio:      No.
 
Abuelo:        ¿Las nenas tampoco?
 
Leandro:     Tampoco.
 
Abuelo:        ¿Y quien va a cocinar? Yo prefiero quedarme acá.
 
Graciela entra en bata con una jarra de té caliente y sirve.
 
Graciela:     Ah no papá, vos te vas con los muchachos. Es una oportunidad maravillosa para estar con las chicas, a solas.
 
Antonio:      Piénselo Don Simón. Tres mujeres cotorreando sin parar.
 
Abuelo:       No te preocupes por mi querido. Apago el audífono y listo.
 
Graciela:     No papá, yo quiero ir con ellas al pueblo y vos no podés quedarte solo.
 
Leandro:     Abuelo, ¿Le gustan los chistes de gallegos?
 
Abuelo:       A la finadita le divertían mucho. Decime Antonio (por lo bajo) este chico ¿Quién es?
 
Antonio:      Leandro, el novio de Rosario.
 
Abuelo:        ¿El ingeniero?
 
Leandro:     No Don Simón, soy doctor.
 
Abuelo:        ¿El abogado?
 
Graciela:     No es médico.
 
Abuelo:        ¿El veterinario?
 
Antonio:    Bueno, bueno, ya basta de profesionales en esta casa. Esto está demasiado concurrido. ¿Que les parece si partimos?
 
Abuelo:        ¿Adonde?
 
Todos:         (menos el abuelo) ¡A PESCAR!
 
Antonio:     (A Leandro) - Podríamos mas tarde, juntar algo de leña, la noches suelen ser muy frías y con mi mujer, lo que ayer nos unía, hoy no
se para…Ja ja  Vení, ayudame a preparar el bote.
 
Se levantan, comienzan los preparativos Antonio, Leandro y Graciela, van y vienen Don Simón se queda sentado en la mesa, comienza a cabecear hasta
quedarse dormido.
 
Antonio:     Bueno gordita, (se le acerca, le pellizca el trasero – se la ve incómoda-) Encargate del postre, que nosotros traemos el plato principal.
 
Graciela:       … querrás decir el pescado crudo.
 
Antonio:      ¡Andiamo dijo Ramos!... ¡Ey suegrito! ¿Me escuchó?
 
Duerme, no hay respuesta. Graciela se acerca y lo sacude Don Simón se despierta abotagado
Leandro,  se acerca solícito.
 
Leandro:     ¿Y Don Simón, viene?
 
Abuelo:        ¿Adonde?
 
Leandro:     Venga conmigo, que le voy explicando en el camino..
 
Antonio revolea los ojos y bufa. Los hombres se van. Graciela ordena un poco la mesa, se sienta con el diario, lo ojea  Suspira y disfruta Rosario baja
desperezándose por la escalera.
 
Rosario:      ¿Ya se fueron?
 
Graciela:     Si, recién.
 
Rosario:      ¿Qué hora es?
 
Graciela:     Las seis.
 
Rosario:      ¿Y que hago despierta a esta hora? Hoy puedo dormir hasta tarde.
 
Graciela:    Cielo, no hay hombres en la casa. No es necesario que te pongas linda. No hay ronquidos, ni olores, ni exigencias Nadie requiere
nada. Vení a desayunar con tu madre. ¿Andrea duerme?
 
Rosario:      ¿Lo preguntás en serio?
 
Graciela:     Tenía la esperanza, que la falta de tecnología…
 
Rosario:      … produjera milagros, ni lo sueñes.
 
Graciela:    ¿Otra vez, vampira con su latita de smog envasado?… ¿Sabés que me gustaría hacer  hoy? Ir de compras al pueblo, con mis dos
mujercitas, pasear un rato…, tomar un helado…
 
Rosario se acerca afectuosa, abraza a su madre por la espalda y la llena de besos luego se sienta en la mesa a su lado, se sirve una taza de té y unta una
tostada.
 
Rosario:      Hay algo de lo que te quiero hablar.
 
Graciela:     ¿Si?
 
Rosario:      ¿Qué tal si agrandamos la familia?
 
Graciela:     ¡Ay Ave María Purísima! Estás embarazada
 
Rosario:      ¡No!, ni cerca.
 
Graciela:     Que susto me diste, ya estoy hasta acá de tantos pañales ¿Qué voy a hacer el día que papá no pueda cambiarse solo?
 
Rosario:      No te preocupes mamá, contrataremos una enfermera.
 
Andrea baja bostezando por las escaleras, mientras intenta desenrollar el cable del Mp3. Alcanza a escuchar.
 
Andrea:       O eliminamos al viejo y ponemos una pañalera.
 
Graciela:     ¡Andy! ¿Te caíste de la cama?
 
Andrea:      Un estúpido animal, no tuvo mejor idea, que ponerse a graznar en mi ventana.
 
Rosario:      Un  ave piando en el alfeizar de tu lucera ¡Tan rústico, tan poco artificioso!
 
Andrea:       ¿Lu- Qué?
 
Graciela:     ¿Te sentís bien mi amor?
 
Rosario:      ¡Bárbaro! ¿Qué tal, oficializar tu título de suegra?
 
Graciela:     ¡Epa! ¿Te propuso casamiento?
 
Rosario:      No todavía, pero creo que pronto.
 
Andrea:      Y decime Bécquer ¿El resto, re bien, con el tordo, no?
 
Rosario:    ¡Excelente1, madre natura fue generosa con él (gesto paralelo de tamaño con las manos).
 
Graciela:     ¡Hija! Un poco de compostura
 
Rosario:      Y es tan considerado… parece una dama de compañía..
 
Andrea:       ¿Se van a vivir juntos?
 
Rosario:      ¡Ah no! Yo quiero lo nuevo, lo azul, lo viejo y lo prestado.
 
Andrea:       ¿No vas a probar antes?
 
Rosario:      No lo necesito. Soy una chica con mucha experiencia. Leandro es el indicado.
 
Andrea:       Increíble, mi dulce y promiscua hermana, ligándose para toda la vida.
 
Graciela:     No estoy preparada, verte entrar de blanco, en una iglesia (ensoñadora).
 
Andrea:      Yo tampoco, justamente, es lo de blanco lo que no cierra
 
Graciela:     ¿Y que fue lo que te hizo sospechar tal acontecimiento?
 
Rosario:     Ayer me pidió, que le alcanzara el celular de la campera. Pero al sacarlo, se cayo una boleta, no la vi bien, pero me parece que era la
de una joyería.
 
Andrea:       ¿Y?
 
Rosario:       ¿Como Y?
 
Andrea:       ¿Que tiene de particular?
 
Rosario:       ¿Escuchaste bien? Era la boleta de UNA JOYERÍA.
 
Andrea:       ¿Y eso qué? ¿No puede haber otra razón, menos romántica?
 
Rosario:      ¿A, si? No me digas. A ver cráneo, ¿Qué se te ocurre?
 
Andrea:       Mandó a arreglar su reloj o se compró uno.
 
Graciela:     Es razonable.
 
Rosario:      Su reloj anda fenómeno y es relativamente nuevo.
 
Andrea:       Su madre cumplió años y le compró un par de aros.
 
Graciela:     Que atento ¡Yo vi unos lindísimos para mi cumpleaños! (las hermanas se miran)
 
Rosario:      Su madre no cumple años hasta dentro de siete meses.
 
Andrea:       Quizás su padre, mandó a acuñar una moneda, como regalo de graduación.
 
Rosario:      ¡Un disparate! La última vez que vio a su padre, usaba chupete ¿Aparte porqué       tendría él, la boleta?
 
Graciela:     Andrea, dale un poco de crédito a tu hermana
 
Andrea:       Quizás tengas razón y sea un anillo de compromiso.
 
Graciela:     ¡Ay! Mi amor, que emoción… ¿No soy muy joven para ser abuela?
 
Rosario:       No te adelantes ma… antes necesito que me hagas un favor.
 
Graciela:     Decime.
 
Rosario:      Papá no deja a Leandro, ni a sol ni a sombra. Necesito que lo distraigas.
 
Graciela:     ¿Nada más?
 
Rosario:       ¿Vas a poder?
 
Graciela:   Hija querida. Lo que me pedís es más fácil que sacarle el control remoto del televisor…
 
Se abre la puerta bruscamente, entran Antonio y Leandro cargando un cuerpo mojado y lleno de barro.
 
Antonio:     Lo encontramos aferrado al amarradero, el pobre infeliz estaba más muerto que vivo. ¡Rápido Graciela trae una frazada y el
caloventor, Leandro dice que hay que aumentarle la temperatura corporal!
 
Rosario y Graciela, se levantan inmediatamente, Andrea sigue en la suya, como si no pasara nada.
 
Rosario:     Pero papi, traerlo acá fue un disparate. No sabemos quien es, ni porque está en ese estado.
 
Leandro:     ¡Exacto! eso es lo que estaba diciendo, pero tu padre cree…
 
Antonio:     Nadie va a decir que Antonio Quesada, dejó abandonado miserablemente a un ser humano a su suerte o en realidad a su mala suerte.
Porque este tipo estaba más cerca del arpa que del violín. Por fortuna estaba tu pibe entre nosotros y se las arregló fenómeno.
 
Rosario:      Papá, ya no le digas pibe, es el Dr. Leandro Moreno.
 
Antonio:      Si, claro, claro ¡Grande Hijo! (le palmea la espalda) le salvaste la vida  al sujeto.
 
Leandro, con mala cara, se dirige al hombre y efectúa una revisión clínica, lo escucha respirar, le toma el pulso, le revisa las pupilas.
 
Rosario:       ¿Y ahora no tendríamos que llevarlo a un hospital?
 
Antonio:   Acá cerca solo hay un dispensario y ni siquiera tiene médico, apenas una curandera vieja que hace lo que puede. ¡Graciela! ¿Estás en
Babia? ¡Apurate!
 
Andrea:       ¡Pero viejo, acá ni siquiera hay corriente eléctrica!
 
Antonio:     ¡Graciela, olvidate del caloventor! Y vos, cuidadito con lo que decís (a Andrea)  ¡Que viejos son los trapos!
 
Vuelve Graciela con una frazada. Se la va a poner al recién llegado y se da cuenta, que se va a mojar.
 
Graciela:     Habría que desvestirlo.
 
Antonio:       … ¿Estas loca?... Servile un té.
 
Graciela sirve un té, pero el intruso no puede sostener la taza sin tiritar. Leandro termina de revisarlo. Andrea sigue desayunando Observa todo desde lejos.
 
Leandro:     Esta saliendo del estupor.
 
Rosario:      Es un buen momento para trasladarlo ¿No Pupo? (a Leandro)
 
Leandro:     Si, Pipa.
 
El resto de la familia se mira entre si, arquean las cejas burlonamente
 
Andrea:       ¿Esa no es mi frazada?
 
Rosario:       ¿Qué importancia tiene?
 
Andrea:       Es la que le preste al abuelo.
 
Graciela:     ¿Dónde está papá?
 
Antonio:      ¡Uy! Me olvidé, lo dejé pescando en el muelle.
 
Graciela:     Voy a buscarlo. (y sale corriendo)
 
La familia se queda mirando al intruso en silencio, lo acompañan en la respiración. El tipo tiene unos segundos de apnea y ellos también, salvo Andrea que
esta en la suya, leyendo una revista.
 
Rosario:       ¿Y ahora que?
 
Antonio:      No lo sé, el hospital mas cercano está a dos horas en auto.
 
Andrea:       Huele bastante mal, se siente hasta acá.
 
Rosario:     ¿Ustedes están desquiciados? ¿Quien va a responsabilizarse por este tipo? ¿Mi novio? ¿Adónde fue el abuelo?
 
Entran el abuelo con Graciela detrás.
 
Abuelo:       ¡A pescar! Miren lo que saqué (levanta un pescado)
 
Graciela:    (Aliviada, le besa la frente y lagrimea) - Dame papá, yo me encargo de eso (le saca el pescado, lo agarra con asco)
 
Abuelo:       (a Antonio) - Tenés que ir a la pescadería más seguido, ¿Viste que feliz se puso?
 
Graciela:    ¿Estás bien, papá? Ayer descansaste poco, el viaje se hizo largo por el clima y la ruta abarrotada. ¿No querés dormir otro ratito?
 
Abuelo:       Podría ser… Bien lo dijo tu marido, la gente quiere aprovechar el fin de semana largo. Por suerte, paramos para cenar.  Antonio está
en todo.
 
Graciela:     ¡Pero si fue idea mía! Te acompaño a tu cuarto. Vení. A la tarde voy a ir hasta el pueblo para hacer algunas compras ¿Necesitas
algo?
 
Abuelo:       Gracias hija ¿Decime donde están las llaves de luz?
 
Graciela:     No tenemos luz en la cabaña.
 
Abuelo:      Bueno entonces comprame velas, cuando anochezca voy a prenderme una, para ver un ratito de televisión antes de irme a dormir.
 
Cuando pasa al lado del intruso, lo ve. Rosario se acerca a Leandro e intenta abrazarlo, este la aparta disgustado. Rosario se sorprende.
 
Abuelo:        ¿Y este señor? ¿Es otro novio de Rosario?
 
Rosario:     ¡Esto es el colmo! Parecen que hoy están todos en mi contra. (sale corriendo a la escalera)
 
Leandro:    ¡Espera Pipa, lo siento, no tiene que ver con vos! (tiene el impulso de salir detrás de ella, pero se frena, mira al Intruso, chista disgustado y
se queda)
 
Abuelo:       Estoy un poco cansado, ¿Me avisan para el almuerzo? (se va con Graciela)
 
Antonio mira a Andrea en silencio, sin saber que hacer. Ella sigue desayunando como si nada
 
Leandro:     Insisto, en que tendríamos que llevarlo.
 
Manuel:      Ya me siento mejor, ¿Podría ser otra taza de té?
 
Antonio:      Servile hija (Andrea disgustada se levanta y obedece) y dígame: ¿Cuál es su gracia?
 
Manuel:       ¿Mi gracia?
 
Antonio:      ¿Cómo se llama, hombre?
 
Manuel:       Ahhh, mi nombre Disculpe, aún me dura el embotamiento. Muchas gracias…
                     (Recibe la taza)
 
Andrea:       Andrea
 
Manuel:       Gracias Andrea y a usted Dr…
 
Leandro:     Moreno…, Dr. Leandro Moreno.
 
Antonio:      El Dr. Moreno es mi futuro yerno.
 
Leandro sacude molesto la cabeza y cierra los ojos.
 
Manuel:       ¿Ah el doctor es su futuro yerno? ¡Vaya! ¡Que sorpresa!
 
Antonio:     ¿Qué Leandro sea médico? Más que una sorpresa, diría que fue una suerte para usted.
 
Manuel:      No, no me refería a… (Pausa) Yo soy… Manuel Federico Amenabar Fuentes de Montes de Oca.
 
Andrea:       ¡Guau! No tenés apellido chabón.
 
Vuelve Graciela
 
Manuel:       (a Antonio) Mi familia va a estar muy agradecida, ¿Señor?
 
Antonio:      Quesada
 
Manuel:   …por haberme salvado la vida. Me aseguraré de que reciban una buena recompensa. (Se desmaya)
 
Graciela:     ¡Díos mío! ¿Se murió?
 
Antonio:      ¡Qué cagada! Todavía no empecé ni a gastar.
 
Leandro:     (Se acerca, le toma el pulso) No, se desmayó.
 
Graciela:     Este hombre está agotado.
 
Andrea:       ¿No tendríamos que dar parte a la policía?
 
Antonio:     El destacamento de policía más cercano, también está a dos horas. Leandro: ¿El tipo está fuera de peligro?
 
Leandro:     Si.
 
Antonio:      Entonces, no se habla más. Ahora que descanse, cuando se reponga lo llevamos.
 
Leandro:     Pero Don Antonio. ¿No le parece más sensato llevarlo ahora?
 
Antonio:      ¿Es una opinión profesional o personal?
 
Leandro:     (piensa) Personal.
 
Antonio:      Vos serás médico, pero esta es mi casa y acá mando yo.
 
Graciela:     ¿Y quién va sacarle la ropa mojada? Necesita ropa seca y una ducha.
 
Antonio:      Nosotros, ¿Para que estamos si no?
 
Graciela.     ¿Para desnudarlo?
 
Antonio:      ¿Y que querés? ¡Vos no vas a verlo en pelotas! Ocupate de sacar al abuelo de la pieza de servicio.
 
Graciela:     ¡Uf! Lo acabo de acostar.
 
Andrea:       ¿Me lo van a enchufar a mí?
 
Antonio y Leandro levantan a Manuel y lo llevan para la cocina. Graciela se adelanta y Andrea vuelve a la mesa a terminar su desayuno. Entra Graciela
arrastrando de mal humor al abuelo.
 
Abuelo:       Ese es mi cuarto Que el novio de Rosario duerma en otra parte.
 
Graciela:     Ese no es Leandro, es un desconocido.
 
Abuelo:     Peor, eso te pasa cuando llegás a viejo. Hasta tu propia familia te cambia por cualquiera.
 
Graciela:     Te equivocas papá ¿Querés que el extraño duerma arriba?
 
Abuelo:        ¿Voy a dormir con Andreíta? Con Rosario no, le tengo miedo.
 
Andrea:       Yo me llevo el Glade ¡Cante!
 
Graciela:     Si, es solo por una noche.
 
Abuelo:      No tengo problema Puede quedarse todos los días que quiera… Decime hija: ¿Yo ya estuve acá?, porque creo que cuando vivía
mamá, estuvimos en una casita   muy parecida a esta
 
Graciela:     No era parecida, era esta.    
 
Abuelo:        ¿Estas segura, nena?     
 
Graciela:      Si papá.
 
Andrea:       Yo tenía cuatro o cinco años y la abu me tejió un suéter verde.
 
Abuelo:    Pero mirá vos, que memoria Ahora me acuerdo Fue el año en el que Rosita   intentó tejerle un suéter verde a Catunga.
 
Graciela:     ¿Al gato?
 
Abuelo:     Si, pero tejía bastante mal la finadita y le quedó grande, por eso le hizo dos manguitas y se lo regaló a Andy, que era la mas
chiquitita de la familia. Solo que al ponérselo se puso a llorar.
 
Andrea:       Picaba mucho.
 
Abuelo:       Fue por ese motivo…   
 
Ambas:        (al unísono) “Que empezó a usar ropa negra…”
 
Abuelo:        ¿Se los conté alguna vez?
 
Graciela:     Unas cuantas papá, unas cuantas…
 
Abuelo:        Decime hija ¿Por qué hay tantos animalitos en las pared?
 
Graciela:     Los colgó Antonio.
 
Andrea:       Delirios de un cazador de patos.
 
Abuelo:       A mi no me gustan, es como si te acusaran con esos ojos vidriosos y ausentes… Ese de ahí, (s eñala la alfombra) esta muerto en serio
¿no?
 
Graciela:   Papá, si no murió cuando le dispararon, lo hizo cuando lo convirtieron en alfombra y no me cuentes de nuevo, la historia de Jaime
¡Por favor!
 
Andrea pregunta curiosa.
 
Andrea:       ¿Qué pasó con el tío Jaime abuelo?
 
Abuelo:       A mi amigo Jaime, lo dieron por muerto, hasta le pusieron la etiqueta en el dedo gordo del pie, pero sufría de catalepsia y al rato se
despertó.
 
Andrea:       ¿Y que pasó?
 
Abuelo:      Tuvo que vestirse para ir al velatorio de su mujer. ¡Pobrecita Taña!, se pegó un                susto de novela cuando Jaime se incorporó,
tuvo un infarto y se murió.
 
Andrea:       ¡Que bajón! No lo sabía.
 
Andrea se dirige al porche. Graciela y Don Simón van hacia la escalera.
 
Graciela:     ¿Podés subir no?
 
Abuelo:        Claro ¿Acaso soy un anciano?
 
Entran Antonio y Leandro
 
Leandro:      Me preocupa Rosario, ¿Voy a subir a ver  si está bien? Permiso…
 
Antonio:      Anda querido y gracias por todo.
 
Leandro sube. Antonio se va al porche, se sienta al lado de Andrea y la observa
 
 
Andrea:       Om… Om…Om… Siento tu vibra…om…
 
Antonio:      ¿Mi que?
 
Andrea:       Tu vibra… om…
 
Antonio:      ¿Que vibrador? Si no lo trajimos
 
Andrea:       ¡Papá! ¡Me desconcentrás!
 
Antonio:     Espero que este estirado de Manuel de la Oca, sea honesto En cuanto se reponga, le doy el raje.
 
Andrea:       ¿Y la guita?
 
Antonio:      De eso estoy hablando Me aseguraré de cobrar y después lo rajo
 
Andrea:       ¿Por qué tanto apuro?
 
Antonio:      No me gusta como lo mira tu mamá.
 
Andrea:       ¡Ey! Papá, ¿Estás celoso?
 
Antonio:     ¿Pero que decís?, ¡Chs! Mirá que la Graciela me va a poner los cuernos, si la tengo muerta.
 
Andrea:       ¿Qué cosa?
 
Antonio:       No te hagas la viva conmigo, que te surto pendeja.  ¿Eh?
 
Andrea:       A mi no me parece peligroso, más bien divertido.
 
Antonio:     Ni se te ocurra, mirarlo, es muy viejo para vos. A propósito ¿No va siendo hora de que te aparezcas con un noviecito?
 
Andrea:     Dejame, todos nabos. El otro día intenté mantener una conversación profunda con uno de ellos y nada.
 
Antonio:      ¿Y de que quisiste hablar?
 
Andrea:       De mi teoría del ocho.
 
Antonio:      ¿Tu que?
 
Andrea:       ¿Por qué el ocho simboliza al infinito?
 
 
Antonio:      No se. ¿Por qué no tiene principio ni fin?
 
Andrea:      Eso dicen, pero fijate que el cero tampoco. El ocho representa la intangibilidad del espacio infinito, la dualidad intrínseca del
espacio tiempo…
 
Antonio:      ¡Qué lo tiró!
 
Andrea:       ¿Y sabés porque se dibuja horizontal?
 
Antonio:      Ni idea, ¿Se querrá echar un torrito?
 
Andrea:      No, es para diferenciarse del resto, que se presenta con su verticalidad ordinaria al mundo. Pero tu teoría es interesante, la voy a
considerar… (lo codea risueña)
 
Se quedan en silencio. Andrea retoma sus ejercicios de meditación.
 
Antonio:      Me parece que voy a buscar a Leandro, para juntar leña.
 
Andrea:       Tranqui pa om… om…
 
Antonio:     Preferiría que no vayan hoy al pueblo, acompañen a mamá hasta el mercadito de Don Zenon.
 
Andrea:      Relajate viejo, repetí conmigo om… om…
 
Antonio:      Om…Om… ¿Como pongo los dedos?
 
 
Se apaga la luz.
 
2do.Acto                                                                                                                                  Noche
 
Esta la familia cenando, a la luz de las velas. Manuel, es el centro de atención. Todos lo escuchan atentos, excepto Leandro, al que se lo nota preocupado.
 
Manuel:     …Entonces, se acercó el jefe de la tribu. El rostro pintado y el ceño fruncido. Isabel también estaba aterrada, creo que no me
desmayé porque ella me clavaba las uñas en el antebrazo. Escudriño su rostro con mucha atención, parecía medirlo y dijo…”Ni dos gallinas por
esta hembra, muy flacucha”
 
Todos:        (Risotadas, risas y aplausos)
 
Antonio:      Fantástico relato. Se nota que viaja muy seguido.
 
Manuel:      Es por mi profesión. Soy arqueólogo.
 
Graciela:     ¿Cómo Indiana Jones?
 
Antonio:      Si, pero mucho más aburrido sin la fanfarria hollywoodense.
 
Andrea:      A mi igual me parece interesante, viajar, conocer diferentes culturas…
 
Manuel:    A veces pienso, que hubiese sido mejor tener una familia, así como la de ustedes.
 
Rosario:     Siempre se está a tiempo, solo hay que encontrar a la persona adecuada. (mira a Leandro con amor, Manuel la observa triste)
 
Antonio:      Bueno, es tarde,  creo que va siendo hora de acostarnos.
 
Manuel:       Lamento haberles arruinado el fin de semana. Me sorprende haber dormido tanto.
 
Antonio:   No hay cuidado, la cena estuvo entretenida. Mañana iremos al pueblo temprano y podrá llamar a su familia.
 
Manuel:      Gracias y no hace falta, que el abuelo me dé su habitación. Puedo tirarme en el sillón.
 
Abuelo:        Pero, si no hay problema, puedo dormir con Andy.
 
Andrea:       Mejor no. Sos muy ruidoso abuelo.
 
Abuelo:        ¿Entonces vuelvo a mi cuarto?
 
Las mujeres y Leandro comienzan a levantar la mesa, Antonio se prepara su pipa. Manuel se acerca la ventana. El abuelo titubea, lo ignoran y se sienta en
uno de los sillones sin saber que hacer.
 
Antonio:      Y dígame Manuel ¿Estuvo casado alguna vez?
 
Manuel:       ¿Yo? Soy un ser solitario, dudo que exista una mujer para mí.
 
Antonio:     No quisiera parecer entrometido, pero no frecuentemente encuentro a un tipo en su estado y en mi propia casa. ¿Puedo preguntarle
como llegó acá?
 
Manuel:     Por supuesto. Alquilamos un gomón con unos amigos y estábamos pescando cuando nos agarró la tormenta. Traté de aferrarme a
una amarra, pero perdí el equilibrio y me caí al lago, intenté nadar hasta el bote pero fue imposible. Honestamente, no puedo ahondar en
detalles. Supongo que la corriente me trajo hasta acá, no sería mi hora ¿Tienen teléfono?
 
Antonio:     No funciona y prohibí los celulares la última vez que vinimos. Esto parecía una sucursal de telefónica. Me arrepiento, no tuve en
cuenta la posibilidad de una emergencia. Sus allegados deben estar preocupados. Pero a esta hora…
 
Manuel:       No se preocupe. No cambia nada.
 
Antonio:      ¿Esta seguro?
 
Manuel:     No, pero da igual. Aparte, salvo que mis amigos hayan organizado una cruzada de rescate, no creo que me estén buscando.
 
Antonio:      ¡No se quiera tanto hombre!
 
Manuel:     No sabe como lo envidio Ustedes se tienen el uno al otro y este lugar, es un paraíso.
 
Antonio:     Es lindo, aún cuando llueve y se escuchan las gotas repiqueteando en el techo.
 
El abuelo se quedó dormido y ronca en el sillón. Lo miran en silencio
 
Antonio:     ¿Sabe Manuel? A Graciela, no le gusta venir. Creo que lo hace porque sabe que es importante para mí, en casa tenemos mucama. Se
queja con frecuencia, dice que acá, todos descansan, salvo ella.
 
Manuel:      Bueno, algo de razón tiene.
 
Antonio:      Pero yo me ocupo de la leña  y también pesco.
 
Manuel:     ¿Y no le gusta?, probablemente ella preferiría un chef, que cocinara en su lugar.
 
Antonio:      Vuelteras las minas.
 
Manuel:     Compénsela con un viaje romántico a otro lado. Se nota a la legua que esta loca por usted.
 
Antonio:      ¿Le parece?
 
Manuel:      Por supuesto, fíjese como le obedece, como lo sigue con la vista. No se que daría, porque me miraran así.
 
Antonio:     No lo había notado, pero es halagador escucharlo de su boca. Bueno yo me voy para arriba, tengo que… sentarme un rato…usted
comprende… ¡Graciela!
 
Graciela:     (entrando) ¿Me llamaste Antonio?
 
Graciela ordena la mesa, acomoda el centro de mesa, las sillas. Antonio Conversa en voz baja con su mujer, busca una revista, la dobla y se la pone bajo el
brazo etc Entran Rosario y Leandro de la mano. Vienen de la cocina.
 
Rosario:      Pupo ¿Vamos al muelle un ratito?
 
Leandro:     Vamos linda.
 
Rosario:       Estuviste toda la tarde, juntando leña, ¿Te trato bien papi?
 
Leandro:     Muy bien.
 
Rosario:       ¿Me extrañaste?
 
Leandro:     Hasta el infinito y mas allá… (Imita a Buzz Lightyear)
 
Rosario:      ¿Me bajaste una estrella?
 
Leandro:     Tu viejo no me dio tiempo. ¿Vamos a buscarla juntos?
 
Rosario:       Adonde quieras, mi amor. (se van)
 
Manuel, los escucha con disimulo y con el rostro impávido, sale detrás de ellos y se sienta en la hamaca. Se lo ve pispiar, hacia donde se fue la joven pareja,
entra Andrea.
 
Andrea:       Yo me voy a acostar, demasiado oxígeno (sube la escalera)
 
Antonio:      ¿Nosotros éramos tan… Bo…?
 
Graciela:      (Mirada expectante y recriminatoria)
 
Antonio:      …bos, ¡dije bobos! 
 
Graciela:      ¿Decime Antonio todavía me querés?
 
Antonio:       No te me pongas densa vieja, que estamos de vacaciones.
 
Graciela:      De verdad, contestame ¿Seguís enamorado de mí?
 
Antonio:      Y, que se yo. Supongo que si.
 
Graciela:    No estaría de más, escucharlo de vez en cuando ¿A ella le decías cuanto la amabas?
 
Antonio:      ¡Y dale con Pernía!
 
Graciela:     No termino de digerir lo de esa zorra.
 
Antonio:      Ya te dije, que no tiene ninguna importancia, fue solo una cuestión de piel.
 
Graciela:   ¡Para vos! ¿Y si la pendeja no te largaba?, para ella la cuestión eran tus                     billetes
 
Antonio:      ¡Graciela…, pará de darte manija!, fue hace cinco años.
 
Graciela:     ¿Ahora, yo tengo la culpa?
 
Antonio:      ¡No digas pavadas!, es una manera de decir.
 
Graciela:     Decime Antonio ¿Porqué nunca hablamos de nosotros?
 
Antonio:     ¡Uy Dio! Parece que las gansadas son contagiosas ¡A vos se te voló una chapa! ¿Cómo que no hablamos?, si estamos hablando todo
el santo día, que Rosario hizo esto, que Andrea hizo aquello, que el abuelo…A propósito de tu viejo…
 
Graciela:     ¿Ves como sos? Ya estás cambiando de tema.
 
Antonio:     ¡No tenés paz! ¡Que lo tiró! Qué sería de mi vida, sin mi rubia teñida… ¡Joder!    Me salió un verso.
 
Graciela:     No se que sería de tu vida, pero la mía estaría llena de canas.
 
Antonio:      ¿Y sin este culo precioso? (Le aprieta el trasero)                                   
 
Graciela:     ¡Salí bruto! Que nos pueden ver.
 
Antonio:   ¿Quién? Indiana esta afuera. El abuelo ronca, los tórtolos siguen en el planetario y la mujer vampiro seguramente esta elucubrando
alguna teoría “conspiranoica”, como que Stephen King fue el asesino de Jhon Lennon.
 
Graciela:     ¿No tendríamos que preocuparnos más por ella?
 
Antonio:      ¿Por Andrea?
 
Graciela:      ¡Aha!
 
Antonio:     Gordita, en plena guerra nuclear, vas a encontrarla jugando al truco, con las cucarachas.
 
Graciela:     De eso hablo, siempre está con esas cosas raras en la cabeza. A su edad, ¿No tendría que estar todo el día pensando en chicos?
 
Antonio:      Dame un respiro, que la otra nos salió más puta que las gallinas.
 
Graciela:     Bueno no digo igual, me conformaría con una tercera parte.
Antonio:     No te preocupes, no va a morir virgen, dale tiempo. La que me preocupa es la princesa ¡Mierda, que la pifiamos con el nombre
Rosario! Pero me parece que ya la ubicamos. Es buen chico este muchacho, además es médico.
 
Graciela:      Pensé que no te importaba, que fuese profesional.
 
Antonio:    Y no me importa, pero le asegurará a mi solcito un buen pasar ¿Y nosotros donde estábamos? ¡Ah cierto! En que no conversábamos.
(La toca en forma picaresca)
 
Graciela:     No dije que no conversábamos, dije que no lo hacíamos sobre nosotros.
 
Antonio:      Es que no, nos gusta perder el tiempo.
 
Graciela:     Habla por vos.
 
Antonio:     Y siempre hay algo mejor que hacer, cuando estamos solos. (La va empujando hacia la escalera)
 
Graciela:      Esperá, tengo que prepararle la cama al invitado, acostar al abuelo y subo.
 
Antonio:     Apurate mamita (se acerca a la puerta y grita muy fuerte) ¡Hey! no se demoren mucho Ojito con irse juntos para arriba… ¡Hasta
mañana Manuel!
 
Manuel lo mira a Antonio con curiosidad, espera que termine y entra, el abuelo también se despertó sobresaltado por el grito de su yerno.
 
Graciela:      Vení gordo. No seas tan cuida. Que los chicos no van a hacer nada acá
 
Antonio:      ¿Acá?
 
Graciela lo mira incrédula.
 
Antonio:       Te espero arriba. (Hace alarde de masculinidad, simula un coito perrito)
 
Ella vuelve a sonreírle, con expresión de “no tiene remedio” y sale de escena. El abuelo se incorpora, para seguirla, pero el intruso lo detiene.
 
Manuel:       Espere Don Simón, ¿Porqué no me hace compañía?
 
Abuelo:        ¿A mí me hablás vos?
 
Manuel:       ¿A quién si no?
 
Abuelo:        Es raro que me pidan compañía ¿En que te puedo ayudar?
 
Manuel:       Acá no hay radio, quizás conozca algún tanguito.
 
Abuelo:        Faaaaaaa! Si Soldán al lado mío es un poroto ¿Qué querés que te cante?      
 
Manuel:      Que le parece “Uno”
 
(Cantan ambos… empieza solo el abuelo y Manuel se suma)
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel y es mucha,
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina.
Uno va arrastrándose entre espinas,
y en su afán de dar su amor
sufre y se destroza, hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón.
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
o un amor que lo engañó;
vacío ya de amar y de llorar
tanta traición...
Si yo tuviera el corazón,
el corazón que di;
si yo pudiera, como ayer,
querer sin presentir...
 
El abuelo, tiene un acceso de tos, no puede parar. Vuelve Graciela preocupada.
 
Graciela:      ¿Qué te pasó papá? ¿Te atragantaste?
 
El abuelo le hace un gesto cómplice y agradecido, minimiza su tos, el pulgar para arriba Se va con su hija, sigue tosiendo. Manuel, se queda solo y vuelve a
mirar por la ventana. Se lo ve, inquieto, refunfuña. Entra Graciela con sábanas y una frazada e improvisa una cama en el sillón.
 
Manuel:       No le agradecí, por el baño. El agua caliente sobre la piel, se sintió rica (le pasa revista de arriba  a abajo) y ahora esto. Es usted muy
atenta. Tienen a quien salir sus hijas.
 
Graciela:      Intento educarlas, para que sean amables.
 
Manuel:        No me refería a eso, es usted una mujer muy hermosa.
 
Graciela:      (se ruboriza) Pero ya no soy una muchacha.
 
Manuel:       ¿Que importancia tiene?
 
Graciela:      Y casada.
 
Manuel:      No veo ningún marido Si fuera mi mujer, yo no la dejaría a solas con un extraño.
 
Graciela:      El confía en mí.
 
Manuel:       No debería, no veo los grilletes.
 
Graciela:    (se sonríe nerviosa) En fin… Yo me voy para arriba, mañana voy a ir con ustedes hasta el pueblo. Les prometí a las chicas ir de
shopping, aunque no se si conseguiremos algo bonito. Si necesita algo, pegue el grito nomás.
 
Manuel:      No, por favor Usted ha sido más que considerada conmigo, no me atrevería a importunarla con un pedido.
 
Graciela:     No, si no es molestia.
 
Manuel:       Bueno ya que insiste, ¿No tendría una cerveza?
 
Graciela:     ¿Una que?
 
Manuel:    Tomaría una Stella Artois…,¡Pero que tonto soy! Si ni siquiera tienen   heladera en este cuchitril de mierda… Perdón disculpe el
exabrupto.
 
Graciela:  No se preocupe, no es nada... Tenemos hielo, aunque no consumimos cerveza. Puede que haya algún vino tinto. (atónita)
 
Manuel:       No gracias
 
Graciela:     Ahora me voy... arriba… ahí, le tendí la cama…
 
Manuel:      Es un poco angosta.
 
Graciela:     ¿No pidió dormir aquí?
 
Manuel:      Si, pero hubiera preferido una cama matrimonial.  ¿Usted no? Aunque está bien, solo pienso dormir. Raro en mi (se sonríe con
intención) pero dadas las circunstancias…
 
Graciela:     Buenas noches, que descanse.
 
Manuel:       Eso espero muñeca.
 
Manuel se desviste sin pruritos, ella asciende la escalera transpira, intentando con poco éxito no mirar, esta profundamente conmovida Manuel se da cuenta y
disfruta.
 
Manuel:       Mujeres… Son tan predecibles… (Se acuesta)
 
Entran Rosario y Leandro.
 
Rosario:      Hasta mañana mi amor, que descanses. (le habla despacio, para no molestar   a Manuel)
 
Leandro:     Hasta mañana.
 
Leandro acompaña a Rosario hasta la escalera, la besa y la ve subir, se asegura que ya no puede escuchar y se acerca a Manuel, lo sacude.
 
 
Leandro:     ¿Te volviste loco? ¿Qué hacés aca?
 
Manuel:       Hola Joaquín o Manuel, como te guste más ¡Que alegría! ¡Que bueno verte!
 
Leandro:     ¿Cómo me ubicaste?
 
Manuel:      Siempre supe donde estabas ¿No te interesa saber como me siento? Por poco me ahogo, intentando entrar con una mentira a la casa
del “futuro suegro” (escribe comillas en el aire) de mi pareja.
 
Leandro:    Pensé que había quedado claro, que entre nosotros ya no había nada. Voy a casarme con Rosario, le voy a pedir matrimonio este fin
de semana.
 
Manuel:       No podés arruinarle la vida a esa criatura.
 
Leandro:     No voy a arruinársela. Yo la quiero…bastante.
 
Manuel:       No te engañes. Vamos Leandro ¿Querés que me ponga de rodillas?..., aunque si lo preferís me pongo en cuatro patas…..
 
Leandro:    No jodas. Ahora soy médico y quiero una familia con dos hijos, un perro y domingos en Carrefour.
 
Manuel:     Y los sábados a la noche, un par de tacos, brillo de labios y un pase libre al placer ¡Ay! No, ese soy yo. A vos te gusta jugarla de
machito…
 
Leandro:     Vos no entendés nada.
 
Manuel:      Si que entiendo, ¿Te crees que si me hubiesen dado a elegir, yo sería gay? En esto no hay marcha atrás… ¡Qué ironía! “los marcha
atrás”.
 
Leandro:      Me cansa tanta discriminación. Quiero una vida común.
 
Manuel:     ¡Tarde piaste querido! Tenés que aceptarlo, de lo contrario no solo vas a  sufrir, vos, sino también quienes te rodeamos.
 
Leandro:   ¿Escuchaste hablar del libre albedrío? Podemos elegir y renunciar, tantas veces como queramos Soy un ser humano, no un gusano.
 
Manuel:    Te equivocaste de insecto. Sos más bien una mariposa… Y si. Es posible renunciar al deseo ¿Pero por cuanto tiempo?
 
Leandro:      Quizás no sea del todo homosexual y haya sido una etapa de mi vida.
 
Manuel:    ¿De siete años, convivencia mediante? Eso es bastante más que probar y   volver.
 
Leandro:      ¿Alguien sabe que estás acá?
 
Manuel:      No. Me conocés, soy orgulloso. Me humillo viniéndote a buscar Pero no soporto esta soledad tan concurrida en la que me dejaste.
Es una tortura. Te extraño Leandro…con locura. (se acerca, intenta besarlo… casi lo logra pero Leandro retrocede)
 
Leandro:     ¡No! Ya tomé mi decisión y es irrevocable.
 
Manuel:       Estás tan equivocado.
 
Leandro:      No voy a cambiar de parecer. ¿Viniste con tu motocicleta, no?
 
Manuel:      Si, por supuesto, esta a orillas del lago escondida en el hueco de un ciprés, a doscientos metros de acá.
 
Leandro:     Te suplico que te vayas temprano
 
Manuel:       ¿Me vas a acompañar, para despedirte?
 
Leandro:     No lo creo, sabés que odio las despedidas, además nadie debe sospechar este disparate.
 
Manuel:      ¿Ahora, soy relegado a disparate? Necesito descansar un rato. Mañana va a ser un día largo.
 
Leandro:      Claro.
 
Durante la conversación Andrea se queda estática, escuchando en la escalera. Leandro se mete en el catre y le da la espalda. Manuel se levanta, saca un
paquete sellado de su camisa y se va al porche. Se arma un porro. Andrea sigilosa se dirige a la cocina y vuelve con un vaso de agua, huele el aire, mira el
sillón vació y la puerta abierta, va hacia fuera. Manuel intenta esconder su cigarrillo al ser descubierto.
 
Andrea:        Ni lo intentes, son señales de humo para mi olfato. ¿Puedo?
 
Manuel:       (le pasa el cigarro) ¿No tenés sueño?
 
Andrea:        Me despabilé, soy un bicho de ciudad. El silencio apesta. ¿Y  vos?
 
Manuel:       También.
 
Andrea:        Manuel… (Pausa) Escuché la conversación.
 
Manuel:        (respira hondo) Me llamo Joaquín.
 
Andrea:       Si, también lo oí.
 
Manuel:       Es bueno no tener que mentir, al menos por un rato.
 
Andrea:       No quiero que mi hermana sufra, pero no puedo ser yo, quien lo haga público.
 
Manuel:       ¿Tienen muchos secretos, no?
 
Andrea:       ¿Por qué lo decís?
 
Manuel:       Vamos, si vos no sos lesbiana, yo no soy marica.
 
Andrea:       ¡Puta madre! ¿Se nota?
 
Manuel:       No sé, para mi es fácil Debe ser mi “homo-radar” ¿Porqué no lo blanqueas?
 
Andrea:       No puedo, mi viejo se moriría.
 
Manuel:       Los padres no se rompen tan fácilmente, tendrías que probar.
 
Andrea:       Imposible. Ya lo pensé: cuando viva sola, simularé ser una solterona.
 
Manuel:       Y formar una pareja o tener un hijo. ¿En eso, no pensás?
 
Andrea:       Es el precio que debo pagar por ser coherente.
 
Manuel:    Otra cara de la misma mierda ¡Y a mí me sorprende cuando la sociedad nos   margina!
 
Andrea:       Decís eso, porque no conocés a papá.
 
Manuel:      Difícil Antonio. Una explosión de testosterona Pero sos su hija, no va dejar de quererte por no ser heterosexual.
 
Andrea:       No quiero enterarme ¿Ok? ¿Qué hacemos con lo otro?
 
Manuel:       Dejámelo a mí.
 
Andrea:       Gracias. (se va, pasa por el comedor directamente a la escalera)
 
Entra el abuelo al living.
 
Abuelo:       ¿Dónde está todos? (hablando solo hacia la cocina) Mira Rosi, que linda cabaña, podríamos decirles a Jaime y Taña que nos
acompañen un fin de semana Lastima los animales ¿Viste Rosi, que feo miran?... ¿Qué hay para comer? Tengo hambre y no encuentro la
heladera (vuelve arrastrando los pies hacia la cocina)… Sigo con sueño…, debe ser el aire puro (se va).
 
 
Manuel llora desconsoladamente, se apaga la luz.
 
 
 
 
3 Acto                                                                                                                      Exterior Mañana
 
 
Graciela y Antonio, están desayunando. Ella está leyendo una revista, el la mira en silencio.
.
 
Antonio:      ¿Ayer acabaste?
 
Graciela:     ¿Qué? ¿Me hablaste?
 
Antonio:     Anoche, fue una porquería.
 
Graciela:     No exageres.
 
Antonio:      ¿Pero llegaste o fue cuento?
 
Graciela:     ¿Qué importancia tiene?  Fue solo una cuestión de piel.  
 
Antonio:      ¿Me estás tomando el pelo?
 
Graciela:     Si.     
 
Antonio:      ¿Es la menoSpausia?
 
Graciela:     Menopausia, me-no-pau-sia
 
Antonio:      No me vengas con pelotudeces semánticas. ¿Si o no?
 
Graciela:     ¿Si te contesto, dejas de preguntarme?
 
Antonio:      Si.
 
Graciela:     Es la menopausia.
 
Antonio:      ¡Mentira! Te pasa otra cosa.
 
Graciela:     No me pasa nada.
 
Antonio:      Si te pasa y es ese tipo… el explorador.
 
Graciela:    ¿De que hablas?
 
Antonio:     ¿Vos te crees que yo me chupo el dedo?
 
Graciela:    No, siempre alguien lo hace por vos.
 
Antonio:     ¿Y ahora quien esta cambiando de tema? 
 
Graciela:   ¡Basta Antonio!… (Se levanta y se va) Me voy a bañar, quiero   ir al pueblo con ustedes.
 
Antonio se levanta embroncado y sale al porche. Se acerca Manuel, que vuelve de caminar.
 
 
Manuel:       ¡Hola! ¡Qué lindo día! Mi ropa se secó y salí a estirar las piernas.
 
Antonio:      Buenos días ¿Durmió bien?
 
Manuel:       Como un bebé
 
Antonio:      ¿No le parece que podríamos ir a hablar por teléfono?
 
Manuel:       ¿Ahora?
 
Antonio:      Si, por qué no.
 
Manuel:      Sería estupendo ¿No tendríamos que avisarle a su señora?, ayer me dijo que pensaba ir con nosotros.
 
Antonio:      Se va a hacer muy tarde, espere que le escriba una nota.
 
Manuel:      Le agradezco mucho.
 
Antonio:      De ninguna manera, no haremos esperar más a los
suyos.                                                                                                                                                                                                                                           
 
Antonio entra en la casa, escribe la nota, toma las llaves de la pared y salen juntos de escena.
Baja Andrea por la escalera, ve la cama revuelta y nadie ahí, encuentra la nota arriba de la mesa.
 
Andrea:      (gritando para arriba) ¡Maaaa, el viejo llevó al tipo hasta el pueblo, fueron a buscar un teléfono! Increíble, siglo XXI, era de las
comunicaciones y nosotros aislados como ratas de laboratorio ¡Maaaa ¿Que puedo desayunar? ¿Quedaron facturas? Espero que no lo haya
rajado, al menos hasta que se aclare el asunto Estas salidas familiares son un embole, pero esta pinta diferente ¿Maaaa, seguís durmiendo?
 
Toma la revista que su madre dejo arriba de la mesa y la ojea.
 
Andrea:     ¿Maaaa, sabías que la Alfaro se volvió a hacer las lolas? Si se las sigue subiendo, le van a quedar a los costados de las orejas
¿Maaaa, no pensás bajar?
 
Graciela baja por la escalera, está muy producida.
 
Graciela:     Ya voy, Ya voy ¿Ni siquiera puedo estar tranquila en el baño?, ¿Dijiste que se fueron al pueblo sin nosotras?
 
Andrea:        Si.
 
Graciela:      No puedo creerlo. Como si no existiera.
 
Andrea:       ¡Mamá! ¿Te sentís bien?
 
Graciela:   ¡Fantástica! ¿No se nota? (irónica- pausa) ¿Te gusta como me queda el vestido?, es casi nuevo…
 
Andrea:       ¿Nuevo de hace 15 años? Pareces un matambre. ¿Cómo se llamaba esa? La que se refregaba las tetas en el lago, la vieja patética de
las primeras porno argentinas.
 
Graciela:      ¿La Coca Sarli? ¿Patética?, fue una adelantada.
 
Andrea:       ¿Esa mina? … ¿Sabés má, que el cine porno, es un invento argentino?
 
Graciela:      ¿No me digas, como la birome?
 
Andrea:       Y las huellas dactilares, la transfusión sanguínea, el primer largometraje de dibujos animados…
 
Graciela:      Me viene como un orgullo nacional ¿Te preparo algo para desayunar?
 
Andrea:        Por favor, estoy famélica ¿Ya se levantó el abuelo?
 
Aparece el abuelo en el rellano de la puerta de la cocina, con la caña de pescar, sombrero “piluso” y el equipo adecuado, se choca con Graciela y no la
reconoce
 
Abuelo:        Perdone señorita… ¡Rosita!
 
Graciela:     Papá, soy yo Graciela.
 
Abuelo:        Pero, si sos igualita a mamá ¡Qué bonita!
 
Graciela:     Gracias papá ¿Adonde vas?
 
Abuelo:       A pescar. Noté como te emocionaste ayer cuando te di el pescado. Sos mi única hija y quiero hacerte feliz.
 
Graciela:      Papá, te quiero mucho.
 
Abuelo:        Gracias M’hijita, yo también te quiero.
 
Se abrazan, Andrea, hace la mímica de vomitar. Bajan Rosario con Leandro.
 
Andrea:       Ahí bajan Blancanieves y su príncipe encantado…
 
Rosario:       Por lo menos yo bajo, no “vuelo”.
 
Andrea:     No, alrededor tuyo los que vuelan son los enanos, vos corrés ¿Qué hacía Leandro arriba?
 
Graciela:      Bueeeenooo, que es temprano ¿Quieren desayunar?
 
Rosario:       No, vamos un rato afuera, el día está precioso.
 
Graciela:    Como gusten (mira a su hija y le guiña un ojo con picardía. Andrea observa con expresión preocupada).
 
Abuelo:        Yo salgo con ustedes.
 
Rosario revolea los ojos y mira a su madre suplicante. El abuelo intenta conversar con ellos pero lo ignoran y termina yéndose a pescar solo, sacudiendo la
cabeza.
 
Graciela:     ¡Que cara! ¿Te levantaste cruzada?
 
Andrea:       ¿Por qué te arreglaste así mamá?
 
Graciela:     ¿Así como? Solamente me puse un vestidito.
 
Andrea:     Dos talle más chico y que huele a naftalina, estás maquillada como una puerta y te soltaste el pelo. ¿Acaso soy ciega? ¿En que
andás?
 
Graciela:      Sos tan dura, no se a quien saliste.
 
Andrea:       A tu marido.
 
Se desmorona, sobre la silla.
 
Graciela:     Nunca le fui infiel a tu padre, pero Manuel me hace sentir deseada.
 
Andrea:       Créeme, no tenés ninguna chance con él.
 
Graciela:    No pienso tomarla. Pero es cruel de tu parte, asegurar de antemano, que no puedo seducirlo.
 
Andrea:     Muchas cosas no sabemos de los demás. Estamos todos inmersos en una cercana, aunque propia lejanía... Somos extraños
conocidos.
 
Graciela:     Me es difícil seguirte. Ser madre de tu hermana es más fácil.
 
Andrea:      Mi hermana es más sencilla, mi hermana es mejor alumna, mi hermana tiene novio, mi hermana es la más linda, mi hermana es la
preferida de papá… Si supieras…
 
Graciela:      No. Vos sos la preferida de tu padre Pero por favor no se lo digas.
 
Andrea:       ¿Yo?
 
Se abre la puerta y entran Antonio y Manuel, riéndose a carcajadas. Antonio tiene en la mano una botella de vino.
 
Graciela:     ¿Estuvieron tomando?
 
Antonio:      Solo una copita.
 
Manuel:       Solo de una me acuerdo.
 
Ambos se tientan.
 
Graciela:     ¿Hablaron por teléfono?
 
Los hombres se miran y estallan a carcajadas.
 
Antonio:      ¿Viste? yo te dije que nos estábamos olvidando de algo.
 
Graciela:     ¡Que vergüenza! Parecen un par de adolescentes ¿Vienen del pueblo?
 
Manuel:       No, llegamos hasta el centro cívico.
 
Antonio:     (Estalla y escupe todo) ¿Al centro cívico? ¿Y el viejo Fontana con su lata de lombrices, es el intendente? Ja Ja
 
Manuel:     ¡Pero viejo! ¿Qué querés que le diga, si preguntó? (Codea a Antonio y le señala a Graciela) ¿Esta  buena tu mujer eh?
 
Antonio:      (se corta en seco) ¿Qué dijiste?
 
Manuel:       Mirala, ¿No está para darle?
 
Antonio:      ¿Me estás cargando?
 
Manuel:     No, sería incapaz (Eleva la mano en juramento, se golpea el pecho y le dedica una V de victoria con los dedos-A Graciela.) ¿Te pintaste para
papá muñeca?
 
Antonio le propina una piña que lo hace girar, le duele el puño. Manuel cáe al piso
 
Manuel:       ¿Qué hacés viejo? Eso fue directo a la mandíbula Por poco me noqueas
 
Antonio:     ¿No lo hice? ¡Que lo tiró, me rompí la mano! ¿Qué tenés que decir de mi señora?
 
Entran Rosario y Leandro, muy contentos.
 
Rosario:      ¡Nos comprometimos, nos vamos a casar! ¡Miren todos, que hermoso es mi anillo!
 
Rosario, estira la mano mostrando el anillo, nadie responde.
 
Rosario:       ¿Qué esta pasando acá?
 
Manuel:      (a Rosario) Nada. (a Antonio) ¿Que voy a decir de tu señora?, si me importa un bledo  Es ella la que está caliente conmigo ¿No te
diste cuenta?
 
Graciela:      No es cierto, es mentira. (En su vida sintió tanta vergüenza)
 
Antonio:      Yo te voy a matar hijo de puta.
 
Rosario:       Soltalo papá, está borracho. No sabe lo que dice.
 
Manuel:     ¿Ah, no? Solo los locos, los niños y los borrachos, decimos la verdad... pero a la lesbiana no le crean… (Señala a Andrea con el dedo)
 
Andrea se espanta, fue descubierta.
 
Antonio:     (se acerca a Andrea, desvastado) ¿Es cierto? Decime que no, que vas a traer un noviecito a casa, que me vas a hacer abuelo y que
algún día cuando crezcas, te vas a sacar la ropa negra… (Cae arrodillado frente a ella)
 
Leandro:     Ya basta, con esta locura ¡ Alto Joaquín!
 
Rosario:      ¿Joaquín?
 
Entra el abuelo.
 
Abuelo:        No hay pique, me voy a dormir un rato. (sigue caminando para la cocina)
 
Todos lo miran un instante en silencio y vuelve la acción.
 
Rosario:       ¿Joaquín? ¿Lo conocés?
 
Leandro:     De vista.
 
Manuel:       ¿Vas a comenzar tu matrimonio con una mentira?
 
Leandro:     ¡Callate!
 
Rosario:       No que hable. Quiero escuchar lo que tiene para decir.
 
Leandro:    No, yo voy a explicarte Rosario: Nací en una villa miseria, sin posibilidades de escapar. De nos ser por él, hubiese terminado en una
zanja con una sobredosis de paco o con suerte en un calabazo en Devoto. No fue un precio alto, si la cosecha es el resto de mi vida.
 
Rosario:       No entiendo ¿Te prostituiste?
 
Leandro:    Si, como cientos de mujeres. Solo que a ellas, el mundo no las juzga tan severamente.
 
Antonio:      ¡Increíble! En el barrio los llaman putos.
 
Manuel:       ¡Soy su legítima esposa desde hace siete años!
 
Leandro:     ¡Eras!
 
Manuel:       ¡Eras, tu poronga!
 
Todos los presentes enmudecen por la sorpresa, a partir de ese momento Manuel abandona su “disfraz” Es una mariquita.
 
Antonio:      Una hija torta, un yerno puto y una mujer trola ¿Qué carajo hice yo?  
 
Rosario:       ¿Estoy comprometida con un homosexual? ¿Leandro?
 
Leandro:      Cambie..
 
Graciela:      ¡Eso mismo!, no saquemos conclusiones apresuradas, dijo “Eras”
 
Andrea:       Yo… ya lo sabía.
 
Rosario:      ¿Y no pensabas decirme nada?
 
Andrea:       No podía, quedamos en que él iba a hacerlo. (señala a Manuel)
 
Leandro.     ¿Quedamos?
 
Rosario:      ¡Vos callate!
 
Manuel:    (a Leandro) Me iba a ir, pero no pude, me duele demasiado, me siento  emocionalmente inválido. (lleva su mano al pecho)
 
Antonio:      Ja, ja, ja ¿Viste gorda? Te empilchaste al pedo, para el trabuco ¡Y a vos atorrante, (a Leandro) tengo ganas de molerte el orto a
patadas!
 
Leandro       Pero yo quiero casarme con Florencia.
 
Antonio:      ¡Sobre mi cadáver!
 
Rosario:       ¿Y a mí nadie me pregunta?
 
Antonio enloquece, se le tira encima a Leandro y lo golpea. Él es más joven y se defiende, sin agredirlo, pero Manuel pierde la compostura y toma el atizador
para defenderlo. Ante el ataque, Rosario se le trepa con bronca e intenta desarmarlo, tirándole del cabello, forcejean hasta que Manuel la empuja. Rosario cae
al piso y Manuel con el atizador en alto, amenaza, tiene miedo.
 
Graciela:       ¡Por favor, paren, ya basta!
 
Manuel:      ¡Cuanta violencia! ¡Qué familia de cuarta!  Esto no va a quedar así, ya van a ver quien soy. Voy a transformarme en su peor
pesadilla, voy a contarle a todo el mundo lo que sucedió en este rancho de mierda. Los Quesada van a ser el hazmerreír del pueblo. Voy a
comprar esta casucha inmunda, por tres monedas locas y la voy a pintar de rosa y en vez de trofeos de casa, voy a llenar las paredes de culos y
diré que me secuestraron y pediré daños y perjuicios millonarios…
 
Se escucha un tiro de escopeta, Manuel se lleva la mano a la frente, luego la mira ensangrentada y se desploma en el piso muerto. Todos se quedan tiesos y
giran hacia la puerta de la cocina. Lo ven al abuelo con el arma, sale humo. No sabe que disparó.
 
Abuelo:       Mañana podemos ir a cazar patos, no hay pique en el lago. ¿Alguien vio mi audífono?
 
La situación aturde a la familia, se miran entre si, están mudos. Graciela reacciona.
 
Graciela:    Vení papá, vamos para la cocina. Quiero tu opinión sobre… sobre… una cosa que vi…
 
Abuelo:        ¿Te interesa mi opinión? ¿Desde cuando?
 
Lo toma de los hombros, de tal manera de ocultarle el cuerpo y se lo lleva a la rastra.
 
Andrea:       ¿Esta muerto?
 
Antonio:      No, si se tiró a dormir la siesta con agujero en la frente.
 
Leandro:     No tendría que haber sido así.
 
Antonio:    Vos… (Señala a Leandro con el índice) Vos tenés la culpa de todo,… ¿Y ahora que?
 
Rosario:       (Irónica) Quizás pueda resucitarlo de nuevo.
 
Leandro:     (Mirando a Florencia) ¡Sos…sos…! ¿Cómo te sentirías en su lugar?
 
Rosario:       Muerta.
 
Andrea:     No es el momento adecuado para limar asperezas. Tenemos un problema. (señala el cadáver)
 
Rosario:     ¡Resolvámoslo! Hay que ir a buscar a la policía y que saquen este coso de acá.
 
Leandro:    (Sin poder apartar la vista de Manuel)  Esto no está bien, no se trata de un infarto Es un asesinato. Habrá una investigación policial,
detenidos, toma de declaraciones, cárcel, fianza en el mejor de los casos, un juicio…
 
Andrea:       ¿Asesinato? Fue un accidente, el abuelo no es un criminal.
 
Vuelve Graciela.
 
Graciela:   Ya está, no se dio cuenta de nada. No quería dormirse. No paraba de agradecerme por traerlo, dijo que no se sentía tan vivo desde la
muerte de mamá  Le di un valium.
 
Antonio:     (Mirándo a Leandro, que continúa con la vista fija en el cadáver) Gorda ¿Por qué no buscas algo para tapar… el cuerpo?
 
Leandro:       Joaquín… Joaquín Amenabar.
 
Graciela asiente, sale a buscar una sábana.
 
Rosario:       Puede sonar egoísta, pero honestamente para mí, es un problema menos.
 
Andrea:       ¿Un problema menos? Es un problemón.
 
Antonio:      ¿Sabrá alguien que esta acá? Nosotros no hablamos por teléfono..
 
Leandro:   (Habla sin dejar de mirarlo) No, ayer a la noche, estuvimos conversando. Es…era demasiado orgulloso. Nadie sabe donde está.
 
Andrea:       Es cierto, yo los escuche.
 
Rosario:       ¿También eso y tampoco dijiste nada?
 
Andrea:       Lo siento, no soy tan fuerte como vos.
 
Rosario:      Lo se hermanita, lo se y te perdono. (Se le acerca y la besa en la frente, Andrea  deja entrever disgusto)
 
Vuelve Graciela con la sábana, Leandro se acerca para ayudarla. Graciela lo deja hacer y se aparta. Leandro, le acomoda el pelo, lo acaricia discretamente,
se le llenan los ojos de lágrimas, esta profundamente consternado, pero disimula.
 
Antonio:      ¿En que llegó?  ¿Será real la historia del gomón?
 
Graciela:      ¿Qué Gomón?
 
Antonio:      Me dijo que naufragó el día de la tormenta
 
Leandro:     (Lo cubre y se para) No es verdad, vino en moto (pausa, respira hondo) Está en el hueco de un árbol a pocos metros de acá.
 
Andrea:       Tengo miedo, no quiero que el abuelo vaya a prisión.
 
Rosario:    ¿Cómo vamos a evitarlo? Votemos: ¿Quién esta a favor de contarle a la    policía lo que pasó?
 
Rosario y Graciela, levantan la mano, se produce un silencio largo e incómodo.
 
Leandro:     Yo creo que hasta tanto decidamos que hacer, tendríamos que ir a buscar la motocicleta, no es conveniente que alguien la
encuentre. Voy yo (sale apurado)
 
Rosario:       ¿A mi me parece, o el muy cobarde se rajó?     
 
Antonio:      ¿Y que esperabas princesa? ¿Un metro sexual?
 
Rosario:       La puta madre que lo parió… hasta ella tuvo más suerte que yo
 
Graciela:     ¿Qué estás diciendo hijita?
 
Rosario:      Creí que finalmente había encontrado al compañero adecuado Los hombres no me toman en serio y yo quiero ser mamá No me
importa que sea homosexual, de todas maneras, no pensaba serle fiel.
 
Andrea:     Yo soy torta, no pienso embarazarme ¿Podríamos adoptar mellizos y nos  los repartimos? Serían auténticos “primos-hermanos”…
¿Florencia, podés parar?
 
Antonio:     ¿Y si nos deshacemos del cadáver? ¡Pobre viejo! Me da pena. No podemos dejar que pase sus últimos días en prisión.
 
Graciela:      Claro, lo barremos bajo la alfombra. (burlona)
 
Andrea:        Ni en broma, ¿Y si tiene catalepsia y resucita como Jaime?
 
Rosario:       Tirémoslo al lago.
 
Antonio:      Debe estar muy pinchado ¿Y si hace burbujas? ¿Saben?, yo vi al difunto en bolas, Dios le da pan a quien no tiene dientes.
 
Rosario:     Y yo con el meñique y mi estúpido masajito anal ¡Qué pelotuda!
 
Graciela, Antonio se sonríen. Rosario bufa. Andrea se va metiendo parar adentro progresivamente.
 
Andrea:       ¿Que vas a hacer con tu novio?
 
Rosario:       No lo sé, ¿Será bisexual?
 
Graciela:    Es un buen chico, basta dar una ojeada y ver la buena actitud que asumió frente a este inconveniente.
 
Andrea:        Mamá, esto es más que un inconveniente, murió su pareja.
 
Rosario:       Su ex pareja. ¿De que lado estas?
 
Graciela:     Andy, te preocupas demasiado, cuando esto termine, consultaremos  sobre tu asunto. Leandro, puede ayudarnos, siendo médico y
casi ex gay, debe tener experiencia y conocer algún tratamiento efectivo.
 
Andrea:        Pero yo no estoy enferma.
 
Graciela   ¡Lógico, es la negación! Pero no te preocupes, nosotros vamos a acompañarte durante todo el proceso. Nunca vamos a abandonarte.
Como cuando el tío Arnoldo estuvo en alcohólicos anónimos, un paso a la vez.
 
Andrea:       Preferiría que me acepten como soy.
 
Graciela:    Pero hija, si todos te aceptamos como sos. O acaso no te vestís de negro hasta en verano.
 
Antonio:      Paren de parlotear, no puedo  pensar ¿Decime Rosario? ¿Cuan confiable es ese noviecito tuyo?
 
Rosario:       100% Si te dice que aprietes el pomo, apretalo que es carnaval.
 
Andrea:        Una garantía de credibilidad
 
Rosario:       ¡Ja! Opinó la virgen María
 
Andrea:       Yo… no se si soy virgen
 
Graciela:      Decime Andrea ¿Te acostaste con un hombre?
 
Andrea:        No, nunca
 
Graciela:     Entonces sos virgen… Volviendo a lo nuestro: Tenemos dos opciones o le avisamos a la policía o escondemos el cuerpo y nos
arriesgamos a ser descubiertos y además ser cómplices de  asesinato.
 
Andrea:      Hay una tercera opción. Podemos decir, que me pasó a mí, ¿Alguien sabe cuanto tiempo es la pena por homicidio simple?
 
Antonio:     De todas tus locuras, esta se lleva el Oscar ¿Cómo se te ocurre que vamos a dejarte hacer eso?
 
Rosario:      Yo creo que la primera opción es la mejor, el abuelo nunca sabe dónde está y secundariamente, podríamos ahorrarnos el costo del
geriátrico.
 
Andrea:         ¡Sos una basura!
 
Graciela:    Analicémoslo fríamente Puede ser que Rosario tenga razón. No tenemos plata  para internarlo y yo estoy muy cansada. Sería como
matar dos pájaros de un tiro.
 
Antonio:       ¿Seguro que es tu viejo?
 
Graciela:       Yo no disparé el arma.
 
Se escuchan ruidos de sirena, se ilumina la escena con luces rojas y azules alternativamente.
 
Antonio:      ¡La policía!
 
Entra Leandro.
 
Rosario:       ¿Leandro, que hiciste?
 
Leandro:     Lo ves, llamé a la policía
 
Antonio:      ¿Cómo? ¿Fuiste en moto?
 
Leandro:    No, use mi celular ¿No creerá que obedecí una orden tan retrógrada? Ya le                   explique todo a las autoridades, no será
cómodo, pero se resolverá con el tiempo. Probablemente tengan que pagar una fianza por el abuelo.
 
Antonio:      Espero que no sea muy alta. En última instancia podemos vender la cabaña.
 
Graciela:     No será necesario Podríamos alquilarla, tendremos menos gastos sin papá
 
Leandro:    ¡No se preocupen por eso, les tengo una buena noticia! El abuelo es mayor de edad, a lo sumo le darán prisión domiciliaria.
 
Rosario:       ¿Y nosotros? Después que pase todo ¿Nos vamos a casar?
 
Leandro:   Lo siento Pipa, pero Joaquín tenía razón Estoy de duelo No creo que sigamos viéndonos… ¿Están listos?
 
El abuelo entrando desde la cocina.
 
Abuelo:      Yo si…, lamento hija incomodarte tanto Quizás pueda quedarme un tiempo más en prisión… Gracias Antonio, siempre lo dije, sos
un buen yerno y vos Andy querida ¿Me vas a venir a visitar?
 
Andrea:       Si abuelo
 
Andrea se le acerca, lo toma del brazo y salen. Los demás salen detrás, salvo Antonio que se retrasa, se acerca al cuerpo sin vida y le dice:
 
 
Antonio:      ¿Qué hiciste viejo? Yo solo quería vivir tranquilo… Si ya sé, vos también
 
 
Agarra las llaves, se moja los dedos, apaga la vela encendida y se va.

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